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Análisis del libro Breve historia dominicana, del Dr. Mejia Ricart



Partes: 1, 2

  1. El
    siglo XV: Sociedad indígena, descubrimiento y
    conquista
  2. El
    siglo XVI: Colonización: Oro, azúcar y hato
    ganadero
  3. El
    siglo XVII: Decadencia de la isla
  4. El
    siglo XVIII: Reactivación colonial y
    repoblación
  5. 1795-1821: Transformaciones y agonías
    del régimen colonial
  6. 1821-1844: Los regímenes republicanos
    extranjeros
  7. La
    primera República y anexión a
    España
  8. 1865-1924 La segunda República y primera
    ocupación norteamericana
  9. 1924-1966: La tercera República y
    segunda ocupación norteamericana
  10. 1966-1983 La cuarta
    República

I

El siglo XV:
Sociedad indígena, descubrimiento y
conquista

Cuando Cristóbal Colón pisó por
primera vez tierra dominicana en su primer viaje, el 5 de
diciembre de 1492, a la que bautizó con el nombre de "La
Española", luego de tocar brevemente una de las islas
Bahamas el 12 de octubre y Cuba el 28 de ese mismo mes, se
inició en nuestro país y en toda América el
proceso de su incorporación a la civilización
Occidental.

La sociedad indígena que encontraron los
españoles se encontraba en el estado de desarrollo
cultural denominado del "neolítico americano",
caracterizado por el uso de herramientas de piedra tallada, una
agricultura basada en el cultivo del maíz, la yuca, la
batata y otros tubérculos, así como por la caza y
la pesca realizadas con instrumentos rudimentarios en condiciones
de comunidad primitiva, núcleos familiares amplios y una
organización tribal compuesta por cinco cacicazgos y los
"nitainatos", especie de provincias de los anteriores encabezados
por caciques menores.

El descubrimento de América en sí fue
posible en virtud de una combinación de factores tales
como el mejoramiento en la construcción de barcos y uso de
instrumentos avanzados de navegación como la
brújula, así como por la euforia u afán de
gloria que en España despertó el establecimiento de
la unidad nacional bajo los Reyes Católicos tras la
expulsión de los árabes de su territorio, en un
período en el que los avances de los turcos en el Mar
Mediterráneo difucultaban el comercio de Europa con
Oriente por las rutas tradicionales y se buscaban otras para
realizarlo.

Los españoles, aunque en gran minoría,
sometieron fácilmente a los pobladores aborígenes
por pertenecer a una civilización superior, con
instrumentos de hierro y un nivel superior de organización
social, contra los cuales nada pudo la débil resistencia
que le opusieron algunos caciques de la isla, a quienes vencieron
con la ayuda de las armas de fuego, perros de presa y afiladas
espadas.

II

El siglo XVI:
Colonización:
Oro, azúcar y hato
ganadero

Antes de retirarse a Europa en su primer viaje,
Colón construyó la Fortaleza "La Navidad", con los
restos de su nave capitana: la "Santa Martí", que
había encallado, y la dejó con una
guarnición de 39 hombres encabezada por Rodrigo de Triana,
la cual fue destruída antes de su regreso con sus*
ocupantes por los indígenas encabezados por el Cacique
Caonabo, cansados de sus abusos.

A partir de 1493, con su segundo viaje, Colón y
sus hermanos Diego y Bartolomé fundaron "La Isabela" cerca
de Puerto Plata, primera ciudad del nuevo mundo, establecieron lo
que algunos autores han denominado la "Factoría
Colombiana" como sistema económico-social. Esta
consitió en el reparto de tierras e indios entre la gente
principal que le acompañó y obligar a los
pobladores a alimentar a los españoles y recoger oro para
beneficio exclusivo de esa aristocracia y de la corona
española, y quienes no lo hacían eran castigados
brutalmente, aniquilados o enviados como esclavos a
España.

Contra ese régimen, que esclavizaba a la raza
indígena para enriquecer a una minoría encabezada
por los Colón, se levantó Francisco Roldán,
Alcade mayor de La Española. Con el apoyo de los colonos
no aristocráticos y muchos indígenas, en la primera
revolución acceso a los repartos de tierras e indios como
"encomiendas" para su cristianización, pero los
aborígenes quedaron en la práctica aún
más explotados y esclavizados que antes.

Los Colón fueron destituídos por sus
prácticas despóticas, dando lugar al efímero
gobierno de Francisco Bobadilla y más tarde al de Frey
Nicolás de Ovando, quien edificó en piedra a Santo
Domingo, que había sido fundada por Bartolomé
Colón en 1496, como la ciudad capital del imperio colonial
español, de donde partieron las empresas de
exploración, conquista y colonización de Nuevo
Mundo.

El retorno de los Colón en las personas de Diego,
hijo del Descubridor, y de su esposa María de Toledo, como
Virreyes, en 1509, dió origen a un período de
ostentación de la clase aristocrática de la corte y
de luchas de éstos contra un sector liberal
pro-indígena encabezado por los padres dominicos, entre
quienes se destacaron Antón de Montesinos, Pedro de
Córdoba y Bartolomé de las Casas, así como
el Tesorero Miguel de Pasamonte, que produjeron un gran deterioro
de la colonia.

