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Introducción a la metodología de la investigación social (página 2)




Enviado por Pablo Turmero



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una exposición más sistemática. Por ello, parece adecuado distinguir entre enfoque, método y técnica.

Por enfoque entenderemos las perspectivas, las formas teóricas específicas que el investigador adopta para abordar, preparar y aproximarse al análisis de un tema o fenómeno determinado .

Por método cabe entender un tratamiento concreto al que se somete un tema específico, y también el conjunto de las técnicas con las que se procura llegar a conocer y explicar el significado y las implicaciones de un fenómeno determinado.

Las técnicas, por su parte, serían el conjunto de los distintos instrumentos específicos que se aplican para el análisis de un determinado proceso o fenómeno.

En relación a todo ello y en sentido amplio, cabe apreciar dos posiciones generales: la clasificación metodológica ortodoxa y de carácter histórico-tradicional, y las clasificaciones más recientes que ponen de manifiesto los trabajos de la doctrina anglosajona.
El sentido que damos al término "enfoque" es, aproximadamente, el similar al que la literatura anglosajona otorga al término "approach". Sin entrar en estos momentos en el más amplio debate acerca de su contenido último, si quisiéramos precisar una justificación semántica minimamente razonada. Enfoque, entendido transitivamente, implica la acción de analizar. Pero analizar con objeto de examinar o estudiar un asunto para adquirir una visión clara de él y resolverlo acertadamente (en el sentido de M. Moliner). Tal acción se expresa mediante la determinación del punto de vista, de la orientación desde la cual se actúa, desde una perspectiva concreta que puede integrar un método o un conjunto de métodos coherentes con el enfoque y entre sí.

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III. LAS POSICIONES TRADICIONALES Y ORTODOXAS.
La primera de estas posiciones mantiene, en términos generales, el siguiente esquema metodológico, ordenado diacrónicamente: Positivismo, conductismo, funcionalismo, estructuro-funcionalismo, teoría de juegos, teoría general de sistemas, marxismo, cibernética y teoría de la elección pública.
Si mantenemos este esquema, pero haciendo referencia a su génesis y objetivos, podríamos establecer la siguiente clasificación:
– Métodos que tienen su origen en la Sociología: positivismo lógico (A. Comte, 1830); conductismo (J.B. Watson, 1913), funcionalismo (K. Merton, 1949), estructuro-funcionalismo (T. Parsons, 1951).
– Métodos que tienen su origen en las Ciencias Naturales: teoría de sistemas (D. Easton, 1953).
– Métodos que tienen su origen en la Economía: teoría de juegos (J. von Neumann & O. Morgenstern, 1944), decisión racional/racionalismo (A. Dowse, 1957 y M. Olson, 1965), elección pública (J. Buchanan, 1962).

La corriente histórico – tradicional, sistematizará sus posiciones teóricas a partir de la publicación de la obra "La science politique contemporaine. Contribution à la recherche, la mèthode et l'enseignement", UNESCO, París 1950. De aquí partirán también los estudios sobre los llamados sistemas nacionales de ciencia política que, en definitiva, contribuirán mas a la diáspora metodológica que a la convergencia sistemática. Un ejemplo puede verse en Mackenzie, W.J.M. "La ciencia política", en Piaget, J. & Lazarsfeld, P.F. "Tendencias de la investigación en las ciencias sociales", Alianza Univ.-UNESCO, Madrid 1973. La corriente anglosajona, Goodin & Klingemann "Handbook…“. Marsh, D. & Stoker, G. (Eds.) "Theory and methods in political science". MacMillan. Londres, 1995. Farr, J. et. alt. (Eds.) "Political science in history. Research Programs and Political Traditions". Cambridge University Press, 1995. Carver T. & Hyvärinen, M. (Eds.) "Interpreting the political. New methodologies". Routledge. Londres, 1997.

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Los primeros, cuyo origen se puede situar en la Sociología, se proponen como objetivo constituirse en sistemas explicativos de carácter globalizador, entendiendo la sociedad política como un todo, y recurren con frecuencia a las técnicas cualitativas. No son métodos independientes, y su cabal comprensión sólo se alcanza por medio de la consideración de sus interconexiones recíprocas.
En relación a la teoría de sistemas, hay que señalar su capacidad para construir modelos políticos más sofisticados, así como para utilizar técnicas cuantitativas más precisas, aunque participa de la pretensión totalizadora de los anteriores.
Los derivados de la Economía se muestran como métodos explicativos independientes e individualizados, susceptibles de uso alternativo, y que tienden al análisis de fenómenos sociales concretos. Su proyección es predominantemente cuantitativa, apoyándose en técnicas de esta índole para la verificación de hipótesis.
De todas formas, advertimos que éste esquema es meramente instrumental y no tiene mayores pretensiones. La disputa sobre el método en Ciencia Política no parece tener una solución fácil, como puede apreciarse, y sólo cabe entenderla dentro de un proceso de concreción que tanto puede orientarse teleológica como epistemológicamente

