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Cripto-Nazi-Logía: La delirante búsqueda de nazis ocultos en Argentina



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Nazis por doquier
  3. Éxitos y fracasos en la lucha por el imaginario
  4. Verdades que ya no son
  5. Palabras finales

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Introducción

Hay sentencias que son inapelables. Inolvidables. Permanecen enquistadas en el imaginario popular. Perduran sin importar la base de realidad en la que se fundan. La verdad histórica, a pesar de sus luchas, pierde. Queda circunscripta a un reducido núcleo de historiadores profesionales, en una batalla que se percibe perdida desde el principio. Los medios periodísticos copan la escena. Se aprovechan del elitismo en el que se encapsulan algunos académicos. Salen al ruedo. Imponen sus versiones. Y, una vez que éstas han echado raíces, quedan fijas, inmutables. Pegadas como una rémora. Tergiversando la reconstrucción del pasado. Plantando fantasías verosímiles, aunque falsas. Porque lo que pudo haber sucedido, no necesariamente sucedió en efecto.

La Historia recompone intelectualmente lo que efectivamente ocurrió y lo interpreta. Lo explica. Al menos ése debería ser su objetivo último; sosteniéndose en la honestidad intelectual, que es la plataforma más importante en el que se balancea el oficio. Pero las leyendas son duras de roer. Resisten cualquier intento de ser destronadas. Difícil extirparlas. Se hacen carne en la gente. Tienen vocación imperialista.

La historia política argentina está llena de esas "verdades reveladas". Veredictos que se repiten una y otra vez y que terminan instalándose como parte constitutiva de un falso discurso de "sentido común", que no exige pruebas ni confirmaciones de ningún tipo.

Alimentada por pasiones ideológicas e ignorancia, una alta dosis de sensacionalismo periodístico y teorías conspirativas, la interpretación histórica, descontextualizada, manipulada, falseada por prejuicios y fantasías, se injerta en el imaginario colectivo muy a pesar de las pruebas que racionalmente se esgrimen en su contra.

En este breve artículo quiero detenerme en una de esas sentencias, repetida hasta saciedad, y que alimenta a una industria editorial en crecimiento. Estoy haciendo referencia a ese discurso que afirma que la Argentina fue, tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, un "nido de nazis". Un "puerto seguro" en donde buscaron refugio decenas de miles de criminales de guerra, auxiliados por poderosas organizaciones secretas (como es el caso de la mítica ODESSA) y la anuencia de un gobierno nacional, el de Juan Perón, calificado como abiertamente nazi-fascista y partícipe necesario en una conspiración internacional que pretendía re-instaurar un IV Reich alemán desde nuestro país.

Basta con recorrer cualquier librería porteña para advertir cuán arraigada está la idea.

Generalmente en la mesa de "novedades del mes", lejos de los anaqueles donde se aprietan los textos de historia académica, vemos aglutinarse títulos rimbombantes, con portadas que exageran el misterio y convocan a la curiosidad. Libros que saltan rápidamente a los programas televisivos. A los noticieros de las 21 horas, que es cuando "Doña Rosa" los mira atenta, buscando algún nuevo motivo para asustarse. Y como ya no alcanzan los terrores del presente, buscan otros con mayor prestigio. Antiguos. Como si el paso del tiempo les diera un status ontológico superior. Más serios. Irrefutables. Históricos.

De ese modo nos topamos con títulos como los siguientes: El escape de Hitler, Nazis en el Sur, Los secretos de Hitler, Hitler murió en Argentina, América Nazi, Fuga de Nazis a la Argentina, Ultramar Sur, Guía nazi de Bariloche y tantos otros más que no hacen otra cosa que alimentar el cuento y, de paso, fomentar el histórico auto-escarnio al que nos acostumbraron muchos de nuestros mayores. ¿Qué otra cosa podía esperarse de un "país de cuarta" como el nuestro?

FJSR

PARTE 1

Nazis por doquier

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«Vivimos en una cultura atiborrada

por espejismos fabricados en serie».

Fernando Savater

Desde la década de 1950, y a instancias de un zoólogo de origen belga, Bernard Heuvelmans, un término se impuso exitosamente dentro del mundo de las pseudociencias: Criptozoología.[1]

De acuerdo con los "especialistas", esta tan poco ortodoxa disciplina (nunca reconocida como categoría científica por el ámbito académico) plantea la aplicación de un método de investigación muy original, tendiente a rastrear, localizar e identificar animales desconocidos e ignorados. De ahí el origen etimológico griego del término: Krytós, escondido; zóon, animal; y logos, estudio.[2] En pocas palabras, la criptozoología se encargaría de buscar seres que nunca existieron, más allá de la imaginación o el deseo de que efectivamente existan[3](el Yeti, Bigfoot, el monstruo del Lago Ness, el brontosaurio del Congo, conocido como Mokele Mbembe, Nahuelito, el plesiosaurio lacustre del Nahuel Huapi y, últimamente, monstruos un tanto más paranormales como Mothman, el Hombre-Polilla, o el Chupacabras, por nombrar los más famosos).[4]

En este trabajo utilizaremos, irónicamente, el neologismo criptonazilogía a efectos de comparar las persistentes búsquedas de nazis en nuestro país con la heterodoxa pesquisa de monstruos zoológicos, como los planteados por Heuvelmans en su texto fundacional.

