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La era de la desigualdad (¿Consecuencia directa del imperialismo monetario?) Parte II (página 12)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15

En tercer lugar, en las economías
flexibles como la de los EEUU ya está en marcha un cambio
estructural importante en pro de la demanda exterior. Las
exportaciones están aumentando rápidamente (y
superan el aumento de las importaciones) gracias a unos costos
menores de la energía, nuevas tecnologías que
favorecen la relocalización y un tipo de cambio real
eficaz y en disminución (la depreciación nominal
del dólar combinada con un débil aumento de los
ingresos y los salarios internos y una inflación mayor en
los más importantes países en desarrollo que son
sus socios comerciales). Con el tiempo, esos cambios
estructurales compensarán un nivel menor (y más
sostenible) de consumo respecto de los ingresos, a no ser que
unos aumentos inapropiados de la demanda interna frustren el
proceso.

En cuarto lugar, las economías
con rigideces estructurales deben adoptar medidas para
eliminarlas. Todas las economías deben tener capacidad
para adaptarse al cambio estructural a fin de apoyar el
crecimiento y la flexibilidad resulta más importante para
modificar las modalidades de crecimiento defectuosas, porque
afecta a la velocidad de la recuperación.

Por último, se necesita capacidad
de dirección para crear un consenso sobre un nuevo modelo
de crecimiento y el reparto de la carga necesario para aplicarlo
con éxito. Muchos países en desarrollo dedican
demasiado tiempo a un equilibrio estable y sin crecimiento y
después pasan a otro más positivo. En eso no hay
nada automático. En todos los casos con los que estoy
familiarizado, una capacidad de dirección eficaz hizo de
catalizador.

Así, pues, si bien podemos esperar un proceso
multianual de reequilibración y reducción del
desfase entre el crecimiento real y el potencial, su
duración exacta dependerá de las opciones
normativas y la velocidad del ajuste estructural. En la Europa
meridional, por ejemplo, el proceso requerirá más
tiempo, porque en esos países faltan más
componentes de la recuperación, pero el retraso en la
determinación de las dificultades -por no hablar de la
reacción para afrontarlas- parece bastante largo en casi
todas partes.

Naturalmente, los factores tecnológico y
demográfico que sustentan el crecimiento potencial
experimentan altibajos en períodos más largos
(multidecenales) e, independientemente de si los EEUU y otros
países avanzados han entrado en un período de
deterioro prolongado, la realidad es que no hay forma de influir
en esas fuerzas.

Pero la cuestión inmediata que
afrontan muchas economías es diferente: el
restablecimiento de una modalidad de crecimiento resistente y no
excluyente que logre todo lo que permita la tendencia del
crecimiento potencial.

(Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is
Professor of Economics at NYU"s Stern School of Business,
Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign
Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford
University, and Academic Board Chairman of the Fung Global
Institute in…)

– Cómo alcanzar la velocidad de escape (Project
Syndicate – 21/1/14)

(Por Mohamed A. El-Erian)

Newport Beach.- No es frecuente que uno pueda afirmar,
con confianza, que un remedio por sí solo podría
mejorar significativamente la vida de miles de millones de
personas alrededor del mundo, que dicho remedio podría
alcanzar este cometido de una manera perdurable y de apoyo mutuo,
y que por lo tanto, podría mejorar el bienestar de las
actuales y futuras generaciones. Sin embargo, esa es la
afirmación que hago hoy.

El remedio que tengo en mente, por
supuesto, es un crecimiento económico más
rápido – la única cosa que puede elevar los
niveles de vida, reducir las desigualdades excesivas, mejorar las
perspectivas de empleo, aliviar las tensiones relativas al
comercio internacional, y que incluso puede moderar las presiones
geopolíticas. Y la mayoría de los analistas –
incluyéndose entre los mismos a los analistas del Fondo
Monetario Internacional y del Banco Mundial – ahora predicen que
el crecimiento a nivel mundial se acelerará en el
año 2014, y que el mismo será más
equilibrado entre las principales regiones económicas del
mundo.

Tales predicciones reflejan tres acontecimientos que son
muy bienvenidos. Para empezar, Europa saldrá de la
recesión, y las economías periféricas se
beneficiarán de una muy fuerte mejora relativa en las
perspectivas de crecimiento. Simultáneamente, un 3% de
crecimiento anual del PIB ya no será algo inalcanzable
para Estados Unidos. Y las economías emergentes se
verán sostenidas por el crecimiento anual del 7% de China,
que aunque es más lento, sigue siendo robusto.

Pero, a pesar de que la perspectiva de un crecimiento
más rápido a nivel mundial es, en verdad, una buena
noticia, especialmente teniendo en cuenta las aún elevadas
tasas de desempleo en muchos países y las presiones
asociadas a las mismas que sufren las redes de seguridad social;
es aún demasiado temprano para celebrar. Existe el riesgo
de que, debido a tentadoras políticas que complacen
temporalmente, el repunte económico de este año
podría llegar a ser contraproducente.

Esto no se debe a que la prevista aceleración del
crecimiento sea aún muy modesta. Después de todo,
incluso un repunte limitado puede marcar una diferencia
significativa si es parte de una alentadora dinámica de
crecimiento a mediano plazo. Al contrario, el riesgo radica en la
forma en la probablemente se materialice dicho crecimiento – es
decir, que se materialice dependiendo demasiado en modelos de
crecimiento anticuados y agotados, en lugar de que se acojan de
manera integral nuevos modelos de crecimiento.

En Europa, el crecimiento de este año
reflejará en gran medida el impacto de la
estabilización financiera, y no el impacto de las reformas
estructurales profundas. Debido a que los diferenciales de tasas
de interés se han constreñido fuertemente, y se ha
evitado la amenaza de colapso, tanto los inversionistas
nacionales como los extranjeros continúan regresando hacia
las economías periféricas, y con ello alivian el
severo racionamiento de crédito en dichas
economías. Esto es, sin duda, una buena noticia, sobre
todo si la fuente de la estabilización se desplaza de las
políticas no convencionales del Banco Central Europeo a
curas endógenas para los balances financieros, curas que
son suministradas por un amplio grupo formado por instituciones
financieras, empresas no financieras y hogares.

Sin embargo, pocas de estas economías
están preparadas para emprender el tipo de reformas
internas que prometen sostener altas tasas de crecimiento y
reducir sustancialmente el desempleo, que se ha ubicado en
niveles alarmantes en cuanto al desempleo juvenil y en
términos de su duración. Mientras tanto, la
apreciación del tipo de cambio está empezando a
socavar las exportaciones en los países centrales de la
eurozona, en particular en Alemania, que ha sido el motor de
crecimiento de la región durante los últimos
años.

La pronosticada aceleración del crecimiento en
EEUU para este año es más notable debido a que
refleja el impacto positivo de un proceso, de varios años
de duración, para alcanzar la cura económica y
financiera. También estamos empezando a ver el impacto a
nivel macro de algunas revoluciones de productividad -en
particular en los sectores energéticos y
tecnológicos- que, hasta el momento, eran en su gran
mayoría solamente fenómenos industriales y
sectoriales.

Sin embargo, el crecimiento económico real de
Estados Unidos en el año 2014 se mantendrá muy por
debajo de su potencial. Es más, el desempeño de la
economía de EE.UU. sigue siendo demasiado dependiente de
las políticas monetarias experimentales de la Reserva
Federal, que con valentía se adoptaron en ausencia de
medidas adecuadas dictadas por otras autoridades
económicas.

La economía de EEUU es
ciertamente capaz de llegar a la "velocidad de escape" que el
país necesita si el desempleo va a caer de una manera
más definitiva y duradera. No obstante, esto requiere que
el Congreso apoye a la administración del presidente
Barack Obama en tres áreas: en la mejora de la
composición y el nivel de la demanda agregada, en la
mejora de la capacidad de respuesta de la oferta en la
economía, y en la eliminación de
sobreendeudamientos residuales que continúan inhibiendo la
actividad económica.

Sólo un avance decidido en estos frentes
desbloqueará los millones de millones de dólares
que, en lugar de ser invertidos en plantas y equipos, permanecen
varados en los balances financieros de las empresas o son
entregados a los accionistas a través de mayores
dividendos y recompra de acciones.

Los problemas en los países
emergentes son más complejos y diversos. Algunos
países constantemente hacen esfuerzos por modernizar los
agotados modelos de crecimiento. En China, por ejemplo, esto
implica una menor dependencia de las exportaciones y de la
inversión pública, y más dependencia en los
componentes privados de la demanda agregada interna.

Otros países, sin embargo, han respondido a la
desaceleración de sus crecimientos en los años 2012
y 2013 regresando a viejas prácticas que ofrecen la
tentación de una expansión inmediata a costa de que
más tarde se acarren consecuencias en la forma de
disminuciones del crecimiento. Esto ocurre, por ejemplo, en
Brasil y Turquía.

Todo esto implica que es muy poco
probable que en el año 2014 el mundo emergente en su
conjunto retome su papel como un motor importante de la
economía mundial, y también implica que la calidad
del crecimiento que se llegue a lograr en dicho mundo emergente
va a estar muy lejos de ser óptima.

