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La era de la desigualdad (¿Consecuencia directa del imperialismo monetario?) Parte II (página 11)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15

Uno podría pensar que un desastre
macroeconómico de tal envergadura, que arrebata a una
familia estadounidense promedio de cuatro miembros $ 36.000 al
año en bienes y servicios útiles y que amenaza con
hacer que los estadounidenses sean más pobres de lo que
podrían, y a lo largo de varias décadas,
sería un toque de alerta para las autoridades. Se
podría suponer que los líderes de Estados Unidos se
apresurarían a formular políticas que apunten a que
la economía retome su rumbo previo a 2008: recuperar los
niveles de empleo, despejar las hipotecas sin valor comercial
actual, restaurar la capacidad de toma de riesgos de los mercados
financieros y estimular la inversión.

No es el caso. Parte del motivo es que
en la cima no hay crisis. Según las mejores estimaciones,
la proporción del ingreso general del 10% más rico
de EEUU superó el 50% en 2012 por primera vez en la
historia, mientras que 22% del ingreso que correspondió al
1% más rico se superó solamente en 2007, 2006 y
1928. Los ingresos del 10% más rico son dos tercios
más altos que hace 20 años, mientras que los del 1%
más rico se han más que duplicado.

De este modo, quienes forman parte de los estratos
superiores sienten que les está yendo bien en las actuales
circunstancias de la economía estadounidense, y de hecho
así es. Solo quienes dedican más tiempo que lo
recomendable a hablar con macroeconomistas competentes saben que
nos podría ir incluso mejor si se requilibrara la
economía con pleno empleo. De manera que se entiende la
falta de apuro entre los 10% y 1% más ricos de Estados
Unidos y, por consiguiente, la ausencia de presiones
políticas para hacer que la economía recupere el
rumbo anterior a 2008.

Pero para todo el resto, es decir cerca
de un 90% de los estadounidenses, no se ha elevado el ingreso en
comparación con el de hace 10 o 20 años, para
compensar lo que ahora parece una década que se ha perdido
del todo. Al contrario, han seguido perdiendo terreno.

Cuando la desigualdad del ingreso comenzó a
ampliarse en los años 80 y 90, quienes nos devanamos los
sesos estudiando la historia del Atlántico Norte esperamos
ser testigos de una reacción política.
Creíamos que la interacción democrática
crearía contrapesos al poder en ascenso de una clase
económica privilegiada y, en gran medida, parasitaria. En
especial si su influencia hacía que los gobiernos
incumplieran sus compromisos de crear pleno empleo y generar una
prosperidad cada vez mejor distribuida.

Después de todo, en la Inglaterra de principios
del siglo diecinueve la creciente desigualdad causada por la
Revolución Industrial dio origen a movimientos que
promovieron la regulación estatal en favor de los
intereses de las clases media y trabajadora, y que los ingresos
reales se reequilibraran para evitar su concentración en
los terratenientes ricos. De manera similar, la Gran
Depresión generó enormes presiones políticas
para que se produjeran reformas y cambios (a menudo destructivos
y peligrosos, pero cambios al fin y al cabo).

¿Por qué Estados Unidos no puede generar
movimientos similares hoy? Ahora que hemos llegado al punto en
que esta es una interrogante válida, la mayoría de
los estadounidenses deberíamos estar tan preocupados por
la calidad de nuestra democracia como por la desigualdad de
nuestros ingresos.

(J. Bradford DeLong is Professor of Economics at the
University of California at Berkeley and a research associate at
the National Bureau of Economic Research. He was Deputy Assistant
US Treasury Secretary during the Clinton Administration, where he
was heavily involved in budget and trade…)

Las sorpresas que
encontré durante 25 años de cubrir la
economía de EE.UU. (The Wall Street Journal –
2/1/14)

(Por David Wessel)

Llegué a la oficina de Washington de The Wall
Street Journal poco después del colapso bursátil de
1987. Excepto por un breve periodo como jefe de la
corresponsalía de Berlín, he seguido a la
economía desde ese balcón desde
entonces.

Ahora, al dar una mirada a ese cuarto de siglo, cuatro
sorpresas se destacan.

La clase media estadounidense no ha
mejorado su situación.

En un libro de 1998, mi colega Bob Davis y yo
argumentamos que Estados Unidos estaba al borde de una era de
prosperidad compartida que impulsaría a la clase media.
Estábamos equivocados. Vimos correctamente el potencial de
la tecnología de la información, pero
esperábamos que la brecha entre ganadores y perdedores se
redujera. No fue así.

La producción de bienes y servicios por persona
se ha incrementado en cerca de 45% desde 1987. Eso es sustancial,
pero el incremento porcentual es tan sólo la mitad del
incremento de 90% en los 26 años anteriores
(1961-1987)

Para aquellos en la mitad, el cuarto de
siglo anterior no se ve muy bien. Los ingresos en efectivo de una
familia media, una que está en la mitad
estadística, apenas se mantuvieron a la par con la
inflación. Sume a eso el seguro de salud y otros
beneficios que no se entregan en efectivo y verá que ha
subido mucho más. Sin embargo, he aquí un hecho
llamativo: Al ajustar por inflación, un trabajador
típico a tiempo completo ganó menos en 2012 (US$
49.398) que su equivalente de 1987 (US$ 50.166). Debido a que
más mujeres fueron educadas y obtuvieron empleos con
mejores salarios, su situación fue mejor: sus ingresos
medios subieron 16%.

¿A dónde se fue todo
ese dinero? Desproporcionadamente a los que están en mejor
situación, los mejor educados, a las parejas de dos
profesionales, los ganadores en Wall Street y Silicon Valley. La
tecnología y la globalización favorecen a los mejor
educados. El auge de las finanzas pagó muy bien a unos
pocos. Los ingresos de aquellos en la cúpula de casi
cualquier campo subieron más rápido que aquellos en
el medio.

Diferentes medidas muestran variaciones en la gama, pero
la tendencia es clara: los datos más recientes del censo
estadounidense muestran que la participación de los
ingresos antes de impuestos que van al 5% de las familias
más acaudaladas subió de 15,7% en 1962 a 17,2% en
1987 a 21,3% en 2012.
Las tasas impositivas más altas
sobre los ricos y los beneficios dirigidos a los más
pobres limitan esta tendencia, pero esa redistribución de
la riqueza no ha compensado las fuerzas de mercado que aumentan
la inequidad.

A China le ha ido mejor de lo
esperado.

Lawrence Summers, el ex secretario del
Tesoro de EEUU, lo pone de esta manera: cuando EEUU estaba
creciendo a su tasa más rápida, doblaba sus
estándares de vida cada 30 años. China ha doblado
sus estándares casi cada década por los
últimos 30 años y lo ha hecho sin seguir el esquema
de Washington para el desarrollo.

En 1987, la gran amenaza económica
asiática era Japón. China ha demostrado un
crecimiento impresionante, pero pocos en aquel entonces previeron
lo mucho que este período de crecimiento duraría.
"El crecimiento súper rápido de China ya ha durado
tres veces más que un episodio tradicional (en la historia
mundial) y es el más largo que se haya registrado", dijo
Summers recientemente.

Él duda que China pueda mantener este ritmo y
probablemente tiene razón. Pero eso no le resta a su
impresionante éxito. El Banco Mundial estima que desde que
iniciaron las reformas de mercado en 1978, China ha sacado a
más de 500 millones de personas de la pobreza.

El 11 de septiembre no tuvo un
impacto negativo duradero en la economía

Cuando los aviones chocaron contra el World Trade Center
y el Pentágono el 11 de Septiembre de 2001, todos supimos
que EEUU nunca volvería a ser igual, y no lo es. Los
ataques llevaron a guerras en Afganistán e Irak, a una
vigilancia y rastreo por parte del gobierno que habría
sido tolerada anteriormente y a todas esas requisas en los
aeropuertos.

En aquel momento, parecía que esta seguridad
extra sería un palo en la rueda de la economía. Ha
sido un costoso fastidio y es difícil determinar si
valió la pena ya que nadie sabe cuántos terroristas
han sido disuadidos por los controles en aeropuertos y
edificios.

Pero si vemos a la economía como un todo, es
difícil ver al 11 de septiembre como una carga para la
productividad. La producción por hora de trabajo ha subido
en 2,1% en los 12 años desde los ataques. Aumentó
en 2,2% en los 12 años anteriores. Otros factores
resultaron ser mucho más importantes que la
reducción en productividad resultante del aumento en la
seguridad.

EEUU es muy vulnerable a las
sacudidas financieras.

Una de las pocas cosas en las que la mayoría de
economistas y los encargados de trazar políticas estaban
de acuerdo en 1987 era que EEUU nunca sería amenazado por
algo parecido a la Gran Depresión. Éramos demasiado
inteligentes como para que pasara de nuevo. El desplome del
mercado bursátil de 1987 reforzó eso ya que el
impacto económico duradero fue mínimo. Así
sucedió con la crisis financiera asiática de 1997 y
el estallido de la burbuja tecnológica en 2000.

La Reserva Federal se convenció, y
convenció a muchos otros, de que limpiar el desorden
después de una crisis financiera era mejor que tratar de
prevenirla.

Eso estaba equivocado. La crisis
financiera de 2007-2009 destruyó la ilusión de que
EEUU tenía un sistema financiero bien regulado o bien
administrado o que podría absorber un golpe así.
Resultó que todo el sistema financiero era una casa de
naipes que descansaba sobre la creencia de que los precios de las
casas en todo el país nunca caerían.

