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La era de la desigualdad (¿Consecuencia directa del imperialismo monetario?) Parte II (página 14)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15

En la eurozona, Grecia vive "al borde de una
catástrofe humanitaria", España tiene tres millones
de personas que sobreviven con ingresos mensuales de menos de 307
euros (US$ 417), las cifras oficiales de Portugal colocan a un
18% de la población por debajo de la línea de la
pobreza, y en países fundadores del proyecto paneuropeo
como Italia, el número de pobres se duplicó entre
2007 y 2012. La situación va más allá de la
llamada periferia. En Alemania casi ocho millones de personas
sobreviven con unos 450 euros (US$ 611) mensuales de salario y,
por fuera del euro, en Reino Unido, los bancos de alimentos,
administrados por organizaciones caritativas, se han multiplicado
por 20. Los datos de la agencia de estadísticas europea,
Eurostat, o del Banco Mundial, coinciden con los de ONGs que
luchan contra la pobreza como Oxfam. "Hay un nuevo mapa de la
pobreza como consecuencia de las medidas de austeridad. Desde el
aumento del desempleo hasta el desalojo y el desmantelamiento del
Estado de Bienestar están contribuyendo a este nuevo
panorama", señaló a BBC Mundo la directora de Oxfam
Internacional, Natalia Alonso… El impacto no es
sólo social o humanitario: el mismo modelo de crecimiento
europeo de la posguerra está en juego. Este modelo
incluyente y con fuertes tendencias niveladoras en lo social
permitía un crecimiento basado en un alto consumo
doméstico. El modelo no ha desaparecido, pero está
en crisis. "Si no cambian estas políticas, Europa
necesitará 25 años para recuperar el nivel de vida
que gozaba antes de la crisis. Hay un desmantelamiento de un
modelo en marcha. Hoy la desigualdad en Reino Unido es igual que
en Estados Unidos", indicó Alonso. (BBCMundo –
16/1/14)

Un informe de Oxfam Intermón denuncia que la
democracia ha sido "secuestrada" en beneficio de las
élites económicas, que "manipulan" las reglas del
juego en su beneficio creando un mundo en el que sólo las
85 personas más ricas acumulan todo el capital de que
dispone la mitad más pobre de la Humanidad. En la
actualidad, el 1% de las familias más poderosas acapara el
46% de la riqueza del mundo. El trabajo, "Gobernar para las
élites. Secuestro democrático y desigualdad
económica", se difunde en ciernes del Foro
Económico Mundial que se celebra esta semana en Davos para
poner de manifiesto que en países como España, las
20 personas más ricas poseen una fortuna similar a los
ingresos del 20% de su población más pobre.
Según explica, en los últimos años se han
venido adoptando políticas que claramente benefician a
quienes más tienen, como la desregulación y la
opacidad financieras, los paraísos fiscales, la
reducción de los tipos impositivos sobre las rentas
más altas o los recortes en inversión y
protección social. "Desde finales de 1970, los tipos
impositivos sobre las rentas más altas se han reducido en
29 de los 30 países de los cuales se dispone de datos, lo
que significa que en muchos lugares los ricos no sólo
ganan más, sino que también pagan menos impuestos",
expone el trabajo de Oxfam, para incidir en que se trata de un
"manifiesto secuestro de los procesos democráticos por
parte de las élites y a expensas de la clase media y los
más pobres". (Cinco Días –
20/1/14)

La recuperación de la economía mundial
será demasiado débil para impedir que el desempleo
siga creciendo en los próximos años, dijo el lunes
la Organización Internacional del Trabajo. Advirtiendo del
riesgo de una "recuperación del desempleo", la agencia de
las Naciones Unidas en su informe anual hizo un llamamiento a los
gobiernos de las economías desarrolladas para que
reconsideren su adherencia generalizada a la austeridad y se
centren en reparar el mercado laboral, que sigue teniendo
"profundas cicatrices" a causa de la crisis financiera global que
tocó techo hace más de cuatro años. El
informe de la OIT llega días antes de que representantes
de gobiernos, bancos centrales y empresas de todo el mundo se
reúnan en Davos, Suiza, para abordar los problemas
económicos globales, incluidos el crecimiento de las
desigualdades y el elevado desempleo. La OIT anunció que
el desempleo mundial, según sus estimaciones,
aumentará al 6,1% de la población activa en 2016,
desde el 6% de 2013 y el 5,5% de 2007, antes del estallido de la
crisis financiera. El incremento -que significaría que
nueve millones de personas más se quedan sin empleo
ocurriría a pesar de su estimación de que la
economía global va a crecer un 4,1% en 2016, desde 2,9% en
2013. "Estas mejoras económicas no serán
suficientes para absorber los graves desequilibrios del mercado
laboral que se han acumulado en los últimos años",
asegura Raymond Torres, director de análisis de la OIT, en
el informe. "Las raíces de la crisis global no han sido
abordadas adecuadamente". (The Wall Street Journal –
20/1/14)

La globalización ha hecho del mundo un lugar
más igualitario, elevando las fortunas económicas
de miles de millones de personas de escasos recursos en los
últimos 25 años. Pero, al mismo tiempo, ha hecho
que los países ricos sean más desiguales,
reduciendo los ingresos de la clase media y baja. Durante un
tiempo, la crisis financiera parecía haber revertido la
tendencia hacia una mayor desigualdad en los países
industrializados. Pero los datos más recientes sugieren
que fue sólo una breve interrupción. En torno a
2010, las tendencias previas a la crisis se restablecieron, a
medida que el estímulo del gobierno dio paso a la
austeridad, las prestaciones por desempleo se agotaron y las
medidas de los banqueros centrales impulsaron los retornos sobre
los activos financieros, ayudando más que nada a los
acaudalados. Las cifras compiladas por Emmanuel Saez, de la
Universidad de California en Berkeley, y Thomas Piketty, de la
Escuela de Economía de París, mostraron que en 2012
el 10% con mayores recursos se quedó con la mitad de todos
los ingresos generados en EEUU. Esa cifra es la más alta
desde 1917, el primer año del que se dispone
información. "Creo que tenemos un problema
político. En algún momento, las clases medias en
países ricos podrían oponerse a la
globalización", apunta Piketty. Un orden mundial en el que
una mayoría se beneficia -pero una minoría
influyente, no- podría no ser sostenible por mucho tiempo.
(The Wall Street Journal – 22/1/14)

El credo de la desigualdad (las cifras y las fechas dan
contexto histórico y dimensión de la
desigualdad)

En los últimos 30 años ésta se
incrementó en 24 de los 26 países que tienen datos
para este período que analizó Oxfam.

En la máxima potencia planetaria, Estados Unidos,
un salario medio equivalía en 1978 a US$ 48.000
dólares en valores actuales y el 1% ganaba unos US$
390.000.

En 2010 el sueldo medio había caído a US$
33.000 mientras que el del 1% ganaba más de US$ 1
millón.

Este período coincide con la hegemonía del
credo neoliberal que promovieron el general Augusto Pinochet en
Chile, el presidente estadounidense Ronald Reagan y el primer
ministro británica Margaret Thatcher entre la segunda
mitad de los 70 y los 80.

Esta ideología que emergió triunfante con
la caída del muro de Berlín, reivindica una
regulación mínima, libertad absoluta al mercado,
retiro del estado de la actividad económica y una
disminución de la carga impositiva para los más
ricos a fin de promover el crecimiento económico.
(BBCMundo – 22/1/14)

La globalización financiera, la
desregulación, la capacidad de mover la producción
de un país a otro han convertido a este poder
económico en una fuerza capaz de torcer el brazo de los
gobiernos. "La élite mundial está imponiendo
políticas de estado que los favorezcan. Esto está
produciendo una deslegitimación de la democracia y el
estado", indicó a BBC Mundo Ricardo Fuentes-Nieva. En una
encuesta de seis países -España, Brasil, India,
Sudáfrica, Reino Unido y Estados Unidos- la mayoría
de los entrevistados opinó que las leyes favorecían
a los ricos. En el caso de España, la proporción
fue abrumadora: 8 de cada 10 personas pensaban así.
(BBCMundo – 22/1/14)

Las tendencias negativas en la distribución de
los ingresos precedieron a la crisis y le han sobrevivido. En los
Estados Unidos, el desfase entre los ingresos medios (por
habitante) y los ingresos medianos ha llegado a ser de más
de 20.000 dólares. Los aumentos de ingresos resultantes
del crecimiento del PIB se han concentrado primordialmente en el
cuartil superior de la distribución. Antes de la crisis,
el efecto de riqueza producido por unos precios altos de los
activos mitigó la presión hacia abajo del consumo,
del mismo modo que, gracias a los bajos tipos de interés y
la relajación cuantitativa desde 2008, ha habido aumentos
importantes de los precios de los activos que, dados los
débiles resultados económicos, probablemente no
durarán. La concentración en aumento de la riqueza,
junto con una calidad educativa desigual, está
contribuyendo a descensos en la movilidad económica
intergeneracional, lo que, a su vez, amenaza la cohesión
social y política. Aunque la causalidad no está
clara, históricamente ha habido una gran
correlación entre desigualdad y polarización
política, una de las razones por las que las estrategias
de crecimiento logradas de los países en desarrollo se han
basado en muy gran medida en la reducción de la
exclusión. La tecnología que ahorra mano de obra y
las tendencias cambiantes del empleo en el sector de bienes
comercializables de la economía mundial son factores
importantes de desigualdad. Los trabajos rutinarios de
trabajadores manuales y oficinistas están desapareciendo,
mientras que el empleo con menor valor añadido en el
sector de los bienes comercializables está
trasladándose a un conjunto de economías en
desarrollo que van en aumento. Esas potentes fuerzas paralelas
han alterado el equilibrio a largo plazo de los mercados
laborales de las economías avanzadas, que han invertido
demasiada educación y demasiadas capacidades en una
modalidad de crecimiento anticuada. (Project Syndicate –
23/1/14)

