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Aristoteles – Obra Biológica (página 2)



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Tras coleccionar las diferencias, habrá que mostrar sus agrupaciones, las constelaciones en que se arraciman (cuatro estómagos, cuernos, carencia de ciertos dientes y alimentación herbívora, por ejemplo). Con esta segunda operación, quedamos a un paso de la explicación causal (teleológica), pues las diferencias morfológicas, fisiológicas o etológicas, se encuentran agrupadas en relación a la forma de vida del animal y con vistas a su buena funcionalidad. Adaptación, llamamos hoy a este fenómeno.

En definitiva, HA no es un conjunto de meras descripciones, sino que su estructura expositiva constituye ya un paso hacia la explicación y pone de manifiesto importantes elementos teóricos de la biología aristotélica ya que supone, al menos, la crítica y reforma del sistema dicotómico empleado en la Academia.

En HA existe una promesa incumplida:

… antes que nada, [hay que] comprender las diferencias existentes y las concomitancias comunes a todos los animales. Tras esto, habrá que procurar descubrir las causas que las motivan[31]

Düring, al citar este pasaje en que se formula el propósito de dar explicación causal de las diferencias, anota: "éste es el programa del escrito PA II-IV"[32]. Es decir, ante la ausencia de la parte explicativa en HA se ha tendido tradicionalmente a pensar que la promesa de explicación causal remite a PA y GA.

Una gran parte de HA está dedicada al estudio de la reproducción en los animales. Este tema parecía preocupar especialmente a Aristóteles, hasta el punto de dedicarle un extenso tratado en cinco libros, De Generatione Animalium[33]Su autenticidad se estima bien establecida. La fecha de su composición, en opinión de la mayor parte de los estudiosos, debió de ser tardía (según Jesús Mosterín, Aristóteles aún trabajaba en él poco antes de morir). No obstante, en GA, según Pierre Louis, podemos encontrar material procedente de diversas épocas de la vida del autor. David Balme sugiere, incluso, que gran parte de HA es posterior a GA y que tanto GA como PA fueron compuestos durante la estancia del autor en la Academia. Como en el caso de las otras obras mencionadas, la conclusión que parece emerger de este disenso es que la cronología exacta es difícil de establecer, ya que según todos los indicios, las obras de Aristóteles estuvieron expuestas a sucesivas reelaboraciones, lo cual, por otra parte, rebaja el grado de interés de esa empresa.

La estructura de GA es como sigue: El libro I trata de la reproducción en general. Establece algunas precisiones sobre la teoría de la causalidad, necesarias dado que en general caracterizará al macho como causa formal y a la hembra como causa material en la reproducción. Tras ello se ocupa de los caracteres distintivos del macho y de la hembra en el nivel de los órganos y miembros (es decir, partes no homeómeras) relacionados con la reproducción, primero en sanguíneos y más tarde en no sanguíneos. A continuación aborda el estudio de las partes homeómeras relacionadas con la reproducción (esperma, leche, menstruos).

El libro II examina la reproducción de los animales vivíparos y el III de los ovíparos y los no sanguíneos (de entre ellos, a ciertos insectos y todos los testáceos se les atribuye generación espontánea).

El libro IV se centra en la embriología y la herencia. En él se alude a la diferenciación del sexo durante el desarrollo del embrión, a cuestiones relacionadas con la herencia y sus errores (monstruos) y otros asuntos próximos (gemelos, superfetación o formación de un segundo feto en una hembra que ya lleva uno vivo, nivel de desarrollo al nacer de distintos animales, leche y lactancia, duración de la gestación en relación a la longevidad).

El libro V trata de los caracteres congénitos. Muchos de ellos (color de los ojos, timbre de la voz o aspecto del pelo) pueden no responder a causa final discernible y deben ser explicados, en ese caso, únicamente conforme a la necesidad y eficiencia.

En líneas generales, la importancia y peso explicativo de los aspectos materiales y eficientes es mayor en GA que en el resto de las obras biológicas. El empirismo de GA también se acentúa en relación a obras anteriores; con frecuencia se hace alusión a la carencia de datos suficientes para resolver tal o cual problema y a la primacía de la observación ante la reflexión. Aristóteles llega a decir que hay que fiarse de los razonamientos sólo en la medida en que sus conclusiones coincidan con los datos observados[34]

Tampoco nosotros deberíamos fiarnos en exceso de las declaraciones de principio, pues en el transcurso de esta obra, el propio Aristóteles utiliza principios especulativos que con frecuencia se imponen a las observaciones. Uno de los que más llamativos errores le lleva a cometer es la consideración de la hembra como un macho que no ha alcanzado pleno desarrollo[35]Otro es la creencia en una diferencia axiológica entre las distintas direcciones del espacio, lo cual le obliga a establecer precisiones ad hoc: por ejemplo, el valiosísimo corazón[36]se halla en el siniestro lado[37]Claro está que esto sólo sucede para compensar la supuesta mayor frialdad de este costado[38]

Por otra parte, el tratado no deja en ningún momento de ser teórico ni de utilizar los resortes conceptuales y metodológicos de la filosofía del autor. Ello, unido a un buen cúmulo de datos sobre el tema que aborda, le permite la obtención de valiosos aciertos explicativos (por ejemplo, sobre el funcionamiento de la placenta y el cordón umbilical) y distinciones (entre caracteres sexuales primarios y secundarios, de la que sólo se hallan precedentes en Empédocles), así como el rechazo de doctrinas erróneas sobre la procreación y la herencia (como la preformación, la pangénesis, la teoría seminal encéfalo-mielógena o la teoría derecha-izquierda para la distinción del sexo[39]

Por último, creemos que se debe incluir dentro de los tratados biológicos el escrito aristotélico Acerca del Alma[40]pues en él se intenta nada menos que una teoría general de la vida: ¿qué diferencia a un ser vivo de un cadáver? Para Aristóteles la respuesta es el alma, es decir, lo que permite al organismo realizar el conjunto de funciones que caracterizan al ser vivo, como la nutrición, crecimiento y reproducción, movimiento, sensación y percepción, emoción y pensamiento. La división más importante y general que se puede establecer entre seres vivos se fundamenta en las funciones de que son capaces: las plantas, tan sólo nutrición, crecimiento y reproducción; los animales, todas esas más el movimiento, la sensación y la percepción (y algún tipo de emoción); el ser humano, todas las arriba aludidas.

La realización de las funciones mencionadas constituye su modo de ser (su forma), al tiempo que garantiza su existencia (sirve a la forma tomada como fin). Fijémonos por ahora sólo en la primera parte de la frase: para una planta, ser es tanto como tener la posibilidad de nutrirse, crecer y reproducirse. Un animal es en la medida en que puede sentir y moverse (además de nutrirse, etc). Y para el hombre, ser es poder pensar (además de nutrirse y sentir, etc.). De otra forma: no existe una planta que sea incapaz de nutrirse, porque cualquier cosa así que exista no es una planta.