Una segunda Gran Depresión fue
evitada gracias a una agresiva política de gobierno, pero
la economía sufrió su peor recesión desde
entonces. En 7% actualmente, el desempleo se mantiene en niveles
que antes sólo se veían en recesiones y hasta que
el sistema sea puesto a prueba de nuevo, nadie puede estar seguro
que los cambios en la regulación y las prácticas de
negocios hayan sido suficientes para evitar que se
repita.

Esta es mi última columna de capital. Aunque
continuaré contribuyendo a The Wall Street Journal,
asumiré el cargo de director del Centro Hutchins de
Política Monetaria y Fiscal de Brookings
Institution.

– El miedo a "L" (Project Syndicate –
5/1/14)

(Por Kaushik Basu)

Washington DC.- En los últimos años, los
economistas han estado repasando el alfabeto para describir la
forma de la tan esperada recuperación… empezando por una
optimista V, continuando con una más pesimista U y
acabando con una desesperante W, pero ahora una ansiedad
más profunda está empezando a acechar a la
profesión: el miedo a lo que yo llamo una
recuperación "en forma de L".

Visto a la luz de los deprimentes cinco últimos
años, 2013 no ha sido malo para las economías
avanzadas. La zona del euro salió, técnicamente, de
la recesión, la tasa de desempleo en los Estados Unidos
fue inferior a la de años anteriores y el Japón
empezó a moverse después de un largo letargo y el
negativo golpe del terremoto y del maremoto en 2011.

Pero, si miramos debajo de la superficie, resulta
evidente que seguimos asomándonos al borde del precipicio.
En el tercer trimestre de este año, el PIB se contrajo,
con carácter interanual, no sólo en casos muy
conocidos como los de Grecia y Portugal, sino también en
Italia, España, los Países Bajos y la
República Checa, y en algunos países, como Francia
y Suecia, el PIB creció con tasas menores que la de
aumento de la población, lo que quiere decir que los
ingresos por habitante disminuyeron.

Además, las condiciones del mercado laboral se
deterioraron hacia el final del año. El número de
desempleados en Alemania aumentó durante cuatro meses
consecutivos hasta noviembre. Entre los países
industrializados, los Estados Unidos son los únicos que
tienen una buena ejecutoria, pero incluso en este país,
aunque la tasa de desempleo ha bajado durante el año y
ahora asciende al siete por ciento, el desempleo de larga
duración representa un 36 por ciento, inhabitualmente
alto, del desempleo total, lo que amenaza con erosionar la base
de aptitudes y hacer que la recuperación resulte tanto
más difícil.

Entretanto, la reactivación del Japón se
ha debido a una muy necesaria inyección de liquidez, pero
la mejora del Japón no durará demasiado, a no ser
que el gobierno del Primer Ministro, Shinzo Abe, llegue hasta el
final con su promesa de reformas estructurales más
profundas.

Así las cosas, algunos comentaristas han hablado
recientemente de la posibilidad de una desaceleración
prolongada en los países industrializados. No es una
opinión que se acoja con agrado, pues otros critican a
quienes la profesan de alimentar el pesimismo, pero no se puede
rechazarla sin más ni más.

El miedo a una recuperación en forma de L es
legítimo. La tecnología moderna ha permitido a los
trabajadores de las economías en ascenso participar en un
mercado laboral mundial; a falta de una importante
innovación en materia de políticas, es probable que
ese fenómeno represente un prolongado lastre para los
países ricos y hay pocas señales de
innovación.

En cambio, hay una crisis en la
profesión de los economistas, que refleja la crisis de los
países avanzados. Gracias al cambio tecnológico y a
la incesante mundialización, en los 50 últimos
años el carácter de enteras economías ha
cambiado espectacularmente sin que ese fenómeno haya ido
acompañado de cambios en el pensamiento de las
autoridades.

¿Por qué esa estasis? Una posibilidad es
la de que los mismos factores que están volviendo a los
empresarios excesivamente cautelosos sobre nuevas iniciativas
están inclinando a las autoridades a la prudencia. Un
interesante trabajo de las economistas del Banco Mundial Leora
Klapper e Inessa Love muestra que una consecuencia importante de
la crisis financiera ha sido la renuencia de los empresarios a
crear nuevas empresas. Sus autoras muestran que, después
de un aumento constante de 2004 a 2007, la creación de
empresas se redujo marcadamente. En el Reino Unido, por ejemplo,
el número de sociedades de responsabilidad limitada de
nueva creación bajó de 450.000 en 2007 a 372.000 en
2008 y 330.000 en 2009.

Lo interesante es que, si bien esa reducción es
más pronunciada en las economías avanzadas, que
dependen particularmente de los mercados financieros, se aprecia
en casi todos los 95 países que las autoras estudiaron. La
razón no es difícil de entender. Una
recesión es una época en la que tenemos tendencia a
adoptar una actitud prudente, atenernos a lo conocido y renunciar
a proyectos nuevos.

La misma actitud ha resultado patente entre los
economistas y las autoridades. En tiempos de profunda
incertidumbre la tendencia es a mantenerse en el ámbito de
lo conocido y evitar el pensamiento innovador. Resulta
particularmente desafortunado en la actualidad, cuando la
estructura de la economía mundial está cambiando
rápidamente.

Una señal reveladora de la
excesiva cautela que exhiben los economistas y las autoridades ha
sido su propensión a convertir la necesidad de
documentación en una aversión a la creatividad
analítica. Naturalmente, debemos utilizar la mejor
documentación disponible para la formulación de
políticas, pero hay sectores en los que no se dispone de
ella. En esos territorios inexplorados, debemos basarnos en una
combinación de intuición y teoría. Objetar
nuevas políticas con el argumento de que no se basan en
pruebas sólidas es quedarnos atrapados en el statu
quo.

Para comprender el error de esa crítica,
imaginemos que, a partir de una teoría y algunos
supuestos, recomendemos una nueva política X, aun cuando
no haya pruebas sólidas sobre si funciona o no. Y ahora
utilicemos Y para referirnos a la actitud de "no aplicar X". Si
no hay pruebas sobre si X funciona, resulta claro que tampoco las
hay sobre si Y funciona. Así, pues, si se considera la
falta de pruebas una buena razón para no aplicar X,
también lo es para no hacerlo en el caso de Y, pero se
trata de una contradicción, porque es imposible no aplicar
ni X ni Y.

La propensión a recurrir a ese
argumento incoherente refleja una proclividad en pro del statu
quo y una parcialidad contra la innovación en materia de
políticas, pero ahora necesitamos precisamente la clase de
pensamiento analítico que espoleó los grandes
avances de la economía como disciplina durante los dos
últimos siglos y medio… y que propició
importantes avances en materia de políticas durante la
Gran Depresión.

La falta de ese pensamiento creativo es
la que ha abocado la profesión de los economistas a un
atolladero y ha obligado a los economistas y las autoridades a
tener en cuenta el miedo a "L".

(Kaushik Basu is Senior Vice President and Chief
Economist of the World Bank and Professor of Economics at Cornell
University)

El mensaje que la
clase media envió a los que mandan: "Nos podéis
seguir robando" (El Confidencial – 7/1/14)

(Por Esteban Hernández)

Thomas Frank (Kansas, 1965) ha
escrito la crónica de un tiempo confuso, en el que la
clase media y los trabajadores se revolvieron contra quienes
mandan de verdad, enviándoles un mensaje inequívoco
y radical: "Podéis seguir robándonos, que
nosotros os defenderemos".
Un tiempo en el que el
desmoronamiento de las capas medias dejó paso al
individualismo de masas gracias al marketing del descontento. Un
tiempo, en resumen, donde el Tea Party se convirtió en
la fuerza política que representaba al hombre
común, apoyando a muerte a aquellos que estaban acabando
con él.
O eso es lo que Frank cuenta en Pobres
magnates
(Ed. Sexto Piso) un recorrido por la
política estadounidense de los últimos años,
en el que retrata en especial ese movimiento populista de
derechas que tan popular se ha hecho, y que tanta presencia e
importancia ha tenido en el suelo político estadounidense
en los últimos años. El periodista estadounidense,
que ha colaborado con Harper"s, Wall Street
Journal
, Washington Post o The Nation,
habló con El Confidencial sobre este y otros
extremos.

Usted aseguró que la catástrofe
financiera fue el resultado directo de la presión
ideológica más intensa que ha visto en su vida, con
la posible excepción del colapso de la Unión
Soviética.  ¿Es así? ¿Todo lo
que llaman gestión eficiente y decisiones técnicas
en el sector financiero no son más que pura
ideología?

Gran parte de sus decisiones lo son. Hace muchos
años escribí un libro sobre la teoría de la
gestión como un género ideológico. Pero lo
que quería subrayar con esta afirmación en
Pobres magnates no eran tanto las decisiones de
inversión o de gestión que hicieron que Wall Street
nos llevara a la crisis, cuanto las condiciones que la hicieron
posible. La desregulación de Wall Street en la
década de 1990 fue un acto de fe ideológica casi
puro. La negativa de Alan Greenspan a regular el mercado
hipotecario fue otra. El tercer acto claramente ideológico
fue cuando la Administración Bush anuló los
esfuerzos de los gobiernos de diferentes estados para regular los
préstamos abusivos. Por supuesto, había dinero
involucrado en todas estas decisiones, pero la ideología
fue muy importante.

Wall Street está ganando más dinero
tras la crisis que antes. ¿Cómo ha sido
posible?

