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Discurso introductivo sobre la vida y la muerte




Enviado por UGO BIHELLER



Partes: 1, 2

  1. La vida más allá de la banalidad
  2. Hipótesis de la esencia de la vida
  3. Una síntesis de la esencia necesaria de la vida humana

PRIMER CAPÍTULO

La vida más allá de la banalidad

La cuestión del misterio de la vida y de la muerte representa un interrogante ancestral del hombre.

La sutil línea demarcadora entre las dos dimensiones de la vida y de la muerte determina su desconocimiento, del por qué vivimos, qué valor estriba estar en este mundo, de dónde llega, a dónde se dirige y por qué la finalidad se acaba con la muerte.

La vida del hombre parece incognoscible, su esencia necesaria no es identificable por un primer análisis, y su principio de substancia no es evidente de manera determinada e inmediata.

En estos tiempos de escepticismo y relativismo ético-moral, el ser humano puede percibir la casualidad de la vida, pero, no determina alguna respuesta investigativa de la razón para que comprenda su causa.

No hay una evidente clave interpretativa que invite al pensamiento fuerte, proponga il significado escatológico, la orientación que aclare la sistemática duda, y la disputa por una incomprensible controversia se arrebata entre la incertidumbre de la ciencia y la filosofía sin llegar a un mínimo consenso común.

Diversas concepciones, vislumbradas a menudo negativamente, indefinibles y en el fondo irresueltas, los hombres han disputado sobre la vida y la muerte y, en la acepción de la reciente historia actual, ha sistematizado la cuestión de manera irreductible, mediante indeterministas definiciones discordantes de la filosofía, que, a través de inferencias lógicas, descifre su especificidad.

La razón especulativa no ha definido la esencialidad de una síntesis acertada, sino manifiesta una multiforme orientación de la realidad humana, y diversos pensadores, aun con diferentes perspectivas, coinciden por la afirmación de que los interrogantes de la primacía ontológica de la esencia-hombre respecto a la vida humana resultan irresolubles.

La dificultad principal estriba en la categoría que proyecta el valor relativo del conocimiento humano, y niega la existencia de principios éticos y morales absolutos.

Por esa teoría no existen principios generales que consientan de juzgar a los valores, sino que ellos se fundan en la voluntad subjetiva del hombre.

El concepto de valor se usa con frecuencia en un sentido moral; es decir, se emplea a menudo el término "valor" con la calificación de moral, (1) mientras se debería indicarlo como "la teoría generales de los valores", y dentro de la misma, debatir si su concepto tiene principios absolutos o relativos.

Algunos los manifiestan relativos como antes señalado, dependiendo de la escogencia de la voluntad, y por lo tanto subjetivos; por otros, tienen caracteres objetivos, y por ello el hombre formaliza su reconocimiento.

Al tratar de desentrañar estos interrogantes, adelantar caminos y cogniciones, y señalar otros métodos y otras vías, con un análisis crítico más que por una resultante inédita, es preciso reconocer que el tema del significado de la vida necesita y admite la prioridad ontológica en cuanto tal, más allá de las descripciones de las tesis filosóficas, como se transmite por la lógica deductiva de la razón.

Esta relación, pues, procede de la representación conceptual como intuición de la especulación, y descubre algunas observaciones indirectas fundadas en el principio de la realidad del universo.

El procedimiento podría investigar la causa que explique por qué estamos aquí, como validez y objetividad de la intuición, o sea, la actitud de acoger la íntima esencia de la realidad, sin recurrir a la deducción de la razón.

No me oculto que la problemática de la vida ha siempre existido y tiene divergentes posiciones de las teorías filosóficas a lo largo de los tiempos.

Algunos se preguntan si es posible saber algo sobre su significado o si es posible un sistema de síntesis. Por esta vía, la filosofía puede no presentar una sistematización porque no le resulta evidente.

Sin embargo, la razón no es completamente inasequible, si se descubre lo que activa la conciencia y los objetos del conocimiento del universo con sus leyes constantes, cuando se trata sobre la relatividad de la observación de los movimientos estelares y planetarios.

La presencia del dolor, la enfermedad y la muerte nos interpela cotidianamente sobre el hombre y la vida; la felicidad, por el contrario, a la que todos aspiramos, es una experiencia muy breve y emotiva que valora positivamente la situación de la vida en algunos instantes del presente.

Es claro que el sufrimiento a nivel biológico y psicológico procura la lejanía mental y física de lo que rechazamos. Es un signo que nos advierte de vivir con la conciencia de una disminución de nuestra personalidad física y mental. En general, podemos decir que el dolor nos invita a volar bajo puesto que no somos dioses en la tierra.

La vida de cada quien no tendría ningún fin si los demás no existieran, pero, vivimos en una época en la que el individualismo se exalta, y eso parece provocar una involución cultural y una nueva barbarie.

A menudo muchos deploran al hombre-masa, otros más al hombre individualista; el interrogante es si somos masificados o individualistas, tal vez somos masificados individualistas.

