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La poesía española en el Siglo XX




Enviado por Eugenia Sol



Partes: 1, 2, 3

Monografía destacada

  1. La renovación de la lírica en el fin de siglo: Rubén Darío, Antonio Machado
  2. La poesía entre el modernismo y la vanguardia: Juan Ramón Jiménez
  3. Las vanguardias en España
  4. Los poetas de la generación del 27: entre la tradición y la vanguardia
  5. La poesía de Federico García Lorca: Poética. Evolución (del Libro de poemas a los Sonetos del amor oscuro)
  6. El Romancero gitano: los personajes, el espacio, los símbolos, la métrica, el estilo

La renovación de la lírica en el fin de siglo: Rubén Darío, Antonio Machado

Una de las características principales de los autores y obras que marcan el paso entre los siglos XIX y XX es, precisamente, su diversidad. Pero, pese a la multiplicidad de corrientes artísticas y de pensamiento, hay que entender el fin de siglo como un gran movimiento en el que se manifiestan ciertas inquietudes comunes de índole espiritual y social.

De estos escritores destaca a primera vista su afán por ser originales, que raya en muchas ocasiones en la rareza e incluso en la extravagancia, en lo que pretende ser una demostración externa de su desprecio por las convenciones y por el término medio. Plantean, en realidad, una nueva escala de valores sociales y éticos, frente al mundo burgués que, asentado en el orden y la tradición, aborrece la irracionalidad y el caos. El artista, fiel sucesor del espíritu romántico, se sentía al margen de la sociedad, rebelde ante ella, y protestaba contra el orden burgués rechazando la realidad, en la que no podía ni quería integrarse. Estos escritores serán los llamados modernistas.

PRECEDENTES E INFLUENCIAS

La diversidad y riqueza de la literatura española de finales del siglo XIX y principios del XX tiene una de sus razones en la gran cantidad de movimientos literarios, artísticos y filosóficos que se entrecruzan en ese momento:

Parnasianismo (Francia): Los parnasianos defienden el ideal de "el arte por el arte": frente al creciente utilitarismo, el arte y la belleza están por encima del bien y del mal, y son el único consuelo en la vida.

El parnasianismo influirá en el modernismo por su anhelo de perfección formal, por su afición al detalle y por el gusto por temas que luego serán típicamente modernistas (mitología griega, exotismo oriental, civilizaciones antiguas…)

Simbolismo (Francia): Los simbolistas pretenden ir más allá de lo aparente, con lo que la poesía se convierte en un instrumento de conocimiento que, a través de los símbolos, capta la realidad suprarracional. Los símbolos son imágenes físicas que sugieren o evocan lo que no es físicamente perceptible: ideas, sentimientos, angustias, obsesiones… son un medio de captar lo que no se puede percibir y de mostrar lo que no se puede expresar.

– Estas tendencias desembocan finalmente en Europa en un movimiento estético muy semejante al bautizado como modernismo en las literaturas hispánicas: el decadentismo. Es una nueva sensibilidad que se siente atraída por todo lo excitante y oscuro, lo enfermizo, lo voluptuoso y lo morboso. Oscar Wilde es el acabado modelo de los decadentes de la Europa de finales del XIX.

– Aunque se acusó de extranjerizantes a los modernistas, hay en sus textos múltiples huellas de la literatura española: es fundamental la presencia de Bécquer, que para los modernistas representa la fusión perfecta entre poesía culta y poesía popular; Rosalía de Castro, y su aire intimista y de confesión personal; Espronceda y Zorrilla, en cuya poesía es patente el gusto por el pasado, por la luz, el color y la música.

LA POESÍA DE PRINCIPIOS DE SIGLO: EL MODERNISMO

El modernismo es un movimiento literario surgido en Hispanoamérica en el último cuarto del siglo XIX. Como movimiento literario, supone la superación del romanticismo y la conexión con la literatura europea, fundamentalmente francesa, lo cual supuso una absoluta renovación en el panorama de Hispanoamérica. La conexión se realiza con el parnasianismo y el simbolismo, ya que Francia se convierte en la capital espiritual de los modernistas, y se activa una actitud cosmopolita frente a la literatura nacional. Algunas características globales del movimiento, que es llamado así por Rubén Darío en 1890, son el malestar del poeta en la sociedad, su melancolía y su soledad, que provocan una huída espacial y temporal hacia paraísos de refinamiento.

Por otra parte, las problemáticas circunstancias políticas y sociales de España, agravadas por el suceso del 98, provocan un estado general de pesimismo que incide sobre el ya característico de esa época. El desastre trae consigo un reconocimiento de la decadencia y, al mismo tiempo, la voluntad de actuación para remediarla. Una minoría intelectual reafirma la necesidad de incorporarse a Europa y participar activamente en su evolución, pero al mismo tiempo tratan de mostrar a Europa los valores nacionales. Por ello, la historia y la cultura españolas van a convertirse en temas fundamentales para los escritores que inician su obra en esta época. De aquí se extrae que la Generación del 98 no es un movimiento literario independiente, sino una tendencia que surge de entre los modernistas para centrarse en la problemática específica de España.

