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La fiebre amarilla llega a Chiclayo (Relato)



  1. Prólogo
  2. Regreso a su tierra
  3. Reunidos para afrontar la epidemia
  4. Llega la epidemia
  5. Atacando la epidemia
  6. Epílogo
  7. Nota final
  8. Anexo

Prólogo

Conocer el espíritu que anima a nuestro dilecto amigo Miguel Ángel, es aprender de un valiente y quijotesco caballero del siglo XXI; él es: el hijo, el esposo, el padre, es el ciudadano, es el fiel patriota que rescata la historia del pueblo lambayecano, letra a letra, página a página, minimizando cada día el potencial de su limpio mirar por extraer todo dato útil para contribuir con la historia de su querido Chiclayo.

Cuando Miguel Ángel caminaba por el Paseo de las Musas, Calíope y Clío lo eligieron para llenar el vacío de innumerables páginas todavía por escribir de nuestra historia, nuestras costumbres, las epidemias, los hechos de la vida cotidiana, en fin cuanto dato pueda compartir, presentados de una manera locuaz, con un matiz literario que impele a leer sin desmayo las obras que ha producido.

La obra que nos ha honrado en prologar nos sitúa en el siglo XX y en un tema de interés compartido: las epidemias. Como bien recordamos, a inicios del siglo XVI, una de las primeras epidemias registradas en nuestro país, se llevó la vida de muchos entre ellos la de Huayna Capac, diezmando nuestra población; desde aquella época hasta la actualidad, han ingresado diversas epidemias y han puesto en riesgo diferentes regiones de nuestro amado Perú cuyo estudio es muy valioso, especialmente para la medicina peruana y particularmente la chiclayana.

Por ello, la pulcritud de la información presentada, el estudio de las causas, los medios de propagación del vector, las formas de intentar detener la epidemia de fiebre amarilla en Chiclayo, la contribución de los médicos Hanson y Carter y la exactitud de los datos presentados en el devenir de un relato de ficción, no hace más que corroborar la calidad literaria y de investigador de nuestro muy apreciado amigo, a quien le auguramos la mejor ventura y le pedimos que continúe con esta brillante labor.

MG. Florencia Bracamonte Ganoza

Arqueóloga- Antropóloga Forense

Docente investigadora de la USMP (Chiclayo)

Trujillo, 02 de marzo de 2013

Capítulo 1

Regreso a su tierra

Era el mes de Febrero y apenas hacía unos días que Joaquín, después de algo más de quince años había vuelto a su Chiclayo. Transcurría el año del centenario de nuestra independencia; Joaquín contaba ahora con medio siglo de vida y deseaba quedarse ya para siempre en su suelo natal. Estaba bastante impresionado por los cambios que había encontrado. Chiclayo ya no era el pueblito de comienzos de siglo.

Recordaba que un par de años antes de su partida, la peste bubónica había sido un grave problema para la ciudad. Ahora encontraba, por ejemplo, que ya existía una Corte Superior de Justicia acondicionada en un segundo piso construido en el Colegio San José. A ello se añadía la existencia de dos cines: El Pathé y el Gaumont, de un nuevo Palacio Municipal en plena construcción y la grata sorpresa de encontrar otra estación de ferrocarril, la de Pimentel.

Joaquín estaba caminando por el Parque Principal y observaba un movido paso de automóviles; eran pocas las carretas que circulaban pues ahora veía pasar hasta camiones marca "Wichitta" con bancas a los costados para pasajeros;"¡Que modernidad!", se dijo para sus adentros. Cruzó la calle Elías Aguirre y entró a tomar un refresco en el Salón "Mikado" del señor Ohashi y mientras lo bebía recordó que en el recorrido de la ciudad a su regreso, había visto un coliseo de gallos en la calle "San Isidro" y que en el Hospital de "Las Mercedes" de la calle San Sebastián aparecían grandes y hermosos pabellones, como el obsequiado recientemente por el señor Cuglievan, que ahora estaban siendo atendidos por monjitas de la orden francesa de "La Caridad". También se había enterado de que próximamente, en julio, iban a inaugurarse las oficinas administrativas de la Beneficencia Pública en la misma calle "San Sebastián", mientras en la Plazuela Aguirre se ubicaba una nueva plaza de toros que sólo disponía de galería y tendido. Supo asimismo que los extranjeros afincados en la ciudad colaboraban con su progreso; algunos se habían organizado como era el caso de los japoneses en su Sociedad de Auxilios Mutuos y de los chinos que ya tenían un Asilo de Ancianos con gran esfuerzo de la colonia. Estaba entusiasmado de que hubiese un camino carretero a Lambayeque y para experimentar esa nueva sensación de ir en automóvil a otra ciudad, pensaba hacer un viaje en un auto alquilado.

