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Consideraciones acerca de la Relación Filosofía e Historia desde la perspectiva de Fernad Braudel (página 2)




Enviado por Eliannys



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La historia es una ciencia de carácter peculiar y quiere un método propio, acomodado a la materia sobre que versa su investigación. No se puede aplicar el método empírico de las ciencias físicas biológicas, las cuales parten de la observación de hechos particulares, pero se elevan por abstracción de lo individual hasta la formulación de hipótesis, de teorías, de principios, que son posibles en virtud de la naturaleza misma de sus objetos, cuya fijeza de comportamiento permite la expresión de leyes universales que sabemos han de realizarse en circunstancias similares. El orden científico en estas ramas del saber es el siguiente: observación de los hechos o fenómenos. Interpretación. Formulación de la hipótesis. Comprobación, positiva o negativa. Elevación a teoría y formulación de principios leyes.

La historia se mantiene también dentro del campo de los hechos particulares. Pero para ser verdadera ciencia no necesita remontarse a la formulación de leyes universales, que son incompatibles con la contingencia radical de los acontecimientos históricos. Se puede llegar a formular ciertas leyes generales, o más bien diagramas, debe ser dentro de la flexibilidad exigida por la contingencia de los hechos y la intervención de sucesos pasados. Pero respecto de los futuros no rebasan el grado de una prudente probabilidad.

El historiador trabaja sobre los hechos pasados, a cuyo conocimiento solamente puede llegar por medio de los documentos y testimonios a través de los cuales se ponen en comunicación con los acontecimientos pretéritos. Y es bien sabido que sólo una mínima parte de las acciones humanas ha quedado registrada en los documentos, y la labor crítica a que hay que someter las fuentes para adquirir certeza de su valor y de su veracidad.

Sería absurdo querer aplicar a la historia un método matemático, y también es inadmisible un método dialéctico a priori, a la manera de Hegel. La historia no versa sobre esencias abstractas, ni sobre conceptos universales, sino sobre hechos concretos y sucesos particulares, en los cuales, además de un elemento más o menos fijo y permanente, que responde al comportamiento general de la naturaleza humana, intervienen otros muchos fortuitos, libres, y, por lo tanto, imprevisibles. La historia no versa sobre lo que pudo haber sucedido, sino sobre lo que efectivamente sucedió. A la historia solamente interesa los que llegaron a la existencia. Por tanto no puede ser a priori, sino a posteriori, arrancando de la experiencia propia, si el historiador fue testigo presencial, o de la ajena, cuando tiene que valerse de testimonios y documentos.

La historia es una ciencia, y como tal debe tener un orden en que los hechos aparezcan distribuidos en su sucesión cronológica y en sus conexiones reales, lógicas o causales.

Filosofía e historia

El concepto de la filosofía que desarrollamos en el trabajo lleva implícita la noción de historia, porque la filosofía es un producto de la actividad intelectual del hombre elaborado a lo largo del tiempo. Las cosas inmutables tienen duración, pero no historia. Solamente tienen historia los resultados de la actividad humana que se hacen, se desarrollan y perfeccionan en el tiempo.

Si existiera la filosofía en sí misma, como una entidad sustancial hecha y estética, tendría duración, pero no historia. Lo mismo sucederá si hubiese sido hecha de una vez para siempre. En este sentido la historia solamente le correspondería señalar la fecha de su aparición. Pero la filosofía no existe de ese modo. Los que existen, o han existido, son los filósofos, que son quienes la han ido haciendo poco a poco, a costa de innumerables esfuerzos, con la pretensión de conquistar la verdad, así pues, ambas ciencias se correlacionan y se complementan, aunque la existencia de una no presuponga en modo alguno la existencia de la otra. La filosofía es el resultado de la acción del hombre en el campo de la intelectualidad elaborado durante el transcurso del tiempo, pero solo las derivaciones del actuar humano y su desarrollo constante, perfeccionado con el paso del tiempo, son los que van a tener historia aunque el concepto que utilizamos de filosofía lleve implícito la noción de historia.

Es importante destacar que cada ciencia tiene su campo específico, sin necesidad de interceptarse ni de suplirse unas a otras en su labor, por lo que cada una debe encargarse de su función y tratar que esta no se inserte en las funciones de las otras ciencias. Es por esta razón que el historiador tiene bastante con el papel que corresponde, sin necesidad de interponerse en el terreno de las restantes ramas particulares de las ciencias y sin incidir en interrupciones muchas veces latosas y siempre inoportunas.

