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La ideología urbana y arquitectónica de la dependencia latinoamericana




Enviado por Eugenia Sol



Partes: 1, 2, 3

  1. El trasfondo ideológico de la política de vivienda del Estado Mexicano

En los últimos años, en nuestros países se ha venido incrementando un particular tratamiento de los problemas urbano-arquitectónicos, que poco a poco ha tomado carta de naturalización en los medios especializados, de tal modo que ha conformado ya en importantes sectores una verdadera ideología, si bien, no sin contradicciones, como lo veremos más adelante. Las características fundamentales de esta forma del pensamiento arquitectónico (y urbano), podríamos englobarlas de manera siguiente:

1.-Una tendencia a relegar la problemática del "edificio", como obra aislada, para colocar en primer plano la de la ciudad, la de "lo urbano", e inclusive, de contextos más amplios, como los "sistemas urbano-regionales" y otros del mismo nivel.

2.-Una tendencia a darle prioridad al aspecto "productivo" de la arquitectura y de los "asentamientos humanos", con un subrayamiento muy acentuado -casi un hipostasiamiento- de la "instancia" económica.

3.-Una sobrestimación de la técnica, es decir, una tendencia a la tecnicidad en el tratamiento de los problemas y sobre todo una supervaloración -que llega en ocasiones al terreno de lo místico- de la matemática, la cibernética, la investigación operativa, etc., que llega a relegar la consideración de la formalidad, de la organización material de lo arquitectónico junto a esto, se impone la preponderancia del "método" de diseño en detrimento del análisis global del objeto, incluyendo su génesis.

4.-La emergencia de los enfoques ecológicos, con una marcada tendencia al tremendismo con respecto al deterioro del "medio ambiente". Asimismo, ese tono se manifiesta en el tratamiento de los problemas demográficos, presentando la "explosión" de la población, como un mal en sí mismo.

5.-La subestimación del carácter suprestructural de la arquitectura y las ciudades, de su papel ideológico y político, y sobre todo, una arremetida en no pocas ocasiones feroz contra su carácter estético, para ser sustituido éste, en el mejor de los casos por aspectos comunicativos o semiológicos en un sentido meramente estructuralista.

6.-El acentuamiento de la problemática del "espacio" sobre la de las formalidades específicas de lo arquitectónico y lo urbano. Lo que ha venido implicando la disolución de éstas en la abstracticidad espacial.

7.-La subestimación a la historia. El hipo stasiamiento del "presente" en aras de la inmediatez y con el pretexto de la urgencia de los problemas.

Casi huelga decir que la emergencia y centralidad de esta problemática teórica tiene en su base la situación concreta del actual proceso urbano-arquitectónico de nuestros países, caracterizado, entre otras cosas, como ya ha sido demostrado suficientemente, por su masividad y concentración crecientes y por la no correspondencia de ese fenómeno con el "crecimiento económico" o con el "nivel de industrialización", así como por la carencia -por imposibilidad estructural, válganos la expresión- de políticas integrales de planificación, con la excepción lógica de Cuba.

Naturalmente que la trama fundamental de esas cuestiones la constituye la presencia histórica del modo de producción capitalista en esta etapa concreta de su especificidad latinoamericana, conformada (y conformadora, también del fenómeno) por la dialéctica del sistema capitalista en su conjunto, es decir, por su participación orgánica en el proceso mundial de éste (lo que ya una importante literatura sociológica caracteriza como "situación de dependencia"). Se evidencia así una de las características de la contemporaneidad arquitectónica: su puesta en juego en el mercado capitalista; el papel mercantil de los edificios, del "suelo", del "espacio" urbano, con todo lo que esto implica en esta época del capital monopólico.

Tenemos pues que el carácter que hoy reviste el tratamiento de la arquitectura y los "asentamientos humanos", constituye en rigor la expresión superestructural de las profundas contradicciones en la que hoy se debate su producción material, y obviamente, expresa también, al mismo tiempo, las contradicciones sociales a nivel global, vale decir, las contradicciones de clase.

