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Juan Marinello y su hermenéutica discursiva martiana



Partes: 1, 2

  1. Hermenéutica
    y referentes ontológicos e histórico-
    culturales
  2. Hermenéutica, riqueza expresiva del
    lenguaje y compromiso social
  3. Una
    hermenéutica que revela al hombre que cultiva
    humanidad
  4. Una
    interpretación que sigue la lógica particular
    del objeto y establece diferencias

Martí, escritor americano, la obra cumbre de
Marinello, según José A. Portuondo, consagra a su
autor como el martiano mayor. Al hombre de profundo pensamiento y
sensibilidad, que con miraje de hondura y alto vuelo revelador,
descubre en la "selva" del Maestro una trinchera de ideas para
todos los tiempos. "Frente a las magnas tareas presentes cobra
suprema actualidad aquella estampa en que Martí dibuja al
escritor cabal que ha de nacerle a sus pueblos: "Así digno
y libre, independiente y sabio, conocedor de los demás y
de sí mismo, a la par instruido de inspirado, así
ha de ser el que en nuestros días quiera robar una
estrella más al cielo para dejarla en la tierra
perpetuamente unida a su nombre". Admitamos la sentencia, de
lindo romanticismo martiense, y fijemos los ojos en los
fundamentos de su mandato. Sigámoslo en su advertencia
dialéctica que ordenaba seguir los rumores del tiempo,
superando los rumores vencidos".1

Su mensaje también es y será de validez
permanente. Su discurso abierto, el relieve de las ideas, el tono
conceptual y metafórico de su decir, la búsqueda
constante del alma humana, el estilo subjetivo- no subjetivista –
con que discurren sus discernimientos, para atrapar la trama
humana y buscar salida al drama del hombre, hacen del ensayismo
hermenéutico martiano de Marinello un cosmos inagotable de
riqueza aprehensiva.

"Martí, escritor americano" y "Españolidad
literaria de José Martí", entre otros, constituyen
ricas piezas ensayísticas que ponen de manifiesto la
fuerza y vitalidad de la hermenéutica marinelliana en la
aprehensión de los textos martianos, y en la
comprensión de su colorido discurso proteico y suscitador.
Un discurso, donde el relieve de las ideas, la gracia
estética y la apertura conceptual, lo convierten en
paradigma de ensayismo de alto vuelo.

Hermenéutica y referentes
ontológicos e histórico-
culturales

Hay en Marinello una lectura especial de los textos
martianos[1]Una hermenéutica
analógica[2]de alto vuelo capaz de penetrar
en un discurso que "ve con las palabras y habla con los colores,"
sin desvirtuarlo con añadiduras subjetivista u
objetivista.

La hermenéutica marinelleana es analógica
e icónica por antonomasia, por eso no pierde los
referentes ontológicos, y con ello, ni se afilia al
equivocismo relativista conducente a la concepción que la
interpretación textual sólo la pone el lector, ni
al univocismo que ingenuamente o no se aferra a la "absoluta
objetividad" del texto, hasta negar la subjetividad creadora
inmanente al que lee o interpreta. El objetivismo mata la
creación interpretativa, y convierte la lectura en un acto
inerte e infecundo, es decir, un acto repetitivo que no dice
nada. Sencillamente, impone, dispone, pero no
propone[3]Es que una hermenéutica realista,
analógica, como bien afirma Beuchot, debe "(…) ser
un arte y ciencia de la interpretación que tiene por
objeto la comprensión del texto con cierta sutileza y
penetración. Se divide en hermenéutica
teórica y en hermenéutica práctica o
aplicada; la primera es la recolección de principios y
reglas que guían la interpretación sutil y
adecuada, la segunda es la aplicación de esos principios y
reglas en la interpretación concreta de un texto. Para
ello pone el texto en su contexto apropiado. Su
metodología es la sutileza, tanto de entender un texto,
como la de explicar o exponer su sentido y la de aplicar lo que
dice el texto a la situación histórica del
intérprete[4]

Al mismo tiempo, "recorre los movimientos
metódicos de la apropiación o acercamiento y del
distanciamiento objetivo"[5] para situarse
así en el justo medio y evitar tanto el objetivismo como
el subjetivismo, que en última instancia tergiversan lo
interpretado.

Este método interpretativo de asumir la realidad
martiana por Marinello, tiene un valor heurístico
extraordinario, en tanto permite o posibilita una lectura
creadora, contextualizada, y al mismo tiempo, lo más
verídicamente acertada. Una lectura comprometida con el
destino del hombre y expresada con pluralidad discursiva, alto
vuelo cogitativo y sensibilidad ecosófico – humanista. Por
eso capta el numen de la "selva martiana", sin a priori o
supuestos preconcebidos, siguiendo su propia lógica y las
mediaciones condicionantes.

Marinello aprehende profundamente a Martí, en su
vida y espíritu, porque sabe "jugar" con un discurso
incluyente, capaz de captar con intuición el instante,
permeado de sutilezas y suscitaciones varias, donde tanto valor
posee la metáfora, la sinécdoque, la metonimia,
etc., como los conceptos mismos. Por eso con razón
justificada es el "martiano mayor." En muchos momentos
nótese algunas coincidencias de espíritu y estilo
con la hermenéutica de Gastón
Bachelard[6]Particularmente, cómo a su
discurso volador y utópico sabe ponerle "bridas" para que
reconozca su génesis, historia y condicionantes y no
olvide las raíces.

