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Pasado y presente de la deuda externa de América Latina (página 9)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

[1] Véase T. Halperin [1969; 145-146]

[2] Esto es particularmente cierto para los países sudamericanos, cuyos gobiernos son precisamente los que encabezan la emisión de empréstitos en la Bolsa de Londres: en agosto de 1824 se da la batalla de Junín, el 9 de diciembre de ese año se libra la batalla de Ayacucho -con la derrota y captura del virrey La Serna-, en 1825 todavía hubo luchas en el Alto Perú, y El Callao fue tomado recién en 1826.

[3] Véase L. Bergeron y otros [1969; 172-177].

[4] Ese peso importante, en el otorgamiento de los empréstitos, que tuvieron las consideraciones británicas de orden político, llevan a C. Marichal [1980; 24] a plantear que el ingreso de capitales de la primera mitad de los años 20 del siglo pasado fue un "ciclo prematuro".

[5] A. Greayer [1979; 339] y C. Marichal [1988; 23].

[6] En C. Marichal [1988; 52] se cita a una revista inglesa de la época, según la cual "…el interés obtenido con los valores sudamericanos es más del doble que aquel que obtienen los capitalistas con los préstamos europeos".

[7] C. Marichal [1988; 38 a 46] y L. Vitale [1986; 17 a 21].

[8] El cálculo corresponde a J. Fred Rippy (1959; 22) British Investments in Latin America, 1822-1949. University of Minnesota Press, Minneapolis, citado en CEPAL [1965; 2]. Por su parte, L. Vitale [1986; 20], apoyándose en datos citados por Raúl Scalabrini (Política británica en el Río de la Plata, Ed. Reconquista, Bs. Aires, 1940) sobre precios de colocación, intereses y otros gastos, llega a una conclusión aún más extrema:
"… en resumen, de 26,978,000 libras esterlinas en concepto de diez empréstitos concedidos de 1822 a 1826 por Gran Bretaña a América Latina, los ingleses sólo habrían desembolsado unos 7,000,000 de libras."
En el mismo sentido, G. Biggs [1985; 164] señala:
"Para los gobiernos latinoamericanos, si bien políticamente esa ayuda fue muy importante, el análisis de sus condiciones financieras demuestra que éstas fueron extremadamente onerosas".

[9] Un recuento de algunas de esas situaciones se presenta en C. Marichal [1988; 48 a 52] y en L. Vitale [1986; 19 a 22].

[10] Jan Bazant [1968; 27].

[11] Ch. Kindleberger [1984b; 301].

[12] CEPAL [1965; 2].

[13] Véase C. Marichal [1988; 52-53].

[14] Ese incremento simultáneo es planteado por T. S. Ashton [1948; 183] en los siguientes términos:
"El reconocimiento que Canning hizo de las antiguas colonias españolas, en 1823, mucho impulsó las inversiones en el extranjero, pues la América Latina ofrecía inmensas oportunidades para el comercio, y la exportación de capital a esta región dio auge a la bonanza".
Apuntando a lo mismo, pero en una perspectiva más general, G. y H. Beyhaut dicen [1965; 145]: "La hegemonía británica sobre América Latina llegó, en esa época, a transformarse en modelo de dominación económica sin lazos coloniales."
También, respecto al mismo tema, cabe tener presente la discusión que entabla R. Luxemburg [1912; 325 a 332] con T. Baranowski y con Sismondi, criticando el que esos autores califiquen como "extraña" la colocación Inglesa en Sudamérica de mercancías y -simultáneamente- de los préstamos para pagarlas. Lejos de ser extraño, el que los ingleses paguen "su propia exportación" constituye para ella "una de las bases más importantes de la acumulación del capital".

[15] C. Marichal [1988; 26].

[16] Véase G. y H. Beyhaut [1965; 17 a 19] y L. Vitale [1986; 20 y 25 a 27].

[17] En lo que respecta a las exportaciones británicas de textiles hacia América Latina, cabe recordar que ellas ya eran importantes desde antes del periodo aquí considerado, lo que no es poco decir si tenemos presente que las primeras décadas del siglo XIX correspondieron a lo que E. J. Hobsbawm [1968] llama la "fase textil" de la industrialización británica.

[18] C. Marichal [1988; 27 a 32]. Allí se recoge la siguiente cita, de D.C.M. Platt Latin America and British Trade, Londres, 1972, p. 23, en la cual se describen algunas de las "rarezas" a que dio lugar el rápido incremento de las exportaciones británicas hacia América Latina:
"Las tiendas y almacenes de Fleets Street y Cheapside fueron saqueados para la exportación, pero no se tuvo en cuenta lo que debía enviarse sino cuán pronto debía llegar. Las mantas de lana, los braseros y los patines que llegaron al Brasil tropical hallaron empleo: las mantas como cribas para los lavaderos de oro, los braseros (con las tapas arrancadas) como espumaderas para el azúcar hirviente en los ingenios azucareros, el acero de los patines como cuchillos y como aldabas para las casas del interior brasileño".
En ese mismo sentido apunta el siguiente párrafo de un artículo publicado en octubre de 1858 por K. Marx [1858; 134]:
"El reconocimiento por Canning, de la independencia de las colonias en América contribuyó asimismo a desencadenar la crisis comercial de 1825. Se despacharon a México y Colombia, por ese entonces, mercancías previstas para el clima de Moscú."

[19] D. Porter The progress of the Nation, Londres, 1912, p. 479, citado en C. Marichal [1988; 27]. Según R. Luxemburg [1912; 326], la exportación de mercancías británicas hacia América Latina pasó de 2.9 millones de libras esterlinas en 1821 a 6.4 millones en 1825.

[20] C. Marichal [1980; 16].

[21] CEPAL [1965; 1].

[22] CEPAL [1965; 1].

[23] Así, por ejemplo, se creó la General South American Mining Association con un capital de 25 millones de libras, que después se dividió en 21 empresas distribuidas en casi todos los países de la región. Véase CEPAL [1965; 2].

[24] Véase C. Marichal [1988; 33-34].

[25] CEPAL [1965; 2].

[26] En un listado que presenta Ch. Kindleberger [1978; 45 a 49] las minas latinoamericanas son identificadas como uno de los objetos principales de especulación en Gran Bretaña en 1825, y lo mismo ocurre con los bonos extranjeros en ese país.

[27] Véase C. Marichal [1988; 56, 57, 62].

[28] Marx [1867; T.I/1; 14]. Por su parte, R. Luxemburg [1912; 326] la califica como "la primera genuina crisis industrial y comercial inglesa".

[29] Véase C. Marichal [1988; 60-61].

[30] Al respecto, C. Massad [1986; 30] plantea que "demoró treinta años de renegociaciones sucesivas normalizar la situación". Sin embargo, y según se desprende del Cuadro 2, en la mayor parte de los casos las renegociaciones sólo se iniciaron recién en los años 40.

[31] CEPAL [1965; 2].

[32] CEPAL [1965; 2].

[33] North, Douglas "International capital movements in Historical perspective", p. 13, en Raimond Mikesell (ed) U.S. Private and Government Investment Abroad, University of Oregon Books, Eugene, Oregon, 1962. Tomado de CEPAL [1983b; 20-21]

[34] Entre otros, véase T. Halperin [1969; 108]. Allí también [208-209] se señalan los efectos que el descubrimiento del oro californiano tuvo para las economías de América Latina.

[35] T. Halperin [1969; 207].

[36] G. y H. Beyhaut [1965; 29].

[37] T. Halperin [1969; 214-215].

[38] T. Kemp [1969; 251].

[39] Véase G. y H. Beyhaut [1965; 32 a 36].

[40] En el mismo sentido y para el mismo periodo, si bien refiriéndose explícitamente a otros países en ese entonces atrasados, K. Marx [1867; T.I/2; 550] plantea:
"Se crea así una nueva división internacional del trabajo, adecuada a las principales sedes de la industria maquinizada, una división que convierte a una parte del globo terrestre en campo de producción agrícola por excelencia para la otra parte, convertida en campo de producción industrial por excelencia."

[41] C. Marichal [1988; 97].

[42] Véase C. Marichal [1988; 27].

[43] Véase C. Marichal [1988; 93]

[44] CEPAL [1965; 3].Una descripción del desarrollo de los ferrocarriles en distintos países de América Latina, se encuentra en G. y H. Beyhaut [1965; 49 a 56]. Para los países de Europa, entre otros autores, véase Palmade [1975; 74 a 91].

[45] En tal sentido, es perfectamente aplicable a América Latina la siguiente afirmación de carácter general, que pertenece a Hobsbawm [1968; 110]: "… los ferrocarriles se construyeron en gran parte con capital británico, materiales y equipo británicos y, con frecuencia, por contratistas británicos".
Consideraciones semejantes, son planteadas por M. Dobb [1969; 350], R. Hilferding [1910; 363] y, respecto a Argentina, por R. Luxemburg [1912; 329]: "[…] en la Argentina, Inglaterra construye ferrocarriles con su propio hierro y su propio carbón y los paga con el propio capital".

[46] Véase C. Marichal [1980; 17].

[47] Según CEPAL [1965; 3], que toma cifras de J. Fred Rippy British Investments in Latin America, 1822-1949 op. cit. pp. 26 a 32, los porcentajes serían de 34.9% para Perú, 18.4% Brasil, 10.4% Argentina y 9.7% México.

[48] Véase C. Marichal [1988; Anexo 1; 281].

[49] Respecto a esos intereses y precios al público, A Greayer [1979; 345] plantea:
"No hay duda de que la codicia, para hablar claro fue un rasgo dominante todo el tiempo. Una codicia representada por una tasa de interés del 5 ½% al 8%, cuando los bonos consolidados de la nación (CONSOLS) pagaban del 3 al 4%. Lo que es más, en el caso de Honduras, para dar un ejemplo, la tasa era de un 10% a un precio de emisión de 80, cuando en el mismo año 1870, Francia estaba pagando 6% emitido a 85."

[50] C. Marichal [1988; Anexo 1; 281].

[51] J. Bazant [1968; 95-96]. Refiriéndose a uno de esos créditos, este autor [1968; 93] hace la siguiente síntesis:
"Otro préstamo, también del 11 de abril de 1864, tuvo un rasgo muy diferente. Si el primer préstamo produjo 100 millones de francos, el segundo fue enteramente ficticio, pues se consideró como si Maximiliano hubiera vendido al gobierno francés bonos por valor nominal de 110 millones de francos, que al precio de 63% produjeron (en el papel) 66 millones distribuidos en la forma siguiente: se abonaron 54 al gobierno francés a cuenta de los gastos de guerra, y doce al mismo gobierno a cuenta de las reclamaciones francesas".

[52] Otras situaciones de repudio de deudas, se dieron después de las revoluciones en China y en Rusia (Véase SELA [1989e; 59]) en este último caso por un monto de 19000 millones de dólares, el mayor de la historia.

[53] Véase SELA [1989e; 67] y C. Massad [1986; 30-31].

[54] Según CEPAL [1965; 3], durante toda la primera mitad del siglo XIX las instituciones financieras francesas sólo participaron en una emisión efectuada por el gobierno de Haití en 1825 para pagar a los antiguos dueños de plantaciones en Santo Domingo, y la creación de una sociedad minera que poco después fue liquidada.

[55] Ver CEPAL [1965; 3] y C. Marichal [1988; 114-115 y 281 a 283].

[56] A. Lewis [1978; 18].

[57] Por ejemplo, Hobsbawm [1977; 10] califica a 1873 como "…el equivalente victoriano del colapso de Wall Street en 1929."

[58] Además del conocido párrafo de Lenin en El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo donde hace "el resumen de la historia de los monopolios" [1917; 30], en el mismo sentido se pronuncian, por ejemplo, E. J. Hobsbawm [1968; 125] y M. Dobb [1969; 354].