Atendiendo a su origen histórico, el 98 es posterior al modernismo y surge a consecuencia de un acontecimiento nacional. Sin embargo, si este nace por intereses artístico-ideológicos, el 98 representa una actitud que no se manifiesta en la creación de obras estéticas, sino en una concepción realista o intimista de la vida. Asimismo, los autores modernistas también prestaron atención al tema de España y procuraron su regeneración a través de críticas y actualizaciones de temas del pasado.

Temas coincidentes en el Modernismo y en la Generación del 98

Tiempo: el tema adquiere en muchas ocasiones caracteres de angustia ante lo fugaz e imperecedero de la realidad. Rubén Darío insiste en el carpe diem y expresa el carácter irreversible del tiempo que conduce fatalmente a la muerte. En Antonio Machado el tiempo es la raíz de su poesía. En Juan Ramón Jiménez el tema se halla unido al anhelo de eternidad. También en Unamuno la temporalidad está íntimamente ligada a su ansia de inmortalidad.

A partir de este tema se explican otros conceptos como la preocupación por la vida y la muerte, el sueño, el desengaño, el pesimismo y el sentimiento religioso.

Soledad: junto al tiempo, es el tema dominante en la literatura de este siglo. Coincide con los planteamientos filosóficos que insisten en la necesidad del encuentro del hombre consigo mismo, para lo cual es imprescindible estar en soledad.

Sueño: la única forma de superar la angustia existencial es la creación de una nueva realidad mediante el sueño como medio de evasión. Este nuevo universo creado por el poeta tiene el mismo valor que la realidad, y vida y sueño llegan a ser lo mismo a base de complementarse.

Desengaño: de la consideración de la brevedad de la vida y de la obsesión por la muerte procede el sentimiento de desencanto que domina el nuevo siglo.

Sensualismo: junto a la consideración pesimista de la vida, coexiste un impulso vitalista que se traduce en la apetencia por gozar del mayor número de sensaciones. Incluso el tipo de escritor bohemio, excéntrico, rebelde, de vida irregular y amante de los placeres se pone de moda por influencia francesa. Por otra parte, se produce una vuelta a la naturaleza y a la valoración de todos sus elementos, incluso los más sencillos.

Temas fundamentales del Modernismo

  • Una desazón "romántica": predomina un malestar, un rechazo a una sociedad vulgar, una sensación de desarraigo, de soledad y de profunda tristeza. Por ello se exalta lo pasional y lo irracional por encima de la razón.

  • El "escapismo": el modernista huye del mundo por caminos de ensueño, en busca de otro mundo en el que inspirarse: se produce una evasión en el espacio (el exotismo, la huída hacia Oriente) y una evasión en el tiempo (hacia el pasado medieval, renacentista o el siglo XVIII).

  • Cosmopolitismo: es un aspecto más de la necesidad de evasión, de buscar lo distinto, lo aristocrático… y ese cosmopolitismo desemboca en la devoción por París. La palabra, utilizada como bandera de la modernidad, indica el deseo de un entendimiento a nivel supranacional.

  • Amor y erotismo: hay un contraste entre un amor delicado y un intenso erotismo: se encuentra una idealización del amor y la mujer, que se conjuga con descripciones sensuales.

  • Temas americanos: se trata de una manifestación de la evasión hacia el pasado y sus mitos. Después, se cultivan los temas autóctonos con el deseo de buscar las raíces de una personalidad colectiva.

  • Lo hispánico: esa misma búsqueda de la raíces explica también los temas hispanos. Una vez superado el desastre del 98, se muestra un sentimiento de solidaridad de los pueblos hispánicos frente a la pujanza de los E.E.U.U.

Innovaciones en el lenguaje y en la métrica

En cuanto al lenguaje, el artista moderno utiliza la expresión como recurso para lograr la emoción deseada, y por ello conviven dos tendencias opuestas, la sencillez y la ornamentación, y no solo una de ellas. Sin embargo, si algo caracteriza a los modernistas es la importancia de la sensación en su visión del mundo. Para trasladar al lenguaje esa forma de expresión recurren a un enriquecimiento del vocabulario, a una adjetivación extraordinaria, a la ornamentación, a la abundancia de expresiones sensoriales y a la utilización de la sinestesia.[1]

Aparecen los colores (el azul, que representa lo infinito –como el mar- y el sueño; y otros colores más ornamentales y exóticos: malva, violeta, oro, gris, plata, marfil, ébano); los aromas tienen, como los colores, la finalidad de excitar los sentidos, y proceden de flores (lirios, nardos, mirtos, acantos, crisantemos, nenúfares, rosas) que aportan sensualidad; las sensaciones auditivas se consiguen gracias a la evocación de diferentes instrumentos musicales, cuya presencia nos traslada a épocas pasadas: arpas, claves, liras, flautas.