De hecho, cuanto más detallado sea el
análisis que uno realice de las actuales dinámicas
de crecimiento a nivel mundial, es más probable que llegue
a la conclusión de que las perspectivas más
alentadoras que se tienen para este año van a ser
solamente eso – perspectivas alentadoras para el año 2014.
Hay todavía mucho que se puede (y que se debe) hacer si el
repunte previsto para este año va a ir a proporcionar un
trampolín para el arranque de un significativo crecimiento
a mediano plazo, crecimiento que mejore las perspectivas de la
actual y de las futuras generaciones. A menos que los
formuladores de políticas recuerden las tareas más
grandes que tienen entre manos, ellos corren el riesgo de caer en
una trampa de logros mediocres y cómodos.

(Mohamed A. El-Erian is CEO and co-Chief Investment
Officer of the global investment company PIMCO, with
approximately $2 trillion in assets under management. He
previously worked at the International Monetary Fund and the
Harvard Management Company, the entity that manages Harvard
University's…)

Los ricos indignos
(El País – 26/1/14)

(Por Paul Krugman)

La realidad de la creciente desigualdad
estadounidense es crudísima. Desde finales de la
década de 1970, los salarios reales de la mitad de los
trabajadores que menos ganan se han estancado o reducido,
mientras que los ingresos del 1% en lo alto de la escala casi se
han cuadruplicado (y los ingresos del 0,1% en lo más alto
han crecido aún más). Aunque podemos y debemos
debatir qué hacer frente a esta situación, el hecho
en sí -que el capitalismo estadounidense tal como
está constituido actualmente está socavando las
bases de la sociedad de clase media- no debería
cuestionarse.

Pero, por supuesto, sí se cuestiona. Esto es en
parte un reflejo de la famosa máxima de Upton Sinclair: es
difícil conseguir que un hombre entienda algo cuando su
salario depende de que no lo entienda. Pero creo que
también refleja una aversión por lo que implican
las cifras, que parecen casi una invitación abierta a la
lucha de clases, o, si lo prefieren, una demostración de
que la lucha de clases ya ha empezado, y los plutócratas
han tomado la ofensiva.

La consecuencia ha sido una campaña decidida de
confusión estadística. En su expresión
más burda, esta campaña se acerca a una
falsificación pura y dura; en su versión más
elaborada, supone usar trucos ingeniosos para difundir lo que yo
llamo el mito de los ricos que merecen serlo.

Para ver un ejemplo de falsificación de facto,
solo hay que leer una columna reciente de Bret Stephens en The
Wall Street Journal que primero acusaba (sin razón) al
presidente Barack Obama de cometer un error fáctico y
luego pasaba a afirmar que el aumento de la desigualdad no
tenía tanta importancia, porque todo el mundo ha estado
obteniendo grandes beneficios. Qué problema hay, si los
ingresos de la quinta parte de la población estadounidense
que menos gana han crecido un 186% desde 1979.

Si esto les suena a equivocación, están en
lo cierto: esa es una cifra nominal, no está corregida en
función de la inflación. Se puede encontrar la
cifra corregida según la inflación en la misma
tabla de la Oficina del Censo; muestra que, en realidad, los
ingresos de la quinta parte en la parte baja de la escala
están reduciéndose. Ah, y para que conste: en el
momento de escribir estas líneas, ese error tan elemental
no se había corregido en el sitio web del
periódico.

Bien, ese es el aspecto que tiene el falseamiento
más burdo. ¿Y qué hay de la versión
más elaborada?

He señalado otras veces que
los conservadores parecen tener una fijación con la idea
de que la pobreza es, en esencia, la consecuencia de los
problemas de personalidad de los pobres. Puede que en su
día hubiese algo de verdad en esto, pero durante las tres
últimas décadas y más, el principal
obstáculo al que se han enfrentado los pobres es la falta
de puestos de trabajo que ofrezcan sueldos decentes. Pero el mito
de los pobres indignos persiste, y también lo hace un mito
equivalente, el de los ricos que merecen serlo.

La historia es la siguiente: los ricos de Estados Unidos
lo son porque tomaron las decisiones vitales acertadas. Tuvieron
una buena formación, se casaron y siguieron estando
casados, y así sucesivamente. En resumen, la riqueza es
una recompensa por poseer las virtudes victorianas.

¿Dónde está el fallo de esta
historia? Incluso en sus propios términos, da por
supuestas oportunidades que no existen. Por ejemplo,
¿cómo se supone que los hijos de los pobres, o
incluso de la clase trabajadora, van a recibir una buena
educación en una época en la que disminuye el apoyo
que reciben las universidades públicas y las
matrículas suben? Hasta los indicadores sociales como la
estabilidad familiar son, en buena medida, un fenómeno
económico: nada se ceba tanto con los valores familiares
como la falta de oportunidades de empleo.

Pero la principal pega de este mito es
que se equivoca al identificar a quienes salen ganando con el
aumento de la desigualdad. A los trabajadores administrativos,
aunque se casen entre ellos, les va regular nada más. Los
grandes beneficiarios son un grupo mucho más
pequeño. El movimiento Ocupad popularizó el
concepto del "1%", que es una buena forma de referirse a esa
élite en auge pero que, si acaso, abarca a demasiada
gente: la mayoría de los beneficios del 1% superior van a
parar de hecho a una élite aún más reducida,
el 0,1% en lo alto del todo.

¿Y quiénes son estos pocos afortunados?
Principalmente, ejecutivos de la clase que sea, especialmente,
aunque no únicamente, de las finanzas. Podemos debatir si
estas personas merecen ganar tanto dinero, pero una cosa
está clara: no llegaron a donde están solo por ser
prudentes, puros y austeros.

Entonces, ¿cómo puede
mantenerse el mito de los ricos que merecen serlo?
Básicamente, mediante una estrategia de distorsión
por dilución. Casi nunca vemos a los apologetas de la
desigualdad dispuestos a hablar del 1%, y no digamos ya de los
que de verdad más ganan. En vez de eso, hablan del 20%
superior, o como mucho del 5%. Puede parecer que estas elecciones
son inocentes, pero no es así, porque equivalen a meter en
el mismo saco a matrimonios de abogados y lobos de Wall Street.
La película de Di Caprio con ese nombre, por cierto, tiene
un éxito tremendo entre las gentes de las finanzas, que
aclaman al personaje del título; otra pista sobre las
realidades de esta nueva Edad Dorada.

Repito que sé que estas realidades incomodan a
algunas personas, no todas ellas mercenarios de la plutocracia,
que preferirían ofrecernos una imagen diferente. Pero
aunque los hechos tengan un claro sesgo populista, siguen siendo
hechos; y hay que afrontarlos.

(Paul Krugman es profesor de Economía de
Princeton y premio Nobel de 2008. © 2014 New York Times News
Service)

– Cómo la desigualdad asfixia a EEUU (BBCMundo –
28/1/14)

(Por Thomas Sparrow)

A juzgar por declaraciones recientes, uno
de los discursos más esperados en la agenda presidencial
de Estados Unidos, el del Estado de la Unión,
tendrá como tema principal la lucha contra la
desigualdad…

US$ 27.000: la
diferencia de ingresos entre blancos y negros

Está previsto que Obama presente propuestas
concretas para mejorar la situación económica de la
clase media.

En agosto del año pasado, cuando Estados Unidos
conmemoró el aniversario número 50 del famoso
discurso de Martin Luther King en Washington, no fueron pocos los
que resaltaron que aún persisten las diferencias
económicas entre los blancos y los negros en el
país.

La división de tendencias demográficas y
sociales del Centro de Investigación Pew, un instituto de
investigación con sede en Washington, explicó en su
momento que las mediciones de los ingresos familiares, la riqueza
familiar y la propiedad de viviendas revelan que las brechas hoy
son "tan amplias o más amplias que en los años 60 y
70".

Lo ejemplifica con una cifra: la diferencia entre los
ingresos familiares de blancos y negros creció de US$
19.000 en 1967 a casi US$ 27.000 en 2011.

Las diferencias también se hacen evidentes cuando
se comparan los ingresos de otros sectores de la
población. El centro Pew resalta que la brecha de ingresos
entre hispanos y blancos también ha crecido desde
1970.

Según cifras de la Oficina del
Censo, el ingreso familiar promedio de los blancos fue US$ 67.175
en 2011; US$ 39.760 de los negros; US$ 68.521 de los
asiáticos y US$ 40.007 de los hispanos.

Pero también ha habido avances en la
situación económica de muchos grupos en Estados
Unidos desde la época de Martin Luther King. En el marco
del histórico aniversario, la Oficina del Censo
resaltó que el ingreso promedio de los negros se ha
duplicado, la pobreza ha caído en 14% y ha aumentado la
participación educativa de esa
población. 

46,5 millones: el número de
pobres en EEUU

La Oficina del Censo reportó en
septiembre del año pasado que el número de
estadounidenses que viven en la pobreza aumentó levemente
en 2012 hasta los 46,5 millones.

Pese a que la economía del país
mejoró a nivel macroeconómico, el número de
personas a las que se considera pobres aumentó en 300.000.
La misma entidad indicó que unos 16,1 millones de
niños están en la pobreza, así como 3,9
millones de adultos mayores de 65 años.

El documento indica que la pobreza en 2012 fue
más pronunciada entre negros (27,2% o 10,9 millones de
personas), hispanos (25,6% o 13,6 millones) y asiáticos
(11,7% o 1,9 millones) que en los blancos no hispanos
(9,7%).

Los autores del informe situaron el umbral de la pobreza
en los hogares que tienen ingresos anuales de menos de US$ 23.492
para una familia de cuatro personas.