Debido a que los principales
políticos estadounidenses de ambos partidos no han
aprendido la lección obvia de la crisis de 2008. No pueden
borrar su fascinación por la ideología dominante de
los últimos treinta años. E incluso cuando
entienden la situación (muchos de ellos son,
después de todo, gente inteligente) no son capaces de
enfrentarse al sector más rico y poderoso de
América.

La recuperación de Wall Street es
un asunto sencillo. Consiguieron ser rescatados. Da igual lo que
hagan, su bienestar está garantizado esencialmente por el
gobierno de los Estados Unidos.

¿El secreto del éxito del
conservadurismo es su rebeldía y su
atrevimiento?

Es un ingrediente importante, en dos sentidos. Por una
parte, utiliza la retórica militante, diciendo cosas que
suenan superficialmente como si fueran anti-Wall Street e incluso
anti-grandes empresas, mientras que los demócratas no se
atreven a decir nada de eso. En segundo lugar, sus militantes son
incansables emprendedores en sus propias vidas, e inician
movimientos, mientras que los demócratas ven cómo
sus movimientos sociales desaparecen.

¿Cuál es la importancia de los modelos
populistas hoy en el mundo? ¿Veremos cómo crecen?
La clase media está en declive y encuentra estos
movimientos muy atractivos.

Yo creo que es porque el populismo real
 -en el sentido de una democracia de masas real- es lo que
necesitamos, y todo el mundo se da cuenta. Es fácil hoy
convencer a la gente de que forme parte de movimientos contra la
"élite" exactamente por la razón que usted
menciona, porque las cosas se están poniendo muy mal para
los trabajadores. El problema es saber a quiénes se
refieren cuando hablan de la élite.

La retórica del Tea Party es la misma que
utilizaron los movimientos progresistas en los sesenta,
sólo que desde otro punto de vista ideológico.
¿Por qué se produce esta
imitación?

Creo que deben más a la década de 1930 que
a los 60, pero tienes razón, están constantemente
imitando los grandes movimientos progresistas del pasado. Una de
las razones, en mi opinión, se debe a que sus dirigentes
están obsesionados con los años 30 y los
años 60, momentos en que les fue muy mal. Anhelan utilizar
las ideas de aquellos años contra sus oponentes y
así finalmente obtener su venganza. Creo, además,
que muchos de quienes forman su base no saben que los
héroes de los años treinta fueron de izquierdas.
Malinterpretan constantemente las imágenes, los dichos y
las canciones de esa época, creyendo que fue algún
valeroso empresario el que salvó la
situación.

¿El Tea Party es el cortafuegos de Wall
Street? ¿Es el mecanismo que les protege?

Sí, pero no puedo decidir si
salvó a Wall Street por conquistar el Congreso en 2010 o
simplemente por existir. En el pasado, la gente siempre fue hacia
la izquierda después de una crisis financiera, y esta vez
no, y fue por la existencia del Tea Party. Sólo por eso,
puede decirse que salvaron, al menos en parte, a Wall Street de
las consecuencias reales de sus actos.

¿Los republicanos sacan partido del Tea party
y los demócratas de Occupy Wall Street?

El Tea Party fue puesto en marcha por los grupos de
presión conservadores, y después se
convirtió en algo más auténtico, mientras
que los grupos demócratas de presión no tuvieron
nada que ver con el inicio de Occupy Wall Street. Unos pocos
políticos demócratas se presentaron en el parque
Zuccotti en las semanas de la protesta para intentar sacar
partido, pero no tuvieron ningún éxito, porque la
gente que estaba allí no se interesaba por esa clase de
política. Y los efectos de los dos movimientos han sido
muy diferentes. Hoy en día hay un gran caucus del Tea
Party en el Congreso y nadie de Occupy.

Me llamó mucho la atención de
¿Qué pasa con Kansas? (Ed. Antonio
Machado) la forma en que describía cómo los
conservadores se habían ganado a la gente común.
Hablaban en su lenguaje, hacían campañas puerta a
puerta, construían comunidades. ¿Qué es lo
que han perdido los progresistas y por qué ya no saben
hacer esas cosas que antes les eran propias?

Hay un montón de razones, pero una de las
más importantes es que los demócratas hoy en
día se imaginan a sí mismos como el partido de los
profesionales liberales. Todavía creen que los
trabajadores les votarán en las urnas, aunque no tengan
ninguna importancia en el partido. Todo se centra en los
profesionales y en su visión del mundo, y hacer las cosas
como mencionas no tiene nada que ver con cómo los
profesionales se comunican.

¿El problema de la clase media es que sigue
actuando según las reglas en un mundo en el que aquel que
triunfa no las sigue nunca?

Esa es una muy buena pregunta. El
mensaje filosóficamente más importante que nos han
transmitido con los rescates y con la incapacidad para hacer
cumplir las normas a Wall Street es que las reglas ya no cuentan.
Cuando ves a los muy ricos robando a todo el mundo con impunidad,
comienzas a preguntarte por qué tú sí debes
seguir las normas en tu vida. Al no actuar en contra de los
magnates, me temo, los políticos nos han demostrado que
las reglas no tienen ninguna importancia. Nos han corrompido a
todos.

La economía
mundial en 2014 (Project Syndicate – 6/1/14)

(Por Klaus Schwab)

Ginebra.- Al comienzo de un nuevo año, el mundo
está inmerso en varias transiciones épicas. Los
modelos de crecimiento económico, el paisaje
geopolítico, el contrato social que une a las personas y
el ecosistema de nuestro planeta están experimentando,
todos ellos, transformaciones simultáneas y radicales que
engendran ansiedad y, en muchos lugares,
agitación.

Desde un punto de vista
económico, estamos entrando en una era de menores
esperanzas y mayor incertidumbre. En cuanto al crecimiento, el
mundo tendrá que vivir con menos. Para entender las
repercusiones de ese fenómeno, pensemos en lo siguiente:
si la economía mundial creciera al ritmo anterior a la
crisis (más del cinco por ciento al año) en el
futuro previsible, su tamaño se duplicaría en menos
de 15 años; al tres por ciento, la duplicación del
PIB requeriría 25 años.

Así se produce una diferencia importante
según la velocidad con la que aumente la creación
de riqueza, con efectos profundos en las esperanzas de la
población. Pasar por alto la capacidad que entraña
la creación de riqueza nos perjudica.

En cuanto a la incertidumbre, las cuatro
economías mayores del mundo están experimentando
actualmente transiciones importantes. Los Estados Unidos
están esforzándose por impulsar el crecimiento en
un ambiente político fracturado. China está
substituyendo un modelo de crecimiento basado en la
inversión y las exportaciones por otro impulsado por la
demanda interna. Europa está esforzándose por
mantener la integridad de su moneda única y al tiempo
resolver una multitud de cuestiones institucionales complejas. Y
el Japón está intentando luchar contra dos decenios
de deflación con políticas monetarias
enérgicas y heterodoxas.

En todos esos casos, la formulación y el
resultado de decisiones normativas complejas y delicadas
entraña muchas incógnitas, pues la interdependencia
mundial intensifica el riesgo de grandes consecuencias no
deseadas. Por ejemplo, la política de relajación
cuantitativa (RC) de la Reserva Federal de los EEUU ha tenido
importantes repercusiones en las divisas de otros países y
en las corrientes de capital hacia los mercados en ascenso y
procedentes de ellos.

Cuando se lanzó la RC, era la
menos defectuosa de las políticas disponibles y
evitó una catastrófica depresión mundial,
pero ahora resultan patentes sus inconvenientes y su
atenuación en 2014 podría aumentar aún
más la incertidumbre.

La política de RC de la
Reserva Federal y las variantes de ella en otros países
han hecho que los balances de los más importantes bancos
centrales aumentaran espectacularmente (de entre cinco y seis
billones de dólares antes de la crisis a casi 20 billones
ahora), con lo que los mercados financieros se han vuelto adictos
al dinero fácil, lo que ha propiciado, a su vez, una
búsqueda mundial de réditos, una inflación
artificial de los precios de los activos y una asignación
inapropiada del capital.

A consecuencia de ello, cuanto
más dure la RC, mayor será el daño colateral
causado a la economía real. Ahora la preocupación
estriba en que, cuando la Reserva Federal comience a reducir
progresivamente la RC y disminuya la liquidez en dólares
de los mercados mundiales, resurgirán los problemas
estructurales y los desequilibrios. Al fin y al cabo, las
reformas que aumentan la competitividad en muchas
economías avanzadas distan aún de haber concluido,
mientras que la relación entre el total de deuda
pública y privada y el PIB es ahora un 30 por ciento mayor
que antes de la crisis.

Esa causa de incertidumbre coincide con
el debilitamiento de los resultados en muchos países en
ascenso. En 2007, se esperaba que el ritmo de crecimiento de los
mercados en ascenso fuera superior al de las economías
avanzadas en un gran margen, antes de converger. Actualmente, las
economías avanzadas contribuyen más al crecimiento
del PIB mundial que los países en ascenso, donde se
prevé un crecimiento medio del cuatro por ciento en los
próximos años.

Las condiciones económicas
están mejorando lentamente en los países de
ingresos elevados, pero durante años pueden persistir
diversas presiones reductoras. La economía de los EEUU,
por ejemplo, sigue empantanada en una recuperación
insuficiente: la inflación es demasiado baja y el
desempleo demasiado elevado. Los datos oficiales han sido con
frecuencia mejores de lo esperado, lo que refleja lo resistente,
adaptable e innovadora que es la economía de los EEUU,
pero no es probable que se recuperen los tipos de gasto de
consumo y de crecimiento anteriores a la crisis.

