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Municipio de Cuaspud – Carlosama (página 5)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Estas tierras se dividían así: una parcela de usufructo individual, en la que el indígena construía su casa, un lote de usufructo colectivo, cultivado comunitariamente, cuyo producto utilizaban para el pago de tributo y un lote para cría de ganado más comúnmente conocido como "ejidos".

Carlosama en la colonia pertenecía a la gobernación de Popayán, aunque por razones de tipo geográfico en lo judicial y en lo eclesiástico dependía de la audiencia de Quito.

Una gobernación la integraban las Tenencias y Provincias. En el sur del Departamento de Nariño se localizó una de las 14 Tenencias en que se dividió la gobernación y las provincias de Pasto y la de los Pastos.

Carlosama en la colonia formaba parte de la Provincia de los Pastos en su calidad de pueblo y como tal, era administrado en sus aspectos económico, civil y eclesiástico por el régimen establecido. Las provincias estaban gobernadas por Corregidores nombrados por la audiencia de Quito. Su misión era el control y administración del tributo y repartimiento de indios, además tenía a su cargo los asuntos civiles y criminales.

Las Tenencias se dividían en Corregimientos, éstos a su vez en encomiendas. las autoridades estuvieron de acuerdo con el Cacique principal del pueblo para que dirigiera la vida administrativa de sus habitantes.

Socialmente en la colonia se advirtieron estratos bien definidos: los españoles, los conquistadores y los indios. El indio además de ocupar la base de la pirámide soportaba las cargas institucionales de la encomienda, la mita y el resguardo; era el personaje central, la economía giraba en torno a su explotación.

Las diferencias sociales eran más visibles en la educación, solo los hijos de los criollos tenían derecho a la educación y a la escuela. Para los indígenas de resguardo era la doctrina la que se encargaba de catequizarlos arma eficaz para implantar el nuevo orden europeo.

La alta colonia se caracterizaba por la vida religiosa que tomaron los pocos nativos y los europeos; las fiestas religiosas eran abundantes. Por falta de mano de obra se dedicaron a la ganadería, obligando a los nativos a cultivar la tierra y ellos comprarles sus productos en ridículos precios, como todavía se hace hoy, sumiendo cada día más en la pobreza a los campesinos y nativos.

No tenían con que pagar los sacramentos y en muchas oportunidades se trasladaron caciques de unos lugares a otros; por ejemplo, de Pastás se llevaron a Puerres y Funes.

La antigua provincia de los Pastos se convirtió en corregimiento, cuya capital para 1.795 era Ipiales. En este año el corregidor Cosme Hernández se trasladó a Túquerres con su oficina y empleados permaneciendo hasta 1.804, año en que regresó a Ipiales.

La situación social de la provincia de los Pastos para la alta colonia se enmarca en el mismo esquema de Hispanoamérica: minería, ganadería monopolista, agrícola y tributaria, con características propias de la región.

La minería estaba concentrada en Barbacoas, Yascual y Samaniego, con alta producción de oro. La ganadería y la agricultura se concentraban en las haciendas de Túquerres, Guaytarilla, Cumbal, Sapuyes, Ancuya e Imués. Los municipios de la provincia de los Pastos, excepto Cumbal, no entran ni en la agricultura a gran escala ni en la minería; más bien se reduce a la agricultura de consumo interno y al degüello de ganado que se sala para llevarlo a los centros mineros.

4.1.6. Tenencia de la tierra

Durante los siglos XVII y XVIII se dan diferentes formas de apropiación de la tierra; más tomadas por la fuerza bruta que por derecho. Las formas de hecho se dan con el desplazamiento forzoso de los terrenos comunales por falta de los hacendados, que con engaños obligan a los nativos a vender sus tierras y a desplazarse a conseguir nuevas tierras en las laderas de las montañas o al otro lado de la cordillera central en las selvas del Putumayo.

Como consecuencia, se presentaron monopolios de las tierras en manos de algunos esclavistas miembros de la iglesia, presentándose cuatro formas de tenencia de la tierra: grandes, medianas y pequeñas haciendas, y principales agricultores (minifundistas).

En Carlosama aparece la hacienda "el Sonso" de propiedad de Joaquín Angulo y María Cevallos con un precio de 150 patacones.

A las comunidades indígenas de los Pastos se les entregó territorios delimitados y de uso colectivo de la tierra, hay que destacar que todas las tierras que se les entregó no eran de la mejor calidad agrícola y por esa razón algunas tierras fueron rotadas para el cultivo convirtiendo a los nativos en semisedentarios.

4.1.7. Resguardos

Por la solicitud del dominico Fray Bartolomé de las Casas, la Corona Española, desde 1.542 trató inocentemente de proteger a los nativos creando los resguardos, pero pronto los terratenientes, los esclavistas y mineros se rebelaron contra la Corona e impusieron las vías de hecho para arrebatarles sus derechos.

Las tierras de resguardo fueron "entregadas" por los representantes de la Corona Española a los pueblos indígenas, mediante escrituras de propiedad a la comunidad, con la condición de no ser objeto de compraventa. Los pueblos Pastos estaban organizados en cacicazgos y ocupaban determinada cantidad de tierras de resguardo, así por ejemplo en Carlosama se distribuyó las tierras de la siguiente manera:

Macas. 224 Hectáreas

Chavisnán. 2000 Hectáreas

Yapuetá: 212 Hectáreas

Chunganá: 3000 Hectáreas

Desde la misma instalación de los resguardos, las comunidades indígenas tuvieron que afrontar serios problemas, como la falta de fertilidad de sus tierras por ser terrenos ubicados en las laderas y peñascos; después, la misma Corona Española los disminuyó por considerar a los nativos técnicamente "atrasados", disminuyendo en cantidad y calidad las tierras de resguardo.