Las dos disciplinas no hacen más que buscar y vender "humo". Porque, a fuer de ser sinceros, no creemos ver diferencias entre un Hitler vagando por la Patagonia, un monstruo peludo de tres metros de altura secuestrando leñadores o el ratón Pérez dejando dinero debajo de la almohada a cambio de dientecitos.

Ambas, más allá del parecido gramatical, comparten una serie de características de las que haremos mención seguidamente. Aunque hay algo más que obvio: en tanto que la criptozoología persigue entidades ciento por ciento imaginarias (y de las cuales no puede darse cuenta objetiva alguna), la criptonazilogía (esa exagerada vocación por encontrar jerarcas del nacionalsocialismo en todos los rincones aislados de Argentina) parte de un sustrato que se apoya en personajes reales que nadie puede negar hayan existido. Esto es lo que la vuelve mucho más verosímil y susceptible de ser aceptada como una rama sui generis de la "investigación histórica", posible y creíble.

De todos modos, las dos se alimentan de especulaciones, exageraciones, fantasías, fraudes, tergiversaciones y un deseo irracional (nunca apoyado en evidencias serias) de querer ver indicios por todas partes. Fuerzan la realidad. Imaginan una historia alternativa. Lo onírico se lleva la parte del león y las intensiones político-ideológicas juegan un papel fundamental; indistinguible en el caso de los animalitos extraños, pero comprensible cuando tratamos sobre las supuestas legiones de jerarcas de las SS escondidos en el suelo patrio.

Vayamos, entonces, a enumerar los factores que creemos hicieron (y hacen) posible que ejercicios intelectuales de este tipo tengan tanta vigencia; y que lo que llamamos criptonazilogía sea, acríticamente, tan aceptada por tanta gente.

Ellos son:

  • El siempre presente espíritu romántico, inclinado a buscar aquello que está oculto o perdido; y que despierta asombro, perplejidad o miedo. Convengamos que ambas disciplinas persigues monstruos.

  • El gusto por el misterio y lo extraordinario.

  • La búsqueda de la alteridad.

  • La vocación por ir a contramano del relato establecido ("oficial").

  • El espíritu reivindicativo y heroico (que en el caso de los nazis está más que justificado, dado el contexto de represión, censura y muerte que establecieron mientras detentaron el poder).

  • La bibliografía antiperonista, que se empeñó (y empeña) en considerar a la Argentina como la fantástica cuna potencial de un IV Reich dirigido por Perón.

  • La propaganda norteamericana, empeñada en catalogar como fascista al gobierno argentino de entonces. Conducta que no ha dejado de repetir a través de la cultura popular televisiva y cinematográfica.

  • La auto-subestimación nacional, a partir de la cual "en este país todo (lo peor) es posible". Inclusive el arraigo de asesinos buscados por la justicia de todo el mundo.

  • El gusto por las conspiraciones internacionales, en donde secretas organizaciones criminales operan libremente moviendo los hilos de la historia, sin que nadie lo note.

  • La necesidad de corporizar a los "malos" en una trama histórica caricaturizada e infantiloide.

  • La influencia de los medios masivos de comunicación, insuflando con sensacionalismo (muy redituable por cierto) las noticias.

  • Las ficciones tomadas como verdades absolutas por ciertas novelas, películas y series de televisión, en especial durante la Guerra Fría (véase, como ejemplo, El Archivo de Odessa[5]o Los Niños del Brasil[6]En la literatura Argentina de los últimos años también encontramos ejemplos significativos.[7]

  • La errada tendencia metodológica de considerar infalibles los testimonios orales y/o los documentos oficiales expedidos por los servicios de inteligencia (inmersos siempre en una guerra de mentiras y desinformación); y de los cuales pocas veces se dan cuenta de manera clara y objetiva.[8]

  • El uso del rumor como fuente inapelable de verdad.

  • La escasa difusión, en lenguaje claro, sencillo y atractivo, de las investigaciones históricas serias que descartan todo ese alud de tonterías que se vienen repitiendo desde hace años. La divulgación al público no especializado no implica vulgarización, como muchos siguen creyendo.

Todos y cada uno de estos factores contribuyen a que un puñado de autores con enorme éxito en las librerías siga desinformando y deformando el pasado.

A ellos nos referiremos en el apartado que sigue.

PARTE 2

Éxitos y fracasos en la lucha por el imaginario

«Quien dice rumor, dice miedo».

Edgar Morin

 

Guiado por la vocación docente que me inspira desde hace más de 25 años, quisiera en esta segunda parte del artículo identificar claramente las principales obras y autores que vienen tergiversando el pasado, reescribiendo la historia del nazismo en Argentina en clave ficticia y alimentando especulaciones sin sentido.

