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Aníbal Quijano y Mariátegui




Enviado por Rafael Herrera Robles



Partes: 1, 2, 3, 4

Monografía destacada

  1. Preambulo
  2. El marxismo de Mariategui
  3. Religión
  4. Trotsky
  5. Carácter de la sociedad peruana
  6. Revolucion
  7. "Marxismo Leninismo"
  8. Nota sobre la "colonialidad del poder" de Anibal Quijano

Síntesis: Aníbal Quijano es uno de los intelectuales peruanos más reconocidos en América Latina. En 1978 escribe un prólogo para los 7 Ensayos, publicado en 1979 por la biblioteca Ayacucho de Venezuela. Eran tiempos convulsionados en el Perú por las luchas sociales, inmerso en lo cual Quijano con una vertiente de intelectuales pretende crear una organización política, el Movimiento Revolucionario Socialista (MRS), contando con un medio de difusión ideológica doctrinaria, la revista Sociedad y Política del que fue su director. En ese contexto, para cohesionarse ideológicamente, se debe tomar distancias del reformismo (nacionalismo) burgués de los militares, del Apra, del estalinismo, del maoísmo, del trotskismo y sobre Mariátegui, había que delimitar su legado revolucionario. Apremiado por esto, mirando con desdén de docto -al igual que la mayoría de la intelectualidad académica de América Latina- la obra de un autodidacta, Quijano se estrella en una mole de granito de la que no puede descifrar su contenido. No obstante sindicarlo como el "más grande marxista de América", no comprende la concepción marxista de Mariátegui, distorsiona su interpretación del carácter de la sociedad peruana y tampoco acierta en precisar sus relaciones con Haya de la Torre y el Apra y con la Tercera Internacional.

Palabras clave: Rafael Herrera Robles, Aníbal Quijano, Mariátegui, desenvolvimiento desigual y combinado, marxismo leninismo, colonialidad del poder, eurocentrismo, racismo, sistema mundial, religión.

Preambulo

Mariátegui muerte el 16 de abril de 1930 polemizando con Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979) y con la Tercera Internacional estalinista.

En la década del treinta el estalinismo se impuso como misión para América Latina, liquidar al trotskismo, al luxemburguismo, al aprismo y al mariateguismo, siendo la consigna para lo último: ¡Acabar con el amautismo! El mariateguismo era definido como "una confusión de ideas procedentes de las más diversas fuentes. No hay casi tendencia que no esté representada en él1…".

El estalinismo redujo el marxismo a un sistema cerrado, a un compendio de ideas, quiero decir de dogmas, que de acuerdo a su conveniencia, de modo arbitrario, cambiaban constantemente, bajo el membrete de "marxismo leninismo". En la década del cuarenta el estalinismo inicia lo que Alberto Flores Galindo2 ha denominado "canonización" de Mariátegui, iniciada con el escrito de Jorge del Prado: "Mariátegui, marxista leninista, fundador del Partido Comunista. Primer divulgador y aplicador del marxismo en el Perú", publicado en la Revista "Dialéctica" N° 8, Año 2, La Habana, julio agosto 1943. En la década del treinta atacaron a Mariátegui de todos los errores y en la década del cuarenta lo convierten en "marxista leninista estalinista" que cumplió con todas las consignas estalinistas.

En la década del sesenta, al surgir el maoísmo lo convierte en partidario de la nueva democracia y de la guerra popular del campo a la ciudad. En todo ello intentaban acomodar el pensamiento de Mariátegui a un esquema, sin una interpretación objetiva. Quijano, como veremos luego, también intenta acomodar las ideas de Mariátegui a sus propias tesis.

El marxismo de Mariategui

Dialéctica revolucionaria.- No faltan quienes dicen que en Mariátegui se puede encontrar agua para diferentes molinos, es decir, para diferentes vertientes, incluso ajenas al marxismo, pero esto es falso, porque en cuestiones centrales como el carácter de la sociedad peruana, en la estrategia revolucionaria, en su rechazo a divinidades celestiales (Dios), no debería existir discusión, porque existe claridad en el conjunto de sus textos. En cuanto al trasfondo epistemológico filosófico del marxismo que profesa, la terminología que emplea ha creado confusión, pero una lectura atenta, sin prejuicios, nos descubre a un pensador coherente, que con mística y pasión "mete su sangre a sus ideas".

En su escrito ya mencionado (Prólogo a los 7 Ensayos del año 1979) Aníbal Quijano pone en duda el marxismo de Mariátegui, criticándolo por supuestamente reducirlo a un simple canon de interpretación, para lo que se apoya básicamente en "Defensa del marxismo", en particular el capítulo IV: "La filosofía moderna y el marxismo", uno de los textos que más a confundido a los que ponen en tela de juicio el pensamiento marxista de Mariátegui, pero a la vez allí se encuentra la concepción (marxista) de Mariátegui que desmiente a esos críticos.