Durante un recorrido de días antes había encontrado un camal que funcionaba desde 1910 y, en el lado sur, la fábrica de velas del señor Montenegro muy cerca de la nueva estación de ferrocarril. "¡Qué cambios!", se repetía internamente. "Hasta hay un nuevo cementerio camino a Pimentel; ya se dejará de usar el de Patazca donde están enterrados los muertos de la peste bubónica desde aquel año de 1904". Recordó aquel letrero en el fondo del cementerio de Patazca: "Peste 1904 a 1917", colocado para que durante ese periodo no fuesen removidos los sepulcros de los fallecidos por la peste bubónica*; se estremeció al pensarlo y se dijo: "Ojalá no los remuevan nunca" y, a continuación, : "ahora incluso hay un automóvil de la Beneficencia como carroza fúnebre para el traslado de los difuntos al nuevo Panteón".

Ensimismado en sus pensamientos fue abruptamente sacado de ellos por una señora que con sombrero de paja, falda larga y un costalillo le dijo:

*Ver mi relato "Cuando la Peste nos visitó" (2010)

– Señor, cómpreme mis naranjas de Canchaque, ricas y jugosas.

– "No, gracias", le respondió cortésmente y, mientras la señora se alejaba, recordó haber visto muchas vendedoras de frutas y comida -como higadito sancochado con su ají y panquitas de life- en el mercado y las estaciones de tren, lugares con tal cantidad de cáscaras de frutas y restos de comida regados por el suelo que los convertía en muladares. "Éstos son los problemas que trae la modernidad", se dijo a sí mismo.

Pasados unos minutos hicieron su ingreso al salón "Mikado" tres señores bastantes mayores, uno de ellos ya anciano, portando un estandarte de la bandera del Perú en cuyo interior bordado se podía leer: "Sociedad Sobrevivientes del 79- Chiclayo" ". El de más edad se dirigió a Joaquín:

-Señor, buenos días, con el respeto que se merece estamos solicitando la colaboración voluntaria de los ciudadanos para apoyar a uno de nuestros asociados que se encuentra muy enfermo.

Joaquín se apuró en darle unas monedas a la vez que le preguntó: "¿Usted luchó contra los chilenos? Yo era un niño en esos años".

Con voz cansada, el anciano le respondió: "Mi nombre, caballero, es Manuel Seclén y no sólo luché contra los chilenos sino que cuando era muchacho apoyé a don José Balta en su revolución -que los chiclayanos también hicieron suya; fui quien le consiguió las armas blancas para que en el asalto final del siete de enero los chiclayanos luchasen cuerpo a cuerpo con las tropas gobiernistas*. En estos últimos años de mi vida estoy apoyando a mis compañeros de batallas ya que muchos están en la mendicidad.

*Ver mi relato "La Epopeya Chiclayana" (2011)

-Gracias por sus palabras señor Seclén, lo felicito y quiero decirle que es injusto que después de haber dado todo por la patria se termine en el olvido. Le deseo suerte.

Joaquín vio alejarse a los viejos soldados y se dijo a sí mismo: "Ellos han sobrevivido y dado mucho por el país y por nuestro pueblo en tanto que yo sólo he sobrevivido a una epidemia de peste bubónica y no he hecho aún nada por mi pueblo".

En ese momento vio que ingresaba a tomar un refresco un personaje al que reconoció de inmediato. Joaquín se levantó y se acercó a saludarlo:

-"Doctor Ugaz, qué gusto me da volverlo a ver después de tantos años", dijo mientras le extendía la mano.

-Cómo está usted amigo. Discúlpeme por no recordar su nombre pero lo recuerdo perfectamente; usted era el amigo del doctor Arias y estuvo con él cuando se presentó la peste bubónica en la Villa de Eten. Lo que son las cosas amigo, qué coincidencia, nos volvemos a encontrar en situaciones parecidas.

-"¿Qué pasa, otra vez hay peste en Chiclayo?", preguntó Joaquín con apuro y angustia.

-No se alarme amigo, la peste está en el Puerto de Paita y además hay una epidemia de fiebre amarilla en Piura que amenaza con llegar acá. Hay noticias de que se encuentra en Olmos y Motupe por lo que ha venido un médico norteamericano a fin de tratar de que la epidemia no alcance a

Chiclayo o se controle en lo posible; voy a una reunión a la Municipalidad.

-"¿Lo puedo acompañar doctor?, hace un momento me preguntaba qué podía hacer por mi pueblo y creo esta es la oportunidad, además ya soy veterano en estas lides", dijo Joaquín, soltando la carcajada junto con el Dr. Ugaz.

-Bueno amigo … Joaquín … ya recordé ése es su nombre, recordarlo era cosa de tiempo, esta cabeza con los años me está comenzando a fallar. Vamos juntos, la reunión es pública.

