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El arte de la guerra del general Sun Tzu



  1. Introducción
  2. Estimaciones
  3. Hacer la
    guerra
  4. Estrategias
    ofensivas
  5. Disposiciones
  6. Actitud del
    Ejército
  7. Vacío y
    actualidad
  8. Maniobras
  9. El arte de la
    guerra

Introducción

En esencia, el Arte de la Guerra es el Arte de la
Vida"

Sun Tzu fué un general chino que vivió
alrededor del siglo V antes de Cristo. La colección de
ensayos sobre el arte de la guerra atribuida a Sun Tzu es el
tratado sobre dicho tema más antiguo que se conoce. A
pesar de su antiguedad, esta obra domina sobre cualquier otra
sobre el tema.

La obra de Sun Tzu llegó por primera vez a Europa
en el periodo anterior a la Revolución Francesa, en forma
de una breve traducción realizada por el sacerdote jesuita
J. J. M. Amiot. En las diversas traducciones que se han hecho
desde entonces, se nombra ocasionalmente al autor como Sun Wu o
Sun Tzi. El núcleo de la filosofía de Sun Tzu sobre
la guerra descansa en estos dos principios: Todo el Arte de la
Guerra se basa en el engaño. El supremo Arte de la Guerra
es someter al enemigo sin luchar.

Las ideas de Sun Tzu se extendieron por el resto de Asia
hasta llegar a Japón. Los japoneses adoptaron
rápidamente estas enseñanzas y, posiblemente,
añadieron algunas de su propia cosecha. Hay constancia de
que el principal libro japonés sobre el tema, "El libro de
los Cinco Anillos", está influido por la filosofía
de Sun Tzu, ya que su autor, Miyamoto Mushashi, estudió el
tratado de "El Arte de la Guerra" durante su formación
como Samurai. Habitualmente se hace referencia a las culturas
orientales como culturas de estrategia y no es
pequeña la influencia de Sun Tzu en este desarrollo
cultural. Hoy en día, la filosofía del arte de
la guerra
ha ido más allá de los
límites estrictamente "militares", aplicandose a los
negocios, los deportes, la diplomacia e incluso el comportamiento
personal. Por ejemplo, muchas frases clave de los manuales
modernos de gestión de empresas, son practicamente citas
literales de la obra de Sun Tzu (cambiando, por ejemplo,
ejercito por empresa, o armamento por
recursos, sin ir más lejos). Las ideas siguen
siendo completamente válidas a pesar de los 25 siglos
transcurridos desde que se escribieron.

Estimaciones

La guerra es un asunto de importancia vital
para el Estado; un asunto de vida o muerte, el camino hacia la
supervivencia o la destrucción. Por lo tanto, es
imperativo estudiarla profundamente. Hay que valorarla en
términos de cinco factores fundamentales, y hacer
comparaciones entre diversas condiciones de los bandos
antagonistas, de cara a determinar el resultado de la contienda.
El primero de estos factores es la política; el segundo,
el clima; el tercero, el terreno; el cuerto, el comandante; y el
quinto, la doctrina. La política significa
aquello que hace que el pueblo esté en armonía con
su gobernante, de modo que le siga donde sea, sin temer por sus
vidas ni a correr cualquier peligro. El clima significa
la noche y el día, el frío y el calor, dias
despejados o lluviosos, y el cambio de las estaciones. El
terreno implica las distancias, y hace referencia a
dónde es fácil o difícil desplazarse, y si
es campo abierto o lugares estrechos, y esto influencia las
posibilidades de supervivencia. El comandante ha de
tener como cualidades: sabiduría, sinceridad,
benevolencia, coraje y disciplina. Por último, la
doctrina ha de ser comprendida como la
organización del ejército, las graduaciones y
rangos entre los oficiales, la regulación de las rutas de
suministros, y la provisión de material militar al
ejército. Estos cinco factores fundamentales han de ser
conocidos por cada general. Aquel que los domina, vence; aquel
que no, sale derrotado. Por lo tanto, al trazar los planes, han
de compararse los siguiente siete factores, valorando cada uno
con el mayor cuidado:

  • ¿Qué dirigente es más sabio y
    capaz?

  • ¿Qué comandante posee el mayor
    talento?

  • ¿Qué ejército obtiene ventajas
    de la naturaleza y el terreno?

  • ¿En qué ejército se observan
    mejor las regulaciones y las intrucciones?