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IV. LAS APORTACIONES DEL MARXISMO.
No podemos concluir estas reflexiones sin referirnos a las aportaciones del marxismo al análisis de la sociedad
El marxismo no se contempla como un método en los textos recientes sobre esta materia, sino que lo exponen como una de las teorías posibles de la Sociedad y del Estado. En todo caso, considerar actualmente al marxismo como un simple método es, cuando menos, poco preciso ya que, en nuestra opinión, tanto la desaparición material de los modelos de sistemas políticos de carácter socialista, como la convergencia generalizada hacia los democráticos, junto con la preeminencia del sistema económico capitalista, implica que el cuerpo doctrinal del marxismo, aún considerando las muy diversas corrientes en las que se ha desarrollado, se haya convertido en una teoría del conocimiento, en una ontología de innegable influencia y poder analítico que difícilmente cabe entender como método.
Se trataría, pensamos, de una cosmovisión globalizadora que se manifiesta provista de su propia metodología: el materialismo histórico y el materialismo dialéctico, y de su propia teorización doctrinal, que es sustancialmente distinta y radicalmente opuesta a cualquier otra. Su finalidad no es explicativa, sino transformadora de la realidad y de las condiciones en las que se produce la realidad. Afecta tanto a la esencia misma del ser humano, exigiéndole una nueva conciencia del ser y del deber ser, como al ámbito material-económico- donde se produce su existencia.
En efecto, desde un punto de vista estricto, cabe entender por Marxismo la interacción del pensamiento de K. Marx -tomado como un conjunto que incluye el método, los supuestos e hipótesis y las ideas clave- con las interpretaciones de muy distinta índole que de éste se han hecho, unido a la práctica política a la que han dado lugar tales fundamentos teóricos. Muy sumariamente, podríamos decir que el marxismo constituye un grupo de doctrinas filosóficas, políticas, económicas, jurídicas y sociales, dotadas de una metodología propia y excluyente, que trata de sistematizar una concepción del mundo holística, sustancialmente distinta de cualquier otra y basada en la determinación de una estructura económica y una práctica política inmanentes.

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Por la importancia que reviste este tema, nos parece adecuado detenernos en el examen de uno de los puntos esenciales del análisis marxista: el Estado, siguiendo la línea del pensamiento socialista en relación a las estructuras políticas de dominación. Ahora bien, ya que el problema de la naturaleza del Estado y del carácter del poder no se agota mediante simples definiciones dogmáticas, nos parece mas apropiado mantener una clara tendencia hacia la construcción conceptual, con objeto de posibilitar el mejor análisis de la metodología marxista, poniendo de relieve la crítica que realiza respecto de las formas de dominación estatales y de las estructuras sociales que define.
La teoría política de este siglo se ha centrado, más o menos explícitamente, en el estudio de las relaciones que existen entre el Estado, el poder y las clases sociales. Pero para el marxismo, las relaciones poder-clases dominantes representan el núcleo de donde parten toda una serie de interrelaciones complejas cuya estructura global se determina en función del carácter de aquéllas. Ante tal cuestión, la lucha teórica por su esclarecimiento, por la definición concreta del problema en uno u otro sentido, nos conduce a la polémica metodológica clásica: marxismo-positivismo. (Nicos Poulantzas, "L'Etat, le pouvoir, le socialisme". PUF. París, 1978)

Max Weber representaría, en esta dialéctica del conocimiento, un esfuerzo serio por lograr una síntesis teórica y metodológica; las aportaciones de Weber, sin entrar en más detalles, supusieron la adopción de criterios bastante eclécticos, pero provistos de una razón práctica evidente. Tras él, ya no fue posible evitar el marxismo: toda teoría política se vió obligada, bien a considerar su discurso y a dialogar en sus términos, o bien a incorporarlo a sus construcciones. M. Weber, contenidas en sus "Escritos políticos", Folio eds. S.A. México, 1982
Así, los enfoques teóricos en torno a la naturaleza compleja de las relaciones dinámicas que se producen en la estructura social, y que desarrollan formas concretas de dominación estatal, manifiestan concepciones que se han incorporado plenamente al pensamiento político contemporáneo, destacando como las más significativas, la del marxismo ortodoxo, cargado aún con la rémora de la interpretación simbólica de los textos fundamentales, y la del tecnocratismo de izquierdas, más actual, pero que también se muestra incapaz de explicar satisfactoriamente el problema considerado.

