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Yahvé, el dios judeo-cristiano (página 3)



Partes: 1, 2, 3

Y aquí, de nuevo, Sofonías quiere imprimir en la Biblia su sello personal, a no ser que nuevamente el mismo "Espíritu Santo" hubiera sido especialmente desmemoriado respecto a las palabras de Yahvé cuando prometió no enviar ningún otro diluvio y no destruir su obra, ésa de la que había dicho que "vio que era buena". En cualquier caso en Sofonías se insiste en amenazar brutalmente con la destrucción de todos "los habitantes de la tierra", de manera que nuevamente el amor de Yahvé brilla por su ausencia, siendo sustituido por el odio más absoluto. De nuevo nos encontramos ante el antropomorfismo de un dios que se arrepiente de haber creado al hombre y que se propone aniqui-larlo, aunque finalmente se arrepienta también de tal decisión. ¡Qué dios tan voluble y tan distinto de un supuesto dios cuya perfección debía implicar la inmutabilidad! ¡Qué muestra de amor infinito y eterno más admirable!

En cualquier caso, por lo que se refiere a estos dos últimos pasajes en los que Yahvé se propone destruir a toda la humanidad, hay que añadir que evidentemente resultan absolutamente contradictorios con la omnisciencia y con la predeterminación divinas, según las cuales todas las acciones y sucesos de la naturaleza están presentes ante dios en todo momento, de manera que ningún suceso podría dar lugar a un cambio de sus planes eternos como si no lo hubiera programado él mismo de acuerdo con su perfección absoluta.

Así que nuevamente nos encontramos ante pasajes que sirven para mostrarnos el carácter antropomórfico de este dios y de los escritos bíblicos. Son pasajes realmente ingenuos, que en ningún caso podrían haber estado inspirados por el supuesto "Espíritu Santo" sino escritos por hombres dotados de una cruel fantasía, pero no de suficiente capacidad lógica para tomar conciencia de la incoherencia de sus propias historias o con las de los demás autores bíblico o con la idea de un dios caracterizado por un amor infinito a su propia creación. Sería realmente absurdo que un dios inmutable, que además se identificaría con el "logos" -con la razón-, estuviera cambiando de opinión de acuerdo con sus variables estados de humor y dependiendo éstos de cómo se produjeran las acciones humanas previamente programadas por él mismo.

"El Señor los consumirá [a sus enemigos] con su ira y el fuego los devorará. Tú borrarás su estirpe de la tierra, y su raza de en medio de los hombres"[103].

Aquí la ira exterminadora de Yahvé se dirige exclusivamente a los enemigos de su pueblo. Los sacerdotes de Israel parecen haber comprendido que una amenaza universal no tiene demasiado sentido y que no es útil para sus propósitos de control sobre el pueblo, pues si Yahvé va a destruir su creación, sin distinción alguna entre quienes le siguen y quienes siguen a otros dioses, ¿de qué sirve obedecerle y ofrecerle sacrificios? También es verdad que, aunque su nueva actitud parece muy alejada del cumplimiento de su precepto de amar a los enemigos, en realidad no lo está, pues hay que tener en cuenta que tal precepto no tenía un carácter universal, sino que se refería a los enemigos pertenecientes al propio pueblo pero no a los auténticos enemigos, los pertenecientes a pueblos que adoraban a otros dioses, a quienes había que combatir y destruir.

"El Señor está a tu derecha; aplasta a los reyes el día de su ira; juzga a las naciones, amontona cadáveres, quebranta cabezas a lo ancho de la tierra"[104].

En esta ocasión nos encontramos ante un pasaje que debió de servir de inspiración al autor de Apocalipsis, último libro de la Biblia, caracterizado por sus narraciones terroríficas e intencionadamente oscuras y "misteriosas". Pare-ce que en este pasaje quien está a la izquierda del Señor es el rey David -de manera que acerca de Jesús, el "Hijo de Dios", ¡nadie sabe nada en estos momentos!-. Lo esencial es la acción exterminadora de Yahvé frente a todo el que no esté con él o con su siervo. ¡Qué obsesión! Pero, ¿qué podría importarle a un dios, que nada necesita, que los hombres le siguieran o se alejasen de él? Es mucho más absurdo que si cualquiera de nosotros nos situásemos delante de un hormiguero y fuéramos matando a todas las hormigas que no nos honrasen con determinada muestra de respeto y sumisión moviendo sus pequeñas antenas. ¡Vaya estupidez más excéntrica! Parece que determinados autores bíblicos quisieron rivalizar para ver quién decía mayores atrocidades y que en la época en que se escribió la Biblia la mentalidad de Israel debió de estar adecuada-mente machacada como para asumir esta serie de absurdos referidos a su dios.

"Haz bien al humilde y no des al malvado; niégale el pan […] Que también el Altísimo odia a los pecadores y se venga del malvado"[105].

Como en otras ocasiones, en este pasaje quien escribe las supuestas palabras divinas afirma claramente que el dios de Israel "odia a los pecadores" y "se venga del malvado". Pasajes como éste, que son tan abundantes, se contradicen con aquellos otros o con aquellas doctrinas de la secta católica que consideran que Yahvé es amor infinito. ¿Qué sentido tendría que ese dios viniera o enviase a su hijo para morir y así redimir a "los pecadores", a quienes odiaba? Pues, ¿no proclaman los dirigentes católicos como dogma de fe que "el hijo de Yahvé" o "el hijo del dios de los cristianos" -de cuyo anterior nombre muy pronto se olvidaron- se encarnó, sufrió y murió en una cruz para redimir de sus pecados a los hombres? ¿Cómo podía entonces odiar a los pecadores? Nueva contradicción evidente. ¡Y vaya preocupaciones atribuyen a Yahvé los inventores de estas fábulas! ¡Un dios que se rebaja a odiar a quienes no pueden causarle la más mínima molestia, a quienes son y actúan de acuerdo con su eterna predeterminación! ¡Con lo desagradable que resulta además vivir odiando! ¡Un dios que se venga, como si alguien hubiera podido dañarle y como si la sed de venganza, conducta irracional propia de seres humanos muy poco racionales, pudiera encontrarse en él o remediase algo del mal causado! ¡Quienes escribieron esas barbaridades no se daban cuenta de que la supuesta misericordia infinita de este dios era más que suficiente para perdonar los pecados del hombre sin necesidad de todas esas historias acerca de la encarnación, pasión y muerte del llamado "Hijo de Dios", al que ni siquiera se nombra en el Antiguo Testamento!

Cada vez que se escriben disparates de esta clase, atribuyéndolos a un dios teóricamente perfecto, se está incurriendo en nuevas contradicciones con la mayor ligereza del mundo. Parafraseando a Stendhal, podría decirse que la única excusa de quienes escribieron tales barbaridades es que su dios no existe, y ellos escribieron lo que les pareció más apropiado para dominar mejor a su pueblo porque fueron ellos quienes lo crearon a su imagen y semejanza.

"[Dijo el Señor:] Dirás: Esto dice el Señor: Aquí estoy contra ti; desenvainaré la espada y mataré a inocentes y culpables"[106].

Por lo que se refiere a este pasaje apenas requiere comentario: ¿Qué clase de dios es ése que castiga a todos con la muerte, sin distinguir entre inocentes y culpables? Sólo un dios asesino, déspota, injusto y nuevamente contradictorio con el teórico dios amoroso y justo podría llegar a desvariar hasta ese punto. Pero, claro está, un ser así no merecería para nada el nombre de "dios". ¡Pobre Yahvé! ¡Cuántas barbaridades le atribuyeron "sus" sacerdotes! ¿Pero acaso no estaban inspirados por el "Espíritu Santo"? Según los dirigentes católicos, sin duda sí lo estaban. Y la verdad es que, aunque parezca que su brutalidad fue realmente extraordinaria, en realidad sólo existen diferencias aparentes entre ellos, pues, en primer lugar, conviene no olvidar que, según la jerarquía católica, su dios no es otro que el dios de Israel -al margen de que estos mismos dirigentes lo adornen con dos acompañantes especiales -"el Hijo" y "el Espíritu Santo"-, absurdamente identificados con ese mismo dios, pero distintos de él en no se sabe qué-; y, en segundo lugar, que la aparente bondad del dios católico es sólo eso: aparente, pues su brutalidad es infinitamente mayor que la del Dios de Israel, aunque aplaza su venganza para después de la muerte, enviando al fuego eterno a todo aquel que no crea en él o no cumpla sus preceptos, a pesar de aquella comedia de "la Redención" por la que Jesús, el "Hijo de Dios", libraba al hombre de sus culpas.

