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La Navidad, un nacimiento no certificado




Enviado por Francisco Munguia



  1. Los
    Evangelios
  2. La
    presentación de Jesús
  3. Notas
    marginales a: los Evangelios
  4. Bibliografía

A lo largo de los siglos se cuentan por
millones las páginas alusivas a Jesús en todos los
tonos, para todas las explicaciones e interpretaciones posibles,
de modo que parece hasta ocioso abundar en el tema. Jesús,
Cristo o el Mesías ha sido constituido en el punto nodal
de la historia humana a pesar de que sus datos
histórico-biográficos son del todo imprecisos. Su
andanza por el mundo ha sido recompuesta de mil modos, al grado
que hoy día, y a ciencia cierta, no tenemos de
ningún modo nada constatable. Solo accedemos a una
panorámica grosa de su momento, las más de las
veces, supuesta. Y sobre su ministerio todo se ha envuelto en la
mística más absoluta de manera que, o se acepta el
magicismo de su conducta como inexplicable constancia de "Dios
encarnado sobre la tierra", o lo que se diga puede carecer
absolutamente de todo valor: tal es el resultado del manejo de la
imagen de Jesús a partir de los únicos referentes
que existen, los Evangelios.

El eje del mundo en aquel momento
histórico enfrentaba con desasosiego el fracaso de sus
propuestas explicativas. Mientras los dioses clásicos
tradicionales habían caído en el descrédito,
la filosofía no había podido remontar sus propias
limitantes. Al pensamiento pragmático de deducciones
empíricas lo había arrollado el idealismo
metafísico, recomponiendo postulados y accediendo al
ecumenismo con los principios de las teorizaciones
místicas para hacer con ello una entidad
cuasi-mágica que explicara las cosas… Se encuentra,
consecuentemente, una sospechosa diversidad de credos similar a
lo que hoy llamamos "moda", y que concluía en un principio
general común: el iniciatismo.

La fuerza grecolatina de estas
búsquedas permearon todas las capas de las poblaciones
involucradas. Si bien Roma era indiscutiblemente la Potencia
económica y político-militar por excelencia, como
tal tampoco tenía las definiciones acabadas para el
universo el mundo y la vida; antes bien, su población se
debatía también en la búsqueda de
respuestas, y se avenía a las propuestas de los
desarrollos que las culturas más añejas
proponían: desde Egipto crecían los ritos
misteriosos de Isis y de Hermes; de Grecia, el pensamiento de los
neo- pitagóricos y neoplatónicos contribuía
a conformar los misterios de Eleusis; de Frigia, el culto de
Cibeles. .. Hasta los persas retomaron su vieja religión
para sobreponerla al dualismo zoroástrico y elaborar
así un rito iniciático con Mitra a la
cabeza… Judea misma no escapaba a esa
recomposición: a la sensación de rotura de la
compañía de Dios -cuyo nombre se había
vuelto impronunciable- le acompañaba la certeza del cese
de la profecía desde hacía ya largo tiempo, y
aunado a la amargura de la dependencia como humillación
nacional (que hizo emerger un orgullo irracional por su
nominación electiva) se constituyó, con todos esos
sentimientos encontrados, la desesperación, que hizo
asomar el feo rostro de la fe obstinada colgada de la
miopía moral que desembocó en la esperanza
apocalipsista… Al tiempo que los propios judíos
ilustrados hacían parangón de la Revelación
con la filosofía como otra forma de revelación, y
explicaban su teoría y su cosmogonía con las
categorías del pensamiento helénico. Este era el
entorno cultural-ambiental de Jesús; pero él, como
hebreo del interior, no cosmopolita, no participaba de lleno en
esos contenidos.

Jesús viene a ser, para los
habitantes del siglo XXI d.C. un personaje simbólico, se
puede decir: la modernidad es, de nueva cuenta, la irracionalidad
mística con toda la carga que implica la
espiritualización en su más amplio sentido…
Al final, ¿quién y qué fue Jesús?
Como primer elemento tenemos que revisar los Evangelios, porque
no nos está testimoniada ninguna otra fuente alterna
más precisa. Son los únicos datos ciertos para
obtener información… Y el problema que esto
significa es vasto: por una parte, la generalidad de las personas
da por sentado que a ese respecto lo sabe todo por la intensa
familiaridad que tiene -o que siente- con los nombres, los datos,
la historia general de los relatos alusivos. Todo ello le es tan
ordinario, que supone no encontrar nada nuevo en insistir. Y por
otra parte, toda su mística la siente explicada con las
exposiciones que las clerecías hacen. Pero, además,
los estudiosos están casi seguros de que nada que se diga
sobre Jesús es suficiente desde que demasiadas cosas
quedan en claroscuro. Y los puntos pendientes o incomprendidos
advienen para los místicos en claves de las cuales cada
uno de ellos tiene el secreto y la develación eficientes
que les hace únicos, depositarios imbatibles de la
verdad…

