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La era de la desigualdad (¿Consecuencia directa del imperialismo monetario?) Parte II (página 9)




Enviado por Ricardo Lomoro



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Como nos lo recordara recientemente Paul Krugman, tal
vez haya sido John Maynard Keynes quien mejor lo
describió:

"Esta es una pesadilla que desaparecerá en la
mañana. Ya que los recursos de la naturaleza y los
dispositivos humanos son tan fértiles y productivos como
antes. Nuestros avances para solucionar los problemas materiales
de la vida no han perdido velocidad. Somos tan capaces como antes
de lograr que un elevado nivel de vida para todos -elevado
respecto de, digamos, hace 20 años- y pronto aprenderemos
a alcanzar un nivel todavía más alto. No
habíamos sido defraudados antes. Pero hoy nos hemos
sumergido en un enredo colosal, nos equivocamos en el control de
una delicada máquina, cuyo funcionamiento no comprendemos.
El resultado es podemos desperdiciar nuestras posibilidades de
riqueza durante un tiempo".

Pero, ¿cuál es nuestro destino
económico de largo plazo? Keynes anticipaba una
época, tal vez 2050, cuando todos (al menos en Inglaterra)
podrían tener el nivel de vida de un Keynes. Y, como
imaginaba que ninguna persona en su sano juicio podría
desear más de lo indispensable, comodidades y lujos de la
vida a los que accedía un Keynes, el problema
económico estaría resuelto.

Somos más sabios -y tal vez estemos más
descorazonados- que Keynes. Sabemos que queremos reemplazos de
cadera y trasplantes de corazón, tratamientos de
fertilidad y viajes aéreos baratos, calefacción
central e Internet con banda ancha, y acceso exclusivo a la playa
desde nuestras casas. Ya casi todos en la región del
Atlántico Norte tienen comida suficiente para evitar el
hambre, vestimenta suficiente para evitar el frío y
refugio suficiente para estar protegidos. Pero, sin embargo,
queremos más, nos enojamos cuando no lo tenemos, y somos
lo suficientemente conscientes como para saber que los lujos se
convierten en comodidades, y luego en necesidades -y que tenemos
una excelente capacidad para inventar nuevos lujos a los cuales
aspirar.

Ciertamente el problema económico, entonces, nos
acompañará durante un largo tiempo. Pero al menos
podemos contar con la capacidad de generar una sociedad
relativamente igualitaria de clase media mientras avanzamos
penosamente hacia nuestra utopía consumista,
¿verdad?

Fue Karl Smith, de la Universidad de Carolina del Norte,
quien me explicó que probablemente esto no sea así.
La prolongada bonanza posterior a la Revolución
Industrial, que llevó los salarios de los trabajadores no
cualificados a valores antes impensables -y mantuvo a esa gente a
una distancia salvable (o, al menos, soñable) de los
niveles de vida de los ricos y famosos- no es necesariamente una
buena representación de lo que vendrá.

Para crear riqueza son necesarias ideas sobre
cómo dar forma a la materia y la energía,
energía adicional para llevar a cabo esa tarea, y medios
para controlar el proceso mientras se implementa. La
Revolución Industrial trajo ideas y energía a la
mesa, pero los cerebros humanos continuaron siendo los
únicos medios eficaces de control. A medida que la
energía y las ideas se abarataron, los cerebros humanos,
que eran sus complementos, se valorizaron.

Pero, a medida que avanzamos hacia un
futuro de inteligencia artificial, que observadores como Kevin
Drum esperan (o incluso la imbecilidad artificial que claramente
ya está disponible), y hacia un futuro de
biotecnología que se crea a sí misma de la misma
forma que los sistemas biológicos, ¿no
dejarán los cerebros humanos de ser los únicos
medios valiosos de control?

Esto no necesariamente significa que los niveles de vida
de los trabajadores «no cualificados» vayan a caer en
términos absolutos: los mismos factores que reducen el
valor de los cerebros humanos bien pueden ser igualmente eficaces
para reducir los costos de las necesidades, las comodidades y los
lujos. Pero la riqueza probablemente fluya hacia los propietarios
de las ideas productivas -o, tal vez, de las ideas de moda– y
hacia los propietarios de aquello que solo pueda ser imitado con
gran dificultad y a un costo elevado, incluso con medios de
control baratísimos, energía baratísima, y
montones de ideas.

La lección es evidente: el mercado no garantiza
por su naturaleza la producción de un futuro de largo
plazo caracterizado por un nivel razonable de desigualdad de la
riqueza y pobreza relativa. A menos que aceptemos esto
completamente, y hasta que lo hagamos, seguiremos a merced de la
"delicada máquina" de Keynes que tan poco
entendemos.

(J. Bradford DeLong is Professor of Economics at the
University of California at Berkeley and a research associate at
the National Bureau for Economic Research. He was Deputy
Assistant US Treasury S…)…

– Los juegos del hambre, EEUU (El País –
21/7/13)

(Por Paul Krugman)

Algo terrible le ha pasado al alma del Partido
Republicano. Hemos ido más allá de una mala
doctrina económica. Hemos ido incluso más
allá del egoísmo y los intereses creados. A estas
alturas, hablamos de una mentalidad que se regodea infligiendo
más sufrimiento a los que ya están
destrozados.

La causa de estos comentarios es, como tal vez
habrán imaginado, el monstruoso proyecto de ley agraria
que la Cámara de Representantes aprobó la semana
pasada.

Durante décadas, los proyectos de
ley agraria han tenido dos componentes principales. Uno de ellos
ofrece subvenciones a los agricultores; el otro ofrece ayuda
alimentaria a los estadounidenses con problemas
económicos, principalmente en forma de cupones para
alimentos (ahora conocidos oficialmente como Programa de
Asistencia Alimentaria Complementaria, o SNAP, por sus siglas en
inglés).

Hace mucho tiempo, cuando las
subvenciones ayudaban a muchos agricultores pobres, se
podía defender todo el paquete como una forma de apoyar a
los necesitados. Con el paso de los años, sin embargo, los
dos componentes corrieron diferente suerte. Los subsidios
agrarios se convirtieron en un programa lleno de fraudes que
beneficia principalmente a las corporaciones y a los individuos
con dinero. Mientras que los cupones para comida se convirtieron
en una parte esencial de la red de seguridad social.

Así que los republicanos de la
Cámara han votado a favor de mantener los subsidios
agrarios -en una escala más alta que la propuesta tanto
por el Senado como por la Casa Blanca-, mientras que los cupones
para alimentos se suprimen del proyecto de ley.

Para apreciar plenamente lo que acaba de aprobarse
presten atención a la retórica que los
conservadores suelen usar para justificar la eliminación
de los programas de Seguridad Social. Dice algo así:
"Ustedes son libres de ayudar a los pobres a título
personal. Pero el Gobierno no tiene derecho a robar el dinero a
los ciudadanos" -frecuentemente, en este punto añaden las
palabras "a punta de pistola"- "y obligarlos a dárselo a
los pobres".

Sin embargo, por lo visto, es
perfectamente correcto robar el dinero a los ciudadanos a punta
de pistola y obligarles a dárselo a las empresas
agrícolas y a los ricos.

Ahora bien, algunos enemigos de los cupones para
alimentos no citan la filosofía libertaria; en vez de eso,
citan la Biblia. El representante por Tennessee Stephen Fincher,
por ejemplo, citaba el Nuevo Testamento: "Aquel que no
esté dispuesto a trabajar no comerá". Y cómo
no, resulta que Fincher ha recibido personalmente millones de
dólares en subvenciones agrarias.

Dado este impresionante doble rasero
-no creo que la palabra "hipocresía" le haga justicia-,
parece casi delusorio hablar de hechos y cifras. Pero supongo que
debemos hacerlo. De modo que aquí están: el uso de
cupones para alimentos ha aumentado, en efecto, durante los
últimos años, y el porcentaje de la
población que los recibe ha pasado del 8,7% en 2007 al
15,2%, según los datos más recientes. Sin embargo,
no hay ningún misterio en esto. El SNAP se supone que
ayuda a las familias con problemas económicos, y
últimamente muchas familias los han
padecido.

De hecho, el uso del SNAP tiende a
seguir la trayectoria de las medidas generales contra el
desempleo, como el U6, que tienen en cuenta a los subempleados y
a los trabajadores que temporalmente han dejado de buscar trabajo
activamente. Y el U6 se ha multiplicado por más de dos
durante la crisis, desde, aproximadamente, el 8% antes de la Gran
Recesión hasta el 17% a principios de 2010. Es cierto que
el paro, en general, ha bajado ligeramente desde entonces,
mientras que las cifras de los cupones para comida han seguido
aumentando; pero suele pasar algún tiempo antes de que se
sienta el efecto, y probablemente también sea cierto que
algunas familias se hayan visto obligadas a usar los cupones para
alimentos por los drásticos recortes en los subsidios por
desempleo.

¿Y qué hay de la
teoría, habitual en los círculos de derechas, de
que es justo al contrario; que si tenemos tanto paro es por unos
programas gubernamentales que, a efectos prácticos, pagan
a la gente por no trabajar? (¡los comedores de beneficencia
causaron la Gran Depresión!). La primera respuesta que a
uno se le ocurre es que tienen que estar de broma. ¿De
verdad creen que los estadounidenses llevan una vida de ocio con
134 dólares al mes, el subsidio medio del SNAP?

Aun así, finjamos que nos lo tomamos en serio. Si
hay poco trabajo porque las ayudas gubernamentales inducen a la
gente a quedarse en casa, si reducimos la mano de obra,
debería funcionar la ley de la oferta y la demanda: al
retirar a todos esos trabajadores, escasearía la mano de
obra y subirían los salarios, especialmente los de los
trabajadores peor pagados, que tienen más probabilidades
de recibir ayuda. En realidad, claro está, los sueldos
están estancados o bajando; y esto se cumple especialmente
en los grupos que más se benefician de los cupones para
alimentos.