1) J. Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía.

Sin embargo, saliendo de casa por la calle encontramos personas, hablamos, miramos como se mueven, y comprendemos que existen los demás seres humanos, cuyas acciones y palabras se integran entre sí y nosotros, intuimos la positividad entre su apariencia visual y el interior invisible de uno espacio de libertad.

Otros, por el contrario, están completamente a la desbandada, viven en una continua condición de distracción de sí mismos y de mentiras; no me refiero que no se orientan por ninguna moral. Por ello representa el derrumbe de la vida fluida y de la sencilla mirada de los sentimientos positivos.

Blaise Pascal expresa que la problemática más importante y decisiva representa el interrogante sobre el sentido de la vida, cuyo misterio es objeto de lúcida conciencia: "Estoy en una ignorancia pavorosa de todo… De cada parte veo solamente infinitos…Todo lo que sé es que debo pronto morir; mas lo que ignoro más es precisamente esta misma muerte, que no puedo evitar". (2)

Él considera "monstruoso" que los hombres sean indiferentes al problema del sentido de la vida: "es preciso haber extraviado cada sentimiento para descuidar de ver claro". (3)

La actitud de muchos es la distracción y el aturdimiento de sí mismo, provoca el olvido de la multiplicidad de las ocupaciones cotidianas y entretenimientos sociales.

La pregunta nos interroga de qué huye el hombre contemporáneo: de su infelicidad y la suprema angustia irresuelta de la muerte. Se detiene en sus ocupaciones percibe la nada, impotencia y vacío interior. La tristeza, el enojo, desesperación, y sobre todo el agotamiento psico-físico, que revela su insuficiencia para que comprenda a sí mismo y su estructural finitud.

En efecto, el hombre no busca el poder, la riqueza, la guerra para encontrar la felicidad, sino para apartar de su pensamiento por aquel que es nuestra común condición.

El espíritu cognitivo del hombre se apoya en su finalidad escatológica; su limitación espacial-temporal podría formular sus principios en el corazón, sentimiento e intuición; su esencia se intuye, pero no se ve y no se manifiesta completamente.

Sin embargo, el hombre piensa, ama, odia, se enoja, se calma, vislumbra sosiego y desasosiego, se distrae y se concentra, puesto que su conciencia lo despierta y abre su corazón.

La conciencia revela la dificultad de clasificar la noción por un esquema unitario. Esta es la facultad del proceso psíquico, capacidad de intuir a través de los sentidos, la aptitud intelectual de las ideas, de los significados y fines de las acciones, actitudes humanas, sistema de valores que permite elegir los actos y los propósitos, eliminación de los remordimientos por los malhechos a través de sus reparaciones, entre otras definiciones.

La aserción nos hace comprender que la razón conoce lo que observa, y la impulsa a comparar entre sí el macrocosmos que nos rodea, y nuestro microcosmos que nos excita a conocer las imágenes, las leyes, la física, y la cuántica cósmicas.

Un primer criterio de estas inmanentes sedimentaciones de la conciencia pone al descubierto el análisis externo de la naturaleza que induce a pensar como la vida humana represente un ser esencial de la universalidad alrededor de nosotros.

2-3) Blaise Pascal: Pensamientos, 194, B

Cada quien se interpela de manera evidente o implícita por qué vive, y cómo vive. No se trata solamente de la incertidumbre que envuelve la angustia humana y su alienación de la edad contemporánea, si no la reflexión tiende a disolver las evidencias cósmicas que nos rodean. El segundo interrogante nos devuelve a retomar la primera pregunta de cómo vive el hombre, qué cree y a qué tiende.

La vida y el mismo hombre sufren un estado de tensión, conflicto, una búsqueda dramática que halle la solución y el nivel de incertidumbre provoca el descontento por la incapacidad de respuestas satisfactorias.

El carácter de la totalidad, entendida como la sistematización orgánica y de la evolución, revela la naturaleza y universo Cada parte y seres particulares se injertan unitariamente en una unidad y produce el armónico desarrollo.

La filosofía pues puede avanzar en el hallazgo de las preguntas iníciales, y despejar el camino por el incesante hallazgo de la razón.

El hombre vuelve a su tensión. Quiere huir de esa reflexión, y compensar su inseguridad con actividades que reemplazan y silencien a los interrogantes.

Si se continúa con nuestras preguntas, nos interrogamos qué representa la categoría de la prioridad ontológica respecto a la existencia que antes había apenas señalado.

Si intento responder, tendría identificar una distinción aristotélica entre esencia y esencia necesaria, esta última como substancia, y ampliando su concepto, la parte fundamental que cualifica la vida.

En efecto, la substancia coincide con el por qué, puesto que, una vez que hemos descubierto la naturaleza última y necesaria, se podría llegar más cerca a la definición de las respuestas.

La razón reflexiona sobre la esencia y substancia fundamentales y constitutivas de la vida humana e indica la cualidad del objetivo de nuestro análisis.

