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Emociones, sencillamente (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

colocarlo mucho más bajo, volviendo a la sana costumbre de pedir perejil a la vecina, pedir la hora al transeúnte, etc. El beneficio emocional sería grande.

La Independencia y aislamiento, tomados en muy pequeñas dosis resultan saludables.

Pasado un límite, empiezan a generar efectos secundarios indeseables.

La sociabilidad (dependencia) es una ayuda; no una carga. Cada hito que alcanzamos en Independencia, es un paso más hacia la Soledad.

Inseguridad: Tomar un camino distinto del que toma el grupo. Elegir un camino nuevo, sin tener referencias de lo que haría el grupo en ese caso. Haber sufrido una educación muy exigente en la que, a juicio de los educadores, el individuo nunca hacía las cosas de forma tan satisfactoria como para recibir aprobación. Todo esto produce Temor o Timidez. Esta Timidez provoca en la inteligencia un trabajo, tan exagerado a veces, que desemboca en inoperancia negativa (para no meter la pata), y al no tomar decisiones, no se consiguen metas perdiéndose además protagonismo social por falta de iniciativa.

Debido a la excesiva diversificación de las opciones que nos ofrece la vida en los países desarrollados, es muy difícil estar seguro que nuestras elecciones son las adecuadas. Sufrimos mucha inseguridad. Aparte que el excesivo respeto a la intimidad del prójimo nos impide conocer la verdadera vida de los demás, imaginándonos, por defecto, una vida fantástica. De forma que, por relatividad, nuestra vida aparece pobre y falta de brillo. Esto nos produce inconformismo y baja Autoestima, empujándonos a la lucha estresante para conseguir metas que nos devuelvan algo de Seguridad.

En los países pobres, los recursos llegan escasos, sin posibilidad de elección y el individuo se entrega felizmente a su disfrute. Aparte de que para ellos es muy fácil conocer la realidad vital del resto del grupo. Les resulta muy tranquilizante saber que el resto del grupo padece sus mismos problemas.

Por otra parte, la cantidad de normas, prohibiciones, informaciones pesimistas, etc. Tan floridas en las sociedades desarrolladas, hacen que vivamos continuamente en la Inseguridad de meter la pata en algo. La lucha por la seguridad externa, propicia Inseguridad interna. ¿Lo estaré haciendo bien? ¿infringiré alguna norma que yo desconozca y tengan que llamarme al orden? ¿me estará engañando la publicidad? ¿habrán modificado el código? ¿habrá otros más baratos? ¿me verán bien así? ¿Estaré comiendo lo que debo?… Mil preguntas de este tipo, poco tranquilizadoras, que nos instalan en la Inseguridad.

Impaciencia (lo hecho, hecho está. Mañana pueden surgir problemas que hoy no existen. Es lógica la existencia de esta emoción). No la podemos dejar campar a sus anchas porque la Impaciencia es prima hermana de la improvisación chapucera y por tanto negativa.

Instinto de supervivencia: Entre la vida y la muerte, siempre elegimos el camino de la vida. Es lógicamente una emoción fortísima y antiquísima. Sin ella, cualquier especie animal se extinguiría. En la cultura de los pueblos más desarrollados, se da excesiva importancia a la supervivencia a ultranza (más allá del término medio), y producto de esto es el gran Temor a la muerte que acompaña al individuo a lo largo de toda su vida, impidiéndole una satisfacción plena del momento vital. Vivimos muy "a la defensiva". Podríamos disfrutar más pero cada vez que nos llevamos a la boca el pincho de morcilla, allí está la OMS para recordarnos el poder mortífero del colesterol. En el tercer mundo hay un temor a la muerte más moderado, y, llegada la ocasión de disfrutar de algo, se saborea a tope. Por eso ellos sonríen y nosotros menos. No hay que preocuparse por la muerte sino por la vida. Se ha dicho, creo que con acierto, que "lo importante no es cuánto vivimos, sino cómo lo hacemos".

Nos hablan de la importancia de la vida. Si estudiamos las "causas" de las guerras y el número de muertes jóvenes que se producen, llegamos a la conclusión de que no es tanto el

valor que se da a la vida. En épocas no muy lejanas, los hombres se batían en duelo a muerte, a causa de unos insultos pronunciados en un momento de acaloramiento.

La muerte se ha convertido en un tema tabú, y esto no hace más que acrecentar el Temor doloroso de por vida. Si hablásemos de ella con la normalidad que le corresponde, mejoraría nuestra calidad de vida.

Pensemos que aumentamos la esperanza de vida prolongando la vejez; no la juventud. De manera que no es tanto lo que ganamos.

Ira o Enfado Mediante nuestra actitud agresiva e intolerante, presionamos al otro a obrar según nuestro criterio. Si lo conseguimos, cesa la Ira. No es necesario llegar a causarle daño. Se esgrime muy visiblemente, incluso con seres queridos. Se manifiesta en varios grados según la gravedad que valore el iracundo. A modo orientativo: El levantar la voz sería un principio de ira. Después vendría la amenaza verbal leve. Después el empujón. Después el golpeo. Después golpeo con objeto contundente. Etc.

A veces, la Ira leve está justificada sobre todo con personas de poca razón ni experiencia como los niños. Personas temerarias y poco razonables, o que no lleven razón de forma muy manifiesta. Un golpe de Ira en un momento oportuno, puede conseguir que el otro abra los ojos y evitar males mayores. Caso distinto es el que abusa de la Ira siempre en beneficio propio.

Desde luego todo lo que pueda conseguirse mediante el diálogo con personas razonables, debería excluir la Ira.

Igual que la Tolerancia nos permite asomarnos a la Felicidad del otro, La Ira nos pone sobre el rastro de todo lo contrario; es decir, la infelicidad. Controlamos la Ira a base de ejercitar la Tolerancia, dirigiendo nuestros pensamientos a favor de quien nos la provoca. Esto cuesta porque la Ira es genética y empuja, mientras que la Tolerancia no lo es. La Tolerancia es como nadar contra corriente.

El control de la Ira o enfado es importantísimo en la relación de pareja.

De todas formas, ya hemos visto que hay algunos casos concretos en que es conveniente ejercitarla.

Libertad. El individuo, igual que el animal, no es libre. Se limita a hacer lo que acuerda la balanza de sus emociones. Cierto que el hombre es mucho más rico en emociones que el animal; quizás por ello es difícil que ante la misma situación dos humanos reaccionen de la misma manera, dando la sensación de que eligen "líbremente". La Libertad es palabra hueca sin entidad propia. Sí tiene sentido hablar de Falta de Libertad, cuando fuerzas externas me impiden llevar a cabo algo que acordaron mis emociones. La Falta de Libertad individual va aumentando de la mano del progreso. A veces el ejercicio de mi libertad se hace incompatible con el derecho ajeno.

Toda la vida social hay que ir regulándola con normas o leyes, y lo que ayer se podía hacer hoy está restringido. El corsé legal cada vez aprieta más. Para hacer habitables las grandes urbes, la falta de Libertad es algo inevitable. Nos venden el "Tú decides", pero la verdad es que casi todo nos viene decidido por otros. Si fuésemos realmente libres, nadie se gastaría un solo euro en publicidad; sin embargo no es así. Utilizando hábilmente las emociones, podemos conseguir que el grupo tome las decisiones que nosotros buscamos.

Si contempláramos la cantidad de cosas que pueden hacerse en países del Tercer Mundo y que a nosotros nos están prohibidas, o nosotros mismos nos las prohibimos para evitar males mayores, comprenderíamos que a más desarrollo, más falta de Libertad.

Libido. Al hilo del instinto de supervivencia, nos encontramos en todos los animales la actividad sexual. Diferenciamos el macho de la hembra. Cada uno juega un papel distinto en la procreación de la especie. El macho asegura que todas las hembras fértiles serán copuladas en la fecha adecuada. La hembra asegura que su descendencia sólo llevará la genética de los mejores machos. Esto conlleva una seria de características diferenciadoras entre los dos géneros. El macho siempre debe estar dispuesto a fertilizar –no importa qué hembra- para que el día apropiado no pase de largo y se pierda un ciclo reproductor. En todo momento debe mantener el deseo sexual; la hembra únicamente los días fértiles. ¿ Cómo la hembra, siendo débil, puede evitar ser copulada por machos poco vigorosos? La Naturaleza ha previsto que previamente a la cópula exista un cortejo bien visible y lento, de manera que todos los machos queden enterados de las intenciones del pretendiente. Si ninguno concurre a la "subasta" y no presentan credenciales, quiere decir que reconocen en el pretendiente a alguien superior a ellos. Si alguno se creyera con fuerzas suficientes, se produciría la lucha entre ambos. Al final sólo copulan los más fuertes o resistentes. Estas disputas por poseer a las hembras, darán lugar en los machos a un espíritu luchador y competitivo del que carecen las hembras. Esta lucha por la dominancia empezará a manifestarse en los juegos de la más tierna infancia.

¿ Por qué es el macho el que trasmite los genes en mayor medida que la hembra? Porque un solo macho –el mejor dotado genéticamente- puede fertilizar a muchas o todas las hembras del grupo. Si los machos buscasen los genes sólo de las mejores hembras, las restantes quedarían sin fertilizar y la especie se extinguiría.

