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La gran responsabilidad de aquellos que son perdonados, de David Wilkerson




    La gran responsabilidad de aquellos que son perdonados, de
    David Wilkerson – Monografias.com

    La gran responsabilidad de aquellos
    que son perdonados, de David Wilkerson

    En Mateo 18, Jesús les dijo una parábola
    para enseñar a sus discípulos a qué se
    parece el reino de los

    cielos. Tal como con muchas de sus parábolas,
    cada cosa en la narración relaciona a Cristo con su
    iglesia.

    Jesús empieza por describir a un rey quien llama
    a sus sirvientes a cuenta. Las escrituras dicen: "Cuando
    él (el rey) había venido para hacer las cuentas,
    uno fue traído hasta él, el cual le debía a
    él diez mil talentos" (Mateo 18:24). He aquí un
    siervo estaba sumido en deudas. Él debía al rey el
    equivalente a cientos de millones de dólares, una cantidad
    que él nunca podría volver a pagar.

    Jesús no nos dice cómo este hombre
    cayó en tal increíble deuda.

    Algunas versiones de la parábola dicen que el
    hombre fue un esclavo, y que su deuda fue un
    préstamo impago. Sin embargo, todo lo que
    sabemos a partir del evangelio de Mateo es que él
    tenía acceso a

    grandes recursos, y él malgastó
    estos.

    Déjenme señalar dos cosas importantes con
    relación a esta parábola.

    Primero, los siervos en la parábola representan a
    los creyentes, aquellos que trabajan en el reino de
    Dios.

    Así que el siervo endeudado aquí no era
    ningún extraño en las labores del rey.

    Segundo, nosotros nos enteramos luego (en Mateo 25) que
    el propósito de Dios al dar talentos a su pueblo es el
    traer frutos delante de él.

    Todos aquellos quienes reciben talentos del Padre se les
    ha ordenado que lo inviertan. Dios no sólo reparte
    talentos indiscriminadamente.

    Él espera cosechar frutos de las inversiones que
    él vertió dentro de su pueblo.

    Evidentemente, el rey en Mateo 18 estaba tratando con
    siervos quienes habían estado expuestos por cometer
    crímenes. Y el siervo en gran deuda fue uno de los
    primeros ofensores en ser traído ante
    él.

    Este siervo fue probablemente un hombre muy talentoso,
    con muchas expectativas acerca de él.

    (De otro modo, él no habría tenido acceso
    a todo aquello que había despilfarrado).

    Todavía cuando él fue llamado a rendir
    cuentas, "Él no tenía (nada) para pagar" (Mateo
    18:25).

    De modo que el rey emitió este
    juicio: "Su Señor ordenó a él ser vendido, y
    a su esposa, y a sus hijos, y a todo aquello que él
    tenía, y la cuenta estaría cancelada" (Mateo
    18:25).

    Este hombre no tenía nada de valor para
    intercambiar por su deuda delictiva. Él no tenía
    dinero, ni bienes, nada de mérito que
    ofrecer.

    Por lo tanto, ¿qué hizo él? "Aquel
    siervo, postrado, le suplicaba, diciendo,
    Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré
    todo" (Mateo 18:26).

    Es importante conocer el significado de "suplicaba"
    aquí.

    El término en griego significa "agacharse o
    encogerse; besar como un perro que lame la mano de su
    amo."

    Este hombre no estaba sobre sus rodillas arrepentido.
    Él estaba agachándose, tratando de halagar a su
    amo.

    Él no estaba pidiendo al rey su perdón,
    sino su paciencia.

    Él buscaba otra oportunidad, suplicando, "Dame
    algo más de tiempo. Yo puedo componer mi pecado, y
    satisfacer todas tus demandas."

    La verdad era, que este siervo posiblemente no
    podría pagar por su delito.

    Él nunca podría amasar todo lo que fuera
    necesario para rembolsar los fondos que él había
    usado indebidamente y dilapidado.

    Comparo su actitud a la de un cristiano quien es
    sorprendido en adulterio.