En los momentos actuales cobran más vigencia
aún los discernimientos marinellianos creativos, pues la
fuerte emergencia de la filosofía del lenguaje, de la
semiótica y la hermenéutica misma, si realmente ha
despejado caminos y ha contribuido a la superación del
objetivismo gnoseologista del paradigma moderno, también
en algunos casos se ha ido al extremo, sobre la base de una
hermenéutica, donde todo vale, todo es
interpretación, olvidándose los referentes
ontológicos, históricos, culturales. En fin, la
analogía del acto interpretativo con la realidad
interpretada se desvanece para caer en los brazos del relativismo
subjetivista.

La hermenéutica de Marinello, si bien imprime un
acento especial al lenguaje martiano, a sus conceptos y
metáforas, no lo convierte en única realidad
autosuficiente, al margen de sus referentes ontológicos e
histórico – culturales. Ciertamente, para Marinello el
lenguaje no es sólo medio de comunicación y
exteriorización encarnada del pensamiento. Es eso y mucho
más, pues su calidad creativa, constructiva, le es
inmanente, pero sobre la base de varias mediaciones
determinadoras y condicionantes. En fin, el lenguaje no es la
morada del ser, en el sentido heideggeriano, ni la
interpretación misma hecha lenguaje, como en el giro
ontológico de Gadamer, donde el lenguaje, en tanto objeto
de la comprensión, es en sí mismo el ser. Se
interpreta la lingüisticidad del ser a un grado extremo de
absolutización tal, que el ser mismo es lenguaje.
Así, expresa Gadamer: "Nuestra reflexión ha estado
guiada por la idea de que el lenguaje es un centro en el que se
reúnen el yo y el mundo, o mejor, en el que ambos aparecen
en su unidad originaria. Hemos elaborado también el modo
como se representa este centro especulativo del lenguaje como un
acontecer finito frente a la mediación dialéctica
del concepto. En todos los casos que hemos analizado, tanto en el
lenguaje de la conversación como en el de la poesía
y en el de la interpretación, se ha hecho patente la
estructura especulativa del lenguaje, que consiste no en ser
copia de algo que está dado con fijeza, sino en un acceder
al lenguaje en el que se anuncia un todo de sentido. Esto nos
había acercado a la dialéctica antigua porque
tampoco en ella se daba una actividad metodológica del
sujeto, sino un hacer de la cosa misma, hacer que el pensamiento
«padece». Este hacer de la cosa misma es el verdadero
movimiento especulativo que capta al hablante. Ya hemos rastreado
su reflejo subjetivo en el hablar. Ahora estamos en condiciones
de comprender que este giro del hacer de la cosa misma, del
acceso del sentido al lenguaje, apunta a una estructura
universal-ontológica, a la constitución fundamental
de todo aquello hacia lo que puede volverse la
comprensión. El ser que puede ser comprendido es lenguaje.
El fenómeno hermenéutico devuelve aquí su
propia universalidad a la constitución óntica de lo
comprendido cuando determina ésta en un sentido universal
como lenguaje, y cuando entiende su propia referencia a lo que es
como interpretación. Por eso no hablamos sólo de un
lenguaje del arte, sino también de un lenguaje de la
naturaleza, e incluso del lenguaje de la
cosas"[7].

Estas concepción, en parte continúan la
hermenéutica de Heidegger, pero en el caso de Gadamer, sin
superarla en su totalidad, la matiza con nuevas aprehensiones que
historizan y contextualizan los horizontes donde deviene y opera
el lenguaje. Así expresa: "El lenguaje no es sólo
una de las dotaciones de que está pertrechado el hombre
tal como está en el mundo, sino que en él se basa y
se representa el que los hombres simplemente tengan mundo. Para
el hombre el mundo está ahí como mundo en una forma
bajo la cual no tiene existencia para ningún otro ser vivo
puesto en él. Y esta existencia del mundo está
constituida lingüísticamente. Este es el verdadero
meollo de una frase expresada por Humboldt con otra
intención, la de que las lenguas son acepciones del mundo.
Con esto, Humboldt quiere decir que el lenguaje afirma frente al
individuo perteneciente a una comunidad lingüística
una especie de existencia autónoma, y que introduce al
individuo, cuando éste crece en ella, en una determinada
relación con el mundo y en un determinado comportamiento
hacia él. Pero más importante aún es lo que
subyace a este aserto: que el lenguaje no afirma a su vez una
existencia autónoma frente al mundo que habla a
través de él. No sólo el mundo es mundo en
cuanto que accede al lenguaje: el lenguaje sólo tiene su
verdadera existencia en el hecho de que en él se
representa el mundo. La humanidad originaria del lenguaje
significa, pues, al mismo tiempo la lingüisticidad
originaria del estar-en-el-mundo del hombre. Tendremos que
perseguir un poco más la relación de lenguaje y
mundo si queremos ganar un horizonte adecuado para la
lingüisticidad de la experiencia
hermenéutica."[8]