Como he dicho en más de una oportunidad: los nazis venden bien.[9]

Son excelentes protagonistas en los textos de ficción. Centenares de novelas los resucitan a diario; sin nombrar los grupos de nostálgicos de ultraderecha que sueñan con volver a imponer esa nefasta ideología más allá de los límites físicos de los libros.

Si el lector es una persona observadora, podrá apreciar el alto número de obras que se editan periódicamente y que desarrollan como trama principal el eventual regreso de los nazis de la mano de conspiraciones, en las que no han dejado de participar, incluso, alienígenas.

Desde el oro nazi, los experimentos genéticos de Mengele en Brasil, pasando por las bases secretas del III Reich en la Antártida, el tour turístico de Hitler por Córdoba, Bariloche o Mar del Plata, hasta la omnipresencia de ODESSA en los gobiernos argentinos, las expediciones secretas en la zona del cerro Uritorco y los supuestos U-boat desembarcando jerarcas y tesoros en las costas patagónicas, todo es un fárrago de delirios que se han asentado fuertemente en el imaginario de la gente.

Por esto, y como es probable que muchos nunca se tomen el trabajo de leer las investigaciones académicas y serias que existen, considero importante develar quienes han sido (son) los principales responsables de todo toda esta exitosa locura editorial.

Cada quien hace con el pasado lo que quiere.

Excepto, claro está, los historiadores profesionales e intelectualmente honestos. Pero estas dos últimas premisas podrían eximir a muchos de los escritores que criticamos, por el sencillo motivo de que no son (ni han sido) historiadores de carrera. Ninguno de los autores que vamos a nombrar se ha formado como tal, por más que acepten en público (tácitamente) el título.

Que yo sepa, no se ponen colorados cuando, en los muchos documentales extranjeros que los convocan, se los identifica como "Historiadores" en el zócalo de la pantalla. Dicen ser (y permiten que digan) algo que nunca fueron; puesto que, como periodistas, no tendrían al autoridad suficiente para sentenciar las tonterías que difunden. Pero una cosa es cierta: no todos carretean del mismo modo, ni remontan vuelo desplegando el mismo nivel de delirio.

Los hay poco serios y muy poco serios. Están los que mechan sucesos reales con fantasías y los que escriben sobre hechos completamente ficticios sin ponerse colorados (ni anunciar que lo son). Pero lo peor de todo es que están convencidos de ello. Se creen sus propios inventos. Si pudo haber pasado, pasó. La crítica histórica muere. Es decapitada por la sinrazón. Nos retrotraemos a una bibliografía casi medieval, en la que los milagros son reemplazados por otras maravillas, en principio mucho más terrenales. Por eso, a partir de fuentes mal interpretadas, ignoradas o cambiadas apropósito, todos terminan basándose en elucubraciones personales, sin otro sustento que sus propios delirios conspirativos.

Como los cazadores de monstruos de la criptozoología, quieren creer. Y una vez puestos a escribir (y publicar), ya no hay camino de retorno: deben creer. Están obligados a ello. Es parte del negocio.

Fama y fortuna.

Es lo único que, a la postre, interesa.

Y en todo ese proceso, la verdad resulta aplastada por el inmenso poder de la pavada.

Alguien dijo una vez que no hay hechos, sino sólo interpretaciones.

Es cierto. Pero los grados de las mismas varían. Tienen un límite. No puede uno interpretar cualquier cosa a partir de nada. Excepción hecha a los novelistas. Pero ninguno de estos autores se autodefine como tal (aunque, últimamente, uno se haya lanzado abiertamente al campo de las letras). Y no está mal. No hay reproche en ello, siempre y cuando no quiera vender como cierto ("histórico") aquello que él mismo imaginó.

El personaje de esta historia que más ha sido travestido es, a no dudarlo, el propio fundador del nazismo: Adolf Hitler. Sobre él se ha dicho de todo. En especial, respecto de su suerte tras la finalización de la guerra que él mismo desencadenó. Es que para esta camarilla de escritores "revisionistas" (como los denomina con cierta ironía el historiador Ignacio Klich) no hay límites a la hora de ubicarlo en los sitios más exóticos del planeta.

En fuga, y apoyado por poderosas organizaciones secretas y gobiernos colaboracionistas (como dicen que fue el de Perón), el bienamado Führer, habría estado yirando por medio mundo en pos de un refugio seguro desde donde levantar, otra vez, su imperio. Por tal motivo hay libros que lo ubicaron en la Antártida, en el Tíbet, en el sur argentino, en Córdoba, Colombia, Brasil y Chile, por nombrar unos pocos "posibles" destinos. Es como si el líder se negara a morir, reapareciendo, una y otra vez, en distintas geografías. Como el ave Fénix resucita de sus propias cenizas (dejadas, efectivamente, muy cerca del bunker de Berlín). Ubicuo, como el Dios que pretendió ser, Hitler asoma su bigote por los lugares más inverosímiles.