CAPÍTULO 2

Reunidos para afrontar la epidemia

El local provisional del Concejo Provincial se encontraba en la calle 7 de enero # 123. Disponía de un pequeño salón de reuniones en el que estaba dispuesta la mesa de honor con las autoridades y frente a ella el público asistente. El Dr. Ugaz y Joaquín ingresaron al salón, tomaron asiento y de inmediato el Dr. Ugaz empezó a poner al día a Joaquín:

-Como usted ha estado fuera muchos años, debe estar desactualizado: el señor del centro es el Teniente Alcalde Germán O. Gorbitz que está a cargo de la Alcaldía, el de la derecha es el Prefecto don Moisés Escurra y el de la izquierda el Presidente de la Beneficencia Pública, el señor Francisco Cúneo Salazar a cuyo lado se encuentra el médico titular, el doctor Armando Alva Díaz; las otras personas son foráneas.

Joaquín agradeció al doctor por la información.

El alcalde se puso de pie y habló:

-Muy buenos días a todas las autoridades presentes y a los dignos visitantes que nos honran con su presencia. Los felicitamos por su voluntad manifiesta de ayudarnos en estas horas difíciles. El señor prefecto que preside la Junta Sanitaria Departamental me ha cedido gentilmente la palabra ya que el trabajo que desempeñamos es de equipo y tanto él como cualquier otro miembro de la Junta podría haberse dirigido a ustedes. El tema que nos reúne este día es estrictamente sanitario y quién mejor que los profesionales de la salud que se encuentran aquí para que lo expliquen con conocimiento de causa. En consecuencia, dejo en el uso de la palabra al señor Francisco Cúneo, Director de la Beneficencia:

-Gracias Sr. Alcalde, esta Junta Sanitaria tiene sus funciones bien definidas y debemos tratar de cumplirlas lo mejor posible tomando las medidas preventivas que sean las más eficaces para impedir la invasión y propagación de epidemias. En esa tarea estamos y el médico titular es la persona que ha estado más cerca del problema y lo conoce mejor por lo que debemos escuchar con atención lo que nos pueda decir el doctor Alva Díaz:

-El nuevo reglamento de Médicos Titulares de 1915 estableció veintinueve obligaciones formales a las que tratamos de dar estricto cumplimiento. El veinte de noviembre del pasado año de 1920 diagnostiqué fiebre amarilla en un enfermo en Ferreñafe, pero recién el veintitrés de enero de este año se dio la alerta de la epidemia. En ese momento se produjo un levantamiento del pueblo, con ataques a los doctores y al personal que se encontraba allá; felizmente la oportuna y rápida intervención del señor Prefecto enviando tropas logró recuperar la calma, pero muchos de los soldados cayeron enfermos.

Afortunadamente, no estamos solos pues tenemos la suerte de contar con unos dignos visitantes que paso a presentar: Ellos son los médicos norteamericanos señores Henry Hanson y Morris Seeley, enviados por la Fundación Rockefeller,. A ellos hay que sumar nuestro compatriota, el Dr. Manuel Jesús Quiroz, procedente de Piura en seguimiento de la epidemia y que ha sido quien confirmó mi diagnóstico hace unos días. Invito al Dr. Hanson a dar una explicación detallada del trabajo que viene realizando.

-Quiero presentarme; soy Henry Hanson MD, con 44 años, graduado en Johns Hopkins University, con experiencia en combatir palodismo y yellow fever en zona Canal Panamá, contraje la fever en Piura y sobreviví de milagro. Ahora tengo, encargo Presidente Leguía, evitar que epidemia avance y pueda llegar Lima, más ahora que, julio, esperan delegaciones extranjeras, celebraciones de independencia. Traigo experiencia Canal Panamá sobre aplicación medidas, control vector "Aedes aegypti". Podríamos eliminar epidemia si eliminamos lugares cría mosquitos, proteger enfermos de mosquitos y destruirlos de casas donde hubieran casos de yellow fever.

Alcanzo señor Prefecto, resolución gobierno, donde, hago cargo todas actividades sanitarias, desde Callao hasta frontera norte. Espero colaboración absoluta. Espero también pronta llegada de otro médico de mi país, doctor Carter.

Señor Alcalde, permítame recomendarle como apoyo combatir epidemia, mejorar servicio recolección destrucción basura.

-"Efectivamente", respondió en el acto el Sr. Gorbitz: "Contamos con un mejor servicio de recojo de basura. Se adquirió hace unos años seis carretas con sus respectivos mulos y enseres y contamos en la actualidad con una buena cantidad de galones de Kreso, que están a su disposición cuando Ud. Lo requiera.

El agua la suministra una empresa particular que la extrae de la acequia por bombas y la deposita en grandes tanques de fierro, siendo distribuida en pipas de más o menos cinco galones a siete centavos, en carretas o en un carrito que corre por la línea del tranvía.