En el siglo XVIII como consecuencia de los amparos dados por la Real Audiencia de Quito, se constituye el Resguardo Indígena de Tierras de Carlosama, el cual comprendía un 85% del total de suelos aprovechables en el municipio, dicha participación porcentual aún se conserva, aglutinando la mayor parte de la población campesino – indígena hasta ahora. Sin embargo y mediante infinidad de mecanismos fraudulentos se les han quitado las tierras a los indígenas, hasta reducirlos a los lugares que hoy ocupan.

Existieron algunos latifundios localizados en el interior de la encomienda, para la producción ganadera de tipo colonial, especialmente en Macas, San Francisco y Yapulquer.

Jurídicamente la parcialidad de Cuaspud y el Cantón Carlosama perteneciente al Virreinato de Popayán, con el que se establecía una relación a través del régimen fiscal y con el Reino de Quito, con el que además de darse una relación tributaria al pagar a la iglesia, se dio un intercambio comercial.

Ya en el siglo XX y después de un año de haberse creado el Municipio de Cuaspud-Carlosama en 1.911 mediante la ordenanza 11 del 4 de Abril del mismo año, los títulos constitutivos del Resguardo Indígena de Carlosama son protocolizados mediante la Escritura No. 224 del 25 de enero de 1.912, otorgada por la Notaría 2 del Circuito de Ipiales, para lo cual compareció Gabriel Chingal Gobernador de indígenas del distrito de Carlosama, quien en presencia de testigos presentó los títulos del Resguardo del Municipio de Cuaspud, los cuales constan de 130 hojas útiles.[19]

De acuerdo con la mencionada escritura, las tierras del Resguardo fueron adquiridas por cuanto don Cristóbal García Carlosama pagó voluntariamente como cacique indígena la suma de 30 patacones en la Agencia de Hacienda de Ipiales a más de imponer una multa de 20 patacones para que en ningún tiempo ni con ningún pretexto se introdujeran españoles ni montañeses a dichas tierras.

Para el año 2.002 fecha del último censo poblacional de la comunidad indígena, resalta que el Resguardo Indígena de Carlosama cuenta con 7.232 habitantes indígenas para un promedio de 1.446 familias indígenas, donde 339 personas no pertenecen a la comunidad indígena lo cual significa que el Municipio de Cuaspud-Carlosama posee una población de 7.571 habitantes, de los cuales en su gran mayoría pertenecen a la comunidad indígena.[20]

Hoy en día en el Resguardo Indígena de Carlosama existe la doble titularidad sobre las tierras, es decir, hay personas no pertenecientes a la comunidad indígena que poseen títulos de propiedad sobre terrenos del resguardo; también existen indígenas o afiliados a la comunidad que poseen escritura pública de sus parcelas, otros en cambio poseen un documento del Cabildo sobre su lote y en algunos casos tienen los dos documentos.

CAPITULO V

La Batalla de Cuaspud

PREAMBULO.

El Municipio de Cuaspud Carlosama, ha sido cuatro veces centenario desde su fundación española en el año 1.600, sus campos han sido testigos de numerosas y diversas luchas por la independencia y expansión territorial de la nación, sus tierras se han visto diademadas por la lumbre de su historia, la pujanza de quienes lo habitan y la belleza extraordinaria de su territorio. Carlosama es un Municipio lleno de contrastes como los que ofrecen sus idílicos valles de constante verdor, con el marco natural que nos ofrecen sus cerros y colinas, y en su centro, recostada como en un bello pesebre, la población sobre tapices de doradas espigas. Sus habitantes inclinados al surco transforman diariamente la naturaleza, todos ellos son de fina sensibilidad, adoradores de su Dios y de su Santo Patrono San Nicolás de Bari, fieles a sus tradiciones, amantes de la Paz pero capaces de los más sublimes heroísmos como el acontecido el 6 de Diciembre del año 1.863.

Al cumplirse 143 años de acaecido este hecho, nadie a nivel nacional, ni departamental recuerda este acontecimiento histórico por demás importante en el afianzamiento de Colombia como una nación soberana y libre. Solamente y después de transcurrido tanto tiempo, nació como iniciativa del Honorable Consejo Municipal en la Presidencia del Señor Edgar Efraín Revelo, la idea de Institucionalizar este histórico acontecimiento; por tal razón se radica el proyecto y posteriormente se aprueba el Acuerdo No. 030 del 5 de Diciembre de 2.004 por medio del cual se adopta y se institucionaliza la conmemoración de la Batalla de Cuaspud.

Dado el primer paso y nuevamente con la iniciativa del Honorable Consejo Municipal y en un acto célebre al cual asistieron delegados del Grupo Mecanizado No. 3 Cabal de la ciudad de Ipiales junto con la Banda de Guerra de dicho grupo, con la presencia obviamente de las principales autoridades y de todos los Centros Educativos del municipio, con la invitación a las autoridades departamentales las cuales brillaron por su ausencia; se proclamó en el año 2.004 y en el parque Tomás Cipriano de Mosquera la fecha del 6 de Diciembre como fecha conmemorativa de la Batalla de Cuaspud. Copia del Acuerdo se radicó en la Academia Nacional de Historia en Santa fe de Bogotá para qué ojalá en lo sucesivo y desde esa instancia se contemplé la conmemoración de tan trascendental acontecimiento para la historia nacional.

Como hecho curioso es de resaltar que el día 6 de diciembre fecha en que se realizó la Batalla de Cuaspud es también la fecha en la cual se celebra la festividad patronal de San Nicolás de Bari, Santo al cual se venera desde aquellos tiempos en nuestro Municipio y del cual se refieren innumerables milagros, incluso el hecho de que su imagen acompañó al ejército de Mosquera el 6 de Diciembre de 1.863 durante la Batalla para protegerlos y ayudarlos a alcanzar la victoria.