Los seres humanos, sin duda alguna, en un principio funcionaron sexualmente igual que cualquier otro animal. ¿ Cómo se pasó del macho dominante para todas las hembras, al sistema de parejas? Desconozco los motivos (seguro que los hubo, porque la Naturaleza nunca evoluciona de forma caprichosa). A veces pienso que el macho dominante garantizaba una buena genética, pero ese macho se desentendía olímpicamente de su amplia descendencia. La mujer se veía obligada a hacer frente en solitario a la crianza y defensa de su prole y de ella misma. Con el sistema de parejas, la especie pierde pureza genética. Sin embargo, la mujer encuentra una ayuda importantísima, y a su vez el hombre se asegura una salida que antes no tenía para el fuerte deseo sexual del que le había dotado la Naturaleza, como vimos al principio. No sería extraño que el cambio al sistema de parejas, diera origen a un rico trabajo intelectual que necesitara de una más amplia cavidad craneana. Es un hecho que los machos de la mayoría de las especies tienen una cabeza más voluminosa que las hembras. Tampoco perdamos de vista que la Naturaleza siempre es consecuente y nunca caprichosa.

¿Qué trascendencia genética tiene para nosotros la sexualidad de nuestros antepasados?

Se nos pretende vender que hombre y mujer son iguales ante la sexualidad. Y esto es imposible. Imaginemos a las mujeres acechando detrás de las esquinas con el mismo deseo sexual que los hombres. Sería sencillamente el final de las mujeres y por consiguiente de la especie humana. Imaginemos que el hombre no tiene que luchar por la posesión de la mujer. Esto unido a la debilidad física de la mujer produciría un desequilibrio tal en la pareja, que – insisto- resultaría trágico. Sin embargo la Naturaleza sabe organizar las cosas porque dispone de mucho tiempo para ello. Ha previsto que la mujer se vea libre del imperativo sexual (excepto en periodos fértiles) y el hombre no, de manera que para conseguirlo, éste se vea obligado a atender las necesidades de la mujer, para quedar bien con ella. Los dos obtienen beneficios en un sistema interdependiente de equilibrio total. La familia es la organización humana más antigua y perfecta que pueda imaginarse. ¿ Qué pasa actualmente con esa organización? Que se ha perdido la interdependencia de sus miembros, y el equilibrio se rompe. La mujer, mediante el trabajo asalariado, ha ganado una independencia que le permite atender sus necesidades materiales sin el concurso del hombre. Tiene los hijos, la vivienda y el sueldo, y para ninguna de estas tres cosas necesita ya al hombre. Desde esta posición de suficiencia, la motivación para negociar los problemas de convivencia, es muy escasa. Puede decir "No" cuantas veces quiera, sin necesidad de recurrir a la famosa "jaqueca". Todos hemos oído aquella frase coloquial entre mujeres: ¿Por qué tienes tú que aguantar a un hombre?. Es decir, no necesitas nada de ese hombre, ni tienes por qué negociar. Para el hombre nada ha cambiado con los nuevos estilos de vida y continúa con su gran dependencia de la mujer. Este desequilibrio no es bien digerido por los hombres (no se considera justo) y es el origen, en algunos casos, de violencia física hacia una mujer que, por otra parte, siempre tuvo una consideración social de verdadero privilegio por parte del hombre en todos los campos. El hombre siempre dispensó un trato exquisito a la mujer, para no entorpecer sus favores, ya que la mujer, lógicamente, tiende a unirse a la persona que la trata bien. Las Leyes que torpemente pretenden solucionar el problema de la violencia, no hacen más que agravar el desequilibrio familiar y propiciar por tanto las reacciones violentas. Cuando el hombre se siente perseguido injustamente, reacciona, como vemos a lo largo de la Historia, con actitudes violentas. Sería deseable que los gobiernos, que parecen tan afectados por el tema de la violencia, se dejasen de eslogan igualitarios (muy bonitos) y sacrificasen algunos euros a educar en el conocimiento de las diferencias emocionales entre hombre y mujer, y en qué debe cada parte esforzarse y mostrarse tolerante con la otra para conseguir situaciones de equilibrio familiar.

Los violentos, con frecuencia, terminan quitándose la vida, y esto debe ser signo inequívoco de que las emociones que rodearon el caso, lo fueron de una gravedad digna de prestarle atención. Debe de fomentarse el debate público y escuchar las opiniones y emociones de las partes. El diálogo apacigua la agresividad. Las sensaciones de injusticia, la enardecen.

Llevar razón. Aconsejar. Se relaciona con el deseo de adornarse de valores útiles a la sociedad. También indica que estamos por delante de la otra persona que lleva menos razón que nosotros. Por eso disfrutamos llevando razón y aumenta la Autoestima. Y por eso cuando nos encontramos del otro lado de la razón, nos cuesta mucho "apearnos del burro". En personas poco inteligentes o con mucho sentido de liderazgo, se observa una resistencia a tomar en consideración sugerencias ajenas. Saber reconocer los propios errores, aumenta nuestra credibilidad, pero no favorece el liderazgo.

Malo, Desfavorable, Desagradable: Se produce con muchísima frecuencia. Siempre que la Inteligencia detecta que algo nos perjudica, allí está la emoción dolorosa que nos empuja a solucionarlo.

Marginación social. Es la sensación desagradable de que el grupo social no cuenta contigo, y por consiguiente quedas fuera de todo proyecto, ayuda, cooperación, o diálogo. La Marginación, constituye por sí sola un verdadero Menosprecio. Es muy dolorosa. Hace bajar la Autoestima.

Es una emoción muy fuerte porque para nuestros antepasados no integrarse en el grupo y quedar el último en la cola, era sinónimo de muerte. Actualmente podemos pasar mucho de esta emoción y tenerla controlada para que no haga daño. No podemos pillar un cabreo importante porque el vecino se olvidó de saludarnos. Actualmente, el hecho de que una persona esté objetivamente marginada, no es obstáculo para que pueda llevar una vida feliz y duradera, porque a esa persona la ampara un amplio ordenamiento legal y asistencial.

El consumismo te aboca a este dilema marginante: O perteneces al grupo que tienen el producto o al que no lo tiene. Sentirte en el 2º grupo crea malestar y trataremos por todos los medios de salir de él. ¿cómo?: Uniéndonos al rebaño (Gregarismo), e inmediatamente nos tranquilizamos.

El hecho de no cultivar la imagen social, desemboca en sentimiento de Marginación, pero este sentimiento, podemos maniatarlo en gran medida y sentirnos bien sin necesidad de estar continuamente luchando por la Imagen (el qué dirán, o el qué pensarán).

Los demás pueden marginarte pero eso no te perjudica en nada; tú puedes no sentirte marginado y mantener tu felicidad. Del dolor de la marginación tú sirves en tu plato a voluntad. Sé inteligente.

Menosprecio, Desdén. Sensación terrible en la Prehistoria, donde la depreciación de tus valores y la subsiguiente bajada en la Jerarquía social podía costarte la vida. Se menosprecia para bajar a otro de su estatus, o para castigarlo moralmente. El menospreciado sufre la actitud del que lo menosprecia. Una persona puede subjetivamente sentirse menospreciada sin que en realidad exista intención de menospreciar por parte del otro. El Menosprecio es el único castigo que el poderoso puede recibir de un inferior, ya que nadie puede impedir que éste conceda "menor precio" a los valores del poderoso. El Menosprecio puede, en este caso, considerarse fruto del Orgullo ya que conlleva una retirada de apoyos o falta de amor a la persona a la que va dirigido. En esta emoción tendría cabida el Mobbing o acoso laboral, en la que al individuo se

le priva de toda responsabilidad, menospreciando sus capacidades y conduciéndolo así a la Depresión. Todos conocemos la experiencia desagradable de que alguien que debería saludarnos al cruzarse con nosotros, no lo ha hecho. Imaginarnos también lo desagradable que resulta que en nuestro grupo se haya producido una selección y nosotros hemos quedado fuera. El Menosprecio es un certificado de que valemos poco; eso duele mucho y, por razón lógica, baja nuestra Autoestima. Debemos 1º respetar la elección y 2º atenuar la bajada de autoestima, considerando, para nuestros adentros, que el que seleccionó, no estaba suficientemente acertado o capacitado para ello. Si alguien no nos saludó al cruzarse con nosotros, seguramente no se dio cuenta, o tal vez no llevaba puestas las gafas.

Menosprecio y Marginación funcionan casi igual, y lo dicho para uno sirve para el otro.

Miedo, Prudencia, Temor, Timidez, Preocupación, Duda o Inseguridad. Todas son emociones desagradables. Tomadas en su justa medida, son necesarias para el buen gobierno de nuestra vida. Prescindir del miedo nos llevaría a actuar con absoluta Temeridad y en pocos años se extinguiría la especie.

Todas nos plantean un dilema doloroso: que se produzca o no lo temido, que acertemos o no con la decisión.

El consumismo, empeñado en ofrecernos una gama lo más amplia posible de versiones del mismo artículo, es fuente inagotable de Inseguridad, Duda y Temor. Toda elección lleva implícita una renuncia dolorosa. Nuestra genética lee como positiva la variedad de posibilidades porque fueron siempre tan escasas, que nunca antes supusieron problema, sino beneficio. Ahora hemos sobrepasado el término medio aristotélico y lo que recibimos es daño, muy difícil de erradicar porque, insisto, nuestro genes siguen empeñados en que la variedad de opciones es siempre bienvenida.

Estas emociones debemos manejarlas con inteligencia, evitando los dos extremos.

Odio, Rencor (deseo de dañar a la persona odiada para que no vuelva a molestarnos. Se esgrime calladamente y termina en la materialización del daño o Venganza) Al satisfacerlo mediante la Venganza, la sensación es –lógicamente- placentera, pero muy efímera porque al poco el organismo nos manda malestar ya que no hemos ganado un amigo sino un enemigo con suficientes justificantes para devolvernos un nuevo daño. Además puede aparecer la sensación dolorosa de habernos excedido, o habernos equivocado o no haber valorado en justicia las razones del otro. El Odio se manifiesta en una escala de intensidad muy amplia, acorde con el daño que valoramos.