Retrocedamos un poco para captar un último aspecto del concepto aristotélico de alma. Habíamos dicho que el ejercicio de las funciones vitales garantizan la existencia de un ser vivo como tal. Y no de modo casual, es decir, la organización funcional del ser vivo es tal que permite, soporta, su vida. Demos un paso más: es así para posibilitar la vida, que es tanto como decir que es así para posibilitar la actualización de las capacidades que le son propias en virtud de su alma y para sostener vigente esta posibilidad. Desde este punto de vista el alma, además de principio formal del ser vivo y de su movimiento (como se ha presentado hasta aquí), puede ser vista como causa final del mismo. Esta duplicidad (y circularidad) se intuye ya en el doble sentido de nuestra expresión "funciones vitales": funciones que constituyen la vida y funciones imprescindibles para la vida.

De lo dicho se sigue que, tanto lo que es común a todos los seres vivos, como lo específico de cada una de las clases dichas, se explica y define tomando en consideración el alma que poseen (o mejor, el alma que son). Por ello, bien se puede afirmar que, en DA, Aristóteles intenta una teoría general de la vida.

No obstante, los conceptos de alma y vida no son directamente intercambiables, media entre ellos la distinción acto-potencia. El alma es plenitud primera de un cuerpo natural, es decir, capacidad de vivir. La vida es una segunda plenitud o actualización, es decir, el ejercicio de esa capacidad.

Aristóteles habría podido identificar el alma con las potencias del cuerpo en virtud de su orden, armonía, equilibrio o simplemente salud. De otro lado, habría podido identificar el alma con el ejercicio de estas potencialidades, con el acto de vivir. De ambos modos habría hecho desaparecer el alma como sustancia. Sin embargo mantiene la sustantividad del alma mediante esta distinción entre acto primero y segundo[41]

El tratado está distribuido en tres libros. El libro I expone programáticamente las cuestiones con que habrá de enfrentarse:

Resulta, sin duda, necesario establecer en primer lugar a qué género pertenece y qué es el alma -quiero decir si se trata de una realidad individual, de una sustancia o si, al contrario, es cualidad, cantidad o incluso cualquier otra de las categorías que hemos distinguido- y, en segundo lugar, si se encuentra entre los seres en potencia o más bien constituye una cierta entelequia[42]

Recorre y critica las opiniones de sus predecesores, la teoría platónica, la del alma como armonía, la del alma como constituida por elementos materiales, a la par que establece la posibilidad de la psicología (como saber acerca del alma).

En el libro II presenta Aristóteles su propia teoría del alma. Sobre las nociones de potencia y acto, de materia y forma, edifica la doctrina del alma como sustancia y de su unidad con el cuerpo:

El alma es la entelequia primera de un cuerpo natural que en potencia tiene vida[43]

Tras ello comienza el estudio de las facultades del alma, la nutritiva, el conocimiento sensible y los cinco sentidos.

El libro III trata de la sensibilidad común, de la imaginación, memoria y de la facultad pensante. Establece en este libro la famosa distinción entre los dos intelectos, activo y pasivo, y su conexión con la imaginación y la sensación. Trata también del movimiento y la voluntad e introduce observaciones suplementarias sobre nutrición y percepción.

Por lo que hace a la separabilidad del alma humana y a su inmortalidad Aristóteles afirma que una parte (o tal vez función) del alma humana es separable e inmortal, se trata del entendimiento agente[44]También es cierto que parece concebir la existencia de vida sin materia corruptible[45]De todos modos, este punto ha resultado siempre especialmente controvertido por la voluntad expresa de Aristóteles de situarse lejos, tanto del corporeísmo, como del dualismo.

Si bien parece cierto que DA fue escrito de dos veces, como en dos estratos, un primero más centrado en las funciones vegetativas y sensitivas y un segundo que incorpora las funciones intelectuales, precisamente, lo que intenta Aristóteles es integrar las funciones intelectuales y emocionales dentro de un concepto general de vida. Es más, el DA en su conjunto constituye una de las claves para comprender la estructura general de la biología aristotélica.

El tratado Sobre las partes de los animales[46]

PA sólo con muchos matices puede ser tenido por un tratado de anatomía comparada, pues hay que reparar en que su problema central es la explicación causal de las diferentes partes de los animales, conciliando los aspectos teleológico y eficiente.

El tratado consta de cuatro libros, cuya autenticidad no ha sido puesta en duda. Su cronología es objeto de disputa. Existe consenso en situar su redacción en época anterior a la de GA y quizá posterior a HA, salvo Balme que entiende que HA es posterior a PA. De los cuatro libros, el primero, como suele suceder con las introducciones, fue el último en ser redactado. Existen indicios de que Aristóteles colocaba PA al comienzo de la serie de sus obras biológicas; por tanto, el libro I puede constituir una introducción general a toda la zoología del autor. Consta de una serie de discusiones metodológicas acerca de:

(1) La explicación. Ésta debe ser causal, atendiendo a la causa final y a la forma, pero sin descuidar el estudio de los elementos materiales y fuerzas eficientes que, aunque subordinados a la finalidad, no dejan de ser importantes.

(2) La dicotomía. La taxonomía dicotómica, tal y como se practicaba en la Academia, es duramente criticada por Aristóteles, por artificiosa e inútil para la investigación empírica[47]Se inclina por la clasificación ordinaria como punto de partida (la que utiliza habitualmente tiene sus raíces ya en Homero), pero a veces se refiere incluso a grupos de animales que ni siquiera tienen nombre. La clasificación ordinaria atiende a constelaciones de caracteres, mientras que la dicotómica sólo puede tomar uno cada vez (hábitat terrestre, por ejemplo), colocando a un lado a los individuos que lo poseen (terrestres), y a otro a los que carecen de él (acuáticos), y subdividiendo cada clase así obtenida en otras dos en función de un segundo carácter (los terrestres en voladores y no voladores). El elemental ejemplo que aparece entre paréntesis nos permite ya inferir ciertas consecuencias poco deseables: habríamos colocado al avestruz junto con el escorpión (terrestres, no voladores), y separado del águila (terrestre, volador); la jirafa junto con la mosca (terrestres) y separada del delfín (acuático)… La clasificación, como apoyo para la investigación biológica, debe tener mayor flexibilidad y riqueza de lo que permite el mero proceso de bipartición de géneros[48]

(3) La investigación zoológica. Ésta debe conducirse por los siguientes pasos: en primer lugar constatación de hechos y tras ello búsqueda de las causas, examinando primero las funciones y partes comunes a una determinada clase de animales y después las específicas de las subclases.

