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La era de la desigualdad (¿Consecuencia directa del imperialismo monetario?) Parte II (página 8)




Enviado por Ricardo Lomoro



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Nueva York.- A los estadounidenses les gusta pensar en
su país como una tierra de oportunidades, opinión
que otros en buena medida comparten. Pero aunque es fácil
pensar ejemplos de estadounidenses que subieron a la cima por sus
propios medios, lo que en verdad cuenta son las
estadísticas: ¿hasta qué punto las
oportunidades que tendrá una persona a lo largo de su vida
dependen de los ingresos y la educación de sus
padres?

En la actualidad, estas cifras
muestran que el sueño americano es un mito. Hoy hay menos
igualdad de oportunidades en Estados Unidos que en Europa (y de
hecho, menos que en cualquier país industrial avanzado del
que tengamos datos).

Esta es una de las razones por las
que Estados Unidos tiene el nivel de desigualdad más alto
de cualquiera de los países avanzados. Y la distancia que
lo separa de los demás no deja de crecer. Durante la
"recuperación" de 2009 y 2010, el 1% de los
estadounidenses con mayores ingresos se quedó con el 93%
del aumento de la renta. Otros indicadores de desigualdad (como
la riqueza, la salud y la expectativa de vida) son tan malos o
incluso peores. Hay una clara tendencia a la concentración
de ingresos y riqueza en la cima, al vaciamiento de las capas
medias y a un aumento de la pobreza en el fondo.

Sería distinto si los altos ingresos de los que
están arriba se debieran a que contribuyeron más a
la sociedad. Pero la Gran Recesión demostró que no
es así: hasta los banqueros que dejaron a la
economía mundial y a sus propias empresas al borde de la
ruina recibieron jugosas bonificaciones.

Si examinamos más de cerca la cima de la
pirámide encontraremos allí sobreabundancia de
buscadores de rentas: hay quienes obtuvieron su riqueza
ejerciendo el monopolio del poder; otros son directores
ejecutivos que aprovecharon deficiencias de las estructuras de
gobierno corporativas para quedarse con una cuota excesiva de la
ganancia de las empresas; y hay todavía otros que usaron
sus conexiones políticas para sacar partido de la
generosidad del Estado, ya sea cobrándole demasiado por lo
que compra (medicamentos) o pagándole demasiado poco por
lo que vende (permisos para explotación de
minerales).

Asimismo, parte de la riqueza de los financistas
proviene de la explotación de los pobres, por medio de
préstamos predatorios y prácticas abusivas con el
uso de tarjetas de crédito. En estos casos, los que
están arriba se enriquecen directamente de los bolsillos
de los que están abajo.

Tal vez no sería tan malo si
hubiera aunque sea un grano de verdad en la teoría del
derrame: la peculiar idea de que enriquecer a los de arriba
redunda en beneficio de todos. Pero hoy la mayoría de los
estadounidenses se encuentran peor (con menos ingresos reales
ajustados por la inflación) que una década y media
atrás en 1997. Todos los beneficios del crecimiento
fluyeron hacia la cima.

Los defensores de la desigualdad estadounidense
argumentan que los pobres y los que están en el medio no
tienen por qué quejarse: puede ser que la porción
de torta con la que se están quedando sea menor que antes,
pero gracias a los aportes de los ricos y superricos, la torta
está creciendo tanto que en realidad el tamaño de
la tajada es mayor. Pero una vez más, los datos
contradicen de plano este supuesto. De hecho, Estados Unidos
creció mucho más rápido durante las
décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, cuando
el crecimiento era conjunto, que después de 1980, cuando
comenzó a ser divergente.

Esto no debería sorprender a
quien comprenda cuál es el origen de la desigualdad. La
búsqueda de rentas distorsiona la economía. Por
supuesto que las fuerzas del mercado también influyen,
pero los mercados dependen de la política; y en Estados
Unidos, con su sistema cuasicorrupto de financiación de
campañas y el ir y venir de personas que un día
ocupan un cargo público y al otro están en una
empresa privada, y viceversa, la política depende del
dinero.

Por ejemplo, cuando la legislación de quiebra
privilegia los derivados financieros por encima de todo, pero no
permite la extinción de las deudas estudiantiles (por
más deficiente que haya sido la educación recibida
por los deudores), es una legislación que enriquece a los
banqueros y empobrece a muchos de los que están abajo. Y
en un país donde el dinero puede más que la
democracia, no es de extrañar la frecuencia con que se
aprueban esas leyes.

Pero el aumento de la desigualdad no es inevitable. Hay
economías de mercado a las que les está yendo
mejor, tanto en términos de crecimiento del PIB como de
elevación de los niveles de vida de la mayoría de
sus ciudadanos. Algunas incluso están reduciendo las
desigualdades.

Estados Unidos paga un alto precio por
seguir yendo en la otra dirección. La desigualdad reduce
el crecimiento y la eficiencia. La falta de oportunidades implica
que el activo más valioso con que cuenta la
economía (su gente) no se emplea a pleno. Muchos de los
que están en el fondo, o incluso en el medio, no pueden
concretar todo su potencial, porque los ricos, que necesitan
pocos servicios públicos y temen que un gobierno fuerte
redistribuya los ingresos, usan su influencia política
para reducir impuestos y recortar el gasto público. Esto
lleva a una subinversión en infraestructura,
educación y tecnología, que frena los motores del
crecimiento.

La Gran Recesión agravó la desigualdad,
provocando recortes en gastos sociales básicos y un alto
nivel de desempleo que presiona sobre los salarios a la baja. Por
añadidura, tanto la Comisión de Expertos de las
Naciones Unidas sobre las reformas del sistema monetario y
financiero internacional, que investiga las causas de la Gran
Recesión, como el Fondo Monetario han advertido que la
desigualdad conduce a inestabilidad económica.

Pero, lo que es más importante, la desigualdad en
Estados Unidos está corroyendo sus valores y su identidad.
Cuando llega a semejantes extremos, no es sorprendente que sus
efectos se manifiesten en todas las decisiones públicas,
desde la política monetaria a la asignación del
presupuesto. Estados Unidos se ha convertido en un país
que en vez de "justicia para todos" ofrece favoritismo para los
ricos y justicia para los que puedan pagársela: esto
quedó demostrado durante la crisis de las ejecuciones
hipotecarias, cuando los grandes bancos creyeron que
además de demasiado grandes para quebrar, eran demasiado
grandes para hacerse responsables.

Estados Unidos ya no puede considerarse la tierra de
oportunidades que alguna vez fue. Pero no tenemos por qué
resignarnos a esto: todavía no es demasiado tarde para
restaurar el sueño americano.

(Joseph E. Stiglitz, a Nobel laureate in economics, has
pioneered pathbreaking theories in the fields of economic
information, taxation, development, trade, and technical change.
As a policymaker, he served on and later chaired President Bill
Clinton"s Council of Economic Advisers, and was Senior Vice
President and Chief Economist of the World Bank. He is currently
a professor at Columbia University, and has taught at Stanford,
Yale, Princeton, and Oxford. He is the author of The Price of
Inequality: How Today"s Divided Society Endangers our
Future)

– La sociedad mala (Project Syndicate –
19/7/12)

(Por Robert Skidelsky)

Londres.- ¿Cuánta desigualdad es
aceptable? A juzgar por los niveles anteriores a la
recesión, mucha, particularmente en los Estados Unidos y
Gran Bretaña. Peter Mandelson, del Nuevo Laborismo,
expresó el estado de ánimo de los últimos
treinta años cuando comentó que se sentía
"tranquilo" por el hecho de que la gente se enriqueciera de forma
"desmedida". El enriquecimiento era el objetivo de la "nueva
economía". Y los nuevos ricos se quedaron con una parte
creciente de sus ganancias, a medida que se redujeron los
impuestos para alentarlos a enriquecerse aún más y
se abandonaron los esfuerzos para repartir el pastel de forma
más justa.

Los resultados fueron predecibles. En
1970, los ingresos brutos de un alto ejecutivo estadounidense
eran aproximadamente treinta veces más elevados que los
del trabajador medio; actualmente son 263 veces más
elevados. En Gran Bretaña, el salario básico (sin
bonificaciones) de un alto ejecutivo era 47 veces superior a la
del trabajador medio en 1970. En 2010 fue 81 veces superior.
Desde finales de los años setenta, los ingresos netos del
20 por ciento más rico de la población han
aumentado cinco veces más rápido que el del 20 por
ciento más pobre en los Estados Unidos y cuatro veces
más rápido en el Reino Unido. Aún más
importante es la creciente brecha entre el promedio de los
ingresos y la mediana de los ingresos, es decir que la
proporción de la población que vive con la mitad o
menos de la mitad del ingreso medio en los Estados Unidos y Gran
Bretaña ha estado aumentando.

Aunque en algunos países esta
tendencia no se ha impuesto del todo, la desigualdad ha estado
aumentando durante los últimos 30-40 años en todo
el mundo. Ha crecido la desigualdad dentro de los países,
y las diferencias entre ellos aumentaron considerablemente
después de 1980, hasta equilibrarse a finales de los
noventa y comenzar a disminuir después de 2000, cuando el
crecimiento en los países en desarrollo comenzó a
acelerarse.

El crecimiento de la desigualdad no incomoda a los
defensores ideológicos del capitalismo. En un sistema de
mercado competitivo, se dice que se paga a las personas lo que
valen, es decir, los altos ejecutivos agregan a la
economía estadounidense 263 veces más valor que sus
empleados. Pero se aduce que los pobres siguen estando mejor que
si los sindicatos o el gobierno hubieran reducido la brecha
artificialmente. La única forma de lograr que la riqueza
se reparta más rápido es mediante una
reducción adicional de los impuestos marginales o,
alternativamente, mejorando el "capital humano" de los pobres, de
modo que valgan más a ojos de sus empleadores.