El Honorable Concejo a mi cargo, viene preocupándose por mejorar la salud pública. Estamos exigiendo que los vecinos mantengan limpios sus corrales donde pernoctan en muchos casos las vacas que por las tardes vemos regresar del campo. Es común la existencia de corrales y gallineros, lugares donde posiblemente viven ratas, pericotes amén de muchos insectos como pulgas, piojos, piques chinches que han llegado hasta las bancas de la Iglesia Matriz, sin dejar de mencionar las moscas, mosquitos , zancudos que no dejan dormir por las noches .

Les agradecemos señores médicos por haber venido a este laborioso pueblo de Chiclayo para ayudarnos a combatir la epidemia que aqueja a nuestros pueblos, habiéndose notificado algunos casos en haciendas como Cayaltí e incluso en Zaña.

Inesperadamente, el Dr. Ugaz se puso de pie y pidió la palabra: "Señor Alcalde y demás miembros de la Junta Departamental Sanitaria, doctores; les habla un médico que no sólo ha sido medico titular de Chiclayo sino también Presidente de la Beneficencia Pública y además Alcalde de la ciudad. Por experiencia personal puedo decirles que esta fiebre es endémica en ciertas zonas del departamento debido a la existencia de ´cierta cantidad de calor´ que facilita la proliferación de mosquitos y porque en algunos barrios sucios y mal ventilados ´el viento no dispersa a los mosquitos´. Además hay que tener en cuenta el peligro que representa para el agravamiento de la epidemia el alcoholismo, la descomposición de los alimentos mal almacenados. Por todo ello, es importante ante esta fiebre mantener ´la moral´".

En ese momento ya se agolpaban muchos curiosos en la puerta de ingreso al salón; de entre los cuales salieron unos gritos: "Doctor, hay que cerrar la chichería de "Las Huevonas´", lo que provocó la carcajada de la muchachada allí congregada.

El Prefecto Escurra levantando la voz ordenó a los guardias que cogiesen a aquel atrevido individuo. Al escuchar la orden, los apostados en la puerta desaparecieron como por arte de magia.

El Dr. Ugaz refunfuñando salió del salón como queriendo ir tras el autor de tal osadía: "Si cojo a ese zanguango mequetrefe, se va acordar toda su vida".

El señor Prefecto, retomó la palabra: "El tema de la fiebre amarilla es serio, no es una comedia como la escrita con ese nombre por el ecuatoriano Nicolás Augusto Gonzales". Y cuando volvió la calma, la autoridad invocó a toda persona que deseara apoyar a acercarse al Hotel Royal al costado de la Iglesia Nueva que era donde por el momento estaban hospedados los ilustres visitantes.

CAPITULO 3

Llega la epidemia

Tiempo después, los médicos norteamericanos se encontraban en su provisional cuartel de operaciones del Hotel Royal. El doctor Carter, hablaba con el doctor Alva Díaz:

-Vamos Doctor, examinar enfermo, calle Maravillas.

Se dirigieron a la dirección indicada y el doctor Alva hizo un poco como traductor para ambos lados.

-"Doctorcito", manifestó la dueña de casa: "Mi esposo tiene fiebre que le sube y le baja, escalofríos, le duele bastante la cabeza, también todo su cuerpo y no puede levantarse de la cama, además tiene vómitos."

– "Señora, ¿Qué ha hecho al respecto", preguntó el doctor Alva

-Le estoy dando baños de pies con agua bien caliente, hago que coma bastante mostaza y que tome vinagre con limón; eso me lo enseñó mi abuelita, doctorcito.

Después de la entendible traducción hecha por el doctor Alva al doctor Carter, éste examinó al enfermo dándose cuenta de que tenía las pupilas dilatadas, la lengua roja, el aliento fétido, la coloración amarillenta de la piel y hemorragia nasal. "Señora", dijo el doctor Alva, "el doctor Carter recomienda aplicar al enfermo baños fríos cada cuatro horas. Dele, además, purgante, naranjas y trozos de hielo para evitar el vómito"

Salieron fuera de la habitación los dos médicos y el doctor Carter le preguntó a su colega: "¿Opina igual Doctor? ¿Yellow fever? ". "Si, doctor, definitivamente es fiebre amarilla. Ya llegó a Chiclayo" y procedió a aplicar al enfermo el suero desarrollado por el doctor Noguchi.

Al dejar aquel hogar dieron instrucciones al personal contratado para que fumigase la casa.

Poco después les avisaron que había un fallecido en el Hospital de "Las Mercedes". Presurosos, se dirigieron al nosocomio. El cadáver ya estaba en el depósito mortuorio . El doctor Carter ordenó la autopsia pero dejó el papel principal al doctor Alva ya que a sus sesentinueve años el doctor Carter se encontraba bastante fatigado por los acontecimientos.

