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Comunicación y complejidad



  1. Del Macroparadigma
  2. La comunicación humana en el marco de la disyunción/reducción
  3. Más allá del paradigma clásico
  4. Implicaciones de un cambio de perspectiva
  5. Conclusiones
  6. Bibliografía

Del Macroparadigma

El pensamiento occidental no ha dejado de estar gobernado por el dualismo que se instaura con la distinción cartesiana: res cogitans – res extensa.

Precisemos algunos aspectos sobre esta distinción formulada por Descartes que se constituirá en paradigma y, como tal, será impuesta por el desarrollo de la historia europea del siglo XVIII.

a. Una primera consecuencia que debe ser destacada reside en el hecho de que en el marco de este gran paradigma se realiza la disyunción objeto-sujeto, disyunción que llega incluso a la confinación de estos términos en dos dominios completamente separados: objetividad y ciencia, de un lado; subjetividad y reflexión, del otro. En esencia, esta dualidad que controla y tipifica al pensamiento occidental termina por hacer del hombre y de la vida realidades exteriores y extrañas a la naturaleza.

b. Es de suma importancia considerar que esta distinción excluyente se extiende a lo largo y ancho de la experiencia humana.

El imperio creado por el pensamiento que establece estas disyunciones con el fin de llevar a cabo el proceso del conocimiento lo podemos leer, parcialmente, en la siguiente tabla de dualidades:

Alma Cuerpo

Espíritu Materia

Cualidad Cantidad

Finalidad Causalidad

Sentimiento Razón

Inconsciente Consciente

Libertad Determinación

Necesidad Azar

Existencia Esencia

c. Al paso que se extiende este paradigma con su sistema de dualidades se va radicalizando la escisión entre "mundo" y hombre.

De un lado de la división se instituye un "mundo" de objetos (que, obviamente, contiene al sujeto), objetos que estarán sometidos al poder de las observaciones, manipulaciones, experimentaciones y exacciones de un sujeto trascendental, considerado el soberano del mundo. El mundo deviene, pues, mundo sometido al poder de la voluntad de un sujeto de la certeza.

Del otro lado se construyen unos mundos posibles de sujetos. Al interior de estos mundos posibles hallamos el drama del hombre: hombres que se desgarran en el planteamiento de los problemas del deseo, del sentido de la vida y de la muerte y, en fin, en los problemas del sentido del ser, del no-ser y del devenir.

d. Ahora bien, como este paradigma determinó todas las praxis sociales de Occidente obviamente, también determinó las diversas concepciones sobre la comunicación; y, como consecuencia propia, influyó decisivamente en los diversos modelos de interacción comunicativa que, justamente, condujeron a esos mundos posibles de sujetos.

La comunicación humana en el marco de la disyunción/reducción

Hablar de comunicación humana es hablar de algo radicalmente cosubstancial al modo de ser y de existir del hombre. Por ello, consideramos de suma importancia destacar algunas de las consecuencias que resultan de la inscripción de la comunicación en el marco del paradigma de simplificación/reducción.

a. Se construyen teorías sobre la comunicación a partir de las cuales se piensa que existe algo sustantivo y completamente objetivable llamado la comunicación humana.

Como era de esperarse, aquellos modelos o teorías sobre la comunicación humana que se producen en el marco del gran paradigma occidental parten de la creencia común en un sujeto de la certeza: un sujeto dueño de la verdad. Estas teorías parten, pues, del supuesto de que hay un sujeto de la certeza. Y, por tanto, presuponen la unidad, la simplicidad y la sustancialidad del significado y del sentido de sus enunciados.

De este modo, el comunicador y el investigador creen tener la certeza de que es posible objetivar completamente el fenómeno de la comunicación. Y, sobre todo, creen que esto es posible a partir de teorías que se fundan en el postulado de que la comunicación es algo simple y reducible a elementos primeros.

b. El significado de una palabra o frase es reducido al dato.

Los modelos o teorías sobre la comunicación humana manufacturados en el marco de este paradigma parten del postulado de que los sujetos viven en mundos (de individuos humanos) separados de los objetos y de la naturaleza. Además, se supone que los sujetos, reducidos a individuos, tienen una percepción idéntica, clara y distinta de las palabras. En consecuencia, se cree que todos y cada uno de los individuos les arrogan el mismo significado a las palabras o predicados con los cuales se refieren a los objetos y a las cuestiones humanas.