Permítanme entonces poner a su conocimiento esta "vieja historia" que refiere la Batalla de Cuaspud y que deseo como buen carlosamita, que como muchos otros sucesos, no se pierda en el olvido:

PRIMERA GUERRA CON EL ECUADOR (Tulcán, Julio 31 de 1.862)

A raíz de la guerra civil entre conservadores y liberales que culminó con el triunfo de los últimos, Tomás Cipriano de Mosquera que se había declarado Supremo Director de la Guerra y Presidente Provisional de Los Estados Unidos de La Nueva Granada, al asumir el poder dictó muchas medidas que contrariaban y lesionaban seriamente el sentimiento católico de los conservadores y de todo el pueblo colombiano. Los decretos de tuición de cultos, desamortización de los bienes de manos muertas y el de la extinción de las comunidades religiosas, preocuparon enormemente a los pueblos y países vecinos por lo cual el Presidente del Ecuador Gabriel García Moreno hombre eminentemente conservador y de acentuados principios cristianos resolvió apoyar a los conservadores que eran los legitimistas en esta guerra civil.

El triunfo de Mosquera en Bogotá lo hizo cambiar de opinión pero como la lucha y la resistencia continuó aún después de la toma del poder de Mosquera, muchos liberales del sur se habían exiliado en el Ecuador, precisamente en Tulcán. Dichos exiliados resolvieron atacar a las fuerzas legitimistas comandadas en el sur por el Poeta Soldado Don JULIO ARBOLEDA * quien había salido en defensa del partido conservador hacia el sur y avanzaron hasta Túquerres. Los soldados de Arboleda los rechazaron y persiguieron hasta más allá del Carchi y se produjo un choque armado en el que murió el jefe de la Plaza de Tulcán. El Ecuador declaró entonces la guerra a la Nueva Granada, García Moreno buscó explicaciones a esos hechos y con el ánimo de aprovechar las divisiones de los colombianos quiso ampliar sus demarcaciones territoriales, declaró la guerra a Colombia y se puso al frente del ejército ecuatoriano.

Julio Arboleda aceptó el reto y avanzó hasta la frontera, traspasó el Carchi y derrotó a García Moreno en las Gradas de Tulcán el 31 de Julio de 1862, lo tomó prisionero y lo puso en libertad luego de firmar un tratado privado en el que García Moreno se comprometía a entregar al gobierno de la Confederación Granadina: 4.000 fusiles, 20.000 cartuchos de pólvora, 2.000 vestidos completos para tropa, 100 quintales de nitro y $ 100.000 y además a no reclamar los 4 cañones de artillería que habían sido tomados por los soldados de Arboleda. El tratado secreto concluía expresando que dicho arsenal sería entregado en el campamento de Carlosama, en donde Julio Arboleda lo recibiría en persona a más tardar hasta el 27 de Agosto de año 1.862.

En espera del cumplimiento del tratado, Don Julio Arboleda permaneció en esta población con una fuerza considerable de hombres y desde aquí escribió en tres oportunidades a García Moreno urgiéndole por el cumplimiento del tratado, hecho que solo se cumplió de manera parcial.

  • LA BANDA MUSICAL DE CARLOSAMA LLEVA EL NOMBRE DE JULIO ARBOLEDA EN HONOR AL POETA SOLDADO, QUIEN POR ALGUN TIEMPO VIVIO AN ESTA POBLACION.

PLANES DE MOSQUERA Y SU EXALTACION A LA PRESIDENCIA[21]

Dolorosos y lentos acababan de pasar los años de 60, 61 y 62 con su cortejo de muertes y de escombros. Los campos de Manizales, Segovia y Usaquén, humeantes aún de sangre hermana, mostraban a los ojos del viajero un aspecto blanquecino por los huesos insepultos de los combatientes: aspecto de reproche para los que entonces vivían, y de dolorosa experiencia para los que habrían de venir. Las arenas de Berruecos estaban todavía coloreadas por la sangre de aquel que con igual galanura y majestad esgrimió la espada en los campos del honor, y la pluma de las elevadas cimas del Olimpo: poeta guerrero inútilmente sacrificado para ignominia de los que no pudieron vencerle y para vergüenza de aquella época que, como todo lo anormal, terminó con la disolución de los elementos que le dieron nombre.

El año de 63 prometía tranquilidad, no ya porque no hubiera motivo para trocar el arado en bayoneta, sino mas bien por el cansancio abrumador de los espíritus fatigados de tres años cruento batallar.

Las fuerzas legitimistas del centro habían capitulado en 27 de octubre de 1.862 en la Aldea de Yomaza, y Canal lo hizo a su vez en Pasto el 31 de diciembre del mismo año. La República pues, se hallaba en paz y era preciso sentar sobre bases sólidas el tambaleante gobierno surgido de las ruinas e incendios de la revolución triunfante.

Con tal objeto el General Tomás Cipriano de Mosquera gran caudillo de la revolución y Presidente provisorio del nuevo gobierno, después de cometer mil desatinos y exacciones, convocó una Convención Nacional que se reunió el 4 de febrero de 1.863 en la ciudad de Rionegro; Corporación a la cual presentó su primer mensaje, entregándole el poder supremo que los azares de la lucha fratricida habían puesto en sus manos; y bajó del solio presidencial a ocupar la curul que sus compatriotas del Cauca le habían preparado. Así Mosquera estaba a las puertas de la memorable constituyente, y suspendía amenazante sobre los legisladores, como Constantino sobre los padres de Nicea, que fue la Asamblea Constituyente del Cristianismo, la espada en la que se reflejaba el sol de la victoria.