El doctor Alva comenzó el procedimiento diciendo: "Varón, de treintaicinco años aproximadamente, su cuerpo presenta coloración amarillenta en el pecho, cara y hasta cierto punto en las extremidades, no hay indicios de rigor mortis; al corte, el tejido adiposo es amarillo".

El doctor Carter preguntó: "¿cómo está hígado?".

Prosiguió el doctor Alva :"Hígado no hipertrofiado, color amarillo ocre, con algunas zonas dispersas de congestión capilar superficial, estómago hinchado con gas … al abrirlo, se encuentra congestión de la mucosa con vasto rezumamiento petequial, contenido color pizarra, marrón y negruzco, congestión en el duodeno y yeyuno, mucosa muy congestionada y sangrante".

-"Suficiente", dijo Carter, "yellow fever". "No hay duda", corroboró el doctor Alva.

Pasaron los días y los casos que se presentaban eran más numerosos; los médicos norteamericanos así como el doctor Manuel Jesús Quiroz y el doctor Alva acudían al llamado de los enfermos, llamado tardío ya que la gente primero se ponía en manos de brujos y curanderos; en muchos casos, éstos daban brebajes a los enfermos y en otros sus procedimientos eran más formalistas como hacer quemar en los corrales cachos de chivo "para limpiar la casa de la enfermedad". Así, contaminaban el ambiente e incomodaban a los vecinos, algunos de los cuales "blanqueaban" sus fachadas y puertas con cal para que la enfermedad "no entrara". Cuando el paciente empezaba a vomitar un líquido oscuro, el llamado "vómito negro" (que era la sangre coagulada), recién se le llevaba a los médicos en cuyas manos moría, lo que reforzaba la desconfianza de la gente.

Comenzaban a llegar los informes de casos en Íllimo y Lambayeque y por el lado sur en Eten y Reque.

La primera medida tomada por el doctor Hanson fue prohibir las reuniones después de las seis de la tarde, las cuales incluían las que se realizaban en la Iglesia, cinemas, escuelas e incluso las funciones de circo, para evitar que la aglomeración de personas favoreciera la difusión de la enfermedad.

Hanson, en uso de los poderes excepcionales dados por el gobierno, ordenó que se formaran cordones sanitarios a cargo de soldados del ejército en los límites entre Lambayeque y el departamento de La Libertad.

Por su parte, el doctor Alva Díaz visitaba pueblos como Motupe, Olmos, Ferreñafe, Eten y ponía todo su empeño en la atención de los enfermos, al igual que en Chiclayo, aplicando vacunas o sueros desarrollados por el doctor Noguchi, que eran traídos de los Estados Unidos como apoyo de la Fundación Rockefeller.

Por otro lado, algunos médicos locales se esforzaban por desacreditar a los médicos visitantes, señalando que al no haber "vómito negro" no podía ser la fiebre amarilla, que el diagnóstico dado estaba errado y que en todo caso era "malaria grave" o en otros casos "fiebre biliosa hemoglobinúrica" de manera que consideraban que las medidas tomadas no eran las adecuadas. Con esas opiniones provocaban entre la gente del pueblo una mayor resistencia a las medidas dispuestas por los extranjeros..

En la tranquilidad de su hogar, Joaquín sonrió al leer una noticia según la cual el periodista habría visto que los zancudos infectados se embarcaron en el tren de Tumán y desembarcaron en el Puerto y la Villa de Eten. Joaquín dijo para sus adentros: "Se aprovechan de las circunstancias para vender periódicos".

CAPITULO 4

Atacando la epidemia

Los médicos trasladaron su cuartel de operaciones a una casa grande con muchos patios y habitaciones, ubicada en la calle Real, gracias a las gestiones de la Junta Departamental. El doctor Hanson contrató cerca de cien hombres y les dio el encargo de evitar que los zancudos se desarrollaran en los depósitos de agua de las casas. Joaquín también se presentó al llamado del doctor Hanson pero como voluntario. Por sus antecedentes fue nombrado jefe de una cuadrilla.

A todos los que iban a participar en la tarea preventiva, el doctor Hanson les dio las siguientes indicaciones: "Revisar toda tinaja, botija, piedra de filtrar, barril o noria … hacer que personas proteger depósitos, traer informe diario."

Al visitar las casas se encontraban con el rechazo de la gente que no quería renovar sus depósitos de agua. Ante esa situación, agravada en los casos en que nadie salía a atender, el doctor Hanson ordenó que el agua fuese colada con una tela fina a fin de identificar las larvas y que, adicionalmente, se tomara nota de las casas cerradas.