Esta es una forma de razonamiento económico
diseñada para que resulte atractiva a quienes están
en la cúspide de la pirámide de los ingresos.
Después de todo, no hay ninguna forma de calcular los
productos marginales de diferentes individuos en actividades
productivas cooperativas. Los salarios más altos
sencillamente se fijan comparándolos con otros que se
pagan para puestos similares.

Anteriormente, las diferencias de los salarios se
establecían según lo que era justo y razonable.
Mientras mayores conocimientos, habilidades y responsabilidades
exigiera un puesto, mayor era el salario aceptable y aceptado
para ocuparlo.

No obstante, todo lo anterior sucedía dentro de
límites en los que se conservaba cierta relación
entre los más altos y los más bajos. Los salarios
en el sector privado rara vez eran superiores a 20 o 30 veces el
salario medio y en el caso de la mayoría de las personas
las diferencias eran mucho menores. Así pues, el ingreso
de los médicos y abogados solía ser aproximadamente
cinco veces superior al de los trabajadores manuales, no diez
veces o más, como sucede actualmente,

Lo que ha conducido a los métodos
espurios que se utilizan hay en día para calcular los
salarios ha sido el fin del sentido común y de un modo de
evaluar las actividades humanas que no se basa en criterios
económicos y que toma en cuenta el contexto social
más amplio.

Hay una consecuencia extraña, que no se aprecia
mucho, de no distinguir entre el valor y el precio: la
única forma que se ofrece a la mayoría de las
personas para aumentar sus ingresos es mediante el crecimiento
económico. En los países pobres eso es razonable,
puesto que no hay suficiente riqueza. Sin embargo, en los
países desarrollados la concentración en el
crecimiento económico es una forma extraordinariamente
ineficiente de aumentar la prosperidad general, porque significa
que una economía debe crecer en, digamos, 3% para aumentar
los ingresos de la mayoría un 1%, por decir
algo.

Tampoco es seguro que el capital humano de la
mayoría pueda aumentarse más rápido que el
de la mayoría, que obtiene todas las ventajas educativas
que se derivan de una mayor riqueza, mejores condiciones
familiares y más contactos. En estas circunstancias, la
redistribución es una forma más segura de lograr
una amplia base de consumo, que es en sí misma una
garantía de estabilidad económica.

La actitud de indiferencia ante la
distribución del ingreso es de hecho una receta para un
crecimiento económico sin fin en el que los ricos, los muy
ricos y los súper ricos se alejan cada vez más del
resto. Esto está mal por motivos morales e incluso
prácticos. En términos morales, hace que las
perspectivas de una vida mejor queden para siempre fuera del
alcance de la mayoría de las personas. En términos
prácticos, está destinado a destruir la
cohesión social en la que se basa en última
instancia la democracia – o, en efecto, cualquier tipo de
sociedad pacífica y satisfecha.

(Robert Skidelsky, Professor Emeritus of Political
Economy at Warwick University and a fellow of the British Academy
in both history and economics, is a working member of the British
House of Lords. The author of a seminal three-volume biography of
John Maynard Keynes, he began his political career in the Labour
party, before helping to found the short-lived Social Democratic
Party and eventually becoming the Conservative Party"s spokesman
for Treasury affairs in the House of Lords. He was forced out of
the Conservative Party for his opposition to NATO"s intervention
in Kosovo in 1999)

– "Te levantas un buen día y descubres que eres
pobre" (El Confidencial – 28/6/12)

(Por Héctor G. Barnés)

"La nueva pobreza es invisible y puede
cohabitar en un mismo espacio con situaciones estables. No se
trata tanto del caso del señor que rebusca en los cubos de
basura después de haberse quedado sin trabajo, esa pobreza
espectacular y extrema que explota la televisión, sino
un proceso poco visible que está afectando a muchas
familias o al vecino de al lado aunque no nos demos cuenta
".
De esta forma recuerda la profesora de sociología e
investigadora de la Universidad Complutense de Madrid Araceli
Serrano Pascual
cómo está evolucionando la
percepción de la pobreza en el presente y desfavorable
contexto económico, y que se caracteriza por su escasa
visibilidad.

José Félix Tezanos, director de la
Fundación Sistema y catedrático de
Sociología en la UNED señala que "en nuestros
estudios nos hemos dado cuenta cómo entre el 60 y el 70%
de las familias no están mentalizadas para pedir ayuda.
"Yo no soy un necesitado", es la percepción habitual.
Hemos visto a gente llorando mientras rellena la encuesta". Por
su parte, Luis Enrique Alonso Benito, catedrático
de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid,
recuerda que "antes la pobreza se encontraba localizada en
bolsas físicas, como podía ser un barrio
determinado. Ahora ya no
, sino que se está desplazando
hacia las clases medias y se está diluyendo".

Según el Instituto Nacional de
Estadística, en 2011 el 21,8% de la población
española se encontraba por debajo del nivel de pobreza. Un
aumento del 1,1% respecto al año anterior y un dato que,
recuerda Tezanos, "es uno de los más altos de toda la
Unión Europea". Para Alonso Benito, la novedad de este
tipo de pobreza es "su velocidad e intensidad. Puede ocurrir
de la noche a la mañana, no es un proceso a largo
plazo
. Por ejemplo, tenemos casos como el de una contratada
de la Administración que tenía dos empleos
precarios y que al perder uno, cayó en la pobreza. Algo
que ni podía imaginarse medio año
atrás".

Una situación nueva para la clase
media

"Se trata de un sector de población que
anteriormente tenía cierta estabilidad. Es decir, aunque
su trabajo era precario, podía acceder al consumo, y
disponía de un techo bajo el que vivir. Vivían
en una especie de "precariedad estable", a veces incluso con un
consumo alto
", señala Araceli Serrano Pascual,
explicando que la mayor parte de este grupo está formado
por la franja más baja de la clase media. Luis Enrique
Alonso señala que el hecho de que esté afectando a
un sector que en el pasado reciente habían gozado de
cierta estabilidad es un problema a la hora de proporcionar
ayuda: "Al no ser colectivos minoritarios, la vergüenza que
provoca hace que se intente ocultar. Por ello, la
intervención y la asistencia son más
complicadas
. Es lo que ocurre con tantos profesionales al
perder sus trabajo, que pasan de la normalidad a la
dependencia".

Serrano señala que esto también ocurre
dentro de la familia, "a la que no se le dice nada para no
preocuparla, o por pura vergüenza". Tezanos añade que
el sentimiento más común es el de ""qué he
hecho yo para merecer esto", la sensación de haber
recibido un castigo y de no ser capaces de obtener los frutos
deseados a pesar de haber trabajado y haberse esforzado.
Parece que no llevamos las riendas de nuestra
vida".

Un problema terminológico

Una de las grandes dificultades que señala la
mayor parte de expertos es la que atañe al concepto de
"pobre" en sí, una imagen muy fijada en el imaginario
colectivo y conferido de ciertas características negativas
que impide que muchos de los que estadísticamente lo son
se consideren como tales. "La pobreza no es un homeless
radical, con todos los estigmas que tiene asociado, sino que se
trata de algo más relacional", señala Luis Enrique
Alonso. "No todos los pobres son excluidos. Parece que se traza
una barrera entre el "dentro" y "fuera" que no nos afecta. Lo
que la nueva pobreza sugiere es que dicha frontera es mucho
más borrosa de lo que parece y que un amplio porcentaje de
la población corre el riesgo de
atravesarla
".

Serrano Pascual coincide en que "a sí mismos no
se consideran pobres, no digamos ya excluidos. Los pobres son los
que rebuscan en la basura, los que recurren a los beneficios
sociales". Por ello, gran parte de esta pobreza permanece fuera
de la vista: "El concepto de pobreza se solía vincular
a minorías étnicas, inmigrantes, problemas de
salud, mentales y de adicción
. Ahora ha cambiado
mucho. La ropa es normal y no hay detalles externos que la
señalen. En los barrios de las grandes ciudades o en sus
periferias se produce esta mezcla heterogénea de gente de
muy distintos niveles económicos que conviven juntos".
Alonso añade que "hay que olvidar esa idea del pobre
relacionada con la maldición divina, la indolencia o la
falta de esfuerzo, desdramatizarla para que se tome con mayor
normalidad y sea más fácil pedir ayuda".

Tezanos añade que frente al de pobreza, "el
concepto emergente es el de "precario"". Aunque matiza que la
percepción "ha cambiado en los dos últimos
años: la tendencia es que cada vez una mayor
proporción de nuestros encuestados se considera clase
baja
". La profesora Serrano Pascual recuerda que "a un nivel
mundial, la gente sí se considera pobre. Entre ricos y
pobres, la mayor parte de la población se considera del
segundo grupo".

Repercusión en la familia

Entre algunos de los perfiles afectados por esta
situación se encuentran los profesionales que no
disponían de una situación laboral fija pero que
podían mantenerse gracias a una retribución
más o menos importante, y que ahora tienen más
difícil encontrar una regularidad en su trabajo. Araceli
Pascual Serrano señala que la coyuntura también
afecta a "las familias monoparentales. Por ejemplo, las mujeres
que se quedan solas después de la ruptura de su
matrimonio, que no se pueden incorporar al mercado laboral tras
la separación, y que dependen completamente de la
pensión de su marido
, si es que llega, puesto que
estos también están teniendo
dificultades".