Antes de que existiesen las Leyes, nuestros antepasados necesitaban defender personalmente sus intereses de las agresiones abusivas. El Odio era la fuerza que les empujaba a ello, para recuperar el bien si era posible o cuando menos producir un escarmiento visible y disuasorio para el odiado y para cuantos fuesen testigos de los hechos. A partir del desarrollo de las legislaciones, el Odio doloroso se hace casi innecesario, y por ello lo inteligente es tenerlo bajo control, mediante el ejercicio voluntario del Amor, la Tolerancia, la Compasión, la Lástima, dirigidos hacia la persona odiable. Si el platillo de la balanza del Odio, pesa mucho, es cuestión de contrarrestarlo en el otro platillo con estas emociones positivas antes enumeradas. Conseguimos reducir el dolor que nos produce el Odio, pero hace falta mucho entrenamiento porque nuestra genética está programada para que el Odio termine en acción de Venganza, y no en Compasión.

Orgullo. Dignidad. Se observan 3 clases de Orgullo: el "bueno" referido a mis logros y a los de los míos ("me siento orgulloso de ti"). Orgullo de Arrogancia, Altanería, Chulería o Prepotencia (de ricos o poderosos), y el Orgullo-Dignidad (de pobres), actitud insociable que busca, aún a costa de perderme beneficios,"no tener que agradecer nada a nadie". Lo utilizo para causar al otro (normalmente más alto que yo) un daño (el único que puedo causarle) de Desamor, Menosprecio o Desdén, y por la relatividad, aumentar mi Autoestima: "aunque tú tengas

mucho poder, en esta mi parcela no puedes entrar; me siento soberano"). Lógicamente siempre se esgrime contra alguien con poder sobre mí, que intenta abusar.

Para mantener su castillo inexpugnable, el orgulloso debe renunciar a muchos beneficios que la vida le propone. El Orgullo es el peor compañero de viaje. Lo mismo sea dicho de la Dignidad, que no es otra cosa que un Orgullo disfrazado de positivismo. Cuando crees que nada tienes, siempre te quedará ese rinconcito a modo de Consuelo: el Orgullo y la Dignidad, que nadie puede arrebatarte. Es de inteligentes no dejar que el Orgullo-Dignidad salga de su término medio o razonable, para no ir por la vida perdiéndonos oportunidades.

Hay veces que el Orgullo-Dignidad es utilizado por un grupo o colectivo, en reivindicación de una causa justa. En este caso y por solidaridad deberíamos respetarlo para evitar daño al grupo. A modo de ejemplo podríamos citar el caso del esquirol en la huelga, o el llamado chaquetero. De cualquier forma, la Razón siempre tiene la palabra.

Breve ej. de Orgullo-Dignidad: Pedro y Juan discuten a la entrada del trabajo. A la salida, Pedro reparte entre los compañeros una caja de bombones. Al ofrecerlos a Juan éste le espeta: "Te los metes por donde te quepan".

Comentarios: 1º Con un poco de imaginación podemos ver a Pedro como el "poderoso" (es el dueño de los bombones). 2º Juan con su respuesta consigue dos cosas: primera, causar un daño de Desamor a Pedro y segunda perderse los bombones (con el Orgullo perdemos beneficios). Aparte desaprovecha la ocasión de limar asperezas con Pedro (el Orgullo es insociable).

Paciencia. Aguantar los contratiempos ineludibles, conservando la calma emocional. "Con qué Paciencia lleva sus desgracias". También se utiliza para indicar lo contrario de las prisas. "Qué Paciencia hay que tener para pintar este cuadro".

Patriotismo: Pertenencia, defensa y disfrute de tribu, pueblo o patria. Somos animales sociales y nos interesa que nuestro grupo sea superior a otros grupos, para poder defendernos adecuadamente.

Paz (nadie quiere perjudicarte. No tienes que molestarte en defenderte. No tienes cuentas pendientes). No siempre podemos disfrutar de la Paz, porque a veces somos agredidos en nuestros derechos por el otro, y se hace inevitable su defensa. Así como la violencia es producto de la injusticia, la paz lo es del equilibrio.

Perdón o Tolerancia. En las Sagradas Escrituras leemos que hay que perdonar mucho. ¿Cuánto? Hasta setenta veces siete. Volvemos a apelar al término medio aristotélico. Perdonar absolutamente todo puede resultar excesivo, ya que seríamos víctimas de infinidad de abusos ajenos. Perdonar poco resultaría inhumano porque todos nos equivocamos y pecamos y somos merecedores de Perdón. Considerando el Perdón y Tolerancia como valores sociales, deberíamos hacer lo posible por perdonar y dar una segunda o tercera oportunidad, siempre a criterio del sentido común. Además cuando perdonamos nos queda una sensación agradable ya que nos sentimos acreedores de la otra persona que queda en deuda con nosotros. Los beneficios para la buena convivencia del grupo son innegables. Que siempre que alguien nos agreda, nuestro primer pensamiento sea el Perdón o la Tolerancia, después ya veremos si se hace imprescindible tomar alguna medida. Siempre que consigamos que el Perdón triunfe generosamente sobre el Deseo de Justicia, nuestra Felicidad está asegurada. ¿Por qué? Porque el Perdón hace amigos deudores y la Justicia no.

Por otro lado, saber pedir Perdón cuando molestamos, es un acto sociable de Humildad que puede disipar las tiranteces. Por el contrario, una postura arrogante, hará que el otro se incline por aplicar la Justicia, a la que tiene derecho.

La Tolerancia, junto con la predisposición a la sonrisa, y el interés por lo intrascendente (lo sencillo), constituye uno de los indicativos externos y observables de Felicidad.

El conocimiento de las emociones humanas, fruto de una educación específica iniciada en la infancia, conduciría a una sociedad más tolerante y respetuosa con los comportamientos ajenos, y se suavizaría la tendencia a juzgar siempre bajo el prisma de nuestras propias emociones y circunstancias. Es lo que se llama "ponerse en lugar del prójimo". Muy sabias las palabras bíblicas "No juzguéis y no seréis juzgados".

Poder: Facilita el control del medio social o material. Qué más vamos a decir. Es como la varita mágica.

A todos nos haría ilusión. También, por razones obvias, nos gustan los lazos de unión y amistad con los poderosos.

Sepa el que ejerce el poder que las decisiones abusivas sobre los subordinados, buscando un interés personal, darán lugar a una sensación desagradable de infelicidad que no dejará disfrutar plenamente de lo ilegítimamente alcanzado. Un uso del poder con criterio de Justicia y servicio, será fuente de bienestar.

Preocupación. Se manifiesta con una desatención de asuntos menos importantes para centrarnos en un solo tema absorbente y aparentemente importante. Es un Temor: "Estoy preocupado" = "temo". La Preocupación es la base del Estrés. El problema es tan importante que, para centrarme en él, mi mente elimina automáticamente cualquier otro problema menor; elimina el placer y hasta el dolor. No puedo distraerme.

En los países pobres, la vida es mucho más simple que en los ricos. El progreso diversifica las opciones y por tanto nos abre muchos frentes y muy "importantes", tanto que no podemos prestar atención a las pequeñas cosas (no sería lógico). En los países pobres, una vez asegurado el almuerzo, desaparece toda Preocupación y la vida se hace intrascendente, a base de pequeñas cosas, que al ser genéticas, por haberse disfrutado desde siempre en el terreno de lo natural, producen Felicidad. Recordemos que en los países pobres la gente ríe y en los ricos los ceños fruncidos por la gravedad marcan la tónica general de nuestras calles. Cuanto "mejor" nos va la vida, más expuestos quedamos a la Preocupación, aunque nos parezca lo contrario.

Productividad. El deber cumplido: no inoperancia. Hacer cosas personalmente. Sentir que dirigimos el timón de nuestra vida personalmente. Somos actores, no espectadores. La Productividad, no tan acentuada como la entendemos en los países desarrollados, siempre fue importante para el grupo, y por consiguiente un valor positivo que nos hace felices. Cada uno en su trabajo debe valorar y subrayar los beneficios que aporta a la sociedad. Si sólo consideramos la parte de sacrificio de tiempo y esfuerzo, el trabajo será fuente de malestar. Cuando el trabajo va dirigido a cubrir necesidades vitales de los miembros de la familia (países no desarrollados), la satisfacción (del deber cumplido) que produce es muy superior a la que recibimos cuando trabajamos para bienes de consumo que en modo alguno son reclamados por nuestras exigencias emocionales genéticas. Máxime si para conseguirlo hemos tenido que pisotear los derechos de los demás.

El progreso simplifica o elimina las tareas, en aras de una comodidad que nuestra genética no demanda. La simplificación y mecanización de tareas nos genera tiempo, pero desgraciadamente no lo utilizamos para satisfacer nuestras verdaderas necesidades genéticas; lo utilizamos para trabajar más y ganar más dinero con el que poder costearnos la simplificación de tareas. Un círculo vicioso y tiranizante se cierra alrededor de nuestra vida. En un principio los comercios no existían. El individuo se encargaba personalmente de atender sus propias necesidades a gusto y medida, por lo que su actividad era muy variada y nada monótona. Desde la Revolución Industrial, mi cuchara la haces tú, a tu hijo lo educo yo y comemos lo que Antonio nos ha preparado. La satisfacción no es la misma. Alguien notó esta insatisfacción e inmediatamente corrió a poner una tienda de bricolaje. "Hágalo Vd. Mismo". "Nadie mejor que Vd. cuidará de su automóvil" . "Coma las lechugas que Vd. crió, ningunas"…

En nuestra sociedad cabría perfectamente el siguiente supuesto; incluso puede ser su caso de Vd.: La maestra Antonia educa en su escuela a la hija de Paqui, que es la trabajadora de la guardería encargada de educar a la hija de Antonia. Supongo que en generaciones futuras, más críticas, alguien podría repasar la historia y reírse muchísimo de nuestro estilo de vida.

