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Las creencias de un genio – Albert Einstein



Partes: 1, 2

  1. (1934)
     La educación
  2. (1945)
    El Estado y la conciencia individual
  3. (1948)
    Respuesta de Einstein a la Academia rusa de
    ciencias
  4. (1948)
    ¿Por qué socialismo?
  5. (1948)
    Necesidad de una cultura ética
  6. (1948)
    Un mensaje a los intelectuales
  7. (1950)
    La cultura, una de las bases de la comprensión
    mundial
  8. (1953)
    Los derechos humanos
  9. (1953)
    La libertad
  10. (1953) Educación y pensamiento
    independiente
  11. (1954) Ciencia y
    religión

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Albert Einstein – "Sus creencias"
:

Puesto que no se puede ser universal,
sabiendo todo lo que puede saberse de todo, hace falta saber un
poco de todo, pues es mucho más bello saber algo de todo
que saber todo de una cosa. – PASCAL
Vivimos una época
rica en inteligencias creadoras, cuyas expresiones han de
acrecentar considerablemente nuestras vidas. Hoy cruzamos los
mares merced a la fuerza desarrollada por el hombre, y empleamos
también esa energía para aliviar a la humanidad del
trabajo muscular agotador. Aprendimos a volar y somos capaces de
enviar mensajes y noticias sin dificultad alguna a los más
remotos lugares del mundo, por medio de ondas
eléctricas.

No obstante, la producción y
distribución de bienes se halla por completo
desorganizada, de manera que la mayoría ha de vivir
temerosa ante la posibilidad de verse eliminada del ciclo
económico, y sufrir así la falta de lo
necesario.

Además, los habitantes de las
distintas naciones se matan entre sí a intervalos
regulares, por lo que también, debido a esta causa debe
sentir miedo y terror todo el que piense en el futuro.Esta
anomalía se debe al hecho de que la inteligencia y el
carácter de las masas son muy inferiores a la inteligencia
y al carácter de los pocos que producen algo valioso para
la comunidad.Confío en que la posteridad lea estas
afirmaciones con un sentido de justicia y la necesidad de un
cambio en la situación.

(1934)  La
educación

Deberían cultivarse en los
individuos jóvenes cualidades y aptitudes valiosas para el
bien común.Más ello no significa que haya que
destruir la individualidad y que el individuo se convierta en
simple instrumento de la comunidad, como una abeja o una
hormiga.

Una comunidad de individuos moldeados con
el mismo patrón, sin originalidad ni objetivos propios
sería una sociedad empobrecida sin posibilidades de
evolución.

El objetivo ha de ser, al contrario, formar
individuos que actúen y piensen con independencia y que
consideren, no obstante, su interés vital más
importante el servicio a la comunidad.Mas, detrás de cada
triunfo está la motivación que constituye su
fundamento y que a su vez se ve fortalecida por la
consecución del fin del proyecto.

La influencia educativa que ejerce sobre el
alumno la ejecución de un trabajo puede ser muy distinta,
según provenga del miedo al castigo, la pasión
egoísta o el deseo de placer y satisfacción.Y nadie
sostendrá, creo, que la administración del centro
de enseñanza y la actitud de los profesores no influye en
la formación de la psicología de los alumnos.Para
mí lo peor de la escuela es que utiliza como fundamento el
temor, la fuerza y la autoridad. Este tratamiento destruye los
sentimientos sólidos, la sinceridad y la confianza del
alumno en sí mismo. Crea un ser sumiso.

En cierto modo es fácil liberar a
los centros de enseñanza de este grave mal.El poder del
maestro debe basarse lo menos posible en medidas coactivas, de
modo que la única fuente de respeto del alumno al profesor
sean las cualidades humanas e intelectuales de éste.El
motivo que enunciamos en segundo lugar, la ambición, o
dicho en forma más moderada, la busca de respeto y
consideración de los demás, es algo que se halla
muy enraizado en la naturaleza humana.Si no se diese un
estímulo mental de este género, sería del
todo imposible la cooperación entre los seres
humanos.

El deseo de obtener la aprobación
del prójimo es, desde luego, uno de los poderes de
cohesión más importantes de la sociedad. En este
complejo de sentimientos, se hallan unidas de manera estrecha
fuerzas constructivas y destructivas.

El afán de aprobación y
reconocimiento es un estímulo sano, pero el designio de
ser reconocido como el mejor, el más fuerte o más
inteligente que el prójimo o el compañero de
estudias, conduce muy pronto a una actitud psicológica en
exceso egoísta, que puede resultar dañosa para el
individuo y la comunidad.