Momentos interesantes del devenir del lenguaje en el
acto interpretativo están presentes en la
hermenéutica gadameriana, pero olvida otras mediaciones
esenciales, inherente a la lingüisticidad de la experiencia
hermenéutica. Si ciertamente, "el lenguaje sólo
tiene su verdadera existencia en el hecho de que en él se
representa el mundo", la propia representación del mundo
está mediada por múltiples aristas inmanente al
devenir de la actividad humana (conocimiento, valor, praxis,
comunicación), en tanto modo de existencia de su misma
realidad social, concretada en la cultura, así como las
condiciones en que se realiza en tanto tal: necesidad –
interés – fin – medios y condiciones, hasta el resultado
final de la representación y aprehensión del mundo.
Esto significa que no es posible hacer del lenguaje única
realidad aprehensiva, al margen de la toda la complejidad de
determinaciones y condicionamientos de un proceso
dialéctico, donde lo ideal y lo material se convierten
recíprocamente, a través de la praxis. Sin embargo
hay aspectos esenciales revelados por Gadamer que se dirigen a
una comprensión hermenéutica más profunda y
realista, al asumir lo histórico desde una nueva
epistemología. En su criterio. "el problema
epistemológico debe plantearse aquí de una forma
fundamentalmente diferente. Ya vimos (…), – enfatiza – que
Dilthey comprendió esto pero que no fue capaz de superar
las ataduras que lo fijaban a la teoría del conocimiento
tradicional. Su punto de partida, la interiorización de
las «vivencias», no podía tender el puente
hacia las realidades históricas, porque las grandes
realidades históricas, sociedad y estado, son siempre en
realidad determinantes previos de toda «vivencia». La
autorreflexión y la autobiografía -los puntos de
partida de Dilthey- no son hechos primarios y no bastan como base
para el problema hermenéutico porque han sido
reprivatizados por la historia. En realidad no es la historia la
que nos pertenece, sino que somos nosotros los que pertenecemos a
ella. Mucho antes de que nosotros nos comprendamos a nosotros
mismos en la reflexión, nos estamos comprendiendo ya de
una manera autoevidente en la familia, la sociedad y el estado en
que vivimos. La lente de la subjetividad es un espejo deformante.
La autorreflexión del individuo no es más que una
chispa en la corriente cerrada de la vida histórica. Por
eso los prejuicios de un individuo son, mucho más que sus
juicios, la realidad histórica de su
ser."[9]

En esta línea interpretativa otorga un papel
importante, significativo a los
prejuicios[10](preconceptos), como
condición de comprensión, siguiendo el
círculo hermenéutico heideggeriano, pero con un
sentido histórico cultural más connotado, en tanto,
valora la importancia de la tradición y otras mediaciones
que lo acercan a ver incluso, algunos momentos del papel de la
praxis histórico – social, así como concebir la
comprensión como fusión de horizontes, pues "la
resurrección del sentido del texto se encuentran ya
siempre implicadas las ideas propias del intérprete. El
horizonte de éste resulta de este modo siempre
determinante, pero tampoco él puede entenderse a su vez
como un punto de vista propio que se mantiene o impone, sino
más bien como una opinión y posibilidad que uno
pone en juego y que ayudará a apropiarse de verdad lo que
dice el texto "(…) , descrito esto como fusión de
horizontes. Ahora podemos reconocer en ello la forma de
realización de la conversación, en la que un tema
accede a su expresión no en calidad de cosa mía o
de mi autor sino de la cosa común a ambos,
"[11] porque sencillamente, "lo que llega a
nosotros por el camino de la tradición
lingüística no es lo que ha quedado, sino algo que se
trasmite, que se nos dice a nosotros, bien bajo la forma del
relato directo, en la que tienen su vida el mito, la leyenda, los
usos y costumbres, bien bajo la forma de la tradición
escrita, cuyos signos están destinados inmediatamente para
cualquier lector que esté en condiciones de
leerlos.

El que la esencia de la tradición se caracterice
por su lingüisticidad adquiere su pleno significado
hermenéutico allí donde la tradición se hace
escrita. En la escritura se engendra la liberación del
lenguaje respecto a su realización. Bajo la forma de la
escritura todo lo trasmitido se da simultáneamente para
cualquier presente. En ella se da una coexistencia de pasado y
presente única en su género, pues la conciencia
presente tiene la posibilidad de un acceso libre a todo cuanto se
ha trasmitido por escrito."[12]

Hermenéutica, riqueza expresiva del
lenguaje y compromiso social

El discernimiento aprehensivo del discurso martiano por
Marinello, sin minusvalorar el valor creativo del lenguaje, no
hace del mismo centro especulativo, frente a la mediación
dialéctica del concepto, que se engendra en la propia
historia de la realidad asumida por el ser humano, como acto
práctico y teórico a la vez, y donde confluyen
muchas aristas interpretativas, necesarias para captar la esencia
del texto[13]y sobre todo, al hombre mismo. Es una
hermenéutica analógica
icónica,[14] que no separa la riqueza
expresiva del lenguaje literario, del compromiso social, es
decir, el oficio de la misión del
hombre[15]Sencillamente, refiere a Martí:
"Por dondequiera que toquemos ese orbe firme y afiebrado de su
papelería le sentimos la avidez erguida y trabajadora y el
laudo de las sienes desveladas. Por lo que aquí
también, por este camino de su literatura que
parecía alejamiento, desembocamos en el asombro de una
vida sin semejanza. Y una vida de esta categoría es mucho
más que una vida; es un hecho moral. Y frente a un hecho
moral que se muestra por la escritura queda en un plano secundado
la indagación de las características formales. De
allí que leer un artículo o un poema de
Martí, y a veces un solo verso y una sola línea,
sea una responsabilidad de meditación en el hombre y en su
mensaje. Lo que comienza por anotación crítica
termina siempre por entendimiento
trascendente"[16].

