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El hijo póstumo (página 4)



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Eran más o menos las 08h30 y antes de embarcarnos al paseo, con mi mujer y mis dos tiernas hijas me dirigí hacia unos treinta metros del muelle, en donde habían unas plantillas de árboles, en las que el personal normalmente lavaba su ropa, divisando a varios conscriptos en esa labor, indique a mi familia que desde la orilla ocupe un lugar dominante y observe como yo hacía explotar una carga, a la que uní unos quince metros de alambre doble, con la carga cebada en mi mano derecha y una pila de linterna en mi bolsillo derecho, estaba con uniforme camuflaje y botas y al interior un pantalón de baño, pues mi idea era participar de la recolección de peces después de la detonación que la haría río arriba, me dirigía sólo, cuando escuché detrás mío una voz, era el Teniente de Corbeta, Francisco Reinoso, quien de manos de Ruthcita llevó el alambre doble y me ofrecía su ayuda, al mismo tiempo estaba interesado en el proceso de manejo del explosivo eléctrico; mientras los dos descendíamos a la rivera y playa del río, vi a Ruth que sostenía de la mano derecha a mi pequeña Ruth Marcela en lo alto y a unos treinta metros; mi confianza y destreza era total, pero violé un principio de seguridad, nunca se trabaja acompañado en la instalación y detonación de una carga; entregué la pila y mi vida al joven oficial marino, que tenía además los dos alambres conductores estando en el tronco de la plantilla un poco inestable por el ímpetu de la corriente, teniendo el explosivo cebado, en mi mano derecha y con frente al río aguas arriba, me disponía a lanzarlo a unos diez metros a la fosa cebada con residuos de yuca, y arroz, pero me dio vértigo y cambie de mano a la izquierda la carga, divisando velozmente que el marino, con la pila en la una mano y el extremo doble de los alambres en la derecha esperaba mi orden, pero con el movimiento tengo la impresión de que los extremos pelados del alambre doble rozaron en la chapa o partes metálicas del equipo del marino, o se cerró el circuito con la electricidad generada por el cuerpo humano, estaba a unos cinco metros de mí, y en fracciones de segundos, sentí la explosión, que mi cuerpo era agredido con la carga explosiva, la piedra de cebo, los alambres, que me elevaba dejando el tronco que pisaba, toda la luz del claro día desapareció, al mismo tiempo mil pensamientos y mi vida cruzaba por mi mente en forma vertiginosa, sentí desesperación por mi familia, un tremendo remordimiento por lo que sin justificación o necesidad me había arriesgado tanto, me invoque inmediatamente a Dios y la Virgen santísima implorando por mi vida, caí pesadamente en los mismos troncos, no oía nada, me lleve desesperadamente las dos manos a mi cara, pues sangraba profusamente, logrando únicamente descubrir mi ojo derecho, que divisó al marino, rodar por la pendiente y de cabeza empezar a hundirse en el profundo río, más abajo, a dos conscriptos que horrorizados habían visto mi accidente, alce a ver a la rivera y Ruthcita corría desesperadamente a nuestra villa, que mi pequeña Ruthcita estaba con la cara sangrando en una mejilla, pero repito, solo veía sus movimientos, más no escuchaba, los gritos desesperados de las personas descritas, mientras me dirigía a la orilla sangrando por todas las heridas de mi cuerpo, logré coger del cinturón y por la espalda al marino que estaba noqueado, herido, hundiéndose y ahogándose, sus oídos sangraban, por el efecto Monroe y cono de la explosión, que hace más efecto a los que están a cierta distancia del centro de la explosión, lo saque a la orilla a unos cinco metros arrastrándole con mi mano derecha lastimada, mientras veía que mis conscriptos llegaban a socorrerme, en especial uno de color, que al verme no sabía qué hacer y solo veía sus ademanes y desesperación, no escuchaba sus gritos, veía sus lágrimas, entendiendo que ya no tenía el ojo izquierdo, vi que ya no tenía mano izquierda y parte de mi antebrazo tenía colgajos de huesos y carne y brotaba profusamente y por chorros sangre, estaba casi desvestido y con jirones de lo que fue mi uniforme y botas, apenas conservaba el pantalón de baño, tomé con fuerza el muñón izquierdo herido con mi mano derecha, para que no continuara la hemorragia y le ordené al conscripto alto que me traigan una camilla, que llamen a Celin, el enfermero, el negrito me indico después de correr y regresar que no había camilla, le ordené que me traiga una cama con sus compañeros, así lo hizo, mientras que el Sargento Celín ágilmente me colocaba un torniquete, en mi brazo izquierdo, fui conducido por varios conscriptos sobre una cama metálica a manera de camilla; en la enfermería ya estábamos con el marino, que seguía inconsciente y ante la novedad de que no había desinfectantes y materiales, medicinas o instrumentos para el efecto y para auxiliarnos; posiblemente hubiera fallecido desangrado, pues tampoco la radio, para comunicación militar estaba funcionando, era domingo; solo ante la alarma y pedido de auxilio de los monjes franciscanos de Puerto el Carmen, que se comunicaron a Colombia y estos a Lago Agrio, contra los pronósticos adversos del tiempo, ordenaron que entre una avioneta Cesna a la Unidad, en ella venía un Médico a realizar su servicio rural, mientras el torniquete se me habría cada veinte minutos y se me volvía a colocar, yo sentía un sueño raro de la muerte que estaba en mi cabecera, sin embargo yo me aferraba a la vida, en base a mi fortaleza física y mental, a la moral alta que no me dejo sucumbir. Mientras esto ocurría, mi Comandante, amigo y caballero, el Mayor Efraín Morales que no había presenciado el fatal accidente, interrogaba al marino, a mi cónyuge, a los que habían estado cerca, finalmente favoreciéndome con su informe al Comando Superior, posiblemente por mi desempeño, disciplina y compañerismo, como la actividad realizada en mi función en la unidad; estos fueron los informes que recalco:

"El domingo 12 de septiembre, de 1976, en circunstancias de que me encontraba realizando labores de pesca en el río Putumayo, junto al campamento militar del Batallón de Selva Nro. 55 "Putumayo", sufrí un accidente a consecuencia de lo cual en el Hospital General de las Fuerzas Armadas me amputaron la mano y un tercio del antebrazo izquierdo por una osteomiomectomia radio cubital izquierdo hasta la unión de un tercio medio con un tercio superior de antebrazo, sufriendo además en la actualidad complicaciones auditivas en el oído izquierdo, como consecuencia de la alta detonación"

FUERZA TERRESTRE

Nro. : 760142-BS-55-I

Fecha: PUTUMAYO, a 15 de Septiembre 1976

Asunto: Transcribiendo informe

DE: COMANDANTE DEL BATALLÓN DE SELVA Nro. 55 "PUTUMAYO"

PARA: SR. CRNEL. DE E. M., CMDTE. DE LA BRIGADA DE SELVA Nro.19 "NAPO"

EN: SU DESPACHO.-

Por medio del presente, me permito transcribir el informe presentado por el Señor TNCR Juan Francisco Reinoso G., quien se encontraba junto al Señor Capitán MARCELO ALMEIDA FIGUEROA, al momento de la explosión de un taco de dinamita que le cercenó a la altura de la mitad del antebrazo izquierdo y le produjo heridas por todo el cuerpo, en circunstancias de que habían estado tratando de pescar valiéndose del mencionado explosivo comercial.

Me permito destacar que el Señor Capitán MARCELO ALMEIDA FIGUEROA, me pidió autorización para pescar, dada la escasez de carne, autorización que fue concedida ya que tenía mucha práctica en estas actividades, debo indicar que en otros fines de semana ha salido a pescar y ha traído una buena cantidad para el rancho. En lo que respecta al señor Teniente de Corbeta Reinoso, era la primera vez que iba a participar de esta actividad.

Solicito se digne ordenar a quien corresponda se me avise recibo de la presente comunicación.

DIOS, PATRIA Y LIBERTAD.

MAYOR EFRAIN MORALES E.

Comandante del BS-55 "PUTUMAYO"

Todos los miembros de la Unidad quedaron consternados, a mi partida con mi cónyuge mis dos hijas, una empleada nuestra llamada Rubí y el Médico, que despegamos en la avioneta Cesna a las 13h00, con dirección a Lago Agrio, para de allí conducirnos en otro avión de SAE, a Quito el Coronel Villalva, con la posterior intervención quirúrgica en el Hospital Militar ubicado en San Juan.

