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Cuando callar no es otorgar: El 2 de octubre de 1968 en la Ciudad de México




Enviado por marcos cueva



Partes: 1, 2, 3

Monografía destacada

  1. 2 de octubre de 168: sobre la versión común
  2. El ejército en la matanza
  3. El Batallón Olimpia se descontrola
  4. Una mínima provocación estudiantil
  5. Más francotiradores. Otra fuerza en Tlatelolco
  6. Conclusiones
  7. Bibliografía

La Plaza de las Tres Culturas está situada al norte del centro histórico de la Ciudad de México, el Distrito Federal. Es parte del conjunto habitacional Nonoalco-Tlatelolco, construido hace varias décadas, durante el sexenio del presidente Adolfo López Mateos (el conjunto fue inaugurado en 1964). La plaza debe su nombre al hecho de que en ella se encuentran ruinas prehispánicas (costado oriente) y una iglesia colonial, la iglesia de Santiago (costado sur). En los costados norte y occidente de la plancha se encuentran edificios multifamiliares y el más grande es el Chihuahua (occidente). Es un lugar ideal para realizar mítines. Sin embargo, es al mismo tiempo un lugar idóneo para una "emboscada", si a alguien se le ocurriera tenderla: así lo han dicho algunos testimonios sobre el lugar.

El miércoles 2 de octubre de 1968, como parte del movimiento estudiantil mexicano de ese año y a poco días de que comenzaran en México los Juegos Olímpicos, tuvo lugar en la Plaza de las Tres Culturas un mitin al que asistieron miles de personas, aunque hasta esta fecha se desconoce el número preciso de asistentes, que oscila entre ocho mil y quince mil, casi el doble.

Pasadas las seis de la tarde, aparecieron en el cielo luces de bengala verdes y rojas y se inició en la plaza una nutrida balacera que duró una hora y media, aunque la parte de mayor intensidad habría durado poco más de media hora[1]El número de muertos no ha podido fijarse con precisión, por lo que las cifras van desde cerca de 30 y poco más de 40 hasta más de 300[2]Hoy existe en la plaza una estela conmemorativa que enlista a una veintena de caídos. Por cierto que no todos fueron estudiantes, ya que entre las víctimas hubo vecinos del conjunto habitacional y simples curiosos. A raíz de lo acontecido en Tlatelolco, el movimiento estudiantil tocó a su fin. Décadas más tarde, todavía es difícil establecer con exactitud qué ocurrió esa tarde, por lo demás mitificada, como lo fue por el poeta mexicano Octavio Paz (quien jugó en sus "Cartas tlatelolcas" sobre la temática de los dioses y los sacrificios prehispánicos), por ejemplo (existe también sobre los hechos un célebre poema de la novelista Rosario Castellanos, mexicana también). La versión más socorrida y más simplista indica que hubo un despliegue de fuerza del Estado mexicano -del ejército en particular- contra una multitud al mismo tiempo "rebelde" y pacífica -entiéndase sobre todo que inocente[3]Así las cosas, lo ocurrido no habría sido en vano, ya que a la larga el movimiento estudiantil, pese al 2 de octubre de 1968, habría sido un antecedente importante de la actual "transición democrática".

En este texto señalamos a los principales sujetos que dispararon el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, para mostrar cómo hasta hace muy poco tiempo, unos pocos años atrás, esa versión que culpaba al ejército era ambigua, cuando no errónea. En cierto modo, más que ante la represión militar, la multitud se encontró ese día en medio del fuego cruzado de distintas fuerzas. Hemos incluido los datos más nuevos sobre éstas.

Conforme han pasado los años han muerto muchos de los involucrados, desde personas ligadas al régimen de ese entonces -el presidente mexicano era Gustavo Díaz Ordaz, fallecido en 1979- hasta líderes estudiantiles importantes, como Raúl Alvarez Garín (murió el año 2014). Sin embargo, también es posible hoy un mayor acercamiento a los archivos, muchos resguardados en la Ciudad de México por el Archivo General de la Nación (AGN). A pesar de que la verdad sobre el 2 de octubre de 1968 ya puede ser conocida mejor, la desmitificación no ha tenido lugar. En términos generales, la culpa de lo sucedido se le sigue atribuyendo sin mucho trámite al régimen mexicano de ese entonces, régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI), considerado con frecuencia autoritario por décadas. ¿Cuál fue el sacrificio que tuvo lugar esa tarde, más allá de las vidas efectivamente sacrificadas?

2 de octubre de 168: sobre la versión común

Durante muchos años, la principal fuente testimonial sobre los sucesos del 2 de octubre de 1968 en la Ciudad de México fue el libro de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco. Cabe señalar que este libro no está dedicado por entero al 2 de octubre: solo la segunda parte contiene testimonios sobre los sucesos, por lo que esos testimonios no son en realidad demasiado extensos y parte de ellos son extractos de prensa o de otros libros. Desde el punto de vista testimonial, también estuvo por mucho tiempo disponible Los días y los años, de Luis González de Alba, quien fuera líder estudiantil en aquel año-[4]. Existían cronologías y algunos libros de análisis sobre el movimiento estudiantil, pero no había una reconstitución exacta de lo ocurrido el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas.