"Por otro lado, se han roto las redes de solidaridad
familiar por la hipersaturación. Por ejemplo, hay muchos
pensionistas que pagan la hipoteca de sus hijos y los mantienen.
Algo relativamente fácil si el hijo es único, pero
más complicado si hay dos", prosigue la profesora
señalando una de las grandes dificultades de dicha
situación: que los ahorros que muchas familias
habían almacenado generación tras
generación, ese colchón familiar, está
desapareciendo, lo que empeorará la situación en el
medio plazo
. "Los mecanismos de compensación
están fallando (la familia, el Estado de Bienestar)",
recuerda Tezanos.

El caso de las nuevas generaciones

Uno de los grandes afectados por la nueva pobreza son
los más jóvenes que, como apunta Serrano Pascual,
"por primera vez ya no tienen fe en el progreso y en que el
futuro sea cada vez mejor. Ese mito de las últimas
décadas ha desaparecido". Tezanos recuerda que "la edad
media de la pobreza se ha reducido año tras año,
hemos visto bastante gente menor de cuarenta años sin
techo
".

Una de las razones se debe a que hace relativamente poco
tiempo "las clases estabilizadas podrían permitirse las
largas esperas de los jóvenes para entrar en el mercado
laboral. Si ahora se requiere que estos contribuyan, la
situación se dramatiza", señala Luis Enrique
Alonso. "Lo raro fue lo que ocurrió durante los
últimos veinte años. Se podía subvencionar a
los hijos, por así decirlo. Ahora, los niños de
estas familias pueden ver truncado su futuro". Tezanos recuerda
la última gran diferencia con esa pobreza tradicional es
que la antigua "estaba relacionada con sectores más
pasivos, como eran los drogadictos.
Ahora, en cambio, los
afectados son más activos, como ocurre con estos
jóvenes. La perplejidad es el sentimiento común, y
por ello están apareciendo movimientos de
protesta".

– En Grecia, la crisis revierte una generación de
progreso (The Wall Street Journal – 21/11/12)

(Por Gordon Fairclough y Nektaria Stamouli)

Aristomenis, Grecia.- Durante décadas, Panagiotis
Triantafyllopoulos trabajó en Atenas como diseñador
gráfico. En sus últimos encargos, producía
sofisticados envases para farmacéuticas
transnacionales.

Ahora Triantafyllopoulos se pasa el día
recogiendo leña, atendiendo a sus pollos y
preparándose para la cosecha de aceitunas en este pueblo
en las colinas del Peloponeso griego.

Incapaz de encontrar trabajo dos años
después de haber sido despedido, el diseñador
sintió que no le quedaba otra alternativa que volver al
pueblo donde nació y tratar de salir adelante con lo que
pueda sacar del pequeño terreno de su familia.

"Soy un nuevo pobre", dijo
Triantafyllopoulos, quien se mudó a la capital siendo
adolescente en 1975, parte de un éxodo de jóvenes
que dejó el corazón agrícola de Grecia para
trasladarse a las ciudades. "Volver fue una decisión
difícil. Teníamos sueños de algo más
grande".

Después de casi cinco años
de recesión implacable, que ha empujado el desempleo
nacional por encima de 25%, el motor de desarrollo de Grecia
está en reversa. Las familias que habían logrado
incorporarse a la clase media en los años posteriores a la
Segunda Guerra Mundial están en retroceso.

Profesionales desempleados y empresarios quebrados
están mudándose a casa de sus padres ancianos o
regresando a pueblos ancestrales. Otros vuelven a trabajos menos
atractivos o peligrosos, como pastores o marineros en buques de
carga, que los griegos abandonaron conforme el país se
enriquecía. Muchos incluso están
emigrando.

Al tiempo que los líderes europeos sopesan
cómo aligerar la pesada deuda fiscal que carga Grecia y
evalúan si concederle nuevos fondos de rescate, la
constante contracción de la economía del
país amenaza con evaporar el progreso de una
generación.

El poder adquisitivo de las personas que
ganan el salario mínimo se ha precipitado a niveles que no
se veían desde los años 70 -durante una era de
rápido desarrollo que creó la clase media urbana-,
según un estudio del Instituto del Trabajo, un centro de
estudios con afiliaciones sindicales. El ingreso promedio ha
descendido a donde estaba hace más de 10
años.

La crisis ha arrastrado a Triantafyllopoulos
literalmente a donde comenzó. Ahora duerme en la cama
donde nació en 1958. Algunas veces, cuando no puede
dormir, se queda mirando la misma mancha en el techo de madera
que miraba de niño, cuando se preguntaba qué le
depararía el futuro.

Antes de que él y su esposa, Eleni, se quedaran
sin trabajo en 2010, la familia tenía un ingreso anual de
más de 30.000 euros, o casi US$ 40.000. Vivían en
una casa espaciosa con jardín en Atenas. Salían a
cenar fuera con frecuencia e iban de vacaciones.

Sin embargo, ahora, cuando es invierno en Grecia, ni
siquiera pueden permitirse tener calefacción. Su madre de
81 años, Sofia, está aceptando encargos como
costurera para intentar contribuir. Su mayor temor es que la hija
de Triantafyllopoulos no pueda terminar la
universidad.

"No me importa tener que ser pobre.
Nací pobre", confiesa el padre de 54 años. "Lo que
no puedo soportar es ser incapaz de ayudar a mis hijos a
prepararse para algo mejor".

Tras décadas tratando de reducir
la brecha que la separaba de otros miembros más
acaudalados de la Unión Europea, Grecia vuelve a alejarse.
La producción per cápita, que alcanzó 94%
del promedio de la UE en 2009, retrocedió a 82% el
año pasado, un nivel que se vio por última vez a
principios de los 90. La situación es parecida en
España y Portugal, conforme los países de la franja
sur de la zona euro se hunden más en la crisis.

La clase media asalariada de Grecia no sólo
está perdiendo empleos y agotando ahorros sino que
también está sufriendo impuestos cada vez
más altos sobre la renta, las compras y la propiedad,
según el gobierno trata de cumplir con las metas de
déficit impuestas por los acreedores
internacionales.

La pérdida de ingresos y riqueza
acumulada de estas familias está drenando el combustible
necesario para impulsar el nuevo crecimiento. Los expertos
afirman que la crisis financiera también está
elevando la tasas de delincuencia y suicidios, y reduciendo el
número de matrimonios y nacimientos.

La clase media, que en su día formaba una
sólida base para la estabilidad democrática se
está volviendo cada vez más radical, tal como
sugiere la creciente popularidad de los extremos del espectro
político. El partido radical de izquierda Syriza ocupa el
primer lugar en las encuestas de opinión pública
recientes, mientras que el ultranacionalista Amanecer Dorado
está tercero.

Para Dimitris Stathis y Aggeliki Katsimardou, la
velocidad del declive ha sido asombrosa. Katsimardou fue
despedida como agente de seguros a principios de 2010. Este
año, su marido perdió su empleo en una petrolera
internacional y el auto que ésta le dejaba
usar.

Ahora Stathis trabaja en una gasolinera. Gana 800 euros
al mes, en torno a la mitad de su sueldo previo. Sin embargo,
tienen que pagar una hipoteca de 900 euros al mes.

"No podemos comprar carne", dijo Katsimardou. "Incluso
la leche es difícil. O el yogurt. Y estamos en Grecia, por
el amor de Dios".

Un día reciente en Zerbisia, un pueblo cerca de
la casa de Triantafyllopoulos en Aristomenis, Giorgos Leventis,
de 22 años, amarraba una cabra negra a una valla para
ordeñarla.

Nunca se imaginó que acabaría
ganándose la vida en una granja. Pero después de
perder su trabajo en Atenas como plomero -y dada la tasa de
desempleo de 58% entre los trabajadores griegos entre 15 y 24
años- el joven se fue a vivir con su abuela en el pueblo
de la familia. Ahora cría pollos, gansos y corderos
además de sus cabras.

"Mucha gente de mi edad, que se crio en Atenas, no
podría imaginarse nunca hacer algo como esto", dijo
Leventis. Sin embargo, a él le gusta el trabajo y no tener
jefes. Gana entre 300 y 400 euros al mes vendiendo pollos, huevos
y aceite de oliva y echando una mano en las granjas de vecinos.
De momento, no tiene ninguna esperanza de volver a
Atenas.

Cuando Triantafyllopoulos era niño, Grecia estaba
sumida en un auge de más de 20 años de crecimiento
e industrialización, conforme repuntaba tras la
catastrófica ocupación alemana durante la Segunda
Guerra Mundial y consiguiente guerra civil entre el gobierno
griego de derecha y las fuerzas comunistas.

El pueblo de Aristomenis seguía en la pobreza en
los años 60. Los niños iban descalzos en verano y
la electricidad tardaría otra década en llegar.
Pero Atenas y otras ciudades se expandían y atraían
a la gente de las zonas rurales ofreciendo salarios más
altos y una mejor calidad de vida.

A los 17 años, con el apoyo de sus padres,
Triantafyllopoulos empacó una mochila e hizo dedo hasta
llegar a la capital.

"Queríamos que se marchara para que tuviera
más oportunidades", dijo su madre. "No salió como
nos imaginamos".

Sin embargo, durante muchos años la vida en
Atenas lo trató bien. Trabajó para
periódicos, revistas y compañías de
empacado. Se casó y tuvo dos hijos. "No teníamos
una vida lujosa, pero no nos faltaba nada", señala su hija
de 18 años, Eleftheria.

Hace unos días,
Triantafyllopoulos estaba en una pequeña cafetería
en el pueblo cuando sonó su teléfono. Era
Eleftheria. Su solicitud para residencia estudiantil gratuita
había sido rechazada. Sus ojos se llenaron de
lágrimas. "¿Qué podemos hacer?
Tendrás que arreglártelas con 400 euros al mes", le
dijo en voz baja. "No hay más dinero".

Por ahora, está saliendo adelante pese a tener
que pagar unos 300 euros al mes por su pequeño apartamento
y servicios básicos; para comer y todo lo demás le
quedan apenas 3 euros al día.