Quijano cita el pasaje: "El materialismo histórico no es, precisamente, el materialismo metafísico o filosófico, ni es una filosofía de la historia, dejada atrás por el progreso científico. Marx no tenía por qué crear más que un método de interpretación histórica de la sociedad actual". Para reforzar esa opinión, Quijano agrega otra cita del mismo texto: "Vana es toda tentativa –afirma más adelante– de catalogarla (a la crítica marxista) como una simple teoría científica, mientras obre en la historia como evangelio y método de un movimiento de masas".

Quijano comenta: "No se plantea, pues, el aparato epistemológico que funda ese "método de interpretación histórica", ni parece distinguir que, además de método, y de interpretación, el marxismo es una teoría de la sociedad, es decir, con la capacidad de dar cuenta de las leyes que mueven la sociedad y de los elementos que concurren a la constitución de esas leyes, y de donde nace su poder explicativo y de interpretación".

La dialéctica materialista según Quijano, es excluido por Mariátegui, "para ser reemplazada por otro, materialismo y valores espirituales, un problema ético-metafísico".

En otra cita que hace Quijano del mismo texto, Mariátegui dice: "Vitalismo, activismo, pragmatismo, relativismo, ninguna de estas corrientes filosóficas, en lo que podían aportar a la revolución, han quedado al margen del movimiento intelectual marxista. William James no es ajeno a la teoría de los mitos sociales de Sorel, tan señaladamente influida, de otra parte, por Wilfredo Pareto". Debemos advertir que Quijano a omitido la continuidad del párrafo, donde Mariátegui argumenta: "Y la revolución rusa, en Lenin, Trotsky y otros, ha producido un tipo de hombre pensante y operante, que debía dar algo que pensar a ciertos filósofos baratos lleno de todos los prejuicios y supersticiones, de que se imaginan purgados e inmunes". (Como continuidad, en el siguiente párrafo, Mariátegui elogia a Lenin, Trotsky, Lunatchersky, y en particular a Rosa Luxemburgo). Los líderes rusos para Mariátegui representan, con el ejemplo práctico de una revolución, la continuidad del marxismo, o en otras palabras, en la dialéctica de la revolución.

Además de dejar de lado la dialéctica (filosofía) Quijano encuentra eclecticismo en Mariátegui, en la que diversas tendencias filosóficas incluso opuestas al marxismo "ingresan a componer una suerte de filosofía de la historia, que para Mariátegui no sólo no contradice, sino complementa y enriquece, o como él dice "ilustra", al marxismo". Y de modo más preciso: "No hay, pues, duda de que Mariátegui ensambló en su formación intelectual, una concepción del marxismo como "método de interpretación histórica y de acción" y una filosofía de la historia de explícito contenido metafísico y religioso". Lo último para acoplar a diversas "filosofías".

La tesis de Quijano no es original en lo referente a la (supuesta) reducción del marxismo a un simple canon de interpretación, al margen de la teoría, de la dialéctica. En 1974 Diego Messeguer3 lo había expuesto en, "José Carlos Mariátegui y su pensamiento revolucionario", que constituye hasta hoy, el estudio más documentado sobre el ambiente intelectual nacional e internacional en el que surge y se desenvuelve el pensamiento de Mariátegui, pero, a diferencia de Quijano, Meseguer, por la amplitud de sus argumentos y fuentes, deja traslucir que en Mariátegui el marxismo desborda el simple canon de interpretación, hacia una teoría, encarnada sobre todo en los líderes de la revolución rusa.

Quijano no se ha detenido en observar que en el texto del cual extrae las citas para legitimar su interpretación (La filosofía moderna y el marxismo), Mariátegui, comienza señalando las tres fuentes principales del marxismo: economía inglesa, socialismo francés y filosofía clásica alemana (dialéctica hegeliana), por lo que Kant y Hegel "anteceden y originan a Marx".

"Pero esta filiación –aclara Mariátegui- no importa ninguna servidumbre a Hegel ni a su filosofía, que, según la célebre frase, Marx puso de pie".

Párrafos después, Mariátegui afirma: "La suerte de las teorías científicas o filosóficas que él (Marx) usó, superándolas y trascendiéndolas, como elementos de su trabajo teórico, no compromete en lo absoluto la validez y la vigencia de su idea. Esta es radicalmente extraña a la mudable fortuna de las ideas científicas y filosóficas que la acompañan o anteceden inmediatamente en el tiempo".

La sugerencia es que los proseguidores del marxismo usan el método dialéctico de Marx para interpretar y asimilar lo nuevo que surge en el devenir, sin comprometer su concepción del mundo. Esto se expresa en los líderes de la revolución rusa que con el ejemplo práctico de una revolución han demostrado la vigencia y continuidad del marxismo, pensando y actuando de acuerdo a la realidad concreta porque Marx no es ninguna pitonisa.

