Loa para el auto de Las cortes de la muerte, Sale el que
hace la figura del TIEMPO, con el mismo vestido que ha de salir
al auto, y representa:
Por las cumbres de los montes, derramando blanco
aljófar, viene el alba dando nuevas que sale el sol de las
ondas.
Ya se descubren los campos: montes son los que antes
sombras; donde ellas no aparecían ya se ven cavernas
hondas.
Ya cantan los pajarillos saliendo de entre las hojas;
las aguas que susurraban, al parecer ya son sordas.
Cuál y cuál estrella queda, vanse
escondiendo las otras, y sin luz, aunque están cerca los
rayos de quien la toman.
A los montes del Poniente las puntas más altas
dora quien por los montes frondosos poco a poco alegre
asoma.
Ya de los húmidos troncos se distinguen las
personas; que pastores, mal despiertos, saliendo van de las
chozas.
Vanse a las hierbas las vacas ya sus cuevas las leonas;
agora descansan éstas, aquéllas pasan
agora.
Dejan los húmidos peces sus cavernas
peñascosas; cortan el agua, buscando sustento, abiertas
las bocas.
Dejan los hombres sus lechos; cuál trabaja,
cuál negocia, cuál con cuidadosas ansias y
cuál con ansias devotas.
Va midiendo el sol los cielos con carrera presurosa,
mientras más sube, más quema, sombras crecen y se
acortan.
Vase acabando la tarde; vanse acabando las horas; el
día acaba, que el Tiempo acaba todas las cosas.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El gran tesoro de Creso, de Alejandro las victorias, la
gran armada de Jerjes, larga en gente, en dicha corta; las
invenciones de Ulises, de Nerón las fuerzas locas, las
liviandades de Numa, de Julio César la pompa, los Tolomeos
de Egipto, Filipo de Macedonia, los romanos Escipiones, las
invictas Amazonas, el sepulcro de Artemisa.
los huertos de Babilonia, las imágenes de Frigia,
el rico templo de Jonia, las pirámides de Egipto, el gran
coloso de Rodas, el obelisco de Armenia, el Faro, torre copiosa;
la grandeza de Cartago, los alcázares de Troya, las
murallas de Sagunto, el anfiteatro de Roma, los triunfos y
ovaciones, los carros, lauros y honras, ya se acabaron; que el
Tiempo acaba todas las cosas.
Allega la Poesía en aquesta edad agora a tal
punto, que ni un punto puede crecer de las otras.
Todos gustan de conceptos: ya no hay vulgo, nadie
ignora, todos quieren en la farsa buenos versos, trazas
propias.
De los muchos que allí vienen, unos celebran las
coplas, otros alaban la traza, otros gustan de la loa.
Cuál la música engrandece, cuál
dice bien de las ropas, cuál de las burlas se ríe,
cuál de un tierno paso llora.
En este senado ilustre oídnos, si os place una
hora, y si es mucho, ved que el Tiempo acaba todas las
cosas.
Las cortes de la muerte Auto sacramental
PERSONAS:
LA MUERTE, vestida de esqueleto, con guadaña en
la mano.
EL PECADO, vestido de reina, coronada, mascarilla negra,
que encubra media cara.
LA LOCURA, vestida de botarga, moharracho.
EL TIEMPO, vestido de caballero, de punta en blanco, y
espada y sombrero con pluma.
EL HOMBRE, vestido de emperador, con manto, corona y
cetro.
EL NIÑO Dios, vestido de pastorcico.
EL ÁNGEL DE LA GUARDA, con grandes y pintadas
alas.
EL DIABLO, vestido de fuego, cuernos en la cabeza y gran
rabo.
LA ENVIDIA, vestida de villano
rústico.
EL DIOS QUE LLAMAN CUPIDO, vestido de punto color de
carne, sin venda en los ojos, con su arco, carcaj y saetas. Salen
con sus trajes referidos el TIEMPO, el PECADO, el dios CUPIDO y
la MUERTE.
PECADO. Por aquí pienso que van. MUERTE.Cuanto en
el mundo camina, Pecado, a mí ya se inclina.
TIEMPO.Y cuantos viviendo están pasan por
mí, y yo por todo.
MUERTE.Tiempo, que corriendo vas, detente, mas no
podrás hallar de pararte el modo.
PECADO. ¿Pues sosiega la inquietud?
TIEMPO.¿Adónde el Hombre quedó? MUERTE.En la
locura paró del mundo su juventud.
TIEMPO. Muerte, que estás dividida en lo temporal
y eterna. y desde la infancia tierna vas acechando la vida;
mientras que llega a pasar el Hombre por este valle de
lágrimas, y ahora hablalle nos da la ocasión lugar,
referiros será bien los pasos en que me fundo, y doy como
Tiempo al mundo y sus historias también.
PECADO. Aquí tienes dos testigos de lo que por
él pasó desde que Dios le crió. MUERTE.Y tu,
mayores amigos. PECADO.Yo primero que la Muerte vi el mundo en el
Paraíso, cuando ser como Dios quiso el Hombre.