Se afirma, además, siempre inspirado por Aristóteles, que el hombre es un animal racional, manifiesta un quid o algo, una prerrogativa, y una propiedad específica.

Me pregunto qué es la razón humana. Es la facultad de pensar, establece enlaces y relaciones entre los conceptos. Discierne el bien, el verdadero del falso, el justo del injusto. Reflexiona sobre argumentaciones, pruebas, demonstraciones utilizadas para persuadir, acertar, creer y proceder hacia una orientación de la vida.

Aclarado brevemente qué se entiende por razón y esencia necesaria, intentaré de identificarla. No analizo, por el momento, la vida de un individuo, de un pueblo, civilización, la de un animal, de un vegetal, o la ultra terrena, sino la vida en cuanto tal, sin especificación alguna.

Los estudiosos, especialmente los científicos, se sublevarán y exclamarán que la ciencia no tiene nada que decir de la vida, del más allá. El antropólogo contrabate; quién se atreve a comparar su disciplina con la investigación de la individualidad personalista que es totalmente irrelevante.

El astrónomo niega que se pueda hablar de la vida de una estrella si no como alegoría, en efecto, se trata de un conjunto de substancias y reacciones termonucleares.

En realidad la vida es lo que existe. Esta afirmación se opone hondamente con el significado común de vida, además de las protestas de los científicos también los lingüistas se opondrán a esta visión.

Cualquier diccionario español nos dirá que la vida representa un conjunto complejo de propiedades. El nutrimento, la respiración, la irritabilidad, la paz y la ira, y la reproducción de la especie, que caracteriza la materia viviente, y la separa de la inanimada.

La vida manifiesta el conjunto de fuerzas que se oponen a la nulidad representada por la muerte física, y diría, lo que acabo de afirmar en la frase precedente, si reflexionamos por la distinción superficial entre materia viviente, la res cogitans, en oposición a la res extensa, cuyas categorías en la cultura contemporánea ofrecen un significado especificadamente biológico.

Lo mejor es proceder por aproximaciones concretas, y del por qué el hombre se interesa de sí mismo, y por qué se arrebata por una cuestión insoluble que no tiene en la filosofía solamente respuesta cierta.

Esta misma vida nos recuerda su fin inexorable, tanto que los rasgos de la posmodernidad, destierran a los ancianos en residencias y geriátricos, visualmente apartados en medios de árboles y bosques amenos, para los más afortunados, y los enfermos terminales en hospitales ocultos a la vista de los demás.

Esto sistema quiere ocultar la inexorable muerte tanto que los ancianos y los enfermos terminales generalmente tienen en sus rostros la marca de la muerte que se aproxima.

Si esta actitud somete al intelecto humano a un pensamiento débil, la reflexión investiga, induce y la convierte a superar el debilitamiento de la categoría de su ser y el fortalecimiento de una motivación superior de la vida.

La teoría general de los valores tiene la finalidad de revelar la perspectiva moral que el mismo Kant supera con el racionalismo y el empirismo desde el enfoque de la temática del conocimiento.

La llama la" revolución copernicana". Como Copérnico al sostener que era el sol y no la tierra el centro del sistema, alrededor del cual los cuerpos celestes giran, este gran filósofo halla el principio de la cuestión gnoseológica por la relación objeto-sujeto y su centro en el sujeto.

Sin embargo, vivimos una concepción de la existencia contemporánea fundada en el utilitarismo, que domina y subordina a los valores morales, por eso la realidad de la escogencia provoca la paradoja.

La virtud, sabiduría, justicia, fortaleza, templanza representan ciencias del comportamiento y el vicio ignorancia.

La más significativa manifestación de la razón humana expresa el dominio de la propia racionalidad por encima de la instintiva animalidad. Desvela la orientación de los instintos del cuerpo subordinados a la intelectualidad.

Este método del conocimiento descubre la condición de nuestra mortalidad, sin embargo, el hombre contemporáneo cree poder transitar por este insuperable pasaje entre la muerte y una mítica eternidad efímera impracticable en este mundo a través de los progresos científicos y tecnológicos.

Estos mismos progresos, sin embargo manifiestan otra vez la angustiante soledad del hombre contemporáneo, ni tampoco los descubrimientos alcanzados ofrecen certezas absolutas, sino una exacerbada indagación que no permite al hombre, terriblemente sólo, angustiosamente atareado placar su incertidumbre y su interrogantes sobre la vida y la muerte.

No estamos en la condición por el actual nivel de conocimiento de penetrar una temática intranscendente como la vida y el hombre, puesto que nuestra ignorancia e imperfecciones son limitadas a tal punto que es necesario reconocer la imposibilidad de satisfacer el ansia sobre su puntual significado escatológico.

Comenzaré de manera que este pensamiento desencadene paulatinamente la valoración de los límites conceptuales de nuestro tiempo.

