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Acerca de María, la madre de Jesús (página 2)



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La respuesta a esta pregunta se obtiene si se comprende, en primer lugar, que en realidad el supuesto pecado original nunca existió, por lo que no hacía falta ninguna exención por parte del dios cristiano, ni a la supuesta madre de su "Hijo", ni al resto de la humanidad. Y, en segundo lugar, puede comprenderse que los dirigentes católicos, cuando consideran que su negocio religioso flojea, tienen que inventar nuevos argumentos y actos más o menos folklóricos para enfervorizar a su redil de fieles despertándole de su somnolencia religiosa. Y así, de vez en cuando proclaman algún dogma, realizando la correspondiente juerga mística con la que entusiasmar a sus dóciles corderos. ¡Gracias, dios de los cristianos, por haber concedido esta gracia a tu madre que también es la nuestra! Y el redil recupera por un tiempo su fervor religioso y va más a la iglesia dejando más limosnas para el clero –aunque digan que es para María, que no sabemos para qué lo querría-.

En definitiva, como ya se ha indicado en otro momento, la existencia de toda una serie de "dogmas" que los dirigentes de la secta católica van promulgando cada cierto tiempo es sólo una muestra del interés de estos jefes por seguir manipulando sus doctrinas según lo consideren conveniente para sus propios intereses, especialmente cuando advierten que "la llama de la fe" va apagándose entre sus fieles corderos, pues resulta incomprensible que, en el supuesto de que el dios de los católicos existiera y hubiera juzgado conveniente enviar algún mensaje especial a la humanidad, no lo hubiese hecho cuando su supuesto hijo vino al mundo, sino que hubiese estado enviando sus dogmas y misterios a cuentagotas, de manera que la humanidad existente en los dieciocho primeros siglos de cristianismo ¡no tuvo la dicha de conocer que María había nacido sin pecado ni de conocer que fue llevada al Cielo en cuerpo y alma! hasta el punto de que sólo quienes hemos vivido a partir de la segunda mitad del siglo XX hemos tenido el inmenso privilegio de enterarnos de éste último dogma. Además, si en el caso de Jesús, para declarar el dogma de su "ascensión" a los cielos, los dirigentes cristianos se basaron en los evangelios, donde sólo se dice que "fue llevado" y no que ascendiera por sí mismo, o en Hechos de los apóstoles, donde se dice que algunos discípulos "lo vieron elevarse, hasta que una nube lo ocultó de su vista"[33], en el caso de María ni siquiera se habla de su muerte, por lo que no existe ningún indicio en favor de que fuera llevada al cielo, suceso, por cierto, igualmente antropomórfico en cuanto es absurdo pensar en un viaje espacial en el que se transporte un cuerpo material hasta llegar a un cielo supuestamente inmaterial que estaría más allá del universo físico. Pero, como siempre, los dirigentes católicos –al igual que antes los sacerdotes de Israel– nos dirán que su dios ha hablado con ellos –o al menos con el papa- para comunicarles tales extraordinarios sucesos y para que ellos nos los trasmitan al resto de los mortales.

De nuevo y por lo que se refiere al dogma de la "inmaculada concepción de María" el antropomorfismo aparece como una cualidad esencial de esta doctrina, al presentar a Dios como un déspota que exige sacrificios humanos para poder perdonar y que caprichosamente perdona a María, su madre, pero que sólo perdona al resto de los humanos desde el previo cumplimiento del sacrificio de un hombre igualmente especial, un hombre que a la vez es "Hijo de Dios", de manera que ¡la misericordia divina, a pesar de ser infinita, era insuficiente para perdonar directamente a la humanidad en general! Y, además, tampoco bastó el sacrificio de un hombre cualquiera, pues el valor del hombre era tan insignificante que era necesario un sacrificio especial, el sacrificio del "Hijo de Dios", cuyo valor sí era infinito en cuanto misteriosamente además se identificaba con el mismo dios de los cristianos. Pero, claro, esta perspectiva se basa en la ingenua contradicción de afirmar la misericordia divina infinita para luego negarla cuando debía haber quedado de manifiesto mediante el perdón incondicional de aquel supuesto pecado.