Los ambientes modernistas están inspirados en jardines otoñales, con fuentes de débiles surtidores y estanques donde el tiempo se detiene. La melancolía envuelve la mayoría de estos paisajes. Los países y ciudades que aparecen, antiguos o actuales, tienen el misterio de lo desconocido, lejano o exótico (Oriente, Grecia, Arabia, París) con el fin de distanciar la realidad.

En lo referente a la métrica, aquí se encuentran algunas de las innovaciones más llamativas, ya que el modernismo acentuó la importancia del verso, ya que se trataba de conseguir la armonía, además de por la selección de las palabras, también por los acentos, sonidos y rimas. En general, se utilizaron toda clase de versos, particularmente los de arte mayor, en especial el alejandrino, y también el endecasílabo, el eneasílabo, y el dodecasílabo por la influencia francesa; muchas veces además se usaron en estrofas monorrimas; dentro de los versos de arte menor, los octosílabos gozaron de la preferencia de algunos poetas.

Las estrofas tradicionales adquieren un tono diferente por la variedad de versos empleados (sobre todo en sonetos y silvas). Entra con fuerza el verso libre, ya que significaba la aspiración a una expresión pura, sin ataduras. Junto a estas innovaciones persisten las formas tradicionales (letrilla, romance, cuarteta, seguidilla), especialmente en el modernismo español, que trató de fusionar lo popular y lo culto.

RUBÉN DARÍO

Félix Rubén García Sarmiento, más conocido como Rubén Darío, nació el 18 de enero de 1867 en San Pedro de Metapa, Nicaragua. Fue criado por su abuela tras la separación de sus padres. En el año 1886 viaja a Santiago de Chile, donde publicó su primer gran título: Azul (1888), libro que llamó la atención de la crítica. De regreso a Managua contrajo matrimonio con Rafaela Contreras en 1891; quince meses después nació su primer hijo y en 1893 falleció su esposa. En el año 1892 viajó a España como representante del Gobierno nicaragüense para asistir a los actos de celebración del IV Centenario del descubrimiento de América. Tras viajar por distintos países, residió en Buenos Aires, donde trabajó para el diario La nación. En 1898 regresa a España como corresponsal y alterna su residencia entre París y Madrid, donde en 1900, conoce a Francisca Sánchez, mujer de origen campesino con la que tuvo un hijo y vivió hasta el resto de sus días. Convertido en poeta de éxito en Europa y América, es nombrado representante diplomático de Nicaragua en Madrid en 1907. Sus primeros poemas son una mezcla de tradicionalismo y romanticismo; Abrojos (1887) y Canto épico a las glorias de Chile (1888). Este mismo año publica Azul… (1888, revisado en 1890), dividido en cuatro partes: 'Primaveral', 'Estival', 'Autumnal' e 'Invernal'. A este libro debe que sea considerado como el creador del modernismo; escritores como Ramón María del Valle-Inclán, Antonio Machado, Leopoldo Lugones o Julio Herrera y Reissig le reconocieron como el creador e instaurador de una nueva época en la poesía en lengua española. En París entra en contacto con los poetas parnasianos y simbolistas abandonando el provincialismo por una poesía de la universalidad y cuenta su vida cotidiana pero a través de símbolos herméticos. En Prosas profanas (1896 y 1901), obra simbolista, desarrolla de nuevo el tema del amor. Formalmente creó una poesía elevada y refinada con muchos elementos decorativos y resonancias musicales; Cantos de vida y esperanza (1905) es el mejor ejemplo de ello. El canto errante (1907), es su libro, conceptualmente, más universal. En 1913 cae en un profundo misticismo y se retira a la isla de Mallorca. Allí empieza a escribir una novela, La isla de oro -que nunca llegó a concluir- en la que analiza el desastre hacia el que está caminando Europa. También compone Canto a Argentina y otros poemas (1914), un libro dedicado a este país en el año de la celebración de su centenario en que quiso seguir el modelo del Canto a mí mismo de Walt Whitman. En 1915 publica La vida de Rubén Darío, año en que regresó a América, donde falleció en 1916 poco después de llegar a Managua.

Obra poética

La evolución poética de Rubén Darío está marcada por la publicación de los libros en los que la crítica ha reconocido sus obras fundamentales:

Azul… (1888), considerado el libro inaugural del Modernismo hispanoamericano, recoge tanto relatos en prosa como poemas, cuya variedad métrica llamó la atención de la crítica. Presenta ya algunas preocupaciones características de Darío, como la expresión de su insatisfacción ante la sociedad burguesa. En 1890 vio la luz una segunda edición del libro, aumentada con nuevos textos, entre los cuales destaca una serie de sonetos en alejandrinos.

