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La Carta de Santiago




Enviado por Elihú Niño



    Santiago, esclavo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están esparcidas por todas partes: ¡Saludos!

    Considérenlo todo gozo, mis hermanos, cuando se encuentren en diversas pruebas, puesto que ustedes saben que esta cualidad probada de su fe obra aguante. Pero que el aguante tenga completa su obra, para que sean completos y sanos en todo respecto, sin tener deficiencia en nada.

    Por lo tanto, si alguno de ustedes tiene deficiencia en cuanto a sabiduría, que siga pidiéndole a Dios, porque él da generosamente a todos, y sin echar en cara; y le será dada. Pero que siga pidiendo con fe, sin dudar nada, porque el que duda es semejante a una ola del mar impelida por el viento y aventada de una parte a otra. De hecho, no vaya a figurarse ese hombre que recibirá cosa alguna de Jehová; es un hombre indeciso, inconstante en todos sus caminos.

    Pero que el hermano de condición humilde se alboroce a causa de su ensalzamiento, y el rico a causa de su humillación, porque como una flor de la vegetación pasará. Porque el sol sale con su calor abrasador y marchita la vegetación, y la flor de esta se cae, y la belleza de su apariencia externa perece. Así, también, el rico se desvanecerá en sus maneras de proceder en la vida.

    Feliz es el hombre que sigue aguantando la prueba, porque al llegar a ser aprobado recibirá la corona de la vida, que Jehová prometió a los que continúan amándolo.

    Al estar bajo prueba, que nadie diga: "Dios me somete a prueba". Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie. Más bien, cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte.

    No se extravíen, mis amados hermanos. Toda dádiva buena y todo don perfecto es de arriba, porque desciende del Padre de las luces celestes, y con él no hay la variación del giro de la sombra. Porque fue su voluntad, él nos produjo por la palabra de la verdad, para que fuéramos ciertas primicias de sus criaturas.

    Sepan esto, mis amados hermanos. Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo tanto, desechen toda suciedad, y esa cosa superflua, la maldad, y acepten con apacibilidad la implantación de la palabra que puede salvar sus almas.

    Sin embargo, háganse hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañándose a sí mismos con razonamiento falso. Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, este es semejante al hombre que mira su rostro natural en un espejo. Pues se mira, y allá se va e inmediatamente olvida qué clase de hombre es. Pero el que mira con cuidado en la ley perfecta que pertenece a la libertad, y persiste en ella, este, por cuanto se ha hecho, no un oidor olvidadizo, sino un hacedor de la obra, será feliz al hacerla.

    Si a un hombre le parece que es adorador formal, y con todo no refrena su lengua, sino que sigue engañando su propio corazón, la forma de adoración de este hombre es vana. La forma de adoración que es limpia e incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre es esta: cuidar de los huérfanos y de las viudas en su tribulación, y mantenerse sin mancha del mundo. Hermanos míos, ustedes no tienen la fe de nuestro Señor Jesucristo, nuestra gloria, con actos de favoritismo, ¿verdad? Pues, si entra en una reunión de ustedes un varón con anillos de oro en los dedos y con ropa espléndida, pero entra también un pobre con ropa sucia, pero ustedes miran con favor al que lleva la ropa espléndida y dicen: "Tú toma este asiento aquí en un lugar excelente", y dicen al pobre: "Tú quédate de pie", o: "Toma tú ese asiento allá debajo de mi escabel", tienen distinción de clases entre sí y han llegado a ser jueces que dictan fallos inicuos, ¿no es verdad?

    Escuchen, mis amados hermanos. Dios escogió a los que son pobres respecto al mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino, que él prometió a los que lo aman, ¿no es verdad? Ustedes, sin embargo, han deshonrado al pobre.

    Los ricos los oprimen a ustedes, y los arrastran ante los tribunales, ¿no es verdad? Blasfeman contra el nombre excelente por el cual ustedes fueron llamados, ¿no es verdad?

    Por eso, si ustedes practican el llevar a cabo la ley real según la escritura: "Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo", hacen bastante bien. Pero si continúan mostrando favoritismo, están obrando un pecado, porque son censurados por la ley como transgresores.

    Porque cualquiera que observa toda la Ley, pero da un paso en falso en un solo punto, se ha hecho ofensor respecto de todos ellos. Porque el que dijo: "No debes cometer adulterio", también dijo: "No debes asesinar". Ahora bien, si no cometes adulterio, pero sí asesinas, te has hecho transgresor de ley. Sigan hablando de tal modo y sigan haciendo de tal modo como lo hacen los que van a ser juzgados por la ley de un pueblo libre. Porque al que no practica misericordia se le hará su juicio sin misericordia. La misericordia se alboroza triunfalmente sobre el juicio.