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La primera de estas teorías piensa que el Estado reduce sus fines a la dominación política, y que cada clase dominante crea a su medida su propio Estado, manipulándolo en función de sus intereses. En este sentido, el Estado no es sino una dictadura de clase cuyo Aparato Público se confunde con el Poder. No obstante, aún admitiendo que el Estado posea una naturaleza de clase, ésta no determina por completo los modos en que se producen y desarrollan las formas de Estado. Este no es una función pura decantada por la voluntad e intereses de una determinada clase; de ser así, el Estado se confundiría con la clase dominante, siendo imposible establecer la identidad de cada uno de estos elementos.
La segunda teoría aludida, producto de la tecnificación pseudoeconómica de un sector 'modernizado' del marxismo, sostiene una doble concepción de la naturaleza del Estado: por una parte identifican al Estado-producción, que se refiere exclusivamente a la estructura de las fuerzas productivas que determinan ciertas relaciones de producción y, por otra, al Estado-de-clases, que se superpone al anterior y que encubre la dominación política, materializada en las relaciones de poder que impone la clase dominante. En este sentido Poutlanzas señala que, "si son unas relaciones de producción determinadas las que delimitan el campo del Estado, éste posee un papel específico en la constitución misma de tales relaciones. La relación del Estado con las relaciones de producción es una primera relación entre el Estado, las clases sociales y la lucha de clases. Por lo que respecta al Estado capitalista, la relativa separación entre éste y las relaciones de producción caracterizan, fundamentan, su estructura organizativa y limitan tanto las relaciones entre el Estado y las clases sociales como entre la forma de Estado y la lucha de clases bajo el capitalismo". Se trata, por consiguiente, de situar al Estado en su relación con respecto a las relaciones de producción específicas de su estructura global, para inferir de ahí cuál es el carácter del poder del Estado y sus implicaciones en el proceso de la lucha de clases.

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Así planteada la cuestión, el problema que nos ocupa trata no sólo de la naturaleza del Estado y del carácter del poder del Estado, sino también de las alternativas políticas posibles: socialismo democrático, socialdemocracia o neoliberalismo. Esto nos obliga a considerar cuatro cuestiones, fundamentales para el 'enfoque' marxista.
En primer lugar, por lo que se refiere a la materialidad institucional del Estado, lo definen como un aparato especial que no puede reducirse simplemente a su característica más inmediata, la dominación política, sino que, trascendiendo esta primera condición, se manifiesta como un dispositivo mediatizado por la clase dominante, pero capaz de producirse como instrumento por encima de las clases. Con ello tratan de averiguar por qué la burguesía se ha provisto, para realizar su dominación política, del aparato de Estado específicamente capitalista: un Estado representativo moderno, nacional-popular y de clase.
En segundo lugar, consideran al Estado como síntesis de una relación de fuerzas determinada por el carácter de las luchas políticas. Se trata de colocar al aparato del Estado en el lugar concreto que ocupa en la estructura social global para analizar su relación con las clases sociales y con su conflicto real.
En tercer lugar, examinan el papel específicamente económico del Estado actual. Evidentemente, las condiciones materiales que procura la intervención del Estado en el sistema de relaciones económicas supone una serie de implicaciones sociales importantes y complejas por lo que se refiere a elementos tales como seguridad social, asistencia, previsión, etc. En esta situación, la teoría marxista, más que analizar el carácter de las relaciones entre la estructura económica y la estructura del poder del Estado, se plantea la cuestión de cómo transformar el aparato económico del Estado para incluir cambios políticos esenciales en la estructura global.
Por último, en cuarto lugar, prestan especial atención al examen de la crisis de la democracia formal-tradicional y a la creciente importancia de lo que denominan 'estatismo autoritario'. Esta forma de Estado se refiere a la tendencia, generalizada en los países capitalistas dominantes, hacia el incremento de la intervención estatal en las actividades económicas y sociales, que se articula partiendo de las restricciones sutilmente impuestas a las instituciones de la democracia política. Este fenómeno parte de la crisis política internacionalizada que determina la crisis de los Estados nacionales: el estatismo autoritario remite a las transformaciones de las clases sociales, de las luchas políticas, de las relaciones de fuerza que caracterizan el conjunto de esta fase del capitalismo y que operan, simultánea y recíprocamente, a nivel nacional y mundial.
Richard Rosecrance, "La expansión del Estado comercial". Alianza ed. Madrid 1987.
Charles D. King & Mark van der Vall, "Models of Industrial Democracy". Mouton Pubhs. La Haya 1978.

