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La poesía española en el Siglo XX (página 3)




Enviado por Eugenia Sol



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En la poesía española, el verso no es un artificio regido por preceptos más o menos convencionales. Su ritmo no es diferente del de la música o del canto. El período rítmico equivale al compás musical. Uno y otro se dividen en dos, tres o cuatro partes de mayor o menor intensidad. Las sílabas se reparten entre esos tiempos o partes como se distribuyen o agrupan las notas.

La identificación de verso y música, que era tan patente en sus recitaciones, respondía a su propio temperamento de poeta oral, autor de una poesía sentida con resonancia viva. Sus versos evocan en su ritmo e inflexiones la imagen sonora con que se dibujarían en su mente. Son versos elaborados con detenido y exigente esmero, aunque parezcan hechos sin esfuerzo. En alguna ocasión declaró el autor haber tardado meses en componer un romance.

Su intuitiva sensibilidad penetró el secreto mecanismo del octosílabo y aprovechó sus recursos con acierto. Ni alteró el sistema del metro ni atribuyó a sus modalidades otro simbolismo que el que naturalmente sugieren.

El octosílabo es el verso más cultivado en español. Otros versos han pasado por períodos de preferencia y de olvido; el octosílabo, desde hace siete siglos, se ha mantenido con permanente actualidad, lo mismo en la poesía culta que en la popular.

Todo esto representa un aspecto del arte original con que García Lorca fundió inseparablemente en su poesía lo antiguo y lo moderno, lo popular y lo culto, la tradición clásica y la innovación más reciente.

ESTILO

Lorca acepta la intensidad de experiencias esenciales mediante el manejo de un lenguaje original, directo y de gran poder evocador e imaginativo. A través de metáforas, personificaciones, símbolos, imágenes, sinestesias y multitud de recursos estéticos se descubre la esencialidad de la creación lorquiana; logra captar la intensidad vital y primitiva del gitano mítico en un contexto histórico andaluz.

Con la utilización de recursos estilísticos Lorca presenta un mundo poético subjetivo, partiendo de la realidad, de lo objetivo. Trabaja con la intuición, la imaginación, la sensibilidad, sin prescindir del intelecto que regula y ordena la expresión.

Analizaremos aquí los aspectos más destacados del lenguaje lorquiano centrándonos en los recursos y en las técnicas utilizadas en el Romancero gitano.

Ritmo

El ritmo aparece en el verso pero también en la ordenación sintáctica. Abundan las frases declarativas, sin verbo, propias de la descripción; se condensan elementos por yuxtaposición; hay enumeraciones e incisos explicativos: «¡Qué girasol! ¡Qué magnolia de lentejuelas y cintas! »

Multitud de elementos hacen que la imaginación del poeta fluya a lo largo de los versos, pero también aparecen repeticiones monótonas de palabras y versos que acentúan el ritmo creando la atmósfera adecuada en cada momento: «Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes ramas».

Hay simetrías y paralelismos, probablemente de procedencia gongorina, como ya hemos señalado en el apartado de fuentes e influencias: «Verde viento. Verdes ramas» («Romance sonámbulo»); «¡Qué girasol! ¡Qué magnolia!»; «El aire la vela, vela, / el aire la está velando».

Encontramos frases imperativas, desiderativas, preguntas retóricas y apostrofes que dan un carácter afectivo al verso y manifiestan el sentimiento que, aunque aparece en los personajes, es el reflejo de la emoción personal del poeta: «¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde!»

Imágenes

Muchos elementos de la poesía lorquiana proceden de los sentidos; sensaciones visuales, olfativas, sustantivas, táctiles y auditivas crean imágenes extraordinarias.

La gama de colores del Romancero, de percepción visual y olfativa, se centra en el blanco: nardo, azucena, marfil, nácar, jazmines; el amarillo: calabaza, oro; el rojo: amapolas, rosas, sangre, llamas, carmesí; el gris: plata, níquel, hojalata, plomo, estaño; el verde: olivos, bronce, aceituna; el negro: azabache, tinta, carbón, sombra, penumbra, charol.

En muchas ocasiones el poeta utiliza estas imágenes sensoriales para crear contrastes que revelan la pasión o la tragedia: «Una dura luz de naipe / recorta en el agrio verde» («Reyerta»).

Las sensaciones del tacto aparecen en lo «mojado», «húmedo», «seco»; lo «redondo» y lo «duro»; en lo «áspero», «liso» o «viscoso»; lo «caliente» y lo «frío». Y muchas de ellas están matizadas por un carácter erótico: «Sus senos de duro estaño» («Romance de la luna, luna»); «brisas de caña mojada» («Muerto de amor»).

En cuanto a las imágenes referidas al sentido del oído, encontramos las que aluden a instrumentos de percusión: «El jinete se acercaba / tocando el tambor del llano» («Romance de la luna, luna»); «Mil panderos de cristal, / herían la madrugada» («Romance sonámbulo»).

Imágenes referidas al gusto aparecen por el sabor de las aguas: «Entre los recodos del aire / cruje la aurora salobre» («San Miguel»).