El hombre se pregunta qué es la vida. Una sombra, una ilusión, un fantasma, una existencia casual, o una condición desprotegida en un pequeño planeta de la periferia de la vía Láctea.

Linfa, demora del nuestro "yo", cofre de nuestras emociones y experiencias. Una pequeña palabra de cuatro letras con un inmenso significado, y nosotros intuimos ser los dueños de algo que no sabemos si representa la realidad.

Una vida fluctuante entre breves momentos de alegría y a menudo largos periodos de crisis. Esto son nuestras vidas personales.

No existe el fin sin principio ni principio sin fin, todo tiene estas indefinibles lógicas, y por eso el hombre es el ser angustiado. No se espere, sin embargo, una idea del hombre, analizando solamente este aspecto, ya que la teoría gnoseológica niega la existencia de la realidad independientemente de la actividad cognitiva.

La epistemología moderna, en efecto, explica todos los aspectos de la realidad, e incluso, los conceptos científicos más consolidados.

Estas consideraciones tienen la convicción de que la vida se puede analizar por sus composiciones biológicas, porque la ciencia moderna, de manera especial la química y la biología hallan respuestas de los compuestos, los elementos y estructura.

Cuando una creatura humana nace, el científico cree de encontrar respuestas de las mutaciones biológicas de la mujer, como la muerte representa una alteración orgánica, y la descomposición biológica hace imposible la vida. Podemos considerarle construcciones socioculturales.

La materia representa indudablemente el principio constitutivo de la fenomenología sensible, desempeña la función de substrato de las formas y, si se la eliminara, acabarían todas las variedades sensibles de la realidad.

En este sentido, el hombre usa tres formas lógicas: la deducción expresada por la experiencia y la demostración. La inducción, cuyo procedimiento presenta el resultado de la observación de los fenómenos sensibles, que identifique aproximativamente el objeto universal – absoluto. La inducción no activa un razonamiento sino manifiesta el ser guiado desde el particular al universal-absoluto determinando un proceso abstractivo, una inmediata conceptualización que capte el puro acertamiento de los primeros principios inmanentes.

Me doy cuenta que estamos en un círculo vicioso sin una salida acertada. Toda vez confirmando que la vida no representa una unitaria conceptualización si se establecen los parámetros de las categorías de lo que vive en su esencia.

Y esta esencia de la vida la oponemos a la inamovilidad, inercia, e inanición. La vida entonces es movimiento, acción, animación. Un conjunto de cualidades que contrastan con otro concepto que representa el cierre de un ciclo y la apertura de otro: la muerte.

El ciclo de la vida constituye un conjunto de transformaciones que llevan a un cuerpo a la fase inicial, después que haya pasado por una determinada sucesión de estados físicos, psíquicos, sensoriales, respiraciones y nutrimentos, crecimientos y envejecimientos.

Y esa definición no se ajusta completamente al significado de ciclo, es adecuado solamente a todo lo que cae bajo nuestros sentidos. Por la parte no medible e invisible que no se ve, y de la que hemos ofrecido algunas características anteriormente indicadas, la conciencia, representa la parte más conocida de la vida humana y la menos clasificable.

La verdad es que encontramos la nada de la que comienza con nada y que nada nos vuelve a la nada, por lo tanto todo está interrelacionado y todo se compenetra.

El hombre piensa de sí mismo no como una mónada aislada sino la verdad nos somete a un flujo vital que retrocede atrás del tiempo a través de generaciones ancestrales y se dirige hacia innumerables generaciones futuras.

Se enfocamos este proceso conceptual comprendemos en qué reside la esencia de la vida, y cuál sea el por qué.

La conciencia desvela su vocación mediante el principio vital que rige la esencia de la vida, el alma. Por eso puedo afirmar que si tengo conciencia luego existo. Todos los hombres tienen la conciencia, entonces existen.

La conciencia tiene múltiples facultades, intelectiva, sensitiva, espiritual y la percepción espiritual, y todas estas cualidades forman una unidad compleja de la vida humana.

Este principio es siempre activo en el hombre, es inmaterial, intangible, la vida como tal no la percibe claramente, sin embargo, representa una aspiración constante del hombre que se interroga sobre nuestra pregunta inicial. Por qué vivo, qué sentido tiene la vida, de dónde vengo y a dónde voy.

El hombre busca el sentido de la vida y quiere comprender todo lo que enfrenta con su experiencia, y el profundo anhelo de descubrir por lo menos un trozo de verdad pertenece a la naturaleza humana.

En el proceso de comprensión e investigación del sentido de la vida, surge, antes de todos, en la percepción de los datos empíricos. La pregunta de su objetivo último no son suficientes para el hombre las hipótesis y las doctrinas de las ciencias naturales. La razón exige ir más allá de los conocimientos científicos.

La filosofía propone una formulación de las preguntas y responde a menudo de manera contradictoria sobre el sentido de la vida y, entre la voluntad del hombre y la realidad de mundo no existe algún enlace que deje entrever los hechos. Carece un nexo lógico sin el cual no puede garantizar la previsibilidad de la relación desear-querer.