MUERTE. Pecado, advierte que yo por la Envidia
entré en el mundo, en que no había Muerte; que mi
monarquía después de los años fue del justo
Abel y Caín; que las vidas no eran mías entonces, y
aquellos días tuve principio en su fin.
TIEMPO. Pues oídme a mí, que soy desde el
edificio hermoso del mundo, y con presuroso vuelo por los
años voy. En seis naturales días crió el
mundo el Rey del cielo, por cuyo número algunos dan seis
mil años al tiempo. Entre cuatro ilustres ríos, de
aquel oscuro silencio sacó un jardín, cuyas flores,
estrellas terrestres fueron. Crió a Adán,
fabricó a Eva del mismo, y los dos vivieron por mano de
Dios casados, venturoso amor sin celos De los dos primeros padres
del mundo ¡oh, Muerte! Nacieron Caín y Abel, que a
las manos de la fiera Envidia muerto, en voz convirtió la
sangre, dando en el cielo los ecos
(¡tan antiguo es en el mundo ser envidiados los
buenos!).
Descendió de Seth, Enoch, de Noé los tres
que dieron principio, Cham, Sem, Japhet, al renovado universo.
Castigó Dios a los hombres por pecados deshonestos, con
inundaciones de agua que los montes excedieron; que en menos agua
no pudo cesar tan infame fuego. Nemroth, biznieto de
Cham,
hizo dividir soberbio las lenguas y las naciones.
Comenzó el asirio remo: hizo el idólatra Nino
estatua a su padre Belo; fue del trigo autor Osiris, como
Noé del sarmiento. Pasaron hasta Abraham desde el diluvio
trescientos y sesenta y siete años, aunque del día
primero del mundo dos mil y veinte: cuando su Artífice
eterno prometió la bendición de las gentes,
procediendo la generación humana de su santísimo
Verbo, de Isaac, figura de Cristo, naciendo en la tierra en
tiempo de una soberana Virgen, como sin tiempo en el cielo.
Engendró Jacob doce hijos, pasó a Egipto, y de
él salieron seiscientos mil y más hombres,
prodigioso y raro aumento, de sesenta que Jacob llevó a
Egipto, hijos y nietos. Éstos por la seca arena pasaron el
mar Bermejo; que las procelosas ondas muros de cristal se
hicieron: y entre Elim y Sinaí cuarenta años
anduvieron, suspirando por Egipto; ¡tal puede el trato en
los necios! Fue el maná divino enigma del que ha de bajar
del cielo; que Pan Angélico llama el Rey Profeta en sus
versos. Curólos siempre Moisés; adoraron el
becerro, con otras graves ofensas, por donde no merecieron ver la
tierra prometida: que sólo de todos ellos el
capitán Josué pasó el Jordán,
Moisés muerto. Sucedieron los jueces desde Othoniel
primero a Sansón, Elí y Samuel, y a petición
de su pueblo reinó Saúl, y David cuarenta
años tuvo el cetro; ésos mismos Salomón,
aquél del famoso templo, depositó del
maná…
PECADO.Párate si puedes, Tiempo; que viene el
Hombre a quien hoy robar y prender tenemos. TIEMPO.En este tiempo
está el mundo, pero siempre voy corriendo. Salen ahora el
HOMBRE y el ÁNGEL. HOMBRE.¡Gran desengaño!
ÁNGEL. Notable. HOMBRE. ¿Qué podía
dar el viento sino lo mismo? ÁNGEL. Es verdad. HOMBRE.
¡Oh, qué arrepentido vengo! ÁNGEL. Pues,
Hombre, si fuiste loco, no seas necio; como un necio es terrible
de sufrir. HOMBRE.Bien dices, del mal lo menos. Ya la locura del
mundo me ha cansado y la aborrezco, porque me entregó al
olvido, y no hay peligro más cierto que el olvidarse de
Dios. ÁNGEL. No te serán mal ejemplo las
lágrimas deste valle. HOMBRE. ¡Qué solitario,
qué espeso de cuidados y dolores! Llegan ahora los cuatro,
encarándose con el HOMBRE. MUERTE. Téngase todo
hombre. HOMBRE. ¡Ay cielos! ÁNGEL. Como aquél
de Jericó, en ladrones dado habemos. HOMBRE. ¿Pues
a un pobre peregrino?… TIEMPO. Ea, desnúdese luego.
HOMBRE. Señores, ya me quitaron, quebrando el primer
precepto, de la inocencia el vestido; pobre y desterrado vengo.
Perdí la justicia y gracia, pues yo, ¿qué
dinero llevo, aventurero en el mundo? ÁNGEL.
Señores, ya que salieron a robar a un peregrino, con
piedad pueden hacerlo: ¿quién son? PECADO. Yo soy
el Pecado ÁNGEL. Bien se le ha visto en lo negro de la
cara; negra sea su vida y sus pensamientos. PECADO. Así
queda negra una alma que pierde a Dios. ÁNGEL. Yo lo creo;
que luego toma el color el que es carbón del infierno;
¿y él quién es? TIEMPO. El Tiempo soy.