En síntesis, como lo ordena el paradigma, estas teorías dicen que hay que poner la significación en el ámbito de lo simple y lo obvio: en el ámbito del dato. Es necesario, pues, reducir la comunicación a lo simple, a la significación. Y esta última hay que reducirla al orden de lo inmediato, al dato.

Estas reducciones conllevan un proceso de desemantización y pérdida progresiva del carácter dinámico del lenguaje. Por tanto, el hombre entendido de un modo no individual es decir, las comunidades humanas se ven arrastradas hacia una pérdida progresiva de la conciencia dramática del lenguaje.

c. La comunicación humana se reduce a un simple problema de emisión. O, si no, se reduce a un simple problema de recepción.

En el marco de las concepciones que reducen la comunicación bien sea al problema de la emisión o bien sea al de la recepción, el problema de la comunicación se reduce, de modo consecuente, únicamente a la cuestión de hallar la mejor manera de expresar o emitir una idea o información ya "dotada" de un sentido, el cual ha de ser precisado de antemano por quien la emite. Esto es, el problema de la comunicación humana se reduce a un simple problema de atribución adecuada de significado, con base en la creencia de que el receptor captura, exactamente, el mismo significado que el emisor le otorgó a su emisión.

En el marco del paradigma de disyunción/reducción, la comunicación es, por tanto, un juego que se deja reducir a un simple intercambio de significaciones. En otras palabras, para aquellas teorías que emergen fecundadas por este paradigma la comunicación es un proceso que depende únicamente de unas reglas claras y de algunas máximas de pertinencia, coherencia, etc. De allí que el significado sea siempre algo referido a los textos tutores de la cultura (enciclopedias, diccionarios, manuales).

d. A partir de las teorías de la comunicación producidas en el marco del paradigma de la disyunción/reducción se generan modelos de comunicación que imponen con fuerza avasalladora la "evidencia" y la "certeza" expresadas por las siguientes ecuaciones:

Información = Significación = Dato

Comunicación = Conjunción de informaciones = Conjunción de datos

A partir de la progresiva evidencia de la "verdad" de estas ecuaciones, como era de esperarse, se privilegió en el dominio de la comunicación humana, el modelo de la comunicación cara a cara, en el cual, a su vez, se privilegió, en un primer tiempo, el lado discursivo del hablar y del escribir, y, en un segundo tiempo, es decir, hoy, se impone la instantaneidad de la significación, condensada en la eficacia y eficiencia de la imagen.

e. Por último, las teorías de la comunicación nacidas en el seno del paradigma de disyunción/reducción se construyen sobre la idea fija de que la comunicación entre humanos obedece por entero a los principios y métodos de la racionalidad científica. Y, por lo tanto, impulsan, acríticamente, el hecho de que sus resultados se pueden aplicar, sin más, a los fenómenos propios de la comunicación humana.

Más allá del paradigma clásico

Si partimos de la concepción que hace de la comunicación un fenómeno complejo, si nos ubicamos más allá del paradigma que simplifica y reduce la complejidad propia de la comunicación humana, podremos, quizá, persuadirnos de lo inadecuado de las concepciones nacidas en el marco de este paradigma. Con este "ubicarnos más allá" queremos señalar que es posible renunciar a seguir pensando la comunicación humana únicamente en los términos antes expuestos. Podríamos decir: una renuncia a seguir pensando la comunicación en términos clásicos implica que es menester sobrepasar el paradigma de simplificación reducción y, en consecuencia, invita ponerse del lado de una concepción que piense la comunicación humana en términos de complejidad.

Hacemos uso del término "complejidad" no sólo para oponerlo a los conceptos y procederes metódicos de simplificación y reducción, sino también para postular que es inevitable, de un modo u otro, tomar una posición de sujeto que coadyuve a abrir caminos que nos conduzcan a un comprender, siempre anhelante y nunca exhaustivo, la comunicación humana como una multiplicidad irreductible.