El problema base, el escollo axial
-insalvable en más de un modo- es la deificación de
Jesús: en tanto que realmente ha sido sustituida la
teología con la cristología, la figura
histórica es asumida como intocable, por eso la
animadversión con la judaidad que no reconoce esto y ni
siquiera se acepta entender las razones que tal postura esgrime
para concluir su definición; por eso también la
animadversión con el mundo musulmán, que entiende a
Jesús solo como profeta.

Con todo eso presente, la revisión
propuesta no parte ex ante de ninguna consideración
especial salvo las que fueron adelantadas por la Profecía,
porque ese fue el ámbito en el que se desenvolvió
Jesús y fue la temática que ocupó sus
pronunciamientos. Y su taumaturgia habrá que entenderla
con la consciencia de que el misticismo lijó su
intencionalidad para acceder solo a un sentido plano,
unidimensional y paranormal… Esto, por supuesto, no era la
actitud que pedía el "viejo Pacto".

Los
Evangelios

La voz "Evangelio" es una
acuñación hecha a partir del griego con las
palabras: EU y ANGELION que en conjunto se traduce como
buenas noticias. Permaneció como sustantivo para
designar en específico las redacciones que narran la vida
y ministerio de Jesús. Aunque hasta nuestro tiempo han
llegado cuatro versiones llamadas canónicas e integradas
en las Escrituras como Segunda Parte de las mismas, en los
orígenes de nuestra era corrían numerosos relatos
del mismo tema y de los cuales se conoce poco; de algunos solo la
referencia a partir de los primeros predicadores, y de otros,
fragmentos aislados que llegan a motivar la inquietud imaginativa
de los estudiosos, especulaciones que se fundan en la certeza de
la diversidad explicativa que floreció a partir de un
mismo hecho histórico: Jesús.

Tras su desaparición a causa de su
muerte cruenta, los depositarios directos de su mensaje
procedieron a agruparse en asambleas a la par con las juntas
tradicionales de las sinagogas -como hacía el propio
Maestro- donde se daban explicaciones orales a partir de las
Escrituras judaicas. Con el correr del tempo y la
expansión de la enseñanza a individuos de raigambre
no israelita, se fue haciendo presente la necesidad de contar con
una exposición cierta, precisa, que contextualizara las
palabras del Maestro. Y esto hacía relación con la
postura, interpretación o modo de aceptación de
aquel mensaje por los grupos cuya diversidad crecía,
mensaje preservado hasta aquí solo en parábolas o
ilustraciones metafóricas y sentencias. Empezaron por
tanto a aparecer relatos que daban cuenta de lo explicado, por lo
común asentando su autoridad bajo el nombre de un testigo
de los sucesos, un Apóstol.

Pero como ya se sabe: la base oral tiende a
alterar la realidad que narra… Los relatos que surgieron
en el seno de cada comunidad no tenían un empate absoluto
entre sí. Y aunque la veracidad de sus dibujos
podía quedar en entredicho, lo que importaba al final era
la doctrina. Y ésta había empezado a ser dispar
gracias a la multiplicidad de influencias que enfrentaba…
Surgió por lo tanto una guerra doctrinaria entre las
diferentes facciones que hizo de la descalificación de los
demás la carta central en la competencia e
imposición de la propia interpretación. Al final,
la facción que se hizo del Poder terminaría por
desplazar y eliminar a sus contrarios y borrar sus testimonios
para estatuir su propia óptica como la valedera, la
única y verdadera y hasta obligatoria.

