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La era de la desigualdad (¿Consecuencia directa del imperialismo monetario?) Parte II (página 10)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15

 En uno de los barracones, amueblado con cuatro
baratijas de plástico y sin aislamiento eficaz para el
frío invierno, los jornaleros protegen su intimidad con
banderas de México manchadas de tierra que cuelgan de las
ventanas. Sus inquilinos confirman lo que detalla un extenso
informe de Human Right Watch (HRW) sobre las condiciones de
trabajo. Además de soportar jornadas extenuantes y
temperaturas extremas, los niños están expuestos
a herbicidas y pesticidas
(que a menudo se rocían sin
previo aviso desde avionetas), y cada año se registran
unas 100.000 heridas y golpes graves.

Algunos se hacen daño al caer de las escaleras de
hasta 6 metros de altura que se utilizan para recolectar las
frutas, otros se cortan con las herramientas con las que
recolectan las cebollas… "La agricultura es el trabajo
más peligroso (…) y la tasa de mortalidad por
accidente laboral es ocho veces más alta que la
media
", asegura el informe, destacando que los niños
no disponen de la protección ni las medidas de seguridad
adecuadas.

 

Accidentes mortales y abuso sexual

 En total, se calcula que el 20% de los
accidentes mortales registrados en el sector agrícola

de EEUU tienen como protagonista a un menor. Y tampoco
parecen infrecuentes los casos de abuso sexual. Según el
testimonio del abogado William R. Tamayo, algunas jornaleras de
Florida tienen hasta un nombre para ello. Lo llaman "El Motel
Verde".

La ley para prevenir el trabajo infantil
en Estados Unidos data de 1938 y hace una excepción
para la agricultura
, un guiño a las pequeñas
explotaciones familiares que en aquel entonces capitalizaban el
sector agrícola. "Todo ha cambiado desde entonces y ahora
está en manos de grandes corporaciones, que contratan a
los niños directamente o a través de
intermediarios. Mucha gente no lo entiende, aún se tiene
la idea de la granja familiar en la que los niños dan de
comer a las gallinas cuando se levantan y aprenden
responsabilidades. Eso está bien cuando se hace durante
dos horas al día, no lo consideraría trabajo
infantil. Pero la realidad no es esa, sino la de niños
que trabajan sin horarios, todos los días, en un ambiente
corporativo
, no familiar, y muy agresivo. Sus padres les
hacen trabajar por supervivencia, no para educarlos", incide
Bailey.

Las leyes actuales no establecen
limitaciones en las pequeñas explotaciones
agrícolas, siempre que los niños dispongan del
permiso de sus progenitores o tutores. Las grandes empresas, por
su parte, pueden contratar a mayores de 12 años fuera del
horario escolar. Y a partir de los 14 ya no existen restricciones
de ningún tipo, ni siquiera es necesaria una
autorización paterna. La laxitud contrasta con el resto de
sectores de la economía estadounidense, donde la edad
mínima para trabajar son los 16 años, con
excepciones muy concretas como la de los actores de
cine.

 Los activistas, apoyados por varios miembros del
Congreso, exigen un cambio en la legislación que acabe con
esta "excepción agrícola", arraigada de cierta
manera en la "psique" americana
de defensa de las libertades,
la propiedad privada y el culto al trabajo. Enfrentan
además la oposición de las grandes
compañías, de pequeños y medianos
propietarios de granjas y de muchas de las propias familias
inmigrantes. "Los niños trabajan en su mayoría
porque la familia lo necesita
, porque no hay más
remedio. Sus padres estarían encantados de tener dinero
para sacarlos de esta situación, pero para muchos es una
cuestión de supervivencia", recuerda
Flores. 

Un negocio inviable sin menores y "sin
papeles"

 Los granjeros y propietarios que defienden el
trabajo infantil también hablan de supervivencia. Si no
fuese por el trabajo de los "sin papeles" y de los menores,
dicen, su negocio sería inviable y tendrían que
vender sus tierras y dedicarse a otra cosa.
La
solución que proponen organizaciones y economistas pasa
por elevar el precio final, tirando hacia arriba los salarios de
los trabajadores agrícolas: los peor pagados de la
economía americana y, en su mayoría, desprovistos
además de sanidad y seguros sociales (8.000 euros anuales
brutos de media en Carolina del Norte, según la Farmer
Advocacy Network).

 Un estudio de Philip Martin, economista de
la Universidad de California, refleja que un incremento salarial
del 40% (lo suficiente para poder mantener a la familia sin que
los niños trabajen) no tendría apenas impacto
para los consumidores americanos, ya que el gasto en frutas
y verduras crecería tan sólo en unos 15
dólares anuales de media por unidad familiar. Y es que,
por cada dólar que ganan las compañías
agrícolas vendiendo a los distribuidores, los trabajadores
sólo reciben seis céntimos, un 0,6%.

– "Sobran seres humanos": por qué va a
desaparecer el 47% de los puestos de trabajo (El Confidencial –
8/11/13)

(Por Esteban Hernández)

No hace tanto tiempo, la idea de un mundo en el que las
tareas más arduas fueran realizadas por robots, lo que
permitiría al ser humano dedicarse a labores creativas que
le autorrealizasen, fue vista como utopía liberadora, una
suerte de cielo en la tierra que nos conduciría a otra
etapa como especie. Pero ese futuro brillante, lleno de
máquinas que nos descargarían de los trabajos
mecánicos, también trajo consigo un buen
número de amenazas
que la cultura se encargó
poderosamente de reflejar en obras que fueron desde 2001, una
odisea del espacio
hasta Matrix. Los robots,
la inteligencia artificial y los programas informáticos
que aprendían por sí mismos fueron percibidos como
paraíso o como apocalipsis.

Hoy reviven esas mismas esperanzas y otros mismos miedos
ante la posibilidad de que las máquinas vuelvan al centro
del progreso. La llegada del big data está
afectando sustancialmente a los procesos laborales y está
transformando el modo en que entendemos el mundo, al igual que lo
hace la implantación de un cada vez mayor número de
robots en las fábricas. La posibilidad de producir
exclusivamente a través de máquinas parece estar a
la vuelta de la esquina
, afirman los expertos, y aunque no
fuera así, los cambios que ya han generado la
mecanización y tecnificación acelerada de los
procesos de producción está siendo de tal magnitud
que hará que en el futuro cercano se destruya gran
cantidad de puestos de trabajo.

Esta tendencia, no obstante, no parece haber
levantado demasiadas reticencias en Occidente, ya sea porque
estamos acostumbrados a que la deslocalización
productiva se haya llevado los puestos de trabajo a países
que prometen costes más bajos
, ya porque no lo
entendamos como una amenaza, puesto que la mayoría de los
empleos de nuestros países tienen que ver con o tareas de
alto valor añadido o con el sector servicios, áreas
en teoría nada susceptibles de ser programadas e
informatizadas.

Sin embargo, esa visión parece
ser demasiado optimista. Según el  informe The
future of employment,
realizado por los profesores de la
Universidad de Oxford Carl Benedikt Frey y Michael A.
Osborne
, el 47 por ciento del empleo total está en
situación de alto riesgo
, "ya que muchas de sus
ocupaciones son susceptibles de ser automatizadas en una o dos
décadas".  En una primera fase, la mayoría de
los trabajadores del sector del transporte y de la
logística, así como los administrativos y, en
general, todos los relacionados con la oficina, y los vinculados
a los procesos de fabricación y producción, "son
susceptibles de ser sustituidos por el capital
informático".

Cajeros, asesores fiscales y arquitectos,
fuera

Lo que no esperábamos es que, como señala
el  informe, una parte importante del empleo en servicios,
ventas y ocupaciones de la construcción también
cuente con una elevada probabilidad de ser informatizado. El
mercado de robots de servicios personales y domésticos ya
está creciendo un 20 por ciento anual (2013)
y en la
medida en que se vayan mejorando las prestaciones de los ingenios
mecánicos, disminuirá la ventaja comparativa del
trabajo humano. En segundo lugar, aun cuando la actividad
comercial requiera de un grado evidente de presencia personal y
de inteligencia social, algunas de sus áreas, como los
cajeros, los empleados de mostrador y los
teleoperadores de marketing verán cómo el
número de sus puestos de trabajo desciende sensiblemente.
En tercer lugar, la prefabricación transformará las
obras de construcción, lo que terminará por reducir
sustancialmente la mano de obra empleada.

El sector profesional de alto valor añadido
tampoco se libra de estos procesos y está sufriendo
sensiblemente los embates de la informatización. Incluso
sectores en teoría poco susceptibles de ser reemplazados
por máquinas, como los diseñadores de chips de
ordenador, los asesores fiscales o los arquitectos están
viéndose afectados por los programas de
software.

Las negras consecuencias de los avances
tecnológicos

Hay áreas en las que el peso de los sistemas
informáticos está creciendo, como es la
jurídica, en la que los programas están
sistematizando y procesando grandes cantidades de
información de forma que hacen prescindibles a buena parte
de sus profesionales medios. Estas nuevas formas de
automatización han renovado el debate sobre las
consecuencias económicas de los avances
tecnológicos. David H. Autor, profesor de
economía en el Instituto de Tecnología de
Massachusetts, aseguraba al New York Times que esta
tendencia está provocando que se pierdan muchos puestos de
trabajo en la parte media de la pirámide económica,
y  que el crecimiento del empleo en la parte superior
esté desacelerándose.