Es decir, contrariamente a lo que supone Quijano, para Mariátegui el marxismo como filosofía, como concepción del mundo, contienen los elementos –metodológicos y espirituales- que le permiten desarrollarse y enriquecerse constantemente de acuerdo a la realidad cambiante expresado en todas las manifestaciones del devenir, de las ciencias a las artes, la filosofía y la vida cotidiana y por tanto es ajeno "a la mudable fortuna de las ideas científicas y filosóficas que la acompañan o anteceden inmediatamente en el tiempo".

Se entiende que vitalismo, pragmatismo, relativismo, mencionados por Mariátegui, en lo que contienen de progresivo son "asimilados" al marxismo, pero "traducidos" a una nueva concepción que los supera y trasciende de su visión original, revitalizando al marxismo.

Como concepción del mundo, como filosofía, en lo que abarca su campo de acción, el hombre y su proyección en el universo, el marxismo es autosuficiente en la forma de interpretar los acontecimientos y a través de ellos enriquecerse para transformar la sociedad, pero es imposible abarcarlo todo, menos abstraerlo en una sóla teoría. Además, en tanto el proceso del devenir humano no está trazado de antemano, surgen a menudo, escribió Mariátegui, elementos o fenómenos imprevistos. En tal sentido en la nota preliminar a la "Escena Contemporánea" (1925) escribió: "Pienso que no es posible aprehender en una teoría el entero panorama del mundo contemporáneo. Que no es posible, sobre todo, fijar en una teoría su movimiento. Tenemos que explorarlo y conocerlo episodio por episodio, faceta por faceta. Nuestro juicio y nuestra imaginación se sentirán siempre en retardo respecto de la totalidad del fenómeno".

Esto quiere decir que el marxismo unas veces, en cuanto concepción del mundo expresado en su método (dialéctico), puede trascender y superar descubrimientos de otras disciplinas y concepciones del mudo incorporándolo a su lenguaje, a su cuerpo teórico; pero la mayoría de veces sólo puede confluir con todo lo progresivo que coadyuve a la auto emancipación humana, a la lucha por la libertad, en las diversas vertientes del devenir.

Psicoanálisis.- Si Mariátegui hubiese marginado de su análisis a la filosofía (dialéctica), a la teoría revolucionaria, como afirma Quijano, no hubiese criticado a Max Eastman4 un "super trotskista" "hereje de la revolución" con el que Mariátegui coincide en la reivindicación del psicoanálisis: "Marx demostró que las clases idealizaban o enmascaraban sus móviles y que, detrás de sus ideologías, esto es, detrás de sus principios políticos, filosóficos o religiosos, actuaban sus intereses y necesidades económicas".

"El vocablo "ideología" de Marx es simplemente un nombre que sirve para designar las deformaciones del pensamiento social y político producido por los móviles comprimidos".

Para Mariátegui el "freudismo" es anterior a Sigmund Freud, lo que se demuestra sobre todo para el caso de la literatura, en artistas que hurgan desde el inconsciente, como Pirandello o Proust (entre otros). Sigmund Freud ha sido el instrumento para revelar un fenómeno latente, lo que no disminuye su obra sino que lo enaltece, porque: "La función del genio parece ser, precisamente, la de formular el pensamiento, la de traducir la intuición de una época5".

En otro artículo6 Mariátegui comenta el libro "La Ciencia de la Revolución" en el cual Eastman critica a Marx (y a los líderes bolcheviques) por no haber podido desembarazarse de Hegel. En otras palabras, por no haber podido desembarazarse de la dialéctica, de la filosofía, a la que considera "metafísica". Para Eastman, dice Mariátegui, "todo, absolutamente todo, es reducible a ciencia y de que la revolución socialista no necesita filósofos sino técnicos", proponiendo "exorcizar" a la dialéctica (filosofía) del seno del marxismo, como se exorciza al demonio del cuerpo.

El problema de Eastman para Mariátegui, es no haber podido desembarazarse del pragmatismo anglo sajón, en especial de William James, que confesaba no haber comprendido a Hegel. Sin la dialéctica, argumenta Mariátegui, la obra de Marx "no habría alcanzado sus más eficaces y valiosas conclusiones científicas, ni habría, mucho menos, elevado al socialismo, al grado de disciplina ideológica y de organización política que lo han convertido en la fuerza constructora de un nuevo orden social…" Sin la dialéctica, la obra teórica de Marx "no superaría en trascendencia histórica a la de Proudhon y Kropotkin".

Quijano ha pasado por alto lo anterior donde Mariátegui reivindica la teoría revolucionaria de Marx y del marxismo diferente a la propuesta de Proudhon y Kropotkin que –según los cánones anarquistas- privilegiando la acción desdeñaban de la teoría y de la organización revolucionaria.