Decir que la comunicación humana es una multiplicidad irreductible conduce a un aprestarse a "ver" que no se trata de algo sustantivo, sino que allí está en cuestión un complexus de fenómenos, los cuales no se pueden simplificar ni reducir los unos a los otros. La comunicación humana es un complexus que reúne en sí determinaciones subjetivas e individuales, determinaciones culturales, sociales, maquínicas y colectivas. Y, sobre todo, asimila y distribuye sentidos impuestos tanto por la lengua que hablamos como por aquellas lenguas que, siendo partes de una misma lengua, hablan y nos hacen hablar en un determinado acto de interacción comunicativa.

Hemos hecho uso de la expresión interacción comunicativa. En coherencia con la concepción que señalamos, pensamos que hay que desplazar el acento de la expresión comunicación –con la idea de que no hay nada substancial y objetivo que le corresponda– hacia la expresión interacción comunicativa. O, si se quiere, podemos enunciarlo así: la comunicación humana es un complexus de actos de interacción comunicativa que se están haciendo y deshaciendo, para forjar continuamente la trama y la urdimbre de la existencia humana.

Al decir que la comunicación es un complexus de actos de interacción comunicativa queremos señalar que hay que pensar la comunicación no como algo sustantivo sino como un conjunto de actos de interacción comunicativa que, quiérase o no, conllevan y generan un cierto número de incertidumbres, paradojas y antagonismos difícilmente perceptibles únicamente mediante esquemas y métodos que reducen y simplifican las diferentes dimensiones de semejante multiplicidad.

Implicaciones de un cambio de perspectiva

Las consecuencias teóricas y prácticas de un cambio de paradigma en la concepción y en el estudio de la comunicación humana están aún por verse. No es que no contemos hoy en día con concepciones diferentes (esta comunicación se alimenta de ellas) lo que se quiere decir es que sus consecuencias aún no son muy visibles, pues los nuevos medios de comunicación nos imponen con suma fuerza sus modelos y condicionan, de un modo casi inevitable, otro modelo, enteramente distinto, de interacción comunicativa.

Por lo tanto, en esta sección nos limitaremos modestamente a esbozar algunas proposiciones concernientes a lo que implica abandonar el paradigma de simplificación/reducción como guía de estudio e investigación de los fenómenos relacionados con la comunicación humana.

a. Hay que dejar de pensar y estudiar la comunicación humana como un algo simple y sustantivo.

Esto implica que hay que tomar una posición de sujetos –inscrito en la naturaleza y la cultura– que nos permita reconocer ese complexus de actos de interacción comunicativa que anudan, desanudan y reconstituyen los asuntos humanos. Esto es, pensar la comunicación en términos de complejidad trae consigo la renuncia al ideal de absoluta objetividad en lo concerniente a la comunicación.

b. Pensar la comunicación en términos de interacción comunicativa implica abandonar toda idea de unidad.

Abandonar la idea de unidad implica ponerse en condiciones de distinguir y reconocer una gran diversidad irreductible de modelos de interacción comunicativa. Estos modelos son productos y productores de la diversidad de sentidos que, a su vez, son producidos social, cultural y subjetivamente. En último término, esto implica abandonar la concepción que reduce el sentido al significado, el significado a la información y la información al dato (y, por ende, reduce el problema de la comunicación a un simple problema de emisión o recepción de datos), y supone la disposición de teorías que nos permitan comprender que el sentido trasciende el significado, que el significado trasciende la información y que esta última trasciende el dato.

No hay unidad de sentido, ni el significado es unidad de nada. Ambos, inicialmente fijos, son deconstruidos y reconstruidos en el seno de determinadas interacciones comunicativas. Además, en su fijeza, los significados de las palabras y de las cosas están determinados tanto por la construcción sociocultural del sentido como por el dominio de coherencias subjetivas (con la experiencia), que han venido construyendo los sujetos en el vivir.

Para pensar y estudiar el problema de la comunicación en términos de interacción comunicativa hay que desplazar el problema para ponerlo en términos de complejidad. En otras palabras, se está abocado a reconocer la comunicación humana como un complexus de modelos de interacción comunicativa, irreductibles unos a otros. Si bien es posible determinar ciertas dimensiones comunes (aspectos verbales, incidencia de las relaciones de poder, códigos construidos colectivamente, etc.), también es cierto que los diversos modelos de interacción comunicativa generan dimensiones singulares que escapan a toda generalización. Esto es, con este cambio de perspectiva se comienza a reconocer la enorme complejidad de aquello que creíamos que era un simple proceso de intercambio de significados, fijados de una vez por todas en los textos tutores de la cultura.

c. Pensar e investigar los fenómenos de la comunicación humana en términos de complejidad no implica, en modo alguno, que tengamos que renunciar a todos los conocimientos producidos por las ciencias de la comunicación ni, mucho menos, a la búsqueda de objetividad.