Las predicciones, pues, son mucho más negativas
de lo que creemos. "Los abogados, profesores o periodistas
verán cómo se automatiza su trabajo, y con bastante
éxito" señala Lord David Finkelstein, Editor
Ejecutivo del diario The Times, toda vez que tareas en
las que entendíamos que se necesitaba inteligencia humana,
como era la calificación de exámenes escritos,
es posible ya realizarla, "y bastante bien", a través de
ordenadores
.

Y dado que el grado de eficacia en la tarea va a ser
similar y que las máquinas son más baratas que el
trabajo humano, es claro que "se van a necesitar menos personas
en el proceso productivo". Una situación que puede
intentar paliarse en las sociedades occidentales a través
de nuevas políticas redistributivas, y en ese
sentido van algunas de las propuestas que se están
debatiendo en Gran Bretaña
estos días, como la
reducir impuestos a aquellas empresas que suban el sueldo a los
asalariados peor retribuidos. Pero todo tiene sus límites,
afirma Finkelstein, no solamente porque la aplicación de
ese tipo de políticas puede generar problemas, sino porque
no termina de solucionar un problema de fondo complejo y
profundo.

La respuesta más popular

Dado que las políticas fiscales,
tanto en lo que se refiere al aumento de la presión como a
su rebaja, no son la panacea y que la tendencia a la
reducción de puestos de trabajo parece imparable, nos
encontramos ante una encrucijada a la que debemos dar respuesta
urgente. La más habitual y la más popular es la que
señala la necesidad de que nos formemos (y formemos a
nuestros hijos) en matemáticas y ciencias, de modo que
seamos nosotros los que mandemos sobre las máquinas y no
al revés. Pero esta solución tiene mucho de
ficticio
porque en un entorno de destrucción de empleo
poseer un mejor currículo puede ser individualmente
útil, pero deja el problema intacto: aun cuando cuenten
con mejores armas, mantiene al mismo número de luchadores
en la arena compitiendo por los mismos premios.

El empleo en los años próximos va a ser
un asunto central
, como lo será el manejo de las
tensiones sociales que causará el descenso de
número de puestos de trabajo. Sin embargo, el asunto
parece pasar desapercibido, preocupados como estamos de generar
políticas que aseguren la devolución de intereses
de deuda y no de generación de puestos de trabajo. El
problema sigue ahí: harán falta menos seres
humanos…

– "Esto parece ingeniería social": por qué
hay poco trabajo y tan mal pagado (El Confidencial –
15/11/13)

(Por Esteban Hernández)

Hemos entrado en una nueva era del trabajo, en un nuevo
modelo (un new normal) que está reconfigurando el
mapa de trabajos y ocupaciones que se demandan y cuya verdadera
dimensión veremos en los próximos años. Para
desgracia nuestra, según asegura el informe realizado por
el think tank Resolution Foundation y por la London
School of Economics, donde se muestra cómo desde el inicio
de la crisis han crecido los trabajos de alta
cualificación y los que requieren escasa formación
pero han desaparecido con preocupante rapidez los situados en
el estrato medio
.

El estudio, titulado ¿Una
crisis polarizante?,
señala cómo el Reino
Unido se dirige hacia un mercado del empleo que únicamente
tendrá dos niveles, con una parte superior de la escala
laboral, la de la alta gestión, la consultoría y
el trabajo de alta cualificación
que está
creciendo un 16% desde el inicio de la crisis, y un sector
inferior, el de los servicios y hostelería, que ha
aumentado un 17% en ese mismo periodo.

El informe señala cómo los empleadores han
aprovechado la crisis para que los trabajadores cuyas tareas no
son rutinarias (y que por tanto precisan de formación)
hayan aceptado rebajas en sus salarios y han despedido a aquellos
empleados cuyas tareas se podían automatizar de forma
sencilla. Subraya además las fuerzas cíclicas que
están transformando estructuralmente el mercado de
trabajo, de forma que sectores antes pujantes, como la
construcción, están dejando paso a la salud, la
asistencia social y las actividades económicas
como
principales motores del empleo.

Sin embargo, esos sectores que están creciendo y
que implican labores no rutinarias, caso del cuidado de ancianos,
han ido acompañados de un descenso en las
retribuciones
. Por el contrario, los sectores cuyas tareas
son repetitivas, como es el trabajo de secretaría, que se
han llevado la peor parte de la caída en el empleo, apenas
han variado en sus retribuciones (en aquellos casos que han
logrado sobrevivir).

Un nuevo panorama industrial

En cuanto al mercado laboral estadounidense, que
también es analizado en el informe, las conclusiones son
aún más negativas, ya que la polarización
es mayor incluso que la del Reino Unido
. Las industrias que
ofrecen bajos salarios han aumentado considerablemente en los
últimos años, y son cinco de los seis sectores que
peores retribuciones ofrecen a sus trabajadores los que mayor
empleo han ofertado entre 2008 y 2012. El tercio inferior en
cuanto a salario de la pirámide laboral creció en
1,9 millones de 2008 a 2012 y el tercio de más alta
cualificación aumentó en 409.000 empleados,
mientras las industrias del estrato salarial intermedio perdieron
4,4 millones de puestos de trabajo.

Esa tendencia, que no es fruto de una
situación coyuntural sino de un cambio de rumbo,
está afectando especialmente a ese sector que necesitaba
de situaciones estables, trayectorias laborales sin sobresaltos y
de situaciones sociales que permitían acumular lo
conseguido, como era la clase media. Y es también esa
tendencia la causante de que haya menos empleos y de que los
existentes estén peor pagados. En el primer sentido,
porque la desaparición de esos puestos de trabajo no ha
generado nuevos espacios de ocupación, sino que ha
supuesto la sobrecarga de tareas: como señala Luis
Enrique Alonso
, catedrático de sociología de la
Universidad Autónoma de Madrid, "lo que esos empleados
realizaban es asumido ahora por sus superiores o por los
que estaban situados en los escalones más bajos de la
pirámide laboral, de forma que se poseen más
funciones aunque eso no repercuta en el
salario".  

Como segundo aspecto, en la medida en que las
ocupaciones medias pierden peso, los salarios también
se dualizan
: dado que la mayoría de los empleados
están menos formados, porque la cualificación no es
necesaria, es posible pagarles menos, sobre todo en un contexto
de paro. Como señala Alonso, "gran parte de los trabajos
manuales requerían cualificaciones medias, que al ser
mecanizados, pasan a ser innecesarios. Lo único que
necesitas es alguien que atienda las necesidades de la
máquina o del sistema informático". Y eso es
bastante más barato.

España y sus clases medias

Esa situación, asegura Alonso,
"es aún peor en España, ya que la
desaparición de los trabajos de cualificación
intermedia, habitual en todo Occidente, se agudiza cuando hay una
fuerte desindustrialización, como es nuestro caso. De
manera que tendremos una economía de hotel, con
gestores por la parte de arriba y limpiadores y camareros por
abajo
".

Y el futuro aparece aún más oscuro para
las clases medias en la medida en que hablamos de una tendencia
que se va a disparar, como aseguran numerosas voces del entorno
de la tecnología y de los negocios. Algo en lo que
coincide Alan Milburn, exparlamentario, ex ministro de
sanidad y actual "zar" de la Comisión de la Movilidad
Social británica, quien ha señalado que "los
trabajadores de cuello blanco se convertirán en los nuevos
pobres, ya que sus trabajos van a ser sustituidos por
ordenadores
".  

Como resultado, "los hijos de familias
de clase media están en riesgo de ser excluidos de la
medicina, el derecho y el periodismo
por una élite
social que está aplicando algo que tiene todas las
características de la ingeniería
social".

Esa división entre el empleo
de alto valor añadido, escaso y deseado, y el
low
cost
, sostenido por grandes masas de empleados cuyos
salarios irán en descenso, y que no siempre
superarán el nivel de subsistencia parece que será
el
new normal de Occidente. En el caso
español, todavía peor.
Ese es un reto notable,
y no sólo de orden económico. La clase media, el
estrato que proveía de estabilidad a nuestras sociedades,
y que se alimentaba de empleos regulares y estables,
tenderá a desaparecer, como señala Milburn, si esta
tendencia continúa su progresión, lo cual
traería consigo un nuevo mapa político y
social
cuyas novedades sólo estamos empezando a
percibir. Nos adentraríamos en lo
desconocido…

– ¿Son las burbujas de activos el único
camino hacia el crecimiento? (The Wall Street Journal –
18/11/13)

(Por Alen Mattich | Del blog MoneyBeat, de The Wall
Street Journal)

¿Son las burbujas de activos la
única manera en que los bancos centrales pueden impulsar
la demanda?

Los principales economistas están
empezando a preguntárselo. Y tanto los expertos como los
gobernadores de bancos centrales se inclinan claramente a favor
de mantener los precios de los activos al alza si esa es la
única manera de lograr que la economía siga
adelante.

Esto resultará ser,
indudablemente, un error, aunque dadas las limitaciones con las
que operan los gobernadores de los bancos centrales, es un error
que probablemente crean que no tienen más remedio que
cometer.

Lo cual sugiere que los mercados de renta variable
seguirán saltando de un hito -el lunes, el Promedio
Industrial Dow Jones rompió el nivel de 16.000 y el
S&P 500 tocó los 1.800- a otro.

El debate, que se ha estado filtrando durante los
últimos años, llegó recientemente a lo
más alto de la lista de conversaciones gracias a Larry
Summers, ex secretario del Tesoro estadounidense, después
de su discurso a principios de noviembre en una conferencia de
análisis del FMI.

En él, Summers hizo dos observaciones
fundamentales.