  • ¿Qué tropas son más
    fuertes?

  • ¿Qué ejército tiene oficiales y
    tropas mejor entrenadas?

  • ¿Qué ejército administra
    recompensas y castigos de forma más justa?

Mediante el estudio de estos siete factores, seré
capaz de adivinar cual de los dos bandos saldrá victorioso
y cual será derrotado. El general que siga mi consejo, es
seguro que vencerá. Ese general ha de ser mantenido al
mando. Aquel que ignore mi consejo, ciertamente será
derrotado. Ese debe ser destituido. Tras prestar atención
a mi consejo y planes, el general debe crear una situación
que contribuya a su cumplimiento. Por situación
quiero decir que debe tomar en consideración la
situación del campo, y actuar de acuerdo con lo que le es
ventajoso.

El arte de la guerra se basa en el
engaño
. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha
de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar
inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle
creer que está lejos; si está lejos, aparentar que
se está cerca. Poner cebos para atraer al enemigo. Golpear
al enemigo cuando está desordenado. Prepararse contra
él cuando está seguro en todas partes. Evitarle
durante un tiempo cuando es más fuerte. Si tu oponente
tiene un temperamento colérico, intenta irritarle. Si es
arrogante, trata de fomentar su egotismo. Si las tropas enemigas
se hallan bien preparadas tras una reorganización, intenta
desordenarlas. Si están unidas, siembra la
disensión entre sus filas. Ataca al enemigo cuando no
está preparado, y aparece cuando no te espera. Estas son
las claves de la victoria para el estratega. Ahora, si las
estimaciones realizadas antes de la batalla indican victoria, es
porque los cálculos cuidadosamente realizados muestran que
tus condiciones son más favorables que las condiciones del
enemigo; si indican derrota, es porque muestran que las
condiciones favorables para la batalla son menores. Con una
evaluación cuidadosa, uno puede vencer; sin ella, no
puede. Muchas menos oportunidades de victoria tendrá aquel
que no realiza cálculos en absoluto. Mediante todo esto,
uno puede adivinar el resultado final de la batalla.

Hacer la
guerra

En operaciones bélicas, cuando se requieren mil
carros rápidos de cuatro caballos, mil carros pesados, y
mil soldados; cuando han de transportarse provisiones para un
millar; cuando existen gastos en casa y en el frente, y
estipendios para enviados y consejeros, el coste de materiales
como goma y laca, carros y armaduras, asciende fácilmente
a mil piezas de oro al día. Un ejército de cien mil
hombres puede ser puesto en campaña solo cuando este
dinero está en la mano. Una victoria rápida es el
principal objetivo de la guerra. Si la victoria tarda en llegar,
las armas pierden el filo y la moral decae. Si las tropas atacan
ciudades, su fuerza se desgasta. Cuando un ejército se
implica en una campaña prolongada, los recursos del estado
disminuyen rápidamente. Cuando tus armas están
melladas y el ardor decae, tu fuerza exhausta y el tesoro
gastado, los jefes de los estados vecinos tomarán ventaja
de la crisis para actuar. En ese caso, ningún hombre, por
sabio que sea, será capaz de evitar las desastrosas
consecuencias que de ello resulten. Por todo ello, mientras que
hemos oido mucho acerca de despilfarros estúpidos en
tiempo de guerra, no hemos visto aún una operación
inteligente que fuese prolongada. Nunca ha existido una guerra
larga que haya beneficiado al país. De todo esto se deduce
que aquellos incapaces de comprender los peligros inherentes al
empleo de tropas, son igualmente incapaces de comprender
cómo emplearlas ventajosamente. Aquellos expertos en hacer
la guerra no necesitan una segunda leva de reclutas, o más
de dos aprovisionamientos. El equipo militar se transporta desde
casa, pero se confía en el enemigo en cuanto a las
provisiones. Así, el ejército estará
plenamente provisto de comida. Cuando un país se empobrece
a causa de operaciones militares, es debido al transporte
distante; llevar suministros a largas distancias deja al pueblo
desamparado. Mientras las tropas están reunidas, los
precios suben. Cuando los precios suben, la riqueza del pueblo
baja. Cuando la riqueza baja, el pueblo sufre duras exigencias.
Con esta pérdida de riqueza y fuerzas, los que tienen
recursos se ven extremadamente empobrecidos, y siete
décimas partes de sus recursos se disipan. Y entre los
gastos del gobierno, aquellos debidos a reponer carros rotos,
caballos agotados, armaduras y cascos, arcos y flechas, escudos,
manteletes, y carros de suministros, consumen hasta un 60 por
ciento del total. Por ello, un general inteligente hace que sus
tropas se aprovisionen del enemigo, pues una medida de
provisiones enemigas es equivalente a veinte de las propias, y
una medida de la comida del enemigo equivale a veinte de las
propias.