Mientras tanto transcurrían los días y las cuadrillas organizadas por zonas recorrían calle por calle, casa por casa; hasta se verificaban los techos y las pilas de agua bendita de la Iglesia Matriz o de la Capilla Verónica. El descontento era general, tanto así que se publicaron en un periódico los siguientes versos:

Pretextando el saneamiento/ de todo el departamento/ hay una plaga en cuadrilla/ de gentes gusaraperas/ que al pobre pueblo exaspera/ más que la fiebre amarilla.

El doctor Alva, de regreso de los pueblos, estaba consternado. De acuerdo al registro de las autoridades, había más de dos muertos diarios y ello sin tomar en cuenta que en las haciendas algunos administradores rehusaban proporcionar cualquier información. Fue a ver al doctor Hanson y le pidió una mayor atención de los pueblos visitados pero la respuesta que recibió fue inesperada:

-Voy a explicarle, quede claro doctor Alva; No hay personal suficiente … atender pueblos pequeños, allí la yellow fever eliminar sola, para lograr objetivo debemos aplicar con firmeza "Key Center Theory" (Teoría de los Centros Claves): pequeños pueblos no ser amenaza, muchos se harán inmunes, en cambio, grandes urbes, como Checlayo, la yellow fever desaparecerá, si realizar rigurosa campaña contra mosquitos. Si logramos reducir porcentaje de larvas de "aedes" de depósitos de agua analizados, fiebre desaparecerá automáticamente .Del huevo hasta que llegue a adulto en condiciones favorables tenemos diez días para eliminarlos.

El doctor Alva se retiró indignado por la frialdad de las palabras de Hanson y por lo convencido que estaba de su teoría. Interiormente se preguntaba: "¿Entonces, Motupe, Olmos, Íllimo, Eten, Reque, las haciendas que estoy visitando y otros pueblos más serán abandonados a su suerte?; mientras pueda acudiré para aliviar en algo el padecimiento de la gente, llevando suero o impartiendo recomendaciones a las autoridades locales".

Transcurrían los días, finalizaba abril y eran pocos los resultados obtenidos. Continuaban las fumigaciones en las casas de los enfermos, motivo por el cual muchas personas ocultaban que tenían enfermos en casa porque estaban convencidos de que la fumigación causaba daño a sus pertenencias.

Los médicos norteamericanos trabajaban sin descanso, al igual que los peruanos. El doctor Hanson estaba indignado al enterarse de que los cordones sanitarios impuestos eran burlados permanentemente y se habían convertido en fuentes de contagio; muchos soldados cayeron enfermos y huyeron al sur junto con peregrinos y comerciantes que viajaban a alguna festividad religiosa. Hanson decía: "Si alguien influyente aparece en cordón sanitario y paga cinco soles o una libra dicen: "Pase señor"". El doctor Quiroz trataba de explicarle que eso era parte de la idiosincrasia de los pueblos en vista del pobre nivel cultural y la reducida capacidad económica de las gentes que explicaba por qué ese tipo de actos era visto como normal.

-Sí, me duele que personas de pueblos mueran, calculo que datos oficiales son 10% de lo real, si en Motupi mueren, según, informe autoridades dos diariamente quiere decir, son veinte, pero debemos seguir principios, "Key Center Theory"; más dolerme indiferencia que observo, acá en Checlayo que al sonido, campanas, Iglesia, pasan cajones con dirección, cementerio y gente indiferente descansa en esquinas protegidas del sol, con sombreros paja y camisas sueltas.

Pero, por otra parte, esta no era la única preocupación del Dr. Hanson. Aunque el Gobierno Peruano se había comprometido a solventar la mayor parte de los gastos de la lucha contra la fiebre amarilla, en los hechos, los organismos correspondientes del Estado nunca cumplieron con entregar el dinero según lo acordado. El Dr. Hanson multiplicó su pedido a todo nivel mediante radiogramas, desesperado por el poco dinero que disponía, procedente de la Fundación Rockefeller, ni siquiera podía pagar adecuadamente al personal contratado.

º º º

En base a la experiencia obtenida en Guayaquil en 1918, Hanson decidió mandar construir contenedores de agua en el patio más grande de la casa que alojaba al equipo médico y pidió que le trajeran peces de todo tipo, abundantes en los ríos cercanos. Experimentó con seis especies diferentes, observando que los peces pequeños que más sobrevivían y se alimentaban de las larvas de los zancudos eran la mojarra y el chalcoque aunque el que cumplía mejor la tarea y el más resistente era el que llamaban " life."

Pasó otro mes y llegó junio. El doctor Hanson reunió a su equipo y le dijo: "Vamos contraatacar epidemia, criaremos y distribuiremos peces llamados ´li-fe`, servirán como larvicidas. Estos pececillos, que su nombre se escribe li-fe como una palabra en ingles TRAERAN LIFE (vida) a este pueblo".

