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El dios cristiano



Partes: 1, 2, 3

  1. La Trinidad divina: "Dios, tres en
    uno"

  • 2. Predeterminación divina y libertad humana

  • 3. Dios y el mal

  • 4. El amor infinito [?] del dios cristiano y el fuego eterno

  • 5. "No juzguéis y no seréis juzgados"

  • 6. Dónde está el dios judeo-cristiano

  • La Trinidad divina: "Dios, tres en uno"

    Los dirigentes de la Iglesia Católica proclaman que hay un solo dios, pero a la vez afirman que ese dios se diversifica en tres personas -el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo– y declaran de manera contradictoria que el Padre es dios, el Hijo es dios y el Espíritu Santo es dios al tiempo que afirman que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son iguales y realmente distintos.

    Se trata de una serie de absurdas contradicciones en cuanto es evidente que, si se afirma que sólo hay un dios y luego se dice que, siendo distintos el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, los tres son dios, se estará afirmando la contradicción de que dios es uno y es tres. La contradicción se multiplica cuando se afirma que Padre, Hijo y Espíritu Santo son iguales y realmente distintos, lo cual equivale al absurdo de decir que una misma cosa es igual y no igual a otra. Quizás alguien podría replicar que se puede ser igual en un sentido y desigual en otro, y eso tendría su lógica referido a realidades materiales que efectivamente pueden tener algunas cualidades iguales y otras desiguales. Pero tratándose de un dios como el de la secta católica, en cuya definición se encuentra la perfección y la simplicidad, no tendría ningún sentido suponer que, en cuanto "Padre", ese dios tuviera perfecciones de las que careciera en cuanto "Hijo" o en cuanto "Espíritu Santo", y, viceversa, tratándose del Hijo respecto al Padre y al Espíritu Santo, y del Espíritu Santo respecto al Padre y al Hijo, pues aquello en lo que se diferenciasen o bien sería una perfección o bien no lo sería. Pero, si lo fuera, entonces las otras personas divinas serían imperfectas al carecer de la perfección que sólo tuviera la primera, mientras que, si no lo fuera, su posesión implicaría que la persona divina que poseyese tal cualidad se encontraría en posesión de una imperfección, por lo que no sería dios en cuanto se entienda por dios un "ser perfecto".

    Por otra parte, en relación con este misterio tan misterioso dicen también los dirigentes de la secta católica que tanto el Padre, como el Hijo y el Espíritu Santo son eternos, y aquí tenemos un nuevo misterio, pues, si el Hijo nació de María[1]después que ésta quedase embarazada por una gracia del Espíritu Santo, en tal caso parece evidente que el Hijo comenzó a existir hace poco más de dos mil años, que es cuando la secta católica afirma que nació. Y, si alguien replicase que, aunque Jesús nació de María, de hecho ya existía eternamente y que María sólo sirvió para su "encarnación", en tal caso, afirmar que María es la "madre de Dios" es una superchería, contradictoria con la supuesta eternidad del Hijo, no compartida por María, la hija de Joaquín y de Ana, a la cual, en consecuencia, sería el colmo del absurdo considerar como "madre de Dios" -al margen de que para la fantasía de los creyentes venga muy bien la idea de una madre "humana" del hijo de Dios, por cuya mediación puedan esperar milagros y favores que tal vez no confíen obtener directamente del propio dios Padre, que, según parece, se muestra demasiado insobornable y lejano-.

    Además, si el Hijo de Dios hubiera tenido un comienzo en el tiempo -por lo menos en relación con su cuerpo (?), que habría adquirido a partir de su "madre" María-, el propio Dios Hijo sólo habría alcanzado la plenitud de su ser en el momento en el que Jesús hubiera sido engendrado, adquiriendo tal cuerpo humano, de manera que antes de ese momento la trinidad divina habría estado incompleta, pues ¡el Hijo habría carecido de cuerpo!, adquiriéndolo hace alrededor de dos mil años. Pero, tal hipótesis implica una nueva contradicción con la doctrina que defiende la inmutabilidad divina de carácter eterno y al margen de la temporalidad humana.