De cara a incrementar el coraje de los soldados al
atacar al enemigo, ha de encolerizarles. De cara a capturar
más botín del enemigo, ha de recompensarlos. Por
ejemplo, en una lucha de carros de combate en la que diez carros
enemigos han sido capturados, recompensad al que ha tomado el
primero. Reemplazad las banderas enemigas con las propias,
mezclad los carros capturados con los vuestros, y montadlos.
Tratad bien a los prisioneros de guerra, y cuidad de ellos. Esto
es llamado vencer una batalla y salir reforzado. Por
todo esto, y dado que lo único valioso en la guerra es la
victoria, no prolongueis las operaciones. Y el general que
comprende como emplear las tropas, es el árbitro del
destino de la nación.

Estrategias
ofensivas

Generalmente, la mejor política en
la guerra es tomar un estado intacto; arruinarlo es inferior.
Capturar el ejército enemigo entero es mejor que
destruirlo.Tomar intacto un regimiento, una
compañía o un escuadrón, es mejor que
destruirlo. Conseguir cien victorias en cien batallas no es la
medida de la habilidad: someter al enemigo sin luchar es la
suprema excelencia
. De este modo, lo que es de máxima
importancia en la guerra es atacar la estrategia del enemigo. Lo
segundo mejor es romper sus alianzas mediante la diplomacia. En
tercer lugar viene atacar a su ejército. Y la peor de
todas las estrategias es atacar ciudades. Atacar ciudades es algo
que solo ha de hacerse cuando no hay ninguna otra alternativa, ya
que la preparación de escudos y su transporte, y tener
preparadas las armas y el equipo necesario, requiere al menos
tres meses, y montar las máquinas de asedio y las escalas
para asaltar las murallas, requiere otros tres meses adicionales.
El general, incapaz de controlar su impaciencia, ordenará
a las tropas cargar contra las murallas, con el resultado de que
un tercio de ellas perecerá sin haber tomado la ciudad.
Así de calamitoso es atacar ciudades.

Así pues, los verdaderamente
hábiles en la guerra someten al ejército enemigo
sin batallar. Capturan las ciudades enemigas sin asaltarlas, y se
apoderan del estado enemigo sin campañas prolongadas. Su
meta es tomar intacto todo cuanto hay bajo el cielo, mediante
consideraciones estratégicas. Como resultado, sus tropas
no se desgastarán, y las ganancias serán completas.
Este es el arte de la estrategia ofensiva.

En consecuencia, el arte de usar tropas es
éste: Si se es diez veces superior al enemigo, rodeadle.
Si se es cinco veces más fuerte, atacadle. Si se tiene el
doble de fuerzas, divididle. Si se está a la par,
superadle mediante un buen plan. Si se está en
inferioridad numérica, sed capaces de mantener abierta una
vía de retirada. Y si se está en desventaja en
todos los aspectos, sed capaces de eludirle, pues una fuerza
pequeña no es nada excepto botín para una
más poderosa, si se enfrenta a ella temerariamente. El
general es el asistente del soberano del estado. Si esta
asistencia es estrecha, el estado será fuerte sin duda; si
es débil, el estado será ciertamente débil.
Hay tres formas en que un soberano puede llevar a la derrota a su
ejército:

  • Si, ignorante de que el ejército no
    debería avanzar, ordena un avance; o si, ignorante de
    que no debería retirarse, ordena una retirada. Esto se
    conoce como desequilibrar al
    ejército
    .

  • Si, ignorante de los asuntos militares, interfiere
    en su administración. Esto causa perplejidad entre los
    oficiales.

  • Si, ignorante de los problemas del mando, interfiere
    en la dirección de la lucha. Esto engendra dudas en la
    mente de los oficiales.

Si el ejército está confuso y suspicaz,
los gobernantes vecinos tomarán ventaja de ello, y
causarán problemas. Esto es lo que significa la frase:
Un ejército confuso lleva a la victoria del
contrario
. Por otra parte, hay cinco casos en los que puede
predecirse la victoria:

  • El que sabe cuando puede luchar y cuando no,
    saldrá victorioso.