Comenzó una tarea contra el reloj. Se capturaban y criaban los peces y con baldes las cuadrillas comenzaron a recorrer las calles, tocando casa por casa. Joaquín y sus compañeros trataban de convencer a la gente de que acepte los pescaditos:

-"Señora, le ruego que reciba unos pescaditos", era el pedido cotidiano, y la respuesta habitual: "No señor, cómo quiere que deje esos pescaditos en mi agua porque cuando ´se ocupen` me la van a ensuciar".

Un día, la curiosidad llevó a Joaquín a capturar zancudos en la habitación de la casa de un enfermo. Logró meterlos en un frasco de boca ancha y con una pequeña lupa observó aquellos animalitos tan pequeños que eran culpables de tantas muertes; vio que eran negros, con diseños blanco-plateados, unos anillados característicos en las patas y, de pronto, sintió por ellos una extraña sensación de respeto.

Hanson mantenía un registro detallado de gastos, casas inspeccionadas y depósitos de agua tratados. Poco tiempo pasó para que el sistema fuera aceptado por la población. Comenzaron entonces las rondas semanales de las cuadrillas y la entrega de más pescaditos cuando hacía falta. Los depósitos eran examinados y se tomaba nota de los depósitos donde se habían encontrado ninfas o larvas de los zancudos.

Ya para Fiestas Patrias comenzaron a verse los resultados pues el número de depósitos con larvas iba disminuyendo. La fiesta estaba opacada por la epidemia aunque hubo actividades cívicas, religiosas, culturales y deportivas; Joaquín trató de asistir a algunas de ellas en el escaso tiempo libre que le quedaba luego de cumplir su labor en la cuadrilla sanitaria. En el Parque Principal, la Sociedad Amantes de las Artes colocó un Arco Alegórico frente a su fachada mientras el embanderamiento fue general. Las celebraciones resultaron más numerosas en Lambayeque donde fueron inauguradas las plazas "29 de Diciembre" e "Independencia", mandadas a construir por el gobierno de Leguía. Entretanto, una delegación de alumnos del colegio San José había viajado a Lima para el desfile central del centenario.

Al presentarse casos de fiebre amarilla en Chongoyape, Hanson viajó a ese lugar a investigar. Llegó hasta un pueblo llamado "Huaca blanca" donde realizó una autopsia para comprobar la enfermedad. Ya había ocho muertos y tres pobladores estaban enfermos, el pueblo se encontraba exaltado y Hanson con su característica frialdad le habló a la gente congregada en la plaza principal:

-Señores, ustedes no pueden parar la yellow fever , yo sí, este pueblo no ser pueblo importante para control sanitario general, muchos tendrán la fiebre algunos recuperarán, otros morirán.

Un hombre de entre la multitud gritó: "¡Qué brillante futuro nos espera!

-Sus autoridades … encargarse … de hacer cumplir recomendaciones que estoy dejando. Gracias.

º º º

En Chiclayo los médicos norteamericanos tenían como única distracción nocturna tocar algún instrumento musical y cantar. El Dr. Morris Seeley inspirándose escribió un poema reflejando el conflicto entre los médicos y la población titulado "El final del camino amarillo" y de vez en cuando repetía:

"And they piled them up, tier on tier,(….)"

Ya para mediados de año la fiebre amarilla había llegado a Trujillo con la consiguiente muerte de muchos pobladores pero la experiencia obtenida permitía una mayor efectividad en la lucha contra la afección.

Haciendo un breve alto en esa lucha, los médicos norteamericanos decidieron darse tiempo para asistir a una corrida en la Plaza de toros de Chiclayo a la que se ingresaba por un largo callejón desde la Plazuela Aguirre. Quedaron muy sorprendidos al observar la excitación de los chiclayanos con la fiesta que enfrentaba a toreros españoles con astados locales mientras una banda tocaba pasodobles. La algarabía de la gente era total, las flores y los sombreros volaban en señal de alegría y mientras tanto la epidemia quedaba olvidada por unas horas.

º º º

El doctor Henry Carter dejó Chiclayo al sentir su salud resquebrajada por el trabajo. Se despidió de sus colegas en la puerta principal de su cuartel general -y vivienda por varios meses- , en especial del doctor Alva con quien había hecho gran amistad y al que alentó por su trabajo sobre la fiebre amarilla en la región.