Esta problemática ha cobrado importancia en 2014
por el aniversario 50 de la "guerra contra la pobreza" que
proclamó el presidente Lyndon B. Johnson en su discurso
del Estado de la Unión.

Hay más ricos que
antes

Un análisis del Centro Pew sobre las
estadísticas reveladas por la Oficina del Censo
reveló, en abril del año pasado, que la riqueza
aumentó para los más ricos y cayó para el
resto.

Entre 2009 y 2011 -los dos primeros
años de recuperación económica tras la
crisis– el valor promedio neto de los hogares en el 7% más
rico creció en 28%, mientras el valor neto de los hogares
en el restante 93% cayó en 4%.

El análisis explicó que las diferencias se
deben al repunte en los mercados de valores -donde concentran sus
riquezas los más ricos- en comparación con el
rendimiento del mercado inmobiliario, donde las familias menos
adineradas tienen puestas las suyas.

Por esas diferencias, el centro Pew concluyó que
la desigualdad en las riquezas se incrementó durante esa
fase de la recuperación económica.

El impacto de una educación
menos desigual

Una de las conclusiones de un informe preparado para el
Departamento de Educación de Estados Unidos, hace un
año, fue contundente: "Ninguna otra nación
desarrollada tiene desigualdades tan profundas o
sistémicas; ninguna otra nación desarrollada ha
generado, a pesar de algunos esfuerzos, tantas condiciones
desfavorables para muchos de sus niños".

El argumento se refiere al sistema colegial en el
país y el informe resalta las disparidades educativas que
existen entre los distintos grupos sociales.

"Si el rendimiento de los estudiantes hispanos y
afroestadounidenses creciera a niveles comparables al de los
blancos y permaneciera así durante los siguientes 80
años, la evidencia histórica indica que el impacto
sería asombroso, al añadir US$ 50 billones (en
valores actuales) a la economía".

El documento resalta que el sistema
educativo está "segregado" tanto en temas de ingresos y
riqueza como de raza. Y explica que hay 10 millones de
estudiantes en las comunidades más pobres que están
afectados por un sistema que los vincula a los profesores y
escuelas de menor rendimiento, así como a expectativas y
oportunidades menores.

Las desigualdades en la educación son claves
porque, como explica el Instituto Brookings en un estudio de
junio de 2013, una mejor educación es una forma para
transformar las circunstancias económicas.

Ese estudio explica que si bien los niños de
familias ricas y pobres nacen con habilidades similares, los
padres más adinerados invierten más en sus
niños, lo que aumenta la brecha educativa colegial y las
posibilidades de ir a la universidad.

En cuanto a esto último, Brookings resalta que
"un grado universitario puede ser un boleto para salir de la
pobreza": una persona de ingresos bajos sin un grado muy
probablemente permanecerá en la parte baja de la escala
social, mientras una persona de ingresos bajos con un grado puede
"fácilmente" llegar a otro nivel, incluyendo el más
alto.

No obstante, "las tasas de graduación de la
universidad se han incrementado considerablemente para los
estudiantes adinerados, pero se han estancado para los
estudiantes de bajos ingresos".

47%: quienes creen que la desigualdad
es muy grave

Para muchos estadounidenses, la brecha entre ricos y
pobres no es un problema muy grave.

La desigualdad en Estados Unidos no se refiere solo a
las cifras económicas, sino también a la
percepción que hay sobre el problema.

Poco después de que Barack Obama pronunciara un
discurso importante sobre su política económica, a
finales del año pasado, el Centro Pew analizó el
impacto que tiene la desigualdad para los
estadounidenses.

"En la mayoría de países
avanzados hay una correlación entre la preocupación
pública sobre la brecha entre ricos y pobres y la realidad
económica subyacente".

"Pero en Estados Unidos, en
comparación con las otras naciones ricas encuestadas, la
desconexión entre la preocupación pública y
el tamaño de la brecha es grande".

Mientras en las economías en
desarrollo la brecha es considerada un problema muy grande por el
74%, en Estados Unidos es el 47%.

Otra encuesta del Pew encontró que el 76% de los
estadounidenses está de acuerdo con la frase "hoy es
realmente cierto que los ricos se vuelven más ricos y los
pobres más pobres".

En el país, la quinta parte más alta de la
tabla de ingresos gana 16,7 veces más que la quinta
más baja, según el Pew.

– La caída de la movilidad
ascendente (Project Syndicate – 24/1/14)

(Por Richard N. Haass)

Nueva York.- La preocupación por la desigualdad
económica está en el aire, casi en todas partes. El
problema no es la desigualdad entre países, que en
realidad ha disminuido durante las últimas décadas,
en gran parte gracias a las mayores tasas de crecimiento y
expectativas de vida en muchos países emergentes
(especialmente en China e India). Por el contrario, el foco hoy
día está en la desigualdad -a veces llamada
disparidad del ingreso- al interior de los
países.

Un motivo es que el problema de la desigualdad es real,
y está empeorando en muchos lugares. En las últimas
décadas, la riqueza y el ingreso se han concentrado
más en la cima -el así llamado 1 %- mientras que
los ingresos reales y niveles de vida de los pobres y la clase
media se han estancado o han caído en muchos países
desarrollados.

Esto era así antes de la erupción de la
crisis financiera mundial en 2008, pero la crisis y sus
repercusiones (incluidos los elevados y prolongados niveles de
desempleo) han empeorado las cosas. A pesar de unas pocas
excepciones notables en el norte de Europa y partes de
Latinoamérica, el aumento de la desigualdad ha afectado
tanto al mundo desarrollado como a los países en
desarrollo.

Personas destacadas están llamando la
atención sobre este problema como nunca antes. El Papa
Francisco exhorta al mundo a "negarse a una economía de
exclusión y desigualdad", porque "esa economía
mata". El presidente estadounidense Barack Obama habla de una
economía estadounidense que "se ha tornado profundamente
desigual". El recientemente electo alcalde de la ciudad de Nueva
York, Bill de Blasio, puso el tema en el centro de su
campaña, refiriéndose reiteradamente a una
"historia de dos ciudades" y una "crisis de
desigualdad".

El énfasis es comprensible, pero enmarcar el
problema como uno de desigualdad presenta un peligro real. Lo que
debe importar no es la desigualdad en sí -para parafrasear
el Evangelio según Mateo, los ricos siempre estarán
con nosotros- sino la existencia de una posibilidad genuina para
los ciudadanos de tornarse ricos o, al menos, estar
sustancialmente mejor. Es la falta de movilidad ascendente, no la
desigualdad, lo que constituye el problema central.

Considerar a la desigualdad como el problema puede
llevar a todo tipo de «remedios» contraproducentes
que, en realidad, empeorarían la situación. La
tentación más obvia es la de intentar reducir la
desigualdad a través de impuestos a los ricos. El error en
la política redistributiva es que enfatiza el
desplazamiento de la riqueza en vez de su creación.
Empobrecer a los ricos no enriquecerá a los
pobres.

Por supuesto, este principio tiene sus excepciones. Por
ejemplo, en casos de corrupción extrema y capitalismo
amiguista, los recursos estatales son secuestrados por unos
pocos. Muchos países productores de energía
pertenecen a esta categoría, por lo que muchos
observadores hablan de las dotaciones energéticas y
minerales como una «maldición» más que
un beneficio.

Pero, afortunadamente, esos casos son excepciones. Por
lo general, una política inteligente consiste en mejorar
la situación de los pobres y la clase media en vez de
empeorar la de los ricos. Reducir (o, mejor aún, eliminar)
la discriminación por raza, religión, género
y orientación sexual es una forma de lograrlo, así
como garantizar los derechos sobre la propiedad, en parte para
que la gente pueda obtener créditos para iniciar sus
emprendimientos ofreciendo sus hogares como
garantía.

La educación también es fundamental. Pero
esto no implica la necesidad de gastar mucho más en
educación; aquí (y en todas partes) la forma en que
se usa el dinero es más importante que cuanto se gasta. La
variable más crítica que afecta el desempeño
de los estudiantes es la calidad de la enseñanza. Los
recursos necesarios para la capacitación adicional de los
docentes y para pagar más a las personas talentosas -para
qué se dediquen a la enseñanza y continúen
en ello- pueden ser compensados con la voluntad para eliminar a
los docentes que no están a la altura de las
circunstancias. Incluso si algunos costos aumentaran,
valdría la pena si el resultado fueran ciudadanos mejor
educados y más productivos.

Reformar los planes de estudio es igualmente importante.
Las escuelas secundarias y los institutos terciarios conocidos en
Estados Unidos como community colleges -instituciones
postsecundarias que habitualmente ofrecen títulos
después de dos años de estudios- deben ofrecer
cursos orientados a empleos que ya existen o que pronto
estarán disponibles. Debe fomentarse la estrecha
cooperación entre los empleadores y los establecimientos
educativos, como ocurre a menudo en países como Alemania.
Y la educación debe estar al alcance de la gente durante
toda su vida, en forma accesible y eficiente, no solo al
principio de sus carreras.

También es importante mostrar cautela frente a
algunas ideas que a menudo se presentan como soluciones, como la
exigencia de grandes aumentos en el salario mínimo para
los trabajadores por hora. El problema es que eso desalienta la
contratación por parte de las empresas. Sería mejor
mantener los aumentos salariales en niveles modestos para que la
gente pueda encontrar empleo, y buscar otras formas de subsidiar
la educación y la salud para quienes lo
necesitan.