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Así, la crisis del Estado neocapitalista avanzado, estudiada desde todos los ángulos imaginables, se constituye en un tema típico de la literatura marxista. Concretamente los estructuralistas franceses – Althusser, Balibar, Godelier, Poulantzas…- han producido una obra tan vasta como densa que ha creado una corriente de pensamiento, doctrinalmente identificada, cuya influencia en las investigaciones sobre la teoría del Estado es innegable.
Si bien la modelación de un cuerpo teórico coherente, a propósito de realizar una teoría marxista de la sociedad y el Estado, no ha tenido demasiado éxito, la metodología subsecuente sí ha producido elementos de análisis suficientes para realizar una crítica profunda de la estructura del Estado capitalista actual.
De esta forma, entienden que la crisis del Estado es un hecho tan evidente como universal. La internacionalización de los fenómenos políticos que socavan las bases mismas del Estado -poder, representación, burocracia- y de sus elementos doctrinales -legitimidad y legalidad de los actos del poder- resultan indicadores efectivos de la universalidad del fenómeno y de su importancia real. Por consiguiente, las crisis, tanto políticas como económicas, son elementos de un mismo fenómeno general que no se detiene en los límites estrictos de una nación determinada, sino que alcanza, condiciona e influye a todo el área occidental.
Abundando en estas cuestiones, se llega a afirmar que la crisis proviene de la creciente intervención del Estado y de la extensión de sus aparatos, a lo que no acompaña ninguna profundización de la participación política democrática. El problema se agudiza al producirse en medio de una profunda crisis de las relaciones de producción y de las relaciones de trabajo. Así, la crisis de legitimación, al decir de Habermas y Offe, se traduce en crisis de dirección del poder.
Por último, si lo anterior se conecta con las relaciones internacionales, cabe apreciar en la crisis de los Estados nacionales los mismos elementos que determinaron la quiebra de las alianzas imperialistas, advirtiéndose, por un lado, las alteraciones sufridas por el concepto de la soberanía del Estado, y por otro, el cambio de estrategias geopolíticas y el fin de la importancia estratégica de los territorios.
Conviene precisar, por concluir este apartado, que nos referimos aquí al potencial valor 'tecnológico' que, para la Disciplina, haya podido tener la teoría marxista, así como a la pervivencia de su influencia como conjunto metodológico y analítico, sin que ello implique relación causal alguna con la práctica del modelo político comunista y sobre todo, de su matriz soviética
Sergio Vilar, "Introducction", en "La crisis del Estado".N. Poulantzas, ed. Fontanella, Barcelona 1977. Jean Marie Vincent, "El estado en crisis", en N. Poulantzas, ed. op. cit.pags.,109 y ss. Alain Joxe, "Atlantismo y crisis del estado europeo: la crisis militar". En "La crisis del Estado", R. Cotarelo, "Crísis y hundimiento del comunismo", en "Historia de la Teoría Política"; F. Vallespín, Ed. Vol. 61, Alianza Ed. Madrid 1995.

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V. LAS POSICIONES DE LA DOCTRINA ANGLOSAJONA.
Los trabajos más recientes del área anglosajona, como pueden ser los incluidos en el libro ya citado de Marsh y Stoker, por lo que se refiere a Inglaterra, y de Goodin y Klingemann, en cuanto a la posición 'canónica' de la IPSA y del ámbito norteamericano, establecen una estructura referencial sobre el método de la disciplina que marca interesantes diferencias respecto de las corrientes doctrinales ya consideradas.
Pero antes de desarrollar estas tendencias, debemos precisar que establecen diferencias netas entre los conceptos de enfoque y métodos de la Ciencia Política en sí mismos considerados. En general, apreciamos que la doctrina anglosajona prefiere el término enfoque, al hablar de posiciones teóricas explicativas, al de método, que utiliza para determinar técnicas de análisis específicas. Precisando esta cuestión Stoker insiste en que los enfoques tienen mayor peso específico para concretar el análisis político, pero que no deben identificarse con posición doctrinal alguna de grupo o escuela.
Desde un punto de vista pragmático, podemos convenir en que los enfoques, tal y como los estamos considerando, poseen las ventajas siguientes:
a) sirven de guía teórica para orientar la investigación entre las diferentes posibilidades analíticas que ofrece un fenómeno político determinado.
b) contestan a las preguntas que el investigador se plantea respecto de los aspectos esenciales del fenómeno analizado, permitiendo separar sus aspectos secundarios.
c) concretan la naturaleza del trabajo teórico que debe realizarse e,
d) integran lógicamente las diversas asunciones previas que cabe hacer respecto de la naturaleza y la dinámica de los fenómenos políticos.
Aceptando estas consideraciones y continuando con la línea de pensamiento que analizamos, cabe apreciar los siguientes enfoques:
– teoría normativa;
– institucionalismo y nuevo institucionalismo;
– conductista;
– la teoría de la elección racional;
– el feminista ;
– la teoría del discurso político y,
– la teoría de Agencia.
Stoker, G. "Introduction", en Marsh & Stoker "Theories and methods…", ya cit. El término 'escuela', introducido por el trabajo de Almond y usado por otros autores, como Leftwich, magnifica de forma exagerada la cohesión doctrinal interna que, a nivel de grupos académicos, suele atribuirse a las distintas subdivisiones de la Ciencia Política. En este sentido, Almond, G. "A discipline divided. Schools and Sects in Political Science". Sage Londres 1990. Leftwhich, A. "On the Politics of Politics", en Leftwich, A. (ed) "What is Politics?". Basil Blackwell, Londres 1984.