Mosquera, vencedor, padre de la revolución, prestigiosísimo militar, ídolo de sus soldados, de talento y tacto no comunes, caballero ambicioso, audaz y aventurero; con el solo influjo de su personalidad había atraído a su partido a muchos conservadores; ejercía una especie de presión moral sobre sus colegisladores y el brillo de su espada, infundía respeto y temor a aquel Cuerpo colegiado que el mismo convocó y que el mismo hizo elegir.

Ambicionaba la Presidencia de los Estados Unidos de Colombia. Y a la verdad que en el partido vencedor no había quien pudiera hacerle competencia, y la unidad de voluntades le prometía éxito seguro en su no difícil empresa. Por eso puso decidido empeño en adaptar los artículos de la Constitución que debía expedirse, a los secretos designios que abrigaba en su corazón; por que nunca podía resignarse a creer que el partido conservador, del cual desertara, había desaparecido del proscenio de la historia patria.

Le inquietaba sobretodo el ver en nuestra vecina del Sur perfectamente cimentado un gobierno conservador presidido por Don Gabriel García Moreno, hombre fogoso, provisto de demasiado celo por las opiniones que defendía; muy pronto para decidirse en el allanar dificultades: siempre dispuesto a sacrificarlo todo para asegurar su gobierno contra cualquier revuelta que se fraguara en el interior o exterior de sus dominios, y de tal manera altivo, que se le ha tachado de ligereza extremada en algunos asuntos exteriores que exigen grande cultura y respeto entre las entidades internacionales y sus representantes.

Mosquera temía aún a los conservadores, y García Moreno le infundía algún recelo; pues con el apoyo de éste, los primeros hubieran llegado a poner en tela de duda la estabilidad de la bandera roja en el Capitolio. Y es preciso tener en cuenta que el Presidente ecuatoriano, con sobra de razón, no dejaba de profesar grande simpatía por la legitimidad conservadora, pues este partido, hasta que capituló, fue el representante y sostenedor del legítimo gobierno, ya que Mosquera no era sino revolucionario y usurpador.

Este gran caudillo, siendo uno de los mas apasionados sostenedores de la libertad democrática americana, toda su juventud la pasó luchando contra los peninsulares en aquella peregrina contienda que debía derruir los cimientos del poder hispano en el nuevo mundo. Y al saber los acontecimientos escandalosos que se estaban desarrollando en Méjico con la injustificable intervención de España, Francia e Inglaterra, potencias poderosas y temibles por lo misterioso de sus operaciones; y recordando además , el frustrado proyecto de García Moreno de poner el Ecuador bajo el protectorado francés, se propuso adueñarse de los medios necesarios para procurar una Confederación de las Repúblicas hermanas que conformaron la Gran Colombia, sueño predilecto de Bolívar; esperando así sacar adelante sus tendencias político-religiosas, pues la nueva entidad nacida de la revolución, ejercería, sin duda, poderosa influencia y cierta cautelosa hegemonía sobre las otras dos naciones, de suyo más débiles y menos bien respetadas.

Así lo comprendió García Moreno cuando en contestación a un mensaje que le dirigieron las Cámaras Legislativas, se expresó de este modo: "Aunque la unión, es decir, la absorción del Ecuador en los Estados Unidos de Colombia no fuese en si misma esencialmente perjudicial y antipática al pueblo ecuatoriano, sería imposible, desde el momento en que se emplearan las amenazas y las injurias para conseguirla…."

Y el avenimiento con el Ecuador era tanto más difícil, cuanto que el ambiente político y religioso que se respiraba en una y otra Nación era esencialmente diverso. Mosquera no lo ignoraba, pero él deseaba menos la Confederación que el firme y estable cimiento para su futura administración y la de sus sucesores. Por esto estaba decidido a hacer la guerra al pueblo limítrofe, pues si la suerte le era favorable, destruía de una ves dos enemigos, que para él eran uno solo: el gobierno de García Moreno y el partido legitimista colombiano. Tal cuidado le infundían los conservadores, que hasta en tiempo de paz les hacía la guerra por medios indirectos, bajo cierto aspecto, más eficaces.

Mosquera, así resuelto a hacer la guerra al gobierno ecuatoriano, trabajaba activamente en la Convención para que se dieran al Poder Ejecutivo algunas autorizaciones que él consideraba necesarias para llegar a su apetecida meta.

El 8 de Mayo de 1.863 se expidió la tristemente célebre Constitución de Rionegro "cuyo menor defecto acaso no es el de haberse sancionado sin el concurso de representantes del partido opuesto"; Constitución en que el partido Liberal "consignó principios enteramente nuevos, contradictorios e impracticables". "Aunque se tomaron como base de discusión proyectos preparados por comisiones especiales, la Constitución de Rionegro fue redactada casi en su totalidad, durante el debate, por todos los diputados que de él quisieron participar" [22]

En el Capítulo XI, Disposiciones varias, se consignó el siguiente "Art. 90. el Poder Ejecutivo iniciará negociaciones con los gobiernos de Venezuela y Ecuador para la unión voluntaria de las tres secciones de la antigua Colombia en nacionalidad común, bajo una forma republicana, democrática y federal análoga a la establecida en la presente constitución, y especificada, llegado el caso por una Convención general constituyente."