Esto nos conduce directamente a reconocer el carácter ideológico con el que se ha venido presentando la problemática aludida. Pero también a comprender el surgimiento M pensamiento crítico en nuestro campo, que tiende a romper la capa de la "pseudoconcreción" y llegar al análisis y a la explicación objetiva, rigurosa y sistemática de los fenómenos urbano- arquitectónicos de nuestros países.

Si estamos reconociendo el surgimiento contemporáneo de un conjunto de problemas que determinan un determinado tipo de preocupación teórica, una de las cuestiones que se plantean ya es ¡a de su ubicación en las contra-dicciones sociales, y el aclarar de qué manera se manifiesta la preocupación teórica desde el enfoque de la ideología de la clase dominante, y desde la trinchera crítica y -reconociendo naturalmente que no se trata de un simple juego maniqueo de blanco y negro, y advertidos de la peligrosidad de sustentar un criterio tajante en este sentido-, descubrir la interpretación entre ambos polos. Obvio es que tal tarea nos conducirá a la realización de un deslinde, que hoy parece ser una empresa obligada en la constitución de la teoría revolucionaria del espacio urbano-arquitectónico. En primer lugar tenemos que advertir que si bien existe en lo general una preocupación por ciertos problemas, la finalidad de su tratamiento y en consecuencia la naturaleza epistemológica de su enfoque, se presentan de muy diversa manera: no es algo difícil de entender que el interés creciente de la clase dominante por las cuestiones urbanas, emana de la necesidad -doble aunque unitaria- de llevar a cabo el desarrollo de su país, de acuerdo a sus propias concepciones y a sus propios programas, al mismo tiempo que la de efectuar el control político de la sociedad en su conjunto. Además, no es casual en lo absoluto que la tendencia a abandonar la posición "tradicional" (de predominio del "edificio", la obra asilada, id est la arquitectura) se haya acentuado, en la gran mayoría de nuestros países, una vez que se pone en evidencia la "crisis del desarrollismo" cosa que acontece, en general después de la década de los 50. En efecto, ante el impacto de la inflación galopante no dejan incluso de hacerse pronunciamientos por parte de las esferas del poder, en contra de la realización de obras suntuarias, al tiempo que se dictan medidas restrictivas de gastos en materia edilicia.[1]

Sin embargo, debe quedar perfectamente claro de que no se trata de ninguna manera de una renuncia de las clases dominantes a la creación de su imagen (cultural, de poder, etc.), a través de la arquitectura y los trazados urbanos. Sin embargo, estas cuestiones se manejan ahora más como hechos coyunturales, de oportunidad y no en términos de una política sistemática y sobre todo, prioritaria (como ejemplo en México, 1as construcciones olímpicas de 1968 o los recientes edificios del INFONAVIT y el del IMCE).

Sin dejar esto de lado, no cabe la menor duda que la primacía la tiene hoy la atención al "sistema espacial", involucrado en el esquema de desarrollo que han delineado. Siguiendo con las referencias a México, el interés puesto en la "Ley de Asentamientos Humanos" (segundo trimestre de 1976) es una prueba de esto, así como el "apogeo" de las obras urbanas colectivas, sobre las referentes a la vialidad y los transportes.

Ahora bien, lo que interesa para los propósitos de este artículo es el poner al descubierto los apoyos teóricos, la "raigambre filosófica", las "concepciones del mundo" que están avalando las políticas descritas, para poder ubicarlas así en el campo de la ideología de la clase dominante y el Estado. De todos modos, aquí sólo podremos tratar esta cuestión, a grandes rasgos.