Triantafyllopoulos dedica mucho tiempo a pensar en
qué hacer ahora. Sin un capital para invertir en la
granja, sus posibilidades de ganancias son mínimas. Una
posibilidad, dijo, es buscar trabajo en Australia, donde vive su
hermano. Pero la pregunta es cómo conseguir el dinero para
llegar hasta ahí.

La generación
perdida (El Confidencial – 4/9/12)

(Por José M. de la Viña)

Las revoluciones son provocadas por
ideas jóvenes, jóvenes con ideas, viejas ideas
desvirgadas o todavía sin acanallar, que regurgitan mentes
que desean mantenerse lozanas y frescas.

Por los escasos especímenes que
reniegan de la complacencia, que se resisten a que se les pudra
mezquinamente el intelecto a base de ideas preconcebidas o
cascajo ideológico, trascendental o espiritual, que de eso
abunda en este estercolero terrenal y no solo
mediático.

Jóvenes viejos o viejos
jóvenes con ganas de cambiar el mundo, hacerlo mejor y
más limpio, aunque a menudo el resultado rechine e incluso
despeñe a poblaciones enteras en sangre, en los infiernos
del caos durante un tiempo, para emerger otra vez con renovada
vitalidad y vigorosos ideales.

Las sufrieron los franceses, donde la Ilustración
dio paso al terror y la guillotina, la posterior
desolación en toda Europa, a manos de un pequeño
iluminado. Quedó algún poso y unas pocas ideas
aprovechables, como el código de Napoleón o la
Enciclopedia, que dignificó algo al corso triturador y
enceró en gloria a algunos filósofos
desenjundiados.

En toda Europa hubo durante el siglo XIX infinidad de
revoluciones a cargo de las generaciones que iban pidiendo paso,
descontentas con el siempre injusto mundo que les tocaba vivir.
Alumbraron ciencia, literatura, progreso, bienestar,
arte.

Culminaron con la Revolución Rusa. Sueño
de todo joven de bien de la época que, pretendiendo acabar
con la pobreza y la servidumbre zarista, acabó convertida
en la mayor pesadilla del siglo XX junto con el antagónico
pero, en el fondo, calco fascista.

Escritores e intelectuales modernos jalearon tales
aberraciones durante casi un siglo, exceptuando unas pocas mentes
preclaras, afortunadamente atormentadas o controvertidas. Como
las de Albert Camus, George Orwell y unos cuantos por
aquí, como Chaves Nogales y tantos otros miembros de la
virtuosa tercera España, presta a volver a emerger si la
providencia la apadrinara y la mediocridad patria no lo
impidiera.

Al ser humano no le ha gustado
conformarse con su destino. Mejorar, o al menos intentarlo, ha
sido una constante a lo largo de la historia, asumiendo que en el
interregno a veces se produciría caos, violencia o incluso
más injusticia.

El imperio de Occidente ya solo produce gentes
que…

Desgraciadamente, esta etapa gloriosa
de la evolución del homo-sapiens ha finalizado,
al menos en el opulento Occidente quebrado
. Las generaciones
que piden el relevo lo hacen desde el sofá, con el mando a
distancia, no sea que se agoten con el ímprobo esfuerzo.
Han nacido nada más que con derechos. El destino de los
papás, y de toda la sociedad, es complacer sus traumas,
necesidades y caprichos.

Rememoramos con la ayuda de Internet, o a causa suya, la
caída del Imperio Romano, la desintegración del
griego saber, nuestros ancestros, obsesiones y melodramas. Los
entrópicos bárbaros siguen acechando envueltos
entre perritos, hamburguesas y ojos rasgados, entrecruzados en su
siniestro galopar hacia ninguna parte.

Antes de comenzar esta crisis higiénica e
indispensable, que esperemos obligue a dignificar este consumista
y depredador andar errante, un experto en marketing de
automoción comentaba que el objetivo de los fabricantes de
coches no eran los padres, sino los hijos mayores.

Según él, había que abordarlos a
ellos en vez de a sus progenitores porque eran vulnerables a la
cadena del deseo: "lo veo, lo quiero, lo tengo". Bastaba
superar el primer eslabón y parte del segundo,
lábil y huérfano de principios, para perfeccionar
el tercero: la venta del coche. Crédito al señor y
asunto concluido. Solo quedaba pagarlo. Siguen en
ello.

… ni trabaja, ni siquiera
piensa…

Transcurridos los años, los despreocupados
miembros de la "generación ni-ni" ven cosas y quieren
artefactos, pero no pueden obtenerlos. Papá ya no puede
pagarlos. No han aprendido nada. Siguen viendo y deseando lo
mismo que hace un lustro. Y, si no, lloriqueo y pataleta al
canto. Son solo Damocles sin espada y con obsolescente i-pod de
este caduco Occidente estrellado.

¡Lástima de criaturas
simples! Maldición de sociedad indolente y desnortada, de
pedagogos execrables, de planes de estudio infames, de infectos
másteres (horrible palabreja, la maestría no la
proporciona ningún diploma) ahuecados de rigor,
huérfanos de conocimiento profundo, de sensibilidad
presente, de prosperidad helada.

A los nenes ya maduros se les
acabará terminando la paciencia, cual niños
malcriados que son. No podemos dudar que muchos de ellos
escogerán el camino más rápido aunque sea el
más reprobable y demencial. ¿O no?

En Londres padecieron tal generación con los
disturbios de hace apenas un año. En el fondo los mocosos,
aunque muchos ya hubiesen traspasado la treintena, destrozaban
todo aquello a lo que no podían acceder porque papá
no se lo podía comprar. Allí quemaban o
rompían, aquí levitan en
autocomplacencia.

… solo se queja…

Los huevones patrios se conforman con
indignarse. En todos los sitios cuecen habas aunque más
bien sean guisantes. Ni lo uno, ni lo otro. ¿Qué
tal trabajar un poco, emprender, luchar, esforzarse, frustrarse,
estrellarse?
Indignarse con el vacío mental
autoinfligido, con las propias carencias causadas por la
sociedad, por los políticos, los progenitores, las
retrógradas vanguardias simples en su simple vacuidad y
yermo vacío.

Si los síntomas son preocupantes
habrá que analizar las causas. ¿El exceso?
¿Tener todo gratis y a mano? ¿No necesitar
más que quejarse para conseguir lo que desean? O no
valorar el esfuerzo. No haber tenido jamás
responsabilidades porque papá o mamá, Venus
hermafrodita o Apolo ambidiestro, se lo daba todo hecho, evitando
malsana frustración.

Por egoísmo de los padres, no sea
que viesen a sus retoños compungidos si "sufrían"
por razones nimias, aunque fuese una tarde. ¡Qué
desgraciados! Los hijos. ¡Pobrecitos! Los
padres.

¿Acaso no aprendieron nada de los suyos, de
cómo la mayoría se ganó con sudor y esfuerzo
todo lo que consiguieron? Es ese el drama. No inculcar el
valor de lo efímero
.

Todo se acaba o se marchita si la
fortuna no se ara, si la razón no se abona, si no se riega
el intelecto cada día. Sea la sensibilidad, la
imaginación, el cerebro, la valía, el sustento, la
riqueza, el alma, la suerte y hasta la vida.

Difícil es crear. Más
fácil es mantener. Pero incluso lo pretendidamente perenne
se diluye si no lo cuidamos. Eso es lo que está pasando
con la educación, entendida no como una acumulación
de saberes más o menos útiles para la sociedad, de
destrezas o aptitudes para producir más y contaminar
mejor.

Sino como un permanente deseo de
aprender, de asimilar, de gozar; de alimentar el raciocinio, la
belleza efímera, la curiosidad infinita, la vitalidad
esforzada, la capacidad de forjar; de fomentar una actitud
positiva hacia la vida, aunque a menudo se vuelva añorado,
y el amenazante futuro, que podría ser brillante; de
respeto a todos, nuestros semejantes y los que no lo son; de
enriquecer el entorno con la exaltación, la
protección de la armonía virtuosa, la cultura
andrógina, la naturaleza doblegada, el planeta exprimido,
la diversidad agotada.

Bastantes chistes nos cuentan cada día
políticos y druidas supuestamente sabios en estos solares,
ya enladrillada cloaca global, en la cual han alparceado el mutuo
beneficio, que no es el del ciudadano. La ineducación es
parte de esta chanza suicida y algún día
fúnebre, que se está volviendo macabra con su
inanidad.

Dicen que esta es la
generación mejor preparada de la historia. Monsergas.
Demasiado diploma enmarcado para tan poca sustancia, ni siquiera
vívida o estimulante verdad, aunque no sea
tal.

… mientras entierra saber y
sabiduría

La sabiduría agoniza, la
razón se pudre, el discernimiento encoge, la
ilustración se difumina, la iluminación se apaga.
Rectificar tal deriva existencial es necesario. No lo haremos.
Esto es España. El resto de Occidente está igual de
perjudicado, aunque su altivo ombligo le impida verse los pies de
barro con los que se desliza hacia el inclemente muro encalado de
albas calamidades: la piedra de Sísifo sigue
rodando.

Oriente no está mejor. Ha asumido nuestro peor
desarbolado moral. Se ha negado a aprender nada de los errores
cometidos durante más de dos siglos de innovación
científica y tecnológica, de Revolución
Industrial y social; cien años de apenas evolución
filosófica; y medio siglo con el pensamiento
económico enquistado en su simpleza primigenia,
matemática y floja de ínfimo alcance
temporal.

