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Una teoría de todo, de Ken Wilber (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

El universo está compuesto de holones, todo el
camino de ascenso y todo el camino de descenso. Ésos son
los tópicos sobre los que comencé a escribir en
Sexo, ecología, espiritualidad, un libro dividido
en dos partes (tres, en realidad, si contamos las notas finales,
que constituyen un libro separado en sí mismo). La primera
parte describe al Kosmos holónico de nidos que se hallan
indefinidamente dentro de otros nidos, y la visión del
mundo propia del integralismo universal. La segunda parte trata
de explicar por qué este Kosmos holístico se ignora
o niega con tanta frecuencia. ¿Por qué, si el
universo constituye, en realidad, una pauta de pautas y procesos
mutuamente interrelacionados -holoarquías de holones- tan
pocas disciplinas lo reconocen? Si el Kosmos no es
holístico, integral y holónico, sino un asunto
fragmentado y confuso, sin contextos, vinculaciones, uniones o
comuniones entre las distintas partes, el mundo se nos
presentará como el amasijo confuso del que nos hablan las
distintas disciplinas. Pero si el mundo es holístico y
holónico, ¿por qué no hay más
personas que lo vean así? ¿Y por qué tantas
disciplinas académicas lo niegan activamente? Si el mundo
es total, ¿por qué tantas personas lo consideran
fragmentado? Y ¿por qué, en última
instancia, el mundo está roto, fragmentado, alienado y
dividido?

La segunda parte del libro, pues, se ocupa de investigar
lo que nos impide ver este Kosmos holístico y se centra en
lo que yo denomino mundo chato, el fracaso en advertir
la espiral completa del desarrollo, la totalidad del espectro de
la conciencia, una enfermedad cuyo antídoto es
precisamente la visión integral que Sexo,
ecología, espiritualidad
trata de
proporcionar.

Una vez que el libro fue concebido, el proceso de
escritura discurrió bastante rápidamente y
acabó publicándose en 1995. Las críticas
fueron desde muy positivas («Junto a La vida
divina,
de Aurobindo, Ser y tiempo, de Heidegger
y Process and Reality, de Whitehead, Sexo,
ecología, espiritualidad,
de Wilber, es uno de los
cuatro grandes libros de este siglo»)' hasta el
desconcierto, la confusión y el enojo («Éste
es uno de los libros más irritantes del año, un
libro pomposo y engreído»). En cualquier caso, la
reacción más común que provocó la
lectura Sexo, ecología, espiritualidad fue la
alegría. Después de su publicación me vi
literalmente inundado de cartas escritas por lectores que
hablaban acerca de la influencia liberadora que había
tenido Sexo, ecología, espiritualidad en su
visión del mundo, en su visión de la realidad y
hasta en su misma conciencia. Sexo, ecología,
espiritualidad
es, después de todo, una historia de
las hazañas de nuestro Yo esencial y muchos lectores se
alegraron de que se lo recordara. Las mujeres me perdonaron
cualquier aroma de patriarcado y no faltaron los hombres que me
dijeron que habían llorado al leer el último
capítulo. Con excepción de Gracia y
coraje,
nunca he recibido cartas tan cordiales y
conmovedoras como las que recibí a propósito de
Sexo, ecología, espiritualidad, cartas que me
hicieron concluir que los tres difíciles años
invertidos en él habían merecido la
pena.

Cierto crítico dijo que Sexo,
ecología, espiritualidad
«honra e incorpora
más verdad que cualquier otro abordaje de la
historia». Obviamente, me gustaría creer que eso es
cierto, pero también sé que cada nuevo día
nos trae nuevas verdades, nos abre a nuevos horizontes y requiere
de visiones todavía más abarcadoras. Sexo,
ecología, espiritualidad
es simplemente el
último de una larga serie de abordajes holísticos
y, con toda seguridad, se verá reemplazado por un
mañana todavía más inclusivo en el que no
será más que una nota a pie de página de
abordajes mucho más globales.

Entretanto, sin embargo, creo que Sexo,
ecología, espiritualidad
(y los libros posteriores
que han ido encarnándolo)' puede servir como una
útil visión integral. Breve historia de todas
las cosas
es una versión popular de Sexo,
ecología, espiritualidad y
los lectores interesados
podrían comenzar por él. Obviamente, no es
necesario que el lector esté de acuerdo con todo lo que
ahí se dice y es muy probable, además, que cada
cual pueda mejorarlo en aquellas regiones en que se halle
más especializado, lo cual me parecería muy bien.
Esta es simplemente una versión de una visión
integral -un esbozo de una TOE- que sólo resulta
útil en la medida en que ayude a que cada cual cobre
conciencia de sus propias posibilidades integrales.
¿Echamos un vistazo?

Un enfoque espectral global

Comenzaremos esbozando un mapa integral de las
posibilidades humanas. En las siguientes tres secciones
ofreceremos una visión global de este modelo integral tal
y como aparece en los seres humanos. Se trata de una
visión un tanto abstracta, pero el lector al que no le
agrade este tipo de exposición no debe preocuparse, porque
en los capítulos 5 y 6 veremos muchos ejemplos concretos
en el campo de la medicina, la educación, los negocios, la
política, etc. Entretanto, sin embargo,
familiaricémonos con las ideas generales que resumiremos
de un modo simple en una serie de diagramas.

Puesto que ya hemos usado la Spiral Dynamics como un
ejemplo de algunos de los niveles u olas del desarrollo de la
conciencia, podemos seguir utilizando ese modelo y luego
conectarlo, como muestra la figura 3.1, con una concepción
omninivel y omnicuadrante.5

Convendría señalar ahora varios puntos con
respecto a la figura 3.1. Los cuatro cuadrantes -que explicaremos
más detenidamente en los siguientes capítulos-
simplemente se refieren a las cuatro dimensiones más
importantes del Kosmos, es decir, el interior y el exterior del
individuo y de la colectividad. Si observamos la figura 4.4
advertiremos algunos ejemplos concretos de algunos de los holones
propios de cada uno de los cuadrantes. La figura 3.1 se refiere
específicamente al holón humano. En esta
sección nos centraremos en el cuadrante
superior-izquierdo
tal y como aparece en los seres humanos
(en la conciencia individual) y en la próxima prestaremos
atención a los otros tres cuadrantes.

El cuadrante superior-izquierdo (que representa el
interior del individuo y que, en la figura 3.1, sólo
incluye una línea y ocho niveles) se refiere, en realidad,
a un espectro completo de los niveles u olas del
desarrollo (que van desde la materia hasta el cuerpo, la mente,
el alma y el espíritu o, dicho de otro modo, desde lo
arcaico a la magia, el mito, lo racional, lo integral y lo
transpersonal, pero no a modo de escalones dispuestos de un modo
rígido, sino de olas que se solapan unas a otras); muchas
corrientes diferentes o líneas del
desarrollo (los distintos módulos, dimensiones o
áreas del desarrollo, entre los que cabe destacar el
desarrollo cognitivo, el desarrollo moral, el desarrollo
afectivo, el desarrollo lingüístico, el desarrollo
kinestésico, el desarrollo somático, el desarrollo
interpersonal, etc.); diferentes estados de conciencia
(que incluyen la vigilia, el sueño, el sueño sin
sueños y los estados alterados, no-ordinarios y
meditativos), y diferentes tipos de conciencia o
posibles orientaciones dentro de cada nivel (lo que incluye,
entre otras cosas, los diferentes tipos de personalidad y estilos
de género), todo lo cual se explicará en la
siguiente sección proporcionando una visión
integral holodinámica y ricamente texturada de la
conciencia.

Centrémonos, por el momento, en las olas,
corrientes y tipos. Las olas son los "niveles" del desarrollo
concebidos de un modo fluido e interrelacionado, que es como lo
consideran hoy en día la mayor parte de los
evolucionistas. La figura 3.1 nos habla de ocho niveles del
desarrollo, pero como luego veremos creo que existen, al menos,
cuatro olas superiores transpersonales o espirituales
(psíquica, sutil, causal y no-dual). Obviamente, ninguna
de ellas constituye una plataforma rígida o lineal, a modo
de ladrillos apilados uno sobre otro, sino más bien
modalidades promedio y fluidas de la conciencia.

Centrémonos ahora, por un momento, en las olas,
corrientes y tipos. Las olas son los "niveles" del
desarrollo concebidos de un modo fluido e interrelacionado, que
es el modo en que hoy en día lo consideran la mayor parte
de los psicólogos evolutivos. La figura 3.1 nos habla de
ocho niveles del desarrollo, pero como veremos creo que existen,
al menos, cuatro olas superiores, transpersonales o espirituales
(psíquica, sutil, causal y no-dual). Obviamente, no hay
que considerar ninguna de estas olas como escalones
rígidos o lineales a modo de ladrillos colocados uno sobre
otro, sino más bien como modalidades promedio de la
conciencia.

Figura 3.1. Algunos ejemplos de los cuatro
cuadrantes en los seres humanos.

A través de estos niveles u olas del
desarrollo discurren muchas líneas o corrientes
diferentes del desarrollo. Disponemos de la suficiente evidencia
para afirmar que estas líneas, corrientes o módulos
diferentes incluyen la cognición, la moral, la identidad,
la psicosexualidad, las ideas acerca de lo bueno, la
asunción de roles, la capacidad socioemocional, la
creatividad, el altruismo,

varias líneas que pueden denominarse
"espirituales" (como el respeto, la apertura, la
preocupación, la fe religiosa o los estadios meditativos,
por ejemplo), la competencia comunicativa, las modalidades
espaciales y temporales, el afecto/emoción, las amenazas
de muerte, las necesidades, las visiones del mundo, la
competencia matemática, las habilidades musicales, la
kinestesia, la identidad de género, los mecanismos de
defensa, la capacidad interpersonal y la
empatía.'