Los malos tratos, su exportación como esclavos,
las matanzas, las enfermedades traídas por los europeos,
las persecusiones, la apropiación de mujeres por los
nuevos amos y la gradual mezcla de los indígenas con
europeos y negros; eliminaron rápidamente dicha raza;
mientras el oro de los ríos y las minas a flor de tierra
de fueron extinguiendo, con lo cual se agotó el modelo
económico establecido por los Colón. La Colonia
entró en decadencia y muchos de sus pobladores marcharon a
México y otras tierras recién descubiertas, ricas
en metales preciosos.

Al final, los retos de la raza indígena
respaldaron el Cacique Enriquillo, quien se levantó en la
Sierra del Bahoruco haciendo guerra de guerrillas hasta que
obtuvo en 1533 la emancipación definitiva de los
sobrevivientes.

Para sustituir la factoría colombina se
fomentó el cultivo e industrialización de la
caña de azúcar, basados en la mano de obra de
esclavos importados de Africa, gracias a lo que renació la
colonia por algunos años; pero los crecientes alzamientos
de esclavos como el de los jelofes y el de Diego de Ocampo, el
monopolio comercial que mantenía España, su
debilidad militar y la piratería que afecto desde el siglo
XVI a todo el Mar Caribe, terminaron por arruinar también
ese modo de producción.

Sin embargo, esa reactivación económica
tuvo la virtud de renovar la vida urbana y mantener la actividad
cultural de Santo Domingo durante el resto del siglo XVI, donde
funcionaron dos universidades, la de Santo Domingo (bautizada
oficialmente "Santo Tomás de Aquino"), la más
antigua de América (1538) y de "Santiago de la Paz"
(1558). También se establecieron los primeros Conventos,
la primera Catedral, el primer hospital y el Tribunal de la Real
Audiencia que inicialmente tuvo jerarquía sobre la
América Hispana.

Con la decadencia de la industria azucarera, la
única fuente de recursos económicos desde el
extranjero fue la venta de carnes y pieles a los piratas y
contrabandistas (filibusteros y bucaneros) de otras potencias
europeas a cambio de mercancías de diversos género,
sobre todo en el norte y oeste de la isla.

En un país casi despoblado, dedicado a la crianza
de ganado y cuyas tierras eran en gran parte baldías o
comuneras, los grandes hateros, como se llamaba a los
dueños de numerosas cabezas de ganado, se convirtieron
desde entonces en el sector social más importante del
país hasta fines pasado siglo.

III

El siglo XVII:
Decadencia de la isla

Las incursiones de piratas como Drake, quien
tomó, incendió y pilló a Santo Domingo en
1583, el contrabando generalizado y la introducción
clandestina de biblias protestantes, crearon el ambiente para que
el gobierno español tratará de detener ese proceso
mediante la más brutal de las medidas: la
devastacuón y despoblación total de la bandas norte
y oeste de la isla entre los años 1605 y 1606, no sin
antes tener que repeler sangrientos levantamientos de colonos en
Guaba (Hincha) y Bayajá (Fort Liberte) encabezados por
Hernando de Montoro.

La población residual de la zona devastadas fue
concentrada en la ciudad de Santo Domingo y en poblados que se
fundaron en sus alrededores: Monte Plata con los provenientes de
Montecristi y Puerto Plata, y Bayaguana para los de Bayalá
y La Yaguana. Pero muchos otros marcharon al extranjero dejando
el país casi deshabitado.

Tan arbitrarias medidas precipitaron el descalabro casi
total de la colonia española en la isla; y lejos de
impedir las actividades de los filibusteros y bucaneros en
ésta, se creó el campo propio para que éstos
se instalaran definitivamente en su parte occidental,
aprovechando las tierras y ganado abandonodos y hasta los negros
aldados, dando origen así a lo que fue posteriormente la
própera colonia francesa de "Saint Domingue", la que
más tarde se convirtió en la República de
Haití.

La población dominicana, reducida, ruralizada y
casi aislada del mundo, desarrolló una economía de
subsistencia basada en la montería, la crianza de ganado y
el cultivo de frutos menores.

EL siglo XVII trancurrió en nuestro país
dentro de la mayor miseria y abandono de todo trabajo productivo
de base monetaria y en lucha incesante por el territorio contra
el enemigo instalado en el Occidente. Apenas nos visitaban
algunos barcos al año procedentes de la Metropoli o el
Caribe. Los sueldos de la burocracia peninsular y otros gastos
provenían del "Situado", traído de otras colonias
más ricas.