[59] E. J. Hobsbawm [1968; 125]. En el mismo sentido, cabe tener presente el conocido prefacio de Engels a la edición de 1892 de La situación de la clase obrera en Inglaterra [1845; 13 a 25], en el cual se refiere a la creciente pérdida del monopolio industrial de Inglaterra, así como su prólogo a la edición inglesa de El Capital [1886; 31], en el cual plantea que "[…] la industria extranjera, en rápido desarrollo, por todas partes mira con gesto de desafío a la producción inglesa, y no sólo en las zonas protegidas por aranceles aduaneros, sino también en los mercados neutrales y hasta de este lado del canal."

[60] A. Lewis [1978; 59].

[61] E. J.Hobsbawm [1977; 450], plantea el tema en los siguientes términos:
"El mundo entraba en el período imperialista, en el sentido más amplio del término […] pero también en su sentido más restringido: es decir, la nueva integración de los países `subdesarrollados' como dependencias de una economía mundial dominada por los países `desarrollados'."

[62] Halperin [1969; 280-281].

[63] Un análisis comparativo del comportamiento de las economías de Alemania, Francia, Estados Unidos y el Reino Unido, para el periodo 1873-96, se encuentra en A. Lewis [1978; 33 a 64].

[64] Véase A. Lewis [1978; 38]. Según ese autor, las exportaciones británicas pasaron de un crecimiento promedio quinquenal de 15% en 1870/1874 a un crecimiento de 2.9% en 1875/1879, en tanto que las inversiones de Gran Bretaña en el exterior, pasaron de 73 millones de libras anuales en 1870/1874 a 28 millones de libras en 1875/1879.

[65] A. Lewis [1978; 35].

[66] Véase C. Marichal [1980; Cuadro 4, 27] y [1988; 125].

[67] Véase C. Marichal [1980; 26].

[68] Un análisis detallado de las suspensiones de pagos de Venezuela, México y Ecuador, se encuentra en L. Vitale [1986; 53 a 74]. A juicio de dicho autor, esas tres moratorias demostraron que [1986; 53] "…si bien la mayoría de los gobernantes de la clase dominante criolla fue obsecuente a los dictados del imperio de la libra esterlina, hubo latinoamericanos que supieron enfrentar con decisión las imposiciones del capitalismo internacional."

[69] Véase C. Massad [1986; 31].

[70] Al respecto, véase C. Jobet [1951; 65-66].

[71] Véase Marichal [1988; 126-127].

[72] Según C. Marichal [1985; 18], Perú, Turquía y Egipto eran los tres mayores deudores del capitalismo atrasado de ese entonces.

[73] Véase C. Marichal [1985; 22-23] y [1988; 129 a 131].

[74] Véase T. Halperin [1969; 265].

[75] A. Greayer [1979; 347].

[76] Véase C. Massad [1986; 31].

[77] Véase A. Greayer [1979; 345].

[78] Las firmas bancarias más importantes de la época (Rothschild, Hambros, Schroders, etc.) responsabilizaron de esos manejos a firmas de segundo nivel. Para una defensa de esas posturas, véase A. Greayer [1979; 345, 346], según el cual las mayores casas bancarias "emitieron bonos que sufrieron menos de incumplimientos que las emitidas por otras casas", y dichas emisiones "se investigaban a fondo y eran bien intencionadas".

[79] Algunos ejemplos de esas prácticas se encuentran en Marichal [1988; 133 a 141].

[80] Marichal [1988; 140].

[81] En lo que respecta a dos empréstitos contratados por Costa Rica en 1870 y 1872 para financiar un ferrocarril, Marichal [1988; 137] hace la siguiente síntesis:
"De un total de 1.920.000 libras, 45 por cien fue para los contratistas del ferrocarril, 12 por cien para pagar los intereses durante los años 1871-73, 34 por cien en comisiones diversas para los banqueros y aproximadamente ocho por cien en gratificaciones para el presidente Guardia. Evidentemente para Costa Rica este método de obtener oro del extranjero resultó extraordinariamente costoso."

[82] Marichal [1988; 137-138]. Allí se menciona que la factibilidad del proyecto estaba avalada por dos prominentes ingenieros británicos, uno de los cuales era Segundo Presidente de la Sociedad de Ingenieros Civiles de Inglaterra.
También para el caso de Honduras, que según ya dijimos contrató empréstitos en condiciones especialmente onerosas, el resultado de algunos de esos préstamos se resume en el siguiente párrafo, que corresponde al artículo "En busca de un ferrocarril" de W. Krehm [1959; 128], en el cual se hace un lúcido relato de las vicisitudes a las que, durante más de un siglo, estuvo sujeto el desarrollo del ferrocarril en dicho país:
"Entre 1867 y 1870 el gobierno contrató cuatro empréstitos británicos, con un total de seis millones de libras. El dinero quedó prendido entre los dedos de banqueros y políticos y, para colmo, Honduras cometió el grave error de pagar a los contratistas por milla. El ferrocarril trazó sus largos y arbitrarios meandros en las fáciles tierras bajas, esfumándose antes de penetrar tierra adentro. Apenas la construcción alcanzó cincuenta millas cuando los fondos se habían evaporado al conjuro del calor tropical. Las deudas contraídas, con los intereses acumulados, ascendían a $ 125.000,000 en 1926, y se convirtieron en una rueda de molino, colgada al delgado cuello de este indefenso país."

[83] Marichal [1985; 25].

[84] Marichal [1988; 144-145].

[85] SELA [1989e; 60-61] y Marichal [1988; 146]. Por cierto, ese costoso acuerdo a que llegó el gobierno peruano contrasta claramente con un dictamen emitido en 1877 por una corte inglesa respecto a la suspensión de pagos de Perú, según el cual no era legalmente exigible el pago de préstamos soberanos. En ese dictamen (Citado por A. Kaletsky [1987; 32]), se dice:
"[Estos] llamados préstamos soberanos no son más que deudas de honor, que obligan, tanto como pueden hacerlo las deudas de honor, al gobierno que los emite, pero no son contratos que puedan obligar a cumplir los tribunales ordinarios de ningún gobierno extranjero, ni siquiera aquellos del gobierno que los emitió, sin el consentimiento de dicho gobierno …"

[86] Al respecto, las cifras que S. Amín presenta en la siguiente cita [1970; 130], para el periodo posterior a 1880, son contundentes:
"[…] la exportación de capital, que proviene de los centros más viejos del capitalismo, sólo tuvo una amplitud real a partir de 1880, aproximadamente. Las exportaciones de capitales de gran Bretaña pasan de 100 millones de libras en el periodo 1825-1830, a 210 en 1854 y 1300 en 1880, para alcanzar 3763 en 1913. En el caso de Francia el salto es brutal: de 12-14000 millones de francos en 1870 a 45 en 1914; para Alemania de 5000 millones de marcos en 1883 a 22-25 en 1914; para los Estados Unidos de 500 millones de dólares en 1896 a 1500 en 1914, 18583 en 1922 y 25202 en 1933."
Cabe tener presente, sin embargo, que otros autores ubican el auge de la exportación de capitales en la primera década del siglo XX. Por ejemplo, para Lenin [1917; 79] "la exportación de capitales sólo adquiere un desarrollo gigantesco a principios del siglo XX".

[87] Véase Cepal [1965; 8].

[88] Ver CEPAL [1965; 9-10]. Respecto a Alemania, allí se dice que "Aparentemente, los capitalistas alemanes se interesaron por América Latina y otras regiones periféricas después de la crisis económica de 1891-94". En relación a los EE.UU., se plantea que:
"Hasta 1890 los Estados Unidos se habían visto forzados a obtener préstamos considerables en Europa, ante todo para financiar el exceso de importaciones y en segundo lugar para servir los préstamos de capital extranjero. En estas circunstancias no invertían en gran escala en América Latina."

[89] Ver CEPAL [1965; 9].

[90] Marichal [1988; 150].

[91] Al respecto, véase C. Furtado [1969; 69] y A. Lewis [1978; 247-248].

[92] L. Vitale [1986; 224 a 236] y C. Marichal [1988; 154 a 164].

[93] A. Lewis [1978; 73].

[94] Véase C. Marichal [1988; 180 a 184].

[95] Respecto a esa ausencia oficial de moratoria, cabe sin embargo mencionar que según E. Calcagno [1985; 161 a 165] sí se produjo la suspensión de pagos, y que en su opinión ella fue de la mayor importancia para obligar a negociar a los acreedores.

[96] Véase Marichal [1988; 184 a 197].

[97] L. Vitale [1986; 233]. E. Calcagno [1985; 161 a 165], por su parte, establece varios puntos de comparación entre la crisis de deuda de 1890 en Argentina y lo ocurrido casi un siglo después. Una de sus conclusiones es que:
"…el costo del ajuste recayó sobre los grupos internos de bajos ingresos y sobre los tenedores externos de bonos, que eran principalmente particulares y no bancos o gobiernos."

[98] Según cifras que presenta C. Furtado [1969; 69], para 1913 América Latina participaba con un 17.9% de las exportaciones mundiales de cereales, con un 11.5% de las de productos pecuarios, con un 62.1% de las de bebidas (café, cacao, té), con un 37.6% de las de azúcar, con un 14.2% de las de frutas y legumbres, con un 6.3% de las de fibras vegetales y con un 25.1% de las de caucho y de pieles y cueros.
Así también, según información de Naciones Unidas [1953; 2-3], las exportaciones latinoamericanas se incrementaron de 823 millones de dólares anuales en el periodo 1901-1905 a 1590 millones en 1913 y entre 1900-1904 y 1910-1914 la producción anual de cereales de Argentina se incrementó de 2 millones y medio a 4 millones de toneladas, la de nitratos de Chile se incrementó de 1 millón 450 mil a 2 millones 550 mil toneladas, la de estaño de Bolivia pasó de 12000 a 23000 toneladas, la de cobre de Chile pasó de 7888 mil a 2 millones 200 mil toneladas y la de café de Brasil pasó de 684 mil a 720 mil toneladas.

[99] Véase T. Halperin [1969; 281-282].

[100] Véase W. Mommsen [1969; 137-138].

[101] En E. J. Hobsbawm [1968; 141-142] se analiza la importancia adquirida por América Latina en las exportaciones inglesas de capital, sobre todo a partir de 1880 y en un contexto de caída de las exportaciones de capital de Gran Bretaña hacia Europa, Estados Unidos y la India.

[102] CEPAL [1965; 10], con cifras tomadas originalmente de Credit Lyonnais, Emissions de Valeurs Mobiliers sur le Marché Français (Congrès International pour L'Etude des Problèmes de l'Epargne, Raport Nationaux, I), pp. 334-353.

[103] En opinión de F. Welsch [1983; 102], más que la suspensión del servicio de la deuda lo que "molestó" a los gobiernos acreedores fue ese decreto.

[104] J. Bazant [1968; 177].

[105] P. Adams [1977; 251].

[106] G. y H. Beyhaut [1965; 170]

[107] Según menciona C. Marichal [1988; 204], el único país de la región que obtuvo un préstamo durante la guerra fue Brasil, el cual, sobre todo debido a sus vínculos con la Casa Rothschild, a fines de 1914 recibió 14 millones de libras destinadas a garantizar los pagos de intereses sobre su deuda externa.

[108] Véase CEPAL [1965; 18]

[109] Véase B. Stallings [1987; 296].

[110] Véase CEPAL [1965; 19]

[111] El cálculo corresponde a C. Marichal [1988; 206], sobre la base de un estimado de 400 millones anuales de pagos al capital extranjero.

[112] Véase, entre otros, P. Adams [1977; 258 a 261].

[113] W. Andreff y O. Pastré [1979; 62-70]

[114] Véase W. Andreff y O. Pastre [1979; 71 y 80]

[115] Véase W. Andreff y O. Pastré [1979; 71 y 86].