Primera: a pesar de la opinión
generalizada de que los bancos centrales habían mantenido
los tipos de interés en niveles demasiado bajos y
habían fomentado las burbujas de activos, no había
indicios de sobrecalentamiento económico en los
años previos a la crisis financiera en países como
Estados Unidos. El desempleo no estaba en mínimos extremos
y la inflación se comportaba de manera
adecuada.

Segunda: las escaseces de
producción causadas por la crisis financiera y la
posterior gran desaceleración mundial no se han recuperado
gracias a un repunte sustancial del crecimiento como
cabría esperar.

¿Por qué?

Podría ser que las
economías, incluida la estadounidense, hayan caído
en el "estancamiento secular", como lo calificó Summers.
En otras palabras, estas economías se han vuelto
japonesas
. Debido al exceso de ahorro mundial y al cambio
tecnológico, su tipo de interés "natural" a corto
plazo -es decir, el interés coherente con el pleno empleo-
es desde hace tiempo -2% o -3%. Pero, como los tipos tienen un
límite a la baja de cero, la política monetaria ha
sido demasiado endurecedora, en lugar de demasiado
laxa.

Desde la crisis, para combatir este
límite cero a la baja de los tipos, los bancos centrales
han tenido que recurrir a la política monetaria
heterodoxa. Especialmente, compras de bonos y otros activos por
parte de los bancos centrales, la llamada relajación
cuantitativa, que, en parte, impulsa la demanda al generar
efectos de riqueza positivos por el incremento de los precios de
los activos.

Los gobernadores de los bancos centrales
creen que sólo con lograr impulsar la demanda hasta un
cierto nivel se convertirá en autosostenible. La
producción aumenta, las inversiones de capital suben, la
oferta se expande, la productividad laboral crece y, finalmente,
el empleo se incrementa también hasta que se absorbe el
exceso de capacidad. Al mismo tiempo, la inversión impulsa
las tasas de crecimiento potenciales, o, en otras palabras,
revitaliza la reciente trayectoria decepcionante.

Si el mecanismo primario para generar
este crecimiento inicial pasa por los efectos de la riqueza,
forzosamente, los bancos centrales tenderán a inflar
burbujas de activos.

Esto es así porque la riqueza
está distribuida de manera desigual. Debido a que una
pequeña minoría de personas posee una gran
mayoría de activos y debido a que hay límites en
cuánto puede alguien consumir (gran parte de lo que
compran los ricos, de hecho, son inversiones más que
bienes de consumo), para que el efecto riqueza se traduzca en un
aumento general de la demanda hay que aumentar muy
sustancialmente los precios de los activos.

Y aquí es donde se materializa
el problema.

La mayoría de la gente normal y corriente se ve
obligada entonces a pedir prestado o recurrir a sus ahorros o
vender algunos de sus activos para lograr nuevas y mayores tasas
de consumo. Vender activos los concentra en manos de los ricos.
Los ahorros ya se han gastado. Y como vimos en el último
ciclo, el crédito para consumir activos inflados es
peligroso, aunque los bancos centrales están haciendo todo
lo que pueden para fomentar el crecimiento del
crédito.

En algún momento, los salarios o los ingresos
tienen que crecer hasta donde se justifican los precios inflados
de los activos o los precios de los activos
bajarán.

En el último ciclo, los precios de los activos
bajaron, lo que provocó la crisis financiera. Los
gobernadores de los bancos centrales no ven surgir burbujas de
activos en este momento porque, según dicen, los actuales
precios de los activos se justifican por las expectativas de
niveles de crecimiento futuro y esos niveles de crecimiento
están dentro del potencial de la
economía.

Si se equivocan y están
sobreestimando el crecimiento futuro, el resultado será
demasiada inflación. Pero la inflación
erosionará el valor de las deudas existentes y, con ello,
justificará los actuales precios de los
activos.

Y quizás los gobernadores de los
bancos centrales crean que merece la pena correr el riesgo,
demasiada inflación en el futuro es menos mala que
demasiado poco crecimiento ahora. Ante la falta de una
política fiscal lo suficientemente agresiva para compensar
la falta de demanda, los responsables de los bancos centrales
podrían creer, con toda razón, que están
obligados a correr estos riesgos.

Pero todo esto depende de la capacidad
de los gobernadores de bancos centrales de mantener precios muy
altos de los activos en ausencia de tasas de crecimiento elevadas
y continuas. Aquí se puede uno fijar en Japón.
Durante veinte años, los precios de la renta variable y
las propiedades japonesas registraron una trayectoria bajista
pese a las ingentes cantidades de estímulo fiscal y
monetario. Está claro que hubo frecuentes y relativamente
prolongados repuntes en esos años, pero la tendencia
general fue a la baja.

Antes de la crisis, los gobernadores
de bancos centrales se llenaban la boca al hablar de la
creación de la Gran Moderación, un período
económico de inflación estable y baja y de
crecimiento sólido. Resultó que se equivocaban.
¿Se equivocarán igualmente al pensar que pueden
generar efectos en la economía real creando precios de los
activos ilusorios?

– Los europeos (incluso los
españoles) son más ricos que los estadounidenses
(El Confidencial – 21/11/13)

(Por Mario Saavedra)

Gran parte de la admiración que muchos profesan
por Estados Unidos proviene de su poderío militar, de su
cuasi infalibilidad geoestratégica. Otro buen porcentaje
se debe a su cultura, floreciente, dominante, imán para
los grandes cerebros de todo el mundo. Nueva York, Hollywood y
Washington son la nueva corte del planeta, metrópolis como
en su día lo fueron Londres, París o Madrid. Y hay
también gente que cree, equivocadamente, que los
estadounidenses son más ricos que los ciudadanos del Viejo
Continente, y por ello se declara admiradora de su sistema
político-económico. Sin embargo, su creencia se
asienta sobre cálculos falsos. En realidad, Estados
Unidos tiene más ricos y sus ricos lo son más, pero
el ciudadano medio es más pobre que el
europeo
.

El error de percepción proviene de la imagen que
se proyecta, pero también del uso de indicadores
imprecisos
, como el PIB per cápita, una mala
medida en tanto que es temporal, pues dura tan sólo un
año. Además, enmascara las distorsiones de las
desigualdades de distribución de la renta
, algo clave
en Estados Unidos, donde el 10% más opulento posee el 75%
de la riqueza total, según un estudio del
Congreso.

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Si eliminamos el efecto distorsionador
de la élite estadounidense, la mayoría de los
norteamericanos es un 20% más pobre que la mayoría
de los europeos. Dicho de otra forma: es mejor nacer en
Europa
, puesto que es mucho más probable uno lo haga
en el 90% de los de abajo que en el 10% de los
privilegiados.

Pensemos en un linaje familiar, digamos el de los
González. Son, supongamos, 100 miembros en total.
Sólo los parientes que viven en Estepona son ricos. El
resto malvive tratando de llegar a fin de mes. En estas
circunstancias, ¿diríamos que los González
son ricos? Es cierto que los de Estepona tienen de todo: yates,
mansiones, millones en el banco. Su riqueza total es de 500
millones, y son 10 personas.

El resto de los González, 90 miembros, son clase
media o pobres: se reparten entre todos 5 millones en total.
Cuando se calcula la riqueza media de los González, el
valor resultará muy alto, parece que tienen 505 millones
entre 100 miembros, y por tanto tocan a 5 millones por
cabeza
. Pero si se hace un mínimo esfuerzo por
aproximarse a la realidad, se tratará de eliminar la
distorsión que provoca la riqueza de los familiares de
Estepona. En este caso, lo que hay que repartir son 5 millones
entre 90 personas: tocarían a 55.000 euros por cabeza. La
riqueza media del 90% de los González es de 55.000 euros
por persona. No, no se podría decir que la referida
familia es rica.

El europeo medio es un 18% más rico

Hay varias formas de eliminar el efecto de
distorsión de los más adinerados. La primera,
sugerida por este corresponsal, es la de eliminar a los
"familiares de Estepona" de la ecuación, sustraer de la
media al 10% más potentado
y lo que a este le
corresponde de riqueza. En ese caso resulta que cada europeo del
90% es, de media, un 18% más rico que el estadounidense.
A cada europeo le corresponden unos 70.100 dólares de
la riqueza nacional
, frente a los 59.200 de cada
estadounidense.

"Esta es una idea interesante, porque se acerca al valor
mediano" de la distribución de riqueza, nos confirma por
e-mail Tony Shorrocks, coautor del Informe de Riqueza
Global de Credit-Suisse. "Quizá incluso habría
que quitar al 10% más pobre también, porque en
Estados Unidos incluye a muchos estudiantes con deudas
",
explica refiriéndose a los cuantiosos préstamos que
los jóvenes deben a las universidades, a menudo durante
años después de haberse licenciado.

Ese "valor mediano" que sugiere el informe de
Credit-Suisse es la otra forma más adecuada de acercarse
al valor real de lo que tienen las clases medias de los
países. En este sentido, el valor "mediano" de la
riqueza en Estados Unidos es de 45.000 dólares
,
mientras que el de España es de 120.000 y el de Europa
oscila entre 110.000 y 140.000.

"Si se ordena a los ciudadanos por
niveles de riqueza, desde el que menos tiene al que más
posee, la mediana es lo que posee el que está en medio de
ese ranking", explica a El Confidencial el
sociólogo Eduard Bonet.  "Así, aunque
los más ricos multipliquen por 1.000 su riqueza, o los
más pobres empeoren todavía más, la mediana
seguirá siendo la misma". Es el valor que mejor se puede
utilizar si se quiere saber cuál es la riqueza de la clase
media: es, de hecho, lo que tiene justo la persona que
está en medio, con igual número de gente que gana
más a derecha y a izquierda de la
distribución.