Meditación en el hombre y su mensaje, es para
Marinello cauce hermenéutico para penetrar en el "orbe
firme y afiebrado de la papelería" de Martí. Lo que
en otro momento él bautiza como "selva martiana", y
aconseja seguirla en sus entrañas, culturalmente, para
aprehenderla con la mayor hondura posible.

Por eso, su revelación martiana le permite
afirmar: "el impulso creador de Martí no se murió
en él porque es una resonancia y una continuidad, porque
puso su voz en la impaciencia noble de los hombres y,
apasionadamente, en el destino de sus pueblos. Por largo tiempo
todavía, mientras subsistan las realidades primordiales
que contempló, su advertencia será oportuna y
fecunda. Y después, cuando hayan sido cambiados por otros
mejores, todavía tendrá vigencia su lección
de preguntar al hombre americano – con virtud artística –
cuál es su pesadumbre y hacia dónde apunta su
esperanza"[17].

No se trata de una interpretación, que vaya
más a la lingüisticidad formal y modos literarios
decorativos. Es una acción interpretativa que se
sitúa en el hombre mismo sociohistóricamente
determinado por mediaciones múltiples, pero que al mismo
tiempo crea con soberana libertad, porque su obra es
expresión consumada de los anhelos del pueblo y la
época en que deviene. "José Martí – enfatiza
la hermenéutica marinelliana – es un hombre trascendental
en el sentido más limpio del vocablo. La peregrina
circunstancia de escribir con la sangre de la conducta, de
realizar la vida en las palabras, muda de lugar y de sentido los
problemas que por lo común se levantan frente a los
escritores extraordinarios. Se puede discutir largamente si un
gran poeta de ayer fue clásico o romántico, si un
ensayista de hoy se inclina al misticismo o se decide por la
experiencia estricta. Cuando se plantean frente al escritor
José Martí cuestiones de esta entidad hay que
resolverlas en otro terreno, en el de la actividad del hombre
ejemplo: hemos de preguntarnos si José Martí,
hombre pensador y activo que escribe insuperablemente, es
romántico o clásico, religioso o materialista. A
los que están familiarizados con estas cosas no se oculta
la importancia de esta traslación de cuestiones capitales.
Un hombre de esta calidad, que se produce como unidad ascendente,
abre las más duras preguntas filosóficas.
Así, al hablar del romanticismo en el caso martiano, se
levanta la cuestión a un nivel primordial, se eleva la
indagación a un plano previo de mucha cuantía:
tendremos que preguntarnos -y que contestamos -si el romanticismo
es un movimiento literario que da carácter a una
época, o si se trata de un modo de entender la vida tan
viejo corno el mundo.

Pero, no queriendo Martí el oficio de escritor
sino el de hombre, como dice alguna vez, llega a ser el
más rico, el más original, el más entero de
los escritores hispánicos de América.
Lección definitiva para los que todavía ponen en
duda que la grandeza del artista viene de sus íntimas
potencias de hombre, y que éstas tendrán tanta
fuerza cuando se hayan asimilado la sed de un pueblo y el querer
de una época"[18].

Devela sus grandes cualidades como escritor, pero no
como atributos cualificadores aislados, sino insertos en sus
íntimas potencias de hombre, que en el sentido
marinelliano – y también martiano – significa
síntesis cultural humana, fuente de progreso y
sensibilidad y razón para aprehender la historia y ser
espíritu del pueblo. Por eso, "la vida fue para
Martí corriente tumultuosa, rica y cambiante,
contradicción y ascensión[19]en pos
de la perfección del hombre y del cumplimiento del
deber[20]

Hay en Marinello – de modo consciente- una
intención hermenéutica penetrante del paradigma
martiano. Indagación perspicaz que soslaya toda
apología fragmentaria de rasgos y cualidades supremas del
Grande Hombre. Más le preocupa desentrañar esencias
fundantes que expliquen y den razón y cuenta de una vida
cuya misión y oficio se integran en unidad indisoluble.
Para ello, encuentra un camino: el hombre mismo en sus
múltiples mediaciones y condicionamientos, el hombre en su
condición humana, en su dación a la verdad, al
bien, la belleza y la dignidad, mediados por el amor
fundante[21]

Una
hermenéutica que revela al hombre que cultiva
humanidad

En la obra de Martí descubre todo un cosmos de
humanidad y al mismo tiempo, un modelo prefigurante de valores
creadores. En su reino, que es sobre todo el hombre, impera la
idea del cambio, la revolución y creación humana en
sus expresiones diversas. No hay lugar en Martí -y
Marinello lo descubre y divulga- para la deslealtad, la vileza y
la venganza estéril.