La posición conceptual más general de la política de desarrollo de los países latinoamericanos, y que en lo fundamental se basa, como es perfectamente sabido, en las tesis de "polos de crecimiento" o "polos de desarrollo", parte de teóricos como F. Perroux,[2] quien por cierto, de manera harto significativa para nosotros, plantea el surgimiento de los aspectos "espaciales" del fenómeno económico, como una innovación con respecto a la preocupación de sus aspectos "temporales" y que caracteriza, esta última, al pensamiento económico de los años 30 en nuestros países.[3] Esa preocupación por la "espacialidad" de la economía (la construcción de un espacio económico, consecuentemente) la sintetiza de modo arquetípico, descubriendo por lo demás su raigambre sociológica, Jacques R. Boudeville:

"Todos estos interrogantes, antes desconocidos salvo por escasos especialistas, se hallan ubicados en el primer plano de las reflexiones y políticas económicas de la segunda mitad del siglo XX. Tanto en Europa como en América equipos de jóvenes jefes de empresa, administradores y teóricos, reunidos en grupos de investigación comandados por dinámicos pioneros, se esfuerzan por resolverlos, procedentes de los cuatro puntos cardinales, se reúnen en la común aspiración de la construcción voluntaria de un espacio económico."[4]

Por lo demás, como lo indica J. Ramón Lasuén, Perroux continúa las tesis de Schumpeter acerca del desarrollo económico.[5] Se evidencia de esa manera que la teorización del desarrollo en Latinoamérica, se encuentra en alto grado encuadrada en la posición purista de la Económica, como técnica "adiáfora", según la requiere una Bien situada especialización, para no caer en una tecnicidad descriptiva en la que no caben los juicios de valor, es decir, en la que se excluye la misma posibilidad, de explicarla como una verdadera y objetiva ciencia social, lo que conduciría a la toma en consideración y a la toma de posición frente a la problemática de la lucha de clases, las relaciones concretas de dominación, la historia, en suma. Y como lo demuestra Cerroni, la concepción de Schumpeter no es un hecho aislado, sino que

"En el plano teorético coincide claramente con la metodología de Weber (y a través de ésta está en relación tanto con el historicismo como en el pragmatismo . . ."[6]

No creemos por otra parte que la nueva tendencia al enfoque de la polarización (y que llega incluso a presentarse como su opuesta), la denominada INDUPOL, es decir, la "estrategia integrada de industrialización, urbanización y polarización", aunque parte de una concepción más integradora de la realidad, no creemos que de ninguna manera supere radicalmente la tecnicidad intuitivo-pragmática de Perroux-Chumpeter, ya que se sigue moviendo en el campo de la "teoría de los factores", es decir, de una visión parcial y deformada de la totalidad social.

Lo que tenemos aquí de todos modos es el dominio aplastante del "factor económico" en la problemática teórica, dado por la presencia del "reino de la necesidad" impuesto por el capitalismo, y que en el área del "subdesarrollo" adquiere características particularmente agudas.

Lo que resulta verdaderamente significativo para nosotros es la convergencia de la problemática espacial de la economía, con la de la sociología (con el auge hoy de la sociología urbana) y con la intensificación e hipostasiamiento de la preocupación "espacial" de la arquitectura y el urbanismo contemporáneos (cuyo origen se presente en rigor, hasta el siglo pasado, para definirse vigorosamente en el movimiento funcionalista del siglo XX).[7] Esta convergencia, que en rigor no es otra cosa que expresión de la profunda unidad de los fenómenos se nos presenta, como lo hemos indicado ya, como un dominio casi absoluta de "la economía" sobre "el resto de los fenómenos".

De acuerdo con esto no es difícil comprender por qué en nuestro campo se refuerza el carácter abstracto-vacío del "espacio", para el que cuenta más -o solamente- su "estructura" (relaciones lineales computables-manipulables) sobre las formalidades específicas de lo arquitectónico y lo urbano. Y así, al mismo tiempo que se hacen de lado (las formalidades específicas del espacio), vale decir que se infravalora su constitución material determinada y particular-concreta, incluyéndose en esto el fenómeno del lenguaje y el del o el de los "estilos" (que en buen sentido es lo mismo que hacer de lado sus condiciones de concepciones del mundo, de ideología y de superestructuralidad), al mismo tiempo que se sepulta todo esto, %$por constituir una problemática obsoleta", se le considera prioridad sólo como abstracción, cual si en verdad tuviese una existencia meramente matemática-topológica, cibernetizable.