En relación con las ideas de la omnipotencia y de la impasibilidad divina tiene especial interés hacer referencia al libro de Job, donde su autor toma conciencia de la incompatibilidad entre ambas cualidades y del absurdo de que su dios pudiera ser afectado de algún modo por las acciones virtuosas o pecaminosas del hombre.

Se dice en el primer pasaje:

"¿Acaso te causa perjuicio mi pecado…?"[107].

Y, en efecto, el autor de esta obra advierte de forma implícita que, siendo consecuentes con la idea de un dios omnipotente, es realmente presuntuoso por parte del hombre suponer que sus pecados pudieran causar a Yahvé el más mínimo perjuicio. Por ello, como consecuencia de lo anterior, no tendría sentido que éste quisiera vengarse del hombre por su mal comportamiento, y mucho menos vengarse de Job, que es un siervo fidelísimo, como el propio Yahvé reconoce.

Lo mismo habría que decir respecto a la buena conducta del hombre, pues tampoco ésta podría repercutir en un dios perfecto, ni para bien ni para mal, ya que su omnipotencia y su inmutabilidad le situarían más allá de las posibilidades humanas de alterar su estado lo más mínimo, provocando en él cambios de humor, a pesar de la serie de pasajes bíblicos contradictorios en los que la volubilidad divina se manifiesta de manera despiadada y brutal, en contradicción con su inmutabilidad y teniendo en cuenta además que, como tantas veces se ha dicho, las acciones humanas habrían sido programadas por ese mismo dios. Por ello el autor de este libro plantea con plena razón la siguiente pregunta:

"¿Qué saca el Poderoso con que tú seas justo? ¿Qué gana con tu conducta íntegra?"[108],

pregunta que lleva implícita, al igual que en el caso de la anterior, la respuesta según la cual a Yahvé, dada su omnipotencia, nada podrían afectarle ni las buenas ni las malas acciones del hombre.

Existen muchos otros pasajes que muestran una crueldad similar, como son los siguientes:

"Y el Señor me [= a Jeremías] dijo: […] Y aquellos a quienes ellos profetizan serán tirados por las calles de Jerusalén, víctimas del hambre y de la espada; no habrá quien los sepulte, ni a ellos ni a sus mujeres ni a sus hijos; yo haré recaer sobre ellos su maldad"[109].

Pasajes como éste tienen en común el salvajismo con el que se habla de matar a mujeres y a niños, que en ningún caso son presentados como responsables de nada sino sólo como víctimas y como simples propiedades de los cabezas de familia, que reciben la cólera y el despotismo arbitrario de Yahvé al igual que los jefes de tales familias. Pero tales actuaciones no podían ser obra de un dios bueno, por lo que debieron de ser nuevamente la plasmación de la terrorífica imaginación de los sacerdotes y profetas de Israel, inventores de estos relatos, que tenían la finalidad de amedrentar a su pueblo. Sin embargo, los dirigentes de la iglesia católica deben asumir que se trata de sucesos reales ocurridos por voluntad de Yahvé, en cuanto aparecen en relatos bíblicos que, según sus propias palabras, deben considerarse verdaderos por cuanto estarían inspirados por el Espíritu Santo.

"El Señor me habló así:

-No te cases; no tengas hijos ni hijas en este lugar. Porque así dice el Señor de los hijos e hijas que nazcan en este lugar, de las madres que los den a luz y de los padres que los engendren: Morirán cruelmente; no serán llorados ni enterrados, sino que quedarán como estiércol sobre la tierra; perecerán a espada y de hambre, y sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra.

Así dice el Señor: No entres en una casa donde hay duelo; no vayas al duelo ni les des el pésame, porque yo retiro de este pueblo, oráculo del Señor, mi paz, mi misericordia y mi compasión. Grandes y pequeños morirán en esta tierra sin ser enterrados ni llorados"[110].

El texto anterior refleja con la mayor crueldad el temor de los sacerdotes y dirigentes de Israel a que los hombres de su pueblo se unan en matrimonio a mujeres de otros pueblos, en cuanto tal unión podría venir acompañada de la adopción de los dioses de sus mujeres extranjeras y del abandono de su dios Yahvé. Ese temor les lleva a amenazar a su pueblo con que los hijos e hijas que nazcan de esas uniones y sus respectivos padres y madres "morirán cruelmente [y] quedarán como estiércol sobre la tierra [o como] pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra".

Ante una actitud tan cruel, injusta y brutal por parte de Yahvé, aunque los dirigentes actuales de la secta católica pudieran escandalizarse por ella, en realidad no tendrían por qué, pues a lo largo de su historia estos dirigentes han cometido crímenes y asesinatos tan graves o mucho más que los cometidos por su dios, como los de su "Santa Inquisición", sus "cruzadas", sus brutales asesinatos durante la conquista de América o su complicidad con dictaduras criminales. Pero en cualquier caso este dios nada tendría que ver con el dios misericordioso del que hablan los dirigentes de esta secta.

"Por eso, así dice el Señor: […] Por tus prácticas idolátricas haré contigo [con Israel, su pueblo] lo que nunca he hecho y jamás volveré a hacer: los padres se comerán a sus hijos, y los hijos a sus padres"[111].

Este pasaje tiene la inefable brutalidad de algunos otros en los que Dios decide el canibalismo de padres contra hijos y de hijos contra padres. En la actualidad acciones como ésa serían objeto de la mayor y más horrorizada repulsa, pero, siendo Yahvé quien las ordena, son plenamente respetables y santas. Pero, ¿cómo un dios inmutable, bueno y justo pudo considerar como santas aquellas mismas acciones que a la vez prohibía como infames? La explicación es la misma que ya hemos dado en los demás casos: Recordemos que todos estos escritos, al margen de lo que diga la jerarquía católica, no son el resultado de la inspiración del "Espíritu Santo" sino amenazas inventadas por los dirigentes de Israel para tener subyugado a su pueblo. ¡Qué triste y patético sería someterse y adorar a un dios capaz de realizar semejantes atrocidades!

"Y pude oír lo que [el Señor] dijo a los otros:

-Recorred la ciudad detrás de él, matando sin compasión y sin piedad. Matad a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres, hasta exterminarlos"[112].

Igualmente este pasaje, en el que Yahvé ordena matar sin compasión y sin piedad, además de ser un nuevo ejemplo de la máxima atrocidad despótica, representa una actitud contraria respecto a las virtudes que en otros momentos defiende ese dios: La compasión y la piedad. Y, para colmo, ¡Yahvé no sólo no es compasivo sino que además ordena que no se tenga compasión ni piedad de nadie!: "Matad a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres, hasta exterminarlos". ¡Otra muestra insondable de la bondad, misericordia e infinito amor de Yahvé! ¡¿Cómo es posible que se siga aceptando una religión tan absurda, cuyo fundamento esencial se encuentra en textos tan salvajes como éstos, que supuestamente reflejan la palabra y las acciones tan criminales de su dios?!

Entre los abundantísimos pasajes donde pueden observarse otras actuaciones similares de Yahvé en esta misma línea de crueldad despótica y asesina, aunque se encuentran a lo largo de toda la Biblia, tienen especial interés los que aparecen en Éxodo, en Números, 14:29-30, 14:32-36, 16:20-21, 17:6-11, 27:12-14, en Deuteronomio, 28:49-68, en Josué, en 2 Reyes, 9:6-10, en Isaías, en Jeremías, en Ezequiel… y en Apocalipsis.

Del politeísmo al monoteísmo

Los dirigentes de la secta católica afirman la existencia de un solo dios, pero incurren en una contradicción en cuanto la Biblia, ¡palabra de su dios! acepta la existencia de muchos dioses.

