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Globalización de la cultura, equidad y justicia social



    La globalización[1]es un
    fenómeno histórico – cultural objetivo,
    resultado del desarrollo de la ciencia, la técnica y la
    cultura en general. Sin embargo este proceso de
    planetarización de las relaciones económicas,
    políticas y sociales ha devenido infecundo para las
    grandes masas del planeta. Más que desarrollo cultural
    humano, la globalización neoliberal ha traído como
    consecuencia que aumenten las barreras existentes entre los
    pobres y los ricos, a través del dominio de las
    transnacionales y la unipolaridad del imperialismo
    norteamericano, con la caída de la URSS y el campo
    socialista que servían de medio de
    contención.

    La realidad global es presentada y concebida por algunos
    ideólogos del mercado y el consumismo, como la apertura
    del "paraíso". Sencillamente, "el abandono de los sistemas
    económicos, políticos y sociales fundados en las
    doctrinas del "socialismo científico", la
    revolución informática ocurrida en las
    últimas décadas del siglo xx y la
    mundialización de la economía son fenómenos
    que se perciben en los países por comodidad llamados
    "occidentales" como pruebas de la llegada de una época,
    aparentemente definitiva, en la que se producirán la
    homogeneización de las sociedades humanas en todos los
    confines del planeta, la adopción cada día con
    mayor vigor de la forma de vida occidental, la renuncia a las
    costumbres, a los hábitos ancestrales de los pueblos del
    mundo y en general la desaparición de las culturas
    vernáculas: "De aquí en adelante -dice Francis
    Fukuyama en su ensayo sobre el fin de la historia– todo va a ser
    más o menos igual; alternativas al mundo actual no van a
    existir"".

    Esta afirmación da por hecho que el mundo actual,
    aquel que verdaderamente merecía el nombre de "mundo
    actual", es el de los Estados Unidos, de donde Fukuyama es
    ciudadano; o probablemente el de los aeropuertos y el de las
    vialidades y centros comerciales que siguen la moda
    norteamericana de desarrollo urbano- suburbano de las principales
    ciudades europeas, de algunas asiáticas y hasta de una que
    otra de las capitales latinoamericanas, que en efecto, no se
    puede negar, se parecen extraordinariamente entre sí. El
    mundo, según Fukuyama, serían todos aquellos
    espacios sociales en donde la economía de mercado tiene
    absoluto dominio; en donde un buen número de quienes los
    integran adoptan las modas vestimentarias de tipo occidental y
    aquél en donde los individuos tienen acceso a los
    productos tecnológicos de la industria de la
    informática[2]Así, dicen otros
    autores, el mundo será como una gran aldea
    global"[3]. Sí, pero una aldea moldeada
    acorde a los intereses de las grandes corporaciones industriales
    y comerciales y de las tecnologías que en el seno de los
    propios países han aniquilado la pequeña y mediada
    empresa para satisfacer su voraz dominio
    mundial[4]

    Hoy el mundo vive un momento difícil, pues la
    globalización neoliberal no sólo impide el
    desarrollo del llamado tercer mundo, sino que está
    poniendo en peligro la propia existencia de nuestro planeta con
    su acción depredadora. Por eso urge una ecosofía
    que funde una conciencia de resistencia y de lucha. Una
    utopía realista, sustentada en la cultura del ser y la
    existencia humana para bien de todos. De lo contrario, no
    habrá ni perdedores ni ganadores, sino desaparición
    del planeta y de toda la humanidad.

    En este panorama sombrío la cultura tiene mucho
    que decir y hacer, en defensa de su propia existencia. Como
    realmente no ha ocurrido una globalización de la humanidad
    de la cultura, fundada en la tolerancia, el diálogo, la
    solidaridad, la equidad y la justicia social, es necesario, desde
    la cultura misma, defender nuestras identidades con
    espíritu de raíz y vocación
    ecuménica.

