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Cine y educación social (página 2)




Enviado por Eugenia Sol



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Cine, valores y educación social

En unas sociedades donde las personas se encuentran con menos imposiciones sociales de contenido moral pero también con menos apoyo para estructurar éticamente su conducta, se hace necesario una educación personal profunda y que esa educación se vincule a valores. Quizás aquí radique una de las razones por las que desde la teoría de la educación se viene trabajando reiteradamente en la fundamentación y desarrollo de la relación entre valores y educación.

Así, sin ninguna pretensión de exhaustividad, podemos mencionar a Romano y su estudio de los ámbitos en los que se desarrolla la vida moral de los seres humanos (2003); a los trabajos de Miquel Martínez que enfatizan la correlación entre educación en valores y creación de valores sociales que potencien las oportunidades para la práctica de la ciudadanía y la implicación en proyectos colectivos (Hoyos y Martínez, 2003; Valero, 2003); o la dedicación de García Moriyón al resaltar la importancia de apoyarse en la Declaración Universal de los Derechos Humanos como el conjunto de valores sobre los que cimentar la educación moral de un mundo globalizado[6]

Nuestro interés se encaminaría ahora a mostrar la importancia del cine en orden a trabajar los valores en Educación Social. Nos parece que está suficientemente atestiguada la potencialidad del cine, desde sus comienzos, como elemento transmisor de conceptos, valores y pautas de conducta (Lumet, 1999). Y, desde luego y algo ya se ha dicho en las páginas precedentes, parece innegable la influencia del cine sobre los valores y contravalores que predominan en una sociedad. Y sin duda es de tal grado esa influencia que se ha podido afirmar que el cine es un reflejo de la realidad social en la que vivimos. Por ello, se considera que los valores latentes en la realidad actual se reflejan en los filmes y se pueden leer a través de los diálogos y de las imágenes. Desde el lenguaje cinematográfico, el director puede expresar una manifestación sobre qué son los planteamientos éticos y las concepciones ideológicas que se encuentran arraigadas dentro de lo que constituye la conciencia social.

Y es que el cine es una realidad plena de sentido, y por ello conduce a los espectadores a valorar unos hechos en los que, de alguna manera, incluso participan. El espectador es ajeno o cómplice de la acción que presencia en la pantalla: puede valorar desde el interior, como actor, lo que acontece por medio del proceso de identificación / internalización, pero también puede hacerlo, desde el exterior, situándose como observador ajeno, manteniendo el nivel de distanciamiento propio de un juicio objetivo. De ahí que afirmemos que el cine enseña a sentir las cualidades de la realidad y contribuye a configurar la sensibilidad, a promover sentimientos e ideas frente a las situaciones de la vida a partir de las emociones y reflexiones que suscita la película. De aquí surge uno de los principales retos educativos frente al cine: favorecer el paso del conocimiento de la imagen concreta a la idea abstracta provocada en el espectador. (Colectivo Drac Mágic, 1995; González Martel, 1996; Corominas, 1999; Pereira y Marín, 2001; Martínez Salanova, 2002; Seger y Whetmore, 2004; Equipo Reseña, 2004).