En efecto, desde sus comienzos la secta cristiana ha defendido la existencia de un solo dios, aunque, de acuerdo con su dogma de la Trinidad, ha considerado que ese dios se manifestaba bajo la forma de "tres personas iguales y realmente distintas", lo cual no hay por dónde cogerlo, pues si son iguales no podrían ser distintas, es decir, no-iguales, mientras que si son distintas, es decir, no-iguales, entonces no podrían ser iguales. A tales personas las llaman "Padre", "Hijo" y "Espíritu Santo". Ahora bien, si las contradicciones no tuvieran relevancia alguna en los intentos de dar una explicación racional de la realidad, en ese caso podría aceptarse el dogma de la Trinidad y cualquier otro que se les ocurriese, pero lo más grave de todo es que el evangelio de Juan identifica al dios cristiano con la razón, y desde dicha razón no hay manera de justificar una ocurrencia como la que expresa un dogma como ése, tan absurdo como innecesario.

En el Antiguo Testamento sólo se habla de Yahvé, que es el equivalente del Dios Padre del Nuevo Testamento, pero nada se dice del "Hijo", ni del "Espíritu Santo" -aunque en algunas ocasiones se habla de "el espíritu de Dios", del mismo modo que se hubiera podido hablar de "la cólera de Dios" o de "la omnipotencia de Dios", y no por ello se habla de "la Cólera de Dios" ni de "la Omnipotencia de Dios" como personas divinas, pero dejo para el capítulo correspondiente el comentario sobre esta contradicción.

Lo que en estos momentos se va a considerar es la contradicción según la cual, mientras los dirigentes de la iglesia católica proclaman la existencia de un solo dios, la Biblia -a lo largo de diversos libros del Antiguo Testamento– afirma la existencia de una multitud de dioses relacionados con los diversos pueblos con los que Israel mantuvo algún contacto. Los sacerdotes de Israel aceptan en diversos momentos que tales dioses existen y que tienen su propio poder, aunque progresivamente van afirmando la primacía de Yahvé sobre todos ellos y finalmente proclaman la unicidad de dios, identificado con su dios Yahvé.

A continuación se muestra una serie de pasajes relacionados con esta temática y se realiza el comentario correspondiente de aquéllos que tienen alguna peculiaridad destacable. Los pasajes seleccionados en que se afirma la existencia de todos esos dioses distintos de Yahvé es un poco amplia y, por ello, he elegido algunos especialmente representativos para que pueda comprobarse en cuántas ocasiones los autores bíblicos han estado obsesionados por la serie de dioses que en algún momento representaron una tentación para el pueblo de Israel, tentación en la que en diversas ocasiones cayó, provocando la reacción sanguinaria de Yahvé o, más exactamente, de sus sacerdotes, cuyo despiadado poder sobre el pueblo pudo determinar matanzas brutales contra aquellos cuya actitud, al adorar a otros dioses, pudo llegar a convertirse en un grave peligro para el mantenimiento de este férreo control sacerdotal:

a) "Jacob dijo a su familia y a todos los que estaban con él:

-Tirad los dioses extraños que tengáis"[113].

En este pasaje puede observarse que no se habla de falsos dioses sino de "dioses extraños", es decir, ajenos, dando por hecho su existencia, pero considerando que no tenían "jurisdicción" alguna sobre Israel, que por encima de todo debía permanecer fiel a Yahvé, quien habría establecido una alianza con Abraham con carácter exclusivo respecto a otros dioses. También tiene interés ver cómo en este pasaje Jacob ordena a su gente que "tiren" los dioses extraños, pues dicho verbo sugiere que tales dioses, en lugar de tener determinado poder sobre el pueblo, son simples objetos materiales con ciertos poderes mágicos, pero tan insignificantes que se les puede "tirar" sin plantearse siquiera la posibilidad de que tomen represalia alguna por tal desprecio.

b) "No tendrás otros dioses fuera de mí […] porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los que me aborrecen en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación"[114].

c) "No invocarás el nombre de otros dioses; que no lo pronuncie tu boca"[115].

d) "Así pues, respetad al Señor y servidle en todo con fidelidad; quitad de en medio de vosotros los dioses a los que sirvieron vuestros antepasados en Mesopotamia y en Egipto, y servid al Señor"[116].

e) "No tendrás un dios extraño, no adorarás a un dios extranjero"[117].

En los textos b, c, d y e Yahvé -o más exactamente los creadores de tal invención- amenaza de forma explícita a quien desobedezca -y a su descendencia- por seguir adorando a otros dioses. A pesar de lo que digan estos pasajes, no se trata de que Yahvé sea un dios celoso -¿de quién iba a sentir celos?-, sino de que los sacerdotes quieren afianzar su autoridad, y para este fin "ensalzan" a Yahvé, presentándolo como un dios terrible y celoso de la fidelidad de su pueblo. Pero, ¿cómo hubiera podido Yahvé sentir celos de los otros dioses, si su poder infinito [?] hubiera podido destruirlos instantáneamente? Los sacerdotes de Israel complementan esta idea con la farsa de hacerse pasar por intermediarios de Yahvé con su pueblo, pues al parecer su dios es tan majestuoso y terrible que no puede mostrarse directamente ante su pueblo, pues quien le ve muere[118]

* En los textos que siguen a continuación se plantea de manera conflictiva y sanguinaria la relación de Israel con los pueblos que tienen otros dioses, de manera que Yahvé interviene con absoluta crueldad para alejar a su pueblo de tales dioses, o inflige castigos crueles a Israel como si no hubiera mayor delito que el de adorar a otros dioses, al margen de que se siga adorando a Yahvé. También es especialmente significativo que los sacerdotes no duden de la existencia de los dioses extranjeros ni del derecho de cada pueblo a adorar a sus respectivos dioses. Lo que les preocupa es que Israel deje de servir a Yahvé, pues este dios representa la mayor fuerza con que cuentan para hacerse obedecer por su pueblo, de manera que, si éste dispersara su sumisión a Yahvé adorando a otros dioses, eso implicaría la pérdida del poder absoluto de los sacerdotes de Yahvé, en cuanto este poder se fundamenta en su supuesta misión de intermediarios entre Yahvé y su pueblo:

a) "Yo [= Yahvé] os entregaré a los habitantes del país, y tú los echarás de tu presencia. No hagas pacto con ellos ni con sus dioses. No los dejes vivir en tu tierra, no sea que te inciten a pecar contra mí, dando culto a sus dioses; eso sería tu ruina"[119].

Este pasaje pone nuevamente de manifiesto el interés de los sacerdotes de Israel en mantener la exclusividad por lo que se refiere a la religión de su pueblo frente a la posibilidad, impensable en aquella cultura, de aceptar una "libertad religiosa" por la que los israelitas pudieran adorar a los dioses de otros pueblos o no adorar a ninguno. Pero el mismo hecho de que se ordene a Israel que no haga "pactos" con los dioses de otro país es una manera de situar a esos dioses en pie de igualdad con Yahvé, quien había hecho ya una primera "alianza" con Israel a la que éste debía mantenerse fiel. Es igualmente llamativa la intransigente discriminación religiosa de los dirigentes de Israel cuando se dice en este pasaje "No los dejes vivir en tu tierra", por ese temor a que pudieran contaminar a Israel con creencias relacionadas con otros dioses.

b) "Israel se estableció en Sitín y el pueblo se entregó al desenfreno con las moabitas. Éstas los invitaron a los sacrificios de sus dioses, y el pueblo comió y se postró ante ellos […] Entonces el Señor dijo a Moisés:

-Reúne a todos los jefes del pueblo y cuélgalos ante el Señor, cara al sol, para que la cólera del Señor se aparte de Israel"[120].