Así, la institución de
enseñanza y el profesor deben cuidarse de emplear el
fácil método de fomentar la ambición
personal para impulsar a los alumnos al trabajo diligente.No
pocas personas han citado en este sentido la teoría de la
lucha por la vida y de la selección natural de Darwin como
una autoridad para fomentar el espíritu de lucha.Hay
quienes han intentado también demostrar de manera
seudocientífica que es necesaria la destructiva lucha
económica, fruto de la competencia entre los
individuos.Esto es un error, pues el hombre debe su fuerza en la
lucha por la vida al hecho de ser un animal social.Lo mismo que
la contienda entre las hormigas de un mismo hormiguero
impediría la supervivencia de éste, el
enfrentamiento entre los miembros de una misma comunidad humana
atenta contra su supervivencia.Por consiguiente, tenemos que
prevenirnos contra quienes predican a los jóvenes el
éxito, en el sentido habitual, como objetivo de la
vida.

El valor de un hombre debería
juzgarse en función de lo que da y no de lo que recibe.La
motivación más gratificante del trabajo, en la
escuela, en la vida, es el placer que proporciona el trabajo
mismo, el que ofrecen sus resultados y la certeza del valor que
tienen estos logros para la comunidad.Para mí la tarea
decisiva de la enseñanza es despertar y fortalecer estas
fuerzas psicológicas en el joven.Esta base
psicológica genera por sí sola un deseo gozoso de
obtener la posesión más valiosa que pueda alcanzar
un ser humano: conocimiento y destreza artística.Hacer
surgir estos poderes psicológicos productivos es, por
supuesto, más difícil que utilizar la fuerza o
despertar la ambición individual, si bien tiene un
mérito más elevado.Si un joven ha adiestrado sus
músculos y su resistencia física en la marcha y en
la gimnasia, podrá más tarde realizar cualquier
tarea ruda. Lo mismo sucede con el empleo de la inteligencia y el
ejercicio de la aptitud mental y manual.No se equivocaba, pues,
quien expresó: "Educación es lo que queda cuando se
olvida lo que se aprendió en la escuela".La escuela tiene
que plantearse siempre como objetivo que el joven salga de ella
con una personalidad armónica, y no como un
especialista.Lo primero debería ser desarrollar la
capacidad general para el pensamiento y el juicio independientes
y no la adquisición simple de conocimientos
especializados.Si un individuo domina los fundamentos de su
disciplina y ha aprendido a pensar y a trabajar con
autonomía, encontrará sin duda su camino, y
además será mucho más hábil para
adaptarse al progreso y los cambios, que el individuo cuya
formación consista sólo en la adquisición de
algunos conocimientos detallados.En síntesis, quiero
subrayar una vez más que lo dicho aquí de manera un
tanto categórica no pretende ser más que la
opinión personal de un hombre que únicamente se
funda en su propia experiencia como alumno y como
profesor.

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(1945) El Estado y la conciencia
individual

Resulta fácil decir que no puede
considerarse responsable al individuo por actos ejecutados
mediante una presión insoportable, porque el individuo
depende por completo de la sociedad en que vive y ha de aceptar
sus normas ciertamente. Mas la misma formulación de esta
idea permite ver hasta qué punto tal concepción
contradice nuestro sentido de la justicia.La presión
externa logra, en alguna medida, reducir la responsabilidad del
individuo, pero nunca eliminarla. En los juicios de
Nürenberg se aceptó este principio.Todo lo que tiene
importancia moral en nuestras instituciones, leyes y costumbres,
puede deducirse de la interpretación del sentido de la
justicia por parte de innumerables individuos.Las instituciones
son impotentes, en el aspecto ético, a menos que las apoye
el sentido de la responsabilidad de los individuos actuantes.Todo
esfuerzo por elevar y fortalecer este sentido de la
responsabilidad es un elevado servicio a la humanidad.En nuestro
tiempo, los científicos y los ingenieros asumen una
responsabilidad moral muy grande porque la creación y
perfeccionamiento de instrumentos militares de destrucción
generalizada cae dentro de su campo concreto de
actividad.

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(1948) Respuesta de Einstein a la
Academia rusa de ciencias

"Cuatro de mis colegas rusos han publicado
un benevolente ataque contra de mí por medio de una carta
abierta aparecida en el New Times.Aprecio el esfuerzo que han
realizado y más todavía el hecho de que hayan
expresado su punto de vista de manera tan abierta y
directa.

Cuando se trata de problemas humanos,
actuar con inteligencia sólo es posible si se intenta
comprendes los pensamientos, motivos e ideas del oponente de
manera tan profunda que sea posible ver el mundo a través
de sus ojos.Toda persona bien intencionada debe tratar de
contribuir, en la medida más amplia de sus posibilidades,
al mejoramiento de esa clase de comprensión.Con este
espíritu quiero pedir a mis colegas rusos, y a cualquier
otro lector que acepten esta respuesta a su carta.Se trata de una
réplica de un hombre que con ansiedad pretende hallar una
solución adecuada sin forjarse la ilusión de que
él mismo conoce "la verdad" o "el recto camino" a
seguir.Si a lo largo de estas líneas expreso mis opiniones
de modo algo dogmático, debe quedar claro que sólo
lo hago por razones de claridad y simplicidad.Si bien la carta de
ustedes, en lo esencial, aparece como un ataque contra los
países no socialistas, en particular los Estados Unidos,
creo que detrás de la fachada agresiva existe una actitud
mental defensiva, que conduce hacia un aislacionismo casi
ilimitado.