En general, el libro supuso una influencia directa del parnasianismo, una renovación de la poesía al aplicar al español las innovaciones francesas en sintaxis y léxico. El azul era para Darío el color del ensueño, del arte, de la inmensidad del océano y del firmamento.

La etapa de plenitud del Modernismo y de su obra poética la marca Prosas profanas (1896), colección de poemas en los que la presencia de lo erótico es más importante, y del que no está ausente la preocupación por temas esotéricos (como en el largo poema "Coloquio de los centauros"). En este libro está ya toda la imaginería exótica propia de la poética dariana: la Francia del siglo XVIII, la Italia y la España medievales, la mitología griega… lo que la convierte en una obra totalmente original por el tono y por el sentido: una visión estética de la historia y del mundo, que trata los temas desde una perspectiva en la que la vida es realzada por la belleza.

En 1905, Darío publicó Cantos de vida y esperanza, que anuncia una línea más intimista y reflexiva dentro de su producción, sin renunciar a los temas que se han convertido en señas de identidad del Modernismo. Se vislumbra su preocupación por el gran misterio de la vida: la muerte lo obsesiona ahora como cosa concreta que pondrá fin a los goces de la carne (ver "Lo fatal"). En este libro la temática se diversifica más y se hace más grave. Es una obra donde aflora más "lo hispánico", un canto político, social y humano. Al mismo tiempo, aparece en su obra la poesía cívica, con poemas como "A Roosevelt", una línea que se acentuará en El canto errante (1907) y en Canto a la Argentina y otros poemas (1914). El corte intimista de su obra se acentúa, en cambio, en "Poema del otoño y otros poemas (1910), en que se muestra una sencillez formal sorprendente en su obra.

En la obra de Rubén Darío hay dos amores predominantes: la poesía y la mujer. En cuanto a la mujer, no es un amor hacia una mujer concreta, sino a la mujer como objetivo del amor, como ideal amoroso. Respecto a la poesía, toda su obra es una defensa de la dignidad del poeta y su arte: en él se mantiene la idea tradicional de que el poeta es intérprete del universo y de la vida.

ANTONIO MACHADO

(Sevilla, 1875 – Collioure, 1939) Aunque influido por el modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideario de la Generación del 98. Hijo del folclorista Antonio Machado y Álvarez, y hermano menor del también poeta Manuel Machado, pasó su infancia en Sevilla y en 1883 se instaló con su familia en Madrid.

Se formó en la Institución Libre de Enseñanza y en otros institutos madrileños. En 1899, durante un primer viaje a París, trabajó en la editorial Garnier, y posteriormente regresó a la capital francesa, donde entabló amistad con Rubén Darío. De vuelta a España frecuentó los ambientes literarios, donde conoció a J. R. Jiménez, R. del Valle-Inclán y M. de Unamuno.

En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, cuidad en la que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. En 1910 le fue concedida una pensión para estudiar filología en París durante un año, estancia que aprovechó para asistir a los cursos de filosofía de H. Bergson y Bédier en el College de France. Tras la muerte de su esposa, en 1912, pasó al instituto de Baeza.

Doctorado en filosofía y letras (1918), desempeñó
su cátedra en Segovia y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia
Española. Al comenzar la Guerra Civil se encontraba en Madrid, desde
donde se trasladó con su madre y otros familiares al pueblo valenciano
de Rocafort y luego a Barcelona. En enero de 1939 emprendió camino al
exilio, pero la muerte lo sorprendió en el pueblecito francés
de Colliure.

Obra poética

En los años en que triunfa el Modernismo aparece Soledades (1903) y luego –suprimidas algunas composiciones y añadidas muchas más- Soledades, galerías y otros poemas (1907). A pesar de una tendencia a la sobriedad expresiva que se observa en los poemas de la segunda edición, es mucho lo que hay de modernismo en la obra. Se trata, eso sí, de un Modernismo intimista, con esa veta romántica que recuerda a Bécquer o Rosalía de Castro. En esta obra Machado "mira hacia dentro", tratando de apresar sentimientos universales que conciernen, ante todo, a los temas de el tiempo, la muerte y Dios. Es decir, habla del problema del destino del hombre. Sin embargo, también hay recuerdos nostálgicos de la infancia, evocaciones del paisaje y un amor más soñado que vivido. Soledad, melancolía o angustia son los resultados de ese mirar hacia el fondo del alma.

Esa influencia modernista se nota también en la versificación, donde hay una presencia reveladora de dodecasílabos y alejandrinos; sin embargo, ya se observa el gusto por formas más sencillas, como la silva.