    El ensayo de Martí "Nuestra América",
    puede servirnos de guía. Es un manifiesto identitario, que
    alumbra con luz de estrella[5]La identidad
    nacional integra en su expresión sintética la
    comunidad de aspectos socioculturales, étnicos
    lingüísticos, económicos, territoriales, etc.,
    así como la conciencia histórica en que se piensa
    su ser esencial en tanto tal, incluyendo su auténtica
    realización humana, y las posibilidades de originalidad y
    creación. Por eso la globalización neoliberal de la
    cultura resulta insostenible. La aprehensión cultural
    cuando está huérfana de ideas y propósitos
    raigales mata la creación humana. Y la
    globalización neoliberal de la cultura lo único que
    puede "aportar" es el intercambio de actividad y productos
    enajenados y con ello las crisis de valores y los vacíos
    existenciales.

    La identidad nacional no es una entelequia a priori que
    se sitúa por encima de los pueblos y naciones. Es, en su
    realidad concreta, un proceso y resultado de la actividad humana
    en su historia particular, como vía de acceso a la
    universalidad de su ser esencial. Proceso que transcurre como
    afirmación y reafirmación del ser histórico,
    singular, en tanto condición imprescindible para
    participar de la universalidad.

    Resultado que encarna y despliega en síntesis lo
    singular auténtico, enriquecido, expresado ya como
    universal concreto. "Por ello -escribe Alejandro Serrano
    Caldera-, el latinoamericano se plantea la identidad como
    problema previo, y su filosofía, en lugar de constituirse
    sobre la reflexión de los universales tradicionalmente
    aceptados como sujetos del empeño filosófico, se ha
    iniciado en la búsqueda de la especificidad de lo
    latinoamericano que es la condición de la universalidad de
    su ser.

    Si la filosofía, -enfatiza el filósofo-
    como lo señala Leopoldo Zea, es actividad humana que tiene
    por objeto resolver problemas humanos, es claro que en nuestra
    circunstancia la tarea principal de la filosofía consiste
    en plantearse y resolver el más humano de nuestros
    problemas que es el de la identidad de nuestro
    ser"[6].

    Esta tesis, en función de la identidad
    latinoamericana, es común en cuanto a su esencia a toda
    identidad particular. Además resulta impensable e
    imposible concebir lo latinoamericano al margen de las naciones
    que lo integran y concretan.

    Sencillamente lo específico y propio de lo cubano
    y lo latinoamericano, determinan y encarnan la dialéctica
    de lo singular y lo particular, en un proceso de síntesis
    hacia lo universal y concreto. Es precisamente en esta
    dinámica donde se despliega y toma cuerpo la cultura
    cubana y latinoamericana con vocación de universalidad.
    Sencillamente "lo universal está contenido en lo
    particular; éste es denso precipitado de la universalidad.
    La búsqueda de nuestra particularidad como latinoamericano
    es condición de la búsqueda de nuestra
    universalidad como seres humanos; ser latinoamericano es el
    principio que nos aproxima al
    ser…"[7].

    La comprensión de este proceso dimana de la misma
    realidad histórica en que se ha ido gestando la identidad.
    "Identidad hecha, como todas las identidades, en la historia,
    combinando las razas y culturas propias de las razas que se han
    dado cita en esta región"[8].

    La identidad no se forja en la imitación de lo
    extraño, ni con la copia mimética de las
    influencias extranjeras ni con patrones homogéneos
    impuestos. No es posible homogeneizar la
    cultura[9]Es un proceso dialéctico de
    afirmación, negación y creación que encarna
    una realidad histórica concreta por sujetos reales y
    actuantes. Es su propia obra objetivada en lo esencial en la
    cultura nacional o regional, condensada en una fuerza material y
    una conciencia histórica que afirma el ser del pueblo y
    condiciona su desarrollo.

    La cultura, en tanto ser esencial y medida del
    desarrollo alcanzado por el hombre en su quehacer
    práctico-espiritual, representa una categoría clave
    para revelar la esencia de la identidad nacional y sus mecanismos
    de desarrollo. Su valor teórico-metodológico es
    evidente, pues con su ayuda "se pueden determinar las
    peculiaridades cualitativas de las formas
    histórico-concretas de la vida social de la actividad de
    los diferentes grupos sociales, el grado de perfeccionamiento que
    ha tenido su producción material y espiritual, de los
    aspectos originales y propios de ese conglomerado
    social…"[10] así como sus dominios
    universal y específico en que se expresa.