La debilidad por la pérdida de sangre era evidente y cobraba fuerza en mi salud, no obstante de los desinfectantes y sueros que habían proporcionado los frailes franciscanos de Puerto el Carmen del Putumayo, para la atención mía y del joven oficial de la Marina; Dios ya dispuso este hecho que marco toda mi vida y la de mi familia, sentí en un momento desfallecer, Ruthcita y mis dos pequeñas hijas, Ruth Marcelita, que recibió una esquirla en la carita y estaba lastimada en su mejilla, y la más pequeña Katherine Elizabeth estaban dormidas, mientras no dejaba de dialogar con la compañerita de mi vida, la que me daba valor, mientras yo le instruía en caso de fallecer, de que ya no tendría que seguir pagando el préstamo hipotecario de la casa en Cuenca, que accione y cobre los valores en la libreta de ahorros, que tenga fortaleza y como es joven rehaga su vida, que no sufra por mí, mientras le hablaba, sin sentir corrían lágrimas incontenibles por mis mejillas y recordaba las palabras del Teniente Carlos Almeida, quien me decía, que iba a hacer lo imposible para que retorne a Fuerzas Especiales, donde me correspondía prestar mis servicios; pero al ver reflejada una profunda tristeza, en los ojos verdes esmeralda de mi mujercita, al ver tan estrechamente acomodados juntos en el piso del avión a mis hijas, Katherine de seno, me di valor, saque fuerzas de donde no había y me calme, eso sí, no quería dormir, me mantenía despierto, aterrizamos en Lago Agrio a las 15h00, y rápidamente nos trasladaron a un avión más grande de SAE, el piloto, el Coronel Villalba, me dio ánimo e inmediatamente salimos en dirección al aeropuerto militar de Quito, en donde enterados de mi accidente y de las circunstancias que atravesaba, comandos de SAE y de la FAE, me recibieron con cobijas para mí, para mi mujer e hijas y empleada y nos condujeron en una ambulancia, al Hospital Militar, mientras llamaban por teléfono a mis familiares en Quito, a Cuenca a mis parientes y familiares de Ruthcita; llegando de Cuenca mi cuñada Gladys, en especial para llevar a mi pequeña hija menor, Katherine, y a Ruth Marcela que con mi Madre política Blanca Virginia, viajaron a Cuenca, llevando a la inconsolable criatura, que reclamaba el seno de mi mujer y a mi pequeña Ruth Marcela, inocentes que no se daban cuenta de la realidad y de los sucesos graves de su Padre y Madre, también la empleada fiel que no dudo en acompañarnos. Caía la noche cuando la ambulancia entro con su estridente sonido a los patios del Hospital Militar, sentía frío a pesar de estar cobijado con colchas azules de los paracaidistas de la Fuerza Aérea, desde luego estaba semidesnudo, por la serie de heridas y quemaduras, pedazos menos de piel y tejidos desde la cara, cabeza, cuello cuerpo y extremidades, pues en los sectores más afectados tenía desinfectantes de emergencia y gasas, mientras rodaba una camilla con base, detrás mío me seguían mis acompañantes de viaje, los médicos residentes, habían llamado a un Doctor Especialista en traumatología, quien con otros especialistas médicos, ya estaban esperándome en el quirófano, el tiempo y las circunstancias eran muy definidas, tenían que intervenirme de urgencia, sentí sobre mi hombro la mano de Ruthcita, que llorando desconsoladamente, se despedía, me aferre a su mano y me despedí dándole valor, como lo hice durante todo el viaje, la camilla con el enfermero se enfilo por un angosto y largo pasillo de la construcción antigua, de paredes altas y antiguas, tétricas a la tenue luz, hasta que llegó a una inmensa puerta de madera de entrada a la sala de operaciones, con mi mano derecha y dedo engarce a la armella y cerrando mi puño, impidiendo que entre la camilla y pedí al enfermero militar, que llame a un confesor antes de entrar, pues verdaderamente ya tenía la convicción de que de la sala de operaciones no saldría con vida, pues mi debilidad la sentía, y un escalofrió corría por todo mi cuerpo desnudo, ante esto salió un médico pidiéndome suelte la armella, alce mi voz y pedí nuevamente que llamen a un sacerdote para confesarme pues me sentía morir, a los pocos minutos se presentó un cura capellán quien rápidamente se puso su estola, mientras el enfermero y médico se alejaron a prudente distancia, pedí confesar mis pecados, pero el sacerdote me dijo no es necesario, te perdono todos tus pecados y me bendijo en nombre de Dios, solté mi mano y mis dedos amoratados y lastimados de la armella fría y sentí un alivio interior y resignación, ve me dijo el cura, la camilla ingresó al quirófano, la sábana interior fue alzada y mi cuerpo fue a la mesa de operaciones, me rodeaban cuatro o cinco médicos, que me dieron ánimo hasta que tuve conocimiento, me aplicó el anestesista una mascarilla, y me pidió que cuente; conté uno, dos, tres, y me desvanecí, sin conocimiento, sin conciencia, el traumatólogo, recién llegado al Ecuador, después de especializarse en Francia, procedió ante mi cuadro principal a amputar un tercio de mi antebrazo y mano cercenados, por la carga explosiva de media libra de explosivo; siempre y hasta la fecha, hoy en mi muñeca izquierda, he tenido afición por los relojes de manilla metálica, en el caso presente, el reloj Orient, plateado, parece que actuó al momento de la explosión como un cuchillo, produciendo corte de tejidos y fraccionamiento de huesos, diminutas esquirlas de huesos, que se impregnaron en todo mi cuerpo, en especial en cara, cuello, tórax y brazo; al amputarme con una nueva técnica, sobre los huesos del antebrazo, el especialista según me explicó posteriormente, limó los huesos, y cubrió con carne y tejidos, los nervios y venas, estableciéndose en lo posterior que mi brazo no se adelgace y deteriore y por el contrario tenga músculos y fuerza.

Antes de esta operación, yo le había pedido a Ruthcita de que no le hagan conocer de esta tragedia a mi Madre, la que siempre estuvo afectada de los nervios, así se hizo, pero conoció de esto mi Padre José Gilberto, que estuvo pendiente todo el tiempo hasta mi recuperación, en la sala de terapia intensiva; me salvo de la muerte, primero mi fe en Dios y la Virgen Santísima, luego, el apoyo y amor de mi cónyuge Ruth, la desesperación que se convirtió en fuerza, moral y psicológica, al pensar en fallecer dejando en la orfandad a mis dos tiernas hijas Ruth Marcela y Katherine Elizabeth, tan sólo de seis años y la segunda de meses de edad, a mi joven mujer, a mi querida familia.

Blanca Virginia y Gladys, mi Madre política y mi cuñada, auxiliaron a mi mujercita, sola en Quito y ante semejante problema, y retornaron a Cuenca, con mis hijas, mi hija Katherine de meses, hubo que quitarle el seno y en el viaje ante la desesperación de la infante inocente, que lloraba desesperada, hasta sacó su seno mi cuñada para aplacar el llanto desesperado de la criatura, cuanta gratitud tengo con ellas, por esa ayuda que nos dieron.

Mi tío Manuel y mi tía política Consuelito, mis compadres, padrinos de bautizo de Ruth Marcela, le convencieron a Ruthcita, hasta que pase mi operación y le llevaron a su casa; aunque posteriormente en mi pieza del hospital, adecuaron otra cama, y siempre estuvo conmigo mi ángel guardián, ayudándome en mi recuperación; al pasar el tiempo y al tocar este tema de nuestras vidas, me ha confesado, que no podía dormir, que su pesadilla era la explosión y verme alzado por los aires y la sangre que corría, su escape desesperado gritando por mi fatal accidente, escapando por un largo camino con mis dos hijas , pesadillas que se repitieron constantemente, mientras yo la mayor parte del tiempo estaba dormido; que a pesar de mis insinuaciones, no comía regularmente, que no tenía apetito, y solo comía algo cuando mi tío Manuel y Consuelito me visitaban y siempre le pedían a mi cónyuge que les acompañe a su casa y ella se negaba, no me quería dejar solo.

Las visitas de militares y de paracaidistas, de compañeros de promoción con apoyo económico y moral, no se hicieron esperar; el General Guillermo Durán Arcentales, me visitó, pues junto a mi pieza estaba convaleciendo su padre; y debo haberle impresionado, pues al ingresar a mi pieza el General, yo di un brinco y quise ponerme de pie como militar disciplinado, estando en una incubadora desnudo; me sonrió, me dio ánimos, y me dijo que cuando salga dado de alta, le visite en el Ministerio de Defensa pues tenía proyectos de recuperación para mí, en el extranjero.

Pero regresemos a la Sala de terapia intensiva, en donde inconsciente me encontraba, luchando por mi vida, con un corazón fuerte, una gran fe en Dios, sin conciencia, sin conocimiento, únicamente trabajaba mi corazón y mi cerebro; debo haber abierto ligeramente los ojos y estuve consiente de una gran luz casi blanca que me cegaba, imaginándome inmediatamente que había fallecido, pero en los siguientes segundos esta sensación de la muerte cobró más fuerza, cuando contemple un punto lejano, como el sol, mi mirada se esforzaba por comprender que era lo que veía con mis dos ojos entreabiertos; se repetía el momento de la explosión, primero oscuridad y luego al limpiarme la sangre de mi cara con dos manos, solo vi con el ojo derecho, sin comprender que con el brote profuso de sangre de mi muñón izquierdo mutilado, había chorreado sangre en mi ojo izquierdo, impidiéndome ver con el ojo izquierdo; sentí una conformidad en mi debilidad general de todo el cuerpo, como que había llegado de andar miles de kilómetros, pero no sentía dolor, sentía un amortiguamiento, efecto de los medicamentos y anestesia; el sol frente a mi vista fue tomando forma sobre el cielo raso, vi la sábana y otras camas con otras personas, y tapando el reflejo de la lámpara, se inclinó mi padre José Gilberto, sonreí al ver su rostro, estaba vivo, me acaricio con su mano y me dijo ánimo hijo, ya estas fuera de peligro, ten fe y valor, lo único que has perdido es tu mano, mire al suero y a mi brazo izquierdo, con un gran volumen, hinchado y envuelto en gasas blancas, le dije, todavía tengo la mano, esa sensación no se pierde nunca, pero mi mano izquierda está cerrada, como puño cerrado, contraída con sus músculos, tejidos y nervios, es el fantasma de la mano amputada; le pregunté por mamá, por Ruth, por mis hijas; eran las 18h00 del 13 de Septiembre de 1976, la operación había durado cuatro horas, tenía a más de la herida principal, un cuadro de heridas y pedazos menos de tejido, en cabeza, cara, tórax, extremidades, estaba sin pelo, bello y partes afeitadas para evitar las infecciones, pero tenía incrustado en todo el cuerpo, pedazos de huesos, piedras y partículas de dinamita a manera de lunares, la mayoría del cuerpo con quemaduras de segundo grado; pero en ese estado me reencontraba con la vida, el Todopoderoso, me dispenso la vida, me dio una nueva oportunidad, para seguir luchando en este medio, mi resignación fue inmediata, aunque no era necesario ningún inicio, para que mis lágrimas rodaran a raudal, en agradecimiento a estar vivo; no fue necesario reconstruir mi cara con cirugía plástica, pero conservo el latigazo de los alambre en mi frente con una huella profunda, conforme me recuperaba, en forma natural y de las heridas se fueron regenerando en forma natural las heridas con tejidos nuevos; descubrí que tengo una presión baja, casi de culebra, y que tengo un poder especial de cicatrización, salían pedazos de huesos, de piedras y de dinamita, mi salud mental y mi moral estaban intactas, hasta el punto de afirmar con un ejemplo, al que me preguntaba cómo me sentía, les contestaba, que hace usted cuando se le pierde su reloj, me contestaban compro otro, y yo les decía, me darán una nueva mano artificial y en fin no soy zurdo, me adaptaría. En la pieza a la que me asignaron, estuve desnudo durante cuarenta días, dentro de una incubadora, a una temperatura normal, con sueros de día y de noche, contabilizando más o menos unos sesenta, había perdido casi toda la sangre, de ciento ochenta libras que pesaba, quedé en ciento diez, mi alimentación blanda, casi intravenosa, sin apetito, con una incomodidad absoluta, estaba como clavado con el suero en mi brazo izquierdo y en el otro las heridas correspondientes de los dedos al hombro, heridas en mi tórax, en las piernas hasta los pies, no encontraba una posición ideal, todas me cansaban estando de lado o boca arriba, muchas veces con insomnio y otras con sueños profundos y pérdida de la noción del tiempo; contemplaba a mi Ruthcita, en la cama siguiente, dormida o con pesadillas, o de pie junto a mi pendiente todo el tiempo, la que me comentaba las novedades, o cuando venían visitas, me tapaba con una sábana, aunque no era lo aconsejado, pues mis heridas podían infectarse; le pedía a Ruthcita que vaya a desayunar, almorzar o merendar, al bar restaurante interno del hospital, con mi pedido en las mañanas de que me traiga dos huevos duros, los médicos me prohibieron la sal, pero ella me dio consiguiendo sal y un salero, era el único alimento que me atraía, mientras soñaba en una ensalada de remolacha, con zanahoria amarilla, papitas, con cebollas y perejil, más culantro, con aceite de oliva y limón, con sal a gusto y una carne asada, recordando de mi niñez el plato de mi tía Betzabeth y que ella le denominaba "los colorantes de mis hijos", y desde luego Consuelito y mi papá, me llevaron este plato de contrabando, pues estaba bajo dieta estricta y sin embargo nunca me enteré de que Ruthcita no comía, no tenía hambre; mientras seguían los días ya no se le pudo ocultar a mi Madre, mi situación que pasaba y planificamos con mi padre, la visita de mamá para el domingo; ayudado por Ruthcita, me arregle como pude, vestí una pijama holgada, de color celeste, sobre la cual me puse una bata de casa y zapatillas, salí un poco mareado del cuarto en el que estaba y me trasladé a la azotea, en complicidad con la enfermera de turno, pues después de la visita médica, debía seguir en la incubadora y con el suero correspondiente; cuando llegó mamá María Cecilia con mi Padre, me encontró con Ruthcita en la azotea, yo de pie como si nada ha pasado, las mangas de la bata largas ocultaban mi brazo izquierdo y muñón envuelto en gasas, el encuentro fue emotivo, con lágrimas de mi Madre, un abrazo que no olvidaré nunca, me traía jugo de uva y manzanas, transcurrió la visita sin dar pormenores de mi real situación hasta que llegó la hora en que las visitas debían despedirse; justo a tiempo pues me daba vueltas la cabeza, estaba mareado, pero mi madre salió tranquila, llegué a la pieza, me desvestí y caí desfallecido en la incubadora, temblaba todo el cuerpo, sudaba y tenía frío, la enfermera mientras me recriminaba me instalaba nuevamente el suero en la vena del brazo derecho.