El pensamiento anterior parece formular el pesimismo radical sobre la capacidad del hombre que investigue la esencia del ser, observando el mundo y sus leyes. En realidad su capacidad puede captar la visión del universo y la vía para indagar el ser, entendido como Ente Absoluto, pero puede también no encontrar en su observación introspectiva los elementos que los acerque.

Este paradigma en sus diversas manifestaciones de la vida humana se funda en un sentimiento, el amor, y sin este acto del intelecto y de los sentimientos no existiría que la nada y nada se conservaría de la esencia vital.

El amor no es solamente un sentimiento, se decide por una elección; la conciencia activa el raciocinio deductivo, procediendo de lo universal a lo particular, eso es, su consecuencia enuncia una amplia verdad que la que él mismo identifica y bajo la cual el amor se expresa como evidente.

El amor es el derrumbe total y completo de las fronteras, un sentido de participación unitiva de una realidad considerada indispensable para nosotros, puede ser una persona, muchas personas, una situación o el mundo, la dimensión trascendente, la naturaleza, el todo, Dios.

El amor procura una condición vibrante de la razón que procede a un salto cualitativo en el vacío de la fe. Es la identificación ideal de la totalidad, la teología de la fe expresa que la identificación de la totalidad puede originar un radical vaciado del propio "yo", una disminución extrema del propio "yo", a través de la amplitud de su propio perímetro existencial, de funde en la destinación entre sí mismo y el otro ser o el Ser absoluto. El amor del cual está cautivo y el amor liberador del otro ser o de Dios.

Si amo y he amado no me angustio de nada, aunque temo el desconocido no me preocupo porque amo. Por eso el fin del ciclo representa un largo sueño. Si he amado y florecido no hay nada de qué arrepentirse, y si llega el fin a través del amor, el cierre del ciclo se convierte en la cumbre de la única oportunidad de encontrar la eternidad del amor.

El sublime fruto de la iluminación conduce al pasaje del umbral para encontrar el ser, y por eso, desaparece una forma y una manera de vida, y como el rio se disuelve en el océano para transformarse en un infinito físico, así la muerte determina la inmovilidad del cuerpo, sin embargo representa la dimensión de la estasis del espíritu que se disuelve en el amor.

Los muertos en vida no creen en el amor, en el bien, no creen más en la vida. Quien pasa ese umbral difícilmente retorna atrás.

Por eso si el hombre se agarra a la vida, la muerte parece ser la muerte, si no es una liberación, el gozo infinito. Un hombre verdadero y sincero transforma una historia de sublime amor la misma muerte.

La nada de la muerte encontraría la capacidad de reducir todo lo que vive en el aniquilamiento de la no vida, el agotamiento de todas las sensaciones y de cualquier sentimiento, y este aniquilamiento de la nada lo conduciría a la paradoja del no ser y de la inamovilidad de la vida misma.

Al contrario quien se encuentra enfermo hasta el umbral de la muerte, y todavía refulge en él la belleza y la vida si continúa a creer en el amor y el bien, siempre vive.

Hegel afirma que el amor es ser igual del poder. La formula parece inviable, aunque sea noble, puesto que hay siempre quien ama más de quien es amado y son posibles las fases alternas.

El signo cierto del amor se verifica cuando la felicidad y la realización del otro nos interesan independientemente o más de las nuestra. Esto puede ocurrir y lo he experimentado en algunos y en mí mismo.

La vida de cada quién de nosotros se interrelaciona y depende de los demás, sin embargo vivimos en una época histórica en la cual el individualismo se exalta más hasta determinar una involución sociocultural.

El individualismo moderno representa la consecuencia de la revolución industrial capitalista, y en gran medida determina la mercantilización universal y la ley de la mano invisible del mercado considerada como única y absoluta.

A todo eso se acompaña un infantilismo hedonista y narcisista. La mayoría se considera mercancía atrayente en el mercado de la concurrencia y de la oferta. Se observe la estupidez universal de la moda, ya los negocios de vestidos están en número creciente, como si el único problema de la gente sea qué se pone alrededor del cuerpo y sobre la cabeza y no qué tiene en la cabeza.

En realidad, con las especulaciones filosóficas es difícil prospectar el sentimiento del amor, porque el hombre y el significado de su vida huyen de una definición esquemática.

No creo que la muerte se disuelva en la nada y en el aniquilamiento de la no vida. Es posible que se acaben todas las sensaciones y cualquier sentimiento, expresiones características de la vida, sin embargo, el amor no se detiene con esa desaparición física. Éste permanece en la vida como ejemplo de virtud y de capacidad trascendental del hombre.

Si la anterior exposición es verdadera, podemos decir que la vida como tal no presenta una hipótesis fortuita, no es el fruto del caso, sino de un inteligente designio bondadoso, una oposición radical a las fuerzas de la inanición.