IV

El siglo XVIII:
Reactivación colonial y
repoblación

El inicio de este siglo coincide con la
instalación en el trono español de la casa reinante
francesa: los Bordón. Esta circunstancia y el
extraordinario auge de la colonia de plantaciones esclavistas en
que se convirtió en pocos años el Saint Domingue
francais, incentivaron el tráfico comercial intercolonial
que le abrió un mercado al ganado y maderas dominicanas, y
permitieron reactivar la abandonada colonia
española.

Esta posibilidad de comercio intercolonial de carne,
víveres, maderas, pieles y ganado en pie, a cambio de
productos de origen europeo, fue defendida por los colonos y se
manifestó en la conocida "Rebelión de los
Capitanes" (1721) en la parte norte del país,
después de la cual se liberalizaron esos
intercambios.

También contribuyeron a esta reactivación,
durante los primeros decenios de ese siglo, la declaración
de algunos puertos dominicanos como "libres" durante las guerras
franco-inglesas, e incluso la piratería contra buques
ingleses. Más tarde, la eliminación del monopolio
comercial de España, la reanimación
económica de la metrópoli y de las colonias
vecinas; así como una política migratoria y
cultural más amplia, permitieron la gradual
repoblación y fortalecimiento material y cultural del
país.

La venta de ganado y maderas del otro lado de la
frontera permitió a un sector de los propietarios de la
zona del Cibao central financiar el cultivo sistemático
del tabaco para la exportación, o como una de las
principales fuentes de riqueza que habría de tener el
país durante más de un siglo.

El predominio hatero sobre la sociedad dominicana se
acentuó en el siglo XVIII, al establecerse el comercio
fronterizo con el Saint Domingue francés, precisamente
sobre la base de ganado y sus productos. De manera que las
relaciones sociales imperantes en el hato, de esclavitud laxa y
relaciones patriarcales entre hatero y peones, se proyectaron a
toda la sociedad dominicana; aún cuando en la provincia de
Santiago comenzó a gestarse un núcleo social de
agricultores precisamente con la ayuda de técnicas,
herramientas y hasta esclavos adquiridos allende los
límites intercoloniales gracias al comercio
fronterizo.

V

1795-1821:
Transformaciones y agonías del régimen
colonial

La Revolución francesa iniciada en 1789, con su
transformación burguesa de la sociedad y la
declaración de los Derechos Humanos, repercutieron
extraordinariamente sobre los eventos tanto en las demás
naciones europeas como en las colonias francesa y española
de Santo Domingo.

En el Saint Domingue francés se inició una
sangrienta guerra social con insurrecciones de mulatos que
siguió con los levantamientos de las masas de esclavos
contra el predominio de los colonos europeos. Más tarde,
cuando España e Inglaterra le declararon la guerra a la
República Francesa, aún siendo estas potencias
esclavistas, apoyaron a los esclavos de la parte occidental de la
isla levantandos contra sus amos.

Pero la Francia Revolucionaria venció a sus
enemigos en Europa y aquí ofreció la libertad y
posiciones militares a los negros alzados encabezados por
Toussaint L'Overture, que pasaron a sus filas, y con ayuda
venció a españoles e ingleses. España
cedió nuestro territorio a Francia en virtud del Tratado
de Basilea en 1795.

El régimen republicano francés, siempre en
guerra y agobiado de conflictos internos, no tomó
posesión de la parte española de la isla hasta que
Toussaint, autoproclamado gobernador de ésta, ocupó
nuestro territorio en 1800 a nombre de Francia, eliminó la
esclavcitud y trató para suplantar a las haciendas
esclavistas francesas.

En 1802 Napoleón envió un poderoso cuerpo
expedicionario encabezado por su cuñado el general
Leclere, que derrotó a Toussaint de la isla, pero
éste fue arrojado de la parte occidental ante de los dos
años por los antiguos esclavos bajo el liderazgo de
Dessalines, quienes declararon la independencia de Haití
al iniciarse el año del 1804.

Pero Francia retuvo la parte española de isla
gracias a la decisión de general francés Ferrand de
permanecer en nuestro territorio, quien con la ayuda de los
criollos bajo el mando de Juan Barón logró rechazar
una invasión de Dessalines al año siguiente con el
propósito de integrar la totalidad de la isla a su
dominación. La llegada de un flota francesa para defender
la sitiada plaza de Santo Domingo precipitó la retirada de
los haitianos, quienes quemaron ciudades, mataron muchos
habitantes y se llevaron otros como rehenes, creando así
una barrera de odio de aún afecta las relaciones entre
estos pueblos vecinos.

La parte española de la isla, en virtud de las
ejecutorias del general Fernand, se reorganizó,
inició el corte sistemático de maderas preciosas y
reinició la tarea de crear las condiciones para
desarrollar en el país una economía basada en la
agricultura de productos de exportación. Para ello Ferrand
auspició el retroceso histórico de restablecer la
esclavitud y llegó a incursionar en el país vecino
y hacer prisioneros para someterlos a ese yugo. También
protegió el comercio con Francia.