  • El que comprende cómo luchar, de acuerdo con
    las fuerzas del adversario, saldrá
    victorioso.

  • Aquél cuyas filas estén unidas en un
    propósito, saldrá victorioso.

  • El que está bien preparado y descansa a la
    espera de un enemigo que no esté bien preparado,
    saldrá victorioso.

  • Aquel cuyos generales son capaces y no
    sufren interferencias por parte de su soberano, saldrá
    victorioso.

Es en estos cinco puntos en los que se
conoce el camino a la victoria. Por tanto os digo: Conoce a tu
enemigo y conócete a ti mismo; en cien batallas, nunca
saldrás derrotado. Si eres ignorante de tu enemigo pero te
conoces a ti mismo, tus oportunidades de ganar o perder son las
mismas. Si eres ignorante de tu enemigo y de ti mismo, puedes
estar seguro de ser derrotado en cada batalla.

Disposiciones

Los guerreros expertos de los tiempos
antiguos, en primer lugar se hacían a si mismos
invencibles, y entonces aguardaban un momento de vulnerabilidad
por parte del enemigo. La invencibilidad depende de uno mismo,
pero la vulnerabilidad del enemigo depende de él. De esto
se deduce que quien es experto en la guerra puede hacerse a si
mismo invencible, pero no es seguro que sea capaz de hacer que el
enemigo sea vulnerable. Dicho de otra forma: uno puede saber
cómo
vencer, pero esto no significa necesariamente
que vaya a vencer. Defiendete cuando no puedas derrotar
al enemigo, y ataca al enemigo cuando puedas vencerle. Uno se
defiende cuando su fuerza es inadecuada; ataca cuando es
abundante. Aquellos que son hábiles en defenderse se
ocultan a si mismos como bajo nueve capas de tierra; aquellos que
lo son en ataque caen como un relámpago desde el cielo.
Por tanto, aquellos hábiles en atacar y en defenderse son
capaces tanto de protegerse a si mismos como de lograr una
victoria aplastante.

Prever una victoria que un hombre ordinario puede
prever, no es el espíritu de la excelencia. No importa si
triunfas en la batalla y eres aclamado universalmente como
"experto", pues levantar una hoja caida no requiere tener gran
fuerza, distinguir entre el día y la noche no es prueba de
gran visión, oir un trueno no es muestra de oído
agudo.

En los tiempos antiguos, aquellos que eran llamados
"hábiles en la guerra" conquistaban a enemigos
fácilmente conquistables. Y las victorias conseguidas por
uno de esos "maestros de la guerra" no significaban ni
reputación de sabiduría ni coraje meritorio, pues
salían victoriosos sin riesgos. Sin riesgos, ciertamente
se consigue la victoria: se puede conquistar a un enemigo ya
derrotado, sin necesidad de planear el combate.

Por lo tanto, el comandante hábil toma una
posición en la que no puede ser derrotado, y no pierde la
oportunidad de vencer a su enemigo. Un ejército victorioso
siempre busca batalla después de que sus planes le
indiquen que la victoria es posible, mientras que un
ejército destinado a la derrota lucha con la esperanza de
vencer, pero sin ningún plan. Los que son expertos en la
guerra cultivan sus políticas y se adhieren estrictamente
a las reglas trazadas. De este modo, tienen en su poder el
control de los acontecimientos. Los elementos del arte de la
guerra son: primero, la medida del espacio; segundo, la
estimación de las cantidades; tercero, los
cálculos; cuarto, las comparaciones; y quinto, las
posibilidades de victoria. La medida del espacio deriva del
terreno. Las comparaciones se hacen a partir de las cantidades y
los cálculos, y se determina la victoria según
estas comparaciones. Así pues, un ejército
victorioso equivale a un saco en equilibrio contra un grano de
arroz, y un ejército derrotado es como un grano de arroz
en equilibrio contra un saco. Es a consecuencia de las
disposiciones tomadas, que un general es capaz de hacer que sus
soldados luchen con el efecto de las aguas que,
súbitamente liberadas de una presa, caen sobre un abismo
sin fondo.

Actitud del
Ejército

Generalmente, mandar un gran ejército es lo mismo
que mandar a unos pocos hombres. Es una cuestión de
organización. Y dirigir un gran ejército es lo
mismo que dirigir a unos pocos hombres. Es una cuestión de
formación y señales.