Estos aspectos metodológicos poseen, en realidad, una enorme una carga filosófica. Hasta tal punto es así, que en estas líneas se puede detectar una de las más acabadas elaboraciones aristotélicas sobre la cuestión de la sustancia y la noción de diferencia.

Además de los aspectos metodológicos, aparece en este libro I una auténtica vindicación de la biología como ciencia, tan digna como puedan serlo la astronomía o la matemática. Este pasaje (PA, I, 5, 644b 22 – 645a 24) constituye toda una invitación al estudio de los seres vivos y suele ser citado tanto por su contenido como por su inspirado estilo.

El libro II comienza exponiendo la composición material de los seres vivos a través de tres síntesis:

(1) por combinación de las cualidades primarias o propiedades más elementales (frío, calor, sequedad y humedad) se obtienen los elementos simples (tierra, agua, aire, fuego).

(2) Una segunda síntesis nos permite obtener, mezclando adecuadamente los elementos, las partes homeómeras (tejidos) de los animales.

(3) los tejidos correctamente estructurados componen órganos y miembros, o lo que es casi igual, partes no homeómeras.

Tras ello, principia el estudio de las partes de los animales sanguíneos; primero las homeómeras, yendo de las más blandas y fluidas (sangre, grasa, sebo, médula, esperma, bilis, leche, carne) a las más duras y sólidas (hueso, espina, cartílago, tendón, pared de los vasos).

Desde el capítulo 10 del libro II, Aristóteles emprende el estudio de las partes internas no homeómeras de los animales sanguíneos, tomando como guía la estructura del cuerpo humano y procediendo desde arriba hacia abajo: primero, cabeza (hasta III, 3), donde incluye los estudios de ojos, nariz, oído y boca, que son internos sólo en parte; después el resto del cuerpo (hasta IV, 4). En cada caso atiende primero a lo que es común (posesión de cuernos en general, por ejemplo) y más tarde a lo específico (posesión de uno o bien de dos cuernos). IV, 5 está dedicado a las partes internas de los no sanguíneos. IV, 6 da comienzo al estudio de las partes externas, en primer lugar de los no sanguíneos y por último de los sanguíneos.

A lo largo de todo el tratado se intenta la generalización y explicación causal de las partes de los animales y de sus funciones.

Se puede afirmar que, en líneas generales, Aristóteles adopta una concepción "termodinámica" del funcionamiento del organismo. El ser vivo consta de un polo caliente, el corazón, centro también de la sensación, y dos sistemas de refrigeración que mantienen el equilibrio térmico: la respiración y la acción refrigerante del cerebro.

Tras convertir los nutrientes en sangre, mediante un proceso de cocción alimentado por el calor que se origina en el corazón y llevado a cabo en el estómago, ésta se transforma, también mediante algo parecido a la cocción, en los diversos tejidos que forman los órganos y miembros. También el semen es visto como un residuo elaborado mediante procesos de cocción a partir de la sangre. El flujo menstrual responde a semejante origen pero tras una cocción realizada a más bajas temperaturas, dado que, según Aristóteles, el corazón de la hembra es más frío.

De esta concepción fisiológica afirma Jesús Mosterín que

es totalmente falsa, pero no es irracional. No contiene elementos misteriosos o sobrenaturales, ni apela a otros conceptos o principios que los habituales en el estudio de los fenómenos empíricos[49]

El tratado Sobre el movimiento de los animales

El tratado Sobre el movimiento de los animales es un escrito breve y difícil, pero de largas implicaciones. Las cuestiones que en él se abordan tienen conexiones con el resto de los tratados biológicos, pero también con los textos sobre cosmología, ética, física y metafísica. Incluso la utilización en MA del llamado silogismo práctico lo relaciona con la lógica y las referencias al motor inmóvil con la teología. No obstante, su ubicación más adecuada está dentro de la obra biológica, en las proximidades de PA, IA y DA, a cuya constelación de problemas se remite.

Su objeto de estudio propio es el movimiento de los animales y las causas del mismo. La noción de movimiento es aquí muy amplia: incluye cualquier tipo de alteración, crecimiento o desplazamiento sufrido o llevado a cabo por el animal. Quedan al margen los movimientos de generación y corrupción que no son llevados cabo en sentido propio por el animal, sino que son los que hacen que el animal venga al ser o deje de existir. Las causas del movimiento son tanto materiales y eficientes como formales y finales. Aristóteles estudia estas dos líneas causales y su engranaje. Nos hallamos quizá ante el primer escrito que puede ubicarse con justicia dentro de lo que hoy llamamos teoría de la acción[50]

La auntenticidad de MA ha sido puesta en duda por diversos estudiosos, como Rose o Zeller. La razón es que MA[51]parece contener una referencia al tratado pseudoaristotélico Sobre el pneuma. Sin embargo, los estudio posteriores de Torraca (1958, 1959), Louis (1973) o Nussbaum (1978) establecen con claridad que tal referencia no remite específicamente al tratado Sobre el pneuma, sino en general a textos sobre tal tema, como pueden ser los contenidos en el escrito aristotélico Sobre la respiración[52]MA según estos estudios más recientes puede ser considerado, fuera de toda duda razonable, como obra del propio Aristóteles: las ideas que en él se exponen son acordes con las que se registran en otras partes de la obra aristotélica; los catálogos antiguos de obras de Aristóteles incluyen el MA; el estilo, con frases cortas, concisas y a veces incompletas, el vocabulario, los términos técnicos, todo ello concuerda, como establece Pierre Louis[53]con los textos más claramente aristotélicos. Habría que añadir también que el modo en que se utiliza el apoyo gráfico recuerda otras partes de la obra biológica de Aristóteles[54]

En cuanto a la cronología, todo parece indicar que estamos ante uno de los últimos escritos del autor, cuya redacción se situaría entre la del DA y la del que casi todos los autores consideran como el último escrito de Aristóteles, el GA. Nussbaum[55]señala como época probable de su redacción los últimos años de la segunda estancia de Aristóteles en Atenas. Louis[56]arriesga incluso unas fechas tentativas para la redacción del MA que se habría producido, según él, entre el 330 y el 323.

El mejor modo de acceder al núcleo de la cuestión tratada en MA es partiendo de la distinción entre movimiento voluntario, movimiento involuntario y movimiento no voluntario, aunque el mismo Aristóteles la presente hacia el final del tratado. Los movimientos involuntarios son los realizados por alguna parte del cuerpo de modo autónomo, como si de un ser vivo independiente se tratase[57]al margen del control del animal (por ejemplo los movimientos del corazón o del pene). Los movimientos no voluntarios son del conjunto del animal o de algún sistema amplio del mismo, pero realizados de modo autónomo (como respirar, dormirse o despertarse, y en general una buena parte de los movimientos fisiológicos). Todos estos movimientos pueden tener explicación, es decir, se pueden señalar las causas de los mismos. Si queremos la explicación completa de cada movimiento tendremos que señalar sus causas material, eficiente, formal y final. La causa material vendrá dada por las partes intervinientes, la eficiente por el calor del corazón o del pneuma, la formal por la morfología del animal y la final[58]por el bien del viviente en la circunstancia concreta (algo así como el valor adaptativo de la biología actual). Todo ello no requiere para nada la conciencia de los fines del movimiento, ni de los medios para obtenerlos, ni la voluntad expresa de conseguirlos.