Mis heridas iban cicatrizando y el muñón del antebrazo izquierdo, mantenía un gran volumen e inflamación, tenía como un ladrillo de peso y molestia, no podía estar tranquilo, mientras que mi otro brazo con el constante suero, que cambiaban uno tras otro, estaba también inflamado y resentido, me dolía mucho, pero disimulaba mi calvario delante de mi mujer; varios especialistas me visitaban, entre otros, el cirujano plástico, que después de evaluarme me indicó que tenía que someterme a cirugía plástica de la cara, pero con el tiempo no fue necesario, mi piel trigueña y firme sometida a los rigores del sol, incluyendo a que nunca he fumado, mantenía una buena capa de colágeno, se restableció sola, y mientras cicatrizaban mis heridas en cara, cuello y tórax, salían pequeños huesos, partículas negras de explosivo y pedacitos de piedra, sin embargo no podía abandonar la incubadora, manteniéndome desnudo todo el tiempo; cuanta dedicación y cariño me prodigo mi compañera de matrimonio, sus palabras dulces y cargadas de aliento y esperanza me reconfortaban, estaba pendiente de mi todo el tiempo, velando mi sueño y despertando ante cualquier quejido o movimiento extraño que a ella le parecía; soñaba con el momento que me suspendieran el suero, mi brazo estaba amoratado, seguramente con la aguja y movimientos bruscos al cambiar de posición; en horas de insomnio conversábamos sobre mi situación médica y sobre la situación nuestra a futuro, de nuestras queridas e inocentes hijas, cuál era el futuro para un militar mutilado, por qué no decirlo vulgarmente "manco", discapacitado; pero yo nunca me he sentido mutilado, nunca ha bajado mi moral, nunca me acompleje por este hecho real y crudo que atravesaba; a veces cerraba los ojos y le sentía, como hoy siento mi mano izquierda un poco cerrada, mientras con mis dedos de mi mano derecha vigente escribo en el teclado de mi computadora, al abrir los ojos contemplaba un voluminoso e inflamado muñón izquierdo, que hacía un solo bloque con hombro brazo y antebrazo amputado, no había codo ni forma, pero yo siempre he visto en forma real el designio y voluntad del Señor, este fue un aviso importante en mi vida y al que no puse atención posteriormente arriesgando aún más la seguridad mía y la de mi Familia; al seguir saltando en paracaídas, al volar en alas Delta, lo que lo hice con y sin conocimiento de mi mujer; acciones que seguí realizando, en servicio activo en el Ejército y las que fueron observadas por mis Padres, familiares y amigos, recuerdo a la Familia Haro Gordillo, a Carlos y Luchita, a Héctor y Marthita, a Ángel y Elvira, quienes varias veces me decían que no siga practicando esos deportes y arriesgando mi vida, me preguntaban que quería demostrar con mis arriesgadas e innecesarias acciones, en ese entonces no entendía el verdadero y sincero mensaje de mis amigos estimados, y su significado, porque realmente me apreciaban, realmente fueron y son mis amigos queridos.

Fui dado de alta del Hospital Militar un viernes y aprovechando de unos pocos días, en que me restablecí con las aguas termales de Baños de Cuenca, cicatrizándose mi muñón y desinflamándose considerablemente, como estaba a disposición del Ministerio de Defensa Nacional, con terno de civil, me presenté en la oficina del General Guillermo Durán Arcentales, con el que había anteriormente tenido algún problema en las funciones militares y que he referido en estas memorias; pero, me recibió con total cordialidad, mientras aguardaba Ruthcita en el vestíbulo, al enterarse de su presencia, le hizo pasar, me dijo que estaba contento de verme recuperado, que vaya a personal e indique que mientras tramitara los pasaportes para mí y mi mujer, escoja si quería viajar a rehabilitarme a Alemania o a Estados Unidos, le agradecí su ayuda y le manifesté que quería ir a Estados Unidos, allí mismo se encargaron de proporcionarnos Pasaportes Oficiales, dinero en efectivo en dólares para el tratamiento y viáticos, más los pasajes aéreos en American Airlines; el Ejército no escatimó esfuerzo médico ni económico a fin de rehabilitarme, me dio su apoyo solidario e incondicional, estuve en México, en Tlalpan en donde se me proveyó de una prótesis mecánica con garfio y mano artificial, por el lapso de seis meses; luego me enviaron al Hospital de la Universidad de Nueva York, al Instituto de Ortesis y Prótesis, en donde me proporcionaron una prótesis mecánica y luego una mano electrónica, estuve allí por seis meses; en Quito, posteriormente se me proporcionó una mano electrónica alemana; en 1995 y ya en servicio activo, el ISSFA, Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas, me proporcionó otra prótesis mecánica y actualmente en Agosto de 2009, estoy pidiendo a la misma Institución otra prótesis, que seguramente me darán ya que las medidas de mi muñón han variado; el ISSFA me proveyó en 2010, una nueva prótesis con mano y garfio; en servicio activo, me constituí en un referente de alta moral, de soldado disciplinado y ejemplo para los militares, que por acciones de guerra quedaron mutilados, agradezco y rindo un homenaje sincero de mi parte a la noble Institución, el Ejército ecuatoriano, a la que ingresé con vocación y sin ningún interés más que el de servir a mi Patria. He vivido muchas experiencias en servicio activo y pasivo, hoy que he obtenido mis derechos políticos y civiles, analizo, perdono y disculpo a personas que fueron obstáculos en mi carrera militar, en donde la noble Institución militar no tiene que ver nada con esas personas; pero honro y destaco verdaderas personalidades y militares que me dieron ejemplo, que enrumbaron mi vida, que fueron dignos de imitar, verdaderos caballeros militares, solidarios, respetuosos y sobre todo dignos y seres humanos.

El Coronel de la Brigada del Coca, nunca me visitó en mi lecho del dolor y créanme no me hizo falta, pero posteriormente tuve nuevamente el disgusto interno de militar con él, ya referiré estos hechos.

El Mayor Efraín Morales y su distinguida señora, nuestros amigos del Putumayo nos visitaron posteriormente y conservamos con él una gran amistad, sentida y respetuosa, ya que su mujer falleció y él se quedó viudo y está radicado como nosotros en Cuenca, con nuestros hijos e hijas mayores y hasta casados, con nuestros nietos y nietas, formando parte de esa sociedad importante del Austro ecuatoriano, en donde desarrollamos actividades destacadas a favor de la comunidad, de la educación de estudiantes universitarios, inclusive como socios del Círculo Militar de Cuenca; reitero a este grande amigo y superior jerárquico y a la memoria de su digna cónyuge, los sentimientos de agradecimiento imperecedero por su invalorable ayuda, solidaridad, amistad y compañerismo leal; me enorgullezco haber militado bajo su mando.

En diferente espacio geográfico, se va transformando nuestras vidas, pues mientras yo viajaba a rehabilitación al extranjero, con la ayuda del alto mando, para mí y mi acompañante a la que llevaba antes de terminar mis rehabilitaciones, con todas las comodidades, pasaportes oficiales, viáticos y pasajes, Ruthcita esperaba en Cuenca, viajaba a reunirse conmigo los últimos dos meses y regresábamos juntos, ella a su hogar, yo a mi actividad militar.