Progreso, Superación, Mejoría. He aquí la clave de casi todos nuestros males. Nuestros antepasados necesitaron dos millones y medio de años en pasar del hacha de piedra tallada a golpes, al hacha de piedra pulimentada. Aquello sí era progreso sostenible. El Progreso para ellos siempre era bueno porque, era tan lento, que nunca suponía un desequilibrio en sus vidas, en sus emociones. La adaptación se iba produciendo sin la menor estridencia. Lógicamente ese constante deseo de Progreso se hizo genético, y así llega a nosotros: "Progreso, cosa buena y deseable". El problema surge cuando desde comienzos del Neolítico, el Progreso va ganando una aceleración tal, que los problemas sociales generados por las innovaciones, no pueden ser digeridos por nuestra lentísima genética. Esto hace que nuestras Emociones –creadas a medida de las personas del Paleolítico- no paren de chocar con nuestro actual estilo de vida. Cuanto más progresemos, más nos alejamos de nuestras necesidades genéticas, lo que supone caída en picado de nuestra Felicidad. Curiosamente a nosotros nos parece lo contrario, es decir, pensamos que hoy estamos mejor posicionados de cara al bienestar porque nuestro genes siguen diciendo: "Progreso, cosa buena y deseable".

Cada descubrimiento o invención es base para infinidad de nuevos avances. Esto hace que el Progreso, aplaudido por todos, acelere de forma insostenible. La única forma de pararlo sería mentalizar desde pequeños a los individuos de que el Progreso parece positivo, pero ello nos obliga a unos costes a nivel emocional que no debemos estar dispuestos a pagar. Las tiendas "delicatessen" trabajan –creo- los mejores productos alimenticios; sin embargo compramos en el supermercado del barrio. ¿Es que somos necios? No. Sencillamente no estamos dispuestos a pagar aquel precio. Igual en la vida antes de tomar nuestras decisiones, debemos mirar la repercusión negativa o coste para nuestro esquema vital que ello supone. No basta "que sea mejor". Detrás hay un precio. No actuamos inteligentemente. Quizás porque esos costes quedan un poco camuflados por el desconocimiento de las Emociones que mueven los hilos de nuestra Felicidad. Cuando los costes son en euros matemáticos nos manejamos estupendamente ("no puedo comprarlo porque me faltaría para pagar el alquiler"). Cuando los costes son emocionales no relacionamos bien causa y efecto, incluso desconocemos el valor de lo que nos perdemos. No relacionamos, por ejemplo, que para adquirir ese artículo hemos debido trabajar unas horas, y esa ocupación nos ha impedido visitar a un ser querido, charlar con el vecino, jugar con los pequeños, escuchar aquella música que nos agrada, o poder almorzar con el resto de la familia. Si fuésemos conscientes de esto, quizá decidiéramos no comprar el artículo. El problema radica en que, superadas las necesidades básicas, lo verdaderamente importante en nuestra vida es la Imagen. El dichoso artículo nos sirve para acrecentarla y las actividades antes propuestas, no. Debemos entender que la Imagen es sólo una asignatura para aprobar el curso de la Felicidad, y ella no puede ser la causa de que suspendamos el resto de asignaturas.

Reciclaje o aprovechamiento de los desechos propios o ajenos. Rebuscas. El Reciclaje o aprovechamiento de lo desechado por los demás, siempre estuvo presente en la vida y es genético. El despilfarro, pagar las cosas por encima de su valor, siempre fue negativo, y nos produce malestar. El despilfarro se utiliza a veces para acrecentar la Imagen.

La naturaleza nos ofrece gratuitamente muchos productos que sirven para satisfacer nuestras necesidades. El hecho de no tener que pagar por ello, resulta gratificante. Todo el mundo tiene acceso a la Naturaleza sin distinción de clases sociales. Nuestros antepasados, encontraron, sin duda alguna, felicidad con el único apoyo de la Naturaleza. La Felicidad nos llegó mucho antes que el dinero. Nosotros cada vez recurrimos menos a lo natural y más a los bienes de consumo, que nos atan al dinero y consecuentemente al yugo del trabajo, para conseguir niveles de felicidad, probablemente menores que los de nuestros antepasados.

Apenas tenemos fuente de placer que no nos cueste horas de esclavitud laboral.

Podríamos hablar de cómo nos afecta esta emoción. Nos encanta recibir cosas gratis o a muy bajo costo, aunque muchas veces nosotros disponemos de ese producto y no hacemos uso de él (invitaciones, barras libres, regalos, bufetes de libre servicio, artículos de ocasión, rebajas…) En todos los casos es como si el dueño del producto no lo apreciara y lo dejara a nuestra disposición casi regalado. Podría ilustrar esta emoción el caso de los cruceros con "todo pagado": ¿Qué hago yo aquí bebiendo combinados cuando no lo hago en casa a pesar de tener botellas que me pasan de fecha? ¿Por qué me baño en esta mini-piscina cuando la de mi jardín es más amplia y pasan los días y no la utilizo? ¿Por qué como en todo momento lo que me ofrecen, cuando en casa no se me ocurre abrir a deshoras el frigorífico? Son las Emociones que no obedecen los caminos de la lógica.

Reconocimiento (sentirse reconocido): Es la parte más real, diríamos, de nuestra Imagen. Hace referencia a aquellas cualidades personales del individuo que la sociedad reconoce como positivas o virtuosas. El reconocimiento social de estas cualidades servía a nuestros antepasados para avanzar en la Jerarquía; por eso nosotros sentimos esa necesidad de reconocimiento de nuestra conducta. El Reconocimiento, a diferencia de la Imagen, no puede incrementarse visitando el supermercado.

Remordimiento, Arrepentimiento. Hemos actuado mal y ello nos puede acarrear consecuencias negativas. Ya no hay arreglo, pero el malestar que nos produce la emoción nos empuja a tratar de paliarlo, en la medida de lo posible, y por supuesto a obrar más acertadamente en ocasiones similares venideras. La venganza, tras el breve placer inicial, puede desembocar en Remordimiento desagradable, sobre todo si el agredido tiene poca posibilidad de defensa, ni respuesta. Si respondiera a la agresión, desaparecería el Remordimiento.

Resignación. Cuando buscamos algo bueno a nuestro alcance, utilizamos la Ilusión como emoción motor de las acciones necesarias. Cuando no podemos alcanzar lo bueno, o no podemos evitar lo malo, no hay nada que hacer. Entonces es muy útil la Resignación que consiste en buscar una lectura menos dolorosa de los hechos, y que proteja un poco nuestra Autoestima. No utilizar la Resignación y rebelarnos contra los hechos inevitables, es motivo de dolor inútil.

Esta emoción es muy necesaria para nuestra salud mental. La Religión supone un apoyo muy importante para hacer frente a nuestros males. La falta de Religión nos hace más vulnerables a la Frustración.

En el tercer mundo está muy presente la Resignación y están vacunados contra los agobios y ansiedades de occidente. Aquí nos venden el eslogan que "Todo es posible", y nadie acepta la Resignación.

La Resignación pone fin al sufrimiento de la lucha interna. Es lo que ocurre en el umbral de la muerte: El organismo reconoce que la situación es irreversible, "tira la toalla", y la Resignación se apodera de la persona, sumergiéndola en una paz nunca antes experimentada. Que nadie tema un último momento terrible. Mientras haya lucha, sí hay dolor.

La Resignación únicamente está indicada en casos imposibles o de coste excesivamente elevado. Si hay posibilidades a costo razonable, hay que actuar con Ilusión, y dejar aparcada la Resignación.

Responsabilidad (Temor de que la tarea encomendada no resulte bien). Como todos los temores, es estresante. Una vez más apelamos al término medio como lo más deseable. La falta de responsabilidad nos lleva a no cumplir con lo que se espera de nosotros. Nuestra aportación al grupo o equipo resulta insatisfactoria. La palabra irresponsable, resulta descalificante. El exceso de responsabilidad nos conduce al Estrés con todo su cuadro de efectos secundarios.

Además el exceso de Responsabilidad puede llevar a los pequeños al perfeccionismo y ello puede desarrollar la Timidez.

Ridículo: Emparentado con la Vergüenza. Hemos querido ser más que el resto del rebaño, y, al menor fallo, el grupo se defiende ridiculizándonos (que alguien escape del pelotón, no resulta agradable al grupo). La emoción del Ridículo nos protege de que vuelva a repetirse aquella conducta pretenciosa y nos conformemos con hacer lo que los demás. El grupo digiere muy mal a los listillos y siempre utilizará la burla y risa para apearlos, y que cunda el ejemplo entre los oyentes para ocasiones sucesivas.