Mariátegui resalta la sátira de Emmanuel Berl contra interpretaciones como la de Eastaman: "La agitación revolucionaria misma –escribe Berl- acaba por ser representada como una técnica especial que se podría enseñar en una Escuela Central. Estudio del marxismo superior, historia de las revoluciones, participación más o menos real en los diversos movimientos que pueden producirse en tal o cual punto, conclusiones obtenidas de esos ejemplos de los cuales hay que extraer una fórmula abstracta, que se podría aplicar automáticamente en todo lugar donde aparezca una posibilidad revolucionaria. Al lado del Comisario del Caucho, el Comisario de la Propaganda, ambos politécnicos".

Ya muerto Mariátegui, en la década del treinta, Max Eastman se aparta del marxismo, pero se mantuvo atento a los debates políticos mundiales. Entre otras cosas decía que Trotsky por su falta de "sentido común" no ha podido desembarazarse de la dialéctica y perdió el poder frente a Stalin. Trotsky7 respondió que el sentido común, "forma inferior de la inteligencia, necesaria en cualquier condición",…, "formado con las conclusiones elementales extraídas de la experiencia humana: no metáis el dedo al fuego, seguid de preferencia la línea recta, no molestéis los perros rabiosos… etc., etc.", en un medio estable es útil para cuidar enfermos, practicar el comercio, contraer matrimonio, formar un sindicato, etc., pero para cuestiones más complejas, especialmente en tiempo de crisis, de revoluciones y contrarrevoluciones se necesitan facultades más altas como la interpretación dialéctica que Eastman es incapaz de comprender.

Henri de Man.- Al intento de Henri de Man de "espiritualizar" al marxismo para ponerlo al día de acuerdo a los avances de las ciencias, la psicología y la "moderna" filosofía, Mariátegui –al margen de la terminología utilizada que induce a muchos al equívoco- resalta el carácter autosuficiente del marxismo como concepción del mundo y que los problemas planteados por el filósofo belga no son nuevos, menos ajenos al marxismo, que en su devenir se preocupa constantemente por los valores éticos y espirituales. Y apoyándose en Croce (cuando éste reivindicaba las ideas de Marx), dice que la teoría de la plusvalía, uno de los ejes centrales en que se fundamenta la propuesta marxista, tiene un trasfondo de indignación y repudio a la opresión y explotación.

La crítica de Mariátegui es semejante a la que años después hiciera Antonio Gramsci, que tildaba a Henri a De Man de "pedante", por presentar como "descubrimiento" cuestiones en las que el marxismo siempre se ha ocupado: "En realidad, la filosofía de la praxis (marxismo) ha trabajado en el terreno que De Man cree haber descubierto… El "descubrimiento" de De Man es un lugar común y su refutación es una rumia de poco sabor8".

"Idealismo materialista".- Contrariamente al marxismo que se muestra vigoroso, escribe Mariátegui, la burguesía abdica de de su ideología racionalista para refugiarse en "ocultismos orientales" que le sirvan de "estupefaciente". Y "el mejor signo de salud y de potencia del socialismo, como principio de una nueva civilización, será, sin duda, su resistencia a todos estos éxtasis espiritualistas9".

Los valores éticos y morales que en la concepción idealista se presentan como eternos y con "vida propia", en la concepción marxista son históricos, vale decir, surgen en el devenir humano, sirviendo a intereses libertarios o reaccionarios. Términos como fe, religión, mística, etc., que el cristianismo los presenta como una dádiva divina, ultraterrenal, en la concepción marxista, en el "idealismo materialista", surgen de la acción humana en lucha por un nuevo orden, por lo que la mística de los cristianos primigenios que intentaron construir el paraíso bíblico en la tierra sin temor de ser devotados por leones se ha encarnado en los movimientos revolucionarios modernos.

La agonía milenaria de Cristo se torna humana, terrenal, formando parte del "idealismo materialista", porque sólo "agoniza el que combate", el que lucha, según la acepción que le asigna Miguel de Unamuno y que Mariátegui hace suya10.

La biografía de Marx, de Lenin de Sorel, y sus continuadores, escribe Mariátegui: "no tiene nada que envidiar, como belleza moral, como plena afirmación del poder del espíritu, a las biografías de los héroes y ascetas que, en el pasado, obraron de acuerdo con una concepción espiritualista o religiosa, en la acepción clásica de estas palabras11".

Mariátegui resalta el criterio del escritor liberal Piero Gobetti que entendía que los verdaderos liberales si quieren llevar a la práctica sus ideales altruistas se vuelven socialistas, y enalteciendo al socialismo que ha trascendido el dogma cristiano, Mariátegui hace suyas las palabras de Gobetti: "…abandonado al dogma cristiano, nos hemos encontrado más ricos de valores espirituales, más conscientes, más capaces de acción (…), nuestra filosofía santifica los valores de la práctica".

Diego Meseguer recuerda que también el marxista italiano Antonio Gramsci "no temía afirmar que una Rosa Luxemburgo o un Carlos Liebknecht "son más grandes que los más grandes santos cristianos. El objetivo de su combate es concreto, humano… y, por eso, los luchadores de la clase obrera son más grandes que los luchadores de Dios13a".

