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La justificación según el apóstol Pablo




Enviado por Efrain Lemus



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Interpretaciones diversas con respecto a la justificación
  3. Significado de la justificación
  4. Necesidad de la justificación
  5. Fundamento de la justificación
  6. Resultado de la justificación
  7. Aparente discrepancia entre Pablo y Santiago
  8. Conclusión
  9. Bibliografía

Un estudio pormenorizado acerca de la doctrina bíblico-teológica de la justificación del creyente, expuesta por el apóstol Pablo en la Epístola a los Romanos.

Introducción

La justificación, como afirma el doctor Charles Ryrie, "es no sólo uno de los grandes beneficios de la muerte de Cristo, sino también una doctrina cardinal del cristianismo, porque lo distingue como una religión de gracia y de fe. Y la gracia y la fe son las piedras angulares de la justificación".[1]

En los primeros dos capítulos y medio de la Epístola a los Romanos, Pablo examina a las diferentes clases de sociedad y argumenta que no tienen justificación propia, terminando su observación con las palabras: "Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios, ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Ro. 3:19, 20). ¡En verdad es una imagen obscura y sin esperanza! Pero no es el final de la historia. Pablo continúa: "Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él" (Rom. 3:21, 22).

La doctrina de la justificación, el centro de la tormenta de la Reforma, fue una de las principales preocupaciones del apóstol Pablo. Para él era el corazón del evangelio (Rom. 1:17; 3:21-5:21; Gal. 2:15-5:1) y le da forma a su mensaje (Hechos 13: 38-39), su devoción y su vida espiritual (2 Corintios 5: 13-21; Fil. 3: 4-14.). Aunque otros escritores del Nuevo Testamento afirman la misma doctrina en cuanto al fondo, los términos en que los protestantes han afirmado y defendido durante casi cinco siglos se extraen principalmente de Pablo.

La justificación es un acto judicial de Dios que perdona a los pecadores (personas malvadas e impías, Rom. 4: 5; 3: 24.9), aceptándolos como justos, y así situar permanentemente bien su relación previamente enajenada consigo mismo.[2]

Debido a que la justificación es un tema teológico de suprema importancia para la cristiandad, y que en el trascurrir de la historia ha sido interpretado de diversas formas por grupos religiosos, conviene que lo explayemos en todo su posible rigor y expongamos su fundamento bíblico-teológico. En el desarrollo del tema utilizaré el texto bíblico de la Nueva Versión Internacional.

Interpretaciones diversas con respecto a la justificación

En el curso de la Edad Media, en las iglesias Romana y Ortodoxa Griega, la doctrina de la justificación por la fe quedó oscurecida por una falsa concepción del papel de las buenas obras. La cruz de Cristo no era ya considerada como suficiente para satisfacer toda nuestra deuda: el hombre debía al menos satisfacer una parte por sus obras meritorias, sus peregrinaciones, por los ritos de la iglesia, y sus propios sufrimientos en el purgatorio. Fue al volver a descubrir las luminosas enseñanzas de Pablo, particularmente en las epístolas a los Romanos y a los Gálatas, que los Reformadores devolvieron a los creyentes la certidumbre de la salvación.[3]

Los judíos supusieron que la justificación era por obras. La búsqueda, de métodos y vías para obtener la justificación es una constante en el mundo judío. En los tiempos del AT se pensaba alcanzar la justificación mediante una perfecta observancia de la ley (la Torá). Era, entonces, una justificación buscada por el esfuerzo humano ("Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas" [Ro. 10:5]). Pero la experiencia humana fue que por medio de las obras de la ley nunca podría lograr su justificación, pues encontraba que siempre faltaba en algo ("… sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley…" [Gá. 2:16]).[4]

  • B. Iglesia Católica Romana

La Teología católica oficial incluye la santificación en la definición de la justificación, que se ve como un proceso más que un solo acontecimiento decisivo, y afirma que, si bien la fe contribuye a nuestra aceptación con Dios, nuestras obras de satisfacción y los méritos contribuyen también. Roma interpreta el bautismo, como un canal de la gracia santificante, como la causa instrumental primaria de la justificación, y el sacramento de la penitencia, por el cual se logra el mérito congruente a través de obras de satisfacción, como la causa restauradora complementaria cuando se pierde la gracia de la aceptación inicial de Dios por el pecado mortal. …En el punto de vista católico romano, por lo tanto, los creyentes se salvan a sí mismos con la ayuda de la gracia que brota de Cristo a través del sistema sacramental de la Iglesia. Esta enseñanza está muy lejos de la de Pablo, explaya el muy respetado teólogo inglés J. I. Packer. [5]