Pues bien, esa definición se ajusta a todo lo que cae bajo nuestro sentido, pero no determina la parte de la experiencia invisible, no medible, no cuantificable con los instrumentos científicos y tampoco reproducibles en laboratorio.

Sin embargo el hombre carece de la capacidad de comprender el mundo de manera pacífica en su entereza, ir más allá del obstinado equivoco del absolutismo del "yo" en el cual está la raíz del humano sufrimiento.

La vida de la conciencia, alma, esencia no representan el conjunto de manifestaciones de una única vida, la vida sin adjetivos. La verdad intuitiva nos lleva a la conclusión que no es cierto que la nada comienza de la nada y vuelve a la nada, sino todo se interrelaciona y une a todos.

Tampoco pienso que esta nada finalice en el no ser, aun, sin duda en la inamovilidad vital. Este es otra cuestión que tomaré de nuevo más adelante para desentrañar el significado y posible respuesta a nuestras preguntas.

La vida es la misma fuerza del amor, que impregna a todo, se opone a la muerte e irradia adondequiera la luz del ser. En el amor encuentra el por qué, el fin, y la razón última. El amor es el antídoto de la muerte.

SEGUNDO CAPÍTULO

Hipótesis de la esencia de la vida

Algo se ha logrado parcialmente con la filosofía, por eso continúo nuestro itinerario a través de la misma pregunta inicial.

Se confía a menudo a los científicos la labor de definir qué es la vida, y se constituye por esta manera incierta la completa identidad entre los distintos conceptos filosóficos, como método del descubrimiento de las entidades que la ciencia considera vivientes.

Muchos pensadores contemplan inadmisible la intuición, por el contrario se proyecta como una facultad humana porque ninguna de ella ha producido una inconciliable divergencia entre la experiencia y las resultantes inducidas.

La intuición es la percepción de la fenomenología de la realidad, es un mediato conocimiento del objeto, representa el raciocinio que elabora desde el particular al universal.

Ella extiende el reconocimiento del objeto, como idea concreta, saber inducido, certeza inequivocable. Es la percepción sensorial y extrasensorial de la realidad, diferentemente de la deducción que, para reconocer el objeto real, necesita necesariamente de un proceso elaborado por la lógica intelectiva.

Esta contiene un conocimiento evidente de lo que expresa de manera original, no conduce a una prueba general, sino a una demostración gradual. Es un reconocimiento de incontables objetos particulares.

En su estructura lógica, la inducción reconoce la materia, construye los parámetros desde el antecedente al consiguiente. Reconoce el objeto, no por una directa evidencia sino por un proceso indirecto y mediato y la forma surge del género de la especie intuida.

Por lo tanto la materia y forma inductiva representan puras ideas latentes del intelecto, y como cualquier razonamiento, se funda en el procedimiento dialéctico de la contradicción, su conclusión certifica sus postulados y hace posible la identificación del objeto.

La inducción no representa la identidad del real de su antecedente y consecuente, sino la existencia de la identidad entre las dos formas de conclusión, siendo el principio de contradicción dialéctico que sustenta la prueba inductiva por el fundamento de conveniencia y desigualdad.

La diferencia entre procesos mediatos e inmediatos procede por la elaboración mental que define los parámetros de la ciencia necesarios para que sean reconocidos idénticos o distintos por la razón.

De esta misma manera, la deducción aplica el silogismo aristotélico, (4) cuyo significado expresa el procedimiento mental, considerandos los objetos como relación necesaria entre partes distintas del antecedente y consiguiente.

El silogismo pues representa el razonamiento del antecedente como prueba general del consiguiente, y establece la evidencia mediata y inmediata de la realidad como verdad del proceso mental conclusivo.

La nueva pregunta interroga si podemos confiar en el empirismo y experiencia científica, porque no encontramos soluciones en la filosofía en la construcción de una categoría especulativa unitaria y una síntesis conceptual de la vida humana.

Me interpelo si la ciencia tenga la capacidad de explicaciones empíricas universales, y la respuesta pone a reflexionar que ella necesitaría la esencialidad total.

La ciencia empírica y experimental es afectada por el principio de la aleatoriedad, en el sentido de que los descubrimientos no resuelven la deducibilidad lógica entre lo que se experimenta de un delimitado objetivo. (5)

La ciencia es un conocimiento necesario, no tiene como objeto la materia general sino contingente y particular, aunque se refiera a objetos materiales singulares, procede por abstracción de los que en estos hay de individual, formulando lo que le conviene de manera universal y necesaria.

Esta operación establece el modo de conocimiento práctico. Los resultados son factibles y al mismo tiempo, falibles. Las consecuencias perfeccionan nuevas pruebas experimentales para convertir la ciencia por su una manera de operar.

Las advertencias y la eliminación de errores se entremezclan con otros procesos empíricos que provocan nuevas resultantes no exentas de inenarrancia. (6)

La ciencia, en efecto, desarrolla hipótesis subjetivas, y las consecuencias experimentales conducen a la ausencia de su verificabilidad permanente, por lo tanto, la formulación de una definición universal de la ciencia encuentra notables dificultades.