Todo esto es posible gracias a un acrítico periodismo de investigación que resucitó, a partir de mediados de los años 1980, rumores y alocadas hipótesis difundidas en viejos diarios y revistas de las dos primeras décadas de la posguerra. Así pues, no hicieron más que resucitar mitos que ya tenían más de treinta años plantados en el imaginario argentino. Los rescataron del olvido. Los condimentaron de miles de datos (ciertos, dudosos y falsos) y volvieron a imponerlos con fuerza en la industria editorial. También en el cine. La película Oro Nazi, basada en el libro escrito por Jorge Camarasa, es el mejor ejemplo de ello.[10]

Pero, ¿qué otros heraldos, en la búsqueda de nazis en Argentina, han desplegado su desbocada imaginación?

"LLÁMAME LEGIÓN, PORQUE SOMOS MUCHOS"

Desde hace más de diez años, historiadores de renombre internacional, con sobrados diplomas académicos y una experiencia sobresaliente en el manejo de archivos documentales de distintas partes del mundo, vienen librando una batalla contra la imposición mediática de falsedades, cuyos únicos responsables son un atajo de escritores por demás imaginativos y carentes de escrúpulos. Lamentablemente, éstos últimos son los que tienen la batuta fuera del ámbito de la historia científica. Venden. Y en una sociedad de consumo, ávida de bibliografía chatarra, no es de extrañar que la difusión de sus ideas tenga un éxito sobresaliente. No hay que esforzarse mucho para comprobar que un altísimo porcentaje de personas sigue creyendo que Argentina fue el principal país receptor de criminales nazis después de la Segunda Guerra, o que decenas de submarinos del III Reich deambularon por las costas descargado gente y oro, mucho oro, para financiar un hipotético y futuro partido nacionalsocialista en América. Ni qué hablar, como hemos señalado mas arriba, de aquellos que, en un irracional acto de fe, aseveran que Hitler anduvo por estas latitudes (junto a Eva Braun y Martín Bormann).

¿En qué hemos fallado los historiadores para que esto ocurra? ¿Por qué las producciones académicas, sustentadas en fuentes primarias bajo la supervisión de profesionales de fuste, (que las hay) no traspasan las paredes de las aulas universitarias? ¿Por qué no llegan al gran público y permiten, en ausencia, la permanencia y cíclica reedición de libros y "teorías" que sabemos son descabelladas? ¿Acaso esto se deba a un largo prejuicio con relación a la tarea de divulgación? ¿De qué sirve, entonces, el esfuerzo de tantos intelectuales honestos si a la postre sus investigaciones quedan reducidas a muy pocos lectores (y que, cuando llegan a personas no especializadas, les resultan tediosas y engorrosas)?

Algo anda mal en el gremio.

Tal vez sea una cuestión de estilo. Todavía existe la tendencia a decir las "cosas en difícil"; como si de ese modo se pudiera escalar más alto en el escalafón de la Academia; sin advertir que, de ese modo, la tarea pedagógica queda circunscripta a un pequeño número de especialistas. Elitismo versus masividad.

Me parece que una cosa no quita la otra. En mi modesta opinión, la divulgación, sencilla y clara, de temáticas que analizadas en profundidad pueden resultar complejas, es una obligación moral que nos debemos; a menos que deseemos seguir despotricando contra las barbaridades que se leen o escuchan por televisión.

Hay que cooptar los espacios que otros han cooptado con mayor éxito. Claro que para que eso ocurra tiene que producirse también un cambio en el mundo de las editoriales; que aún ven "el negocio" en la publicación de una historia de base conspirativa. Cuando seamos concientes de que todo es factible de ser transmitido de manera entretenida y fácil, generando la capacidad para un debate necesario y serio en el seno de la masa de lectores (u oyentes), recién ahí empezaremos a ganar posiciones de relieve en un universo intelectual acosado por lobos.

Hay que divulgar lo ya sabemos. Combatir, como aconsejaba Lucien Febvre, en cuanto frente se presente. No dejar pasar la discusión. Derribar mitos. Esa es, según Eric Hobsbawm, la función primera de la Historia. Sólo de ese modo la gente tendrá conocimiento sobre qué fue la CEANA[11]quiénes la integraron y a qué resultados llegó. Caso contrario, "los cazadores de nazis" mediáticos seguirán alimentando las fantasías morbosas de millones de lectores.

Una tontería repetida mil veces puede convertirse en una verdad.

Hasta el día de hoy la batalla parece perdida. Pero la Historia tiene sus tiempos. Como proceso en permanente cambio, se reactualiza. Vuelve a escribirse a la luz no sólo de nuevos documentos, sino a partir de nuevas preguntas, nacidas de contextos distintos. Claro que los mitos tienen una fuerza extraordinaria. No se los destruye de un día para otro. Es de suyo resistir. Y cuando se tiene a buena parte de la industria editorial de su lado (en especial la distribución de los contenidos) el problema se complica.