Hay mediaciones esenciales que Marinello revela, para
conceptuar y concebir la política como
determinación cultural, al servicio de la identidad
nacional o regional. Mediaciones que encuentra o deduce de su
propia concepción, de la "…total
identificación entre el escritor y el
hombre"[22] que, como en Martí "… lo
romántico se enriquece, se supera… por el choque
con la realidad"[23]. Es en el obrar humano, su
actividad, que imbuido por motivos nobles despierta sensibilidad
y con ello comportamientos políticos. "Lo sorprendente, lo
impar de su caso -por supuesto, se refiere a Martí-
está en que la queja del artista, sensible de la piel a la
entraña, y el entusiasmo del líder, erguido hasta
el fanatismo, se marinan y asocian a lo largo de toda su
existencia; a veces en el mismo cuerpo de un
escrito."[24]

Cree en el hombre y cultiva humanidad. Su vida es toda
una cultura al servicio del porvenir, una "real utopía"
que en tanto tal, anticipa, modela y preludia una sociedad
fundada en lo moral. "En Martí -señala el
intelectual cubano- el escritor es, como el héroe, un
obrero del porvenir, un espíritu sediento de convivencia
ennoblecedora. Su prosa y su verso son instrumentos
políticos en el más estricto y ambicioso sentido.
Su literatura, como su acción, son desvelo cubano y
trabajo por un tiempo nuevo; por ello, para los cubanos su obra
sobrepasa la vigilancia profesoral y la consideración
placentera del hombre de
sensibilidad."[25]

Esta perspectiva hermenéutica profunda,
reveladora de esencias, donde los conceptos y las palabras, en
general, devienen núcleos proteicos del discurso, en
cuanto a vitalidad, color y fuerza que despliega, fructifica,
porque con maestría profesional y sin atenerse sólo
a las fuentes del Maestro, es capaz de penetrar "en el terreno de
la actividad del hombre y sus condicionantes objetivo y
subjetivo.

Marinello escudriña y cala en la "selva
martiana", compuesta por esencias con elan interpretativo plural,
y capta con espíritu creador su trascendencia en la
empresa moral que inaugura y en su mensaje paradigmático
que le es inmanente, apoyado y enriquecido por ser todo un estilo
-en opinión de Unamuno-, "pues, porque poseyendo el
ímpetu, tiene el vehículo y porque el
vehículo, la lengua, es tan excepcional como la llama que
lo lanza a ganar hombres por los caminos de la belleza
"[26]

Una obra fundadora, trascendente, plena de universalidad
y contemporaneidad no adviene ni transcurre sobre pivotes
débiles. Y ese es el gran mérito de Marinello, es
decir, tomar conciencia plena del problema e ir a la
búsqueda de sus fundamentos. Primero, no contentarse
sólo con "el genio escritor", caracterizado por
Rubén Darío, "como una prosa profunda, llena de
vitalidad y de color, de plasticidad y de música", ni con
el criterio del ensayista colombiano Baldomero Sanín Cano,
que la definía como "prosa maciza y elástica, con
una sobriedad y elegancia helénicas, cargadas de emociones
sinceras en una continua reverberación de
imágenes." Más que a la forma, y por supuesto, lo
anterior no se reduce a ello, Marinello enfila su pupila
penetrante a las esencias del fundador y preludiador de
época, con sentido hermenéutico analógico,
es decir, sin obviar los referentes ontológicos y
culturales del discurso.

Revela atributos cualificadores de la subjetividad
humana martiana, que si bien otros autores han hecho
alusión, en la totalidad marinelleana emergen con calidad
propia, y sobre todo como momentos de un todo que sintetiza
revolución y creación humanas, espíritu
innovador y compromiso social.

La axiología martiana en la hermenéutica
de Marinello, concebida como sistema de valores e ideales humanos
aparece inserta en esa totalidad caracterizadora del Maestro, que
integra en síntesis, sentimientos y razón.
Totalidad dialéctica abierta, cimentada en una
ética consustancialmente realista, donde el amor resulta
su mediación central y núcleo estructurador, pues
"Martí amó con afán penetrador cuanto le era
cercano."[27] El amor en Martí –
según la hermenéutica de Marinello – incluye
expresiones disímiles del quehacer humano: la amistad
sincera, el cariño, el disfrute estético, la
contemplación de la naturaleza, la pasión humana
por el trabajo, la libertad, el sentimiento filial y conyugal, la
defensa del bien, el echar suerte con los pobres, la ternura en
sus diversas dimensiones, la defensa de la dignidad y el decoro
del hombre, en fin, preside y penetra tres atributos
cualificadores de la subjetividad humana que en el paradigma
martiano se revelan como categorías centrales: el Bien, la
Belleza y la Verdad.