El reto específico que asume Aristóteles en este tratado consiste en explicar como el propio animal, mediante la representación consciente[59]puede tomar las riendas de algunos de sus movimientos, los que Aristóteles llama voluntarios. Estos movimientos desencadenados por el animal constituyen su acción[60]La explicación de los mismos se basa en la explicación general del movimiento (en seres animados o no), en la explicación del movimiento animal (voluntario o no) y en la explicación de cómo algunos de estos movimientos pueden ser desencadenados o canalizados por el propio animal. El movimiento voluntario del animal no se produce contraviniendo los movimientos fisiológicos o los elementales, sino utilizando y guiando todos ellos. Esta es la razón profunda de que en MA convivan reflexiones de tan diverso jaez.

Toda acción consiste en movimientos, pero no todo movimiento es acción. Sólo cuando nos hallamos ante un movimiento de los que Aristóteles llama voluntario podemos hablar con precisión de acción. En el resto de los casos hay movimiento pero no hay acción. La explicación de los movimientos en cuanto tales requiere la exposición de sus causas, pero la acción tiene, además, su causa final propia.

Ahora nos hallamos ante una doble pregunta: en primer lugar tendríamos que investigar cómo se da el proceso de todo movimiento, y en particular del movimiento de los vivientes; en segundo término habría que establecer cómo puede este proceso caer bajo el control del propio animal en algunos casos.

Tanto por el razonamiento general como por la experiencia de los casos particulares y los hechos a los que podemos acceder por los sentidos[61]se llega a la convicción de que todo movimiento requiere un motor y un punto de apoyo inmóvil. Esta conclusión afecta tanto al universo en su conjunto como a cada animal en particular. El movimiento es imposible si no hay algo que se mueva y algo que permanezca inmóvil. En el caso de las animales estas funciones pueden alternarse de modo que las partes que permanecen inmóviles en una fase del movimiento sean las móviles en otra y a la inversa. Pero, además de la alternancia de partes móviles e inmóviles dentro del animal, debe existir un punto fijo de apoyo exterior al mismo, sin esta resistencia ningún movimiento es posible.

Siguiendo esta línea y partiendo de la observación del movimiento animal aparece la conexión con cuestiones cosmológicas e incluso teológicas. Llegamos a la conclusión de que el universo en su conjunto requiere la presencia de un motor exterior que resulte a un tiempo punto de apoyo inmóvil. Cualquier motor actuando desde el interior del universo, sin un punto de apoyo externo, sería incapaz de mover el mismo, no podría hacerlo ni el propio Atlas de legendaria fuerza. Aristóteles, siempre partiendo de los datos que se ofrecen a nuestros sentidos sobre el movimiento de los animales, se embarca en la demostración de que no sólo el punto de apoyo para el movimiento de los cielos debe ser exterior al universo, sino que también debe serlo el propio motor[62]

Si dividimos las entidades en animadas e inanimadas, tenemos que las primeras son capaces de moverse a sí mismas, tienen un principio de movimiento, un motor interno, mientras que las segundas son movidas por otras, animadas o inanimadas. A la larga, el movimiento de lo inanimado siempre será resultado del movimiento de los vivientes o del motor inmóvil[63]

Los vivientes poseen un principio motor interno, son móviles y motores a un tiempo, se mueven. Cada uno de sus movimientos exige, además, un juego de partes del animal móviles e inmóviles y un punto de apoyo exterior fijo. La alternancia de partes móviles e inmóviles dentro del animal se ve posibilitada por las articulaciones, es decir, sin flexión no habría movimiento.

El movimiento se desencadena por la presencia de un objeto que es captado por alguno de los sentidos del animal, esta percepción va acompañada -afirma Aristóteles- de una variación del calor o del frío y, a consecuencia de la misma, de una alteración en el animal, concretamente en el corazón, que es para Aristóteles el centro de la sensación y origen de la motricidad. La alteración producida en corazón, aunque sea pequeña, puede tener efectos importantes en el movimiento del animal, puede sufrir una suerte de amplificación en el corazón de modo que acabe por afectar a muchas partes del organismo que obtienen la fuerza necesaria para moverse del pneuma[64]

Se podría decir que el animal funciona hasta cierto punto como un autómata cuyos resortes fuesen disparados por la presencia de un objeto que de alguna forma pudiese afectarle. Esta comparación es explícitamente considerada por Aristóteles y no sólo en este texto, sino que también aparece en GA y en Metafísica. Mas la semejanza no es estricta: sucede que el animal vendría a ser un autómata de componentes alterables, una máquina que no sólo puede cambiar su configuración, sino que también puede sufrir variaciones en cada uno de sus componentes[65]

Hasta aquí hemos formulado consideraciones que afectan a todo movimiento animal. Pero los movimientos voluntarios en especial se desencadenan por la representación mental de un objeto visto por el animal como deseable, es decir, como un bien. Y la conexión entre el objeto deseado y el repertorio de movimientos disponibles exige también una representación de los medios. En ambas operaciones interviene la imaginación, la fantasía o la reflexión. Si queremos podemos construir el proceso de modo silogístico, como un silogismo práctico: tenemos una primera premisa que enuncia el fin buscado, lo que se entiende como un bien; una segunda premisa que hace referencia a los medios disponibles para alcanzar el fin deseado, es decir, a los movimientos posibles; y una conlusión, que en el caso de este tipo de silogismos es una acción. Así, nos hallamos en presencia de una acción cuando una serie de movimientos son desencadenados por el deseo de algo que se capta como un bien y por la creencia de que este bien puede ser obtenido mediante dichos movimientos.

Aristóteles piensa que del mismo modo que ciertos movimientos no voluntarios o involuntarios pueden desencadenarse por la percepción de un objeto, la imaginación y la reflexión pueden disparar y guiar movimientos que entonces llamamos voluntarios y que se realizan por los mismos mecanismos que los anteriores[66]

El tratado Sobre la locomoción de los animales[67]

El tratado Sobre la locomoción de los animales es una pequeña monografía cuya autenticidad nunca ha sido puesta en duda. De hecho, los escritos breves sobre temas específicos no son extraños en la obra de Aristóteles; varios de ellos se encuentran agrupados bajo el título común de Parva Naturalia y, al igual que el que aquí nos ocupa, están conectados con los grandes tratados biológicos como el PA o el DA. Existen varias referencias claras a IA a lo largo de PA y MA que garantizan la autenticidad del primero y nos indican sus conexiones[68]IA, por añadidura, nos ha sido legado por un número relativamente alto de manuscritos[69]

El objeto de estudio del tratado IA es la locomoción de los animales en sus diversos modos. Este tópico, junto con el del movimiento en general, que se aborda en MA, y el de la percepción, presente en PN, son de especial importancia y por ello merecen tratados monográficos, ya que definen el modo de ser propio del animal, es decir, su modo de vida, que incluye casi siempre el desplazamiento y siempre la percepción.