ÁNGEL. Con eso hace tan mal tiempo. Señor Tiempo,
así mejore de salud y de sucesos que se vaya poco a poco;
que se quejan mil mancebos que ayer se acostaron niños y
hoy se levantaron viejos. TIEMPO. No tengo la culpa yo.
ÁNGEL. ¿Cómo que no, pues quién?
TIEMPO. Ellos, que la mitad de la vida duermen, y yo nunca
duermo. También me abrevian a mí más de lo
que soy, pues veo que todos se quitan años, pues el
más cuerdo y modesto niega los que yo le doy.
ÁNGEL. Mirándole estoy atento
cómo trae de oro el rostro cuando hay tan poco
dinero. Mas ya lo entiendo, que como siempre el retablo de
duelos, aunque encima está dorado, es madera por de
dentro. ¿Y él quién es?
MUERTE. Yo soy la Muerte. HOMBRE. Nunca se logren sus
huesos: ¿por qué viene de repente? Dirá que
se lo debemos por ahorrar de pesadumbres, de quejas, dolor,
enfermos, de médicos y boticas. MUERTE. No, sino por
ejemplo para los que quedan vivos; mas son tan locos y necios,
que lo que sucede en otros juzgan imposible en ellos.
ÁNGEL. En verdad, señora Muerte, que andáis
muy discreta en eso, y preguntádselo a Job: veréis
que la vida es sueño, y tela que el dueño corta,
cuando quiere, por el medio. ¿Y ese desnudo quién
es?
CUPIDO. Yo soy el Amor. PECADO. Amor es todo
invención. CUPIDO. No hay en el mundo cuidado que mate
como el Amor. PECADO. Hasta agora no lo sé. CUPIDO. Pues
yo, reina, te diré las señas de su rigor. Es Amor
un accidente sobre lo más natural, porque amar lo que es
igual se sigue naturalmente. Es una pena agradable y es un
gustoso dolor, un apacible rigor y un veneno saludable. Es una
dulce pasión, de los sentidos empleo, donde es tirano el
deseo y es esclava la razón. Es un campo de batalla que no
puede resistirse, pues viendo al alma rendirse, el entendimiento
calla. Es un excesivo exceso hidrópico de hermosura, y una
engañada locura que piensa que tiene seso. Es un
desvanecimiento de la dulce fantasía, de la esperanza
porfía y engaño del sufrimiento, Es un perezoso
modo de no mudar voluntad, y una loca ceguedad que piensa que lo
ve todo. Es un ser que no es en sí,
y de otro recibe acción, y es una
imaginación que se sustenta de sí. Es un desmayo
que fuerza, y es una flaqueza fuerte; es fuerte como la muerte, y
es una muerte sin fuerza. Finalmente, Amor es Dios,
que sus absolutas leyes saben abatir monarcas, e igualar
con las abarcas las coronas de los reyes. Por eso, a Amor, los
primeros pintan desnudo en la fama, pues por regalar su dama se
quedan todos en cueros. PECADO. ¿Eso es amor? CUPIDO. Esto
es, pintado en cifra, el Amor. Vanse todos. Mutación del
teatro en un salón, en el que aparece la MUERTE, Sentada
en su trono. Van entrando Y tomando asiento, el PECADO, la
LOCURA, el TIEMPO, el HOMBRE, el ÁNGEL, el DIABLO, la
ENVIDIA y CUPIDO, levantándose cada uno al
hablar.
ÁNGEL. ¡Oh Pecado!¡Oh Tiempo!
¡Oh Muerte! ¿Qué nuevas Cortes son
éstas? MUERTE. Ahora veréis manifiestas las causas
y triste suerte que al mundo y al Hombre afligen. Ea, el programa
publiquen, que abierta está la asamblea: 'comience la
perorata y hable agora la Locura. LOCURA. Soy la Locura del
mundo, hija de Nemroth me nombro, que quiso escalar el cielo de
su riqueza ambicioso. Como en un cristal cifrado, en mí
podéis verlo todo; aquí hallaréis un ruido
que vuelve los aires sordos,
porque todo mi palacio es una casa de locos, donde en
ciego laberinto de confusión, veréis cómo
aquéllos son locos destos y éstos lo son de los
otros. Ninguno está en su lugar contento, que ni tesoros,
oficios, ni dignidades le hacen rico ni dichoso. El casado
envidia al libre, y éste juzga dulce adorno de la vida, la
mujer, los hijos feos o hermosos. El soldado al labrador, cuando
da la tierra a logro
el trigo, que ha de volverle con réditos al
Agosto. El labrador, malcontento, envidia al que perezoso hace de
la noche día, come en plata y bebe en oro. Hay aquí
mil pretendientes que van siguiendo quejosos, los Ministros, y
ellos más de papeles y negocios. Aquí
hallaréis ignorantes, soberbios, vanagloriosos,
filósofos con el vulgo, mudos con los hombres doctos.
Gastos en haciendas cortas, en largas, dueños tan cortos,
que guardan para la muerte, comen aire y viven rotos.
Mándales Dios que sustenten al pobre, y vuélvenle
el rostro; que Avaricia y Caridad han hecho eterno divorcio.