La consecuencia lógica de cuanto venimos sosteniendo es que el cine es un excelente medio para formar en valores. A través de él se hacen patentes los valores y contravalores del mundo. A menudo, demuestra una gran capacidad para despertar en nosotros ideales y aspiraciones que estaban dormidos en nuestro interior y para impulsarnos a llevarlos a la práctica. Tiene, además, la cualidad de establecer ambientes de convivencia, incluso aunque se visione a modo individual, de forma que surjan vivencias comunes y, gracias a ellas, se dé paso a actitudes de diálogo, negociación, transigencia, compromiso. Muchas veces, los problemas sociales proyectados en la pantalla y resueltos de un modo concreto, se convierten en enseñanzas de la vida y para la vida, favorecen la reflexión y el análisis crítico de los valores y contravalores que los determinan y hasta logran el cambio de actitudes (Ortega, Mínguez y Gil, 1996; Ortigosa, 2002). Por eso, sin que nuestro objetivo lo desvirtúe o fuerce su sentido, se puede elaborar un amplio muestrario donde veremos como el cine hace vivir un acontecimiento, incluso lo potencia gracias a la interpretación de unos personajes y a la habilidad con la que el director utiliza todos los recursos que un filme pone a su disposición, de modo que se convierte en poderosa motivación, tanto de atracción como de rechazo (Loscertales y Núñez, 2001). De ahí nuestra convicción de que el cine es el gran educador social. Sin aulas, sin horario establecido, sin materias previamente fijadas, sin profesorado titulado, en definitiva, sin ningún elemento formal, constantemente determinadas películas están impartiendo educación moral a un "alumnado" que recibe su mensaje, las más de las veces, sin ninguna pretensión de recibir una formación precisa. Y esta convicción, se basa en otra previa, en la existencia de personas que quieren comprometerse en la educación, en la formación, en la mejora ética de su sociedad, más aún, de la humanidad, y recurren para ello a la dirección cinematográfica convencidos de que no hallarán un medio mejor.

Por eso resulta difícil de explicar que, existiendo instrumentos tan valiosos como ese muestrario fílmico, no se utilicen más en Educación Social. En primer lugar, en la formación de los educadores sociales. Hay una serie de aspectos de esa formación (sensibilización con problemas personales y sociales; empatía; análisis de situaciones personales y sociales; formas de implicación para que los mismos sujetos asuman y se enfrenten a problemas; compromiso con valores…) que podrían ser trabajados perfectamente a través de películas de las que luego señalaremos algunas, a modo orientativo, que se prestarían magníficamente a ello. Pero luego, en segundo lugar, si desarrollamos la capacidad de los futuros educadores sociales para aprovechar en profundidad los mensajes audiovisuales, ellos mismos se servirán del cine para su trabajo en los distintos ámbitos y con los diferentes sujetos con quienes lo desarrollen.

Ése es el sentido de nuestro modesto esfuerzo por ofrecer un pequeño muestrario cinematográfico pensado a partir de los principales ámbitos de intervención en la Educación Social, (educación de adultos y mayores, educación social especializada y animación sociocultural e intercultural). Nuestra pretensión es facilitar modelos de programas de intervención pedagógica, de desarrollo de proyectos comunitarios. Estamos convencidos de que, por medio del cine, conseguiremos una mejor formación de los futuros educadores sociales, desde vías interdisciplinares y teniendo como referente educar en la ciudadanía democrática. (Touriñán, 1997; Sevilla, Luengo y Luzón, 2000; Cobo, 2001).

Muchas de estas películas conducen, casi espontáneamente, a comprobar la distancia existente entre la Declaración Universal de los Derechos Humanos y determinadas realidades, a sensibilizarnos con la situación de tantas y tantas personas privadas de esos derechos manifestados universales y a comprometernos en acciones que, de una forma más amplia o más limitada pero real, tiendan a superar esa situación. (Labrador, 2003; Gil y Jover, 2003).

Por lo tanto, con esta selección cinematográfica pretendemos ayudar a descubrir la situación en la que se encuentran los valores y a reflexionar sobre ella; a persuadir acerca de la importancia de los grandes valores para la vida. No se trata de exponer normas, sino de ayudar a buscarlas y a descubrirlas, de forma que quien las conozca se encuentre interiormente comprometido con ellas y, cuando las exponga, hable de una verdad que le afecta y con la que está sensibilizado.