A lo largo de IA se exponen los diferentes mecanismos de natación, vuelo, reptación, marcha, carrera o salto que emplean los animales para desplazarse. Pero no se trata sólo de distinguir los varios modos de locomoción y de describir sus mecanismos: al igual que en PA, encontramos en esta pequeña monografía un intento continuado de explicación causal del fenómeno que estudia. También, pues, en cuanto al enfoque nos hallamos ante un texto claramente relacionado con PA.

En cuanto a la cronología, existe cierto acuerdo en que IA es aproximadamente contemporáneo de PA, que su redacción precedió en el tiempo a la de MA y el resto de los tratados biológicos, como DA y los contenidos en PN, a excepción de HA que habría sido anterior incluso a PA. De todos modos, como ya se ha sugerido más arriba, el orden en que fueron redactados los tratados está sometido a discusión y el interés de establecer el mismo creo que es limitado, ya que, como demuestran las referencias cruzadas, fueron revisados en varias ocasiones.

Por lo que hace al contenido, encontramos en los primeros capítulos del único libro que constituye el tratado una exposición de las cuestiones que se propone abordar y del método que se va a seguir. Esta anticipación de las materias que serán estudidas y del procedimiento es típica de las obras de Aristóteles. Nos adelanta en los tres primeros capítulos que se va a emprender un estudio comparativo de los diferentes modos de desplazamiento en los animales, una descripción del modo de funcionamiento de los órganos y miembros que interviene en dicha función y una explicación causal de la misma.

Los principios generales que hemos visto en otros textos del autor vuelven aquí a desmpeñar un importante papel: las estructuras que observamos en los animales tienen una finalidad y la identificación de la misma constituye ya una explicación de su presencia. Hay que señalar que la función última de toda la estructura del animal es su vida y, por ello, será la forma de vida propia de cada animal la que explique su configuración. Dicho de otro modo, la explicación funcional remite a la forma del animal y toda forma es, a la postre, no una figura, sino una forma de vida. Por otra parte, el movimiento se produce según las seis direcciones espaciales, cada una de ellas cargada axiológica y funcionalmente. Es decir, el espacio biológico para Aristóteles es -digámoslo así- anisótropo, cada dirección se relaciona con una determinada función y tiene una valoración distinta. Además, añade un principio de carácter mecánico, a saber, que en cuanto a la causa eficiente el desplazamiento sólo puede ser efecto del empuje o de la tracción.

A partir de ahí, ya en el capítulo tres comienza el estudio de la locomoción en general que se extiende hasta el capítulo seis. Tras ello, los capítulos siete al dieciocho tienen por objeto la exposición de los diversos modos de locomoción presentes en el mundo animal. En cuanto a la locomoción en general afirma que ésta requiere un punto de apoyo inmóvil. Los sanguíneos (aproximadamente equivalente a lo que nosostros llamamos vertebrados) disponen como máximo de cuatro puntos de apoyo, a diferencia de los no sanguíneos que pueden tener más. Tanto unos como otros los tienen siempre en número par.

Los miembros que llevan a cabo la locomoción pueden hacerlo gracias a que pueden flexionarse. La flexión, insiste Aristóteles, es condición necesaria para la locomoción. La flexión de cada articulación puede ser cóncava o convexa, y se puede establecer, como hace aquí el autor, un estudio comparativo de los distintos tipos de flexión en diferentes animales.

Otra diferencia en cuanto a la locomoción entre sanguíneos y no sanguíneos observada por Aristóteles es que sólo los últimos son capaces de mantener el movimiento local cuando son partidos, lo cual indica que el animal sanguíneo es un todo más integrado, en sentido ontológico es más uno y, por tanto, es, en términos absolutos, más. Algunos animales no sanguíneos pueden ser escindidos sin que de ello se siga la muerte de las partes resultantes, lo que muestra su grado de desintegración funcional: cada uno es, de algún modo, plural. Nosotros podemos atribuir estas peculiaridades al grado de centralización del sistema nervioso, pero la observación de las mismas por Aristóteles y la reflexión ontológica a que se ve conducido parecen de sumo interés para debates como el del progreso biológico[70]

En especial, sobre la aves, es digna de mención la observación de que les son tan necesarias las patas para volar como las alas para desplazarse en tierra. Al tópico de los animales que vuelan dedica Aristóteles los capítulos diez al doce. También menciona el aspecto aerodinámico del cuerpo de los animales voladores. El capítulo doce expone la locomoción en otro bípedo, esta vez no volador, el hombre. El catorce nos lleva al caso de los que disponen de cuatro puntos de apoyo, los cuadrúpedos, de los cuales los vivíparos presentan diferencias respecto a los ovíparos, ya que en estos últimos las patas salen hacia los lados del cuerpo, mientras que en los vivíparos descienden siguiendo aproximandamente la vertical del mismo. Este rasgo lo relaciona Aristóteles con el modo de reproducción: en el caso de los ovíparos, la posición de sus miembros les facilita la incubación.

Las diferencias más finas dentro de cada grupo de animales se pueden establecer por la peculiar combinación de flexiones cóncavas y convexas que presenten en extremidades anteriores y posteriores, así como por el orden en que las extremidades se mueven; hay animales que desplazan simultáneamente las dos patas del mismo lado, mientras que otros mueven a un tiempo las que están en diagonal.

En el capítulo quince el autor vuelve sobre las aves, pero esta vez en cuanto animales capaces de andar y correr. El capítulo dieciseis se centra ya en los animales con más de cuatro puntos de apoyo, es decir, los no sanguíneos. El capítulo diecisiete torna sobre las aves, ahora en tanto que nadadoras. El hecho de que trate de las aves en tres puntos distintos de la obra nos indica bien a las claras que el objetivo de la biología de Aristóteles no es prioritariamente taxonómico, no le interesan las clases de animales, sino su forma de vida, sus funciones, y aquí en especial la locomoción de la cual estudia sus variedades. Por último, el capítulo dieciocho nos habla de los animales cuyo modo principal de locomoción es la natación.

Como es también costumbre en Aristótes, concluye el tratado con una alusión a lo explicado hasta el momento y al trabajo que queda para futuras obras. Concretamente, afirma que después de este estudio viene el del alma.