[116] B. Stallings [1987; 65]

[117] Parece haber consenso en que Nicaragua constituyó el ejemplo más destacado de la "diplomacia del dólar" inaugurada por la administración Taft. Una interesante reseña de los cuatro empréstitos estadounidenses recibidos por Nicaragua entre 1911 y 1920, y de lo que dichos empréstitos significaron para la autonomía económica y política nicaraguense, se encuentra en el artículo de J. J. Arévalo [1959] "El tiburón y las sardinas".

[118] Al respecto cabría recordar que, según el Cuadro III del Anexo Estadístico que mencionamos en un apartado anterior, para 1914 América Latina sólo tenía contratado con Estados Unidos un 4% de su deuda externa, y según otra fuente (Nicolau D' Olwer, "Las inversiones extranjeras", en D. Cosío Villegas et. al. Historia Moderna de México. El Porfiriato. Vida Económica, México, 1974, pp. 973-1185, citado por C. Marichal [1988; 209]), "apenas 10 por ciento del total de bonos latinoamericanos vendidos en el extranjero entre 1904 y 1914 fueron colocados en mercados norteamericanos".

[119] Las comparaciones que a continuación se entregan, están apoyadas en un cuadro presentado por W. Andreff y O. Pastré [1979; 69].

[120] Al respecto, vale la pena recordar las preocupaciones de Raúl Prebisch (Véase CEPAL [1962; 118 a 131] y [1950a; 191 a 198]), en sus formulaciones iniciales en la CEPAL, en relación al menor grado de apertura de la economía norteamericana respecto de la economía inglesa y, por tanto, a la menor capacidad de arrastre del nuevo "centro cíclico principal". Una presentación de esas formulaciones se encuentra en J. Estay [1990; 44-45]

[121] El retraso al que nos estamos refiriendo, también se ha tendido a relacionar con el supuesto "espíritu aislacionista" que habría predominado en la sociedad norteamericana desde los tiempos de George Washington. Para un cuestionamiento a la existencia de ese supuesto aislacionismo Véase P. Adams [1977; 53 a 58 y 250 a 256].

[122] En lo que respecta a los exportadores, B. Stallings [1987; 66] expone el punto en los siguientes términos:
"Tradicionalmente el comercio estadounidense había operado usando la libra esterlina como divisa para transacciones, con la intermediación de los bancos británicos. Mientras Estados Unidos fue exportador de productos primarios y no compitió con Gran Bretaña, este sistema era aceptado por todas partes. Una vez que Estados Unidos empezó a exportar manufacturas, la intermediación de los bancos británicos fue cuestionada y los exportadores estadounidenses comenzaron a presionar para que sus propios bancos financiaran el comercio."

[123] Algunos de esos cabildeos son reseñados por B. Stallings [1987; 67 a 69].

[124] Si bien la ley de creación del Sistema Federal de Reserva fue el mayor ajuste de la legislación estadounidense en el sentido que aquí interesa destacar, habría que tener presente que en los años posteriores a dicha creación se agregaron una serie de enmiendas a la sección 25 de la ley -en 1916 se crearon las "Agreement Corporation" y en 1919 las "Edge Act Corporations"-, con las cuales se ampliaron las facilidades para el desarrollo de actividades internacionales de los bancos. Véase W. Andreff y O. Pastré [1979; 87-88].

[125] B. Stallings [1987; 68 y 71]. Y según una tercera fuente (C. Marichal [1988; 212]), para el mismo año de 1920, el número de sucursales de bancos estadounidenses en América Latina era de 72.

[126] B. Stallings [1987; 69].

[127] En particular la crisis cíclica mundial de 1920/1921 y las caídas cíclicas de Estados Unidos en 1924 y 1927 y de Alemania en 1926 y 1928. Véase al respecto Kindleberger [1973; 68-69].

[128] Respecto al deterioro de los productos agrícolas, y al papel de América Latina en la sobreproducción de algunos productos, véase Ch. Kindleberger [1984a; 362363]. En relación a las reparaciones de guerra, véase Ch. Kindleberger [1973; 45].

[129] Véase Kindleberger [1973].

[130] J. Galbraith [1954; 206].

[131] R. Thorp [1984a; 19].

[132] Véase al respecto Ch. Kindleberger [1973; 63 a 66].

[133] Ch. Kindleberger [1973; 36]. Al respecto, véase también R. A. C. Parker [1969; 108]

[134] R. Thorp y C. Londoño [1984b; 104]. El calificativo "danza de los millones" para referirse a los préstamos recibidos durante los años veinte por América Latina, es asumido también por Kindleberger [1984a; 369] y [1973; 44-45].

[135] Véase J. Bazant [1968; 184 a 211]. En A. Maddison [1985; 36], se menciona que para el periodo 1925-1929 los préstamos netos acumulados de Estados Unidos a México fueron negativos por un valor de 4.6 millones de dólares.

[136] Al respecto J. Galbraith [1954; 208], refiriéndose al otorgamiento de préstamos
hacia América Latina, plantea lo siguiente:
"Sí, desgraciadamente, era necesaria la corrupción o el cohecho como instrumentos competitivos, se los empleaba, a finales de 1927 Juan Leguía, hijo del presidente del Perú, recibió 450 000 dólares […] por sus servicios en relación con un préstamo de 50 millones […]. La Chase extendió al presidente Machado, de Cuba -un dictador con marcada predisposición hacia el asesinato-, una generosa línea de crédito personal, que en determinado momento ascendía a 200 000 dólares. El yerno de Machado fue empleado de la Chase. El banco realizó grandes negocios en bonos cubanos. Al considerar estos créditos, surgía una tendencia a pasar rápidamente por encima de cualquier cosa que pudiese significar una desventaja para el acreedor".

[137] Para una identificación de las empresas más activas, véase C. Marichal [1988; 217 a 220]. Según la misma fuente:
"Como investigaciones oficiales luego demostrarían, estas empresas cobraban precios exorbitantes, obteniendo enormes ganancias de sus contratos latinoamericanos. Pero los funcionarios gubernamentales no solían protestar ya que muchos de ellos recibían sustanciosas comisiones por facilitar a los empresarios norteamericanos la entrada a estos negocios."

[138] Para una descripción del "Plan de Valorización del Café", y sobre todo del financiamiento que éste recibió de bancos europeos ante la negativa a participar de los banqueros neoyorkinos debido a las presiones del gobierno norteamericano, véase Marichal [1988; 227 a 229]. Respecto a los resultados e importancia del Plan, la siguiente afirmación de F. Ravelo [1984; 198] es útil como síntesis:
"Por lo que toca al café, la característica principal del periodo es la operación exitosa de la política de precios de garantía, ya que los precios se elevaron y se mantuvieron en niveles altos (tras una baja marcada en 1919-1921). El valor de las exportaciones alcanzó en 1924-1929 niveles jamás alcanzados antes."

[139] El cálculo está hecho en base cifras de C. Marichal [1988; 287 a 292].

[140] Probablemente el autor que mejor ha descrito los absurdos a que dio lugar dicho auge es J. Galbraith [1954; 30-31]. Según ese autor, ellos se remontan a la especulación con terrenos en Florida, en 1925, que constituyó el "primer indicio del estado de ánimo de los años veinte", y durante la cual se vendieron sin problemas "zonas de playa" ubicadas a 15 millas del mar y terrenos anunciados "cerca" de ciudades que en realidad estaban a 75 millas o que de plano no existían.
Según el mismo J. Galbraith [1954; 71 a 73], si bien el auge de 1929 "tenía sus raíces directa e indirectamente afincadas en industrias y empresas real y verdaderamente existentes", en dicho auge hubo de todo, incluyendo ventas de títulos correspondientes a sociedades "Para transformación del agua salada en agua dulce", "Para la construcción de Hospitales para Niños Bastardos", "Para la Construcción de Barcos contra Piratas", "Para la importación de un lote de Asnos Machos de España", "Para la fabricación de una Rueda de Movimiento Perpetuo", "Para una Empresa que se dará a conocer a su debido tiempo", etc.

[141] Un ejemplo referido a especialistas del más alto nivel del gobierno norteamericano, lo comenta M. Dobb [1969; 380]:
"En el fatídico año de 1929, un informe del Comité Sobre Cambios Económicos Recientes, bajo la presidencia de Hoover [en ese entonces Secretario de Comercio estadounidense, J.E.], formuló este confiado pronóstico: `económicamente tenemos un campo ilimitado por delante; hay nuevas necesidades que abrirán camino, incesantemente, a otras necesidades a medida que las primeras sean satisfechas…Parece que hemos tocado sólo el umbral de nuestras potencialidades'. Contemplada retrospectivamente, la actitud de este período debe incluirse entre las maravillas de los tiempos recientes."

[142] Un ejemplo que tiene como protagonista a un prestigiado académico, lo mencionan J. Galbraith [1954; 96] y P. Adams [1977; 287]. En palabras de éste último:
"Cuando el profesor Irving Fisher afirmó, seis días antes de que se derrumbara el mercado, que las cotizaciones habían alcanzado `lo que parece ser un nivel permamentemente alto', fueron muy pocos los que no estuvieron de acuerdo con él."
En J. Galbraith [1954; 173], se recoge la siguiente "explicación" de I. Fisher, formulada en noviembre de 1929, respecto a los motivos por los cuales se había equivocado en sus predicciones:
"Era la psicología del pánico. Una psicología del populacho vulgar y ruin, y el caso no es que originariamente el nivel de precios del mercado fuese desmesuradamente alto… la caída del mercado se debió principalmente a esa psicología según la cual se venía abajo porque se caía".

[143] Un ejemplo referido a los banqueros, en este caso presentado por J. Galbraith [1954; 120], es la siguiente declaración hecha el 15 de octubre por Charles Mitchell, quien desde inicios de 1929 era uno de los directores del Banco de la Reserva Federal de Nueva York pero que además, y ante todo, era presidente del National City Bank:
"En la actualidad los mercados se encuentran en una situación inmejorable…el precio de los valores se asienta sobre las sólidas bases de la prosperidad en nuestro país."

[144] Según plantea J. Galbraith [1954; 99]:
"Cierto que los peligrosos quiebres temporales experimentados por el mercado de valores y anteriores al crac, todos ellos superados con éxito, suponían una seria prueba para quienes no se habían dejado arrastrar por la fantasía. Comienzo de 1928, junio y diciembre del mismo año, febrero y marzo de 1929: en todas estas fechas pareció que había llegado el fin. […] Pero enseguida el mercado emprendía de nuevo el vuelo."

[145] Véase J. Galbraith [1954; 117] y Ch. Kindleberger [1973; 133].

[146] Véase Kindleberger [1973; 134 a 135].

[147] Véase P. Adams [1977; 289-290] y Ch. Kindleberger [1973; 136].

[148] Véase, al respecto, A. Maddison [1985; 22].

[149] R. Thorp [1984a; 19]. Una explicación más detallada se encuentra en Ch. Kindleberger [1973; 81 a 86].

[150] Al respecto, C. Díaz Alejandro [1984; 35] señala:
"Ya durante 1929, mucho tiempo antes de que los países latinoamericanos dieran señales de dejar de servir la deuda externa o de obstruir las remisiones de beneficios, las entradas brutas de capital bajaron marcadamente"

[151] G. Palma [1984; 87].

[152] J. Ocampo [1984; 140].

[153] M. De Paiva [1984; 175]

[154] A. O'Connell [1984; 227]

[155] Al respecto, Ch. Kindleberger [1984a; 370] plantea:
"Cualesquiera que sean los méritos de los banqueros norteamericanos al imponer los préstamos externos entre 1925 y 1928, seguramente actuaron mal cuando los cancelaron de repente en junio de 1928. El centro impone la deflación a la periferia siempre que cesa sus préstamos […] Si se cancelan primero los préstamos y luego se reducen las importaciones, se lleva al desastre".
Y en otro material [1973; 145-146], agrega:
"En el alza, el mercado de valores detuvo los movimientos de capital hacia las naciones en desarrollo; en el declive se produjo una crisis de liquidez que llevó a una rápida reducción de las exportaciones de estos países"

[156] C. Díaz Alejandro [1984; 42]

[157] R. Thorp y C. Londoño [1984b; 120].