La preocupación por la desigualdad
económica está en el aire, casi en todas partes. El
problema no es la desigualdad entre países, que en
realidad ha disminuido durante las últimas décadas,
en gran parte gracias a las mayores tasas de crecimiento y
expectativas de vida en muchos países emergentes
(especialmente en China e India). Por el contrario, el foco hoy
día está en la desigualdad -a veces llamada
disparidad del ingreso- al interior de los países. Un
motivo es que el problema de la desigualdad es real, y
está empeorando en muchos lugares. En las últimas
décadas, la riqueza y el ingreso se han concentrado
más en la cima -el así llamado 1 %- mientras que
los ingresos reales y niveles de vida de los pobres y la clase
media se han estancado o han caído en muchos países
desarrollados. Esto era así antes de la erupción de
la crisis financiera mundial en 2008, pero la crisis y sus
repercusiones (incluidos los elevados y prolongados niveles de
desempleo) han empeorado las cosas. A pesar de unas pocas
excepciones notables en el norte de Europa y partes de
Latinoamérica, el aumento de la desigualdad ha afectado
tanto al mundo desarrollado como a los países en
desarrollo… La desigualdad es real. Pero solo puede ser
enfrentada eficazmente con políticas y programas que
fomentan el crecimiento y crean oportunidades significativas para
aprovecharlo. Hay mucho en juego, ya que el crecimiento
económico y la cohesión social dependen de que
logremos una solución satisfactoria. Pero para ello hay
que entender que la desigualdad no es tanto la causa como la
consecuencia de nuestros pesares. (Project Syndicate –
24/1/14)

La realidad de la creciente desigualdad estadounidense
es crudísima. Desde finales de la década de 1970,
los salarios reales de la mitad de los trabajadores que menos
ganan se han estancado o reducido, mientras que los ingresos del
1% en lo alto de la escala casi se han cuadruplicado (y los
ingresos del 0,1% en lo más alto han crecido aún
más). Aunque podemos y debemos debatir qué hacer
frente a esta situación, el hecho en sí -que el
capitalismo estadounidense tal como está constituido
actualmente está socavando las bases de la sociedad de
clase media- no debería cuestionarse. Pero, por supuesto,
sí se cuestiona. Esto es en parte un reflejo de la famosa
máxima de Upton Sinclair: es difícil conseguir que
un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo
entienda. Pero creo que también refleja una
aversión por lo que implican las cifras, que parecen casi
una invitación abierta a la lucha de clases, o, si lo
prefieren, una demostración de que la lucha de clases ya
ha empezado, y los plutócratas han tomado la ofensiva. La
consecuencia ha sido una campaña decidida de
confusión estadística. En su expresión
más burda, esta campaña se acerca a una
falsificación pura y dura; en su versión más
elaborada, supone usar trucos ingeniosos para difundir lo que yo
llamo el mito de los ricos que merecen serlo. (El País –
26/1/14)

La Oficina del Censo reportó en septiembre del
año pasado que el número de estadounidenses que
viven en la pobreza aumentó levemente en 2012 hasta los
46,5 millones. Pese a que la economía del país
mejoró a nivel macroeconómico, el número de
personas a las que se considera pobres aumentó en 300.000.
La misma entidad indicó que unos 16,1 millones de
niños están en la pobreza, así como 3,9
millones de adultos mayores de 65 años. El documento
indica que la pobreza en 2012 fue más pronunciada entre
negros (27,2% o 10,9 millones de personas), hispanos (25,6% o
13,6 millones) y asiáticos (11,7% o 1,9 millones) que en
los blancos no hispanos (9,7%). Los autores del informe situaron
el umbral de la pobreza en los hogares que tienen ingresos
anuales de menos de US$ 23.492 para una familia de cuatro
personas. Esta problemática ha cobrado importancia en 2014
por el aniversario 50 de la "guerra contra la pobreza" que
proclamó el presidente Lyndon B. Johnson en su discurso
del Estado de la Unión. Un análisis del Centro Pew
sobre las estadísticas reveladas por la Oficina del Censo
reveló, en abril del año pasado, que la riqueza
aumentó para los más ricos y cayó para el
resto. Entre 2009 y 2011 -los dos primeros años de
recuperación económica tras la crisis- el valor
promedio neto de los hogares en el 7% más rico
creció en 28%, mientras el valor neto de los hogares en el
restante 93% cayó en 4%. El análisis explicó
que las diferencias se deben al repunte en los mercados de
valores -donde concentran sus riquezas los más ricos- en
comparación con el rendimiento del mercado inmobiliario,
donde las familias menos adineradas tienen puestas las suyas. Por
esas diferencias, el centro Pew concluyó que la
desigualdad en las riquezas se incrementó durante esa fase
de la recuperación económica. Una de las
conclusiones de un informe preparado para el Departamento de
Educación de Estados Unidos, hace un año, fue
contundente: "Ninguna otra nación desarrollada tiene
desigualdades tan profundas o sistémicas; ninguna otra
nación desarrollada ha generado, a pesar de algunos
esfuerzos, tantas condiciones desfavorables para muchos de sus
niños". (BBCMundo – 28/1/14)

¿Por qué algunos gobiernos gastan
más que otros? La pregunta es más compleja de lo
que parece, sobre todo en el caso de los gobiernos europeos. La
respuesta puede parecer obvia al comparar, por ejemplo, Dinamarca
(donde el gasto público, excluyendo los pagos de intereses
de la deuda, alcanzó el 58% del PIB en 2012) y Estados
Unidos (donde la misma cifra fue de un 35%). No hay duda de que
la explicación está en la amplitud de los servicios
públicos y el alcance del estado de bienestar. Los datos
parecen reivindicar la famosa frase de la canciller alemana,
Angela Merkel, de que el problema de Europa es que tiene el 7% de
la población, produce el 25% del PIB y debe financiar el
50% del gasto social del planeta. Desde esta perspectiva, los
gobiernos europeos se enfrentan a una elección
incómoda. La mayoría está buscando maneras
de limitar el endeudamiento público, recortar los
déficits y reducir el gasto sin perjudicar a sus
ciudadanos más pobres. Pero, a juzgar por la experiencia
de EEUU y otros países no europeos, es posible que se vean
ante la disyuntiva de elegir entre la insolvencia y la
desigualdad. Tras haber alcanzado el punto en que apenas pueden
seguir aumentando los impuestos, les resulta imposible pagar sus
deudas manteniendo en simultáneo el gasto social en los
niveles actuales. (Project Syndicate – 30/1/14)

"Cómo McDonald"s y Wal-Mart se convirtieron en
welfare queens", se leía recientemente en Bloomberg; "Los
salarios de los restaurantes de comida rápida vienen con
una factura de 7.000 millones de subsidio público",
publicaba Business Week; "Informe: las empresas de comida
rápida transfieren 7.000 millones de costes laborales a
los contribuyentes", revelaba Forbes. Esos 7.000 millones de
dólares son una estimación de lo que anualmente se
gasta el Estado en subsidios para los trabajadores de las grandes
empresas de comida rápida, ayudas que les permiten comer y
tener seguro médico. Estas compañías pagan
tan poco a sus empleados que su alimentación y asistencia
sanitaria corren a cuenta de Washington. La cifra proviene de dos
informes diferentes, uno de la Universidad de Berkeley y otro de
la de Illinois, pagados por Fast Food Forward, una
organización de activistas que persigue aumentos en los
salarios de los trabajadores Ambos utilizaban datos disponibles
para el gran público, y se refieren a las grandes cadenas
de comida rápida como McDonald"s o Taco Bell. Mantener a
los trabajadores de McDonald"s en particular cuesta cada
año 1.200 millones al Estado, según el
análisis de la organización activista National
Employment Law Project. El 52% de los trabajadores de
establecimientos de comida rápida están inscritos
junto a sus familias a algún tipo de asistencia
pública. La industria del fast food mueve 200.0000
millones anuales, pero sólo un 13% de las
compañías proveen de seguro médico. (El
Confidencial – 31/1/14)

Ben Bernanke deja la presidencia de la FED en manos
de Janet Yellen, tras liderar la política más laxa
de esta centenaria institución.
Esta
adquisición indiscriminada de activos ha disparado el
balance de la FED hasta la cifra récord de 4,1 billones de
dólares. Esta cifra equivale a casi el 25% del PIB
estadounidense -en línea con el Banco de Inglaterra (BoE)
y el Banco Central Europeo (BCE), pero inferior al Banco de
Japón (BoJ)-. Asimismo, deja al sistema bancario
estadounidense con 2,4 billones de dólares en exceso de
reservas, para los cuales las entidades poco uso tienen debido a
la aún escasa demanda de préstamos en
comparación con la época de la burbuja
inmobiliaria… El principal objetivo de Bernanke durante la
crisis, más allá del rescate bancario orquestado
junto al Tesoro de EEUU a finales de 2008, ha consistido en
facilitar y abaratar la financiación crediticia, tanto al
sector privado como al Gobierno, para, de este modo, impulsar el
crecimiento económico y la creación de empleo.
Pero, ¿lo ha conseguido? Según muestran los datos
recopilados por el economista Juan Manuel López Zafra,
autor de Retorno al patrón oro, la respuesta es
no. "Desde la 1ª QE, en noviembre de 2008, se han creado 1
millón de empleos; en el mismo período, más
de 11 millones de norteamericanos han abandonado el mercado
laboral; ya no computan como buscadores de empleo. Son los
Not In Labor Force (NILF)". (Libertad Digital –
31/1/14)