    Cuando su pecado es expuesto, su primera reacción
    es una tristeza de perro, aduladora.

    Él llora, "OH, Dios, no dejes que pierda mi
    matrimonio, mi familia.

    No tomes mi carrera.

    No dejes que yo termine en bancarrota.

    Sé paciente conmigo.

    Yo sólo necesito otra oportunidad."
    Entonces él ruega a su esposa,

    "Por favor, dame una oportunidad más".

    Pero en realidad, este hombre nunca puede
    disimular aquello que él hizo.

    Es simplemente imposible.

    Al siervo en la parábola le fue perdonada una
    gran deuda basada solamente en la compasión y la
    misericordia. Jesús continúa la
    parábola: "El Señor de aquel siervo fue movido a
    misericordia, le soltó,

    y le perdonó la deuda" (Mateo 18:27).

    ¿Por qué habría el rey de ser
    movido a misericordia hacia este hombre adulador? El siervo no
    estaba arrepentido.

    De hecho, él no tenía ningún
    concepto de la pecaminosidad excesiva de su delito.

    Nosotros encontramos esto luego en la parábola,
    cuando su corazón es revelado por ser duro y sin
    compasión.

    Este hombre era un actor, sin ninguna intención
    de cambiar.

    Y seguramente el rey discernió
    aquello.

    Después de todo, el rey aquí representa al
    mismo Cristo.

    Él tenía que saber que el siervo estaba
    tratando de jugar con sus sentimientos para provocar su
    compasión.

    Todavía, a pesar de esto, el rey fue movido a
    misericordia por él.

    ¿Por qué? Esto no fue a causa de las
    lágrimas del hipócrita.

    Y esto no fue porque el siervo rogó por un poco
    más de paciencia y un poco más de
    tiempo.

    No, el rey fue movido por los atroces pecados que
    plagaban el corazón y la mente de este hombre.

    Vean ustedes, solo un engaño terrible
    podría ocasionar que este siervo creyera que él
    podría realmente pagar la deuda a su amo. Su actitud solo
    reflejaba cuán insignificante él pensó que
    era su pecado.

    Para él, esto fue solo una pequeña
    equivocación que necesitaba tiempo para ser
    reparada.

    Él estaba convencido que si trabajaba bastante
    duro, él podría usar su habilidad para balancear
    los libros. Pero el rey percibía esto de otra
    manera. Ninguna cantidad de méritos ó voluntad
    propia podría

    quitar la inmensa deuda en que este hombre había
    incurrido.

    ¿Está usted captando el
    mensaje?

    Según Jesús, nosotros no estamos
    verdaderamente arrepentidos hasta que no reconozcamos que es
    imposible para nosotros reparar nuestros propios
    pecados.

    Nosotros nunca podremos devolver el pago a Dios por
    nuestras transgresiones, ya sea a través de
    nuestras oraciones, consagración o buenas
    intenciones.

    El Nuevo Testamento aclara esto.

    En el Antiguo Testamento, el adulterio fue declarado un
    pecado para ser castigado severamente.

    Jesús tomó el pecado de adulterio mucho
    más seriamente aún.

    Él dijo que si una persona mira a alguien
    lujuriosamente, él ya ha cometido adulterio.

    En síntesis, bajo el Nuevo Testamento, la demanda
    de Dios por santidad vino a ser mucho más
    grande.

    Ahora, el rey en la parábola de Jesús
    sabía cuán aplastante eran las consecuencias del
    pecado de su siervo.

    Y él podía ver que si él
    exponía a este hombre a todas aquellas consecuencias, el
    siervo estaría perdido para siempre.

    Después de todo el siervo estaba ya enceguecido
    por lo terrible de su pecado.

    Y si él no le hubiera perdonado, él se
    tornaría aún más duro.

    Él caería en una espiral sin esperanza,
    empezando a ser endurecido de por vida. De modo que el rey
    decidió perdonarle.

    Él ordenó que el hombre sea liberado y
    limpio, liberándole a él de toda deuda.