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Desde una orientación sumamente clásica, aún se sostiene que la TEORÍA NORMATIVA Y EL INSTITUCIONALISMO son los pilares gemelos de la Ciencia Política tradicional, y si bien fueron declinando en la década de los cincuenta, cabe apreciar un resurgimiento en los setenta, referido sobre todo al análisis de los problemas políticos que afectan a la estructura social de la comunidad. El enfoque normativo, decía I. Berlin, afecta y concierne al análisis, determinación y aplicación de categorías morales en el ámbito de las relaciones políticas.
En un sentido mas concreto, la Teoría Normativa supone una forma de aproximación a las instituciones sociales que ejercen un determinado poder público y a sus relaciones con los sujetos individuales. Así, trata de analizar las justificaciones que se dan tanto a los compromisos políticos existentes, como a sus posibles alternativas.
Este enfoque es susceptible de admitir distintos métodos, entre los que cabe destacar:
a) los que analizan la consistencia interna de los argumentos morales merced el uso de la lógica formal y la filosofía analítica;
b) los que permiten verificar la corrección argumental de las premisas empíricas que expresan problemas morales, que no se explican inmediatamente por el razonamiento abstracto; a tales efectos se suele recurrir a los métodos de la historia social y de la antropología social y,
c) las intuiciones morales del propio investigador, que le permiten verificar sus conclusiones argumentales.
El objeto principal del análisis de la Teoría Normativa se centra en dos ámbitos específicos: el primero referido a la existencia, propósitos y justificaciones del conjunto de instituciones públicas que llamamos Estado, y el segundo, centrado en aquellas cuestiones sustantivas que afectan a la justicia distributiva, y que tienen efectos sobre las categorías de libertad y de autonomía individual.
A partir de los setenta, la Teoría Normativa se ha desarrollado merced experiencias teóricas que permiten identificar tres importantes corrientes del análisis político: el utilitarismo, el liberalismo deontológico y el comunitarismo.

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Originalmente, el utilitarismo está ligado a la obra de J. Bentham, y se manifiesta como una filosofía moral y política donde la moral corrige las decisiones políticas en orden a proporcionar y hacer factible el mayor grado posible de felicidad al mayor número posible de sujetos sociales.
Para esta doctrina, la categoría de felicidad puede ser cuantificada en función de su utilidad, según Plant, considerándola como la propiedad de un objeto susceptible de producir beneficios, ventajas, placer o felicidad, por lo que el objetivo de los operadores políticos se orienta a maximizar su utilidad para los agregados sociales, en el sentido del incremento del bienestar social, perceptible y sostenible.
En el desarrollo de esta teoría, cabe considerar, en primer lugar, las posiciones restrictivas de J.S. Mill, que trata de oponer al simple tecno-utilitarismo el análisis de las interacciones entre acto-utilidad y regla-utilidad. La primera de estas categorías supone que cada acto debe analizarse por separado, a fin de verificar las consecuencias de la maximización del beneficio-felicidad individual; la segunda racionaliza la anterior tratando de preservar la integridad del conjunto del sistema, merced las reglas restrictivas que lo benefician -incremento del grado de felicidad social. En segundo lugar, y en el extremo opuesto, hay que referirse al modelo de maximización de utilidades individuales sancionado por los partidarios del neoliberalismo, cuya versión más acrisolada la encontramos en la Teoría de la Elección Pública que ofrece la nueva derecha.

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El Liberalismo Deontológico se desarrolla en oposición al utilitarismo, considerándole incapaz de entender racionalmente la pluralidad de los fines individuales, por una parte y, por otra, advirtiendo que la ética teleológica da una injustificada prioridad a los fines sobre los medios que deben usarse para alcanzarlos. Sobre todo rechazan la tesis que mantiene que la consecución de finalidades sociales colectivas puede verse constreñida por la concepción de inviolabilidad que merecen los derechos individuales.
Esta corriente relaciona la deontología política con la teleología de la acción pública, manteniendo vivo el ideal kantiano que rechaza que concepción política alguna pueda sacrificar a los individuos en aras de sus altos fines, ya que cada uno de ellos son fines en si mismos y no medios. Tampoco participa del relativismo, pese a expresar una visión pluralista de las finalidades sociales. En efecto, mantiene que cabe oponer ciertas restricciones al comportamiento humano, si bien deben adoptar la forma de derechos, deberes o compromisos que liguen a los sujetos entre si y que no puedan ser sobrepasados. Los sujetos individuales son seres libres y autónomos, pero no pueden violar o conculcar la libertad o la autonomía de los otros. Así, se insiste en que la acción social colectiva debe respetar los derechos individuales y, sobre todo, lo que concierne a la libertad individual.
En este sentido, la finalidad del Estado consiste en la satisfacción simultánea del bienestar general y de los derechos de libertad y de autonomía individuales.
Sin embargo, el liberalismo deontológico no ha dado respuestas a cuestiones trascendentes relacionadas con el papel de la organización pública estatal como, por ejemplo, si está política y jurídicamente obligada a satisfacer de oficio las finalidades indicadas, o si debe ser compelido a ello por la acción de los interesados; si debe limitar su acción a mantener la Ley y el Orden o, en aras del bienestar general, debe asumir funciones de redistribución de la riqueza; si tienen igual valor, o son equivalentes, un derecho y un mínimo grado de bienestar y, por último, si existen derechos inviolables que pueden oponerse a las finalidades públicas y cuáles son tales derechos.