Una regla económica de oro, conocida como la Ley
de Okun, sugiere que la tasa de desempleo debería caer
medio punto porcentual por cada punto que la economía
crezca por encima de su tendencia a largo plazo. Según esa
máxima, la tasa de desempleo no debería haber
caído mucho en medio de una recuperación
económica inusualmente anémica. En cambio, ha
bajado más de tres puntos porcentuales desde su
cénit más reciente. Una razón para esta
caída se halla en el éxodo de millones de personas
de la fuerza laboral. En junio de 2009, cuando comenzó la
recuperación, 81 millones de estadounidenses dijeron que
no se encontraban en la fuerza laboral, lo que significa que no
estaban empleados o buscando trabajo activamente. En diciembre,
esa cifra subió a 92 millones. La gente deja la fuerza
laboral por razones diferentes: se jubilan, vuelven a la
universidad, pasan a recibir asistencia por discapacidad, dejan
de buscar empleo o hacen otras cosas, reduciendo así el
número de personas consideradas como desocupadas. (The
Wall Street Journal – 3/2/14)

"Esta es la primera generación que vivirá
peor que la de sus padres". Todos hemos oído esta
afirmación con relativa frecuencia durante el
último lustro, desde que la crisis económica
comenzó a golpear las expectativas de las generaciones
más jóvenes, que ahora mismo se enfrentan a tasas
de paro que superan el 50%. Sin embargo, apenas existen estudios
que demuestren una tesis que necesita atender a variables muy
diferentes para ser demostrada. Por primera vez, una
investigación británica ha sido capaz de responder
en una encuesta a dicha cuestión y afirmar que los nacidos
durante los años sesenta y los setenta tienen unas
expectativas de futuro mucho peores que las de sus padres,
especialmente en lo que concierne a la jubilación. El
estudio, realizado por el Instituto de Estudios Fiscales (IFS)
inglés, recuerda que la tendencia instaurada tras la
Segunda Guerra Mundial por la cual cada generación
esperaba vivir mejor que la precedente puede haberse revertido.
El estudio señala que la generación analizada, la
de los nacidos en los sesenta y los setenta -es decir, lo que en
Estados Unidos equivaldría a los baby boomers-, que ahora
tienen entre 43 y 53 años, necesitarán apoyarse en
la herencia familiar si quieren disfrutar de una
jubilación más relajada que la de sus padres. El
cambio se ha producido durante la última década, ya
que aquellos un poco más mayores no se han visto
perjudicados en el mismo grado que estas generaciones. (El
Confidencial – 3/2/14)

En una eurozona estancada, la locomotora alemana parece
haber encontrado la fórmula para repetir el milagro de la
posguerra: baja tasa de desempleo, crecimiento económico y
aumento de las exportaciones. Pero este brilloso escaparate
esconde una realidad social impensable para la cuarta
economía mundial y segundo exportador del planeta. Unos
7,4 millones de trabajadores sobreviven con miniempleos que
ofrecen un máximo de 15 horas semanales y remuneraciones
que no pasan de los 450 euros mensuales (US$ 607). Este mercado
laboral flexibilizado explica una aparente paradoja reflejada en
el Informe Social de 2013 publicado por la Oficina Federal de
Estadística alemana. Según el informe, el nivel de
empleo alcanzó en 2012 un récord histórico
de 41,5 millones de personas, pero el número total de
horas trabajadas estaba por debajo del alcanzado en 1991. "Cada
vez hay más gente que trabaja a medio tiempo sea
voluntariamente o porque no le ofrecen otra cosa",
señalaba el informe. Esta precariedad laboral se ha visto
acompañada por un aumento del "riesgo de pobreza".
Según el indicador oficial "se considera precaria la
situación de una unidad familiar cuando sus ingresos no
superan el 60% de los ingresos medios de todo el país". En
moneda constante y sonante se trata de todo el que se encuentre
por debajo de 848 euros por mes (equivalente a US$ 1.158)…
A los índices de pobreza, hay que añadir una crisis
que está golpeando muy fuerte a los jubilados. El
cálculo oficial es que un 30% recibe una pensión de
688 euros por mes (US$ 928). La intervención de la
seguridad social ayuda a complementar este ingreso, pero la
actual flexibilización del mercado laboral pasará a
la sociedad una cuenta sombría. Según un reciente
informe del Ministerio de Trabajo las cotizaciones de las
personas con miniempleos a los fondos de pensiones
públicas les darán un derecho de unos 3,11 euros al
mes (US$ 4,19) por año trabajado. (BBCMundo –
5/2/14)

En su último libro publicado en España,
¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?
(Paidós), Zygmunt Bauman refuta esas tesis populares
según las cuales vivimos en un mundo mejor porque hay
más riqueza global. "Podemos valorar cómo
está el mundo haciendo una media, pero el ser humano medio
no existe, es una ficción estadística. Una
investigación muy iluminadora, realizada por Richard
Wilkinson y Kate Pickett (editada por Turner en España con
el título Desigualdad), muestra cómo la calidad de
vida de una sociedad no se mide a través del ingreso
medio, sino mediante el grado de desigualdad en los ingresos. El
alcoholismo, la violencia, la criminalidad y demás
patologías sociales aumentan cuando lo hacen las
desigualdades aunque la riqueza global se incremente". No nos
encontramos en un buen momento, asegura el sociólogo,
porque estamos de repliegue, regresando a cotas de desequilibrio
que creíamos haber abandonado para siempre. Bauman
señala que en los treinta años posteriores a la
Segunda Guerra Mundial las políticas estatales intentaron
que aumentase la riqueza total, pero también que su
distribución alcanzase al mayor número de gente
posible, de modo que cada vez más personas pudieran
incorporarse a una situación de bienestar. Sin embargo, a
partir de los 70, esa tendencia cambió de sentido,
acelerándose ahora de modo preocupante. Bauman recurre a
palabras del Papa Francisco para señalar cómo esas
diferencias en los ingresos se han hecho demasiado evidentes:
"las ganancias de una minoría están creciendo
exponencialmente, lo que provoca que también crezca la
brecha que separa a la gran mayoría de la prosperidad que
disfrutan esos pocos felices". Las consecuencias sociales de esa
separación son notables. En primera instancia, porque
construyen una perspectiva vital radicalmente distinta.
Según el autor de La posmodernidad y sus descontentos, en
las sociedades de mediados de siglo XX existía una clase
media que miraba confiada hacia el futuro, en el cual se
veía viviendo mejor, y un menguante proletariado integrado
por personas que vivían muy cerca o por debajo de la
línea de pobreza. Pero hoy "esa distinción se
está borrando. La clase media y los proletarios forman
parte ya de una clase conjunta, el precariado, gente que no
está segura de su futuro. Las leyes del mercado implican
que tu compañía pueda ser devorada por otra y
tú te vayas a la calle, perdiendo de pronto todo lo ganado
en una vida. Nadie se siente seguro hoy. Nadie confía en
el porvenir". Un ejemplo significativo de esa pérdida de
horizonte vital aparece en las nuevas generaciones "que son las
primeras desde 1950 que no inician su trayectoria a partir de lo
logrado por sus padres, sino que están preocupadas
tratando de alcanzar y recrear las condiciones bajo las que han
vivido. No miran al futuro, están replegadas y a la
defensiva, y ese es un cambio muy poderoso". (El Confidencial –
5/2/14)

Poco después de que estallara la crisis
financiera mundial en el año 2008, Joseph E. Stiglitz
advirtió sobre que a menos que se adopten políticas
adecuadas, se podía asentar un malestar al estilo
japonés – es decir, un crecimiento lento e ingresos casi
estancados durante muchos años. Si bien los líderes
a ambos lados del Atlántico afirmaron que habían
aprendido las lecciones de Japón, rápidamente
procedieron a repetir algunos de los mismos errores. Ahora,
incluso un ex funcionario clave de Estados Unidos, el economista
Larry Summers, realiza advertencias sobre el estancamiento
secular. El punto básico que planteó hace media
década fue que, en un sentido fundamental, la
economía de EEUU se encontraba enferma, incluso antes de
la crisis: fue sólo una burbuja de precios de los activos,
creada a través de regulaciones laxas y tasas de
interés bajas, la que hizo que la economía
aparentara estar robusta. Debajo de la superficie, numerosos
problemas supuraban: una creciente desigualdad; una insatisfecha
necesidad de reforma estructural (la necesidad de un
desplazamiento desde una economía que se basa en la
manufactura a una que se base en los servicios y que se adapte a
las cambiantes ventajas comparativas a nivel mundial);
persistentes desequilibrios a nivel mundial; y, un sistema
financiero que está más en sintonía con la
especulación que con la realización de inversiones
que crearían puestos de trabajo, aumentarían la
productividad, y redistribuirían los superávits con
el objetivo de maximizar la rentabilidad social. (Project
Syndicate – 5/2/14)