    La cultura como proceso y resultado de la actividad
    humana, deviene así grado cualitativo de
    universalización del hombre y de su obra, a tal punto que
    lo reproduce en calidad de sujeto humanizando la naturaleza y
    haciendo historia.[11] Todo enmarcado en un
    proceso continuo de producción, reproducción,
    creación e intercambio de la obra humana en sus
    múltiples manifestaciones. Es un proceso donde el hombre
    encarna su ser esencial y con ello mira el pasado, afianza el
    presente y proyecta el futuro, a partir, del reconocimiento de
    las posibilidades y los límites en que se despliega su
    energía creadora en un marco histórico
    concreto.

    Al margen de la cultura es imposible revelar la
    dialéctica de lo general y lo particular, lo
    autóctono y lo foráneo, lo auténtico y lo
    inauténtico de un país o sociedad concreta. Su
    función integradora dimana del hecho de que "la
    producción social, siendo la producción de las
    condiciones materiales de vida de los hombres, de sus relaciones
    y su conciencia es, al mismo tiempo, la producción por
    ellos de sí mismos, su autoproducción, lo que
    existe no como rama independiente y aislada de la actividad
    humana, sino como forma de la propia producción material y
    espiritual"[12].

    Cada cultura, en su proceso dinámico de
    desarrollo y en la encarnación real de sus resultados,
    concreta en síntesis múltiples determinaciones y
    mediaciones en que tiene lugar su existencia como tal. La cultura
    nacional que sirve de núcleo integrador a la identidad de
    un país, resulta de la conjunción dinámica
    de muchos aspectos y productos sociales, humanos, de
    índole universal, particular y singular, engendrados en la
    historia como proceso de asimilación y creación,
    donde cada país, en función de sus condiciones
    histórico-concretas y los hombres que participan en
    calidad de sujetos históricos, obtiene un determinado
    resultado que avala su existencia, y la razón de su ser
    esencial. Un producto nacional, que en la medida que expresa y
    compendia una historia real concreta, resulta original y
    auténtico, a tal punto que se objetiva y traduce en una
    base o fundamento de sustentación de la existencia, y en
    una fuerza generadora de sentimientos y conciencia
    históricas.

    Sin embargo, la cultura no constituye una entidad
    abstracta fuera de las clases. Si la cultura es producción
    del hombre sociohistóricamente determinado, es
    lógico que las sociedades o naciones divididas en clases
    trasciendan sus ideologías a la
    cultura[13]

    La globalización neoliberal de la cultura, en su
    intento hegemónico, trata por todos los medios de
    convertir a la humanidad en sierva de sus designios. Hace de ella
    fácil presa para que asuma acríticamente sus
    costumbres, hábitos y gustos. Para ello lo primero que
    hacen es desarraigar a los pueblos, "matar" su sentido de
    identidad, negar el valor de las tradiciones y las culturas
    propias. Sencillamente, arrancar las raíces para que el
    árbol caiga, y así imponer la cultura dominante que
    enajena y envilece, sin resistencia y lucha.

    La lógica cultural neoliberal globalizadora es
    inhumana por excelencia y es necesario desarrollar una cultura
    humanista de resistencia, capaz de subvertirla y plantear nuevas
    alternativas.

    Se requiere de una cultura de la comprensión,
    fundada en la educación comprensiva de la tolerancia para
    asumir con eficacia los obstáculos de la
    incomprensión y la comprensión misma, los
    autoritarismos infecundos, la ignorancia de los retos que
    presenta la trama de la vida, tanto a nivel de conocimiento como
    a nivel de los valores, fundados en ideas, argumentos, visiones
    diferentes, de carácter egocéntrico,
    etnocéntrico, sociocéntrico, en detrimento de la
    individualidad, la socialidad o la cultura de grupos.