    En cualquier caso, siempre que aparece una nueva contradicción, los dirigentes de la secta católica se limitan a negarla, refugiándose en la consideración de que la razón humana es demasiado limitada para comprender ciertas doctrinas, que en tales casos llaman simplemente "misterios", considerándolo una verdad inalcanzable para la razón humana en lugar de aceptar que la búsqueda de la verdad es incompatible con la aceptación de aquello que se desconoce que lo sea y mucho más con la aceptación de aquello que se sabe que es una contradicción. Además, si a esas doctrinas las llaman "misterios", ¿cómo han llegado ellos a saber que eran verdades? Si dicen que se lo ha comunicado el "Espíritu Santo", eso sería un motivo más que suficiente para saber que están mintiendo, pues por mucho "espíritu santo" que fuera quien se lo hubiera comunicado, una contradicción siempre será una contradicción, y negarse a aceptar tal evidencia implica negar el valor de todo conocimiento en cuanto se considere que el cumplimiento de dicho principio es un requisito necesario -aunque no suficiente- para poder hablar de conocimiento, mientras que desde su negación ni siquiera tendría sentido dialogar sobre ningún tema, ya que cualquier diálogo requiere del uso de ese principio tan elemental y tan trascendental.

    El recurso de los dirigentes católicos en tales momentos es el de exigir humildad, por la que los fieles reconozcan la limitación de su inteligencia para poder comprender las razones insondables de los misterios divinos, y el de exigir igualmente que realicen un acto de fe por el que fuercen su mente a creer en la verdad de las enseñanzas cristianas, ya que, según dicen los fundadores del cristianismo, "sin la fe no hay salvación".

    Otro argumento que refuerza esta interpretación, contraria al valor del dogma de la Trinidad, se encuentra en el hecho de que en el Antiguo Testamento no aparece tal doctrina en ningún momento, pues nunca se menciona al "Hijo"[2], y, aunque en algunas ocasiones se habla del "espíritu de Dios", no por ello se llega a considerar que exista Dios por una parte, y su espíritu o su cólera o su omnipotencia por otra.

    En cualquier caso y como ya se ha dicho, en el Antiguo Testamento hay algún texto en el que se nombra al "espíritu del Señor", como es el siguiente:

    "Entonces el espíritu del Señor descendió en medio de la asamblea y se posó sobre Jazaziel, hijo de Zacarías […]"[3].

    Sin embargo, aunque pueda parecer que en este pasaje se habla del "espíritu del Señor" como de una realidad sustantiva e independiente del propio Yahvé, si así fuera, se incurriría en una contradicción. En cualquier caso, hay otro texto en el Antiguo Testamento que puede ayudar a comprender mejor el sentido más lógico de ese "espíritu del Señor". Dice así:

    "Y cuando pasaron a la otra orilla, Elías dijo a Eliseo:

    -Pídeme lo que quieras antes de que sea arrebatado de tu presencia.

    Eliseo le dijo:

    -Dame como herencia dos tercios de tu espíritu.

    Elías le contestó:

    -¡Mucho pides! Si me ves cuando sea arrebatado, te será concedido; si no me ves, no se te concederá"[4].

    Este diálogo parece bastante esclarecedor en cuanto es evidente que "el espíritu de Elías" -al margen de lo absurdo que sería que pudiera dividirse en partes-, no puede separarse del propio Elías como una realidad sustantiva que pudiera tener una existencia independiente del propio Elías, sino que es una cualidad intransferible suya, y, por ello, parece que lo que Eliseo está pidiendo a Elías es que le trasmita, si es posible, una parte de sus cualidades espirituales.

    En la actualidad hay ocasiones en que todavía se emplean expresiones similares. Así, un estudiante puede bromear con su amigo aventajado y decirle: "¿Podrías prestarme tu inteligencia para preparar el examen?". Pero es evidente que, del mismo modo que esa petición no puede ser concedida, pues la inteligencia de cada uno es una propiedad suya intransferible, por lo mismo hablar del "espíritu de Dios" como si se tratase de una realidad alienable del propio Dios resulta absurdo, ya que implicaría que Yahvé se quedaría sin espíritu cada vez que éste saliera de él para introducirse, por ejemplo, en personajes como Jazaziel, como Jesús después de ser bautizado por Juan Bautista[5]o como los apóstoles cuando supuestamente el Espíritu Santo se posó sobre sus cabezas[6]Parece que en los casos mencionados con la referencia a la cercanía del Espíritu del Señor a estos personajes se quiere trasmitir la idea de que de pronto Dios les dio una fuerza espiritual de tal naturaleza que les permitió realizar tareas para las que anteriormente no estaban preparados. Pero una idea como ésa no tiene por qué ir acompañada del absurdo de suponer que el propio Dios se diversifica en tres unidades iguales y a la vez distintas, como lo serían el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.

    Partes: 1, 2, 3

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