En poco más de 100 páginas y considerando las fotografías
al principio del libro (161-274), La noche de Tlatelolco retrató
como principal agresor al ejército mexicano en la balacera en la plaza.
Algunas fotografías en el texto de Poniatowska retratan a miembros del
ejército capturando y golpeando sonrientes a estudiantes (¿pero
son imágenes del mismo 2 de octubre?), o disparando en grupo, y unos
pocos testimonios hablan de militares cargando a bayoneta calada esa tarde.
Como los líderes del movimiento estudiantil fueron capturados en el tercer
piso del edificio Chihuahua por un grupo de hombres armados e identificados
por un guante blanco (el llamado Batallón Olimpia), hombres
de aspecto militar, tal pareciera que no queda lugar a dudas sobre la culpa
de las fuerzas armadas en la represión. Sin embargo, el régimen
oficial mexicano nunca vio con buenos ojos -durante el tiempo en que el PRI
estuvo en el poder-que se culpara al ejército: el filme Rojo Amanecer
(1989), que transcurre en Tlatelolco, tuvo dificultades para presentarse
al público y retrata de manera ambigua el papel de los militares. Hoy
existen ya otros filmes -como Tlatelolco, verano del 68, de Carlos
Bolado (2013)[5] – que han sido exhibidos sin mayores problemas
y que sugieren otra versión de lo ocurrido, aunque señalando como
brazo ejecutor de la presidencia mexicana al entonces secretario de Gobernación,
Luis Echeverría Alvarez, posteriormente presidente de México (1970-1976).

En efecto, pese a que se le atribuyera al ejército la culpa por la represión, el principal culpable para muchos fue Luis Echeverría. Echeverría fue señalado así en parte porque ya bajo su mandato se repitió en la capital mexicana la represión contra estudiantes, el 10 de junio de 1971, conocido como "Jueves de Corpus", donde actuaron grupos de choque, aunque Echeverría destituyó al regente de la Ciudad de México en ese momento, Alfonso Martínez Domínguez. Con todo, el presidente mexicano en el sexenio 1964-1970, Gustavo Díaz Ordaz, dijo asumir su responsabilidad plena por el 2 de octubre de 1968. Al rendir su informe de labores el primero de septiembre de 1969, Díaz Ordaz declaró: "asumo la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica" por los sucesos. Luis Echeverría se refugió para siempre en el silencio. Si Díaz Ordaz asumió la responsabilidad, Echeverría quedó como el culpable. Díaz Ordaz, en efecto, es quien habría ordenado la "Operación Galeana" -volveremos sobre ésta- y apresar a los líderes estudiantiles. "Si hubiera pasado por la Secretaría de Gobernación y luego se dedicara a contar los secretos de Estado -consideró por su parte muchos años después Benito Echeverría, hijo menor del ex presidente Echeverría-, no hubiera sido un buen secretario de Gobernación. Los secretos de Estado son eso: secretos. Hay cosas que deben ser públicas y privadas también, pero, como en muchos espacios, algunos asuntos deben ser secretos por el bien de la sociedad"[6] . Echeverría no pudo ser inculpado muchos años más tarde por "genocidio" y lo cierto es que existe un problema: el 2 de octubre de 1968 no actuaron fuerzas de Echeverría, aunque éste mandó filmar lo ocurrido. Frente a la culpa que se le atribuyó a Echeverría y el papel del ejército, su hijo consideró en tiempos recientes lo siguiente: "cuando francotiradores, manejados por agentes extranjeros y algún partido ilegal entonces, dispararon e hirieron al coronel a cargo del batallón, los soldados reaccionaron en defensa. Para eso están entrenados. Para repeler una agresión, no para repartir flores" [7]Más allá de esta versión que no nombra al partido ilegal, lo cierto es que la figura de genocidio no tenía lugar, puesto que no se quiso eliminar físicamente a un grupo como un todo y por sus "particularidades". Hasta aquí, la historia de Tlatelolco ha tenido a un responsable autonombrado y a un culpable reiteradamente designado como tal.

En suma, la versión más socorrida es la que estableció por ejemplo el escritor Paco Ignacio Taibo II en 68. "El 2 de octubre -escribe este autor- el ejército atacó el mitin en Tlatelolco. Es historia conocida. La masacre ha sido contada una y otra vez. El intento de falsificar la historia que la maquinaria gubernamental puso en marcha instantes después que los primeros estudiantes caían balaceados, obligó a la respuesta. Ahí está la segunda parte del libro de Elena Poniatowska y los millares de poemas tlatelolcas. Ahí quedan para siempre las respuestas a la versión fraudulenta del general Crisóforo Mazón, quien dijo en un parte oficial que el ejército había intervenido para restablecer el orden en medio de un tiroteo de estudiantes. Ahí está la versión frente a la versión oficial propagada por la gran comisión del Senado de que los estudiantes habían comenzado el tiroteo. Hoy todo el mundo sabe que los provocadores eran soldados disfrazados de civil y con un guante blanco, pertenecientes al batallón Olimpia. Hoy todo el mundo sabe que la señal para que se iniciara el tiroteo y el ejército comenzara a disparar contra la muchedumbre desarmada, las dieron las bengalas lanzadas desde un helicóptero militar. Hoy, hasta los mentirosos saben la verdad. Poco consuelo queda en que la versión de los supervivientes haya dominado a la versión oficial" [8].