Esta actitud aislacionista no es
difícil de comprender si se advierte todo lo que Rusia ha
sufrido de parte de países extranjeros durante las tres
últimas décadas: las invasiones alemanas y su
genocidio de la población civil, la sistemática
campaña de calumnias en la prensa occidental, el apoyo que
obtuvo Hitler en su condición de instrumento para luchar
contra Rusia.Sin embargo, por comprensible que resulte este
deseó de aislamiento, no deja de ser menos desastroso para
Rusia y para todas las otras naciones. Volveré sobre este
tema más adelante. El elemento decisivo del ataque de
ustedes se refiere al apoyo que he brindado a la idea de un
"gobierno mundial".Me interesaría discutir este importante
problema sólo después de haber dicho unas pocas
palabras acerca del antagonismo entre el socialismo y el
capitalismo.Está claro que la actitud de ustedes acerca
del sentido de esta contradicción domina por completo sus
puntos de vista sobre los problemas internacionales. Si se
considera con objetividad el problema socioeconómico se
llegará al siguiente planteamiento: el desarrollo
tecnológico ha traído consigo una creciente
centralización del mecanismo económico.

Este desarrollo es responsable asimismo de
que el poder económico en todos los países
más industrializados se haya concentrado en las manos de
unos pocos.Estas personas, en los países capitalistas no
tienen que dar cuenta de sus acciones ante el conjunto del
pueblo; en cambio, sí deben hacerlo en los países
socialistas, en los que son funcionarios como los que tienen el
poder político.Pienso con ustedes que una economía
socialista posee ventajas que definitivamente compensan sus
desventajas, siempre que su administración -al menos hasta
cierto punto- esté a la altura
indispensable.Llegará sin duda el día en que todas
las naciones -en tanto existan como tales- expresarán su
gratitud a Rusia por haber demostrado, por primera vez, la
posibilidad práctica de una economía planificada,
no obstante sus enormes dificultades.También creo que el
capitalismo, o lo que llamaríamos el sistema de libre
empresa, será incapaz de frenar el paro, que se
hará crónico a causa del progreso
tecnológico, y tampoco podrá mantener un equilibrio
saludable entre la producción y el poder adquisitivo del
consumidor. Además no debemos incurrir en el error de
reprochar al capitalismo la existencia de todos los males
sociales y políticos que nos aquejan.En primer
término esta idea es peligrosa porque alimenta la
intolerancia y el fanatismo por parte de todos sus "creyentes",
al permitir que un método social se transforme en un credo
religioso que trata de traidores o delincuentes a todos los que
no pertenecen a él.

Cuando se ha llegado a esta
situación la aptitud para comprender las convicciones y
los actos de los "infieles" se desvanece por completo.Todo
gobierno es malo en sí mismo, en cuanto lleva en su seno
la tendencia a convertirse en una tiranía. Sin embargo,
con la excepción de un pequeño número de
anarquistas, estamos convencidos de que la sociedad civilizada no
puede existir sin un gobierno.En un país ordenado existe
cierto equilibrio dinámico entre la voluntad del pueblo y
el gobierno, lo cual evita que éste degenere en
tiranía.Resulta manifiesto que el peligro de ese deterioro
es más agudo en un país en que el gobierno tiene
autoridad no sólo sobre las fuerzas armadas sino
también sobre todos los niveles de la educación y
de la información, así como sobre la existencia
económica de cada uno de sus ciudadanos.Digo esto
sólo para señalar que el socialismo como tal no
puede ser considerado la solución de todos los problemas,
sino el simple marco dentro del cual tal solución es
posible.Lo que me ha sorprendido en la actitud general de
ustedes, expresada en su carta, es lo siguiente: ustedes son
acérrimos enemigos de la anarquía en el
ámbito económico y, a la vez, apasionados
defensores de la anarquía -por ejemplo, una
soberanía ilimitada- en el ámbito de lo
político internacional.