[158] Cabe destacar que, según otros autores, fue menor el número de países latinoamericanos que no declararon la moratoria. Así, por ejemplo, el SELA [1989e; 60] refiriéndose a la crisis de 1930, plantea: "Durante este periodo, todos los países latinoamericanos, con excepción de Argentina, entraron en moratoria", en tanto que según B. Stallings [1987; 80] la situación llegó a ser la siguiente: "[…] a fines de 1933 todos los países latinoamericanos con deuda externa, excepto Haití, habían suspendido el pago de sus deudas, aunque Argentina y algunos países centroamericanos y caribeños mantenían un servicio parcial de sus pagos".

[159] Véase SELA [1989e; 61] y B. Stallings [1987; 80].

[160] Véase B. Stallings [1987; 80].

[161] A. Maddison [1985; 29].

[162] Véase C. Marichal [1988; 258].

[163] Véase J. Bazant [1968; 215 a 227].

[164] Cabe mencionar que existía un antecedente de restricciones en el periodo previo inmediato a la depresión, que eran las "leyes de branching" (o ley Mac Faden), aprobadas en 1927, en las cuales se estableció la prohibición de que los bancos de depósito abrieran sucursales fuera del estado donde tenían fijada su residencia. Véase W. Andreff y O. Pastré [1979; 88].

[165] Véase B. Stallings [1987; 83 y 137-138].

[166] En el terreno más concreto, dicha separación obligó a distintos bancos a conceder autonomía a sus filiales; el caso más conocido fue la separación de actividades entre el banco de depósito J. O. Morgan respecto del banco de inversión Morgan Stanley. Véase W. Andreff y O. Pastré [1979; 89].

[167] Véase B. Stallings [1987; 138].

[168] Véase W. Andreff y O. Pastré [1979; 89].

[169] Véase O. Caputo y J. Estay [1987b] y J. Estay [1992a], [1993] y [1994]

[170] Dicha tesis ha sido asumida principalmente en los trabajos desarrollados en la primera mitad de los años ochenta en el Area de Economía Internacional del Posgrado de la UNAM, en particular por O. Caputo, así como en algunos materiales posteriores de ese Posgrado y del Programa de Economía Internacional de la UAP. Además de los trabajos de O. Caputo que iremos citando a continuación, véase de ese autor [1987a], de F. Manchón [1985] y [1991] y de J. Estay [1986] y [1987a].

[171] S. Lichtensztejn [1980; 50]. Sobre el tema véase también, de este autor, [1984; 67].

[172] Véase, por ejemplo, G. de Bernis [1978; 47 a 73], [1988a; 50 a 62 y 189 a 195], [1988b; 30].

[173] H. Magdoff y P. Sweezy [1987; 26-27].

[174] P. Sweezy [1982; 38-39].

[175] H. Magdoff y P. Sweezy [1987; 27].

[176] H. Magdoff y P. Sweezy [1986; 90-91].

[177] H. Magdoff y P. Sweezy [1983; 156].

[178] H. Magdoff y P. Sweezy [1985; 160-161].

[179] P. Sweezy [1982; 39].

[180] Análisis detallados sobre el movimiento cíclico de los años setenta y ochenta, se encuentran O. Caputo [1984b] y [1987a; 15 a 36].

[181] En esa perspectiva, un análisis del desarrollo desigual entre los principales países, en el terreno de las relaciones económicas internacionales, se encuentra en O. Caputo [1988].

[182] Un recuento reciente de las distintas posiciones acerca de la productividad estadounidense, se encuentra en G. Krause [1991].

[183] Una síntesis del debate acerca de la presencia y significado de la "desindustrialización" en la economía estadounidense durante los años setenta y comienzos de los ochenta, se encuentra en SELA [1985; 182 a 204].

[184] Algunos de los autores que a nuestro juicio han abordado el tema de manera sugerente, son Attali [1990], M. Albert [1991], L. Thurow [1992] y P. Kennedy [1988] y [1993].

[185] Utilizaremos el término de "eurodólar" para referirnos a ese mercado, ya que es de uso común, pero en sentido estricto el mercado ni está limitado a Europa ni se restringe sólo al uso de dólares.

[186] Desde los años cincuenta, uno de los principales componentes de dicho mercado eran los depósitos en dólares, en bancos fuera de Estados Unidos, realizados por el gobierno soviético, que por esa vía intentaba resguardarse de posibles incautaciones del gobierno norteamericano.
Sin embargo, el origen del mercado de eurodólares podría remontarse a los años veinte, cuando se realizaban depósitos de dólares en Berlín y Viena, que se transformaban en préstamos hechos por los bancos en moneda local. Al respecto, véase CEPAL [1983b; 23-24] y R. Devlin [1980; 12]

[187] Véase Comisión de Empresas Transnacionales [1980]. En J. Quijano [1981; 44 a 52], se analizan los vínculos entre la expansión del mercado internacional de préstamos y la caída de la inversión en el capitalismo desarrollado.

[188] Véase E. Bacha y C. Díaz Alejandro [1983a; 21], S. Griffith-Jones [1984; 75-76], J. Estévez y R. Green [1980; 74-75], Banco Mundial, CEPAL [1983b; 23-25] y B. Stallings [1987; 142 a 144].

[189] En tal sentido, S. Griffith-Jones [1984; 76-77] plantea:
"Lo principal es que los bancos en la Gran Bretaña pueden aceptar depósitos y efectuar préstamos en cualquier moneda excepto la libra esterlina, completamente libres de restricciones legales. No se imponen en este punto ni límites a los intereses ni requerimientos de reserva, y el Banco de Inglaterra sólo ejerce de manera informal una función informativa en relación con esas transacciones […] De esta manera la City de Londres constituye el mayor centro de operaciones de la banca transnacional en los países desarrollados".

[190] En la perspectiva de W. Andreff y O. Pastré [1979; 89], a quienes ya hemos hecho referencia al ver el auge de préstamos hacia América Latina durante la segunda década del siglo veinte desde mediados de los años sesenta se abre una tercera fase de internacionalización del capital financiero norteamericano, caracterizada por una "puesta al día" de los bancos semejante a la de comienzos de siglo respecto de los mayores niveles de internacionalización de las empresas multinacionales.

[191] Véase J. Quijano y L. Bendesky [1983; 120]. Según las cifras que esos autores toman del Banco Mundial, los bancos de los Estados Unidos concentraban un 46% de los préstamos del euromercado en 1975, y un 32% en 1979.

[192] En esa perspectiva, la siguiente cita de R. Cohen [1981; 115] describe adecuadamente la situación:
"Los bancos más especializados y de mayor tamaño se establecieron en los mercados financieros internacionales a principios de los años setenta; pero, a finales del mismo decenio, debieron enfrentar la fuerte competencia de los bancos japoneses, alemanes y suizos, que llegó a constituir una amenaza de deterioro de las firmes relaciones financieras que hasta entonces mantenían con sus principales clientes. Los bancos multinacionales norteamericanos respondieron de dos formas. En primer término, pusieron un énfasis mucho mayor en la lucha por mantener los clientes clave y por establecer relaciones con clientes nuevos. Y, en segundo lugar, comenzaron a operar en áreas `no registradas' (off balance sheet), ofreciendo servicios que implican cargos más elevados e ingresando en áreas de mayor riesgo, tales como préstamos comerciales a menudo no garantizados […] Sus principales competidores respondieron con la misma moneda".

[193] Cabe tener presente que en el Cuadro no hemos incluido al Bank of Tokio dado que para 1975 en la lista de los primeros 300 ocupaba el lugar 28, y sólo hemos incluido a bancos ubicados en los primeros 20 lugares el cual, según la fuente del Cuadro 3, tenía un total de 93 sucursales en 1975 y de 95 sucursales en 1978.

[194] Cabe hacer notar que, según información que presenta la misma fuente del Cuadro 4 (W. Andreff y O. Pastré [1979; 94]), el número de filiales extranjeras de Empresas Multinacionales Estadounidenses, pasó de 19570 en 1960 a 51810 en 1970 y a 71938 en 1974. Por tanto, la relación entre filiales de empresas y sucursales de bancos fue de 158 a 1 en 1960, de 113 a 1 en 1969/70 y de 98 a 1 en 1974.

[195] Un ejemplo de esa desproporción es recogido por R. Cohen [1981; 108]:
"En octubre de 1978, el Banco Central de las Bahamas estimó que ese año se registrarían préstamos por 100 mil millones de dólares en dicho centro y que de esa cifra sólo 500 millones corresponderían a la economía nacional".
En el mismo sentido, y haciendo una analogía con la actividad de las empresas transnacionales, Ch. Michalet [1981; 33] equipara a los centros financieros del capitalismo atrasado con la industria maquiladora.

[196] Comisión de Empresas Transnacionales [1980; 9].

[197] Citada por J. Quijano y L. Bendesky [1983; 112].

[198] Véase CEPAL [1983b; 31 a 33].

[199] Véase CEPAL [1983b; 32-33]. Allí se señala que el porcentaje de créditos con vencimiento entre 1 y 6 años, contratados por los países en desarrollo, pasó de entre 20 y 25% en 1974 a cifras superiores al 65% en 1975, desapareciendo para el segundo semestre de ese año los créditos con vencimiento superior a 10 años.
Otras cifras, que apuntan en el mismo sentido, se presentan en S. Griffith-Jones [1984; 85 a 89].

[200] S. Lichtensztejn [1983; 169 a 176].

[201] CEPAL [1983b; 72]. Sobre el cobro de comisiones para algunos países de América Latina, véase además E. Calcagno [1987b; 48-49] y R. Devlin [1980; 80 a 82] y [1981; 162 a 164].

[202] Véase R. Devlin [1980; 80-81].

[203] CEPAL [1983b; 73].

[204] E. Calcagno [1987a; 50].

[205] Véase R. Cohen [1981; 110].

[206] Banco Mundial [1985; 105].

[207] Según las cifras del FMI (Estadísticas Financieras Internacionales, anuarios 1986 y 1994), el monto de "crédito interbancario extrafronterizo" habría pasado de 629 miles de millones de dólares en 1976 a 1971 miles en 1984 y a 5407 miles en 1993. Otra estimación del rápido crecimiento de las operaciones interbancarias, puede ser desprendida de la comparación entre la base bruta y la base neta del mercado de euromonedas, según las cifras del Cuadro 2 del presente capítulo; dicha diferencia, que corresponde a los redepósitos bancarios, llegó a ser cercana a la mitad del volumen bruto total de operaciones para una buena parte de los años de la década de los setenta.

[208] Véase CEPAL [1983b; 25-26]. Si bien existe un relativo consenso respecto a los elevados niveles de inestabilidad que trajo consigo el funcionamiento del mercado interbancario, y en particular el mecanismo de "préstamos de renovación", una opinión en contrario es entregada por el Banco Mundial [1985; 105].

[209] No nos estamos refiriendo a los llamados "consorcios bancarios", cuyo auge fue más transitorio, y que eran instituciones creadas conjuntamente por varios bancos transnacionales, con lo cual dichos bancos trasladaban hacia la nueva institución una parte importante de la responsabilidad por el otorgamiento de créditos. Véase al respecto S. Griffith-Jones [1984; 84].

[210] En CEPAL [1989; 52] se menciona un ingreso promedio de 65 a 70 bancos al año en el mercado de créditos de consorcio, para el periodo 1973-1980.