Veréis mozos como viejos, veréis, como viejos,
mozos, las esperanzas de viento, y los sucesos de plomo. Pero no
quiero cansaros: la Locura soy, e ignoro cómo los hombres
no caen en que son ceniza y polvo. Les di aposento en mi casa y
de regalo y posada, el cuarto de los engaños Vanidad, mi
mayordomo,
y Ostentación, mi criado, les adornan sus
vestidos; la Gula, mi cocinero, les guisa olvidos y lothos:
eché de casa el Sosiego por viejo y escrupuloso. La
memoria de la Muerte mandé se fuese a los yermos de la
Tebaida, y llamé al Sueño, bufón gracioso.
La novedad, la mentira y las nuevas estén prontos para
entretenerle siempre al hombre que sea loco, pues quien entre
locos anda, es fuerza que salga loco. Todo es lisonja y
engaño, todo es locura y soberbia: a Dios le llaman de
vos, al hombre llaman Alteza,
cortesana a la mujer que vive con desvergüenza;
mocedades a los vicios, a los hurtos diligencia, a la pobreza
deshonra, y honra al fausto y la riqueza; valiente al que es
temerario, discreción a la cautela, alegre al que es un
borracho, morena a la mujer negra; los oficios llaman artes,
todos los nombres se truecan, sólo a la Muerte no mudan
porque iguala cuanto encuentra. Loco es y será el
señor que por haberse empeñado viste y come de
prestado, pues propio fuera mejor. Loco el príncipe que da
y no paga lo que debe; loco el que a mandar se atreve cuando en
otra casa está. Loco es el que ha consumido su caudal sin
fundamento; loco el que hace testamento cuando no tiene sentido.
Loco el que su hacienda emplea donde se puede perder; loco el que
tiene mujer hermosa, y busca la fea. Loco el que tiene dinero
sobrado, y lo pasa mal; loco el hijo de oficial que se mete a
caballero. Loco el que suele perder al juego todo el caudal; loco
aquél que dice mal de quien se le puede hacer. Loco
aquél con quien pretenden largas esperanzas vanas, y loco
el que ha por sanas las mujeres que se venden. Andan ya tantos
bellacos en el mundo entretenidos, unos de seda embutidos y otros
metidos en sacos, que no es fácil conocer el hombre
cuál es virtud, pues siempre está en
inquietud.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
.
Han hecho ya granjería, según ya nos lo
refieren, para alcanzar lo que quieren los hombres, la
hipocresía. MUERTE. Ya que ha hablado la Locura, hable si
quiere ahora el Malo. DIABLO. Todo el mundo me idolatra y por rey
y señor jura, quemando inciensos sabeos en aras de plata
pura. De las víctimas los fuegos la región del aire
alumbran, y al rojo señor de los humos la cara ofuscan.
Sólo en el pueblo hebreo algunos justos se excusan de
rendirme vasallaje con esperanzas confusas del Mesías
prometido que los profetas anuncian, pero aquéstos son tan
pocos, que mi cuidado descuidan de que en este triste tiempo sus
vaticinios se cumplan, porque está el orbe más
ciego que se ha imaginado nunca. Los diez divinos preceptos
escritos en piedra dura, no tan sólo no los guarda,
más culpas nuevas estudia. El santo amor desfallece, el
apetito se encumbra, la Verdad anda arrastrada, la Mentira rema y
triunfa; la lisonja en la privanza a la Fe crédito usurpa,
la maldad camina en coche, la bondad sola y desnuda. La Justicia
sin balanzas, con más vela que una grulla, pesca con vara
y anzuelo en lagunas de agua turbia. La Templanza anda sin freno,
la Fortaleza procura, en vez de mármoles puros, romper de
plata columnas. La Prudencia sin espejo por no ver blancas las
rubias hebras, y en vez de culebra en la mano, ave nocturna. La
tiranía gobierna, manda y veda la Lujuria, la Avaricia es
adorada,
idolatrada la Gula, la Soberbia es el monarca que
gobierna aquesta chusma, hidra de siete cabezas y con juicio
ninguna. MUERTE. Puesto que el Malo ha acabado de hablar, hable
el Pecado. PECADO. No hay en el mundo contento ninguno, pues todo
cuanto miro y toco, hallo un encanto, un prodigio y un portento.
Todo es sombras y apariencias, todo sueños y visiones,
todo antojos e ilusiones, todo horrores y violencias. Dicen que
la variedad de aqueste mundo abreviado, que así es
razón que se nombre, puede divertir al hombre más
triste y desconsolado: pues fuera de las grandezas que en su
esfera se contienen, de gustos que van y vienen, de tesoros y
riquezas, jardines, plantas y flores, fuentes, animales, aves,
coches, carrozas y naves, vicios, deleites y olores, verás
que baja esperanzas y que otras sube a la luna, porque al son de
la fortuna por puntos hace mudanzas. Verás que en sus
altas cumbres hay muchas cosas molestas y que a veces hace
fiestas de las mismas pesadumbres. Verás cómo van
siguiendo sólo a los que pueden más, y cómo
dejan atrás a los que vienen cayendo. Verás
engordar los ricos con sangre de los menores, y que los peces
mayores quieren comerse a los chicos. Verás los necios
premiados, sin premio los entendidos, los menguados aplaudidos y
los doctos retirados. Verás vecinos que, apenas, aunque su
casa se abrasa, ven lo que pasa en su casa y murmuran las ajenas.