Al presentarme a mi regreso a personal en el Ministerio de Defensa, previa una presentación al oficial de operaciones, el que me propuso regrese al Batallón de Selva Nro. 55 Putumayo, a completar los dos años de guarnición, condición maliciosa cargada de envidia, este Coronel que no quiero acordarme fue llamado la atención y fui dado el pase a Cuenca, como yo pedí, sin imaginarme que el Coronel de la boina roja, estaba de Comandante en Cuenca, en la Tercera Zona Militar, cuando me enteré me puse a la defensiva, ya conocía de quien se trataba y como procedía y debía cuidarme y mantener distancia, en mis funciones de comandante de la Compañía de Transmisiones en el Cuartel General, era diestro en mi grado y función y me tenía sin cuidado.

Desde luego me presenté ante el General Durán Arcentales, quien me tomó un examen con el novedoso garfio y de que era capaz, me pregunto que si estaba listo para trabajar en una Unidad o en un puesto burocrático dentro de la Comandancia General del Ejército, le dije que quería ser destinado a Cuenca, que seguiría con mis labores normales de mi grado de Capitán y arma de transmisiones, que lo único que no podía hacer es trepar por un cabo, que estaba listo para saltar en paracaídas y cumplir misiones de combate, esbozó una sonrisa de satisfacción por verme totalmente recuperado y me mando a la oficina de personal para mi destinación, sin embargo me dijo antes de eso vaya a presentarse al oficial de inteligencia del Ejército, él le está esperando y después decida; posteriormente seguirá viajando a rehabilitarse, con los medios actualizados, me tendió su franca mano la que estreche agradecido, sería una de las últimas veces que estrechaba su fraterna mano y estaba frente a esta personalidad que más tarde fue parte del triunvirato militar y gobernante del país; me dirigí al edificio contiguo y me presente al Coronel de Inteligencia, quien me hizo la siguiente propuesta, vamos a simular que Usted ha sido dado de baja de las filas del Ejército, por su accidente, inmediatamente si usted acepta nuestra propuesta, trabajará encubierto, realizará el curso completo de Inteligencia militar, le especializaremos en esta disciplina en el extranjero, a fin de que se matricule como estudiante ordinario en la Universidad Central del Ecuador, en la Facultad que Usted quiera o escoja y sea nuestro contacto e informante encubierto, sin relación de responsabilidad de la fuerza; era un camino sorpresivo que se había estado analizando, en esta actividad seguiría recibiendo el sueldo y viáticos afines; no hubo necesidad de pensar mucho, le agradecí al Coronel su oferta y le expresé con todo respeto que no me gustaba esa especialidad y que me reincorporaba a mis funciones y grado propio de mi arma; con todo, me expreso el jefe de Inteligencia, espero próximamente su respuesta definitiva, salí de esa oficina un poco decepcionado, me daba la impresión de que querían utilizarme para fines fríos del Ejército, en mi condición que estaba atravesando, pero por otra parte pensé que servía para algo, pero sacrificando mi carrera militar, que de hecho ya estaba destruida, pues por mi lesión ya fui en lo posterior relegado, sin embargo llegué a ascender al grado de Mayor y si me quedaba aguantando humillaciones hasta el grado de Teniente Coronel hubiera ascendido, pero mi carácter y dignidad no lo permitieron, para bien o mal siempre me gane dignamente mi grado, en una competencia leal con los compañeros de mi promoción, pues no fui afín a la adulación a mis superiores jerárquicos, siempre tuve iniciativa e ideas propias, cumplí mi deber y obligaciones y no imploré ayuda alguna durante mi desenvolvimiento en servicio activo; ganándome el respeto y consideración de mis superiores y de mis subordinados.

Al llegar a la oficina de personal, el Coronel jefe de esa sección, me asigno a la Compañía de Transmisiones en Cuenca, dentro de la Tercera Zona Militar, en el Cuartel General, dándome el plazo de ocho días para que me incorpore a mi Unidad.

Regresaba a Cuenca, a este terruño al que quiero como al natal Quito, rehabilitado, con la promesa de la Comandancia General el Ejército de seguir enviándome a extranjero a rehabilitarme con nuevos elementos actualizados como prótesis y manos electrónicas, lo que se cumplió en varias ocasiones a mi entera satisfacción en lo posterior; con una propuesta de convertirme en agente de inteligencia, lo que por lo peligroso y comprometido deseché, sin embargo se sembró en mi mente el inicio, la inquietud de ingresar y seguir mis estudios universitarios, en la Facultad de Derecho, previniendo el futuro de mi familia, me sentía motivado, útil al Ejército y con grandes deseos de continuar trabajando en mi especialidad de transmisiones, tenía un aspecto delgado, había desaparecido de mi estructura muscular unas setenta libras; en los ocho días siguientes nos instalamos con Ruthcita y nuestras dos hijas, en casa de sus padres, quienes nos acogieron con toda buena voluntad y gusto, la tormenta había pasado, era necesario seguir adelante; mientras buscaba matricularme en la Facultad de Derecho, en la Universidad Estatal de Cuenca, lo que fue imposible, averiguaba en la Universidad Católica, con su horario nocturno, hacia gestiones posteriores en el Ministerio de Defensa, para obtener permiso, de una hora diaria y bajo control de una sección de estudios, para seguir estudiando con esa autorización obligada; acudía a la piscina de aguas termales y en el chorro de salida, en esa agua caliente metía mi muñón, que poco a poco iba rebajando y amoldándose a la prótesis, que raspaba e inflamaba la herida que cicatrizaba y se afirmaba, era doloroso a un pequeño golpe o rozadura. Regresaba a casa de Baños, con mi maleta al hombro, y al llegar cerca del Aeropuerto, vi que un avión C-45 de la Fuerza Aérea, con su puerta abierta lateralmente a la derecha de la aeronave, evacuaba un vuelo de paracaidistas, militares de la Tercera Zona Militar, que estaban en reentrenamiento, quedé paralizado y emocionado a la vez, vi el salto, que el viento arrastraba fuera de la zona de salto a los paracaidistas y algunos caían en casas y en la Avenida España, sin sentir corrían por mis mejillas lágrimas gruesas, contemplé emocionado y pensé que nunca más saltaría; estático en la avenida, junto a un edificio, vi los subsiguientes saltos y como en forma secuente y ordenada salían uno a uno de la puerta del avión los reentrenados. Sus gritos de alegría y emoción al llegar a tierra, las cúpulas amplias y verde de transparente seda, dirigiéndome a casa con mucha tristeza.

Al circular por la ciudad, llegue a encontrarme con una tía de Ruthcita, mujer de un militar, que era de la especialidad de Transportes, en la Tercera Zona Militar, después del saludo y de que sentía mi accidente, me mencionó que había llegado a saber de qué me habían dado de baja del Ejército, y me inquirió maliciosamente o inocentemente si esto era verdad, preferí decirle que en realidad estaba fuera del Ejército y que estaba en problemas serios, que no sabía qué hacer, que mi situación era grave; satisfecha en su egoísmo la señora se despidió sin saber que le estaba jugando su mismo juego malicioso, malintencionado, pues esta señora sabía que su marido era un militar, miembro de tropa, y yo un oficial, su complejo de inferioridad era evidente, aunque siempre a su marido le trate como tío y con todo el respeto y consideración, como a todos los miembros de tropa que militamos y fueron mis subordinados, inclusive dándoles afecto y confianza y ayudándoles en todo lo que estuvo a mi alcance; coincidió las mismas preguntas con la señora de un Sargento de Transmisiones, que casualmente me encontré en la calle, manifestándome, que haría ahora en la vida civil, le engañe y le exprese que no sabía qué hacer, que estaba en grave situación, con una sonrisa y solidaridad fingida se despidió sin saber que después de tres días estaría posesionándome de mi cargo y función y su marido, como subordinado en mi Unidad militar.

La rehabilitación es constante, y con mi prótesis, tuve que entrenarme y adaptarme, hasta en el tacto, como tomar los diversos objetos, sea un papel, un vaso, una botella, el mismo sable o armamento, unas veces para utilizar mi prótesis como apoyo, otras como elemento principal de tracción, presión o sostenimiento; como el extremo termina en un garfio de acero y teflón, simulando tres dedos, el pulgar, índice y medio, para formar un trapecio de toma de los objetos, al ser de acero, aprendí a esquivar oportunamente cuando mis propios hijos pequeños corrían sin control para abrazarme; la vista del garfio trae diferentes reacciones en las personas, unas con lástima, otras con curiosidad, otras con miedo o hasta expectativa; para mí es muy útil, estoy adaptado y luzco libremente sin complejos mi prótesis, estoy consciente de que no tengo un tercio del antebrazo y mano izquierda; y he aprendido a realizar los movimientos y aprovechamiento real de este elemento; tuve que aprender a vestirme, nuevamente a nadar despojado de la prótesis, a practicar gimnasia y hasta mortales y carpados, a desplazarme en la pista militar, no logrando vencer obstáculos con cabo para ascenso; me adapte a manejar el vehículo o una bicicleta; a tomar solventemente el tenedor; y en mis labores académicas, a utilizar la computadora, el memory flash, así como la cámara fotográfica; he constatado que muchas personas mutiladas en las extremidades superiores, tienen un gran complejo y vergüenza, no quieren exponer por nada del mundo libremente su prótesis, la que esconden dentro de sus vestidos o ropa; peor aún presentarse en la piscina o la playa, sin su inseparable prótesis; la prueba de fuego para mí fue saltar en paracaídas y volar en alas delta, con prótesis, adiestrado para al salir del avión mi garfio esté sujetando el asa del paracaídas de reserva, en caso de mal funcionamiento del paracaídas principal, y conducir a tierra el paracaídas con bastones, pero logré saltar nuevamente, como una persona normal, arriesgando mi vida y hasta cierto punto en contra de mi familia y amigos que constantemente me pedían que no salte más.

Por fin llegó el día de presentarme en la Tercera Zona Militar de Cuenca, con mi uniforme de tricot, traílla y sable a la izquierda, guante derecho de cuero y boina, luciendo mi grado, mi arma de transmisiones con dos banderolas cruzadas y demás cursos, en especial el de comando y ala de jefe de salto, me presenté ante el oficial de personal de la Unidad, con zapatos brillantes, impecable.