Como se ve, la nueva entidad política debía tener forma federal análoga a la sancionada en esa carta fundamental. Pero en el Ecuador no imperaba el federalismo, provechosa institución para los países que ya por su considerable extensión, ya por la variedad de costumbres de sus habitantes, o por el diverso género de riquezas existentes en las varias comarcas de que se componen han menester legislaciones políticas y fiscales que se identifiquen con las necesidades que se dejan sentir en cada una de sus diversas localidades, pues las leyes deben armonizar con las idiosincrasias de los gobernados y sería imposible regir con una sola y misma legislación a pueblos de sentimientos encontrados. El Ecuador, cuyo territorio es relativamente pequeño, y de acuerdo con la uniformidad de sus costumbres y necesidades, había optado por el centralismo; de tal suerte que el deseo de formar con esta Nación un Estado confederado, implicaba el de romper la carta ecuatoriana para levantar en su lugar otra que estuviera en oposición con las tendencias de ese pueblo.

La identidad de ideas religiosas es quizá el más poderoso lazo que une a los individuos entre sí y con la autoridad que los rige. Es imposible la unidad política sin la unidad religiosa: algunos pueblos han llegado a la primera sin tener la segunda; pero esos hacinamientos anormales nunca han sido duraderos, porque solo han conseguido yuxtaposición violenta y no fusión merced a la cual resultara un solo todo con nuevas y distintas propiedades de las que informaban las partes de la primitiva aglomeración.

La nueva Constitución Colombiana imponía libertad absoluta de imprenta, de pensamiento, de cultos, etc.; la Ecuatoriana, más filosófica, limitaba con tino los derechos fundamentales, cosa muy de acuerdo con la razón, pues no hay ni puede haber derechos humanos absolutos, ya que es finito el término donde radican.

Estas razones colocaban en el campo de la utopía la deseada Confederación de las tres repúblicas hermanas. Mosquera bien lo comprendió, y sin temor de equivocarnos, sostenemos que él nunca deseo lealmente la unión de los pueblos de la Gran Colombia pues la consideraba irrealizable; y sí sólo quiso tener un pretexto para aniquilar a sus adversarios políticos, haciendo la guerra al gobierno ecuatoriano, y quitándoles así toda esperanza de intervención o auxilio. Por consiguiente, en principio, y teniendo a la vista los velados designios del Ex – Presidente provisorio, el rompimiento con la nación vecina no podría ser considerado como una guerra internacional, pues tuvo fines netamente partidistas; sin embargo la petulancia y poca cordura de los agentes de García Moreno y la impetuosidad de éste, vinieron a dar después aquel carácter a una guerra en que se empeñaron, no ambos Estados, sino los partidos políticos de una y otra nación.

Pero todos esos planes estuvieron a punto de naufragar lastimosamente, pues acercándose la fecha en que la convención debía hacer uso de la facultad que le confería el Artículo 3° del Acto Constitucional transitorio, relativa a la elección del Presidente de la Unión Colombiana, se encontró Mosquera con que la mayor parte de los diputados no lo favorecían con sus votos, pues pasado el periodo de la guerra civil, querían que empuñara las riendas del gobierno un hombre extraño al poder militar, o un militar que, para el partido legitimista vencido, fuera menos odioso que el caudillo vencedor, empapado en la sangre de su contrincante sacrificado en los desierto arenosos de Berruecos.

Pero las barras de oro no escasearon en aquellos supremos momentos, y el día 14 de Mayo de 1.863 la Convención de Rionegro, con muy escasa mayoría de votos, eligió el primer Presidente de los Estados Unidos de Colombia al General Tomás Cipriano de Mosquera.

SEGUNDA GUERRA CON EL ECUADOR

BATALLA DE CUASPUD (Carlosama, Diciembre 6 de 1.863)

De ninguna manera los dos países hermanos hubieron podido ponerse de acuerdo por las vías diplomáticas, por tal razón no les queda otro remedio que empurpurar sus respectivas banderas con la sangre de sus hijos, armándose con el ominoso flagelo de la guerra.

A más de todo esto son otros los sucesos que también juegan papel importante en el desarrollo de esta guerra, como por ejemplo el asesinato perpetrado en la persona del Jefe legitimista Don Julio Arboleda, cuyo prestigio en todo el Sur era en extremo preponderante, quien siendo víctima de una traidora celada en Berruecos en 1.862, dejó profundamente irritado el ánimo de los pastusos contra aquellos que secretamente lo fulminaron. La muerte de un político y escritor de tanta trascendencia no podía pasar desapercibida.

El gobierno del General Mosquera nunca hubiera podido sentar sus reales en Pasto, si la muerte de Don Julio no obligara al General Canal a pasar bajo el yugo necesario de una capitulación. Y ya que el partido liberal había esgrimido armas tan desdorosas para humillar a los defensores del legítimo gobierno; ya que el caudillo revolucionario se obstinaba caprichosamente en pisotear las convicciones religiosas de un pueblo creyente, desterrando eclesiásticos, profanando templos y apropiándose con larga mano de los bienes de la iglesia; muchos surianos no vencidos aunque en apariencia tolerantes, concibieron la idea de formar, con el territorio comprendido entre el Juanambú y el Carchi, un Estado que, siendo parte integrante de los Estados Unidos de Colombia, fuera regido por un gobierno conservador independiente del gobierno liberal del General Mosquera, puesto que el fuego legitimista ardía aún bajo las cenizas obligadas de la capitulación.