La propuesta de restringir la
soberanía de los estados individuales les parece
inaceptable en sí misma, como si se tratara de un tipo de
violación de un derecho natural.Además, tratan de
demostrar que detrás de la idea de restringir la
soberanía, los Estados Unidos ocultan su intención
de dominar y explotar económicamente al resto del mundo
sin necesidad de ir a una guerra.Ustedes intentan justificar esa
aseveración en tanto analizan a su manera las acciones
individuales de este gobierno desde el fin de la última
guerra.Y quieren demostrar que la Asamblea de las Naciones Unidas
es un simple espectáculo de títeres controlado por
los Estados Unidos, y desde luego, por los capitalistas
americanos. Estos argumentos me parecen un tanto
mitológicos; no son convincentes. Empero, a partir de
ellos se torna evidente el profundo abismo que divide a los
intelectuales de nuestros dos países, resultado de un
lamentable y artificial aislamiento mutuo.Si debe posibilitarse y
ahondarse un intercambio personal y libre de puntos de vista, los
intelectuales -tal vez más que nadie- podrían
contribuir a la creación de una atmósfera de mutua
comprensión entre las dos naciones y sus problemas.Esta
atmósfera constituye un requisito previo y necesario para
un provechoso desarrollo de la cooperación
política.Sin embargo, y dado que por el momento dependemos
del engorroso método de las "cartas abiertas", quiero
señalar en forma breve mi reacción ante los
argumentos de ustedes.

Nadie querrá negar que la influencia
de la oligarquía económica sobre todos los campos
de nuestra vida pública es muy poderosa. Pero esta
influencia no debe ser sobreestimada, Franklin D. Roosevelt fue
elegido presidente no obstante la desesperada oposición de
estos poderosos grupos, y se le reeligió tres veces, y
ello aconteció en una época en la que debían
tomarse decisiones de suma importancia. Respecto a los planes del
gobierno americano desde el fin de la guerra no quiero ni soy
capaz ni me siento en condiciones de justificarlas o
explicarlos.Con todo no se puede negar que las sugerencias del
gobierno americano referentes a las armas atómicas han
representado, de algún modo, un intento de crear una
organización supranacional de seguridad.Si no resultaron
aceptables, han servido, por cierto, como base de
discusión para lograr que realmente se solucionaran los
problemas de la seguridad internacional.Y en efecto la actitud
del gobierno soviético, en parte negativa y en parte
dilatoria, ha dificultado a a gente bien intencionada de este
país el uso de su influencia política en la medida
en que lo hubiera deseado y la posibilidad de oponerse a los
"mercaderes de la guerra".

En cuanto a la influencia de los Estados
Unidos sobre la Asamblea de las Naciones Unidas debo expresar
que, en mi opinión, no sólo surge del
poderío económico y militar de este país
sino también de los esfuerzos de los EE.UU. y las Naciones
Unidas para avanzar hacia una genuina solución del
problema de la seguridad.En lo que se refiere al controvertido
poder del veto creo que el empeño realizado para
eliminarlo o neutralizarlo tiene su causa primera en el empleo
abusivo que se hace de él y no en las intenciones
concretas de los Estados Unidos. Consideremos ahora la sospecha
de ustedes según la cual la política de los Estados
Unidos pretende obtener la dominación económica y
la explotación de otras naciones. Constituye un intento
precario decir algo veraz acerca de los fines y las intenciones.
Es preferible examinar los factores objetivos en este
caso.

Los Estados Unidos tienen la fortuna de
producir en su propia tierra todos los productos industriales
indispensables y los comestibles, en cantidad
suficiente.También posee el país todo tipo de
materia prima, o las más importantes.A causa de la firme
creencia en la "libre empresa" no puede mantenerse el nivel
adquisitivo del pueblo en equilibrio con la capacidad productiva
del país. Por esta razón existe el constante
peligre de que el paro alcance dimensiones amenazadoras.Por tales
circunstancias los Estados Unidos se ven obligados a aumentar su
comercio exterior. Sin él la nación no
podría mantener por completo en actividad su maquinaria
productiva. Esta situación no sería dañina
si las exportaciones estuvieran compensadas por importaciones del
mismo valor. La explotación de las naciones extranjeras
consistiría, pues, en que el valor en términos de
trabajo de las importaciones excedería en mucho el de las
exportaciones.Sin embargo, se realiza toda clase de esfuerzos
para impedirlo, puesto que casi cada importación deja
inactiva parte de la maquinaria productiva.Así pues los
países extranjeros no están en condiciones de pagar
las mercancías que exportan los Estados Unidos, porque
esos pagos a largo plazo sólo podrían hacerse
mediante importaciones.Se explica entonces el origen de una gran
cantidad de oro que ha llegado a los Estados Unidos. En su
totalidad este oro no puede ser utilizado sino para la
adquisición de mercancía extranjera, lo que, por la
razón ya señalada, no es posible.Las razones que
acabo de indicar me impiden tomar en serio la pretendida
explotación del mundo que se atribuye a los Estados
Unidos.Sin embargo, la situación descrita tiene un aspecto
político comprometido.Debido a las causas indicadas los
Estados Unidos se ven forzados a enviar parte de su
producción hacia países extranjeros.