Cabe señalar que hay en la culpabilización insistente -casi un ritual- una incongruencia: la acusación a dos instancias distintas, el ejército (dependiente del presidente y de la Secretaría de Defensa, en ese entonces, 1968, a cargo del general Marcelino García Barragán, antes gobernador de Jalisco), y de Echeverría (un político sin rango militar ninguno, a diferencia de todos los demás funcionarios involucrados en los sucesos), a cuyas órdenes no estaba el ejército. ¿Cómo podía ser culpable quien no tenía a su mando a la tropa que supuestamente fue la que ese día reprimió "a sangre y fuego", por así decirlo?

La versión de García Barragán fue finalmente conocida en el texto Parte de guerra[9]y llegó a ser utilizada para seguir culpando a las fuerzas armadas mexicanas. Así las cosas, pareciera que a su vez la versión de Taibo II bien pudiera ser la más cercana a la verdad. Desde el punto de vista político, esta versión, si hubiera que interpretarla, resultaría en la oposición bastante maniquea entre -insistamos- un régimen marcadamente autoritario y un estudiantado "rebelde". Si bien nunca se fincaron responsabilidades legales, se designaron culpables, con el agravante de que el ejército quedó de algún modo culpado por haber supuestamente asumido una función que no era la suya: reprimir a su propio pueblo, como sucede en muchas dictaduras. Agreguemos que por mucho tiempo algunos sectores oficiales reaccionaron en la misma sintonía: "se" intervino el 2 de octubre para detener a un movimiento de "rebeldes", en este caso "alborotadores", aunque lo cierto es que nadie estaba mayormente "alborotando" en la Plaza de las Tres Culturas ese día, al grado que el mitin no estaba lejos de concluir cuando se desató la balacera. ¿Culpable el ejército al mando del presidente Díaz Ordaz, o culpable Echeverría, el hombre del equivalente mexicano del Ministerio del Interior?

El ejército en la matanza

Hasta la fecha no hay curiosamente material contundente que incrimine al ejército como principal causante de las muertes ocurridas el 2 de octubre en Tlatelolco. La "Operación Galeana", por parte de este mismo ejército, estuvo dirigida a disolver el mitin, a lo mucho, con un movimiento de pinzas que muestra bien por ejemplo el DVD de Canal Seis de Julio[10]aunque con equívocos sobre los disparos contra edificios circundantes. Este material fílmico demuestra que los miembros del ejército no disparan a la multitud y tienden más bien, en alguno que otro caso, a proteger a quien encuentran en la plaza al avanzar en ésta. El ejército dispara hacia los edificios -el Chihuahua entre ellos-, versión corroborada por lo sucedido en el tercer piso de este edificio: habiendo capturado a los líderes estudiantiles, los miembros del Batallón Olimpia gritaban (¡pidiendo ayuda de los capturados!) para intentar conseguir que las fuerzas armadas dejaran de disparar hacia ese piso. Los partes publicados por Julio Scherer y Carlos Monsivaís confirman que el ejército no llegó a la Plaza de las Tres Culturas con órdenes de disparar, y no queda claro en qué momento los militares comenzaron a hacer uso de sus armas. No parece que haya sido antes de un tiroteo que empieza desde el edificio Chihuahua -aunque no donde estaban apostados los miembros del Batallón Olimpia- tan pronto como aparecen luces de bengala a un costado de la iglesia en la plaza, el costado sur. En resumidas cuentas, las órdenes militares y las imágenes filmadas disponibles no muestran a un ejército represor, ni muestran que éste dispare sobre la multitud.