"Aunque Roma sin duda enseña que Cristo, por medio de su expiación, aportó la base meritoria para nuestra justificación, también enseña que la causa que predispone su operación debe ser aportada por nosotros mismos; es decir, por medio de nuestra esperanza, fe, amor, contrición, etc. En su disertación doctoral Attrition and Contrition at the Council of Trent (Atrición y contrición en el Concilio de Trento), Kampen, 1955, p. 227, G. J. Spykman hizo las siguientes excelentes observaciones: "Trento virtualmente hizo que la gracia salvadora dependiera de lo que el penitente hiciera o dejara de hacer, aunque sea en una forma extremadamente refinada … Afirmó que no solamente la gracia sino también las buenas obras contribuían a la justificación". Además, Spykman indica que "esto contradice directamente la invitación de Cristo: "Venid a mí todos los que estáis cansados y cargados, y yo os daré descanso" " (Mt. 11:28-30)".[6]

  • C. La Reforma Protestante

Los reformadores predicaron la justificación por la sola gracia en base a la sola justicia de Cristo, y pusieron la doctrina de Pablo en declaraciones plenamente confesionales.[7]

  • 1. Martin Lutero

La figura de Martín Lutero (1483-1546) destaca sobre la de los demás reformadores del siglo xvi por haber sido el 1o de ellos que se enfrentó a la jerarquía romana.[8] MARTÍN LUTERO centró su teología de la REFORMA en la «justificación por gracia por medio de la fe». Dicha doctrina se ha convertido en pilar central de los luteranos, que se refieren a la justificación como «la doctrina principal por la que la iglesia permanece o cae». La mayoría de iglesias protestantes también abrazan la justificación como foco principal de sus teologías.[9]

Fue en 1515, cuando Lutero, estudiando la Epístola a los Romanos, empezó a descubrir que esa era una epístola que podría dar respuesta a sus no pequeñas dificultades para entender la justicia de Dios. Justo L González lo expone de la siguiente manera:

Según él mismo cuenta, el gran descubrimiento fue precedido por una larga lucha y una amarga angustia, pues Romanos 1:17 empieza diciendo que "en el evangelio la justicia de Dios se revela". Según este texto, el evangelio es revelación de la justicia de Dios. Y era precisamente la justicia de Dios lo que Lutero no podía tolerar. Si el evangelio fuera el mensaje de que Dios no es justo, Lutero no habría tenido problemas. Pero este texto relacionaba indisolublemente la justicia de Dios con el evangelio. Según Lutero cuenta, él odiaba la frase "la justicia de Dios", y estuvo meditando de día y de noche para comprender la relación entre las dos partes del versículo que, tras afirmar que "en el evangelio la justicia de Dios se revela", concluye diciendo que "el justo por la fe vivirá". La respuesta fue sorprendente. La "justicia de Dios" no se refiere aquí, como piensa la teología tradicional, al hecho de que Dios castigue a los pecadores. Se refiere más bien a que la "justicia" del justo no es obra suya, sino que es don de Dios. La "justicia de Dios" es la que tiene quien vive por la fe, no porque sea en sí mismo justo, o porque cumpla las exigencias de la justicia divina, sino porque Dios le da este don. La "justificación por la fe" no quiere decir que la fe sea una obra más sutil que las obras buenas, y que Dios nos pague esa obra. Quiere decir más bien que tanto la fe como la justificación del pecador son obra de Dios, don gratuito. En consecuencia, continúa comentando Lutero acerca de su descubrimiento, "sentí que había nacido de nuevo y que las puertas del paraíso me habían sido franqueadas. Las Escrituras todas cobraron un nuevo sentido. Y a partir de entonces la frase "la justicia de Dios "no me llenó más de odio, sino que se me tornó indeciblemente dulce en virtud de un gran amor".[10]

Más adelante, cuando Martín Lutero escribe su Carta magna, llamada "La Libertad Cristiana", se puede observar que la frase más sobresaliente en toda ésta epístola, es sin lugar a dudas la siguiente: "solo la fe, por pura gracia divina, en virtud de Cristo y su palabra, justifica a la persona suficientemente y la salva, sin que el cristiano precise de obra o mandamiento alguno para lograr su salvación".[11] En otra declaración, no menos importante, en su misma carta (La libertad cristiana) Lutero afirma: "Nuestra fe en Cristo no nos libra de las obras, sino de las falsas opiniones con respecto a las obras, es decir, de la necia presunción de que la justificación es adquirida por las obras".[12]

  • 2. Juan Calvino (1509-1564)

Calvino era un buen luterano, que basaba toda doctrina en la Biblia y que creía que la "justificación es el gozne sobre el que gira la religión".[13]

Según Calvino, los creyentes reciben de Cristo por la fe la "doble gracia" de la justificación y la santificación, que, juntas, proporcionan un doble lavamiento. La justificación ofrece pureza imputada, y la santificación pureza real.