Estas exportaciones son financiadas por
préstamos que los Estados Unidos ofrecen a los
países extranjeros. Resulta difícil imaginar
cómo serán devueltos esos préstamos.En la
práctica, pues, esos préstamos pueden ser
considerados regalos utilizables como armas en la arena
política. Frente a las condiciones existentes y las
características generales de los seres humanos, debo
admitir con franqueza que esto representa un verdadero
peligro.Empero, ¿no es verdad que estamos enredados en
unas relaciones internacionales en que toda invención de
nuestras mentes y todo bien material se puede convertir en un
arma y, por tanto, en un peligro para la humanidad? Esta pregunta
nos conduce al más importante de los temas, frente al cual
lo demás resulta insignificante.

Sabemos que la fricción entre las
potencias conduce, más tarde o más temprano, a la
guerra, y que esa guerra, dadas las actuales circunstancias
significaría la destrucción en masa de seres
humanos y bienes materiales, cuyas dimensiones serían
mucho, mucho mayores que las de todo otro conflicto que se haya
producido hasta el presente.¿Es realmente inevitable que a
causa de nuestras pasiones y costumbres heredadas estemos
condenados a aniquilarnos entre nosotros mismos, sin que exista
la posibilidad de que quede algo digno de ser conservado?
¿No es verdad que todas las controversias y diferencias de
opinión expresadas en nuestro curioso intercambio
epistolar son bagatelas si se las compara con el peligro frente
al cual nos hallamos? ¿No debemos intentar todo cuanto
esté a nuestro alcance para eliminar el riesgo que amenaza
a todas las naciones por igual?Si nos adherimos al concepto y a
la práctica de la soberanía ilimitada de las
naciones el resultado será que cada una se
reservará el derecho de lograr sus objetivos a
través de la guerra.En ese caso cada país debe
estar preparado para esa eventualidad; esto quiere decir que
intentará por todos los medios de ser superior a los
restantes.Tal objetivo dominará progresivamente nuestra
vida pública y envenenará a la juventud mucho antes
de que la catástrofe se desencadene sobre nosotros.No
debemos tolerar esta situación mientras podamos mantener
un mínimo de capacidad de pensamiento y de sentimientos
humanos.Sólo esto es lo que se halla en mi mente cuando
apoyo la idea de un "gobierno mundial", sin cálculo alguno
acerca de lo que otras personas puedan maquinar al trabajar para
el mismo objetivo.Defiendo la idea de un gobierno mundial porque
estoy convencido de que no hay otro camino para eliminar el
más terrible de los peligros que hoy enfrenta el hombre.
Antes que ningún otro el objetivo de evitar la
destrucción total debe tener prioridad.Estoy seguro de que
ustedes comprenderán que esta carta ha sido escrita con
toda la seriedad y la honestidad de que soy capaz; confío
en que la aceptarán con el mismo
espíritu".

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(1948) ¿Por qué
socialismo?

Para el ser humano individual, el concepto
abstracto de "sociedad" significa la suma total de sus relaciones
directas e indirectas con sus contemporáneos y con los
integrantes de las generaciones anteriores.El individuo se halla
en condiciones de pensar, sentir, luchar y trabajar por sí
mismo; sin embargo, en su existencia física, intelectual y
emocional depende tanto de la sociedad que resulta imposible
pensar en él o comprenderlo fuera del marco de
aquélla.La "sociedad" proporciona al hombre su comida, su
vestido, un hogar, las herramientas de trabajo, el lenguaje, las
formas de pensamiento y la mayor parte de los contenidos del
pensamiento; la vida del hombre se realiza a través del
trabajo y de los progresos de muchos millones de personas del
pasado y del presente, ocultas tras la simple palabra
"sociedad".Pero en tanto que todo el proceso vital de las
hormigas y de las abejas se halla determinado hasta en sus
menores detalles por rígidos instintos hereditarios, la
estructura social y las interrelaciones de los seres humanos son
muy variables y expuestas al cambio.La memoria, la capacidad de
efectuar nuevas combinaciones, el poder de la comunicación
oral han abierto entre los hombres, la posibilidad de ciertos
desarrollos que no están dictados por las necesidades
biológicas.

Estos procesos se manifiestan a
través de las tradiciones, las instituciones y las
organizaciones, en la literatura, en la ciencia y en los
éxitos de la ingeniería, en las obras de
arte.Así se explica que, en cierto sentido, el hombre sea
capaz de influir en su vida mediante su propia conducta y que
desempeñen un papel importante en este desarrollo el
pensamiento y el deseo conscientes.En el instante de nacer, el
hombre adquiere, a través de la herencia, una
constitución biológica que podemos considerar fija
e inalterable, en la que se incluyen los impulsos naturales que
son característicos de la especie humana.Además, en
el transcurso de su vida el hombre erige una constitución
cultural que extrae de la sociedad mediante la
comunicación y diversos otros tipos de
influencia.