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Por último, cabe considerar las teorías comunitaristas, que se manifiestan en franca oposición respecto de los conceptos liberales del ser individual Las ideas que el liberalismo ofrece del sujeto son las de un ser libre de trabas, capaz de adoptar posturas de ventaja frente a la comunidad de la que forma parte, y de definir/redefinir sus deseos y compromisos sin una referencia obligada a las tradiciones heredadas y a sus fines inmanentes. Esta teoría, por el contrario, afirma que la individualidad del sujeto, preconizada por el liberalismo, sólo se manifiesta cuando se han erosionado los lazos que le unen a la comunidad, de tal manera que los individuos se encuentran alienados y a la deriva, sin referentes, llegando a pensar que las tradiciones y la vida comunal constituyen impulsos para el disenso.

Así, el comunitarismo aparece como un liberalismo centrado en la protección de los derechos colectivos, pero sin ofrecer ninguna alternativa política unitaria. Sin embargo, insiste con firmeza en que todos los sujetos nacen con ciertas obligaciones morales contraídas con su comunidad, que sólo desatienden si se muestran faltos de sensibilidad respecto de las deudas morales heredadas. El comunitarismo trata de mostrar cómo algunas de las obligaciones morales que nos ligan a la comunidad son idénticas a las que atañen a los sujetos de nuestro entorno inmediato -familia-, y que estos condicionamientos abstractos actúan tanto en la vida pública cómo en los ámbitos próximos de carácter privado. En suma, trata de poner de manifiesto, mediante el concepto de solidaridad social, las diferenciaciones y disfuncionalidades de la vida moderna, excesivamente atomizada, que no se subsanan con la mera defensa de los derechos individuales.

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Held, D. & Leftwich, A."A discipline of Politics?", en Leftwich, (ed) "What is Politics?“. Berlin, I. "Four essays on liberty". Oxford Univ. Press, 1984. Daryl, G. "Normative Theory", en Marsh & Stoker "Theory…“. J. Bentham "An introduction to the principles of moral and legislation", de Basil Blackwell, Oxford, 1967. Plant, R. "Modern political thought". Basil Blackwell, Oxford 1993. La crítica más severa y fundamentada al utilitarismo de Bentham y sus seguidores se encuentra, sin duda en la obra de Mill. Vid. al respecto, Mill, J.S. "Utilitarianism". Collins, Glasgow 1978. Para ampliar estas cuestiones,véanse los trabajos editados por Sen, A. & Williams, B. "Utilitarianism and beyond". Cambridge Univ. Press. 1982. El liberalismo deontológico tambien se conoce como liberalismo kantiano, contandose entre sus representantes más conspicuos con figuras como las de Rawls, Nozick, Dworkin y Gewirth; Sandel, M. "Liberalism and its critics". Basil Blackwell, Oxford 1984, y de Plant, R. "Modern political Thought“. Rawls, J. "A theory of Justice". Clarendon Press. Oxford 1972. Nozick, R. "Anarchy, State and Utopia". Basil Blackwell, Oxford 1974. Harsanyi, J. "Morality and the theory of rational behaviour", en Sen & Williams, "Utilitarianism…“. Sandel, M. "Liberalism and its critics“.MacIntyre, A. "After virtue". Univ. of Notre Dame Press, 1981. Las posiciones teóricas respecto del comunitarismo, que implican el uso alternativo de esta doctrina, son extremadamente variables, abarcando desde el conservadurismo de Oakeshott, M. "Rationalism in politics and other essays", Methuen, Londres 1967, hasta las posturas mas liberales de Arendt, H. "Los orígenes del totalitarismo", Taurus, Madrid 1974. o Sandel, M."Introduction", en Sandel, ed. "Liberalism…“. Rorty, R. "Contingency, irony and solidarity", Cambridge Univ. Press 1989; Pateman, C. "The disorder of women: Democracy, feminism and political theory". Polity Press, Londres 1989; Bauman, Z. "Intimations of postmodernity", Routledge, Londres 1993, y Etzioni, A. "The spirit of community: Rights, responsibilities and communitaria agenda", Crown Pub. 1993.
La Teoría normativa, en definitiva, se muestra como un enfoque aún valioso para el análisis político, si bien no dispone de una metodología unitaria. Lo que parece evidente si, junto con las argumentaciones antinormativas del positivismo, el relativismo y el determinismo, consideramos aquellos problemas internos de la propia doctrina que, en síntesis, permite apreciar una fuerte controversia entre relativistas, por una parte, y partidarios de la moral objetiva, por otra