Por el contrario, pensamos que, al introducir en el ámbito de una interacción comunicativa las dimensiones específicamente subjetivas, sociales y culturales, ganamos en objetividad, obtenemos una ganancia de sentido en el entendimiento de la complejidad de los fenómenos que tienen lugar en dicha interacción.

Las concepciones y los resultados producidos por la ciencia tienen una importancia innegable, pero es necesario complementarlos. Una teoría que no simplifique y ni reduzca la complejidad de la comunicación humana tiene que trabajar, necesariamente, con la ambigüedad del significado, con la incertidumbre que genera la pérdida de certeza y con la contradicción generada por la diversidad de sentidos construidos en función de la experiencia y la cultura. Por tanto, lo que se requiere son teorías e investigaciones capaces de revelar, en algún grado, las significaciones impuestas por el socius (significaciones dominantes), la incidencia de las relaciones de poder y de los micropoderes, los aspectos verbales y no verbales, los dominios de coherencia con la experiencia de los sujetos, etc., que intervienen en la construcción de sentido en un determinado modelo de interacción comunicativa.

En fin, una determinada teoría sobre los fenómenos de la comunicación humana debe saber objetivar en algún grado estos índices de la complejidad de una interacción comunicativa.

d. Al abandonar o trascender los principios y métodos del paradigma disyunción/reducción (en el ámbito de la comunicación humana) se descubre un cierto hiato que se abre entre los actantes (intención del uno y dación de significado del otro). Este hiato es un índice de complejidad del acto de interacción comunicativa.

Un acto comunicativo entre humanos es un proceso complejo. Y lo es porque el sentido, lo comunicable, la "verdad" de lo comunicable, está inextricablemente ligado a lo incomunicable. La verdad y lo comunicable están siempre enganchados, sobredeterminados y producidos adentro y afuera del ámbito de un acto de interacción comunicativa dado.

En contra de la idea de que un acto de interacción comunicativa es algo simple, pensamos que un acto de interacción comunicativa es un proceso complejo porque integra actos comunicativos anteriores e implica y es implicado por rasgos subjetivos y culturales que portan en sus sillajes contradicciones y paradojas propias de la relación existente entre lo incomunicable y lo comunicable. Dicho esto de modo más radical: lo comunicable comporta también lo incomunicable; y hay que contar con ello y con el ello.

En un acto comunicativo no trivial, siempre, o casi siempre, hay efectos de fuerzas de poder originados en lo sociocultural y hay también efectos de actos comunicativos anteriores que condicionan, inhiben o favorecen la emergencia de un posible sentido individual o de conjunto. Por eso decimos que en un acto comunicativo se abre un hiato que se dispone entre los actantes. Sería mejor decir que la interacción comunicativa, si consiste, se desarrolla en un juego de consistencias o inconsistencias subjetivas y trans-subjetivas, esto es, se da ya investida por intensidades, provenientes del socius, que tienen, primero que todo, efectos sobre los cuerpos y, además, tienen o no efectos sobre los universos de referencia y sobre los dominios de coherencia(con la experiencia) de los actantes. De allí que consideremos válido proponer la siguiente tesis: en situaciones comunicativas donde entren en juego imaginarios de poder o intencionalidades afectivas o inconscientes1 que ponen en acto o inhiben la lógica intencional de los actantes, se va generando, paso a paso, una especie de hiato comunicativo. ¿Qué actos comunicativos entre humanos deben ser sustraídos?