Esa política de protección a la
agricultura y de la burguesía francesa despertó la
oposición de los hateros, quienes en 1808 encabezados por
Juan Sánchez Ramírez y con el apoyo del gobernador
español en Puerto Rico y de una flota inglesa, derrotaron
a los franceses y restablecieron la colonia española en
nombre del derrocado rey Fernando VII, quien también
servía de símbolo en la lucha que libraba el pueblo
español contra el régimen afrancesado de
José Bonaparte.

Después del triunfo de los criollos sobre Ferrand
en la batalla de Palo Hincado y establecido el sitio militar de
Santo Domingo, Sánchez Ramírez convocó a una
junta de representativos de todo el país que se
celebró en Bondillo para determinar su destino.
Allí se plantearon como alternativas la independencia y la
unión con Haití, pero predominó con
Sánchez Ramírez el retorno al colonalismo, mientras
en el resto de América Latina se iniciaba el proceso de
independencia frente a la metrópoli.

El restablecimiento de la soberanía
española en el país, en un período en que
metrópoli empobrecida no sólo enfrentaba graves
luchas internas, sino que habría de realizar un gran
esfuerzo militar en las guerras de independencia que se libraron
en el continente americano, hizo aún más ineficaz
esa administración, que fue denominada justificadamente de
"España Boba". En éste la producción y el
comercio llegaron a sus más bajos niveles,
retornándose al simple trueque de artículos como
forma de intercambio económico generalizado.

VI

1821-1844: Los
regímenes republicanos extranjeros

Frente a esas circunstancias, los criollos de la ciudad
de Santo Domingo encabezados por el licenciado
Núñez de Cáceres, teniente gobernador de la
colonia y restaurador de la Universidad de Santo Domingo,
organizó un golpe de estado que depuso al régimen
colonial y estableció en 1821 el "Estado Independiente del
Haití Español", el cual intentó vincular
políticamente a la Gran Colombia de Bolívar,
todavía en guerra con España.

El Estado Independiente del Haití Español
fue un régimen producto de una minoría urbana
educada, en un país ruralizado cuyos sectores más
activos no tuvieron participación alguna en ese hecho: el
de los grandes hateros, que era el dominante pero que
habían sido desplazados del poder por Núñez
de Cáceres y el de los negros esclavos quienes mantuvieron
esa condición sin ningún cambio, no obstante la
descolonización.

En cambio en Haití, cuyo país se
había dividido tras el asesinato de Dessalines en 1907,
entre una República de predominio mulato encabezado por
Petión en el Sur y un reino de negros en el Norte
encabezado por Cristóbal se había logrado la unidad
el año anterior por el sucesor de Petión: Boyer,
gracias a su habilidad y a la mayor libertad que había
concebido Petión a los habitantes.

Debido a las circunstancias antes señaladas en
ambas partes de la isla, Boyer estuvo en condiciones de alentar
movimientos dentro de la parte dominicana que favorecían
la incorporación del país a la República
Haitiana. Tras desconocer el nuevo estado, Boyer penetró
en 1822 con un poderoso ejército y declaró la isla
"Una e indivisible", al tiempo que proclamó la libertad de
los esclavos y garantizó a las propiedades y propetarios
del país, con lo que se atrajo o neutralizó a
esclavos y hateros, las fuerzas más significativas de
entonces.

La dominación haitiana trajo al país
mayores libertades que bajo los gobernantes españoles:
libertad de comercio internacional, estabilidad política,
el virtual derecho del campesino a la tierra que laboraba, un
incremento en la agricultura y en los cortes de madera y la casi
completa exclusividad de los criollos en el comercio
detallista.

Bajo Haití se expropiaron las tierras de la
Iglesia Católica y de los muchos propietarios que
marcharon al extranjero, y se estableció un Código
Agrario apenas aplicado que ataba al campesino a la tierra. La
Universidad fue cerrada nuevamente por falta de rentas de los
padres dominícos para solventarla y de estudiantes
criollos porque fueron llamados a cumplir el servicio militar
obligatorio.

Muchos padecieron humillaciones de diverso
género, se trató de anular la cultura de origen
hispánico y a partir de 1838 los dominicanos debieron
contribuir a sufragar la onerosa indemnización que
aceptó pagar Haití a Francia a cambio del
reconocimiento oficial de su independencia.

Como consecuencia de esos cambios fue aumentando la
producción agrícola, sobre todo el tabaco y los
cortes de maderas preciosas para exportación, así
como de los intercambios comerciales locales, con lo que se
produjo un cierto crecimiento de la economía y se
desarrolló una pequeña burguesía de
comerciantes detallistas, artesanos y agricultores de
ideología liberal y nacionalista que entraría en
contradicción con los hateros y los comerciantes
extranjeros de mentalidad autoritaria y colonial. Esa
pequeña burguesía fue la base social de
sustentación de hombres como Duarte, Sánchez, Mella
y muchos otros patriotas que habrían de gestar e iniciar
la independencia nacional.