    Déjenme decirles una palabra breve aquí
    sobre el arrepentimiento.

    Este concepto es a veces definido como un "darse la
    vuelta."

    Esto habla de un cambio súbito en la
    dirección opuesta, un giro de 180 grados a partir de un
    camino previo. También, arrepentimiento quiere decir que
    va acompañado de una angustia santa.

    Esta enfermedad aflige a millones de
    creyentes.

    Cada vez que tales cristianos caen en pecado, ellos
    piensan, "Yo puedo hacer cosas correctas con el
    Señor.

    Yo le persuadiré a él con lágrimas
    sinceras, oraciones profundamente sinceras, más lectura de
    la Biblia.

    Estoy decidido a compensarle a él." Pero aquello
    es imposible.

    Esta clase de pensamiento lo lleva a un lugar:
    pérdida total de la esperanza.

    Tales personas están luchando incesantemente y
    siempre están cayendo.

    Y ellos terminan conformándose con una paz
    falsa.

    Ellos persiguen una santidad falsa fabricadas por ellos
    mismos, convenciéndose a sí mismos de una
    mentira.

    He aquí por qué Jesús nos dio esta
    parábola.

    Él está dándonos el ejemplo de un
    siervo de confianza, talentoso, quién es
    repentinamente descubierto como el cabecilla de todos los
    deudores.

    He aquí alguien quien no es merecedor, lleno de
    motivos errados, indigno de la compasión de todos. Pese a
    que su amo le perdonó a él gratuitamente –
    como Jesús lo hizo por ti y por mí.

    Dime, ¿qué te ha salvado a ti?
    ¿Fueron tus lágrimas y tus plegarias profundamente
    sinceras? ¿Tu profundo dolor por haber
    angustiado a Dios? ¿Tu decisión sincera de volverte
    de tu pecado? No, no

    fue ninguna de estas cosas. Fue solamente la gracia que
    te salvó a ti.

    Y como el siervo en la parábola, tú no
    merecías esto.

    De hecho, tú continúas sin merecerlo, no
    importa cuán santo sea tu caminar.

    He aquí una definición simple de verdadero
    arrepentimiento.

    El significado dice así, "Yo debo apartarme, de
    una vez por todas, de cada pensamiento que crea que yo pudiera
    pagarle al Señor.

    Yo jamás podré ganarme su gracia por mi
    propio esfuerzo.

    Por lo tanto, ningún esfuerzo o trabajo bueno de
    mi parte pueden saldar mi pecado.

    Yo simplemente tengo que aceptar su gracia.

    Este es el único camino a la salvación y a
    la libertad.

    Al ser perdonado solo por gracia, al siervo le fue dada
    una gran responsabilidad.

    ¿Pasó por alto el rey el pecado de su
    siervo? ¿Miró de reojo a su deuda y simplemente
    la dispensó? No, de ninguna
    manera.

    El hecho es, que perdonándole a él, el rey
    colocaba sobre este hombre una pesada responsabilidad. Y aquella
    responsabilidad fue mucho más grande que la
    responsabilidad de su deuda.

    Sin duda alguna, este siervo debía ahora a su amo
    más que nunca. ¿Cómo? Él era
    responsable de perdonar y amar a otros, justamente como el rey
    había hecho por él.

    Qué increíble responsabilidad es
    ésta.

    Y esta no puede estar separada de las otras
    enseñanzas del reino de Cristo.

    Después de todo, Jesús dijo, "Mas si no
    perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre
    os perdonará vuestras ofensas" (Mateo 6:15).

    Su punto es claro: "Si tú no perdonas a otros, yo
    no podré perdonarte a ti.

    "Esta palabra no es opcional, es un mandato.
    Jesús está diciéndonos, en esencia, "Yo fui
    paciente contigo. Yo me ocupé de ti con amor y
    gracia.

    Y te perdoné a ti solo por mi bondad y gracia
    solamente. Del mismo modo, tú tienes que ser amoroso
    y misericordioso hacia tus hermanos y
    hermanas.