Que un ejército sea capaz de
soportar el ataque enemigo sin sufrir la derrota se debe a las
operaciones conjuntas de fuerzas normales y fuerzas
extraordinarias. Las tropas cargando contra el enemigo como una
piedra de molino contra un montón de huevos, es un ejemplo
de una sólida actuación contra una vacía.
Generalmente, en la batalla, se usa la fuerza normal para
resistir, y las fuerzas extraordinarias para vencer. Los recursos
de aquellos que son expertos en el uso de fuerzas extraordinarias
son tan infinitos como el cielo, tan inagotables como el fluir de
los grandes ríos, puesto que terminan y recomienzan
-cíclicamente, como los movimientos del sol y la luna-.
Pueden morir y renacen -recurrentes, como es el paso de las
estaciones-. Las notas musicales son como las estaciones. Son
solo cinco en número, pero sus combinaciones son tan
infinitas que nadie puede visualizarlas todas. Los sabores son
solo cinco en número, pero sus mezclas son tan variables
que nadie puede degustarlas todas. En la batalla, solo existen
las fuerzas normales y las extraordinarias, pero sus
combinaciones tampoco tienen límite, nadie puede
comprenderlas todas. Pues estas dos fuerzas se reproducen
mutuamente. Es como el movimiento sin fín en un
círculo. ¿Quién puede agotar las
posibilidades de sus combinaciones? Cuando las aguas torrenciales
arrastran las piedras, es a causa de su impulso; cuando el vuelo
de un halcón rompe el cuerpo de su presa, es a causa de su
precisión. Así pues, el impulso de aquel
experimentado en la guerra es aplastante, y su ataque
extremadamente preciso. Su potencial es el de un carcaj lleno; su
precisión, el soltar la cuerda del arco. En medio del
tumulto, la batalla parece caótica, pero no debe existir
desorden en las propias tropas. El campo de batalla puede parecer
confusión y caos, pero el bando propio debe permanecer
ordenado. Así será a prueba de derrotas. La
confusión aparente es el resultado de una buena
ordenación; la cobardía aparente, del coraje; la
debilidad aparente, de la fuerza. Orden y desorden dependen de la
organización y la dirección; coraje y
cobardía, de las circunstancias; fuerza y debilidad, de
las disposiciones tácticas. Así pues, el que es
capaz de hacer moverse al enemigo, lo hace creando una
situación, de acuerdo con la cual el enemigo
actuará. Tienta al enemigo con algo que desea alcanzar.
Mantenle en movimiento sosteniendo ese algo fuera de su alcance,
y entonces, atácale con tropas escogidas. Un comandante
experto obtiene la victoria de la situación, y no la exige
de sus subordinados. Selecciona los hombres adecuados y explota
la situación. El que es capaz de usar la situación,
usa a sus hombres en la lucha como rodillos o como bloques de
piedra: la naturaleza de un rodillo es tal que en suelo llano
permanece estático; en pendiente, se mueve. Un bloque
cuadrado de piedra detiene cualquier cosa; si es redondo,
arrolla. Así pues, la energía de las tropas
hábilmente dirigidas en la batalla puede compararse al
impulso de una rueda de molino que se deja rodar desde lo alto de
una pendiente de mil metros de altura.