En lo que se refiere a los relatos, el
nuevo Poder tuvo que hacer un balance. Y en ello terminaron en
descrédito y rechazo los que violentaban abiertamente su
posición; algunos, inclusive, con cierto reconocimiento
por una parte de la propia clerecía dominante de la
época, como el Evangelio de Pedro. Otros, la
mayoría, presentaban un contenido doctrinal ajeno del todo
a los intereses del grupo triunfante, sobre todo los que
cimentaban posiciones gnósticas, muy en boga en aquel
tiempo, evidencia de lo cual son los Evangelios de Felipe y otro
conocido como De Verdad. Y en este proceso fueron eliminados
también los que contenían ideas comprometedoras,
sea por referencias explícitas a la doctrina judaica
veterotestamentaria -como los llamados "A los Hebreos" y "A los
Ebionitas"- o por presentación de textos tenidos por
inconsistencias y por lo tanto, de orientación
ajena como los Evangelios "A los Egipcios" o el de Tomás.
Ni qué decir de las obras propuestas por enemigos de la
Iglesia como ocurrió con
Marción…*1

Desde este entorno, se preservaron cuatro
narraciones tenidas por auténticas, dando por descontado
que narraban lo mismo que quería explicarse y aunque
cierta óptica las diferenciaba, eso no era óbice al
eje medular de su aceptación, al menos en primera
instancia. De hecho, eso era garantía de que "el
Espíritu" guiaba los intereses de lo Alto a un solo centro
único indubitable y final*2. Y se les confirió la
condición de inspirados aproximadamente durante
el siglo IV d.C. equiparables -según era la
intención- a los sagrados textos hebreos a los que se fue
sustituyendo: ya no se hablaría tanto de Ley sino de
Evangelio, como no serían más importantes los
Profetas que los Apóstoles, depositarios de la nueva
Verdad que testimoniaba el Misterio de la gran
Revelación materializada en la "Encarnación
divina"… El cristianismo acabó por hacer lo que no
osó la judaidad: dar título de divinidad a sus
propios textos y recomponer el canon adjuntándole sus
propias obras.

Con esto, la clerecía ganaba la
autoridad necesaria para decantar su ascendiente sobre la
credulidad de la gente: hicieron equivaler las figuras de su
prédica con los valores expuestos por algunos otros
disidentes considerados literalistas que, en resumen,
concluían en una moción parecida a la propia por lo
que no fueron descartados precisamente como
heréticos… El análisis y examen de la
presentación de ideas en estos textos remanentes para la
comprensión del mensaje real de Jesús desemboca en
la constancia de que la doctrina expuesta difiere hasta el punto
de resultar en disociación, como es el caso de Juan
respecto de los primeros tres, Mateo, Marcos y Lucas…
Pero, más que aceptar o desentenderse de diferencias, se
estipuló un par de vertientes: los tres primeros escritos
fueron llamados Sinópticos, con lo que se quería
decir que presentaban una exposición llana, lineal y
literalmente directa de Jesús, de donde quedaba que sus
asertos debían ser interpretados bajo los conceptos del
cuarto Evangelio, llamado Neumático (con lo que se
quería decir "plenamente espiritual") y con lo que se le
confería el valor de Rector, lo que descubre que es este
último Evangelio el propio de la clerecía
grecorromana.

Qué certeza se puede tener de la
veracidad de los textos insertos en la Escrituras como Nuevo
Testamento, es cosa de revisar. De entrada se puede confiar en
que, por un lado, "retratan" con buena aproximación
objetiva los idus de la época y con ello, el desarrollo
ministerial de Jesús, aunque las disparidades
situacionales de sus presentaciones sean entendidas como menos
que determinantes; y por otro lado, sí se puede tener la
seguridad de que la transcripción de sus discursos no es
una versión estenográfica, sino la
traducción de ideas plasmadas con cercanía a lo que
de origen pudo haber sido dicho. De modo que se ha hecho mal en
pretender acogerse a una palabra o a un giro idiomático
para cimentar sobre tal cita toda una doctrina, toda una
conclusión definitiva o todo un dogma.