Por lo demás, el ejército sufrió, según el parte del secretario de Defensa, Marcelino García Barragán, un muerto y heridos, entre ellos el general José Hernández Toledo -una versión que sigue sin estar del todo esclarecida. No es sencillo pensar que el ejército se haya disparado a sí mismo, si bien en la confusión algunos testimonios lo sugieren, por las características del movimiento envolvente y la probabilidad del fuego cruzado. Un testimonio filmado de un líder estudiantil presente en la plaza, Luis González de Alba, sugiere que en realidad el ejército no habría tenido claridad sobre lo ocurrido. Tampoco la tenía el Batallón Olimpia[11]un grupo reducido encargado de capturar a los líderes estudiantiles en el tercer piso del edificio Chihuahua, puesto que no esperaban los disparos de las fuerzas armadas de abajo hacia arriba. En suma, puede adelantarse que si bien tanto el ejército (por la "Operación Galeana") como el Batallón Olimpia llegaron con una misión a Tlatelolco ese 2 de octubre, lo hicieron de manera descoordinada -es la tesis de González de Alba. El 2 de octubre faltaban diez días para la inauguración de las Olimpíadas y parece claro que un sector del gobierno mexicano había optado por reprimir -lo que no equivale a matar a diestra y siniestra- para desbaratar al movimiento estudiantil. Lo que no queda claro es la forma de reprimir: insistamos, el ejército no llegó a disparar y el Batallón Olimpia no parece haber entendido que desde la plaza el ejército disparara hacia el edificio Chihuahua. Menos inteligible aún es que el ejército se haya dedicado a una actividad que no entendía. Mucho indica que el ejército llegó sin disparar para disolver el mitin y que el Batallón Olimpia -volveremos sobre éste- se apersonó para capturar a los líderes estudiantiles presentes. No es tan evidente que desde alguna de estas partes se haya iniciado el fuego.

Los partes militares de García Barragán son por momentos extraños y escuetos, tan extraños como las omisiones de Carlos Monsivaís, quien insiste en la oposición entre el "autoritarismo" y la "rebeldía". En efecto, entre los citados por García Barragán, un parte del 2 de octubre da cuenta de un elemento que dista mucho de ser menor: 230 francotiradores habrían sido detenidos en el edificio Chihuahua y 130 en otros desde los cuales se realizaron disparos, y "remitidos a las autoridades civiles" -si fue el caso, nunca se supo qué pasó con ellos[12]Textualmente, el parte militar señala: "una vez controlada la situación, se ordenó a las Unidades efectuar la búsqueda de los francotiradores, por lo que se dispuso se tomaran todos los edificios donde se encontraban apostados éstos y se capturaran, recomendando tomar medidas de seguridad requeridas por el caso. Como consecuencia de lo anterior, fueron puestos a disposición de las autoridades civiles, 230 individuos capturados en el edificio Chihuahua, 130 de los edificios Revolución 1910, Molino del Rey, 20 de Noviembre y Chamizal, así como dos mil de los capturados que eran parte del mitin"[13]. Al día siguiente de lo ocurrido, algunos periódicos mexicanos dieron cuenta no de una agresión estudiantil, sino de algo al mismo tiempo más veraz y más oscuro: una provocación y la participación de francotiradores, una fuerza hasta aquí no mencionada (el Batallón Olimpia no era de francotiradores). ¿Son los francotiradores a los que se refiere recientemente Benito Echeverría, el hijo del principal inculpado? Lo cierto es que no eran una cantidad menor, al menos no a juzgar por el parte militar. Hasta aquí, puede argumentarse que parece haber existido una fuerza más en acción.

¿Estudiantes? No hay pruebas de que los estudiantes se estuvieran armando en grande durante el movimiento estudiantil, ni de que tuvieran la capacidad para ello, por más que algunos hayan reconocido haber asistido armados -a título individual- a la Plaza de las Tres Culturas ese 2 de octubre. Por lo demás, al empezar la balacera, son los propios estudiantes quienes estaban por disolver el mitin y la marcha hacia el Casco de Santo Tomás (hacia el norte de la ciudad, Instituto Politécnico Nacional) para evitar chocar con el ejército. Del mismo modo en que no aparece la intención de los militares de tirotearse entre sí (algo que sería de lo más extraño), ni hay orden de disparar a la multitud, no hay mayor cabida para una versión según la cual algún grupo estudiantil habría provocado el 2 de octubre lo que desembocó en la muerte de decenas de personas.

El fallecido escritor Carlos Montemayor es una de las personas que con mayor cuidado se acercó a la reconstitución de los hechos del 2 de octubre de 1968, en particular a partir de lo dado a conocer por García Barragán. En la información primera de Montemayor aparecen contradicciones en la versión militar de los hechos, contradicciones que Montemayor atribuye a las acciones poco claras de las fuerzas armadas, divididas para el caso entre ejército y supuestos "comandos de élite" del Estado Mayor Presidencial. Por lo que toca al ejército, la "Operación Galeana" fue diseñada para apoyar al Batallón Olimpia, y en este caso para disolver el mitin en la Plaza de las Tres Culturas y capturar a los líderes estudiantiles asistentes ese día. "Los agrupamientos de la "Operación Galeana", escribe Montemayor, estaban programados para apoyar las acciones de aprehensión del Batallón Olimpia", y agrega que "a partir del tiroteo apoyaron a las tropas que estaban siendo atacadas por francotiradores"[14]

En principio, las órdenes de García Barragán fueron las siguientes:

-"Actuar con suma prudencia, al hacer contacto con las masas

-Si el ataque es con piedras, varillas o bombas molotov, buscar el combate cuerpo a cuerpo sin emplear la bayoneta

-Aunque haya disparos de parte de los estudiantes, no se hará fuego hasta no tener 5 bajas causadas por bala

-Si atacaran con fuego aislado y sin consecuencias, contestar al aire, solamente oficiales

-Si la situación lo requiriera, contestar como sea necesario[15](Montemayor 2: 28)

Tres agrupamientos habrían entrado en un dispositivo como sigue:

-numero 1, desde el monumento a la Raza (para desembocar en el oeste de la plaza)

-número 2- desde la calle de Manuel González e Insurgentes Norte (lado norte de la plaza)

-número 3 en la estación de Buenavista (sur de la plaza)[16]

Los partes -incluidos los del general Crisóforo Mazón Pineda- confirman (sin mencionar al Batallón Olimpia) que el ejército se desplegó para desalojar (textualmente) a los "concurrentes en el mitin".