Uno de los ítems más reveladores acerca de
estos módulos o corrientes múltiples es que la
mayor parte de ellos se desarrollan de un modo relativamente
independiente. La investigación todavía no dispone
de los detalles suficientes acerca de estas relaciones; algunas
líneas son necesarias pero no suficientes para el
desarrollo de otras, mientras que otras, por el contrario,
discurren estrechamente unidas. Hablando en términos
generales, no obstante, muchas de las corrientes se desarrollan a
su propio ritmo y siguiendo su propia dinámica. En este
sentido, por ejemplo, una persona puede hallarse en un nivel
relativamente elevado del desarrollo de algunas corrientes, en un
nivel intermedio en otras y en un nivel francamente bajo en unas
terceras. Dicho de otro modo, el desarrollo global puede ser
completamente desigual.

Esto es lo que he indicado de un modo muy simplificado
en la figura 3.2, en la que los niveles de desarrollo (o los
niveles de conciencia) se hallan representados en el eje
vertical con los memes de la Spiral Dynamics de Graves.' He
añadido tres de las que considero que son las olas
transpersonales más elevadas (psíquica, sutil y
causal), que veremos más adelante.' También he
ubicado en la izquierda los términos cristianos habituales
propios del espectro completo de la izquierda (materia, cuerpo,
mente, alma y espíritu), mostrando de este modo sus
correlaciones generales.

A través de esos niveles generales u olas
discurren varias líneas o corrientes diferentes del
desarrollo, de las que, a modo de ejemplo, he seleccionado
sólo cinco (kinestésica, cognitiva, moral,
emocional y espiritual), pero queda ya patente la posibilidad de
un desarrollo desigual (como suele corroborar la
investigación empírica).

Figura 3.2. Olas),
corrientes.

Y puesto que las olas del desarrollo son, en realidad,
una holoarquía, esta situación puede
también representarse como he hecho en la figura 3.3,
donde he utilizado simplemente cuatro grandes olas (cuerpo,
mente, alma y espíritu) cada una de las cuales trasciende,
a la vez que incluye, a sus predecesoras en un abrazo integral
cada vez mayor (una auténtica holoarquía de nidos
que se hallan dentro de otros nidos, que a su vez se hallan
dentro de otros nidos). Así pues, dado que la mayor parte
de las líneas del desarrollo no discurren de un modo
lineal sino, por el contrario, de una manera fluida y espiralada,
el modo más adecuado de representarlo es el de la Figura
3.4. En cualquier caso, todas estas figuras muestran la
naturaleza dispar y no lineal del desarrollo.

Este modelo arroja una considerable luz sobre el hecho
de que algunos individuos -entre los que se hallan los maestros
espirituales- pueden hallarse muy evolucionados en determinados
aspectos (como la conciencia meditativa o la lucidez cognitiva)
y

Figura 3.3. La holoarquía del
desarrollo.

evidenciar, no obstante, un desarrollo muy limitado (o
incluso alguna que otra patología) en otras corrientes
(como la interpersonal o la psicosexual, pongamos por
caso).

Y lo mismo puede ocurrir con las tradiciones
espirituales -desde el chamanismo hasta el budismo, el
cristianismo y las religiones indígenas-, que pueden
hallarse muy avanzadas en ciertos módulos, pero muy
atrasadas en otros e incluso mostrarse francamente
patológicas en unas terceras. En consecuencia, una
práctica transformadora más integral debería
tener en cuenta un enfoque omninivel y omnicuadrante más
equilibrado (véase más adelante).

Véase la figura 3.5 en lo que respecta a los
tipos, que se hallan ilustrados, en este caso, por el
eneagrama. Lo que he hecho aquí ha

Figura 3.4 Corrientes .y olas
espirales.

sido tomar un solo módulo o corriente del
desarrollo (cualquiera, desde la moral, hasta la
cognición, los mecanismos de defensa, etc.) y enumerar
ocho niveles u olas del desarrollo a través de las que
suele desplegarse esta corriente concreta (usando la Spiral
Dynamics como un ejemplo de las olas). En cada uno de los niveles
he dibujado el eneagrama como ejemplo de lo que podríamos
denominar una tipología horizontal o una
tipología de los tipos de personalidad que pueden
presentarse en casi cualquiera de los niveles verticales del
desarrollo. El hecho es que una persona puede ser un
tipo concreto (usando la tipología junguiana, la
de Myers-Briggs, el eneagrama, etc.) en casi cualquiera de los
niveles. Así pues, si una persona es, pongamos por caso,
un tipo 5 del eneagrama, cuando se desarrolla, podría ser
púrpura 5, rojo 5,

Figura 3.5. Niveles y
tipos.

azul 5, etc. (aunque de nuevo debo señalar que
esto no tiene lugar de forma rígidamente lineal sino, por
el contrario, de un modo sumamente fluido).

Son muchas las feministas para las cuales las
orientaciones masculina y femenina también
constituyen un tipo. La idea, fundamentalmente basada en la obra
de Carol Gilligan y Deborah Tannen, es que la orientación
masculina típica, más asentada en el derecho y la
justicia, tiende a ser más individualista,
autónoma, abstracta e independiente, mientras que la
orientación femenina, por su parte, basada en el respeto y
la responsabilidad, tiende a ser más permeable, relacional
y emocional. Recordemos que Gilligan está de acuerdo en
que tanto las mujeres como los hombres atraviesan tres (o cuatro)
estadios jerárquicos del desarrollo: preconvencional,
convencional, postconvencional (e integrado).

La razón por la que tantas personas,
especialmente las feministas, siguen creyendo erróneamente
que Gilligan negó la existencia de una jerarquía
femenina del desarrollo se basa en el hecho de que Gilligan
descubrió que los juicios emitidos por los hombres tienden
a basarse en el pensamiento jerárquico u ordenador,
mientras que las mujeres, por su parte, suelen hacer lo mismo
basándose en el pensamiento relacional o vinculador
(centrándose así, respectivamente, en lo que yo
denomino individualidad y relación). Pero lo que muchas
personas olvidan es que Gilligan también dijo que la
orientación femenina atraviesa tres (o cuatro) estadios
jerárquicos,
desde el egoísmo hasta el
respeto, el respeto universal y el integrado. Muchas feministas,
pues, han confundido la idea de que las mujeres tienden a no
pensar jerárquicamente con la idea de que su desarrollo no
procede de un modo jerárquico, porque, según la
misma Gilligan, lo primero es cierto, pero lo último es
falso.` (Y, en mi opinión, el hecho de que Gilligan haya
sido tan mal interpretada a este respecto se debe a que el meme
verde niega todo tipo de jerarquías y, en consecuencia, no
puede siquiera percibir literalmente su mensaje con
exactitud.)

En el capítulo 8 de El ojo del
Espíritu
(un capítulo titulado «El
feminismo integral») resumí esta
investigación diciendo que los hombres y las mujeres
atraviesan las mismas olas generales del desarrollo, pero que los
hombres tienden a hacerlo subrayando la individualidad, mientras
que las mujeres, por su parte, centran más su
atención en la relación.''

Esta visión del desarrollo del género nos
permite servimos de las muchas contribuciones de los estudios
acerca del desarrollo, pero también las complementa con
una mejor comprensión del motivo por el cual las mujeres
atraviesan las grandes olas de la existencia "con una voz
diferente". En el pasado, no era raro encontrar investigadores
psicológicos ortodoxos que describían a las mujeres
como "hombres" deficientes (afirmando, por ejemplo, que las
mujeres "carecen" de lógica, racionalidad o sentido de la
justicia, e incluso los hubo que llegaron a definirlas por "la
envidia del pene" o, lo que es lo mismo, deseando aquello de lo
que carecen). Hoy en día, por el contrario, no es
extraño descubrir, sobre todo entre las feministas, el
prejuicio opuesto, según el cual los hombres son "mujeres
deficientes" (es decir, que "carecen" de sensibilidad, respeto,
capacidad de relación, encarnación,
etc.).

Como se ve, en todas partes cuecen habas, de modo que un
abordaje más integral podría permitimos rastrear el
desarrollo a través de las grandes olas y corrientes de la
existencia, pero también reconocer que unos y otras pueden
navegar por el Gran Río de la Vida utilizando, en cada
caso, un estilo, un tipo o "una voz diferente". Y ello significa
que podemos reconocer las olas principales de la existencia -que,
de hecho, son genéricamente neutras- sin negar, no
obstante, la validez de ambas modalidades.`

Recordemos, finalmente, que cualquier persona ubicada en
cualquier estadio del desarrollo puede tener un estado
alterado o
una experiencia cumbre -incluyendo las
llamadas experiencias espirituales- que tengan un efecto profundo
en su conciencia y en su desarrollo. Es incorrecta, pues, la idea
de que el acceso a las experiencias espirituales sólo
puede tener lugar desde los estadios más elevados del
desarrollo. Pero hay que advertir, no obstante, que para que los
estados alterados terminen convirtiéndose en
rasgos (o estructuras) permanentes deben entrar en la
corriente del desarrollo permanente."

El hecho es que, aun cuando sólo tengamos en
cuenta el cuadrante superior-izquierdo, es posible disponer de un
mapa más integral de la conciencia, un mapa que incluya
olas, corrientes, estados y tipos, ingredientes importantes,
todos ellos, del extraordinario espectro del desarrollo de la
conciencia.