Por tanto: ¿qué se sabe en
específico sobre los Evangelios? Menos de lo que se
piensa, a pesar de que se cuenta con documentos testimoniales
alusivos de mayor antigüedad relativa, que incluso obras
consideradas clásicas; y más aún: se tiene
la sensación de que es innecesario saber más de
ellos desde la consideración de su sacralidad, lo que los
hace válidos a pesar de lo que pudiera encontrarse,
quizá en mayor escala que los propios escritos
veterotestamentarios… Y es que la fe de las personas
necesita prenderse de algo por fuerza, para certificarse
-aún con riesgo de irracionalidad- que está en lo
justo…

Individualmente considerados, los
Evangelios tienen origen disperso: y aunque la tradición
haga a los propios Apóstoles responsables directos, nada
certifica esa idea. El testimonio básico de autenticidad
viene dado por Papías de Hierápolis -de fines de I
d.C.*3- para los escritos de Mateo y Marcos. Y hay que considerar
que por su condición, Mateo -originalmente Leví, el
publicano- sería, en este caso, el único
discípulo auténtico en aptitud de sentarse a
escribir. Y de él se dice que coordinó en lengua
aramea los dichos de Jesús. Su Evangelio es el que recoge
mayor cantidad de citas en palabras del Maestro, y su forma
original según el testimonio de Ireneo es poemático
con estiquios de 38 letras cada uno, lo que lo hace una
presentación como rapsodia… Respecto de Marcos, se le
atribuye haber sido intérprete de Pedro, y se le ha
querido identificar con el joven envuelto en una sábana
que testificó la aprehensión de Jesús en
Getsemaní, hijo de una mujer jerosolimitana filo cristiana
.Cualquiera de estos dos escritos pudo ser el primero. En el caso
de Mateo, se estima que su aparición debe ser anterior al
año 70 d.C., y los indicios merodean el 50 d.C. en
Palestina. Respecto de Marcos, su memoria se pierde hasta que se
le hace aparecer en Roma, durante la "cautividad de Pedro" en que
este supervisa la redacción del Evangelio, dato posterior
a la primera expedición apostólica de Pablo en 44
d.C. de quien Marcos luego se separó. Este texto se ha
querido identificarlo como testimonio primario a partir de un
documento oscuro y desconocido, primera constitución
testimonial de Jesús, y que se ha denominado "documento
Q".

Sobre Lucas, se tiene que era un converso
de Antioquía y paulista entusiasta. También se le
sitúa en Roma a la redacción de su Evangelio para
después redactar los Hechos de los Apóstoles, obras
que se sugiere revisó Pablo alrededor de 62 d.C. Su
disposición se considera un ascenso teologista desde el
proceso histórico: por eso inicia con las narraciones
teúrgicas que le son características. En este
Evangelio ya son obvias las intenciones deificadoras, que se
notan in crescendo a lo largo de su exposición. Por ello
es una buena referencia para identificar las "correcciones" que
pudieron hacerse a los relatos tradicionales después del
siglo I d.C.

Pero, como quiera que haya sido, del
estudio de estos tres Evangelios se desprende una clara inter-
implicación: de sus textos totales, comparten, uno con
otro, de menos el 50% de sus relatos y un importante porcentaje
de sus incisos o citas específicas de palabras de
Jesús son las mismas citas en todos ellos incluidas las
mismas expresiones. Ante esto, cabe preguntarse:
¿cuál compuso, completó o recompuso a
cuál? Y con ello: ¿no habría de fondo y por
principio "rectificaciones" de alguno o algunos a partir de
otro?*4

La presentación de Jesús por
estas tres obras es en general la misma -o muy similar- a partir
de las transposiciones obvias, y su doctrina es, globalmente
vista, bastante homogénea, por lo que pueden ser
considerados como un legado: Jesús constituido en
Maestro de acuerdo a los términos proféticos,
presenta un mensaje de alcance universal aunque se evidencian
algunas reticencias que provocan la sospecha de una
recomposición posterior; centralmente su
predicación se apoya en el Antiguo Testamento, del cual
hay incluso transposiciones de conceptos.