Las nuevas respuestas (aquellas que rebaten las teorías conspirativas que venimos criticando) son todavía jóvenes. Hay que luchar contra 70 años de ideas instaladas. Pero la semilla de una nueva interpretación, fundada en datos seriamente investigados, ha empezado a germinar. Lo que debemos hacer es ampliar el cantero.

La guerra no ha terminado.

Vayamos, entonces, a los bandos en conflicto.

LOS UNOS

El listado de los autores (periodistas) "revisionistas" es largo. Los hay famosos y no tanto. Nacionales y extranjeros. Pero todos coinciden, en gran parte, con las ideas expuestas anteriormente. He aquí un listado de algunos de ellos:

  • Abel Basti[12]

  • Alfred Jarschel (pseudónimo de Werner Brockdoorff)[13]

  • Benjamin Stern y Pelagia Lewinska[14]

  • Carlos De Nápoli[15]

  • Eric Frattini[16]

  • Gerrard Williams y Simón Dunstan[17]

  • Jeff Kristenssen (pseudónimo de Manuel Monasterio)[18]

  • Jorge Camarasa[19]

  • Juan Salinas[20]

  • Ladislao Szabó[21]

  • Mariano Llano[22]

  • Miguel Serrano[23]

  • Nahuel Coca[24]

  • Osvaldo Muray[25]

  • Patrick Burnside (pseudónimo de Patricio Scaramucci)[26]

  • Silvano Santander[27]

  • Uki Goñi[28]

  • Wilhelm Mattern[29]

LOS OTROS

Atrincherados desde los repositorios documentales más importantes del mundo, bien entrenados en el análisis de los mismos y libres de cualquier prejuicio o ideas preconcebidas, los siguientes historiadores (y arqueólogos) son los principales refutadotes de los argumentos conspirativos arriba detallados. Son, asimismo, los principales responsables de llevar la crítica histórica a sus niveles más altos y a ellos les debemos la desmitificación y reconstrucción de un pasado del que se ha venido diciendo muchas tonterías.

Ellos son:

  • Beatriz Figallo[30]

  • Cristian Buchrucker[31]

  • Heinz Schneppen[32]

  • Holger Meding[33]

  • Ignacio Klich[34]

  • Mario Goloboff[35]

  • Mónica P. Valentini y Javier García Cano[36]

  • Ronald Newton[37]

PARTE 3

Verdades que ya no son

"La historia es un desfile de falsos absolutos".

E.M. Cioran

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial se ha estado mal informando al gran público no especializado en historia. Leyendas, mentiras y exageraciones de las más delirantes (como las que dicen que los ovnis eran armas secretas de los nazis) terminaron tergiversando el pasado, sin que los historiadores profesionales pudieran explicar, en voz alta, cómo fueron en realidad las cosas. Así, pues, los mitos se acumularon. Echaron raíces en el imaginario. Invadieron a las mayorías cobrando una fuerza inaudita y, en ese acto, parte del devenir histórico de la Argentina contemporánea se vio falseado. Pero hay ya vientos renovadores que alientan nuestro alicaído optimismo.

De a poco, honestos trabajos de investigación empezaron a despejar el panorama, informándonos de una realidad que a muchos sorprende: hemos sido engañados descaradamente, guiados por rumores, documentos falsos, ficciones entretenidas, exageraciones y quimeras. Por suerte, hoy, gracias a los estudios derivados de un acceso más fluido a la documentación acumulada (y desclasificada por los gobiernos), la situación está cambiando. Tenemos los elementos para desacreditar a las viejas producciones y desenmascarar a los "legionarios" arriba consignados. Sólo falta elevar un poco más la voz.

Este artículo pretende, sin ser original en sus contenidos, contribuir con ese coro. Difundir algunas de las fundadas conclusiones a las que han llegado los miembros de la CEANA y otros historiadores que trabajaron honorable y desprejuiciadamente en el tema.

MITOS

ES FALSO que los escritores "revisionistas" hayan consultado los principales archivos. De haberlo hecho sus resultados hubieran sido muy diferentes a los publicados. Una de las estrategias discursivas utilizadas ha sido la de rendirle culto a las fuentes misteriosas y secretas, a los rumores y a testigos anónimos de los cuales, como es lógico, no consignan ningún dato. El aparato erudito de sus libros es nulo (a excepción de Uki Goñi) y se escudan denunciando la dificultad (inexistente) de acceder a los repositorios de las chancillerías y otras instituciones. En muchos casos sustentan sus ideas conspirativas en documentos que se saben falsos o en la opinión de otros escritores previos; repitiendo así errores que otros repitieron antes que ellos. Por otro lado, tienden a rellenar los espacios en blanco (que naturalmente existen) con especulaciones descabelladas, más propias de las obras de ficción que de la historia.