Omnicuadrante

Pero la conciencia individual o subjetiva no existe en
el vacío -ningún sujeto es una isla- y, en este
mismo sentido, la conciencia individual está
inextricablemente unida al organismo y al cerebro objetivo
(cuadrante superior-derecho), a la naturaleza, al sistema social
y al medio ambiente (cuadrante inferior-derecho) y a los
contextos culturales, los valores y las visiones colectivas del
mundo (cuadrante inferior-izquierdo). Y, una vez más, cada
uno de estos cuadrantes experimenta un proceso de desarrollo que
discurre a través de numerosas olas, corrientes y tipos
(de los cuales la figura 3.1 sólo recoge unos pocos). En
libros como Breve historia de todas las cosas, El ojo del
Espíritu y Una visión integral de la
psicología,
he dado una amplia variedad de ejemplos
procedentes de cada cuadrante relacionados con el arte y la
interpretación literaria, el feminismo y los estudios del
género, la antropología, la filosofía, la
psicología y la religión. Veamos ahora
rápidamente unos pocos ejemplos.

El cuadrante superior-derecho nos proporciona una
visión objetiva, empírica y "científica" de
lo individual, lo cual incluye los estados corporales
orgánicos, la bioquímica, los factores
neurobiológicos, los neurotransmisores, las estructuras
orgánicas del cerebro (el tallo cerebral, el sistema
límbico, el neocórtex) etc. Pensemos lo que
pensemos en torno a la relación existente entre la mente y
la conciencia (cuadrante superior-izquierdo) y entre el cerebro y
el cuerpo (cuadrante superior-derecho), lo cierto es que se trata
de dos ámbitos que se hallan indisolublemente unidos.
Así pues, cualquier modelo omninivel y omnicuadrante
debería incluir las importantes correlaciones existentes
entre los estados, las olas, las corrientes y los tipos de
conciencia (cuadrante superior-izquierdo) y los estados
cerebrales, los sustratos orgánicos, los
neurotransmisores, etc. (cuadrante superior-derecho).

Hoy en día está llevándose a cabo
una ingente investigación en tomo a los estados
orgánicos del cerebro y su relación con la
conciencia. Lamentablemente, sin embargo, la mayor parte de los
investigadores ortodoxos tiende a reducir la conciencia
a mecanismos cerebrales y a caer así en un reduccionismo
que resulta devastador para la conciencia, ya que reduce las
experiencias del "yo" a los sistemas del "ello" y llega incluso a
negar la realidad fenoménica de todos los dominios
internos. Pero esta reducción tan nefasta del cuadrante
superior-izquierdo al cuadrante superior-derecho puede ser
evitada si asumimos un enfoque omninivel y omnicuadrante que se
niegue a reducir injustificadamente cualquier nivel, línea
o cuadrante a cualquier otro.'

El cuadrante inferior-izquierdo incluye todas aquellas
pautas de la conciencia que son compartidas por quienes se hallan
"inmersos" en el seno de una cultura o subcultura particular.
Para que usted y yo nos comprendamos -para que exista siquiera la
menor posibilidad de comunicación– necesitamos, cuanto
menos, compartir cierta semántica lingüística,
numerosas percepciones, tener visiones relativamente parecidas
del mundo, etc. Y a estos valores, percepciones, significados,
hábitats semánticos, prácticas culturales,
ética, etc., compartidos es, precisamente, a lo que me
refiero con el término cultura o pautas
intersubjetivas de la conciencia.

Todas estas percepciones culturales que se mueven en el
espacio intersubjetivo de la conciencia tienen correlatos
objetivos que pueden ser registrados de un modo
empírico en tanto que estructuras e instituciones
físicas, lo cual incluye las modalidades
tecnoeconómicas (recolectora, hortícola,
marítima, agraria, industrial, informática), los
estilos arquitectónicos, las estructuras
geopolíticas, las formas de transmisión de la
información (como las señales vocales, los
ideogramas, la imprenta, las telecomunicaciones, el microchip),
las estructuras sociales (los clanes de supervivencia, las tribus
étnicas, los ordenamientos feudales, las naciones
antiguas, las agrupaciones de estados, las comunidades de valor,
etc.) y las realidades interobjetivas, a todas las cuales me
refiero, en general, con el término sistema
social
(cuadrante inferior-derecho).

La figura 3.6 ilustra el hecho de que, a lo largo de la
historia, los diferentes teóricos han solido centrar su
atención en un solo cuadrante excluyendo a todos los
demás. En este sentido, los "caminos de la mano derecha"
tienden a ocuparse de los cuadrantes exteriores cuyos
ítems pueden percibirse con los sentidos o con sus
extensiones. Así, los teóricos e investigadores del
cuadrante superior-derecho se han centrado en el
exterior del individuo, como el conductismo, el
empirismo, la física, la biología, las ciencias
cognitivas, la neurología, la fisiología cerebral,
etc. (Aunque el cerebro se halle en el interior del organismo, se
in

Figura 3.6. Algunos de los
teóricos representativos de los cuatro
cuadrantes.

vestiga de un modo objetivo, externo y científico
y, en ese sentido, se halla en el cuadrante superior-derecho, que
es en lo que habitualmente pensamos cuando hablamos de ciencias
duras.)

Los teóricos del cuadrante inferior-derecho, por
su parte, se ocupan del exterior de lo colectivo,
las
ciencias sistémicas, la teoría
sistémica, la red ecológica de la vida, las
teorías del caos y de la complejidad, las estructuras
tecnoeconómicas, las redes medioambientales y los sistemas
sociales. Los dos cuadrantes de la mano derecha se expresan en el
lenguaje objetivo en tercera persona del "ello", y es
precisamente por ese motivo que suelen ser calificados como
"científicos" (el cuadrante superior-derecho corresponde a
las ciencias individuales, mientras que el cuadrante
inferior-derecho tiene que ver con las ciencias
sistémicas).'S

Todos los "caminos de la mano izquierda" se centran en
los cuadrantes interiores. Así, los
teóricos e investigadores del cuadrante superior-izquierdo
investigan la conciencia interior tal y como aparece en los
individuos, lo cual ha dado origen al
psicoanálisis, la fenomenología, la
psicología introspectiva y los estados meditativos (desde
Freud hasta Jung, Piaget y Buda). Y estas realidades
fenoménicas no se expresan en el lenguaje del "ello" (en
tercera persona), sino en el lenguaje del "yo" (en primera
persona).

Los teóricos del cuadrante inferior-izquierdo
investigan el interior de lo colectivo, los valores, las
percepciones, las visiones del mundo y los sustratos y contextos
compartidos que no se expresan tanto en el lenguaje del "yo" como
en el lenguaje del "nosotros". Estos teóricos incluyen los
estudios culturales hermenéuticos, interpretativos y
fenomenológicos (como, por ejemplo,

Thomas Kuhn y Jean Gebser). Los efectos profundos de los
sustratos culturales en los otros cuadrantes han sido
subrayados

aunque de un modo, en mi opinión, exagerado- por
varios importantes autores postmodernos (como Nietzsche,
Heidegger, Foucault y Derrida).

Como veremos en las páginas siguientes, el
enfoque integral que estoy recomendando -y al que me refiero como
omninivel y omnicuadrante- es lo suficientemente amplio como para
incluir.

sin reducirlas a otras, todas las irreductibles
realidades de todos los cuadrantes, es decir, todas las olas,
corrientes, estados, reinos y tipos de las que hablan los
investigadores más reputados. Hay que decir,
además, que las realidades de los cuatro cuadrantes
interactúan entre sí, es decir,
"tetrainteractúan" y "tetraevolucionan" y que cualquier
abordaje integral debería ser lo suficientemente sensible
como para advertir las pautas ricamente texturadas de todas esas
interacciones.

En ciertas ocasiones simplifico todavía
más este modelo denominándolo «enfoque
1-2-3» al Kosmos, refiriéndome, en tal caso, a las
realidades propias de la primera persona, de la segunda persona y
de la tercera persona. Como ya he apuntado (y como evidencian
también las figuras 3.1 y 3.6), el cuadrante
superiorizquierdo puede ser expresado en el lenguaje del "yo" (es
decir, el relato en primera persona); el cuadrante
inferior-izquierdo en el lenguaje del "nosotros" (es decir, el
relato en segunda persona), y los dos cuadrantes de la mano
derecha -puesto que ambos son pautas objetivas- en el lenguaje
del "ello" (es decir, el relato en tercera persona).`

Así es como podemos llegar a simplificar los
cuatro cuadrantes hablando del "Gran Tres" (el "yo", el
"nosotros" y el "ello"), tres importantes dimensiones que pueden
afirmarse de modos muy diferentes, como el arte, la moral y la
ciencia; la Belleza, la Bondad y la Verdad, o el ego, la cultura
y la naturaleza. El hecho, en cualquier caso, es que cualquier
abordaje omninivel y omnicuadrante debería honrar por
igual todas las olas de la existencia, desde el cuerpo hasta la
mente, el alma y el espíritu en su despliegue
simultáneo a través del ego, la cultura y la
naturaleza.

Y todavía me refiero de un modo más
sencillo a este modelo con el apelativo de "holónico".
Recordemos que un holón es una totalidad que forma parte
de otra totalidad. De este modo, la totalidad átomo forma
parte de la totalidad molécula, la totalidad
molécula forma parte de la totalidad célula, la
totalidad célula forma parte de la totalidad organismo,
etc. La realidad no está compuesta de totalidades ni de
partes, sino de totalidades/parte u

holones. Las entidades fundamentales de todos los
cuadrantes, niveles y líneas son simplemente holones
(véase Sexo, ecología, espiritualidad para
una elaboración más completa acerca de este
tópico). Como señaló Arthur Koestler, una
jerarquía de desarrollo es realmente un holoarquía,
puesto que está compuesta de holones (como la que va de
los átomos a las moléculas, las células y
los organismos). Este es el motivo por el cual la única
vía para el holismo es la holoarquía, y
también explica por qué quienes niegan las
jerarquías no alcanzan el holismo sino que se condenan al
"montonismo".