[211] Véase CEPAL [1983b; 26] y [1989; 22-23] y Banco Mundial [1985; 138-139].

[212] CEPAL [1989; 29].

[213] Véase E. Calcagno [1987b; 80-81]; B. Stallings [1987; 143]; y CEPAL [1984c; 91]. Paradójicamente, después de 1982 los más "arrepentidos" por la inclusión de esas cláusulas han sido los propios bancos acreedores, ya que si ellas se aplicaran en sentido estricto el que un deudor quede en estado de incumplimiento respecto del pago a algún acreedor, obligaría a todos éstos a considerarlo en incumplimiento respecto a la totalidad de sus deudas y, por tanto, estarían obligados a registrar dichas deudas en los estados de pérdidas de su contabilidad.

[214] Véase Calcagno [1987b; 81].

[215] Véase (O. Ugarteche [1980; 75]). Para el caso boliviano, también se incluyó en algunos contratos la exigencia de que el país perteneciera al BIRF, según se menciona en CEPAL [1983b; 76].

[216] Véase CEPAL [1989; 13 y 116-117]. Sobre el "Acta de Inmunidades Soberanas" de 1976, de los Estados Unidos, véase W. Eskridge [1987; 101 a 105].

[217] CEPAL [1983b; 77]. Respecto a esa generalización de la renuncia a la inmunidad, en un estudio de la CEPAL y de la Comisión de Empresas Transnacionales que volveremos a citar en apartados posteriores de este capítulo, se plantea lo siguiente (CEPAL [1989; 13]):
"Esto pasó a convertirse pronto en una característica habitual de los contratos de préstamo de los BTN [bancos transnacionales, J.E.] durante el auge de la concesión de préstamos soberanos. Salvo Colombia que representa un caso especial en esta esfera, más de 80% del valor total de los contratos sobre los que había información […] estaban cubiertos por dichas cláusulas."

[218] Para las cifras referidas a la deuda de la región, nos apoyaremos en varias fuentes, señalando los casos en que haya diferencias entre ellas.
Tres materiales en los cuales se analizan las fuentes estadísticas existentes sobre deuda externa y los grados de compatibilidad entre esas distintas fuentes, son J. Holsen [1979], R. Mills [1986] y R. Weaving [1987]

[219] Si sólo se consideran los préstamos de consorcio, la participación sumada de Brasil y México es de un 63% del total de América Latina para el periodo 1974-82, según cifras de CEPAL [1989; 38].

[220] J. Quijano [1981; 204 y 205].

[221] Una breve revisión de las reglamentaciones existentes durante los años setenta, para varios países de la región, se encuentra J. Quijano [1985; 288 a 299].

[222] Véase CEPAL [1986b; 77 y 79].

[223] Véase CEPAL [1990a; 30-31 y 100].

[224] J. Quijano [1985; 290 y 342].

[225] CEPAL [1987a; 61 a 63].

[226] Véase R. Devlin [1980], E. Calcagno [1987b], M. Mortimore [1989] y CEPAL [1983b] y [1989]. Otro material de R. Devlin, donde se aplica la misma perspectiva y se analizan especialmente las relaciones de la banca privada internacional con Perú y Bolivia, es el de [1989], en particular los capítulos III y IV.

[227] CEPAL [1989; 10]. En el segundo grupo están "10 bancos relativamente más pequeños, sobre todo de origen no estadounidense […] que competían activamente con el primer grupo en la organización de créditos de consorcio", y se les califica como "los rivales"; y, en el tercer grupo, calificado como el de "los seguidores", hay otros 10 bancos ninguno de los cuales es estadounidense y que, "aunque dedicados a la organización de créditos de consorcio, eran en general menos activos que los primeros dos grupos".

[228] CEPAL [1989; 11]. En ese mismo material [1989; 12], más adelante se agrega:
"… los líderes propendían a vender agresivamente paquetes de préstamos a mayor precio a aquellos prestatarios a los que tradicionalmente se les negaba de plano el acceso a los mercados de crédito internacionales o que al menos se les negaban sumas tan cuantiosas […] Por ende, los líderes tendieron a depender más de tratos especiales con clientes más riesgosos dispuestos a pagar mayores honorarios, comisiones e intereses para obtener acceso al mercado."

[229] CEPAL [1989; 58 a 63].

[230] En R. Devlin [1987a; 209 a 226] y 1989 [57 a 180] se analiza en detalle lo que ese autor califica como "mercados no racionados" y "exceso de oferta", así como las consecuencias que ello tuvo en la falta de garantías y en el deterioro de la evaluación de riesgos para los créditos concedidos. Así también, en el primero de esos trabajos se menciona el siguiente fenómeno que ha sido calificado como "banca de las recepcionistas":
"… algunos banqueros estaban tan asustados de quedar fuera que hasta habían autorizado a sus secretarias para que, cuando ellos estuvieran almorzando, prometieran cinco o diez millones de dólares como parte de cualquier paquete de mil millones de dólares que se le ofreciera al Brasil o a México."

[231] Para ese mismo año, la deuda total de la región era de 315.3 miles de millones de dólares según CEPAL [1985; II, 76]; de 318430 millones de dólares según el Balance Preliminar de la Economía Latinoamericana, 1985 (p. 17) de la misma CEPAL; y de 314360 millones según el BID [1985; 83].

[232] Así, por ejemplo, según cifras de la CEPAL para el periodo 1972-74, en que la participación de Perú en los créditos bancarios otorgados a América Latina fue de 11.7%, su presencia en el producto regional fue de 3.3% y en las exportaciones latinoamericanas fue de 3.6%.

[233] Véase B. Stallings [1980; 86], R. Devlin [1980; 166 a 172] y [1987a; 211 a 227] y J. Quijano y L. Bendesky [1983; 135 a 143].

[234] Véase G. Perry y otros [1983; 256 a 273] y J. Ocampo [1986; 213 a 220]. A modo de ejemplo, según cifras de la CEPAL para 1982 Colombia participaba con un 3.1% de la deuda latinoamericana, en tanto que su participación en el producto y las exportaciones de la región era de un 4.9% y un 4%, respectivamente.

[235] Cabe destacar que, según distintas fuentes, Chile era el país latinoamericano con un mayor porcentaje de su deuda contratada por prestatarios privados sin garantía oficial. Según la misma fuente del Cuadro 14, para 1982 ese tipo de deuda constituía un 50% de la deuda chilena total; según otras fuentes, dicho porcentaje era incluso mayor. Por ejemplo, en R. Ffrench-Davis [1985; 17] para el mismo año de 1982 correspondería una cifra de 61%.

[236] Véase J. Estay [1986; 195 a 206], [1987a; 82 a 87] y [1987b; 211 a 214]

[237] Al respecto, cabría sin embargo tener presente que, en el interior de los pagos que se derivan de la inversión extranjera directa hay componentes que prácticamente no fluctúan (gastos de administración, regalías y en general los "pagos" desde la filial a la matriz) o cuya fluctuación puede ir incluso en sentido contrario al de la actividad económica del país receptor o al de la situación de la empresa, como ocurre muchas veces con la remisión de utilidades, que aumenta "inexplicablemente" en el periodo inmediato previo y posterior al estallido de una crisis. Ese incremento en la remisión de utilidades, para los primeros años de la crisis iniciada en los ochenta, se analiza en S. Lichtensztejn [1990; 278 a 281].
Sin embargo, en nuestra opinión todo lo anterior no obsta para que en el mediano plazo las salidas por concepto de pago a la inversión extranjera directa, tengan que ajustarse a las ganancias que en definitiva está obteniendo la empresa en el país de que se trate.

[238] Según nos parece, es en estas direcciones que apuntan algunas de las formulaciones de S. Lichtenstejn [1984; 25], según las cuales "fue más que nada en el campo financiero donde la inserción internacional de América Latina se profundizó en esos años", a lo cual después agrega que:
"Los cambios en los procesos de concentración del capital en América Latina en los últimos años que preceden a la crisis financiera desatada en 1982, por contraste con lo ocurrido en la década de los sesenta, tuvieron por lo general escasa relación con alteraciones en los patrones productivos o en la inserción de sus economías en el comercio mundial".

[239] Véase J. Estay [1986; 162 a 168] y [1987b; 196 a 206]

[240] En mi Tesis de Maestría [1986; 166-167], argumentaba este punto a través del siguiente ejemplo:
"Imaginemos la siguiente afirmación: `Toda la deuda ingresada a Chile en los últimos diez años se utilizó en pagar deudas anteriores y en cubrir déficit en cuenta corriente derivados de una gran importación de bienes de consumo suntuario'. ¿Puede esa afirmación ser cierta? Probablemente lo es en el caso de la economía chilena, pero sólo es parcialmente cierta, puesto que no dice casi nada respecto a la manera en que se utilizó la deuda en tanto capital dinero de préstamo. ¿Se hizo cargo del pago de la deuda el importador de bienes suntuarios que compró en el mercado de cambios los dólares necesarios para esa importación? Obviamente no. ¿Adquiere una nueva deuda externa el residente que para pagar una deuda anterior compra dólares en el mercado de cambios? Tampoco, excepto si en este caso (o en el anterior) hay una decisión expresa de pagar el préstamo (o importar bienes suntuarios) por medio de la adquisición de un préstamo externo, que bien podría ser interno."

[241] En sentido estricto, la única excepción a lo recién planteado estaría dada por los créditos compensatorios contratados por los gobiernos, por cuanto dicha contratación sí respondía de manera directa a la necesidad de contar con divisas por parte del prestatario, en este caso los bancos centrales de cada país.

[242] En esa perspectiva, un caso extremo sería el de PEMEX, cuyo saldo de divisas entre exportaciones e importaciones era claramente superavitario por ejemplo, según cifras de L. Solís y S. Rizzo [1983; 368] dicho superávit fue de 2362.3, en 1979 y de 8327.9 en 1980 pese a lo cual se convirtió en el principal contratante de créditos externos del sector público y en general de la economía mexicana, absorbiendo según cifras de A. Girón [1991; 135-136] un 25% del total de deuda mexicana contratada en el mercado de eurodólares

[243] J. Vanek [1967], y en particular la introducción (pp. 2 a 24) y el capítulo VI de ese libro (pp. 105 a 124). De las formulaciones iniciales del modelo de las "dos brechas", ese libro probablemente constituye la presentación más acabada dicho modelo así como el intento más completo de aplicación del mismo para una economía nacional.

[244] Véase J. Vanek [1967; 3]. En sus propias palabras:
"Una de las pocas nociones en que tanto los hacedores de políticas de desarrollo como los cientistas del desarrollo tienen certeza, es en que el desarrollo económico requiere un incremento sustancial en la inversión nacional, esto es, una tasa acelerada de formación de capital. Otra noción semejante es que un rápido desarrollo económico generalmente exige un volumen sustancial de importación de materias primas, bienes de capital y servicios técnicos. Por lo tanto, si las exportaciones son insuficientes para financiar tales importaciones, si los ahorros internos son insuficientes para financiar un volumen incrementado de inversión, o ambas cosas (como ocurre frecuentemente), un rápido desarrollo no puede ser conseguido".

[245] J. Vanek [1967; 3-4].

[246] En un material de fines de los años sesenta (R. Prebisch [1968; 360-361]), el tema es planteado en los siguientes términos:
"Dos son, pues, los grandes obstáculos que el progreso técnico, con toda su enorme potencialidad, opone al desarrollo de los países periféricos: esta tendencia persistente al desequilibrio externo y el déficit crónico de ahorro.
Y más adelante, en el mismo material, (R. Prebisch [1968; 422] ), al referirse a los objetivos que debería perseguir una estrategia de acción concertada entre países centrales y periféricos, el punto es retomado de la manera siguiente:
"Estos objetivos de la estrategia han de responder a los tres grandes problemas cuya solución se impone para acelerar el ritmo de desarrollo económico y social: la tendencia persistente al desequilibrio exterior, el déficit de ahorro y la vulnerabilidad exterior de la economía".