Las mejoras en la zona del euro son reales, pero tenues.
Lo bueno es que se ha evitado el desastre predicho por muchos
expertos y la recesión toca a su fin, pero mejorar no
equivale a resurgir: la consecución del sólido
crecimiento necesario para reducir el desempleo elevado,
disminuir la relación entre la deuda y el PIB y mejorar
las perspectivas fiscales sigue mostrándose esquiva. El
riesgo mayor para la zona del euro en el futuro previsible no es
una salida desordenada de algunos países, sino un
período prolongado de crecimiento estancado y desempleo
elevado.

Entretanto, la desaceleración de
los mercados en ascenso podría perfectamente persistir, en
particular en las economías mayores. A lo largo de los 15
últimos años, los BRIC (Brasil, Rusia, India y
China) han logrado avances notables, pero sus reformas -incluidos
nuevos reglamentos bancarios y regímenes cambiarios- han
figurado entre las más difíciles de
aplicar.

Las llamadas reformas de segunda generación, que
son de carácter más estructural, son decisivas para
el crecimiento a largo plazo, pero mucho más
difíciles de realizar. La eliminación de
subvenciones, las reformas de la justicia y del mercado laboral y
las medidas eficaces contra la corrupción tienen una carga
política y con frecuencia quedan bloqueadas por poderosos
intereses creados.

La desaceleración del
crecimiento mundial se está produciendo sobre un fondo de
aumento de la desigualdad económica, debido a una menor
participación de la mano de obra en los ingresos
nacionales, fenómeno mundial resultante de la
mundialización y del progreso tecnológico, que
constituye una grave amenaza para las autoridades. Los sistemas
que propagan la desigualdad o que no parecen poder detener su
aumento contienen el germen de su propia destrucción, pero
en un mundo interdependiente no hay una solución evidente,
porque la gran movilidad de las corrientes de capital alimenta la
competencia mundial entre sistemas tributarios.

Incluso en países que obtienen resultados
importantes, como, por ejemplo, los EEUU y el Reino Unido, un
crecimiento más rápido del PIB no ha aumentado
aún los ingresos reales. En los EEUU, por ejemplo, la
renta media de los hogares se ha reducido en más del cinco
por ciento desde que comenzó la recuperación. De
forma más general, un crecimiento menor está
alimentando las protestas populares y los disturbios sociales, en
particular en países que estaban creciendo
rápidamente (por ejemplo, el Brasil, Turquía y
Sudáfrica), por la repercusión del aumento de los
niveles de vida en las esperanzas de la
población.

En semejante marco social y
políticamente cargado, la reanimación del
crecimiento económico de calidad reviste importancia
decisiva, pero, ¿de dónde procederá? El
progreso tecnológico es una posibilidad clara, pero muy
incierta. Muchas tecnologías que causan grandes
modificaciones (por ejemplo, la robótica avanzada, la
genómica de próxima generación, el
almacenamiento de energía, la energía renovable y
la impresión en tres dimensiones) podrían impulsar
el crecimiento venidero, pero sólo en un futuro lejano se
podrán hacer realidad todas sus posibilidades.

Como la mayoría de los
gobiernos afrontan restricciones fiscales, las autoridades se
muestran reacias a examinar proyectos que podrían aumentar
la deuda pública, pero hay alguna medida al alcance de la
mano: las inversiones productivas que impulsen el crecimiento a
largo plazo y, por tanto, sean rentables. Centrarse en cuatro
sectores, en particular -las infraestructuras, la
educación, la energía verde y la agricultura
sostenible- podría rendir grandes beneficios
económicos y sociales.

Sin embargo, en última instancia la vía
del crecimiento sostenido no requiere sólo nuevas
políticas, sino también una nueva mentalidad.
Nuestras sociedades deben volverse más emprendedoras,
más centradas en la consecución de la paridad
sexual y más orientadas a la eliminación de la
exclusión social. Sencillamente, no hay otra forma de
devolver la economía mundial a la vía del
crecimiento fuerte y sostenido.

(Klaus Schwab is Founder and Executive Chairman, World
Economic Forum)

– La pesadilla de la desigualdad (Project Syndicate –
8/1/14)

(Por Donald Kaberuka)

Abu Dhabi.- "Los pobres no pueden dormir porque
tienen hambre",
es la famosa cita del economista nigeriano
Sam Aluko, dicha en 1999, "y los ricos no pueden dormir porque
los pobres están despiertos y con hambre".
A todos nos
afectan las profundas desigualdades de los ingresos y la riqueza,
ya que el sistema económico del que depende nuestra
prosperidad no puede seguir enriqueciendo a unos mientras
empobrece a otros.

En tiempos difíciles, los pobres
pierden fe en sus líderes y en el sistema
económico, y en tiempos de vacas gordas son demasiado
pocos los que disfrutan de los beneficios. El coeficiente GINI,
un indicador de la desigualdad económica, se ha ido
elevando en los países en desarrollo y en los
desarrollados, como Estados Unidos. En Europa ha crecido la
desigualdad debido al rápido aumento del desempleo,
especialmente entre los jóvenes. Algunos han reaccionado
con manifestaciones callejeras, otros han respaldado a partidos
xenófobos de extrema derecha; muchos más observan
en silencio, cada vez más enfadados y resentidos con los
políticos y el sistema que representan.

El problema se aprecia crudamente en
las megaciudades del mundo, que representan cerca del 80% del PIB
global. Pero hasta en las más desarrolladas las
disparidades pueden saltar a la vista. Por ejemplo, si se viaja
en el metro de Londres apenas 6 millas (o 14 paradas) hacia el
este, desde el centro del gobierno en Westminster hasta Canning
Town, la esperanza de vida de los habitantes va
reduciéndose seis meses en cada
estación.

Sin embargo, la desigualdad es más aguda en las
economías emergentes donde la urbanización ha sido
más rápida. Se estima que para 2030, unos 2,7 mil
millones más de personas habrán emigrado a
ciudades, casi siempre en países en desarrollo. Lo que
muchas encontrarán allí será desesperanza y
exclusión, en lugar de los buenos empleos y la mayor
calidad de vida que buscaban.

Las megaciudades como Mumbai, Nairobi y Kinshasa son, en
esencia, ciudades pequeñas rodeadas de enormes barrios de
chabolas: bolsillos de riqueza en un mar de desesperanza. Ninguna
se asemeja a Tokio, Nueva York o Londres, que, a pesar de tener
áreas empobrecidas, se caracterizan por contar con una
distribución más equitativa de la
riqueza.

Tales disparidades son igual de evidentes a nivel
nacional, especialmente en algunos de los países africanos
ricos en recursos naturales. Si bien la demanda de aviones
privados no deja de aumentar, un 60% de la población vive
con menos de $ 1,25 al día. A medida que aumenta la
riqueza en el mundo, los beneficios siguen abrumadoramente
quedando en manos de una pequeña elite.

Como resultado, se han vuelto cruciales las iniciativas
para promover un crecimiento más incluyente, no solo por
razones morales sino para asegurar la supervivencia del sistema
económico global. Para ello es necesario más que
distribuir la riqueza, sino dar mayor participación a las
personas (o representantes de grupos regionales, étnicos y
religiosos específicos) en la toma de decisiones sobre
políticas públicas, a fin de apaciguar su
sensación de marginalización o fracaso perpetuo.
Significa crear trabajos reales que permitan sacar a los
trabajadores de la economía informal, para que puedan
beneficiarse de la protección en el lugar de trabajo (y
pagar impuestos). Y significa establecer políticas
adecuadas a las condiciones reales que existen en
terreno.

Cada país tendrá sus prioridades
específicas, y es bastante amplia la gama de posibles
medidas políticas, como la mejora o creación de
redes de seguridad social, la promoción de la igualdad de
género, apoyo a los agricultores, la mejora del acceso a
los servicios financieros, o innumerables otras
iniciativas.

Pero hay dos conjuntos de políticas generales que
parecen poder aplicarse en casi todos los casos, según un
reciente debate en el Foro Económico Mundial sobre
cómo mejorar la distribución de la riqueza. La
primera apunta a que los niños pobres tengan acceso a una
educación de calidad razonablemente buena como forma de
reducir la pobreza intergeneracional. El segundo grupo de
política, particularmente relevante en los países
ricos en recursos naturales, quiere garantizar que todos los
ciudadanos (especialmente los más pobres) tengan acceso a
una proporción de las utilidades de lo que son
indudablemente bienes nacionales.

Se ha podido ver estas políticas en acción
en países como Brasil, cuyo programa pionero Bolsa Familia
(o asignación familiar) transfiere dinero en efectivo a
familias pobres a condición de que sus hijos vayan a la
escuela, coman adecuadamente y cumplan otros criterios de mejora
de su bienestar. El programa "Oportunidad" de México hace
algo similar. Alaska, rica en petróleo, paga dividendos de
las utilidades obtenidas por sus recursos a todos sus ciudadanos,
en un modelo que varios países en desarrollo están
intentando imitar.

Aunque los economistas siguen debatiendo las ventajas y
desventajas de estos programas, no es demasiado complejo ponerlos
en marcha. El reto está en establecer alianzas y acordar
metas. Tanto los gobiernos como las empresas, las organizaciones
no gubernamentales y los ciudadanos individuales, ya sean ricos o
pobres, tienen un papel que desempeñar. Si seguimos
pasando por alto los peligros de la disparidad en la
distribución de la riqueza, las consecuencias serán
mucho más alarmantes que un par de noches en
vela.