Quijano se equivoca cuando dice que Mariátegui reducía el marxismo a un simple canon de interpretación, dejando de lado la dialéctica (filosofía) y se equivoca cuando afirma que Mariátegui era religioso porque creía en Dios.

Marxismo "filtrado".- Cuando Meseguer dice que "Mariátegui se acercó al marxismo" por mediación de Croce y Labriola, y que recibió un "marxismo filtrado a través de Sorel, Gramsci, Clarté, los líderes rusos y aun autores no marxistas como A. Tilgher, P. Gobetti y B. Croce", Quijano comenta que además del "marxismo filtrado" Mariátegui "conoció de primera mano varias de las obras más importantes de Marx, Lenin, Kautsky, Hilferding, Trotzky, Bujarin".

Nuestra objeción es al uso del término "marxismo filtrado" porque nadie puede formarse sólo con las enseñanzas de los fundadores de determinada concepción del mundo. El "filtro" comienza cuando uno nace, en el ambiente cotidiano familiar, en la religión, luego en la escuela, en la formación profesional… En todo ese proceso se puede encontrar promotores o críticos –ignorantes o sabios- en las más diversas concepciones del mundo que va moldeando la mentalidad individual y colectiva. En el caso de Mariátegui, hasta su juventud, el ambiente religioso, místico, conventual, del creyente en Dios del cristianismo que se apiada de los humildes, marcó su futura trayectoria, en la que constantemente hace referencia a la fe, a la mística, a la religiosidad, pero dentro de una nueva concepción que trasciende y supera el sentido divino. Luego, todo el ambiente intelectual americano y europeo, dentro del cual el ambiente peruano es decisivo para cohesionar su pensamiento original dentro del marxismo del siglo veinte.

La ubicación en la que Mariátegui presenta a ciertos personajes en el seno del movimiento revolucionario no invalida su concepción del marxismo, porque se entra en el terreno de la erudición y Mariátegui confesaba no ser erudito. Por ejemplo, en el caso de Sorel y del sindicalismo revolucionario francés, Mariátegui decía que a finales del siglo diecinueve y principios del veinte cumplió una función revolucionaria contra el espíritu reformista y adocenado del movimiento obrero, pero luego de la primera guerra mundial y de la revolución rusa entró en crisis, y una parte del sindicalismo se ha adherido a la revolución y otra parte al reformismo13b. Un deslinde claro con el sindicalismo aunque en la práctica sólo se concretara con la formación del Partido Socialista en1928.

Mariátegui presenta a Sorel como maestro de Lenin (se entiende en el terreno de la violencia revolucionaria), lo cual han demostrado que no es así, pero este error sólo demostraría que Mariátegui no estaba enterado de las influencias en el pensamiento de Lenin y por tanto no afecta su concepción marxista misma. Por otra parte esos "errores" –de presentar a Sorel como marxista- cumplieron una labor pedagógica en el ambiente obrero dominado por el anarcosindicalismo que a la postre, sin claudicar como movimiento, deja su lugar al marxismo de Mariátegui y al aprismo de Haya de la Torre.

Religión

El hombre forjador de su historia.- Quijano comparte la idea de que Mariátegui reivindicaba el carácter religioso del marxismo por ser creyente en Dios del cristianismo. En su Prologo (de Quijano) a los 7 Ensayos escribe: "No hay, pues, duda de que Mariátegui ensambló en su formación intelectual, una concepción del marxismo como "método de interpretación histórica y de acción" y una filosofía de la historia de explícito contenido metafísico y religioso". Y posteriormente en "Modernidad, Identidad y Utopía en América Latina" (Lima, 1988), escribe: "hoy considerado como el mas grande de los marxistas latinoamericanos, Mariátegui también no era marxista. Creía en Dios, explícitamente. Proclamaba que no es posible vivir sin una concepción metafísica de la existencia y no dejaba de estar cerca de Nietzche".

Quijano se equivoca. Mariátegui se sentía religioso porque tenía fe en la lucha por la salvación del hombre en la tierra, pero por su propia acción, sin recurrir a divinidades, porque es el hombre el que hace la historia, reivindicando todo el legado progresivo de la humanidad, incluyendo del seno de las religiones. En este sentido critica a los que, como en el caso de Gonzáles Prada, propagador del anarquismo en el Perú, "se contentaba con una estéril y sumaria ejecución de todos los dogmas e iglesias, a favor del dogma y la iglesia de un "libre pensamiento" ortodoxamente ateo, laico y racionalista. El concepto de religión ha crecido en extensión y profundidad. No reduce ya la religión a una iglesia y a un rito. Y reconoce a las instituciones y sentimientos religiosos una significación muy diversa de la que ingenuamente le atribuían, con radicalismo incandescente, gentes que identificaban religiosidad y "oscurantismo14".

La referencia a la "metafísica", Mariátegui unas veces lo hace de modo peyorativo, de crítica, y otras lo asocia a la filosofía y a los grandes ideales que sirven de derrotero en el devenir humano, reivindicando para el pasado el papel de las religiones que han dejado un gran legado para humanidad.