Existen tomas fílmicas del ejército en la Plaza de las Tres Culturas (aún cortadas y habiendo sido proporcionadas por la Secretaría de Defensa Nacional, Sedena) que muestran la entrada del ejército a la plaza: el narrador del Canal Seis de Julio señala cómo los militares disparan hacia arriba (quedan colocados en posición de pecho a tierra), probablemente protegen a gente en la plaza y tal vez detienen a un sospechoso de disparar. Otras tomas muestran al ejército deteniendo a varios agentes con guante blanco a un costado de la iglesia: éstos son liberados tan pronto como se identifican. Por otra parte, entre los testimonios recogidos por Elena Poniatowska los hay como los siguientes:

"Uno de los soldados se tropezó y cayó y cayó junto a nosotras. Nos quedamos tiradas en el suelo (…) Los soldados venían corriendo como en una práctica militar y uno de ellos se acercó al que tropezó:

-no tires, tírale al aire, hombre. No son criminales. No son criminales; si son muchachos, no les tires, al aire hombre, al aire, tira al aire…

Gracias a estos dos soldados sentimos confianza y nos levantamos. Corrimos delante de ellos y nos metimos al edificio 2 de abril en donde nos quedamos dos horas y media, que a mí se me hicieron como sesenta" (María Angeles Ramírez, estudiante),[17]

"Vimos como de todas partes salían soldados. Intentamos subir al primer piso de ese edificio, que es uno de los más grandes que hay, pero nos ordenaron: "no se muevan"… Nos hablaron de buen modo. Seguro lo estaban haciendo para protegernos porque se oía el fuego cerrado y el ruido de las ametralladoras" (Carlos Galván, estudiante) [18]

"Los soldados me ayudaron a salir con mi hija embarazada y mi nieta de cuatro años (Matilde Galicia)[19]

O incluso el siguiente: "vi a un soldado pecho a tierra con su rifle, blanco de miedo. No se atrevía a disparar y nos pedía que no nos moviéramos porque si veían algún movimiento disparaban hacia nuestra dirección y le disparaban a él también" (Esther Fernández, estudiante)[20]

Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del ex presidente Lázaro Cárdenas, aseveró haber tenido en 2004 una conversación con un militar de alta graduación: "me dijo mi amigo en esta ocasión -consigna en un libro el ex candidato presidencial- que, según él lo sabía, aquel 2 de octubre el gobierno esperaba que los dirigentes del movimiento estudiantil anunciaran una tregua en sus exigencias y movilizaciones hasta pasados los juegos Olímpicos. Pero antes de que esto sucediera, tiradores empezaron a disparar desde lo alto de los edificios contra los paracaidistas, que era el único contingente del ejército que se encontraba en el lugar. Cuando miembros de ese cuerpo, ya herido su comandante, el general Hernández Toledo, fueron tras los tiradores, se encontraron con que se trataba de personal del ejército, de judiciales y de agentes de Sinaloa (por qué de Sinaloa, comentó ¿quién sabe?) con un guante blanco, como identificación. Esa gente, me dijo, estaba al mando del Estado Mayor presidencial, cuyo jefe era el general Luis Gutiérrez Oropeza"[21]. Hay más: de acuerdo con información de García Barragán, Gutiérrez Oropeza se había visto involucrado en la asesoría de extranjeros para miembros del Estado Mayor Presidencial – en particular, estos extranjeros brindaban en esa época asesoría para "defensa personal" y uso de artefactos explosivos[22]

Cualquiera sea el atraso de México, parece difícil pensar que un enfoque con un mínimo de sentido político (en un país acostumbrado a éste) estuviera ausente y se decantara por la represión más brutal cuando por las Olimpiadas el mundo miraba al país. En otras palabras, no es fácil pensar que el gobierno mexicano se inclinara por mancharse de sangre ante los ojos del mundo, aunque el régimen quisiera terminar con las protestas estudiantiles, que por lo demás se encontraban en relativo declive desde las tomas de Ciudad Universitaria y el Instituto Politécnico Nacional.