Campos de Castilla se publica en 1912, poco antes de la muerte de Leonor. Los "enigmas del hombre y del mundo" la siguen inspirando poemas pesimistas, pero loo que aporta de nuevo este libro son los cuadros de paisajes y de Gentes de Castilla, o las meditaciones sobre la realidad española.

El paisaje aparece recogido en algunos poemas, con una objetividad absoluta; sin embargo en otros la subjetividad es esencial, porque o bien proyecta sus sentimientos sobre esas tierras, en una selección que prefiere lo austero de las mismas, o bien trata de mostrar en ellos sus obsesiones y estado de ánimo.

La preocupación patriótica le inspira poemas sobre el pasado, el presente o el futuro de España, y en ellos se observa una actitud crítica hacia la realidad española. En otros, por el contrario, ofrece una visión histórica y progresista, que muestran su fe en una "nueva España" que sabrá salir adelante.

Es interesante resaltar la inclusión en la obra de la serie de Proverbios y cantares, poemas muy breves en los que surgen las hondas preocupaciones del poeta.

Nuevas canciones se publica en 1924. Es una obra breve y heterogénea, con poemas que aluden a su tierra andaluza, pero que no sacuden su sensibilidad como lo hacen aquellos en que vuelve a evocar a Soria. También encontraremos composiciones intimistas, pero hay que destacar que continúa aquí con nuevos Proverbios y cantares, que en esta obra enseñan preocupaciones no tan íntimas, sino de carácter más filosófico.

En los años posteriores a 1924 su producción poética empieza a ser escasa, y no publica nuevos libros de poemas, y sí diversas ediciones de sus Poesías completas, con poemas que se van añadiendo cada vez, como el Cancionero Apócrifo de Abel Martín y Juan de Mairena, poetas inventados por él. También son destacables sus Poesías de guerra, una veintena de composiciones en las que se muestra como un poeta comprometido con la causa republicana.

Machado significa la hondura en el enfoque de graves problemas humanos, la identificación de un poeta con una tierra, un ejemplo de fidelidad a sí mismo y a su pueblo. Para él, la poesía existe en virtud de unos sentimientos que se dan históricamente como producto de los valores que crean los hombres, es una manera de expresar la propia existencia, y al mismo tiempo es un modo de conocimiento.

La poesía entre el modernismo y la vanguardia: Juan Ramón Jiménez

NOVECENTISMO O GENERACIÓN DEL 14

El Novecentismo supone la irrupción en España de una generación de intelectuales que tratan de realizar una verdadera modernización intelectual del país. Aunque España permanece neutral en la I Guerra Mundial, sufre igualmente profundos cambios a partir de esa fecha: fuertes conflictos sociales, crecimiento de la pequeña burguesía reformista, protagonismo de los movimientos obreros… Y es en este ámbito en el que se consolida un tipo de intelectual diferente: ya no se trata de los bohemios modernistas, que suelen ganarse la vida con sus artículos periodísticos, sino de profesionales sólidamente formados y de titulados universitarios que defienden la claridad racional y el europeísmo como camino a seguir para esa modernización.

Características

Entre las características más destacadas de los autores de este movimiento, podemos destacar:

  • Racionalismo: Frente al irracionalismo modernista, los novecentistas persiguen el rigor intelectual, el análisis frío y objetivo de las circunstancias, y la claridad expositiva.

  • Antirromanticismo: Se rechaza lo sentimental y lo pasional, y se prefiere los clásico, las actitudes equilibradas y serenas, y la expresión intelectualizada de las emociones, lejos de todo patetismo.

  • Defensa del "arte puro": El arte tiene que limitarse a proporcionar placer estético, y no ha de ser vehículo de preocupaciones religiosas o políticas, ni de emociones personales. Se concibe el arte como algo autónomo de la vida, lo que conduce a veces a convertirlo en un mero juego intelectual.

  • Aristocratismo intelectual: La búsqueda de la objetividad y de la perfección hace que estos autores se dirijan a entendidos: la literatura, por tanto, está concebida para minorías selectas, haciendo de ella una expresión elitista.

  • Estilo cuidado: El ideal de obra "bien hecha" lleva a una extrema preocupación por la concepción y estructura de las obras y por su lenguaje. Se persigue un estilo pulcro y depurado.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Juan Ramón Jiménez Mantecón. (Moguer, Huelva, 23 de diciembre de 1881 – San Juan, Puerto Rico, 29 de mayo de 1958). Poeta español y premio Nobel de Literatura.

Estudia en la Universidad de Sevilla, pero abandona Derecho y Pintura para dedicarse a la literatura influenciado por Rubén Darío y los simbolistas franceses. Tiene varias crisis de neurosis depresiva y permanece ingresado en Francia y en Madrid. En esta ciudad se instala definitivamente; realiza viajes a Francia y a Estados Unidos, donde se casa en 1916 con Zenobia Camprubí. En 1936, al estallar la Guerra Civil española, se exilia a Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico. En este último país recibe la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura en 1956. 