Que Dios nos coja confesados si no
revertimos tan triste devenir y enderezamos la decadencia que
amenaza a esta entrópica sociedad, con cambio o sin cambio
climático, que menudo veranito llevamos entre deshielos y
sequías, por un lado, y calcinaciones arborícolas,
pero sobre todo mentales y financieras, por otro. La culpa de
todo, como siempre, del empedrado
.

Volvemos a la carga. Lo siento. Están a tiempo de
salir corriendo.

– Las generaciones perdidas (Project Syndicate –
24/10/12)

(Por Jeffrey D. Sachs)

Nueva York.- El éxito económico de un
país depende de la educación, las aptitudes y la
salud de su población. Cuando sus jóvenes
están sanos y bien educados, pueden encontrar empleos bien
remunerados, lograr la dignidad y conseguir ajustarse a las
fluctuaciones del mercado laboral mundial. Las empresas invierten
más cuando saben que sus trabajadores serán
productivos. Sin embargo, muchas sociedades de todo el mundo no
cumplen con el imperativo de garantizar una salud básica y
una educación decorosa para todas las generaciones de
niños.

¿Por qué no se cumple con
el imperativo de la educación en tantos países?
Algunos son, sencillamente, demasiado pobres para disponer de
escuelas decorosas. Los propios padres pueden adolecer de una
educación insuficiente, lo que les impide ayudar a sus
hijos más allá del primer o segundo año de
escuela, con lo que el analfabetismo y la falta de conocimientos
básicos de aritmética se transmiten de una
generación a la siguiente. La situación más
difícil es la de las familias numerosas (de seis o siete
hijos, pongamos por caso), porque los padres invierten poco en la
salud, la nutrición y la educación de cada uno de
los hijos.

Sin embargo, también los países ricos
fallan. Los Estados Unidos, por ejemplo, permiten cruelmente el
sufrimiento de sus niños más pobres. Los pobres
viven en barrios pobres con escuelas pobres. Con frecuencia los
padres están desempleados, enfermos, divorciados o incluso
encarcelados. Los niños quedan atrapados en un persistente
ciclo generacional de pobreza, pese a la riqueza general de la
sociedad. Con demasiada frecuencia, los niños que se
crían en la pobreza acaban siendo adultos
pobres.

Un nuevo y notable documental, The house I Live In ("La
casa en la que vivo"), muestra que el caso de los Estados Unidos
es incluso más triste y cruel, a consecuencia de unas
políticas desastrosas. Hace unos cuarenta años, los
políticos de los Estados Unidos declararon una "guerra a
las drogas" aparentemente para luchar contra el uso de drogas
adictivas como la cocaína. Sin embargo, como muestra
claramente el documental, la guerra contra las drogas se
convirtió en una guerra contra los pobres, en particular
los grupos minoritarios pobres.

En realidad, la guerra contra las drogas provocó
la encarcelación en masa de jóvenes pobres de
grupos minoritarios. Actualmente en los Estados Unidos hay 2,3
millones de personas encarceladas en todo momento, una mayor
parte de los cuales son pobres que fueron detenidos por vender
drogas para poder costearse su adicción. A consecuencia de
ello, los EEUU han acabado con la tasa más elevada de
encarcelación del mundo: ¡la escandalosa de 743
personas por 100.000 habitantes!

El documental retrata un mundo de pesadilla, en el que
la pobreza de una generación se transmite a la siguiente,
con la facilitación del proceso por la cruel, costosa e
ineficiente "guerra contra las drogas". Los pobres, con
frecuencia afroamericanos, no pueden encontrar empleos o han
vuelto del servicio militar sin aptitudes ni contactos laborales.
Caen en la pobreza y se entregan a las drogas.

En lugar de recibir asistencia social y médica,
son detenidos y convertidos en delincuentes. A partir de ese
momento, no cesan de entrar y salir del sistema penitenciario y
tienen pocas posibilidades de conseguir jamás un puesto de
trabajo legal que les permita escapar de la pobreza. Sus hijos
crecen sin un padre en casa… y sin esperanza ni apoyo. Los
hijos de los usuarios de drogas con frecuencia llegan a serlo, a
su vez; también ellos acaban con frecuencia en la
cárcel o sufren violencia o una muerte
temprana.

Lo demencial de esta situación es
que los EEUU no han advertido una evidencia… y durante
cuarenta años. Para acabar con el ciclo de la pobreza, un
país debe invertir en el futuro de sus hijos, no en el
encarcelamiento de 2.3 millones de personas al año, muchas
de ellas por delitos no violentos que son síntomas de
pobreza.

Muchos políticos son
cómplices entusiastas de esa locura. Juegan con los miedos
de la clase media, en particular con el miedo de la clase media a
los grupos minoritarios, para perpetuar ese extravío de
las medidas sociales y el gasto estatal.

La cuestión general es la
siguiente: a los gobiernos corresponde un papel excepcional para
velar por que todos los jóvenes de una generación
-los niños pobres igual que los ricos- tengan una
oportunidad. Si no existen programas estatales sólidos y
eficaces que apoyen la enseñanza y la atención de
salud de la máxima calidad y la nutrición adecuada,
no es probable que un niño pobre se libre de la pobreza de
sus padres.

Ése es el genio de la "democracia
social", la filosofía cuya adelantada fue Escandinavia,
pero que también se ha plasmado en muchos países en
desarrollo, como, por ejemplo, Costa Rica. La idea es sencilla y
sólida: todas las personas merecen una oportunidad, por lo
que la sociedad debe ayudar a todo el mundo a conseguirla. Lo
más importante es que las familias necesitan ayuda para
criar a niños sanos, bien alimentados y educados. Las
inversiones sociales son importantes, se financian con impuestos
altos, que los ricos pagan de verdad, en lugar de
evadirlos.

Ése es el método
básico de acabar con la transmisión
intergeneracional de la pobreza. Un niño pobre en Suecia
tiene subsidios desde el principio. Sus padres tienen una
licencia de maternidad o paternidad para ayudarlos a criar al
niño. Además, el Estado brinda guarderías de
la máxima calidad, lo que permite a la madre -por saber
que el niño se encuentra en un ambiente seguro- volver al
trabajo. El Estado vela por que todos los niños tengan una
plaza en la enseñanza preescolar, a fin de que
estén listos para la escolarización oficial a la
edad de seis años, y la atención de salud es
universal, para que el niño pueda criarse sano.

Así, pues, una
comparación entre los EEUU y Suecia es reveladora. Si
recurrimos a datos y definiciones comparables facilitados por la
Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos, vemos que los EEUU tienen una tasa de pobreza
del 17,3 por ciento, el doble, aproximadamente, de la de Suecia,
que es del 8,4 por ciento. Y la tasa de encarcelación de
los Estados Unidos es diez veces la de Suecia, que asciende a 70
personas por 100.000 habitantes. Los Estados Unidos son, por
término medio, más ricos que Suecia, pero el
desfase en ingresos entre los más ricos y los más
pobres de los Estados Unidos es mucho mayor que el de Suecia y
los EE.UU. tratan a sus pobres con una actitud punitiva y no de
apoyo.

Una de las realidades escandalosas de
los últimos años es la de que los Estados Unidos
tienen ahora el menor grado de movilidad social de los
países con grandes ingresos. Lo más probable es que
los niños nacidos pobres sigan siendo pobres y que los
niños nacidos en la abundancia sean adultos
acomodados.

Esa distancia entre generaciones
equivale a un profundo despilfarro de talentos humanos. Los
Estados Unidos pagarán el precio a largo plazo, a no ser
que cambien de rumbo. La inversión en sus niños y
jóvenes brinda el mayor rendimiento que una sociedad puede
obtener, tanto económica como humanamente.

(Jeffrey D. Sachs, Director of the United Nations
Millennium Project from 2002 to 2006, is a professor at Columbia
University, Director of its Earth Institute, and a special
adviser to UN Secretary-…)

La rebelión de
los ricos y su "teoría de la fuente del poder" (El
Confidencial – 9/11/12)

(Por Miguel Ayuso)

A principios del siglo XIX Estados Unidos
presumía de ser una de las sociedades más
igualitarias del planeta. En una carta fechada en 1814 Thomas
Jefferson aseguraba que en su país no había pobres:
"La mayor parte de nuestra población es trabajadora;
nuestros ricos, que pueden vivir sin trabajar, son pocos, y
tienen una riqueza moderada. La mayoría de la clase
trabajadora tiene propiedades, cultiva su propia tierra, tiene
una familia, y puede establecer precios competitivos que les
permiten alimentarse abundantemente, vestir muy por encima de la
mera decencia, trabajar moderadamente y criar a sus familias".
Para Jefferson esta equidad era la esencia misma del
recién independizado país: "¿Puede ser
cualquier estado de la sociedad más deseable?"

El tercer presidente de los Estados Unidos estaba
obviando la situación de toda la población
afroamericana que vivía en la esclavitud pero, al margen
de esto, tenía razón en una cosa: pese a lo que
podría parecer, la sociedad estadounidense del siglo XIX
era relativamente igualitaria en términos
económicos. Mucho más que hoy en día. Tras
el revulsivo que supuso la revolución industrial, donde
una gran oligarquía controlaba toda la producción,
y la desigualdad alcanzó una de sus cotas más
altas, la situación fue estabilizándose hasta los
años ochenta del siglo XX. Desde entonces, la brecha entre
ricos y pobres no ha dejado de crecer: entre 1980 y 2007 la
desigualdad ha aumentado en un escandaloso 135%. Hoy en
día, en EEUU, el 1% de la población controla el
23,5% de la riqueza. Y las cifras son similares en el resto de
los países industrializados. En España, en 2008, el
1% más rico de la población controlaba el 18,3% de
la riqueza del país (Davies, J., Sandström, S.,
Shorrocks, A., y Wolff, E., 2008).