Metáforas

En el Romancero las metáforas captan la intensidad vital y primitiva del gitano mítico, pero estas metáforas hay que interpretarlas en el contexto narrativo en el que están situadas: permiten entender la realidad del mundo de los gitanos en esquemas universales. Sirven de nexo entre lo narrativo, lo lírico y lo dramático.

Son multitud de metáforas las que aparecen en el Romancero gitano: ahora solo referiremos algún ejemplo:

Grandes estrellas de escarcha vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba («Romance sonámbulo»).

«Trescientas rosas morenas / lleva tu pechera blanca» («Romance sonámbulo»).

Personificaciones

Lorca personifica animales, objetos, fenómenos atmosféricos, situaciones. De esta manera, da vida y crea:

Los faroles tiemblan: «Romance sonámbulo».

El viento agrede: «Preciosa y el aire».

Hipérboles

Las exageraciones dotan a los poemas de una mayor carga emotiva: «Y un horizonte de perros / ladra muy lejos del río» («La casada infiel»). «Trescientas rosas morenas / lleva tu pechera blanca» («Romance sonámbulo»).

Epítetos

La adjetivación es abundante dado el carácter tan descriptivo de los romances. Los adjetivos tiene el valor de epítetos y arrastran una traslación semántica convirtiendo así la frase en la que aparecen en metáfora: «cristal maduro»; «agónica plata»; «brisa ecuestre».

Hay adjetivación múltiple y en muchas ocasiones se utiliza la frase adjetival que determina y concreta más la calificación del sustantivo: «estrellas de nariz rota»; «noches de torsos yacentes».

Vocabulario cultista y popular

Hay en el Romancero gitano una marcada tendencia cultista que contrasta con los elementos populares y tradicionales.

Aparecen cultismos fonéticos y de procedencia latina para producir efectos acústicos que afectan al ritmo acentual de los versos, favoreciendo así el carácter hermético: efebo, éxtasis, yacer, vislumbrar, cítaras, etc.

También encontramos cultismos semánticos que presentan un cambio de significado por desplazamiento, es decir, son cultismos convertidos en metáfora: «agónica plata», «yunques sonámbulos», «madrugada remota», «aurora salobre».

Además del cultismo, en el Romancero abunda el vocabulario más popular de procedencia andaluza; los diminutivos en -illo, -ito y -uelo apuntan un tono afectivo de ternura o de desprecio: ojillos, farolillos, mocito, espejito, mozuelo.

Aparecen también palabras y frases que proceden de la lengua oral: sonsonete, compadre, marchoso, «Niño, déjame que baile», «¡Preciosa, corre, Preciosa / que te coge el viento verde!».

Descripción

El paisaje andaluz es el marco geográfico-histórico de los romances.

Hay alusiones a los árboles: pinos, olivos, higueras; a las flores: alhelí, azafrán; a los frutos: toronjas, aceitunas, limón; al vino y el aceite; a los animales: caballo, jaca, toro, zumaya, ruiseñor, delfín, ranas, avispas.

La geografía descrita se centra fundamentalmente en Córdoba, Sevilla y Granada, aunque aparecen más lugares asociados a ellas.

Se describen los pueblos andaluces con sus iglesias, barandas, calles, plazas, cementerios; las casas tienen fachadas de cal y tejas de pizarra, alcobas, balcones, patios con aljibes.

Los interiores también son descritos con detalle: espejos, camas de acero, candiles, costureros, utensilios de bronce.

Igualmente se describe a la gente: los hombres visten pechera blanca, corbata, chaleco bordado, faja, cinturón con revólver, zapatos de charol, botas; se arman con navajas de Albacete, puñales o cuchillos; y se divierten jugando a las cartas o en corridas de toros. La Guardia Civil lleva pistolas, cartucheras, tricornio y capas negras. Las mujeres usan camisas de hilo, corpiños, enaguas almidonadas, trenzas.

Todas las descripciones del paisaje lorquiano nos acercan a la metáfora, a la metonimia y a la comparación: «luna bailarina», «lluvia que hiere la madrugada», «estrellas de escarcha», «pena negra».

La visión que Lorca nos da del paisaje andaluz parte de una realidad objetiva que transforma en visión subjetiva a través de multitud de detalles, de imágenes sensoriales descriptivas que revelan el interior mismo del poeta.

Hay un continuo desplazamiento de lo real a lo ideal, de lo tangible a lo intangible a través de todos estos mecanismos estilísticos.

El paisaje lorquiano, a diferencia de io que ocurría en el Romanticismo, jamás se identifica con el estado de ánimo del poeta, tiene vida propia y no afecta al que lo contempla y describe. Es un paisaje siempre en movimiento y en constante cambio que se metamorfosea en muchas ocasiones adquiriendo formas humanas o animales. A veces lo dota de sexualidad; no es extraño dada la concepción mitológica de la naturaleza. Es el escenario de la anécdota, acentuándose así el carácter dramático del Romancero.

Diálogo

Aparece en casi todos los romances, exceptuando «La casada infiel», «San Miguel», «San Rafael», «Romance de la Guardia Civil española» y «Martirio de Santa Olalla».