Las personas con carácter se sienten poco afectadas por esta emoción y pueden tomar iniciativas que salten los cánones del grupo sin temor a las posibles burlas. Son madera de líder. Hay que procurar vacunarse un poco contra el Ridículo, a base de Humildad y Humanidad. Cualquier comportamiento de los hombres es humano. Puede ser discutible, pero respetable y no debe dar motivo a la burla. La sensación de Ridículo es casi exclusiva de los países desarrollados. En el Tercer Mundo, las personas exteriorizan sus gustos y opiniones con total despreocupación. La opinión de los demás importa, pero de forma muy relativa. El peligro de Ridículo es uno de los efectos secundarios derivados de la búsqueda de la Imagen personal. Hay personas que se sienten ridículas aunque los demás no las vean así. Hay que poner en su sitio a este sentimiento.

Saldar deudas económicas o morales. Por el contrario, sentirse acreedor. Contraer deudas forma parte de una vida sana y flexible. Pero la deuda es como una carga más o menos pesada.

Cuando saldamos la deuda, el peso desaparece dando lugar a sensación de bienestar ("el que paga descansa"). En el polo opuesto, sentirnos acreedores nos satisface. En la sociedad el que obra mal contrae deuda con el prójimo y es causa de malestar (hay posibilidad de que quieran cobrarle la deuda). El que practica el bien le queda la sensación agradable de sentirse acreedor (hay posibilidad de que le paguen).

Seguridad vital. Sensación de salvar la vida. Va unida al Instinto de supervivencia. El alpinista que llega a la cumbre y comenta lo bien que se ve todo allí. El que practica el salto del puente. El torero que culmina su faena. El soldado que vuelve de la batalla cantando. El conductor suicida. El de la ruleta rusa. El que se está apeando de aquel columpio aparentemente peligrosísimo. . . Todos ellos sienten al terminar un gran bienestar, que supone el haber salvado la vida, que por momentos estuvo en peligro. En todos los casos vemos una situación muy placentera, precedida de otra difícil, desagradable o dolorosa. Aprovechamos esto para concluir que no hay placer o felicidad sin dolor previo. El que huye del sacrificio dificulta su bienestar. Esto todavía no ha quedado claro en la sociedad del progreso empeñada en facilitarnos la vida al máximo y ahorrarnos molestias.

El instinto de supervivencia, es la más antigua de las emociones, lo que quiere decir que está muy arraigada en nuestros genes, de manera que aunque el platillo de nuestros sufrimientos pese, de manera irreversible, mucho más que el de nuestras gratificaciones, continuemos, fuera de toda lógica, propiciando la prolongación de la vida. Sería lógico prolongar la juventud; no la vejez. Quien murió a los 50 aprovechó toda su juventud y se ahorró la vejez. El Instinto de supervivencia no acepta este programa. El día que amanece debe ser para disfrutarlo; no para sufrirlo.

Seguridad de recursos: Hoy tengo bienes y pongo los medios para asegurar que mañana también tendré. Puedo dormir sin temor al mañana. El Ahorro moderado es la base. Y mucho más importante: Hacer participes a los demás de nuestros bienes ("Lo que no es dado, es perdido") reza el proverbio hindú. Nosotros decimos "Lo que siembras recoges". Cuando dar a los demás se consolida como valor social, nos aseguramos que si mañana nos faltara, nos darían.

Sentimiento de paternidad/maternidad, y demás lazos familiares. La familia es un grupo de apoyo de raíces antiquísimas. Fue tan necesaria de siempre, que el deseo de cohesión y los lazos

familiares se hicieron genéticos. Actualmente el progreso los dificulta enormemente. El individuo no puede obtener la misma satisfacción que alcanzaron nuestros antepasados, pero el ser humano está genéticamente dotado para aguantar y seguir adelante, aunque nos estamos perdiendo una importantísima fuente de felicidad.

Sensación de hacer el primo, el panolis, el tonto. Hemos actuado de forma poco inteligente en nuestro perjuicio. Como la Inteligencia era un valor social muy importante desde siempre, quiere ello decir que, no sólo vamos a perder beneficios, sino que además vamos a perder Imagen y Jerarquía ante el grupo, y lo percibimos como una sensación muy desagradable y vergonzosa.

Sentirse útil. Era y sigue siendo un valor social (el inútil bajaba en la Jerarquía del grupo, se le menospreciaba, marginaba y perecía a corto plazo). No limitarse a ser mero espectador, sino participar en empresas importantes. Antes del progreso y la revolución industrial, los individuos podían realizar tareas útiles hasta el final de sus días. Actualmente, cuando el individuo deja de producir (jubilación), encuentra verdadera dificultad en satisfacer esta emoción, y es motivo de grave malestar. Hay que aguantar estoicamente y buscar algún sucedáneo como por ejemplo el voluntariado. Esto está muy bien, pero el anciano de antes, con su utilidad familiar se ganaba el pan que se comía (recibía bienes materiales). Esto era placentero (daba y recibía). El anciano voluntario da pero sólo recibe el bienestar emocional de sentirse útil. Esto de dar sin esperar nada, excluida la santidad y la maternidad, no tiene precedentes en nuestra historia evolutiva, y a la larga el individuo puede verse afectado por la emoción negativa "sensación de hacer el primo". De todas formas, esta "chapuza" emocional del voluntariado, es lo mejor de que disponemos. Socialmente es maravillosa y debemos esforzarnos en verle únicamente la cara positiva. ¿Me sirve el voluntariado para sentirme útil? Sí. Pues adelante. No sólo hay que ganar el pan; el Cielo también.

Retomando el tema de la jubilación, decir que antiguamente la vida giraba en torno a la agricultura, ganadería y poco más. El anciano, a lo largo de su vida había adquirido una gran riqueza en experiencia, que podía transmitir eficazmente a su descendencia. Era útil.

Actualmente, las actividades labores son casi infinitas y muy especializadas, de manera que la experiencia acumulada a lo largo de la vida laboral, apenas interesa al resto de ciudadanos. Los valores que aprendió de joven, han quedado obsoletos. No sólo no puede ayudar a sus descendientes, sino que, con frecuencia, tiene que acudir a éstos para solucionar pequeños problemas que una tecnología muy cambiante le plantea a cada paso.

Soberbia. Altanería ( ostentación exteriorizada de valores convencionales. El individuo recibe un bienestar subjetivo (Imagen). Al grupo le molesta que alguien subraye sus valores más allá de lo imprescindible, y con razón, ya que inflar los valores se sube ilegítimamente en el escalafón de la Jerarquía. Así el grupo tratará siempre de perjudicar al altanero, que al final conseguirá con su actitud más perjuicios que beneficios. La Soberbia o altanería no resultan inteligentes.

Soledad. Otro de los muchos regalos que nos deja el progreso. Para nuestros antepasados estar solos o aislados era gravísimo. Podían fácilmente ser victimas de ajustes de cuentas, ya que en presencia del grupo se dificultaban las agresiones por los apoyos que podía recibir la víctima. De niños decíamos "deja que te pille (a solas)". El individuo aislado no contaba con los beneficios del grupo en cuanto ayudas (a veces vitales). Podían perecer a manos de alguna fiera o alguna tribu extraña. En definitiva se perdían todos los beneficios que recibimos al ser seres sociales. Actualmente estar solos, no supone un peligro vital, ni menoscabo de ningún beneficio social, ya que las Leyes los garantizan. Sin embargo la emoción se hizo genética y no entiende de progresos. Nos pasa factura en forma de malestar grave. ¿Quieres Independencia? La tienes; pero los demás ciudadanos también la tienen. El resultado: todos independientes, todos aislados. Esta emoción se hace sentir menos en países en los que la interdependencia entre sus miembros es muy fuerte por razones vitales. Las nuevas tecnologías nos permiten, y cada vez más, desarrollar nuestra vida sin necesidad de salir de casa y encontrarnos con nuestros semejantes. Terrible. Nada que decir de los nuevos juegos individuales vía móvil o Internet. El ser humano es inteligente, pero nos manejamos muy mal con las emociones, y caemos en la necedad. Así seguiremos y sólo nos queda aguantar y seguir aferrándonos al Consuelo del eslogan "peor les iba a nuestros antepasados que no tenían esto ni aquello". De todas formas, la Soledad es un sentimiento doloroso que podemos atenuar llevándole mentalmente la contraria a nuestra genética, con mensajes del pipo: No hay ningún peligro por estar sólo, nadie me molesta, nadie se opone a mis decisiones, mañana voy a verme con muchos conocidos, la tele o la radio siempre están ahí para ocuparme un rato (algo bueno tiene la tele), me siento bien, no hay motivo para sentirme mal. He dicho atenuar (contrarrestar en la balanza) el sentimiento doloroso porque la Soledad, al ser automática, nunca se dará por vencida y seguirá presionando. Mientras no sintamos la presencia real de personas amigas, la Soledad no cesa.

Solucionar problemas. Si hay algo que ha acompañado insistentemente al ser humano en su evolución, han sido los problemas. Cada vez que resolvemos un problema, nuestro organismo nos recompensa con una dosis de placer, proporcional a la importancia del problema. La sociedad de la opulencia no para de darnos recetas para evitar el más mínimo problema antes que éste se produzca; es decir que el problema ni siquiera llega a manifestarse. Sencillamente no existe.

Con la misma sencillez que evitamos el problema, nos vemos una y otra vez privados de sentir el placer de resolverlo. Nuestro organismo diseñado genéticamente a recibir pequeños placeres a cada paso, se encuentra extraño y nos da un toque de atención mediante un malestar depresivo, para que demos un giro al timón ¿Qué pasa que no llegan satisfacciones?.