El parte de guerra de García Barragán menciona que al llegar el ejército a la Plaza, los disparos -que duraron cerca de hora y media- salían del edificio Chihuahua, donde, recordemos, el Batallón Olimpia buscaba capturar a los líderes estudiantiles que se encontraban en el tercer piso, pero también salían de los edificios 2 de abril (muy cercano al Chihuahua), Molino del Rey, Revolución de 1910 e ISSSTE, todos circundantes, como si hubiera algún otro tipo de "maniobra envolvente", por lo demás sin ninguna participación del Batallón Olimpia. A las 23 horas tuvieron lugar otros tiroteos, según el parte, provenientes de los edificios Aguascalientes (cercano también) y otra vez Revolución de 1910, Molino del Rey, 20 de noviembre, 5 de febrero, ISSSTE, Chamizal y Atizapán, a lo que el ejército respondió[23]

II El Estado Mayor Presidencial: ¿cuántos francotiradores?

La tesis que sugiere en un primer momento Carlos Montemayor es que el Estado Mayor Presidencial, bajo las órdenes de Luis Gutiérrez Oropeza, actuó por cuenta propia y colocó "comandos móviles" de francotiradores para provocar una escalada en la violencia del ejército. "A lo largo de más de treinta años -escribe Montemayor- nunca se había señalado al jefe del Estado Mayor Presidencial ni a sus comandos de oficiales entrenados como responsables de la masacre de Tlatelolco. Es ahora un dato fundamental"[24].Dada la ubicación de algunos edificios y siguiendo por lo demás un croquis de García Barragán, Montemayor concluye que los francotiradores fueron apostados para dispararle expresamente al ejército (ciertamente, edificios como el ISSSTE, Molino del Rey, Revolución de 1910, 5 de febrero y Aguascalientes no están tan cercanos a la plaza, aunque la envuelvan desde un cinturón exterior). Dentro del material que recoge Montemayor, se establece que los francotiradores se hubieran ido colocando desde una semana antes al 2 de octubre.

García Barragán le escribió alguna vez a su hijo Javier:

"Javier:

Has de recordar que el 2 de octubre, en el tiroteo de Tlatelolco, el General Luis Gutiérrez Oropeza, Jefe del Estado Mayor Presidencial, mandó apostar, en los diferentes edificios que daban a la Plaza de las Tres Culturas, diez oficiales armados con metralletas, con órdenes de disparar sobre la multitud ahí reunida y que fueron los actores de algunas bajas entre gente del Pueblo y soldados del Ejército"[25].

Si se sigue esta línea, la culpa recaería sobre esta fracción el ejército, el Estado Mayor Presidencial. Carlos Montemayor ofreció un dato muy valioso. Si se considera el libro de testimonios de Elena Poniatowska, pareciera que fue por decirlo de algún modo un suceso "interminable". Sin embargo, no es lo que sugieren las tomas fílmicas presentadas por el Canal Seis de Julio. "Es posible comprobar con los materiales fílmicos disponibles, dice Montemayor, que una vez iniciado el tiroteo, la multitud se dispersó y abandonó la plaza en no más de diez minutos" (el subrayado es nuestro). El primer tiroteo nutrido habría durado una hora y media y el segundo, media hora. ¿Quién se estaba enfrentando y por qué? Sobre esos diez minutos y lo que sigue, Montemayor escribió: "en ese lapso los francotiradores pudieron disparar contra la multitud indiscriminadamente. Durante los ochenta minutos restantes de los noventa que menciona el general Mazón Pineda, debemos deducir que los francotiradores estuvieron disparando solamente contra los elementos del ejército y que por tanto los dos francotiradores de que habla el general García Barragán no fueron en realidad los dos últimos en salir ni los dos últimos que se retrasaron al abandonar los edificios: fueron solamente dos de los muchos que seguían atacando a las tropas y cambiando estratégicamente de posición"[26].

¿Fue una provocación orquestada por cuenta propia -e incluso contra el ejército en general- por el Estado Mayor Presidencial? En su recuento, Montemayor se pregunta: "¿sería posible identificar un grupo de élite que antes y después de 1968 hubiera sido entrenado para acciones de choque, terrorismo o asalto, al margen de los cuadros regulares del Estado Mayor Presidencial o del Ejército Mexicano?"[27]. A Gutiérrez Oropeza la narración de los hechos por parte de Montemayor le atribuye pequeños comandos móviles de alrededor de 10 hombres. Sin embargo, el parte militar identifica, nótese bien, a poco más de tres centenares de francotiradores entre aquellos del edificio Chihuahua y aquellos de los demás edificios mencionados.

El Batallón Olimpia se descontrola

Según García Barragán, el Batallón Olimpia tuvo éxito. Así narra esto Montemayor: "el relato del general García Barragán abunda en otro aspecto: la misión del Batallón Olimpia. Expresa en un pasaje que la aprehensión de todos los cabecillas del movimiento "fue el éxito completo de mi plan". Este plan fue la misión del Batallón Olimpia, y debía realizarse sin abrir fuego. El plan situaba al Batallón Olimpia en el edificio Chihuahua, pero incluso ese Batallón tuvo que replegarse durante el tiroteo…"[28].