[247] Véase R. Prebisch [1949; 131 a 138], [1951; 255-256 y 261 a 266], [1954; 298 a 300 y 313 a 317] y CEPAL [1950a; 222 a 235].

[248] Véase, entre otros materiales, R. Prebisch [1963; 140], [1968; 360-361 y 368-369] y [1981; 37 a 45, 55 a 73, 139-140, 198 a 202, 234 a 237].

[249] Para la transitoriedad del financiamiento externo, véase R. Prebisch [1955; 427428], [1961a; 61-61], [1961b; 111-112], [1963; 140, 163] y [1964; 354-355].

[250] Una presentación detallada de la "falta de ahorro interno" y de la tendencia al "estrangulamiento externo", así como de las funciones asignadas al financiamiento externo, todo ello en la construcción teórica básica de Prebisch, se encuentra en J. Estay [1990].

[251] Así, por ejemplo, N. González [1972] coordinó la elaboración de un material, publicado a comienzos de la década de los setenta y "basado en trabajos hechos con mayor profundidad y detalles en los últimos años", en el cual se calculaban con cierto detalle los "déficit virtuales" de comercio y ahorro para el conjunto de América Latina, así como los consiguientes montos de ahorro externo que permitirían cubrir esos déficits".

[252] Véase, por ejemplo, el material de L. Cáceres [1985], en ese entonces alto funcionario del Banco Centroamericano de Planificación Económica, y particularmente el apartado II de ese artículo (pp. 684 a 695), en donde se asocian las disminuciones del ahorro interno con la contratación de deuda externa para 11 países de la región.

[253] Respecto a México, H. Guillén [1988; 1] hace la siguiente crítica:
"Es común encontrar en la literatura económica mexicana que trata el problema de la deuda externa, la idea de que ésta es resultado de una insuficiencia de ahorro interno en relación con los niveles de inversión interna."
Luego de lo cual, presenta algunos ejemplos de esas posiciones y retoma un material de J. Noyola que citaremos posteriormente.

[254] Véanse, a modo de ejemplo, los trabajos publicados al inicio de los años ochenta en el libro Aspectos técnicos de la deuda externa de los países latinoamericanos, de funcionarios públicos de México (F. Clavijo [1980] y A. Vázquez [1980]) y de Ecuador (A. Dahik [1980] y L. Armijos [1980]), en todos los cuales la argumentación se desarrolla a partir de la aceptación de la "brecha de ahorro".

[255] T. Weisskopf [1972; 25].

[256] T. Weisskopf [1972; 25].

[257] K. Griffin [1970; 228]. En ese trabajo, Griffin finalizaba diciendo [1970; 243]:
"En conclusión, la mayor parte de la evidencia que tenemos, sugiere que los movimientos internacionales de capital, sea privado o público, es un pobre instrumento para acelerar el desarrollo."

[258] J. Noyola [1949; 375].

[259] O. Caputo y R. Pizarro [1974; 59-100].

[260] O. Caputo y R. Pizarro [1974; 91]. Luego de presentadas esas cifras, planteaban que [1974; 93]:
"El capital extranjero, entonces, no viene en nuestra opinión a `financiar' un desequilibrio eventualmente generado por las limitaciones que ofrece la cuenta de mercancías, sino que realmente viene a cubrir el desequilibrio provocado por el movimientos de servicios -especialmente de los servicios del capital- y, por tanto, se recurre al capital extranjero para pagar los servicios de capital extranjero que representan el costo por el uso de éste ingresado anteriormente a la región."

[261] O. Caputo y R. Pizarro [1974; 100].

[262] B. Stallings [1987; 220].

[263] R. Ffrench Davis [1983; 11-12].

[264] I. Minian [1983; 210-211].

[265] E. Bacha y D. Alejandro [1983a; 54 a 57].

[266] E. Bacha [1983b; 402].

[267] E. Calcagno [1987a; 115].

[268] P. Körner et. al. [1983; 44].

[269] CEPAL [1985; I, 26 a 30].

[270] M. Baer [1986; 276 a 301].

[271] M. Tavares y A. Texeira [1981; 102]

[272] Un tercer cuestionamiento, referido en este caso tanto a Brasil como a México, corresponde a R. Thorp [1986b; 289-290], que refiriéndose a los resultados obtenidos con las estrategias de inversión pública de los años setenta, plantea:
"No es nuestra intención dar a entender que los proyectos del sector público brasileño hayan sido más exitosos que los de México; ambos países han estado inclinados hacia obras excesivamente ambiciosas y mal planeadas, para satisfacer intereses seccionales más que necesidades nacionales".

[273] J. Ramos [1986; 165-166]. Para el caso de la economía chilena, R. Ffrench-Davis y J. de Gregorio [1987; 14] llegan a conclusiones semejantes: "[…] en Chile, el ahorro externo sustituyó al interno, y con un coeficiente mayor que uno, o sea desplazó más ahorro nacional con la consiguiente merma del ahorro global."
Para el caso de Argentina, E. Calcagno [1987b; 38] al analizar los usos dados a la deuda externa expone: "El primer hecho sobresaliente de esa deuda lo constituye la utilización de su mayor parte en fines ajenos a la inversión".
Para el caso de la economía mexicana, refiriéndose a los últimos años de la década de los setenta y los primeros años de la década de los ochenta, M. Cardero [1984; 173] plantea:
"A pesar de los cambios institucionales y de las medidas financieras aplicadas para aumentar la intermediación bancaria, el ahorro interno en moneda nacional fue desplazado por el ahorro externo."

[274] A modo de ejemplo, en 1983 R. Silva [1983; 92] , en ese entonces ministro de hacienda de Costa Rica, luego de describir los montos de endeudamiento externo de ese país, planteaba lo siguiente:
"Lamentablemente, no existe ningún estudio, ni en el Banco Central ni en la Oficina de Planificación o en Hacienda, que esclarezca en que se gastaron esos 2000 millones de dólares."
Una declaración semejante, referida en este caso al endeudamiento peruano y realizada por el Banco Central de ese país a comienzos de 1983, es recogida por R.Thorp [1986a; 194]:
"[…] el caos en el financiamiento del sector público se convirtió en escándalo. Como lo señaló con excesiva moderación el Banco Central: `Parte de la dificultad es que nadie sabe cuanto han pedido prestado las empresas pertenecientes al sector público'."

[275] Al respecto, en O. Ugarteche [1986; 72] se reproduce una afirmación del Banco Mundial sobre el endeudamiento externo boliviano, según la cual "En pocos países llegó la mala asignación de recursos a los niveles que se observan en Bolivia."

[276] Véase CEPAL [1983b; 159 a 215]

[277] Dos ejemplos, que se mencionan en CEPAL [1983b], son por una parte la Fábrica de aceites de Villa Montes, que llegó a estar funcionando al 16% de su capacidad y, por otra parte, la ampliación de capacidad productiva de la Fábrica Nacional de Cemento, que implicaba elevar la producción nacional de cemento a una magnitud que era alrededor del doble del volumen de consumo aparente, y en condiciones en que no se preveían aumentos de exportaciones.

[278] O. Ugarteche [1986; 72]. Por otra parte, en el capítulo ya citado de un material de CEPAL [1983b], se analiza lo ocurrido con el Banco Agrícola Boliviano, que fue uno de los principales receptores de créditos externos a la vez que el principal otorgante interno de crédito agrícola. Según dicho análisis, en la época de incremento de los precios internacionales del algodón el gobierno boliviano utilizó al BAB para otorgar todo tipo de canonjías a los agricultores algodoneros de la región de Santa Cruz, lo que se tradujo en que el BAB les otorgó créditos a tasas que eran menores, tanto respecto a las que el propio banco tenía que pagar en el mercado financiero internacional, como respecto a las que los agricultores podían obtener si depositaban esos recursos en bancos comerciales de Bolivia. El resultado fue que los agricultores en vez de invertir esos recursos los depositaron, la superficie cultivada y la producción de algodón disminuyeron, y el BAB entró en crisis dado que los agricultores no pagaron los créditos y el gobierno obligó al Banco a absorber las pérdidas.

[279] E. Calcagno [1987a; 120]. También para el caso de Argentina, en A. Ferrer [1982; 72] se describe el mismo tipo de uso para los créditos externos. En el mismo sentido, y refiriéndose al rápido incremento de bancos extranjeros en la economía argentina mismo que ya mencionamos en un apartado anterior de este capítulo en CEPAL [1986b; 79] se plantea:
"[…] casi la totalidad de las entidades ingresadas a partir de 1979 no desarrolló la actividad bancaria tradicional de captar y prestar en moneda nacional sino que se especializó en operaciones con el exterior y en la prestación de servicios financieros no tradicionales a un pequeño y diferenciado núcleo de usuarios. Según Feldman y Sommer, `el arbitraje entre las tasas de interés internacional y doméstica, en el contexto del esquema del tipo de cambio prepautado fue la razón de ser de estos bancos que, en base a operaciones mayoristas de corto plazo y bajo riesgo, obtuvieron en escasos meses espectaculares beneficios líquidos'".

[280] Véase Excelsior, 31 de mayo de 1984.

[281] Es el informe entregado por una comisión parlamentaria de investigación sobre la deuda externa de ese país, que comenzó a funcionar el 16 de agosto de 1983 y entregó sus conclusiones el 10 de diciembre de 1984.

[282] Véase E. Calcagno [1987b; 19-20].

[283] Diario O Estado de Sao Paulo, citado por Excelsior del 17 de febrero de 1984. Dichas compras, incluyeron 30 grandes generadores de energía, por un valor de 1000 millones de dólares, los cuales estaban destinados a tres hidroeléctricas que se sabía nunca llegarían a construirse; 800 millones de dólares de un sistema de electrificación "que no se sabe cuando podrá entrar en funcionamiento"; y un sistema de control de tráfico para un nuevo ferrocarril, respecto a lo cual se dice: "El equipo, valuado en 150 millones de dólares, desde 1978 está a disposición de las autoridades brasileñas en Londres. Sucede, sin embargo, que tal ferrocarril, que ya provocó una sangría de divisas al país de cinco mil millones de dólares, tiene sus obras paralizadas, dejó de ser propiedad nacional y nadie, ni el Ministerio de Transportes […] sabe cuando será terminado."

[284] O. Ugarteche [1986; 72].

[285] R. Devlin [1980; 161] y [1987a; 218].

[286] E. Calcagno [1987a; 118].

[287] Véase R. McWilliams [1985].

[288] R. McWilliams [1985; 201]. Para Argentina, Calcagno [1987a; 116], apoyándose en el Banco Mundial ubica la importación de armamentos financiados con créditos en cerca de 10000 millones de dólares; en cuanto a Perú, según O. Ugarteche [1986; 75] la deuda militar de ese país alcanzó un monto de 1233 millones de dólares para el periodo 1976-1980.

[289] J. Schatan [1985; 114]

[290] Véase J. Estay [1990; 106-107]

[291] En palabras de S. Lichtenstejn, [1980; 49]:
"… hay quienes rastrean permanentemente el nexo inmediato de los préstamos y el capital productivo, como una financiación de importaciones, de obras públicas, etc. Esto es, se pretende enfocar la deuda externa en relación directa con la reproducción del capital productivo. En contraste con esa línea de pensamiento, puede ocurrir que esa deuda se está alimentando en buena medida de los movimientos de capitales usurarios y especulativos…"

[292] I. Martínez [1986; 78 a 87 y 96 a 98]

[293] R. Ffrench-Davis y J. de Gregorio [1987; 17 a 21]. En su cálculo consideran sólo los bienes corrientes, e incluyen los intereses pagados por el endeudamiento a que dio lugar la sobreimportación. Cabe tener presente que estamos utilizando sólo una de las 24 estimaciones que presentan esos autores, las cuales se diferencian por los periodos base, la elasticidad ingreso y la definición de importaciones.