EL gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney,
sorprendió a su audiencia en una conferencia el año
pasado cuando especuló que los activos de la banca en
Londres podrían crecer hasta más de nueve veces el
PIB británico para 2050. Su pronóstico
representó la simple extrapolación de dos
tendencias: la continua profundización financiera en el
mundo (esto es, un mayor crecimiento de los activos financieros
que de la economía real), y la continuidad de la
participación londinense en los negocios financieros
mundiales. Puede tratarse de supuestos razonables, pero la
estimación resultó profundamente inquietante para
muchos… Dos escritos recientes suman dudas al asunto. En
"El crecimiento de las finanzas modernas", Robin Greenwood y
David Scharfstein, de la Escuela de Negocios de Harvard, muestran
que la participación de las finanzas en el PIB
estadounidense casi se duplicó entre 1980 y 2006, justo
antes del comienzo de la crisis financiera (del 4,9 % al 8,3 %).
Los dos factores principales que impulsaron ese aumento fueron la
expansión del crédito y el rápido aumento de
los recursos dedicados a la administración de activos
(asociados, no casualmente, con el crecimiento exponencial del
ingreso en el sector financiero). Greenwood y Scharfstein
sostienen que la financialización tuvo sus pros y sus
contras: puede haber habido más oportunidades de ahorro
para los hogares y fuentes de financiamiento más diversas
para las empresas, pero el valor agregado de la actividad de
administración de activos fue ilusorio. En gran parte,
implicó una costosa y excesiva rotación de las
carteras, mientras que el aumento del apalancamiento
implicó fragilidad para el sistema financiero en su
conjunto e impuso grandes costos sociales cuando los hogares
sobre endeudados quebraron. Stephen G. Cecchetti y Enisse
Kharroubi, del Banco de Pagos Internacionales -el banco central
de los bancos centrales-, van más lejos todavía.
Sostienen que el rápido crecimiento del sector financiero
reduce el aumento de la productividad en otros sectores.
Utilizaron una muestra de 20 países desarrollados y
encontraron una correlación negativa entre la
participación del sector financiero en el PIB y la salud
de la economía real. (Project Syndicate –
24/2/14)

Especial hincapié se hace en el espectacular
aumento de las desigualdades económicas, a causa de la
masiva concentración de los recursos económicos en
manos de una minoría y su incidencia en la sociedad y,
particularmente, en determinados sectores de ella. Los datos son
muy elocuentes, y hablan por sí solos: la mitad de la
riqueza mundial está en manos del 1% de la
población, y buena parte de esa riqueza está a buen
resguardo en paraísos fiscales. La riqueza de 85
individuos es la misma que la de los 3.570 millones de personas
que forman la mitad más pobre de la población
mundial. Un alto directivo en una gran empresa puede llegar a
ganar hoy unas 900 veces más que un empleado medio de esa
misma empresa. Pero, aparte de estos datos, diariamente muchas
noticias nos confirman cómo y a qué velocidad
ascienden los niveles de pobreza sobre todo en los países
más pobres, o en qué cuotas están las cifras
de paro juvenil… ¿Qué hacen los centros de
decisión europeos, Bruselas o Berlín? A la vista de
todo esto, ¿se puede seguir hablando todavía, con
alguna credibilidad, de "comunidad europea" y de "modelo social
europeo"? Es evidente que una desigualdad de esta naturaleza es
destructiva, pues socava la sociedad desde dentro. Rompe el
contrato social, y no es extraño, por tanto, que provoque
desórdenes, conflictos sociales e inestabilidad. Una forma
de orden social aceptable para la mayoría sólo
puede ser la que se basa en un consenso que reúna, exprese
y realice, en cierta medida, la aspiración común a
que unos valores y unas ideas ampliamente compartidos configuren
el proyecto conjunto y el sentido de ese orden social. Hoy ya no
se impone el orden tradicional y las creencias del pasado
automáticamente para organizar una sociedad. La
socialización de los individuos y su coexistencia
pacífica se producen cuando la incorporación de
unos valores, creencias y significados representan una cierta
instancia normativa efectiva y mayoritaria a la que poder
recurrir, en situaciones de conflicto, a modo de
legitimación. Si esto no se da, si en vez de promoverlo y
potenciarlo se ignora o directamente se socava, la sociedad deja
de existir como sociedad y se convierte en una masa informe de
individuos a la que es preciso controlar y dominar. La burocracia
administrativa y gubernamental se vuelve autónoma. La
sociedad tal vez funcione, pero no satisface las exigencias de
sentido de los individuos que estallan, sobre todo, en
situaciones de conflicto. El Estado, la Administración,
aparece como una fuerza externa hostil y enemiga que amenaza con
abatirse sobre los individuos y aplastar sus aspiraciones de
libertad y de realización personal. Esa es la razón
de la ruptura social abierta, o, como mínimo, de la
desimplicación y la huida fuera de la sociedad de
individuos que se ven así relegados a la marginalidad. (El
Confidencial – 2/3/14)

La tesis de que las economías avanzadas se
recuperarán gradualmente ha sido blanco de críticas
en sus dos partes. Por el lado de la demanda, hace poco Larry
Summers (economista de Harvard y alto funcionario estadounidense
durante las presidencias de Bill Clinton y Barack Obama)
indicó que es posible que los problemas de las
economías avanzadas sean producto del estancamiento
secular. Summers considera que el endeudamiento anterior a la
crisis no fue una anomalía exógena, sino la
consecuencia de una insuficiente demanda global. La
distribución global del ingreso se había
modificado, con transferencia de ingresos de las clases medias de
los países avanzados hacia los ricos y hacia las
economías emergentes, lo que dio lugar a un exceso de
ahorro a escala mundial. El único modo de evitar el
estancamiento era que la clase media se endeudara cada vez
más, con la ayuda de bajos tipos de interés y
grandes facilidades para el crédito. Dicho de otro modo,
la sobreabundancia de ahorro (como la denominó el ex
presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke)
ya existía antes de la crisis y puede seguir afectando la
demanda global, a menos que las clases medias de los
países emergentes se conviertan en el nuevo consumidor de
última instancia de la economía global. Aunque es
probable que eso suceda en algún momento, los esfuerzos de
Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional en el contexto
del G-20 para lograr dicho proceso de redistribución de la
demanda todavía no han sido suficientes. Por el lado de la
oferta, las dudas surgen de una nueva disputa entre los
economistas y los expertos en tecnología en
relación con el ritmo del avance tecnológico. Para
Robert Gordon, de la Universidad Northwestern, las
tecnologías de la información y las comunicaciones
ya dieron la mayor parte del aumento de productividad que
podía esperarse de ellas, y no hay a la vista una nueva
gran ola de innovación que pueda compensar la
desaceleración del crecimiento potencial. Los
países rezagados todavía podrán cosechar los
dividendos de la modernización, pero los países que
ya están en la frontera tecnológica deberán
aceptar que a partir de ahora, un crecimiento anual per
cápita muy bajo, apenas superior al 1%, será lo
normal. (Project Syndicate – 27/2/14)

El porcentaje de población activa en EEUU se
situó en 2013 en el 63,2%, idéntico al de hace casi
36 años, bajo otro presidente demócrata, Jimmy
Carter. El número de personas fuera del mercado laboral,
por el motivo que sea, supera los 92 millones en un país
de 316 millones… Entre los datos negativos destaca el de
la reducción de la tasa de actividad o la población
ocupada. Ésta mide las personas mayores de 16 años
de edad que está trabajando o que busca activamente un
empleo, y que además ni son militar en activo ni preso en
cárceles. En la actualidad es la más baja desde
1978. Según el Departamento de Estadísticas
Laborales (Bureau of Labor Statistics), la población
ocupada en 2013 ascendió a 245.679 millones de personas,
de un total de 316 millones. De ellos, 155,389 millones (63,2%)
estaba trabajando o buscando empleo, mientras que 90,290 millones
(36,8%) o están desempleadas o han renunciado a encontrar
un trabajo. El porcentaje es idéntico al registrado en
1978, por lo que el mercado laboral de EEUU ha retrocedido 36
años. Desde principios de la década de los 60 del
siglo XX, la población activa fue aumentando hasta
mediados de los años 90, cuando se acercó al 68%.
Entonces, inició un imparable descenso que no se ha
detenido, sea en épocas de expansión o de crisis,
sea con presidentes republicanos (George W. Bush) o
demócratas (Bill Clinton y Barack Obama), sea en paz o con
guerras, sea con alto gasto militar o con bajo gasto militar. En
2000, el número de estadounidenses excluidos de la
población activa fue de 69.994 millones; en 2013, de
90.290 millones; y en enero pasado de 92.535 millones.
(Vozpópuli – 7/3/14)

En este lustro, los inversores han contemplado una
secuencia extraordinaria, puesto que al Dow Jones y al S&P
500 les ha dado tiempo no sólo de recuperar los niveles
pre-Lehman, sino de pulverizar sus máximos
históricos. Cinco años después de los
mínimos, al Dow apenas le queda el recuerdo, puesto que
camina 10.000 puntos por encima: los 6.547 puntos del 9 de marzo
de 2009 han dado paso a los 16.480 puntos actuales, o lo que es
lo mismo, entre ambos momentos se ha disparado un 151%. En el
caso del S&P 500, la subida es aún mayor, puesto que
alcanza el 177%, hasta los 1.875 puntos. Lo más llamativo
de estos datos no es únicamente la envergadura de las
subidas, sino la velocidad a la que se han producido. La
comparación con los registros del crac de 1929 y la Gran
Depresión posterior así lo evidencia. El Dow Jones
tuvo que esperar 25 años para romper los máximos
históricos conquistados en 1929; en la crisis actual, le
ha costado menos de seis años superar el anterior
récord, que databa de 2007. Y tanto en la velocidad como
en la magnitud de la remontada, un protagonista destacado: la
Reserva Federal (Fed). El banco central estadounidense, bajo la
batuta de la persona que ocupó la presidencia hasta el
pasado 31 de enero, Ben Bernanke, ha desempeñado una papel
fundamental en la ascensión de sus cotizaciones.
¿Cómo lo ha hecho? Recetando la política
monetaria más expansiva en la historia de la entidad. En
lo convencional, rebajando los tipos de interés en 2008
hasta el 0-0,25%, un nivel en el que nunca antes habían
estado y del que aún hoy no se han movido. Y en lo
heterodoxo, poniendo en marcha desde noviembre de 2008 sucesivos
programas de compras de activos, hasta un total de tres (QE1, QE2
y QE3), con los que ha inyectado en el sistema 3,5 billones de
dólares. Este dinero ha sido el combustible que ha
respaldado la subida de las acciones en Wall Street… y
más allá, puesto que ha sido, con el refuerzo de
las medidas expansivas de otros bancos centrales, como
catalizador de la escalada de la renta variable internacional y
otros activos de riesgo. (El Confidencial –
8/3/14)