La presencia de miembros de este Batallón parece haber sido notada por varios asistentes al mitin antes de la balacera. Ahora bien, Raul Alvarez Garín sostuvo, desde la entrevista con Elena Poniatowska, que tal vez este Batallón, en la planta baja del edificio Chihuahua, disparó a manifestantes que corrieron a defender a sus líderes atrapados en el tercer piso del edificio Chihuahua, al grito de "el Consejo", "el Consejo" (en referencia al Consejo Nacional de Huelga). Tal vez esta sea la explicación clave de que la mayoría de muertos no presentaba disparos de bala de trayectoria descendente, sino horizontal, aunque otros testimonios señalan la existencia de muertos por bayoneta. Alvarez Garín testimonió lo siguiente, y lo repite en su libro La estela de Tlatelolco "Cuando comenzó el tiroteo, explica- la gente se abalanzó por las escaleras de la plaza que están situadas precisamente enfrente del edificio Chihuahua gritando: "el Consejo", "el Consejo". Se dirigían a las escaleras del edificio con el único propósito de defender a los compañeros dirigentes. Allí, los grupos de agentes secretos apostados en las columnas del edificio comenzaron a disparar contra la multitud, rechazándola a balazos"[29].

En medio del tiroteo, miembros del Batallón Olimpia abrieron fuego contra la multitud también desde el tercer piso del edificio Chihuahua, pero a ciegas, aparentemente sin orden de hacerlo y con tal irracionalidad que un corresponsal extranjero constató, pensando por lo demás que eran los estudiantes quienes disparaban. "Tengo un amigo periodista del Nouvel Observateur, Jean Francois Held, escribe Claude Kiejman, él si estaba en el tercer piso, en la tribuna, y vio a tipos muy muy jóvenes con guantes blancos que disparaban así nomás sobre la multitud y en el interior del edificio Chihuahua y se dijo: ¡Pero realmente a estos estudiantes les patina!". Held estuvo en Vietnam, en Israel, quedó estupefacto: "nunca he visto disparar así sobre una multitud". Los muchachos que él creía estudiantes lo hicieron guarecerse en un departamento enteramente ocupado por la policía. Los muchachos de guante blanco entraban continuamente a ese departamento y oyó decir a uno de ellos: "hace veinticuatro horas que recibimos la orden de venir aquí con algo blanco en la mano, sin papeles y con nuestra pistola"[30]. No es por lo demás el único testimonio -ahí están los de otro periodista, por ejemplo – de que esta gente de "guante blanco" en una mano tampoco reprimió a diestra y siniestra, contra lo que llega a sugerir la película Rojo amanecer. Si bien el trato a los estudiantes fue bastante despiadado, el Batallón Olimpia pareciera haberse visto rebasado por los hechos ese 2 de octubre. De ningún modo queda exculpado este agrupamiento por los disparos en la entrada del edificio Chihuahua que daba al tercer piso del mismo, ni por los muertos que estos mismos disparos pudieron haber causado. Lo extraño es que lo sucedido con este batallón parece haber sido en gran medida una sorpresa para quienes tenían preparada ante todo la captura de los líderes estudiantiles, no la respuesta al caos ni a los disparos de un ejército igualmente sorprendido por la balacera.

Una mínima provocación estudiantil

Aunque los líderes estudiantiles lo han negado, parece que una parte muy pequeña del movimiento estudiantil había decidido armarse en grupo para defenderse de las frecuentes agresiones armadas oficiales durante el movimiento estudiantil. El 2 de octubre de 1968, un estudiante llegó armado a la plancha de la plaza, pero, según el testimonio recogido, lo que sucedió fue lo siguiente, luego de que un disparara en las cercanías del edificio Chihuahua: "en fracción de segundos -escribe Jacinto Rodríguez-, el comando al que pertenece se separa en dos grupos de tres personas. Unos corren, pistola en mano, hacia San Juan de Letrán, para enfrentar al ejército, mientras los otros, en el que va Jorge, se desplazan hacia el edificio Chihuahua, para chocar contra quienes disparan desde el tercer piso (…) [31]"en la Plaza de las Tres Culturas -prosigue Rodríguez-, la carrera de Poo y su comando se sigue escribiendo. Atrás, a los lados, por toda la plaza, se mueven miles de cuerpos como fantasmas en fuga. Un soldado los encuentra de frente, con su bayoneta calada, pero no los ataca. Increíblemente, los alienta: "Córranle, por allá, sálganse por allá" [32]de tal modo que este miembro del comando estudiantil puede -perdiendo las armas en el camino- llegar hasta la calle de Abraham González y quemar un trolebús [33]para irse luego.