La desigualdad es real. Pero solo puede
ser enfrentada eficazmente con políticas y programas que
fomentan el crecimiento y crean oportunidades significativas para
aprovecharlo. Hay mucho en juego, ya que el crecimiento
económico y la cohesión social dependen de que
logremos una solución satisfactoria. Pero para ello hay
que entender que la desigualdad no es tanto la causa como la
consecuencia de nuestros pesares.

(Richard N. Haass, President of the Council on Foreign
Relations, previously served as Director of Policy Planning for
the US State Department (2001-2003), and was President George W.
Bush"s special envoy to Northern Ireland and Coordinator for the
Future of Afghanistan. His most recent book
is…)

La primera
generación de clase media que vivirá mucho peor que
sus padres (El Confidencial – 3/2/14)

(Por Héctor Barnés)

"Esta es la primera generación
que vivirá peor que la de sus padres".
Todos hemos
oído esta afirmación con relativa frecuencia
durante el último lustro, desde que la crisis
económica comenzó a golpear las expectativas de
las generaciones más jóvenes
, que ahora mismo
se enfrentan a tasas de paro que superan el 50%. Sin embargo,
apenas existen estudios que demuestren una tesis que necesita
atender a variables muy diferentes para ser
demostrada.

Por primera vez, una
investigación británica ha sido capaz de responder
en una encuesta a dicha cuestión y afirmar que los nacidos
durante los años sesenta y los setenta tienen unas
expectativas de futuro mucho peores
que las de sus padres,
especialmente en lo que concierne a la jubilación. El
estudio, realizado por el Instituto de Estudios Fiscales (IFS)
inglés, recuerda que la tendencia instaurada tras la
Segunda Guerra Mundial por la cual cada generación
esperaba vivir mejor que la precedente puede haberse
revertido.

Un cambio ¿permanente?

El estudio señala que la
generación analizada, la de los nacidos en los sesenta y
los setenta -es decir, lo que en Estados Unidos
equivaldría a los baby boomers-, que ahora tienen
entre 43 y 53 años, necesitarán apoyarse en la
herencia familiar
si quieren disfrutar de una
jubilación más relajada que la de sus padres. El
cambio se ha producido durante la última década, ya
que aquellos un poco más mayores no se han visto
perjudicados en el mismo grado que estas generaciones.

Tres factores principales explican el
cambio de tendencia: la reforma de las pensiones, el
estancamiento de los sueldos y la subida de precio de los
hogares.
El estudio asegura que la generación
analizada tiene menos casas en propiedad que sus
predecesoras. Además, sugiere que si bien no goza de datos
sobre las generaciones más jóvenes, las de los
ochenta y los noventa, es poco probable que la situación
cambie de manera significativa para ellos.

Andrew Hood, uno de los
investigadores que han participado en el estudio, señala
que "desde la Segunda Guerra Mundial, sucesivas generaciones han
disfrutado de mayores ingresos y estándares de vida
más altos
que los de sus padres". Algo que parece
haber terminado para siempre, ya que "las generaciones más
jóvenes probablemente tendrán que recurrir al
dinero heredado para vivir mejor que sus padres en el
retiro".

La quinta que no pudo ahorrar

La encuesta pone de manifiesto una peculiaridad de la
nueva generación que la distingue de sus mayores. Los
nacidos entre 1960 y 1980 gozaron de más ingresos durante
su juventud, pero gastaron todo el dinero adicional que
recibieron a lo largo de toda su carrera profesional. A los 30
años, indica el estudio, los ingresos medios de alguien
nacido durante los años setenta era un 20% superior a los
de alguien nacido durante los 60, un 52% superior a alguien
nacido durante los 50 y un 77% superior a los de alguien nacido
durante los 40.

¿Qué pasó entonces?
El grupo de investigación cree que aún hay que
investigar más para conocer este desfase generacional a la
hora de ahorrar, aunque el cambio en las costumbres y en la
mentalidad de consumo que se produjo en los años ochenta
puede tener mucho que ver. Como explica Hood, esta quinta no
ahorró apenas nada del dinero
que ganaron cuando eran
"jóvenes adultos", quizá por confiar en recibir una
herencia más cuantiosa que la que generaciones previas
disfrutaron.

"Sólo un 28% de las personas nacidas durante los
años cuarenta podían esperar recibir herencia, pero
la cifra se eleva al 70% entre las personas nacidas en los
años setenta", explica el autor. Curiosamente, aquellas
personas que esperan recibir una herencia suelen juntarse en una
relación con otras personas que también creen que
recibirán una significativa cantidad de dinero. "El
destino económico de las generaciones nacidas en los
sesenta y los setenta depende de manera relativa de la fortuna de
sus padres".

La encuesta señala que las familias que
procedían en un pasado de entornos más
privilegiados notarán en un menor grado el efecto de este
cambio de tendencia. "Las herencias esperadas se distribuyen de
manera desigual y son más altas para aquellos que ya son
ricos", explica Hood. "El resultado sugiere que la
rápida mejora en los resultados económicos
de
las nuevas generaciones que hemos visto en las últimas
décadas puede haberse detenido".

Un debate internacional

Dicha investigación sale a la luz en un momento
en el que Reino Unido debate sobre algunos de los aspectos
sensibles que toca, especialmente en lo que respecta a la
continua escalada del coste de la vida en el país
británico. Ed Miliband, líder del Partido
Laborista inglés, se ha mostrado particularmente
crítico con el empobrecimiento de las clases bajas y
medias
británicas.

Una encuesta realizada en España a comienzos de
este mismo año por el II Barómetro de la
Familia puso de manifiesto que el 64% de los
jóvenes considera que va a vivir peor que sus padres
.
Una opinión refrendada, en el sentido inverso, por
estos últimos, que comparten en un 64,2% la opinión
de sus descendientes. Sin embargo, se trata de apreciaciones
subjetivas.

Según la Encuesta de Condiciones de Vida
realizada en 2012, de los adultos que llegaban a fin de mes
con dificultad
cuando eran adolescentes, el 13,5% se
encuentra actualmente en riesgo de pobreza. Además,
los datos de paro juvenil, que más del 20% de los
españoles vivan por debajo del nivel de la pobreza o la
desaparición de los ahorros familiares de generaciones
 pueden ser pistas de aquello que depara a los más
jóvenes españoles en un futuro.

Pero no sólo a ellos. Libros como Baby
Bust: New Choices for Men and Women and Work in Family

(Wharton Digital Press) de Stewart Friedman ya anticipan
un futuro en el que la incertidumbre vital y económica a
la que han de enfrentarse los
millenials de todo el primer mundo hará
descender las tasas de natalidad.  

– Recortar el gasto sin perjudicar a los pobres (Project
Syndicate – 30/1/14)

(Por Jean Pisani-Ferry)

París.- ¿Por qué algunos gobiernos
gastan más que otros? La pregunta es más compleja
de lo que parece, sobre todo en el caso de los gobiernos
europeos.

La respuesta puede parecer obvia al
comparar, por ejemplo, Dinamarca (donde el gasto público,
excluyendo los pagos de intereses de la deuda, alcanzó el
58% del PIB en 2012) y Estados Unidos (donde la misma cifra fue
de un 35%).No hay duda de que la explicación
está en la amplitud de los servicios públicos y el
alcance del estado de bienestar.
Los datos parecen
reivindicar la famosa frase de la canciller alemana,
Ángela Merkel, de que el problema de Europa es que tiene
el 7% de la población, produce el 25% del PIB y debe
financiar el 50% del gasto social del planeta.

Desde esta perspectiva, los gobiernos
europeos se enfrentan a una elección incómoda. La
mayoría está buscando maneras de limitar el
endeudamiento público, recortar los déficits y
reducir el gasto sin perjudicar a sus ciudadanos más
pobres. Pero, a juzgar por la experiencia de EEUU y otros
países no europeos, es posible que se vean ante la
disyuntiva de elegir entre la insolvencia y la desigualdad. Tras
haber alcanzado el punto en que apenas pueden seguir aumentando
los impuestos, les resulta imposible pagar sus deudas manteniendo
en simultáneo el gasto social en los niveles
actuales.

La respuesta es menos evidente cuando se comparan los
países europeos entre sí. En su mayoría
prefieren socializar el riesgo y evitar la desigualdad (ambos
rasgos son los pilares del "modelo social europeo"). Y, no
obstante, sus niveles de gasto público difieren de modo
importante.

El país que más gasta es Dinamarca, con el
58% del PIB… ¡13 puntos porcentuales más que
España! Quizás sea todavía más
sorprendente el hecho de que los organismos públicos
franceses gastan 12 puntos porcentuales del PIB más que
los de Alemania, sin que haya diferencias significativas en los
resultados de sanidad, educación o reducción de la
pobreza. Esto indica que algunos países son más
eficientes que otros en cuanto a proporcionar bienestar
social.

Más aún, algunos han logrado reducir su
gasto público de manera significativa sin cambiar el
conjunto de su modelo social. El gasto público sueco es
nueve puntos porcentuales inferior al registrado en 1995. Desde
entonces ha habido recortes al gasto en bienestar social, y aun
así el país sigue en los primeros lugares de la
mayoría de los indicadores de desarrollo y se lo
continúa viendo como un modelo de democracia
social.

Esto no quiere decir que todos los
países europeos proporcionen la misma red de seguridad
social. Las prestaciones por desempleo o las pensiones
públicas no son idénticas en Irlanda y Finlandia,
por ejemplo. Pero no hay una estricta correspondencia entre los
niveles de gasto público y los resultados
sociales.