Entonces, ¿qué está
pasando aquí? ¿Es solo racismo? No cabe duda de que
a los antiguos bulos racistas -como la imagen de Ronald Reagan
del "muchachote fornido" usando los cupones de comida para
comprar una chuleta-todavía se les da cierto
pábulo. Pero hoy en día, casi la mitad de los
receptores de cupones para alimentos son blancos no hispanos; en
Tennessee, la tierra de Fincher, el que citaba a la Biblia, la
cifra es del 63%. Así que no tiene nada que ver con la
raza.

¿De qué se trata,
entonces? Por alguna razón, uno de los dos grandes
partidos de nuestro país se ha infectado de una mezquindad
casi patológica, de desprecio por los que el presentador
de la CNBC Rick Santelli, en la famosa perorata que
señaló el nacimiento del Tea Party, llamaba
"perdedores". Si uno es estadounidense y pasa por una mala racha,
estas personas no quieren ayudarle; quieren darle otra patada
más. No acabo de entenderlo del todo, pero es terrible
contemplarlo.

(Paul Krugman, premio Nobel de 2008, es profesor de
Economía de Princeton. © 2013 New York Times
Service)

"Minijobs",
¿una clave para el paro? (Cinco Días –
2/2/12)

(Por Walther Von Plettenberg)

A principios de año, un
periódico español se hizo eco de una encuesta en
España en la que se constató que el 49,6% de los
jóvenes españoles entre 18 y 29 años apoyaba
la introducción de los miniempleos. No extraña que
el paro juvenil, con una tasa de paro del 45%, refleje una cifra
similar de los que apoyan esta medida. Los miniempleos -en
Alemania denominados minijobs- son trabajos a tiempo parcial cuya
remuneración no supera los 400 euros al mes y que gozan de
un marco privilegiado en el IRPF y la Seguridad Social. Por el
momento, no parece que entre las medidas de reforma del marco
laboral el Gobierno de Mariano Rajoy quiera legislar en este
sentido, aunque la idea fue también propuesta por el
presidente de la Confederación Española de
Organizaciones Empresariales (CEOE), Juan Rosell, hace pocas
semanas. ¿Debería plantear el Gobierno su
introducción?

Los defensores de estos contratos en Alemania
señalan que para muchos un trabajo a tiempo parcial con
pocas horas al mes es lo que buscan. A día de hoy, se
aprovechan de ello algo menos de siete millones de personas: casi
un 20% de los 41 millones de personas asalariadas. Una tercera
parte añade estos ingresos a las rentas provenientes de
otro trabajo a tiempo parcial para completar el presupuesto
familiar, particularmente en el caso de ser ama de casa. Para
muchos es la forma de conciliar mejor la vida profesional con la
familiar.

Un 25% de las personas tiene más de 55
años, otro 25%, menos de 30 años, más de
200.000 personas prestan su ayuda en casas y particularmente a
personas mayores. Al poderse aprovechar esta modalidad a la vez
de cobrar una prestación no contributiva, pretende ser
también un trampolín para entrar o regresar al
mundo laboral. Así, una de tres personas que terminan su
relación de trabajo como miniempleado pasa a una
situación laboral regular de cotización a la
Seguridad Social, el 40% de ellos en la misma empresa. El 70% de
los que trabajan en este régimen manifiestan su
satisfacción con su situación laboral. Los ingresos
medios están en unos 300 euros.

Para los empresarios, el alto grado de flexibilidad que
entraña este modelo, cuando el proceso productivo lo
demanda, y la mejor relación coste total/ingreso neto para
empresario y trabajador comparada con un contrato normal son los
mejores argumentos en favor de él. De hecho, en
términos puramente estadísticos en cuanto al
número de contratos, el miniempleo es una historia de
éxito: desde 2003, año de la última gran
reforma de este tipo de contrato -en los años noventa se
conocían como los contratos de 630 marcos-, el
número de este tipo de contratos subió de 5,7
millones a más de 7 a finales del año 2010. Hoy
está algo debajo de los 7 millones de
contratos.

Su forma actual la recibió en el año 2003
por el Gobierno socialdemócrata de Gerhard Schröder
en el ámbito de su famosa agenda 2010. Desde entonces, la
clave de su atractivo para empleados y empresa está en el
hecho de que solamente tributa con un 2% en el IRPF y que el
trabajador no está obligado a aportar su 50% de los costes
totales de la Seguridad Social, como normalmente es el caso. En
el supuesto del miniempleo, la empresa paga un 15% para el seguro
de jubilación de la Seguridad Social y otro 13% para el
seguro médico. Si así lo desea el empleado, puede
optar por complementar la aportación al seguro de
jubilación hasta el máximo previsto de un 19,6% y
con ello mejorar su jubilación, siendo esta mejora a cargo
suya. El miniempleo como tal no da derecho a las prestaciones del
seguro por enfermedad; este derecho lo adquiere el empleado por
otros supuestos por los que está legalmente obligado o, en
ciertos supuestos, exento de la obligación legal de estar
asegurado para casos de enfermedad.

Para los detractores de este tipo de contrato, el
tratamiento privilegiado a efectos de la Seguridad Social e IRPF
es para las arcas del Estado pan para hoy, hambre para
mañana. Señalan que los miniempleos hacen peligrar
la primacía de contratos normales a tiempo completo y de
mayor envergadura en cuanto a horas y sueldo y que no garantiza
una adecuada jubilación al que haya trabajado con esta
modalidad.

Una vez más, se ve que la realidad es tozudamente
compleja y la decisión sobre introducir o no este modelo
en España -tómese la decisión que se tome-
requiere un alto grado de valentía.

¿Por qué valentía? Si la
decisión es contraria a ello, habría que dar
razones para que un modelo que en Alemania empezó a
funcionar hace muchos años se descarte como parte de la
solución del problema de paro. Habría que dar
razones por las que los Gobiernos sucesivos alemanes desde los
años noventa, de un color u otro, no han desistido del
modelo, sino que lo han ido reformando y, supuestamente,
mejorado.

Pero también la decisión contraria
sería valiente. Si el Gobierno se decidiera en favor de
este modelo, tendría que defenderse de las acusaciones de
favorecer una evolución del marco laboral en detrimento de
los derechos del trabajador: se le acusaría de dinamitar
el marco seguro de la regulación actual de contratos a
tiempo parcial, fijos discontinuos o temporales hoy por hoy
claramente acotado, de propiciar la sustitución de los
contratos a tiempo parcial regulares por los de poca
remuneración, de fomentar la exclusión social de
segmentos ya de por sí marginados de la población y
de hacer peligrar una jubilación digna.

Sea cual fuere la decisión del Gobierno, el
miniempleo no es una panacea, pero puede ser un elemento
significativo para configurar un mercado de trabajo más de
acuerdo a las necesidades de las personas, de la realidad social
y del sistema productivo.

(Walther von Plettenberg. Director Gerente de la
Cámara de Comercio Alemana para España)

– Camino a ninguna parte: los becarios de Bruselas,
ocultos a la mirada de la UE (El Economista –
1/7/13)

Cuando Alex Godson aceptó su primera beca no
remunerada en Bruselas, tras graduarse en un máster en
Relaciones Internacionales en la Universidad de Manchester,
pensaba que sólo tardaría unos meses en conseguir
un puesto a tiempo completo.

Pero Godson fue saltando de una beca a otra durante tres
años antes de lograr en mayo un trabajo adecuado en el
Movimiento Europeo Internacional, un grupo con sede en Bruselas
que hace presión por una Europa federal.

Es uno de los miles de jóvenes licenciados que se
esfuerzan al máximo en el engranaje de Bruselas sin
seguridad laboral, beneficios e incluso a veces sin un salario
ante unos líderes de la Unión Europea que la semana
pasada se reunieron para declarar la guerra al desempleo
juvenil.

"Cuando no te mueves de una beca no remunerada a otra,
no estás camino a alguna parte", señala Godson, que
tuvo que depender del dinero de sus padres. "Siempre hay un
becario en la oficina y tú eres simplemente la persona que
tiene ese puesto en ese momento".

Los líderes de la UE se han
comprometido a asegurar que a cada joven de la UE sin empleo se
le ofrecerá un trabajo adecuado, formación o
aprendizaje en el plazo de cuatro meses. El viernes anunciaron
que destinarían 6.000 millones de euros durante los
próximos dos años para ese fin.

Pero con sólo mirar a su
alrededor, verán que hay multitud de jóvenes sin
remunerar o mal remunerados en la sala de máquinas de
Europa.

A menudo dependiendo de becas o donaciones que menguan
cuando la economía cae, muchas organizaciones no
gubernamentales y grupos de expertos en Bruselas se han vuelto
cada vez más dependientes de las contrataciones a corto
plazo.

Los graduados que tratan de hacerse un currículum
son una buena opción: jóvenes, ambiciosos y
dispuestos a trabajar muchas horas por poco sueldo.

Sin sueldo o muy bajo

La Comisión Europea ofrece unas
1.400 becas de cinco meses al año con un salario de 1.074
euros al mes que es lo máximo, según Sophia Kabir,
representante de una organización de contactos Young
Professionals in Foreign Policy.

La denominada "stage", palabra francesa que significa
experiencia laboral, es a menudo el primer peldaño en la
escalera laboral de la UE. Aun así, el salario está
muy por debajo del salario mínimo belga: 1.500 euros al
mes. Muchas otras ofertas de trabajo ofrecen una
remuneración de unos pocos cientos de euros o nada en
absoluto.