En el caso de Juan, las cosas cambian. La
tradición comúnmente citada ubica a Juan en
Éfeso en la redacción de su Evangelio previo al
tormento que lo llevaría después a Patmos. Pero:
por los textos de otro origen y alusivos al tema, se sabe que
Juan el Apóstol permaneció en Jerusalén
después de la muerte de Jesús, y el testimonio
-otra vez- de Papías de Hierápolis deja en claro,
con naturalidad, sin dudas, que el Juan de Éfeso -de quien
el propio Papías fue discípulo- no era el
Apóstol… Por supuesto que la clerecía
rechaza tajantemente esto. Quiere asentar sin peros, por su
propia autoridad, que el cuarto Evangelio es obra de Juan
Apóstol; Sin embargo, el que fue genuinamente
discípulo de Jesús era galileo, en tanto la
cultura, orientación y lenguaje del redactor
evangélico es, a todas luces, helenista… De hecho,
la presentación que hace de Jesús es diametralmente
distinta de los precedentes tres: su Jesús es
retórico, y su universalismo es consecuencia de su origen,
el Cielo, de donde como persona divina, ha descendido para
encarnarse… Este preciso concepto es total y radicalmente
ajeno a todas las Escrituras y se constituye para las
perspectivas más liberales de la Revelación en
absurdo, en algo imposible, en blasfemia. No así para el
pensamiento iranio, helénico o egipcio, para los cuales la
avenencia de sus dioses con la estructura material humana era un
dato dado. La identificación, en "Juan", de Jesús
con la Divinidad a partir de la teoría del Logos es un
concepto netamente helénico, de raíz
neoplatónica, imposible -sencillamente inconcebible- para
un galileo como el auténtico Juan. Y las enseñanzas
de Jesús según este Evangelio neumático,
difieren también de las que presentan los
Sinópticos al punto que su catequesis no tiene referencia
a ellos en ninguna forma: Su exposición reduce la
presencia de Jesús en las provincias para remarcar su
campo de acción en Jerusalén, prurito citadino del
marco grecorromano que desconfía del ámbito no
urbano. Reduce las exposiciones taumatúrgicas pero crea
otras nuevas tal que exposiciones metafísicas cuyo
contenido simbólico "revela", desde su ocultismo, otra
realidad. El ministerio doctrinal de Jesús queda
también transformado en una exposición cuyo
vértice es la autopromoción con que el Maestro
trata de refrendar ante el mundo su carácter de "Emisario"
de la Divinidad y parte integrante de ella. No hay
relación de lo que Jesús explica según Juan,
con el Antiguo Testamento al que se presenta como superado por el
ministerio del nuevo Pacto, que quiere venir a ser la herencia
soteriológica en que desemboca el Pacto mosaico
original.

¿Cómo fue entonces que se
aceptó un texto tan dispar, y más aún, se lo
pretende empatar con los otros de extracción tan
diferente?

En primerísimo lugar: el texto de
Mateo parece haber sido la referencia básica de la
célula cristiana jerosolimitana; hoy se sabe que las tesis
explicativas de la edad apostólica eran citas de las
palabras de Jesús llamadas luego: LOGION, a las que se fue
adosando una imagen referencial del entorno vivido por
Jesús, de donde salieron los cuadros que las versiones
conocidas nos pintan; el otro texto tenido igualmente como de
posible origen, presentaba una exposición similar. En
segundo lugar: la fama y el aprecio que estas obras ya
habían alcanzado en las comunidades cristianas las
hacía insustituibles, por eso Lucas, al redactar su propio
texto, se aviene al espíritu general de la narrativa
conocida aunque inserta determinados "spots" que van orientados a
recomponer la intención explicativa para acercar el tema,
la historia, a la idiosincrasia gentil. Dígase, a manera
de puntualización, que lo que presentan los tres
Evangelios Sinópticos era el discurso conocido, obvio y
natural de Jesús, vale decir, las tesis originales del
cristianismo auténtico y apostólico al cerrarse el
primer periodo.*5

Años después, hacia la
conclusión del siglo I d.C. la doctrina había
cobrado una transformación sorprendente: de ser un corpus
disidente del judaísmo, tomaba ya los matices de nueva
religión con identidad y personalidad propia al margen de
lo existente; numerosas comunidades aparecen cristianizadas, y
estos nuevos adeptos habían traído a su nueva
religión algunos conceptos que estaban dando forma acabada
al credo que terminaba por des judaizarse para adoptar una forma
sincrética y original cuya expresión central era la
encarnación de la divinidad: esto es justamente lo que
expone Juan. Por eso lo explica como Verdad última y
misteriosa. Y por eso en este tiempo. A partir de aquí, el
cristianismo terminó por aceptar su gentilidad como
vocación: abandona su matriz hebrea y adopta el griego
como su lenguaje propio a la par que se explica con las
categorías filosóficas en boga. La doctrina clara y
diáfana de Jesús ha quedado
atrás…