Calvino define la justificación como "la aceptación con que Dios nos recibe en su favor como hombres justos". Continúa diciendo que, "puesto que Dios nos justifica por la intercesión de Cristo, no nos absuelve por la confirmación de nuestra propia inocencia, sino por la imputación de la justicia, para que nosotros, que no somos justos en nosotros mismos, seamos considerados como tales en Cristo". La justificación incluye la remisión de los pecados y el derecho a la vida eterna.[14]

Significado de la justificación

Justificar significa declarar justo. Tanto la palabra hebrea (—sadaq—) como la griega (—dikaioo—) significan anunciar o pronunciar un veredicto favorable, declarar justo. El concepto no significa hacer justo, sino atribuir justicia. Es un concepto de los tribunales, así que, justificar es dar un veredicto de justicia.[15] La justificación es un término legal que presenta al pecador ante el tribunal de Dios para recibir condenación por los pecados que ha cometido. Pero en vez de ser condenado es judicialmente pronunciado "no culpable"; Dios lo declara justo. La justificación ha sido definida como "El acto de Dios por el cual declara justo a aquel que cree en Cristo." Observe que no es que el pecador sea justo, sino que es declarado justo basándose en su fe en el sacrificio del Señor Jesucristo. "Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia" (Rom. 4:3). "No tiene que ver con la condición nuestra, sino con la de Dios. Se compone de tres partes: perdón, restauración, adopción. La obra redentora de Cristo provee la base justa para la justificación de Dios a los creyentes para que reciban remisión de pecados y una posición correcta delante de Él (Hch 13:38-39; Ro 3:21-26; 4:5-8; 8:1, 33-34; Col 2:13).[16]

Necesidad de la justificación

Aunque es una doctrina frecuentemente mencionada en las escrituras, es sin embargo, una de las más desentendidas dentro de la teología evangélica. Es una doctrina de alcance tan extensivo y sorprendente, que muchos parecen temer enseñarla o aún creer en la verdad bíblica. No obstante, debemos conocerla si es que vamos a creer y entender completamente la "salvación tan grande" (Heb. 2:3) que Dios nos ha provisto tan noble y libremente.[17] La humanidad pecadora, que rompe la ley, necesita un medio de justificación por su fracaso en guardar la ley de Dios y vivir de acuerdo a los requerimientos de Dios.[18]

La Biblia dice tajantemente que ningún hombre es completa y absolutamente justo ("Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y no peque" [Ec. 7:20], "No hay justo, ni aun uno" [Ro. 3:10]). De ahí la inquietante pregunta que hacía Job: "¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?" (Job 9:2).

Fundamento de la justificación

  • A. Cinco pasos en el proceso de la justificación

De acuerdo con el connotado teólogo, el doctor Charles Ryrie, hay cinco pasos en el proceso, como se detalla en el pasaje central tocante a la justificación en Romanos 3:21-26:

1. El plan (Romanos 3:21). El plan de Dios para proveer la justicia necesaria se centró en Jesucristo. Fue aparte de la ley. La construcción no lleva el artículo, lo que indica que era aparte no sólo de la ley mosaica, la cual no podía proveer la justicia (Hechos 13:39), sino también de toda complicación legal. Fue manifestada (una forma perfecta pasiva) en la encarnación de Cristo, y los efectos de esa gran intervención en la historia continúan. Es constantemente atestiguado por la Ley y los Profetas, que dieron testimonio del Mesías venidero (1 Pedro 1:11). Así que, el plan se centra en una persona.

2. El requisito previo (Romanos 3:22). La justicia llega por la fe en el ahora revelado Jesucristo. El Nuevo Testamento nunca dice que somos salvos a causa de la fe (esto requeriría dia con el acusativo). Siempre hace de la fe el canal por el cual recibimos la salvación (dia con el genitivo). Pero, por supuesto, la fe necesita tener el objeto correcto para que sea efectiva, y el objeto de la fe salvífica es Jesucristo.

3. El precio (Romanos 3:24-25). Muy claramente, el
precio pagado fue la sangre de Cristo. El costo para Él fue lo máximo.
A nosotros el beneficio nos llega gratuitamente (la misma palabra se traduce
"sin causa" en Juan 15:25), es decir, sin alguna causa en nosotros,
y por lo tanto por Su gracia.