Al día siguiente, con el uniforme camuflaje, en la cancha de fútbol, estaba la Brigada Portete, con todo su personal de oficiales y tropa; las unidades del Cuartel General, con sus banderines respectivos, mi Unidad con el banderín lila de las comunicaciones; todos armados y con su equipo de dotación, a la cabeza de la formación que formaba un cuadro, la bandera y estandarte del Ecuador, con el abanderado y la escolta, la presencia de la Banda de la Tercera Zona Militar; la trompeta tocó la entrada del Comandante de la Brigada, el "Coronel", que ya conocí en la Brigada el Coca, quien recibió de los comandantes de unidad y oficiales del Estado Mayor en su orden el parte correspondiente, llevando su mano derecha a la boina concho de vivo de los paracaidistas, se entonó el Himno Nacional, luego de lo cual, el Coronel, me hizo la presentación correspondiente, manifestando, que había sido designado comandante de la Compañía de Transmisiones, y que de acuerdo a mi grado de Capitán, me debían respeto y subordinación los de mi rango hacia abajo, así como los honores establecidos en las leyes y Códigos militares, me extendió su mano la que estreche, para a continuación seguir con las actividades normales de la Unidad, conocer a mi personal de oficiales y tropa, las instalaciones y oficinas en el Cuartel General, y las instalaciones y medios de comunicaciones que disponía la unidad, mientras me miraba era evidente que veía un ala brillante con una estrella sobre la cúpula, de jefe de salto y desde luego debe haber cruzado en su mente los aterrizajes que hizo fuera de la zona de salto en el Coca, esto es en la selva; seguramente siguió mi trayectoria después de mi accidente, e increíblemente estaba nuevamente frente a él y con vida.

El Coronel, no era de confiar, por lo que me propuse estar lo más alejado de él, no participe en ningún juego deportivo, en que él estaba practicando, en los asuntos sociales en el casino de oficiales, máximo me servía un trago de inicio y salía del casino, en pocas veces que me mandó a llamar para que ejecute ordenes, o participaba en reuniones, como oficial de transmisiones, hice las cosas en óptima forma, los documentos de comunicaciones y el tráfico de radio supervise personalmente, para evitar cualquier problema.

Pero dentro de los acontecimientos sociales de la Brigada, vino uno que me involucró ligeramente con el Coronel, que siempre estaba con su boina roja; a fin de evitar problemas, guarde en una caja la mía, no obstante en uniforme de gala siempre lucia mi boina. Se trataba del ascenso de dos Subtenientes de Justicia, Remigio Carrión y Luís Vega, se realizó los ascensos con ceremonia militar y un almuerzo en el casino de oficiales, el cual se extendió con champaña de brindis, vinos blanco y tinto en el almuerzo y luego con wiski, el flamante Teniente Luís Carrión, hizo una invitación a su casa a todos los oficiales reunidos, dirigiéndose al Coronel; el mismo que ordenó que le acompañáramos al ascendido, todos los allí reunidos; el Comandante y los oficiales de Estado Mayor y los oficiales del Cuartel General, en vehículos militares nos dirigimos a la casa del Teniente, en donde nos recibió muy cordialmente su señora con sus pequeños hijos, se habían proveído de saloneros, nos brindaron Wiski, comida, había música y todos departíamos con alegría, con el ascendido y su familia.

Es necesario mencionar antes de continuar, que después del almuerzo en el casino de oficiales de la Zona Militar, mientras nos servíamos wiski, que el Coronel estaba tomando, sin mesura, vaso que le servían, vaso que de contado lo bebía hasta el fondo; entre los oficiales estaba, el Mayor Arias, del arma de Ingeniería, encargado de todas las construcciones de la Brigada, le conocí en el Colegio Militar, fue Brigadier Mayor y uno de los cadetes más disciplinados, ostentaba la primera antigüedad, jefe distinguido, de un trato excelente; el mismo que fue abordado e increpado en una clara discusión, en la que el Coronel, le amenazaba al Mayor, con una auditoria de sus obras, a lo cual contestaba respetuosamente que él no tenía que esconder nada, que en su departamento de construcciones, todo era claro y no tenía nada que ocultar y que estaba listo a la auditoria que sea; al salir del casino, todos creíamos que esa discusión evidente había terminado, pero ya oí de varios oficiales, que el Coronel era peligroso, de cuidado, de sano juicio, como tomado, que procedía mal estando con tragos.

En la casa del ascendido, todos estábamos a gusto, cuando de pronto nuevamente la discusión, y el Coronel, quería agredirle al Mayor Ingeniero, inclusive gritándole "ladrón", invitándole a salir al patio cubierto de un césped bien cuidado, para pelear; todos los oficiales ante la mediación de alguno de ellos que se interponía entre los dos y que finalmente renunciaron a su intento, maliciosamente y con total antipatía al Coronel, dijeron déjenles que peleen, saliendo el Coronel al medio del llano, sacándose la guerrera y adoptando pose de luchador o boxeador, y gritándole al Mayor, sal cobarde; pude decirle al Mayor que no salga, que no le haga caso, pero éste enardecido salió herido en su honor a responder los insultos y yo me interpuse entre los dos; de frente al Coronel, pidiéndole se tranquilice, me miró con odio, y con una mirada nublada, sudoroso y me lanzo un directo a mi cara, lo que esquive, levantando el garfio como defensa, pero el mismo cayó pesadamente en la cabeza del borracho tempranero, quien rodo como fulminado por un rayo, no fue mi intención atacarlo, simplemente bloquee su puño, y estaba a los pies del furioso Mayor, todos festejaron este hecho, ventajosamente el chofer del Coronel presencio el asunto, y al día siguiente, le había interrogado que fue lo que pasó, tenía un enorme chibolo en su cabeza; el Sargento conductor, le había explicado a su Jefe que el único oficial, que le había defendido y había actuado impidiendo la pelea, fui yo; cargaron con el pesado y noqueado cuerpo lo subieron a su vehículo y todos quedamos tranquilos festejando este hecho y el habernos librado de este elemento inconsciente, inconsecuente, violento, peligroso, abusivo; que siendo el Comandante, debió darnos ejemplo, confianza y trato digno que nos merecíamos. Sin querer había cobrado una mínima parte del daño que me ocasionó este militar, hace algún tiempo en la Brigada El Coca.

La tía Mercedes

Yo tenía entre los cinco y seis años, y mi pelo era crespo, ensortijado y negro, tengo fotos junto a mi hermana Guadalupe, yo de pie; y, con camisa de seda de gran cuello y saquito de casimir que hacía juego con mis pantalones cortos, grandes calcetines con mis medios botines negros; ella en una mesita con sus churos y vestido blanco de seda, se refleja la inocencia y la espontaneidad y seriedad; porque no sonrió, sería la pregunta de esta fotografía familiar. En casa de mis abuelos había mi tía soltera Mercedes, que todos le llamaban cariñosamente Miche, a la que le encantaba peinar mi pelo dócil y crespo, lleno de churos; recuerdo hasta hoy al peluquero de la Estación del ferrocarril de Chimbacalle, que cortó mis churos previo al ingreso a la Escuela y primer grado, yo escuchaba que este barbero era el que tenía la mejor mano del barrio, y en su peluquería situada al pie de la estación del ferrocarril, tenía su local, lleno de clientes. La tía Miche, mujer joven y hermosa, era rubia, de ojos verdes, vestía siempre elegantemente, era muy estricta y para peinarme utilizaba una silla de laurel alta, pues me izaba y me colocaba de pie, luego me ponía una toalla, para finalmente mojarme y empezar sus experimentos, pero yo tenía que estar quieto, frente a mi tenía el altar familiar con las imágenes de Jesús, de la Virgen María, floreros en los que nunca faltaban flores y todas las cosas de la abuelita Zoila, habían talcos en pomos redondos, estuches con jabones españoles rojos con negro de la marca Maja y dos cofres medianos, en donde guardaba sus joyas de oro; un gran espejo biselado con marco dorado, en el cual reflejaban las imágenes de mi tía y la mía, y sus sonrisas y pedidos serios de que no me mueva, estas sesiones para mi eran martirizantes, pues era inquieto y quería librarme para ir al patio a jugar con mis primos; un día de este peinado ritual, di un paso en falso y caí al piso de tablones de eucalipto de cabeza, mi tía alarmada trató de auxiliarme, pero yo como un resorte reaccione y salí a la carrera del dormitorio, baje corriendo por las gradas y nunca más permití que ella me peinara. Es en esas innumerables ocasiones conversaba con mi tía Miche, y le hacía muchas preguntas, me sabía de memoria todos los accesorios del altar que era muy alto y de difícil acceso, alguna vez ella me alzo en brazos y me enseño el contenido de uno de los cofres, los cuales contenían joyas de oro, esmeraldas, rubíes, perlas paridoras, hasta llegué a levantar un arete, pero nunca tenía idea de su valor; los dos cofres eran custodiados por Dios y las imágenes divinas; creo que en base a ese conocimiento, hasta la actualidad en mi casa, en mi oficina, nunca tengo con seguridades los muebles, puertas o resguardos, esa confianza aprendí de niño.

Es 19 de Febrero de 2008, lunes, cuando escribo esta parte de mi vida de infante, en el Bufete jurídico "ALMEIDA ALMEIDA", ubicado en la calle Gran Colombia Nro. 661 y Presidente Borrero, en el Quinto piso, del Edificio que se llamaba "Nieto Hermanos", hoy edificio "Gran Colombia" en la ciudad de Cuenca, en todo el territorio nacional ecuatoriano, llueve incesantemente, hay neblina, la temperatura es de menos de diez grados centígrados; muy temprano llamé a Chicago a Ruthcita, mi cónyuge y le felicité por su cumpleaños, ella nació el 19 de Febrero de 1954, yo actualmente tengo sesenta y tres años, nací en Quito, el 14 de Julio de 1945; le desee felicidades no sólo en este día de su cumpleaños, sino en todos los días de su vida, le envié un fuerte abrazo y un beso, y que pronto retorne a Cuenca.

Antes de casarme, y cuando era soltero, pedí muchas cosas que se me han cumplido a lo largo de mi vida y que sigo pidiendo a Dios para que se den, una de ellas, conocer y casarme con una muchacha bonita, de ojos claros, de pelo rojo; Dios dispuso así, me case con Ruth, cuando ella era menor de 17 años; hemos procreado dos niñas y dos varones, los cuales hoy son mayores de edad, ya abordaré el tema de cada uno de nuestros hijos.