Una de las explicaciones es la
relación entre costes y eficacia de los programas
públicos. Algunos sistemas de atención de salud
están sencillamente mejor gestionados que otros: por
ejemplo, un equipo costoso se utiliza con mayor frecuencia, se da
a los pacientes medicamentos genéricos en lugar de otros
de marcas de laboratorios más establecidos o se hace
prevención de manera oportuna para evitar tener que
recurrir a tratamientos costosos. Lograr una atención
sanitaria más eficiente no presupone una mayor
desigualdad: por el contrario, puede reducirla.

Una segunda razón de las
importantes diferencias en los niveles de gasto de los
países europeos es que el gasto público y privado
pueden ser altamente sustituibles. Las contribuciones a un
sistema público de pensiones por retenciones son muy
similares a las que se hacen a un sistema de seguro privado
obligatorio. Por ejemplo, una de las razones de que Francia gaste
mucho en pensiones públicas es que en el país
prácticamente no existen planes de pensiones privadas. Si
los empleados tuvieran que suscribirse a un fondo empresarial o
sectorial, el gasto público se reduciría
mecánicamente sin que se produjeran muchos
cambios.

Es cierto que, en general, los regímenes
públicos de pensiones implican un cierto grado de
redistribución. Pero en su mayoría retienen dinero
de los empleados cuando están activos para
redistribuírselos cuando jubilen. La pregunta
difícil es si ven estas contribuciones como sus propios
ahorros o simplemente como impuestos, en cuyo caso pueden
desalentar el empleo o incentivar el trabajo en negro. En
cualquier caso, si se desea, la sustitución de los planes
de pensiones públicos por privados puede ayudar a reducir
el gasto público sin afectar demasiado la
distribución.

Una tercera razón de las
diferencias en los niveles de gasto público europeo es que
a menudo los gobiernos apuntan, sin lograrlo, a paliar las
consecuencias de las ineficiencias del mercado.

Por ejemplo, en el ámbito de la vivienda los
programas públicos son necesarios para dar un acceso
asequible a los pobres y los jóvenes y contribuir al
fomento del ahorro de energía. Sin embargo, a menudo hacen
mucho más: dan una ayuda innecesaria a los hogares de
clase media (o, peor aún, subsidian indirectamente a los
propietarios al ayudar a los inquilinos a pagar el alquiler). Lo
mismo se puede decir de las políticas para las empresas o
el mercado laboral.

En estos casos, el gasto público
no sirve a sus objetivos declarados, sino que financia la
seguridad social de la clase media o incluso de los propietarios
de capital. Puede ser difícil recortarlo en el corto
plazo, pero se puede lograr sin consecuencias sociales adversas
en el mediano.

En último término, resulta difícil
distinguir entre las diversas causas de que en algunos
países haya un mayor gasto público que en otros.
Está claro que ciertos modelos sociales son más
generosos y eficientes. Pero aunque algunos gobiernos no tienen
otra opción que recortar programas de reducción de
la desigualdad y a otros les puede resultar más
conveniente en términos políticos cambiar la
distribución del ingreso que implementar medidas en pro de
la eficiencia, es mucho lo que se puede hacer para mejorar la
relación entre coste y eficacia del gasto público
antes de dar marcha atrás en el contrato social. Los
gobiernos europeos todavía pueden encontrar modos de
reducirlo sin afectar adversamente su modelo
social.

(Jean Pisani-Ferry teaches at the Hertie School of
Governance in Berlin, and currently serves as
Commissioner-General for Policy Planning in Paris. He is a former
director of Bruegel, the Brussels-based economic think
tank)

– La pobreza oculta del "milagro alemán"
(BBCMundo – 5/2/14)

(Por Marcelo Justo)

En una eurozona estancada, la locomotora
alemana parece haber encontrado la fórmula para repetir el
milagro de la posguerra: baja tasa de desempleo, crecimiento
económico y aumento de las exportaciones.

Pero este brilloso escaparate esconde una realidad
social impensable para la cuarta economía mundial y
segundo exportador del planeta.

Unos 7,4 millones de trabajadores
sobreviven con miniempleos que ofrecen un máximo de 15
horas semanales y remuneraciones que no pasan de los 450 euros
mensuales (US$ 607).

Este mercado laboral flexibilizado explica una aparente
paradoja reflejada en el Informe Social de 2013 publicado por la
Oficina Federal de Estadística alemana.

Según el informe, el nivel de empleo
alcanzó en 2012 un récord histórico de 41,5
millones de personas, pero el número total de horas
trabajadas estaba por debajo del alcanzado en 1991.

"Cada vez hay más gente que
trabaja a medio tiempo sea voluntariamente o porque no le ofrecen
otra cosa", señalaba el informe.

La pobreza de un país rico

Esta precariedad laboral se ha visto acompañada
por un aumento del "riesgo de pobreza".

Según el indicador oficial "se considera precaria
la situación de una unidad familiar cuando sus ingresos no
superan el 60% de los ingresos medios de todo el
país".

En moneda constante y sonante se trata
de todo el que se encuentre por debajo de 848 euros por mes
(equivalente a US$ 1.158).

En términos estrictamente numéricos es
evidente que un pobre en Alemania no es tan pobre como en
América Latina.

Pero si se toma en cuenta el costo de la vida en
Alemania, la dureza del invierno europeo y el salario mensual de
los miniempleos (450 euros) la película cambia.

A pesar de que el empleo ha crecido en
los últimos diez años, hoy más de un 16% de
la población se encuentra en "riesgo de pobreza" en
comparación con el 15,2% de 2007.

El incremento puede parecer
mínimo, pero refleja una nueva premisa social: no basta
tener empleo para escapar de la pobreza.

Según el investigador
alemán Sebastian Dullien, autor de "Capitalismo
decente
", los cambios de la última década
están creando un nuevo modelo.

"La doble reforma del sistema de
seguridad social y el mercado laboral ha aumentado enormemente la
pobreza y la desigualdad. Nos estamos convirtiendo en un
país de bajos salario"", indicó Dullien a BBC
Mundo.

Mundo global, trabajo flexibilizado

El punto de partida fue la Agenda 2010, una reforma
impulsada por el canciller socialdemócrata Gerhard
Schroeder en 2002 para combatir los retos de la
globalización.

Ese año el crecimiento germano
fue 0% y había una alta tasa de desempleo considerada
"crónica". Muchos economistas llamaban a Alemania el
"enfermo de Europa", impotente para hacer frente a la competencia
de China y los países asiáticos.

Según el jefe de
investigación del Consejo Europeo de Relaciones
Exteriores, Hans Kundnani, la Agenda 2010 favoreció a los
empresarios en detrimento de los trabajadores.

"Para competir globalmente los empresarios estaban
trasladando su producción a países con costos
laborales más bajos. Esto forzó a los sindicatos a
aceptar una moderación salarial. De manera que los que no
trabajaban vieron una caída de su nivel de vida por la
reforma de la seguridad social y los que sí tenían
trabajo no sintieron que se beneficiaban de este llamado "segundo
milagro" alemán. A esto se sumó el empleo
flexibilizado que contribuyó a bajar más el costo
laboral germano", indicó a BBC Mundo Kundnani.

El sistema de negociación tripartito
sindicatos-empresas-gobierno, instaurado después de la
Segunda Guerra Mundial, allanó el camino para que se
hiciera este ajuste, pero si se considera que el aumento del PIB
entre 2002-2012 fue del 1,2%, el desempeño
económico está lejos de ser un
"milagro".

"Tuvimos un par de años bastante buenos, pero el
crecimiento no ha sido tan fuerte. El estancamiento salarial
produjo una caída del nivel de vida y de nuestro consumo
doméstico", indicó Dullien a BBC Mundo.

El largo plazo

A los índices de pobreza, hay que
añadir una crisis que está golpeando muy fuerte a
los jubilados.

El cálculo oficial es que un 30%
recibe una pensión de 688 euros por mes (US$
928).

La intervención de la seguridad
social ayuda a complementar este ingreso, pero la actual
flexibilización del mercado laboral pasará a la
sociedad una cuenta sombría.

Según un reciente informe del
Ministerio de Trabajo las cotizaciones de las personas con
miniempleos a los fondos de pensiones públicas les
darán un derecho de unos 3,11 euros al mes (US$ 4,19) por
año trabajado.

Con la edad jubilatoria a los 67
años, se puede calcular que alguien que haya tenido
miniempleos en hotelería o restaurantes, tendrá una
pensión mensual de unos 140 euros (US$ 189) al
jubilarse.

Según Sebastian Dullien es una situación
que no solo afecta a los miniempleos.

"Hay trabajos de tiempo completo que
pagan unos 5 euros la hora (US$ 6,75). La pensión de este
tipo de salarios también se situará por debajo de
la línea de la pobreza", indicó a BBC
Mundo.

Un modelo en aprietos

A pesar de estos datos Alemania ha sido calificada como
un "milagro" debido a que atravesó dos crisis
internacionales -el estallido financiero de 2008 y la de la deuda
soberana de 2010- con un nivel de crecimiento que, sin ser
excepcional, fue notable si se lo compara con el resto de la
eurozona.

Pero este milagro está comenzando
a disiparse. En 2010 y 2011 la economía creció un
4,2% y 3% respectivamente en parte recuperando el terreno perdido
durante la recesión económica mundial de 2009
(contracción del 5,1%).