Tawantinsuyo.- En su interpretación de la religión en el Tawantinsuyo Mariátegui logró distinguir entre la religión oficial instrumentalizada como engranaje del poder y dominio de la autocracia, y la religiosidad popular ingenua y ferviente de las muchedumbres que sobrevivió a la conquista. El sentimiento religioso andino para Mariátegui, -"que no interroga a la razón sino a la naturaleza"- no se había separado del mundo mágico consustancial con el animismo, el totem y el tabú, que sobrevivió a la destrucción de la sociedad incaica. En este sentido Diego Meseguer escribe: "El derrumbe del sistema incaico supuso también la destrucción del sistema religioso del indio, como sistema político, pero no de las creencias más profundas de éste. El indio siguió creyendo en ellas a través de la nueva religión que le fue impuesta15". Mariátegui constata que más que la concepción metafísica del cristianismo, la religiosidad andina asimiló la fastuosidad y rituales del catolicismo.

Barbusse.- En cuanto al cristianismo, no se le puede escamotear su papel en el devenir universal, menos limitarlo a decálogos y dogmas. Al reseñar el libro "Jesús", donde Barbusse, con gran emoción humana, en su mentalidad de "racionalismo ochocentista" presenta a Cristo que renace en cada creyente, pero deja de lado veinte siglos de cristianismo porque a su criterio ha sido "mistificado", Mariátegui lo critica por no saber valorar la historia real y concreta del cristianismo en veinte siglos, haciendo suya la ironía de Pierre Naville cuando escribía: "Porqué Pablo eligió a Jesús como ejemplo y porqué Jesús tuvo necesidad de Barbusse veinte siglos después, mas bien que de Pablo, su contemporáneo, para predicar su verdadera doctrina y restablecer el sentido de su acción, es algo que no se sabrá jamás16".

Volvamos a reiterar cuando Mariátegui resalta al escritor liberal Piero Gobetti que entendía que los verdaderos liberales si quieren llevar a la práctica sus ideales altruistas se vuelven socialistas, y enalteciendo al socialismo que ha trascendido el dogma cristiano, Gobetti escribía: "…abandonando al dogma cristiano, nos hemos encontrado más ricos de valores espirituales, más conscientes, más capaces de acción (…), nuestra filosofía santifica los valores de la práctica17".

Nostalgias ultraterrenas.- Mariátegui critica a la civilización capitalista en decadencia que para legitimarse, para adormecer la conciencia de las muchedumbres, para ocultar que los intereses de las clases dominantes han dejado de coincidir con el progreso, abdica de su certidumbre científica, de su racionalismo, buscando refugio en "ocultismo orientales" que le sirvan de "estupefaciente". Y "Contra los deliquios sentimentales –no religiosos- contra las nostalgias ultraterrenas de una clase que siente concluida su misión, una nueva clase dirigente, no dispone de defensa más válida que su ratificación en los principios materialistas de su filosofía revolucionaria18".

Para Mariátegui el socialismo, el marxismo, en ética, en moral, en mística, está por encima de las religiones tradicionales que han envejecido. Por eso no duda en decir que Rosa Luxemburgo "despertará la misma devoción y encontrará el mismo reconocimiento que una Tereza de Avila. Espíritu más filosófico y moderno que toda la caterva pedante que la ignora –activo y contemplativo, al mismo tiempo- puso en el poema trágico de su existencia el heroísmo, la belleza, la agonía y el gozo, que no enseña ninguna escuela de la sabiduría19". Y también hará suya la idea de Vasconcelos de que "el atormentado Marx está más cerca de Cristo que el doctor de Aquino20"

Volvamos a mencionar a Diego Meseguer cuando escribe que con el mismo criterio de Mariátegui, el marxista italiano Antonio Gramsci "no temía afirmar que una Rosa Luxemburgo o un Carlos Liebknecht "son más grandes que los más grandes santos cristianos. El objetivo de su combate es concreto, humano… y, por eso, los luchadores de la clase obrera son más grandes que los luchadores de Dios21".

En una encuesta realizada por la periodista Angela Ramos22 Mariátegui dice que siendo adolescente, su "actitud fue más literaria y estética que religiosa y política". Luego dice que ha "madurado" y que en su camino ha "encontrado una fe", "Pero lo he encontrado porque mi "alma había partido muy temprano en busca de Dios".

La nueva fe, Mariátegui lo encontró en el socialismo como alternativa para la "salvación" humana. Incluso se puede interpretar que en su adolescencia, creyente en un Dios ultraterreno, cuando creaba poesía mística, tenía una actitud más literaria y estética, pero cuando abraza la causa de la revolución social, su actitud es más política y más religiosa. Por eso cuando –en la misma encuesta- lo preguntan cuál es el movimiento revolucionario idealista de mayor trascendencia, su respuesta fue: la revolución rusa, por encima del movimiento liderado por Gandhi en la India por el que también sentía admiración.