Una causa importante de este dogma puede haber consistido –como ya se ha sugerido antes- en la necesidad sentida por la jerarquía de esta organización de introducir algún nuevo elemento seductor en sus doctrinas, como la de la casi deificación de una mujer, ¡"la madre de Dios"!, que, bajo distintas advocaciones, ha conseguido inspirar tal devoción en los últimos siglos que ha dado lugar a la construcción de múltiples santuarios y centros de peregrinación en las diversas regiones del planeta para la obtención de milagros y gracias especiales en cuanto la jerarquía católica la presenta como "madre intercesora" por cuya mediación se concede a sus fieles aquellas peticiones y milagros para los que, al parecer, la infinita misericordia divina había resultado contradictoriamente insuficiente.

Y, en efecto, desde la declaración del dogma de la "inmaculada concepción" en 1854, parece como si María hubiese despertado de un largo sueño y hubiese comenzado a aparecerse en diversos lugares, como en Lourdes en 1858 –cuatro años después de que Pío IX declarase dicho dogma-, en los que luego se edificaban santuarios para que los fieles acudiesen en espera de recibir de María la gracia de algún milagro.

Sorprendentemente esa generosidad milagrera de "la madre de Dios" se habría dado en regiones del "primer mundo", pero no en los lugares que más lo necesitaban, como en el "tercer mundo", donde las enfermedades y la miseria son tales que sus habitantes no sólo no tienen medios para ir a Lourdes a pedir algún milagro sino que ni siquiera los tienen para obtener el alimento de cada día. Así que en este punto la arrogancia mema de quienes cada año acuden a Lourdes es realmente inefable al con-siderar que "la madre de Dios" –si existiera-, iba a estar más pendiente de los problemas de quienes acudieran a tales centros de negocios taumatúrgicos que de quienes cada día mueren en medio de la más absoluta miseria.

De acuerdo con la mentalidad ignorante de quienes acuden a Lourdes en espera de un milagro, podría pensarse que la causa de que la miseria de África no desaparezca se relaciona con la falta de unos cuantos lugares estratégicamente situados en los que la gente pudiera implorar un milagro a la "Virgen", y no con la falta real de alimentos y de medios adecuados para remediar sus necesidades. Así, si todo ese montaje teatral sirviera para otros milagros distintos a los del propio enriquecimiento de la jerarquía católica y a los del enriquecimiento de los boyantes comercios, hoteles y restaurantes de estos lugares, si la acción milagrosa de María no pudiera ejercerse más que por medio de santuarios tipo Lourdes, la jerarquía católica, que tanto se preocupa de la liturgia teatral de estos lugares, haría bien en ocuparse de construir los correspondientes santuarios a María en aquellos lugares habitados por quienes viven y mueren en medio de la indigencia y el hambre a fin de que pudieran acercarse a ellos para pedir a María la solución de sus problemas, pues no parece especialmente misericordioso que "la madre de Dios" sólo se acuerde de los ricos del "primer mundo" y se olvide de quienes cada día sufren y mueren por carecer de lo más básico para poder subsistir.

Pero lo más probable es que María no sea responsable de nada de lo que pasa ni de lo que deja de pasar. Lo más probable es que, si los dirigentes de la secta católica no construyen santuarios milagreros en esos lugares de África, sea precisamente porque, al encontrarse una gran parte de ese continente en la más absoluta indigencia, saben que, además de que los milagros son sólo un cuento, su inversión económica en tales lugares iba a ser catastrófica, pues esos pueblos difícilmente iban a tener dinero para gastarlo en la construcción de santuarios y en las consiguientes limosnas para los pobrecitos dirigentes católicos, los cuales dirían: "¡quien quiera milagros que los pague!".

3.2. El dogma de la "asunción de María"

En relación con el dogma de la "asunción de María", hay que decir, en primer lugar, que implica una contradicción por lo que se refiere al supuesto amor infinito del dios cristiano al conjunto de la humanidad, pues, si la concesión de tal gracia a María era mejor que su resurrección futura –como dicen que nos sucederá al resto de los mortales-, en tal caso es incompatible con el amor infinito de su dios que no concediera esa misma gracia al resto de los humanos, ya que un amor infinito no admite grados y, por ello, sería absurdo considerar que ese amor de Dios a María fuera más infinito [?] que su amor al resto de los mortales y que por eso le concedió una gracia que no pudo conceder a toda la humanidad.