CARTAS FAMILIARES.

RUTH – CUATRO

BEATRIZ – SIETE

ALVARADO – OCHO

NUÑEZ – CINCO

RUTH PRIMERA

REINA DEL COLEGIO

CIUDAD DE CUENCA

"Dulce colegiala, hoy dejas tus libros y

tus inquietudes de estudiante, para convertirte

en bella y encantadora Reina.

Que el brillo de tus virtudes y de tu sonrisa

ingenua guíen a tu joven colegio por

el camino de la paz, de alegría y de muchos triunfos"

A MI ÚNICO AMOR.

AUTOR: MARCELO ALMEIDA FIGUEROA:

Rememoro con mucha felicidad, en mi corazón ardiente,

Una tarde de verano cuando te conocí y alumbraste mi vida

Te tome de la mano y todo mi ser se estremeció de inmensa alegría

Había llegado el momento en que mi ser sintió el amor verdadero

Bendito seas Señor, por haberme dado por destino tus lindos ojos

Elevo a ti mi oración por mis hijos y Familia siempre unida

Amarte y venerarte como esclavo es mi destino

Tenerte a mi lado es mi obsesión y objetivo de la vida

Rondas siempre mis sueños, ilusiones, realidades y esperanzas

Invades siempre mi mente y hasta mi espíritu y corazón

Zona de afecto, hermoso campo de flores y ensueño eres tú.

"MARCELO ALMEIDA.

Chicago, 14 de Julio de 2003

Querido Marcelo te escribo estas letritas para contarles que me encuentro bien, como Usted también estoy extrañándoles y muy pronto estaré con Ustedes, no saben cómo me alegro sabiendo que me quieren tanto y eso me da más valor para poder quedarme, estoy muy contenta con mi trabajo como les cuento por teléfono, trabajo miércoles, jueves y viernes, paso lindo y los sábados y los otros días pasamos con la Maruza, que me trata de maravilla, son todos buenos, lo mismo Andy y la Pili, ya María les contará. Para mí Marcelito díganle que yo también le adoro y le extraño mucho, díganle que todos los domingos se vaya a misa y comulgue y pida mucho por todos nosotros, que le mando una chompita para él y un jueguito, a la María José le mando un ternito y un osito que va en la maleta de mamá y el otro osito para mi Pacita y el ternito, Ruth Marcela te quiero mucho y espero que hagas las veces mías le mando un ternito y a Augusto las medias que me pidió.

Katy espero que se cuide de su salud y piense un poco más en Usted y haga lo mejor que piense le quiero mucho y cuídese bastante.

Paulito: espero que le guste ese pequeño presente ya que lo más grande que está guardado es mi corazón que les quiero mucho y estoy muy contenta que esté trabajando siga adelante y cuídese mucho.

Juanito: Le quiero mucho y estoy muy orgullosa de todos Ustedes sabiendo que han aprovechado el tiempo y muy pronto serán unos profesionales, mijo le extraño mucho pero pronto estaremos juntos.

Te das cuenta Marcelo que comienzo contigo y me desvió con tus hijos y mis nietos, antes te escribía sólo a ti te quiero mucho y sé que después de tus errores eres un excelente esposo y sobre todo un padre abnegado que hace que en la balanza pese más lo bueno. Sin más que contarles se despide la esposa, la madre y la abuela que les quiere mucho Ruth.

Pórtense bien, les quiero mucho y les extraño tanto. Juanito el 30 te llamo para cantarte, te estás poniendo viejito, adiós"

La carta que a continuación transcribo textualmente, me dirigió Ruth, mi cónyuge, desde Chicago, desde la casa de Giovanny, su hermano, casado con Jennifer Murphy, y que en esa época tenían ya su primer hijo, llamado Aidan; cuál era la razón y motivo de estar ella en esa ciudad, fue de común acuerdo que viaje, que tenga su espacio libre, pues toda la vida se dedicó a su hogar a nuestros cuatro hijos, y teniendo donde llegar con confianza y el afecto que le tienen a Ruth, ella viajó, trabajo y luego retornó al hogar renovada y olvidada del trajín diario, mientras yo me quedé al frente de la casa y al cuidado de mis hijos estudiantes, que al igual que yo, sentimos la ausencia de la Madre, de la compañera, y de sus afectos y cariños, así nos escribe:

"Querido Marcelo, doy contestación a tu cartita que me parece una de las mejores, ya que no me reprocha nada; de lo cual estoy muy contenta. Yo también les extraño tanto, pero como verán el tiempo pasa muy a prisa; hoy hable con Janeth de Virginia para que me dé viendo el pasaje y me confirmó para el 4 de Octubre en American, yo le he de confirmar la hora pero más o menos es el sábado llegada a Quito a las 10 de la noche; por lo demás como le conté por teléfono estoy bien me tratan súper bien con Jenny pasábamos solo en las tiendas; este lunes empiezo a trabajar, el fin de semana continuaremos en las compras que me faltan, reciba muchos saludos de todos de casa incluyendo a Gladys que está para sustituirme.

Pasamos como las pegaditas, me alegra que sus hijos estén llevándose más con usted como unos verdaderos amigos les quiero mucho a todos y por supuesto hay un mimado que es usted; hasta pronto su esposa que le quiere mucho Ruth"

CARNET DE PROFESORA.

CENTRO EDUCATIVO ALBORADA.- RUTH ALMEIDA ALVARADO.- PROFESORA. TEF. 837377. F. Nac. 27/027/73.- 1988-1999

CARNET DE ESTUDIANTE.

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CUENCA. EXTENSIÓN DE AZOGUES Y MORONA SANTIAGO.- CARNET Nro. 02-021 Lugar CUENCA.- El Secretario atestigua la identidad de KATHERINE ELIZABETH ALMEIDA ALVARADO.- Estudiante de 2do. Año de JURISPRUDENCIA. DERECHO.- Válido hasta el 15 de Septiembre de 1995.- 100146816-2 Nro. CEDULA.- NACIONALIDAD ECUATORIANA.- TIPO DE SANGRE ARH+ NIVEL SUPERIOR.- AÑO LECTIVO 1994-1995.-DOMICILIO ORDOÑEZ LAZO 596 Y CEDROS.

TARJETA POR EL DÍA DE LA MADRE.

"Para los hijos la palabra más dulce es mamá. Con todo amor para la persona más querida en la tierra y en el mundo. Para la persona y mujer más querida por sus hijos principalmente porque nos has dado la vida para siempre estar junto a ti madrecita querida. Tus hijas Ruth y Katy"

"Papacito querido por ser tu día yo vengo a saludarte con alegría. Papacito querido sólo te pido que me hagas en tus brazos un tibio nido. Paúl A. A."

"Gracias mamita. Por ese tierno amor que sólo las madres pueden sentir. ¡Que Dios te bendiga! Paúl Almeida"

"Feliz día querido abuelito. Por darme tu cariño, por tu dedicación. Por cuidarme, y por disculparme todas mis travesuras, quiero en este día decirte que seas muy feliz. Tu nieto Marcelito. Cuenca 15 de Junio de 1997"

"IBI SE COR ME – UM TOTUM SUBJI- CIT.- ¡Oh, Señor, no tardes más, ven pronto a mi corazón, pues quiero cuanto antes ser todo tuyo, mi buen Dios. Quiero comer ese pan que es el cuerpo de mi Dios, para vivir de Tu Vida, para morir en Tu Amor. Geovanny Mauricio Alvarado Núñez dedica a Ud. Este recuerdo en el día de su Primera Comunión verificado en la Iglesia Catedral La Inmaculada el 16 de Junio de 1974"

"FELICIDADES. Gracias mamá por haberme dado la vida. Recibe en este día mi amor y mi corazón. Paúl A. A."

"MADRE EN TU DÍA. Querida mamá. Te quiero dar gracias en este día por todo tu amor y comprensión. Tu hijo Juan Marcelo A. Mayo 11 86"

"Para mamá. Todo mi cariño va expresado en esta tarjeta. Tu hijo. Juan Marcelo Almeida Alvarado"

"Un mensaje de aniversario PARA PAPÁ Y MAMÁ. ¡Feliz aniversario! El amor de los padres es el patrimonio más grande que conservamos en nuestra vida. Por eso, cada cosa que hacemos por ustedes es solo una pequeña muestra de gratitud hacia quienes nos han entregado los momentos más hermosos de su existencia. Ruth Marcela"

"Un consejo en tu cumpleaños. Cuando te digan que los años dan sabiduría no les creas堦iexcl;si fuera verdad el mundo estaría lleno de genios! ¡Siempre será muy bueno quitarse uno o más añitos! ¡Que tengas un Cumpleaños maravilloso! Son nuestros pensamientos para ti RUTH BEATRIZ. Marcelo A. Ruth Marcela. Juan M. Katy y Paulito"

"Donde hay un hogar feliz es porque hay una Madre que se olvidó de SI十DRE. Mamita. Tú siempre tan bella, llena de dulzura, me brindas tu amor, eres la mujer que alumbra mi camino, la que me ayuda, la que me guía. Madre desde niña me arrullabas en tus brazos, me refugiaste en tu seno, nunca me alejaste de ti. Eres para mí como la rosa más bella que en mi jardín floreció, a la que cuido mucho, la que cuida de mí y me da su aroma y frescura, mi Madre mi bella rosa. Tú, siempre más caricias que palabras, más alegrías que tristezas. Recuerdo cuando niña tú siempre junto a mi cama, me enseñaste a rezar al buen Dios. Yo siempre daba y doy gracias a mi Padre del cielo porque tú siempre estás conmigo y por ser tan buena. Mi Madre, mi amiga, mi mayor confidente a la que todas mis travesuras cuento y siempre me escuchas y me aconsejas quiero rendirte homenaje en este día de la Madre, mes de Mayo. Recuerdo que desde niña mi abuela me solía decir hijita soy tu tercera mamita y yo como niña curiosa le preguntaba ¿Por qué abuelita mi tercera mamita? Y ella me decía "hijita allá en lo alto hay una mujer muy linda que es tu primera mamita, la que está a tu lado es tu segunda mamita y yo tu tercera". Esta mujer muy linda es la Virgen y yo aún más curiosa le pregunté, ¿abuelita quién es la Virgen? Ella me contestó "La Virgen María es la madre del buen Dios, que nació en un portal entre mucha paja y con el calor de animalitos y el nacimiento del Señor lo hacemos en el mes de Diciembre. A igual que en Mayo celebramos el día de tu mamita y de todas las madres del mundo así también hacemos una celebración a la Virgen y ella se siente tan contenta como tu mamita en la tierra. Yo le dije "Abuelita, abuelita gracias por enseñarme quién es mi mamita del cielo, pero yo quiero mucho a mi mamita del cielo y a la de la tierra que siempre me cuida y quiero decirte que nunca quisiera que me dejen porque ahora las quiero más que nunca, porque son mis Madres" Ruth Marcela.