Obra poética

La crítica suele dividir su trayectoria poética en tres etapas: 

Época sensitiva (1898-1915): marcada por la influencia de Bécquer, el Simbolismo y el Modernismo. En ella predominan las descripciones del paisaje, los sentimientos vagos, la melancolía, la música y el color, los recuerdos y ensueños amorosos. Se trata de una poesía emotiva y sentimental donde se trasluce la sensibilidad del poeta a través del perfeccionismo de la estructura formal. Su obra más importante es Arias tristes, donde encontramos una poesía "vestida de inocencia", es decir, sencilla de formas y transparente de emoción, y en ella el sentimiento de soledad, de melancolía, o los temas del paso del tiempo y la muerte alcanzan una enorme expresividad.

Época intelectual (1916-1936): Esta etapa viene marcada por el Diario de un poeta recién casado. En este libro se produce un cambio radical respecto a la etapa anterior: desaparece el léxico modernista, la adjetivación sensorial o los ritmos sonoros. Se trata de una "poesía desnuda", en la que se elimina lo anecdótico para dejar paso a la concentración conceptual y emotiva. Por eso predominan los poemas breves, densos, con versos breves y sin rima o con leves asonancias. Se inicia asimismo una evolución espiritual que lo lleva a buscar la trascendencia. En su deseo de salvarse ante la muerte se esfuerza por alcanzar la eternidad, que busca conseguir a través de la belleza y la depuración poética.

Época suficiente o verdadera (1937-1958): Durante su exilio en América, Juan Ramón prosigue con su indagación poética, en busca de una obra más exigente y ambiciosa. A esta etapa corresponden En el otro costado y, sobre todo, Dios deseado y deseante. Esta última obra es un conjunto de poemas de tono místico: la sed de eternidad le ha llevado al contacto o a la posesión de un dios que se identifica con la naturaleza, con la belleza o con la propia conciencia creadora.

Su idea de poesía está presidida por una triple sed: sed de belleza, sed de conocimiento y sed de eternidad. Ante todo, para Juan Ramón, poesía es belleza, expresión de un goce exaltado de lo bello, donde quiera que se encuentre. Pero la poesía es también un modo de conocimiento, de penetración en la esencia de las cosas, un camino hacia la verdad. Por último, es la expresión de su ansia de eternidad, concebida precisamente como posesión de la belleza y la verdad: de ahí su preocupación angustiosa por la fugacidad de las cosas, y de ahí también su especial idea de Dios, a quien identifica con la naturaleza, con la belleza absoluta o con la propia conciencia creadora.

Las vanguardias en España

Los modernistas habían traído novedades, pero no podía hablarse de ruptura con respecto a la literatura anterior, sino más bien de innovación. En cambio, los movimientos de vanguardia sí que significan una verdadera ruptura. Con el término de "vanguardia" se ha designado a aquellos movimientos que se oponen a la estética anterior y que proponen concepciones profundamente nuevas del arte y de las letras. En España comenzarán a gestarse a partir de 1914, pero será en los años 20 cuando se observe ese alejamiento progresivo de la realidad y la intensificación de la exploración estética que caracterizará a los movimientos de vanguardia.

Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888 – Buenos Aires, 1963) fue el impulsor de las vanguardias en España. Fue un escritor puro. El mundo le resultaba un circo grotesco y lo describía con humor, y también con un poso de amargura.

Su vida y obra son una continua ruptura de las convenciones. Cultiva lo extravagante, lo grotesco, lo provocativo. Defendió las nuevas corrientes de vanguardia, y creó un género que le es característico: la greguería: él mismo la define como "Humorismo + Metáfora": son apuntes breves que encierran una metáfora insólita, y que en un buen número de casos es como un chiste, se acerca a una máxima filosófica o encierra un profundo lirismo: "De la nieve caída en el lago nacen los cisnes", "Hay suspiros que comunican la vida con la muerte".

Además de sus varios tomos de Greguerías, escribió cuentos y novelas, memorias, biografías, ensayos… Pero, sin duda, su importancia radica en abrir un nuevo camino en la literatura española y en servir de inspiración a muchos de los poetas que vendrían tras él.

  • Futurismo: Es un movimiento antirromántico que exalta la civilización mecánica y la técnica. Aunque no tuvo gran repercusión, sí que se verán, esporádicamente, huellas de su temática en poetas del 27: poemas a la bombilla eléctrica, a la máquina de escribir…

  • Ultraísmo: Recogió también elementos futuristas, cubistas…, pero tampoco duró mucho tiempo en España. Su nombre (Ultra) indica su deseo de ir más allá del novecentismo que triunfaba en la época. Propone un arte deshumanizado, antisentimental, que incluye temas de máquinas y deportivos, y busca imágenes nuevas o recurre a disposiciones tipográficas semejantes a los caligramas. En España destaca Guillermo de Torre.