Existe aquí un paralelismo con lo que Beck y
Cowan denominan específicamente pensamiento de segundo
grado, una modalidad de conciencia que reconoce y opera con
"holones". Dicho en sus propias palabras, «el
término holón se refiere a aquello que fluye con
todo lo demás en los sistemas vivos y el pensamiento de
segundo grado vincula partículas, personas, funciones y
nodos en redes y niveles estratificados [jerarquías
anidadas u holoarquías] y detecta los campos de
energía que rodean, infunden y fluyen naturalmente en una
"gran imagen" del orden cósmico». Esa "gran imagen"
es una TOE y ese orden es holónico…

Un mapa más integral

¿Qué es lo que podríamos decir
acerca de un modelo más integral de las posibilidades
humanas? Antes de poder abordar las aplicaciones de una
visión más integral en el campo de la
educación, de la política, de la empresa, de la
salud, etc., necesitamos tener alguna idea general sobre lo que
estamos aplicando. ¿Qué tipo de mapa podemos
utilizar cuando pasamos del relativismo pluralista al
integralismo universal? Recordemos que un mapa más
integral debería incluir:

  • múltiples niveles u olas de la
    existencia, mostrándonos así una gran
    holoarquía que abarque el espectro completo
    de

la conciencia, desde la materia hasta el cuerpo, la
mente, el alma y el espíritu (o desde beige hasta
púrpura, rojo, azul, naranja… lo sutil lo causal y lo
no-dual). Desplazándose a través de esos niveles
del desarrollo, existen:

  • muchas corrientes, módulos o
    líneas diferentes del desarrollo, entre las que cabe
    destacar la cognitiva, la moral, la espiritual, la
    estética, la somática, la imaginativa, la
    interpersonal, etc. (en este sentido, por ejemplo, uno puede
    ser cognitivamente naranja, emocionalmente púrpura,
    moralmente azul, etc.). Además, en casi todos los
    estadios del desarrollo, uno tiene la posibilidad de acceder
    a:

  • muchos estados diferentes de conciencia,
    como la vigilia, el sueño, el sueño sin
    sueños y los estados alterados, no-ordinarios y
    meditativos (muchos de los cuales pueden presentarse en
    cualquier nivel de cualquier línea, de modo que, en
    casi cualquier estadio del desarrollo, uno puede tener acceso
    a una gran variedad de experiencias religiosas);"

  • muchos tipos diferentes de conciencia, lo
    cual incluye los tipos del género, los tipos de
    personalidad (como la tipología eneagramática,
    la de Myers-Briggs, la junguiana), etc. Estos tipos pueden
    ocurrir en los distintos niveles, líneas y
    estados;

  • muchos factores orgánicos y estados
    cerebrales (propios del cuadrante superior-derecho que hoy en
    día recibe una gran atención por parte de la
    psiquiatría, las ciencias cognitivas y la
    neurobiología, aunque debo destacar que, por
    más importante que sea, no es más que "una
    cuarta parte" de la historia);

  • el extraordinario impacto de muchos factores
    culturales, como la rica textura de las diversas realidades
    culturales, los contextos que operan a modo de sustrato, las
    percepciones plurales, la semántica
    lingüística, etc., ninguno de los cuales debe
    soslayarse sino que, por el contrario, debe ser incluido e
    integrado en el amplio marco de una visión
    aperspectivista-integral. (Por otra parte, "una
    práctica transformadora au-ténticamente
    integral" debería también conceder el adecuado
    peso a las relaciones, la comunidad, la cultura y los
    factores intersubjetivos, en general, no sólo como un
    reino de aplicación de la visión espiritual,
    sino como una herramienta de transformación
    espiritual);

  • las fuerzas que se derivan del sistema
    social, en todos los niveles (desde la naturaleza
    hasta las estructuras humanas, como el fundamento
    tecnoeconómico y también la
    importantísima relación que mantienen con los
    sistemas sociales no humanos, desde Gaia hasta los
    ecosistemas);

  • aunque no haya hablado de ello en esta simple
    revisión sumaria, una visión global tampoco
    debe soslayar la importancia del yo en tanto que navegante
    del gran Río de la Vida. Desde esta perspectiva, el yo
    no es tanto una entidad monolítica como una sociedad
    de yoes que giran en torno a un centro de gravedad
    que opera a modo de aglutinante de las muchas olas, estados,
    corrientes y reinos, en una especie de organización
    unificada cuya interrupción, en cualquiera de los
    estadios, puede ocasionar un problema patológico.
    `

Éstos son algunos de los muchos factores que
debería incluir cualquier visión realmente
holónica del Kosmos, ya que cualquier modelo que no
incluya de un modo coherente todos estos ítems no
es un modelo integral. La mayor parte de mi obra se ha centrado
en presentar al lector las conclusiones de investigadores que
operan con las concepciones del segundo grado, tanto de fuentes
premodernas, como de fuentes modernas o de fuentes postmodernas,
es decir, de investigadores que tienen en cuenta el espectro
completo de la conciencia y de sus múltiples olas,
corrientes, estados y reinos. En el mejor de los casos, se
trataría de presentar una visión omninivel y
omnicuadrante que englobase las múltiples modalidades de
la totalidad del espectro, una visión que incluyera la
mayor cantidad de evidencia posible procedente del mayor
número posible de investigadores.

Todo esto, como anteriormente apuntaba, es un tanto seco
y abstracto porque nos hemos visto obligados a abarcar un espacio
muy amplio en muy pocas páginas. En los siguientes
capítulos veremos ejemplos muy concretos de todas estas
ideas, con la esperanza de que, de ese modo, las cosas resulten
mucho más claras.

Creo que este esfuerzo integrador apunta al problema
central de los estudios espirituales e integrales de este cambio
de milenio. ¿Permaneceremos estancados en el meme verde,
con la consiguiente identificación con sus extraordinarias
contribuciones (como la exquisita sensibilidad pluralista, por
ejemplo) y sus lamentables patologías (como
boomeritis, por ejemplo) o daremos el salto al
hiperespacio de la conciencia de segundo grado y, de ese modo,
nos abriremos a la posibilidad de seguir evolucionando hacia las
olas transpersonales de la autorrealización del
espíritu?

Transformar al
cartógrafo

Una de las cuestiones con las que estamos tratando,
dicho en otros términos, es el modo en que podemos
implementar una forma más eficaz de alentar la emergencia
de una conciencia auténticamente integral (e incluso
transpersonal). Porque para ello no basta, en mi opinión,
con una nueva teoría integral, sino que también es
necesaria una nueva práctica integral. Aun cuando
poseyéramos el mapa integral perfecto del Kosmos, un mapa
que fuera inequívocamente exhaustivo y holístico,
ese mapa, por sí solo, no transformaría a las
personas. No nos basta, pues, con un mapa, sino que
también necesitamos herramientas que nos permitan
transformar al cartógrafo.

Así, aunque la mayoría de mis libros
tratan de ofrecer una visión auténticamente
integral, siempre acaban con alguna invitación a una
práctica integral, una práctica que ejercite el
cuerpo, la mente, el alma y el espíritu en los
ámbitos del yo, la cultura y la naturaleza (una
práctica, dicho en otras palabras, "omninivel y
omnicuadrante"). Ésta es la invitación que
escuchará reiteradamente en las páginas siguientes,
junto a sugerencias concretas acerca del modo específico
de acometer, si lo desea, una práctica
auténticamente integral.

La directriz primordial

En los capítulos 5 y 6 exploraremos las
aplicaciones de este modelo holónico en los campos de la
educación, la práctica espiritual, la
política, los negocios, la salud, etc.
Permítasenos, entretanto, volver a nuestro punto principal
-el impacto de una visión integral tanto en la modalidad
promedio como en la vanguardia del desarrollo de la conciencia- y
advirtamos lo siguiente: una de las principales conclusiones de
cualquier enfoque omninivel y omnicuadrante es que cada meme
-cada nivel de conciencia y cada ola de la existencia-
constituye, en su forma saludable, un elemento absolutamente
necesario y deseable
de la espiral global, del espectro
global de la conciencia. No hay que olvidar que, aun en el
supuesto de que todas las sociedades de la tierra se hallaran
completamente establecidas en el pensamiento de segundo grado,
cada niño nacido en ellas todavía debería
comenzar su proceso de desarrollo en el nivel 1, en beige, en los
instintos y percepciones sensoriomotoras y, a partir de
ahí, debería crecer y evolucionar -en su camino
hacia lo transpersonal- a través de la magia
púrpura, el mito rojo y azul, el racionalismo naranja, la
sensibilidad verde y la visión-lógica amarilla y
turquesa propias del pensamiento de segundo grado. Así
pues, todas esas olas cumplen con funciones esencialmente
importantes, todas ellas deben ser asumidas e integradas en las
olas subsiguientes y, en consecuencia, no es posible eludir o
relajar ninguna de ellas sin graves consecuencias para el yo y
para la sociedad. Así pues, la directriz primordial no
aspira tanto a sanar un determinado nivel, sino a preservar la
salud de la espiral completa del desarrollo.