    Tú estás para perdonarles a ellos
    gratuitamente, tal como yo te perdoné a ti.

    Tú estás puesto para ir dentro de su casa,
    su iglesia, su trabajo, en las calles, y mostrar a cada cual la
    gracia y amor que yo te he mostrado a ti.

    Pablo se refiere al mandamiento de Jesús,
    diciendo "De la manera en que Cristo os perdonó,
    así también hacedlo vosotros" (Colosenses
    3:13).

    Él entonces expone sobre cómo nosotros
    debemos perseguir la obediencia a este mandato: "Vestíos,
    pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
    entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de
    mansedumbre de paciencia, soportándoos unos a otros si
    alguno tuviere queja contra otro… Y sobre todas estas
    cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto
    (Colosenses 3: 12-14).

    ¿Qué significa ser paciente? La palabra
    griega significa "soportar, tolerar.

    "Esto sugiere aguantar cosas que no nos gustan. Nosotros
    estamos siendo enseñados a tolerar las fallas de otros, a
    pasar por alto las formas que no entendemos.

    Pero, ¿cómo respondió el siervo
    perdonado a la gracia y perdón de su amo? La primera cosa
    que él hizo fue atacar a su consiervo quién le
    debía a él dinero.

    Él se puso sobre el hombre, lo tomó por el
    cuello y demandó ser pagado en el instante.

    Increíblemente, la cantidad era una
    pequeñez, menos que tres días de salario.
    Todavía el siervo amenazó a su deudor,
    gritándole, "¡Lo quiero ahora!" El hombre no
    tenía nada, por lo que él cayó postrado,
    suplicando le tuviera paciencia.

    Pero el siervo respondió, "Tu tiempo se ha
    acabado."

    Yo les digo, este es uno de los pecados más
    abominables en toda la Biblia.

    Primero, este es perpetrado por un siervo de Dios.
    Dígame, ¿qué clase de persona
    actuaría tan vergonzosamente? ¿Qué clase de
    corazón podría ser tan desagradecido, tan carente
    de una fracción de gracia igual a la que a él mismo
    le había sido mostrada?

    Estamos dando un vistazo a la oscuridad que todo el
    tiempo hubo en el corazón del siervo.

    En Romanos 2, Pablo describe esta oscuridad: "Por lo
    cual eres inexcusable, OH hombre, quien quiera que seas tú
    que juzgas, pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo,
    porque tú que juzgas

    haces lo mismo… ¿Y piensas esto, OH
    hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo
    mismo, que tú escaparas del juicio de Dios?
    ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia
    y

    longanimidad, ignorando que su benignidad te guía
    al arrepentimiento? (Romanos 2: 1, 3-4).

    ¿Qué quiere decir Pablo cuando él
    dice que esta persona desprecia las riquezas de la bondad
    de Cristo? La palabra para "despreciado" aquí
    significa, "El no pensaría que esto sea
    posible.

    "En otras palabras, este creyente dijo, "Tal gracia y
    misericordia no es posible.

    o no puedo creer esto." Esto nunca penetró en su
    teología. Así que, en lugar de aceptarlo, puso su
    mente en contra de ello.

    ¿Por qué el siervo desagradecido no
    podría aceptar la gracia del rey? He aquí una
    razón: él no tomó seriamente la
    enormidad de su pecado.

    Él estaba bastante decidido, auto-convencido que
    él podía cubrir su deuda. Pese a ello, el rey ya le
    había dicho a él, "Tú estás libre. Ya
    no hay más culpa, no más reclamos sobre ti, ni
    pruebas o trabajos requeridos.

    Todo lo que tú necesitas hacer ahora es mirar a
    la misericordia y paciencia que yo he mostrado para
    ti."

    Trágicamente, una persona quien no acepta el amor
    no es capaz de amar a nadie más. En lugar de ello,
    él viene a ser juzgador de otros.

    Eso es lo que le había ocurrido a este
    siervo.

    Él perdió el completo significado de la
    misericordia del rey hacia él.