Desde 1838 el régimen de Boyer, que había
abandonado en la creación de un campesinado libre que
hacía sólo cultivos eventuales dedicados a la
simple subsistencia, cayó en una creciente insolvencia que
fue agravada por los efectos del terrible terremoto del 1842, el
cual virtualmente destruyó las principales ciudades
haitianas y algunas dominicanas. Esta situación, que
llegó a impedir que se pagara regularmente a las tropas,
junto a la deuda haitiana con Francia, contribuyeron sin duda a
que la población dominicana y sus líderes buscaran
activamente un nuevo destino histórico.

La virtual bancarrota del estado haitiano, la estrechez
económica en que se vivía y la reducción de
las actividades comerciales en la última etapa del
gobierno de Boyer, dominaron por despertar una
conspiración insurreccional en Haití, llamada de
"La Reforma", que logró deponerlo en 1843, dando paso
así al gobierno del genral Charles Hérard. De esa
manera se inició una efimera etapa de
liberalización del país previa a la independencia
nacional.

VII

La primera
República y anexión a
España

En 1838, Juan Pablo Duarte, hijo de un comerciante
acomodado de origen español, luego de regresar al
país proveniente de Europa y recibir con otros
jóvenes enseñanzas del padre Gaspar
Hernández, dió inicio a los trabajos de
organización de una sociedad secreta: La Trinitaria,
destinada a crear las condiciones para la independencia del
país. Esta sociedad costituida inicialmente por la
pequeña burguesía urbana de Santo Domingo, fue
incorporando después a los hateros y agricultores del
país, y a través de presentaciones teatrales y
otros medios promovió las ideas de libertad y de
independencia nacional en importantes sectores del
pueblo.

Cuando en 1843 surge en Praslín, Haití, el
movimientovico-militar de "La Reforma", que republicaba
la dictadura, el oscurantismo y la miseria que a su entender
significaba el régimen de Boyer, Duarte y los suyos se
plegaron a ese movimiento, que aunque no fue exitoso militarmente
en la parte del Este, terminó triunfante y Boyer fue
depuesto. Los trinitarios aprovecharon esa coyuntura para
aumentar su influencia y dominar las elecciones municipales que
se celebraron poco después.

Frente a esa nueva situación, se manifiestan
otras dos tendencias políticas: la de los haitianizados o
"amañesados" que preferían la permanencia de la
dominación haitiana, en la que militaban los haitianos
residentes y algunos dominicanos, pero que estaban en franca
minoría entre los nativos; y la de los afrancesados,
constituida por los grandes hateros y los burócratas
boyeristas, quienes buscaban el protectorado o la anexión
a una gran potencia, preferiblemente de Francia. Ambas tendencias
tildaron a los patriotas de "colombianos", para asociarlos a la
fracasada experiencia de Núñez de
Cáceres.

Pero tan pronto el gobierno haitiano se percató
de la situación, Hérard se movilizó con
numerosos efectivos militares a la parte dominicana,
trasladó provisionalmente a los regimientos criollos hacia
Haití, trayendo contingentes haitianos por razones de
seguridad y persiguió los principales trinitarios, por lo
cual muchos fueron detenidos. Duarte, Pedro Alejandrino Pina y
Juan Isidro Pérez se vieron obligados a salir del
país, mientras Francisco Sánchez del Rosario y
otros trinitarios se escondieron en el país a la espera de
mejores días.

El 27 de febrero del 1844, los patriotas encabezados por
Sánchez declararon la independencia e hicieron capitular a
la guarnición haitiana de Santo Domingo encabezada por
Desgrotte. Como en el régimen existían unos cuantos
destacamentos con efectivos haitianos y resultó empresa
fácil sacudirse inicialmente de su
dominación.

Durante el período llamado de La Primera
República (1844-1861), los haitianos intentaron en
numerosas ocasiones recuperar el control sobre la parte
dominicana, pero fueron derrotados una y otra vez por las fuerzas
criollas. La decisión de la gran mayoría de los
dominicanos de ser libres e independientes, la lucha en el propio
territorio, generalmente desde posiciones más ventajosas,
el uso de animales de carga para los traslados y los combates,
mientras los haitianos marchaban a pie y no recibían apoyo
de alimentos, medicinas y otros suministros de su país
cuando estaban en campaña; fueron factores que
contribuyeron a consolidar militarmente nuestra independencia
frente Haití.

Desde el día siguiente de la Declaración
de la Independencia, el poder político pasó al
grupo conservador de hateros y burócratas afrancesados,
por la vía del control de la mayoría y de la
presidencia de la Junta Central Gubernativa en la persona de
Tomás Bobadilla y el del Ejército Liberador con el
Gral. Pedro Santana, y sus lanceros seibanos, porque éstos
eran quienes tenían la experiencia en el manejo de hombres
para la guerra que se avecinaba y eran aliados de la
burguesía de importadores y exportadores extranjeros que
respaldaban la anexión de nuestro país a una gran
potencia.