Verás a los usureros dar mohatras a porfía y
confesar cada día sin dejar de ser mohatreros.
Verás casadas muy bellas, pero siempre entre compadres, y
doncellas que son madres y se casan por doncellas. Verás
mentiras, patrañas, ignorancias, falsedades, traiciones,
enemistades, rencillas, odios, cizañas, cuentos, chismes,
disensiones, cautelas, provechos, daños, logros, mohatras,
engaños, juramentos, maldiciones; bandos, encuentros,
pendencias, injusticias, desafueros, penas, azares, agüeros,
y en fin, tantas diferencias en el uno y otro estado,
según lo que persuaden, que por lo vario te agraden ya que
no por lo ajustado. MUERTE. Ahora hable el Ángel.
ÁNGEL. Las cuatro postrimerías son aquellas que
llamamos Muerte, Juicio, Infierno y Gloria (ten, cristiano, en tu
memoria), desde que al mundo llegamos. En todas nuestras acciones
nos dice por esto el sabio que dellas nos acordemos y en la mente
propongamos las cuatro postrimerías. La primera causa
espanto: y así el Filósofo dice que en lo terrible
y amargo no hay cosa como la Muerte. Y aunque siempre está
amagando, porque tiene para herir siempre levantando el brazo,
cuando vecina se mira sin apelación, y cuando quiere
desatarse el alma deste edificio de barro; cuando está
pálido el rostro, sin fuerza y flacas las manos,
desbaratados los pulsos, el cabello enmarañado, hundidos
ojos y sienes, seca la lengua y los labios, débil la
respiración, vigor y aliento postrados, perdido el
conocimiento y los dientes traspillados; y entre mortales
congojas se esfuerza y anima en vano el corazón que
primero tuvo idea, y como amparo del cuerpo, muere postrero, y
cuando el horror es tanto deste tránsito forzoso que aun a
Dios no ha perdonado, porque él lo quiso temer; no ha
consuelo, no hay regalo como la dulce memoria
de aquel divino holocausto, el Sacramento bendito de Pan
divino y humano, y el haberlo recibido con devoción y con
llanto. Llega el alma al tribunal de quien Job, que fue dechado
de virtud y de paciencia, estaba siempre temblando, y quisiera
estar primero en el Infierno, con tanto que, pasado aquel juicio,
viese a Dios desenojado; tribunal que a nadie exceptúa,
como lo dice San Pablo. Segunda postrimería en quien los
buenos y malos, trémulos, se consideran como las hojas del
árbol a los enojos del cierzo y a los alientos del austro.
Si omnipotente y severo es el Juez, ¿qué gusano,
qué hormiga, qué polvo, o nada, tendrá
valimiento osado para replicar entonces a las culpas y a los
cargos, siendo el Juez riguroso y siendo suyo el agravio?
Aquí en confusión se vieron los ángeles y
los santos; ¿qué hará el hombre de vil
tierra, si el cielo se vio manchado? Aquí de un gran
patriarca oigo la voz preguntando: ¡Ah, Señor! Si es
flor el hombre producida de los rayos del sol, y queda marchita
cuando espira en el Ocaso, si es una sombra su vida que
jamás en un estado permanece, ¿por qué causa
vuestra poderosa mano entra con él en juicio? Aquí,
pues, donde esperando está el Alma la sentencia que por
lustros y por años, por siglos y eternidades, lo que fuere
decretado se ha de ejecutar, aquí hallé que el
mayor descargo es el haber recibido este manjar sacrosanto, donde
con Dios nos unimos en el modo y ser más alto de las
uniones divinas, la hipostática exceptuando, porque Dios
no era decente deste novísimo caso. Al tercero, donde
(¡ay triste!) mis sentidos se turbaron, llegué al
centro de la tierra, llegué al abismo profano,
llegué al seno de Moloc, llegué al remo del
espanto, llegué al Infierno, en que Dios, después
de cogido el grano, como lo dice Mateo, que mal apaga desmayos,
da al corazón la memoria (horror da sólo el
pensarlo, con ser cuanto se imagina un borrón, un punto,
un rasgo) aquí abrasa y no consume el fuego que
está elevado, porque atormente y aflija de un modo
extraordinario. A un intensísimo frío se pasa
dél a un letargo en que duerme la esperanza y en que
está despierto el daño. A ocho se reducen todas sus
penas: frío, gusanos, tinieblas, azotes, fuego,
confusión, demonios, llantos. Pero los que aquí
padecen aun más que los mismos diablos son
apóstatas, herejes, que llaman sacramentarios, simoniacos,
nicolaítas, nósticos, nestorianos, maniqueos,
triteítas, adamitas, arrianos,
taboritas, saduceos, artemios, apolinarios, marcelinos,
angelinos, socráticos, puritanos, avicenses, rocacenses, y
otro seno estaba en blanco para husitas, calvinistas, hugonotes,
luteranos: todos, porque en este Pan eterna vida negaron. Los que
este maná no comen ni de éste no han gustado,
hambre y sed aquí padecen. ¡Oh, qué
confusión! ¡Qué caos! ¡Qué
gemidos! ¡Qué blasfemias! ¡Qué suspiros
tan amargos! Donde el tormento mayor es carecer del descanso de
ver a Dios, mientras Dios vive eternidades de años en
fábrica de zafir con lunares de topacios; ese
alcázar donde a Dios dicen siempre: ¡Santo, Santo!