Valentina Mat, con un master en
política internacional de la Universidad de Londres,
recibía sólo ocho euros al día para comida
cuando trabajó en una organización de desarrollo
internacional con sede en Bruselas durante un
año.

"Incluso en las oficinas de algunos miembros del
parlamento hay becarios empleados a los que pagan muy poco o
nada", dijo Franz Obermayr, un eurodiputado austriaco en una
carta de queja al presidente de la Eurocámara, Martin
Schulz.

Se supone que las becas aportan formación, pero
la línea entre eso y el empleo real a menudo es
difusa.

Cáritas Europa, una organización de la
Iglesia católica que defiende la justicia social, anuncia
unas becas de abogacía sin remunerar por tres meses para
las que los candidatos deben tener una licenciatura o master en
derecho o política, hablar con fluidez inglés y
francés, "excelentes" habilidades con la
informática y experiencia previa trabajando en las
instituciones europeas o con ellas: unos requisitos que
podría encajar para un empleado a tiempo
completo.

Peter Verhaege, el responsable de migración del
grupo, dijo a Reuters que aunque los recursos son escasos, dar
experiencia a los jóvenes es "lo menos que podemos
hacer".

"No todo el mundo está de
acuerdo". "Es una esclavitud moderna", dijo Kabir. "La gente de
mi generación tiene problemas para comprender su valor de
mercado".

– La UE gasta diez veces más dinero por vaca que
por cada joven desempleado (El Confidencial –
2/7/13)

(Por Jorge Valero)

Cualquiera que analice por primera vez las
conclusiones de una cumbre europea pensará que, entre toda
esa farragosa verborrea burocrática, se esconde el
esfuerzo definitivo contra los males de la crisis. No sólo
por la decidida toma de postura del llamado Consejo Europeo, sino
también porque los que la firman son nada menos que los
líderes de la UE. Por ello, buenas noticias para los
más de siete millones de jóvenes parados europeos,
945.000 en nuestro país en 2012, porque los Merkel,
Hollande, Cameron o Rajoy prometieron en el sanedrín
celebrado la semana pasada que "la UE movilizará todos los
instrumentos disponibles para apoyar el empleo
juvenil".

Con un presupuesto de casi un
billón de euros para los próximos siete años
(2014-2020), y casi 55.000 millones sin gastar del periodo
anterior, uno imagina que, cuando Europa compromete "todos los
instrumentos", no hay montaña lo suficientemente alta ni
valle lo suficientemente profundo.

Pero poco tarda uno en darse cuenta de
que las conclusiones de una cumbre no son motivo para descorchar
el champán. Primero porque, como queda claro unas
líneas más abajo, esa totalidad de recursos se
reduce a una lista de promesas por detallar y otras encajadas
después de costosas negociaciones, como los 6.000 millones
que se han prometido adelantar a 2014 y 2015 para luchar contra
el paro juvenil. Una cantidad bien generosa, pensará uno
mirando su cuenta, pero no tanto cuando se reparte entre 28
países en siete años. España se
llevará 1.900 millones, o lo que es lo mismo, menos de
2.000 euros por joven parado, lo que obligará al Gobierno
a obrar el milagro de los panes y los peces.

Una cifra que no parece tan abultada
cuando se comprara con los miles de millones de euros que ha
gastado la UE en sus bancos (concretar la factura puede dar
dolores de cabeza), o se piensa que Europa gasta hoy diez veces
más en sus vacas (12,7 euros de media) que en sus
jóvenes (1,26 euros), según datos de Eurostat.
Más aún cuando uno recuerda que, para financiar
apropiadamente la Garantía Juvenil, la "medida estrella"
pilotada desde Bruselas, la Organización Internacional de
Trabajo estima que se necesitarían 21.000 millones de
euros. 

El optimismo sigue desinflándose
cuando se hace recuento de la pila de cumbres de fogueo dedicadas
al empleo juvenil, que ya arrancaron en enero de 2012, o las
iniciativas dedicadas al tema que cogen polvo en la nube
comunitaria, como la infrasubvencionada Iniciativa de
Oportunidades para la Juventud; o EURES, la red para la movilidad
de los que buscan un empleo en Europa.

Suspenso en todos los test de
credibilidad 

Y, sobre todo, cuando echa la mirada atrás, uno
se da cuenta de que la UE ha suspendido todos los test de
credibilidad que ha encarado en el último año y
medio, retrasando, aguando, o incluso arrinconando propuestas
anunciadas a bombo y platillo de madrugada por los jerarcas
europeos, como la unión bancaria o el Pacto por el
Crecimiento, como reconoció el propio presidente del
Parlamento Europeo, Martin Schulz.

¿Quiere decir eso que la
cornucopia europea se quedará en palabras, palabras y
más palabras? Probablemente algo llegará del
maná europeo, pero la cascada de dinero no será
suficiente para un problema que tiene tantos orígenes como
propuestas de solución. Porque, como sucede con el futbol
y los aficionados, o las obras y los pensionistas, no hay nada
que atraiga más a los analistas que un problema complejo
para ofrecer su bala de plata.

La OCDE apuesta a corto plazo por
políticas activas de empleo, y más asistencia y
apoyo en la búsqueda de empleo para jóvenes con
dificultades, pero también pide a largo plazo encarar el
elevado porcentaje de abandono escolar. El laboratorio de ideas
Bruegel, referencia en la burbuja de la UE, descarta directamente
medidas dedicadas al empleo juvenil porque "desgraciadamente, es
improbable que tuvieran mucha diferencia en el problema" y pide
crecimiento, crecimiento y más crecimiento. Por su parte,
la Comisión Europea mantiene su letanía de
flexibilizar el mercado laboral para terminar con la dualidad de
los "insiders y outsiders". Y, por último, los
jóvenes europeos han exigido desde hace tiempo la
Garantía Juvenil.

Tras la buena experiencia de esta garantía en
países como Austria o Finlandia, el Foro para Juventud
Europea envió una carta a Van Rompuy ya en enero de 2012
para solicitar un colchón de dinero público, con el
que se persigue el ambicioso objetivo de que cualquier joven no
tarde más de cuatro meses tras terminar los estudios en
tener unas prácticas, un trabajo o estudios
suplementarios.

Los líderes han necesitado un año y medio,
y dos millones y medio más de parados menores de 25
años, para tomarse en serio el riesgo de una
generación perdida, y "comprar" esta garantía. Eso
sí, "no estamos bajo ninguna ilusión. El problema
no se solucionará de la noche a la mañana", dijo
intentando aligerar algo más la presión el tejedor
de las cumbres, Herman Van Rompuy. Porque, como se ha visto a lo
largo de la crisis, la presión no es bien digerida por el
estómago de la Vieja Europa, aunque lo que tenga en sus
manos sea su materia prima más importante, su futuro
capital humano.

– El "súperbecario" o la lucha mezquina por un
trabajo en la jungla empresarial (El Confidencial –
3/9/13)

(Por Marta Jiménez Serrano)

La figura del becario está cada
vez más en el punto de mira, debido a que sus
obligaciones, derechos, deberes y, en el caso de existir,
sueldos, se hallan en un limbo del que nadie sabe mucho. Lo que
sí está claro es que los becarios están
para ser explotados
, o así lo contaba The
Times
en un reciente artículo, lo que también
demuestra que la explotación del joven cualificado no es
exclusiva del territorio nacional.

Basta con echar una breve ojeada al mundo del becariado
para descubrir un circo de los horrores. Desde los licenciados
tan cansados que desconocen en qué día
viven, hasta la mujer que dormía sobre un
pequeño trozo de gomaespuma tras su escritorio
, ya que
volver a casa no le compensaba, pasando por la becaria altamente
cualificada y sin remuneración a la que se pidió
que desatascase el fregadero o el joven que, aterrado como estaba
de mostrarse vulnerable, ocultó que tenía una
hernia.

Becario hasta la muerte

La alarma la ha disparado la muerte de Moritz
Erhardt
, joven de 21 años que trabajaba como
becario en la sucursal que el Bank of America Merrill Lynch
tenía en Londres. Erhardt falleció en la ducha tras
haber trabajado 72 horas seguidas, y el acontecimiento hizo que
la empresa anunciara una inminente revisión en las
condiciones laborales que padecían los trabajadores en
prácticas.

El caso de Erhardt ha puesto cara al feroz mundo
financiero, en el que los trabajos cada vez son más
escasos y la competitividad entre los jóvenes por obtener
el premio final no conoce límites. Es lo que se ha dado a
llamar el "súperbecario", ese perfil de joven muy
cualificado, talentoso, obsesivo con el trabajo y dispuesto a
trabajar un número incontable de horas en las condiciones
que sean necesarias
para salir victorioso (si sale). De
hecho, se ha señalado que el lema que presidía el
perfil en línea de Ehardt era "La mejora constante y la
búsqueda de la excelencia".

No ha quedado aún claro si el fallecido becario
tenía una condición médica que ha
contribuido a su muerte, pero lo que es un hecho es que estos
jóvenes tienen que demostrar una resistencia asombrosa.
Una de las prácticas más comunes es la que se
llama popularmente como "la rotonda de la magia
": el becario
en cuestión, tras 24 horas de trabajo intenso, coge un
taxi camino de su casa y, una vez en el portal, le pide al
taxista que espere; el joven sube, se pega una ducha veloz, un
rápido lavado de dientes y en un abrir y cerrar de ojos se
halla de nuevo en el asiento trasero del vehículo,
pidiéndole al taxista que le devuelva a su lugar de
trabajo para empezar una nueva jornada. Jonathan, un
abogado que pasó por la becaría, afirma que no
sólo es una locura sino, también, muy triste:
"Prácticamente sólo hablas con los taxistas, que
acaban llamándote por tu nombre de pila".