Preferentemente han sido películas escogidas de una notable calidad artística y contenido humano. Las hemos elegido entre las producidas en los últimos años a fin de facilitar su localización, ya que una lista completa sería de una amplitud y de una riqueza inconmensurable pero también sería difícil acceder a ellas. Por eso somos conscientes de haber dejado en el camino auténticas obras de arte impregnadas de gran humanidad. Después de años de haberlo experimentado, podemos afirmar que, cuando trabajamos con grupos de películas de estas características, se logran excelentes resultados para su formación, especialmente si no sólo pretendemos centrar la atención en su argumento, sino que también nos esforzamos para que descubran el tema que se expresa en lo más hondo del mismo, a fin de transferirlo a situaciones reales y actuar de modo comprometido para su adecuada resolución[7]

En ese sentido, intentamos que la muestra fílmica ofrecida se convierta en un descubrimiento de aprendizaje ético; que su inmediata reflexión nos lleve espontáneamente a adoptar actitudes y a realizar determinadas acciones por el bien de la comunidad.

Aunque una película, como cualquier otra obra de arte, no deba valorarse mejor o peor únicamente porque considere o defienda ciertos valores morales, no se descarta que no podamos apreciar la fuerza o eficacia con que determinadas creaciones ilustran los principios sobre los cuales la humanidad va construyendo de modo lento y costoso las bases para que una sociedad sea cada vez más justa. En ocasiones, algunas de estos filmes están destinados a minorías, pues no han contado para su producción con demasiados recursos económicos, pero eso no le quita valor a su contribución por sensibilizar, reflexionar y llevar a la acción.

En definitiva, nos encontramos ante recursos pedagógicos que posibilitan descubrir el valor del esfuerzo, de la responsabilidad y de la disciplina en ambientes personales, familiares, de amistades o en entornos grupales; que presentan radiografías vitales dignas de ser seguidas como ejemplo o también excesivamente permisivas, hedonistas, consumistas, violentas e intolerantes, por lo que precisan de una atención especializada. (Escorsese, 2000; Sánchez, 2004; Marsé, 2004).

Como se ha hecho alusión, uno de los grandes retos que tenemos actualmente los educadores consiste en enseñar a ser espectadores críticos, hábiles para descodificar el lenguaje de la imagen y conscientes de los mensajes que recibimos diariamente; capaces de neutralizar la poderosa influencia de los medios y de actuar de forma acorde con las exigencias de una ciudadanía democrática. Y de nuevo invocamos nuestra experiencia para afirmar que, en esta tarea, es difícil encontrar otro recurso educativo mejor que el cine.

De la relación de películas que ofrecemos a continuación, la gran mayoría, ya han sido programadas, desarrolladas y evaluadas a lo largo de diversos momentos de la intervención educativa. Unas veces se han planteado desde enfoques interdisciplinares (Educación Permanente, Educación de Personas Adultas y Mayores, Teoría e Instituciones Contemporáneas de la Educación, Educación para la Salud, Intervención Educativa sobre Problemas Fundamentales de Desadaptación Social, Educación y Animación Sociolaboral); otras veces, desde las materias Practicum I y II, donde el alumnado participa en la planificación, desarrollo y evaluación de programas de intervención sociopedagógica diseñados para las variadas instituciones de educación social especializada[8]Y podemos decir, además, que desde las mismas instituciones han comprobado los beneficios que reporta trabajar educativamente con el cine, por lo que, si antes no lo hacían, ya lo incorporan; o intensifican su uso, si ya estaban familiarizados con ella. Lo cierto es que en ambos casos, se derivan experiencias altamente gratificantes. (Jarne, 2002).

Finalmente, queremos añadir que existen guías didácticas cinematográficas[9]adaptadas a este muestrario que aquí recomendamos, puesto que se lleva colaborando desde hace un largo tiempo en varios de los Proyectos sobre Cine donde se cumple este objetivo. (Instituto Pedagógico Padres y Maestros, 2003; FERE, 2003; Martínez, 2003; Almacellas, 2004).