Desde entonces la historia ha cambiado.
En 2012 el crecimiento fue del 0,7%. En 2013 un 0,5%. Son
porcentajes comparables con los años de crisis de
principios de siglo.

Aun así, la canciller Angela Merkel fue reelecta
en septiembre, aunque se vio obligada a formar una
coalición con los social demócratas para
gobernar.

El precio que los social demócratas pusieron al
pacto fue un mejoramiento de las condiciones sociales, entre
ellas, un salario mínimo, un aumento de las pensiones e
inversión en infraestructura.

Este nuevo pacto no significa el fin de la
flexibilización. Según Hans Kundnani, la
globalización seguirá imponiendo
condiciones.

"Este es un dilema para todas las
economías desarrolladas. El problema es que Alemania
intentó competir con las economías emergentes en
base a los precios y no en base a la innovación y la
inversión. Las nuevas medidas impulsadas por los social
demócratas es posible que aumenten el consumo. El
argumento de la derecha es que con este salario mínimo
habrá pérdidas de trabajo", indicó a BBC
Mundo Kundnani.

– "Los nuevos ricos se han metido en su castillo y han
levantado barricadas" (El Confidencial –
5/2/14)

(Por Esteban Hernández)

Sonríe feliz cuando encuentra un cenicero en la
sala que la Fundación Rafael del Pino ha habilitado para
las entrevistas de prensa. Fumador empedernido, tiene su pipa
(apagada) a mano durante la conversación, en la que
muestra una vitalidad inesperada para sus casi noventa
años. Zygmunt Bauman, nacido en Polonia en 1925,
reside en el Reino Unido desde 1971, donde fue profesor en la
Universidad de Leeds, pero fue a partir de los 90
cuando su obra se popularizó, convirtiéndose
en el sociólogo de referencia, gracias a
aportaciones conceptuales como sociedad líquida.
Autor prolífico de éxito tardío, asegura
escribir lo mismo que antes, sólo que ahora se lo
publican
. España le concedió en 2010 el
premio Príncipe de Asturias de Humanidades,
exaequo con Alain Touraine.

En su último libro publicado en
España, ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia
a todos?
(Paidós), Bauman refuta esas tesis populares
según las cuales vivimos en un mundo mejor porque hay
más riqueza global. "Podemos valorar cómo
está el mundo haciendo una media, pero el ser humano
medio no existe
, es una ficción estadística.
Una investigación muy iluminadora, realizada por
Richard Wilkinson y Kate Pickett (editada por
Turner en España con el título
Desigualdad), muestra cómo la calidad de vida de
una sociedad no se mide a través del ingreso medio, sino
mediante el grado de desigualdad en los ingresos. El alcoholismo,
la violencia, la criminalidad y demás patologías
sociales aumentan cuando lo hacen las desigualdades aunque la
riqueza global se incremente".

No nos encontramos en un buen
momento, asegura el sociólogo, porque estamos de
repliegue
, regresando a cotas de desequilibrio que
creíamos haber abandonado para siempre. Bauman
señala que en los treinta años posteriores a la
Segunda Guerra Mundial las políticas estatales intentaron
que aumentase la riqueza total, pero también que su
distribución alcanzase al mayor número de gente
posible, de modo que cada vez más personas pudieran
incorporarse a una situación de bienestar. Sin embargo, a
partir de los 70, esa tendencia cambió de sentido,
acelerándose ahora de modo preocupante. Bauman recurre a
palabras del Papa Francisco para señalar
cómo esas diferencias en los ingresos se han hecho
demasiado evidentes: "las ganancias de una minoría
están creciendo exponencialmente
, lo que provoca que
también crezca la brecha que separa a la gran
mayoría de la prosperidad que disfrutan esos pocos
felices".

"Nadie se siente seguro hoy. Nadie confía en el
porvenir"

Las consecuencias sociales de esa separación son
notables. En primera instancia, porque construyen una perspectiva
vital radicalmente distinta. Según el autor de La
posmodernidad y sus descontentos
, en las sociedades de
mediados de siglo XX existía una clase media que miraba
confiada hacia el futuro, en el cual se veía viviendo
mejor, y un menguante proletariado integrado por personas que
vivían muy cerca o por debajo de la línea de
pobreza. Pero hoy "esa distinción se está
borrando. La clase media y los proletarios forman parte ya de
una clase conjunta
, el precariado, gente que no está
segura de su futuro. Las leyes del mercado implican que tu
compañía pueda ser devorada por otra y tú te
vayas a la calle, perdiendo de pronto todo lo ganado en una vida.
Nadie se siente seguro hoy. Nadie confía en el
porvenir". 

Un ejemplo significativo de esa
pérdida de horizonte vital aparece en las nuevas
generaciones "que son las primeras desde 1950 que no inician
su trayectoria a partir de lo logrado por sus padres
, sino
que están preocupadas tratando de alcanzar y recrear las
condiciones bajo las que han vivido. No miran al futuro,
están replegadas y a la defensiva, y ese es un cambio muy
poderoso".

En segundo lugar, porque una brecha de
tal magnitud provoca que la sociedad pierda toda cohesión.
El autor de Trabajo, consumismo y nuevos pobres
señala que los buenos indicadores macroeconómicos
eran celebrados "porque antes pensábamos que la riqueza
que se generaba arriba iría filtrándose hacia abajo
y acabaría beneficiando al conjunto. Pero los nuevos
millonarios han construido una barricada respecto del resto de la
población
. Se han encerrado en el castillo y han
levantado los puentes levadizos".  

Esa actitud implica también la
ruptura del pacto no escrito según el cual los
privilegios conllevaban también obligaciones
. Ese
deber moral que los más favorecidos tenían respecto
de las personas que convivían con ellos se concretó
en una serie de acciones políticas y empresariales que
Bauman ejemplifica en el instante en que Henry Ford, a
principios del siglo XX, "dobló el salario a sus
trabajadores argumentando con humor que quería tener
empleados que pudieran comprar los coches que fabricaba. Al hacer
eso, consiguió que fueran fieles a su empresa, pero al
mismo tiempo estableció una relación de dependencia
mutua. Ahora esa relación ha sido cancelada de forma
unilateral".

Un "doble vínculo" fatal

Ese sentido de la responsabilidad se
pierde porque las nuevas élites se han desvinculado de los
territorios en los que residen. "Carecen de sentimiento de
pertenencia, por lo que no tienen ningún lazo con la que
gente que les rodea. Les basta con un portátil para
trasladar toda su fortuna a otro país más
complaciente
…". La separación de este deber
moral hace las sociedades mucho más inhóspitas, ya
que los lazos sociales se rompen inevitablemente cuando el
objetivo pasa a ser la mera supervivencia. "Hemos entrado en un
mundo sin piedad en el que tienes que demostrar a tu jefe que
eres irremplazable, y donde tu principal objetivo es que no te
echen cuando llegue la siguiente ronda de recortes". En ese
contexto, también las posibilidades de resistencia se
debilitan, "porque cuando rebelarte sólo conlleva que
te despidan y hacer huelga sólo provoca que los
dueños cierren la empresa y se la lleven a un país
en el que los sueldos son muy bajos, es más que probable
que nadie se movilice".

Esta situación de manos atadas
que vivimos en lo laboral es una característica que define
plenamente a nuestras sociedades, en las que el gran problema ha
pasado de ser "qué podemos hacer" a "quién va a
hacerlo". Según Bauman, nos metemos con los
políticos diciendo que son corruptos, que no tienen
corazón o que sólo se preocupan de su propia
agenda, pero aunque fueran honestos y sabios seguirían
teniendo que enfrentarse a lo que Gregory Bateson
llamó doble vínculo, un mandato en el que
deben realizarse dos órdenes contradictorias al mismo
tiempo. Por una parte, "los políticos saben que tienen que
someterse a la reelección, y por tanto deben escuchar a la
gente y prometerles aquello que les piden, pero por otro tienen
que lidiar con ese estrato que Manuel Castells
llamó espacio de los flujos, donde habitan desde el
capital financiero hasta las mafias, y que resiste muy
fácilmente a los poderes locales. Si no hacen lo que
quieren, se marchan a otro sitio más hospitalario. Si
los políticos siguen el deseo de sus votantes,
serán reelegidos, pero no podrán llevar a cabo lo
que prometieron
; si se someten a lo que se les pide desde
este poder transnacional, serán alabados, pero no
reelegidos. Tienen que reconciliar lo
irreconciliable".

Según Bauman, hace treinta años, los
gobiernos nacionales tenían en sus manos los resortes
necesarios para activar las políticas que decidían.
Hoy sin embargo, "vivimos un divorcio entre el poder y la
política. Ésta se mantiene local, igual que en
siglo XX, mientras que el poder real, el que se reside en los
flujos, es extraterritorial
. Los estados fueron creados para
que las naciones controlaran sus propios destinos, pero ahora no
están preparados para manejar la nueva
situación". 