En nuestra disciplina entran los términos: historia y filosofía y se pueden interrogar ¿a cuál de ellos debe inclinarse, o cuál debe prevalecer, la historia o la filosofía? A nuestro juicio, una vez que hemos identificado la filosofía, creemos que la cuestión carece de razón de ser. La historia es una ciencia, y por lo tanto, una parte de la filosofía. La historia es el hecho de haber sido logradas esa idea, elaborada y formulada en tal o cual lugar, y por tal o cual personaje concreto. Este es el fundamento y la labor que corresponde a la historia. Así pues, una cosa es hacer filosofía y otra cosa es hacer la historia, que ha llegado a ser lo que es actualmente.

Lo verdaderamente histórico es el proceso o las vicisitudes a través de las cuales han llegado a construirse las ciencias, mediante una serie de esfuerzos realizados por la inteligencia de los hombres para llegar a la verdad. Así pues, cada rama de la ciencia tiene su propia historia en cuanto que todas han tenido que seguir un proceso más o menos largo y penoso para llegar a constituirse. La ciencia pura discurre sobre las esencias de las cosas, que son inmutables e intemporales. La ciencia pura aspira a la verdad en sí misma. No busca lo que han dicho los hombres, sino cuál es la verdad. Es decir, la verdad es relativa, inmutable en el mismo grado en que llega a la captación de la verdad.

El historiador debe fijarse en las etapas que los hombres han seguido para llegar, o no llegar, a la verdad. A la ciencia pura le corresponde desentrañar la verdad del error. Pero el historiador, en cuanto tal, no le compete definir si un sistema es verdadero o falso. Le basta con exponer fielmente las doctrinas tal como las formularon sus autores. Cumple su misión con señalar la existencia de tales o tales doctrinas como hechos históricos, en un momento dado del tiempo y en determinadas circunstancias. Tampoco es permisible a un historiador juzgar los sistemas filosóficos disintiéndolos con el que él prefiera como favorito.

Lo principal es que la Filosofía no es obra de un solo hombre, sino que es el resultado de una labor colectiva, pero no coordina, sino realizada por muchos pensadores, en las condiciones más diversas y en las más diversas circunstancias de tiempo y lugar.

La historia de la filosofía tal como habitualmente se imagina, o sea, como historia de las filosofías de los filósofos, es la historia de los intentos y de las iniciativas ideológicas de una determinada clase de personas para cambiar, corregir y perfeccionar las concepciones del mundo existentes en cada época determinada, y para modificar, por tanto, las normas de conducta coherentes con ellas, o sea, para alterar la actividad práctica en su conjunto. Desde el punto de vista que nos interesa, el estudio de la historia y de la lógica de las varias filosofías de los filósofos no es suficiente. Al menos como orientación metódica, hay que llamar la atención sobre las demás partes de la historia de la filosofía, o sea, sobre las concepciones del mundo de las grandes masas, de los grupos dirigentes más restringidos (o intelectuales) y, por último, sobre los vínculos entre esos varios complejos culturales y la filosofía de los filósofos. La filosofía de una época no es la filosofía de tal o cual filósofo, ni la de tal o cual grupo de intelectuales, ni la de tal o cual gran parte de las masas populares: es una combinación de todos esos elementos, que culmina en una dirección determinada a lo largo de la cual ésa su culminación se hace norma de acción colectiva, o sea, se hace "historia" concreta y completa (integral).

La filosofía de una época histórica no es, pues, más que la "historia" de esa misma época, la concentración de transformaciones que el grupo dirigente ha conseguido establecer en la realidad preliminar; historia y filosofía son inseparables en este sentido y forman un "unidad". Pero se pueden "distinguir" los elementos filosóficos propiamente dichos, y en sus diversos grados: como filosofía de los filósofos, como concepciones de los grupos dirigentes (cultura filosófica) y como religiones de las grandes masas, y se puede ver que cada uno de esos grados presenta formas diversas de "combinación" ideológica.

Consideraciones finales

La propuesta metodológica de Braudel, como se ha visto, tiene
sus antecedentes básicamente en la propuesta previa de Annales fundado
por Bloch y Febvre. Braudel toma en cuenta los elementos originales de esta
nueva forma de investigación y le da una nueva coherencia a través
de su modelo de las tres duraciones. No representa una ruptura con Annales puesto
que se mantiene fiel a sus ideales, sólo que crea un nuevo método
para alcanzar dichos objetivos. El modelo de las duraciones de Braudel es una
forma innovadora para explicar la realidad histórica, en todos sus niveles,
y si bien desdeña la preponderancia de la historia política, la
concibe objetivamente como parte de la Historia. La larga duración, basada
en la estructura; la mediana, con base en la coyuntura; y la corta, relacionada
con el acontecimiento, constituyen los elementos fundamentales para comprender
el modelo braudeliano, ya que éstas, en mayor o menor medida, pero sobre
todo la larga duración, estarán presentes en todas sus obras.
Así, Braudel concibe la larga duración como el concepto clave
que al ser aplicado a la realidad histórica nos permite explicarla de
una manera global y coherente de ahí que esa aplicable al campo de las
ciencias sociales.