Moderar nuestras expectativas

La salud del espectro global de la conciencia es
superior a la de cualquier nivel particular, lo cual significa
que un integralismo auténticamente universal
debería ponderar con sumo cuidado su impacto real. Yo creo
que las revoluciones reales que afectan al mundo de hoy en
día no suponen tanto un glorioso avance colectivo hacia
los dominios transpersonales, sino pequeños cambios
fundamentales que afectan a las olas mágica, mítica
y racional de la existencia.

Los seres humanos nacen y empiezan su evolución a
través de la gran espiral de la conciencia siguiendo un
camino que va desde los dominios arcaicos hasta los
mágicos, los míticos, los racionales, los
integrales… y tal vez incluso los auténticamente
transpersonales. Pero por cada persona que avanza hacia el
estadio integral o superior nacen decenas en el estadio arcaico.
La espiral de la existencia es un gran e interminable flujo de
miles de millones de personas que van desplazándose desde
la fuente hasta el océano del Río de la Vida,
atravesando los estadios del cuerpo, la mente, el alma y el
espíritu. Ninguna sociedad se hallará
nunca en el nivel integral, porque ese flujo es incesante
(aunque, como evidencia la historia -véase, por ejemplo,
Después del Edén-, el centro de gravedad
de una determinada cultura pueda ir ascendiendo). Nuestro
problema no se centra, pues, tanto en el modo de alcanzar la ola
integral o superior, como en la forma en que podemos mejorar
la salud de toda la espiral, una espiral que año
tras año se ve atravesada de un extremo a otro por miles
de millones de seres humanos.

Nuestra tarea, dicho en otros términos, debe
centrarse en sanar las olas más bajas (y más
fundamentales). Por ello nuestra atención no debe ocuparse
tanto del modo de alentar la evolución de un puñado
de boomer hasta el pensamiento de segundo grado, como
del modo de alimentar a los millones de seres humanos que pasan
hambre, de alojar a los millones de personas que carecen de hogar
y de mejorar la salud de millones de enfermos que no la poseen.
Así pues, la visión integral constituye uno de los
problemas más urgentes que debe afrontar el
planeta.

La visión integral en el mundo en
general

Permítanme concluir este capítulo con la
siguiente estimación, realizada por el doctor Phillip
Harter, de la Facultad de Medicina de la Stanford University. Si
consideramos a toda la población de la tierra como una
aldea de sólo cien personas, ésta se
asemejaría a lo siguiente:

PERSONAS:

RAZA:

57

Asiáticos

21

Europeos

14

Americanos (tanto de
Norteamérica como de Sudamérica) 6
Estadounidenses poseerían el 41% de la riqueza del
mundo

8 (6 poseerían el 59% de la riqueza
del mundo)

Africanos (30% Blancos y 70% No
Blancos)

80

viviría en condiciones
infrahumanas

70

serían
analfabetos

50

sufrirían
desnutrición

1

tendría educación
universitaria

1

poseería ordenador ó
Computadora Personal (PC)

Como ya he señalado, pues, la resolución
de los problemas más urgentes que aquejan a nuestro
planeta depende del desarrollo de una visión integral. Por
ello nuestra principal exigencia ética consiste en sanar
la espiral completa del desarrollo y, más concretamente,
de sus olas más tempranas.

No obstante, la ventaja de la conciencia
visión-lógica de segundo grado es que nos
proporciona una visión más creativa para abordar
esos apremiantes problemas, porque la comprensión de la
imagen global puede ayudarnos a encontrar soluciones más
inteligentes. En este sentido, es el cuerpo gobernante el que
más necesita de un abordaje integral; son nuestras
instituciones educativas, desbordadas por el postmodernismo
deconstructivo, las que necesitan desesperadamente de una
visión más integral; es nuestra práctica
comercial, centrada en los logros fragmentarios, la que requiere
de un enfoque más equilibrado; son nuestras instituciones
sanitarias las que más podrían beneficiarse de la
visión compasiva de un abordaje más integral; y son
los gobernantes los que más claramente podrían
advertir sus propias posibilidades. De todas estas formas -y de
muchas otras más- podríamos utilizar una
visión integral para cambiar el rumbo de un mundo que
está enloqueciendo poco a poco.

Ciencia y
religión

Una ciencia sin religión está coja,
una religión sin ciencia está
ciega.

ALBERT EINSTEIN

Si la humanidad fuera realmente sensible, hace ya tiempo
que hubiera enloquecido por la extraña relación que
mantienen la ciencia y la religión. En su estado actual,
la relación que existe entre la ciencia y la
religión refleja una de esas lamentables dualidades -como
la que existe entre la mente y el cuerpo, la conciencia y la
materia, los hechos y los valores- que siguen siendo la espina
cavada en el costado del filósofo. Los hombres y mujeres
normales y corrientes, por otro lado, siempre han utilizado
libremente la ciencia (o algún tipo de conocimiento
empírico-técnico) y la religión (o alguna
especie de significado, valor, objetivo trascendental o presencia
inmanente). ¿Cómo encajarlas adecuadamente? Porque
ése es -momo diría Shakespeare– el dilema, puesto
que cualquier visión realmente integral -cualquier TOE-
deberá reconciliar, de un modo u otro, a la ciencia con la
religión.

Son varios los libros en los que he tratado de centrarme
concretamente en este espinoso problema.' Creo que en ellos se
aborda el tema desde una perspectiva (que luego resumiré)
que no suele escucharse en los debates al uso entre la ciencia y
la espiritualidad y que sospecho que seguirán siendo
ignorados, porque no barajan exclusivamente ideas en torno al
Espíritu, sino que apuntan hacia una experiencia directa
del Espíritu. Mi objetivo, dicho en otros términos,
dista mucho del habitual (exclusivamente centrado en las ideas
filosóficas o científicas que parece preferir las
abstracciones a la experiencia directa) y aspira a abrir un
espacio en ese debate para la espiritualidad contemplativa y
meditativa. La situación es tan curiosa como la de un
grupo de eruditos que estuviera discutiendo interminablemente
acerca de las playas de Hawai y, en lugar de viajar hasta
allí para verlas por sí mismos, se contentaran
simplemente con estudiar los mapas de que disponen
desdeñando el territorio. Lo dicho, una situación,
desde luego, un tanto extraña.

Porque el caso es que, muy posiblemente, haya lugar para
ambas opciones, para la experiencia espiritual directa y para la
elaboración de mapas y modelos más exactos de esas
experiencias. Veamos.

La relación existente entre la ciencia y
la religión

Son muchos los teóricos que se han ocupado de
clasificar las perspectivas que suelen asumirse en las
discusiones habituales en torno a la relación existente
entre la ciencia y la religión. Todos esos esquemas
clasificatorios son bastante similares y se mueven en un continuo
que va desde la guerra declarada hasta la coexistencia
pacífica, la influencia, el intercambio mutuo y los
intentos de integración.

En opinión de Ian Barbour, por ejemplo, tenemos:
1) Conflicto: la ciencia y religión están en
guerra; una es verdadera y la otra falsa. 2) Independencia: ambas
pueden estar en lo cierto, pero sus verdades se refieren a
dominios esencialmente separados entre los que apenas existe
contacto. 3) Diálogo: la ciencia y la religión
pueden beneficiarse y enriquecerse mutuamente a través del
diálogo. 4) Integración: la ciencia y la
religión forman parte de una "gran imagen" que integra sus
respectivas contribuciones.'-

Según Eugenie Scott, tenemos las siguientes
posturas: 1) Guerra: la ciencia y la religión están
inmersas en una lucha en la que el perdedor está condenado
a muerte. 2) Reinos separados: la ciencia se ocupa de los hechos
naturales, mientras que la religión, por su parte, se
centra en los problemas espirituales, de modo que no hay entre
ellas posible acuerdo ni conflicto. 3) Acomodación: la
religión se amolda a los hechos de la ciencia y la utiliza
para reinterpretar -sin abandonar, no obstante- la esencia de las
creencias teológicas (a modo de una calle de un solo
sentido). 4) Compromiso: la ciencia y la religión se
amoldan e interactúan mutuamente (a modo de una calle de
doble sentido).;

En Ciencia y religión. El matrimonio entre el
alma y los sentidos
he presentado mi propia
clasificación de las perspectivas más habituales a
este respecto, de las cuales ofrecemos ahora un breve
resumen:

1. La ciencia niega la religión.
Ésta sigue siendo la agresiva actitud más
característica entre los científicos actuales, una
perspectiva representada por pensadores como Richard Dawkins,
Francis Crick y Steven Pinker, por ejemplo. Desde este punto de
vista, la religión es una mera reliquia de las
supersticiones del pasado o, en el mejor de los casos, un
mecanismo de supervivencia utilizado por la naturaleza para
reproducir las especies.

2. La religión niega la ciencia. La
respuesta típica del fundamentalismo a la perspectiva
anterior es que la ciencia forma parte del mundo caído y,
en consecuencia, no tiene acceso a la verdad real. Dios
creó el mundo -incluyendo en él la totalidad de los
fósiles- en seis días y eso es todo. La Biblia es
la verdad revelada, y tanto peor para la ciencia si discrepa de
ella.

3. La ciencia y la religión se ocupan de
reinos diferentes del ser y, en consecuencia, no hay impedimento
alguno para que puedan coexistir pacíficamente.

Ésta es una de las posiciones más sofisticadas que
suele presentarse en dos versiones, una fuerte y otra
débil.