(Donald Kaberuka is President of the African Development
Bank)

– Desigualdad con cada clic (Project Syndicate –
8/1/14)

(Por Adair Turner)

Londres.- El Papa Francisco advirtió en noviembre
que "las ideologías que defienden la autonomía
absoluta del mercado" están impulsando al crecimiento
rápido de la desigualdad. ¿Está el Papa
Francisco en lo correcto?

En un sentido, Francisco estuvo claramente errado: en
muchos casos, la desigualdad entre los países está
disminuyendo. El hogar chino promedio, por ejemplo, ahora
está alcanzado al hogar estadounidense promedio (aunque
todavía tiene un largo camino por recorrer).

Pero tales ejemplos no niegan la importancia del aumento
de la desigualdad dentro de los países. Tanto China como
Estados Unidos son sociedades dramáticamente desiguales -y
se están tornando aún en más
desiguales.

En los EEUU, las estadísticas
son sorprendentes en ambos extremos de la distribución del
ingreso. La cuarta parte inferior de los hogares estadounidenses
casi no ha recibido ningún aumento en su ingreso real
(ajustado a la inflación) durante los últimos 25
años. Ellos ya no están compartiendo los frutos del
crecimiento de su país. El 1% de los estadounidenses, sin
embargo, han visto que sus ingresos reales casi se han triplicado
durante este período, y su participación en el
ingreso nacional ha alcanzado el 20%, una cifra que no se
veía desde la década de 1920.

En muchos países emergentes, el rápido
crecimiento económico ha elevado el nivel de vida para
casi todas las personas, en al menos un cierto grado, pero la
proporción de los ricos y de los ultra ricos está
aumentando dramáticamente. Una vez que estos países
se acerquen a los niveles de ingreso promedio de las
economías desarrolladas, y sus crecimientos se desaceleren
a las tasas típicas de los países ricos, su futuro
puede lucir como el de los Estados Unidos de hoy en
día.

La globalización explica algo
del estancamiento de ingresos en el cuarto inferior en EEUU y en
otras economías desarrolladas. La competencia de los
trabajadores chinos con salarios más bajos ha reducido los
salarios en Estados Unidos. Pero el cambio tecnológico
puede ser un factor más fundamental – y un factor que
conlleva consecuencias para todos los
países.

El cambio tecnológico es la esencia del
crecimiento económico. Nos volvemos más ricos
debido a que encontremos la forma de mantener o aumentar la
producción con menos empleados, y debido a que la
innovación crea nuevos productos y servicios. Las nuevas
tecnologías exitosas siempre causan pérdidas de
puestos de trabajo en algunos sectores, que son compensadas por
nuevos puestos de trabajo en otros sectores. Por ejemplo, los
tractores destruyeron millones de empleos agrícolas, pero
los fabricantes de tractores, camiones y automóviles
crearon millones de nuevos empleos.

Sin embargo, las nuevas
tecnologías vienen en formas sutilmente diferentes, con
consecuencias económicas que son intrínsecamente
diferentes. Las nuevas tecnologías en la actualidad pueden
tener efectos distributivos mucho más preocupantes que
aquellas de la era electromecánica.

Imagine que hace 30 años, alguien hubiese
descubierto un conjunto de palabras mágicas que nos
hubiese permitido hablar con cualquier amigo en cualquier parte
del mundo -"abracadabra Juan" y hubiésemos podido hablar
con Juan, dondequiera que él estuviera. Si se hubiesen
registrado los derechos de propiedad intelectual de tal invento,
el inventor se hubiese convertido en la persona más rica
del mundo, y sus abogados y aquellos que hubiesen actuado como
sus proveedores de bienes y servicios de lujo también se
hubiesen enriquecido bastante. Pero, más allá de
eso, no se hubiesen creado nuevos empleos.

Las tecnologías de la
información y las comunicaciones no son una magia sin
costo; pero están más cerca de este concepto de lo
que estuvieron las innovaciones en la era de la
electromecánica. El costo del hardware de
computación se desploma con el tiempo de acuerdo con la
ley de Moore del implacable aumento de la potencia de
procesamiento. Y, una vez que un software ha sido desarrollado,
el costo marginal de copiarlo es prácticamente
cero.

Los beneficios que recibe el
consumidor de estas tecnologías son grandes en
relación a su precio: el costo de cada computadora,
tableta o teléfono inteligente del modelo más
reciente del año es trivial en comparación al costo
de un nuevo automóvil en el año 1950. Pero, el
número de puestos de trabajo creados es también
trivial.

En 1979, General Motors empleaba a
850.000 trabajadores. Hoy en día, Microsoft emplea a
100.000 personas en todo el mundo, Google emplea a 50.000, y
Facebook emplea solamente a 5.000. Estas son meras gotas en el
océano del mercado laboral mundial, que reemplazan muy
pocos de los puestos de trabajo que la tecnología de la
información ha dejado cesantes debido a la
automatización.

Pero el aumento del desempleo no es inevitable. No hay
límite en el número de empleos de servicios que
podemos crear en el comercio minorista, los restaurantes y
servicios de comida para llevar, hoteles, y una enorme variedad
de servicios personales. Wal-Mart, por ejemplo, emplea a dos
millones de personas, y la Oficina de Estadísticas
Laborales de EEUU predice que se crearán más de un
millón de empleos adicionales en el sector de
esparcimiento y hospitalidad de Estados Unidos en la
próxima década.

Pero los salarios que los mercados
establecerán para estos puestos de trabajo pueden resultar
en aún mayor desigualdad. Y no hay ninguna razón
para creer que la respuesta genérica que dan los
políticos al problema -"se debe aumentar las habilidades
de la fuerza laboral"- vaya a compensar esta tendencia. Sin
embargo muchas personas aprenden habilidades superiores en el
ámbito de tecnologías de la información,
pero Facebook nunca necesitará más que meramente
unos pocos miles de empleados. Y el acceso a empleos bien
pagados es probable que sea determinado no por el nivel absoluto
de habilidades, sino por la habilidad relativa en un mundo donde
el ganador se lo lleva todo.

Sin embargo, por lo menos los productos y servicios
relacionados a las tecnologías de la información
son muy baratos, por lo que incluso los relativamente pobres
podrán comprarlos. Eso podría hacer que las
sociedades muy desiguales sean más estables, compensando
parcialmente la inestabilidad que muchos temen. En su reciente
libro Average is Over (Lo promedio pasó de moda), el
economista Tyler Cowen realiza afirmaciones deliberadamente
provocativas sobre que si bien las tecnologías van a
producir una desigualdad extrema, los perdedores relativos
estarán saciados por los juegos de computadora y el
entretenimiento vía Internet, y estarán provistos
con los elementos básicos para llevar una vida
mínimamente aceptable, por lo que estas personas
serán demasiado dóciles por lo que no se
rebelarían.

Cowen podría estar en lo cierto:
puede que los pobres no se rebelen. Pero la desigualdad extrema
todavía nos debe preocupar. Más allá de un
cierto punto, la desigualdad de resultados impulsa, de manera
inevitable, una mayor desigualdad de oportunidades; y la
desigualdad extrema ya sea de resultados o de oportunidades
pueden socavar la idea de que todos debemos ser iguales como
ciudadanos, si bien no lo somos en el nivel de la vida
material.

Por lo tanto, el Papa Francisco
estaba en lo cierto: a pesar del éxito indiscutible del
capitalismo como un sistema que genera crecimiento
económico, no podemos confiar en las fuerzas del mercado
por sí solas para generar resultados sociales deseables.
Todas las nuevas tecnologías crean oportunidades, pero los
mercados libres distribuirán los frutos de algunas nuevas
tecnologías en maneras dramáticamente desiguales.
Compensar tales resultados hoy será un reto de más
grande de lo que fue en el pasado.

(Adair Turner is Senior Fellow at the Institute for New
Economic Thinking and former Chairman of the United Kingdom's
Financial Services Authority)

– Malestar Avanzado (Project Syndicate –
13/1/14)

(Por Joseph E. Stiglitz)

Nueva York.- La economía recibe a menudo el mote
de «ciencia lúgubre» y durante la
última media década ha honrado firmemente su
reputación en las economías avanzadas.
Desafortunadamente, el año próximo no traerá
alivio.

El PBI per cápita real (ajustado por
inflación) en Francia, Grecia, Italia, España, el
Reino Unido y Estados Unidos es menor que antes de la Gran
Recesión. De hecho, el PBI per cápita griego
cayó casi el 25 % desde 2008.

Hay unas pocas excepciones: Después de más
de dos décadas, la economía japonesa parece estar
experimentando un giro bajo el gobierno del primer ministro
Shinzo Abe, pero, con la herencia de deflación que se
acumula desde la década de 1990, el camino de regreso
será largo. El PBI real per cápita alemán
fue mayor en 2012 que en 2007, aunque un aumento del 3,9 % en
cinco años no es algo de lo que se pueda alardear
demasiado.

En otras partes, sin embargo, las cosas son
verdaderamente lúgubres: el desempleo se mantiene
testarudamente alto en la zona del euro y la tasa de desempleo de
largo plazo en EE. UU. aún excede por mucho sus niveles
previos a la recesión.

Parece que el crecimiento volverá este año
a Europa, aunque con tasas verdaderamente anémicas: el
Fondo Monetario Internacional proyecta un aumento anual del
producto del 1 %. De hecho, los pronósticos del FMI han
resultado excesivamente optimistas una y otra vez: el Fondo
predijo un crecimiento del 0,2 % para la zona del euro en 2013,
cuando probablemente el resultado sea una contracción del
0,4 %; y un crecimiento del 2,1 % para EEUU, que parece haber
resultado más próximo al 1,6 %.