Luego de un fracasado intento de la pequeña
burguesía de recuperar el poder bajo el liderazgo de
Duarte, el sector hatero encabezado por Santana, caudillo del
Este del país, estableció la dictadura, que
sólo fue disputada por su ex-protegido Buenaventura
Báez, hatero-maderero y comerciante del Sur, más
educado y mejor administrador, aunque con menos honestidad
personal que el anterior. Ambos caudillos extendieron su
influencia sobre toda la nación y la fueron apartando de
su destino soberano.

En 1857 los agricultores tabacaleros y comerciantes
detallistas del Cibao con centro de Santiago, que habían
seguido creciendo económicamente sin lograr mayor
influecia en el gobierno, se levantaron contra el gobierno de
Báez bajo la dirección de José Desiderio
Valverde; acusándolo de especular en su contra con el
tabaco y la moneda fuerte. Los revolucionarios situaron a los
baecistas en torno a Santo Domingo, proclamaron una
constitución liberal y trasladaron la capital a Santiago,
pero aceptaron el regreso de Santana y lo pusieron al mando de
las tropas sitiadoras.

Luego de triunfar finalmente frete a Báez,
Santana también se volvió contra los liberales
cibaeñós, restableció su control sobre el
país y aprovechó las condiciones internacionales la
guerra civil norteamericana y el nuevo auge del colonialismo
europeo, para anexar el país nuevamente a España en
1861.

Pero España, aún con resabios feudales en
la metrópoli y esclavista en su colonias americanas de
Cuba y Puerto Rico, atrasada económica, política y
culturalmente, poco positivo tenía que ofrecer entonces a
este país. En cambio nos trajo su fardo de intolerancia
racial, religiosa y política y una burocracia incapaz de
enfrentar adecuadamente los problemas de todo orden que
padecía nuestro pueblo. En poco tiempo el descontento
alcanzó a todo el país, particularmente en la zona
norte, donde estaban los núcleos más progresistas
de la República y fue discriminada con el cambio del papel
moneda nacional por el español.

A partir de 1863 se proclamó la
Restauración de la República presidida por el joven
Gral. José Antonio Salcedo (Pepillo), y se inició
una árdua lucha contra España encabezada por
prohombres como Gregorio Luperón, Gaspar Polanco, Pimentel
y otros. Frente a la superioridad española en disciplina y
armamentos, el prócer Mella introdujo la guerra de
guerrillas como recurso táctico fundamental que a la
postre obligó a la corona española a abandonar
nuevamente el país en manos de los patriotas el 11 de
julio del 1865.

VIII

1865-1924 La
segunda República y primera ocupación
norteamericana

Después de la Restauración de la
República y como efecto del carácter local de la
lucha guerrillera, el escaso desarrollo urbano, la falta de
comunicaciones terrestres y la carencia de un verdadero mercado
nacional, el caudillismo regional o caciquismo predominó
en la escena social y política dominicana.

Esta vez las fuerzas se polarizaron entre los seguidores
de Báez, que muerto Santana representaba a los grandes
hateros y una burguesía comercial todavía
esencialmente extranjera y anexionista. Constituyendo el partido
conservador o rojo, y los liberales o azules, quienes tuvieron en
Luperón su máximo líder, con el respaldo de
los agricultores derl Cibao, la pequeña burguesía
comericial, los intelectuales jóvenes y la nueva
burguesía criolla.

Inicialmente predominó el baecismo, el cual
durante la dictadura de los seis años (1868-1864),
trató de imponer la anexión del país a los
Estados Unidos de América; pero gracias a la lucha de
guerrillas y la denuncia internacional encabezda por
Luperón, Pimentel y José Gabriel García,
ésta fue rechazada por el Senado Norteamericano con la
ayuda del senador Charles Summer. Ese fracaso y la falta de
recursos externos para mantener bajo control a los caudillos
regionales, precipitaron su caída.

A partir de entonces (1874), el Partido Azul de
Luperón fue aumentando su influencia junto con el
crecimiento de la agricultura, el comercio manejado por
dominicanos organizados en "juntas de crédito" y la
educación básica y profesional de mayores
núcleos de dominicanos, hasta que en 1879 éste
encabezó una insurrección desde Puerto Plata, que
dió origen a una verdadera revolución liberal en el
país.

El gobierno de Luperón y los tres
regímenes bienales bajo su influencia: Meriño,
Heureaux y Billini-Woss y Gil, continuaron una línea
política de nacionalismo y de fomento de la agricultura y
la industria, que a la postre prosujeron un importante
crecimiento económico del país, aunque
también tuvo la virtud a largo plazo de incrementar la
dependencia del país de las metrópolis
capitalistas. Durante ese período se desarrolla asimismo
la educación normalista y profesional bajo la
orientación de Hostos y Meriño, y surgen en el
país grandes valores nacionales en las letras y el
derecho.

La automarginación de Luperón de las
tareas de gobierno y su falta de apoyo a las pretenciones
anticivilistas de los caciques regionales, dieron paso a que el
principal lugarteniente del primero (Ulises Heureaux), se aliara
con estos caudillos y con la creciente burguesía
comercial, para lo que obtuvo nuevos empréstitos
extranjeros y estableció una dictadura personal, en la que
dió vigencia además a los hateros y burgueses
baecistas para neutralizar a los liberales de su viejo
partido.