Vacío y
actualidad

Generalmente, el que ocupa primero el campo
de batalla y espera al enemigo puede descansar, y aquel que llega
más tarde a escena y se precipita a la lucha, comienza
cansado. De este modo, el que es experto en la guerra atrae al
enemigo al campo de batalla, y no se deja llevar allí por
el enemigo. El que es capaz de hacer que el enemigo llegue al
campo propio lo consigue ofreciendo a éste algún
tipo de ventaja. Y el que es capaz de retardar la llegada del
enemigo lo consigue haciendo que éste se detenga por
precaución. Así pues, cuando el enemigo está
descansado, sé capaz de agotarle; cuando está bien
alimentado, sé capaz de hacerle pasar hambre; cuando
está descansando, haz que se mueva. Toma los lugares que
sea incapaz de rescatar; desplázate suavemente en la
dirección por donde seas menos esperado. Cuando eres capaz
de desplazarte mil li sin cansarte, es debido a que
viajas por lugares donde no hay enemigos. La forma de asegurarte
de tomar aquello que atacas es atacando el lugar que el enemigo
no defiende o no puede proteger. La forma de asegurarte de
mantener la posición que defiendes es defender una
posición que el enemigo teme o no es capaz de atacar. Por
lo tanto, contra aquellos hábiles en ataque, el enemigo no
sabrá cómo defenderse, y contra aquellos expertos
en la defensa, el enemigo no sabrá cómo atacar.
Sútil e insustancial, el experto no deja huella. Tan
divinamente misterioso que es inaudible. Así es el
dueño del destino del enemigo. Su ofensiva será
irresistible si la lanza contra las posiciones débiles del
contrario. No puede ser sobrepasado cuando se retira, si se mueve
rápidamente. Cuando yo decido presentar batalla, mi
enemigo, incluso protegido por altos muros y profundos fosos, no
puede evitar enfrentarse a mi, pues ataco una posición que
debe defender. Cuando yo deseo evitar la batalla, puedo
defenderme simplemente trazando una línea en el suelo: el
enemigo será incapaz de atacarme, pues he hecho que se
desplazase a un lugar distinto del que él deseaba. Si soy
capaz de determinar las disposiciones del enemigo mientras que,
al mismo tiempo, oculto las mías, entonces puedo
concentrar mis fuerzas, y las suyas han de dividirse. Y si yo me
concentro mientras él se divide, puedo usar toda mi fuerza
para atacar una fracción de la suya. Por tanto,
seré superior numéricamente. Si soy capaz de usar a
muchos para golpear a unos pocos en un punto seleccionado,
aquellos caerán sin remisión. El enemigo no debe
conocer donde intentaré presentar batalla. Pues si
él no sabe donde intento batallar, debe hacer preparativos
en muchos lugares diferentes. Y cuando él se prepara en
muchos lugares, aquellos con los que tendré que luchar
serán menos. Si se prepara en el frente, su retaguardia
será débil, y si prepara su retaguardia, su frente
será frágil. Si refuerza su izquierda, su derecha
será vulnerable, y si refuerza su derecha, le
quedarán pocas tropas para la izquierda. Y si envia tropas
a todas partes, será débil en todas partes. La
inferioridad numérica deriva de tener que resguardarse
contra los ataques posibles; la superioridad numérica
deriva de forzar al enemigo a hacer este tipo de preparativos
contra nosotros. Si uno sabe donde y cuando se librará la
batalla, sus tropas pueden marchar mil li y llegar al
lugar. Pero si uno ignora cual será el campo de batalla o
el día en que se librará, la izquierda será
incapaz de ayudar a la derecha y la derecha será incapaz
de ayudar a la izquierda, y la vanguardia será incapaz de
apoyar a la retaguardia, y viceversa. Mucho más aún
si se hallan separadas por decenas de li o, incluso, por
solo unos pocos. A pesar de estimar las tropas del contrario como
numerosas, ¿de qué le beneficia esta superioridad
respecto al resultado final de la guerra?. Así pues, la
victoria puede aún alcanzarse, pues incluso si el enemigo
es numéricamente superior, puede evitarse el encuentro
directo con su totalidad. Analiza los planes del enemigo de forma
que puedas averiguar sus puntos débiles y sus puntos
fuertes. Agítale de cara a identificar las pautas de sus
movimientos. Ponle señuelos para que revele sus
disposiciones, y determina su posición. Lanza un ataque de
prueba para aprender donde es fuerte y donde es deficiente. El
principal objetivo en la disposición de las tropas propias
es situarlas sin que presenten una forma identificable. De este
modo, ni el más penetrante de los espías puede
entrometerse, ni el mas sabio puede trazar planes contra ti. Es
de acuerdo con la situación, el cómo los planes
llevan a la victoria, pero la mayoría no entiende
ésto. Aunque cualquier puede ver los aspectos externos,
nadie comprende cómo se ha alcanzado realmente la
victoria. Cuando se gana una batalla, las tácticas no
deben repetirse. Uno debe siempre responder a las circunstancias
en una infinita variedad de modos. Ahora, un ejército
puede ser semejante al agua, pues al igual que el agua que fluye
evita las alturas y se dirige al llano, un ejército debe
evitar la fuerza y atacar sobre la debilidad. Y al igual que el
agua fluye y toma forma de acuerdo con el terreno, así un
ejército se dirige a la victoria de acuerdo con la
situación del enemigo. Igual que el agua no tiene una
forma constante, no hay condiciones constantes en la guerra. Al
que es capaz de conseguir la victoria modificando sus
tácticas de acuerdo con la situación del enemigo,
bien puede llamarsele divino. De los cinco elementos (agua,
fuego, metal, madera y tierra), ninguno predomina siempre; de las
cuatro estaciones, ninguna dura para siempre; de los días,
algunos son largos y otros cortos, y la luna crece y mengua. Esta
es también la regla que rige en el empleo de
tropas.