Madre tú me dices que estás vieja y llena de arrugas. No importa Madre, no importa. Tú eres siempre joven, eres como una niña. Tu cara es siempre bella y pareces apenas tener 15 años. Si madre tú eres para mí eso, mi bella, dulce y mi gran amiga. Tu hija, que te quiere mucho. Ruth Marcela A."

CARTA PÓSTUMA AL FALLECIMIENTO DE SU ABUELITA BLANCA VIRGINIA NUÑEZ VÉLEZ.

El día martes 13 de Agosto de 2013, falleció BLANCA VIRGINIA NÚÑEZ VÉLEZ; y en los funerales y honras fúnebres realizadas en el Campo "Santa Ana", en Cuenca, el día miércoles 14 de Agosto de 2013 y después de la Misa, mi hija RUTH MARCELA ALMEIDA ALVARADO, dijo en un sentido, profundo amor, para los presentes:

"Querida familia y amigos: Hoy nos invade una mezcla de emociones, tristeza ante la partida de nuestra Virgi como todos le decíamos con cariño y al mismo tiempo tranquilidad al saber que sus dolores ya terminaron.

Quiero comenzar dándole gracias a nuestro Padre Dios que con su infinita misericordia le dio el abrazo divino de descanso y paz, sabemos que un coro de ángeles te recibieron en el cielo Virgi y que ahora gozas de vida eterna sin tristezas ni dolores, tu cuerpo enfermo se quedó en la tierra pero tu espíritu ahora está en el paraíso libre y feliz.

Nos dejas un vacío inmenso, tu caminar fue largo y fuiste sembrando en nuestros corazones una huella imborrable o es que acaso cada uno de nosotros no tenemos una historia diferente que contar de mi Virgi. Una o miles de historias con las que recordaremos sonriendo.

Como olvidar gringa Martha la consentida de mamita Zoila, si tenía un cuento diferente para cada ocasión, pues sabemos de memoria tus aventuras, tus grupos para el juego de cartas, las trampas que te hacían don Pucha y don Daniel, las escapadas con tus sobrinas para las manitos de póker, los paseos a Shoray y muchas aventuras más.

Recuerdo los paseos a Guachún, todos pequeños esperábamos que llegue la noche para ir a dormir en ese gran dormitorio con miles de camas como en hospital, esperábamos que enciendas las velas para que nos cuentes el cuento de Mishiran Gato, o que cantes los veinte y cinco limones, a cada uno de tus nietos nos enseñaste a jugar cartas y nos llamabas con un silbido para que pongamos la mesa pero siempre fuiste la eterna perdedora ni a tus nietos pudiste ganar壯mo olvidar con la dulzura y cariño con el que nos saludabas y te despedías siempre con el besito a todos, no podré olvidar el tiempo que viví con ustedes y aprendí a decirles papá y mamá, las noches que te desvelaste poniéndome la timolina en las piernas para los dolores del frio, recuerdo tu pasito de baile y la alegría que ponías en cada fiesta.

Tú chispa, tus ocurrencias, tus palabras y frases propias de tu inventado diccionario, tu alegría, tu ingenuidad que te hacía genuina, fuiste única, hasta el final nos demostraste que fuiste una mujer luchadora y fuerte que en lecho del dolor nunca dejó de sonreír y nos robó más de una sonrisa entre lágrimas con sus bromas. Te quedas grabada en nosotros por siempre.

Virgi, éste no es un adiós, mi carita de muñeca, cerraste tus hermosos ojos azules, alzaste tus alas y volaste pero pronto nos volveremos a encontrar, hasta pronto. Te amamos"

CARTA DE MARÍA PAZ JARAMILLO ALMEIDA, EN SUS OCHO AÑOS,(16 de Julio 2001), EN MI CUMPLEAÑOS, 14 de Julio de 2009; cumplí 64 años, Rurthcita, y mis hijos Ruth Marcela, Katherine Elizabeth, Juan Marcelo y Paúl Geovanny, familiares y amigos me felicitaron por mi cumpleaños por teléfono y personalmente, pero recibí una cartita, en un papel de cuaderno a líneas, con un gran corazón y el texto con rojo, seguramente por el cariño de mi querida nieta María Paz, su texto dice y queda impregnado en mi mente y corazón:

"Abuelito. Feliz Cumpleaños. Abuelito quiero que sepas que te quiero mucho y te deseo un Feliz Cumpleaños y que siempre voz estés en mi corazón que la pases muy lindo en tu Cumpleaños. De: Paz. Para: mi Abuelito. Te quiero mucho"; sin olvidar que por teléfono mi nieto Juan José Ambrosi Almeida, me canto el feliz cumpleaños, con sus tres añitos.

Cumpleaños de mi madre

Este discurso fue pronunciado con mucha emoción, por GEOVANY MAURICIO ALVARADO NUÑEZ, en la "Quinta Virginia", ubicada en Challuabamba, por la inauguración de la propiedad y en conmemoración al cumpleaños de Virginita, al cumplir sus ochenta años, así en forma emocionada, ante familiares y amigos, dijo:

"Es justo y necesario que en este día, eleve mi voz, con todas mis fuerzas, para rendirte el homenaje que mereces querida Virginia, seguramente tu amante esposo y nuestro Padre, contempla con beneplácito, tu presencia, que siempre es importante, que es el real complemento de la Familia.

Encargo difícil pero no imposible hacerte este homenaje, ante tan dilectos amigos, parientes, concurrencia, y tus descendientes, hijos, hijas, hijos políticos, hijas políticas, nietos, nietas y bisnietos, que hemos formado nuestras familias; eres raíz, sabia y tronco; flores y frutos de esta gran familia y estirpe; destaco en tu cumpleaños, la presencia delicada y amorosa de la mujer, esposa, que concebiste y cuidaste a tus hijos e hijas, la amiga, la trabajadora laboriosa de tu hogar, nuestra guía, que siempre nos has brindado con tu dulce voz y mirada azul y serena, seguridad y protección, has cumplido una gran tarea con todos tus hijos hombres y mujeres que hoy te agradecemos nuevamente, pues cada uno gracias a ti que nos diste el ser, que nos convertiste en personas, trasladaste tu paz y firmeza en nuestras personalidades, por ti hemos formado nuestras familias que constituyen el más importante núcleo de la sociedad. Hoy, que cumples años, te saludamos emocionados querida Madre; y seguramente mi Padre que estará escuchando en la eternidad, estará unido a nuestros deseos de que seas siempre feliz, como lo somos todos nosotros, al contar con tu presencia, con tus palabras, con la luz de tus hermosos ojos. Hoy me ha correspondido, en esta propiedad que se llamará en adelante "Quinta Virginia", en honor a ti, en donde estaremos siempre reunidos, los niños, los jóvenes y por qué no decirlo los viejos, creciendo en unión, en solidaridad.

Donde hay un hogar feliz es porque hay una Madre y la presencia del Padre que se olvidan de si para darnos todo, comenzando por la existencia. Tú siempre tan dinámica y ejemplar, llena de cariño, de comprensión y dulzura, siempre generosa nos has brindado tu amor, eres la mujer que siempre nos guías sabiamente con tus consejos y alumbras nuestros caminos, la que siempre nos ayudó, siempre pendiente. Madre ya te oíamos y sentíamos tus caricias, tu presencia cuando niños y estábamos formándonos y desarrollándonos por obra de la sabía naturaleza y de Dios, en tu vientre materno y cuando nacimos y nos convertimos en personas; cuando niños nos alimentaste con tu seno materno, cuando cariñosamente nos arrullabas en tus brazos, nos refugiaste en tu pecho, nunca te alejaste de nosotros. Eres para todos los presentes, el esbelto y fragante rosal, que en nuestra mente creció brindándonos tu aroma y lo mejor de tu ser, la que cuida de nosotros y con tu presencia nos das tu fortaleza y frescura. Madre, tu siempre nos has proveído tus sabias y dulces palabras, nos colmas de alegrías. Madre, querida amiga, te rendimos nuestro homenaje en este día de tu cumpleaños, y en todos los días nuestras vidas"

El tío Miguel Ángel

De los tíos y tías numerosos, hermanos de mi Madre Cecilia María; destaco en este momento a mi tío MIGUEL ANGEL, que supongo mis abuelitos, al tener éste su último hijo, le pusieron ese nombre en honor al ángel de Dios; seguramente mimado y dueño de casa, tenía un carácter difícil, y problemas por sus llegadas a la madrugada, por amiguero y libador, por enamorado, por celoso de sus hermanas mayores solteras, por problemático; y al cual muchas veces vi cómo le castigaba mi abuelo con un acial de cuero de vaca; pero era muy fuerte y más alto que mi abuelo Eliseo y con gran enojo le decía pegue, pegue, no me duele, lo que hacía que renuncie al castigo a mi abuelo que furioso se dirigía a su estudio, un cuarto contiguo al gran dormitorio familiar, mientras que mi tío Miguel se dirigía a su cuarto; donde tenía sus cosas, muebles, ropa, su radio y su máquina industrial de costura de cueros y materiales de corte de cueros y armado de zapatos finos, pues ese era su oficio, coser cortes para zapatos de hombre, para lo que era muy hábil.