En este pasaje se pone en evidencia la enorme brutalidad de los castigos de los sacerdotes de Israel contra los inductores al delito de adorar a otros dioses. Sin embargo, los motivos de estos severos castigos no son, ni mucho menos, de carácter religioso, del mismo modo que tampoco lo fueron los castigos y las persecuciones de la Inquisición contra los reformadores religiosos de la Edad Media, como los albigenses o los de momentos posteriores, como Wyclef, Hus, Lutero, Zuinglio o Calvino, o como el de la condena de Galileo por su simple defensa de una verdad científica que los dirigentes católicos consideró peligrosa para su prestigio y, en consecuencia, para el buen funcionamiento de su negocio político y económico, que era lo que verdaderamente les importaba. Como ya se ha dicho en reiteradas ocasiones, el motivo de estos severos castigos era de tipo político: Los sacerdotes querían mantener y reforzar su poder sobre el pueblo y, por ello, se les ocurrió la genial idea de crear un dios como Yahvé, que tuviera celos y se encolerizase de modo terrorífico cuando su pueblo cayese en la tentación de adorar a los dioses de los pueblos vecinos o a los de aquellos otros con los que establecían contacto por motivos bélicos o de cualquier otro tipo. Esta interpretación, que podría tratarse de una simple conjetura indemostrable, aparece con un valor mucho más claro cuando se tiene en cuenta que en situaciones en las que los sacerdotes ya no controlan el poder, en cuanto lo han perdido y ha ido a parar a manos de los reyes a partir de Saúl, no aplican tales castigos tan severos por motivos como los anteriores. En este sentido, el caso más llamativo con una diferencia abismal es el del rey Salomón, del que se ha hablado antes.

c) "Se prostituyeron ante otros dioses y los adoraron"[121].

Este pasaje simplemente habla de un modo despectivo contra aquellos israelitas que así se comportaron, pero muestra, al igual que todos los demás, la obsesión de los sacerdotes de Yahvé por impedir la dispersión religiosa por lo que se refiere a las creencias de Israel, en cuanto tendría consecuencias nefastas para el mantenimiento de su autoridad sobre el pueblo.

d) "El sacerdote Yoyadá ordenó a los jefes de centuria que estaban al mando del ejército:

-Sacadla [a Atalía] fuera del recinto [del templo] y matad a todo el que la siga.

Como el sacerdote había dicho que no la mataran en el templo del Señor, la prendieron y pasada la puerta de las caballerizas del palacio real, la mataron. Yoyadá selló un pacto con el rey y el pueblo por el cual se comprometían a ser el pueblo del Señor. Inmediatamente todo el pueblo irrumpió en el templo de Baal y lo demolió. Hicieron astillas sus altares e imágenes y allí mismo, delante de los altares, degollaron a Matán, sacerdote de Baal"[122].

Nos encontramos de nuevo aquí con un ejemplo más de matanzas por causas aparentemente religiosas ¿Qué necesidad y qué derecho tenía ese sacerdote, Yoyadá, para realizar "un pacto" a fin de que su pueblo aceptase a Yahvé como su dios? ¿Qué derecho tenían a asesinar a quienes adoraban a otro dios? ¿Qué interés o qué necesidad habría tenido Yahvé de ampliar el número de pueblos que le adoraba y le obedecía? A lo largo del Antiguo Testamento se presenta a Yahvé como un dios dependiente de su pueblo en lugar de ser autosuficiente, de modo que simplemente ayudase a su pueblo sin pedir nada a cambio, pues nada podía darle éste que él no tuviera. Es evidente por ello que a quien podía interesar ese pacto no era a Yahvé sino a los sacerdotes de Israel, que así afianzaban su poder sobre el pueblo.

e) [Moisés dijo] "Y en efecto, ¿qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella, como lo está el Señor nuestro Dios, siempre que lo invocamos?"[123].

En este pasaje el propio Moisés acepta la existencia de otros dioses, sólo que más lejanos que Yahvé, que, según Moisés, siempre está con su pueblo para ayudarle, a pesar de que, como se ha podido ver, es en realidad un dios lejano, sospechosamente lejano, que sólo entabla contacto con su pueblo a través de sus sacerdotes [?], los cuales podrán comunicar o exigir a su pueblo "en nombre de Yahvé" cualquier ocurrencia que les venga en gana. Las palabras atribuidas a Moisés son asombrosamente cínicas, teniendo en cuenta aquel pasaje en el que el mismo dirigente tuvo que establecer unos límites a los pies del monte Sinaí para evitar la proximidad del pueblo a Yahvé ante cuya presencia el pueblo podría morir, lo cual dice mucho del carácter terrible de aquel Yahvé y nada en favor de su "cercanía". Pero los sacerdotes y autores de estos pasajes bíblicos no se detienen para realizar comentarios coherentes respecto a Yahvé, pues saben que su pueblo está tan convencido del carácter incomprensible de su dios que acepta cualquier cosa que Moisés o cualquier otro dirigente ordenen en su nombre.

f) Respecto a la creencia en esos otros dioses pueden recordarse además las primeras plagas de Egipto, donde los sacerdotes del faraón compiten con Moisés en hacer prodigios. Y así, en la Biblia se afirma que, cuando Aarón por orden de Yahvé tiró su cayado y éste se convirtió en una serpiente,

"los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos: tiró cada uno su bastón, y también se convirtieron en serpientes"[124],

lo cual es una manera explícita de reconocer que no sólo Yahvé poseía poderes sobrenaturales sino que también los tenían los dioses de esos magos egipcios. ¿Por qué el autor de este pasaje bíblico urde la mentira según la cual los magos egipcios tienen también poderes sobrenaturales? Pues porque de ese modo, reconociendo el poder de los dioses de otros pueblos, entiende que será más fácil que el propio pueblo acepte que Yahvé, su dios, se encuentra igualmente en posesión de tales poderes pero en un grado superior, mientras que, si hubiera negado ese poder a los dioses extranjeros, tal actitud hubiera podido dar pie a que la desconfianza en la existencia y en el poder de los dioses se hubiera generalizado, extendiéndose al propio Yahvé, a la veracidad de sus sacerdotes cuando hacían creer a su pueblo que ellos se comunicaban con su dios, y, finalmente, a la propia autoridad de tales sacerdotes sobre el pueblo, en cuanto el fundamento más fuerte de ésta radicaba en su fingida relación y proximidad exclusiva con Yahvé.

Por otra parte, a fin de que el pueblo de Israel no se preocupase por el poder de los dioses egipcios, se indica en la Biblia que la magia de Yahvé fue superior a la de los magos egipcios, pues a continuación

"el cayado de Aarón devoró los bastones de los magos"[125].

Estos actos de magia, realizados por el poder que daban a Moisés y a los magos egipcios sus respectivos dioses, no se produjeron únicamente en ese momento puntual sino también durante las dos primeras plagas de Egipto en las que supuestamente Aarón, bajo las órdenes de Moisés, y éste, bajo las de Yahvé, hicieron que el agua de Egipto se convirtiera en sangre, pues

"los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos"[126].

Posteriormente, en la segunda plaga, Aarón, cumpliendo las órdenes de Moisés y de Yahvé (?), ordenó que se produjera una plaga de ranas en el Nilo, pero también en este caso,

"los magos hicieron lo mismo con sus encantamientos, con-siguiendo que surgieran ranas por todo el país"[127].

Estos hechos son una clara demostración de que para los sacerdotes de Israel, según se da a entender en la Biblia, los otros dioses no sólo existían sino que también tenían sus poderes con los que podían oponerse al poder de Yahvé, a pesar de que el de éste fuera superior.

Pero lo que resulta evidente es que el concepto de un dios omnipotente, como debía serlo el dios judeo-cristiano, sería incompatible con la existencia de otros dioses cuyos designios pudieran oponerse a los del primero. Es decir, si existiera un dios omnipotente, no podría haber ningún otro que pudiera enfrentarse a él. Esa doctrina sería pura mitología infantil, al margen de que la otra también lo sea.

g) "…cuando el Señor tu Dios te los haya entregado [= los pueblos que habitan la "tierra prometida"] y tú los hayas derrotado, los consagrarás al exterminio. No harás pactos ni tendrás miramientos con ellos: no darás tu hija a su hijo, ni casarás a tu hijo con su hija, porque ellos los apartarían de mí para que den culto a otros dioses"[128].

Pasajes como éste, relacionados con los pueblos que habitaban la "tierra prometida", representan el colmo de la brutalidad y de la crueldad por parte de los dirigentes de Israel, que no se conforman con luchar contra esos pueblos con el fin de apoderarse de sus tierras sino que además, no contentándose tampoco con prohibir los matrimonios con los habitantes de esos pueblos para evitar la contaminación religiosa del pueblo de Israel, ordenan, en nombre de Yahvé, el exterminio de su población. Como ya sabemos, el miedo al culto a otros dioses es propio de los sacerdotes de Israel no porque tales dioses sean "falsos" sino porque alejarían al pueblo de la "obediencia a Yahvé", es decir, de la obediencia a los sacerdotes dirigentes de Israel.