    Es necesario, entonces, en función de la
    comprensión productiva con todos y para todos, asumir una
    conciencia de la complejidad humana que presida las acciones con
    apertura subjetiva incluyente, para comprender las incertidumbres
    de lo real, del conocimiento, de los valores, en fin, la
    incertidumbre de la ecología y de la acción, en pos
    de la humanidad planetaria que requiere el futuro de la
    supervivencia de nuestro planeta: La humanidad como destino
    planetario, es decir, la sensibilidad de la comprensión
    para ponerse en el lugar del otro, sin dejar de ser, y sin
    atomización ni homogeneidad estériles, por ser
    ineficaces e inviables, humana y culturalmente.

    La ética de género humano, compendia en
    síntesis concreta toda la cosmovisión humanista de
    la obra de Edgar Morin, particularmente el contenido de "Los
    Siete saberes necesarios para la Educación de futuro". Su
    idea pedagógica rectora se generaliza teóricamente
    en: Una Cultura del ser existencial para la convivencia humana,
    sin autoritarismo e intolerancias estériles, como
    prerrequisito para el advenimiento de una humanidad como
    ciudadanía planetaria, donde la relación individuo
    – sociedad – especie, se aborde en toda su
    complejidad de mediaciones, determinaciones y condicionamientos
    contextuales planetarios. Una ética que propicie la
    democracia participativa y se construya en espacio comunicativos,
    sobre la base de la razón y la sensibilidad
    dialógicas[14]

    Ante la realidad dramática que impone la
    globalización cultural neoliberal no podemos cruzarnos de
    brazo. La razón utópica, consciente que es posible
    un mundo mejor, capaz de globalizar la solidaridad hace "camino
    al andar". "Hoy se impone crear una nueva ética
    civilizatoria y responsabilidad social mundial para oponer a la
    injusticia, frustración y desesperanza que ha generado los
    odios y el terrorismo de los excluidos. Un nuevo orden
    político mundial sin exclusión y de respeto a la
    diversidad social, espiritual, cultural y filosófica, un
    nuevo orden mundial con equidad y tolerancia y donde los Estados
    nacionales redimensionen y reinventen su papel y su
    soberanía; en suma, un nuevo orden mundial enfocado a
    partir de un bien común planetario en donde la
    participación activa y crítica de la sociedad civil
    mundial sea uno de los principales protagonistas. Otro mundo es
    posible, necesario y urgente"[15]. Pero hay que
    construirlo…

     

     

    Autor:

    Dr. Sc. Rigoberto Pupo.

     

    [1] Resulta interesante analizar algunas
    definiciones sobre globalización, los desaciertos, las
    manipulaciones ideológicas, las confusiones, las
    concepciones apologéticas, así como las actitudes
    de sospechas ante dicho
    fenómeno.:“Globalización, concepto que
    pretende describir la realidad inmediata como una sociedad
    planetaria, más allá de fronteras, barreras
    arancelarias (véase Aranceles), diferencias
    étnicas, credos religiosos, ideologías
    políticas y condiciones socio-económicas o
    culturales. Surge como consecuencia de la
    internacionalización cada vez más acentuada de
    los procesos económicos, los conflictos sociales y los
    fenómenos político-culturales. En sus inicios, el
    concepto de globalización se ha venido utilizando para
    describir los cambios en las economías nacionales, cada
    vez más integradas en sistemas sociales abiertos e
    interdependientes, sujetas a los efectos de la libertad de los
    mercados, las fluctuaciones monetarias y los movimientos
    especulativos de capital. Los ámbitos de la realidad en
    los que mejor se refleja la globalización son la
    economía, la innovación tecnológica y el
    ocio. La caída del Muro de Berlín y la
    desaparición del bloque comunista ha impuesto una
    acusada mundialización de nuevas ideologías,
    planteamientos políticos de "tercera vía",
    apuestas por la superación de los antagonismos
    tradicionales, como "izquierda-derecha", e incluso un claro
    deseo de internacionalización de la justicia. En todos
    los países crece un movimiento en favor de la
    creación de un tribunal internacional, validado para
    juzgar los delitos contra los derechos humanos, como el
    genocidio, el terrorismo y la persecución
    política, religiosa, étnica o social.(Biblioteca
    de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. ©
    1993-2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los
    derechos). “La globalización también es
    identificada como la era de la información ya que
    implica “La transformación histórica
    multidimensional definida por la transformación del
    sistema productivo, del sistema organizativo, del sistema
    cultural y del sistema institucional sobre la base de una
    revolución tecnológica que no es la causa pero si
    el soporte indispensable.” (Castells en Calderón,
    2004: 19). Hacernos preguntas sobre lo que queremos conocer es
    una manera de construir el conocimiento,
    “¿Qué es la globalización?,
    ¿qué elementos nos permiten definirla,
    reconocerla, aprehenderla?, Néstor García
    Canclini (2000) califica a la Globalización como un
    objeto cultural no identificado y esta adjetivación nos
    permite introducirnos en un fenómeno complejo que puede
    ser abordado desde diferentes perspectivas y sobre las cuales
    el mismo investigador señala: “No es cierto mucho
    de lo que se dice sobre la globalización. Por ejemplo,
    que uniforma a todo el mundo. Ni siquiera ha conseguido que
    exista una sola definición de lo que significa
    globalizarse, ni que nos pongamos de acuerdo sobre el momento
    histórico en que comenzó, ni sobre su capacidad
    de reorganizar o descomponer el orden social.” (Ob. Cit.:
    45), por otra parte, Maffesoli (2004) dice que quienes hablan
    de la globalización ignoran una realidad que es
    sincrética y mestiza, lo cual nos remite a lo que Morin
    (1999) llama unidualidad. ( Cornejo, Hugo. Internet y
    preeminencia del sujeto…( Tesis doctoral)