Alex es un antiguo empleado de otro importante banco,
donde su trabajo consistía en supervisar a los becarios.
"Nadie dijo nunca "es demasiado, no puedo soportarlo", porque eso
sería un signo de debilidad", afirma. "Trabajan hasta
altas horas de la madrugada y deben estar constantemente
disponibles
, de guardia. Terminar a las doce de la noche se
considera acabar la jornada temprano". Las condiciones parecen,
efectivamente, demasiado drásticas y, aunque muchos lo
sobrellevan con la ilusión inicial, al cabo de algunas
semanas se hace insoportable. No sólo por la fatiga
irremediable, sino también porque esa implicación
supone un impedimento para ver a los amigos o la familia, o para
disfrutar de alguna afición que sirva como vía de
escape.

La ley de la jungla

Como dice un empleado del Departamento
de Recursos Humanos del banco, "sólo sobreviven los
más fuertes: es la ley de la jungla". Por su parte, el
banco declara que sólo están interesados en
"estrellas brillantes, la crème de la
crème
más absoluta".

William es un antiguo becario de la empresa y
afirma que "la hora normal de salida era las dos de la
mañana, todas las noches, incluyendo los fines de semana.
Éramos tres que competíamos por un solo puesto,
así que si otro de los becarios se queda hasta las cuatro,
¿qué alternativa tienes? Pues te quedas
también hasta las cuatro. O las cinco".

Las consecuencias de este ritmo
frenético se traducen en que, al final, los becarios viven
en el trabajo. La mayoría de los bancos tienen actualmente
duchas y gimnasios, así como dentistas, médicos y
fisioterapeutas, de modo que no hay necesidad de dejar la
oficina. Algunos han incluido, incluso, "puntos de sueño",
en los que se puede echar una cabezada sin perder tiempo para ir
a casa. Según comentan los becarios, el sabotaje es
exagerado y la competitividad, mezquina
: una práctica
común es, cuando un compañero deja el escritorio
unos instantes, cambiar lo que tiene en pantalla y abrir alguna
red social o página superficial, o registrar como su nuevo
correo electrónico alguna palabra obscena. Por supuesto,
el peloteo a los jefes llega a límites de sumisión:
si el jefe fuma, tú también.

Muchos becarios, aun habiendo concluido su labor, no
quieren abandonar su puesto de trabajo y se mantienen frente al
ordenador fingiendo que trabajan, lo que desemboca en un
"presentismo laboral" exagerado y absurdo. Según
señala William uno no puede, de ninguna manera, pedir
tiempo libre o sugerir que tiene un asunto familiar.
Menciona
al chico avergonzado de confesar que tenía una hernia y,
según él, lo peor es que cuando finalmente pueden
descansar, la mayoría de los becarios enferman debido a la
brusca ruptura de su descabellada rutina.

La figura del "súper-becario" está tan
consolidada que Peter Mattei ha escrito una nueva novela
satírica que acaba de publicarse en Reino Unido, titulada
The Deep Whatsis y que describe el proceso de
conversión de un humilde becario en alguien tan despiadado
como su jefe.

Prácticas no remuneradas

Sin embargo, no se trata meramente de un asunto que
pueda inspirar a las mentes literarias, sino de un problema real,
ya que muchos de estos jóvenes están siendo
explotados y su trabajo no se remunera. Lucy Neuberger, de
23 años, ha terminado ya tres contratos de
prácticas en los que no percibía ingresos para las
principales empresas de relaciones públicas de Londres. La
joven cree que es la manera que tienen de obtener mano de obra
gratuita. Aunque Lucy tiene una licenciatura en Justicia Penal,
algunas de las tareas que le encomendaron fueron limpiar la
cocina o desatascar el fregadero
. La joven cuenta que la
empresa elaboró un horario titulado "Ángeles de la
cocina" que eran, fundamentalmente, turnos de
limpieza.

Gus Baker, codirector del grupo Intern
Aware, reconoce que no es que las empresas no puedan permitirse
pagar a los becarios, sino que se ha convertido en parte de la
cultura industrial el utilizar descaradamente a los
jóvenes para trabajos no remunerados. Asimismo, afirma que
ningún becario suele quejarse nunca, ni reivindicar
mejores derechos o condiciones más viables.
(¿Pueden, realmente? ¿Cómo hacerlo, si
están en constante competición unos contra otros?
¿Cuánto se juegan?).

Edward, uno de los banqueros más
prestigiados, habla prácticamente como si estos
jóvenes debieran estar agradecidos por unas condiciones
laborales infames. "Es una oportunidad fantástica para
ellos, que puede llegar a hacerles muy ricos".

Muchos, según él, llegan pensando que van
a formar parte de las operaciones más importantes.
"Vienen vestidos como el cliché, con el pelo engominado
y tirantes
". Además, añade, los becarios
piensan "que tienen que cumplir. Siempre son los primeros en
llegar y los últimos en irse. Es difícil decir si
la presión viene de arriba o de ellos mismos". El
banquero, finalmente, termina reconociendo que lo que sí
es cierto es "que la presión es infernal". Además,
en cualquier caso parece evidente que, por muy autoexigente que
sea el becario, tanto sus condiciones de trabajo como el
funcionamiento de la empresa no dependen de él, sino de
sus jefes.

En definitiva, estos jóvenes
se hallan bajo una presión constante e insufrible las 24
horas del día
, y pueden ser reprendidos por la menor
falta. Huelga decir que algunos de ellos no sobrevivirán a
la criba y serán despedidos sin piedad al final del
verano.

La situación en España

Todos estos ejemplos han tenido lugar en Londres,
pero el problema parece tener una dimensión mucho
más general
. Como analizaba
recientemente El Confidencial, los jóvenes
españoles están sobrecualificados para las
actividades que realizan. De una manera o de otra, cada vez
más jóvenes europeos que cuentan con
educación superior terminan desatascando
fregaderos.

Que la situación no es exclusiva de algunos
países lo confirma Diego Vicente, profesor de
Comportamiento Organizacional de IE Business School, que
considera que "estas situaciones se contagian. No es
algo de un país o de otro, y menos en el mundo globalizado
en el que vivimos". En España se da la misma
situación, y con mucha frecuencia. Vicente apunta que la
responsabilidad del empresario, que a menudo no tiene
ningún escrúpulo, es evidente, pero que no debemos
olvidar que "hay que mirar al propio becario, que
también tiene responsabilidad
: la gente debe aprender
a poner sus límites, a decir que no a situaciones
abusivas".

Vicente señala la frecuencia con que las
empresas, en lugar de apostar por trabajadores consolidados en la
propia firma, contratan a gente de fuera. Asimismo, conoce
numerosos casos de becarios brillantes que nunca llegan a
formar parte de la plantilla
: en el momento de renovar su
contrario, son reemplazados por un nuevo becario, ya que prima la
reducción de costes. Como vemos, España no se libra
de la explotación becarial, en la que poco influye el
tamaño o la ubicación de la empresa.

El profesor cuenta cómo a menudo los becarios
realizan un trabajo propio de un profesional, y se sorprende de
que las empresas inviertan tanto capital en publicidad y traten
así a sus empleados. Porque el becario, cuando sale,
narra su experiencia, y no hay peor manera de anunciarse que
esa
.

Finalmente, Vicente termina comentando que, por
desgracia, casos extremos como la tragedia de Erhardt no tienen
por qué ser exclusivos de los becarios: "nadie está
exento de esas situaciones; con más frecuencia de la
que debería, el trabajo mina nuestra salud
. Debemos
saber poner límites entre el uso y el abuso".

 Tal vez sea el momento de plantearse si la
celebérrima crisis económica no viene de la mano de
una profunda crisis de valores.

– Por qué no llegas a fin de mes (si eres de
clase media) (El Confidencial – 4/9/13)

(Por Esteban Hernández)

Los avances tecnológicos
están alterando radicalmente el mundo profesional al
asegurar una productividad creciente con menos mano de obra,
asegura David H. Autor, profesor de economía
en el MIT (Massachusetts Institute of Technology) y David
Dorn
, professor de economía en el madrileño
Centro de Estudios Monetarios y Financieros, en un
artículo publicado en The New York
Times
.

Así ocurre en Estados Unidos
donde, a pesar de haberse perdido en los últimos tiempos
dos millones de puestos de trabajo, la productividad ha seguido
creciendo. E igual ha sucedido en España: según el
Observatorio Económico de BBVA Research, nuestro
país ha registrado el mayor incremento de competitividad
de la Eurozona desde 2008, un 11%.

Ganadores y perdedores

En este nuevo contexto, quienes peor lo
están pasando son las clases medias, porque son sus
empleos los que están desapareciendo. Según
señalan Autor y Dorn, en la medida en que con las nuevas
tecnologías resulta mucho más fácil y barato
realizar operaciones rutinarias, como organizar, almacenar,
recuperar y manipular la información, muchos empleos
("los relacionados con la contabilidad, el trabajo de oficina, la
producción y el empleo repetitivo de
calidad") pierden su sentido y desaparecen
, obligando a
los trabajadores a reciclarse.

El problema es dónde hacerlo, porque sólo
parecen existir dos velocidades, como explica Richard
Florida
en su teoría de las clases creativas. Autor y
Dorn se adhieren a esa visión, señalando que
aquellos que desarrollan con éxito esas tareas abstractas
que requieren intuición, persuasión y
creatividad en la resolución de problemas
están
obteniendo elevadas remuneraciones. Hay profesiones, como el
derecho, la medicina, la ciencia, la ingeniería, la
publicidad y el diseño, detentadas por personas con altos
niveles de educación, gran capacidad de análisis, y
que saben beneficiarse de equipos que facilitan la
transmisión, la organización y el procesamiento de
información, que están viviendo un gran
momento.