4. La posición. Cuando el individuo recibe a Cristo, es situado en Cristo. Esto es lo que hace a la persona justa. Somos hechos justicia de Dios en El. Sólo esta justicia conquista nuestra desesperada condición pecaminosa, y cumple con todas las demandas de la justicia de Dios.

5. El pronunciamiento (Romanos 3:26). La justicia de Cristo que tenemos no sólo cumple las demandas de Dios, sino que también demanda que Dios nos justifique. Somos justos de hecho, no en ficción; por lo tanto, el Dios santo puede permanecer justo y justificar al que cree en el Señor Jesucristo. Por consiguiente, nadie puede acusar a los elegidos de Dios, puesto que en Cristo somos justos a la vista de Dios. Y por esto es que Dios puede justificarnos.[19]

  • B. Una justificación inclusiva que satisface la justicia de Dios

Si en Dios, el Juez, no hay injusticia y es completamente justo en todas Sus decisiones, entonces ¿cómo puede El declarar justo a un pecador? Y todos somos pecadores. Dios solamente tiene tres opciones cuando los pecadores comparecen ante Su tribunal: Condenarlos, comprometer Su propia justicia para recibirlos tal y como están, o transformarlos en personas justas. Si Él puede ejercer esta tercera opción, entonces los puede declarar justos. Pero cualquier justicia que un pecador posea tiene que ser auténtica, no ficticia; real no imaginaria; aceptable por las normas de Dios, y ni aun un poquito menos que eso. Si esto se pudiera llevar a cabo, entonces, y solamente entonces, puede El justificar.

Job expresó el problema con precisión cuando preguntó: "¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?" (Job 9:2).[20]

Análisis de Romanos 3:21-26

21 Pero ahora, sin la mediación de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la ley y los profetas. 22 Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, 23 pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, 24 pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. 25 Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia. Anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por alto los pecados; 26 pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús (Ro. 3:21-26).

Versículo 21 Oscura y lúgubre es la condición del hombre. Esta oscuridad y desesperanza es inconmensurable y universal. Lo abarca todo. Y entonces, de repente, brilla una luz; la misma luz, que antes había centelleado por un breve momento (Ro. 1:16, 17), resplandece ahora. Revive la esperanza. Esta luz, este rayo de optimismo, no viene desde abajo sino desde arriba. Es "una justicia de Dios". Es él quien viene al rescate. Es él quien condesciende a salvar a los que se habían hecho totalmente indignos de ser salvados. Y, por ser Dios, él hace esto—¡por supuesto!—sin sacrificar su justicia ni retirar la demanda de la ley. Esta es la luz de su glorioso evangelio. …Por qué Dios hizo esto es un misterio que nunca llegaremos a entender plenamente. Tal amor es infinito e incomprensible.[21]

Estos versículos constituyen el punto crucial de la carta, porque acá se presenta la cruz de Cristo como el camino de fe para la propiciación del pecador y su consiguiente justificación. Se pasa de lo negativo (Ro. 1:18-3:20), lo que el hombre ha hecho pecando y alejándose de Dios, a lo positivo (Ro. 3:21-4:25), lo que Dios ha hecho para resolver el problema del pecado y permitirle al hombre acercarse a Dios y gozar de una correcta relación con El, siendo justificado, declarado justo.[22] El punto de inflexión se encuentra en el versículo 21, donde Pablo dice: "pero ahora, aparte de la ley". La descripción de la justicia de Dios revelada en Jesús contrasta de manera pronunciada con la caracterización que hace Pablo de la ley. Esta justicia ofrece una solución al problema del pecado, no sólo el conocimiento del mismo. [23]

Pablo en el versículo 21, se concentra en la revelación de una justicia aparte de la ley, pero de la cual testifican tanto la ley como los profetas. El lenguaje de Pablo en este versículo parece centrarse explícitamente en el contraste entre la inclusión y la exclusión. La revelación de esta nueva justicia no es sólo para los que pertenecen a la comunidad judía, que demuestran su membresía por medio de su observancia a la ley. De este modo, la justicia no es solamente para los judíos o para aquellos que estén dispuestos a convertirse al judaísmo. Aun los que están fuera de la comunidad del pacto tienen acceso a ella; la membresía del pacto no es una condición indispensable para responder en fe al evangelio. ¿Por qué? Porque no hay distinción, por cuanto todos han pecado, y el mensaje del evangelio es para todos los pecadores por igual. [24]

Versículos 22, 23 "22 Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, 23 pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios". Con gran énfasis el apóstol repite el pensamiento de 1:16b, a saber, que esta justicia es concedida a todos aquellos—y solamente a aquellos—que ponen en acción su fe; o sea, a todos los verdaderos creyentes en Jesucristo. Nada importa que la persona sea rica o pobre, joven o anciana, varón o mujer, educada o no educada, judío o gentil. Todos necesitan esta justicia y solamente pueden obtenerla por medio de fe en el Salvador, en quien y por medio de quien el Trino Dios se revela.