Con los líderes europeos comprometidos con la
austeridad y moviéndose a ritmo glacial para ocuparse de
los problemas estructurales debidos a los errores de
diseño institucional de la zona del euro, no sorprende que
las perspectivas sean tan lóbregas para el
continente.

Pero, del otro lado del Atlántico hay motivos
para un silencioso optimismo. Los datos revisados para EEUU
indican que su PBI real creció a una tasa anual del 4,1 %
durante el tercer trimestre de 2013, al tiempo que la tasa de
interés finalmente llegó al 7 % en noviembre: su
menor nivel en cinco años. Media década de escasa
construcción se ha ocupado en gran medida del exceso de
edificación que se produjo durante la burbuja
inmobiliaria. El desarrollo de vastas reservas de energía
de pizarra (shale) dio a Estados Unidos un impulso en
dirección a su tan ansiada meta de independencia
energética y redujo los precios del gas a mínimos
récord, lo que permitió un atisbo de
reanimación de la producción manufacturera. Y la
bonanza del sector de alta tecnología se ha convertido en
la envidia del resto del mundo.

Aún más importante es que un mínimo
de sanidad se ha incorporado al proceso político
estadounidense. Los recortes presupuestarios automáticos
-que redujeron el crecimiento de 2013 hasta en 1,75 puntos
porcentuales respecto de lo que hubiera sido sin ellos-
continúan, pero de manera mucho más atenuada.
Además, la curva de costos de atención sanitaria
-una importante fuente de déficits fiscales en el largo
plazo- ha cedido. Ya la Oficina de Presupuesto del Congreso
proyecta que el gasto en Medicare y Medicaid (los programas
gubernamentales de atención sanitaria para ancianos y
pobres, respectivamente) para 2020 estará aproximadamente
el 15 % por debajo del nivel proyectado en 2010.

Es posible, e incluso probable, que el crecimiento
estadounidense en 2014 sea lo suficientemente rápido como
para crear más puestos de trabajo de los necesarios para
los nuevos ingresantes a la fuerza laboral. Como mínimo,
debiera caer la enorme cantidad (aproximadamente 22 millones) de
quienes desean un empleo de tiempo completo y no han podido
encontrarlo.

Pero debemos poner freno a nuestra euforia. Una cantidad
desproporcionada de los puestos de trabajo que están
siendo creados son de baja remuneración, tal es así
que el ingreso mediano (el de quienes se encuentran en el medio)
continúa disminuyendo. Para la mayoría de los
estadounidenses no hay recuperación: el 95 % de los
beneficios va al 1 % más rico.

Incluso antes de la recesión, el
capitalismo al estilo estadounidense no funcionaba para una gran
parte de la población. La recesión solo puso
más al descubierto sus asperezas. La mediana del ingreso
(ajustada por inflación) aún es menor que en 1989,
casi un cuarto de siglo atrás; y la mediana del ingreso de
los hombres es menor que hace cuatro décadas.

El nuevo problema estadounidense es el desempleo de
largo plazo, que afecta a casi el 40 % de los desempleados,
sumado a uno de los sistemas de seguro contra el desempleo
más pobres entre los países avanzados, con
beneficios que habitualmente finalizan a las 26 semanas. Durante
las depresiones, el Congreso estadounidense extiende esos
beneficios y reconoce que la situación de los desempleados
no es tal porque no buscan empleo, sino porque no hay empleos que
encontrar. Pero ahora los congresistas republicanos se
rehúsan a adaptar el sistema de desempleo a esta realidad.
Con el receso por los feriados, el Congreso entregó al
desempleo de largo plazo el equivalente a un telegrama de
despido: a inicios de 2014, los casi 1,3 millones de
estadounidenses que perdieron sus beneficios de desempleo en
diciembre quedaron abandonados a su suerte. Feliz Año
Nuevo.

Mientras tanto, uno de los principales motivos por los
que actualmente la tasa de desempleo estadounidense es tan baja
es que muchas personas han abandonado la fuerza laboral. La
participación en la fuerza de trabajo se encuentra en
niveles que no se veían desde hace más de tres
décadas. Algunos dicen que esto refleja en gran medida la
demografía: una mayor porción de la
población en edad laboral tiene más de 50
años de edad y la participación en la fuerza de
trabajo siempre ha sido menor entre este grupo que en cohortes
más jóvenes.

Pero esto simplemente cambia el problema: la
economía estadounidense nunca fue buena para reentrenar a
sus trabajadores. Los trabajadores estadounidenses son
considerados productos básicos descartables, se los deja
de lado si no pueden mantenerse al día con los cambios
tecnológicos y el mercado. La diferencia ahora es que
estos trabajadores ya no constituyen una pequeña
fracción de la población.

Nada de esto es inevitable. Es el
resultado de malas políticas económicas e incluso
peores políticas sociales, que desperdician el recurso
más valioso del país –su talento
humano– y causan inmenso sufrimiento a las personas
afectadas y sus familias. Ellos desean trabajar, pero el sistema
económico de EEUU les ha fallado.

Así que, con el Gran Malestar
que continuará en Europa en 2014 y la recuperación
en EEUU que excluirá a todos excepto a los más
ricos, considérenme lúgubre. A ambos lados del
Atlántico, las economías de mercado han fallado a
la mayoría de sus ciudadanos. ¿Cuánto tiempo
más se puede seguir así?

(Joseph E. Stiglitz, a Nobel laureate in economics and
University Professor at Columbia University, was Chairman of
President Bill Clinton"s Council of Economic Advisers and served
as Senior Vice President and Chief Economist of the World Bank.
His most recent book is The Price of Inequality: How
…)

El nuevo mapa de la
pobreza en Europa (BBCMundo – 16/1/14)

(Por Marcelo Justo)

A más de cinco años del comienzo de la
gran recesión del siglo XXI, Europa exhibe un nuevo mapa
de la pobreza.

En la eurozona, Grecia vive "al borde
de una catástrofe humanitaria", España tiene tres
millones de personas que sobreviven con ingresos mensuales de
menos de 307 euros (US$ 417), las cifras oficiales de Portugal
colocan a un 18% de la población por debajo de la
línea de la pobreza, y en países fundadores del
proyecto paneuropeo como Italia, el número de pobres se
duplicó entre 2007 y 2012.

La situación va más
allá de la llamada periferia. En Alemania casi ocho
millones de personas sobreviven con unos 450 euros (US$ 611)
mensuales de salario y, por fuera del euro, en Reino Unido, los
bancos de alimentos, administrados por organizaciones
caritativas, se han multiplicado por 20.

Los datos de la agencia de estadísticas europea,
Eurostat, o del Banco Mundial, coinciden con los de ONGs que
luchan contra la pobreza como Oxfam.

"Hay un nuevo mapa de la pobreza como
consecuencia de las medidas de austeridad. Desde el aumento del
desempleo hasta el desalojo y el desmantelamiento del Estado de
Bienestar están contribuyendo a este nuevo panorama",
señaló a BBC Mundo la directora de Oxfam
Internacional, Natalia Alonso.

¿Qué es ser pobre en Europa?

La pobreza se mide en términos absolutos y
relativos. En el primer caso se trata de una virtual incapacidad
de supervivencia. En el segundo es relativa al ingreso promedio y
las expectativas de una época (no tener heladera o
electricidad o agua corriente, etc.) que puede ser diferente en
Europa que en América Latina, a principios del siglo XX o
del XXI.

En Reino Unido la ONG Trussell Trust
suministra dos semanas de alimentación de emergencia en
más de 400 bancos de alimentos.

En 2011-2012, unas 128.697 personas
recurrieron a estos bancos. En 2012-2013 la cifra casi se
triplicó: 346.992.

"Es gente que tiene que elegir entre comer y prender la
calefacción. Gente que come una vez al día. Padres
que apenas comen para alimentar a sus hijos. Muchas veces uno se
olvida lo fácil que es caer en esa situación.
Pérdida de empleo, una cuenta muy alta de electricidad,
una reducción de los beneficios sociales, dramas
familiares y una persona se queda con poco o nada. A esto se
suman salarios bajísimos, empleos temporales o de medio
tiempo que hace que la gente entre y salga de situaciones de
extrema necesidad", señaló a BBC Mundo Chris Mould,
director de la Trussel Trust.

En Reino Unido se ha acuñado el término
"pobreza energética" (fuel poverty) para un creciente
porcentaje de la población que sobrevive el eterno y
durísimo invierno británico sin calefacción,
porque no pueden hacer frente a las cuentas.

Geraldine Pool, diagnosticada con depresión,
divorciada, con un hijo y sin trabajo es una de las personas que
no pueden prender la calefacción este invierno y han
recurrido a los vales de los bancos de comida del Trussell
Trust.

"Con el vale me dieron carne y pescado envasado, pasta,
azúcar, leche, té. Eso me ayudó a sobrevivir
por un tiempo. Pero no puedo prender la calefacción: no
podría pagar las cuentas. No tengo agua caliente,
así que para bañarme tengo que calentar el agua y
asearme cómo puedo", señaló a BBC
Mundo.

Los PIIGS

Según Eurostat, en 2012 unos 124
millones de personas -24.8% de los 28 países de la UE-
estaban en "peligro de pobreza o exclusión social",
definición que incluye tanto la pobreza relativa como la
absoluta. En 2008 la cifra era del 17%.