Progresar es realizar utopías.- Mariátegui no cree en divinidades religiosas, pero cree en el mito y en la idea –de carácter relativa- de la lucha final que ha reemplazado a las antiguas religiones, porque el hombre como "animal metafísico" no puede vivir sin una fe, sin una esperanza, sin un mito que guíe su derrotero, que en nuestro tiempo es la revolución social23. Los mitos, antes divinos, se han vuelto terrenales. El hombre que antes buscaba su salvación en los cielos, hoy busca su salvación en la tierra. Claro ejemplo de búsqueda de fe es un poema de Henri Frank, donde el poeta siente la necesidad de creer y busca a Dios, pero en los tiempos modernos no lo encuentra, "el verbo del Sinaí no puede capturarlo". "Israel ha muerto de haber dado un Dios al mundo". Busca un mito moderno, a la "Razón", pero para Frank, "la razón no es el universo". Finalmente piensa que "la verdad es el entusiasmo sin esperanza". La conclusión que le asigna Mariátegui es: "El hombre porta su verdad en sí mismo".

El devenir humano para Mariátegui es una constante realización de utopías promovidas por la imaginación humana, que a su vez tiene sus "confines": "En todos los hombres, en los más geniales, como en los más idiotas, se encuentra condicionada por circunstancias de tiempo y espacio. El espíritu humano reacciona contra la realidad contingente. Pero precisamente cuando reacciona contra la realidad es cuando tal vez depende más de ella. Pugna por modificar lo que ve y lo que siente; no lo que ignora. Luego, son válidas aquellas utopías que se podrían llamar realistas".

El mito que encarna en las multitudes no es arbitrario ni eterno, sino acorde a su espacio tiempo, a su época. Por eso el mito de las antiguas religiones ha pasado, el mito del fascismo que intenta resucitar las verdades del medievo es un fracaso, al igual que el mito "racionalista" liberal burgués que ha "envejecido demasiado". El nuevo mito acorde al devenir, que reivindica todo el legado progresivo de la humanidad, es la revolución social.

Fe, pasión, voluntad.- Contra la critica racionalista burguesa a la teoría y técnica de los revolucionarios, Mariátegui escribió: "La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe, en su pasión, en su voluntad24". Aquí Mariátegui no rechaza a la ciencia. Solamente dice que la fuerza de los revolucionarios está en su fe, en su mito, en su ideal, que no es arbitrario porque emerge de la vida. Y en una actitud voluntarista, siguiendo a Sorel, recuerda las palabras de Renán, filósofo que entendía el sentido religioso del socialismo: "A cada experiencia frustrada, recomienzan. No han encontrado la solución: la encontrarán. Jamás les asalta la idea de que la solución no existe, he ahí su fuerza".

Pero la fe, la pasión, la voluntad, al igual que los mitos y grandes ideales altruistas que mueven a las muchedumbres, no son arbitrarios, porque surgen de las entrañas del devenir. Es decir, el ser humano, el más activo de la naturaleza, deviene subvirtiendo su medio y subvirtiéndose así mismo –para bien o para mal- por mediación de multiplicidad de procesos y determinaciones a las que no puede escapar a pesar de la osadía de su acción y de lo ilimitado de su imaginación y fantasía que Mariátegui reivindicó, señalando así mismo sus límites. Un gran ideal para Mariátegui: "Es la realidad histórica presente. La humanidad no persigue nunca quimeras insensatas ni inalcanzables; la humanidad corre tras de aquellos ideales cuya realización presiente cercana, presiente madura y presiente posible. Con la humanidad acontece lo mismo que con el individuo. El individuo no anhela nunca una cosa absolutamente imposible. Anhela siempre una cosa relativamente posible… Al niño que persigue a la mariposa puede ocurrirle que no la aprese, que no la coja jamás; pero para que corra tras ella es indispensable que la crea o que la sienta relativamente a su alcance. Si la mariposa va muy lejos, si su vuelo es muy rápido, el niño renuncia a su imposible conquista. La misma es la actitud de la humanidad ante el ideal. Un ideal caprichoso, una utopía imposible, por bella que sean, no conmueven nunca a las muchedumbres25".

Contra el reformismo y evolucionismo que se nutren del más estrecho cientificismo y evolucionismo, Mariátegui aclara que: "La bancarrota del positivismo y del cientificismo, no compromete absolutamente la posición del marxismo. La teoría y política de Marx se cimientan invariablemente en la ciencia, no en el cientificismo26". Por cientificismo se entiende al "racionalismo" en su acepción de filosofía burguesa de la época en que los intereses de la burguesía dejan de coincidir con el progreso, es decir, con los intereses humanos, y para legitimarse, su pensamiento filosófico se aparta cada vez más de la realidad, de la ciencia. También las religiones, a criterio de Mariátegui, cuando llegan a su decadencia se apartan de la ciencia. Por el contrario el marxismo, el idealismo ("racionalismo") materialista se cimenta en la ciencia.