La clave es la desigualdad en la riqueza

Estados Unidos está en la
posición 27 de la lista de valor mediano de la riqueza,
encabezada por Australia, Luxemburgo y Japón, donde
España se sitúa en el lugar número 20.
¿Qué tipo de riqueza se está teniendo en
cuenta en el informe? "La riqueza de los hogares, la suma
de las propiedades inmobiliarias (sobre todo casas) y los
activos financieros (ahorros, pensiones, etcétera)
menos la deuda", nos explica Shorrocks. Es decir, no se
trata de determinar la calidad de las economías, o los
estándares de vida y consumo, sino de los activos con que
cuentan los ciudadanos de cada país.

Cuesta creerlo. ¿El ciudadano medio
español, un país con un 27% de desempleo, es
más del doble de rico que el americano?
¿Quizá por la tendencia a poseer más casas?
"Ese puede ser un factor: el valor de las casas en Estados Unidos
cuando sales de las grandes ciudades es realmente bajo. Pero
la clave más importante es la desigualdad en la
riqueza
", afirma Shorrocks. "El desempleo afecta más a
los ingresos que a la riqueza. Por supuesto, se pueden ver los
efectos a largo plazo".  

Hay datos que matizan esta realidad. Si
se quiere ajustar por el acceso a la salud, a la educación
y a los otros valores esenciales de una existencia digna, el
mejor indicador es el Índice de Desarrollo Humano
Ajustado por Desigualdad
de Naciones Unidas. En esta lista,
Estados Unidos se sitúa en el número 16
(según datos de 2012), por encima de España
(20), Francia (18) y Reino Unido (19), aunque por debajo de
Australia, Noruega, Alemania, Holanda o Suiza, entre otros
muchos. El efecto de la crisis es claro: si para Estados Unidos
lo peor de ella fue en 2009, para Europa llegó en 2011.
Hace dos años, de hecho, España aún estaba
en el lugar 17; Francia, en el 16; y Estados Unidos, abajo en el
23.

Al menos en EEUU es más fácil medrar en la
escala social…

Si la distribución de riqueza
hace que el estadounidense medio sea considerablemente más
pobre que el europeo, ¿no es al menos cierto que en el
país del sueño americano es más fácil
medrar en la escala social? No, esto también es
falso
. La porosidad social, la posibilidad de acabar en un
"quintil" (una de las partes si dividimos la sociedad en tramos
de 20% de riqueza) superior, es más baja en Estados
Unidos. El 42% de los hombres que han nacido en el quintil
inferior se quedan ahí para siempre, frente al 25% de los
daneses o suecos y el 30% de los ingleses. Francia,
Canadá, Alemania, Noruega, Finlandia… todas superan
a Estados Unidos, estas últimas incluso triplican esas
posibilidades, según Time Magazine.

Estados Unidos es un gran lugar para
la mitad de la población, y un lugar inhóspito con
pocas salidas para el resto: sin bajas pagadas por enfermedad,
con 48 millones de personas sin seguro médico o con
seguros precarios, donde el acceso universal gratuito a la
educación se ve como una quimera europea. Y es que, aunque
la realidad del país es múltiple, al ciudadano
medio le va mucho mejor al otro lado del
Atlántico.

Nota metodológica

En Estados Unidos, el 75% de la riqueza pertenece al 10%
de la cúspide de la pirámide social, según
datos de 2010 de la Oficina de Investigación del Congreso
de EEUU. En Europa, la cifra cae al 50%, según el Banco
Central Europeo.

Para Europa, de los 69 billones de dólares
totales de riqueza (según el Informe sobre la Riqueza
Global de Credit-Suisse) descontamos el 50% que les corresponde
al 10% y lo dividimos entre el 90% de los 503 millones de
habitantes totales de la Europa de los 27 en 2012. El resultado
es 34,5 billones entre 492 millones de europeos: 70.100
dólares, aproximadamente.

Si se hace lo mismo para los 68 billones de
dólares de riqueza estadounidense, menos el 75% que le
corresponde al top 10%, y se divide entre el 90% de 313 millones
de habitantes, quedan 17 billones a repartir entre 287 millones
de personas: 59.200 dólares por cabeza
aproximadamente. 

Monografias.com

Monografias.com

– El futuro de los universitarios:
endeudarse de por vida (El Confidencial –
24/11/13)

(Por D. Grasso)

"Los ilusos que accedimos al Préstamo Renta
Universidad durante el curso 2010/2011, aquel préstamo sin
necesidad de aval y de bajos intereses que el Instituto de
Crédito Oficial (ICO) concedía para estudiar un
máster, ahora debemos empezar a devolverlo. Por narices.
Da igual que no tengamos trabajo ni dinero para comer". Esta es
la encrucijada económica en la que se encuentra David A.
Martín, licenciado en periodismo y miembro de la
Plataforma de Afectados por el Préstamo Renta Universidad
ICO. En su caso accedió a un préstamo estatal, pero
se encuentra en una situación idéntica a la de
miles de jóvenes españoles que accedieron, y
acceden, a préstamos bancarios para poder matricularse en
un grado o posgrado. El coste de estas tasas se incrementó
el pasado curso en una media del 16,7%.

La disminución de la inversión
pública en educación, que se refleja año
tras año en los Presupuestos Generales del Estado,
está obligando a buscar alternativas para afrontar los
estudios universitarios. "Endeudarse para estudiar" es una
práctica establecida ya en muchos países del mundo:
es el caso de Chile o de Estados Unidos, donde más de la
mitad de los estudiantes prestatarios acumulan, de media, 10.000
dólares de deudas tras cursar estudios universitarios. En
España, este modelo está avanzando lentamente. Pero
ante la dificultad de recibir créditos bancarios, las
familias arriman el hombro: el debate sobre la
financiación del Programa Erasmus, al que el Estado
prevé cortar la ayuda directa desde 2014, ha dejado claro
que, cada vez más, la educación son los
padres.

"No volveré a endeudarme en mi vida"

La situación por la que está pasando
Martín es semejante a la de Inés Casas, licenciada
en Comunicación Audiovisual, que solicitó un
préstamo para completar sus estudios con un posgrado en
una universidad privada de Madrid. "El banco me dio una cantidad
suficiente para pagar la matrícula, que era de las
más caras, y para cubrir los gastos de manutención
durante el año y medio que duraba el máster. Lo
acabé y encontré un trabajo de becaria. No estaba
muy tranquila por la deuda, pero entendía que aún
no tenía que comenzar a devolverla porque no llegaba a la
nómina estipulada para ello. Sin embargo, un día me
llamaron de la entidad para decirme que podían embargarme
la cuenta porque no tenía bastante dinero para
pagar".

Desde entonces, recuerda la joven, su vida se ha
convertido en una agonía. Todo lo que gana con los
trabajos esporádicos que encuentra como freelance va para
pagar su deuda. "Quiero quitarme esta pesadilla de mi cabeza lo
antes posible. Juro que no volveré a endeudarme en mi
vida", apunta arrepentida. El alquiler del piso compartido, y
parte de sus gastos, corren a cuenta de sus padres. Una
situación que, asegura, "hace que te sientas fatal. Yo
siempre fui independiente económicamente, hasta en la
universidad me iba apañando con trabajos por horas y los
fines de semana".

La tendencia al endeudamiento de los estudiantes
"irá sin duda a más", argumenta el
politólogo y profesor de sociología en la
Universidad CEU-San Pablo de Madrid, Juan Carlos Jiménez.
E implicará cambios radicales. No serán sólo
novedades en el modelo educativo, sino también en el
laboral. "Esencialmente, cambiará la valoración de
la educación, sobre todo de la superior, porque al ser
más cara se primará que te proporcione un empleo y
que se forme a las élites", vaticina Jiménez. "A
medida que se incremente el precio de las matrículas, que
tendrán que hacerlo necesariamente, aumentará la
tendencia a solicitar préstamos para estudiar, la
universidad dejará de ser de masas y tenderemos más
al modelo universitario anglosajón",
añade.

Los últimos datos disponibles para analizar esta
tendencia son los de la encuesta de gasto en educación que
el Instituto Nacional de Estadística llevó a cabo a
mediados de 2012. En la investigación, las familias
españolas declararon gastarse, de media anual, 1.319 euros
anuales por alumno que cursa una enseñanza universitaria.
Los datos de la OCDE, por su parte, aseguran que las
instituciones públicas españolas -el Ministerio,
sin contar las comunidades- aportaron alrededor de 990 euros
anuales a los costes formativos de cada estudiante.

Cambio de modelo

¿Qué consecuencias puede
tener esta tendencia? "Conseguiríamos parecernos
más al modelo norteamericano, con un acceso a la
universidad menos masivo y una formación profesional
más valorada. Sin embargo, en España, el deseo de
los padres es que sus hijos acaben en la universidad,
independientemente de que vayan a estudiar y si responde a las
necesidades del mercado", explica el politólogo de la
CEU-San Pablo.

La peculiaridad social a la que se refiere
Jiménez, por la que muchos padres anhelan por encima de
todo que sus hijos tengan los estudios que ellos no tuvieron por
motivos históricos, hace que antepongan la
inversión en educación frente a otras cuestiones.
Una realidad que hace presuponer que el endeudamiento estudiantil
no dejará de crecer, al menos, durante esta
generación. Precisamente por esto, el catedrático
de economía en la Universidad de Sevilla Juan Torres
entiende que los préstamos a estudiantes son un negocio
para la banca. "Se dice que no hay dinero suficiente y se suben
los precios de las matrículas hasta llegar a niveles que
hacen imposible que puedan pagarlos familias de ingresos medios o
bajos que, sin embargo, siempre van a estar dispuestas a todo con
tal de que sus hijos estudien", explica. De esta forma, "miles de
estudiantes piden préstamos y así aumenta
aún más el negocio y el beneficio de los
bancos".