Puede adoptar diferentes formas:

– que se produzca entre personajes reales o fantásticos: «Romance de la luna, luna», «Romance sonámbulo».

– entre el poeta y un personaje: «Romance de la pena negra», «Muerte de Antoñito el Camborio».

– como un soliloquio: «Romance del Emplazado».

– como apóstrofe del poeta dirigido a un personaje: «Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla».

Narración

García Lorca reduce la anécdota y la condensa, elimina detalles y destaca solo lo que tiene virtualidad poética.

Los antecedentes del suceso carecen de importancia. La historia se interrumpe y hay saltos en el tiempo. Utiliza estas técnicas según las considera necesarias para su finalidad estética. Esto ocurría en los romances populares y tradicionales de la Edad Media y del Renacimiento. Solo «La casada infiel» y «Preciosa y el aire» tienen un desarrollo más lineal.

A la narración se suma la descripción y el diálogo, y todo se intercala en el romance.

Técnicas narrativas

Elipsis. Es un recurso de condensación narrativa. En algunos romances se "esconde" la información para crear una mayor tensión dramática. En su lugar se utilizan alusiones (véase, por ejemplo el «Romance de la pena negra». La elipsis apoya el hermetismo del poema.

Condensaciones expresivas, que se manifiestan a través de las metáforas, metonimias, imágenes y símbolos.

Utilización de contrarios o fuerzas opuestas: tierra/mar, noche/día, infierno/ gloria, cielo/tierra, etc.

Tiempos verbales

El presente. Abunda en el Romancero; Lorca adopta un presente narrativo no histórico porque le falta la narración en pasado y su función es intensificadora y de actualización de hechos legendarios.

Todos los poemas de! Romancero gitano están narrados en presente (combinado con otros tiempos, como veremos más adelante), excepto «La casada infiel», que está en pretérito indefinido para acentuar la fugacidad del momento de la aventura amorosa. El gitano narra con rapidez el intenso momento aunque fugaz: «Toqué», «me quité». Tan solo en el momento cumbre del acto aparece un imperfecto con aspecto durativo, «sus muslos se me escapaban», pero enseguida retoma el indefinido para marcar el momento puntual de la aventura y la negación de perpetuar el hecho.

El carácter dramático de los romances hace que los episodios se desarrollen en un presente progresivo, como si de una representación teatral se tratara. El presente del Romancero gitano tiene raíces dramáticas y la intriga se desarrolla en este tiempo para mantener atento al espectador-lector mientras los personajes se mueven en la escena.

Con el uso del presente narrativo puede pasar a cualquier otro tiempo modificando con ello el enfoque: el imperfecto es dinámico y durativo; el indefinido, lejano y puntual. Combinando los tiempos, crea una imagen pictórica del escenario andaluz.

A García Lorca le gusta el presente, es un poeta intemporal y en su poesía despoja de valor temporal al tiempo de los verbos, centrándose más en el valor estilístico.

El imperfecto. Posee matices expresivos similares a los del presente. Se le ha llamado «presente en el pasado», porque nos traslada al momento de los acontecimientos de una manera muy cercana.

El imperfecto evoca y es adecuado para la descripción y también para la narración de costumbres.

En el «Romance de la luna, luna» el imperfecto se enriquece con nuevos matices expresivos; la luna irrumpe inesperadamente en la vida presente del niño a través de un indefinido: «La luna vino a la fragua». Toda la escena está narrada en presente. La tensión dramática va creciendo y en un momento determinado la narración pasa al imperfecto, provocando así un cambio en la perspectiva, aunque estas formas imperfectas no tienen su valor temporal específico sino que se simultanean al presente:

Si vinieran los gitanos harían con tu corazón collares y anillos blancos […]

El jinete se acercaba tocando el tambor del llano («Romance de la luna, luna»).

El imperfecto hace que fijemos la atención en una acción al margen de la central. Estos tiempos, más que introducir valores reales, introducen valores afectivos y estilísticos.

Se narra en presente y por un momento cambia la perspectiva con el imperfecto para volver a descubrir en presente la tragedia. El imperfecto expresa lejanía en el espacio, no en el tiempo.

El indefinido. Refleja matices puntuales, provoca la irrupción inesperada, lo instantáneo. Los acontecimientos trágicos, el devenir impredecible, la amenaza y la muerte son narrados por García Lorca en pretérito indefinido.

El indefinido presenta lo instantáneo y perpetúa el momento:
«y se murió de perfil» («Muerte de Antoñito el Camborio»). Otros
indefinidos con marcado carácter puntual desempeñan la función
de presentar momentos importantes y subrayan el valor aspectual de lo inesperado.

 

 

Autor:

Eugenia Sol

 

[1] Figura ret?rica en la que se mezclan sensaciones que se perciben por sentidos distintos.

[2] Ritmo basado en la secuencia de una s?laba t?nica y otra ?tona: ?o

[3] Ritmo basado en la secuencia de una s?laba t?nica y dos ?tonas: ?oo

Partes: 1, 2, 3
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