Al mismo tiempo, reconoce la influencia mística
en Martí, y logra emparentarlo con Santa Teresa, pues "una
y otro revelan esta interna tragedia del amor vestido de
uniforme, de la ternura que se esconde dolorida para lograr, tras
la pugna borrascosa, la clara justicia que no les tocará
gozar. "[28]

En Marinello -y con esto logra, una vez más, ver
la parte en el todo y en sus raíces -la axiología,
y el amor como su atributo central, no constituyen un aspecto
aislado de eso que llama Hombre, en tanto expresión
cultural humana. Por eso Verdad, Bien y Belleza resultan
inaprehensibles humanamente, si no son asumidos con las potencias
telúricas del amor, que es al mismo tiempo ternura,
dignidad, lucha y redención del hombre. "José
Martí, hombre de inteligencia soberana, dijo una vez que
la inteligencia no es lo mejor del hombre.
¿Anti-intelectualisnio? ¿Condenación a la
cultura?, se pregunta Marinello, y responde, sin mediación
alguna: "No. Entendimiento maravilloso del valor de la cultura y
de la vida. Martí fue un libertador en la medida
más exacta. Por ello "la inteligencia que sostiene el
privilegio de los libros que alargan la opresión son para
él cadenas del hombre."[29]

Una
interpretación que sigue la lógica particular del
objeto y establece diferencias

En Martí, la cultura es concreción de la
actividad humana en sus cuatro atributos cualificadores:
conocimiento, valor, praxis y comunicación.
Producción material y espiritual humana, en y por el
hombre. Por eso la concibe como ser esencial humano y medida de
ascensión del hombre.

Sobre la base de estas premisas, es fácil,
entonces, explicar el nexo martiano entre la concepción
cultural y el ser, quehacer y sentir del hombre, que con tanta
maestría revela la hermenéutica marinelliana, en
Martí.

Es que para Martí, el ser existencial humano, su
quehacer y sentir constituyen hechos culturales. Para
Martí- algo propio, y diferente a su tiempo, que descubre
Marinello- la relación Hombre – Naturaleza, es una
relación, donde el hombre se naturaliza y la naturaleza se
humaniza. No olvidemos el sentido cósmico –
ecosófico de su visión del hombre en
relación con el Universo, que tanto acentúa la
hermenéutica marinelliana y también la de Medardo
Vitier. Dos grandes martianos que al interpretar a Martí,
fieles a su legado, no perdieron de vista los referentes
ontológicos de su discurso ensayístico, así
como su numen cósmico, su visión ecuménica y
el espíritu de raíz humana.

"(…) eso, la naturaleza humana, su modo de
comprenderla, es lo que late en toda la obra de
Martí".[30]

Pero la naturaleza humana inserta en el Universo. El
sentido cósmico nuclea su cosmovisión. Hay una
concepción unitaria del ser complejo, cualificado por la
analogía, el equilibrio y la armonía universal.
"Martí vivió -dice Vitier- como una fuerza
espiritual -eso era en esencia- en contacto perpetuo con el
misterio del universo. Recuérdese aquella línea de
sus versos sencillos: "y crece en mi cuerpo el
mundo…"

De ahí que sintiera como suyo ese modo de
panteísmo que vibra en Emerson, desligado de todo credo
formal. Así dice Martí: "Para él no hay
cirios como los astros, ni altares como los montes, ni
predicadores como las noches palpitantes y profundas."

Quién lea los Versos Sencillos hallará no
pocas estrofas transidas de eso que pudiéramos denominar
sensibilidad cósmica. Se siente allí un
espíritu atraído por la Naturaleza, ganoso de
descansar de los hombres…

"Yo sé de Egipto y Nigricia,

de Persia y de Jenofonte,

y prefiero la caricia

del aire fresco del monte."

"Yo sé las historias viejas

del hombre y de sus rencillas,

y prefiero las abejas

volando en las
campanillas."[31]

Al sentido cósmico – naturalista, presente en el
pensamiento filosófico de Martí, M. Vitier agrega,
el finalismo, que según él, "(…) late acá
y allá en sus artículos. Recuérdese esta
aserción suya: "corren leyes magníficas por las
entrañas de la Historia". Esos credos, que caen en lo
metafísico, le robustecían la fe en cosas
más inmediatas y palpables. He ahí cómo lo
cotidiano se nutre de lo eterno. Esa es la unidad profunda que
vio. Vidente, pues, en ese sentido.

A veces declara explícitamente su visión
de la existencia. Es insustituible su texto a ese respecto: "Que
el Universo haya sido formado por procedimientos lentos,
metódicos y análogos, ni anuncia el fin de la
Naturaleza ni contradice la existencia de los hechos
espirituales".

Insiste en eso -en la sustantividad de lo espiritual-.
El le halla esfera propia. También gravitan sus
concepciones en torno a la unidad de todo. Por eso dice: "El
Universo, con ser múltiple, es
uno".[32]

En la Cosmovisión martiana, tanto Marinello como
M. Vitier lo enfatizan, la espiritualidad del hombre es esencial,
su subjetividad, como agente histórico-cultural. Lo que no
significa que lo hiperbolice. Para él, lo material y lo
espiritual constituyen una unidad inseparable. Recuérdese
la polémica en el Liceo Hidalgo, de México. Incluso
aboga por una filosofía de la relación que no
separe lo ideal y lo material, que no discurra hacia los
extremos. Simplemente que lo aborde en su
relación.