No hay distinción. Visto que todos, toda la gente en todo el mundo, han pecado y por lo tanto no alcanzan, o carecen de, la gloria de Dios, nadie debe basar su esperanza de ser aceptado por Dios en su propia bondad. La ley de Dios demanda la perfección y ya nadie es perfecto ante Dios. El apóstol ha explicado esto bastante detalladamente; en primer lugar con respecto a los gentiles (1:18-32); después con respecto a los judíos (2:1-3:8). Y lo ha resumido en 3:9-21.

Todas las personas han pecado y no alcanzan—o no están alcanzando—la gloria de Dios. Cuando el hombre transgredió el mandamiento de Dios, él perdió sus anteriores bendiciones, específicamente la aprobación divina que descansaba sobre él, y de allí también la libertad de acceso a Dios. Cf. Gn. 3:8.[25]

Pablo respalda la disponibilidad universal de esta justicia con la afirmación que hace en el versículo 22 en cuanto a que no hay distinción entre las personas. ¿Cómo es posible que no se haga ninguna distinción? Además, ofrece otro apoyo en el versículo 23, reiterando lo que ya ha sido demostrado. Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios; por tanto, todos compartimos la misma necesidad de la justicia de Dios. Afortunadamente, esa justicia está a disposición de todos los que creen, sin hacer distinción entre judío y gentil. Pablo detalla en el versículo 24 el modo en que esta justicia tiene lugar realmente, y explica que la justificación se ha hecho accesible por un don de la gracia de Dios. Esta gracia se pone de manifiesto en la redención que está disponible en Jesucristo. En el versículo 24, Pablo presenta lo que esencialmente es un corolario de su postulado en cuanto a que "todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" —a saber, que este no es el final de la historia. [26]

Versículos 24, 25 "24 pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. 25 Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia. Anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por alto los pecados".

¿Está Pablo realmente diciendo, entonces, que todos los pecadores están siendo justificados, o sea, que están siendo salvados? ¿Se ha transformado Pablo repentinamente en universalista? …Pero esto no puede ser, porque en 1:16, 17 y 3:22 el apóstol insiste en que "la justicia de Dios" es una bendición otorgada a aquellos que ponen en acción su fe, y a nadie más.

¿Cuál es la solución? Probablemente esta: cuando en el v. 22a Pablo declara que la justicia de Dios se extiende a todos los que ponen en acción su fe, hay algo así como una interrupción. Es como si alguien (¿quizás un judío?) preguntara: "¿Sólo a éstos, Pablo? ¿No también a nosotros, que aunque no compartimos tu fe en Jesucristo, hemos tratado con gran esfuerzo de agradar a Dios por medio de nuestro esfuerzo por vivir en armonía con su ley? ¿No somos mejores que otra gente? ¿No hay distinción entre nosotros y los demás?"

La respuesta a esta pregunta parentética—como ya ha sido demostrado—es: "No hay distinción, puesto que todos han pecado y no alcanzan la gloria de Dios" (22b, 23).

Regresando ahora a la línea principal de su pensamiento: "una justicia de Dios que, por medio de la fe en Jesucristo (llega) a todos los que ponen en acción la fe" (v. 22a), el apóstol continúa: "siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención (lograda) en Cristo Jesús" (v. 24). No cualquiera, sino solamente aquellos que ponen en acción su fe, los creyentes genuinos, reciben la gran bendición de la justificación.[27]

La palabra traducida redención (v. 24b) quiere decir "liberación, emancipación". Su trasfondo es el de la emancipación de esclavos a cambio de un precio. La redención es en Cristo Jesús; vale decir, Cristo es la causa o el instrumento de la redención. La nueva condición del pecador ha sido lograda por medio de una acción definida y decisiva de parte de Dios en Cristo Jesús. Esta acción significa la emancipación del pecador de la esclavitud del pecado, la liberación de la condenación, de la ira.

Pablo procede, en la primera parte del versículo 25, a describir esta acción redentora realizada en Cristo Jesús. Para demostrar su justicia, Dios ha puesto a Cristo como expiación por los pecados. El término traducido como ha puesto también puede significar "proponer", y en los dos otros pasajes donde aparece en el NT este es su significado. Sin embargo, aquí el interés del Apóstol no parece estar en el propósito de Dios, sino en su actividad efectiva; la gran mayoría de los comentaristas y traducciones optan por el sentido de "poner delante, exhibir públicamente".