En Estados Unidos este negocio bancario
de los préstamos estudiantiles ha crecido
extraordinariamen­te en los últimos años. "La
matrícula de los colleges públicos ha subido un 73%
de 1999 a 2009, y la de los privados un 34%, mientras que los
ingresos familiares medios han descendido un 7%", apunta Torres.
De hecho, el 60% de los estudiantes se ve obligado a pedir un
préstamo bancario, según los datos de la American
Student Assistance, el doble que en 2005 en números
absolutos. Sus deudas, apuntan los datos de la Federal Reserve
Bank of New York, ya superan las que se generan por
créditos concedidos por la compra de coches. Según
Torres, "se incentiva un sistema de préstamos a los
estudiantes que se presenta aparentemente como muy atractivo y
generoso, pero que a la larga se convierte en una losa de la que
miles de jóvenes no pueden liberarse".

¿Merece la pena?

Con una entera generación sobrecualificada, la
universidad ya no es un passepartout para el mercado laboral.
"Las familias de clase media, acostumbradas a considerar los
estudios como un valor que dejar en herencia sus hijos,
están perdiendo la confianza", analiza José
Félix Tezanos, catedrático de sociología de
la UNED y coordinador del libro Juventud, cultura y
educación. Perspectiva comparada en España y Chile
(Biblioteca Nueva). "Hasta ahora nos habíamos acostumbrado
a una sociedad basada en una movilidad ascendente, pero de
repente esta tendencia ha cambiado: ya vemos que aunque
estudiemos, no llegaremos a tener lo que han tenido nuestros
padres", argumenta Tezanos. "Es un espejo de la crisis de la
sociedad".

En el citado libro, Tezanos compara el estado del
sistema educativo en España con el camino que ha tomado
Chile. El cambio de modelo educativo llevado a cabo por el
último Gobierno de Sebastián Piñera, ante
una fuerte contestación social, ha convertido el
país en uno de los más caros del mundo para
estudiar una carrera. Los bancos conceden la mayoría de
los préstamos, con tipos de interés que pueden
fácilmente alcanzar el 7%.

Pero la economía está creciendo a un ritmo
de un 5% anual, "algo que genera expectativas de futuro, haciendo
que los padres puedan pensar en inversiones a largo plazo para el
mañana de sus hijos", explica Tezanos a El Confidencial.
En la España actual, sin embargo, la realidad es
diferente. Los salarios, según los datos de la Agencia
Tributaria difundidos esta semana, han caído, de media,
570 euros con respecto a 2011.

Es por ello que un recorte aparentemente pequeño,
el de 200 euros de la ayuda estatal a la beca Erasmus para los
estudiantes españoles, que será realidad desde el
próximo año, ha vuelto a abrir la caja de Pandora.
Es un peso que no todas las familias podrán asumir,
desvirtuando así la idea fundadora del programa: que cada
estudiante de la UE pueda cursar seis meses en otro estado
comunitario.

Basándose en los datos del Ministerio de
Educación, el profesor Emilio García Prieto ha
analizado el peso de esta beca sobre las familias en el libro
Qué es el programa Erasmus (Pirámide):
"Después de unos años de tendencia alcista del
apoyo público, nos encontramos con una situación en
la que las familias tienen que aportar el 80% del coste del
programa", explica a El Confidencial.

"El dinero europeo empieza así a llegar a menos
estudiantes, algo que está provocando las reacciones
irritadas de la UE a las decisiones españolas",
añade. Los datos lo confirman: las estimaciones de
estudiantes que accederán al programa Erasmus en el
presente curso prevén una bajada del 6%. El número
irá probablemente a más, ya que se estimó
antes de que se anunciara el recorte. Será la primera vez
desde que instauró el programa que disminuyan los
"Erasmus" españoles en la Unión Europea.

Ante la merma de la posibilidad de aguante de las
familias, se abren dudas sobre las consecuencias a largo plazo de
este cambio de modelo. Tras conocer la realidad de Chile, Tezanos
esboza una imagen: "Cuando presentamos el libro, uno de los
autores chilenos contó una anécdota. Habló
de una joven embarazada que vio en las últimas protestas
del país y que llevaba una pancarta con el escrito:
"Cuando acabe de pagar mi crédito empezaré a pagar
el de mi hijo". Probablemente nos estamos encaminando hacia
esto".

– Así será el futuro de los jóvenes
de hoy: sin dinero, sin pareja, sin hijos (El Confidencial –
24/11/13)

(Por Héctor Barnés)

La discusión sobre los millenials, o la llamada
generación Y (es decir, la de los nacidos durante los
años ochenta y noventa, por simplificar), ha copado las
portadas de los medios de comunicación durante el
último año. Es el caso del ya célebre
reportaje realizado por Joel Stine para Time, que aseguraba en su
portada que "los millenials son vagos, narcisistas que se creen
que tienen derecho a todo y todavía viven con sus padres".
En esa en apariencia negativa imagen, Lena Dunham (o, mejor
dicho, el papel que interpreta en su serie Girls) se constituye
como el epítome de los millenials: malcriados, banales,
frívolos y poco preocupados por el futuro, ya que
quizá no tengan ninguno.

El artículo dibujaba una visión mucho
más positiva de los millenials que la que se
desprendía de su titular, ya que realzaba algunas de las
virtudes de las que estos disponen en comparación,
especialmente, con la generación que los precedió,
la generación X (es decir, la de los nacidos durante los
años setenta). Stein aseguraba que se trata de una
generación que ha mutado para adaptarse a un nuevo mundo,
en el que la alta autoestima va de la mano de la
conversión del "yo" en una marca personal y en el que las
oportunidades que se abren ante ellos son infinitas (y, por eso,
la competencia es mayor). Sobre todo, son mucho más
positivos e idealistas que la generación anterior,
caracterizada por el cinismo de la música grunge y la
posmodernidad cinematográfica.

Un nuevo e interesante libro viene a arrojar nueva luz
sobre la generación que está llamada a tomar las
riendas de la sociedad durante las dos próximas
décadas. Se trata de Baby Bust: New Choices for Men and
Women and Work in Family (Wharton Digital Press), un breve
volumen escrito por Stewart Friedman con un título que no
deja lugar a dudas sobre su contenido: el "fiasco" ("bust") del
título es un juego de palabras con la "explosión"
("boom") de los "baby boomers", la generación de sus
abuelos: si aquella estuvo marcada por la explosión
demográfica, el destino de la nueva generación es
su decrecimiento de las tasas de natalidad. ¿Por
qué?

El auge de las familias que no tendrán
descendencia

Friedman explica en las primeras
páginas de su volumen que si en 1991 el porcentaje de
jóvenes que tenían pensado tener descendencia se
encontraba en el 78%, veinte años más tarde, la
situación es muy distinta, y la cifra ha descendido hasta
el 42%. En España, la tendencia quizá no sea tan
acentuada, pero sí existe: según el Instituto de
Estadística de Madrid, el 14,5% de las parejas en edad
fértil de la región no se plantea tener otro
retoño, mientras que en 1991 el porcentaje era
únicamente del 6%. Además, según un estudio
realizado por la Fundación Acción Familiar a partir
de datos del INE y Eurostat, el 51% de mujeres en el mercado
laboral no tienen hijos y el 85% de las mujeres trabajadoras
renuncian a tener más descendencia.

A tal respecto, Friedman asegura que no se trata, como
ocurrió en el pasado reciente, de una reducción del
número de hijos -en España, la tendencia a tener un
único vástago se acentuó durante las
últimas dos décadas-, sino de que cada vez hay
más parejas (e individuos) que optan de manera voluntaria
por no tener ninguna clase de descendencia.

En opinión del autor, los
millenials viven un conflicto que las generaciones anteriores
conocieron de manera menos acentuada, debido a dos factores: "los
requerimientos temporales del trabajo se han disparado (hasta 14
horas al día) y la deuda estudiantil se ha multiplicado".
Precisamente, una reciente encuesta manifestaba que el 80% de los
españoles trabaja 10 horas o más al día, a
la par que las tasas universitarias han aumentado hasta un 40%.
En definitiva, una situación no tan diferente a la de
Estados Unidos.

En definitiva, en un panorama en el que el paro juvenil
ha aumentado hasta niveles críticos y en el que la
formación del individuo puede alargase más
allá de los 30 años, resulta cada vez más
complicado gozar de los recursos económicos necesarios
para mantener una familia antes de cumplir los
cuarenta.

E incluso en dicho caso, las exigencias laborales
imposibilitan la compatibilidad entre la vida profesional y la
personal, incluso aunque se haya alcanzado la tan deseada
igualdad de género, que en muchos casos, ha provocado que
ambos miembros de la pareja pasen la mitad del día fuera
del hogar, algo que imposibilita la formación de una
familia.

Como explica Friedman, "la tecnología ha borrado
las líneas entre la vida laboral y la familiar, lo que se
suele traducir en más horas de trabajo". Según los
datos aportados por el autor de Equilibrando trabajo y vida
(Deusto), la mayor parte de jóvenes del siglo XXI espera
trabajar 14 horas más a la semana que aquellos que
ingresaron al mercado laboral hace 20 años. El
último factor a tener en cuenta es que, simple y
llanamente, tener hijos es caro: en un momento en el que muchos
profesionales se comienzan a endeudar para completar su
formación, cada vez será más difícil
poder hacer frente a los gastos que supone tener un hijo. Tanto
más, cuando la inestabilidad personal y profesional impide
a toda una generación hacer planes a largo
plazo.