Este hiato es algo así como una entidad virtual que liga y une, o separa, a los actantes. Por ende, sospechamos que tiene mucho que ver con las condiciones de posibilidad del diálogo. De allí que creamos sensato plantear que este hiato o campo virtual deviene en condición de posibilidad para la emergencia del sentido. Por lo tanto, él ha llegado a ser una condición de posibilidad para la emergencia de las consistencias e inconsistencias del acto de interacción comunicativa. Dicho de otro modo, si un acto comunicativo consiste, carga este campo virtual de inconsistencias y consistencias subjetivas: incertidumbres, pequeñas certezas, miedos, cegueras, creencias básicas, "sentimientos" individuales de verdad, criterios colectivos de verdad, significaciones dominantes. En fin, allí concurren también, de un modo u otro, deseos, formas de percibir, sentimientos y representaciones inconscientes que son, de suyo, no comunicables, pero al mismo tiempo son indispensables para que el acto comunicativo consista. Tiene sentido, entonces, afirmar que la comunicación humana es un complexus de procesos de interacción comunicativa que actualiza intensidades gestuales y verbales, intensidades proxémicas, intensidades y rupturas de la palabra (en el sentido de palabra hablada), intensidades de las palabras o tonemas, intensidades de las miradas y del mirar, repeticiones inconscientes, obsesiones, imaginarios de poder, síntomas de los sujetos y de la comunicación social que ritman las inconsistencias y consistencias de la interacción comunicativa.

———–

1 El inconsciente ata, el inconsciente liga, el inconsciente abraza a la gente; y ésta es la idea fundamental Lacaniana"

(Nasio 1994).

Trascender la concepción clásica de la comunicación implica, finalmente, repensar la noción de diálogo. Una concepción compleja del diálogo nos conduce a la comprensión de que en un acto de interacción comunicativa pueden existir factores que inhiben o favorecen las respuestas amorosas o colaborativas, que inhiben o favorecen las acciones violentas o serviles y que inhiben o favorecen el reconocimiento y el entre-reconocimiento. Esto es, hay presentes factores que inhiben o favorecen el reconocimiento del otro y de lo otro como legítimo otro. Esto último nos genera un cierto acuerdo con Humberto Maturana, para quien "El "lenguajear" de hecho ocurre en la vida cotidiana entrelazado con el emocionar, y a lo que pasa en este entrelazamiento llamo conversar. Lo que pasa es que nuestras emociones cambian con el fluir del "lenguajear", y al cambiar nuestras emociones cambia nuestro "lenguajear". Se produce un verdadero trenzado, un entrelazamiento de generación reciproca del "lenguajear" y del emocionar. Eso es conversar" (Maturana 1991: 42).

Una concepción compleja de la comunicación nos invita, pues, a abandonar la idea de que hay un en sí de la comunicación humana. Nos invita más bien a ponernos del lado de la idea de que, en la vida de los sujetos y de los grupos, el circuito comunicacional se está haciendo siempre a partir de una diversidad de conversaciones o de actos de interacción comunicativa triviales y no triviales que portan también de un modo tanto virtual como real condicionamientos socioculturales que están presentes en los diversos modelos de comunicación que los generan.

Conclusiones

a. Al abandonar la idea de unidad se llega a reconocer que el sentido y la significación son procesos que dependen rigurosamente del campo social y de los dominios de coherencias de los sujetos (matriz de significados).

Por tanto, se descubre un cierto hiato que se abre entre los actantes (intención del uno y dación de significado del otro). El reconocimiento de este hiato induce al estudio de los dominios de coherencia de los sujetos (planteando así el problema del campo de expansiones de significación de los actantes).

b. No existe un modelo de comunicación. Existen modelos de interacción comunicativa. Resalta con fuerza el hecho de que un determinado modelo de interacción comunicativa es coorganizador de la percepción y representación del "mundo" del colectivo que lo realiza. Y, lo que es muy importante: allí la dimensión subjetiva de los sujetos tiene un carácter radical. En una interacción comunicativa determinada, el sentido deja de ser una simple unidad. En términos de interacción, el sentido deviene problemático, deviene en el problema de la atribución y construcción de un sentido (por cada uno de los actantes), sentido que, a su vez, está ya social y culturalmente determinado.

c. El sentido tiene que ver con la posibilidad misma de la interacción. No obstante sus dependencias socioculturales, el sentido aparece como una emergencia de la interacción comunicativa.

d. En una concepción compleja de la comunicación, el diálogo es principio y regla de la dialógica del acto de interacción.