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Nos referiremos en segundo lugar al ENFOQUE INSTITUCIONAL, una de las corrientes dominantes del análisis político tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos.
Este enfoque mantiene su potencial analítico por diversas razones, entre las que podemos destacar: a) el estudio de las instituciones políticas, como elemento de la disciplina, es uno de sus objetos de conocimiento esenciales, aún asociándolo a la tradición dogmática más clásica; b) el análisis institucional forma parte del bagaje metodológico y técnico del científico de la política; c) se muestra particularmente útil si se aplica en un contexto comparativo de hipótesis múltiples y, d) el análisis de las instituciones políticas resulta más relevante cuanto más se incremente la pluralidad metodológica que se le aplique.
En este sentido, y generalizando su valor analítico, Eckstein indicaba que la Ciencia Política ha emergido como campo de estudio separado, divorciado de la filosofía, la política económica e incluso la sociología, y que ha creado una tendencia a enfatizar el estudio de los compromisos legales-formales, lo que permite integrar en los métodos de la disciplina el análisis formal-legal de la estructura política.
Sin embargo, tal concepción no agota ni mucho menos los métodos de este enfoque que, en función del peso específico que se otorgue a uno u otro aspecto del objeto de la investigación, pueden incluir los de carácter descriptivo-inductivo, los formales-legales y los histórico-comparativos.
El método descriptivo-inductivo emplea las técnicas propias de los historiadores, y pone el énfasis en la explicación y en la comprensión de los fenómenos, no en la formulación de leyes. A tal fin, analiza sistemáticamente los fenómenos que, acaecidos en el pasado, pueden explicar los actuales.
El método de análisis formal-legal implica tanto el estudio de las normas de derecho público, como el de la organización gubernamental, incidiendo además en el significado de la estructura constitucional.
El método histórico-comparativo, en relación con el análisis de las instituciones políticas, ha sido utilizado con frecuencia. Así, Finer afirmaba que la esencia del Estado reside en su monopolio del poder coercitivo, declarado y admitido como el único legítimo. Considerando al Estado como una agrupación humana donde imperan unas ciertas relaciones de poder entre los individuos y las organizaciones públicas constituidas, tales relaciones sólo pueden comprenderse y cobran sentido en el ámbito institucional de aquéllas.

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El enfoque institucional se ha desarrollado merced a su aplicación a tres campos de análisis: los estudios constitucionales, los político-administrativos y los comparativo-institucionales.

El primero, aún constituyendo un ejemplo claro de la metodología formal-legal, no debe ser confundido con las técnicas jurídicas propias del Derecho Constitucional. Por el contrario, y pese a las críticas que lo tratan de excesivamente formalista, representa un procedimiento apreciable para el estudio de las instituciones públicas.

Los estudios sobre el espacio público-administrativo han dado lugar a la formación de una de las más importantes subdisciplinas de la Ciencia Política y se orientan, en general, hacia el análisis de las instituciones administrativas, sus agentes y sus funciones, la estructura organizacional, los poderes y atribuciones de los que disponen, los procedimientos que siguen para cumplir objetivos, así como la eficacia y la eficiencia que alcanza su acción.

Por último, los comparativo-institucionales, conocidos también cono nuevo institucionalismo, tratan de proyectar el enfoque institucional tradicional hacia nuevos objetos de análisis que le permitan recobrar un cierto grado de autonomía en el estudio de las instituciones políticas. Así, las agencias públicas y las nuevas organizaciones burocráticas, los comités legislativos y los distintos órdenes jurisdiccionales, son áreas en las que contienden las fuerzas sociales mediante formas de actuación específicas, y a través de organizaciones para la defensa de intereses que influyen sobre distintas estructuras. Tendríamos aquí una especial visión de actores sociales particulares, plenamente institucionalizados.

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En definitiva, el enfoque institucional, quizás excesivamente ligado a la escuela británica, mantiene un peso evidente en el cuerpo teórico de la disciplina, si bien en estrecha relación con lo que podríamos denominar una Teoría Política del Estado. En efecto, considerando que el sistema estatal -público institucional- existe, la Ciencia Política debe reconocer la existencia de esta matriz organizacional si no quiere arriesgarse a incurrir en análisis tan fútiles como irrelevantes. Por otra parte, es virtud de este enfoque ser capaz de utilizar una pluralidad de métodos, incluidos los cuantitativos, así como de técnicas de análisis estadísticas para validar empíricamente sus hipótesis.