Al pesimismo de Spengler incapaz de vislumbrar una alternativa libertaria a la decadencia de occidente, Mariátegui contrapone la dialéctica revolucionaria de Trotsky que de acuerdo a las contradicciones sociales ve con optimismo el porvenir de la humanidad. El "maquinismo" cada vez más perfecto que promueve el orden burgués, en sí mismo, no soluciona los problemas, sino al contrario, deshumaniza la vida. La alternativa es el socialismo, que con nuevas relaciones sociales, mediante la ciencia y la técnica, superando toda forma de explotación y opresión, según palabras de Trotsky (citadas por Mariátegui) "humanizará las costumbres", sobre lo cual Mariátegui argumenta: "El socialismo, tan motejado y acusado de materialista, resulta, en suma…, una reivindicación, un renacimiento de valores espirituales y morales, oprimidos por la organización y los métodos capitalistas. Si en la época capitalista prevalecieron ambiciones e intereses materiales, la época proletaria, sus modalidades y sus instituciones se inspirarán en intereses e ideales éticos27".

Ciencia y racionalismo.- Cuando Mariátegui algunas veces alude de modo peyorativo a la "ciencia" y al "racionalismo", se refiere al sentido que estos conceptos adquieren en la filosofía "racionalista" burguesa, en sus inicios progresiva y revolucionaria -en lucha contra la feudalidad europea-, que Marx y Engels reconociendo sus virtudes primigenias –en tanto opuesto al dogma escolástico medieval- le dieron el apelativo de "materialismo mecanicista", "materialismo vulgar", "materialismo burgués", criticándolo por postrarse ante los "hechos", ante la "realidad", incapaz de proyectar el cambio radical hacia la libertad. El materialismo burgués –basado en el cientificismo, que desfigura los acontecimientos- deja de lado a la imaginación y voluntad humana. Por el contrario, para Carlos Marx, son los hombres quienes hacen la historia partiendo del ambiente en el cual se desenvuelven.

En el mismo sentido se debe entender cuando en el "Prólogo" al libro "Tempestad en los andes" (Lima, 1927) de Luis E. Valcárcel, Mariátegui escribe: "…no es la civilización, no es el alfabeto del blanco, lo que levanta el alma del indio. Es el mito, es la idea de la revolución socialista28(a)".

No se trata de una actitud que rechaza a la ciencia o a la civilización universal en lo que coadyuve a mejorar la existencia, sino que en la idea citada, "civilización" y "alfabeto" se refiere a la estructura del sistema mundial, al sistema dominante, a la "civilización", al "alfabeto del blanco" que oprime a los pueblos por diversidad de medios, desde el uso de la violencia de las armas a la religión oficial, al sistema educativo, a los grandes medios de comunicación, etc. En este contexto para Mariátegui el indio alfabetizado dentro de la "civilización del blanco" se pone al servicio de sus opresores. Por eso la solución a los problemas de las mayorías no es un tema meramente moral, educativo o religioso, sino un cambio radical en todos los ámbitos, comenzando por la reivindicación de los medios de vida, es decir, de la propiedad de la tierra. Y el nuevo mito, el ideal socialista, no es arbitrario, porque surge de las entrañas de la sociedad, cuya realización sólo es posible reivindicando todo el legado libertario de la humanidad.

Mariátegui rechaza la "civilización del blanco" entendido como un sistema opresivo, de dominio, pero reivindica el legado progresivo de la civilización universal, dentro de ello de la civilización occidental dentro de la cual ubica a los países andinos y a América. Por eso también critica a parte de intelectuales que llaman a "repudiar" a la "corrompida y decadente" civilización occidental y en particular a la europea, sin tener en cuenta que el marxismo y otras vertientes libertarias son parte de la cultura occidental. El Perú para Mariátegui es parte de un mundo que sigue una trayectoria solidaria.

Es evidente que la fe, la pasión, la voluntad, están presentes en todas las epopeyas libertarias. Hace algún tiempo, Anouar Abdel Malek comentaba las reflexiones de un ex secretario de defensa de Estados Unidos, Robert Macnamara, que no entendía porqué la primera potencia mundial fue derrotada por el pueblo de Vietnam: "Estudiamos lo más precisamente posible todos los hechos, la densidad de la población, la economía, las cosechas, las cifras, el kilometraje el porcentaje de muelles en los puertos, el clima, la vida social de las poblaciones, las clases, las etnias, las religiones, todo se tomó en cuenta y todo –es lo que él dice- fue transferido a la IBM para intentar ver qué sería necesario emprender para dar cumplimiento a esto y dedujimos que a esta realidad X era conveniente aplicar durante un tiempo Y una cantidad X de bombas, a tal densidad de kilómetros cuadrados, y que al cabo de dieciocho meses las cosas habrían terminado28(b)…" pero todo fue en vano. Su "ciencia" no pudo contra la fe y voluntad de un pueblo.

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