e. La comunicación aparece como un complexus de actos de interacción comunicativa. La comunicación deja de ser un ya-ahí, un algo del orden de lo obvio e inmediato.

f. La interacción comunicativa es inseparable de la condición interpretante. El sentido se construye a partir de la dialógica:

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S1 y S2 son los actantes, individuales o colectivos. La incertidumbre, el equívoco, la ambigüedad y la contradicción, que nace de la diversidad de interpretaciones, devienen en condiciones de posibilidad de lo comunicable, por tanto del sentido. M1 y M2 son los dominios de coherencia con la experiencia de S1 y S2,respectivamente.

g. La comunicación, pensada en términos de complejidad, plantea el problema de la dimensión imaginaria del sujeto (reconoce la "lucha" entre sujetos por el sentido).

h. Una concepción compleja de la "comunicación" tiene que introducir un principio dialógico. Pensar la comunicación en términos dialógicos implica tener en cuenta que el emisor nunca deja de ser un receptor, y viceversa.

i. En el marco de una concepción compleja de la comunicación, la interacción deja de ser un simple intercambio de significados, para disponerse como ámbito de expansión de significados: posibilitando con esta disposición la emergencia del reconocimiento del otro como legitimo otro (condición de posibilidad para la eficacia del diálogo).

j. La comunicación dialógica requiere, pues, del diálogo para su eficaz realización. Hay diálogo cuando hay reconocimiento del otro. Esto es, hay diálogo, la interacción comunicativa consiste, cuando en la cadena de decires del otro aparecen ciertos segmentos de mi cadena de decires.

k. La dialógica propia de la interacción comunicativa crea un ámbito, un espacio relacional que fundamenta la acción. Por efectos de la palabra, ese ámbito deviene en campo de intensidades subjetivas. Estas últimas construyen o destruyen las condiciones de posibilidad para la negociación hermenéutica y, por ende, para la "permanencia" del otro, como legítimo otro.

l. Precisemos los siguientes enunciados, propios de una aproximación no reduccionista a la cuestión de la comunicación:

La comunicación, pensada en términos de interacción comunicativa, es más y es menos que una conjunción de informaciones.

La ecuación: Comunicación = Emisión expresa sólo el lado negativo de la comunicación. No se convoca nada del otro, puesto que se parte de la creencia en la unidad y fijeza del significado de las palabras o de las imágenes.

Una concepción no reduccionista de la interacción comunicativa obliga a la distinción: Oír ¹ Escuchar.

Oír es un fenómeno fisiológico. Ahora, Escuchar es un fenómeno cognitivo. Por tanto, el escuchar o el observar están mediados tanto por la matriz cultural de los sujetos como por el dominio de coherencias con la experiencia construido en el vivir por los sujetos.

La interacción comunicativa se construye también a partir de la mediación de los lenguajes no verbales. Por ello decimos que la comunicación implica también un cuerpo a cuerpo: pone a un sujeto frente a otro sujeto. Por ende, toda comunicación entre sujetos es un proceso condicionado por la situación comunicativa, puesto que pone en juego las dimensiones subjetiva, cultural y política de los actantes.

No hay un sujeto dueño de la verdad. Hay sujetos con verdades construidas en el vivir y en la experiencia del vivir: esto es, en el hablar, conversar, dialogar, amar, trabajar…

En fin, en el marco de una concepción compleja de la "comunicación", ya no podemos suponer la existencia de un sujeto de la certeza. El sujeto de la interacción comunicativa es un sujeto que ya no puede suponer en sí mismo ninguna unidad del sentido ni, mucho menos, puede tener certeza de la interpretación que hará el otro de sus enunciados. El sujeto de la interacción comunicativa busca la objetividad, pero ha perdido la creencia en la objetividad del significado.

Bibliografía

  • Maturana, Humberto. 1991. El sentido de lo humano. Dolmen, Santiago de Chile.

  • Nasio, Juan. 1994. El magnifico niño del psicoanálisis. Gedisa, Barcelona.

 

 

COMUNICACIÓN Y COMPLEJIDAD, POR RAÚL GÓMEZ MARÍN

Enviado por:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION

www.monografias.com/usuario/perfiles/ing_lic_yunior_andra_s_castillo_s/monografias

Santiago de los Caballeros,

República Dominicana,

2015.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"®

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