La brecha entre ricos y pobres en el Reino Unido ha
aumentado hasta tal punto que las cinco familias más
adineradas concentran más riqueza que un quinto de toda la
población del país, según un informe de la
ONG Oxfam. En otras palabras, las cinco familias más
acaudaladas del país son más ricas que 12,6
millones de ciudadanos británicos. "El Reino Unido se
está convirtiendo en una nación profundamente
dividida, con una élite rica que está viendo
aumentados sus ingresos, mientras que millones de familias
están luchando para llegar a fin de mes", dijo Ben
Phillips, director de campañas de Oxfam en el Reino Unido.
La fortuna estimada de las cinco familias asciende a 28.200
millones de libras (US$ 46.908 millones), cifra que supera los
28.100 millones de libras (US$ 46.741 millones) que concentran
más de 12 millones de personas. El autor del informe,
titulado "Historia de dos Gran Bretañas", el economista
mexicano Ricardo Fuentes-Nieva, jefe de investigación de
Oxfam, dijo a BBC Mundo que la concentración de la riqueza
creció considerablemente en las tres últimas
décadas. "El 10% del 1% más rico ha duplicado su
proporción del ingreso desde 1993, o sea, en un
período relativamente corto, lo cual dice que su ingreso
ha estado aumentando de una manera brutal". (BBCMundo –
17/3/14)

No parece arriesgado afirmar que Capital in the
Twenty-First Century (El capital en el siglo XXI), la obra magna
del economista francés Thomas Piketty, será el
libro de economía más importante del año (y
tal vez de la década). Piketty, posiblemente el mayor
experto mundial en desigualdad de rentas y patrimonio, hace algo
más que documentar la creciente concentración de la
riqueza en manos de una pequeña élite
económica. También defiende de forma convincente el
argumento de que estamos volviendo al "capitalismo patrimonial",
en el que las altas esferas de la economía están
dominadas no solo por los ricos, sino también por los
herederos de esa riqueza, de modo que el nacimiento tiene
más importancia que el esfuerzo y el talento. Por
supuesto, Piketty reconoce que todavía no hemos llegado a
eso. Hasta ahora, la opulencia del 1% superior de Estados Unidos
se ha debido principalmente a los sueldos y las primas de los
ejecutivos más que a las rentas procedentes de las
inversiones y más aún que a la riqueza heredada.
Pero seis de los diez estadounidenses más ricos son ya
herederos, más que emprendedores hechos a sí
mismos, y los hijos de la élite económica de hoy
parten de una posición de inmenso privilegio. Como
señala Piketty, "el riesgo de un giro hacia la
oligarquía es real y da pocos motivos para el optimismo".
(El País – 30/3/14)

La desigualdad económica crece rápidamente
en la mayoría de los países. La riqueza mundial
está dividida en dos: casi la mitad está en manos
del 1% más rico de la población, y la otra mitad se
reparte entre el 99% restante.

• Casi la mitad de la riqueza mundial está
en manos de sólo el 1% de la población.

• La riqueza del 1% de la población
más rica del mundo asciende a 110 billones de
dólares, una cifra 65 veces mayor que el total de la
riqueza que posee la 3 mitad más pobre de la
población mundial.

• La mitad más pobre de la población
mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más
ricas del mundo.

• Siete de cada diez personas viven en
países donde la desigualdad económica ha aumentado
en los últimos 30 años.

• El 1% más rico de la población ha
visto cómo se incrementaba su participación en la
renta entre 1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que
tenemos datos.

• En Estados Unidos, el 1% más rico ha
acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis
desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la
población se ha empobrecido aún
más.

• El FMI asegura que la desigualdad en varios
países avanzados, como Estados Unidos, ha vuelto a niveles
que no se registraban desde antes de la Gran Depresión de
la década de 1930.

• Según los datos del FMI, desde mediados de
los 80 hasta principios del año 2000, la mitad de la
riqueza que se ha generado ha ido a parar a las manos del 20% de
los más ricos.

•La desigualdad va en aumento en muchas regiones
del mundo

•Las políticas fiscales pueden ayudar a los
países a reducir la desigualdad

•Se pueden diseñar políticas
redistributivas teniendo en mente la eficiencia

Para respaldar un crecimiento económico
sostenible, la redistribución del ingreso debe basarse en
instrumentos fiscales que permitan alcanzar los objetivos de
distribución con el menor costo posible en términos
de eficiencia económica.

• Según la OCDE: "Los episodios de recortes
de la desigualdad, normalmente no duran lo suficiente como para
atenuar el distanciamiento entre las rentas altas y bajas abierto
durante los años precedentes".

•Educación: "Las consecuencia del menor
gasto público en educación tardarán en
notarse pero se sentirán en una menor inscripción
estudiantil, rentas más bajas y menor ascenso social para
los hijos de los padres más pobres"

•Sanidad: "El desempleo y los sistemas de
copago recortan el recurso a la Sanidad".

El FMI aboga por subir los impuestos y redistribuir la
riqueza, entre otras medidas, para reducir la brecha entre ricos
y pobres.

De acuerdo con el estudio del FMI (13/3/14), la
concepción de una política fiscal redistributiva
eficiente abarca cuatro dimensiones clave:

• Primero, una política fiscal
redistributiva debe ser coherente con los objetivos de la
política macroeconómica. El nivel de gasto en
redistribución, por ejemplo, debería estar acorde
con la estabilidad macroeconómica; además, es
necesario comparar los beneficios de un gasto adicional en
redistribución con los beneficios de un gasto adicional en
otros ámbitos prioritarios, como la
infraestructura.

• Segundo, los impuestos y los gastos
deberían evaluarse conjuntamente. Por ejemplo, un aumento
de la recaudación del impuesto al valor agregado (IVA)
utilizado para financiar más gastos en enseñanza
primaria podría resultar progresivo en términos
netos.

• Tercero, las políticas de
redistribución deben estar concebidas de manera que
equilibren los objetivos de redistribución y de
eficiencia. Algunas políticas redistributivas, como las
que fortalecen el capital humano, de hecho pueden promover la
eficiencia. Pero en otros casos quizás haya que sacrificar
algo.

• Cuarto, las políticas deben
diseñarse teniendo en cuenta la capacidad
administrativa.

(Abril 2014) Aria di
bravura: ¿cuánto tiempo más se puede seguir
así?

(Con el permiso -e indulgencia- de los "novelados" o
"noveleros", vecinos de Apartado)

Dudaba de calificar a este "snippet", como una
confesión, un preaviso, un ruego o una Messa da Requiem.
Serán ustedes mismos (pacientes lectores), si han tenido
la piedad de llegar hasta aquí, los que clasifiquen esta
Conclusión final, como un brindis al sol, un canto
a los pájaros o un extremo desahogo desde el speaker
corner del papel (que lo aguanta todo).

Estos párrafos finales han sido escritos durante
la Semana Santa del año 2014. Toda una alegoría en
esas horas solemnes y desgarradoras. Que cada cual saque de estas
frases las conclusiones que tenga por conveniente. Las
mías, después de leer "a los que saben"
(supuestamente), se instalan en la "perplejidad".

En medio del quilombo financiero (al día de hoy
no resuelto) la sensación que se tiene es que es el
ciudadano con sus impuestos y sus recortes el que trabaja para
salvar al "sufrido" sistema financiero; de que es el ciudadano
quien se ha quedado con la deuda, y los directivos bancarios con
los yates y las Ferraris.

Mientras aceptamos sumisamente que el Gobierno nos meta
la mano en el bolsillo a todos y transfiera nuestro dinero a
aquellos a quienes califica de depositarios de los intereses del
conjunto de la sociedad, debemos colegir que se trata de una
técnica propagandística concebida para extraer
rentas del conjunto de la sociedad en beneficio privativo de una
facción organizada.

En medio del quilombo del paro y la miseria (al
día de hoy no resuelto) lo más frustrante de todo
es no ser visto. Pueden no darle dinero, pero al menos pueden
mirarlos. Sentirse ignorado es lo peor.

Dividiré la confesión, preaviso, ruego o
réquiem, en cuatro partes: enfoque económico,
enfoque moral, enfoque de seguridad y enfoque de
rebelión

Enfoque económico (Ritos
iniciales)

La cuestión principal es la magnitud y la
composición del desempleo en los países
desarrollados, un problema que todavía no ha sido
reconocido como corresponde por su impacto cada vez más
perjudicial en el tejido social de los países y su
potencial económico. Un desempleo alto, intrincado y
confuso, tiene serias consecuencias negativas a largo plazo que
amenazan con volverse exponencialmente peores.