    Vean ustedes, la paciencia y el perdón inmerecido
    de Dios significan una sola cosa: llevarnos al
    arrepentimiento.

    Pablo declara, "La benignidad de Dios te guía al
    arrepentimiento" (Romanos 2:4).

    Pablo sabía esto de primera mano, habiendo
    afirmado ser el primero de todos los pecadores.

    Está claro a partir de la parábola que
    esta es la razón por la que el amo perdonó a su
    siervo.

    Él buscaba que su hombre de confianza se volviera
    de los afanes de su carne para descansar en la
    increíble bondad del rey.

    Tal descanso le liberaría a él para amar y
    perdonar a otros en devolución del favor recibido. Pero en
    lugar de arrepentimiento, el siervo salió de allí
    dudando de la bondad de su amo.

    El no dejaría de pensar que el rey podría
    cambiar de idea.

    Por lo que, él determinó tener un plan de
    contingencia. Y, despreciando la gracia del rey, él
    trató a los otros con juicio.

    ¿Pueden ustedes imaginar la mente torturada de
    tal persona? Este hombre dejó un lugar sagrado de
    perdón, donde él experimentó la bondad
    y la gracia de su amo.

    Pero en lugar de regocijarse, él despreció
    el significado de tal libertad absoluta.

    Yo les digo que cualquier creyente que crea que la
    misericordia de Dios es imposible se abre a sí mismo a
    cada mentira de Satanás.

    Su alma no descansa.

    Su mente está en una confusión extrema. Y
    él está continuamente temeroso de ser
    juzgado.

    Me maravillo: ¿Cuántos cristianos hoy
    viven esta existencia torturada? ¿Es esa la razón
    por las que existen muchas disputas, tantas divisiones en el
    cuerpo de Cristo? ¿Es esto el por qué hay muchos
    ministros que están peleados entre ellos, el por
    qué muchas denominaciones rehúsan a tener
    comunión el uno con el otro?

    El espíritu de juicio dentro de la iglesia es
    muchísimo peor que cualquier juicio emitido en el mundo.
    Y este confronta lo que Jesús dijo: "En esto
    conocerán todos que sois mis discípulos, si
    tuviereis amor

    los unos con los otros" (Juan 13:35).

    Yo les pregunto, ¿puede el mundo reconocer al
    pueblo de Dios por este estándar? ¿Podrán
    los incrédulos decir, "Aquellas personas verdaderamente
    son discípulos?

    Yo nunca los vi peleando. ¿Ellos realmente se
    aman los unos a los otros?"

    Yo he estado absolutamente sorprendido por las profundas
    divisiones de las cuales he sido testigo en la
    iglesia.

    Yo vi esto de primera mano en las conferencias de
    pastores en el extranjero.

    Cuando yo llegué varios ministros prominentes me
    advirtieron, "No coopere con el Reverendo tal y cual. Él
    está en un culto raro y todas esas clases de
    tonterías carismáticas.

    Usted no debería darle a él ninguna
    prominencia en la reunión.

    "Hasta los compañeros Pentecostales de aquel
    hombre me dijeron que lo evitara.

    Pero cuando encontré a aquél pastor y
    comencé a conocerle, yo vi a Cristo en
    él.

    En un momento dado, alguien me susurró, "Este
    hombre es uno de los más grandes hombres de oración
    de nuestra nación. Él pasa dos días
    completos cada semana solamente orando."

    En efecto, yo encontré que el pastor era amable,
    gentil y amoroso – los mismos frutos que Jesús dijo
    que debemos tener.

    Cuando yo hablé, invité al ministro a la
    plataforma conmigo, juntamente con los otros.

    Esto ofendió a muchos, y después varios
    pastores se burlaron de mí.

    Todo lo que yo pude pensar fue, "Estos hombres conocen
    lo que significa ser perdonados una gran deuda.

    Sin embargo, de todas las personas, estos líderes
    de la iglesia de Dios se niegan a tolerar a un compañero
    pastor que ellos ni siquiera conocen.