Sucedió que García Moreno y el General Flores supieron del descontento que reinaba en las regiones limítrofes contra el gobierno de Mosquera, pretendieron atizar cautelosamente el fuego de aquel volcán próximo a estallar. Al afecto, el General Flores, compañero de armas del General José del Carmen López en los tiempos de la Guerra Magna, se dirigió a este último excitándole a enfrentarse contra Mosquera y prometiéndole su apoyo para él en caso de hacerlo. El Presidente de Colombia supo de esta comunicación, y temeroso de lo que pudiera suceder ulteriormente, mandó prender al General López, al Coronel Villota y a otros muchos quienes él consideraba sospechosos. De estos solamente cayó preso el General López en la Hacienda "El Rosal". Los demás, que escaparon a la persecución, unos quedaron ocultos en los contornos de Pasto y otros intentaron emigrar a la vecina República, pero al pasar el puente de Chimbatangua fueron sorprendidos por los agentes del General Mosquera y conducidos a Pasto, donde, en concejo de guerra verbal, se condenó a muerte a los dos de los inculpados como cabecillas; el Mayor Saavedra Posada, natural de Zipaquirá, y el Capitán Manuel López, hijo del General López. Igual pena se hizo sufrir a José María Sepúlveda, Cabo desertor de uno de los batallones de la Guardia Colombiana.

En los tres días anteriores al 7 de noviembre, fecha en que debía tener lugar el fusilamiento de los tres individuos antes mencionados por orden presidencial, a altas horas de la noche, sacaban de la prisión al Capitán López para conducirlo al cementerio público, donde a fuerza de azotes, le hacían cavar la sepultura que debía recibir sus fúnebres despojos. Este hecho influyó poderosamente para acentuar más el ánimo de algunos conservadores en contra del General Mosquera.

En vista de estos actos de insólita crueldad, muchos correspondieron a la invitación que les hacía el Coronel Doctor Ramón Patiño y se apresuraron a emigrar, negándose rotundamente a acompañar al General Mosquera en la campaña de la frontera.

Los tres militares fusilados, al sentarse en el banquillo de los ajusticiados, protestaron que morían por defender la Religión Católica y por ser conservadores.

La Constitución de Río Negro había facultado a Mosquera la reconstrucción de la Gran Colombia, Mosquera encontró el momento oportuno de hacerlo, primero con el Ecuador cuyo Presidente Gabriel García Moreno meses antes había ofrecido pleno respaldo a los conservadores dando asilo a los jesuitas desterrados de los Estados Unidos de Colombia y en todo caso era un opositor de capa y espada a las ideas radicalistas.

Mosquera se pretextó de analizar nuevos tratados que beneficiarían a los dos países, invitó a García Moreno a una entrevista en Rumichaca. El presidente ecuatoriano que en principio aceptó la invitación, más por temor que por convicción de la importancia de la entrevista, pero finalmente evadió el hecho negándose al encuentro, comisionó al venezolano Juan José Flores quien también se negó a firmar el tratado propuesto por Mosquera; lo cual mortificó enormemente al caucano que consideró una burla para sí y para el país que él representaba.

De nada valieron los buenos oficios que de parte de los mandatarios se formularon, uno por que los ecuatorianos alegaban que las pretensiones sobre el Carchi no eran otras que las de someter al Ecuador, anexar su territorio a los Estados Unidos de Colombia e implantar un amplio gobierno liberal; y otro por que los ecuatorianos en su gran mayoría preferían la independencia, la paz y no la guerra del Ecuador pero soterradamente la auspiciaban y ofrecían su apoyo a Mosquera.

En el mes de Octubre de 1.863 el gobierno colombiano declaró suspendidas las negociaciones con el Ecuador y ordenó la concentración de sus ejércitos en Pasto. Por su parte el gobierno ecuatoriano recibió poder del Congreso para declarar la guerra al dictador Mosquera, más no a sus habitantes y encomendó la acción a Juan José Flores Comandante General de las tropas.

El día 4 de Noviembre Mosquera lanzó una proclama a los habitantes de Pasto y Túquerres y al ejercito del Sur, en la cual daba cuenta de que el gobierno ecuatoriano había empezado las hostilidades haciendo invadir la Provincia de Pasto por algunas partidas de colombianos y ecuatorianos armados, y prohibiendo a los soldados el hacer fuego sobre la persona del General Flores.

El General Flores estaba seguro de que Mosquera tomaría la ofensiva e invadiría al Ecuador; por cuya razón hizo construir fuertes atrincheramientos en el Chota, según declaración rendida por el Señor Agustín Santacruz, teniente Coronel del ejército ecuatoriano. Dichos atrincheramientos estaban dirigidos por los Coroneles Secundino Durquea y Javier Salazar, obra en la cual se obligó a trabajar a muchos colombianos domiciliados en territorio ecuatoriano, en abierta oposición con el Derecho de Gentes.

El 21 de octubre Flores llegó a Tulcán donde ya había doscientos hombres comandados por el coronel Teodoro Gómez de la Torre, y de esta fecha en adelante fueron escalonándose hacia el norte en tropas milicianas. En el Puntal esperaban órdenes setecientos hombres que formaban el Primer Regimiento de Imbabura, al mando del Coronel Dalgo. Dos cuerpos de setecientos soldados cada uno, llamados "El Segundo" y "Babahoyo", residían en Ibarra, donde también había una brigada de artillería cuyo jefe era el Coronel Salazar. Se organizaban dos batallones en las poblaciones de Otavalo, Atuntaqui y Cotacachi; y en Cayambe estaban listos ochocientos jinetes perfectamente adiestrados. En los primeros días de septiembre llegaron a Tulcán todas las fuerzas existentes en la Provincia de Imbabura, y empezaron a moverse de Quito los batallones "Vengadores", 1° y 2° de Guayaquil y Riobamba, los Regimientos "Guayas", "Machachi", "León", "Oriente" y quinientos caballos.

El día 19 de Septiembre se hallaban acantonados en Tulcán 8.200 hombres de infantería y 1.150 jinetes todos distribuidos en cuatro divisiones denominadas "Darquea", "Salvador", "Maldonado", y "Dávalos".