Con esa manera de ver las cosas, el edificio aislado, la "obra única", la preocupación formal, no importan ya, ante la formidable y aplastante problemática del espacio económico de la planificación y el "desarrollo". Y esto, en manos de nuestras clases dominantes, representando en el fondo, el escamoteo de la realidad histórica, concreta, del régimen capitalista. Se soslaya así el reconocimiento del camino histórico y de los cambios revolucionarios, para sustituirlo por la mágica acción -casi mística- de la tecnicidad. En el campo de la teoría del conocimiento pues, tenemos así, la aberración de sustituir -o confundir- a la totalidad con la prioridad y la inmediatez.

Como lo empezamos a apuntar, en lo que respecta a la problemática urbanística, no cabe hoy la menor duda acerca de la influencia definitiva de la sociología en su tratamiento. Esto es no sólo "natural" sino que significa la oportunidad de que el análisis urbano se realice en términos de la consideración de constituir en rigor parte del análisis de la sociedad, puesto que no hay en el campo de lo concreto separación entre lo "espacial-urbano" y lo social", lo que implica necesariamente el tratamiento de la totalidad. Empero, la cuestión se torna equívoca en el momento del dominio -hoy en pleno auge- del sociologismo o del conductismo sociologista, que en nuestro campo "explican" las formalidades y especificidades urbanas y arquitectónicas, quedándose en el mero límite de las "condiciones sociales" generales, o en la consideración única de su función mecánica en el "sistema" urbano. (Y aquí aparece nuevamente Weber…)

Naturalmente que la "teoría de los factores" -verdadera fuente de los hipostasiamientos de alguno o algunos de ellos-, es históricamente el nudo teorético del movimiento contemporáneo de la arquitectura y el urbanismo, centrado en el irracionalismo filosófico y el espiritualismo de las entreguerras. No otra cosa representa, en rigor, la "Carta de Atenas", verdadera tabla sagrada de las primeras generaciones de urbanistas. Su importancia reside en ese intento de establecer un enlace entre la arquitectura -el edificio- y la ciudad, y en el proponer una estructura espacial de ésta. Sin embargo, su mecanicismo, funcionalizado obviamente a los intereses de la clase dominante ha conducido hoy, a través de un proceso teórico que es necesario estudiar, a esa absorción sociologizante, a tal grado que en nuestros días en nuestros países, la influencia de las escuelas sociológicas ha sido no sólo determinante sino avasalladora en la problemática del urbanismo. De esa manera, una de las posiciones más influyentes de la línea oficial burguesa -llamémosla así, por el momento, en esos términos gruesos- del análisis espacial urbano, se ve saturada de los enfoques ecologistas y "neoecologistas" cuyo origen se encuentra en la Escuela de Chicago (R. Park, E. Burgess, R. Mc Kenzie, etc.). Ya Manuel Castells ha demostrado su raigante weberiana y su, en consecuencia, inclusión en la concepción de los factores".[8]

En los países capitalistas "centrales" o "desarrollados", el lenguaje de la planeación territorial y espacial-urbana, parece tener, al menos, una cierta justificación epistemológica, sin desconocer de ninguna manera las graves contradicciones y limitaciones aún de esas grandes empresas como las New Towns inglesas, los planes urbanísticos holandeses (sobre todo Amsterdam), las proposiciones del "team X" europeo, los programas ZUP franceses, los "centers" y "shopping centers" y los planes de desarrollo territorial norteamericanos. No es en lo general difícil de entender el que sus contradicciones tienen en su base su pertenencia y funcionamiento en el modo de producción capitalista, contradicciones que se vienen ya estudiando por investigadores como Lefebvre, Castells, Lojkine y otros. (Lefebvre, claro es, representa por la amplitud de su obra y su "historia" digámoslo así, un caso un tanto diferente a los dos últimos, dedicados a enfoques de otra naturaleza).