ES FALSO que submarinos (U-boats) del Tercer Reich hayan llegado en grupo a las costas de la Patagonia, desembarcando subrepticiamente bienes y personas, tras haber terminado la guerra. Los únicos dos de los que se tienen pruebas efectivas, y que arribaron después de mayo de 1945 a la ciudad de Mar del Plata (donde se rindieron), fueron el U-530 y el U-977. Los demás avistamientos, denunciados por vecinos que vivían en el litoral atlántico, están insuficientemente probados. Son meros rumores generados por el interés popular que esos lobos de mar despertaban en la gente y por las subsecuentes teorías conspirativas que alimentaron la literatura, los diarios y medios de comunicación en general. También es necesario aclarar que, el supuesto par de submarinos que estarían en el fondo del golfo de San Matías, en la Caleta de Los Loros, es una leyenda. Los trabajos de arqueología submarina llevados a cabo por Mónica Valentini y Javier García Cano[38]así lo han probado. También Ronald Newton ha llegado a idénticas conclusiones.[39] No hay U-boats hundidos en la zona, por más que muchos siguen insistiendo lo contrario. Convengamos que la imagen del submarino alemán, desembarcando jerarcas al atardecer en una playa aislada y solitaria, en tanto un oficial realiza el saludo nazi frente a un colaboracionista argentino, impacta. Es la estampa que la película Oro Nazi (2005) plantó en las retinas de muchos.

ES FALSO que Adolf Hitler haya llegado a la Argentina en un U-boat (tras un periplo que, partiendo de Alemania, pasara por Austria, España y finalmente la Patagonia). Como también son falsas las aseveraciones que sindican que no hay documentos ni dictámenes que prueben fehacientemente la muerte del Führer en su bunker de Berlín. Los hay y hasta ahora nadie ha podido refutarlos seriamente.[40]

ES FALSO que Argentina fuera el país que recibiera el mayor número criminales de guerra. Nunca fue la incubadora de un Cuarto Reich, a no ser en la imaginación malintencionada de unos pocos pero influyentes autores, que exacerbaron la importancia que nuestro país realmente tuvo para los intereses germanos. La nación que más nazis concentró después de la guerra fue Alemania. La mayoría de ellos siguieron viviendo allí, integrados a la sociedad (sin nombrar los que colaboraron con Estados Unidos, Rusia e, incluso, el Estado de Israel).[41] Como bien ha expresado el historiador Holger Meding: "(…) la supuesta amenaza de una infiltración alemana fue utilizada por los norteamericanos como medio de presión para estimular a los gobiernos respectivos (de Argentina y Sudamérica) a confiscar propiedades alemanas, marcas y capitales alemanes. De esta manera, en muchos estados se eliminó al fuerte competidor de otros tiempos y se fortaleció la hegemonía norteamericana sobre el subcontinente".[42]

ES FALSO que existiera la organización ODESSA, responsable de la huída, ayuda económica y colocación en puestos claves de los criminales nazis en todo el mundo. ODESSA fue un invento de Simón Wiesenthal[43]y que el periodista/escritor Frederick Forsyth[44]explotó convenientemente en su novela homónima de 1972, volviéndola popular.[45] Claro que su inexistencia no significa que no hayan habido redes de auxilio a diferentes nazis en fuga, pero ninguna con la capacidad centralista ni poder económico atribuido a ODESSA. Por ejemplo, sí tuvo un probado accionar la SARE (Sociedad Argentina de Recuperación de Europeos), que facilitó el ingreso al país de diferentes inmigrantes y desplazados (entre ellos criminales de guerra); lo que no implica que estuviera dedicada a ayudar únicamente a asesinos. También colaboraron en la huída algunos miembros influyentes de la Iglesia católica, la Cruz Roja Internacional, los servicios de inteligencia norteamericanos y, por supuesto, la ayuda de familiares y amigos.[46]

ES FALSO que sólo Perón alentara el ingreso de científicos nazis al país. Muchos personajes de la oposición de entonces concordaron con los beneficios que eso traería a la industria nacional. Por otra parte, otros países hicieron lo mismo, desnazificando a ex miembros de las SS, incorporándolos a sus equipos de investigación. El caso de Wernher von Braun, padre de la astronáutica estadounidense es un claro ejemplo de ello, pero no el único. A esto se lo llamó Operación Paperclip.[47]

ES FALSO que los científicos y técnicos que se emplearon en Argentina hayan sido pocos, en relación con los asesinos que entraron haciéndose pasar como tales. En otras palabras, no es correcto equiparar a los primeros con los segundos. Según el análisis realizado sobre un total de casi 1100 técnicos contabilizados en los archivos, sólo 180 eran buscados por crímenes de guerra. La creencia contraria (difundida y presente en el imaginario) se debió al hecho de que dos de los criminales más famosos, Joseph Mengele y Adolf Eichmann, ingresaron al país haciéndose pasar por técnicos. Lo que no habilita a generalizar lo mismo para todos los demás casos. Esta simplificación, que todavía es vox populi, fue producto de la campaña propagandística de los antiperonistas, que perseguían denostar al presidente y de paso, alimentar la histórica baja autoestima de la sociedad argentina.