¿Estamos condenados a una recuperación sin
empleo? ¿Es el futuro uno en el que los trabajos son tan
escasos que muchos trabajadores tendrán que aceptar una
miseria para encontrar un empleo, y volverse cada vez más
dependientes de las transferencias sociales a medida que los
salarios del mercado caen por debajo del nivel de subsistencia?
¿O deberían las sociedades occidentales esperar una
nueva ronda de magia tecnológica, como la
revolución de Internet, que produzca una nueva ola de
creación de empleo y prosperidad?

(Y cuenta la historia) Desde 1947 a 1977, Estados Unidos
aplicó lo que podría denominarse una
negociación básica con sus trabajadores. Los
empresarios les pagaban lo suficiente para comprar lo que
producían. La producción y el consumo en masa
demostraron ser complementos perfectos… La paga de los
trabajadores incluidos en el 20 por ciento más pobre
creció un 116 por ciento en estos años, más
rápido que los ingresos del 20 por ciento más rico
(que subió un 99 por ciento). La productividad
también subió más rápido. El
rendimiento por hora trabajada se dobló, así como
los ingresos medios. Expresadas en dólares de 1997, las
rentas de una familia media se elevaron de unos 25.000 a 55.000
dólares. La clase media tenía los medios para
comprar, y al hacerlo creaba nuevos empleos. Entonces, la
economía crecía.

Hace más de tres décadas, el comercio y la
tecnología empezaron a abrir una brecha entre las
ganancias del nivel más alto y las demás. La paga
de los directivos y principales ejecutivos ha aumentado. Pero la
paga y prestaciones de la mayoría de los trabajadores se
han mantenido o bajado. Y la consiguiente división
también ha hecho que las familias estadounidenses de clase
media se sientan menos seguras.

El Gobierno hizo trizas las redes de seguridad,
reduciendo la ayuda para las familias desempleadas con hijos,
endureciendo las condiciones para optar a los cupones de
alimentos, y recortando el seguro de desempleo tanto que, en
2007, sólo el 40 por ciento de los parados estaba
cubierto.

Las empresas, con sus ojos fijos en el precio de las
acciones y en las ganancias, valoran más que nunca la
flexibilidad encima de la estabilidad. La recesión les
demostró que podían hacer más con menos
trabajadores de lo que muchos de ellos creían.

El crecimiento del ingreso de la clase media en la
mayoría de los países avanzados se mantuvo
estancado, y las oportunidades de empleo han disminuido,
especialmente en el sector transable de la economía. La
porción del ingreso que se destina al capital ha
aumentado, a expensas del trabajo. En especial en EEUU, la
generación de empleo ha sido desproporcionada en favor del
sector no transable.

La economía global lleva varios años de
crisis en crisis, y el remedio ya es parte de la enfermedad. En
una época de tasas de interés nulas y
flexibilización cuantitativa, la política
macroeconómica perdió contacto con la dura realidad
que nos dejó la crisis. Y mientras los médicos usan
una medicina no comprobada para tratar la dolencia equivocada,
nadie le presta atención al paciente, que sigue tan
enfermo como siempre.

La pobreza está aumentando y los salarios bajando
en la Unión Europea. La clase media española, que
crecía desde los años 60 del siglo XX, ha empezado
a adelgazar. Pero lo mismo ocurre en Alemania y Francia, dos de
los países más ricos de Europa. La pobreza severa
(que consiste en vivir con menos de 307 euros al mes) atenaza ya
a tres millones de personas, el doble de los que estaban en esta
situación antes de la crisis. La pobreza infantil, que
afectaba a un 26,7% de la población inferior a 16
años en 2011, ha subido 3,1 puntos de 2007 a 2011: es,
además, el triple del aumento registrado en la
UE.

En Portugal, vive en la pobreza más del 20% de la
población, y los griegos son un 40% de media más
pobres que en 2008. Pero esta tendencia no se produce sólo
en España y otros países del sur de Europa. En
Alemania, a cuyo Gobierno encabezado por Angela Merkel muchos
europeos atribuyen la imposición de políticas de
austeridad responsables del empobrecimiento, también
está menguando la clase media. Según un estudio de
la Universidad de Bremen y del Instituto Alemán de
Investigación Económica, encargado por la
Fundación Bertelsmann y difundido a finales de 2012, un
58% de la población pertenece a la clase media; pero en
1997 lo hacía un 65%.

Es decir, en Alemania, la clase media se ha reducido en
siete puntos en quince años. A la clase media pertenecen,
de acuerdo con el estudio citado, todos los que cuentan con un 70
a un 150 por ciento del ingreso medio. Para una familia
común de cuatro personas, eso significaría un
ingreso de 2.400 a 5.000 euros por mes.

En Francia, el crecimiento de la pobreza está
siendo también arrollador. En septiembre de 2013, el
Instituto Nacional de Estadística y Estudios
Económicos difundió un informe en el que
sostenía que la pobreza afectaba en 2011 al 14,3% de la
población (66 millones de personas), su nivel más
alto desde 1997. En 2008 ese porcentaje era el 13%.
Además, el informe refleja que 8,7 millones de franceses
viven por debajo del umbral de la pobreza fijado en un ingreso
mensual inferior a 977 euros.

Los politólogos, sociólogos y economistas
coinciden en que la clase media es un factor social de
estabilidad tanto política como económica. Y los
hechos históricos lo corroboran.

Mientras tanto, la crisis financiera mundial no parece
haber afectado a las grandes fortunas del planeta, más
bien todo lo contrario. Desde marzo del 2009 su número y
su riqueza se han duplicado. Un lustro en el que los activos
totales de estos 2.170 multimillonarios pasaron de sumar 3,1
billones de dólares a 6,5. La crisis global está
detrás de una serie de cambios tectónicos en la
distribución de la riqueza mundial, que parece haber
incrementado las brechas económicas entre los más
ricos y los más pobres. Además, ha puesto en
entredicho la existencia en el futuro de una clase media en la
que pueda incluirse el grueso de la población.

La llegada del "big data" está
afectando sustancialmente a los procesos laborales y está
transformando el modo en que entendemos el mundo, al igual que lo
hace la implantación de un cada vez mayor número de
robots en las fábricas. La posibilidad de producir
exclusivamente a través de máquinas parece estar a
la vuelta de la esquina
, afirman los expertos, y aunque no
fuera así, los cambios que ya han generado la
mecanización y tecnificación acelerada de los
procesos de producción está siendo de tal magnitud
que hará que en el futuro cercano se destruya gran
cantidad de puestos de trabajo.

Esta tendencia, no obstante, no parece haber
levantado demasiadas reticencias en Occidente, ya sea porque
estamos acostumbrados a que la deslocalización
productiva se haya llevado los puestos de trabajo a países
que prometen costes más bajos,
ya porque no lo
entendamos como una amenaza, puesto que la mayoría de los
empleos de nuestros países tienen que ver con o tareas de
alto valor añadido o con el sector servicios, áreas
en teoría nada susceptibles de ser programadas e
informatizadas.

Sin embargo, esa visión parece ser demasiado
optimista. Según el  informe The future of
employment,
realizado por los profesores de la Universidad
de Oxford Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne, el 47 por
ciento del empleo total está en situación de alto
riesgo,
"ya que muchas de sus ocupaciones son susceptibles de
ser automatizadas en una o dos décadas".

El empleo en los años próximos va a ser
un asunto central
, como lo será el manejo de las
tensiones sociales que causará el descenso de
número de puestos de trabajo. Sin embargo, el asunto
parece pasar desapercibido, preocupados como estamos de generar
políticas que aseguren la devolución de intereses
de deuda y no de generación de puestos de trabajo. El
problema sigue ahí: harán falta menos seres
humanos…

Hemos entrado en una nueva era del trabajo, en un nuevo
modelo (un "new normal") que está reconfigurando
el mapa de trabajos y ocupaciones que se demandan y cuya
verdadera dimensión veremos en los próximos
años. Para desgracia nuestra, según asegura el
informe realizado por el "think tank" Resolution
Foundation y por la London School of Economics, desde el inicio
de la crisis han crecido los trabajos de alta
cualificación y los que requieren escasa formación,
pero han desaparecido con preocupante rapidez los situados en
el estrato medio.

El estudio, titulado ¿Una crisis
polarizante?,
señala cómo el Reino Unido se
dirige hacia un mercado del empleo que únicamente
tendrá dos niveles, con una parte superior de la escala
laboral, la de la alta gestión, la consultoría y
el trabajo de alta cualificación
que está
creciendo un 16% desde el inicio de la crisis, y un sector
inferior, el de los servicios y hostelería, que ha
aumentado un 17% en ese mismo periodo.

El informe señala cómo los empleadores han
aprovechado la crisis para que los trabajadores cuyas tareas no
son rutinarias (y que por tanto precisan de formación)
hayan aceptado rebajas en sus salarios y han despedido a aquellos
empleados cuyas tareas se podían automatizar de forma
sencilla. Subraya además las fuerzas cíclicas que
están transformando estructuralmente el mercado de
trabajo, de forma que sectores antes pujantes, como la
construcción, están dejando paso a la salud, la
asistencia social y las actividades económicas
como
principales motores del empleo.

Sin embargo, esos sectores que están creciendo y
que implican labores no rutinarias, caso del cuidado de ancianos,
han ido acompañados de un descenso en las
retribuciones.
Por el contrario, los sectores cuyas tareas
son repetitivas, como es el trabajo de secretaría, que se
han llevado la peor parte de la caída en el empleo, apenas
han variado en sus retribuciones (en aquellos casos que han
logrado sobrevivir).