En el área "subdesarrollada", la casi imposibilidad de llevar a cabo planeaciones espaciales de gran amplitud y la urgente necesidad de hacerlo, es parte de la profunda crisis "estructural" en que se debate, y que se carga (la crisis) con todo su peso sobre las masas populares, sometidas a la superexplotación y sumidas en la "marginalidad". Aquí, las manipulaciones teóricas sobre el papel decisivo de la técnica, como decíamos, se manifiestan como eso precisamente, como eficaces armas políticas, contenedoras de presiones sociales. La ideologización burguesa de los problemas espaciales -que es parte de la ideologización burguesa de los problemas sociales– surge así como parte del lenguaje de la clase dominante, caracterizado en el nivel "más alto" de la teoría del conocimiento, por aquella falsa concepción de la totalidad social y consecuentemente por una equivocada ubicación de la arquitectura y el urbanismo en la propia sociedad. Y esto, paradójicamente presentado en aras de la preocupación por las necesidades sociales… Puede entenderse también que de la crisis, en la que se ven envueltas masas enteras de arquitectos y de estudiantes de arquitectura, surja la contestación, caracterizada, sobre todo en el campo de las universidades, por el rechazo a las proposiciones estatales, por la preocupación con los problemas "espaciales" de los grupos marginales -sobre todo urbanos- y por un intento consecuente a esto, de "acercamiento" al pueblo. Todo ello implicado en la politización de amplios sectores de alumnos y profesores.

Se comprende desde ya la necesidad del apoyo -y de la creación misma- de una teorización coherente con este surgimiento problemático. En realidad tal hecho se está creado ya, con infinidad de tropiezos, que en rigor se deben a razones históricas que es indispensable esclarecer incluso para despejar el camino, pues el caso es que la teoría del conocimiento en el campo de lo arquitectónico y lo urbano se encuentra todavía en estado germinal, pese a la existencia ya consolidada y en expansión del campo socialista y de más de un siglo de desarrollo del marxismo. Naturalmente que en la base de esto está la presencia de las prioridades en el movimiento revolucionario y en la consolidación socialista de estas etapas que hoy vivimos, sin descontar las peculiaridades del proceso (como la adopción de la línea del "realismo socialista" del PCUS que terminó con el freno al movimiento constructivista).

El esfuerzo por construir la teorización objetiva-rigurosa-sistemática de la arquitectura y el urbanismo es naturalmente mundial, con la característica de que las aportaciones de los países dependientes pueden jugar en esto un papel nada despreciable, sobre todo porque la magnitud de la crisis -que se expande como verdadera mancha de aceite– ha ido creando la necesidad de explicar su realidad, entre la que se encuentran, agudamente las cuestiones "espaciales". ¿0 no es verdad que la acelerada "marginalidad" urbana y la bajísima porción de la población que puede comprar y por lo tanto acceder a un "espacio" decoroso para vivir, son, entre otros, fenómenos que nos exigen una explicación radical, en términos también de posibilitar una acción que modifique tal realidad? (Nos vienen a la memoria aquí los doce puntos de Fernando Salinas acerca de la arquitectura de los países dependientes).[9]

Parece ser pues que hoy aquí el problema teórico más general y prioritario, porque constituye sin lugar a dudas la fuente de los demás y la base de la práctica misma, es el de aclarar el papel, la función, el lugar de la arquitectura y las ciudades, los asentamientos" en las diversas gamas de la praxis, lo que equivale a determinar su ubicación en la sociedad. Por lo demás, en el proceso de esta tarea se irán desmitificando las concepciones burguesas, plenas de los mencionados hipostasiamientos del "espacio" y de las invenciones acerca del carácter abstracto o "existencial" del mismo (Argan, o más recientemente Norberg-Schulz).[10] Pero es indudable que en ese mismo proceso iremos descubriendo nuestros propios sesgos del problema, para despejarlo del economicismo, productivismo o sociologismo tan frecuentes hoy en este tipo de análisis.