Tanto en éste como en otros textos similares se da la paradoja de que los sacerdotes de Israel comunican a su pueblo la serie de matanzas que Yahvé ha realizado contra su pueblo por haberle abandonado, pero no se les ocurrió que con la misma facilidad con que castigó tal delito podía haber utilizado su poder para evitar que el pueblo de Israel fuera seducido por los dioses de otros pueblos y de este modo no habría tenido que exterminar a los que habitaban la "tierra prometida" antes de la llegada de su pueblo. Es evidente que, si no se les ocurrió esta idea, el motivo no fue otro sino el de que las supuestas órdenes que daban a su pueblo "en nombre de Yahvé" eran órdenes que provenían exclusivamente de ellos mismos, mintiendo con total desprecio. Por ello, la explicación de la anterior cuestión es evidente: En realidad Yahvé no pudo elegir entre estas dos opciones por la sencilla razón de que él mismo era sólo una invención de los sacerdotes de Israel, y, mientras éstos pudieron masacrar a los pobladores de la "tierra prometida", no quisieron arriesgarse a adoptar la otra medida, pues no estaban seguros de poder controlar la curiosidad de los israelitas por conocer y relacionarse con esos otros pueblos en cuanto podrían llegar a adorar a sus dioses. Por ello, la mejor solución para mantener sometido al pueblo a su autoridad y a su dios era exterminar sin piedad y sin escrúpulos a esos otros pueblos, y, con ellos, a sus dioses, en lugar de buscar una convivencia pacífica junto a ellos.

La obsesión de los sacerdotes judíos por evitar que su pueblo llegase a adorar a otros dioses era tan grande que advertencias o amenazas como las anteriores se repiten de modo llamativamente insistente, como puede verse en los textos siguientes:

– "Pero, si te olvidas del Señor tu Dios y sigues a otros dioses, dándoles culto y postrándote ante ellos, entonces os juro hoy que pereceréis sin remedio. Lo mismo que las naciones que el Señor va a aniquilar delante de vosotros, así también pereceréis vosotros por no haber obedecido al Señor vuestro Dios"[129].

– "Cuando el Señor tu Dios haya aniquilado ante ti las naciones que vas a despojar; cuando las hayas despojado y habites en sus dominios, ten cuidado para no caer en la trampa siguiendo su ejemplo […]. No busques, pues, a sus dioses diciendo "Yo también voy a dar culto a los dioses a quienes esos pueblos daban culto". No procederás así con el Señor tu Dios, ya que nada hay más odioso y abominable para el Señor que lo que hacían estos pueblos por sus dioses, pues incluso quemaban a sus hijos e hijas en honor a sus dioses"[130].

– "Si rompéis la alianza que el Señor vuestro Dios hizo con vosotros, dando culto a otros dioses y postrándoos ante ellos, entonces se desatará la ira del Señor contra vosotros y muy pronto desapareceréis de esta tierra buena que él os ha dado"[131].

Esta reiteración obsesiva de pasajes en los que se persigue esa misma finalidad de alejar al pueblo de la tentación de adorar a otros dioses suscita la idea de que los sacerdotes de Israel eran plenamente conscientes de que todo este asunto era pura comedia, de que en realidad sabían que no había ningún dios, pero también que, como a ellos les interesaba que el pueblo creyese en todo ese montaje, en lugar de negar la existencia de otros dioses -lo cual, como ya se ha dicho, hubiera podido llevar al pueblo de Israel a dudar también de la existencia del suyo-, dijeron a su pueblo que no debían adorarlos porque habían hecho un pacto con el Señor y le debían una fidelidad absoluta.

Como se verá luego, será más adelante, en el momento en que Israel sea más fuerte y su religión esté más consolidada como consecuencia de esta fortaleza, cuando se atrevan a decir que los otros dioses son muy inferiores a Yahvé, que Yahvé es el dios de los dioses y, finalmente, que Yahvé es el único dios.

* A continuación puede comprobarse la ira de Yahvé -o, la de sus sacerdotes- cuando su pueblo cae en la tentación de adorar a otros dioses. Como en tantas otras ocasiones, es realmente infantil y antropomórfico que digan que "el Señor se encolerizó", pues eso es presentar a la divinidad como si fuera un vulgar reyezuelo que coge caprichosas rabietas porque su pueblo no le quiere lo suficiente o porque no le hace los regalos que a él le gustarían, ya que un dios perfecto debería ser inmutable y, por lo mismo, no podría estar sometido a cambios de humor, y mucho menos que éstos se debieran a una realidad ajena a él mismo, como lo sería la conducta de su pueblo.

Los textos en cuestión dicen:

a) "Los israelitas volvieron a ofender al Señor con su conducta; adoraron a Baal y Astarté, a los dioses de Aram, Sidon, Moab, de los amonitas y de los filisteos. Abandonaron al Señor y no le dieron culto. Entonces el Señor se encolerizó contra los israelitas y los entregó en poder de los filisteos y de los amonitas"[132].

Textos como éste, además de afirmar la existencia de otros dioses, inventan una causa que explica un hecho no deseado: En este caso concreto se dice que el Señor se encolerizó y como consecuencia los israelitas fueron derrotados en lugar de decir simplemente que los israelitas fueron derrotados por los filisteos porque éstos eran superiores en número o por cualquier otra causa. Los dirigentes israelitas aprovechan los buenos resultados bélicos para proclamar que Yahvé les ha dado la victoria, y los malos, para decir que Yahvé les ha castigado -en lugar de reconocer que su dios no ha intervenido para nada, ni en su victoria ni en su derrota, por la sencilla razón de que no existe-.

b) "El Señor les respondió:

-Cuando los egipcios, los amorreos, los amonitas, los filisteos […] os oprimían y clamasteis a mí, ¿no os salvé de ellos? Sin embargo, vosotros me habéis abandonado para dar culto a otros dioses. Por eso no os salvaré ya más. Id, invocad a los dioses que os habéis elegido. Que os salven ellos en la hora del peligro"[133].

En este texto su autor pone en boca de Yahvé la decisión de abandonar a su pueblo, animándole incluso a que invoque a otros dioses. Se trata de un nuevo engaño para conseguir una sumisión más ciega del pueblo a sus dirigentes. El mismo tono de este mensaje no parece en absoluto propio de un dios, sino sólo el de un cacique enfadado con su gente por el escaso aprecio que percibe en ella. Parece que los sacerdotes de Israel no tuvieron la suficiente habilidad para redactar un mensaje más digno de un dios y no tan lleno de absurda indignación.

c) "Fue el Señor Dios de Israel, el que expulsó a los amorreos ante su pueblo, Israel, ¿y pretendes tú ahora quitarle su posesión? ¿Acaso no posees tú todo lo que tu dios Camos te ha dado?"[134].

El presente texto tiene un interés especial por cuanto en él se habla de otro dios, llamándole incluso por su nombre, y se le reconoce además cierta posición de igualdad respecto a Yahvé, en cuanto Jefté se indigna de que el rey de los amonitas pretenda que Israel abandone los territorios donde habitaban los amorreos y, en consecuencia, envía emisarios al rey de los amonitas para aclararle que tanto los amorreos como los israelitas poseen los territorios que su respectivo dios les ha concedido.