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Este enfoque, enraíza su relevante posición en el positivismo filosófico de A. Comte a finales del S. XIX y sistematiza su contenido merced al positivismo lógico que expande el Cículo de Viena a partir de 1920. Son conocidos los trabajos de Ayer, A. "Languaje, truth and logic", Penguin, Londres 1971, y de Hempel, C. "Aspects of scientific explanation and other essays in the philosophy of the science", The Free Press, Nueva York, 1965 y "Philosophy of natural science", Prentice Hall, NJ. 1966, que extendieron la influencia de este enfoque en Inglaterra y Alemania, respectivamente. Una sistematización más rigurosa, introduciendo técnicas empíricas, se encuentra en la metodologia de Gurr, T.R. expuesta en algunos de sus trabajos, como: "Psychological factors in civil violence", en World Politics, 20/1968; "A causal model of civil strife", en Am. Pol. Sci. Rew. 62/68 y "Why man rebel", Princeton Univ. Press 1970, aplicándolas al estudio de la violencia política. A reserva de otras referencias, por citar algunos de los trabajos recientes más significativos sobre este enfoque, véase, en general, Chalmers,A.F.: "Science and its fabrication", Open Univ. Press 1990 y, para los temas relacionados con el uso actual de técnicas cuantitativas desde el efoque conductista, King,G.; Keohane, R.O & Verba,S."Designing social enquiry: Scientific inference in qualitative research", Princeton Univ. Press 1994. Blalock,H.M. "An introduction to social research". Prentice Hall, NJ. 1970,;y Blalock, H. M. (Ed) "Causal models in the social sciences", Macmillan, Londres 1972.
EL ENFOQUE CONDUCTISTA, al menos en la actualidad, manifiesta unas tendencias que se apartan notablemente de sus orígenes sociológicos 'clásicos'. En efecto, ha abandonado la simplificación que suponía la mera distinción entre hechos y valores, admitiendo que los hechos no se explican por si mismos, y que sólo tienen sentido en el contexto de un análisis global. El moderno conductismo, pese a ser mas modesto en sus pretensiones teóricas, ha desarrollado técnicas sumamente sofisticadas que tienen como objeto tratar de explicar el comportamiento humano, tanto a nivel de las personas como de los agregados sociales.
Ahora bien, los conductistas mantienen que las teorías explicativas deben ser susceptibles de admitir el apoyo de técnicas empíricas y, además, para alcanzar un grado de credibilidad aceptable, precisan de una falsación empírica, en el sentido de Popper. O, dicho de otro modo, las hipótesis sobre determinado comportamiento -de sujetos o agregados- deben incluir proposiciones predictivas empíricamente falsables y que puedan ser comprobadas.

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LA TEORÍA DE LA ELECCIÓN RACIONAL tiene sus orígenes, como es sabido, en los trabajos de Downs, que fue el primero en aplicarlo al análisis del comportamiento electoral y de la competición entre partidos.

Como en tantas otras ocasiones, este enfoque no se origina directamente en el ámbito de la disciplina. Debemos remontarnos a los trabajos de Arrow para encontrar una sistematización en términos políticos de la paradoja econométrica de las múltiples alternativas, merced la cual cabe fundar la estabilidad de un sistema democrático en la agregación de las preferencias individuales de los ciudadanos, estableciendo un sistema prelativo, que opere mediante reglas de mayoría, para decidir qué preferencias se satisfacen y en qué orden.

Sin embargo, la crítica de Arrow permite sostener que no existe un método de agregación de preferencias satisfactorio en democracia y que tampoco se resuelve por la simple decisión de las mayorías. En efecto, desde esta perspectiva cabe asumir que el comportamiento político puede entenderse como el resultado de las múltiples elecciones realizadas por los sujetos en procura de sus intereses.

Desde un punto de vista estricto, esta Teoría asume que los individuos tienen la capacidad racional, el tiempo y la consistencia emocional necesarias para elegir la mejor línea de acción, en función de sus propios intereses, sin considerar lo compleja que pueda ser la elección.

Las críticas de este enfoque, según Ward, se agrupan en cuatro posiciones:

a) las teorías 'heréticas', que desarrollan una crítica interna y que se cuestionan, básicamente, la capacidad de decisión racional de los individuos

b) la crítica sociológica, para la cual la Teoría de la Elección Racional parece minimizar el valor de la estructura social y de los modelos explicativos holísticos.

c) la crítica psicológica, que argumenta que los individuos, a menudo, no actúan racionalmente en sentido estricto y que su actuar implica unas motivaciones psicológicas -conscientes e inconscientes- sumamente complejas.

d) las críticas de la propia Ciencia Política, que se basan en lo poco fiable de las asunciones primarias de este enfoque y en los fallos que observan en los modelos predictivos.

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