El doctor Alva con tristeza le respondió: "Usted ha sido como un maestro para mí, sus sabias enseñanzas las tendré presentes por siempre"

Carter subió al tranvía jalado por una mula, que pasaba por la calle Real en dirección a la Estación del Ferrocarril a Eten , y alcanzó a decir: "Le escribiré amigo Alva, téngalo por seguro"

º º º

Así llegó noviembre. Un día, el doctor Hanson, después de leer sus anotaciones, dio una noticia a sus colegas :" A pesar carencia agua potable, el método utilizado dejar pececillos en depósitos de agua de casas fue simple, barato y efectivo, número de casos de depósitos con larvas ha disminuido a menos de 3% , yellow fever ha sido controlada". Los abrazos y felicitaciones entre todos los miembros del equipo, norteamericanos y peruanos fueron efusivos y sinceros; lo mismo sucedió entre las personas que como Joaquín tenían una relación de trabajo diario con ellos. A continuación, agregó el Dr. Hanson:

"He llevado un registro minucioso y puedo decirles que total, visitas reiteradas, durante estos meses a las casas en Chiclayo ha sido de varios miles, incluyendo casas encontradas cerradas, depósitos de agua revisados, con larvas o también con ninfas (aunque para este caso fue sólo de un par de miles) y, por último, el número de peces distribuidos ha sido enorme, siendo Checlayo el primero donde se realiza este labor."

º º º

A fines de año, los médicos norteamericanos dejaron Chiclayo. En la estación del ferrocarril a Eten fueron ovacionados por las ocasionales personas que se encontraban allí: "!Vivan los gringos¡" se escuchaba; la gente aunque tarde había comprendido la labor que habían venido a realizar. Atrás quedó la campaña promovida por el diario "El País" en contra de los médicos extranjeros. Hasta un espontáneo se lanzó a decirles unos versos:

"La fiebre y los gringos llegaron/ en este pueblo se encontraron/

La amarilla desapareció/ pero el amarillo de su pelo quedó",

siendo aplaudido por la multitud. Joaquín también estuvo presente en la despedida de los doctores. El Dr. Hanson lo cogió del hombro mientras le decía: "Gracias por su ayuda, usted representa al checlayano que da su mano, sin esperar nada a cambio". Al partir el tren, no quedó en la estación una persona que no levantara los brazos despidiéndolos; Joaquín, al bajar sus brazos, golpeó a una persona tras él y cuando volteó para disculparse tuvo una sorpresa: "¿Dr. Ugaz usted también por acá?"

-Entre nos, amigo Joaquín, estos médicos "gringos" a su estilo pero nos ayudaron y salvaron de esta epidemia, hay que reconocerlo.

Joaquín lo interrumpió diciéndole: "Roguemos porque este encuentro con usted no sea motivo de otra epidemia". El doctor Ugaz le palmeó la espalda y respondió: "Entonces nos faltan muchos encuentros porque sé de otras epidemias más" y, riéndose, los dos caminaron de regreso al centro de la ciudad.

Epílogo

Algunos años después se demostró que la Teoría de los Centros Claves estaba equivocada aunque hubiera servido para controlar la fiebre amarilla en las zonas urbanas. Asimismo, los hallazgos del doctor Noguchi y su desarrollo de sueros y vacunas resultaron inútiles en el caso que nos ocupa.

Hanson fue nombrado Director General de Salubridad del Perú, cargo en el que estuvo cuatro meses al cabo de los cuales presentó su renuncia y regresó a los Estados Unidos.

El doctor Carter murió en 1925.

Hacia enero de 1928, mediante la Ley Nº 5967, se concedió a los Médicos Titulares goces de jubilación, cesantía y montepío y a que en caso de invalidez o muerte en acto de servicio, continuase la pensión integra para él o la viuda según el caso.

Sólo en 1937 una vacuna eficaz contra la fiebre amarilla llegaría a estar disponible.

El doctor Hanson falleció en 1954 .

Nota final

La investigación documental para escribir este relato, se ha basado en los trabajos de Marcos Cueto: "El Regreso de las Epidemias" (2000) y" Excelencia Científica en la Periferia" (1989) además del libro de Jorge Lossio "Acequias y gallinazos" (2003) y del capitulo XVIII del libro "The pied piper of Perú" del Dr. Hanson (1962).

En lo concerniente al primer capítulo he consultado La Revista Centenaria (1935) y la "Monografía de Lambayeque" de Carlos Bachman (1921) .

Además he obtenido datos de la memoria del Alcalde Francisco Cabrera (1917), de los Anales del I Congreso de irrigación del norte (1928), de los artículos "La fiebre amarilla "de Nixa (19-10-94) y "28 de julio de 1921:Centenario para recordar" de Antonio Serrepe Ascencio(Suplemento especial de "La Industria" 28-07-2000)

Adicionalmente, he conseguido información complementaria en internet como una carta de respuesta enviada por el doctor Alva al doctor Carter, que se conserva en los archivos de la Universidad de Virginia y que me sirvió para imaginar un diálogo entre ellos. Así mismo hay que considerar dos cartas que el Dr. Hanson envía al Dr. Carter sobre la fiebre amarilla en Chiclayo y cuyos originales se conservan en el lugar ya mencionado. En una de esas cartas el Dr. Hanson se queja de la falta de dinero por incumplimiento del Gobierno.

Anexo

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Autor:

Miguel Angel Diaz torres

 

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