Hay en Martí, en su pensamiento, acuciantes notas
espiritualistas. Cree en la preexistencia y postexistencia del
alma, en la superioridad del espíritu, sin embargo no se
desliga de la realidad inmediata. Sus convicciones
ideopolíticas (culturales) terrenalizan su tendencia
especulativa, sin matar su raíz utópica y su miraje
hacia lo absoluto y lo grande, pues en su criterio: "menguada
cosa es lo relativo que no despierta al pensamiento de lo
absoluto. Todo ha de hacerse -declara Martí, de manera que
lleve la mente a lo general y a lo grande. La filosofía no
es más que el secreto de la relación de las varias
formas de existencia".[33]

En gnoseología somete a crítica el
apriorismo y el subjetivismo. Considera la realidad como fuente
del conocimiento. "En el hombre, -cree Martí- hay fuerza
pensante, pero esta fuerza no se despierta ni desarrolla, sin
cosas pensantes."[34] Además "hay
armonía entre las verdades, porque hay armonía
entre las cosas".[35]

Su epistemología hermenéutica, siguiendo
la tradición cubana, se expresa como sensorracionalismo,
donde lo sensorial y lo racional son dos momentos de una unidad y
un proceso único, con referentes
reales[36]

Al mismo tiempo, su siempre razón utópica
-rasgo propio de los grandes- no lo llevan a separar la
teoría de la práctica.

El "espiritualismo martiano", la sustantivación
de la subjetividad humana, tampoco restan valor a su
filosofía social. En su concepción, el hombre, como
sujeto socio-cultural, reproduce de forma compendiada la
totalidad del Universo. En la naturaleza -concepto amplio en
Martí- integra todo, lo espiritual y lo material; pero el
hombre, es por sobre todas las cosas, un ser activo, hacedor de
historia y cultura y condicionado sociohistóricamente,
pues "nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en
él su pueblo".[37]

Un discurso pleno de sentido cultural y vocación
ecuménica que hace centro suyo al hombre (con sentido
ecosófico) en búsqueda constante de su ser esencial
y su ascensión ético-humana. Un pensamiento que
conjuga en su despliegue crítico, imágenes y
conceptos para aprehender la realidad en su máxima riqueza
de mediaciones y matices.

Sobre la obra y el pensamiento de José
Martí se ha escrito mucho, no así en su arista
filosófica propiamente dicha. Medardo Vitier, en su
"Martí, estudio integral, revela con profundidad la
esencia filosófica de la obra martiana, particularmente su
concepción del hombre, el sentido de la vida y los valores
que le sirven de cauces de realización humana. Logra en
función del objetivo propuesto, "situar a Martí en
su mundo, mostrando su mentalidad y eticismo, y las corrientes de
cultura que alcanzó y reflejó".[38]
El autor devela los caracteres de cubanidad, americanidad,
hispanidad y universalidad del Maestro, incluyendo la
dimensión filosófica y sobre todo la
axiología que encauza su programa
filosófico-pedagógico. Con gran maestría
Medardo Vitier descubre los temas esenciales, subalternos y
ocasionales en la obra del apóstol.

El sentido histórico-cultural -inmanente a su
estilo- aflora espontáneamente en su aprehensión
martiana. Sencillamente hay que ser sensible -y M. Vitier lo fue
en grado sumo- para captar sensibilidad, y ésta se percibe
culturalmente. En la cubanidad de Martí, premisa necesaria
de su americanidad y universalidad -partir de la raíz con
ímpetu ecuménico- revela el valor de la
tradición. "Al hallar una ejemplar tradición
revolucionaria y al vincularla con su obra, fijó para la
cultura pública la importancia del pasado. El pasado no
significa compromiso de repetición. Los problemas cambian.
Lo que persiste es -enfatiza M. Vitier- por una parte, el nexo
espiritual que conduce a la gratitud, y por otra, la actitud de
los antepasados. La actitud de elevación y de honradez no
envejece, aunque los problemas sean diferentes. Eso es lo que
sintió Martí, y -lo reitero- no sólo se
valió de esa fuerza sino que fijó para la
posteridad el valor social de la tradición. Mientras
más original es un guiador -sea en el pensamiento o en la
acción- más se atiene a las formas superiores de lo
humano, si los halla en sus antecesores. Originalidad -excelente
idea de M. Vitier, asumiendo al Apóstol- no es
desvinculación; no lo es, si bien se mira, ni aun en las
direcciones más excéntricas del
arte."[39]

La tradición funda[40]Es memoria
para dialogar y buscar lo mejor. Es viviente raíz para
insertarse a lo universal con status propios, de ahí su
valor social… Y M. Vitier con fina sensibilidad
hermenéutica lo revela en Martí. Esto explica por
qué Martí, sin desechar a Varela, a Luz, a Mendive,
asume a Emerson y otros pensadores, sin dejar de ser
Martí. Fuertes raíces alimentan el frondoso follaje
y le abren cauces hermenéutico- culturales
insospechados.