[294] J. Schatan [1985; 108 a 112 y 126 a 131].

[295] Véase J. Estay [1986; 253 a 255] y [1990; 120 a 123]

[296] Véase CEPAL [1985; I, 34; Síntesis, 12] y [1984d; 19] y P. Sainz [1987; 50] Las cursivas son nuestras. El punto que aquí estamos mencionando, y en particular la ambiguedad de la frase recién citada de la CEPAL, los hemos abordado en J. Estay [1986; 205 a 207].

[297] I. Minian [1983; 209] Para el caso de la economía Argentina, R. Frenkel [1983; 160] postula incluso la existencia de una relación inversa entre el ingreso de capitales privados y la posición deficitaria de la cuenta corriente, conclusión ésta que es compartida por J. Williamson [1983; 197].

[298] J. Fontals [1984; 173]. Al respecto, cabe tener presente que B. Stallings [1987; 215 a 220], al revisar para los años setenta los comportamientos, por un lado de la inversión de cartera estadounidense hacia América Latina, y por el otro de los déficit en la balanza fiscal y en la balanza en cuenta corriente en la región, plantea lo siguiente:
"…anteriormente […] advertimos que es difícil determinar si los déficits daban lugar a las entradas de capital o si la disponibilidad de capital extranjero conducía a los déficits. Con base en la discusión de los párrafos anteriores, es obvio que la segunda interpretación es la más adecuada para los años setenta.[…] La disponibilidad de capital del exterior fue lo que hizo posible la existencia de déficits."
Otras opiniones respecto a si el crecimiento de la deuda fue inducido por la oferta o la demanda, se recogen en J. Quijano [1981; 65 a 67], el cual además plantea que "[…] el proceso de fuerte endeudamiento de los subdesarrollados ha sido comandado por la oferta". A ello, cabría también agregar los planteamientos de R. Devlin, quien en distintos trabajos que ya hemos citado argumenta extensamente el peso determinante que tuvieron, en el crecimiento de la deuda regional, los bancos internacionales y sus políticas de colocación de préstamos.

[299] Véase J. Estay [1990; 107 a 111 y 118 a 123]

[300] En el caso de R. Prebisch, había una clara preocupación de que el servicio de la deuda se pudiera constituir en una carga adicional para el desarrollo de los países de América Latina, cuestión ésta que puso de manifiesto, por ejemplo, en R. Prebisch [1963; 213] y [1964; 318 a 320].

[301] Para el conjunto de la región y además del material de O. Caputo y R. Pizarro que ya hemos citado algunas de las investigaciones donde se encuentran análisis y/o recopilaciones de información sobre los puntos que aquí interesa enumerar son F. Fajnzylber [1974; 132 a 158]; CEPAL [1986d; 52 a 123] y [1987b; 44 a 85]; E. Lahera [1986; 165 a 172]; y E. Calcagno [1980; 51 a 67]
Para países específicos, cabe mencionar un conjunto de materiales publicados por la CEPAL, en los cuales hay apartados dedicados a los puntos que nos interesan: para Perú en CEPAL [1984a; 14 a 18]; para Colombia en CEPAL [1986c; 75 a 88]; para Paraguay en CEPAL [1987b; 65 a 75]; para Chile en CEPAL [1983a; 39 a 49], CEPAL [1992b; 21 a 42] y CEPAL [1992c; 81 a 93]; para Brasil en CEPAL [1983c; 17 a 38]; para Ecuador en CEPAL [1984b; 11 a 20]; y para Argentina en CEPAL [1986b; 83 a 104]. Para México, los puntos que aquí interesan están extensamente abordados en F. Fajnzylber y T. Martínez [1976a; 241 a 352].
También respecto a la CEPAL, cabría además tener presente los materiales que esa institución publicó en 1950, referidos a la inversión extranjera en Brasil [1950b] y en Argentina [1950c].

[302] En tal sentido, y según las cifras del Cuadro V del anexo estadístico, para el periodo 1950-1982 las salidas de utilidades fueron superiores en 10240 millones de dólares a los ingresos de IED (61701 vs 51461).
Ese tipo de evidencias, sumadas a que desde los años cincuenta hasta comienzos de los setenta la balanza comercial de la región estuvo relativamente equilibrada, lleva a O. Martínez [1990; 19-20] a plantear una estrecha relación entre el comportamiento de la inversión extranjera y el inicio de la espiral de endeudamiento, y a concluir que "es evidente que los préstamos recibidos se utilizaron para hacer posible la transferencia de utilidades del capital extranjero".

[303] Esas fuentes son la reinversión de utilidades obtenidas en la economía donde están operando, los fondos de depreciación, el financiamiento con fondos locales y el financiamiento con fondos internacionales. Al respecto, y retomando únicamente un par de análisis referidos al conjunto de América Latina, cabría mencionar, por una parte, que según cifras del Dpto. de Comercio de EE.UU. presentadas por O. Caputo y R. Pizarro [1974; 99], entre 1950 y 1965 sólo un 11.8% de las fuentes de fondos de las empresas estadounidenses ubicadas en América Latina provenían de ese país y que, por otra parte, según E. Calcagno [1980; 62] entre 1966 y 1972 dicho porcentaje fue de 6.8%.

[304] Algunas estimaciones al respecto, son las siguientes: según O. Caputo y R. Pizarro [1974; 83], para el conjunto de América Latina los pagos por servicios tecnológicos fueron de 10500 millones de dólares entre 1950 y 1965; según E. Calcagno [1980; 69] la suma de pagos de un año por regalías y honorarios de cinco países Argentina 1974, Brasil 1976, Colombia 1975, Chile 1972 y México 1971 alcanzó un total de 574 millones; y según la Comisión Para las Corporaciones Transnacionales de la ONU [1978; 273] sólo en un año, 1975, América Latina hizo pagos por tecnología y servicios superiores a los 550 millones de dólares.

[305] Dos trabajos en los cuales se analizan las tendencias globales al desarrollo de las "transferencias cautivas" son el de F. Fajnzylber y T. Martínez [1976a; 91 a 130] y el de la Comisión Para las Corporaciones Transnacionales de la ONU [1978; 272 a 276]; según el primero de esos materiales, para la segunda mitad de los años sesenta y el inicio de la década de los setenta alrededor del 75% de los pagos por tecnología recibidos por las transnacionales estadounidenses provenías de sus filiales, y de acuerdo al segundo de esos materiales para mediados de los años setenta el porcentaje era de 80%.
Las características para América Latina de la transferencia de tecnología hacia inicios de los años setenta, se analizaban en F. Fajnzylber [1974; 146 a 158]. También para el conjunto de la región, según E. Calcagno [1980; 68] en 1972 el 75% del total de pagos por tecnología a empresas de EE.UU. fueron hechos por filiales de esas empresas, en tanto que según E. Lahera [1986; 165] para cada uno de los años del periodo 19751978 los pagos por transferencia de tecnología de las filiales de empresas transnacionales de EE.UU. hacia sus matrices fueron de 300 millones de dólares.

[306] Algunos de los materiales donde se formulaban conclusiones respecto a los coeficientes de exportación y de importación de las filiales de empresas transnacionales ubicadas en países específicos de América Latina o en el conjunto de la región, y a su aporte neto al balance comercial son, entre otros, los de E. Lahera [1986; 165 a 172]; F. Fanjzylber [1976b; 206] y [1983; 190 a 217 y 205206]; F. Fanjzylber y T. Martínez [1976a; 290 y 300301]; CEPAL [1983c; 35 a 37] y [1984a; 19]; E. Calcagno [1980; 57]; M. Tavares y A. Texeira [1981; 102].

[307] Algunas estimaciones de los elevados niveles de "comercio cautivo" en los años setenta, para el caso de las filiales de transnacionales estadounidenses ubicadas en América Latina, se encuentran en F. Fanjzylber y T. Martínez [1976a; 8485], E. Calcagno [1980; 6061] y CEPAL [1986d; 114 y 120]. Por ejemplo, según el último de esos tres materiales, de las importaciones totales realizadas en 1977 por dichas filiales un 72% correspondía a comercio intrafirma, y lo mismo ocurría con un 60% de sus exportaciones.

[308] Algunas estimaciones de "precios de transferencia" para fines de los años sesenta y la década de los setenta, se encuentran en: E. Calcagno [1980; 56] y D. Chudnovsky [1982] para Argentina, Brasil, México y Venezuela; D. Chudnovsky [1974; 55 a 85] para Colombia; y S. Bitar [392 a 396] para Chile.

[309] Para el conjunto de América Latina, cabe mencionar a SELA [1987; 164 a 169 y 173-174] y R. Cohen [1984].

[310] En tal sentido, R. Devlin [1978; 83] plantea el punto en los siguientes términos:
"Otro factor que influyó sobre la iniciación de préstamos bancarios fue la enorme penetración de empresas transnacionales en la región (especialmente en Brasil y México). Por diversas razones, entre ellas el deseo de aumentar el crecimiento de las utilidades y su seguridad, estas empresas adoptaron muchas veces una estrategia de inversiones que minimizaba los aportes de capital social y favorecía la financiación mediante endeudamiento. Puesto que tenían estrecha relación con los bancos privados, las empresas transnacionales naturalmente quisieron financiar sus costos de expansión en moneda dura recurriendo al capital de bancos internacionales".

[311] R. Cohen [1984; 153 a 169]

[312] E. Calcagno [1987a; 118].

[313] F. Franco [1983; 82].

[314] E. Lahera [1981; 117].

[315] CEPAL [1983a; 41 y 43].

[316] CEPAL [1987b; 138].

[317] J. Quijano [1981; 270]. También para México, según F. Fajnzylber y T. Martínez [1976a; 256] ya para los años sesenta entre las distintas fuentes de financiamiento externo de las filiales establecidas en la industria la que acusaba un mayor crecimiento era la de "deudas con otros agentes", que pasó, de una participación en el total de esas fuentes de 12% en 1963, a una de 21% en 1970.

[318] CEPAL [1987b; 139].

[319] Ese cuestionamiento de los patrones monetarios nacionales así como el funcionamiento subordinado que históricamente ellos han tenido ha sido abordado en distintos trabajos, varios de los cuales ya hemos citado. Véase J. Quijano [1985; 315 a 323], M. Cardero [1984], J. Frieden [1984a] y P. Salama [1988].

[320] Según una estimación hecha por J. Frieden [1984b; 255], no incluida en el Cuadro, entre abril de 1981 y junio de 1983 el monto de fuga de capitales de la economía mexicana habría sido de 21300 millones de dólares, que equivalía a un 68% del endeudamiento neto de ese periodo.
Así también, según una estimación de J. Ros [1986; 103] la fuga de capitales de México habría sido de 24.9 miles de millones de dólares entre 1980 y 1983, y si en el cálculo de la fuga se incluyen algunos supuestos referidos al monto que tenían los activos externos de mexicanos a inicios de los años setenta (2000 millones en 1972), al rendimiento obtenido sobre esos activos (3 puntos por debajo de la tasa prima) y al uso de la totalidad de esos rendimientos para la adquisición de nuevos activos externos, la estimación de la fuga para el mismo periodo 1980-1983 es de 42.7 miles de millones de dólares.

[321] Como información adicional a la del Cuadro 19, otras dos estimaciones de fuga de capitales son las siguientes: por una parte, F. Larraín [1988; 614] ha estimado para la economía uruguaya una fuga de capitales de alrededor de 2000 millones de dólares para el periodo enero-noviembre de 1982; por otra parte, para el conjunto de América Latina a mediados de los años ochenta la CEPAL [1985; III, 45] cuantificaba "conservadoramente" la fuga en 80000 millones de dólares.

[322] Morgan Guaranty Trust [1986].