Según la versión fuerte -el
pluralismo epistemológico-, la realidad
está compuesta de varias dimensiones o reinos (como la
materia, el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu) y la
ciencia se ocupa fundamentalmente de los dominios inferiores de
la materia y del cuerpo, mientras que la religión, por su
parte, se centra principalmente en los dominios superiores del
alma y el espíritu. En cualquier caso, la ciencia y la
religión forman igualmente parte de una "gran imagen" en
la que caben ambas y en la que, en consecuencia, es posible
llegar a integrar sus respectivas contribuciones. La Gran Cadena
del Ser tradicional, una visión generalmente representada
por Plotino, Kant, Schelling, Coomaraswamy, Whitehead, Frithjof
Schuon, Huston Smith e Ian Barbour, cae dentro de esta
categoría (véase figura 4.3).

La versión débil, por su parte, se
denomina NOMA (nonoverlapping magisteria), "dominios no
solapados"-, un término acuñado por Stephen Jay
Gould para referirse a la idea de que la ciencia y
religión se ocupan de reinos diferentes que no pueden
verse integrados en ningún tipo de "gran imagen", puesto
que son fundamentalmente inconmensurables. Ambos pueden ser
respetados, pero no pueden integrarse. Se trata de la actitud
más frecuente entre muchos científicos que profesan
la creencia en alguna clase de Espíritu, pero no pueden
imaginar siquiera el modo de articularlas con la ciencia, de modo
que terminan asumiendo la postura de dar al César lo que
es del César y a Dios lo que es de Dios.

4. La ciencia nos ofrece "argumentos plausibles"
acerca de la existencia del Espíritu.
Esta
perspectiva afirma que son muchos los hechos y descubrimientos
científicos que apuntan directamente a la existencia de
las realidades espirituales y, en este sentido, la ciencia puede
ayudamos a revelar directamente la existencia del Dios/la Diosa.
Desde este punto de vista, por ejemplo, el Big Bang parece
requerir la existencia de algún tipo de principio
creativo; la evolución parece atenerse a un plan
inteligente; el principio antrópico implica alguna clase
de inteligencia creativa que se halle detrás de la
evolución cósmica, etc. Esta postura se asemeja a
la calle de una sola dirección de Scott, en el sentido de
que la ciencia se utiliza para enriquecer a la religión,
pero no viceversa. También es semejante a lo que Barbour
denomina "teología natural" en tanto que opuesta a una
"teología de la naturaleza". Según aquélla
-como afirman muchos ecofilósofos-, la simple lectura de
la naturaleza revela la existencia del Espíritu;
según la "teología de la naturaleza", el
Espíritu revelado se utiliza para interpretar la
naturaleza en términos espirituales (Barbour parece
inclinarse por esta última, que es una versión de
nuestra categoría 3). Se trata de un abordaje muy
común a este tópico y, sin duda, el más
frecuente
entre los divulgadores del «nuevo paradigma
científico que [según afirman] demuestra o apoya
las verdades del misticismo».

5. La ciencia no es el conocimiento del mundo, sino
tan sólo una interpretación del mundo y, en
consecuencia, tiene la misma validez -ni más ni menos- que
el arte o la poesía.
Ésta es, obviamente, la
posición "postmoderna" típica. Mientras que el
abordaje anterior es el más frecuente entre los
divulgadores del tema de la ciencia y la religión,
éste es el más habitual entre la élite
académica y cultural, que no se dedica tanto a elaborar
integraciones como a deconstruir todo aquello de valor que los
demás tengan que decir. También debo
señalar, en honor a la verdad, que algunos postmodemistas
abordan problemas realmente importantes (que he tratado de
incluir, por cierto, en una visión más integral).'
En cualquiera de los casos, no obstante, el postmodernismo
radical termina abocando a un callejón sin salida
(véase Boomeritis).

La mayor parte de los teóricos que se ocupan de
este tipo de clasificaciones creen que con ellas abarcan y
reflejan la totalidad del espectro de perspectivas posibles, pero
debo señalar que sólo resumen los abordajes que
hasta el momento no han funcionado. Todas esas listas -desde la
de Barbour hasta la mía- no son tanto listas de
éxitos como de fracasos. Dicho con más
precisión, algunos de esos abordajes (fundamentalmente 3,
4 y 5) han proporcionado elementos importantes para lo
que podría ser una visión realmente integral, pero
ninguno de ellos ha rozado siquiera el núcleo de la
religión -a saber, la experiencia espiritual directaque,
en mi opinión, resulta imprescindible para cualquier
abordaje que aspire a ser realmente integrador. Así,
aunque algunos teóricos (como Barbour, por ejemplo)'
reconocen, al menos, la realidad de la experiencia espiritual, no
dicen absolutamente nada acerca de los descubrimientos realizados
en los campos de la ciencia cognitiva, de las ciencias del
cerebro y de la fenomenología contemplativa que tan
decisivamente pueden contribuir a la integración entre la
ciencia y la religión.

Se trata de un enfoque integral que yo he calificado
como "omninivel y omnicuadrante" cuyos rasgos fundamentales
esbozaremos ahora brevemente.

¿Dominios no
solapados?

Comenzaremos con el enfoque de Stephen Jay Gould -un
enfoque sostenido también, por otra parte, por un gran
número de científicos y religiosos-, según
el cual la religión y la ciencia son importantes, pero
pertenecen a dominios completamente separados entre los que no
existe ningún punto de contacto. En opinión de
Gould, «La falta de conflicto entre la ciencia y
religión [recordemos que Gould sostiene la versión
débil de la postura 3] emerge de la falta de
solapamiento
entre sus respectivos dominios, según lo
cual la ciencia se ocupa de la constitución
empírica del universo, mientras que la religión se
dedica a la búsqueda de los valores éticos y del
significado espiritual de nuestra vida». Gould
también reconoce, obviamente, que la ciencia y la
religión "se hallan en continuo choque" y que esa
fricción proporciona una luz muy interesante y, bastante a
menudo, un calor más bien desagradable. En última
instancia, sin embargo, no hay conflicto ni acuerdo posible entre
la ciencia y la religión, porque son tan incongruentes
como las peras y las manzanas.

Pero para sustentar su punto de vista Gould se ve
obligado a establecer un dualismo bastante estricto entre la
naturaleza y lo humano. Desde esa perspectiva, "la naturaleza"
está ligada al reino de los hechos (revelado por la
ciencia), mientras que "lo humano" tiene que ver con el dominio
de los valores y de los significados (revelado por la
religión). «En los términos
últimamente inadecuados del discurso ético, la
naturaleza puede ser realmente "cruel" e "indiferente", puesto
que no existe para nosotros, no sabemos de dónde procede
y, metafóricamente hablando, le importamos un
bledo.» Desde ese punto de vista, sin embargo, es como si
el ser humano no formase parte de la naturaleza y no hubiera
punto de contacto alguno entre los dominios del "nosotros" (o la
parte de nosotros que se halla comprometida con la
religión/ética) y de "la naturaleza" (los hechos
brutos desprovistos de todo valor). «Desde mi perspectiva
-dice Gould- esta postura no resulta deprimente sino
esencialmente liberadora, porque nos brinda la extraordinaria
posibilidad de conducir nuestro discurso moral o, dicho en
nuestros propios términos…
nos libera de la
facticidad de la naturaleza.»'

Pero es precisamente ese torpe dualismo, en cualquiera
de sus muchas formas -el dualismo entre los hechos y los valores,
entre la naturaleza y el ser humano, entre la ciencia y la
religión, entre lo empírico y lo espiritual, entre
lo exterior y lo interior, entre lo objetivo y lo subjetivo,
etc.-, el que ha motivado todos los esfuerzos realizados para
llegar a algún tipo de gran imagen que unifique de manera
inconsútil esos dos dominios y no termine simplemente
condenándonos a movernos exclusivamente en uno u otro lado
de la calle.

Obviamente, se trata de un problema muy difícil e
intrincado. La respuesta teológica habitual al dualismo
"empírico versus espiritual" afirma que el
Espíritu creó el mundo empírico y que
ésa es la relación que los vincula. Desde esa
perspectiva, si actuamos siguiendo los dictados de Dios (y
evitamos el mal) nos salvaremos, mientras que si, por el
contrario, nos alejamos de Él (y caemos en el mal) nos
condenaremos. Pero, en tal caso, volvemos nuevamente a tropezar
con el mismo problema, porque si Dios creó el mundo y el
mundo incluye el mal, ¿no creó, entonces, Dios el
mal? Y, en tal caso, ¿no sería Dios el responsable
último del mal?, ¿por qué, pues, debo ser yo
el culpable?, ¿no le pedimos, acaso, cuentas al fabricante
cuando nos entrega un producto roto? (Pareciera, pues, como si la
relación existente entre lo empírico y lo
espiritual no fuera, después de todo, tan fácil de
resolver.)

Los teóricos de la ecoespiritualidad no parecen
haber encontrado tampoco una solución mucho mejor. En
lugar de un Dios trascendente y ultramundano que crea la
naturaleza, ellos postulan la existencia de un Dios/Diosa
intramundano/a completamente inmanente, es decir, la naturaleza y
su proceso de desarrollo evolutivo. Desde esa perspectiva, si
vivimos en armonía con la naturaleza nos salvaremos,
mientras que si nos alejamos de ella nos condenaremos, con lo
cual, en este caso, también caemos en el mismo problema.
Si la naturaleza (vía evolución) produjo al ser
humano y el ser humano es el causante del agujero de ozono,
¿no es acaso, en última instancia, la naturaleza la
responsable del agujero de ozono? Porque, en caso contrario -si
hubiera algo en el ser humano que no formara parte de la
naturaleza-, no sería el fundamento último de la
existencia. La naturaleza, en suma, no puede ser un verdadero
Dios, Diosa o Espíritu, porque no lo abarca todo,
sino que forma parte de un pastel mucho más grande. Pero
¿cuál es ese pastel más grande? Y, por
encima de todo -reiterémoslo una vez más-,
¿cómo llegar a trascender el dualismo existente
entre la naturaleza y lo humano?