Mientras Flores tenía ya listo un ejército tan numeroso, Mosquera hacía esfuerzos increíbles para concentrar las pocas fuerzas de que disponía y formar otras nuevas. Después del 15 de Noviembre empezaron a llegar a Pasto los batallones que había pedido el Presidente de la Unión; y después de ingresar los pastusos al servicio, apenas alcanzó el ejército colombiano a 4.000 soldados de todas las armas y 120 jinetes comandados estos últimos por el Coronel Acero. De tal suerte que solo se pudieron organizar tres divisiones regidas por los Generales Sánchez, López (Rudesindo) y Coronel Gregorio Rincón. Los batallones que pudieron ponerse en estado de combatir fueron: el Amalia, el Bomboná, el Pasto, los 2° y 5° de Vargas, el Cariaco, el Pichincha, el Voltígeros, el Tiradores, el Bogotá, el Guaytara, el Palacé y el Granaderos. Los principales jefes de estos cuerpos eran: el General Bohórquez, El General Armero (jefe de la artillería compuesta de cuatro cañones), el General Anzola, el General Pedro Marcos de la Rosa y los Coroneles Vesga, Manuel Guzmán, José Chaves, Miguel Ángel Portillo, Escárraga, Soto y Castillo.

Flores estaba impaciente en Tulcán a la cabeza de su numeroso ejercito y como los oficiales y soldados ardían en deseos de continuar cuanto antes el viaje hacia Bogotá, se atrevió a ejecutar un acto tan arbitrario y tan en pugna con el derecho político internacional, que colombianos y ecuatorianos a una lo han recriminado con agrias expresiones.

El día Domingo 22 de Noviembre por la mañana, después de haber oído misa de campaña, los batallones ecuatorianos, uno tras otro, fueron abandonando la plaza de Tulcán y se dirigieron hacia la frontera al son de músicas marciales. A las nueve de la mañana de ese día, Flores con su ejército atravesó la línea divisoria de las dos Repúblicas y fue a pernoctar a la aldea de Guachucal. Si Flores hubiera recorrido el corto trayecto que le faltaba para llegar a Túquerres, indudablemente habría despedazado la división que allí tenía el General Mosquera y entonces la ciudad de Pasto estaba en sus manos, pues fácil le hubiera sido deshacerse de los 3.000 hombres que le resguardaban, obrando con rapidez indispensable en semejantes casos.

Sin embargo despachó al General Erazo con una columna de ochocientos hombres para que se colocase en acecho en el pueblo de Funes y se apoderara de Pasto. Este plan tuvo éxito, pues el General Erazo ocupó a Pasto en los primeros días de Diciembre, después de un ligero tiroteo con la guardia cívica que salió a contenerlo cerca de Calambuco.

Erazo al despedirse de Flores, le aconsejó ocupar el Morro de Sapuyes y no abandonarlo en ningún caso. Así lo hizo y el día 26 de Noviembre llegó a esta posición admirablemente estratégica, quedando frente al campamento de Mosquera que se hallaba acantonado en Túquerres.

Entonces Mosquera dictó su proclama invitando a los pueblos del sur a unirse a él y levantarse en armas contra los ecuatorianos. Ideó un proyecto de dirigirse al Sur, dejando al ejército ecuatoriano en su campamento de Sapuyes. Pero Flores trato de impedirlo haciendo obrar a una columna de tiradores. Mosquera no se detuvo por esto. Hizo contestar el fuego con el Batallón Palacé y siguió su camino sin contratiempos diciendo a cuantos individuos podía que marchaba al Ecuador, pues Flores estaba más lejos de Bogotá que él de Quito. El 1 de Diciembre por la noche, Mosquera se dirigió a Chaintán atacando el punto de Malaver, con tan mala suerte que fue rechazado por el Batallón Vengadores de Ecuador; por lo tanto trató de tomar la orilla del Río Sapuyes corriendo con la misma suerte viéndose obligado entonces a tomar el camino de Cumbal en donde acampó.

El 4 de Diciembre por la tarde, la quinta división ecuatoriana proveniente de Quito comandada por Flores, acampa en las faldas de la montaña de Cuaspud exactamente en la Hacienda de Chautalá cortando toda posibilidad de retirada de Mosquera hacia Pasto pues ya para entonces la Provincia de Túquerres había caído en poder de las tropas ecuatorianas, incluso la plaza de Pasto que se hallaba desprotegida cayó en poder de los ecuatorianos que fueron bien recibidos por los pastusos adictos al gobierno legitimista que persistía en su lucha contra Mosquera. – Por el propio tiempo y al grito de "Viva Flores", se insurreccionan los conservadores de Antioquia, dando gracias a Dios por la intervención de García Moreno-.

El día 5 de Diciembre, Flores recibió el último refuerzo de tropa que desde Tulcán le envió el Coronel Gómez de la Torre. Todos estos movimientos anunciaban la proximidad del combate. Flores no tenía ningún plan de campaña; el solamente se movía según se moviera su adversario. Con un ejército tan numeroso y bien armado estaba en actitud completamente pasiva.

El General Tomás Cipriano de Mosquera y su ejército compuesto por 3.700 infantes, 445 oficiales, 100 jinetes, 80 artilleros y 57 jefes; en total 4.300 hombres organizados en tres divisiones al mando de los generales Fernando Sánchez, Rudesindo López y el Coronel Gregorio Rincón, comprenden entre dos fuegos que es menester atacar y se dirigieron a las colinas de Cuaspud, en donde 8.000 ecuatorianos junto a Juan José Flores se hallaban,- aunque un tanto diezmados por el frío y el cansancio-, en pie de guerra.