    [2] Sólo que las afirmaciones de
    Fukuyama resultan completamente contrastantes con las
    relaciones sociales, económicas y políticas que
    se producen en todos los confines del mundo y en especial con
    las complejas realidades que se viven en los países de
    nuestra América Latina. En efecto, las suposiciones del
    autor mencionado dan por hecho que en el mundo occidental mismo
    habría una especie de continuum en donde todo es libre
    competencia, acceso igualitario al consumo y formas de
    pensamiento y de cultura material homogéneas, cuando
    todos sabemos que, por el contrario en los propios
    países occidentales existen fuertes disparidades
    sociales, fuertes contrastes económicos entre los grupos
    sociales que constituyen sus poblaciones y hasta profundas
    diferencias étnicas y culturales no sólo porque
    cada uno de ellos ha sido integrado conformado por grupos
    humanos sumamente diferentes entre sí, sino porque
    además se han visto obligados a integrar a grandes
    contingentes humanos provenientes de los lugares más
    distantes del continente europeo, del territorio de los Estados
    Unidos o del de Canadá o de Australia. Los migrantes son
    parte de sus paisajes sociales. Como todo el mundo sabe, la tan
    ponderada mundialización de la economía no es
    sino la expansión de las empresas trasnacionales
    más poderosas. Las beneficiarias de la amplia
    circulación de mercancías producidas en una
    importante cantidad de países asiáticos, europeos
    y del norte de América son principalmente corporaciones
    sin rostros definidos, sin nacionalidades, sin orígenes
    claros; entidades financieras que cambian sus capitales de un
    país a otro creando supuestos booms económicos y
    quiebras de economías nacionales en unos cuantos
    días. En nuestra América Latina los casos de
    México, Argentina y Venezuela ilustran muy bien el
    comportamiento de esos organismos difusos a veces ligados a
    intereses oscuros que ponen en jaque a los gobiernos del
    área y a la soberanía de las naciones”
    (Edgar Samuel Morales. La cultura Latinoamericana en la aldea
    global. Cuadernos Americanos No. 60. Nov- Dic. Año X.
    Vol. 6. 1996, p.37.)

    [3] Edgar Samuel Morales. La cultura
    Latinoamericana en la aldea global. Cuadernos Americanos No.
    60. Nov- Dic. Año X. Vol. 6. 1996, p.37.