Son muchos los teóricos de la tradición
perenne -desde Plotino hasta Huston Smith y Seyyed Nasr- que han
intentado abordar estas dificultades apelando a la Gran Cadena
del Ser (una postura que se corresponde con la versión
fuerte de la categoría 3). La idea es que, en realidad, no
sólo existen dos reinos estrictamente separados (la
materia y el espíritu), sino, al menos, cuatro o cinco
reinos sumamente imbricados (como la materia, el cuerpo, la
mente, el alma y el espíritu). Desde este punto de vista,
el dominio más elevado es el fundamento no-dual de todos
los demás, de modo que el espíritu último
está más allá de todos los dualismos. Sin
embargo, en la medida en que el espíritu desciende a la
creación, va generando los diversos dualismos que, aunque
inevitables en el reino manifiesto, pueden sanarse y unificarse
en la realización última o no-dual del
espíritu.

De todas las posturas típicas ante la
relación existente entre la ciencia y la religión
yo me decanto, como expliqué en Ciencia y
religión,
por ésta (la Gran Cadena
tradicional). Sin embargo, en ese libro también
señalo que la presentación tradicional de la Gran
Cadena adolece de una serie de graves limitaciones, muchas de las
cuales no difieren de las afrontadas por los modelos dualistas
más simples, como el de Gould, por ejemplo.' Po'que aunque
los tradicionalistas no postulen tan sólo la existencia de
dos dominios no solapados sino de cuatro o cinco, y
aunque esos dominios (los diversos niveles de la Gran Cadena)
sean habitualmente considerados a modo de nidos que se hallan
englobados dentro de otros nidos, seguimos sin resolver el
problema. ¿Cuál es, exactamente, la relación
que existe entre los dominios más elevados (como el
espiritual) y los dominios inferiores (como el material)? Y,
más concretamente, ¿se halla la ciencia
exclusivamente relegada a los dominios inferiores (materia y
cuerpo) y, en ese sentido, tiene poco o nada que decirnos acerca
de los dominios más elevados (el alma y espíritu)?,
¿es acaso la relación que existe entre la ciencia y
la religión la misma que hay en un edificio de cinco
pisos, donde la ciencia se ocupa de los dos pisos inferiores,
mientras que la religión nos habla de los dos pisos
superiores? La mayor parte de las respuestas dadas a este debate
-desde la de Huston Smith hasta las de Ian Barbour y Stephen Jay
Gould- son todas ellas variaciones sobre ese mismo tema
(categoría 3, en sus versiones fuerte o
débil).

Pero ¿qué ocurriría si en lugar de
que la ciencia nos hablara de un piso y la religión de
otro ambas nos dijeran cosas diferentes sobre los mismos pisos?
¿Qué sucedería si la relación
existente entre la ciencia y la religión no fuera como la
que hay entre los distintos pisos de un edificio, sino como la
que se da entre las distintas columnas de un mismo piso?
¿Qué ocurriría en el caso de que la
religión no se hallara en un piso más elevado que
la ciencia, sino que ambas discurrieran una junto a otra, todo el
camino de ascenso y todo el camino de descenso?

Éste es un enfoque que todavía no ha sido
llevado a la práctica y, puesto que los demás han
demostrado su inoperancia, valdría la pena
investigarlo.

El cerebro de un
místico

Comencemos con un sencillo ejemplo conectando a una
meditadora a un EEG [electroencefalógrafo]. Supongamos
ahora que cuando la meditadora entra en un estado contemplativo
profundo el EEG muestra una pauta de onda cerebral
inequívocamente nueva (como, por ejemplo, la presencia de
ondas delta de gran amplitud que normalmente sólo aparecen
durante el sueño profundo sin sueños). Supongamos
también que la meditadora afirma que su experiencia
directa de ese estado es una especie de expansión de su
conciencia, una intensa sensación de amor y
compasión y el sentimiento de haber descubierto algo
numinoso y sagrado en sí misma y en el mundo; en general,
una experiencia para la que no se le ocurre mejor calificativo
que el término espintual". Supongamos ahora que otro
meditador avezado entra en ese mismo estado y el EEG evidencia el
mismo conjunto objetivo de pautas de onda cerebral e informa de
la presencia de similares experiencias espirituales
subjetivas.

Sigamos suponiendo, por seguir con este mismo tema, que
lo dicho hasta ahora sea cierto (y tal vez convenga, en este
punto, señalar que no se trata de algo tan extraño
como pudiera parecer a simple vista, porque hoy en día
existe un cuerpo sustancial de investigación que
así lo corrobora).` En tal caso, los ámbitos de la
ciencia y de la religión no se hallarían tan
separados como creemos -no serían dominios no solapados-,
sino que, muy al contrario, se hallarían profundamente
imbricados.

Porque lo cierto es que el argumento NOMA habitual
(tanto en la versión fuerte como en la débil de la
categoría 3) tiende a soslayar que, aun cuando el mundo de
los valores y el de los hechos constituyan, en cierto modo,
dominios separados, la experiencia subjetiva de los valores no
está exenta de correlatos cerebrales objetivos. Y debo
advertir de partida que con ello no pretendo, en modo alguno,
afirmar que los valores pueden ser reducidos a estados
cerebrales, ni que las experiencias espirituales puedan
considerarse exclusivamente como meros estados de la naturaleza,
sino tan sólo que las realidades espirituales (propias del
ámbito de la religión) y las realidades
empíricas (características del ámbito de la
ciencia) no constituyen ámbitos tan estancos como parecen
suponer los abordajes típicos.

El modelo integral que propongo -un modelo omninivel y
omnicuadrante- trata de proporcionar un marco de referencia
adecuado al que puedan acomodarse todos esos "hechos", es decir,
tanto las realidades interiores como las realidades exteriores,
tanto las experiencias "espirituales" como las experiencias
"científicas", tanto las realidades subjetivas como las
realidades objetivas. Este modelo proporciona además el
espacio suficiente para la Gran Cadena tradicional del Ser y del
Conocimiento -desde la materia hasta el cuerpo, la mente, el alma
y el espíritu- y también relaciona de un modo
concreto esas realidades con los hechos
empíricos.

Figura 4.1. El Gran Nido del Ser.
Adaptado, con permiso de Huston Smith, de
Verdad olvidada.
La visión común de las grandes religiones del mundo
(Editorial Kairós, Barcelona, 2001, en
preparación).

Omnicuadrante y omninivel

Comenzaremos esta sección recurriendo a varios
diagramas que pueden ayudarnos a ilustrar este enfoque integral
que aspira a incluir la ciencia moderna y la religión
tradicional en una posible TOE.

La figura 4.1 representa la Gran Cadena tradicional del
Ser,

Figura 4.2. El Gran Nido en las
diversas tradiciones (cortesía de Brad
Reynolds).

que va desde el cuerpo hasta la mente, el alma y el
espíritu, una figura esencialmente similar a la 3.3 y la
3.4. Y puesto que cada nivel superior trasciende, al tiempo que
incluye, a sus predecesores, también podemos hablar de
él, como sugiere la figura, como un Gran Nido del Ser. De
hecho, la Gran Cadena del Ser es una Gran Holoarquía del
Ser. Esta figura del Gran Nido procede del libro Verdad
olvidada. La visión común de las grandes religiones
del mundo,
de Huston Smith (una de las principales
autoridades vivas en el campo de las religiones), que resume las
similitudes esenciales que comparten las grandes tradiciones de
sabiduría del mundo. La figura 4.1 ilustra simplemente el
hecho de que cada uno de los grandes sistemas religiosos reconoce
alguna versión del amplio espectro que va desde el cuerpo
hasta la mente, el alma y el espíritu. Se trata de un
resumen muy simple de la visión religiosa tradicional que
se encuentra en el inundo.
La figura 4.2, también
esbozada por Smith, da varios ejemplos al respecto.

Aunque las figuras 4.1 y 4.2 sólo hablen de
cuatro niveles, la mayor parte de las tradiciones nos ofrecen
mapas mucho más ricos y detallados. Las hay que hacen
referencia a cinco niveles, otras a siete (como ocurre en el caso
de los siete chakras [véase el capítulo 6]) y otras
a decenas. En la figura 3.2 presento un mapa de once niveles (los
ocho de la Spiral Dynamics complementados con tres niveles
superiores). En cualquier caso, el número exacto es menos
importante que el hecho de comprender que la realidad está
compuesta de varios niveles u olas del ser y del
conocimiento.

En la figura 4.3, he reproducido un esquema simple del
Gran Nido subrayando que se trata de una Gran Holoarquía.
Adviértase que, según la visión
tradicional,
la ciencia (como, por ejemplo, la
física, la biología y la psicología) ocupa
los niveles inferiores, mientras que la religión (la
teología y el misticismo) se ocupa de los niveles
superiores. (Éste es también el fundamento de la
categoría 3, que como ya hemos visto probablemente sea la
postura más influyente de todas aquellas que, de un modo u
otro, admiten la espiritualidad.) Pero es precisamente esta
visión la que proporciona a la Gran Cadena tradicional su
ontología "ultramundana", ya que los pisos superiores se
hallan literalmente "fuera de este mundo" y tienen muy pocos
puntos de contacto -si es que tienen alguno- con el reino
material. (Dicho más concretamente, la clase de eventos
que hemos etiquetado como D y E

Figura 4.3. La Gran
Holoarquía. El Espíritu es, al mismo tiempo, el
nivel su perior (causal) y el fundamento no-dual de todos los
niveles.

casi no tienen correlación directa alguna con A y
B, de ahí que se les considere
"ultramundanos".)