Además, siguen necesitándose
trabajadores manuales que operen en el sector servicios
, que
suelen ser los más requeridos en número. El
problema no reside en esos dos estratos, sino en el de
los que están situados en el medio, que han
perdido gran parte de sus opciones laborales.

Nuevos productos, nuevos servicios

Las nuevas tecnologías, por
tanto, estarían contribuyendo en gran medida a la
polarización laboral, repartiendo el mercado entre los
empleados de alta cualificación, destinados a la toma de
decisiones, y una gran masa de trabajadores manuales que las
ejecutan o que prestan servicios a las capas altas.

Lo cual no siempre viene mal, ya que eso es lo que nos
ayudará a reinventarnos, aseguran los expertos. No
debemos tener miedo a los cambios, ya que siempre acaba
apareciendo una salida
. Según los autores del
artículo, van a surgir nuevos productos y servicios que
harán que aumente el producto interior bruto y que
generarán una notable demanda de empleo. Los sectores que
hoy están en auge no son los mismos que hace cuarenta
años y lo mismo ocurrirá en el futuro.
Acabará naciendo una nueva clase media en España,
como ha surgido en América Latina porque el cambio
tecnológico es parte de los ciclos del capitalismo y suele
reordenar las posiciones del campo laboral, pero no las destruye.
Así, quien sepa reinventarse encontrará un futuro
mejor con rapidez. Cuando eso ocurra, surgirán nuevos
trabajos, y con ellos, nuevas capas intermedias que
estabilizarán la sociedad.

Sin embargo, las cosas son más
complejas, por varias razones. La dualización del mundo
laboral no es un fenómeno que se dé
únicamente a partir de la diferencia entre sectores
profesionales de alto valor añadido y trabajo manual
convertido en commodity. Las transformaciones del
mundo laboral son mucho más confusas
, ya que dentro de
esos sectores favorecidos, desde el derecho hasta la
consultoría pasando por la arquitectura o la medicina,
también están apareciendo bolsas de notable
precariedad y empleos con salarios ridículos.
Además, una buena formación, aun necesaria, ya no
garantiza el éxito, y aún menos lo hará en
el futuro.

La desigualdad social está
aumentando no sólo porque cada vez el mundo esté
más dividido entre dos clases de trabajos, sino porque
muchos de ellos no ofrecen los recursos necesarios para la
subsistencia. Prácticamente una cuarta parte de los
puestos de trabajo en los Estados Unidos
se remuneran por
debajo del umbral de la pobreza, y eso que hablamos de una
zona geográfica especialmente favorecida en cuanto a nivel
de vida.

Ganas más, gastas mucho más

En segundo lugar, la presión sobre la clase media
no sólo proviene de la escasez de empleos o desde
retribuciones más débiles. Como señala la
profesora de la Harvard Law School Elizabeth Warren cuando
compara las capas medias estadounidenses de 1970 con las
actuales, su situación económica se ha empobrecido
notablemente a pesar de que en aquella época solía
entrar en el hogar un solo sueldo, el del varón, mientras
que ahora es mucho más frecuente que se ingresen dos
salarios. Las familias de ahora ganan más, pero
también han de afrontar mayores gastos, como los
destinados al cuidado y crianza de los niños o a la
atención de personas mayores que mitigan el teórico
aumento de poder adquisitivo. Asimismo, la tendencia a escapar
del núcleo urbano que les ha permitido acceder a viviendas
más baratas y a una mayor calidad de vida, también
ha generado que se gaste más en la adquisición y
mantenimiento de medios de transporte.

No obstante, la idea socialmente
más extendida es que si la clase media gasta más es
también porque lo hace de manera innecesaria,
dejándose sus recursos en objetos superfluos y
ostentosos, desde la pantalla de plasma al móvil de
última generación
. Warren afirma que la mayor
parte de sus ingresos se destinan a esos gastos fijos que nos
aseguran una vida digna. Pagamos más por la vivienda, por
el agua, la luz o por el gas, pero también por la sanidad
y por la educación.  Y a menudo con una
contraprestación muy pobre: la gente se gasta más
en formación que hace treinta años y obtiene a
cambio muchas menos probabilidades de que le sea
útil.

En definitiva, el nivel de vida
está decreciendo porque las cosas necesarias cuestan mucho
más. Y no es un diagnóstico que sea sólo
aplicable al ámbito estadounidense
. Según un
informe de la OCU, emitido una década después de la
sustitución de la peseta por el euro, la subida de los
precios en España había sido notable mientras que
los sueldos permanecían en un nivel similar al de diez
años antes.

El pan era un 85% más caro en 2011 que en
septiembre de 2001, mientras que los huevos habían pasado
de costar 0,07 euros la unidad en enero de 2002 (con el cambio a
euros ya operado) a 0,15, la leche de 0,60 euros el litro a 0,89,
el arroz de 1 euro el kilo a 1,45, el libro del aceite de oliva
de 2,1 a 2,8, la carne de vaca de 7,70 euros el kilo a 10,50, y
las patatas de 0,32 euros el kilo a 0,69, una subida del
116%. Además, a finales de 2011, la vivienda era un
66% más cara, el tren un 45%, el autobús un 48% y
los carburantes un 82% más. Y eso era hace dos
años…. En resumen, que si la clase media no
llega a final de mes bien puede ser por esto
:

Monografias.com

El malogrado
sueño americano (Project Syndicate – 5/9/13)

(Por Carol Graham)

Washington DC.- Desde hace ya mucho tiempo atrás,
se percibe a Estados Unidos como la "tierra de las
oportunidades", la tierra donde los que trabajan fuerte salen
adelante. La fe en esta característica fundamental de la
identidad nacional de Estados Unidos ha persistido, a pesar de
que la desigualdad se ha venido elevando gradualmente durante
décadas. Sin embargo, en los últimos años,
la tendencia hacia los extremos de los ingresos y la riqueza se
ha acelerado de manera significativa, dicha aceleración
sobreviene a consecuencia de los cambios demográficos, el
sesgo de la economía en cuanto a las habilidades de las
personas, y la política fiscal. La pregunta es:
¿está cerca el colapso del sueño
americano?

Desde el año 1997 al
año 2007, la proporción de ingresos que acumulan
los hogares estadounidense que se encuentran en el 1% superior de
la curva de distribución de ingresos se incrementó
en un 13,5 %. Esto es equivalente a desplazar $ 1,1 millones de
millones de los ingresos totales anuales de los estadounidenses
hacia dichas familias -esta cifra representa más que el
total de los ingresos del 40% de los hogares estadounidenses en
la parte inferior de dicha curva de
distribución.

El impacto preciso que la desigualdad tiene sobre el
bienestar individual sigue siendo un tema controversial, en parte
debido a la naturaleza compleja de los indicadores que se
necesitan para medir dicho impacto con exactitud. Pero, no
obstante que los indicadores objetivos no ofrecen una
visión completa de la relación entre la desigualdad
de ingresos y el bienestar humano, la forma como se interpretan
dichos indicadores envía señales importantes a las
personas dentro y entre las sociedades.

Si la desigualdad se percibe como el
resultado de una justa recompensa por el esfuerzo individual,
puede ser una señal constructiva sobre las oportunidades
que pudiesen encontrarse en el futuro. Pero, si dicha desigualdad
se percibe como el resultado de un sistema injusto que premia a
unos pocos privilegiados, la desigualdad puede erosionar la
motivación individual de las personas para trabajar fuerte
e invertir en el futuro.

En este sentido, las tendencias
actuales en Estados Unidos han sido, en gran medida,
destructivas. La movilidad económica, por ejemplo, ha
disminuido en las últimas décadas, y ahora
también es menor en muchos otros países
industrializados, como por ejemplo en Canadá, Finlandia,
Alemania, Japón y Nueva Zelanda. La posición
inicial de un trabajador estadounidense en la distribución
del ingreso es altamente predictiva de sus ganancias
futuras.

Es más, existe una fuerte
correlación intergeneracional del ingreso (cerca al 0,5)
en los EEUU; es decir, los hijos de padres que ganan un 50%
más que el promedio tienen la probabilidad de ganar 25%
más que el promedio de su propia generación. De
hecho, los EEUU se encuentra ahora aproximadamente en el medio de
lista de jerarquización de países según
oportunidades económicas (ranking of economic opportunity)
del Banco Mundial, muy por debajo de países como Noruega,
Italia, Polonia y Hungría.

Algunos sostienen que, siempre y cuando EEUU mantenga su
dinamismo económico, su liderazgo en la innovación
tecnológica y su atractivo para los inmigrantes, la
desigualdad de ingresos es irrelevante. Sin embargo, otras
tendencias pertinentes -como escuelas públicas que
fracasan, infraestructuras que se desmoronan, tasas de
delincuencia que se incrementan y constantes disparidades
raciales en cuanto al acceso a oportunidades- parecen desmentir
tales afirmaciones. Al fin de cuentas, tener algunas de las
mejores universidades del mundo no significa mucho, si el acceso
a dichas universidades en gran parte depende del ingreso
familiar.