Nos quejamos continuamente de los problemas por pequeños que sean, sin embargo constituyen la esencia de la vida. Consideremos que nuestros antepasados se veían libres de los graves problemas que hoy nos presionan de forma excesivamente duradera en el tiempo (el paro, la vivienda, el préstamo, los atascos, la sensación de nunca tener tiempo suficiente, la adolescencia, las tensiones familiares, el miedo a no dar la imagen, al colesterol, a la vejez, a la muerte…) Si el problema se prolonga sin dejarnos ver la luz del final, el estrés está servido.

Cualquier emoción genética que no encuentra satisfacción, permanece ahí como problema no resuelto mandándonos malestar.

Tenemos tanta necesidad de resolver pequeños problemas que buscamos un sucedáneo en los crucigramas y demás pasatiempos. Nuestra genética no acepta vivir sin problemas, y si no se tienen se buscan. ¿Qué sentido tiene que andemos huyendo de los pequeños problemas que la Naturaleza nos plantea?.

Sueños Necesitamos y nos satisface pensar que lo bueno es posible. Lo malo encuentra castigo. La Justicia triunfa. Las películas, las novelas, las series, nos producen placer (igual que el protagonista, con lo mal que lo tenía, ha conseguido salir adelante y el malo tuvo un final ingrato), igual puede pasarme a mi y a mis opresores. Me agrada este pensamiento.

Temeridad. Necesaria para poner limites razonables al Miedo, evitando así la excesiva inoperancia y pérdida de beneficios. Con la ayuda de la inteligencia hay que saber combinar las dos emociones buscando un término medio provechoso. Ni Miedo excesivo, ni Temeridad excesiva.

Cuando entra en juego la Temeridad, puede ocurrir lo peor. Si no ocurrió lo peor, se produce un "subidón" agradable por haber superado un grave riesgo. Es el caso del escalador. Si consigue llegar a la cima ileso, la sensación allá arriba para mí la quisiera.

Temor. Esta emoción se manifiesta con mucha frecuencia. Nuestra vida está llena de disyuntivas: Una salida es mejor y otra salida es peor. No podemos jugárnoslo a los dados. El Temor es un malestar estresante (pone en alerta a todo nuestro organismo, ya que hemos emprendido un

camino –disyuntiva- sobre el que nos caben algunas dudas (no lo controlamos totalmente). El malestar es proporcional al daño temido. Como el temor es un malestar, resulta lógico pensar que no podemos llenar nuestra vida de temores, y "pasar" de los conocidos como "falsos temores".

Timidez. Cuando hay baja Autoestima se produce Temor a "meter la pata" y empeorar aún más nuestra imagen. Cuando vamos sobrados de Autoestima, cualquier metedura de pata no supone una tragedia. Podemos arriesgarnos a actuar. La Timidez va frecuentemente asociada a coeficientes intelectuales altos, porque la inteligencia está programada para prestar atención a lo que nos falta (problema) y no a lo que ya poseemos (no problema). Los coeficientes intelectuales bajos, no perciben con tanto detalle sus carencias, y fruto de ello es una mayor Autoestima. Si no veo el peligro, no temo.

Hay otra Timidez ligada a las relaciones sociales. Nos viene del desenvolvimiento social en el seno de la Jerarquía. Cuando el de abajo molestaba al de arriba, recibía un golpe. Forma de no recibir golpes: no molestar; no disputar (parece inteligente). El problema es que al no disputar ni molestar, el otro se apropia de todos los beneficios y nuestra vida se empobrece.

Una vez más vemos la importancia del término medio (conocido como asertividad).

Nuestros antepasados competían y disputaban desde pequeños, y eso facilitaba encontrar su sitio en la Jerarquía. Sabían los que había por encima, pero también conocían los que estaban por debajo. Nuestros hijos sólo disputan pasivamente asuntos de Imagen; los demás valores ponderables, al no poderlos medir en competición, son para ellos una incógnita, y ante lo desconocido se impone la Prudencia. Nuestros hijos afrontan la vida con una enorme Timidez, por desconocimiento de su fuerza relativa respecto al grupo.

Tolerancia (se trató junto al Perdón)

Tranquilidad (no exceso de actividades, sean obligatorias o de ocio. No estrés). Nuestros antepasados vivían en la tranquilidad y esporádicamente visitaban el jolgorio. Nosotros vivimos en la agitación, y la tranquilidad resulta un lujo alcanzable sólo a niveles muy bajos. La Tranquilidad es la base de partida para el paladeo de los placeres.

Hay que entender que el día tiene sólo 24 horas, y en ellas tienen cabida un número reducido de actividades. El consumismo nos propone un amplísimo abanico de posibilidades, y entorpece nuestra Tranquilidad. Al final ni disfrutamos de lo mucho ni de lo poco.

Tristeza, Mal humor. Es un detector externo visible de falta de Felicidad. En sí la Tristeza es el resultado de cualquier emoción insatisfecha o desgracia acaecida. En cualquier caso es un toque de atención de nuestro organismo ante la presunción de que nuestra vida no va por el camino que debiera; que podría mejorar. Con frecuencia no sabemos el motivo del malestar. Nuestro organismo sí lo sabe, y si nosotros conociésemos mejor nuestras emociones, también lo sabríamos, y lo que es mejor, podríamos poner remedio. Los términos Tristeza y Mal humor los utilizamos para referirnos a estados de no felicidad.

Venganza: satisfacción y materialización del Odio. Si somos capaces de cambiar por Perdón o Tolerancia, mucho mejor para nuestra salud mental. La Venganza nos produce un subidón inicial agradable, pero al poco aparece un regusto amargo. Estaría justificada exclusivamente cuando sea el único camino para evitar males similares futuros.

Vergüenza. Cuando todos se fijan en mí, pueden quedar al descubierto mis presuntas imperfecciones. Mejor pasar desapercibido. "Tierra trágame( para que no me vean)". Compañera inseparable de la Timidez. La vergüenza puede sentirse de forma pasiva. No es necesario que yo haga algo. Son mis circunstancias las que me avergüenzan (ej. Los vecinos se han enterado que mi hermano está en la cárcel). Se diferencia del Ridículo en que éste supone una actividad por

nuestra parte ( ej. He querido contradecir a alguien en grupo y al final se demuestra que era yo el equivocado. Me he vestido pensando causar sensación, y al final mi ropa ha servido de mofa).

Voz de la conciencia: Muy relacionada con el Remordimiento. Hemos obrado mal, necesitando para ello engañar a nuestras Emociones con justificantes elaborados fraudulentamente por nuestra Inteligencia. La importancia del caso "lo merecía". La Inteligencia engañó a las Emociones, pero nosotros mismos no podemos engañarnos, ya que instalarse en el error es negativo y absurdo. Entonces aparece la llamada "Voz de la conciencia" como emoción dolorosa que garantiza el respeto al resto de las emociones. No se puede permitir que la Inteligencia ande por ahí burlando impunemente el funcionamiento emocional. Es preciso que las Emociones mantengan su soberanía.

CAPITULO VII

Diferentes capítulos de nuestra vida analizados bajo el prisma de las emociones

NOTA.- Se advierte que en este capítulo se analizan conceptos muy variados y dispares y puede resultar un poco confuso pasar de uno a otro sin más aviso que el doble espacio de interrenglón.

Vivimos de cara al dinero y de espaldas a nuestras emociones. Claro. Si no las vemos, ni siquiera las conocemos. Creemos que la única fuente capaz de saciar nuestra sed de Felicidad es el omnipotente dinero, ignorando que la Felicidad nos llega por la satisfacción de nuestras emociones genéticas, y que el dinero, a partir de un cierto nivel (mucho más bajo del que nos figuramos) comienza a obstruir los conductos por donde debería fluir nuestra Felicidad.

Cuentan de un poderoso rey, que no se sentía dichoso; y como mucho había oído hablar de la Felicidad pidió a sus ministros que buscasen un hombre feliz para poder meterse dentro de su camisa y sentir esa emoción. Los ministros se dispersaron para la búsqueda, y pasado un tiempo todos volvieron con las manos vacías. ¿No habéis encontrado en mi reino ningún hombre feliz? –se extrañaba el rey- a lo que sus ministros respondieron: Sí majestad hemos encontrado varios hombres verdaderamente felices. ¿ Y entonces, sus camisas?, se impacientaba el rey. Lamentablemente –prosiguieron los ministros- ninguno de esos hombres llevaba camisa.

Al adquirir cada objeto de consumo aceptamos una pequeña esclavitud "tolerable". Por ejemplo: tengo una batidora: Tuve que mirar los catálogos para buscar la más adecuada. Tuve que desplazarme y buscarla en las estanterías del comercio. Tuve que dedicar un tiempo de mi trabajo para conseguir el dinero. Tengo una propiedad que tengo que proteger. Tengo que dedicar tiempo al libro de instrucciones y recomendaciones. Me expuse a tener que volver al establecimiento a cambiarla por algún inconveniente. Me expongo a tener que llevarla al taller de reparación. Dependo de la electricidad.

Todo esto requiere un tiempo. Al ir abriéndose el abanico de adquisiciones (consumismo) va disminuyendo el tiempo que podemos dedicar a nuestras verdaderas necesidades genéticas que se irán arrinconando porque pensamos "podemos suprimirlas sin problemas". Al final, la batidora se incorpora a nuestra vida y deja de producirnos felicidad y sin embargo la "hipoteca de tiempo" continúa produciendo carencias emocionales que sí merman nuestra Felicidad.

Muchas pequeñas esclavitudes individualmente tolerables, forman al unirse una gran esclavitud desequilibrante.