Es incomprensible, por otra parte, que una doctrina tan extraordinaria
como ésta haya permanecido desconocida para el conjunto de cristianos
que murieron antes del año 1950, año en el que el señor
Pacelli –PíoXII- la presentó a sus fieles, de manera que
sólo nosotros, quienes vivimos después de ese año, hemos
tenido el "privilegio" de conocerla para nuestra alegría, satisfacción
y júbilo espiritual. Y resulta ciertamente sospechoso de simple oportunismo
que hayan tenido que pasar alrededor de 1.900 años de cristianismo para
que el "Espíritu Santo" se decidiera a comunicar a la jerarquía
católica -y, a través de ella, a los demás creyentes- una
doctrina de tal calibre, habiendo privado de este exultante y trascendental
conocimiento a los millones de católicos que vivieron durante los primeros
diecinueve siglos de cristianismo. Por otra parte, sin embargo, resulta comprensible
que este "dogma" tardase tanto en ser proclamado si se tiene en cuenta
que en los evangelios no se hace referencia alguna a la muerte de María,
pues, si ya son escasos los momentos en que se la nombra, nada en absoluto se
dice de ella después de haberse hablado de la supuesta resurrección
de su hijo y de su "ascensión" o "asunción"
al cielo. Conviene tener en cuenta además que al menos en dos ocasiones
el propio Jesús habla de su madre con una llamativa indiferencia que
lleva a pensar que su relación con ella no fue especialmente afectuosa.
Y, por ello, resulta explicable que los dirigentes católicos tardasen
tanto tiempo en proclamar estos últimos dogmas para los que no tenían
más apoyo que el de considerar que se trataba de María, la madre
de Jesús, y que, por tal motivo, era lógico que Dios le hubiera
concedido como gracia especial la de nacer sin el pecado original y la de ser
llevada al cielo en cuerpo y alma. Pero, como ya se ha dicho, si el amor divino
a la humanidad hubiera sido infinito y su poder igualmente infinito, nada le
habría costado conceder esas mismas gracias al resto de la humanidad.

 

 

Autor:

Antonio García Ninet

[1] Como ejemplos de tales nombres podemos citar algunos como Almudena, Amparo, Angustias, Asunci?n, Carmen, Consolaci?n, Consuelo, Dolores, Esperanza, F?tima, Guadalupe, Inmaculada, Loreto, Lourdes, Macarena, Mar?a, Milagros, Misericordia, Montserrat, Paloma, Pilar, Roc?o, Rosario, Socorro, Soledad, etc.

[2] Mateo, 1:24-25. Traducci?n Reina-Valera. Revisi?n 1960. La cursiva es m?a.

[3] Mateo, 13:55-56. La cursiva es m?a. Pasajes similares a ?ste se encuentra en Marcos, 3:31-32 y 6:3.

[4] Lucas, 2: 6-7. La cursiva es m?a.

[5] Mateo, 12:47-50 y 13:55-56.

[6] Juan, 2: 12. La cursiva es m?a.

[7] O. c., 7:2-3. La cursiva es m?a.

[8] O. c., 7:10: La cursiva es m?a.

[9] O. c., 7:5. La cursiva es m?a.

[10] Lucas, 8: 19-21. La cursiva es m?a.

[11] Lucas, 1:26-35.

[12] Mateo, 1:18. Conozco a alguna joven que, despu?s de haber quedado embarazada, ha tenido como primera reacci?n la de decir que eso era imposible, que ?no hab?a conocido var?n alguno?, es decir, que la hab?a visitado el ?Esp?ritu Santo? o alguien similar. Como su explicaci?n no resultaba muy convincente, al final termin? ?recordando? la causa real de su embarazo.

[13] Lev?tico, 18:8.

[14] Lev?tico, 18:11.

[15] ?xodo, 20:2-17. Tambi?n en Deuteronomio, 5:6-21.

[16] Lev?tico, 18:19. Se trata de una prohibici?n que no tiene ning?n sentido. Curiosamente en la actualidad la Secta cat?lica autoriza estas relaciones sexuales como un m?todo anticonceptivo natural, despreciando sacr?legamen-te la prohibici?n del Antiguo Testamento.

[17] G?nesis, 38:16-17.

[18] G?nesis, 19:31-36.

[19] G?nesis, 16:1-4.

[20] G?nesis, 30:3.

[21] G?nesis, 30:9-13.

[22] G?nesis, 30:18.

[23] Mateo, 12:48-50. La cursiva es m?a.

[24] Lucas, 11:27-28

[25] Mateo, 27:55-56.

[26] Marcos, 15:40.

[27] Lucas, 23:49.

[28] Juan, 19:25.

[29] Mateo, 28:1.

[30] Marcos, 16:1.

[31] Lucas, 24:1.

[32] Juan, 20:1.

[33] Hechos, 1:22.

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