Si bien el modelo braudeliano no ha sido aplicado de nuevo con exactitud desde su época, lo que representan sus postulados principales, es decir, la apertura a nuevos métodos y campos de estudio, sin duda ha enriquecido el trabajo histórico y ha influido en gran manera en el desarrollo de la disciplina histórica.

Para concluir el presente trabajo, queremos expresar que lo problemas de la Filosofía e Historia y su relación intrínseca es muy amplio, pero los objetivos que nos hemos propuesto, nos han ayudado para lograr un conocimiento profundo histórico de la relación entre éstas dos ciencias, además, nos ha permitido conocer las diferentes etapas o momentos por los que ha pasado dicha relación.

La Historia es una ciencia y una rama particular de la Filosofía o de la ciencia, al igual que la Filosofía es una ciencia, pero aparte de ser filosofía es más una ciencia que trata de dar las explicaciones últimas de la realidad con las solas luces de la razón.

Es por esta razón que debemos delimitar la distinción entre la Filosofía e Historia que nos va a permitir conjugar la unidad, la verdad, la inmutabilidad y la intemporalidad propia del saber científico y filosófico. Es decir, las primeras propiedades debe recogerlas la ciencia o la Filosofía pura, mientras que las segundas entran de lleno en el campo en que tiene que moverse la Historia como ciencia social. Así que cada rama de la ciencia tiene su propia Historia. Y de las que están ya constituidas ninguna puede considerarse como conclusa y terminada, pues estaríamos cayendo en un error. Es decir, en todas cabe una continuación, desarrollo, progreso, ampliación, enriquecimiento y mayor penetración de extensión y profundidad en la captación del objeto que le corresponde.

Bibliografía citada

  • Braudel, Fernand, La Historia y las ciencias sociales, Editorial Alianza. México, 1994.

  • Corcuera de Mancera, Sonia, Voces y silencios en la historia, siglos XIX y XX, México, FCE, 1997.

  • Fontana, Joseph, Historia: análisis del pasado y proyecto social, Barcelona, Crítica, 1999.

  • Fraile Guillermo, Historia de la Filosofía, T.I, Editorial Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1965.

  • Historia, en Enciclopedia universal ilustrada Europeo Americana, Nro 27, Ed. Hijos de J. Espasa, Barcelona, 1925.

  • Lepetit, Bernard, "La larga duración en la actualidad" en Segundas jornadas braudelianas, México, Instituto Mora, UAM, 1995.

  • Moradiellos, Enrique, El oficio de historiador, México, Siglo XXI, 2000.

  • P E, en Nueva enciclopedia del mundo, Nro 16, Editorial Instituto Lexicográfico Durvan, Madrid, 1993.

  • Palestra Romeo, Aprendamos a razonar, Editorial Don Bosco, La Paz, 1988.

 

 

Autor:

MSc. Eliannys Zamora Arevalo.

 

[1] Moradiellos, Enrique, El oficio de historiador, M?xico, Siglo XXI, pp. 46-47.

[2] Fontana, Joseph, Historia: an?lisis del pasado y proyecto social, Barcelona, Cr?tica, 1999, pp.
204-205.

[3] Ib?d. P. 205.

[4] Ib?d. P. 202

[5] Braudel, Fernand, La Historia y las ciencias sociales, M?xico, Alianza Editorial, 1994, p. 71.

[6] Ib?d., pp. 71-72.

[7] Corcuera de Mancera, Sonia, Voces y silencios en la historia, siglos XIX y XX, M?xico, FCE, 1997, p. 188.

[8] Braudel, Fernand, Op. Cit, pp. 65-66.

[9] Concuerda de Mancera, Sonia, Op, Cit., pp. 189-190, 195.

[10] Braudel, Fernand, Op. Cit, p. 66.

[11] Para m?s detalles cons?ltese las obras mencionadas.

[12] Lepetit, Bernard, "La larga duraci?n en la actualidad" en Segundas jornadas braudelianas, M?xico, Instituto Mora, UAM, 1995, p. 15-28

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