El pensamiento de Aristóteles y la obra biológica

A partir de la traducción y difusión de los textos biológicos de Aristóteles la lectura de otras zonas de su amplia obra no puede seguir realizándose al margen de los mismos. Las implicaciones que poseen para la correcta interpretación de la metafísica, de la metodología de la ciencia, de la filosofía práctica o del resto de las obras físicas son de enorme calado. Hay que decir que una buena parte de estas conexiones están aún por explorar e irán apareciendo previsiblemente en un futuro. No obstante, un gran trabajo en esta dirección ha sido ya realizado por autores como P. Pellegrin, D. Balme, G.E.R. Lloyd, M.Grene, J. Lennox o A. Gotthelf[71]

En lo que sigue trataré de apuntar, casi a modo de ilustración, algunas de las implicaciones que tiene la lectura de la obra biológica para la correcta interpretación del pensamiento de Aristóteles en otras áreas:

-La conexión más obvia es la que mantiene la obra biológica con el resto de los escritos sobre ciencia natural, desde los Meteorológicos hasta la Física o el tratado Sobre la generación y la corrupción, pues todos ellos pertenecen al mismo grupo de tratados, utilizan un utillaje conceptual común y los resultados obtenidos en unos se emplean como principios en otros.

-La distancia que tradicionalmente se establece entre la obra biológica de Aristóteles y sus prescripciones metodológicas contenidas en el Organon puede ser acortada revisando los objetivos que veníamos atribuyendo al autor. En relación al supuesto objetivo taxonómico, hay que señalar que el autor, en PA I, hace una dura crítica al sistema clasificatorio por dicotomía seguido en la Academia, y emprende una reforma del método de división (diai¿resij). Tras ello Aristóteles presenta, no una, sino varias clasificaciones distintas de los vivientes. Cada clasificación responde a un contexto de investigación diferente. Todo indica que las clasificaciones no son sino instrumentos al servicio de un fin ulterior, la comprensión y explicación de los seres vivos.

Así pues, los conceptos de género (ge¿noj) y especie (eiådoj), tal y como se usan en la obra biológica, quedan liberados de su carga estrictamente taxonómica, ya que no corresponden a niveles taxonómicos fijos. Son relativos, como en la Metafísica. Al descartar el objetivo taxonómico como prioritario acercamos la obra biológica al resto de la producción de Aristóteles y favorecemos la lectura no taxonómica de otros escritos, como por ejemplo Categorías.

Se puede, por tanto, entender la biología de Aristóteles más como un intento de definir que de clasificar. Y aún la definición ha de concebirse como un instrumento flexible al servicio de la explicación. Mediante definiciones en que figuren rasgos relativamente básicos de las distintas formas de vida animal, se pueden construir explicaciones de otros rasgos (o diferencias). La explicación adquiere fuerza si se pueden poner de manifiesto conexiones causales entre los rasgos explicados y aquellos que explican. Este tipo de explicaciones admiten incluso su reconstrucción en forma explícitamente deductiva, silogística. Todo ello remite a las ideas metacientíficas defendidas en los Analíticos; si bien, a la luz de los escritos biológicos, éstas han de ser entendidas de un modo muy flexible.

-La forma expositiva y los recursos explicativos desplegados en la biología no conectan sólo con los Analíticos, también nos remiten a textos como Retórica o Poética, ya que aparecen en la biología de Aristóteles otros recursos explicativos distintos de la estricta definición seguida de deducción. Se trata de la analogía, la metáfora y la comparación, que son ubicuas en la obra biológica. Se puede leer la teoría aristotélica de la metáfora de manera que se rehabilite ésta como instrumento de extensión del lenguaje y el conocimiento. La metáfora es un fenómeno cognoscitivo mucho más que una figura retórica, es imprescindible en la economía explicativa de la obra biológica. La buena metáfora constituye lo que podemos denominar un descubrimiento creativo, puede contener, por tanto, información acerca de la realidad objetiva, pero esta información sólo puede adquirirla el sujeto de modo activo, captando creativamente, poéticamente, la semejanza.

Por otra parte, la controvertida cuestión de la base empírica de la biología aristotélica nos lleva hasta las conexiones de la misma con escritos como Tópicos, a la relación entre la dialéctica y la investigación empírica: el método de investigación no puede ser simplemente el dialéctico, pero este método, sometido a control crítico, tiene una cierta función en la biología, a saber, dirige la discusión previa con las opiniones más establecidas.

-También se pueden establecer las relaciones entre la obra biológica y la metafísica de Aristóteles. Las nociones de sustancia, forma, esencia, materia y fin, se emplean en la biología y la lectura de la obra biológica puede contribuir a la interpretación adecuada de las mismas. Las sustancias propiamente dichas son, en Aristóteles, los seres vivos, de modo que la comprensión del ser en general tiene sus raíces en la comprensión del ser vivo.

En la Metafísica, Aristóteles adopta sucesivamente el punto de vista del logos, según el cual se capta la realidad a través de las categorías lingüísticas, y el punto de vista de la physis. En esta segunda perspectiva se hace un esfuerzo por captar la naturaleza en sí misma y adecuar el lenguaje a la expresión de la realidad, siempre con la conciencia de que existe una cierta distancia entre ambos. La realidad aquí consta de individuos y procesos concretos[72]

Desde la perspectiva física, los rasgos formales heredados por el individuo, la especie y la esencia, son nociones todas ellas referidas a aspectos formales de la realidad, pero que deben ser distinguidas cuidadosamente, pues son diferentes en cuanto a su generalidad, a su realidad física y al marco teórico en el que cada una funciona.

Por lo que hace a la esencia, ésta puede ser distinguida tanto de la especie como de los rasgos formales heredados, y que la posibilidad de que Aristóteles considerase la esencia, no sólo en sentido lógico, es decir, como correlato de la definición, sino también en sentido físico, no debe ser excluida. En este sentido, queda abierta la lectura según la cual la esencia puede ser numérica y cualitativamente propia de cada viviente individual. Además se puede aceptar una gradación en las diferencias relativas entre individuos de un grupo dado, como sugieren los textos biológicos.

Por otra parte, aunque la línea que separa los rasgos heredables de aquellos otros que son fruto de la interacción con el entorno no es nítida en los textos de Aristóteles, sí parece claro que los rasgos formales heredados incluyen los estrictamente esenciales y algunos otros accidentales para la vida del individuo. Los rasgos formales heredados son un resultado de combinar los rasgos formales de los progenitores concretos según las leyes combinatorias establecidas en GA y, muy particularmente en GA IV 3. En cualquier caso, el desarrollo del individuo tiende a la realización plena de su forma, resultado de la combinación de rasgos heredada de sus progenitores y ancestros, y no de la forma específica, que es un universal cuya capacidad causal sería difícilmente explicable.