Dios ha exhibido a Cristo públicamente como expiación. El término traducido "expiación" ha sido el centro de una larga discusión. Cuando el término aparece con el artículo definido, designa "el asiento de misericordia" o la cubierta del arca que se describe en Éxodo 25 (comp. Heb. 9:5). Hay razones convincentes para entender que en este pasaje significa el medio de expiación o el medio de propiciación, y se podría traducirlo "instrumento del perdón" (DHH), "sacrificio de expiación" (NVI) o "instrumento de propiciación" (BJ). Los que optan por el término "propiciación" entienden que el sacrificio quita la ira de Dios. Los que eligen el término "expiación" ven a Dios como sujeto de la acción y al pecado como el objeto (comp. 1 Jn. 2:2 y 4:10). Es este segundo sentido el que han elegido los traductores de la RVA.

La frase en su sangre debe entenderse con el término ha puesto y no con la frase por la fe. Vale decir, Dios exhibió a Cristo en su sangre, esto es, en su muerte, como el medio de expiación. Cristo exhibido públicamente en su muerte es el instrumento de perdón para toda la humanidad; pero su muerte adquiere eficacia para cada individuo solamente por la fe, principio ya enunciado en 3:22. La finalidad de este sacrificio de expiación por parte de Dios era la demostración de su justicia.

En la parte final del versículo 25 y la primera del 26 el Apóstol explica por qué hubo necesidad de una demostración de la justicia de Dios. La palabra traducida perdón significa más bien "pasar por alto" (DHH). Dios, en su paciencia o tolerancia, no había castigado los pecados cometidos en el pasado con el rigor pleno que merecían. Tal tolerancia podía haber dejado dudas acerca de su justicia, pero en la muerte de Cristo Dios proveyó el sacrificio expiatorio adecuado para hacer posible el perdón para el ser humano sin comprometer su justicia. Los pecados habían sido cometidos a lo largo de la historia, pero la manifestación de la justicia de Dios en la cruz había ocurrido recientemente.[28]

Versículo 26 "26 pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús". "Brunner observa muy sabiamente: "La muerte de Cristo es la señal de la justicia que juzga, tanto como del amor que perdona; de la ira de Dios sobre toda forma de impiedad y de injusticia de los hombres tanto como de su misericordia incomprensible. La sangre de Cristo sirve no sólo para la eliminación sino también para la revelación de la ira punitiva sobre los pecados" ".[29]

Si Dios simplemente hubiera ignorado el pecado y lo hubiera ocultado, habría actuado injustamente. Su carácter divino demanda un pago por los pecados cometidos; cualquier otra cosa habría impugnado su carácter. Nuestra vida es el pago obvio por el pecado (6:23); pero Dios escogió una vía diferente, una vía por medio de la cual él permaneció siendo justo y al mismo tiempo nos justificó. Esta opción fue muy costosa, porque exigió la muerte de su Hijo como sacrificio expiatorio.[30]

  • C. Tres declaraciones de la justificación

En todo este entramado teológico concerniente a la justificación se desprenden tres verdades supremas:

  • 1. El pecador es declarado justo por la gracia de Dios (Ro. 3:24).

En consonancia con lo que hemos venido analizando hasta aquí, podemos afirmar categóricamente, que ante el tribunal del juez del universo, el pecador es declarado justo por la pura gracia de Dios. Citamos al Dr. A. W. Pink: "La gracia es la provisión para los hombres tan caídos que no se pueden ayudar por si mismos; tan corruptos que no pueden cambiar sus naturalezas; tan adversos a Dios que no pueden tornar a Él; tan ciegos que no le pueden ver; tan sordos que no le pueden oír; tan muertos que Dios mismo tiene que abrir las tumbas y resucitarlos."[31] "Para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna" (Tit. 3:7).

  • 2. El pecador es declarado justo por la sangre de Jesucristo (Ro. 3:25-26).

Tuvo que ser Dios mismo quien encontrara una solución a este problema, proveyendo él, mediante la muerte y la vida del Señor Jesús, un medio de justificación al alcance del hombre. La justicia posible para el hombre no es, entonces, la que se busque con el esfuerzo humano, sino la que Dios concede. Es una justificación otorgada, imputada, por él. Fue necesario para ello que Jesucristo, hombre perfecto, el justo por antonomasia, diera su vida en expiación por los pecados de la humanidad, satisfaciendo así la justicia divina. A partir de ese hecho, Dios ofrece gratuitamente justificar a todos aquellos que creen en su Hijo, los que ponen en él su fe, los que reconocen y aceptan que el sacrificio que él hizo fue en su particular favor.[32]

  • 3. El pecador es declarado justo por medio de la fe (Ro. 3:24, 26).