Este auge de la desigualdad es el que
trata de analizar un nuevo estudio, "The Rise of the Super-Rich"
("El auge de los súper-ricos") publicado en la revista
American Sociological Review, que, centrándose en
el caso estadounidense, asegura que, a partir 1980, los ricos
supieron imponer sus criterios en el Congreso, los sindicatos
perdieron fuelle, disminuyeron los impuestos a las rentas altas
y, en definitiva, el 1% más adinerado no dejó de
acumular riqueza, mientras el resto de la sociedad la
perdía. Una tendencia que no ha disminuido ni un
ápice desde entonces, y que es similar a la que
están viviendo las sociedades europeas.

La desigualdad vuelve a niveles de la era
industrial

La situación no es nueva. Con la llegada de la
industrialización se vivió una situación
parecida en todo el mundo occidental: la brecha de la desigualdad
creció enormemente, auspiciada por gobiernos y
élites. Entre 1913 y hasta que finalizó la II
Guerra Mundial, el 1% de la población acumuló entre
el 11,3% y el 23,9% de la riqueza de Estados Unidos. Tal como el
propio Franklin D. Roosevelt argumentó en un discurso en
1932, durante una reunión de la Commonwealth, la
revolución industrial había sido posible "gracias a
un grupo de titanes financieros cuyos métodos no
habían sido examinados con demasiado cuidado". El
presidente justificó esto tirando de pragmatismo, en su
opinión Estados Unidos tenía el derecho de aceptar
esta realidad "agridulce". El resultado, tal como
reconocía el propio presidente, era que la igualdad de
oportunidades había desaparecido.

En 1928 la diferencia entre ricos y
pobres de Estados Unidos alcanzó su cenit: el 1% de la
población controlaba cerca del 25% de la riqueza. Desde
entonces, pese a la "agridulce" visión de Roosevelt, la
brecha empezó a disminuir. La lucha por los derechos
civiles, los sindicatos -que pese la represión de la
Guerra Fría tuvieron una gran fuerza en los Estados
Unidos- y, en definitiva, la extensión de cierto estado
del bienestar, lograron que en 1975 la diferencia entre ricos y
pobres disminuyera notablemente: en 1975 el 1% más rico
"solo" acumulaba el 8,9%. La brecha había disminuido en un
63%. La situación ha dado un vuelco desde entonces, al
menos a nivel estadístico: ¿Qué ha ocurrido
en los últimos 30 años para que la brecha de la
desigualdad sea similar a la de la revolución
industrial?

El ejemplo veneciano

Para la experiodista del Financial
Times
y actual redactora jefe de Reuters, Chrystia Freeland,
el hecho de que la brecha entre ricos y pobres sea la mayor desde
la época dorada de la industrialización no es
accidental: "Ahora, como entonces, los titanes están
buscando tener una mayor presencia en la política, que
coincida con su poder económico. Ahora, como entonces, el
peligro inevitable reside en que van a confundir su propio
interés con el del bien común". Esta es la
teoría que traza en su último libro,
Plutocrats: The Rise of the New Global Super-Rich and the
Fall of Everyone Else
("Plutócratas: el auge de los
nuevos súper-ricos globales y la caída del resto
del mundo", Pinguin Press).

Para Freeland la situación que estamos viviendo
se parece en gran medida a la que se dio en la República
de Venecia en el siglo XVI, y que acabó para siempre con
la prosperidad de la ciudad de los canales. Una lección
histórica que utiliza para ilustrar el peligro al que nos
enfrentamos si no se trata de atajar rápidamente esta
desigualdad.

A principios del siglo XIV Venecia era una de las
ciudades más ricas de Europa. Su sistema económico
se regía por la colleganza, una forma
básica de sociedad anónima, creada para financiar
una expedición comercial. Estas primeras empresas
tenían una particularidad esencial, estaban abiertas a
todo el mundo, lo que permitía a cualquier emprendedor
participar en las finanzas junto a hombres de negocios ya
establecidos, que financiaban sus viajes comerciales.

Este sistema llevó a la prosperidad a la
República Veneciana, que se convirtió en el centro
neurálgico del comercio mundial. En 1315, justo cuando
Venecia se encontraba en el punto más alto de su poder
económico, las personas más adineradas de la
República presionaron para que se legislara a su favor. Se
creó un veto oficial a la movilidad social, El libro de
oro, un registro de la nobleza, que dejaba fuera del sistema a
todo aquel que no estuviera inscrito en el mismo.

Bajo el control de los oligarcas Venecia empezó a
recortar las oportunidades económicas de la
población general y la prosperidad de la República
entró en barrena. La ciudad se estancó: en 1500 la
población de la ciudad era menor que la que tenía
en 1330. Nunca volvió a recuperar su esplendor.

La desigualdad proviene de decisiones
políticas

El caso de Venecia sirve para ilustrar una idea clara:
si las élites económicas toman partido en las
decisiones políticas estas irán encaminadas a su
propio beneficio, que no es el del conjunto de la sociedad. "La
ironía del auge político de los
plutócratas", cuenta Freeman, "es que, como los oligarcas
de Venecia, están amenazando el sistema que han
creado".

Para Thomas W. Volcho y Nathan J. Kelly,
autores del estudio de la American Sociological Review,
cuya tesis es similar a la de Freeman, el aumento de la
desigualdad no es casual, y no tiene que ver con la crisis
(aunque ésta ha aumentado la brecha), sino con unas
determinadas decisiones políticas, fruto de la
presión del 1% más rico. El fundamento
teórico de su trabajo se basa en la Power Resource Theory
("la teoría de la fuente del poder"), según la cual
la distribución de la riqueza y el poder se debe al
éxito o fracaso de las distintas ideologías
políticas. En su opinión, los trabajadores y la
clase media solo tienen dos formas de lograr una
distribución progresiva de la riqueza: a través de
la política y el mercado. Esta desigualdad iría de
la mano, por tanto, del declive de los partidos de izquierda (que
empujaban a favor de la redistribución de la riqueza en la
esfera política) y los sindicatos (que empujaban en el
mercado). En EEUU, desde 1978, los tipos impositivos
máximos han bajado del 39% al 15%, lo que en su
opinión es decisivo para entender el aumento de la brecha
entre ricos y pobres.

En definitiva, lo que Kelly y Volcho
quieren dejar claro es que, pese a lo que muchos piensan, la
desigualdad no es fruto de los vaivenes del mercado, que se
escapan del control, sino de unas determinadas decisiones
políticas. Es cierto que el mercado influye en las
decisiones gubernamentales (algo que se ha hecho evidente en los
últimos tiempos), pero esas decisiones repercuten a su vez
en la economía. Un círculo vicioso destinado a
crear mayor desigualdad, si no se toman medidas para atajar la
tendencia…

– La disparidad de oportunidades, un desafío
mundial (Project Syndicate – 21/1/13)

(Por Brad Smith)

Seattle.- Una tragedia económica global se
desarrolla frente a nuestros ojos. En todo el mundo se
están creando nuevas oportunidades laborales que ofrecen
una promesa de prosperidad, pero cientos de millones de personas
no pueden aprovecharlas porque no tienen la educación y
las habilidades necesarias.

Si no se revierten las tendencias actuales, esta
disparidad de oportunidades se profundizará, lo que
aumentará las diferencias en los ingresos de la gente y
asfixiará la recuperación económica mundial.
Para evitarlo, es vital que empresas y gobiernos de todo el mundo
se pongan de acuerdo en una estrategia para mejorar las
oportunidades educativas, la capacitación y la movilidad
internacional de la siguiente generación de
trabajadores.

Se estima que para compensar los
empleos que se perdieron durante la reciente crisis
económica será necesario crear 600 millones de
puestos de trabajo en todo el mundo a lo largo de la
próxima década.
Muchos de estos nuevos empleos
estarán en sectores donde los avances científicos,
ingenieriles y tecnológicos siguen siendo los motores de
la innovación y el crecimiento.

Entre 2009 y 2013, la industria informática
habrá ayudado a crear más de 75.000 empresas nuevas
y 5,8 millones de empleos nuevos en todo el mundo. Pero este
acelerado crecimiento de la cantidad de empleos en industrias que
requieren trabajadores altamente capacitados está creando
un mercado global de talentos que en gran medida sigue
vacante.

Por ejemplo, según la Oficina de
Estadísticas de Empleo de los Estados Unidos, este
año se crearán en Estados Unidos unos 120.000
nuevos empleos que demandarán al menos un título de
grado en ciencias de la computación. Pero los institutos
terciarios y las universidades de Estados Unidos solamente
producirán, en conjunto, 40.000 graduados
calificados.

Esta brecha entre la oferta y la demanda no es exclusiva
de Estados Unidos. En Brasil (sexta economía del mundo),
más del 40% de las empresas no encuentran personal
calificado. Informes recientes de McKinsey & Company explican
de qué manera este faltante de mano de obra calificada
(que según algunas estimaciones supondrá de
aquí a 2020 un déficit de hasta 40 millones de
trabajadores con educación universitaria) ahogará
el crecimiento económico en todo el mundo.

Mientras empresas y gobiernos
analizan la manera de responder a estos cambios en la
dinámica del mercado laboral internacional, lo que
está en juego es nada menos que el futuro de nuestros
jóvenes. La franja etaria juvenil comprende la mayor
fuente de talento desaprovechado del mundo; al mismo tiempo que
abundan las oportunidades, demasiados jóvenes no tienen
acceso a la educación y capacitación que necesitan
para hacer realidad su potencial.

En la actualidad, hay más de
2.200 millones de personas de entre seis y 24 años (la
mayor cantidad en toda la historia) y se espera que esta cohorte
siga creciendo. Pero la tasa global de desempleo juvenil es
12,7%, el doble de la tasa general del 6%. Solo en la
Unión Europea, la tasa de desempleo juvenil alcanzó
un impresionante 22%, y en algunos países llega
aproximadamente al 50%; según algunos informes, en este
momento 75 millones de jóvenes experimentan desempleo,
subempleo o estancamiento salarial.