    ¿De qué provecho es, hermanos míos, que alguno diga que tiene fe, pero no tenga obras? Esa fe no puede salvarlo, ¿verdad? Si un hermano o una hermana están en estado de desnudez y carecen del alimento suficiente para el día, y sin embargo alguno de entre ustedes les dice: "Vayan en paz, manténganse calientes y bien alimentados", pero ustedes no les dan las cosas necesarias para su cuerpo, ¿de qué provecho es? Así, también, la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma.

    No obstante, alguien dirá: "Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe aparte de las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras". Tú crees que hay un solo Dios, ¿verdad? Haces bastante bien. Y sin embargo los demonios creen y se estremecen. Pero, ¿quieres saber, oh hombre vano, que la fe aparte de las obras es inactiva? ¿No fue declarado justo por obras nuestro padre Abrahán después que hubo ofrecido a Isaac su hijo sobre el altar? Contemplas que su fe obró junto con sus obras, y por sus obras su fe fue perfeccionada, y se cumplió la escritura que dice: "Abrahán puso fe en Jehová, y le fue contado por justicia", y vino a ser llamado "amigo de Jehová".

    Ustedes ven que el hombre ha de ser declarado justo por obras, y no por fe solamente. De la misma manera, también, Rahab la ramera, ¿no fue declarada justa por obras, después que hubo recibido hospitalariamente a los mensajeros y los hubo enviado por otro camino? En verdad, como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. No muchos de ustedes deberían hacerse maestros, hermanos míos, sabiendo que recibiremos juicio más severo. Porque todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, este es varón perfecto, capaz de refrenar también su cuerpo entero. Si a los caballos les ponemos frenos en la boca para que nos obedezcan, manejamos también su cuerpo entero. ¡Miren! Hasta los barcos, aunque son tan grandes y son impelidos por vientos recios, son dirigidos por un timón muy pequeño a donde la inclinación del timonel lo desea.

    Así, también, la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo hace grandes alardes. ¡Miren! ¡Con cuán pequeño fuego se incendia tan grande bosque! Pues bien, la lengua es un fuego.

    La lengua constituye un mundo de injusticia entre nuestros miembros, porque mancha todo el cuerpo y enciende en llamas la rueda de la vida natural y es encendida en llamas por el Gehena. Porque toda especie de bestias salvajes así como de aves y de cosas que se arrastran y de criaturas marinas ha de ser domada y ha sido domada por el género humano. Pero la lengua, nadie de la humanidad puede domarla. Cosa ingobernable y perjudicial, está llena de veneno mortífero. Con ella bendecimos a Jehová, sí, al Padre, y, no obstante, con ella maldecimos a hombres que han llegado a la existencia "a la semejanza de Dios". De la misma boca salen bendición y maldición.

    No es correcto, hermanos míos, que estas cosas sigan ocurriendo de esta manera. La fuente no hace que lo dulce y lo amargo salgan burbujeando por la misma abertura, ¿verdad? Hermanos míos, la higuera no puede producir aceitunas, ni la vid higos, ¿verdad? Tampoco puede el agua salada producir agua dulce.

    ¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que muestre por su conducta excelente sus obras con una apacibilidad que pertenece a la sabiduría. Pero si ustedes tienen en el corazón amargos celos y espíritu de contradicción, no anden haciendo alardes y mintiendo contra la verdad. Esta no es la sabiduría que desciende de arriba, sino que es la terrenal, animal, demoníaca. Porque donde hay celos y espíritu de contradicción, allí hay desorden y toda cosa vil.

    Pero la sabiduría de arriba es primeramente casta, luego pacífica, razonable, lista para obedecer, llena de misericordia y buenos frutos, sin hacer distinciones por parcialidad, sin ser hipócrita. Además, en cuanto al fruto de la justicia, su semilla se siembra en condiciones pacíficas para los que están haciendo la paz. ¿De qué fuente son las guerras y de qué fuente son las peleas entre ustedes? ¿No son de esta fuente, a saber, de sus deseos vehementes de placer sensual que se hallan en conflicto en sus miembros?

    Ustedes desean, y sin embargo no tienen. Siguen asesinando y codiciando, y sin embargo no pueden obtener. Siguen peleando y guerreando. No tienen, porque no piden.

    Sí piden, y sin embargo no reciben, porque piden con un propósito malo, para gastarlo en los deseos vehementes que tienen de placer sensual.