Los tronos y potestades; ese divino palacio que Dios labró
para sí, donde bienaventurados espíritus, ya
gloriosos, están viendo, están amando aquella
Esencia indivisa, donde los gozos son tantos, que en cada
atributo suyo glorias inmensas hallaron. MUERTE. La Envidia le
toca hablar. ENVIDIA. Yo tengo vanos antojos y todos son
importunos, pues para sacar a otro uno, me suelo quebrar los
ojos. Y es mi gusto tan extraño, que a trueco de dar
pesar, sin que me pueda importar
siempre antepongo mi daño. ÁNGEL. En ese
infernal veneno no sé qué gustos estén.
ENVIDIA. Que a mí, más que el propio bien, me
deleita el mal ajeno. ÁNGEL. Condición,
según la cara, de carcomida langosta. ENVIDIA. El trabajo
más se agosta, que nunca en mudar repara. ÁNGEL. El
que tienes es eterno, mas dél, ¿qué premio
has sacado? ENVIDIA. No más de haberme vengado, que es
bastante. ÁNGEL. En el infierno no hay tormento más
robusto que el que a ti mismo te das. ENVIDIA. En ver padecer no
más consiste todo mi gusto. ÁNGEL. ¿Y
adónde con pecho ruin los veloces pasos mudas?
¿Llevas el cordel a Judas, o la quijada a Caín?
Aunque tu mayor blasón y más valerosa prueba, fue
dar la manzana a Eva y a su marido azadón. LOCURA. Dejemos
bachillerías, puesto que en Cortes hablamos de la Muerte,
en que ahora estamos, que adornan hidras y arpías.
Así ¡oh, señores! que si os place,
haré una fiesta que en el Corpus se hace. Yo la he de
hacer, usando de mis chanzas, los carros, los gigantes y las
danzas. MUERTE. ¿Tú solo? LOCURA. Yo solo. Ea,
escuchad, que empiezo. Vaya de carros y de representantes,
mientras otro apercibe los gigantes. ¡Ah, hermano! Apartad
aquese carro: ¿Con quién hablo? Apartad.
¡Hola, portero! A la plaza llevad ese primero: llegad
esotro. Apártate, muchacho. ¡Ay, que le vuelvas!
Tente, ¿estás borracho? Apartad esa gente. Yo no
puedo: llegad más de ese lado: quedo, quedo;
señores, los sombreros, que me ahogan: bájate,
moza, no veré persona; estuviérase en casa la
fregona. No ha de subir. ¿Por qué? Porque no paga.
Soy soldado. Donosa soldadesca: ¿Quién la bebe,
galanes? ¡Oh, qué fresca! Empiecen. ¿A
qué aguardan? De aquí a un rato, sale Roque muy
rubio y mojigato, diciendo con su flema y melodía; mas de
que se despeje Vueseoría, que representaremos con trabajo.
Ea, fuera de aquí, apartad, abajo, no ha de quedar un
alma. Espere un poco, que soy criado. Aunque lo sea, baje.
¿Conóceme usted? Ya sé que es paje: baje, o
arrojaréle. No rempuje, que ya le bajan. ¡Ay, que me
machacas! Ya salen a cantar, ojos urracas, Saca la LOCURA una
guitarrilla, y canta: ¿Por qué el Alma solicitas,
diablo mecánico y vil? Porque es como el perejil, que se
come sin pepitas. Se colocala LOCURA una tunicela por la cabeza,
con cuernos para denotar es el DIABLO, y sigue representando. Los
músicos se van, y sale airado un diablo por debajo del
tablado. Yo soy aquél chamuscado que jugando a salta
tú quedé hecho Belcebú en el suelo
derrengado, y obstinado de que el Alma vuelva y saque, quiero
darla un triquitraque. Alma, Alma, tras mí vente que
fácil se alcanza mente del infierno el badulaque. Ahora se
aparece una gran nube, y bajando hasta el suelo rechinando, sale
el Alma, y responde renegando. Quítase ahora la tunicela
de demonio y pónese otra blanca y una cabellera rubia, y
representa: Cierto, señor Barrabás, que yo no
entiendo su ahínco, ya sé que cincuenta y cinco es
un seis, siete y un as. Y si Caifás juzgando se
condenó, ¿qué culpa le tengo yo? Y
aquí da fin, auditorio, el Alma del Purgatorio que del
Diablo se escapó. ENVIDIA. ¡Linda fiesta!