    En otra conferencia, yo fui testigo de la
    cooperación gozosa de varias denominaciones.

    Allí había un maravilloso sentido de
    unidad entre Bautistas, Pentecostales, Luteranos y Episcopales.
    Cada noche, un líder de una denominación diferente
    dirigía la reunión.

    Una noche, un obispo Pentecostal abrió la
    reunión.

    Él fue seguido por un grupo Pentecostal de
    adoración.

    Los jóvenes adoradores estaban llenos de gozo,
    palmeando con sus manos mientras dirigían la
    adoración jubilosa.

    Yo fui informado posteriormente que algunos de ellos
    habían sido liberados de la adicción a las drogas y
    estaban agradecidos sólo por estar allí
    presentes.

    Pero cuando mire obispo, su rostro se fue
    enrojeciendo.

    Él estaba frunciendo el ceño, empezando a
    encolerizarse.

    Me di cuenta entonces que su denominación no
    creía en una adoración bulliciosa.

    Y yo me había unido a ellos en
    libertad.

    Después de la reunión, el obispo se
    acercó a mí a grandes pasos y declaró,
    "Aquello fue deshonroso, totalmente de la carne.
    ¿Cómo pudo usted permitir que esto siguiera? Me voy
    de esta conferencia, y me llevo a mis 200 pastores
    conmigo."

    Yo me quedé boquiabierto, sin poder
    hablar.

    Yo había pasado semanas sobre mis rodillas en
    oración, preparándome para estas
    reuniones.

    Sin embargo, me preguntaba qué cosa yo
    había hecho mal.

    La verdad es, que yo estaba siendo estrangulado por el
    enojo de este hombre.

    Esto fue como una escena en la parábola:
    él me agarró por el cuello y estaba haciendo su
    demanda enojado. Afortunadamente, el obispo tuvo un cambio en el
    corazón y no se fue de la conferencia.

    Pero, ¿qué tomaría posesión
    de un ministro de Dios para que se negara a tolerar a un
    consiervo de Cristo? Aquí no hubo ni paciencia, ni
    misericordia, ni amor por otros de la misma fe
    preciosa.

    Por años, un obispo de cierta denominación
    me había invitado a su país para sostener
    reuniones.

    Él suplicaba, "Esta nación necesita
    oír lo que Dios le ha hablado a usted.

    "Finalmente, el Señor me permitió ir, pero
    solamente con la condición de que todas las denominaciones
    fueran permitidas a tomar parte en las reuniones.

    Cuando el obispo oyó esto, rehusó a
    participar.

    Y les prohibió a todos sus ministros asistir.
    ¿Por qué? Ellos se habían separado de otras
    denominaciones por años.

    Un asociado de este obispo me llamó para
    destruirme, diciendo, "Qué vergüenza.
    ¿Cómo podría un hombre de Dios cooperar con
    tales personas?" Exactamente, ¿quiénes eran las
    personas de las que hablaba? Cuando lo descubrí, era un
    obispo Luterano quien estaba lleno de Jesús… un
    grupo de humildes obispos Pentecostales… y un obispo
    Bautista quien había sido encarcelado bajo el Comunismo,
    donde él había leído una versión
    copiada a mano de mi libro, La Cruz y el puñal. Todos
    estos líderes estaban ansiosos de adorar a Cristo juntos,
    como uno en Cristo. ¿Pueden imaginarse a otro líder
    cristiano rehusándose a tener compañerismo con tal
    grupo?

    ¿Qué estaba detrás de tal juicio
    contencioso? ¿Por qué los siervos de Dios, quienes
    han sido perdonados tanto personalmente, maltraten a sus hermanos
    y rehúsen tener comunión con ellos?

    Todo esto puede remontarse hacia el pecado más
    doloroso posible: Desprecio a la misericordia de Dios.

    Yo llegué a esta conclusión solamente
    después de haber examinado mi propio corazón por la
    respuesta. Yo recordé mis propias luchas para aceptar la
    gracia y misericordia de Dios hacia mí.

    Por años, yo había vivido y predicado bajo
    una esclavitud legalista.