La paz forzada del régimen de Heureaux
(Lilís) y su administración ineficiente y corrupta,
crearon las condiciones de un superior desarrollo de la
agricultura y particularmente de la industria azucarera; pero
terminaron sumiendo al país en la insolvencia monetaria y
la creciente dependencia financiera y política hacia
norteamérica.

La quiebra del comercio y de la agricultura, la baja en
los precios del azúcar, la falta de recursos
económicos para mantener bajo control a los caudillos
locales, y la fatiga del país de su dictadura,
precipitaron su asesinato y la posterior caída de su
régimen residual en 1899.

A la caída de Heureaux el caudillismo regional se
acentuó, aunque bajo el ropaje de dos nuevos caudillos
nacionales: Juan Isidro Jiménes, comerciante de
Montecristi que recibió el apoyo de lo viejos caciques,
los hateros, la Iglesia Católica y la burgusía de
Santiago; y el Gral. Horacio Vásquez, quien se
apoyó en los nuevos caudillos, los agricultores del Cibao,
los intelectuales positivistas forjados por Hostos, la
burguesía de la capital, Puerto Plata y Este y por el
imperialismo norteamericano.

Tras el derrocamiento de Jiménes por el horacismo
en 1902, el país fue cayendo en un estado de guerra civil
casi permanente, mientras las exigencias norteamericanas por un
mayor control económico y político que le
permitieran la libre expansión de sus intereses, fueron
agudizando la situación.

A fin de cuentas, luego de un segundo gobierno
provisional de Horacio Vásquez (1902-03) y otro de una
coalición de jimenistas y antiguos lilisistas encabezado
por el Gral. Alejandro Woss y Gil, tomó el poder el Gral.
Morales Languasco, jimenista quien con apoyo de los horacistas
abandonó a su caudillo para quedar aislado y marginado del
poder por éstos, y ser sustituído finalmente por el
vicepresicende horacista Gral. Ramón Cáceres en
enero de 1906.

Bajo Morales y sobre todo con Ramón
Cáceres, el gobierno se plegó totalmente a las
exigencias financieras, políticas y de mayor
penetración económica norteamericana; sus ingenios
azucareros operaban sin pagar impuestos de exportación e
importación, el transporte marítimo fue
monopolizado por la empresa Clyde de esa nacionalidad y los
productoss de dicho país desplazaron casi totalmente a los
europeos.

Luego de una Convención Domínico-Americana
firmada en 1905 que no llegó a aprobarse en el senado
norteamericano, acaso por su carácter ultracolonialista,
se concertó ésta por fin en 1907, en virtud de la
cual los Estados Unidos no sólo pasaron a controlar todas
las aduanas del país y retener por lo menos el 40% de sus
ingresos, sino que establecieron la prerrogativa del gobierno
norteamericano de entregar el resto de lo recaudado al gobierno
dominicano que éste reconociera como legítimo y la
prohibición de que se contrajeran nuevos
empréstitos sin su consentimiento.

En el orden político, ese régimen, llamado
por algunos de "despotismo ilustrado", gozó del pleno
respaldo norteamericano, que lo hizo patente con su
incursión militar y ametrallamiento de Villa Duarte y de
los sitiadores jimenistas en febrero del 1904, lo cual
permitió a Morales vencer la formidable
insurrección que se le oponía. Pero también
contó con el apoyo firme de los intelectuales, la
burguesía local, los caudillos regionales del Cibao
central y los agricultores.

Con este respaldo y luego de consolidarse en el poder
por la fuerza, Cáceres intentó bajo la
orientación norteamericana quitarle el poder de que
disfrutaban los caciques locales, merced al desarrollo de un
ejército profesional y una guardia civil adictos
personalmente al presidente y al comandante de armas de Santo
Domingo, Gral, Alfredo Victoria. A ese efecto, marginó
como "generales en disponibilidad" a muchos de estos "caciques"
retirándoles sus adictos de las filas del
ejército.

Con estas medidas, acompañadas de la
construcción de carreteras y telecomunicaciones, y el
incremento de la agricultura, la industria azucarera, el comercio
y la educación, la industria azucarera, el comercio y la
educación, se comenzaron a crear condiciones para el
desarrollo de un régimen centralizado dominado por la
burguesía dependiente de los Estados Unidos de
América que suplantara al caudillismo
imperante.

Pero todavía no había codicones totales
para ese cambio. Horacio Vásquez y los caudillos
regionales de ambos bandos se sintieron marginados y algunos de
ellos encabezados por Luis Tejeda le dieron muerte a
Cáceres (1911). El Gral. Alfredo Victoria a su tío
Eladio en la presidencia, pero ante el repudio e
insurrección generalizados hubo de deponer el mando un
año más tarde (1912).