En el correr del tiempo esta
constitución cultural queda sujeta al cambio y determina,
en amplia medida, la relación entre individuo y
sociedad.Con la ayuda de la investigación comparativa de
las llamadas culturas primitivas, la antropología moderna
nos enseña que la conducta social de los seres humanos
puede diferenciarse profundamente, según los esquemas
culturales y los tipos de organización que predominen en
la sociedad.En esto han fijado sus esperanzas quienes luchan para
mejorar el destino del hombre: los seres humanos no están
condenados por su constitución biológica a
aniquilarse entre sí ni ser presa de un hado cruel
constituído por ellos mismos.Si nos interrogamos
cómo es posible cambiar la estructura de la sociedad y la
actitud cultural del hombre de modo que la vida humana resulte
altamente satisfactoria, tendremos que advertir en todo momento
que existen ciertas condiciones que no podemos
transformar.Según hemos visto, la naturaleza
biológica del hombre, en sentido práctico no
está sujeta a cambio. Por otra parte los desarrollos
tecnológicos y demográficos de los últimos
siglos han creado condiciones que han de perdurar.

En núcleos de población
bastante densos, en los cuales los bienes de consumo son
indispensables para una existencia continuada, resulta por
completo necesaria una total división del trabajo y un
aparato productivo centralizado al extremo.Si bien al mirar hacia
atrás parece tan idílico, ha desaparecido para
siempre el tiempo en el que los individuos o unos grupos
pequeños podían aspirar al
autoabastecimiento.Apenas se exagera si se dice que la humanidad
constituye hoy una comunidad planetaria de producción y
consumo.En este lugar de mi exposición debo
señalar, de manera breve, lo que para mí constituye
la esencia de la crisis de nuestro tiempo. La cuestión
reside en la relación entre el individuo y la sociedad.El
individuo ha tomado conciencia, ahora más que nunca de su
situación de dependencia ante la sociedad. Mas no
considera que esa dependencia sea un hecho positivo, un nexo
orgánico, una fuerza protectora, sino que la advierte como
una amenaza a sus derechos naturales y a su existencia
económica.Por otra parte, su posición dentro de la
comunidad permite que sus impulsos egoístas se
acentúen de modo constante, en tanto que sus impulsos
sociales -que por naturaleza son más débilesse
deterioren progresivamente.Sea la que fuere su posición en
la sociedad, todos los seres humanos sufren este proceso de
deterioro. Prisioneros de su propio egoísmo sin saberlo,
se sienten inseguros, solitarios y despojados del goce ingenuo,
simple y directo de la vida.

El hombre tiene que encontrar el sendero de
la vida -por estrecho y peligroso que sea- sólo a
través de la entrega de sí mismo a la sociedad.La
anarquía económica de la sociedad capitalista,
según existe hoy, es, en mi opinión, la verdadera
fuente de todos los males.Observamos cómo se levanta ante
nosotros una inmensa comunidad de productores, cuyos miembros
luchan sin cesar para despojarse unos a otros de los frutos del
trabajo colectivo, no ya mediante la fuerza, sino con el apoyo
total de normas legalmente establecidas.En este plano es
indispensable comprender que los medios de producción, es
decir, toda la capacidad productiva que se necesita para producir
tanto bienes de consumo como bienes de inversión, pueden
ser, en forma legal -y de hecho en su mayoría lo son-
propiedad privada de ciertos individuos.

En razón de la simplicidad, en la
exposición que sigue emplearé el vocablo
"trabajador" para designar a quienes no comparten la propiedad de
los medios de producción, aunque ello no corresponda al
uso habitual del término.El propietario de los medios de
producción está en condiciones de comprar la
capacidad laboral del trabajador. A través del uso de los
medios de producción el trabajador produce nuevos bienes
que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial
de este proceso es la relación existente entre lo que el
trabajador produce y lo que recibe como paga, ambos elementos
medidos en términos de su valor real.Puesto que el
contrato laboral es "libre", lo que el trabajador recibe
está determinado no por el valor real de los bienes que
produce, sino por sus necesidades mínimas y por la
cantidad de mano de obra solicitada por el sistema en
relación con el número de trabajadores que compiten
por un empleo.Es importante comprender que, aun en teoría,
la paga del trabajador no está determinada por el valor
real de su producto.El capital privado tiende a concentrarse en
pocas manos, en parte a causa de la competencia entre los
capitalistas y en parte debido al desarrollo tecnológico y
a la creciente división de la clase obrera, hechos que
determinan la formación de unidades mayores de
producción, en detrimento de las unidades
menores.