Quizá se piense que este proceso no
lastimó los principios originales. Pero no fue así.
A la par que se extendía por el universo conocido, sus
conceptos fueron haciéndose más intrincados cada
vez, lo que generó la literatura propia de cada
opinión. Así la humanidad conoció una buena
cantidad de libelos explicativos que le corregían la plana
a la literatura original en digresiones divergentes de toda
índole*6 y surgió también cierto tipo de
desarrollo que llevaban hasta el delirio la contemplación
apasionada del Redentor y la Redención, obras que si bien
la clerecía triunfante posicionada como la única
representante de la herencia y verdad de Cristo no tachó
de heréticas, sí pudo aceptar su inautenticidad, lo
que no obstó para conformar toda una visión popular
que se insertó como complemento en la visión de
"materialización del misterio": el Proto Evangelio de
Santiago, el Evangelio del Seudo-Tomás, José el
carpintero, el Transitus Mariae y el Evangelio de Nicodemo son
todos muestras de las recomposiciones que surgieron
después y que, al calor y bajo el amparo de la
mística de Pablo y de Juan, desarrollaron toda una
elaboración legendaria que la cristiandad conoció
desde el Medioevo hasta nuestros días y cuyo ropaje de
piedad propició un definitivo influjo en la
apreciación popular del dios encarnado hasta el punto que
la clerecía no pudo, no quiso o no supo sustraerse a sus
términos y acabó por aceptar e incorporar ya no
como folklore sino como secciones de la misma verdad.

La elaboración y constitución
del canon cristiano, de este modo, conoció avatares que lo
llevaron a la multiplicidad desde el origen con la
inclusión de obras de amplia difusión en los
primeros tiempos de nuestra era y hoy desechados desde Trento:
Ireneo, Tertuliano y Orígenes aceptaban como
canónicos el Didaché y el Pastor de Hermas, en
tanto el código llamado Muratori, desde 200 d.C. los
proscribía, para aceptar el Apocalipsis de Pedro,
desautorizado por Eusebio y Jerónimo. Textos que en el
principio no eran reconocidos vinieron a completar el corpus Novo
testamentario: la Epístola a los hebreos, la
Epístola de Santiago, la Segunda Epístola de Pedro,
la Segunda Epístola de Juan, la Epístola de
Judas… incluso obras de autoría dudosa pasaron a
ser aceptadas dentro del canon formal de obras genuinas como la
llamada A los Tesalonicenses, atribuida a Pablo, a la par que
obras ya reconocidas por numerosos grupos fueron desautorizadas,
como los Apocalipsis de Moisés, de Tomás, de Pablo,
de Esteban, de Bartolomé…

La
presentación de Jesús

La narración del nacimiento de
Jesús se encuentra en dos de los tres evangelios
sinópticos: en Mateo y en Lucas. Y en ambos casos, sus
historias difieren entre sí como para parecer que
relatasen historias diferentes. Para darles sentido único,
los exégetas simplemente aducen que cada evangelista
tomó diferentes detalles de lo sucedido aunque todos en
conjunto presenten a plenitud el total del advenimiento. Como
sea, y aceptando sin conceder que hubiese sido así, quedan
interrogantes por el tono con que lo asienta cada obra
además del silencio que sobre el asunto se encuentra en
Marcos. A cambio, en los Evangelios expurgados la
imaginación voló sin freno hasta fundir, con la
historia tradicionalmente aceptada como compendio Mateo-Lucas,
una sucesión de historietas y detalles que presentaban un
Jesús centro de un drama sacro recién- nacido /
niño-milagro inmerso en la candidez de lo maravilloso, de
lo inasible, a despecho del juicio especulativo ya más o
menos presente en la normalidad humana.

Estas historias inefables permanecieron aun
hasta la edad moderna como ejemplo inopinado de lo que
Jesús era, propuestas y aceptadas sin crítica
gracias al escrúpulo del tabú: la gente ha querido
rescindir su opinión para dar por bueno lo que se le ha
dicho en afán de no intervenir en las "cosas divinas" en
las que -se da por hecho- todo es posible…

Los dos textos que tenemos sobre el
advenimiento del Señor Jesús son:

  • Mateo I y II

  • Lucas I, II, y III:
    23-38

No se necesita ser malintencionado para
percatarse de las disparidades irreconciliables de ambas
versiones, de modo que se impone ahondar en cada propuesta. Y por
principio, Mateo: él toma como referencia inmediata y
necesaria la raigambre y antecedencia hebrea del padre de
Jesús. Y explicativos de su historia, presenta cuatro
citas proféticas de las cuales quizá solo la de
Miqueas aplica al caso presente. Los demás son
perícopes abstraídos de su contexto, lo que
descubre la mano de un redactor informado que sigue la Escuela
sistemática de Filón. En cuanto a Lucas, por otro
lado, a pesar de tomar por necesidad el fondo judaico, el autor
da a sus imágenes un vuelco fenomenal que convierte su
relato en un zaga mística más cercana al
espíritu gentil que a su referencia judía
original.