Con estas palabras Jefté acepta que, del mismo modo que ellos han obtenido la "tierra prometida" gracias a Yahvé, también los amonitas tienen sus posesiones gracias a su dios Camos. Es evidente por ello que para los israelitas no había problema alguno en aceptar la existencia de diversos dioses, aunque cada uno en su respectiva área de influencia, su respectivo pueblo, que le hacía ofrendas y sacrificios a cambio de los bienes y de la protección que éste le daba.

d) De hecho en el texto que sigue el único inconveniente que encuentra Samuel para que los israelitas adoren a otros dioses es que éstos son "extranjeros" pues los israelitas se deben a su propio y exclusivo dios, que es quien les ha dado y les seguirá dando protección si sólo le adoran a él. En efecto, se dice en 1 Samuel:

"Y Samuel dijo a todo el pueblo de Israel:

-Si queréis convertiros al Señor de todo corazón, quitad de entre vosotros los dioses y diosas extranjeros, volveos hacia el Señor y adoradlo sólo a él, y el Señor os librará de los filisteos"[135].

e) Y el propio Yahvé -o el autor del pasaje siguiente- se queja de que los israelitas le han abandonado para dar culto a dioses "extranjeros", lo cual significa que la queja no es por haber adorado a ídolos o a "falsos dioses" sino a dioses tan reales como el propio Yahvé, pero que pertenecían a otros pueblos y, en consecuencia, tenían una jurisdicción distinta y nada tenían que ver con Israel, que había establecido una alianza eterna con Yahvé, que había sido liberado por él de la opresión de diversos pueblos y le había proporcionado la victoria en sus batallas para conquistar la "tierra prometida":

"[El Señor dijo:] me han abandonado para dar culto a dioses extranjeros"[136].

¡Pobrecito Yahvé! ¡Qué triste debió de ser para él ser abandonado por su propio pueblo! ¡Qué solo debió de encontrarse!

f) En el siguiente pasaje Yahvé reitera la prohibición de que los israelitas se casen con mujeres extranjeras por el temor a que éstas les alejen del culto a Yahvé, lo cual habría desencadenado su cólera y los correspondientes castigos, como la misma muerte, a quienes hubiesen incurrido en ese delito. Sin embargo, en este pasaje llama la atención que el rey Salomón actúe impunemente en contra de esta prohibición, casándose con setecientas mujeres extranjeras, teniendo trescientas concubinas y ofreciendo sacrificios a sus respectivos dioses. Como ya se ha comentado antes, la única explicación para esta tolerancia de Yahvé con Salomón consiste en que éste era la máxima autoridad de Israel y que, por ello mismo, los sacerdotes, a pesar de su enorme poder, no podían hacer nada contra él, hasta el punto de que quien escribe este relato sólo se atreve a decir que Salomón "no fue tan fiel como su padre" y que "el Señor se irritó contra Salomón". Sin embargo, el poder de Yahvé fue por completo insuficiente para castigar a Salomón por la sencilla razón de que el poder de un dios inexistente es nulo:

"El rey Salomón se enamoró de muchas mujeres extranjeras, además de la hija de faraón […], respecto a las cuales el Señor había ordenado a los israelitas: "No os unáis con ellas en matrimonio, porque inclinarán vuestro corazón hacia sus dioses". Sin embargo, Salomón se enamoró locamente de ellas, y tuvo setecientas esposas con rango real, y trescientas concubinas. Ellas lo pervirtieron y cuando se hizo viejo desviaron hacia otros dioses su corazón, que ya no perteneció al Señor, como el de su padre David. Dio culto a Astarté, diosa de los sidonios, y a Moloc, el ídolo de los amonitas […] Otro tanto hizo para los dioses de todas sus mujeres extranjeras, que quemaban [en los altares] perfumes y ofrecían sacrificios a sus dioses. El Señor se irritó contra Salomón porque apartó su corazón del Señor, Dios de Israel"[137].

g) Más adelante se insiste en estas mismas ideas: No se niega que existan otros dioses, sino que se reafirma que Yahvé es un dios celoso y quiere que sólo se le adore a él. Ahora bien, como sabemos que Yahvé es una creación de los sacerdotes, lo que se presenta como deseo de Yahvé es en realidad un deseo de los sacerdotes, y lo que éstos desean es que su pueblo no obedezca a otra autoridad que a la suya. Los demás dioses, aunque se acepta su existencia, representan un peligro para los sacerdotes de Yahvé y por eso éstos amenazan incesantemente a su pueblo para que no los adore. Esas amenazas tienen sentido en la medida en que se crea en la existencia de esos otros dioses y se considere que el pueblo podría llegar a sentirse atraído por ellos:

"El Señor había hecho con ellos una alianza y les había ordenado:

-No veneréis a dioses extraños ni los adoréis, no les deis culto ni les ofrezcáis sacrificios. Sólo al Señor, que os sacó de Egipto con brazo poderoso, adoraréis y ofreceréis sacrificios […] No daréis culto a otros dioses […] Sólo el Señor será vuestro Dios, y él os librará de vuestros enemigos"[138].

Politeísmo jerárquico: Transición al monoteísmo

A continuación se hace referencia a algunos pasajes en los que, además de aceptarse la existencia de otros dioses, se habla de la distinta categoría y poder entre ellos y Yahvé, considerando a este último como el dios más poderoso, que podrá incluso eliminar a los demás dioses (texto a), como "el Dios de los dioses" (texto b), como el más grande de todos ellos (texto c), que ejerce como juez en medio de los dioses (texto d), o que incluso ordena a todos los demás dioses que se postren ante él.

Todos estos pasajes son la expresión de un politeísmo jerárquico, en el que Yahvé es el dios supremo, pero en el que se acepta que esos otros dioses existen y tienen cierto poder, aunque sea inferior al de Yahvé.

Así se deja ver en los textos siguientes:

a) "El Señor será terrible contra ellos, eliminará a todos los dioses de la tierra"[139].

Es evidente que Yahvé sólo podría eliminar a todos los dioses en cuanto éstos existieran, pues no tendría sentido hablar de la eliminación de lo que no existe. Además, a los sacerdotes de Israel les interesa hacer creer a su pueblo que los otros dioses existen para reforzar la creencia en la existencia de Yahvé y que siempre se mantenga fiel a él.

b) "El Señor, el Dios de los dioses, habla y convoca a la tierra desde oriente a occidente"[140].

Si Yahvé es el dios de los dioses, su título sería ridículo en el caso de que se negase la existencia de estos dioses sobre los cuales reina. Es decir, a los sacerdotes de Yahvé no sólo no les preocupa la existencia de otros dioses sino que incluso les sirve para remarcar de forma especial el gran poder de su dios, en cuanto lo presentan ante su pueblo como "dios de los dioses".

c) "Porque el Señor es un Dios grande, rey poderoso más que todos los dioses"[141].

Al igual que en texto anterior sería ridículo decir que Yahvé es más poderoso que todos los dioses si resultase que tales dioses no existen. Por ello este pasaje sólo tiene sentido en cuanto su autor esté tan convencido de la existencia de Yahvé como de la existencia de los otros dioses.

d) "Dios se levanta en la asamblea divina, y ejerce como juez en medio de los dioses"[142].

En este pasaje se afirma con claridad la existencia de esos otros dioses en cuanto Yahvé sólo puede ejercer como juez en la medida en que existan y estén presentes en dicha asamblea.

e) "¡Que se postren ante él todos los dioses!"[143].

Y aquí evidentemente los demás dioses sólo podrán postrarse ante Yahvé si existen, lo cual parece claro en la mente del autor de este pasaje al margen de que éste fuera consciente del carácter teatral de sus palabras, referidas a Yahvé y a los otros dioses.

* Frente a lo dicho anteriormente acerca de la diversidad de dioses cuya existencia se acepta por los dirigentes de Israel, progresivamente van desapareciendo todos ellos y al final sólo queda Yahvé. En cualquier caso, de nuevo nos encontramos con que, si la Biblia es la palabra de un dios, y este dios se contradice con tanta facilidad, eso significa que Yahvé no es un dios, al margen de que, como se ha explicado al principio de este trabajo, el concepto de un dios perfecto sea contradictorio con el concepto antropomórfico del dios judeo-cristiano, tal como se ha podido ver.

2.6. La astucia de los sacerdotes de Israel

El texto siguiente refleja -como en tantas otras ocasiones- los intereses y ambiciones materiales de los sacerdotes israelitas, que piden a su pueblo toda una serie de bienes "para su dios", aunque evidentemente son para su exclusivo disfrute, pues ¿de qué iban a servirle a su dios? Está claro que éste no tenía necesidad alguna de las ofrendas, ¡alimentos! y sacrificios que aquí se exigen, ya que por su omnipotencia y perfección no habría necesitado de ninguno y, en consecuencia, era ridículo suponerle dependiendo de las ofrendas de su pueblo.