A la muerte de Cáceres surgen a la palestra
pública dos nuevos partidos: el Partido Progresista de
Federico Velázquez, ex-ministro de hacienda de
Cáceres a quien se le atribuía la mayor
responsabilidad en dicha administración; y el Partido
Legalista encabezado por el Gral. Luis Felipe Vidal, caudillo
regional sureño participante en el magnicidio de
Cáceres, quien le quitó al jimenismo gran parte del
apoyo de que disfrutaba en esa región del país.
También se manifestó brevemente un "Partido Liberal
Reformista" compuesto fundamentalmente por jóvenes
estudiantes universitarios dirigidos por Rafael Estrella
Ureña.

En esta situación surge el caudillo guerrillero
noroestano Desiderio Arias, de origen jimenista, dominante en el
Cibao, quien representó la oposición de ese sector
de la pequeña burguesía rural a un gobierno
centralizado y sujeto al imperialismo americano. Así, los
breves gobiernos del arzobispo Nouel (1912-1913) y del Gral.
José Bordas Valdez (1913-1914), no pudieron subrevivir a
las crecientes presiones norteamericanas, así como de los
desideristas y los horacistas por igual.

A fin de cuentas el gobierno norteamericano,
empeñado en controlar totalmente el estado dominicano para
utilizarlo en su beneficio político y económico,
impuso un gobierno provisional encabezado por el Dr. Ramón
Báez y elecciones en 2 meses. Estas elecciones resultaron
muy reñidas, pero fueron ganadas por Juan Isidro
Jiménes en alianza con el Partido Progresista de
Velásquez (1914).

El nuevo gobierno de Jiménes, no obstante su base
constitucional, se vió enfrentado a pesiones aún
más intensas que las anteriores, toda vez que junto a un
gobierno norteamericano impaciente por imponer su voluntad, el
cual ya en 1915 intervino militarmente en Haití,
debió enfrentar a un Desiderio Arias evalentonado y mucho
más poderoso que nunca en su calidad de ministro de Guerra
y Marina y con partidarios suyos en el control del ministerio de
interior y policía, la comandancia de armas de la
capirtal, la guardia republicana y la mayoría de los
cargos del Congreso Nacional en manos del jimenismo.

En supremo intento por hacer valer su autoridad,
Jiménes destituyó finalmente a Desiderio y a sus
seguidores más calificados, pero éste tomó
el control de la Foltaleza Ozama y de la capital, e inició
el operativo para hacer acusar a Jiménes ante el senado.
Los norteamericanos desembarcaron entonces efectivos militares
"para garantizar la vida de sus ciudadanos", pero amenazaron con
tomar la Fortaleza Ozama y ante su importencia Jiménes
renunció. Poco después penetraron en la ciudad las
tropas norteamericanas sin ninguna oposición de los
desideristas.

Los dominicanos seleccionaron entonces al Dr. Francisco
Henríquez y Carvajal como presidente, pero al éste
no plegarse a los designios norteamericanos, éstos
desconocieron su gobierno, declararon un régimen militar
bajo su absoluto control (1916), disolvieron el congreso,
desarmaron el país y suprimieron las libertades
públicas.

El gobierno militar norteamericano cambió la
legislación de tierras, inmigración y aduanas, de
manera que los centrales azucareros pudiesen expandirse
rápidamente y alquilar haitianos como trabajadores
temporeros a bajo costo, y quedaron exonerados de todo impuesto.
También bajaron drasticamente los impuestos de
importación a los productos norteamericanos, con lo que la
naciente manufactura dominicana se fue a pique.

El régimen comunicó por carreteras la
principales regiones del país, amplió las
comunicaciones telefónicas, mejoró las condiciones
sanitarias y restableció el sistema educativo paralizado a
consecuencia de la anarquía imperante tras la muerte de
Cáceres, con lo que se abrieron nuevos caminos a la
agricultura y al comercio interior.

Luego de finalizada la primera Gerra Mundial, en la que
se reivindiacaron los derechos de las pequeñas
nacionalidades, el pueblo dominicano inició en 1919, una
campaña cívica nacional e internacional para
recuperar su soberanía perdida, y se organizó en
torno a la consigna de la retirada "pura y simple" de las fuerzas
de ocupación, sin condiciones de ninguna clase.

Pero frente a la intransigencia norteamericana, los
partidos caudillistas tradicionales aceptaron una retirada
gradual, la vigencia de todas las medidas dictadas por los
interventores el mantenimiento de las fuerzas armadas creadas por
el gobierno de ocupación, la renovación de la
antinacional Convernción Dominico-Americana, el
mantenimiento del arancel de aduanas y las exoneradciones de
imnpuestos a los ingenios azucareros, favorables a sus intereses
económicos.

Bajo esos términos del "Plan
Hughes-Peynado", con la única concesión del
establecimiento de un gobierno provisional exclusivamente civil
encabezado por Juan Bautista Vicini Burgos, con el encargo de
organizar unas elecciones para elegir las autoridades nacionales,
se terminó en 1924 el régimen de
intervención militar norteamericano.

IX

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