Estas ideas de M. Vitier son coincidentes con la
aprehensión marinelliana del Apóstol cubano, y al
mismo tiempo, claves hermenéuticas para penetrar con
sensibilidad inusitada en la "selva del
Maestro."[41]

Por supuesto, el "martiano mayor" no se queda en la
tradición, ni en las influencias, coincidencias y
confluencias de Martí con sus raíces. Va más
lejos. Encuentra más…

Marinello, no sólo revela las diferencias
existentes entre Martí y los románticos,
modernistas y pintores abstractos que no vinculaban su oficio a
la misión humana y se regodeaban en el discurso o en la
obra artística pura al margen del drama humano y los
intereses reales del pueblo. Su incisiva hermenéutica
analógica, aprendida de Martí y pivoteada por su
formación marxista, lo dirige a las propias fuentes
maternas de la lengua martiana.

"Su encrespamiento sonoro y emocionado – refiere al
discurso de Martí – se volverá economía
tajante; su queja romántica, convicción serena y
acerada. No habrá mejor belleza, sino belleza distinta en
el hijo leal. Nadie denunciará la filiación
perfecta, porque, por ser hondamente martiano, será
también, como Martí, entidad sintética y
ansiosa, sano y batallador en una escritura sorprendente, llena
de cicatrices ilustres y crecida en el ejercicio de dominar sobre
los pariguales. Como Martí, -el hijo de su letra
será hombre de comunicación y mando, de
misión y destino, hombre de pueblo y multitud en su
propósito vital; y hombre solitario, sin hijos evidentes
ni sucesores ostensibles, en la palabra
inesperada."[42] Pero asido a las raíces
con vocación ecuménica, inusitada originalidad y
espíritu creador.

"El no entendimiento, o e1 mal entendimiento de la
originalidad literaria de José Martí, – escribe
Marinello – ha desorientado a muchos en la consideración
de su obra (…) En el intento, legítimo, de
encontrarle filiación a la obra martiense, sale a plaza lo
de su españolismo literario. Yo creo que ha llegado la
hora de poner en orden, en límite, esta interesante
cuestión. Veamos cómo debe, a nuestro juicio,
entenderse – enfatiza Marinello.

Está en el verso y en la prosa de Martí,
muy visible, muy viviente y muy sostenida, la marca de
España. La llevaba en la sangre canaria y valenciana; la
heredaba sin hurtarla. Su posesión pasmosa de lenguas y
culturas, la genuina universalidad de su visión, no
podían apartarlo del dominio enérgico, carnal,
pleno, de la lengua de sus padres. Martí sabía que
«la vida necesita raíces permanentes». Era
demasiado sensible y demasiado avisado para beber con desgano
frívolo la leche del Arcipreste y de
Cervantes."[43].

Marinello descubre que "toda lengua es un camino; por
alguno ha de transitarse, y sólo se llega a la altura con
respiros sobrados para la propia voz cuando el camino recorrido
es muy familiar, muy nuestro. Martí sabía que la
lengua exige, para dar el fruto más válido, un amor
difícil y sabio, de superficie y de entraña, de
esperas y solicitudes. Martí amó con afán
penetrador cuanto le era cercano, El idioma, que le venía
en las venas, había de ser para él amor sin
tibiezas ni traiciones. Ningún escritor americano posee su
raigal españolismo idiomático. Cuando algunos
españoles lo reclaman suyo por razón del habla y de
la escritura tienen mucha razón, pero no toda la
razón.

Las grandes fidelidades tienen instantes de puntual
reverencia (…). De ahí viene que muchas gentes -y
yo me incluyo entre los pecadores, y el arrepentimiento me
salve-, hayan dictaminado que nuestro escritor está hecho
a la sombra de algunos maestros españoles y que su prosa
es a veces Gracián, más allá Quevedo y a
trechos Santa Teresa.[44]

Son indiscutibles las influencias, coincidencias y
confluencias con las fuentes españolas. Incluso,
Martí, como señala Marinello, se promete a
sí mismo hacer libros "con su propio modo de ver y
lenguaje". Pero realmente el sello martiano brilla por su
presencia, y es perceptible en todas partes. Su sensibilidad
cósmica, su rica espiritualidad y sus convicciones
ideopolíticas, imprimen un elan especial a su discurso y a
las otras mediaciones coincidentes que encauza, y Marinello lo
devela con profundidad. "No puede haber consciente
imitación de los padres de la lengua. No hay
sucesión sino coincidencia, no obediencia sino
entendimiento en la maestría expresiva y en parecidas
actitudes del ánimo. Una revisión completa de la
obra de Martí ofrecería de seguro una
riquísima escala de inflexiones españolas, desde
las muy remotas hasta las muy cercanas, desde las recibidas por
la vía profunda de la evocación erudita hasta las
admitidas en el contagio de la
polémica"[45]. "Y en cada ocasión
encontraríamos la entraña idiomática
abonando coincidencias de la sensibilidad o del
pensamiento."[46]

Es que la hermenéutica de Marinello va a las
raíces y a la vocación ecuménica del
discurso martiano. En Martí, devela influencias
confluencias y coincidencias con las raíces cubanas,
fuentes españolas y otras. Lo
teresiano[47]lo gracianesco[48]lo
quevedesco[49]merodea como duende en la obra
martiana, pero teñida por su subjetividad y por su estilo
rutilante propio[50]Ya en Martí las ideas,
pensamientos y sentimientos alados devienen cosecha
propia.

Partes: 1, 2

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