ÁNGEL. Yo quedo satisfecho. ENVIDIA. Tal tenga la salud el
que lo ha hecho. LOCURA. Éstos han sido versos de repente;
que si escribo y estudio con cuidado, mucho peor los hago de
pensado. Mas ¿qué ruido es éste?¡Ah,
son los gigantes! Vedlos, que ya a la puerta los arriman, y
quieren los que sustentan la maraña dar a alguna taberna
un ¡cierra España! Donde echando un polvillo y otro
todos, de aquellos polvos vengan estos lodos. Salgámoslos
a ver. Vamos aprisa; de solo imaginarlo me da risa. Vase la
LOCURA y sale luego en cuclillas haciendo la gigantilla, y canta
la música: Ésta sí que es fiesta de gusto,
ésta sí que es fiesta de amor. Desarrimen los
gigantes
y con tiento cárguenlos, porque traen los que los
cargan diferente cargazón. Dancen en orden
iguales,
vueltas dando alrededor, y los músicos alegres
canten este dulce son. Ésta sí que es fiesta de
gusto,
esta sí que es fiesta de amor. MUERTE.¡Ah,
Locura! No hagas más, y ahora el Hombre hable si
quiere
a su saber y sabor. HOMBRE.Lo haré así
como pudiere (aunque con grande dolor) si me prestáis
atención. Por la puerta de la culpa entró la Muerte
en la tierra, que no viéramos su cara si ella no abriera
la puerta. Era la vida hijadalgo, pero perdió su nobleza,
que la empadronó la culpa y ha quedado por pechera. Es la
Muerte ejecutor que a nuestra naturaleza cita al nacer, y al
morir por remates saca prendas. Las edades son los plazos de la
ejecutada deuda, cuyos días son contados, pues el mayor
llega a ochenta. Traba, pues, la ejecución sobre bienes
que lo sean, porque el término es forzoso algún
tanto se suspenda. Es la Muerte un mirador de donde claro se ojea
lo profundo de la culpa y lo largo de la pena. Es noche que sigue
al día, puesto que muchos entiendan ser Josué deste
sol salud, contento y riqueza. Para un poco, claro día,
detente tú, noche negra, que en lo largo y en lo corto os
juzgo por nave incierta. Es Muerte piedra de toque en cuyas rayas
nos muestra el vicio su falsedad y la virtud su firmeza. Es un
estrecho de mar donde la vida se anega, la cual nada propiamente,
pues nada más nada que ella. Arrojalda a buena parte, olas
de congojas llenas; que ya se que es cuerpo muerto y le
habéis de echar a tierra. Es la Muerte un claro sol que
descubre a la conciencia los átomos de la culpa por muy
sutiles que sean. Tente, sombra de la vida, hasta pasar esta
siesta; que los pasos de la Muerte al paso que alumbran, queman.
Es el sepulcro del hombre casa propia solariega, que tan solo es
de alquiler la que goza por herencia. Casero y no morador es, si
bien lo consideras, pues cesa el arrendamiento al punto que el
dueño llega. Es la Muerte para el rico campana que toca a
queda, y en dándole, quitarán las armas de su
moneda. Su escudo y armas reales
hasta aquí pueden traerlas que aunque ellas digan
Plus Ultra, sepan que miente la letra. Es Muerte reloj de sol,
cuyas sombras nos enseñan las horas que van pasando y las
pocas que nos quedan. Es acíbar su memoria que pone al
pecho la Iglesia para destetar un alma de sus gustos y ternezas.
Es una espada desnuda que está sobre la cabeza, sin
más fiador que un cabello ni más lejos que cabe
ella. Alza los ojos, memoria, pues ves que de un hilo cuelga, y
es tan laso el de la vida, que por momentos se quiebra. Es la
Muerte un artillero que a todas edades llega; que están
cuna y ataúd en igual distancia della. Batiendo
está las murallas, y como no son de piedra, hace en ellas
grande estrago cualquier bala de dolencia. Ponte, Tiempo, de por
medio, sé deste mundo defensa, que peto a prueba de muerte
no hay monarca que le tenga. ¡Oh, corta y cansada vida,
qué de males te rodean, qué de enemigos te siguen y
qué de tiros te asestan! La Muerte viene a tu alcance, mas
ten al miedo la rienda,
que ya tienes nueva vida si tú sabes usar della.