– Desmontando a Bernanke (El Confidencial –
11/2/14)

(Por J. M. López Zafra)

Our hero, Ben Bernanke – Z. Karabell, The
Atlantic

Ben Bernanke accedió al cargo de
presidente de la Reserva Federal de los EEUU el 1 de febrero de
2006. Hasta el 3 de febrero de 2014, fecha en la que fue
sustituido por Janet Yellen, ha sido el principal brazo
ejecutor de la política monetaria del presidente
Obama, su principal valedor y apoyo. Su tarea inicial
(sustituir al mitificado Alan Greenspan) parecía
cómoda, pues nadie veía asomar por la
puerta la mayor crisis financiera desde el crack del 29.
Bueno, lo de nadie es otro de los mitos que los
economistas habituales tratan de colocar, con bastante
éxito por cierto, dejando de lado a todos los economistas
de una escuela de pensamiento, la austriaca, que venían
advirtiendo de ello desde tiempo atrás (valga como ejemplo
el prefacio a la tercera edición española de
Dinero, Crédito Bancario y Ciclos
Económicos
del profesor Huerta de Soto, fechado el 28
de agosto de 2005). No es este el tema que nos ha traído
aquí, sin embargo.

Muchos economistas, la mayor parte seguidores de la
escuela keynesiana y valedores de las políticas de
demanda, han apoyado sin dudar la política de
expansión monetaria (Quantitative Easing, QE) del
republicano Bernanke. "Ha dejado de lado los prejuicios
ideológicos", escuchamos como gran elogio (es curioso
cómo, cuando Hollande enunciaba en enero la Ley de
Say señalando que la oferta crea su propia demanda, esos
mismos le acusaban de abandonarse en los brazos del
neoliberalismo…)

¿Tanto ha hecho Bernanke por la
economía norteamericana, y por ende la mundial, como para
ser tratado como héroe, como para que los keynesianos se
tornen monetaristas por un rato al menos? Tres son los hitos
fundamentales en los que se apoyan unos y otros. Tres son los
mitos que trataré de desmontar.

Mito nº 1. Las QE han creado
(ponga aquí su cifra) millones de puestos de
trabajo.

Este es quizá el mito más extendido y el
que más daño está haciendo, pues introduce
una sensación de ansiedad en los parados y en el resto de
la población que no se conjuga con la realidad, que
desgraciadamente es otra.

Monografias.com

Fuente: Elaboración propia a partir del Bureau of
Labor Statistics.

Desde la 1ª QE, en noviembre de
2008, se han creado 1 millón de empleos; en el mismo
período, más de 11 millones de norteamericanos han
abandonado el mercado laboral; ya no computan como buscadores de
empleo. Son los not in labor force
(NILF).

NO existe una sola fuente habitual entre los
economistas que refrende la creación de más de un
millón de empleos. Decir lo contrario es faltar a la
verdad.

Mito nº 2. Las QE no han creado
inflación.

Muy extendido también, y asimismo falso. La base
del mito radica en la confusión (habitual) de la
inflación (alza generalizada de los precios) con su medida
(el IPC). Que un economista actúe así es como un
físico confundir la temperatura con el termómetro.
Pero mientras que un termómetro mide correctamente, de
forma objetiva, el IPC es constantemente "adaptado" por
las autoridades políticas "para reflejar la
realidad
". La que en cada momento conviene
reflejar.

El posterior gráfico muestra la
evolución del índice SP500 reflejando en distintos
colores las distintas QEs y la Operación Twist (una medida
por la que se cambiaron los títulos de deuda inferior a
tres años por activos a 6 y 30 años). No cabe
duda de que el mercado bursátil norteamericano ha sido el
primer beneficiado por la política de
Bernanke.

Monografias.com

Las distintas QEs y análogas y evolución
del índice SP500. Fuente: sierrachart.com

Pero para quien insista en que los
activos financieros no forman parte de la inflación, que
no están sujetos a ella (por cierto, ¿no fue la
inflación de los activos inmobiliarios, la burbuja de las
subprime, la que según los mismos nos trajo hasta
aquí? ¿Esa sí es inflación y la de la
bolsa no?), vean la evolución del IPC calculado con la
metodología de 1980 y la actual; la inflación
actual estaría en casi el 10%. Vaya.

Monografias.com

Evolución del IPC calculado con la
metodología 1980 (azul) y la actual (rojo).

Mito nº 3. El principal
beneficiado de las QE ha sido el trabajador
norteamericano.

Este es un mito que se apoya en la pretendida
benevolencia social de la política monetaria. Confunde
doblemente, pues la política monetaria de los bancos
centrales se concentra básicamente en el control de la
inflación (precisamente para proteger al pueblo de los
abusos de los políticos gobernantes), aunque en el caso de
la Fed se le añade un objetivo de empleo (que hemos visto
ha fracasado estrepitosamente, pero que ciertamente
existe).

De acuerdo con este mito, el poder adquisitivo de los
norteamericanos ha mejorado gracias a las políticas de
Bernanke. Recodemos que, para la mayor parte del pensamiento
económico, sin consumo no hay economía, que el
ahorro es secundario y que por tanto el poder adquisitivo (para
destinarlo a ese consumo) es básico.

Bueno, pues tampoco este mito se
compadece con la realidad. La renta mediana de los
norteamericanos se ha recuperado ligeramente desde su
mínimo a finales de 2011, pero sigue muy alejada de sus
valores precrisis. Para ello, es necesario distinguir, como
siempre hacemos los economistas, de la variación nominal
de la real. 

Monografias.com

Salario mediano real y nominal desde 2000 en los EEUU.
Fuente: SentierResearch.com

Como muestra el anterior gráfico, en cuanto
pasamos la alegre recuperación del salario mediano por el
tamiz del ajuste por la inflación la consabida
recuperación salarial queda en nada; peor aún, es
negativa.

Sin embargo, sí ha ocurrido un
efecto colateral perfectamente compatible con la extraordinaria
subida de los índices bursátiles que las QE han
provocado, y que hemos señalado previamente: las ganancias
del 10% y del 1% más rico de los norteamericanos se
encuentran a niveles históricamente altos.

Monografias.com

El 10% más rico de los
norteamericanos controla hoy el 50% de la renta total de los
norteamericanos. Fuente:
The New York Times citando a
Saez y Piketty

Así pues, la conclusión es
sencilla:

Las QE

  • NO han generado
    empleo

  • NO han contenido la
    inflación, sino que la han exacerbado vía
    activos financieros e inmobiliarios

  • NO han ayudado al
    trabajador, que ha visto disminuir su renta.

Todos los procesos de aumento de la masa
monetaria, desde los assignats revolucionarios hasta las
QE de Bernanke, no han hecho sino empobrecer a quienes
pretendía ayudar y enriquecer a quienes pretendía
castigar. Quizá es tiempo de dedicarle algo más de
tiempo a la historia, y algo menos a la demagogia.

– Estancamiento diseñado deliberadamente (Project
Syndicate – 5/2/14)

(Por Joseph E. Stiglitz)

Nueva York.- Poco después de que estallara la
crisis financiera mundial en el año 2008, advertí
sobre que a menos que se adopten políticas adecuadas, se
podía asentar un malestar al estilo japonés -es
decir, un crecimiento lento e ingresos casi estancados durante
muchos años. Si bien los líderes a ambos lados del
Atlántico afirmaron que habían aprendido las
lecciones de Japón, rápidamente procedieron a
repetir algunos de los mismos errores. Ahora, incluso un ex
funcionario clave de Estados Unidos, el economista Larry Summers,
realiza advertencias sobre el estancamiento secular.

El punto básico que
planteé hace media década fue que, en un sentido
fundamental, la economía de EEUU se encontraba enferma,
incluso antes de la crisis: fue sólo una burbuja de
precios de los activos, creada a través de regulaciones
laxas y tasas de interés bajas, la que hizo que la
economía aparentara estar robusta. Debajo de la
superficie, numerosos problemas supuraban: una creciente
desigualdad; una insatisfecha necesidad de reforma estructural
(la necesidad de un desplazamiento desde una economía que
se basa en la manufactura a una que se base en los servicios y
que se adapte a las cambiantes ventajas comparativas a nivel
mundial); persistentes desequilibrios a nivel mundial; y, un
sistema financiero que está más en sintonía
con la especulación que con la realización de
inversiones que crearían puestos de trabajo,
aumentarían la productividad, y redistribuirían los
superávits con el objetivo de maximizar la rentabilidad
social.

La respuesta a la crisis de los
formuladores de políticas no abordó estos
problemas; peor aún, agravó algunos de ellos y
creó otros nuevos – y no sólo en EEUU. El resultado
ha sido un aumento del endeudamiento en muchos países,
debido a que el colapso del PIB socavó los ingresos de los
gobiernos. Además, la falta de inversión, tanto en
el sector público como en el privado, ha creado una
generación de jóvenes que han vivido durante
años en un estado de inactividad y que se tornan cada vez
más hostiles, en una etapa de sus vidas en la que ellos
deberían estar perfeccionando sus destrezas y aumentando
su productividad.

A ambos lados del Atlántico, es probable que este
año el PIB crezca mucho más rápido en
comparación con el crecimiento del año 2013. No
obstante, antes de que los líderes que adoptaron las
políticas de austeridad descorchen botellas de
champán y brinden felicitándose a sí mismos,
ellos deberían examinar la posición en la que nos
encontramos y deberían considerar el daño casi
irreparable causado por dichas políticas.

Cada desaceleración en
algún momento llega a su fin. La característica que
distingue a una buena política es que ella logre que la
desaceleración sea más corta y menos profunda de lo
que hubiese sido si dicha política no se hubiese
implementado. La característica que distingue a las
políticas de austeridad que muchos gobiernos adoptaron es
que ellas hicieron que la desaceleración sea mucho
más profunda y más larga de lo necesario, causando
además consecuencias de larga duración.