Maniobras

Normalmente, en tiempo de guerra, el
general recibe sus órdenes del soberano del estado.
Durante el proceso de organización de las tropas y
movilización de sus hombres, para convertir su
ejército en una entidad armoniosa y colocarla en
posición, nada es más difícil que el arte de
maniobrar hasta posiciones ventajosas. Lo complejo del tema es
convertir la ruta más intrincada en la ruta más
directa, y distraer al enemigo con señuelos. Para
lograrlo, debes ponerte en marcha después de que lo haga
el contrario, y llegar al campo de batalla antes que él.
Quien es capaz de hacer ésto muestra su conocimiento del
artificio de la distracción. La ventaja y el peligro son
materias inherentes ambas al hecho de maniobrar para alcanzar una
posición ventajosa. Aquel que pone en movimiento al
ejército entero, junto con su impedimenta, persiguiendo
una posición ventajosa, no la obtendrá. Si abandona
el campamento y toda la impedimenta en la lucha por obtener
ventaja, perderá todo su equipo. Si ordena a sus hombres
realizar marchas forzadas sin armadura, sin detenerse día
y noche, para cubrir el doble de la distancia usual en un
desplazamiento, y cubriendo cien li en la lucha por la
ventaja, es posible que vea como sus comandantes son capturados.
Los hombres más fuertes y resistentes llegarán
primero, y los más débiles estarán
aún atrás; así pues, si se emplea este
método, tan solo la centésima parte del
ejército llegará a su destino. En una marcha
forzada de cincuenta li, el comandante de la vanguardia
caerá probablemente, pero la mitad de sus hombres
llegarán. En una marcha forzada de treinta li,
solo llegarán dos tercios. Esto significa que un
ejército en el que se deje atrás el equipo pesado,
suministros, comida y equipajes estará perdido. Aquel que
no está de acuerdo con los designios de sus vecinos, no
debe entrar en alianzas con ellos. Aquellos que no conocen las
condiciones de montañas y bosques, desfiladeros
peligrosos, marismas y pantanos, no pueden dirigir la marcha de
un ejército. Aquellos que no emplean guías locales
son incapaces de obtener ventajas del terreno. La guerra se basa
en el engaño. Muevete cuando sea ventajoso y crea cambios
en la situación dispersando y concentrando tus fuerzas.
Cuando entras en campaña, sé rápido como el
viento; haciendo marchas normales, majestuoso como el bosque; en
las incursiones y saqueos, feroz como el fuego; cuando te
detienes, firme como las montañas. Si te escondes,
sé tan insondable como las cosas más allá de
las nubes; en movimiento, cae como el rayo. Para saquear una
región, dispersa tus fuerzas. Cuando conquistas un
territorio, defiende los puntos estratégicos. Sopesa la
situación antes de efectuar movimiento alguno. Aquel que
domina el artificio de la diversión saldrá
victorioso. Así es el arte de maniobrar.

El arte de la
guerra

  • LA PLANIFICACION DE UN ASEDIO (EL ARTE DE LA GUERRA
    SUN TZU)

  • La regla general para la utilización de los
    medios militares consiste en que es mejor conservar un
    país (enemigo) antes que destruirle. Es mejor capturar
    intacto a su ejército que destruirlo. Calcula la
    fuerza de tus adversarios, haz que pierdan su ánimo,
    de manera que aunque el ejército enemigo este intacto
    sea inservible.

  • Por esto, los que ganan todas las batallas no son
    realmente profesionales; los que consiguen que se rindan
    impotentes los ejércitos ajenos sin luchar son los
    mejores (maestros de la guerra).

  • La peor táctica es atacar a una ciudad.
    Asediar una ciudad solo se lleva a cabo como último
    recurso.

  • Si tus fuerzas son diez veces superiores a las del
    adversario, rodéalo.

 

 

Autor:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo
S.

"A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD
DE INFORMACION"®

Monografias.com

Santiago de los Caballeros,

República Dominicana,

2014.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR
SIEMPRE"®

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