Yo recorría toda la casa del dormitorio a la cocina, de la huerta a la sala, del patio, hasta el balcón; pero tenía buen cuidado de no estar presente en el dormitorio y frente al altar a partir de las seis de la tarde, hora en la cual mis abuelos, tíos, tías, nietos y nietas, se reunía, para rezar el Santo rosario, que duraba cerca de dos horas, con todas las de ley, con cantos y en latín, muy pocas veces mi Madre logró llevarme a los rezos; pues al concluir, mi abuelo tomaba su paraguas, su Biblia y se dirigía a la iglesia de la parroquia al rezo de la noche, mientras la familia oía la radio, conversaba, las mujeres tejían, mi Madre cosía, en nuestro pequeño cuarto y cocina, que le arrendaban mis abuelos; así como a mi tío Jorge y a mi tío Manuel, casados, con hijos y cuya actividad era también el de aparadores de cortes de zapatos de hombre, trabajaban en su propio domicilio.

Siempre y desde niño, trataba de descubrir la verdad, era curioso, inquieto y una tarde, desde luego antes del Santo Rosario en familia, acerque una de las sillas altas de laurel, que por cierto pesaba mucho y me entretuve en el altar, abrí cada uno de los joyeros de la abuelita y pase inspección de cada uno de los aros, zarcillos, aretes, pulseras, collares, de oro, admirando pieza por pieza; en circunstancias que me encontraba con un arete, lleno de perlas y esmeraldas, sentí que se aproximaba alguien al dormitorio, sin intención alguna puse el arete en mi bolsillo derecho de mí pantalón y salte de la silla, oculto debajo del altar vi pasar a una mujer, posiblemente una de mis tías que iba a preparar el altar a prender las velas, salí corriendo y sin que me viera, en dirección a mi casa, más tarde merendé y dormí temprano, ya había hecho mi deber y el día siguiente había clases normales de mañana y tarde, en la Escuela "República Argentina", en donde estudiaba segundo grado y tenía como compañero a mi primo Jorge, hijo del tío Jorge; este primo era blanco, de ojos claros, más alto y de pelo rebelde, era el preferido de mi abuelito, pues yo nunca recibí un cariño o afecto de mi ascendiente; los juegos eran diversos en la Escuela y en mis bolsillos habían bolas, tillos, el zumbambico, hecho con hilo grueso y un tíllo o tapa de cola metal liza aplastada, que al hacerla rotar, era depositada en la cabeza de otro niño, ante sus gritos de desesperación, había la resortera o llamada catapulcra, para piedras o para papeles doblados, el trompo y la piola, el rulimán, los cocos chilenos, así como los billusos o cubiertas de cajetillas de cigarrillos, como Camel, Chester Field, Luchy, Progreso del amarillo y de envolver, los cuales les dábamos valores y los teníamos doblados como dinero en billetes; en definitiva niños y niñas teníamos nuestros juegos y juguetes de temporada que los confeccionábamos; recuerdo a mi rueda de caucho y gancho de alambre que la tenía en casa y con ella recorría las calles del barrio, y que la manejaba hábilmente, también tenía un par de patines metálicos y las cometas con el hilo de chillo, cometas que construíamos buscando los materiales en los terrenos aledaños, en especial con el sigsig y el engrudo con papel de periódico.

Disponía además de una pequeña navaja para construir mis juguetes de palo de balsa y además la utilizaba para jugar al territorio, pues trazábamos una figura en el piso de tierra, entre dos o más niños y en su turno lanzábamos la navaja y dividíamos el territorio del enemigo a nuestro favor, por desgracia la navaja caía y no prendía el suelo, se perdía el turno; también confeccionábamos un canal circular y con todas las líneas, para jugar al churo, con una bola cada uno y el jugador que era alcanzado, tenía que regresar al principio del churo, que era como una gran serpiente o camino; cuando jugábamos a la bomba, las apuestas eran botones o porotos secos de colores múltiples, los que sacábamos del círculo hecho en tierra con el tingue de nuestros dedos de la mano derecha en mi caso; sin hacer a un lado el fútbol de todos contra todos; pero entre juegos había las peleas que no se realizaban dentro de la Escuela, se pactaban para la salida y al fondo de la calle cerca del bosque de eucaliptos, donde hoy es la ciudadela México; la mayor parte de mis contiendas o peleas eran organizadas por mi primo Jorge, que era cobarde y se escudaba en mí que era de estatura menor, yo le apodaba, "Burro blanco", y siempre se realizaba la pelea porque mi primo les decía a sus oponentes dense con mi primo a ver lo que les pasa, lo peor es que a última hora me enteraba y ya en el lugar de las peleas conocía a mis rivales, a los cuales si ganaba, el primero en levantar mi brazo era el "Burro blanco", pero si por desgracia había siquiera visos de pérdida, desaparecía y salía corriendo en dirección a su casa, abandonándome a mi suerte, esas fueron mis primeras contiendas, en peleas a puño, sin patadas y no pegando al que está en el suelo, pero a veces me olvidaba de esas reglas y seguía peleando y repartiendo patadas, puñetes, empellones, codazos, para llegar a la casa a veces lastimado, y cuando me preguntaba mi Madre la razón de los remellones y lastimados, le decía que me había caído en el patio, lo que no me creía, pues la noticia había llegado ya a su conocimiento personal por mi manager; al día siguiente el cobarde me evitaba, o a veces se le borraba de la memoria el incidente y me ofrecía alguna golosina, pero recuerdo su voz solapada y tartosa española, más aún le tenía odio por ser preferido de mi abuelo Eliseo.

Una mañana, al sacar el juguete favorito del bolsillo delante de mis amigos para el juego de territorio, marcando dos porciones de tierra y cada participante lanzaba su navaja al territorio contrario, y si caía clavada cercenaba el terreno del oponente, y si no se clavaba, se cedía el turno al oponente, pagando por la pérdida del territorio con billusos, o envolturas de cigarrillos, los que tenían su valor correspondiente; en esos ajetreos andaba, sacando mi pequeña navaja y junto con ella, de mi bolsillo derecho del pantalón, salió enredado el arete de mi abuelita Zoila, el cual me había olvidado, enseguida un niño me ofreció veinte centavos por la joya, yo no pensé dos veces y lo di, seguramente ninguno de los dos valoraba ese arete, el que era imposible retornarlo al cofre de la abuelita; pasaron algunos días, y al entrar al dormitorio familiar que era inmenso y con muchas camas, había gran alboroto, mi abuelo con acial a la mano, le reclamaba a mi tío Miguel, que devuelva el arete de la abuela y le castigaba, al oír esa reclamación desaparecí a mi casa y solamente después de muchos años, le conté el secreto a mi tío, el que festejo mi travesura con grandes risas mezcladas hasta con lágrimas, no sin antes le repita la historia varias veces con lujo de detalles, pues él había olvidado el incidente y cueriza que le dio mi abuelo, mientras tomábamos whisky en mi casa, en Cuenca.

El primo Juan hijo de tía Isabel

En mi infancia y niñez recuerdo a mi tía Isabel y a su hijo Juan Manuel, ella Madre soltera, era una mujer hermosa, trigueña, con ojos cafés claros, muy bondadosa y de un trato afable, llena de sinceridad, una mujer santa e inocente; su hijo trigueño, espigado y muy ágil, pero introvertido y triste, al cual mis abuelos criaron y educaron y por último le reconocieron como un hijo último, pues siempre se preocuparon de mi tía quien recibió el cariño y apoyo moral y manutención de sus ascendientes, así como una gran consideración y aprecio de toda la Familia; ella siempre estuvo acompañando a mi abuelita Zoila, en las labores de la casa, en la cocina, en el pan, los manjares de fiesta, confeccionando el café y el cacao de casa, su cocina y platos eran exquisitos y su generosidad manifiesta, cuando me presentaba en la gran cocina y comedor familiar, con su fogón de leña, su horno tradicional y los estantes bien surtidos. Juan Manuel era mayor que mí, pero ya a su temprana edad y luego de terminar la Escuela, por ser un excelente estudiante, ganó una beca de estudios para Argentina, pero no viajó por que el Abuelito Eliseo, se opuso; a continuación demostrando gran habilidad, se compró una máquina industrial y empezó el también a diseñar y coser cortes de zapatos de hombre, no sin la envidia del soltero e hijo menor de la casa Miguel Ángel, su tío.

Prácticamente la simpatía era mutua y mi primo me andaba a llevar a sus actividades, entre otras era como un ritual y cada mes, el abuelito, le encargaba, que vaya a comprar un litro de puro de caña, al distribuidor que estaba en la calle Alpahuasi, pasando la línea férrea y el "Pobre Diablo"; la gran botella la traíamos por turno, pasando por la casa de un niño negro, el único de su género en el barrio, que era carpintero, con quien acordábamos el juego de fútbol para el sábado, en el potrero con otros niños; nos despedíamos del simpático negrito y llegábamos a la casa, entregando al abuelito en su cuarto de estudio la encomienda, algunas veces recibiendo una propina; eran las únicas veces que podíamos admirar su cuarto, lleno de libros, de armas de fuego, en especial escopetas y muchos puñales, armas de procedencia europea, su escritorio, su sillón y estantes, con sus trofeos y tesoros, también su guardarropa y un gran radio Telefunken y otro RCA Víctor, tenía muchos utensilios, herramientas, medicinas, los paquetes de tabaco el Progreso, varios artefactos de caballería y tres grandes látigos de cuero retorcido, en las paredes había cuadros y fotografías de la familia; era su lugar reservado, secreto, donde leía y meditaba con su surtida biblioteca; nunca vi a mi Abuelo ebrio, pues de vez en cuando y después del Santo Rosario diario de la familia y de su merienda, se asomaba al balcón del dormitorio, que daba a la calle empedrada, y tomaba su copa de aguardiente, mientras pensaba y meditaba; para luego dejar su copa vacía en su estudio reservado, al que no permitía el acceso a nadie, excepto una vez cada mes a los dos, sus emisarios; luego cogía su abrigo, su sombrero, su paraguas, el libro de rezar y salía de la casa al rezo diario en la Iglesia Parroquial de Chimbacalle, recuerdo que en esa Parroquia y algunas veces vi al Doctor Camilo Ponce Enríquez, en compañía del párroco y Clérigos, que se reunían y conferenciaban asiduamente, se formaba el Partido Social Cristiano, con el apoyo de miembros de la Iglesia; en esa iglesia y a la entrada, en la parte izquierda, estaba el reclinatorio privado de mi abuelo, que pertenecía a la Cofradía de los franciscanos, y con el hábito café chocolate de franciscano, con capucha y un rosario, le vi por última vez, en su féretro cuando falleció.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16
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