Mosquera estudia rápidamente el terreno con la orientación de las gentes de Cumbal y Carlosama que valientemente se habían unido a su ejército. El Ciudadano General no tiembla, escoge de antemano el campo, sobre un mapita que le dibuja el cura de Carlosama, pone un alfiler sobre un sitio pantanoso y se frota las manos: "aquí se enterrará la caballería de mi compadre el General Flores". Y así lo hace. Tanto de Cumbal como de Chautalá parten en dirección al Carchi, sendos caminos en líneas convergentes que ya casi a punto de unirse en ángulo se separan otra vez siguiendo por opuesto derrotero. A la 1 de la madrugada del día domingo 6 de Diciembre Mosquera por medio de sus edecanes, ordenó que silenciosamente se levantara el campamento de Cumbal; pero por haberse extraviado una parte de los caballos y bueyes que cargaban los cañones el ejército no pudo emprender la marcha sino cuando ya casi el sol apuntaba en el horizonte. Flores que lo observó, inmediatamente y con asombrosa rapidez puso en movimiento sus ocho mil soldados, enviando a vanguardia a los batallones 1° y 2° Vengadores y trescientos jinetes. El resto del ejército los siguió a muy corta distancia, y en el trayecto se reunieron. Flores quería llegar al Carchi antes que Mosquera para estorbarle el paso. A las 8 de la mañana del Domingo 6 de Diciembre, Mosquera, lanza a su ejército una valiente proclama que termina diciendo: "¡SOLDADOS, SEGUIDME, QUE MAS PRONTO ESTAREMOS NOSOTROS EN QUITO QUE FLORES EN BOGOTA!".

Los dos ejércitos enemigos como marchaban a un mismo punto, indudablemente se encontrarían. Las pequeñas lomas que de vez en cuando se levantan en el llano les impedía divisarse. Mosquera trepó a una colina desde donde podría observar convenientemente la marcha de los contrarios. Apenas llegó a la altura, cuando un trueno espantoso repercutió a sus pies. Los dos ejércitos se habían encontrado repentinamente y tan corta distancia los separaba, que se hacían fuego casi a quema-ropa. Nunca pensó Mosquera que Flores se hubiera movido tan presto, y no pudo disimular su turbación. Afortunadamente a Mosquera le era tan fácil combinar un plan guerrero en el silencio de su gabinete como improvisarlo en medio de las balas. Retrocede a su ejército sobre las faldas de la colina denominada Cuaspud para lograr que la fogosa caballería de Flores entre en el pantano, Mosquera simula la retirada, finge descender al río Carchi. Se acerca el enemigo. El veterano Flores cae en la red como una ingenua doncella. Hecho que nos denuncia a Flores como muy falto de malicia.

Una columna de colombianos al mando de Don Ramón Patiño atacó con tanto denuedo a la 3° división de Mosquera, compuesta de los batallones más esforzados, que por tres ocasiones la obligó s retroceder. En esta división estaba incorporada el Batallón Pasto. Y de tal manera se recrudeció el combate entre estas fracciones de los dos ejércitos, que del triunfo o derrota de una de las dos parecía depender el éxito general de la batalla. En este violentísimo choque murieron muchos pastusos y todos los Capitanes del Batallón Pasto. El Coronel Gregorio Rincón quiso saltar una zanja donde se habían atrincherado los soldados de Patiño, y al intentarlo cayó su cabalgadura deshecha a balazos. Pero en una atrevida embestida quedaron muertos el valientísimo Patiño y una multitud de colombianos auxiliadores de Flores, que eran el sostén del ejército ecuatoriano; entonces volvieron la espalda desordenadamente los batallones Vengadores.

Eran las 10 de la mañana del domingo cuando la Batalla de Cuaspud llegó a su fragor, los Batallones Vengadores y Babahoyo fueron los primeros en lanzarse al combate y pusieron en aprietos a los hombres de Mosquera, no así la caballería ecuatoriana tuvo éxito debido a la fangosidad del terreno, pues por esos días había llovido mucho y el terreno era muy pantanoso. El ejército ecuatoriano fue impetuoso, pero los cazadores de la guardia colombiana arremetieron con toda la fuerza disponible para atacar a Flores. Al ver esto Flores, envió en su auxilio la brillante caballería de mil doscientos jinetes que en espantoso desorden quedaron atollados en las ciénagas donde perecieron la mayor parte fusilados por los tiradores colombianos. El resto del ejército huyó alanceado por la infantería y por los ciento cincuenta jinetes del Coronel Acero.

Los campos de Cuaspud eran escenario de una sangrienta Batalla, y a kilómetros se escuchaban las descargas de cañones y fusiles de los dos ejércitos y los clarines retumbaban con músicas marciales entonadas por la Banda Sansón de Pasto que acompañó a Mosquera en la lucha de Cuaspud; -se tiene por cierto que los sones de la Guaneña resonaron aquí como lo hicieron también en Bombona y Ayacucho-. Mosquera ante el empuje ecuatoriano ordenó entrar en la lid a sus Batallones Cariaco, Voltígeros y Bravos del Sur quienes atacaron con tanta fuerza y bravura que bien pronto empezó la desbandada del ejército ecuatoriano, las tropas de Flores consideradas como invencibles por su gran número, desertaban, gracias al empuje de Rudesindo López que atacaba la división oriente y pronto empezaron a flaquear cediendo terreno rápidamente. El General Flores herido como estaba daba órdenes repetidas para que los batallones de los flancos y la caballería ascendieran a la colina, pero lo pantanoso del terreno les impidió llegar en forma oportuna, fue entonces cuando Flores dio la orden de "sálvese quien pueda" y emprendió la retirada por la vereda El Carchi. En dos horas de cruento batallar quedó completamente deshecho el ejército ecuatoriano y agobiado de imperecedera gloria el ejército colombiano.

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