El PIB real per cápita (ajustado
por la inflación) es más bajo en la mayoría
de los países del Atlántico del Norte en
comparación a su nivel en el año 2007; en Grecia,
el tamaño de la economía se ha reducido en
aproximadamente un 23%. Alemania, el país europeo con
mejor desempeño, ha registrado un mísero
crecimiento anual promedio del 0,7 % durante los últimos
seis años. La economía de EEUU continúa
teniendo un tamaño 15% menor al que hubiese tenido si su
crecimiento hubiese continuado, aún en caso de que dicho
crecimiento se hubiese mantenido en la trayectoria moderada que
registraba antes de la crisis.

Pero incluso estas cifras no relatan
la historia completa sobre cuán mal están las
cosas, debido a que el PIB no es una buena medida del
éxito. Mucho más relevante es lo que está
sucediendo con los ingresos de los hogares. La mediana del
ingreso real en EEUU se encuentra por debajo del nivel en el que
se encontraba en el año 1989, es decir hace un cuarto de
siglo atrás; la mediana del ingreso para los trabajadores
varones que trabajan a tiempo completo en la actualidad es
más baja en comparación a la de se registró
hace más de 40 años atrás.

Algunos analistas, como por ejemplo el economista Robert
Gordon, han sugerido que deberíamos adaptarnos a una nueva
realidad en la que el crecimiento a largo plazo de la
productividad estará muy por debajo del nivel en el que se
ubicó durante el último siglo. Dado el
pobrísimo historial que tienen los economistas -mismo que
se refleja en lo ocurrido durante el período previo a la
crisis- en cuanto a la exactitud de sus predicciones, aún
en el caso de predicciones para períodos de tres
años, nadie debería tener mucha confianza en una
bola de cristal que realiza predicciones para las futuras
décadas. No obstante, una cosa parece estar clara: a
menos que las políticas de los gobiernos cambien, tenemos
por delante un largo período de
decepciones.

Los mercados no se autocorrigen. Los
problemas fundamentales subyacentes que he descrito anteriormente
podrían agravarse -y muchos de ellos se están
agravando. El aumento de la desigualdad debilita aún
más la demanda; y, en la mayoría de los
países, incluyéndose entre ellos a EEUU, la crisis
sólo ha agravado la desigualdad.

Los superávits de las balanzas comerciales de los
países del norte de Europa han aumentado, incluso mientras
el superávit de China se ha moderado. Lo más
importante es que los mercados nunca han sido muy buenos en
cuanto a lograr por su propia cuenta transformaciones
estructurales de forma rápida; la transición de la
agricultura a la manufactura, por ejemplo, no fue de ninguna
forma suave y calmada; al contrario, estuvo acompañada por
una importante desarticulación social y por la Gran
Depresión.

Esta vez no ocurre algo distinto, pero en algunos
aspectos la situación podría ser más grave:
los sectores que deberían estar creciendo, reflejando las
necesidades y deseos de los ciudadanos, son los sectores de
servicios, como por ejemplo los sectores de salud y
educación, que tradicionalmente se financian con fondos
públicos, porque existen buenas razones para que se
financien de esa manera. Pero, en lugar de que los gobiernos
faciliten la transición, la austeridad la está
inhibiendo.

Un malestar general es mejor que una
recesión y una recesión es mejor que una
depresión. Pero las dificultades que enfrentamos ahora
no son el resultado de las leyes inexorables de la
economía, a las cuales nosotros simplemente nos debemos
adaptar, como lo haríamos en el caso de ocurriese un
desastre natural, como ser un terremoto o un tsunami. Las
dificultades que enfrentamos no son ni siquiera una especie de
penitencia que tenemos que pagar por los pecados cometidos en el
pasado -aunque, sin duda, las políticas neoliberales que
han prevalecido durante las últimas tres décadas
tienen mucho que ver con los trances que actualmente
enfrentamos.

En cambio, nuestras dificultades
actuales son el resultado de políticas erróneas.
Existen alternativas. Pero no las vamos a encontrar en la
complacencia autosatisfecha de las élites, cuyos ingresos
y carteras de acciones una vez más se disparan al alza.
Aparentemente, sólo algunas personas deberán
ajustarse a un estándar de vida más bajo de forma
permanente. Desafortunadamente, lo que ocurre es que dichas
personas conforman la gran mayoría de la
población.

(Joseph E. Stiglitz, a Nobel laureate in economics and
University Professor at Columbia University, was Chairman of
President Bill Clinton"s Council of Economic Advisers and served
as Senior Vice President and Chief Economist of the World Bank.
His most recent book is The Price of Inequality: How
…)

– Dar por perdidos a los parados (El País –
16/2/14)

(Por Paul Krugman)

Allá por 1987, mi compañero de Princeton
Alan Blinder publicaba un estupendo libro titulado Hard heads,
soft hearts. Era, como pueden imaginar, una defensa de una
política económica tenaz, pero compasiva. Por
desgracia, lo que en realidad hemos conseguido -especialmente de
los republicanos, aunque no solo de ellos- ha sido lo contrario.
Y es difícil encontrar un mejor ejemplo de la naturaleza
despiadada y necia del actual Partido Republicano que lo que
sucedió la semana pasada, cuando los republicanos del
Senado emplearon una vez más el obstruccionismo para
bloquear las ayudas a los parados de larga
duración.

¿Qué sabemos del paro de
larga duración en Estados Unidos?

Primero, que sigue estando casi más alto que
nunca. Históricamente, los parados de larga
duración -los que llevan 27 semanas o más sin
trabajo- solían representar entre el 10% y el 20% de los
parados totales. Hoy la cifra asciende al 35,8%. Pero ahora hemos
dejado que prescriba la ampliación de las prestaciones por
desempleo, que entró en vigor en 2008. En consecuencia,
hay pocos parados de larga duración que estén
recibiendo algún tipo de ayuda.

Segundo, si creen que el típico parado
estadounidense de larga duración es una de esas personas
-de color, con poca formación, etcétera-, se
equivocan, según un estudio de Josh Mitchell, del Urban
Institute. La mitad de los parados de larga duración son
blancos no hispanos. Los titulados universitarios tienen menos
probabilidades de quedarse sin trabajo que los trabajadores con
menos formación, pero cuando esto sucede, tienen
más probabilidades que otros de unirse a las filas de los
parados de larga duración. Y los trabajadores de
más de 45 años corren un mayor riesgo de pasar
mucho tiempo parados.

Tercero, en un mercado laboral decaído, el paro
de larga duración tiende a perpetuarse porque, en la
práctica, los empresarios discriminan a los parados.
Muchos sospechaban que esto estaba ocurriendo, y el año
pasado, Rand Ghayad, de la Universidad Northeastern, nos
ofrecía una confirmación espectacular. Envió
miles de currículos ficticios en respuesta a distintas
ofertas de empleo y descubrió que la probabilidad de que
los empresarios respondiesen se reducía
drásticamente si el solicitante ficticio llevaba
más de seis meses sin trabajar, aunque estuviera
más cualificado que otros solicitantes.

Lo que todo esto da a entender es que
los parados de larga duración son en su mayoría
víctimas de las circunstancias, estadounidenses corrientes
que han tenido la mala suerte de quedarse sin trabajo (cosa que
le puede suceder a cualquiera) en un momento de extraordinario
debilitamiento del mercado laboral, en el que el número de
personas que buscan trabajo triplica el número de ofertas
de empleo. Una vez que eso ocurre, el propio hecho de que
estén desempleadas hace muy difícil que encuentren
un nuevo trabajo.

¿Y cómo pueden los
políticos justificar la supresión de una
pequeña ayuda económica a sus conciudadanos
más desafortunados?

Algunos republicanos justificaban el obstruccionismo de
la semana pasada recurriendo al manido argumento de que no
podemos permitirnos una subida del déficit. En realidad,
los demócratas supeditaban la ampliación de las
prestaciones a unas medidas destinadas a incrementar los ingresos
fiscales. Pero en cualquier caso, esta es una objeción
extraña en un momento en el que los déficits
federales no solo están bajando, sino que claramente
están bajando demasiado deprisa, lo cual está
frenando la recuperación económica.

En la mayoría de los casos, sin embargo, los
republicanos justifican su rechazo a ayudar a los parados
afirmando que la razón por la que tenemos tanto paro de
larga duración es que la gente no se esfuerza lo
suficiente por encontrar trabajo, y que la ampliación de
las prestaciones es uno de los motivos por los que no se hace ese
esfuerzo.

Quienes dicen esta clase de cosas -gente como, por
ejemplo, el senador Rand Paul- probablemente imaginan que
están siendo tenaces y realistas. Lo cierto, sin embargo,
es que están defendiendo una fantasía que no
concuerda con la realidad. Por ejemplo: si el paro está
alto porque la gente no está dispuesta a trabajar, lo que
reduciría la oferta de mano de obra, ¿por
qué no suben los salarios?

Pero es bien sabido que la realidad tiene un sesgo
liberal. Cuanto más falla su doctrina económica
-recuerden que se suponía que las medidas de la Reserva
Federal iban a conducirnos a una inflación descontrolada-,
con más fuerza se aferran los conservadores a dicha
doctrina. Más de cinco años después de que
la crisis financiera sumiese al mundo occidental en lo que cada
vez se parece más a una depresión casi permanente,
y convirtiese la ortodoxia del libre mercado en un sinsentido,
resulta difícil encontrar un republicano destacado que
haya cambiado de opinión sobre… bueno, sobre lo que
sea.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15
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