Este tema no es únicamente de
importancia para los estadounidenses. En un mundo en el que los
destinos individuales de las personas están cada vez
más interrelacionados, y la gobernanza efectiva depende de
un consenso sobre las normas relacionadas a la justicia social y
distributiva, las crecientes diferencias de ingresos en un
país -especialmente en uno que ha servido como punto de
referencia en cuanto a oportunidades económicas- puede dar
forma al comportamiento que se desarrolla en otros lugares. Sin
la creencia de que el trabajo fuerte engendra oportunidades, las
personas tienen una menor propensión a invertir en
educación, lo que socaba el desarrollo del mercado de
trabajo; inclusive, puede que dichas personas se vean impulsadas
hacia la protesta.

De manera más general, la
disminución de la movilidad económica en EEUU
podría deteriorar la confianza en los principios
relacionados a la economía de mercado y a la
gobernabilidad democrática, que son los principios que
Estados Unidos ha propugnado durante décadas -y que a su
vez son fundamentales para las estrategias de desarrollo de
muchos países. Como el ganador del premio Nobel Joseph
Stiglitz ha señalado: "La medida en la que sea posible
configurar la economía y los sistemas de gobierno a nivel
mundial para que los mismos estén en concordancia con
nuestros valores e intereses dependerá, sobre todo, de lo
bien que funcionen nuestros sistemas económicos y
políticos para la mayoría de los ciudadanos".
Debido a la creciente evidencia de que el sistema está
funcionando mucho mejor para los ciudadanos más ricos que
para los pobres, el poder blando de Estados Unidos parece estar
destinado a erosionarse de manera considerable.

La reducción de la desigualdad requiere
soluciones integrales a largo plazo, como por ejemplo, se
necesitan reformas en la política fiscal que recompensen
la inversión pública en salud y educación,
sin añadir desincentivos a un código fiscal que de
por sí ya es engorroso. Sin embargo, trabajar por el logro
de estas reformas requiere de una gran voluntad política,
que parece que le hace falta a EEUU.

En efecto, dada la parálisis política en
el ámbito nacional, el inicio un debate constructivo sobre
un tema tan divisivo y que conlleva consecuencias, como es el
caso del debate sobre la desigualdad dependerá en gran
medida de la opinión pública estadounidense. Si
más personas reconocen las limitaciones que la desigualdad
impone a sus perspectivas futuras, es muy probable que dichas
personas presionen a los formuladores de políticas para
que ellos hagan frente a las mencionadas limitaciones. Esto no
solamente beneficiaría a EEUU, sino que tendría un
impacto positivo en la gobernanza a nivel mundial.

Desde hace ya mucho tiempo atrás los
estadounidenses se enorgullecen del estatus que tiene su
país como la tierra de las oportunidades: un lugar de
destino para llegar al cual las personas sufren adversidades
inconmensurables. Una campaña de educación
pública destinada a poner de relieve los retos que plantea
la desigualdad para los propios fundamentos de dicha
reputación es un primer paso de bajo riesgo hacia la
reactivación de la promesa americana.

(Carol Graham is Senior Fellow at the Brookings
Institution and College Park Professor at the University of
Maryland"s School of Public Policy)

– La recuperación de los ricos (El País –
15/9/13)

(Por Paul Krugman)

Hace unos días, The New York Times publicaba un
reportaje sobre una sociedad cuyos cimientos estaban siendo
socavados por la desigualdad extrema. Esta sociedad proclama que
recompensa a los mejores y más brillantes,
independientemente de cuáles sean sus antecedentes
familiares. En la práctica, sin embargo, los hijos de los
ricos se benefician de oportunidades y relaciones inaccesibles
para las criaturas de las clases media y trabajadora. Del
artículo se desprende que la brecha entre la
ideología meritocrática de la sociedad y su
realidad cada vez más oligárquica está
teniendo un efecto profundamente desmoralizador.

El reportaje explicaba, en pocas
palabras, por qué la desigualdad extrema es destructiva,
por qué suena hueca la afirmación de que las
desigualdades no son importantes siempre que haya igualdad de
oportunidades. Si la diferencia entre los ricos y el resto de la
gente es tal que los primeros viven en un universo social y
material diferente, con esto basta para vaciar de sentido
cualquier noción de igualdad de oportunidades.

Por cierto, ¿de qué sociedad estamos
hablando? La respuesta es: de la Escuela de Negocios de Harvard,
una institución de élite actualmente caracterizada
por una profunda división interna entre los alumnos
corrientes y una especie de aristocracia de hijos de familias
adineradas.

La cuestión, por supuesto, es que en Estados
Unidos las cosas funcionan como en la escuela, o incluso peor,
algo que parecen confirmar los últimos datos sobre la
renta de los contribuyentes.

Los economistas Thomas Piketty y Emmanuel Sáez
han recopilado esos datos durante la última década
y han utilizado las cifras de la Hacienda estadounidense para
calcular la concentración de renta en las clases altas
estadounidenses. Según sus cálculos, la parte
correspondiente a las rentas más altas sufrió un
golpe durante la Gran Recesión, cuando cosas como las
plusvalías o las primas de Wall Street decayeron
temporalmente. Pero los ricos han vuelto con fuerza, hasta el
punto de que el 95% de los ingresos de la recuperación
económica desde 2009 han ido a parar al famoso "1%". De
hecho, más del 60% fue al 0,1% de la población con
los ingresos más altos, gente cuyas rentas anuales superan
los 1,9 millones de dólares.

Básicamente, mientras que la
gran mayoría de estadounidenses vive aún en una
economía deprimida, los ricos han recuperado casi todas
sus pérdidas y siguen avanzando posiciones.

Un inciso: estas cifras deberían (aunque
probablemente no lo harán) acabar por fin con las
pretensiones de que la desigualdad creciente se debe tan solo a
que a los que tienen un mejor nivel de instrucción les va
mejor que a los menos preparados. Solo una pequeña parte
de los licenciados universitarios accede al selecto
círculo del "1%", mientras que muchos jóvenes con
un alto nivel de formación -la mayoría, incluso-
están pasando por momentos muy difíciles. Tienen
sus títulos, con frecuencia conseguidos a costa de
adquirir deudas importantes, pero una gran parte de ellos siguen
sin empleo o están subempleados, mientras que muchos
más descubren que acaban realizando trabajos en los que no
hacen uso de sus costosos estudios. El licenciado universitario
sirviendo cafés en Starbucks es un tópico, pero
refleja una situación absolutamente real.

¿A qué se deben estos
astronómicos ingresos de las clases más altas?
Sobre este punto existe un intenso debate, en el que algunos
economistas siguen afirmando que las rentas increíblemente
altas reflejan contribuciones igualmente increíbles a la
economía. Creo que ya he señalado que una gran
parte de esas rentas superaltas procede del sector financiero
que, como posiblemente recordarán, es el sector que los
contribuyentes tuvieron que rescatar después de que su
inminente quiebra amenazase con arrastrar al fondo a toda la
economía.

En todo caso, sea cual sea la causa
de la concentración creciente de la renta en las clases
más altas, el efecto es que está socavando todos
los valores que definen a Estados Unidos. Año tras
año nos vamos apartando de nuestros ideales. Los
privilegios heredados están desplazando a la igualdad de
oportunidades, y el poder del dinero está ocupando el
lugar de la verdadera democracia.

¿Qué podemos hacer, entonces? Por el
momento, un cambio como el que tuvo lugar durante el New Deal
-una transformación que creó una sociedad con una
clase media, no solo mediante programas gubernamentales, sino
aumentando considerablemente el poder de negociación de
los trabajadores- parece estar políticamente fuera de
alcance. Pero esto no significa que haya que renunciar a avances
más limitados, a iniciativas que al menos puedan
contribuir en algo a igualar las reglas del juego.

Por ejemplo, la propuesta de Bill de Blasio, que
consiguió el primer puesto en las primarias de los
demócratas del martes y que probablemente sea el
próximo alcalde de Nueva York, de proporcionar una
educación preescolar universal, pagándola mediante
un pequeño recargo tributario a los que tienen rentas
superiores al medio millón de dólares. Por
supuesto, los sospechosos de rigor lloran y se lamentan de que se
ha herido sus sentimientos; lo han estado haciendo, y mucho,
durante los últimos años, aunque estuviesen ganando
dinero a manos llenas. Pero, sin duda, es justo lo que
habría que hacer: cobrar impuestos a los ricos cada vez
más ricos, aunque sea un poco, para que los hijos de los
menos favorecidos también tengan oportunidades.

Algunos expertos ya están insinuando que el
ascenso inesperado de De Blasio es la punta de lanza de un nuevo
populismo económico que sacudirá a todo nuestro
sistema político. Parece prematuro afirmarlo, pero espero
que estén en lo cierto, porque la desigualdad extrema
sigue aumentando, y está envenenando a nuestra
sociedad.

(Paul Krugman es profesor de Economía de
Princeton y premio Nobel de 2008 © New York Times Service
2013)

El efecto más
perverso de la crisis: la clase media está desapareciendo
en Europa (Vozpópuli – 3/11/13)

La pobreza está aumentando y los salarios
bajando. La clase media española, que crecía desde
los años 60 del siglo XX, ha empezado a adelgazar. Pero lo
mismo ocurre en Alemania y Francia, dos de los países
más ricos de Europa.

(Por Pedro Fernández Barbadillo)

La crisis económica que comenzó en 2008
está sacudiendo la estructura social de los países
que la están sufriendo. De la misma manera que en India,
Chile, Perú y Brasil, está disminuyendo el
número de pobres y creciendo el de gente que entra en la
categoría de clase media, en Europa pasa lo contrario;
millones de personas están recorriendo el camino contrario
que anduvieron sus padres o abuelos: de la clase media a la
pobreza.

El consejero delegado de Carrefour, George Plassat,
declaró en el Congreso Aecoc 2013, celebrado en Valencia,
que la bajada de sueldos no sólo en España sino
también en otros países de Europa "ha provocado la
desaparición de las clases medias". Plassat
añadió que le preocupaba esta tendencia porque las
clases medias son las que impulsan el crecimiento de los
países, como sucede en las naciones emergentes.