La Imagen (no sólo la física, sino de capacidades funcionales, y circunstancias personales) siempre fue importante. En la prehistoria era vital (el que no tenía valores para el grupo, ni protectores, era firme candidato a la página de sucesos). El puesto Jerárquico era importantísimo. Después aparece el desarrollo de las legislaciones (derecho a la vida, entre otros). Ya no es vital la imagen (la Ley me protege de la arbitrariedad) sin embargo la necesidad de Imagen se hizo genética y continúa presionándonos fuertemente. Las sociedades se desarrollan. Las necesidades básicas (fisiológicas) van perdiendo relevancia, y el interés se centra en el desarrollo de la Imagen y prestigio (pirámide de Maslow). Entonces aparece con fuerza el concepto de intimidad como santuario que me permite ocultar todo lo que no me embellece. La ley lo favorece. Con mi Imagen engaño la opinión de los demás y les hago sentirse en inferioridad. Ellos se estimularán y lucharán por alcanzarme, incluso superarme.

Después yo tendré que superarlos a ellos, y así hasta el infinito porque la Imagen no tiene limites. Es un sacrificio estéril y continuo donde nunca se llega a la meta final (no hay límite).

¿Quién imaginó un castigo peor? Esta es la penitencia que debemos pagar por obligar al prójimo a una lucha absurda colocándole el listón cada vez más alto. La lucha por la Imagen es la más inhumana, y todavía nos insisten en que el trabajo (el dinero con el que compro la Imagen) dignifica a la persona. El único trabajo que dignifica a la persona es el altruista, de voluntariado, o los extraordinarios humanitarios que hagamos en el ejercicio de nuestro trabajo asalariado.

Como bien dice Maslow, cuando a la persona dejan de preocuparle sus necesidades básicas, su interés (el hombre, genéticamente, siempre debe luchar por algo) se centra en presentar buena Imagen ante los demás, porque esto le facilitaba acceso a la elite social que abría la puerta de los privilegios, alejándolo de la marginación. Actualmente y desde la aparición del Derecho escrito, la Imagen apenas nos sirve para poco, y no compensa el sacrificio sin límite que le dedicamos.

Un individuo solo no puede salirse de la dinámica competitiva social, sin caer en malestar de Marginación. Sería necesario que todos los componentes de su grupo social lo hiciesen a la vez. Esto daría paso a una regresión que sería mal aceptada por nuestra genética de progreso ("¿Un paso atrás?. Ni para tomar impulso"). Somos víctimas de nuestras emociones mientras la inteligencia no aprenda las habilidades necesarias (educación infantil) para sacarnos de esa esclavitud.

Para la lógica, si multiplicamos por 2 obtenemos el doble. Sin embargo al multiplicar por 2 los consumos placenteros, obtenemos, paradójicamente, la mitad de placer. Cuanto más comamos, menos disfrutaremos con la comida. Cuanto más descansemos, menos cómodo nos resultará el sofá. Etc. Como nuestro pensamiento funciona en base a la lógica, no entendemos bien que, a nivel emocional, una suma puede resultar una sustracción en el resultado final, y a la inversa, al disminuir el número de actividades placenteras, puede resultar un incremento de placer.

Dinero.
Nos hemos acostumbrado al patrón Dinero, de manera que todo lo relacionado
con nuestra vida lo valoramos pasándolo por su precio: una olla de 5
€es mejor que otra de 3

€. Es muy fácil elegir una u otra en
función de nuestro poder adquisitivo. A todos gusta más la de
5 pero algunos comprarán la de 3. ¿Hacen mal en elegir la de inferior
calidad?. Estos últimos compradores me responderían que no, que
la de 5 es de mejor calidad pero no pueden permitirse el lujo de pagar 5.

A nivel económico es fácil controlar
la relación producto-costo. A nivel emocional es muy complicada la valoración,
y terminamos por no valorar. ¿cuánto vale comer toda la familia
junta, en lugar de hacerlo por turnos? ¿cuánto vale visitar a
tus padres? ¿cuánto vale la tranquilidad? ¿cuánto
vale una partida con los amigos? ¿cuánto vale una siesta? ¿cuánto
vale

tumbarme a paladear aquella música
que me encanta? ¿cuánto vale elegir lo que voy a hacer mañana?
¿cuánto vale sentarme a tomar el sol acariciante del invierno?.
No valen nada. De hecho los he cambiado al trueque por 2 horas diarias de trabajo
extra que me han ofrecido, y que me van a permitir cambiar mi automóvil
por otro con GPS, llantas de aleación, pintura metalizada, faros alógenos…
Mi felicidad está asegurada. No me doy cuenta que al final el automóvil
deja de producirme aquella felicidad con la que lo ilusioné, y sin embargo
continúo con la hipoteca de no poder comer con la familia, visitar a
mis padres, la siesta, el sol… etc.

El sentimiento de Jerarquía es
más acentuado en el varón que en la mujer. El varón compite
continuamente y en todos los campos. Siempre hubo lucha por los recursos escasos.
La mujer como administradora de esos recursos de puertas para adentro, no necesita
competir con el resto del grupo; compite con otras mujeres casi exclusivamente
en asuntos relacionados con la búsqueda de pareja. Por ello, la Envidia,
muy ligada al escalafón jerárquico, afecta más al varón,
aunque éste, a diferencia de la mujer, pone mucho más cuidado
en ocultarla, ya que una envidia manifiesta equivaldría a un certificado
de inferioridad concedido al envidiado, y por tanto afectaría a la consideración
jerárquica del envidioso. En esta línea, el varón tratará
de mantener oculta, y callará cualquier deficiencia que afecte a su estatus,
y tratará de resolverla en soledad. La mujer por el contrario, al no
ser competitiva, no encuentra inconveniente en manifestar abiertamente sus desdichas
a las demás compañeras, sabiendo que de ello va a conseguir ayuda
positiva sin efectos secundarios. Todas las mujeres se agrupan y apoyan entre
sí y disfrutan de los beneficios de la cooperación y no sufren
los efectos de la competencia.

Es más feliz quien cubre sus
necesidades a lo largo del día, que quien las tiene aseguradas desde
el día anterior.

En la antigüedad las diferencias sociales
eran mínimas (había pocas posibilidades de enriquecerse porque
los bienes se consumían en el acto). En nuestro actual sistema capitalista,
manda el dinero, y la posibilidad de amontonarlo en poco espacio no tiene límite.

Estamos asistiendo a un proceso en el que
sólo sobreviven las empresas poderosas (dos empresas que se fusionan
o absorben, producen el doble con muchos menos costes). La pequeña y
mediana empresa va desapareciendo. "Dinero llama a dinero" y las diferencias
sociales se van acentuando, de manera que la sociedad se está configurando
en dos capas: los grandes empresarios (muy ricos) y los trabajadores a merced
de esos poderosos empresarios (muy pobres). Decimos "a merced" porque
al crecer la empresa crecen las posibilidades de mecanización, y si a
eso añadimos el apoyo de las nuevas tecnologías, la mano de obra
cada vez se va haciendo más innecesaria. Empiezan a sobrar trabajadores.
Los que consiguen puesto de trabajo no pueden oponer resistencia alguna a las
exigencias del empresario, ya que éste dispone de una amplísima
oferta de mano de obra donde elegir, y el trabajador lo sabe. Esto unido a la
gran dependencia del dinero del sueldo para mantener un alto nivel consumista,
lleva al trabajador a una esclavitud sin precedentes a lo largo de la Historia.

Carencia: Hay muchísimas necesidades
a las que el organismo se siente genéticamente empujado, y al no satisfacerlas
se produce malestar. Hay otras muchas "necesidades" de nueva creación
originadas por el consumismo. Si no las conocemos a estas últimas, no
nos afectan emocionalmente, pero desde el momento en que llegan a nuestro intelecto
vía publicidad, desencadenan el sentimiento doloroso de Carencia que
nos empuja a adquirir lo que nos "falta".

La diversidad infinita de opciones consumistas, nos lleva a una falta de tiempo ya que no queremos prescindir de ninguna. El resultado es que cuando deberíamos estar recreándonos en una situación placentera, estamos angustiados porque llegamos tarde a la siguiente actividad o no vamos a tener tiempo de hacerla. Así pasamos la vida en un disfrute teórico, cuando en

realidad estamos interiormente enojados. En los países tercermundistas, las opciones de disfrute (material) son pocas, y llegado el caso los ciudadanos se entregan plenamente a ellas con verdadera entrega, deleite o felicidad. Si yo quiero fastidiarte la fiesta de cumpleaños, sólo tengo que regalarte una entrada para el teatro válida para ese mismo día. Cuando elegimos una cosa, renunciamos dolorosamente a otra. También podemos correr muchísimo y no disfrutar de ninguna de las dos.

A esta falta de tiempo, hay que añadir el tiempo que necesitamos invertir para ganar los recursos que nos posibiliten consumir cuanto más mejor (trabajo). No tener trabajo se convierte en una tragedia, de la que se ven libres en países menos desarrollados.

Cuando decimos "me siento discriminado" "me siento gordo" "me siento pobre" "me siento afortunado" "me siento querido", aunque objetivamente a los ojos de los demás no lo seamos, subjetivamente son totalmente efectivas estas sensaciones, y nos van a producir, según los casos, el bienestar o malestar correspondiente. Esto quiere decir que yo, independientemente de mi realidad objetiva, puedo trabajar mi felicidad sintiéndome bien (optimismo moderado) y evitando abusar de las sensaciones pesimistas (algunas son necesarias para el buen gobierno de nuestra vida).

En temas de felicidad no importa lo que somos ni cómo nos ven, sino cómo nos sentimos. Hay que hacer la guerra a los complejos.