Y el futuro aparece aún más oscuro para
las clases medias en la medida en que hablamos de una tendencia
que se va a disparar, como aseguran numerosas voces del entorno
de la tecnología y de los negocios. Algo en lo que
coincide Alan Milburn, exparlamentario, ex ministro de
sanidad y actual "zar" de la Comisión de la Movilidad
Social británica, quien ha señalado que "los
trabajadores de cuello blanco se convertirán en los nuevos
pobres, ya que sus trabajos van a ser sustituidos por
ordenadores".  

Esa división entre el empleo de alto valor
añadido, escaso y deseado, y el "low cost",
sostenido por grandes masas de empleados cuyos salarios
irán en descenso, y que no siempre superarán el
nivel de subsistencia parece que será el "new
normal"
de Occidente. Ese es un reto notable, y no
sólo de orden económico. La clase media, el estrato
que proveía de estabilidad a nuestras sociedades, y que se
alimentaba de empleos regulares y estables, tenderá a
desaparecer, como señala Milburn, si esta tendencia
continúa su progresión, lo cual traería
consigo un nuevo mapa político y social cuyas
novedades sólo estamos empezando a percibir. Nos
adentraríamos en lo desconocido…

¿Qué pasaría si la crisis
simplemente se hubiese acabado y en realidad nos
estuviésemos enfrentando a un nuevo escenario en el que el
escaso crecimiento es lo normal, una especie de estancamiento
secular?, planteó el exsecretario del Tesoro
estadounidense y asesor de Obama ante una selecta audiencia en un
foro del FMI.

¿Son las burbujas de activos la única
manera en que los bancos centrales pueden impulsar la
demanda?

Podría ser que las economías, incluida la
estadounidense, hayan caído en el "estancamiento secular",
como lo calificó Summers. En otras palabras, estas
economías se han vuelto japonesas. Desde la crisis, para
combatir este límite cero a la baja de los tipos, los
bancos centrales han tenido que recurrir a la política
monetaria heterodoxa. Especialmente, compras de bonos y otros
activos por parte de los bancos centrales, la llamada
relajación cuantitativa, que, en parte, impulsa la demanda
al generar efectos de riqueza positivos por el incremento de los
precios de los activos.

Los gobernadores de los bancos centrales creen que
sólo con lograr impulsar la demanda hasta un cierto nivel
se convertirá en autosostenible. La producción
aumenta, las inversiones de capital suben, la oferta se expande,
la productividad laboral crece y, finalmente, el empleo se
incrementa también hasta que se absorbe el exceso de
capacidad. Al mismo tiempo, la inversión impulsa las tasas
de crecimiento potenciales, o, en otras palabras, revitaliza la
reciente trayectoria decepcionante.

Si el mecanismo primario para generar este crecimiento
inicial pasa por los efectos de la riqueza, forzosamente, los
bancos centrales tenderán a inflar burbujas de activos.
Esto es así porque la riqueza está distribuida de
manera desigual. Debido a que una pequeña minoría
de personas posee una gran mayoría de activos y debido a
que hay límites en cuánto puede alguien consumir
(gran parte de lo que compran los ricos, de hecho, son
inversiones más que bienes de consumo), para que el efecto
riqueza se traduzca en un aumento general de la demanda hay que
aumentar muy sustancialmente los precios de los
activos.

Y aquí es donde se materializa el problema. La
mayoría de la gente normal y corriente se ve obligada
entonces a pedir prestado o recurrir a sus ahorros o vender
algunos de sus activos para lograr nuevas y mayores tasas de
consumo. Vender activos los concentra en manos de los ricos. Los
ahorros ya se han gastado. Y como vimos en el último
ciclo, el crédito para consumir activos inflados es
peligroso, aunque los bancos centrales están haciendo todo
lo que pueden para fomentar el crecimiento del
crédito.

En algún momento, los salarios o los ingresos
tienen que crecer hasta donde se justifican los precios inflados
de los activos o los precios de los activos
bajarán.

En el último ciclo, los precios de los activos
bajaron, lo que provocó la crisis financiera. Los
gobernadores de los bancos centrales no ven surgir burbujas de
activos en este momento porque, según dicen, los actuales
precios de los activos se justifican por las expectativas de
niveles de crecimiento futuro y esos niveles de crecimiento
están dentro del potencial de la
economía.

Antes de la crisis, los gobernadores de bancos centrales
se llenaban la boca al hablar de la creación de la Gran
Moderación, un período económico de
inflación estable y baja y de crecimiento sólido.
Resultó que se equivocaban. ¿Se equivocarán
igualmente al pensar que pueden generar efectos en la
economía real creando precios de los activos
ilusorios?

Así las cosas, ¿y si ni siquiera una
burbuja es capaz de contrarrestar los cambios estructurales que
están ocurriendo?, ¿y si se han terminado los
ciclos económicos y sólo podemos crear empleo a
fuerza de burbujas financieras o estímulos masivos que
siempre suelen acabar muy mal?, ¿cómo vamos a poder
reanimar la inversión productiva si ahogados por la deuda
no tenemos unas perspectivas de consumo que garanticen los
retornos?

Enfoque moral ((Liturgia de la
palabra)

"La pobreza es muy dura porque te roba tus
sueños y tus esperanzas
", sostiene la ONG Save the
Children.

"La pobreza no tiene pasaporte y nadie
está a salvo",
ha recalcado Ester Asin
Martínez, directora y representante ante la Unión
Europea de Save the Children.

"Hablamos de lo que vemos y tenemos entre manos, con
datos de Eurostat y la realidad de miles de años
", ha
defendido por su parte Andrés Conde, director general de
Save the Children, en referencia a los casi 27 millones de
niños que actualmente están en riesgo de pobreza o
exclusión social en Europa, tras aumentar esta cifra en un
millón entre los años 2008 y 2012. 

"Ante una situación de urgencia, pedimos
medidas de urgencia. Esta situación no puede esperar a
que mejore la economía
. Lo que perdamos ahora con
niños, no se puede recuperar más tarde
", ha
zanjado el director de Save the Children.

Tres mecanismos (perversos) de supervivencia

Ante la disminución de los ingresos de los
asalariados en los últimos treinta años, los
estadounidenses pudieron seguir comprando mediante tres
mecanismos de supervivencia. El primero: las mujeres entran en el
trabajo retribuido a partir de finales de los 70, y subiendo en
los 80 y 90.

Mecanismo de supervivencia número dos: todos
trabajan más horas. En 2005, no era extraño que los
hombres trabajaran más de 60 horas a la semana y las
mujeres, más de 50. Es decir, el estadounidense medio
hacía más de 2.200 horas al año, 350 por
encima del europeo medio, más incluso que un
japonés.

Mecanismo de supervivencia número tres: gastarse
los ahorros y tomar prestado hasta las cejas. Tras agotar los dos
primeros mecanismos, era la única forma en que los
estadounidenses podían seguir consumiendo como antes.
Durante la Gran Prosperidad, la clase media ahorraba el 9 por
ciento de sus ingresos. A finales de los 80 y principios de los
90, esa parte se había cercenado al 7 por ciento.
Después, la tasa de ahorro cayó al 6 en 1994, y
siguió bajando hasta el 3 en 1999. En 2008, los
estadounidenses no ahorraron nada. Mientras, la deuda de los
hogares explotó. En 2007, el estadounidense medio
debía el 138 por ciento de sus ingresos después de
impuestos.

El mundo que prometía un bienestar sostenido
está roto y la sociedad avanza hacia mayores cotas de
desigualdad. Nos están preparando para aceptar sin
violencia un gran retroceso en las conquistas sociales

¿Cuáles son los verdaderos males que
aquejan a Europa?

En opinión de los analistas, son los siguientes:
1- La fractura del equilibrio económico sostenible, que
requiere actualmente redimensionarse. 2 – Las diferencias entre
Estados, aumentadas por la quiebra entre el Norte y el Sur. 3 –
La corrupción (tanto en el Norte como en el Sur) tan
capilarmente extendida. 4 – La política estandarizada y
necia. 5 – La codicia financiera, estimulada por una banca
abusiva en extremo. 6 – La falta de futuro nítido. 7 – El
vertiginoso incremento del paro y el desempleo, que ha de verse
en términos no ya económicos sino de
población. Y 8 – El desvío o traspaso de
responsabilidades y cargas a las capas más débiles
o clases medias de la sociedad (ciudadanos, profesionales,
trabajadores, parados) y no a la banca, ni a los grandes
empresarios ni a la clase política, con el consiguiente
aumento de la injusticia social generalizada.

Cuando piensen en estos "males", tengan presente que
están contemplando millones de tragedias humanas: a
individuos y familias cuyas vidas están quedando
destrozadas porque no pueden encontrar trabajo, ahorros agotados,
casas perdidas y sueños destruidos. Y cuanto más se
prolongue esto, mayor será la tragedia.

Sueños rotos (el ascensor social está
fuera de servicio)

La idea de ir a la universidad -y la expectativa de que
la próxima generación estará mejor educada y
será más próspera que su predecesora- ha
sido durante años una de las ambiciones innatas de la
clase media de los países desarrollados. Sin embargo,
ahora existe una profunda preocupación, debido a que esta
movilidad ascendente va en sentido inverso.

Andreas Schleicher, asesor especial de educación
en la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), dice que Estados Unidos es
actualmente la única gran economía del mundo en la
que la generación más joven no estará mejor
educada que la anterior.

"Es un asunto de gran importancia porque gran parte
del poder económico actual de EEUU se basa en el alto
grado de capacitación de los adultos, que ahora
está en riesgo
", dice Schleicher. "Estas
habilidades son el motor de la economía de EEUU y ahora
ese motor está fallando
", agrega Schleicher, uno de
los expertos más influyentes del mundo en educación
internacional.