Está claro que si no hay cambios pronto, esta
disparidad de oportunidades seguirá creciendo y
causará una crisis humanitaria y económica, que
afectará a ciudadanos, empresas y gobiernos de todo el
mundo.

Para resolver el desequilibrio entre la
oferta y la demanda de trabajadores capacitados se necesita
adoptar en forma conjunta una agenda política correcta en
materia de educación, capacitación e
inmigración. Crear una fuerza laboral internacional capaz
de impulsar el crecimiento económico y reducir el
desempleo a largo plazo solo será posible equipando y
empoderando a los trabajadores con las habilidades
correctas.

Esto demandará una considerable
inversión en educación y capacitación de la
fuerza laboral, tema central en el último informe de
McKinsey, que señala la importancia del desarrollo de
habilidades y de vincular la educación con el empleo. Esta
inversión dará frutos a su tiempo, pero mientras
tanto, los países deberán emparejar la
disponibilidad de trabajadores capacitados y la oferta laboral
presente para poder mantener la vitalidad de sus
economías. Por eso, además de inversiones
educativas que mejoren las oportunidades futuras, se necesitan
políticas de inmigración progresistas que faciliten
la entrada de trabajadores capacitados para resolver los
faltantes de personal calificado de la actualidad.

La solución de estos problemas no puede ser tarea
exclusiva de los gobiernos. A las corporaciones mundiales les
toca un papel fundamental, no solo en lo que atañe a la
creación de los empleos que cambiarán el rumbo de
nuestras economías, sino también en dar a la gente
oportunidades de formar parte de esa fuerza laboral capacitada.
Creemos que si logramos que trabajadores, empresas y gobiernos
colaboren con un enfoque unificado para el cambio, podremos crear
una economía mundial más saludable y mejorar las
vidas de las generaciones actuales y futuras. Si los
líderes mundiales se ponen de acuerdo para encarar los
desafíos y las oportunidades a los que se enfrentan
nuestras economías en la actualidad, podremos reforzar
nuestra capacidad de construir y mantener canales internacionales
sostenibles para la generación y obtención de mano
de obra calificada.

Microsoft ha propuesto que Estados Unidos adopte una
"estrategia nacional de talentos", que podría servir de
base para un debate internacional sobre el tema. Esta estrategia
incluye aumentar la movilidad internacional de trabajadores
calificados, ampliando la entrega de visas de entrada a Estados
Unidos para trabajadores de cuatro campos fundamentales a los que
en inglés se identifica con la sigla "STEM" (ciencia,
tecnología, ingeniería y matemática);
aumentar el acceso a las ciencias de la computación en la
educación secundaria; e incrementar la capacitación
de maestros y los programas de grado en los cuatro campos
citados, para que las futuras generaciones estén
preparadas para satisfacer las necesidades de un mercado laboral
cambiante.

Sin duda hay otras ideas y estrategias que
también pueden servir de aporte a esta importante
discusión. Pero tomar las decisiones correctas requiere
que nos hagamos preguntas difíciles, que intentemos
comprender en forma colectiva los cambios que se necesitan y que
nos comprometamos a implementarlos. ¿Qué papel cabe
a gobiernos, ONG y empresas en la creación de las
oportunidades educativas necesarias para preparar a las futuras
generaciones? ¿Estamos prestando suficiente
atención a los campos "STEM" en nuestros sistemas
educativos y, si no, qué podemos hacer para reforzar esas
disciplinas? ¿Qué políticas de
inmigración son más favorables al crecimiento
económico?

El Foro Económico Mundial de este año
será una importante oportunidad para debatir estas
cuestiones críticas junto con líderes de todo el
mundo. El momento de adoptar una estrategia global de talentos
(que nos beneficiará a todos) ya llegó.

(Brad Smith is General Counsel and Executive Vice
President of Microsoft)

El empleo flexible es
la clave (Project Syndicate – 21/1/13)

(Por Rolf Dorig)

Glattbrug, Suiza.- El aumento del desempleo juvenil,
especialmente en Europa, es noticia en todo el mundo.
Aproximadamente 5,5 millones de europeos menores de 25
años se encuentran desempleados. Más de 7,5
millones de personas entre las edades de 15 a 24 años son
personas "Ni-ni" -es decir, son personas que no se encuentran
empleadas, ni estudiando o en periodo de formación. La
tasa de desempleo juvenil supera el 25% en 13 países
europeos: asciende a aproximadamente el 30% en Italia, Irlanda,
Bulgaria, Chipre, Letonia, Hungría y Eslovaquia, y supera
el 55% en Grecia y España.

Al mismo tiempo, más del 30% de
los solicitantes de empleo menores de 25 años han estado
desempleados por más de 12 meses, y sus posibilidades de
encontrar empleo siguen siendo bajas. Menos de un tercio de los
jóvenes que se encontraban desempleados en el año
2010 encontraron trabajo el 2011, y sus posibilidades
continúan disminuyendo.

De acuerdo con un reciente informe de
Eurofound, el costo económico (beneficios pagados
más ingresos fiscales perdidos) de los jóvenes
Ni-ni excede los €150 mil millones ($ 196 miles de millones
de dólares) al año -más de 1,2% del PIB
total de la Unión Europea. En algunos países- como
por ejemplo Bulgaria, Chipre, Grecia, Hungría, Irlanda,
Italia, Letonia y Polonia -el desempleo juvenil tiene un costo
que asciende a más del 2% del PIB.

Si se permite que esto
continúe, la crisis del mercado laboral europeo
infligirá un daño duradero en toda una
generación, con imprevisibles efectos a mediano y largo
plazo en materia de empleo, productividad y cohesión
social
. Revertir esta tendencia requerirá de
propuestas concretas y acciones determinantes. Los países
deben buscar soluciones que ayuden a que las empresas creen
puestos de trabajo al hacerse flexibles, y de este modo
acrecienten su nivel de competitividad.

La Comisión Europea ha puesto el desempleo
juvenil como un tema de prioridad en su agenda. De hecho, el mes
pasado, el comisario europeo László Andor
anunció la adopción del "Paquete de Empleo
Juvenil", formado por un conjunto de propuestas destinadas a
ayudar a que los Estados miembros de la UE y las partes
interesadas aborden el desempleo juvenil y la exclusión
social.

Una recomendación clave es la
creación de "sistemas nacionales de garantía
juvenil", los cuales asegurarían que todos los ciudadanos
menores de 25 años puedan obtener un empleo, un puesto
como aprendices o un período de prácticas dentro de
un plazo de cuatro meses a partir de la finalización de su
educación formal o de convertirse en desempleados. Dado el
potencial de estos esquemas para reducir la brecha entre la
educación y el trabajo, y con el fin de mejorar la
capacidad de los jóvenes para obtener y mantener un
empleo, los Estados miembros deben aplicar esta
recomendación con seriedad, mediante la puesta en
práctica de medidas dirigidas a permitir la
inserción laboral y el establecimiento de asociaciones con
las partes interesadas.

Las agencias de empleo privadas ya se encuentran
ayudando a desarrollar soluciones integrales que conectan a las
industrias y a las empresas con las instituciones y organismos
rectores en todos los niveles -incluyendo la UE, la OCDE, el
G-20, y la Organización Internacional del Trabajo- a
través de mecanismos nacionales y regionales e inclusive
plataformas mundiales como el Foro Económico Mundial. Dado
que lograr que las personas trabajen se constituye en la piedra
angular de su modelo empresarial, tales agencias son ideales para
proporcionar dicho enlace. Ellas saben que las oportunidades de
empleo constituyen un derecho humano fundamental, y que el
trabajo es fuente de dignidad que confiere a los individuos un
sentido de propósito y fortalece las
comunidades.

Además, al equilibrar las necesidades de las
empresas con las habilidades de los trabajadores, las agencias de
empleo privadas adquieren un conocimiento integral sobre el
mercado laboral. Ellas ayudan por igual a los trabajadores y a
las empresas para que enfrenten los retos del mercado laboral,
mientras al mismo tiempo cumplan con la necesidad de flexibilidad
(un importante catalizador potencial tanto para las empresas como
para los trabajadores) -esto ocurre, si se ponen en
práctica ciertos requisitos estructurales y
normativos.

No obstante que la normativa plantea, entre otros,
importantes desafíos para el rubro del reclutamiento
laboral, los mercados laborales debidamente regulados son
cruciales para garantizar protección para los
trabajadores, como también la competitividad perdurable de
las empresas. A menudo, las consecuencias de las políticas
de austeridad obstaculizan reformas en el mercado laboral que son
necesarias, esta es una tendencia que se debe
revertir.

La industria del empleo privado se ha comprometido a
ayudar a que 75 millones de jóvenes ingresen al mercado
laboral. Sin embargo, esta promesa sólo puede cumplirse si
las empresas multinacionales apoyan el esfuerzo, potenciando a
las agencias de empleo para que estas ofrezcan empleos de
calidad. Las empresas de todo el mundo -tanto en los
países que atraviesan por una recuperación
económica con desempleo o con poco empleo, o en
países prósperos donde la falta de correspondencia
entre las vacancias disponibles y las habilidades de los
trabajadores empeora cada día- deben reconocer que la
creación de puestos de trabajo adicionales que sean
flexibles hará que sus negocios progresen y se incremente
su competitividad.

El empleo -especialmente para los jóvenes- debe
encabezar la agenda económica mundial. Con las
herramientas adecuadas y el apoyo, las agencias de empleo
privadas pueden ayudar a detener la espiral descendente del
desempleo juvenil. Pero no pueden hacerlo solas. Es hora de que
todas las partes interesadas diseñen y pongan en
práctica medidas que proporcionen a los jóvenes la
oportunidad de tener una mejor vida a través de un mejor
trabajo.