Sin embargo, tanto entonces como ahora, la ingenuidad del pueblo determina que los sacerdotes de las diversas religiones se sigan enriqueciendo con las limosnas de sus fieles y con los robos de sus dirigentes -por ejemplo, "inmatriculando" bienes a su nombre aquí en España[144]en cuanto nuestras leyes se lo han estado permitiendo- o mediante el chantaje a los gobiernos de los países donde tienen influencia política y social para que éstos les entreguen una parte de los impuestos que el pueblo paga para fines que nada tienen que ver con el enriquecimiento insaciable de los dirigentes "religiosos". En este sentido, se dice en Números:

"El Señor dijo a Moisés:

-Di a los israelitas: No os olvidéis de presentarme a su tiempo las ofrendas que me pertenecen, mis alimentos y sacrificios por fuego de suave aroma para mí"[145].

De acuerdo con las críticas señaladas, el anterior pasaje
es de una ingenuidad pasmosa y sugiere la idea de un monstruo mítico
exigiendo sus ofrendas al pueblo al que puede destruir en el caso de que no
obedezca sus exigencias. Son muchas las religiones del pasado en las que se
atribuían a sus dioses un comportamiento similar o más terrible
incluso que el que aquí se atribuye a Yahvé, pero resulta especialmente
ridículo imaginar a un "dios perfecto" exigiendo a su pueblo
ofrendas y alimentos, y es más que evidente que quienes lo piden son
los sacerdotes de Israel, cuya ambición irá progresivamente en
aumento hasta alcanzar las incalculables riquezas que sus sucesores acumulan
en la actualidad como consecuencia de las dádivas conseguidas y de los
robos efectuados por ellos a lo largo de la historia.

 

 

Autor:

Antonio García Ninet

 

[1] Mateo, 26:21.

[2] G?nesis, 2:2.

[3] ?xodo, 31:15-17. La cursiva es m?a.

[4] G?nesis, 6:5-6. La cursiva es m?a.

[5] ?xodo, 32:9-10. La cursiva es m?a.

[6] ?xodo, 2:24-25. La cursiva es m?a.

[7] ?xodo, 33:21-23.

[8] ?xodo, 32:12-14. La cursiva es m?a.

[9] ?xodo, 6:7.

[10] Recordemos que ?Israel? es el nuevo nombre que Yahv? da a Jacob.

[11] ?xodo, 19:5. La cursiva es m?a.

[12] ?xodo, 29:45.

[13] Lev?tico, 26:12. La cursiva es m?a.

[14] N?meros, 35:34. La cursiva es m?a.

[15] Ezequiel, 43:7. La cursiva es m?a.

[16] Am?s, 9:14.

[17] Zacar?as, 2:14.

[18] Eclesi?stico, 17:17. La cursiva es m?a.

[19] ?xodo, 20:3.

[20] Apocalipsis, 7:2-4. La cursiva es m?a. Aqu? el n?mero doce juega su protagonismo: Doce son los ap?stoles de Jes?s, doce son los hijos de Jacob ?sin contar a Dina-; doce son las tribus; y 12 multiplicado por 12.000 es igual a 144.000, que es el n?mero ?m?gico? de los marcados con el sello, todos ellos israelitas.

[21] Mateo, 19:28.

[22] Baruc, 2:35.

[23] Eclesi?stico, 44:19-23.

[24] Ezequiel, 37:26.

[25] G?nesis, 6: 4.

[26] El concepto de ?ser perfecto? es por s? mismo bastante complejo. En principio podr?a entenderse, al estilo plat?nico, que la perfecci?n de cualquier ser depende de su mayor o menor semejanza o aproximaci?n a la idea de la cual participa, mientras que la perfecci?n absoluta s?lo se dar?a en aquel ser que se identificase con la idea correspondiente. Sin embargo, el mundo plat?nico de las ideas es un mundo imaginario o simplemente pensado, que no goza de realidad propia. Pero, dejando de lado a Plat?n, todos los seres son ?perfectos? en cuanto todos son exactamente lo que son, no habiendo modelo alguno al que deban asemejarse. Sin embargo, cuando se dice de un supuesto ?dios? que es un ?ser perfecto? parece que se quiere decir que se identifica con un ser en posesi?n plena de todas las cualidades que le hicieran autosuficiente y omnipotente. Pero ya al principio de este trabajo se ha dicho que un ?dios perfecto?, al encontrarse en posesi?n de cualquier bien imaginable, no har?a absolutamente nada, pues para hacer es preciso desear y para desear es preciso carecer de aquello que se desea. Pero un ?dios perfecto? no carecer?a de nada y, en consecuencia, nada har?a, de manera que en ning?n caso se ocupar?a de los asuntos humanos, como en efecto parece que sucede.

[27] Parece evidente que quien escribi? este pasaje vivi? despu?s de la salida de Egipto del pueblo de Israel, con lo cual le result? muy f?cil profetizar (?) que ?Yahv?? liberar?a a su pueblo de la opresi?n egipcia.

[28] Nehem?as, 9:7-8.

[29] Salmos 105:6-11.

[30] ?xodo, 19:3-6.

[31] Deuteronomio, 4:45. La cursiva es m?a.

[32] Deuteronomio, 26:17-18.

[33] Ageo, 2:5. La cursiva es m?a

[34] Deuteronomio, 29:9.

[35] G?nesis, 15:18-21. En Nehem?as se refleja un pasaje similar a ?ste y se dice: ?-T?, Se?or, eres el Dios que elegiste a Abr?n [?] Viste que su coraz?n te era fiel e hiciste una alianza con ?l. Prometiste darle, a ?l y a su descendencia, la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, pereceos, jebuseos y guergueseos? (Nehem?as, 9:7-8).

[36] Seg?n la revista electr?nica Laicismo.org., 24 de mayo de 2015, ?La vice-ministra de Exteriores de Israel, Tzipi Hotovely, hizo una serie de asombrosas y fan?ticas declaraciones al asegurar que ?toda esta tierra [del Mediterr?neo hasta el r?o Jord?n] es nuestra, ya que nos la dio el creador?, negando de ese modo la soberan?a palestina sobre varias zonas de la regi?n [?]. Al final de su discurso, la viceministra a?adi? citando la Tor?: ?Toda la tierra pertenec?a al creador y cuando ?l quiso, nos la dio a nosotros?. Tras la formaci?n del nuevo Gobierno israel?, formado mayoritariamente por partidos de derecha y ultraortodoxos, se hacen casi imposibles los avances en las negociaciones de paz con los palestinos?.

[37] Salmos, 105:44-45. La cursiva es m?a.

[38] ?xodo, 19:5. La cursiva es m?a.

[39] ?xodo, 20:3.

[40] Deuteronomio, 7:6. La cursiva es m?a.

[41] Deuteronomio, 7:7-8.

[42] Deuteronomio, 10:15. La cursiva es m?a.

[43] Deuteronomio, 14:2. La cursiva es m?a.

[44] 1 Samuel, 12:22.

[45] 2 Samuel, 7:23-24.

[46] 1 Reyes, 6:13.

[47] Am?s, 3:2. La cursiva es m?a.

[48] Am?s, 9:14.

[49] 2 Macabeos, 1:25.

[50] Salmos 47:2-5.

[51] Jerem?as, 31:1. La cursiva es m?a.

[52] Zacar?as, 2:12.

[53] Ezequiel, 37:26.

[54] Mateo, 15:22-28. La cursiva es m?a.

[55] Mateo, 10:5-6. Versi?n oficial de la conferencia episcopal espa?ola. B. A. C., Madrid, 2014.

[56] Mateo, 15:24. La cursiva es m?a.

[57] Lev?tico, 26:7.

[58] Salmos, 137: 8-9.

[59] Eclesi?stico 36:1-8.

[60] Salmos, 59:5-6, 12. La cursiva es m?a.

[61] Deuteronomio, 5:7.

[62] Deuteronomio, 12:29-31. La cursiva es m?a.

[63] Josu?, 23:16.

[64] La cursiva es m?a.

[65] Deuteronomio, 11:22-25.

[66] Deuteronomio, 20:16-17. La cursiva es m?a.