El resultado es una oligarquía del
capital privado, cuyo enorme poder no puede ser controlado con
eficacia ni siquiera por una sociedad política organizada
de acuerdo con los principios democráticos. Sucede
así porque los miembros de los cuerpos legislativos son
seleccionados por los partidos políticos, que reciben
fuertes influencias y sustanciosa financiación de los
capitales privados que en la práctica separan al
electorado de la legislatura.Resulta entonces que los
representantes del pueblo no protegen con justicia y en la medida
necesaria los intereses de los sectores menos privilegiados de la
población.En las circunstancias actuales, además,
los capitales privados controlan, de manera directa o indirecta,
las principales fuentes de información (prensa, radio,
educación). Resulta entonces difícil y en la
mayoría de los casos casi imposible, que el ciudadano
llegue a conclusiones objetivas y pueda realizar un uso
inteligente de sus derechos políticos.

La situación predominante en una
economía basada en la propiedad privada del capital se
caracteriza por dos principios fundamentales: primero, los medios
de producción -el capital- son propiedad privada y sus
propietarios disponen de ellos según lo crean conveniente;
segundo, el contrato laboral es libre.Por supuesto que no existe
una sociedad capitalista pura, en este sentido.En particular
observemos que los trabajadores, a través de largas y
duras luchas políticas han conseguido ciertas ventajas en
el "contrato laboral libre" para ciertas categorías de
trabajadores. Pero estimada en su conjunto la economía del
presente no se distingue que mucho del capitalismo "puro".El fin
de la producción es el beneficio, no su consumo.No se
tiene en cuenta que a todos aquellos que sean capaces de trabajar
y quieran hacerlo se les ofrezca la posibilidad de conseguir un
empleo; siempre existe, por lo general, un "ejército de
parados".El trabajador se ve acosado por el temor constante de
perder su puesto.Debido a que los trabajadores sin trabajo y mal
pagados no proporcionan un mercado lucrativo, la
producción de bienes de consumo se reduce con sus graves
consecuencias.A menudo el progreso tecnológico desencadena
una mayor cantidad de parados, en vez de aliviar la carga para
todos.El interés por el lucro, junto con la competencia
entre los capitalistas, es responsable de la inestabilidad del
ritmo de acumulación y utilización del capital, que
conduce a severas y crecientes depresiones.La competencia
ilimitada provoca el derroche de trabajo y la amputación
de la conciencia social de los individuos, fenómeno del
que ya he hablado antes.Pienso que el peor daño que
ocasiona el capitalismo es el desmedro del hombre. Todo nuestro
sistema educativo se ve perjudicado por esta mácula.Se
inculca en los estudiantes una actitud competitiva exagerada; se
los adiestra en el culto del éxito adquisitivo como
preparación para su futura carrera.

Tengo la convicción de que existe un
único camino para eliminar estos graves males, que pasa
por la adopción de una economía socialista,
acompañada por un sistema educativo que esté
orientado hacia objetivos sociales.En ese sistema
económico, los medios de producción serán
propiedad del grupo social y se utilizarán según un
plan.Una economía planificada que regule la
producción de acuerdo con las necesidades de la comunidad,
distribuirá el trabajo que deba realizarse entre todos
aquellos capaces de ejecutarlo y garantizará la
subsistencia a todo ser humano.La educación de los
individuos, además de promover sus propias habilidades
innatas, tratará de desarrollar en ellos un sentido de
responsabilidad ante su prójimo, en vez de exaltar el
valor del poder y del éxito, como ocurre en la sociedad
actual.Por supuesto hay que subrayar que una economía
planificada no es todavía el socialismo. La
economía planificada podría hallarse unida a la
esclavización completa de la persona. La
realización del socialismo exige resolver problemas
sociopolíticos de gran dificultad.En efecto, si
consideramos la centralización fundamental del poder
político y económico, ¿cómo se
logrará impedir que la burocracia se convierta en una
entidad omnipotente y arrogante? ¿Cómo es posible
proteger los derechos del individuo para asegurar así un
contrapeso democrático que equilibre el poder de la
burocracia?
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(1948) Necesidad de una cultura
ética

Creo por supuesto que el excesivo
énfasis en lo intelectual -que suele dirigirse sólo
hacia la eficacia y lo práctico- de nuestra
educación, ha conducido al debilitamiento de los valores
éticos.

No pienso tanto en los peligros que
conlleva el progreso técnico para la especie humana, como
en la asfixia de la consideración mutua entre los hombres
por un hábito de pensamiento inclinado al mero hecho, que
se ha   extendido como un terrible congelamiento sobre las
relaciones humanas.La plenitud en los aspectos morales y
estéticos es un objetivo mucho más próximo a
las preocupaciones del arte que a las de las ciencias.Tiene
prioridad, sin duda, la comprensión de nuestros
semejantes. Mas esta comprensión sólo resulta
fecunda cuando la sustenta un sentimiento cordial y fraterno en
la alegría y en la aflicción.El cultivo de esta
elevada fuente de acción moral es lo que queda de la
religión cuando ella se ha purificado de los elementos
supersticiosos. En este sentido, la religión constituye
una parte importante de la educación, en la que recibe una
consideración muy escasa y poco sistemática.El
dilema aterrador que plantea la situación política
mundial está estrechamente relacionado con este pecado de
omisión que nuestra civilización comete.