Solamente que tenemos que advertir que para que tal empresa resulte eficaz y verdaderamente científica, debemos necesariamente que plantearla en base al estudio de la concreta realidad histórica de nuestros países, lo que implica algo que hoy también es bastante hecho de lado, so pretexto de la atención a lo urgente o lo inmediato imperativo: el análisis histórico, pues si la actualidad no es puesta en su totalidad histórica, caeremos sin remedio en el plano metafísico de la irrealidad, aunque estemos pletóricos de intenciones renovadoras, no haremos otra cosa que en mayor o menor medida prestar un servicio a aquellos a los que queremos refutar. Desmitificar la arquitectura y el urbanismo tiene que llevarnos a la consideración de la manera como han venido jugando su complejo papel de ser, medios de producción en sentido amplio, parte de las condiciones materiales que deben presentarse para hacer posible la producción material, lugar de reproducción de la fuerza de trabajo, etc., y, al mismo tiempo, suprestructuras ideológicas (en este caso, entre otros podemos mencionar los trabajos de Manuel Castells y de Rafael López Rangel).[11] Al dilucidar ese su rol orgánico ya como conformador de nuestras sociedades latinoamericanas (los trabajos de Roberto Segre significan aportaciones importantes a ello), y ver cómo surgen y se organizan esos espacios "urbano-arquitectónicos" en término del modo de producción capitalista (con excepción de Cuba) y de la ubicación en su estructura internacional. De esa manera "el espacio" dejará de contemplarse únicamente como "producto", para hacerse valer su carácter de "productor", productor de relaciones, de socialidad, de ideología, de historia… De esa manera también, la arquitectura y las ciudades quedarán definidas como "formas específicas de la existencia espacial de la sociedad".[12]

El enfoque monista -verdadera clave del análisis científico nos irá permitiendo comprender de qué manera las formalidades espaciales de la arquitectura y las ciudades -los asentamiento humanos- son también, necesariamente, formas ideológicas, inseparables de su papel en la producción material, evidenciándose así como parte en lo fundamental, del lenguaje de la clase dominante, según ya mencionamos. Y de ese modo, el carácter superestructural de ese tipo de espacios no constituirá más, un "sistema" de difícil integración con los aspectos productivos sino que quedará como parte indispensable de 'su cuerpo, de su organización material. Sería esto, bien vista la cosa, el necesario rescate de la determinación en "última instancia"13 de la base económica sobre la superestructural, en nuestro caso.

La puesta en la historia es pues sin lugar a dudas el arma teórica más eficaz (diríamos la única eficaz) y contundente para la creación de nuestro andamiaje conceptual y poder así "reconstruir" el fenómeno, a cualquier nivel de la conceptuación.

No está de más insistir en lo siguiente, por último: ciertamente que para poder llevar a cabo lo que proponemos, se hace indispensable rebasar el formalismo particular de los "estilos" y las particularidades morfológicas, para entrar en el universo de la cuestionalidad social más general. Sin embargo no debemos olvidar de ninguna manera que también las morfologías (urbanas o arquitectónicas), los "estilos", el "arte", etc., son la forma de ser esos fenómenos y de modo tan decisivo que sin particularidades morfológicas, sin morfología material-concreta no hay ni arquitectura ni ciudades, y se vacía así la propia sociedad, se destruye. Al fin y al cabo, en esas morfologías materiales específicas se encuentra la expresión de las contradicciones sociales de nuestras estructuras y organizaciones clasistas.

Con esta manera de ver el "espacio", comprenderemos las múltiples determinaciones de su producción y precisaremos el manejo ideológico del que es objeto, ubicando también, en consecuencia, históricamente, ese conjunto de tendencias y preocupaciones de que hablábamos al inicio de este ensayo, y, lo que es más importante, podremos así continuar nuestra búsqueda y consolidar nuestra praxis en la tarea que nos hemos impuesto: la construcción de la teoría revolucionario de la arquitectura.