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Conclusiones

Quisiéramos formular algunas reflexiones finales a partir de estas páginas sobre Cine y Educación Social. Y empezaríamos por enfatizar el inmenso valor del arte en la formación de las personas. Somos conscientes de que, en demasiadas ocasiones, la educación se ha centrado en lo cognoscitivo, en lo intelectual y ha olvidado el valor de lo concreto y sensible, del sentimiento y de lo emocional. Y si es el arte el mejor medio para que una persona se exprese de forma sensible y llegue al mundo emocional de otras personas, el cine adquiere en esta función un papel privilegiado. Como arte total, puede servir a la educación completa de una persona y, de un modo especial, en los aspectos morales y en el compromiso con los valores sociales. Las películas permiten a los espectadores retomar las preguntas latentes en su vida y de ese modo les facilita distanciarse, encontrar criterios de valoración, formarse un juicio personal, en definitiva, plantearse posibles respuestas alternativas. Por lo tanto, nuestra primera conclusión sería solicitar que se reconozca la importancia del arte en la formación de las personas y, más concretamente, que se acepte de una vez la capacidad del cine para una reconstrucción crítica de la cultura y para un compromiso con los problemas de las personas, consideradas individualmente, y de la sociedad.

Nuestra segunda conclusión, en coherencia con lo anterior, es postular la enseñanza del lenguaje audiovisual. Los miles de años que pasaron hasta que la mayoría de la humanidad poseyó el dominio del lenguaje escrito pueden tener una explicación en la dificultad de acceso a los textos escritos hasta que se extendió la imprenta y en que era innecesaria la función lecto-escritora en la vida ordinaria de la generalidad de la población. Pero, por el contrario, el mundo audiovisual está presente en la vida diaria de la práctica totalidad de la población. De ahí la necesidad de una formación para el lenguaje audiovisual tanto en la educación formal como en la no formal. De otro modo, las personas no sólo no aprovecharán gran parte del contenido que se transmite por medio de dicho lenguaje, sino que serán fácilmente manipulables a través de toda su complejidad comunicadora.

Pero si es de una gran valía el cine para la formación de la persona en general, pensamos que lo es todavía más cuando se trata de educar en valores sociales. Es ésta nuestra tercera conclusión y tiene para nosotros un doble fundamento. En primer lugar, como hemos tratado de demostrar en las hojas anteriores, son muchas las películas en las que se hace realidad el compromiso social de sus autores. De ellas nos podemos servir para incrementar la información, para clarificar contenidos, para desarrollar habilidades sociales, para captar con fuerza, nitidez y de forma directa y vivencial valores y, a partir de todo ello, para facilitar los cambios de actitud de personas. Y en segundo lugar, podemos sostener esa afirmación basándonos en una ya larga experiencia. En los ambientes más diversos (infancia, juventud, adultez y vejez, alumnado, profesorado ya en ejercicio…), han sido un gran número las veces que hemos constatado el enorme potencial que posee el cine para la Educación Social.

Finalmente, modesta pero firmemente, queremos sugerir a quienes trabajan en la preparación de educadores sociales que consideren todo lo que les ofrece el cine para su labor. Por nuestra parte hemos de afirmar que utilizamos este medio con enorme eficacia, tanto para abordar determinados temas como en el desarrollo del Prácticum cuando hemos elaborado materiales educativos en orden al desarrollo de proyectos socioeducativos. Sinceramente, el cine nos ha servido, y creemos que a nuestro alumnado también, para dar respuesta al sentido de nuestra función educadora en un mundo cada vez más controvertido y polémico. A través de él hemos hecho que naciera y se fortaleciera la esperanza de crear espacios abiertos, comunes, plurales, solidarios; en una palabra, profundamente humanos.

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Autor:

María del Carmen Pereira Domínguez

Enviado por:

Eugenia Sol

 

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[8] PEREIRA, M? C. y PINO, M.: , en ESTEBAN, F. y CALVO, R. (coords.): El Practicum en la formaci?n de educadores sociales. Burgos, Universidad de Burgos-Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 1999, pp. 311-322.
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[9] Igualmente, cabe mencionar que desde el a?o 1997 colaboramos en el Proyecto Cine y Transversales, publicado mes a mes en la Revista Padres y Maestros, impulsado por el Instituto Pedag?gico Padres y Maestros. As? como en el Proyecto Cine y Salud, desde el a?o 1995 y promovido por la Concejal?a de Sanidad del Concello de Ourense.

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