Ya la Muerte espera muerte, nadie sin culpa la tenga; que a manos
de aquesta vida sabemos que quedó muerta. Por la puerta de
la gracia entró la vida en la tierra; porque no hay vida
sin gracia ni muerte sin culpa fea. Alhóndiga y
armería es la militante Iglesia, donde hay Pan que te
sustente y armas con que te defiendas. Es este Pan celestial,
para lo que toca a guerra, peto a prueba de la muerte por ser
él la vida mesma. Es espada que te adorne, mas
será, si bien no llegas, espada en mano de loco con que a
ti mismo te hieras. En lo que toca a manjar es Maná, que
si le pruebas a todas las cosas sabe porque en Dios todo se
encierra. Es ración que tiene el alma,
y es tan rica su prebenda, que a darla menos que a Dios
no fuera ración entera. Es un alto mirador desde donde la
Fe ojea lo distante y lo profundo de la eternidad excelsa, es
pináculo divino donde el mismo Dios te lleva a mostrar lo
que dará al que adore su presencia. Es sol entre pardas
nubes, y aunque sus rayos no veas, en sus efectos divinos
verás que alumbra y calienta. Es Océano del
Padre,
y tanto en Cáliz se estrecha, que te puede en un
instante pasar a la vida eterna. Es una piedra de
toque
adonde ser Judas muestra falso doblón de a dos
caras, y Tomé tomé de cuenta. Son sus blancos
accidentes sepulcro donde se encierra el cuerpo de Cristo vivo
porque le coma la tierra. Es leche dulce y suave que tiene al
pecho la Iglesia para sustentar un alma que se crió para
rema. Es reloj que da la una. y son las dos si se cuenta; que la
persona de Cristo tiene dos naturalezas. Es quinta esencia de
bienes, pero no es sino primera, que aunque Dios es Uno y Trino,
es solamente una esencia. Es vida de nuestra vida y es alma del
alma nuestra, porque vivir sin comer repugna a naturaleza. Comed
y no moriréis, dijo la antigua Culebra, y a decirlo deste
pan, fuera infalible sentencia. Y pues es vida el manjar,
llámese quien no le prueba homicida de sí mismo,
pues le tiene y le desprecia. Ésta es la vida y la muerte,
y con ser cosas opuestas las he querido probar con unas razones
mesmas. En fe que la muerte es vida para un alma justa y buena, y
la vida amarga muerte para un ingrato que peca. Ábrese
ahora una apariencia y se ve al Niño Dios, vestido de
pastorcico, en un trono en manera de juicio, y al lado derecho
los corderos blancos, y al otro los cabritos negros. NIÑO.
Corderos blancos y puros, los de mi mano derecha, los benditos de
mi Padre, venid a la gloria eterna, desde el principio del mundo
fabricada para vuestra: porque cuando tuve hambre me disteis en
vuestra mesa de comer, y cuando sed de beber, y cuando era
huésped, cama, y me cubristeis cuando llegué a
vuestra puerta desnudo, y estando enfermo fue vuestra visita
llena de piedad, y porque os vi preso en la cárcel con
ella. Los corderos blancos se levantan en alto, figurando suben a
la gloria; y vuelve a los cabritos negros y dice:
Apartad de mí, malditos, los de mi mano
siniestra, al fuego eterno, a las llamas, a la apercibida pena
para el ángel pertinaz a quien sigue su soberbia. Con
hambre, nunca me disteis de comer en vuestra mesa, ni a beber
teniendo sed, ni me disteis en la vuestra posada, cuando pasaba
peregrinando por ella. No me cubristeis desnudo y no me visteis
siquiera una vez, preso y enfermo, y así, mi justicia
eterna en el monte de mi cielo a eterno fuego os sentencia. Los
cabritos negros se hunden en el tablado, saliendo llamas de fuego
con ruido de truenos. Desaparecen todos, quedando solos el
NIÑO Dios, el ÁNGEL y el HOMBRE. Y canta la
música: Vela, vela, pecador, que anda el lobo en la
campaña,
huye y teme su rigor. Mira que llega a la puerta y con
deleites convida, la lámpara esté encendida, no la
halle el Esposo muerta. Entra con muestras de amor y siembra
entre ellas cizaña, que anda el lobo en la campaña:
huye y teme su rigor. Cesa la música: pónese el
HOMBRE de rodillas delante del NIÑO Dios, y dice: HOMBRE.
Ahora conozco mi engaño y os suplico arrepentido me
oigáis, Señor, condolido de mi culpa y grave
daño. Si lo puedo decir, a mi malicia debéis la
gloria que tendréis triunfando, pues perdonando,
más que castigando. satisfacéis, Señor,
vuestra justicia. Si fue morir vuestra mayor delicia, más
consigue su afecto perdonando, y así me vuelvo a Vos,
considerando vuestra piedad a mi perdón propicia. Si a
tanto padecer para valerme no podéis igualar con
castigarme,
perdonarme debéis, agradecerme. Perdonadme,
Señor, para ganarme; que perderéis la gloria con
perderme que os ha de resultar de perdonarme. Canta la
música: No quiere, no, el Redentor la muerte del pecador,
sí que muera arrepentido, pues perdonar al vencido es
gloria del vencedor. ÁNGEL. Esta parábola
enseña lo que el Hombre debe a Dios; y que es locura que
pierda gloria eterna, por no hacer
por Él cosas tan pequeñas, pues
haciéndolas tendrá el Cielo, donde le espera
premio, que es el mismo Dios con su bendición eterna.
HOMBRE.Y aquí da fin ¡no os asombre! el auto (de
aquesta suerte) de Las Cortes de la Muerte, con las miserias del
Hombre.
Autor;
Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo
S.
Santiago de los Caballeros,
República Dominicana,
2014.