Está claro que no hubo provocación de estudiantes, y que
éstos tampoco tuvieron que ver con la nutrida balacera. No está
por demás insistir en que el movimiento estudiantil estaba ya en una
fase de repliegue. No tenía intención de entorpecer los Juegos
Olímpicos ni interés en mancharse las manos de sangre, como tampoco
era del interés, ya ha sido señalado, del gobierno mexicano bajo
la mirada del mundo que se preparaba para participar en los Juegos Olímpicos.
No cabe pensar que los involucrados estuvieran en este grado de irracionalidad.
Por lo demás, un sector del gobierno mexicano habría estado dispuesto
a negociaciones con líderes estudiantiles para encontrar una salida al
conflicto, estancado. Es curioso pero, de los involucrados mencionados hasta
aquí, ninguno tenía un interés claro en provocar hechos
de sangre: ni el ejército (incluido el Batallón Olimpia), ni los
estudiantes. De acuerdo con la documentación existente y en particular
con lo observado por García Barragán, únicamente fuerzas
del Estado Mayor Presidencial habrían actuado por cuenta propia, aunque
las cifras de gente al mando de Gutiérrez Oropeza ese 2 de octubre no
coincide con el número de francotiradores capturados.

Más francotiradores. Otra fuerza en Tlatelolco

Reconstituidos los hechos hasta donde es posible partiendo de lo revelado por García Barragán y el material fílmico, Montemayor fue llevado sin embargo a un nuevo enigma. "Una emboscada al ejército de esta dimensión -afirma- no la efectuó un solo pequeño grupo de diez francotiradores. El ataque revela (…) la acción coordinada de diversos comandos"[34]. En efecto, cabe agregar que para el segundo tiroteo, alrededor de las 11 de la noche, el fuego no podía más que concentrarse contra el ejército, puesto que no había estudiantes. Por lo demás, desde el primer tiroteo se disparaba, insistamos, desde edificios -como el Molino del Rey, donde el ataque era "de singular intensidad", hasta otros colindantes-cuyos vértices no daban a la Plaza de Tlatelolco ni eran ese día corredores de desplazamiento de la población civil, sino solamente con la posición de acceso o el acceso de los agrupamientos militares"[35]

A finales de agosto de 1968 apareció otro grupo de choque gubernamental, bastante numeroso, en los disturbios relacionados con el movimiento estudiantil. "El 29 de agosto de 1968, escribe Jacinto Rodríguez Munguía ,cerca de las 4.00 horas, un grupo de aproximadamente 60 individuos enmascarados disparó durante 10 minutos contra el edificio de la Vocacional 7, utilizando ametralladoras, rifles M1, maúseres y pistolas"[36] Por la noche, narra Rodríguez, "alrededor de 200 individuos vestidos de civil y armados con pistolas, macanas, garrotes, cadenas y mangueras, arriban a la Vocacional 7 a bordo de automóviles, camiones de redilas y camiones tipo panel. Se introducen por la parte lateral y posterior del plantel; agreden a los estudiantes que se encuentran dentro del edificio escolar; rompen cristales y queman carteles alusivos al movimiento y todo lo que encuentran. Golpean a unas 60 personas, entre estudiantes y transeúntes, que se encuentran en la parte delantera del edificio (…). Mientras unos agresores prosiguen el ataque, otros se encargan de llevar los estudiantes lesionados a los camiones de redilas. Luego irrumpen con violencia en las plantas bajas de los edificios multifamiliares de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco" [37]donde estaba esa Vocacional. De este modo, hay un grupo de choque que desde semanas antes del 2 de octubre de 1968 actúa en la misma unidad habitacional donde está la Vocacional 7 y donde tendrá lugar el mitin del 2 de octubre. El testimonio no indica que sea el Batallón Olimpia, aunque éste, con sus agentes de guante blanco, ya está detectado desde antes de esa fecha como presente en otros sucesos estudiantiles.

Carlos Montemayor siguió la pista de francotiradores del Estado Mayor Presidencial, tal vez unos 10 hombres apostados en varios edificios. Según lo revelado por García Barragán, Gutiérrez Oropeza sí apostó algunos hombres con ametralladoras en edificios alrededor de la plaza, por "órdenes superiores" (se entiende que superiores a las de la Secretaría de Defensa), y el mismo Gutiérrez Oropeza pidió que se facilitara la salida de dos de sus oficiales. No queda claro si estos francotiradores tenían algo que ver con el Batallón Olimpia. El hecho es que Gutiérrrez Oropeza se puso nervioso ante la posibilidad de que dos de sus francotiradores cayeran en manos del mismo ejército.

García Barragán no quiso identificar a las órdenes de quién estaban los francotiradores y curiosamente Miguel Nazar Haro, un hombre de la policía secreta, pensó que "eran del gobierno"[38]. Montemayor llegó a la conclusión de que eran más de diez y tal vez ligados a alguien distinto de Gutiérrez Oropeza. Algunas fuentes señalan que 190 -una cantidad de por sí considerable- fueron detenidos tras la primera balacera, y que la cifra coincide curiosamente con los empleados de Limpia y Transporte del Departamento del Distrito Federal (DDF), que estaban al mando de Manuel Díaz Escobar y que ya habían sido utilizados en agosto como grupos de choque en el Zócalo[39]siempre durante las protestas estudiantiles.

Partes: 1, 2, 3

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