  • Creacionismo: Se inicia en París con el chileno Vicente Huidobro. El creacionismo supone un arte que no imita ni traduce la realidad, sino que se aleja de ella, ya que se intenta que el poema se aleje de comparar realidades, convirtiéndose entonces en una creación absoluta.

  • Surrealismo: El surrealismo no se presenta sólo como una renovación estética, sino que pretende ser una revolución integral. Propugna una liberación total del hombre: liberación de los impulsos reprimidos en el subconsciente por las convenciones morales o sociales. Esto equivale a liberar el poder creador del hombre, tarea en la que la poesía tiene un papel privilegiado. Se intenta la escritura automática, realizada sin reflexión; mezclan arbitrariamente palabras, por ejemplo, mediante el collage de frases recortadas de periódicos… Se produce una liberación del lenguaje respecto a los límites de la expresión lógica. Se entremezclan objetos, conceptos y sentimientos que la razón mantiene separados, y aparecen asociaciones libres de palabras, metáforas extrañas o imágenes propias de los sueños. Además de la importancia del poeta Juan Larrea en la difusión del surrealismo, este se hará patente en algunas obras de poetas del 27, como Sobre los ángeles de Alberti, o Poeta en Nueva York de Lorca.

Los poetas de la generación del 27: entre la tradición y la vanguardia

Generación del 27 es la denominación con que se agrupa a un conjunto de poetas que en apenas dos lustros de actividad creadora se convirtieron en el más notable grupo literario de la época. Integrarían esa generación, en función de su año de nacimiento, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Emilio Prados, Rafael Alberti, Luis Cernuda y Manuel Altolaguirre. Es frecuente añadir a esta nómina a Dámaso Alonso, aunque, como él dice, «he acompañado a esta generación como crítico, apenas como poeta»; sus más importantes libros de poesía los publicó ya en la posguerra. Miguel Hernández, aunque más joven, ha sido considerado también por sus influencias y relaciones personales y por la fecha de publicación de sus libros como epígono de la generación del 27.

Se le ha llamado también «generación de la amistad». Dámaso Alonso ha recordado los «contactos personales que pronto se convertirán en una amistad duradera». Algunos datos destacables son:

  • La Residencia de Estudiantes de Madrid fue un privilegiado lugar de encuentro: allí viven algunos de ellos y allí acuden todos, atraídos por sus tertulias y actividades culturales. Otro lugar de convivencia es el Centro de Estudios Históricos, donde varios trabajan y donde comparten —de la mano de Menéndez Pidal, Américo Castro, etc.— el fervor por los autores medievales y clásicos.

  • Entre los actos comunes, destacan, por supuesto, los organizados para el centenario de Góngora en 1927 (fecha que les dio nombre). El citado acto de Sevilla no fue el único. Y hubo importantes publicaciones con tal ocasión.

  • Colaboran en las mismas revistas. Ante todo, en las dos más importantes del momento: la Revista de Occidente y La Gaceta Literaria. A ellas habría que añadir muchas más: Litoral, de Málaga, fundada en 1926 por Aitolaguirre y Prados; Verso y prosa de Murcia, Mediodía de Sevilla, Meseta de Valladolid, Carmen en Santander, todas del año 27. Algo posteriores serán Cruz y Raya (1933) y Caballo Verde para la Poesía (1935), de Madrid, dirigidas, respectivamente, por Bergamín y Neruda.

  • La antología preparada por Gerardo Diego en 1932 incluye un significativo muestrario de la obra realizada hasta la fecha por los poetas del 27. Las declaraciones sobre «poética» que cada autor pone al frente de sus versos sirven de manifiesto de la nueva poesía.

Mantienen afinidades estéticas; los poetas del 27 comparten cierta tendencia al equilibrio:

  • Entre lo intelectual y lo sentimental.

  • Entre una concepción cuasi-mística de la poesía y una lucidez rigurosa en la elaboración del poema. Lorca dijo que si era poeta «por la gracia de Dios (o del demonio)», no lo era menos «por la gracia de la técnica y del esfuerzo». Equilibrio, pues, entre una concepción romántica y una concepción clásica de la creación poética.

  • Entre la pureza estética y la autenticidad humana. Son evidentes las ansias de belleza en todos ellos.

  • Entre lo minoritario y la «inmensa compañía». Un anhelo de selección acerca la poesía a un «arte de minorías», pero ninguno llegará al lema de Juan Ramón («A la minoría, siempre»). En sus trayectorias, alternan hermetismo y claridad. Conviven lo culto y lo popular en Lorca, Alberti, Gerardo Diego…

  • Entre lo universal y lo español. Desde sus comienzos se subrayó la sintonía de aquellos jóvenes con la poesía universal.