    [4] No obstante eso, “Parece algo
    normal hablar de globalización y, quizás evidente
    lo que se entiende por el término, pero no es
    así, ya que encontramos diversas conceptualizaciones
    para hablar de ella a partir del concepto de aldea global
    desarrollado por McLuhan, o también Manuel Castells
    habla de la sociedad red; otros autores hablan de la sociedad
    de la información y de la sociedad de la
    comunicación (Tedesco, Galindo), Pensamiento
    Único (Estefanía), en su caso Armand Mattelart la
    llama comunicación mundo. Todas estas acepciones nos
    permiten ver que hay una amplia gama de consideraciones para
    nombrar a este fenómeno de acuerdo a la ideología
    de quienes lo manipulan ( Ver de Hugo Cornejo Internet y
    preeminencia sel sujeto…(Tesis doctoral) . Sin embargo,
    “debe precisarse el significado de la
    globalización. La globalización representa un
    dato, un contexto, que incide en el significado de la
    acción social, pero que está
    convirtiéndose en lugar común. No todo
    está globalizado, pero todo está influido por la
    globalización (Garreton, 1994), y es un hecho que este
    fenómeno ha sido secuestrado por el capital financiero
    internacional. Hace falta la construcción de un
    pensamiento crítico en torno a la globalización
    que considere el conjunto de dimensiones incluidas en este
    problema: sociales, culturales, políticas,
    comunicativas, etc., y no sólo económicas o
    financieras.” (Ramírez Saíz en Reguillo y
    Fuentes, 1999: 150), lo cual muestra la complejidad del
    fenómeno y que no es posible aprehenderlo desde
    sólo una perspectiva, como la económica, que ha
    sido privilegiada desde la matriz de mercado en que se
    desarrolla el pensamiento neoliberal.

    [5] La obra de Martí, en esencia,
    síntesis de pensamiento y acción postula un
    ideario ético-político de raíz humanista
    que en calidad de paradigma media y trasciende el presente y
    sirve de base proyectual del futuro. Precisamente por esto,
    devino modelo para transitar de la nación en sí
    frustrada por la intervención norteamericana
    (nación fuera de sí) hacia la nación para
    sí.

    [6] Alejandro Serrano C. Prolegómenos
    a una teoría del ser latinoamericano. En Anuario de
    Estudios Latinoamericanos, No. 17 UNAM. México, 1985,
    pág. 20.

    [7] Ibídem, pág. 18.

    [8] Leopoldo Zea. "La Revolución
    Cubana en la dialéctica de la historia". Cuadernos
    Americanos No. 7 UNAM, México, 1988, pág. 78.

    [9] "El hombre americano -escribe Zea- se
    pregunta sobre la posibilidad de participar en la cultura
    occidental en otros términos que no sean los puramente
    imitativos. No quiere seguir viviendo, como decía Hegel,
    a la sombra de la cultura occidental, sino participar en ella.
    Es esta su participación la que debe ser original …),
    la del hombre que, a partir de unas determinadas circunstancias
    que le han tocado en suerte, interviene en la
    elaboración de la cultura (…), aportando a la misma
    las experiencias que ha originado su situación concreta.
    Es la preocupación del hombre que quiere ser algo
    más que el reflejo o eco de una cultura; la del hombre
    que quiere ser parte activa de la misma". (Leopoldo Zea.
    "América en la historia". Fondo de Cultura
    Económica), (México, 1957, pág. 12).

    [10] Pablo Guadarrama, Nicolai P. Lo
    universal y lo específico en la cultura. Edit. C.
    Sociales, La Habana, 1990, pág. 65.

    [11] Sobre esto ver C. Marx y F. Engels. La
    Ideología Alemana, primer capítulo. Aquí
    aparece un análisis profundo del devenir
    histórico del hombre y su cultura.

    [12] V. Mezhviev. La cultura y la historia.
    Edit. Progreso, Moscú, 1980, pág. 116.

    [13] Esto no significa en modo alguno
    ideologizar en grado extremo la concepción de la cultura
    y mucho menos negar los valores culturales universales.

    [14] En mi criterio, si somos consecuentes
    con la concepción de Morin, no se debe separar nunca la
    sensibilidad de la razón como hizo el paradigma de la
    Modernidad y lo repite la globalización neoliberal de la
    cultura.

    [15] Samuel Sosa Fuentes. El reto del nuevo
    siglo: la cultura global de la violencia y el terror o una
    nueva ética mundial social y humana. Cuadernos
    Americanos No. 95. Sep- oct. Año XVI Vo. 5. 2002, p.
    32.

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