Una nueva familia: el caso japonés

La última peculiaridad señalada por
Friedman es que los millenials están creando un nuevo
concepto de familia, que ya no mira hacia abajo en el
árbol genealógico, sino hacia arriba. En otras
palabras, y dado que abrir una nueva rama en el árbol
familiar es costoso y requiere de un tiempo y dinero que no se
tiene, los jóvenes están reconectando con la
generación de sus padres y abuelos, así como
redescubriendo a los primos o a la familia política. Es el
reflejo en la familia del grupo de amigos, que según
Friedman se ha revalorizado frente al aislamiento personal al que
empuja, en muchos casos, tener hijos.

Al otro lado del planeta, Japón está
implantado una nueva tendencia amatoria: la de los "sin sexo",
que no sienten el impulso de relacionarse con el sexo contrario.
Como han explicado los expertos que han abordado dicho tema, no
se trata únicamente de una respuesta a la
saturación de sexo en la sociedad, sino a una manera de
centrarse en la vida profesional antes que en la personal,
considerada como una distracción: un 70% de las mujeres
japonesas dejan su trabajo después de tener su primer
hijo.

Son los llamados "herbívoros", u hombres
heterosexuales que, a pesar de dicha condición, no buscan
ni sexo ni pareja. Según los datos de la Asociación
para la Planificación Familiar de Japón, el 25% de
hombres y el 45% de mujeres de entre 16 y 24 años de
Japón no están interesados en tener pareja. La
explicación que aduce la periodista de The Guardian
Abigail Haworth es que "la cultura empresarial de Japón
hace casi imposible para una mujer combinar su carrera con su
familia". Una noticia que aparece al mismo tiempo que la
directora operativa de Yahoo! Sheryl Sandberg sugiere que las
mujeres han de esforzarse aún más para llegar lejos
en su carrera.

Una entrada mucho más
tardía al mercado laboral, una fuerte inversión
tanto temporal como económica en la formación
personal, las exigencias de un mercado laboral cada vez
más competitivo, la inestabilidad económica y
personal y la difícil conciliación entre trabajo y
familia despejan un resultado claro en la ecuación de los
millenials: cada vez, y hasta que las circunstancias cambien,
tendrán menos hijos.

– El impactante discurso de Larry Summers: ¿y si
sólo podemos crecer creando burbujas? (Vozpópuli –
24/11/13)

¿Qué pasaría si la
crisis simplemente se hubiese acabado y en realidad nos
estuviésemos enfrentando a un nuevo escenario en el que el
escaso crecimiento es lo normal, una especie de estancamiento
secular?, planteó el exsecretario del Tesoro
estadounidense y asesor de Obama ante una selecta audiencia en un
foro del FMI.

(Por Antonio Maqueda)

Delante de una distinguida audiencia durante una
conferencia en el FMI, con personajes de la talla de Ben Bernanke
o Martin Feldstein entre los oyentes, el exsecretario del Tesoro
estadounidense, excandidato a presidir la Fed y asesor de Obama,
Larry Summers, pronunció hace unos días un discurso
que conmocionó a la comunidad de académicos y
analistas por radical a la par que convincente y estremecedor:
¿y si la economía estadounidense y por
extensión la occidental no es capaz de crecer y crear
empleo?, ¿y si sólo puede hacerlo a fuerza de crear
burbujas con los consiguientes riesgos?

Summers explicó que las autoridades lo hicieron
muy bien a la hora de atajar el pánico del 2008-2009. La
rapidez con la que suministraron la liquidez consiguió
alejar el fantasma de una Gran Depresión y estabilizar las
condiciones financieras. Sin embargo, cuatro años
más tarde la proporción de gente trabajando no
mejora y el crecimiento del PIB en EEUU sigue anémico. Y
semejante fenómeno no sólo ocurre en Estados
Unidos, también sucede por ejemplo en Japón.
¿Qué pasaría si la crisis simplemente se
hubiese acabado y en realidad nos estuviésemos enfrentando
a un nuevo escenario en el que el escaso crecimiento es lo
normal, una especie de estancamiento secular?, planteó
Summers.

El exsecretario del Tesoro con Bill Clinton, a veces
criticado por su papel en la liberalización de los
servicios financieros, relató cómo una crisis de
origen financiero no es igual que las demás: si por
ejemplo ocurre un desastre y se recorta de un día para
otro el 80 por ciento de la producción eléctrica,
entonces la economía se colapsaría igual que con
una crisis bancaria y el Producto Interior Bruto se
desmoronaría. Sin embargo, a los pocos meses se
empezaría a crecer de nuevo. En cambio, la
normalización de una crisis financiera no funciona
así. Después de una restricción crediticia o
credit crunch, se tarda mucho más en reactivar los canales
financieros.

Y para explicar el por qué Summers se remonta a
la década anterior a la crisis y se pregunta:
¿cómo pudo ser que en los años previos a la
debacle hubiese tanta imprudencia financiera, tanto dinero
fácil, y aun así todos esos excesos no se
tradujesen en un aumento espectacular de la demanda, mayor
empleo, un sobrecalentamiento de la economía y, al final,
una oleada de inflación rampante? Es decir, incluso con
una gran burbuja y todos esos estímulos artificiales, la
demanda no se disparó demasiado. Supongamos, dice Summers,
que los tipos de interés reales descontando la
inflación ya fuesen antes negativos, y que ni siquiera
así se logró el pleno empleo. ¿Acaso no
será entonces que ya antes de la crisis no se podía
crecer pero la actividad se mantuvo a fuerza de
burbujas?

Según Summers, cuando los tipos de interés
están en positivo se pueden bajar y fomentar la demanda.
Incluso con unos tipos a cero, se puede soportar la demanda
inyectando dinero e inflando así algunos precios de
activos. Pero una vez los tipos de interés descontada la
inflación caen por debajo de cero, aunque se pueden
mantener los tipos muy bajos para siempre, resulta mucho
más difícil tomar medidas extraordinarias que
fomenten la demanda durante mucho tiempo o incluso para siempre.
Sin embargo, lamentablemente, "el problema de fondo puede estar
ahí para siempre", afirmó Summers.

Y de ser correcta esta visión, prosiguió
Summers, dado que cuatro años más tarde no hay
evidencia de que se haya restaurado el crecimiento, habría
que preocuparse en el caso de que la política monetaria
reduzca su actividad, se haga menos expansiva y brinde menos
estímulos y, en consecuencia, conceda menos
crédito. "Podríamos necesitar que en los
próximos años se piense sobre cómo se
gestiona una economía donde el tipo de interés
nominal cero es un inhibidor crónico y sistémico de
la actividad económica, manteniendo nuestra
economía por debajo de su potencial", remató
Summers.

¿Y qué significa lo dicho
por Summers? Esta intervención se entiende como un aval
para las políticas de estímulos justo ahora que la
Reserva Federal estudia si debe rebajar sus inyecciones
monetarias y que el BCE baraja si tomar o no nuevas medidas para
alejar la amenaza de unas inflaciones muy bajas y, por
consiguiente, unos crecimientos muy bajos. Si la teoría de
Summers se cumple, se trata de escoger entre el riesgo de sufrir
la inflación y nuevas burbujas o el de padecer muchos
años con altas tasas de desempleo.

¿Y cómo hemos llegado
hasta aquí?

Occidente pudo crecer hasta mediados de
los 80 gracias a los "baby boomers" y la incorporación de
la mujer al trabajo. A partir de ahí, salvo por algunos
momentos en los que se aprovechó la globalización y
las nuevas tecnologías, el motor del crecimiento ha sido
la deuda y, por ende, las burbujas: la puntocom, la inmobiliaria
y la del crédito.

Y el proceso comenzó a agudizarse
desde la crisis del 98 en los emergentes. Estos países
consideran que tuvieron que sufrir la terapia del FMI porque no
tenían reservas con las que responder, y desde entonces
empezaron a acumular divisas, sobre todo dólares. Y ello
supuso que el precio del dólar se revalorizó y
fulminó buena parte de la competitividad estadounidense,
lo que a su vez se tradujo en que EEUU alcanzó un
déficit comercial del orden del 10 por ciento del PIB. Y
para financiar ese déficit todos los años tuvo que
entrar en la economía un 10 por ciento del PIB prestado
desde fuera. Unos fondos que no se destinaron a inversiones
productivas, sino a los mercados financieros e inmobiliarios,
creando burbujas.

China, Alemania y Japón, los países
más volcados con las exportaciones, se convirtieron en los
principales suministradores mundiales de crédito, en
concreto y sobre todo de Estados Unidos, Reino Unido y la
periferia europea. Y ese mar de liquidez provocó que los
tipos de interés se mantuviesen artificialmente bajos. La
oferta de dinero fue mucha y por ello se abarata. Una vez se
resta la inflación, los tipos de interés en la
práctica eran negativos y había que ser tontos para
no endeudarse. Se podía tomar prestado cuanto se quisiera,
ya que se podría devolver porque la actividad brindaba
réditos mayores.

Hasta que ocurre el desastre. En una crisis
típica, en cuanto se bajan los tipos se reanima la
inversión y el empleo. Pero esta vez hay un exceso de
capacidad y unos tipos de interés en el entorno de cero
que sencillamente no facilitan el crecimiento por varias razones:
por un lado, con los tipos tan bajos no se incentiva a la banca a
dar crédito, y en vez de concederlo al sector privado
prefiere darlo al público que se califica de más
seguro, o simplemente dedicarlo a la especulación
financiera.