ES FALSO que todos los científicos y técnicos que entraron al país fueran de segunda selección (de descarte). Como bien indica Klich y Meding[48]del total que trabajaron en varios proyectos militares argentinos, cerca del 40 %, "tras la caída de Perón en 1955, se mudó a distintos países centrales, contratados para continuar con su labor profesional".[49] En pocas palabras, tan "de cuarta" no eran. Es interesante hacer notar cuánto se ha hablado del caso protagonizado por Ronald Richter y el Proyecto Atómico de la Isla Huemul, en Bariloche, practicado durante el gobierno de Perón. Como es bien sabido todo resultó un fraude, en el que el presidente argentino fue el primer embaucado. Pues bien, este caso se repite hasta la saciedad a efectos de probar la hipótesis que acá descartamos y, al mismo tiempo, burlarse de Perón y seguir alimentando la baja autoestima de la cultura argentina.

ES FALSO que los nazis hayan levantado laboratorios en zonas aisladas para continuar con sus experimentos secretos, tal como expone Ira Levi en su novela Los Niños del Brasil (en la que se cuenta cómo Mengele clona a 20 niños a partir de los genes de Hitler con el fin de instaurar un nuevo Führer). La trama -no haría falta ni que decirlo- es pura ficción, pero no han sido pocos los que la consideraron plausible. Todavía circula la leyenda de que fue cierto o "algo hubo". Por su parte, Camarasa le dio un original giro al tema proponiendo en uno de sus libros[50]la hipótesis de supuestos experimentos genéticos (llevados a cabo por el siniestro doctor) en la localidad brasileña de Cándido Godoi, famosa por tener el más alto porcentaje de gemelos a nivel mundial.[51] De ahí a ver la mano de Mengele involucrada en el asunto había sólo un paso; y Camarasa, sin que le tiemblen las piernas, lo dio, obviando que los diarios personales de Mengele, recuperados tras la identificación de sus restos, nada hablan de Cándido Godoi o de experimentos realizados en el exilio. Por otra parte, hacia 1964 (que es cuando Camarasa especula se llevaron a cabo) el célebre doctor estaba en las cercanías de San Pablo, a 950 de kilómetros del pueblo en cuestión. El Ángel de La Muerte, como lo llamaron, no tuvo nada que ver con los gemelos de esa localidad brasileña.[52]

ES FALSO que Mengele haya estado tras la fórmula de la eterna juventud, que es lo que De Nápoli sostiene en un libro carente de todo fundamento documental; sin que aparezca ni una sola cita, apoyado en testimonios de personas anónimas y "archivos secretos".[53] Como escrito de ficción puede resultar entretenido, pero si con ese trabajo se pretendía probar seriamente algo, se equivocó.

Partiendo de que Hitler no tenía hijos (ni podía engendrarlos), De Nápoli imagina una misión secreta: la de prolongarle la vida muchos años y al mismo tiempo aumentar la fertilidad femenina a fin de engendrar miles soldados para el Reich Es así como tres médicos nazis, Mengele, Karl Brandt (médico personal del Führer) y Karl Peter Vaernet[54](endocrinólogo de origen dinamarqués y miembro de las SS) emprenden un experimento en la misteriosa "Barraca 14" de Auschwitz. Allí, sometidas a un régimen y control estricto, veinte hermosas mujeres judías habrían servido de conejillos de indias. "Las elegidas de Solahuette". Con ese nombre se las conocería, puesto que Solahuette era el spa que los nazis disponían en el campo de exterminio antes nombrado y en donde las féminas estaban internadas. Lo que se buscaba era que las prisioneras, tras un coctel de pastillas, descanso, inyecciones de extractos de hormonas y dieta balanceada, pudieran engendrar (cada una) 20 hijos. Además, otro de los efectos logrados sería un rejuvenecimiento de aproximadamente 30 años. La pregunta lógica es: ¿qué pasó con estas mujeres después de terminada la guerra? Sencillo: escaparon. Pero eso no es todo. De Nápoli escribe que algunas no perdonaron jamás lo que les habían hecho y dedicaron sus vidas a perseguir a los responsables. Tomaron la justicia por mano propia asesinando a varios de ellos y que Joseph Mengele había huido de Europa perseguido por ellas (¡).[55]

ES FALSO que Joseph Mengele no haya muerto ahogado en una playa del complejo turístico de Bertoiga, el 7 de febrero de 1979, tal como dijeron Simón Wiesenthal y Jorge Camarasa. El estudio forense de sus restos (esqueleto) [56]y un estudio de ADN realizado en 1991 certificaron sin margen de dudas el deceso del famoso criminal, desarticulando las teorías conspirativas que circulan.[57]