Es preciso reconocer que el sistema experimental científico es objeto de indefinición permanente, y contrasta con la experiencia de un proceso empírico más amplio de los que ha sido examinado. Si cambia la amplitud del análisis, cambia también la resultante, todavía parcial, puesto que no conocemos la totalidad de la fenomenología de la realidad.

La propensión de la reflexión antes referida, induce a examinar más detenidamente una ciencia particular, o mejor, la teoría de la evolución para confirmar nuestra tesis antes prospectada.

Es un aspecto curioso, porque cualquier persona cree de comprenderla, sin embargo, la mayoría de las investigaciones converge en la crítica de los mecanismos evolutivos no todavía desarrollados científicamente.

De esta manera tomar en cuenta los macro organismos de los evolucionistas,
y dejando de lado los microorganismos, infieren la incapacidad de la evolución
de la especie que halle acertadas respuestas de los procesos y de los mecanismos
evolutivos.

4) Aristóteles: Anales, I, cap. 2

5) Karl Popper: La ciencia: conjeturas y refutaciones, Buenos Aires, Paidós 1965

6) A. Millán Puelles: Fundamentos de la Filosofía, Ediciones Rialp, S. A, Madrid 1981

En efecto cuesta trabajo y falta de absolutas pruebas pensar que, un microorganismo haya evolucionado por un proceso que lo ha transformado en un macro organismo en el mar primero, desde allá, convertido en un anfibio, sucesivamente en un mamífero marino, y luego, en un mamífero terrestre, y por una casualidad ambiental, haya surgido un simio que evoluciona en dos ramas de la cuales una representa los antepasados del hombre.

Esta divagación sobre la teoría evolutiva conduce a discutir la relación del hombre con el mundo que lucha contra todas las categorías conceptuales para que sea independiente como ánima pura, conciencia pura, o espíritu puro.

La consciente expectativa del riesgo fundamental del significado de la vida representa una cuestión dominante, y a partir de aquí se vislumbra la asimilación de los principios ontológicos.

La descripción en este ámbito de la conciencia manifiesta el anclaje de la medición del tiempo que reproduce su esencialidad necesaria en la historicidad y temporalidad y, si puede existir como persona, expresa la universalidad de la vida.

Sin embargo, el tiempo no es una dimensión exhaustiva y autosuficiente que englobe la esencia necesaria del ser humano, sino el mundo representa la escogencia de una decisión en cuanto tiene un inicio y un fin.

La acción y el pensamiento humano en su aparición son esencialmente mortales, su irrepetibilidad personalista se conjuga con la universalidad humana y encuentra siempre el contacto con el cierre de su ciclo temporal, la muerte.

El punto focal de la controversia sobre la naturaleza del hombre estriba la esencia de la manifestación específica y diseña una unitaria integración entre el cuerpo y la conciencia.

Todavía no se ha logrado una definición unitaria de la vida, por lo tanto es preciso ampliar los conceptos expresados en la primera parte entre esencia y substancia.

Estos dos términos no tienen un carácter parcial y relativo de la vida, sino representan su valoración cualitativa.

El concepto de substancia coincide con el por qué de una determinada realidad viva, en la acepción de que, una vez identificada su naturaleza última, se comprende cuál sea su por qué, eso es, su razón de ser.

La respuesta precisa las esencias, o indica una cualidad del objeto o ser vivo del cual se hace referencia, es un carácter necesario de su substancia, enuncia lo que es un objeto de la realidad, y representa el conjunto de fuerzas que se oponen a la muerte.

Si se profundiza esta lógica, nos percatamos que el conjunto de la vida de los seres individuales representa la interrelación armónica de una única vida cósmica, la vida sin atributos.

Y la conciencia se activa mediante la relación del cuerpo subjetivo, entendida como objetividad ontológica, a través de la relación trascendental del ser humano en el mundo, en la que prevalece, en base a la voluntad, su inmanencia o su aspiración a la trascendencia.

El hombre es una realidad, vislumbra conciencia y libertad, cuyo perfil realiza múltiples contradicciones de la vida, lo lleva a la incertidumbre, angustia, ansia y desasosiego frente a las mismas contradicciones que enfrenta, a los fracasos, éxitos, los misterios irresueltos, y lo inexplicable.

Todo eso si usa solamente la razón deductiva, no se hace in – ducir por su propia conciencia que lo llama y lo exhorta a tomar decisiones. Por ello la problemática freudiana del subconsciente manifiesta, a pesar de su análisis, un ocultamiento de la inmanencia que se explicita en la representación de las pulsiones hacia la trascendencia.

Esta trascendencia revela al hombre las fundamentales cuestiones centrales de la Revelación, la Encarnación del Logos, el Verbo entendido como Vida.