    Yo traté con todas mis fuerzas de cumplir con los
    estándares que pensé llevaban a la
    santidad.

    Pero estas eran mayormente solo una lista de "haz esto"
    y "no hagas lo otro."

    Lo cierto es que, yo estaba más cómodo en
    el Monte Sinaí, en la compañía de
    estruendosos profetas, que cuando yo estaba en la
    cruz, donde mi necesidad estaba al desnudo.

    Yo predicaba paz, pero nunca la experimenté
    completamente.

    ¿Por qué? Yo estaba inseguro del amor del
    Señor y su paciencia por mis fallas. Yo me vi tan
    débil y tan malvado que yo era indigno del amor de
    Dios.

    En síntesis, yo magnifiqué mis pecados por
    encima de su gracia.

    Y porque yo no sentí el amor de Dios por
    mí, juzgué a los demás.

    Yo vi a otros en la misma forma en que me percibí
    a mí mismo: como negociadores.

    Esto afectó mi predicación.

    Yo gritaba contra la maldad en otros mientras la
    sentía levantarse en mi propio corazón.

    Como el siervo ingrato, no había creído en
    la bondad de Dios hacia mí. Y porque yo no me apropiaba de
    su amor y tolerancia por mí, yo no la tuve para
    otros.

    Finalmente, la interrogante real empezó a
    aclararse para mí.

    Ya no era, "¿Por qué tantos cristianos son
    duros y rencorosos?" Ahora yo preguntaba, "¿Cómo
    puedo yo cumplir los mandamientos de Cristo de amar a otros como
    él me amó a mí, cuando yo no estoy
    convencido que él me ama a mí?"

    Recuerdo al obispo que estaba enfurecido por la
    adoración bulliciosa.

    Yo creo que aquel hombre actuó en
    temor.

    Él vio la unción de Dios en aquellos
    cantantes, y él oyó mi sermón, el cual
    él sabía que venía desde el
    trono de Dios – y esto amenazaba sus
    tradiciones.

    Él estaba apegado a la doctrina más que al
    amor de Cristo.

    Y aquella doctrina se transformó en una pared que
    lo distanció a él de sus hermanos y hermanas en
    Cristo.

    Pablo reprende, "Quítense de vosotros toda
    amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda
    malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos,
    perdonándoos unos a otros, como Dios

    también os perdonó a vosotros en Cristo"
    (Efesios 4:31-32).

    Jesús finaliza su parábola con una
    terrible advertencia. Nosotros debemos tomar en serio esta
    palabra de la parábola de Cristo: "Siervo
    malvado, toda aquella deuda te perdoné… ¿No
    debías tú también

    tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve
    misericordia de ti? (Mateo 18:32-33).

    Nadie ha sido perdonado de más pecados que yo. Yo
    soy uno de aquellos que ha sido limpiado de "los
    pecados sobre mi cabeza," iniquidades de la carne y
    espíritu demasiado numerosos para contarlos.

    Yo he desobedecido la palabra de Dios, he limitado su
    obra en mi vida, he sido impaciente hacia la gente,
    he juzgado a otros en tanto que la culpabilidad permanecía
    sobre mí.

    Y el Señor me ha perdonado de todo
    esto.

    La pregunta para mí ahora –de hecho, para
    cada cristiano- es esta: "¿Soy tolerante con mis hermanos?
    ¿Soporto sus diferencias?" Si me niego a amarlos y a
    perdonarlos, como yo he sido perdonado, Jesús me
    llamará "siervo malvado."

    No mal entienda: esto no significa que nosotros
    permitamos compromisos.

    Pablo predicó la gracia valientemente, pero
    él instruyó a Timoteo, "Redarguye, reprende,
    exhorta con toda paciencia y doctrina" (2 Timoteo
    4:2).

    Nosotros tenemos que ser guardianes valientes de la
    doctrina pura.

    Pero nosotros no estamos para usar la doctrina para
    construir paredes entre nosotros.

    Aquel fue el pecado de los Fariseos.