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(1948) Un mensaje a los
intelectuales

Como intelectuales e investigadores de
distintas nacionalidades, nos hallamos hoy enfrentados ante una
profunda e histórica responsabilidad. Existen motivos que
nos impulsan a estar agradecidos a nuestros colegas franceses y
polacos, cuya iniciativa nos ha reunido aquí con un
objetivo esencial: utilizar la influencia de los hombres sensatos
para promover la paz y la seguridad en todo el mundo.Este es el
antiguo problema mediante el cual Platón -uno de los
primeros- luchó empeñosamente: aplicar la
razón y la prudencia para lograr la solución de las
dificultades del hombre en vez de apelar a los instintos
atávicos y a las pasiones.

Una penosa experiencia nos enseña
que el pensamiento racional no basta para resolver las cuestiones
de nuestra vida social.La investigación y el trabajo
científico serio han tenido a menudo trágicas
proyecciones sobre la humanidad. Han producido, por una parte,
los inventos que liberaron al hombre de un trabajo físico
agotador y tornaron la vida más rica y fácil,
mientras que, por otra parte, introducían una grave
inquietud en la existencia, pues el hombre se convertía en
esclavo de su ámbito tecnológico -y más
catastrófico todavía- creaba los medios para su
destrucción masiva. Sin duda nos hallamos frente a una
tragedia de terrible alcance.Por muy afligente que resulte este
hecho es más trágico aún considerar que
mientras la humanidad ha producido muchos investigadores de genio
en el campo de la ciencia y la tecnología, sin embargo no
hemos sido capaces de hallar soluciones adecuadas para los
innumerables conflictos políticos y tensiones
económicas que nos abruman.Por cierto el antagonismo de
intereses económicos dentro y entre las naciones es en
gran medida responsable de la situación peligrosa y
amenazante que vive el mundo de nuestros días.

El hombre no ha conseguido desarrollar
formas de organización política y económica
que garanticen la coexistencia pacífica de las naciones
del mundo.No ha logrado edificar un sistema que elimine la
posibilidad de la guerra y que rechace para siempre los
criminales instrumentos de destrucción masiva.Sumergidos
como estamos en el trágico destino que nos ha llevado a
colaborar en la elaboración de métodos de
aniquilación más horribles y más eficaces
cada vez, los científicos debemos considerar que nuestra
solemne y esencial obligación es hacer cuanto esté
a nuestro alcance para impedir que esas armas sean utilizadas con
la brutal finalidad para la que fueron
inventadas.¿Qué otra cosa podría ser
más importante para nosotros? ¿Qué otro
propósito social podría sernos más
deseable?

Debido a estas circunstancias este Congreso
tiene ante sí una misión vital.Estamos aquí
para brindarnos mutuos consejos. Hay que construir puentes
espirituales y científicos que sirvan de enlace entre las
naciones del mundo. Debemos superar los tremendos
obstáculos de las fronteras nacionales.Dentro de las
instituciones menores de la vida comunitaria el hombre ha
realizado algunos progresos en el intento de terminar con las
soberanías antisociales.Esto es cierto en cuanto a la vida
dentro de las ciudades, y en determinada manera, también
de la sociedad dentro de los estados individuales.En esas
comunidades la tradición y la educación han tenido
una influencia moderadora y han contribuido al surgimiento de
relaciones de tolerancia entre los pueblos que viven dentro de
esos confines.Sin embargo en las relaciones entre estados
independientes todavía se impone la anarquía. No
creo que durante los últimos mil años hayamos
logrado algún progreso verdadero en ese terreno.Los
conflictos entre las naciones aún se resuelven, con mucha
frecuencia, mediante el poder brutal, a través de la
guerra.El deseo incontrolado de un poderío siempre mayor
se ha convertido en un elemento activo y agresivo cada vez que se
ha presentado la posibilidad de que sea así.Durante el
transcurso de los siglos este estado de anarquía en los
problemas internacionales ha ocasionado sufrimientos y destrozos
indescriptibles; siempre se ha impedido el desarrollo del hombre,
de su espíritu y de su bienestar. En ocasiones se ha
llegado casi al aniquilamiento de países enteros.Por otra
parte, las naciones alimentan el designio de estar siempre
preparadas para la guerra y esto añade nuevas
repercusiones sobre la vida de los hombres.

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