El relato de Mateo no expone dónde
se encontraban originalmente José y María ni en
qué fecha, ni porqué Jesús nace en
Belén, lo que puede dar pié a la idea de que
allí residían. Este autor tampoco especifica ni
mínimamente quiénes eran aquellos magos que
visitarían el natalicio salvo que venían de Oriente
y que sortearon las peripecias que de mala fe interpuso la clase
dirigente de Judá. En esta descripción casi
mística, la inserción de la estrella juega un papel
rector en guiar a los magos hasta el lugar indicado, lo que la
vuelve en detalle inopinado en toda la tradición
escritural previa pero que constituía un detalle
comprensible, perfectamente "normal" para toda divinidad gentil
que se respetara. Y Jesús, "Dios" mismo, no podía
carecer de una constancia así…

El tour a Egipto huyendo de la masacre de
Herodes puede parecer razonable puesto que no se dan datos que
certifiquen o desmientan el hecho, solo que a título
histórico no se conoce un acto genocida de tal
característica, contando además con que Josefo
-contemporáneo de Jesús- no registra ninguna
acción semejante. Y la genealogía con que abre este
Evangelio tampoco sería objetable… Salvo por Lucas,
que la desmiente: para Mateo, Jesús es descendiente
directo, en línea sucesoria, de la Casa reinante de
Judá. O en realidad, más bien tal linaje
correspondía exactamente a José, Padre adoptivo de
Jesús (según las explicaciones convencionales
ancladas en la teoría de la encarnación divina) a
quien solo le correspondería el Derecho por
adopción, puramente legal, no genuino. Por el otro lado,
la genealogía de Lucas hace descender a Jesús desde
Adán en línea directa de los Patriarcas más
connotados hasta David, y desde allí, por la línea
lateral de la Casa regia de Judá, es decir, la no
gobernante. Y al igual que lo hace Mateo, Lucas propone a
José tal que Padre adoptivo de
Jesús…

Respecto del resto de escenas dibujadas por
Lucas, vale decir que el pietismo de sus personajes al inicio del
relato dibuja una cualidad de aspiración extática a
lo sacro que solo puede ser inducida por el modelo místico
de acceso a la doctrina. Esa escena prefigura ya con toda
claridad lo que se desarrollaría como el "objetivo a
buscar" por los adeptos a la doctrina
filosófico-política del siglo II d.C. en adelante:
para la época de Lucas, los fondos redentoristas de los
cánticos estaban en ascenso, a tono con los principios de
pecado original y salvación cruenta, conceptos muy
cercanos a la piedad gentil… El grupo cristiano original
de Palestina estaba siendo eclipsado definitivamente por las
comunidades de avanzada grecolatina…

Con relación a los aspectos
formalmente históricos, se cita un Edicto de
empadronamiento dictado por Roma para Judea que hasta y por lo
que se sabe, data de aproximadamente el año seis d.C. lo
que deja válida la suposición de que no se
sabía con justeza la fecha del nacimiento de
Jesús… O que hay en las contabilizaciones
cristianas un traslape de tiempo, como efectivamente se sabe a
partir de la contabilización de Dionisio el exiguo…
Y también resulta curiosa la mención de Nazaret
como asiento de residencia de José y María desde
inicio, puesto que ése nombre no aparece en ningún
texto ni se le encuentra antes de la era
cristiana…

A estas alturas, y comparando ambos
relatos, puede plantearse la pregunta obvia de, si hay que
creerle a alguien, a quién. Porque resulta que los dos
episodios son ajenos uno del otro: Qué conocimiento
más o menos relevante puede obtenerse de Jesús a
partir de dos relatos excluyentes es cosa de resolver con
criterio objetivo, y esta opción lleva a que no hay
conocimiento indudable sobre el caso relatado, pues en
términos de historicidad la secuencia de acontecimientos
presentados es divergente: mientras que para Mateo Jesús y
sus padres han de huir, para Lucas permanecen continuamente en
territorio judío; mientras Mateo plantea un natalicio con
notación cósmica y desconoce la adoración de
pastores , Lucas desconoce, a su vez la presencia de estrella y
magos y el atentado genocida…