La especie es, por tanto, más un resultado que una causa. Un resultado estable en la medida en que permanecen en equilibrio las fuerzas actuantes de cuya tensión resulta, a saber, la tendencia al bien del individuo concreto en su circunstancia medioambiental concreta y las restricciones hereditarias.

El alma del ser vivo es su esencia, es también su sustancia y el propio ser vivo. La relación entre alma y cuerpo es un caso especial de la relación entre materia y forma, entre acto y potencia. En el caso de los seres vivos es una relación de identidad.

En cuanto al aspecto material de los seres vivo, se puede señalar que el concepto de materia es relativo al nivel y contexto en que nos movamos. Que también hay que distinguir entre la materia de que consta un ser y la materia a partir de la cual deviene. Según estas distinciones, podemos considerar el cuerpo como materia en relación al alma del viviente, la sangre procedente de la madre como materia a partir de la cual se produce la generación del viviente, la sangre procedente de la nutrición como materia a partir de la cual se produce el desarrollo y crecimiento del mismo, y el género como materia en relación a la diferencia específica.

El concepto de fin (te¿loj) es también clave en la biología y filosofía de Aristóteles. La teleología aristotélica no es vitalista, ni externalista, no es psicologista, ni esencialista y no es reductible a la causa eficiente. Si se busca un calificativo, éste sería el de sustancialista, pues el fin del desarrollo y la acción es la propia sustancia. La actuación de la causa final y su conexión con la causa efiente durante la la generación y el desarrollo, dependen de los movimientos presentes en la sangre. La acción comportamental se concreta en la alteración del corazón, centro de conexión senso-motora, bajo el efecto del calor y el frío. Estos cambios en el corazón se transforman en movimiento local a través de tendones, huesos y articulaciones.

-Por último, podemos señalar algunos puntos de contacto entre los escritos sobre filosofía práctica y sobre biología. Por ejemplo, en la discusión acerca de la virtud de la prudencia no podemos olvidar que también los animales son llamados prudentes por Aristóteles. Por otra parte, el discurso metodológico más amplio que podemos encontrar en obra del griego es el libro VI de la Ética a Nicómaco, pues en él se trata acerca de la acción humana correcta, guiada por la prudencia, y cualquier proceso de investigación científica es parte de dicha acción. La obtención y aplicación correcta de directrices metodológicas, así como la interpretación de los términos teóricos y metodológicos, se rigen por lo que podríamos llamar prudencia metodológica. Por añadidura, la biología puede ser caracterizada, al menos en parte, como un cierto tipo de conocimiento prudencial, a saber, entendimiento.

La Política también está conectada con la ciencia natural de múltiples formas. La sociedad y la polis son, para Aristóteles, realidades naturales, el hombre mismo es un animal político, y para la dilucidación del concepto de naturaleza hay que acudir, sin duda, a los escritos de historia natural. De otro lado, las instituciones judiciales y políticas atenienses han contribuido a moldear el tipo de ciencia peculiar de los griegos. Aparte de este doble puente entre pensamiento científico y político, Aristóteles utiliza en varias partes de su obra la comparación de la sociedad política con un organismo vivo, y el organismo con una ciudad bien dirigida. Esta analogía tiene sus límites, de modo que la lectura totalitaria de la misma no es la única posible, ni siquiera la más adecuada.

La traducción de la obra biológica completa la imagen que teníamos del pensamiento de Aristóteles y que hasta hace muy poco no tomaba en consideración esta parte de su obra. Desde el punto de vista filosófico, en la comprensión profunda de la realidad, de los seres vivos y de la naturaleza del hombre, Aristóteles tiene -no aún, sino cada vez más- mucho que decirnos. Sucede, no obstante, que su pensamiento es difícil, poco explícito las más de las veces, y siempre en tensión por hacer justicia a todos los matices de la realidad, del ser y del devenir. Ante tal dificultad siempre ha existido una tendencia a refugiarse en el más cómodo platonismo, en una filosofía de fondo más sistemática, menos dependiente de la experiencia vivida, de la memoria y de la reflexión, más fácilmente enseñable por moverse en el plano del logos. Pero muerta. La otra opción, hoy muy acusada, ha consistido en tirarlo todo por la borda y acogerse al también cómodo irracionalismo. Los que pensamos que siempre es mejor un pensamiento vívido y difícil que un andamiaje conceptual herrumbroso o una arbitraria renuncia a la intelección de la realidad tenemos un compromiso continuo de carácter didáctico: Aristóteles ha de ser explicado. En esta tarea conviene -nos conviene a todos- poner el más intenso de los esfuerzos. A esta terea esperamos que pueda modestamente servir el presente volumen.

Advertencias sobre la presente edición

El escrito que se presenta a la consideración del lector es fruto de un trabajo de colaboración. Pensamos que quizá ésta sea la mejor forma de abordar textos como los de Aristóteles, ante los que se requiere conocimiento de la lengua griega y un cierto grado de especialización en los contenidos filosóficos y científicos que el autor aborda. La responsabilidad de la traducción es de Rosana Bartolomé, así como la de los índices y las notas de carácter filológico; la introducción y las notas no estrictamente filológicas, en las que se ha intentado facilitar la intelección del texto en los pasajes difíciles y el establecimiento de referencias cruzadas, han sido escritas por Alfredo Marcos.

Los índices recogen los nombres de animales, de partes anatómicas y los nombres propios de personas y lugares que aparecen en los textos de Aristóteles. Las referencias en los mismos se ofrecen siguiendo la numeración habitual de las obras de Aristóteles, según la edición de Bekker.

Para la traducción se han tenido en cuenta las ediciones del textos griego de Harvard University Press (en su Loeb Classical Library), de Les Belles Lettres, de Teubner y de Oxford University Press. Para el De Motu Animalium se ha tenido en cuenta también la edición a cargo de Martha Nussbaum. Por supuesto han resultado de gran ayuda para el presente trabajo las traducciones ya realizadas a lenguas próximas por Lanza y Vegetti, Peck, Louis y Nussbaum y las traducciones de otras obras biológicas de Aristóteles a nuestra lengua, como las de Vara, Calvo, Sánchez y Pallí.

El orden relativo de los tratados contenidos en esta edición responde al orden de los mismos en la edición de Bekker y al que se estima como más probable desde el punto de vista cronológico. PA, el tratado más extenso, es también el primero, entre otros motivos porque su libro I constituye una introducción metodológica a toda la obra biológica del autor. A éste le siguen, por este orden, IA y MA.