Pablo predicó la fe como base de la justificación ante Dios. La justificación por fe es la verdad fundamental de la provisión salvadora de Dios para los pecadores culpables y perdidos. Cuatro veces leemos en la escritura: "Mas el justo por la fe vivirá" (Hab. 2:4; Ro. 1:17; Gá. 3:11; He. 10:38).

Al declarar que somos justificados mediante la fe, debemos darnos cuenta que la fe no es algo que nosotros meritoriamente ofrecemos a Dios por nuestra salvación. Es sólo el medio por el cual recibimos su provisión de gracia.[33] La fe misma para creer en Jesucristo nos es provista por nuestro Dios. "Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios" (Ef. 2:8).

  • D. La Justificación Ilustrada (Romanos 4:1-25)

En esta sección esgrimiré la estructura y algunas partes del análisis de Wiersbe, W. W. en su Estudio Expositivo de la Epístola a los Romanos, 1993.[34]

  • 1. El patriarca Abraham

Pablo afirma tres hechos importantes acerca de la salvación de Abraham para probar que la experiencia espiritual del patriarca fue semejante a la de los creyentes en la actualidad.

Hendriksen afirma que "Lo que sigue en el capítulo 4 es, entonces, la poderosa defensa que hace Pablo de la proposición expresada anteriormente (3:20, 27, 28), que la justificación es por la fe, no por las obras".[35]

Fue justificado por la fe, no por obras (4:1-8). Pablo citó dos testigos para probar su afirmación: Moisés (Génesis 15:6) y David (Salmo 32:1-2). En los versículos 1-3 Pablo examinó la experiencia de Abraham, la cual se encuentra en Génesis 15. Abraham había derrotado a los reyes (Génesis 14) y se preguntaba si regresarían a pelear contra él. Dios le apareció y le aseguró que él era su escudo y que su "galardón sería sobremanera grande". Pero lo que Abraham más anhelaba era un hijo para ser su heredero. Dios le había prometido un hijo, pero aún no se cumplía la promesa.

Fue entonces cuando Dios le dijo que mirara las estrellas. "Así será tu descendencia" Dios le prometió; y Abraham creyó la promesa de Dios. La palabra hebrea "creyó" significa "decir amén". Fue esta la fe que le fue contada por justicia.

Pues ¿qué dice la Escritura? «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia» (Ro. 4:3). Esta notable declaración del apóstol Pablo, Hendriksen la analiza en los siguientes términos:

Debe tomarse nota especial del hecho que los rabinos no tenían temor ninguno de referirse a Gn. 15:6 para defender su doctrina de la justificación y salvación en base a la obra y mérito humano; nótese esta afirmación: "Nuestro padre Abraham llegó a ser heredero de este mundo y del mundo venidero simplemente por el mérito de la fe con la cual creyó en el Señor; como está escrito: "el creyó en el Señor, que se le contó por justicia". Es claro pues que al apelar a Gn. 15:6 en defensa de la doctrina de la justificación y salvación puramente por la fe, el apóstol estaba haciendo uso precisamente de aquel pasaje que era considerado por los rabinos como fundamento del punto de visita opuesto.

El rechazo de Pablo a esta doctrina del mérito es cortante. El escribe: 2b-5. Pero desde el punto de vista de Dios, él [Abraham] no tiene razón para jactarse. Porque, ¿qué dice la Escritura? Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia". Ahora bien, al que trabaja, su salario no se le cuenta como favor sino como deuda. Por otra parte, a la persona que no trabaja, sino que pone su fe en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia …

Lo que Pablo está diciendo es más o menos esto:

Nuestros oponentes apelan a Gn. 15:6 en apoyo de su doctrina a la justificación por las obras, por el mérito humano Según ellos lo ven, Abraham fue justificado por las obras. ¿Pero dónde en Gn. 15:6 se dice siquiera una palabra respecto a la obra o al mérito? Según Gn. 15:6 Dios le otorgó justicia a Abraham como un don gratuito. Abraham puso su fe en aquel misericordioso Dador que "contó" la fe del patriarca por justicia. Más plenamente expresado, esto significa que Dios contó por justicia aquello que Abraham apropió por la fe, a saber, la justicia de Cristo.[36]

Fue justificado por gracia, no por la ley (4:9-17). Como ya hemos visto, los judíos se jactaban de la circuncisión y de la ley. Si un judío quería llegar a ser justo ante Dios, tenía que circuncidarse y obedecer la ley. Pablo ya había aclarado en Romanos 2:12-29 que debe haber una obediencia interna a la ley, y una "circuncisión del corazón". Las meras observancias externas nunca pueden salvar al pecador.