Por otro, se anima la toma de riesgos y la
inversión concentrada en mercados con expectativas de
grandes crecimientos, esto es, en burbujas, distorsionando y
finalmente destruyendo el crecimiento. En definitiva, mediante el
uso de la deuda se adelanta tanta demanda traída del
futuro que llega un momento en el que con un crecimiento
extenuado las empresas y familias ya no pueden seguir
endeudándose más, consumiendo más y a la vez
amortizando sus plazos.

De modo que los problemas se acumulan.
La población occidental envejece y mengua el crecimiento.
Las reformas que mejoran la productividad son lentas y tienen un
coste político alto. Al tiempo que la austeridad restringe
la demanda, todos los países se lanzan a la vez a ganar
cuota de mercado exportadora. Y la globalización y la
tecnología están causando una redistribución
de la riqueza en detrimento de la clase media de los
países occidentales y a favor de las naciones más
pobres, las multinacionales y las grandes fortunas. Por si fuera
poco, las inyecciones monetarias de los bancos centrales
también acaban reportando pingües beneficios sobre
todo a los más ricos.

Así las cosas, ¿y si ni
siquiera una burbuja es capaz de contrarrestar los cambios
estructurales que están ocurriendo?, ¿y si se han
terminado los ciclos económicos y sólo podemos
crear empleo a fuerza de burbujas financieras o estímulos
masivos que siempre suelen acabar muy mal?, ¿cómo
vamos a poder reanimar la inversión productiva si ahogados
por la deuda no tenemos unas perspectivas de consumo que
garanticen los retornos?

– La desigualdad de los estúpidos (El
Confidencial – 2/12/13)

(Por Kike Vázquez)

Imagínese que un día andando por la calle
alguien, sin conocerle demasiado, le llama estúpido,
¿cómo se sentiría? Ahora imaginémonos
una segunda situación en donde dicho sujeto sigue sin
saber demasiado sobre usted, pero sí conoce su salario y
su patrimonio.  ¿Cree justificado que pueda llamarle
estúpido en base a dichos datos? En otras palabras,
¿cree que nuestra inteligencia determina cuánto
tenemos? No sé qué pensarán, pero hay una
persona que esta semana se ha posicionado muy claramente al
respecto: Boris Johnson, alcalde de Londres.

¿Qué ha dicho exactamente el Sr. Johnson?
Aquí pueden ver los párrafos de la polémica,
si bien en resumidas cuentas afirma que la desigualdad es un
fenómeno positivo y que al existir individuos con un
cociente intelectual muy alto y otros con uno muy bajo, pues es
normal que unos tengan éxito y otros no. Algo que en una
extrapolación malvada, pero no muy alejada de la realidad,
podríamos definir cómo; los inteligentes
triunfan, mientras otros son demasiado estúpidos para
conseguirlo
. ¿Realmente creen que eso justifica que
el 39% de la riqueza mundial esté en manos del 1%
más rico?

Ahora el Sr. Johnson seguramente contestaría eso
de "no atribuyas a la maldad, lo que puede ser explicado por
la estupidez
", aunque personalmente me inclino más a
pensar que las diferencias entre los seres humanos no son tan
altas como indica su patrimonio, más bien estamos ante
diferencias "artificiales" de un sistema que no funciona todo lo
correctamente que debiese. Y ojo, cierta desigualdad es
positiva y natural
, que todo el mundo cobre lo mismo y tenga
lo mismo por decreto no tiene más perspectivas de
prosperidad que la URSS, pero tan perjudicial es la igualdad
total como la desigualdad extrema
.

Actualmente vivimos en un mundo en donde nos piden que
escojamos entre más pobreza o más desigualdad, en
donde una tienda de Walmart en Ohio pide a los clientes que donen
comida ¡para sus propios empleados!, en donde McDonald"s
sugiere a sus empleados buscar un segundo trabajo para sobrevivir
o bien cortar la comida en más trocitos para sentirse
llenos antes (¡!). Antes era pobre quien no trabajaba, pero
hoy en día incluso con un trabajo se puede ser igual de
pobre, ¿qué está pasando
aquí?

Quizá tenga razón el Papa Francisco
cuando critica al actual sistema económico por ser
"injusto en su raíz", por fomentar la "exclusión y
la desigualdad", y por considerar al ser humano "un bien de
consumo, que se puede usar y luego tirar". O quizá la
tenga Raghuram G. Rajan, banquero central de la India y
execonomista jefe del FMI, cuando afirma que la actual
vorágine crediticia no es sino una respuesta fácil
ante la desigualdad en lugar de apostar por una mayor
educación.

De hecho cada vez hay más indicios de que esta
crisis no empezó en el 2007.
El último en
plantearlo ha sido Larry Summers, en un discurso 100%
recomendable, según el cual la capacidad de la
economía para generar demanda está tan mermada que
obtenemos burbujas financieras antes de obtener pleno empleo
.
Y es que, si los bancos centrales se han vuelto tan locos en los
últimos años, si ha existido tal desmadre
financiero, ¿cómo es que la economía
estadounidense no mostró una inflación elevada o un
desempleo demasiado bajo? La economía real no responde ni
con esteroides, lo que en su opinión podría
llevarnos a un estancamiento secular.

¿Y por qué no responde? No hay respuesta,
si bien existe una línea de debate que lo achaca a la
desigualdad. Es sabido que las rentas altas tienen una
propensión al ahorro muy superior a las rentas bajas,
quienes consumen la práctica totalidad de lo que reciben.
Esto es, el exceso de concentración de riqueza en la
parte alta provoca que esas rentas que pasan de la parte baja a
la parte alta se dediquen a la inversión en lugar de al
consumo
, debilitando la demanda. Da dinero a un pobre y lo
gastará, dáselo a un rico y lo
invertirá.

El problema de la desigualdad no es baladí e
incluso, como dice el WSJ, comienza a preocupar por primera vez
en Wall Street. Y no, no porque tengan miedo a que esto suponga
una subida impositiva, sino porque puede suponer un techo al
crecimiento
. Un ejemplo es Bill Gross, según el cual
la desigualdad de la economía estadounidense la convierte
en menos productiva, o Jim Chanos, quien ha manifestado que la
gente tiene menos incentivos a participar en la economía
si ésta cree que el juego "no es justo".

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Aplicamos
el "¡exprópiese, exprópiese!"? Pues en
algún caso deberíamos aunque, lejos de quitarle a
quien se lo ha ganado como en algún país bananero,
habría que quitárselo a aquellos que fruto de la
corrupción o los tratos de favor se han llenado los
bolsillos. Ojalá todo fuese tan sencillo, el problema es
que el fenómeno de la desigualdad es algo creciente en
occidente
y, aunque en unos países más que en
otros, solo en parte achacable a la corrupción. Si quieren
entender una explicación más plausible observen la
siguiente gráfica:

Monografias.com

Dromedary World

Según un estudio llevado a cabo
por un profesor de la universidad sueca Karolinska Institutet
el mundo sería hoy mucho más igualitario de lo
que creemos
, puesto que sentimos más diferencias
dentro de un mismo país, pero como agregado hoy el mundo
está más repartido de lo nunca estuvo en mucho
tiempo. ¿Por qué? Pues voy a aventurarme y a decir,
¡por la globalización!

Al contrario que el alcalde de Londres, no creo que la
estupidez determine nuestra riqueza, en realidad creo que el
factor más determinante es dónde nacemos
. Si
nacemos en una familia rica tenemos muchas más
probabilidades de serlo que naciendo en una pobre, si nacemos en
un barrio rico tenemos muchas más probabilidades de tener
amistades con patrimonio que en uno pobre… y si nacemos en
un país rico tenemos muchas más probabilidades de
vivir bien que naciendo, por ejemplo, en
África.

¿Queremos que exista movilidad
social y alguien proveniente de una familia humilde pueda llegar
a lo más alto o no? ¿Y qué los ciudadanos
chinos puedan aspirar a nuestro trabajo y nuestra renta?
¿Es lo justo o no? ¿Igualdad de oportunidades?
Si es cierto que el mundo converge lo que estamos empezando a
ver no es otra cosa que la formación de una élite
global, una clase media global, y una clase baja global.

Súper-ricos, súper-pobres y trabajadores
españoles o de la China Popular.

Parte de la industria de occidente se ha
ido a otros parajes, perdiendo salarios que en general eran altos
y reconvirtiéndose al sector servicios, en algunos casos
con alto valor añadido pero en general mal remunerados.
Antes los principales empleadores eran los industriales, hoy
la hostelería o los McDonald"s de turno
. Antes una
familia vivía con un sueldo y ahora con estos sueldos
sigue siendo pobre. Antes los trabajadores competían con
otros a en un radio de kilómetros, ahora la competencia es
total. Antes éramos locales, hoy globales.

Además el capital ha substituido
a gran parte de la mano de obra por la mecanización y los
robots, pasando de la productividad del trabajo como forma de
prosperar, que decía Taylor, a la productividad del
capital
como norma y la del trabajo como mal necesario.
Muchos trabajos no sustituibles siguen estando bien remunerados,
pero son pocos y cada vez menos, y si bien pareciese simplemente
una cuestión de ser productivo, lo cierto es que en
países como EEUU las mejoras en la productividad no se
trasladan a los salarios. Por lo que va más
allá.