Esta situación es particularmente visible en los
países más golpeados por la crisis de la eurozona y
los programas de ajuste, agrupados bajo el burlón
acrónimo de PIIGS ("Pigs" es cerdos en inglés y
abarca a Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y
España).

El economista griego Costas Lapavitsas, académico
de la Universidad de Londres, y autor de "Crisis in the
Eurozone", describe la situación en su
país.

"Grecia vive una crisis humanitaria peor
que la Argentina del fin de la convertibilidad en 2002. Ha
crecido la pobreza absoluta y relativa. El sistema de salud ha
colapsado, la gente no puede prender la calefacción, los
bancos de comida están a la orden del día",
señaló a BBC Mundo.

Es una historia que parece sacada de una moderna
picaresca de la pobreza, uno de cada diez hogares griegos a los
que se les cortó el suministro eléctrico el
año pasado por no abonar las cuentas recurrió a la
inventiva, "colgándose" ilegalmente del suministro general
para poder tener acceso a luz y energía
eléctrica.

En Italia, el presidente del Instituto
de Estadísticas, el ISTAT, Antonio Golini, indicó
al Parlamento en octubre que la pobreza pasó de 2,4
millones a 4,8 millones entre 2007 y 2012.

Con una caída del Producto
Interno Bruto (PIB) del 1,8% en 2013 no hay mejora a la
vista.

"Pero esto va más allá de
los PIIGS. Está pasando en el centro. En Francia, por
ejemplo", subraya Costas Lapavitsas.

Vivir con menos

En septiembre del año pasado el
Instituto Nacional de Estadística y Estudios
Económicos de Francia (INSEE) reveló que en 2011 la
pobreza en Francia afectó al 14,3% de la población
total, su nivel más alto desde el año
1997.

Según el INSEE unas dos millones
de personas viven con menos de 645 euros por mes (US$877), unos
3,6 millones tienen problemas de vivienda y unos 3,5 millones
reciben ayuda alimentaria.

El caso más emblemático de
esta "pobreza de los ricos" es Alemania, exhibido siempre como
modelo a seguir en la eurozona por su crecimiento
económico y su flexibilización laboral.

La cara oscura de este crecimiento son
los casi ocho millones de personas que sobreviven con los
llamados minijobs que dan unos 450 euros mensuales (US$ 611) y
prestaciones sociales nulas.

Desde los orígenes de la
flexibilización germana con el gobierno social
demócrata de Gehrard Schroeder en 2002 hasta su actual
versión con la canciller Angela Merkel, los bancos de
alimentos se han triplicado de 310 a 906.

Una situación similar se da en
otro de los modelos de sociedad equitativa de antaño,
Holanda.

En diciembre la Agencia Oficial de
Estadísticas señaló que en 2012 el
porcentaje de holandeses que vivía por debajo del umbral
de la pobreza había saltado al 9,4%, equivalente a unos
664.000 hogares. En 2010 el porcentaje era el 7,4%.

No a todos les va mal

En 2007 Europa era ya más
desigual que en 1970: esta realidad se ha profundizado
vertiginosamente desde entonces.

Según el Observatorio de la Realidad Social de la
organización católica Cáritas, el
número de millonarios en España aumentó en
un 13% entre mediados de 2012 y 2013 hasta superar las 400.000
personas.

En 1976, el presidente de la tercera
entidad bancaria española ganaba ocho veces más que
el empleado medio; hoy gana 44 veces más.

"En Grecia, Irlanda, Italia, Portugal,
España y el Reino Unido se ha visto un crecimiento de los
niveles de desigualdad comparables con el 16% de aumento en
Bolivia en los seis años que siguieron al programa de
ajuste de los 90. En estos países europeos o el 10%
más rico gana más o el 10% más pobre gana
menos o ambas cosas", señaló a BBC Mundo desde
Oxfam Natalia Alonso.

El impacto no es sólo social o
humanitario: el mismo modelo de crecimiento europeo de la
posguerra está en juego.

Este modelo incluyente y con fuertes
tendencias niveladoras en lo social permitía un
crecimiento basado en un alto consumo doméstico. El modelo
no ha desaparecido, pero está en crisis.

"Si no cambian estas
políticas, Europa necesitará 25 años para
recuperar el nivel de vida que gozaba antes de la crisis. Hay un
desmantelamiento de un modelo en marcha. Hoy la desigualdad en
Reino Unido es igual que en Estados Unidos", indicó Alonso
a BBC Mundo.

– ¿Crisis? No para los ricos: sólo las
clases medias y bajas la están sufriendo (El Confidencial
16/1/14)

(Por Héctor Barnés)

Los efectos de la crisis financiera que arrancó
en el verano 2008 tras la caída del banco Lehman Brothers
han afectado de manera sensible a todas las clases sociales de
España, menos a las más adineradas, que apenas han
notado sus efectos. Esta es una de las conclusiones que se
extraen de un nuevo informe publicado por la Fundación
Alternativas, que indica que el número de hogares en
situación de pobreza
severa se ha duplicado, pasando
del 4% al 8%, mientras que la proporción de hogares
más ricos se mantiene constante.

El informe, titulado ¿Cómo afecta la
crisis a las clases sociales
?, señala que la
desigualdad ha aumentado sobre todo por el empobrecimiento de los
trabajadores no cualificados, los que más han
retrocedido tras la crisis, y que tan sólo representan el
2,8% de la ocupación según los datos de 2011. Este
grupo se ha visto reducido a la mitad en las últimas tres
décadas, algo que también ha ocurrido con los
obreros cualificados, cuyo porcentaje ha descendido del 31,0% del
año 1977 al 15,5% de 2012. Una evolución que da fe
de los cambios estructurales en el panorama laboral
español.

Vuelve la lucha de clases

El estudio, realizado por el sociólogo
José Saturnino Martín García del
Laboratorio de Alternativas y que utiliza el esquema de clases de
Max Weber como marco referencial, señala que esta
evolución se debe, ante todo, a la crisis de la
construcción
, que empleaba a un gran número de
trabajadores de baja cualificación.

El objetivo del informe es, además, poner de
relieve que la clase no debe pensarse únicamente como una
cuestión de renta, sino que depende también del
nivel de cualificación, el sector de actividad, la
propiedad de los medios de producción o la
jerarquía en la empresa. "Algunos entienden el paro como
que hay gente que ofrece trabajo y otros lo buscan pero estos no
se llegan a encontrar", explica a El Confidencial
Martín García, aludiendo a los habituales
análisis económicos.

"Pero, en España, los volúmenes tan altos
de paro se suelen deber a la destrucción de
sectores
y no a que la gente esté menos dispuesta a
trabajar", añade el sociólogo. Algo que ya
ocurriese en su día tras la reconversión industrial
y el declive del sector agrario y que ahora ha sucedido con la
construcción. "Por mucho que se hable de la importancia de
los individuos, y de que una buena formación facilita
encontrar trabajo, si se ha destruido el sector en el que
trabajas, lo tendrás mucho más
difícil".

Martín García añade una dificultad
añadida a aquella que hubieron de sufrir los trabajadores
no cualificados de los años sesenta y setenta, cuando el
paro de la agricultura se trasladó al sector servicios, es
la dificultad de adaptación. "Es fácil adaptarse a
un empleo de camarero", indica el sociólogo. "Pero es
mucho más complicado pasar de ser un albañil al
sector de nuevas tecnologías
, y esto es aún
más difícil a cierta edad".

Monografias.com

El futuro de la clase media

Los datos señalan que el
porcentaje de los extremadamente pobres ha aumentado en apenas un
lustro del 3,7% al 8,0%, mientras que los pobres han pasado del
16,6% al 18,4%, conformando en total un 26,4% de españoles
en situación de pobreza. Por su parte, la considerada como
clase alta también ha crecido, del 8,4% al 8,9%. Esta
polarización de la sociedad española
parecería explicarse por la disolución de la
clase media y media alta
.

"El análisis puramente económico a menudo
oscurece hechos como que realmente algunos albañiles y
camareros no eran de clase media, aunque cobrasen lo mismo
que los ingenieros", explica el sociólogo. Ello provoca
que los que tuvieran mejores recursos -es decir, formación
académica o puestos de trabajo más altos en la
jerarquía- hayan afrontado de manera satisfactoria la
crisis, mientras que aquellos que gozaban de rentas semejantes
pero peores recursos se hayan visto enfrentados a grandes
dificultades.

El autor matiza que determinados sectores laborales han
sido especialmente perjudicados, como ocurre con los
periodistas, que han notado aún más la
crisis que la construcción, sólo que representan un
porcentaje mucho menor que aquel por lo que no han resultado tan
significativos en el cómputo global.

Buenas noticias para los profesionales
liberales

Los que han mejorado su posición son los
pertenecientes a las profesiones liberales, que es el grupo en el
que menos ha bajado el poder adquisitivo, un 2,9%. Se trata del
grupo social que, junto a los directivos, menos está
notando la crisis ya que, como explica Martín
García, tiene más capacidad de
negociación
.

Por el contrario, los que más están
notando los efectos de las dificultades económicas en lo
que concierne a su poder adquisitivo es la clase de servicio
bajo, formada por los que poseen diplomaturas o formación
profesional superior. En ese grupo, explica Martín
García, se clasifican los empleos como enfermeros o
trabajadores de imagen y sonido, y se trata de aquel en el que
encaja un amplio porcentaje del paro juvenil.