(Rolf Dorig is Chairman of the Addecco Group)

– BT: "Los jóvenes deben desterrar la idea de
tener un trabajo fijo y seguro" (El Economista –
25/1/13)

El desempleo juvenil es el principal
riesgo económico de España, que tiene que dinamizar
a su juventud y desterrar la mentalidad de que el objetivo en la
vida es tener un trabajo fijo, seguro y de formación
universitaria
.

Así lo afirma en una entrevista con Efe
Luis Álvarez, consejero delegado de BT Global Services,
que participa en el Foro de Davos, donde el paro juvenil
está siendo uno de los temas centrales. La canciller
alemana Angela Merkel destacó en su intervención
del jueves la gravedad de la situación en España,
con una tasa de desempleo juvenil de más del 50%, y el
comisario europeo de Empleo, Laszlo Andor, advirtió del
riesgo de una generación pérdida.

Álvarez coincide en esa preocupación,
afirmando que "si no somos capaces de dinamizar a nuestra
juventud corremos un riesgo tremendo" y pidiendo a Gobierno y
empresas que lo conviertan en su prioridad. "El autoempleo es
algo que podríamos fomentar en los jóvenes,
facilitándoles que encontraran mecanismos para hacerlo",
dice Álvarez, que cree posible potenciar el
espíritu emprendedor de los jóvenes
españoles, pero admite que hay que cambiar de
mentalidad.

"Hay que crear una mentalidad de que
el objetivo en la vida no es tener un trabajo fijo, seguro y de
formación universitaria (…).
También hay que
potenciar empleos de nivel intermedio, de formación
profesional, que son tan dignos como cualquier otro. Son una
opción perfectamente válida para ganarse la vida y
ser feliz", dice. En este sentido, afirma que el sistema
educativo español "no facilita que los jóvenes
tengan iniciativa".

Hay que recuperar el esfuerzo

Para Álvarez, que trabaja desde hace 30
años en el sector de las telecomunicaciones, "la clave es
el esfuerzo, recuperar el concepto de que las cosas que salen
bien cuestan trabajo, promover el esfuerzo en la
formación, en el trabajo y en la
dedicación".

El alto ejecutivo piensa que los
jóvenes españoles deben asumir que "van a empezar
su carrera profesional en peores condiciones de lo que esperaban"
y lamenta que les cueste hacer los sacrificios que afrontan
sus coetáneos en otros lugares, como el de dejar su lugar
de residencia o tener que hacer desplazamientos
largos.

No obstante, asegura ser optimista: "veo ejemplos de
muchos jóvenes dispuestos a hacer ese esfuerzo adicional,
algo a lo que creo que damos poca publicidad, igual que damos
poca visibilidad a las empresas que se están creando, a
los jóvenes que se están buscando la vida y a los
que se reinventan a sí mismos"…

Vivimos un mercado de incertidumbre

Durante su estancia en Davos tiene previsto mantener
medio centenar de encuentros bilaterales con otros ejecutivos y
empresarios, aprovechando la gigantesca oportunidad de
"networking" que ofrece anualmente el Foro Económico
Mundial.

De sus reuniones se lleva una conclusión
principal: "que tenemos que vivir en un mercado de incertidumbre
permanente. Eso de que esta incertidumbre va a pasar no es
así. La incertidumbre está para quedarse y
tenemos que atraer a nuestras empresas empleados que sepan vivir
y tomar decisiones en una situación de
ambigüedad".

Este ingeniero de telecomunicaciones madrileño
nacido en 1961, casado y con cuatro hijos, es consejero delegado
de BT Global Services desde el pasado mes de octubre (2012),
después de dirigir las operaciones de BT en Europa,
Oriente Medio, África y América Latina.

Conoce bien esta última región, sobre la
que no quiere hablar de manera genérica -"son muchos
países con una complejidad muy diversa"-, pero en la que
confía mucho, debido sobre todo a la estabilidad
política y económica conseguida en los
últimos años.

"Es clave la creación de una clase media, que es
un elemento de estabilidad tremenda, decenas de millones de
personas que han accedido a un poder adquisitivo que le dan a la
economía una sostenibilidad en el tiempo. Brasil y
Colombia son el paradigma".

– America the Unequal (Project Syndicate –
31/1/13)

(By Naomi Wolf)

Park City, Utah.- The last documentary film that used
dry charts and statistics to make an abstract argument about a
global issue and nonetheless became a pop-culture hit was Al
Gore"s An Inconvenient Truth. But the hit of this year"s Sundance
Film Festival was a low-key affair called Inequality for All, in
which Robert Reich, a labor secretary in the Clinton
administration, explains how rising income inequality and the
demise of the middle class is causing so many Americans to
suffer.

President Barack Obama recently taking up some of these
themes in his second inaugural address, it is worthwhile to
examine the message of Inequality for All more closely. The
film"s charts are not boring, but actual showstoppers: Reich
makes the point that the mid-1940"s to the mid-1970"s were
decades of relative income equality, which corresponded with
overall affluence. (The last time that income inequality in the
United States was as deep as it is now was immediately before the
1929 stock-market crash.)

But the last 20 years have witnessed a
spike in the difference between the top earners and the middle
class: the "1%" really are living in a stratospheric bubble. As
the journalist Chrystia Freeland has recently argued, a
meta-class of global "plutocrats" is emerging – people who have
little in common with the rest of us.

Inequality for All makes the case that
the wealthiest 1% simply cannot consume enough, no matter how
hard they try, to generate the revenue that an affluent middle
class could. The secret to a strong economy is to invest in
education, strengthen household incomes with a decent minimum
wage and strong unions, and raise skill levels, thereby
generating sustained consumer demand. This, Reich argues, is the
"virtuous cycle" that we see in strong economies such as Germany,
in which workers are highly skilled and educated, unions are
protected, and the middle class has leisure and money to
spend.

Reich also persuasively describes the "vicious circle"
-with falling wages undermining consumer demand and leading, in
turn, to shrinking output- that has made the US economy fragile
and boosted social instability. He analyzes a middle class that
is skating on the thinnest of ice, with employment coming at the
price of lower wages and benefits. Moreover, millions of
middle-class American homes are "underwater" (the mortgage is
more than the home"s underlying value).

The film interviews one of the rich, a charming
millionaire who owns a pillow company and points out that he and
his fellow rich guys and their families simply cannot spend
enough to offset the lost demand of a strong middle class. In
fact, the richest save rather than spend their dollars, and send
them around the globe in transnational hedge funds rather than
using them to create more jobs at home.

So, the "trickle-down" story that the middle and working
class are told every election cycle in America -that cutting
wealthy people"s taxes means more job creation in America- is
simply not true. Those wealthy people"s untaxed dollars stay in
hedge funds and out of the revenue stream. The cost to social
programs, infrastructure, and public schools intensifies stress
on the middle class, who end up poorly educated, work long hours
in dual-career ill-paid jobs, lack leisure time and money to
spend, and so on.

Are we stuck with this vicious circle, which advocates
of laissez-faire globalization have told us for 15 years is an
inevitable consequence of the "invisible hand"? Or could Reich"s
retro prescriptions, which he has affirmed for decades, be taken
up again? Could they bring back the affluent years of the early
Clinton era, when it seemed as if domestic policies could
actually influence and even benefit the US economy?

I asked Reich what three policy prescriptions he would
give to an American president and Congress today, especially
drawing on the lessons of other countries. "I"d like to see what
we did so successfully in the first three decades after World War
II, when prosperity was widely shared". That means large
investments in public education, including higher education;
substantial investments in infrastructure, funded by a highly
progressive tax whose top marginal effective rate never fell
below 50%; and strong labor unions.

"Anyone who thinks these policies are no longer feasible
in a global economy", Reich told me, "hasn"t looked at modern
Germany, which features all of them, and where the median wage is
higher than ours".

It sounded great – but it also seemed to contradict the
conventional wisdom, according to which cut-rate labor in
Pakistan or Mexico is the inescapable death knell for $
25-an-hour union jobs, with benefits, in Detroit.

"How do you keep US labor unions strong if Mexico, for
example, undercuts US hourly wages", I asked. Reich replied in
more detail: "Strengthen labor unions in industries sheltered
from global competition – workers in retail chains, hotel chains,
restaurant chains; childcare and elder-care; hospital workers;
and so on. Attract manufacturing and manufacturing engineering
back to the US by improving the skills and productivity of US
workers (as Germany has done for German workers). And encourage
trading partners to improve their own wages and labor standards
(for example, by requiring in all trade treaties that a country"s
minimum wage be half its median wage)".

Is this agenda feasible in America today? To be sure,
one would have to mend the broken political system first. But,
looking at the affluent German middle class from the US, where a
quarter of jobs pay wages that place workers at or below the
poverty line, Reich"s recommendations seem worth fighting
for.

(Naomi Wolf played a leading role in so-called
"third-wave" feminism and as an advocate of "power feminism,"
which holds that women must assert themselves politically in
order to achieve their goals…)

La desigualdad y un
futuro de privaciones (Project Syndicate – 30/5/13)

(Por J. Bradford DeLong)

Berkeley.- No importa qué indicadores
económicos consideremos, esta es una época de
desilusión. En Estados Unidos, el 7,2 % de la fuerza
laboral disponible está ociosa; la brecha del empleo
aumenta en Europa y se prevé que superará a la
estadounidense para fines de este año. Es importante
entonces dar un paso atrás y recordarnos que la
"década perdida" que actualmente sufrimos no constituye
nuestro destino económico de largo plazo.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15
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