ES FALSO que todos los datos brindados por el célebre "cazador de nazis" Simón Wiesenthal sean confiables y fuentes indiscutibles, como las han considerado la mayor parte de los periodistas/revisionistas (y a partir de las cuales escribieron buena parte de sus obras). Hoy, gracias a la excelentemente bien documentada biografía de Wiesentahl, escrita por el historiador Tom Segev, sabemos que Wiesenthal exageró, mintió, ocultó y se equivocó en muchísimas oportunidades y casos importantes.[58] Eso no quita que haya sido un gran publicista y mantenido permanentemente el tema de la impunidad en los medios. Meta de por sí loable. Pero no pueden tomarse sus opiniones como verdades eternas. Wiesenthal ha sido caracterizado como un hombre egocéntrico y hambriento de fama, tendiendo en varias ocasiones a la fabulación.[59]

ES FALSO que el gobierno argentino haya recibido obras de arte expoliadas a las víctimas del nazismo.[60]

ES FALSO que los nazis hayan tenido una base secreta en la Antártida, y en la que desarrollaran la tecnología necesaria para la construcción de ovnis. No creo que haga falta abundar en este enfermizo delirio esotérico y fantasioso a partir del cual muchos imaginativos escritores reescribieron la historia geopolítica de Argentina y del mundo entero (para qué achicarse, ¿no?).

ES FALSO que el número de criminales nazis ingresados a la Argentina haya sido de 60.000. Es una exageración. Una desproporción si sentido, más allá del impacto mediático que tuvo. Esta abultada cifra parte de un exagerado error previo: la supuesta cantidad de afiliados que el partido nazi tenía en Argentina, según dijo oportunamente Wiesenthal. Pero el famoso cazador se equivocó. Según los archivos alemanes y austríacos consultados por la CEANA y recuperados por los yanquis al momento de tomar Berlín, el número real de afiliados en Argentina no era mayor a 2500 (y, obviamente, sin ser todos ellos criminales de guerra). O sea que lo que sucedió fue algo sencillo y burdo al mismo tiempo: convirtieron el número (errado) de afiliados de Wiesenthal en asesinos nazis. Una extrapolación que contribuyó a alimentar el mito de la Argentina Nazi.

La CEANA confirmó el ingreso de 180 personas con pedido de captura por crímenes de guerra[61]No es poco. Así hubiera sido una sola la lacra ingresada, el hecho sería moralmente reprobable. Pero tampoco hay que llevar las cosas a fantasías cuantitativas que atenten contra los datos confirmados por la Historia profesional.[62] Además, como explicó Ignacio Klich, si el aparato nazi directamente implicado en la represión fue de 250.000 personas, 180 individuos no es un cifra proporcionalmente tan grande como se decía.

ES FALSO que sólo Argentina "haya dejado entrar a cualquiera" sin averiguaciones previas. Esa negligencia fue común en todos los países de la posguerra.[63] El origen de esta creencia, repetida hasta la saciedad aún hoy en día, en charlas informales, creo se encuentra en dos prejuicios antes nombrados: el virulento antiperonismo de parte de la sociedad y el auto-escarnio al que nos acostumbraron nuestros mayores.

Palabras finales

El listado de los mitos más extendidos en la literatura no especializada que consignamos arriba no deberían llevarnos a creer que la influencia del nacionalsocialismo haya sido nula, ni mucho menos, en nuestro país. Lo que pretendí fue, sencillamente, resumir y consignar aquellos trabajos de investigación que refutan muchas de las mentiras y exageraciones que se siguen creyendo y repitiendo a diario, a pesar de los trabajos publicados. Un mero granito de arena en la divulgación de un tema que no tiene mayormente difusión fuera del ámbito de la academia.

Sabemos que el clima ideológico de Argentina durante las décadas de 1930 y 1940 era propicio a la recepción de ideas fascistas y nazis y que Perón, sin ser el representante del III Reich que pretendió era Silvano Santander, alimentó esa predisposición por cuestiones pragmáticas (necesidad de técnicos) e ideológicas (anticomunismo); aunque no hay signos de que la autoridades argentinas hayan alentado masivamente el ingreso de criminales nazis. De todos modos, los medios, la oposición y EE.UU. se abrazaron de esas inclinaciones e inventaron la conspiración del IV Reich en Argentina.[64]

La temática tratada en este artículo revela algo que llama la atención: la propensión que tienen las sociedades de mantener, repetir, sostener y defender (en especial en "charlas de café") mitos y mentiras que ya han sido refutados. No es fácil que dejen de arrastrarse. La historia sigue estando contaminada con "verdades" largamente instaladas en el imaginario, que muy pocos están dispuestos a rechazar.

El deseo por llenar los grandes baches que aún existen en el conocimiento histórico ha permitido que éstos se decoren con exageraciones, ficciones y delirios de diferente grado.

Convengamos que aún existen miles de personas que siguen creyendo en el monstruo del Nahuel Huapi o en nazis ocultos en las frías estepas patagónicas y las húmedas selvas tropicales del norte de nuestro país, manteniéndose eternamente jóvenes.

La criptnazilogía perdura y se mantiene firme en su incansable búsqueda de quimeras.

FJSR

BUENOS AIRES, NOVIEMBRE DE 2015

Autor:

Fernando Jorge Soto Roland

Partes: 1, 2

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