Son los obreros no cualificados
los que sufren un mayor desempleo, un 35,2%, en contraste con el
12,3% del año 1977. Les siguen los obreros cualificados
(19,5%), los servicios no cualificados (16,6%) y los
administrativos-comerciales (12,2%), según los datos de la
Encuesta de Población Activa realizada por el INE que
recoge el estudio.

Monografias.com

Un país más igualitario

"Una sociedad más igualitaria no
es sólo una sociedad en la que las diferencias de ingresos
son altas o bajas, también es una sociedad en la que el
nivel de vida no está determinado por la clase social",
explica el informe, poniendo de manifiesto que en España
la adscripción a determinados orígenes
aún influye de manera sensible en la vida posterior del
ciudadano. "Por mucho que se hable de la importancia de los
individuos, las reglas sociales de cada clase siguen siendo muy
importantes", añade el autor.

Martín García concluye que las razones de
esta divergencia tienen también un origen político,
ya que en esta evolución de la sociedad española
influye "cuánto dinero se recauda y de qué
manera se reparte". España es, a ese respecto, uno de los
países donde los ricos han perdido menos dinero durante la
crisis y los pobres más, a diferencia de Islandia, donde
la destrucción del sector financiero conformó un
panorama completamente opuesto. 

– La desigualdad
definirá la próxima década (The Wall Street
Journal – 22/1/14)

(Por Stephen Fidler)

Monografias.com

La globalización ha hecho del
mundo un lugar más igualitario, elevando las fortunas
económicas de miles de millones de personas de escasos
recursos en los últimos 25 años. Pero, al mismo
tiempo, ha hecho que los países ricos sean más
desiguales, reduciendo los ingresos de la clase media y
baja.

Durante un tiempo, la crisis financiera parecía
haber revertido la tendencia hacia una mayor desigualdad en los
países industrializados. Pero los datos más
recientes sugieren que fue sólo una breve
interrupción.

En torno a 2010, las tendencias previas
a la crisis se restablecieron, a medida que el estímulo
del gobierno dio paso a la austeridad, las prestaciones por
desempleo se agotaron y las medidas de los banqueros centrales
impulsaron los retornos sobre los activos financieros, ayudando
más que nada a los acaudalados.

Las cifras compiladas por Emmanuel
Saez, de la Universidad de California en Berkeley, y Thomas
Piketty, de la Escuela de Economía de París,
mostraron que en 2012 el 10% con mayores recursos se quedó
con la mitad de todos los ingresos generados en EEUU. Esa cifra
es la más alta desde 1917, el primer año del que se
dispone información.

"Creo que tenemos un problema
político. En algún momento, las clases medias en
países ricos podrían oponerse a la
globalización", apunta Piketty. Un orden mundial en el que
una mayoría se beneficia -pero una minoría
influyente, no- podría no ser sostenible por mucho
tiempo.

Algunos expertos prevén que estas
disparidades se arraiguen más en las economías
más pudientes y que las divisiones entre los muy ricos y
el resto dependerán de si tienen acceso a capital. De
tener razón, las sociedades desarrolladas
regresarían de alguna manera al mundo de los siglos XVIII
y XIX. En ese mundo, la verdadera riqueza vendría de
encontrar a un cónyuge rico o heredar propiedad. La idea
del siglo XX de que la riqueza en gran parte depende de una
carrera de trabajo duro bien remunerada se
desvanecerá.

El Informe de Riesgos Globales del Foro
Económico Mundial, publicado en anticipación a la
reunión anual de esta semana en Davos, Suiza, y basado
sobre una encuesta entre expertos de todo el mundo, identifica la
severa disparidad en los ingresos como el riesgo mundial
más propenso a manifestarse en la próxima
década.

Los miembros de la "exprimida" clase media en los
países desarrollados ya están alzando sus voces, y
algunos están apoyando movimientos que se oponen a la
globalización.

Branko Milanovic, un ex economista del
Banco Mundial, indica que los datos de encuestas a hogares
muestran que, de 1988 a 2008, los ingresos reales del 50% con
menos recursos en EEUU crecieron apenas 23%.

A sus pares en el 50% más
necesitado en Alemania y Japón les fue incluso peor: los
japoneses más pobres experimentaron un descenso de 2% en
sus ingresos reales. Entretanto, los ingresos del 1% más
adinerado de EEUU ascendieron 113%.

"Las desigualdades nacionales, en casi todos lados menos
América Latina, han aumentado", asegura
Milanovic.

Sin embargo, a nivel global, las nuevas clases media y
obrera en economías emergentes como China, India y Brasil
han surgido como las grandes beneficiarias de los últimos
20 años. Los mayores perdedores son el 5% más pobre
del mundo, muchos de ellos en África.

– Las auténticas dificultades para el crecimiento
(Project Syndicate – 23/1/14)

(Por Michael Spence)

Milán.- La experiencia de las economías
avanzadas desde la crisis financiera de 2008 ha impulsado un
debate en rápida evolución sobre el crecimiento, el
empleo y la desigualdad de ingresos. No debe extrañar:
para quienes esperaban una recuperación relativamente
rápida de la crisis, cuanto más inmutable se
mantiene la situación, más cambia.

Poco después de que el sistema
financiero estuviera a punto de desplomarse, la opinión de
consenso en pro de una recuperación cíclica
bastante normal se disipó al resultar evidente la magnitud
de los daños en los balances y el efecto del
desapalancamiento en la demanda interna, pero, pese a que el
desapalancamiento está muy avanzado, el efecto positivo en
el crecimiento y el empleo ha sido decepcionante. En los Estados
Unidos, el crecimiento del PIB sigue siendo inferior a lo que,
hasta hace poco, se había considerado su tasa potencial y
el crecimiento en Europa es insignificante.

El empleo sigue siendo menor y está retrasando el
crecimiento del PIB, configuración que comenzó a
darse al menos hace tres recesiones y que ha llegado a ser
más pronunciada con cada una de ellas. En las
economías más avanzadas, el sector de bienes
comercializables ha engendrado un crecimiento del empleo muy
limitado, problema que hasta 2008 "resolvió" la demanda
interna al emplear a muchos trabajadores en el sector de bienes
no comercializables (Administración, atención de
salud, construcción y venta al por menor).

Entretanto, las tendencias negativas en
la distribución de los ingresos precedieron a la crisis y
le han sobrevivido. En los Estados Unidos, el desfase entre los
ingresos medios (por habitante) y los ingresos medianos ha
llegado a ser de más de 20.000 dólares. Los
aumentos de ingresos resultantes del crecimiento del PIB se han
concentrado primordialmente en el cuartil superior de la
distribución. Antes de la crisis, el efecto de riqueza
producido por unos precios altos de los activos mitigó la
presión hacia abajo del consumo, del mismo modo que,
gracias a los bajos tipos de interés y la
relajación cuantitativa desde 2008, ha habido aumentos
importantes de los precios de los activos que, dados los
débiles resultados económicos, probablemente no
durarán.

Monografias.com

La concentración en aumento de la
riqueza, junto con una calidad educativa desigual, está
contribuyendo a descensos en la movilidad económica
intergeneracional, lo que, a su vez, amenaza la cohesión
social y política. Aunque la causalidad no está
clara, históricamente ha habido una gran
correlación entre desigualdad y polarización
política, una de las razones por las que las estrategias
de crecimiento logradas de los países en desarrollo se han
basado en muy gran medida en la reducción de la
exclusión.

La tecnología que ahorra mano de
obra y las tendencias cambiantes del empleo en el sector de
bienes comercializables de la economía mundial son
factores importantes de desigualdad. Los trabajos rutinarios de
trabajadores manuales y oficinistas están desapareciendo,
mientras que el empleo con menor valor añadido en el
sector de los bienes comercializables está
trasladándose a un conjunto de economías en
desarrollo que van en aumento. Esas potentes fuerzas paralelas
han alterado el equilibrio a largo plazo de los mercados
laborales de las economías avanzadas, que han invertido
demasiada educación y demasiadas capacidades en una
modalidad de crecimiento anticuada.

Todo ello está causando sufrimiento,
consternación y confusión, pero el estancamiento en
los países avanzados no es inevitable, si bien para
evitarlo hace falta superar un conjunto ingente de
dificultades.

En primer lugar, las esperanzas no han
estado en consonancia con la realidad. Hace falta tiempo para que
se manifiesten plenamente los efectos del desapalancamiento, la
reequilibración estructural y la reparación de los
déficits de los activos tangibles e intangibles mediante
la inversión. Entretanto, quienes están soportando
la mayor parte de los costos de la transición -los
desempleados y los jóvenes- necesitan apoyo y los que
somos más afortunados debemos soportar los costos. De lo
contrario, la intención declarada de restablecer
modalidades de crecimiento no excluyentes carecerá de
credibilidad, lo que socavará la capacidad para adoptar
decisiones difíciles, pero importantes.

En segundo lugar, para lograr plenamente
el crecimiento potencial hace falta corregir la tendencia
generalizada a una inversión insuficiente del sector
público. El paso del crecimiento impulsado por el consumo
al impulsado por la inversión es decisivo y debe comenzar
en el sector público.

La forma mejor de utilizar la capacidad fiscal que queda
en los países avanzados es la de restablecer la
inversión pública en el marco de un plan de
estabilización multianual y creíble. Ésa es
una vía mucho mejor que otra basada en el apalancamiento,
unos tipos de interés bajos y unos precios elevados de los
activos para estimular la demanda interna más allá
de su nivel natural de recuperación. No toda la demanda se
crea igual. Necesitamos aumentar el nivel y lograr una
composición idónea.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15
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