[323] Entre otros materiales, en D. Félix y J. Sánchez [1990; 184] se realiza un análisis econométrico para ver la vinculación entre la fuga de capitales y distintas variables de funcionamiento interno y externo de varios países latinoamericanos, de lo cual se concluye que hay "una fuerte relación directa entre incrementos de deuda e incrementos en la fuga de capitales"
Para el caso de México, J. Frieden [1984a; 12] considera que entre 1980 y 1982 un 25% del incremento de la deuda es atribuible a la fuga de capitales.

[324] Al respecto, J. Frieden [1984b 278] plantea:
"La fuga de capital, que no estaba contemplada en los modelos de crecimiento con deuda, ha pervertido totalmente el motivo del financiamiento externo. El servicio de la deuda que le corresponde impone transferencias reales y es un factor de empobrecimiento absoluto."
Y en otro trabajo [1984a; 12], refiriéndose en específico a México, agrega:
"El endeudamiento enterrado en las exportaciones autónomas de capitales impone a México servir compromisos financieros que no tienen ninguna contrapartida real en la economía nacional. Ninguna inversión, ningún aumento de productividad justifica y sustenta el pago, en bienes y servicios, de los intereses de esta suma. Se trata, en este caso, de una pura transferencia, de una donación a los países acreedores, que habrá que contabilizar así"
Para el caso de Argentina, R. Frenkel y J. Fanelli [1987; 168], luego de estimar que para el periodo 1976-1982 la adquisición de activos externos por particulares fue de entre 15000 y 20000 millones de dólares, plantean:
"Las observaciones pueden resumirse señalando que el elemento principal del proceso de endeudamiento se encuentra en la adquisición de activos externos por parte del sector privado operada mientras rigió un mercado libre de cambios, entre 1978 y 1982; pero con mayor intensidad durante 1980 y 1981, periodo en que se conjugaron los efectos de las reformas institucionales y la política cambiaria".
También respecto a Argentina, R. Dornbusch [1983; 418-419] expone lo siguiente:
"[…] no hay razones para establecer vínculos con el mercado mundial de capitales en beneficio de los especuladores. Sin duda se trata de un campo en el que se ha suscitado una redistribución del patrimonio totalmente injustificada desde el sector público hacia especuladores privilegiados. La experiencia vivida por la Argentina en 1981, con los estratos liberales vaciando literalmente las bóvedas del Banco Central, constituye una palpable y embarazosa demostración de ineptitud al mismo tiempo que de inequidad".

[325] P. Salama [1988; 51].

[326] E. Galeano, citado en B. Franklin [1982; 8].

[327] En CEPAL [1990b; 81], se menciona un estudio de Morris Miller (Resolving the Global Debt Crisis, PNUD, Nueva York, 1989) según el cual hasta 1989 se habían conocido "no menos de 81 planes" para enfrentar el problema de la deuda. Algunos de los materiales donde se hacen recuentos de las principales propuestas de solución, son los siguientes: M. Guergil [1984]; C. Massad [1986; 25 a 30]; S. GriffithJones [1986]; M. Wionczek [1987; 130]; C. Ruiz y S. Fazzani [1990; 239 a 249]; C. Moneta [1987]; CEPAL [1984c; 82 a 89], [1986a; 44 a 54] y [1990b; 71 a 86]; E. Correa [1992b; 108 a 110] y SELA [1989d].

[328] Véase J. Estay [1991a] y [1992a]

[329] Cuatro de los trabajos donde se analizan todos o algunos de esos efectos, son los de D. Tussie [1988a], FMI [1988], R. Goncalves y J. de Castro [1989], D. Tussie y D. Casaburi [1991]. Por nuestra parte, hemos visto aspectos de ese tema en J. Estay y J. Rivera [1991b] y J. Estay y H. Sotomayor [1992b].

[330] Según otras fuentes, las transferencias netas en contra de América Latina alcanzaron montos superiores a los indicados en el Cuadro 1. Por ejemplo, según la CEPAL [1991; 66] la transferencia neta "crediticia" del periodo 198387 para el conjunto de 18 países de la región, fue de 96877 millones de dólares.

[331] Véase CEPAL, Anuario estadístico de América Latina y El Caribe, varios números.

[332] Véase J. Estay [1987a; 9 a 13] y O. Caputo y J. Estay [1987b; 203 a 205]

[333] P. Vuskovic [1990; 82].

[334] En el sentido recién señalado, apuntan las siguientes afirmaciones, la primera correspondiente a A. MacEwan [1990; 110], y la segunda a C. Fortín [1988; 378]:
"… dicho proceso de ajuste en América Latina pudiera cumplir una función positiva a largo plazo desde el punto de vista del capital. Los gobiernos de toda la zona están suprimiendo los costosos programas sociales y manteniendo por los suelos las tasas salariales. La fuerza de trabajo organizada se muestra ineficaz ante tales embates y es probable que a la larga sufra la pérdida de su fuerza política. De modo que la crisis de la deuda está ofreciendo una lógica conveniente para una ofensiva del capital."

"[…] el ejercicio de renegociación de la deuda podría entenderse como una oportunidad para que los elaboradores de políticas gubernamentales conscientes y sus grupos de apoyo socioeconómico introduzcan cambios estructurales presentándolos como requerimientos de la renegociación externamente impuestos."

[335] Si bien en el periodo inmediato previo a esa fecha se habían producido difíciles renegociaciones con varios países de la región por ejemplo, en 1980 con Nicaragua y en 1981 con Bolivia los montos involucrados en el caso mexicano superaban ampliamente a los de cualquier renegociación anterior, y multiplicaban para la banca los riesgos asociados a un posible fracaso de las negociaciones.

[336] Tenemos presente la estrecha relación que ha habido entre la apropiación estatal de los excedentes necesarios para cubrir la deuda, por una parte, y los incrementos en la inflación, las reducciones en la inversión pública y la disminución de los gastos sociales, por otra parte. Lo que queremos destacar, en todo caso, es que a pesar de todo ello, los principales límites al pago de la deuda han provenido hasta ahora no de la resistencia interna a ese tipo de medidas, sino de las dificultades para hacer corresponder, a los excedentes así apropiados, con superávit de exportación equivalentes.

[337] Véanse, entre otros, A. Fishlow [1983; 76-77 y 109], R. Dornbusch [1986; 26 a 30] y CEPAL [1984c; 41 a 45] y [1989 41 a 44].

[338] Con distintos ordenamientos, y sobre todo con diferentes grados de presencia de la fuga de capitales, dichas causas son total o parcialmente analizadas en CEPAL [1983d; 8 a 12], [1984c; 6 a 11] y [1986a; 14 a 18]; W. Eskridge [1987; 72 a 76]; A. Bianchi et. al. [1987; 855 a 859]; O. Martínez [1990; 23 a 30], BID [1985; 33 a 44]; E. García [1988; 14 a 17]; y C. DíazAlejandro [1987; 30 a 34].

[339] También según el FMI (International Financial Statistics, Supplement on price statistics No 12, Washington, 1986) en 1981 hubo disminuciones importantes en los precios en varios de los principales productos de exportación de la región, con caídas cercanas o superiores al 20% en el azúcar, el cacao, la carne de vacuno, el café, el cobre, el estaño y el algodón.

[340] Una argumentación detallada sobre el uso de ese deflactor, se encuentra en C. Massad [1983].

[341] Dicho paquete fue cubierto en su casi totalidad por medio de 900 millones de la Reserva Federal de los EE.UU. en préstamos de trueque, 2000 millones de la Tesorería de ese país en forma de pagos adelantados por petróleo mexicano y 1800 millones del Banco de Pagos Internacionales.

[342] Para el caso de Brasil, en 1983 C. Furtado [1983; 70-71], al argumentar la necesidad de moratoria, planteaba la diferencia a la que nos estamos refiriendo en los siguientes términos:
"… hay que pelear en la dirección de Brasil para transformar la moratoria tácita en la que estamos instalados hoy en día en una moratoria conscientemente asumida a partir de la soberanía nacional. La moratoria tácita es aquella que conviene a los banqueros […]"
Respecto al mismo punto, A. Kaletsky [1987; 147], planteaba lo siguiente:
"Todo el marco de estas negociaciones posteriores al incumplimiento sería muy diferente de los actuales arreglos ad hoc y semivoluntarios para una reestructuración. El principal objetivo de la renegociación actual ha sido proteger la solvencia de los bancos, pero los deudores insistirían en cambiar el énfasis a sus perspectivas de crecimiento interno. En estas negociaciones, las mayores limitante serían, no las máximas concesiones que pueden permitirse los bancos, sino la carga máxima que pueden soportar los deudores."

[343] Véase A. Bianchi el. al. [1987; 889 a 891], C. Massad [1986; 20-22], A. Fraga [1987], J. González [1986; 26 a 28] y R. Devlin [1987b].

[344] Al respecto, cabe recordar la polémica suscitada hacia fines de los años veinte respecto a las reparaciones impuestas a Alemania como parte del Tratado de Versalles y en particular la crítica de Keynes por el "problema de las transferencias", la cual apuntaba a que dichas reparaciones excedían con mucho la capacidad de pago de Alemania, y a la imposibilidad de que existiera una demanda internacional suficiente como para que las exportaciones alemanas alcanzaran los montos requeridos para cubrir los pagos. Véase, J. Keynes [1919; 131 a 135].
Dos materiales donde el análisis de los pagos de la deuda de América Latina se hace a partir del "problema de las transferencias", son el de R. Dornbusch [1986] y el de J. López [1990].

[345] En el caso de Francia, en A. Bianchi et. al. [1987; 890] de donde hemos tomado algunas de las cifras del Cuadro 8 se menciona que durante todo el periodo 187275 obtuvo superávit comercial, en tanto que en J. González [1986; 27] se plantea que sólo en la mitad de ese periodo se dio dicho superávit.

[346] Algunos de los materiales en los que se revisa el tema son F. Castro [1985] y [1989; 114 a 127], G. Biggs [1985], L. Díaz [1989], S. Witcher [1984], E. Calcagno [1987b; 65 a 82] y A. Varela [1988].

[347] Véase E. Calcagno [1987b; 72].

[348] E. Calcagno [1987b; 67], refiriéndose a Argentina, plantea el asunto en los siguientes términos:
"El primer punto que surge es el de las facultades del gobierno de facto para contraer obligaciones que comprometen al país por varios decenios y consecuentemente, el de la validez y perdurabilidad de esas obligaciones"

[349] Respecto a este último punto, en G. Biggs [1985; 171-172], luego de mencionar la existencia de esas cláusulas, se plantea:
"Las anteriores estipulaciones sobre juridicción y ley aplicables, plantean delicadas interrogantes acerca de su validez frente a las disposiciones constitucionales y jurídicas vigentes en la mayoría de los países latinoamericanos que, con diversos matices, prohiben la resolución de los asuntos públicos por jurisdicciones distintas a las nacionales. La infracción a tales disposiciones está generalmente sancionada con la nulidad del acto".

[350] Entre otros, algunos de esos autores son los siguientes: M. Guerguil [1984], O. Caputo [1984a], C. Furtado [1983], A. Kaletsky [1987], A. MacEwan [1987] y [1990; 102 a 114], S. GriffithJones [1988b], R. Devlin [1984], A. Lietaer [1987; 38 a 42], E. Calcagno [1987a; 122 a 125] y CEPAL [1990b; 87 a 102]

[351] The Economist [1983].

[352] CEPAL [1988; 7]

[353] M. Wionczek [1987; 110].

[354] R. Wienert, [1983; 32].

[355] Véase, al respecto, Ch. Kindleberger [1984a; 370] y A. MacEwan [1990; 111].
Cabe mencionar también, que de la diferencia entre el endeudamiento en bonos de los años treinta y en créditos bancarios en los ochenta, se han de

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