[67] Eclesi?stico, 36:6-8. La cursiva es m?a.

[68] N?meros, 25:1-9.

[69] Salmos, 106: 34-45.

[70] Deuteronomio, 10:17. La cursiva es m?a.

[71] Salmos 95:3-7. La cursiva es m?a.

[72] 2 Reyes, 19:15. La cursiva es m?a.

[73] Lev?tico, 26:27-33.

[74] 1 Reyes, 21:28-29. He dejado la traducci?n como estaba, pero parece evidente que el sentido de la frase quedar?a m?s claro si, en lugar de la expresi?n ?en vida de?, el traductor de la Biblia (de la editorial La casa de la Biblia, Madrid) hubiera escrito ?en la vida de?, pues, en efecto, se trata de que Yahv? castiga a Ajab haciendo morir a su hijo.

[75] ?xodo, 33:19. La cursiva es m?a.

[76] ?xodo, 20:3-5.

[77] ?xodo, 34:7.

[78] N?meros, 31:15-17.

[79] 2 Cr?nicas, 36:17. La cursiva es m?a.

[80] 2 Samuel, 12:13-18. La cursiva es m?a.

[81] Jerem?as, 19:9. La cursiva es m?a.

[82] Isa?as, 13:1-18. La cursiva es m?a.

[83] Jerem?as, 13:13-14. La cursiva es m?a.

[84] Jerem?as, 9:6-10.

[85] Jerem?as, 12:12.

[86] Jerem?as, 14:11-12.

[87] Nahum, 1:2. La cursiva es m?a.

[88] 1 Samuel, 6:19.

[89] 1 Cr?nicas, 13:10.

[90] Marcos, 10:14.

[91] Es el colmo de la desverg?enza que el autor de ?xodo escriba ?a la vista de todo el pueblo? cuando el pueblo no ve absolutamente nada y adem?s tiene prohibido subir al monte e incluso pisar su falda bajo pena de muerte. Se dice adem?s que ?todo el monte Sina? estaba envuelto en humo? (?xodo, 19:18), lo cual sugiere que Mois?s y los dirigentes m?s allegados, como su hermano Aar?n, debieron de preparar ese escenario tan teatral haciendo hogueras por las zonas altas del monte Sina? a fin de impresionar al pueblo, el cual s?lo oy? el sonido de una trompeta y de un trueno.

[92] ?xodo, 19:10-13.

[93] ?xodo, 33:23.

[94] Marcos, 10:14.

[95] 1 Samuel, 15:3.

[96] Salmos, 136:1-10. La cursiva es m?a

[97] 1 Reyes, 20:28.

[98] Isa?as, 37:36. Curiosamente en 2 Reyes se repite al pie de la letra este mismo texto, pero, suponiendo que Isa?as fuera anterior a 2 Reyes, de ah? se deduce que el autor de este ?ltimo libro copi? este p?rrafo del libro de Isa?as, a no ser que el ?Esp?ritu Santo? hubiera olvidado de que ya antes hab?a inspirado estos escritos. En muchos otros pasajes, como en Ezequiel, 32:12, pueden verse m?s ejemplos de actuaciones divinas parecidamente destructivas.

[99] 2 Cr?nicas, 28:6.

[100] Sofon?as, 1:2. La cursiva es m?a.

[101] G?nesis, 9:11.

[102] Sofon?as, 1:18.

[103] Salmos 21:10-11.

[104] Salmos 110:5-6. En Salmos, 145:20 y en muchos otros lugares se insiste en una idea similar.

[105] Eclesi?stico, 12:5-6. La cursiva es m?a.

[106] Ezequiel, 20:8. La cursiva es m?a.

[107] Job, 7:20.

[108] Job, 22:3.

[109] Jerem?as, 14:14. La cursiva es m?a.

[110] Jeremias, 16:1-4. La cursiva es m?a.

[111] Ezequiel, 5:8-9.

[112] Ezequiel, 9:5-6.

[113] G?nesis, 35:2.

[114] ?xodo, 20:3-5. En Deuteronomio, 5:7, se dice de un modo m?s escueto: ?No tendr?s otros dioses fuera de m??, pero m?s adelante, en Deuteronomio 5:9-10, aparece un texto muy similar al de ?xodo, 20:3-5.

[115] ?xodo, 23:13.

[116] Josu?, 24:14.

[117] Salmos 81:10.

[118] En ?xodo, 19:12 Yahv? comunica a Mois?s que nadie de su pueblo puede avanzar m?s all? de un l?mite alrededor del monte Sina?, a donde ?l bajar? y se entrevistar? con Mois?s: [Dice Yahv? a Mois?s:] ?Tu se?alar?s un l?mite por todo el contorno diciendo: No sub?is al monte ni pis?is su falda. Todo el que pise el monte morir?. Nadie tocar? con la mano al culpable; ser? apedreado o asaetado?. Poco despu?s, en ?xodo, 33:20, desde un antropomorfismo infantil llega a decir al propio Mois?s: ??sin embargo, no podr?s ver mi cara, porque quien la ve no sigue vivo?; y casi a continuaci?n le dice: ??me ver?s de espaldas porque de frente no se me puede ver? (?xodo, 33:23).
Otros pasajes igualmente significativos por lo que se refiere a esa ?lejan?a? de Yahv? son los ya citados de 1 Samuel, 6:19 y 2 Samuel, 6:6.

[119] ?xodo, 23:31-33.

[120] N?meros, 25:1-4.

[121] Jueces, 2:17.

[122] 2 Cr?nicas, 23:14-16. La cursiva es m?a.

[123] Deuteronomio, 4:7.

[124] ?xodo, 7:11-12

[125] ?xodo, 7:12.

[126] ?xodo, 7:22.

[127] ?xodo, 8:3.

[128] Deuteronomio, 7:2-4. En Deuteronomio 7:16 se insiste en estas mismas ?rdenes: ?Destruye, pues, a todos los pueblos que el Se?or tu dios va a entregarte; no tengas piedad de ellos, ni des culto a sus dioses, pues ser?an para ti una trampa?.

[129] Deuteronomio, 8:19-20. La cursiva es m?a. Un pasaje bastante similar a este es el siguiente: ?Pero tened cuidado, no os dej?is seducir ni os apart?is del Se?or, sirviendo y dando culto a otros dioses. Si hac?is esto, el Se?or se enfurecer? contra vosotros, cerrar? los cielos y no habr? m?s lluvia; la tierra no dar? fruto y vosotros perecer?is bien pronto en esa tierra que el Se?or os da? (Deuteronomio, 11:16-17).

[130] Deuteronomio, 12:29-31.

[131] Josu?, 23:16. Pasaje similar a los de Deuteronomio, 8:19-20 y 11:16-17.

[132] Jueces, 10:6-7.

[133] Jueces, 10:13-14.

[134] Jueces, 11:23-24. La cursiva es m?a.

[135] 1Samuel, 7:3. La cursiva es m?a.

[136] 1Samuel, 8:8.

[137] 1 Reyes, 11:1-10. La cursiva es m?a.

[138] 2 Reyes, 17:7-40. La cursiva es m?a.

[139] Sofon?as, 2:11.

[140] Salmos, 50:1.

[141] Salmos, 95:3. Tambi?n un poco m?s adelante se dice: ??Qu? dios es tan grande como nuestro Dios?? (Salmos, 77:14), e, igualmente, ?Porque t?, Se?or, eres [?] mucho m?s excelso que todos los dioses? (Salmos, 97:9), y, finalmente, en Salmos, 135:5: ?Bien s? que el Se?or es grande [?] m?s que todos los dioses?.

[142] Salmos, 82:1.

[143] Salmos 97:7.

[144] Entre otros muchos inmuebles, recientemente han tenido la desverg?enza de apoderarse de la ?Mezquita de C?rdoba?, previo pago de ?treinta euros! ?C?mo ha sido esto posible? Tengamos en cuenta que en estos momentos en Espa?a gobierna la derecha ?el capitalismo-, la cual est? ancestralmente vinculada con la secta cat?lica, hasta el punto de que varios miembros del gobierno pertenecen al Opus Dei.

[145] N?meros, 28:1-2.

Partes: 1, 2, 3
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