    La ley les decía a ellos, "Guarden el
    sábado santo." Pero el mandamiento en sí mismo no
    era suficiente para su carne.

    Ellos añadieron sus salvaguardas,
    múltiples reglas y regulaciones que permitían el
    mínimo movimiento físico posible durante el
    sábado.

    La ley también decía, "No tomarás
    el nombre de Dios en vano

    "Pero los Fariseos construyeron más paredes
    aún, diciendo, "Nosotros jamás mencionaremos el
    nombre de Dios.

    Entonces no podremos tomarlo en vano.

    "En algunas sectas Judías, esta pared
    continúa con fuerza hoy. Pero es una pared hecha por el
    hombre, y no por Dios. Por lo tanto, esto es
    esclavitud.

    Hoy, el Señor nos dice, "Sed santos, porque yo
    soy santo" (1 Pedro 1:16). Pero los hombres han tomado este
    mandamiento y lo han usado para construir paredes.

    Ellos han transmitido códigos de vestir,
    códigos que restringen la conducta y actividades,
    estándares

    imposibles que ellos nunca pueden reunir.

    Estas paredes han construido una fortaleza invisible, y
    solamente aquellos dentro de ella son considerados santos. Todos
    aquellos que están fuera de las paredes son condenados y
    evitados.

    Yo les digo, esta es una maldad de la peor
    clase.

    La parábola de Jesús hace que esto quede
    claro.

    Tales personas están agarrando a otros por el
    cuello y demandándoles, "A mi manera, o no hay otra
    manera en absoluto.

    "Pero ningunos de los mandamientos del Señor
    fueron para ser convertidos en paredes de
    distanciamiento.

    ¿Cuál fue la respuesta del rey a la
    ingratitud de su siervo en la parábola de Jesús? La
    escritura dice,

    "Entonces su señor, enojado, le entregó a
    los verdugos, hasta que pague todo lo que debía"
    (Mateo 18:34). En griego, esto se traduce,
    "llevándolo hasta el fondo para ser
    atormentado.

    "Yo no puedo dejar de pensar que Jesús
    está hablando aquí del infierno.

    Por lo tanto, ¿qué nos dice esta
    parábola a nosotros? ¿Cómo resume Cristo su
    mensaje a sus discípulos, sus compañeros más
    cercanos? "Así también mi Padre celestial
    hará con vosotros si no

    perdonáis de todo corazón cada uno a su
    hermano sus ofensas." (Mateo 18:35).

    Mientras leo esta parábola, tiemblo. Esto me hace
    caer sobre mi rostro y pedirle a Jesús un bautismo
    de amor hacia mis consiervos. He aquí mi
    oración, le insto a hacerla suya también: "Dios,
    perdóname. Yo soy tan fácilmente provocado por
    otros, y a menudo respondo en ira. Aun así, no sé
    dónde estaría mi vida sin tu gracia y
    paciencia.

    Estoy maravillado por tu amor. Por favor, ayúdame
    a entender y aceptar tu amor por mí completamente. Esta es
    la única manera con la cual podré cumplir tu
    mandamiento para amar. Entonces yo podré ser paciente con
    mis hermanos, en tu Espíritu de amor y gracia."
    Amén. May 19, 2003

    Bibliografía

    La gran responsabilidad de aquellos que son perdonados,
    DE David Wilkerson. Derechos de Autor/ Limitaciones de
    reproducción: Este archivo/publicación es de la
    exclusiva propiedad de World Challenge, Inc. Podrá ser
    impreso en su totalidad para el uso personal del lector o para
    ser compartido con familiares y amigos. No podrá ser
    alterado o editado de alguna forma y todas las reproducciones de
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    © 2003 World Challenge, Inc., Apartado Postal 260, Lindale,
    Texas 75771

     

     

    Autor:

    Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo
    S.

    "NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA
    LIBERTAD DE INFORMACION"®

    Monografias.com

    Santiago de los Caballeros,

    República Dominicana,

    2015.

    "DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR
    SIEMPRE"®

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