Amerita examinar brevemente el Prólogo del Evangelio de Juan, en el cual Cristo se cualifica como Vía, Verdad y Vida, y el elemento fundamental lo presenta a la facultad humana para que salga del olvido en lo que el hombre ha precipitado la vida misma.

El hombre ha abandonado su condición de hijo y tiene una relación perturbada con Dios, mientras la recuperación de la vida resultaría necesaria y deseable; por eso es preciso que:

"Todos tienen que nacer de nuevo. El viento sopla por donde quiere, y aunque oyes su ruido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son también los que nacen del Espíritu". (Jn. 3, 7-8)

La comprensión actual del lenguaje del Verbo se revela inteligible y coincide perfectamente con el Logos originario de la Vida. Las palabras de Cristo son explicables como palabras de vida; desde aquí es preciso tomar conciencia de la honda dicotomía entre la "Palabra de Vida y la palabras del mundo.

Si esta Palabra de Vida tiene el misterioso poder prodigioso de dar la vida, ella representa una acción, la acción de dar la vida, generarla en el nacimiento atemporal de cada ser viviente y resucitarla cuando ella presente la inamovilidad y la inacción.

Esa inamovilidad e inanición determinan el primer síntoma del hombre contemporáneo que está matando a sus sueños. Revela el desperdicio de tiempo para que no reflexione de sí mismo. El segundo síntoma representa la muerte de los sueños que provoca la incertidumbre. El tercer síntoma de la muerte de los sueños crea la angustia.

En el mundo existe siempre quien espera a otro, sea en un desierto como en una gran ciudad, y cuando dos seres se encuentran y sus miradas se cruzan todo el pasado y todo el futuro no tienen más la mínima importancia.

Solamente la certeza de todas las cosas bajo el sol ha sido escrita por la misma Mano, la Mano que despierta el amor.

Todos vuelven o casi todo. Algunos han decidido quedarse solos para siempre, seguramente sorprendido frente a semejante indiferencia que sustrae el alma- conciencia a los más puros sentimientos y provoca la incertidumbre.

La Mano crea los almas gemelos para quien busca los tesoros bajo el sol, porque si todo eso no existiera, no tendrían algún sentido los sueños de la humanidad. Deseos, pensamientos, temores y rancores impiden el auténtico contacto y la comunicación con la vida.

Los hombres carecen de la capacidad de comprender sosegadamente el mundo en su integridad, y superan la obstinada tergiversación solamente con el yo que está a la raíz del sufrimiento.

La incapacidad de entender lo que está a nuestro alrededor impide de comprenderlo. Si no se comprende no se ama. El amor es imposible sin comprensión, y si no se ama no se acoge su esencia y si no la acoge no se puede describir el mismo amor.

Todo lo que se conoce de la realidad depende de los cinco sentidos y de la conciencia, y solamente a través de la inducción de un determinado objeto se está consciente de su existencia o menos.

Todo se transforma en inducciones que establecen solamente las parciales realidades externas, inciertas sobre la esencia de la realidad e incapaces de observar el fondo.

Se puede elegir la finalidad del egoísmo, como forma de comodidad, bienestar personal, por la desestima de la exigencia de justicia y respeto que supone la convivencia con otras personas porque todos ellos exigen renuncias y esfuerzos.

La personalidad se convertirá insolidaria, ignorando los aspectos relacionales y comunicativos esenciales del ser humano. Efectuada la elección, el crecimiento personal se detendrá, e iniciará una involución hacia etapas más primitivas del desarrollo psicológico y moral.

Si se elige como valor rector la generosidad, concretada en el esfuerzo de trabajar por amor, con espíritu de servicio, y la dedicación de tiempo en causas altruistas y solidarias, se favorecerá la apertura del propio yo a los demás, y se privilegiará la dimensión social del ser humano y estimulo del crecimiento personal.

Todos los hombres viven escogiendo, y al elegir profundizan o niegan a sí mismo, puesto que se transforman a través de la actuación de la libertad, y al desentrañar este concepto se puede afirmar que la comunicación del lenguaje y la interacción social simbólica pueden lograr el autorrealización a través de la comprensión, la constante reflexión y la tolerancia.

La valoración de la libertad surge por la indagación de su significado en un planteamiento que defina un histórico hilo conductor por y para el hombre. Libertad atiende a la llamada del otro, de la otra persona, exige atención, respeto y poder de alcanzar su propia libertad.

La libertad impulsa la facultad humana a pensar, elegir y actuar de una manera o de otra. Es la peculiaridad de persona libre y no esclavo, condición de quienes no son detenidos en una cárcel.

Es la condición natural, tanto del actuar bien como del obrar mal, con la cual el hombre decide tras una reflexión y con conocimiento de las causas y los efectos que las producen.

La filosofía moderna ha tentado de plantear un nuevo concepto del mundo y de la sociedad, y prescinde de la influencia de la fe postulando la resolución de las cuestiones fundamentales mediante la libertad de la razón.

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