El trasfondo ideológico de la política de vivienda del Estado Mexicano*

Los panegiristas del actual régimen sostienen unánimemente que en este sexenio (1970-76) la política de vivienda no sólo ha tenido un fuerte incremento cuantitativo sino que incluso se ha dado un salto reorientador en cuanto a la concepción misma del problema. En efecto, con respecto al primer aspecto se presenta como una acción altamente positiva el que el número de viviendas "de interés social" construidas por-el estado durante el mandato presidencial del Lic. Echeverría ha rebasado a cualquiera de los programas de los sexenios anteriores. Se menciona el dato de que 16 a partir de 1973, la vivienda de interés social ha comenzado a recibir tan sólo de los diversos organismos públicos una suma de recursos de alrededor de seis mil millones de pesos (anuales), seis veces más de lo que se canalizó en promedio hacia este renglón en la década pasada"[13] De 1960 a 1970, el estado mexicano erigió 90,495 viviendas, en tanto los programas de los diversos organismos avocados a este renglón trabajan actualmente en poco más de 140.000 viviendas.[14] Asimismo, se hace hincapié que en el año de 1974, por ejemplo, el INFONAVIT manejó el 6% de la inversión pública total, el 36% de la inversión del estado en materia de bienestar social, y el 10% de los recursos canalizados al sector de la construcción. Todo esto, representa, a juicio de los voceros oficiales, un esfuerzo sin precedentes por la elevación del nivel de vida del pueblo mexicano. Obviamente que este impulso "sin precedentes" de la construcción masiva de vivienda, obedece y se explica en términos del segundo aspecto, es decir, en la contemplación del "nuevo enfoque" del problema. La reorientación está expresada, en lo fundamental, en las reformas a la fracción XII del apartado A del artículo 123, de la Constitución del país, decretadas el 14 de febrero de 1972, que incorpora a la política habitacional del estado mexicano "a la totalidad de la clase trabajadora, independientemente de la dimensión de las empresas en que sus miembros laboran o de su ubicación geográfica".[15] a través de la creación de un fondo nacional de vivienda, que en base a una obligatoria aportación monetaria de las empresas (el 5% de los salarios de los trabajadores) permite el otorgamiento de "crédito barato y suficiente" para que éstos adquieran en propiedad "habitaciones cómodas e higiénicas".[16] Surge así, como se sabe, el ya mencionado INFONAVIT (Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores), integrado por representantes del gobierno federal, de los trabajadores y los patrones. La aplicación de estas reformas ha permitido, por su parte, como fácilmente puede inferirse, la disponibilidad de los cuantiosos recursos financieros que han posibilitado la edificación continua y masiva de vivienda.

El estado mexicano se vanagloria además, de haber estructurado en ese sexenio una política viviendística casi totalizadora, a través de la creación de otros organismos y del reforzamiento de los existentes. De esa manera, surge el INDECO (Instituto para el Desarrollo de la Comunidad) como una transformación del Instituto Nacional de la Vivienda, avocado a la coordinación del plan nacional de vivienda. Se da impulso a la vivienda de los trabajadores al servicio del estado, a través del FOVISSTE, y a la de los miembros de la armada y el ejército, por medio del FOVIMI.

Plantea asimismo, calificándola de insólita, una acción para dotar de habitación -a través de ventas, naturalmente, a trabajadores no asalariados, "marginados", fundamentalmente de la ciudad de México, por medio de la Dirección General de la Habitación Popular del Departamento del Distrito Federal, misma que se da el lujo de proclamar que su misión es nada menos que la erradicación de las zonas tuguriales, las "ciudades perdidas" que proliferan en toda el área del D.F.[17] otros organismos complementan el cuadro, como lo son CORETT y FIDEURBE, para la regularización de la tenencia de la tierra en la provincia y en la capital de la República, respectivamente; MACONSA (Materiales Conasupo) se destina a la regularización en todo el país de los precios de los artículos básicos para la construcción. Naturalmente, es el INFONAVIT quien posee la mayor capacidad de acción y representa por tanto el aspecto de mayor significación de la política de vivienda del actual período.

No es de extrañar que en un país que ha hecho ya tradición del manejo maestro del consenso en torno a las acciones del régimen, cualesquiera que sean, la política de vivienda tenga ya, a estas alturas, un grueso caudal de elogios y apologías, de todos los niveles y que van, desde las proclamaciones oratorias de los eventos electorales, hasta los estudios académicos de instituciones oficiales que apuntalan las acciones de desarrollo del estado. Por ello mismo, si se desea tener una visión y una ubicación verdaderamente objetiva de esta cuestión, lo que significa el análisis crítico de la misma, nos debemos desprender de todo intento ideologizante en un sentido burgués y encuadrarla, en el concreto campo de nuestra historia contemporánea, lo que implica el colocarla en su real Papel en el mundo de las contradicciones sociales de esta etapa del desarrollo del capitalismo. Dado el carácter de este trabajo, delinearemos brevemente algunas líneas -que nos parecen fundamentales- de argumentación, para su ulterior desarrollo.