Entre los índices que se pueden consultar en
España para fijar la evolución de la clase media
destaca el sueldo medio anual declarado en el IRPF. Según
un informe publicado por la Agencia Tributaria en enero y
referido a 2011, el sueldo medio anual ha caído por
primera vez y se sitúa en 22.642 euros. Desde que Hacienda
inició la elaboración de esta estadística en
1999, nunca se había registrado un descenso del sueldo
medio, que ha caído un 0,3% en comparación con
2010.

Además, el peso de pensionistas y parados
alcanzaba el 42% del total de contribuyentes del IRPF que percibe
algún tipo de renta (salario, pensión o
prestación por desempleo). El número de
trabajadores por cuenta ajena representa el 58% del total de los
contribuyentes, un porcentaje que antes de la crisis
ascendía al 67%.

Los declarantes con rentas inferiores al salario
mínimo ascendieron a 5,6 millones de personas. En el lado
opuesto, 149.000 contribuyentes declararon ganar más de
diez veces el salario mínimo y percibieron más de
89.800 euros. En 2007, el número de empleados con sueldos
que decuplicaban el SMI subió a 194.000
contribuyentes.

El VIII Informe del Observatorio de la Realidad Social
de Cáritas, organización dependiente de la Iglesia
católica, presentó datos estremecedores. Se
constataba la pérdida de capacidad adquisitiva de la
población debido al descenso de la renta media desde 2007
en torno a un 4% y aumento de los precios en torno al 10%. La
pobreza severa (que consiste en vivir con menos de 307 euros al
mes) atenaza ya a tres millones de personas, el doble de los que
estaban en esta situación antes de la crisis. La pobreza
infantil, que afectaba a un 26,7% de la población inferior
a 16 años en 2011, ha subido 3,1 puntos de 2007 a 2011:
es, además, el triple del aumento registrado en la
UE.

Alemanes y franceses también
retroceden

En Portugal, vive en la pobreza más del 20% de la
población, y los griegos son un 40% de media más
pobres que en 2008. Pero esta tendencia no se produce sólo
en España y otros países del sur de
Europa.

En Alemania, a cuyo Gobierno encabezado por
Ángela Merkel (y recién reelegido en las elecciones
de septiembre) muchos europeos atribuyen la imposición de
políticas de austeridad responsables del empobrecimiento,
también está menguando la clase media. Según
un estudio de la Universidad de Bremen y del Instituto
Alemán de Investigación Económica, encargado
por la Fundación Bertelsmann y difundido a finales de
2012, un 58% de la población pertenece a la clase media;
pero en 1997 lo hacía un 65%.

Es decir, en Alemania, la clase media se
ha reducido en siete puntos en quince años.

A la clase media pertenecen, de acuerdo con el estudio
citado, todos los que cuentan con un 70 a un 150 por ciento del
ingreso medio. Para una familia común de cuatro personas,
eso significaría un ingreso de 2.400 a 5.000 euros por
mes.

En Francia, el crecimiento de la pobreza está
siendo también arrollador. En septiembre, el Instituto
Nacional de Estadística y Estudios Económicos
difundió un informe en el que sostenía que la
pobreza afectaba en 2011 al 14,3% de la población (66
millones de personas), su nivel más alto desde 1997. En
2008 ese porcentaje era el 13%. Además, el informe refleja
que 8,7 millones de franceses viven por debajo del umbral de la
pobreza fijado en un ingreso mensual inferior a 977
euros…

Las consecuencias de la ausencia de la clase
media

Los politólogos, sociólogos y economistas
coinciden en que la clase media es un factor social de
estabilidad tanto política como económica. Y los
hechos lo corroboran.

En la Rusia zarista amenazada por los revolucionarios,
el último primer ministro inteligente de Nicolás
II, Piotr Stolypin (1906-1911), empezó a aplicar una
reforma agraria que incluía la venta a bajo precio de
tierras a campesinos laboriosos para modernizar la agricultura y
fundar una clase media formada por propietarios
contrarrevolucionarios. Lenin declaró que de asentarse la
reforma de Stolypin sería muy difícil el triunfo
del comunismo. Stolypin fue asesinado en 1911 y cuando los
bolcheviques tomaron el poder abolieron sus avances.

El general Vernon Walters, intérprete y consejero
de varios presidentes de EEUU, fue enviado en 1971 por el
presidente Richard Nixon a reunirse con el general Franco para
preguntarle qué pasaría en España
después de la muerte de éste. Según
contó Walters varias veces, la última en 2000,
Franco se lo explicó sin azorarse por hablar de su propia
muerte: el príncipe Juan Carlos sería rey,
"habría democracia, pornografía, droga y qué
sé yo" y también "grandes locuras, pero ninguna
será fatal para España". Walters le preguntó
por qué estaba tan seguro de sus afirmaciones y Franco le
contestó que iba a dejar algo que él no
había encontrado al llegar al poder: que no era el
Ejército, sino la clase media.

Y hoy en muchos países europeos donde la
agitación política era un juego entre
socialdemócratas, liberales y democristianos, aumentan los
partidos de fuera del sistema, como el Frente Nacional en
Francia, el UKIP en el Reino Unido, el Partido por la Libertad en
Holanda, la Alternativa para Alemania y el Partido Liberal en
Austria.

– Una guerra contra los pobres (El País –
3/11/13)

(Por Paul Krugman)

Últimamente, John Kasich, gobernador republicano
de Ohio, ha hecho algunas cosas sorprendentes. En primer lugar,
sorteó a la asamblea legislativa de su Estado -controlada
por su propio partido- para llevar adelante el programa Medicaid,
financiado con fondos federales y una pieza importante de la
reforma sanitaria de Obama. Luego, en defensa de su
actuación, disparó contra sus aliados diciendo: "Me
preocupa el hecho de que, en apariencia, se está librando
una guerra contra los pobres. O sea, que si eres pobre es que, de
alguna manera, eres un incompetente y un vago".

Evidentemente, Kasich no es el primero en hacer esta
observación. Pero el hecho de que venga de un republicano
bien considerado (aunque, a lo mejor, ya no tanto), precisamente
de alguien que tenía fama de ser un agitador de ideas
conservadoras, es revelador. La hostilidad republicana hacia los
pobres y los desfavorecidos se ha exacerbado hasta tal punto que
en realidad el partido ya no defiende otra cosa, y solo un
observador obstinado en su ceguera puede ser incapaz de
verlo.

La gran pregunta es: "¿Por
qué?". Pero antes vamos a hablar un poco de qué
está corroyendo a la derecha.

A veces aún veo a algunos expertos declarar que
lo que mueve al Tea Party es básicamente la
preocupación por los déficits presupuestarios.
Fantasías. Lean el chorrero de Rick Santelli, de la CNBC:
no hay ni una sola mención a los déficits. En
cambio, sí una andanada contra la posibilidad de que el
Gobierno ayude a los "perdedores" a evitar la ejecución de
sus hipotecas. O lean las transcripciones de Rush Limbaugh o de
otros invitados radiofónicos de la derecha. No contienen
mucho acerca de la responsabilidad fiscal, pero sí acerca
de cómo el Gobierno recompensa a los vagos que no lo
merecen.

Los líderes republicanos intentan moderar un
tanto su lenguaje, pero es cuestión más bien de
tono que de contenido. No cabe duda de que les sigue enardeciendo
la idea de asegurarse de que los pobres y los desafortunados
reciben la menor ayuda posible, y de que -tal como lo
expresó el diputado Paul Ryan, presidente de la
Comisión Presupuestaria de la Cámara de
Representantes- el colchón de protección social se
está convirtiendo en "una hamaca en la que se acuna a
gente físicamente sana para que vivan de la dependencia y
la complacencia". Sus propuestas presupuestarias incluyen
recortes salvajes de los programas de protección social
como los cupones para alientos o el programa
Medicaid.

Toda esta hostilidad contra los pobres ha culminado con
la negativa verdaderamente increíble de muchos Estados a
participar en la ampliación de Medicaid. Recuerden que el
Gobierno federal pagaría esta ampliación, y que el
dinero que se gastase iría en beneficio de los hospitales
y de la economía local tanto como de los receptores
directos. Pero resulta que la mayoría de los Gobiernos de
los Estados bajo control republicano están dispuestos a
pagar un alto precio económico y fiscal para asegurarse de
que la ayuda no llega a los pobres.

La cuestión es que las cosas no siempre han sido
así. Retrocedamos por un momento a 1936, cuando Alf Landon
fue nombrado candidato a presidente por los republicanos. En
muchos sentidos, su discurso de investidura anticipaba temas que
los conservadores hacen suyos hoy día. Se lamentaba de que
la recuperación económica era incompleta y de la
persistencia del desempleo elevado, y atribuía la
debilidad crónica de la economía a una excesiva
intervención del Estado y a la incertidumbre que,
según él, esta provocaba.

Pero también dijo: "De la Depresión se
desprende no solo la dificultad de la recuperación, sino
también el problema igualmente grave de la
protección de los desempleados hasta que se alcance la
recuperación. Darles asistencia en todo momento es
simplemente un deber. Nosotros, los miembros de mi partido, nos
comprometemos a no descuidar nunca esta
obligación".

¿Pueden imaginarse a un candidato republicano
decir algo así hoy día? Desde luego, no en un
partido comprometido con la idea de que los desempleados lo
tienen muy fácil; de que el seguro de desempleo y los
vales de comida los tiene tan consentidos que no encuentran
ninguna motivación para salir y buscar trabajo.