    Adúlteras, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, por lo tanto, que quiere ser amigo del mundo está constituyéndose enemigo de Dios. ¿O se figuran ustedes que la escritura dice en balde: "Es con tendencia hacia la envidia con lo que el espíritu que se ha domiciliado en nosotros sigue anhelando"? Sin embargo, la bondad inmerecida que él da es mayor. Por eso se dice: "Dios se opone a los altivos, pero da bondad inmerecida a los humildes".

    Sujétense, por lo tanto, a Dios; pero opónganse al Diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. Límpiense las manos, pecadores, y purifiquen su corazón, indecisos. Dense a la desdicha, y laméntense, y lloren. Que su risa se torne en lamento, y su gozo en desaliento. Humíllense a los ojos de Jehová, y él los ensalzará.

    Dejen de hablar unos contra otros, hermanos. El que habla contra un hermano o juzga a su hermano habla contra ley y juzga ley. Ahora bien, si juzgas ley, no eres hacedor de ley, sino juez. Uno solo hay que es legislador y juez, el que puede salvar y destruir. Pero tú, ¿quién eres, para que estés juzgando a tu prójimo?

    Vamos, ahora, ustedes los que dicen: "Hoy o mañana iremos a tal ciudad y allí pasaremos un año, y negociaremos y haremos ganancias", cuando el caso es que ustedes no saben lo que será su vida mañana. Porque son una neblina que aparece por un poco de tiempo y luego desaparece.

    En vez de eso, deberían decir: "Si Jehová quiere, viviremos y también haremos esto o aquello". Pero ahora ustedes se glorían en sus alardes llenos de presunción.

    Todo ese gloriarse es inicuo. Por lo tanto, si uno sabe hacer lo que es correcto y, sin embargo, no lo hace, es para él un pecado. Vamos, ahora, ricos, lloren, aullando por las desdichas que les sobrevienen. Sus riquezas se han podrido, y sus prendas de vestir exteriores han quedado apolilladas.

    Su oro y plata están enmohecidos, y el moho de estos servirá como testimonio contra ustedes y comerá sus carnes. Algo semejante al fuego es lo que ustedes han acumulado en los últimos días. ¡Miren! El salario que se debe a los obreros que cosecharon sus campos, pero el cual es retenido por ustedes, sigue clamando, y los gritos por auxilio de los segadores han entrado en los oídos de Jehová de los ejércitos. Ustedes han vivido en lujo sobre la tierra y se han dado al placer sensual. Han engordado sus corazones en el día del degüello. Han condenado, han asesinado al justo. ¿No se les opone él?

    Ejerzan paciencia, por lo tanto, hermanos, hasta la presencia del Señor. ¡Miren! El labrador sigue esperando el precioso fruto de la tierra, aguardándolo con paciencia hasta que recibe la lluvia temprana y la lluvia tardía. Ustedes también ejerzan paciencia; hagan firme su corazón, porque se ha acercado la presencia del Señor.

    No exhalen suspiros unos contra otros, hermanos, para que no vayan a ser juzgados. ¡Miren! El Juez está de pie delante de las puertas.

    Hermanos, tomen por modelo de sufrir el mal y de ejercer paciencia a los profetas, que hablaron en el nombre de Jehová. ¡Miren! Pronunciamos felices a los que han aguantado. Ustedes han oído del aguante de Job y han visto el resultado que Jehová dio, que Jehová es muy tierno en cariño, y misericordioso.

    Sin embargo, sobre todo, hermanos míos, dejen de jurar, sí, ya sea por el cielo o por la tierra o por cualquier otro juramento. Pero que su Sí signifique Sí, y su No, No, para que no caigan bajo juicio.

    ¿Hay alguno que esté sufriendo el mal entre ustedes? Que se ocupe en orar. ¿Hay alguno que se sienta contento? Que cante salmos. ¿Hay alguno enfermo entre ustedes? Que llame a sí a los ancianos de la congregación, y que ellos oren sobre él, untándolo con aceite en el nombre de Jehová. Y la oración de fe sanará al indispuesto, y Jehová lo levantará. También, si hubiera cometido pecados, se le perdonará.

    Por lo tanto, confiesen abiertamente sus pecados unos a otros y oren unos por otros, para que sean sanados. El ruego del hombre justo, cuando está en acción, tiene mucho vigor. Elías era hombre de sentimientos semejantes a los nuestros, y, no obstante, en oración oró que no lloviera; y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y volvió a orar, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto.

    Hermanos míos, si alguno de entre ustedes se deja extraviar de
    la verdad y otro lo hace volver, sepan que el que hace volver a un pecador del
    error de su camino salvará su alma de la muerte y cubrirá una
    multitud de pecados.

     

     

    Autor:

    Elihú Niño

     

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