El advenimiento de la ciencia moderna supuso un golpe
letal para esa concepción tradicional. La
investigación moderna, por ejemplo, demostró
claramente que la conciencia (es decir, la mente), lejos de ser
un noúmeno meramente trascendental, se hallaba, en
realidad, anclada de modos muy diversos en el cerebro
orgánico y material, con lo cual muchos científicos
modernos acabaron reduciendo la conciencia a la mera
interrelación de sistemas neuronales. Pero no es preciso
atenernos al materialismo científico más estricto
para comprender que la conciencia está lejos de ser la
esencia desencarnada que suponía la mayor parte de las
tradiciones religiosas. En última instancia, la conciencia
está íntimamente ligada al cerebro biomaterial y al
organismo empírico, de modo que, sea cual fuere su
relación, la ciencia y la religión distan mucho de
ser meros "dominios no solapados".

La emergencia de la ciencia moderna (especialmente
durante el siglo xviii) formaba parte de un conjunto de eventos
que han terminado englobándose bajo el calificativo de
"modernidad" aunque, en mi opinión, se ajustan más
a la noción de Max Weber de "diferenciación entre
las esferas de valor cultural" (fundamentalmente, el arte, la
moral y la ciencia). Hablando, pues, en términos muy
generales, habría que decir que la mayor parte de las
culturas premodernas fracasaron en diferenciar claramente esas
esferas, pero que la modernidad consiguió distinguir el
arte, la moral y la ciencia, permitiendo así que cada uno
de ellos siguiera sus propias verdades a su propio ritmo, libres
de cualquier usurpación o intrusión por parte de
las demás. (En la Europa premoderna, por ejemplo, Galileo
no podía mirar a través de su telescopio e informar
libremente de lo que estaba viendo porque la ciencia y el dogma
de la Iglesia todavía no se habían separado. Fue la
diferenciación llevada a cabo por la modernidad la que las
dejó libres para seguir su propio camino.) Y esta
diferenciación fue la responsable del espectacular avance
del conocimiento científico, de la multitud de nuevos
abordajes artísticos y de una visión más
racional y natural de la moral, es decir, de las muchas cosas que
hoy en día englobamos bajo el calificativo de
"modernas".

Las esferas del "Gran Tres" (el arte, la moral y la
ciencia) se refieren básicamente a los reinos de "yo", del
"nosotros" y del "ello'. El arte tiene que ver con el reino
estético/expresivo, el reino subjetivo descrito en el
lenguaje en primera persona del "yo". La moral se refiere al
reino ético/normativo, el reino intersubjetivo descrito en
el lenguaje en segunda persona del "nosotros". La ciencia, por
último, se ocupa del reino exterior/empírico, el
reino objetivo descrito en el lenguaje en tercera persona del
"ello" (un reino que puede subdividirse en dos: el "ello"
individual y el "ellos" colectivo). De este modo, disponemos de
cuatro grandes dominios:

"yo", "nosotros", "ello" y "ellos". En la figura 4.4
damos varios ejemplos de cada uno (cuya terminología -que,
por cierto, el lector no tiene que aprenderse de memoria– se
explicará con más detenimiento en una nota
final),10 y en las páginas siguientes veremos
también con más detalle este árido
esquema.

Adviértase que los dos cuadrantes superiores de
la figura 4.4, son singulares o individuales y que los dos
cuadrantes inferiores son plurales o colectivos. Por su parte,
los dos cuadrantes de la Mano Izquierda son "interiores" o
"subjetivos", mientras que los dos cuadrantes de la Mano Derecha
son "exteriores" u "objetivos".

La idea global es muy sencilla. El complejo
neocórtex del ser humano (10 de la figura 4.4), por
ejemplo, puede ser descrito en términos
exteriores, objetivos y científicos (en tanto que
una serie de cisuras materiales en el estrato más
superficial del cerebro, compuesto de varios tejidos neuronales,
neurotransmisores y senderos neurales) propios del cuadrante
superior-derecho. Pero en el momento en que los seres humanos
comenzaron a desarrollar un neocórtex complejo y a
alejarse de los grandes primates, pasaron del meme
interior beige al meme interior púrpura (magia),
es decir, no sólo tuvo lugar un cambio objetivo
en la estructura cerebral, sino también una
transformación subjetiva de beige a
púrpura que supuso el cambio de una visión arcaica
del mundo a una Figura 4.4. Los cuatro
cuadrantes.

Figura 4.5. El Gran Nido del Ser y los cuatro
cuadrantes.

visión mágica. En la figura también
se muestran estos cambios interiores en lo individual
(cuadrante superior-izquierdo) y en lo colectivo (cuadrante
inferior-izquierdo). Finalmente, la descripción
exterior (material o social) del colectivo de los
primeros humanos refleja el paso de las hordas de supervivencia a
las tribus étnicas (como evidencian las figuras 3.1 y
4.4).

Y es la investigación científica la que
clarifica todos estos detalles (la estructura del
neocórtex, los datos científicos acerca de los
distintos sistemas sociales, los memes interculturales del
desarrollo de la conciencia, etc.).

La figura 4.1 constituye un resumen de la visión
del mundo tradicional, premoderna o "religiosa", mientras que la
figura 4.4 nos brinda un resumen de la visión moderna,
diferenciada o "científica" del mundo. Por el momento,
vamos a "integrarlas" superponiéndolas, aunque,
obviamente, las cosas no son tan simples y en varios libros he
dado explicaciones detalladas acerca de lo que realmente supone
tal integración." Pero puesto que ésta no es
más que una breve introducción, superpongamos
simplemente la concepción moderna sobre la premoderna,
como evidencia la figura 4.5 y echemos también un vistazo
a la figura 4.6, que nos presenta una versión de la figura
4.5 que evidencia la relación existente entre los estados
interiores (los sentimientos corporales, las ideas
mentales y las experiencias espirituales) y los
dominios materiales exteriores (investigados por la
ciencia objetiva).

Si la concepción mostrada en las figuras 4.5 y
4.6 es válida, habremos dado un gran paso hacia la
integración entre la visión religiosa premoderna y
la moderna visión científica, habremos integrado el
Gran Nido de Ser con las diferenciaciones de la modernidad, uno
de los logros inmediatos de lo que supondría una
integración sin fisuras entre los reinos y visiones del
mundo características de la religión y de la
ciencia, sin violar, en modo alguno, sus propios
criterios.

Este enfoque integral también satisfaría
el único criterio que anteriormente hemos dicho que
todavía no ha sido demostrado, es decir, el que afirma que
la ciencia (o las realidades exteriores) y la religión (o
las realidades interiores) podrían desarrollarse, no una
después de la otra (como ilustra la figura 4.3), sino una
junto a la otra (en tanto que vertientes de la Mano
Izquierda y de la Mano Derecha del abordaje "omninivel y
omnicuadrante" ejemplificado por las figuras 4.5 y 4.6). Desde
esta perspectiva, la Figura 4.6 puede explicar fácilmente
el ejemplo mencionado de la meditadora conectada a un
electroencefalógrafo que experimentaría realidades
subjetivas y espirituales muy internas (cuadrante
superiorizquierdo) que también poseen verdaderos
correlatos externos, objetivos y empíricos (cuadrante
superior-derecho) debidamente registrados por el EEG. De este
modo, la ciencia y la religión nos brindarían
algunos de los correlatos -interiores y exteriores- de las
realidades espirituales, uno de los ingredientes fundamentales
para su integración en una visión mayor y
más abarcadora.

Figura 4.6. Correlaciones existentes
entre los estados interiores (conciencia) y los estados
exteriores (rnateriales).

La buena ciencia

«Espere un momento -tal vez diga el
científico empírico-. Estoy completamente de
acuerdo con usted hasta el momento en que concede realidad a los
reinos espirituales. No me cabe la menor duda de que los
meditadores están experimentando algo, pero tal
vez no se trate más que de un estado emocional subjetivo.
¿Quién dice que estén experimentando el
mismo tipo de realidades reales a las que se refiere la
ciencia?»

Aquí es donde Ciencia y religión
asume un giro novedoso. Digamos, para empezar que, hasta ahora,
he dejado sin definir los términos "ciencia" y
"religión" (o "espiritualidad") '- y los he utilizado de
un modo un tanto vago en la acepción amplia en la que
suelen utilizarse. Pero en varios libros, he analizado
cuidadosamente las muchas posibles acepciones diferentes que se
han dado a los términos "ciencia" y "religión"
(Un Dios sociable, por ejemplo, esboza nueve
significados habituales muy distintos del término
"religión"). Y debo decir que gran parte del debate
existente entre la "ciencia y la religión" se complica por
el uso de una extraña amalgama de acepciones
inadecuadamente clarificadas.

En el campo de la espiritualidad, por ejemplo, debemos
distinguir entre la espiritualidad horizontal o
traslativa
(que aspira a proporcionar significado y sosiego
al yo separado y fortalecer al ego) y la espiritualidad vertical
o transformadora (que busca trascender el yo separado en
un estado de conciencia de unidad no-dual que se encuentra
más allá del ego), dos abordajes a los que, a
partir de ahora, llamaremos "religión estrecha" y
"religión amplia" (o "religión superficial" y
"religión profunda", según la metáfora que
prefiramos).''

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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