¿Cuánto estamos dispuestos a pagar por una
hamburguesa? ¿Y por una camiseta básica? Nuestras
acciones nos delatan. Si bien el golpe está siendo
asimétrico, puesto que mientras unos son golpeados por una
competitividad sin precedentes, otros pagan menos impuestos
que nunca
. Y no, no me refiero a las rentas del trabajo,
puesto que las rentas altas del trabajo sostienen gran parte del
sistema tributario. Me refiero a todos esos mecanismos que hacen
que el trabajador no solo tenga encima la losa de la
competitividad, sino también la fiscal. No puede ser
que la fiscalidad moderna se construya por, ¿a
quién puedo cobrar sin que se escape?

La desigualdad no solo puede suponer un
techo al crecimiento, es que por muy local que sea en
contraposición a lo que ocurre globalmente, provoca
polarización, malestar y dificultades. Y una vez aparecen
todos estos síntomas ya no hay vuelta atrás, porque
es imposible cambiar en el corto plazo. Necesitamos una
educación de calidad global, unas condiciones
mínimas
de vida, sanidad, y un sistema
tributario justo
. Si los políticos miran para otro
lado tendremos la desigualdad de los estúpidos, pero no de
aquellos con bajo cociente intelectual, sino de quienes pudieron
hacer algo cuando estaban a tiempo y no lo hicieron.

Por qué la
desigualdad es importante (El País –
22/12/13)

(Por Paul Krugman)

El aumento de la desigualdad no es un problema nuevo.
Wall Street, la película de Oliver Stone que retrata a una
plutocracia en ascenso empeñada en que la codicia es
buena, se estrenó en 1987. Pero los políticos,
intimidados por los gritos de "lucha de clases", han evitado dar
más importancia a la brecha cada vez mayor entre los ricos
y el resto.

Sin embargo, podría ser que las cosas estuviesen
cambiando. Podemos hablar de la trascendencia de la victoria de
Bill de Blasio en la carrera por la alcaldía de Nueva York
o del respaldo de Elizabeth Warren a la ampliación de la
Seguridad Social. También habrá que ver si la
declaración de Barack Obama de que la desigualdad es "el
desafío que caracteriza a nuestra era" se traduce en
cambios en la política. En todo caso, el debate se ha
animado lo bastante como para provocar una airada reacción
de los expertos que afirman que la desigualdad no es para
tanto.

Se equivocan.

El mejor argumento para restar importancia a la
desigualdad es el estado de depresión de la
economía. ¿Acaso no es más importante
recuperar el crecimiento económico que preocuparse de
cómo se distribuyen sus beneficios?

Pues no. Para empezar, aunque solo se
tenga en cuenta el impacto directo de la desigualdad creciente en
los estadounidenses de clase media, no cabe duda de que el
problema es grande. Además, es probable que la desigualdad
haya desempeñado un papel importante a la hora de crear el
caos económico en que nos encontramos, y crucial en
nuestro fracaso para salir de él.

Empecemos por las cifras. Por término medio, los
estadounidenses siguen siendo mucho más pobres ahora que
antes de la crisis. Para el 90% de las familias que están
en lo más bajo, este empobrecimiento refleja que el pastel
económico se está reduciendo y, al mismo tiempo,
que la participación en él es cada vez menor.
¿Qué es más importante? Sorprendentemente,
la respuesta es que las dos cosas son más o menos
comparables. Es decir, la desigualdad está aumentando con
tal rapidez que a lo largo de los últimos seis años
ha lastrado tanto los ingresos del estadounidense medio como
pobres han sido los resultados de la economía, si bien el
periodo incluye la peor depresión económica
después de la década de 1930.

Desde una perspectiva más a largo
plazo, el aumento de la desigualdad pasa a ser de lejos el factor
individual más decisivo para explicar la caída de
los ingresos de la clase media.

Aparte de eso, cuando se intenta entender la Gran
Recesión y la no tan grande recuperación que
siguió, el impacto económico y sobre todo
político de la desigualdad proyecta una larga
sombra.

Ahora hay un amplio acuerdo en que el
endeudamiento creciente de las familias contribuyó a
preparar el terreno para nuestra crisis económica. La
explosión de la deuda coincidió con el aumento de
la desigualdad, y es probable que ambas cosas estén
relacionadas (aunque no es irrebatible). Después de que
estallase la crisis, el trasvase continuo de los ingresos de la
clase media a una pequeña élite lastró la
demanda de los consumidores, de manera que la desigualdad tiene
que ver tanto con la crisis económica como con la
debilidad de la recuperación posterior.

Ahora bien, en mi opinión, el papel
verdaderamente fundamental de la desigualdad en la
catástrofe económica ha sido de carácter
político.

En los años que precedieron a la
crisis, en Washington existía un notable consenso de ambos
partidos a favor de la liberalización financiera, un
consenso que no justificaban ni la teoría ni la historia.
Al irrumpir la crisis, corrieron a rescatar a los bancos. Pero en
cuanto la cosa estuvo hecha, apareció un nuevo consenso
que suponía dar la espalda a la creación de empleo
y concentrarse en la supuesta amenaza del déficit
presupuestario.

¿Qué tienen en
común los consensos anterior y posterior a la crisis? Los
dos han sido económicamente destructivos: la
liberalización contribuyó a hacer posible la
crisis, y el giro prematuro hacia la austeridad fiscal ha
conseguido sobre todo entorpecer la recuperación. No
obstante, los dos corresponden a los intereses y prejuicios de
una élite económica cuya influencia política
se ha disparado al mismo tiempo que su riqueza.

Esto es especialmente evidente cuando se intenta
comprender por qué en medio de una sempiterna crisis de
empleo, Washington se obsesionó por algún motivo
con la supuesta necesidad de aplicar recortes a la Seguridad
Social y al Medicare. Esta obsesión nunca ha tenido
sentido económico: en una economía deprimida con
los tipos de interés más bajos de la historia, el
Gobierno debería estar gastando más, y no menos, y
una época de desempleo masivo no es momento para andar
fijándose en hipotéticos problemas fiscales a
décadas vista. Ni tampoco los ataques contra estos
programas reflejan lo que quieren los ciudadanos.

Los sondeos entre los muy ricos, en cambio, muestran
que, a diferencia de la mayoría, consideran los
déficits presupuestarios un asunto crucial y que
están a favor de los grandes recortes en los programas
sociales. Y no hay duda de que las prioridades de esas
élites han tomado el control del discurso político
en nuestro país.

Lo cual me lleva a una última
consideración. Creo que tras la reacción en contra
del argumento de la desigualdad se oculta el deseo de algunos
expertos de despolitizar el discurso económico y hacerlo
tecnocrático y no partidista. Pero eso es una quimera.
Hasta en las cuestiones que pueden parecer puramente
técnicas, la clase social y la desigualdad terminan por
modelar -y distorsionar- el debate.

Así que el presidente tenía razón.
La desigualdad es, sin lugar a dudas, el desafío que
caracteriza a nuestra era. ¿Vamos a hacer algo para
enfrentarnos a él?

(Paul Krugman es profesor de Economía de
Princeton y premio Nobel de 2008. © 2013 New York Times
Service)

– El extraño caso de la desigualdad del ingreso
en Estados Unidos (Project Syndicate –
31/12/13)

(Por J. Bradford DeLong)

Berkeley.- A menos que en 2014 ocurra algo muy
inesperado, el nivel de PIB real per cápita de Estados
Unidos alcanzará y superará el de 2007. No son
buenas noticias.

¿Por qué? Consideremos que durante los dos
ciclos económicos anteriores a la caída de 2007, el
PIB real per cápita de la economía estadounidense
creció a un ritmo anual promedio del 2%. De hecho,
así fue a lo largo de más o menos un siglo.
Así, hoy el producto estadounidense está siete
años (o un 14%) por debajo del nivel que se podía
esperar razonablemente en 2007. Y no hay nada a la vista que
pueda hacerle volver, o siquiera acercarse, al crecimiento
anterior a la crisis financiera de 2008. El único consuelo
(bastante deprimente, por cierto) es que a Europa y Japón
les está yendo mucho peor en comparación con ese
año.

Por tanto, la insuficiencia del rendimiento per
cápita anual de la economía estadounidense en 2014
equivaldrá a $ 9000 por persona al año que no se
habrán destinado a productos de consumo, vacaciones ni
inversiones, entre otros. Para fines de 2014 el coste de
oportunidad perdida acumulado per cápita debido a la
crisis y sus secuelas habrá ascendido a cerca de $
60.000.

Si lo proyectamos al futuro (sin nada en
el horizonte que pueda hacer regresar a los Estados Unidos al
ritmo de crecimiento anterior a 2008) con la tasa de descuento
anual del 6% que aplicamos a las ganancias de capital, los costes
futuros son de $ 150.000 per cápita. Si usamos la tasa de
descuento real anual del 1,6% con que el Tesoro de EEUU puede
tomar préstamos a través de los bonos de
tesorería protegidos a 30 años contra la
inflación, los costes per cápita futuros llegan a
los $ 550.000. Y si se combinan los costes del empleo y el
capital inactivos durante la recesión y el daño al
ritmo de crecimiento futuro de la economía estadounidense,
las pérdidas oscilan entre 3,5 y 10 años de
producto total.

Se trata de una proporción mayor de las
capacidades productivas de Estados Unidos que las que se
perdieron a causa de la Gran Depresión, y eso que nuestra
economía es 16 veces más grande que en 1928 (5,5
veces mayor en términos per cápita). Así que
a menos que algo (y tendría que ser de mucho peso) nos
haga regresar a la trayectoria de crecimiento previa a 2008, los
historiadores económicos del futuro no verán la
Gran Depresión como el ciclo económico más
desastroso de la era industrial, sino el que estamos
viviendo.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15
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