"El sueño americano se ha estancado",
dice el informe de la asociación que además
describe a una sociedad en donde los ingresos familiares han
caído durante más de una década. "Es
más probable que un niño que nace pobre en Estados
Unidos hoy en día, siga siendo pobre el resto de su vida,
mucho más que en ningún otro momento de nuestra
historia. Muchas otras naciones ahora nos superan en nivel de
estudio y movilidad económica. La clase media
estadounidense se está encogiendo ante nuestros
ojos"…

En la actualidad, esta situación muestra que el
sueño americano es un mito. Hoy hay menos igualdad de
oportunidades en Estados Unidos que en Europa (y de hecho, menos
que en cualquier país industrial avanzado del que tengamos
datos).

Esta es una de las razones por las que Estados Unidos
tiene el nivel de desigualdad más alto de cualquiera de
los países avanzados. Y la distancia que lo separa de los
demás no deja de crecer. Durante la "recuperación"
de 2009 y 2010, el 1% de los estadounidenses con mayores ingresos
se quedó con el 93% del aumento de la renta. Otros
indicadores de desigualdad (como la riqueza, la salud y la
expectativa de vida) son tan malos o incluso peores. Hay una
clara tendencia a la concentración de ingresos y riqueza
en la cima, al vaciamiento de las capas medias y a un aumento de
la pobreza en el fondo.

¿Cuánta desigualdad es
aceptable?

A juzgar por los niveles anteriores a la
recesión, mucha, particularmente en los Estados Unidos y
Gran Bretaña. Peter Mandelson, del Nuevo Laborismo,
expresó el estado de ánimo de los últimos
treinta años cuando comentó que se sentía
"tranquilo" por el hecho de que la gente se enriqueciera de forma
"desmedida". El enriquecimiento era el objetivo de la "nueva
economía". Y los nuevos ricos se quedaron con una parte
creciente de sus ganancias, a medida que se redujeron los
impuestos para alentarlos a enriquecerse aún más y
se abandonaron los esfuerzos para repartir el pastel de forma
más justa.

Los resultados fueron predecibles. En 1970, los ingresos
brutos de un alto ejecutivo estadounidense eran aproximadamente
treinta veces más elevados que los del trabajador medio;
actualmente son 263 veces más elevados. En Gran
Bretaña, el salario básico (sin bonificaciones) de
un alto ejecutivo era 47 veces superior a la del trabajador medio
en 1970. En 2010 fue 81 veces superior. Desde finales de los
años setenta, los ingresos netos del 20 por ciento
más rico de la población han aumentado cinco veces
más rápido que el del 20 por ciento más
pobre en los Estados Unidos y cuatro veces más
rápido en el Reino Unido. Aún más importante
es la creciente brecha entre el promedio de los ingresos y la
mediana de los ingresos, es decir que la proporción de la
población que vive con la mitad o menos de la mitad del
ingreso medio en los Estados Unidos y Gran Bretaña ha
estado aumentando.

Aunque en algunos países esta tendencia no se ha
impuesto del todo, la desigualdad ha estado aumentando durante
los últimos 30-40 años en todo el mundo. Ha crecido
la desigualdad dentro de los países, y las diferencias
entre ellos aumentaron considerablemente después de 1980,
hasta equilibrarse a finales de los noventa y comenzar a
disminuir después de 2000, cuando el crecimiento en los
países en desarrollo comenzó a
acelerarse.

El crecimiento de la desigualdad no incomoda a los
defensores ideológicos del capitalismo. En un sistema de
mercado competitivo, se dice que se paga a las personas lo que
valen, es decir, los altos ejecutivos agregan a la
economía estadounidense 263 veces más valor que sus
empleados. Pero se aduce que los pobres siguen estando mejor que
si los sindicatos o el gobierno hubieran reducido la brecha
artificialmente. La única forma de lograr que la riqueza
se reparta más rápido es mediante una
reducción adicional de los impuestos marginales o,
alternativamente, mejorando el "capital humano" de los pobres, de
modo que valgan más a ojos de sus empleadores.

La actitud de indiferencia ante la distribución
del ingreso es de hecho una receta para un crecimiento
económico sin fin en el que los ricos, los muy ricos y los
súper ricos se alejan cada vez más del resto. Esto
está mal por motivos morales e incluso prácticos.
En términos morales, hace que las perspectivas de una vida
mejor queden para siempre fuera del alcance de la mayoría
de las personas. En términos prácticos, está
destinado a destruir la cohesión social en la que se basa
en última instancia la democracia – o, en efecto,
cualquier tipo de sociedad pacífica y
satisfecha.

Este auge de la desigualdad es el que trata de analizar
un nuevo estudio, "The Rise of the Super-Rich" ("El auge de los
súper-ricos") publicado en la revista American
Sociological Review
, que, centrándose en el caso
estadounidense, asegura que, a partir 1980, los ricos supieron
imponer sus criterios en el Congreso, los sindicatos perdieron
fuelle, disminuyeron los impuestos a las rentas altas y, en
definitiva, el 1% más adinerado no dejó de acumular
riqueza, mientras el resto de la sociedad la perdía. Una
tendencia que no ha disminuido ni un ápice desde entonces,
y que es similar a la que están viviendo las sociedades
europeas.

Una tragedia económica global se desarrolla
frente a nuestros ojos. En todo el mundo se están creando
nuevas oportunidades laborales que ofrecen una promesa de
prosperidad, pero cientos de millones de personas no pueden
aprovecharlas porque no tienen la educación y las
habilidades necesarias.

Si no se revierten las tendencias actuales, esta
disparidad de oportunidades se profundizará, lo que
aumentará las diferencias en los ingresos de la gente y
asfixiará la recuperación económica mundial.
Para evitarlo, es vital que empresas y gobiernos de todo el mundo
se pongan de acuerdo en una estrategia para mejorar las
oportunidades educativas, la capacitación y la movilidad
internacional de la siguiente generación de
trabajadores.

Se estima que para compensar los empleos que se
perdieron durante la reciente crisis económica será
necesario crear 600 millones de puestos de trabajo en todo el
mundo a lo largo de la próxima década. Muchos de
estos nuevos empleos estarán en sectores donde los avances
científicos, ingenieriles y tecnológicos siguen
siendo los motores de la innovación y el
crecimiento.

Mientras empresas y gobiernos analizan la manera de
responder a estos cambios en la dinámica del mercado
laboral internacional, lo que está en juego es nada menos
que el futuro de nuestros jóvenes. La franja etaria
juvenil comprende la mayor fuente de talento desaprovechado del
mundo; al mismo tiempo que abundan las oportunidades, demasiados
jóvenes no tienen acceso a la educación y
capacitación que necesitan para hacer realidad su
potencial.

Con un presupuesto de casi un billón de euros
para los próximos siete años (2014-2020), y casi
55.000 millones sin gastar del periodo anterior, uno imagina que,
cuando Europa compromete "todos los instrumentos", no hay
montaña lo suficientemente alta ni valle lo
suficientemente profundo.

Pero poco tarda uno en darse cuenta de que las
conclusiones de una cumbre no son motivo para descorchar el
champán. Primero porque, como queda claro unas
líneas más abajo, esa totalidad de recursos se
reduce a una lista de promesas por detallar y otras encajadas
después de costosas negociaciones, como los 6.000 millones
que se han prometido adelantar a 2014 y 2015 para luchar contra
el paro juvenil. Una cantidad bien generosa, pensará uno
mirando su cuenta, pero no tanto cuando se reparte entre 28
países en siete años. España se
llevará 1.900 millones, o lo que es lo mismo, menos de
2.000 euros por joven parado, lo que obligará al Gobierno
a obrar el milagro de los panes y los peces.

Una cifra que no parece tan abultada cuando se comprara
con los miles de millones de euros que ha gastado la UE en sus
bancos, o se piensa que Europa gasta hoy diez veces más en
sus vacas (12,7 euros de media) que en sus jóvenes (1,26
euros), según datos de Eurostat. Más aún
cuando uno recuerda que, para financiar apropiadamente la
Garantía Juvenil, la "medida estrella" pilotada desde
Bruselas, la Organización Internacional de Trabajo estima
que se necesitarían 21.000 millones de
euros. 

El optimismo sigue desinflándose cuando se hace
recuento de la pila de cumbres de fogueo dedicadas al empleo
juvenil, que ya arrancaron en enero de 2012, o las iniciativas
dedicadas al tema que cogen polvo en la nube comunitaria, como la
infrasubvencionada Iniciativa de Oportunidades para la Juventud;
o EURES, la red para la movilidad de los que buscan un empleo en
Europa.

La desigualdad social está aumentando no
sólo porque cada vez el mundo esté más
dividido entre dos clases de trabajos, sino porque muchos de
ellos no ofrecen los recursos necesarios para la subsistencia.
Prácticamente una cuarta parte de los puestos de trabajo
en los Estados Unidos se remuneran por debajo del umbral de la
pobreza, y eso que hablamos de una zona geográfica
especialmente favorecida en cuanto a nivel de vida.

Desde el año 1997 al año 2007, la
proporción de ingresos que acumulan los hogares
estadounidense que se encuentran en el 1% superior de la curva de
distribución de ingresos se incrementó en un 13,5
%. Esto es equivalente a desplazar $ 1,1 millones de millones de
los ingresos totales anuales de los estadounidenses hacia dichas
familias -esta cifra representa más que el total de los
ingresos del 40% de los hogares estadounidenses en la parte
inferior de dicha curva de distribución.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15
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