Entonces, ¿cuál es el quid de la
cuestión? En un reciente ensayo, el sociólogo
Daniel Little insinuaba que una de las razones es la
ideología del mercado: si el mercado siempre tiene
razón, entonces la gente que acaba en la pobreza es porque
merece ser pobre.
Y yo añadiría que algunos
dirigentes republicanos representan en sus mentes
fantasías libertarias adolescentes. "Es como si en este
momento estuviésemos viviendo en una novela de Ayn Rand",
decía Paul Ryan en 2009. Pero, como afirma Little,
también está el estigma que nunca se borra: la
raza.

En un informe reciente citado en múltiples
ocasiones, Democracy Corps, una organización de tendencias
demócratas dedicada a los estudios de opinión,
exponía las conclusiones de los grupos de debate con
miembros de diferentes facciones republicanas. Descubrieron que
las bases republicanas son "muy conscientes de su
condición de blancos en un país en el que esto es
cada vez más minoritario", y que consideraban que el
sistema de protección social ayuda a los otros, no a la
gente como ellos, y vincula a la población no blanca al
Partido Demócrata. Y, efectivamente, la ampliación
del programa Medicare que muchos Estados están rechazando
habría favorecido de forma desproporcionada a los negros
pobres.

Así que es verdad que se
está librando una guerra contra los pobres, coincidiendo
con —y ahondando en— el padecimiento que ocasiona una
economía con problemas. Y esa guerra es ahora el asunto
central y definitorio de la política en Estados
Unidos.

(Paul Krugman es profesor de Economía de
Princeton y premio Nobel de 2008. © New York Times Service
2013)

– El patrimonio de los multimillonarios se
duplicó tras la quiebra de Lehman Brothers (El
Confidencial – 7/11/13)

(Por Iván Gil)

La población mundial con rentas
superiores a los mil millones de dólares (740 millones de
euros) se incrementó en un 0,5% entre julio del 2012 y
julio del 2013
, hasta alcanzar las 2.170 personas. Los
miembros de este selecto club suman en conjunto una fortuna que
supera los 6.500 billones de dólares, según refleja
el segundo informe sobre el censo mundial de multimillonarios
elaborado por las consultoras en gestión de patrimonios
Wealth-X y USB
. Unos remanentes que superan el PIB de todos
los países del mundo, a excepción de China y EEUU,
aunque sería suficiente para financiar el déficit
presupuestario del país norteamericano hasta el año
2024.

La crisis financiera mundial no parece
haber afectado a las grandes fortunas del planeta, más
bien todo lo contrario. Desde marzo del 2009 su número y
su riqueza se han duplicado. Un lustro en el que los activos
totales de estos 2.170 multimillonarios pasaron de sumar 3,1
billones de dólares a 6,5
. Como subrayan los
propios autores del informe, la crisis global está
detrás de una serie de "cambios tectónicos en la
distribución de la riqueza mundial", que parece haber
incrementado las brechas económicas entre los más
ricos y los más pobres. Además, ha puesto en
entredicho la existencia en el futuro de una clase media en la
que pueda incluirse el grueso de la
población.

En la cabeza de la clasificación de las personas
más ricas del mundo se encuentran, por este orden, Bill
Gates, Carlos Slim, Amancio Ortega
y Warren Buffet.
Entre los cuatro superan los 250.000 millones de dólares,
unas cifras astronómicas que, como el resto de
multimillonarios que los preceden en la lista, no sólo se
traducen en dinero en efecto, sino también en activos
inmobiliarios, valor de mercado de sus empresas o bienes de
lujo.

Monografias.com

Asia es la región del mundo en dónde
más rápido ha crecido tanto el número de
multimillonarios como el volumen de sus fortunas. En el
último año se han sumado 18 asiáticos a este
club de la riqueza extrema, lo que supone un acelerado
incremento del 18
%. De mantenerse esta tendencia, concluye el
informe, sólo harán falta cinco años para
que el continente asiático alcance a EEUU. América
Latina es la región de crecimiento más lento en
términos de riqueza multimillonaria, aumentando en un
escaso 2,3% en el último año.

Monografias.com

Como contraposición a Asia, Europa es el
único continente en el que se ha reducido el número
de fortunas personales
por encima de los mil millones, con
776. A pesar de todo, sigue siendo la región con
más concentración de multimillonarios, mientras que
América del Norte se encuentra en la cola. Sin
embargo, EEUU acumula la mayor cantidad de riqueza en
términos absolutos, como refleja la tabla anterior. Por
países europeos, Alemania está a la cabeza, seguida
de Reino Unido, Rusia y Francia. España ocupa el octavo
lugar con 22 fortunas personas con un valor superior a los mil
millones de dólares.

Monografias.com

Trabajo infantil en el campo, el secreto mejor
guardado de EEUU (El Confidencial – 8/11/13)

(Por Ángel Villarino)

Doce de junio. Día Internacional contra el
Trabajo Infantil. El Secretario de Estado, John Kerry, apela a
la comunidad internacional desde Washington
. Dice que es
urgente "rescatar" a los más de 220 millones de
niños que son explotados en todo el mundo ante la mirada
indiferente de sus Gobiernos. "Queremos que nuestros aliados se
unan al compromiso que hemos contraído con esos millones
de niños para que se adopten políticas que eliminen
el trabajo infantil", dice, esgrimiendo un argumento con el que
su diplomacia saca a menudo los colores de países en
desarrollo y cuestiona el sistema productivo de potencias
emergentes
.

 Ese mismo doce de junio, a María le
tocó acarrear cajas de moras. Con sus pequeñas
manos, recolectó los frutos durante más de nueve
horas y los cargó en un remolque
. Lo hizo
acompañada de su padre y su hermano mayor, a cambio de
un salario miserable
, en una enorme explotación
agrícola situada al sur del estado de Virginia. La
niña tiene doce años y el pasado verano fue el
tercero que trabajó de sol a sol en el campo. Fue
también el más duro de todos, recuerda, por culpa
de un corte que se hizo en el antebrazo (una herida ancha, aunque
no demasiado profunda, ya cicatrizada) al engancharse con el
clavo de una caja. "A mí me da pena que se acabe el
colegio porque es cuando tengo que trabajar
más
".

María, de padres mexicanos pero
con pasaporte estadounidense, no vive en uno de esos
países remotos y pobres que retratan los informes sobre
trabajo infantil que realiza el Departamento de Trabajo.
Tampoco es un caso aislado. Forma parte de una comunidad numerosa
y de la que se habla incluso menos que de los obreros infantiles
del textil en Bangladesh o de la minería en Bolivia: la
conformada por el medio millón de niños que,
según cálculos de organizaciones como Human Right
Watch, trabajan a sueldo de grandes corporaciones
agrícolas en Estados Unidos
.

"Hay niños de todas las edades y perfiles.
Algunos tienen menos de ocho años, otros
están en plena adolescencia. Los hay que acuden a la
escuela regularmente y otros que no la pisan. La mayoría
son hijos de inmigrantes hispanos y, aunque muchos obtuvieron
la ciudadanía estadounidense por nacer aquí
,
todos carecen de protección, no hay casi
herramientas para ayudarlos ni programas federales para ellos. La
tasa de fracaso escolar es cuatro veces superior a la media
nacional", denuncia Norma Flores, directiva de la
 Association of Farmworker Opportunity Programs (AFOP)
y presidenta del comité de asuntos domésticos de la
Coalición contra el Trabajo Infantil. Flores conoce bien
el problema porque ella misma trabajó durante años
en el campo cuando era niña.

 El trabajo infantil en tareas agrícolas
está tolerado al amparo de viejas leyes
diseñadas para las pequeñas granjas familiares
.
Cuenta también con el apoyo y la presión de un
sector, el agrícola, al que le cuesta conseguir mano de
obra barata y que desde hace décadas se nutre de
jornaleros estacionales y de inmigrantes ilegales que a menudo
acuden con sus hijos a los sembrados.

 "A lo mejor es mi ego americano el que me impide
creérmelo, pero es imposible que haya gente en este
país que conozca la realidad y que no reaccione. Creo que
no se sabe bien en qué condiciones se está
recolectando la comida", reflexiona Melissa Bailey, activista de
NC Field, una ONG de Carolina del Norte que busca alternativas
para que los "niños del campo" puedan acabar sus estudios
y opten a una vida mejor.

 "Es una forma de esclavitud moderna"

 Las extensiones de cultivo de sitios como Carolina
del Norte son inabarcables. En este estado hay más de
50.000 sembrados, la mayoría en manos de grandes
empresas
. Se transita de un terreno a otro por estrechas
carreteras que pasan entre granjas, plantaciones de tabaco,
boniatos, maíz, etcétera, sin apenas núcleos
urbanos entre medias. En época de recolección, los
camiones circulan sin descanso, recogiendo frutas y verduras y
transportándolas a almacenes. Los jornaleros temporales,
así como muchos trabajadores fijos, se alojan en
barracones de chapa o casas prefabricadas, en campamentos tan
precarios como los que se ven en países
tercermundistas
.

"Es una forma de esclavitud moderna
porque no ganan suficiente para vivir y, desde luego, no ahorran
ni progresan. Los niños van de un lado para otro, sin
elección, cambiando de ambiente. Como las familias no
pueden permitirse conducir y no hay centros urbanos, dependen del
escaso transporte público o de los intermediarios que los
contratan. Cosas como ir a una tienda a comprar leche resultan un
problema logístico. Así que casi todo lo que
ganan lo gastan en pagar a quien los contrató por servicio
del transporte, la comida y el techo
", nos explica Bailey, al
pie de un campo de boniatos donde los trabajadores se afanan en
llenar un remolque.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15
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