  • Entre la tradición y la vanguardia. El equilibrio integrador del grupo se confirma, cuando se observan sus gustos comunes, que van del escritor más actual hasta el poeta más primitivo.

Influencias

  • Tuvieron varios referentes: Juan Ramón Jiménez y Ramón Gómez de la Serna. También admiraban a Unamuno, los Machado y a Rubén Darío.

  • Del siglo XIX les llega la influencia de Bécquer, perceptible en el comienzo de casi todos ellos e incluso más adelante: Sobre los ángeles de Alberti incluye un hermoso «Homenaje a Bécquer». Y un verso de las Rimas sirve de título a un libro de Cernuda: Donde habite el olvido.

  • Su amor por los clásicos fue inmenso. El primer nombre que surge es Góngora. Se pueden apreciar sus huellas en temas, versos, estrofas. Algunos de los miembros del grupo han realizado estudios sobre Manrique, Garcilaso, fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Quevedo. Especial interés suscitó Lope de Vega, sobre todo por sus poemillas de corte popular.

  • Pero, junto a su estética cultísima, hay en ellos una honda veneración por las formas populares: el Romancero, el cancionero tradicional, las cancioncillas de Gil Vicente, de Juan del Encina, etc., están presentes en Lorca, Alberti, Dámaso Alonso, Gerardo Diego…

Asombra cómo la asimilación de formas anteriores, su respeto por la tradición, no contradice esa inmensa labor suya en la renovación de la lírica española, que les confiere su alto puesto en nuestra literatura y en la mundial.

Evolución del grupo

Primera etapa: hasta 1927

  • Influencia de Bécquer y de las primeras vanguardias: ultraísmo, creacionismo.

  • Juan Ramón los orienta hacia la «poesía pura». El gran instrumento de este arte «puro» es la metáfora, algunas aprendidas de «Ramón» y de otros vanguardistas. No extraña que se les tildara de «herméticos», de «fríos», de «deshumanizados».

  • Paralelamente, el ansia de perfección formal les lleva hacia los clásicos. Y así se desemboca en el fervor por Góngora. Y es que, tres siglos atrás, el autor del Polifemo ya se había propuesto hallar un lenguaje especial para la poesía, netamente alejado del lenguaje usual. Y seducían especialmente sus deslumbrantes metáforas.

Segunda etapa: de 1927 a la Guerra Civil

  • El culto a Góngora marca la cima y el descenso de los ideales esteticistas. Comienza a notarse cierto cansancio del puro formalismo. Pasan a un primer plano los más hondos sentimientos humanos: el amor, el ansia de plenitud, las frustraciones, las inquietudes existenciales o sociales.

  • Aparece una poesía más humana y apasionada.

  • Los acentos sociales y políticos entran también en la poesía. Alberti, Cernuda o Prados adoptarán una concreta militancia política; y de forma más o menos activa, todos se mostrarían partidarios de la República al estallar la guerra.

Tercera etapa: después de la Guerra

Pasa la Guerra Civil. Lorca ha muerto en 1936; los demás —salvo Aleixandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego— parten a un largo exilio. El grupo se ha dispersado. Cada cual sigue su rumbo, pero ninguno abandonará una poesía entrañablemente humana.

  • En el exilio, hay imprecaciones de los poetas contra los vencedores. Con el tiempo, la nota dominante en ellos será la nostalgia de la patria perdida.

  • En España, la poesía deriva hacia un humanismo angustiado, de tonos existenciales, cuya muestra más intensa es Hijos de la ira de Dámaso Alonso, de 1944.

La concesión del Premio Nobel en 1977 a Aleixandre fue la confirmación de la importancia de todo un grupo que, como se ha dicho, ha dado a la lírica española una nueva Edad de Oro.

Pedro Salinas

Poética y obras

  • Sus primeros libros pueden inscribirse en una línea de «poesía pura». La huella de Juan Ramón Jiménez es perceptible en muchos poemas; en algunos, aparecen aquellos temas de raíz futurista: la máquina de escribir, el radiador de la calefacción, la bombilla eléctrica…

  • Aparecerán después dos obras maestras: La voz a ti debida (1933) y Razón de amor (1936). Con ellas adquiere Salinas su talla definitiva y su condición primordial: la de gran poeta de amor. Una vez más trasciende la anécdota para encontrar la esencia de las relaciones amorosa. Su visión es antirromántica: el amor no es frustración. En Salinas, el amor es una prodigiosa fuerza que da plenitud a la vida y confiere sentido al mundo. Solo en el segundo libro, Razón de amor, aparece a veces un tono más grave.

  • Partes: 1, 2, 3

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