Pero Abraham fue declarado justo cuando era incircunciso. Desde el punto de vista judío, Abraham era un gentil. Abraham tenía 99 años de edad cuando fue circuncidado (Génesis 17:23-27). Ya habían pasado más de 14 años desde los eventos de Génesis 15. La conclusión es obvia: La circuncisión no tiene nada que ver con la justificación.

Entonces, ¿por qué fue dada la circuncisión? Era una señal y un sello (Romanos 4:11). Como señal, era evidencia de que Abraham pertenecía a Dios y de que creía su promesa. Como sello, le recordaba que Dios le había hecho una promesa y que la cumpliría. Los creyentes en la actualidad son sellados con el Espíritu Santo de Dios (Efesios 1:13-14). También han experimentado una circuncisión espiritual en el corazón (Colosenses 2:10-12); no solo una pequeña operación física, sino el despojamiento de la vieja naturaleza por medio de la muerte y resurrección de Cristo. La circuncisión no le añadió nada a la salvación de Abraham; solamente testificó de ella.

Pero también Abraham fue justificado antes de que la ley fuera dada, y esto lo discute Pablo en los versículos 13 al 17. Aquí, la palabra clave es "promesa". Abraham fue justificado por creer la promesa de Dios, no por obedecer la ley de Dios; porque la ley de Dios no había sido aún dada por medio de Moisés. La promesa a Abraham le fue dada por la pura gracia de Dios. El no la ganó ni la merecía. Así hoy, Dios justifica a los impíos porque creen su promesa de gracia, y no porque obedecen su ley. La ley no fue dada para salvar a los hombres, sino para mostrarles que necesitan ser salvos (Romanos 4:15).

Fue justificado por el poder de la resurrección, no por esfuerzos humanos (4:18-25). Estos versículos son una amplificación de una frase del versículo 17, "el cual da vida a los muertos". Pablo vio el rejuvenecimiento del cuerpo de Abraham como un cuadro de la resurrección de los muertos; y luego lo relacionó con la resurrección de Cristo.

Una de las razones por las que Dios demoró en enviar un hijo a Abraham y a Sara fue para permitir que toda su fuerza natural decayera y luego desapareciera. Era inconcebible que un hombre de 99 años pudiera engendrar un hijo en la matriz de su esposa de 89 años de edad. Desde el punto de vista reproductivo ambos estaban ya muertos.

Pero Abraham no andaba por vista; el andaba por fe. Lo que Dios promete, lo cumple. Todo lo que tenemos que hacer es creer. La fe inicial de Abraham, según se relata en Génesis 15, no disminuyó en los años siguientes. En Génesis 17 y 18 Abraham era fuerte en la fe. Fue esta fe la que le dio fortaleza para engendrar un hijo en su vejez.

La aplicación a la salvación es clara: Dios tiene que esperar hasta que el pecador esté muerto e incapacitado para ayudarse a sí mismo antes de manifestar su poder salvador. Mientras el pecador perdido piense que por sus propias fuerzas puede hacer obras que agraden a Dios, no puede ser salvo por gracia. Cuando Abraham reconoció que estaba muerto, el poder de Dios obró en su cuerpo. Cuando el pecador confiesa que está espiritualmente muerto e incapacitado de ayudarse a sí mismo, es cuando Dios lo puede salvar.[37]

Resultado de la justificación

El clímax de la doctrina de la justificación lo exhibe el apóstol Pablo en el capítulo cinco. Este es el resultado de la justificación del creyente. Los primeros dos versículos son fundamentales. Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios (Ro. 5:1, 2). Comentando estos dos versículos Hendriksen asevera:

El apóstol ha alcanzado una nueva fase en la exposición de justificación por la fe. El ahora simplemente da por sentado que él mismo, y los destinatarios, han recibido y disfrutan de este maravilloso don. Es desde este hecho, tomado como punto de partida, que la exposición ahora procede. Las diversas unidades que componen los versículos 1 y 2 pueden ser agrupadas como siguen:

a. "Por eso, habiendo sido justificados por la fe …"

Las razones implícitas en este "por eso" se encuentran en los primeros cuatro capítulos; especialmente en 3:21-4:25.

b. "… tenemos paz para con Dios …"

…En 5:1 el significado básico de la paz es la reconciliación con Dios por medio de la muerte de su Hijo. Esto comprende la remoción de la ira divina que pesaba sobre el pecador, y la restauración de este último al favor divino. …La mención de esta "paz que sobrepuja todo entendimiento" (Fil. 4:7) hace que la transición al próximo punto sea muy natural

c. "… por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien hemos logrado acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos …"

Partes: 1, 2

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