Selección bibliográfica relativa a la obra biológica de Aristóteles

Algunas ediciones y traducciones de las obras de Aristóteles

(Se ofrece una selección amplia de ediciones o traducciones de las obras biológicas y una escueta selección de versiones accesibles del resto del corpus)

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Otras referencias bibliográficas

(Se ofrece la referencia de aquellos títulos citados en la introducción o en las notas más algunos que se han considerado de interés para la intelección de la obra biológica de Aristóteles)

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De Partibus Animalium

Sobre las partes de los animales

De Partibus Animalium

Sobre las partes de los animales

Libro I

Capítulo 1

[639a] Acerca de todo estudio y de todo método[73]tanto de los más sencillos como de los más elevados[74]parece haber dos tipos de disposición: a una le conviene el nombre de conocimiento científico del objeto y a la otra, el de una cierta cultura.

Es propio de alguien cultivado el ser capaz de juzgar correctamente que es lo que está bien o mal en una exposición. De hecho, consideramos que el hombre culto es alguien con esta habilidad y el tener cultura consiste precisamente en ser capaz de hacer esto. Pensamos, además, que este hombre, por así decir, culto, puede juzgar por sí mismo sobre cualquier tema y que otro, por el contrario, sólo lo puede hacer sobre una parte determinada de la naturaleza, pues podría tener la misma capacidad que el primero, pero sólo acerca de un dominio concreto[75]

Por consiguiente, está claro que también en la investigación[76]de la naturaleza es preciso establecer unas normas tales que al hacer referencia a ellas, se apruebe el modo de exposición, con independencia de que ésta sea o no verdadera.

Me refiero a si debemos tomar cada ser en particular para explicarlo separadamente, es decir, tomando de una en una la naturaleza del hombre, la del león, la del buey o la de cualquier otro animal; o si tenemos que partir de los atributos comunes a todos los que comparten alguna característica, ya que en diversos géneros diferentes entre sí numerosas características son iguales, como el sueño, la respiración, el crecimiento, la decadencia, la muerte[77]y demás caracteres y estados semejantes. Discutir ahora este asunto no resulta nada claro ni preciso[78]Sin embargo, es evidente que si hablamos de los diversos animales separadamente, repetiremos muchas veces lo mismo; ya que tanto los caballos y los perros como los hombres poseen cada una de las características citadas, de tal modo que si nombramos cada uno de sus atributos[79]separadamente, nos veremos obligados a hablar muchas veces de todos los atributos que son iguales en animales de distinta especie[80]y que no presentan ellos mismos ninguna diferencia[81]Por otra parte, hay igualmente otros atributos que, aunque reciben el mismo nombre, sin embargo difieren [639b] según la especie, por ejemplo: la locomoción de los animales. Pues es evidente que no hay una única forma por especie: distinguimos el vuelo, la natación, la marcha y la reptación[82]

Así pues, no debemos dejar oculto cómo hacer la investigación, sino explicar si vamos a estudiar primero lo que cada género tiene en común y posteriormente las peculiaridades[83]o si debemos empezar directamente por cada especie concreta. Hasta ahora, no hemos determinado nada al respecto[84]Ni siquiera hemos establecido si, tal como los matemáticos exponen astronomía, el estudioso de la naturaleza debe estudiar primero los fenómenos que se dan en los animales y las partes de cada uno de ellos, para luego explicar el porqué y las causas, o si debe proceder de otra manera[85]

Como, además, observamos más de una causa[86]en el devenir natural: la causa "con vistas a la cual" y la causa "a partir de la cual"[87] se origina el movimiento[88]hay que determinar cuál es por naturaleza la primera y cuál es la segunda. Parece que la primera es la que llamamos causa final, pues ésta es la razón y la razón[89]es principio tanto en las creaciones del arte[90]como en las de la naturaleza[91]Es decir, una vez que el médico ha definido conceptualmente la salud y el constructor, sensiblemente[92]la casa, explican las razones y las causas de lo que cada uno hace y por qué deben hacerlo así. Sin embargo hay más belleza y finalidad en las obras de la naturaleza que en las del arte[93]

Por otro lado, no en todas las cosas de la naturaleza se manifiesta de la misma manera la necesidad[94]aunque casi todos tratan de referir sus explicaciones a ella sin precisar cuantas acepciones tiene dicho concepto. Existe la necesidad absoluta, que se da en los seres eternos, y la necesidad hipotética, que se da tanto en lo que deviene, como en lo artificial, por ejemplo, en una casa o en cualquier otra cosa semejante. Si se pretende construir una casa, o cualquier otro fin, es necesario que exista de antemano un determinado material: primero debe fabricarse tal cosa y ser puesta en movimiento, y luego tal otra, y así sucesivamente hasta el fin, es decir, aquéllo para lo que cada cosa se produce y existe. Lo mismo ocurre con las obras de la naturaleza, [640a] pero el modo de demostración[95]y el tipo de necesidad no son los mismos en la ciencia natural que en las ciencias teoréticas[96](acerca de éstas ya hemos hablado en otros libros[97]ya que unas tienen como principio lo que es, mientras que las otras lo que será[98]

En efecto, debido a que la salud o el hombre son tales, es necesario que tal cosa exista o se produzca, pero no porque tal cosa exista o se haya producido, necesariamente la salud o el hombre existen o van a existir. Tampoco es posible remontar la necesidad hasta el infinito en una demostración así, diciendo que tal cosa existe porque existe tal otra[99]Ya hemos tratado en otras obras sobre esto[100]a qué cosas se aplica la necesidad, cuáles tienen necesidad recíproca[101]y por qué causa.

Otra cuestión que no podemos olvidar es si conviene más hablar sobre la génesis de cada ser, tal como los anteriores[102]solían hacerlo, o sobre cómo es, pues hay una gran diferencia entre un procedimiento y otro. Parece que debemos comenzar, como hemos dicho anteriormente[103]por tomar primero los fenómenos que se dan en cada género, después sus causas y, a continuación, tratar sobre su génesis. Este es el modo más apropiado en el caso de la edificación: puesto que la forma de la casa o la casa es tal se construye de tal manera. La génesis se debe al ser y no el ser a la génesis[104]

Por eso Empédocles estaba equivocado cuando decía que muchas de las características que los animales tienen son debidas a alguna circunstancia durante su generación; por ejemplo, la columna vertebral es así porque fue rota por torsión[105]Ignoraba, en primer lugar, que el germen constituido[106]debe tener ya esa potencia y, en segundo lugar, que su productor existía con anterioridad, no sólo lógicamente, sino también cronológicamente. En efecto, el hombre engendra un hombre[107]de tal modo que, debido a que el progenitor es hombre, el hijo sigue ese proceso de formación.

Ocurre[108]lo mismo tanto en los seres que parecen generarse de forma espontánea, como en los artificiales. Ciertas cosas, en efecto, se producen igual de modo espontáneo[109]que artificial, por ejemplo, la salud. En las cosas artificiales, como la escultura, el agente preexiste igualmente, la obra no se origina de forma espontánea; pues el arte es la razón de la obra, con independencia de la materia. Y los productos de la suerte[110]siguen el mismo proceso que los del arte[111]

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
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