Respecto de la fecha de ese natalicio,
probable o exacta, no se tiene la más mínima
referencia en ningún texto, salvo -de nuevo- los textos
espurios de la tradición tardía, lo que no puede
validarse como real por razones obvias. De ese modo, da lo mismo
reconocer el nacimiento de Jesús en el entorno temporario
del resto de los númenes que la humanidad había
venido dándose (a finales de nuestro año
convencional, que significa en realidad un empate entre "el
inicio" del año y el arranque del mundo creado, una
identificación mistérica dios-creación), o
también hacia el inicio de la primavera, como el antiguo
calendario hebreo establecía (con idéntico
significado de identificación) y como lo enmarcan algunos
credos cristianos disidentes con tal de renegar de la
tradición de Roma.

El único dato confluente es el
natalicio en Belén y su residencia posterior en Galilea. Y
este último es dato preciso en tanto adviene en referencia
común para todos. Por lo tanto puede colegirse como hecho
cierto que José era, fue el padre auténtico, real,
de Jesús, asentado en Galilea, su residencia, con
María su esposa, matrimonio del que advinieron luego
varios hermanos de Jesús según se cita por los
evangelistas posteriormente con toda naturalidad. El Jesús
al que se llega así es un hombre movido por los
ímpetus éticos de su ideario -que no
religión- que se avoca a la certificación bien
entendida del concepto de Dios y de su mensaje según se
desprende del canon deuteronómico; un hombre austero y
firme cuyo origen provoca duda en sus coetáneos
acostumbrados a mirar a los Profetas como figuras esplendentes
sin caer en la cuenta de que, en su momento, fueron personas sin
ningún relumbrón, como Dios habitualmente ha
convocado.

Notas marginales a:
los Evangelios

  • 1) De hecho y por lo mismo, se
    intentó inclusive sustituir los Evangelios conocidos
    con un resumen único que se llamó: DIATESARON
    escrito por Taciano, propuesta que no prosperó pero
    que evidencia los esfuerzos de concertación buscada
    durante el siglo II d.C. en adelante.

  • 2) Al final, sí se
    logró la uniformidad querida: Jesús, Hijo de
    Dios y encarnación de Él, y la Iglesia,
    sustituto del pueblo de Israel. Todo, acompañado de
    figuras paranormales como el Paráclito,
    Satanás, los ángeles

  • 3) O quizá principios del
    siglo II d.C. La obra de Papías -como la de algunos
    otros- se perdió, pero se le conoce por citas que de
    sus redacciones hicieron otros, como Eusebio.

  • 4) Para esta indicativa
    verificación viene bien el chequeo con otro Evangelio
    no sujeto a las incidencias de los tiempos e incluso
    desconocido: el de Tomás, compuesto solo por citas
    didácticas, a fin de poder comparar las declaraciones
    conocidas.

  • 5) Tesis que sin embargo fueron
    enriquecidas con la inclusión de figuras e ideas
    ajenas al canon deuteronómico a fin de darles la forma
    convencional y dejar asentado que "de origen" se manejaba la
    mística que a posteriori conformó el
    corazón doctrinario de la nueva era.

  • 6) Hasta tal punto llegó la
    divergencia entre la doctrina oficial y los Evangelios, que
    un Doctor de la Iglesia pudo asentar: yo no podría
    creer los Evangelios si a ello no me llevara la autoridad de
    la Iglesia
    . Declaración de Agustín de
    Hipona…

Bibliografía

Diccionario Exegético del Nuevo
Testamento.- Horz Balz & Gerhard Schneider. Ed.
Sígueme, Salamanca, 1998

Así Nacieron los Evangelios.- J. R.
Scheifler. Ed. El Mensajero. Bilbao, 2000

Enciclopedia Universal Espasa-Calpe
Europea.- Madrid, 1995

Cristología.- Peter Hünermann.
Empr. Ed. Herder, Barcelona, 1988

Biblia de Jerusalén.- Desclee de
Brouwer, Bilbao

La Biblia.- Casidoro de Reyna/Cipriano de
Valera. Socs. Bíblicas P/América Latina.

 

 

Autor:

Francisco Munguia

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