La política de vivienda es parte del proceso de consolidación del sistema capitalista en el país, que tiende a colocar a la casa habitación de amplios sectores de la población, en el papel de mercancía, para ser consumida p3r éstos, en beneficio fundamentalmente de la clase dominante del país, del estado y los grupos financieros ligados a éste. Esto quiere decir, en pocas palabras, que la factura de la vivienda "popular", o de "interés social", sigue siendo, y ahora con mayor ímpetu, un negocio, un negocio de tipo capitalista -valga la redundancia-, si bien, manejado con argumentos políticos y finalidades también políticas. Veamos qué dicen nuestros financieros de vivienda.

"el esfuerzo por resolver el problema de la vivienda está apoyado por dos fuentes principales de financiamiento, mediante la utilización de los recursos del sistema bancario a través del Programa Financiero de la Vivienda, que contribuye a canalizar fondos muy importantes hacia los organismos promotores y ejecutores de vivienda del sector público y privado …….

Una segunda fuente de financiamiento la constituye la aportación patronal y estatal del 5%, sobre los salarios básicos de los trabajadores y que se administran a través de las instituciones. . ."[18]

Como ha quedado dicho, por lo demás, los "fondos" instituidos mediante los mecanismos legales, se utilizan, aun en los casos -que son ínfimos ciertamente- de los trabajadores no asalariados, para la constitución de políticas de crédito, mismos que aunque se procuran en mejores condiciones que los que hasta ahora se habían estado otorgando para estos casos, siguen tasándose -y calculándose de acuerdo a las leyes de la mercancía, cosa que en rigor no deja de ser, no es evitada ni mucho menos por la intervención del estado, sino que lo que ocurre es que éste funge como gran organizador, coordinador y copartícipe de la operación en cuestión, manejando además un gigantesco aparato que le permite "mejorar" las condiciones crediticias, sin afectar a los interese patronales y del capital privado.

De esa manera la vivienda se pone en circulación como mercancía masiva, como objeto de consumo colectivo, a través de los recursos -casi huelga decirlo- obtenidos de la explotación de los trabajadores mexicanos. Habría que plantearse una investigación de gran envergadura para determinar con precisión en este "boom" de los programas viviendísticos, quienes son los más beneficiados, si los trabajadores, acosados por el alto costo de la vida, agravado por la especulación que se hace del proceso inflacionario, y amenazados por un futuro incierto, o la banca pública y privada que tiene en la construcción de la vivienda uno más de sus lucrativos negocios. Lo que nosotros contemplamos es que aquéllos, los trabajadores, adquieren con la operación una casa-habitación -quizá mejor que la que hoy poseen o en la que hoy habitan-, pero a cambio de quince o más años, toda una vida activa, de seguir siendo explotados, y por la que terminan pagando mucho más del costo original, en virtud de los sistemas de intereses y del deterioro que las casas sufren -y sobre todo esas con el paso del tiempo. En cambio, los financieros que obviamente viven en residencias ultralujosas y con un altísimo y afrentoso nivel de vida, invierten uno para obtener diez -valga la imagen- y en el caso de los organismos públicos, esto mismo combinado con la reinversión en otras obras públicas, lo que permite la formación del entramado del desarrollo del sistema capitalista de participación estatal, y de ninguna manera su ruptura o debilitamiento, como lo creen algunos ingenuos. Y claro, esto lo sabe todo el mundo, tales obras constituyen insustituibles fuentes de enriquecimiento personal. La vivienda es tomada pues, de esa manera -como un objeto más de consumo masivo, de relativamente "fácil" adquisición, como los televisores, las estufas, los refrigeradores y todos los objetos de "primera necesidad" que el sistema ofrece para el mantenimiento de la fuerza de trabajo que lo hace posible.

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