El hombre tiende por naturaleza egoísta a la bondad y no a la maldad: Si hago el bien, hay posibilidades de recibir bienes en reciprocidad. Si hago el mal, doy pie a que me hagan daño. Es así de sencillo y efectivo.

¿Por qué aparece el mal? Fundamentalmente por dos motivos: 1º Porque intentamos apropiarnos de los bienes del prójimo aprovechando la debilidad de éste. Valoramos poco el perjuicio y mucho el beneficio. (robos, secuestros, guerras, luchas jerárquicas, abusos en general). ¿Cómo se defiende el prójimo?: Acentuando las consecuencias legales. Si las penas son insuficientes, la balanza del malhechor se inclina a cometer el mal. No así si se ve amenazado de un perjuicio punitivo importante. En 2º lugar el mal aparece como aplicación individual de la Justicia. Si la justicia me protege de forma ineficaz, tengo que "tomarla por mi mano" para disuadir a quien abusa injustificadamente de mis derechos. Esta era la conducta de nuestros antepasados antes de la aparición de la Ley escrita.

Cuando hacemos daño al prójimo –aunque la razón y la justicia nos asistan- nos queda un cierto malestar porque en cualquier caso no ganamos un amigo. Tomar siempre en consideración el recurso emocional del Perdón o la Tolerancia. En este caso disminuye el malestar por el daño recibido y aparece un regusto de felicidad. Además la lección calará más honda en quien nos perjudicó ( " la mejor bofetada es la que no se da").

Los valores sociales,
las normas de urbanidad y cortesía, nacieron fruto de la inteligencia,
y su caída en desuso, es producto de la torpeza.

De dos personas, estas normas siempre apoyan
al que se encuentra en situación de debilidad. Es una forma de hacer
una conducta flexible ante unas normas rígidas. Recordemos aquel clásico
"Vd. primero". "De ninguna manera primero Vd."
Aquellos dos señores estaban amparados por un seguro que garantizaba
que cuando uno tuviese una urgencia de prioridad iba a encontrar el camino allanado.
Eran inteligentes. En una sociedad sin valores, puede suceder que el que tiene
prisa tenga que esperar, y el que no la tiene pase sin demora.

Por propio egoísmo deberíamos
fomentar los valores sociales. La sociedad tenía sus armas para defender
la continuidad de los valores: La persona que los infringía era mal considerada
por el resto de ciudadanos, de manera que nadie quería verse señalado
y marginado como persona no deseable.

¿Por qué se están perdiendo?
Porque la sociedad actual ha perdido su capacidad de censurar las malas conductas
(tolerancia mal entendida). El individuo ve que se puede saltar en su beneficio
aquellas normas, sin que nadie le regañe, y así lo hace. Si el
individuo fuese inteligente, se daría cuenta que con su conducta está
autorizando a los demás ciudadanos a hacer lo mismo; y en esta dinámica
al final nadie practica los valores. ¿Perjudicados? Todos, incluidos
los listillos.

La tendencia a "Seguir al grupo"
(Gregarismo)
(somos "animales de rebaño") tiene
su fundamento en que en la prehistoria, seguir al grupo era asunto vital: El
camino que tomaba la mayoría era el más adecuado el 99% de las
ocasiones. El que disentía del grupo y tomaba otro camino, tenía
muchas posibilidades de fracasar o incluso perecer y no seguir transmitiendo
sus genes "inconformistas". Los que seguían al grupo además
de escoger el mejor camino, en caso de sobrevenir algún contratiempo
contaban con el apoyo del grupo allí próximo. Esta emoción
se hizo genética. Así en la actualidad cuando tomamos un camino
distinto del grupo (no seguimos la moda o la actividad consumista) nuestro organismo
no deja de incomodarnos hasta que encontremos una excusa válida para
unirnos nuevamente al grupo, después de lo cual nuestro organismo nos
manda como premio sensaciones de tranquilidad. La excusa válida nos sirve
de engaño o conformidad para nosotros mismos: Por ejemplo, comprarme
un 4X4 me parece una barbaridad por el precio elevado y porque yo no salgo del
asfalto. El ambiente de mi nivel social me empuja a comprarlo. Mi inteligencia
se resiste a comprar, pero me siento incómodo y desintegrado. Aprovechando
que están levantando mi calle y el suelo va a estar muy irregular por
largo tiempo, encuentro excusa válida, lo compro y mi organismo deja
de incomodarme, y me manda sensaciones de tranquilidad. En este ejemplo vemos
que la inteligencia te aconseja no comprar, pero este apartarse del grupo produce
un malestar constante hasta el momento que decides unirte. Así las cosas
no podemos decir que el comprador hizo mal en comprar, porque las dos alternativas
eran problemáticas. Está claro que si el comprador no hubiera
recibido la presión del grupo, la razón habría triunfado
no comprando, y seguiría feliz sin comprar.

Recuerdo que cuando aparecieron los primeros móviles, no ha mucho, corría la frase "No hay tonto sin móvil". Con el tiempo todos hemos encontrado una excusa válida para no ser los únicos que no lo tenemos.

Esta emoción es muy fuerte, y muy difícil de resistir, ya que –como hemos dicho- para nuestros antepasados seguir al grupo era la diferencia entre la vida y la muerte.

LA VIDA DE NUESTROS ANTEPASADOS

Toma de conciencia de que los seres humanos llevamos más de 3 millones de años viviendo bajo unas circunstancias sociales o relacionales casi invariables. Esto ha dado lugar a una genética de emociones adaptativas, y de necesidades ambientales que nosotros actualmente no podemos modificar. En muchos casos, estas emociones y necesidades acomodaticias, chocan con el estilo de vida moderna, desarrollo, civilización, sociedad del bienestar…

Imaginemos cómo transcurría la vida de nuestros antepasados, origen de nuestra actual genética, en esos 3 millones de años: No existían las ciudades (la vida en ciudad supuso un cambio muy brusco). Hasta hace 15.000 años (poco tiempo, evolutivamente hablando) se vivía en grupos familiares, o tribus nómadas que se movían de unos a otros territorios en busca de lo que la Naturaleza les ofrecía en cada estación. Después (hace unos 12.000 años) apareció la agricultura y la ganadería. La vida se hace sedentaria. Ya se puede vivir en un territorio lo más fértil posible sin necesidad de desplazarse. Esto supuso otro cambio brusco, con consecuencias: Antes, las familias nómadas, si eran molestadas por otra familia o tribu más fuerte, simplemente cambiaban de ruta y buscaban su vida en otro entorno. Al no tener que transportar herramientas, estos movimientos eran muy fáciles y poco desequilibrantes. Con la agricultura y ganadería (sedentarismo), cuando otra tribu nómada o sedentaria vecina presiona para apoderarse del territorio, de los recursos o de las mujeres reproductoras, no vale huir como antes, porque hay herramientas de fabricación dificultosa y almacenes de grano que no se pueden transportar ni abandonar. Además en la vida nómada había muchos territorios aptos para buscarse el sustento diario, pero para la agricultura los territorios fértiles y adecuados son escasos, y dejar el que ya se había preparado y acondicionado, resulta traumático. Con esto los enfrentamientos se hacen más cruentos. Cada vez se necesita más de la fuerza física para defender unas propiedades que antes no existían. Antes, a los nómadas, había poco que robarles.

Ante esta necesidad de fuerza, y éxito de los grupos poderosos, nace otro cambio brusco: cuanto más numeroso fuese el grupo, con más respeto serían tratados y a la vez más posibilidades tendrían de avasallar a otros pequeños grupos y repartir sus bienes y mujeres reproductoras. Se propician tribus cada vez más grandes, hasta desembocar en la formación de las ciudades hace tan sólo 5 ó 6.000 años. Con las "grandes" ciudades y ejércitos más numerosos, nace la guerra a mayor escala y desastrosa. Nace la pobreza: los nómadas no tenían propiedades y no eran ni ricos ni pobres. Ahora en la ciudad, la naturaleza, en tan pequeño territorio, no produce alimentos para tanta población allí congregada. El individuo para comer no puede salir al campo, ahora propiedad privada, y buscarse el alimento; necesita comercializar con los que traen los alimentos de otros territorios. Su alimentación deja de depender de sí mismo. Como ahora con la aparición del cómodo dinero, la riqueza se puede acumular sin que se estropee, los comerciantes acaparan haciéndose ricos, y muchos ciudadanos se ven forzados a pagar por sus alimentos un dinero que no poseen en cantidad suficiente. Son pobres. Si no tienen dinero, sólo pueden conseguir los alimentos con la esclavitud (seguramente inexistente en la Prehistoria) y la dependencia sin condiciones. Esto produce un caos de intereses, privilegios, servilismos, que hace necesaria la creación de las Leyes para que la convivencia se desarrolle pacíficamente y la ciudad no se debilite y sea víctima de las ciudades vecinas. También son necesarias las Leyes porque la ciudad, con tantos habitantes, propicia el anonimato y se facilita la delincuencia (en la tribu eran todos conocidos y al delincuente le resultaba difícil pasar desapercibido). Se impulsa el progreso: Muchos de los habitantes de la ciudad que no disponen de tierra de cultivo ya que la agricultura es aún incipiente, se especializan en determinados oficios, con lo que aumentan las posibilidades de pequeños descubrimientos y mañas operativas, en los distintos campos de la artesanía.

Otro de los "regalos" que nos dejó la ciudad fue el hacinamiento y la fácil propagación de epidemias.

FUNCIONAMIENTO DEL CONSUMISMO

Tener 2 es mejor que tener sólo 1.

Las herramientas y útiles en general, nos facilitan el trabajo.

Es bueno disfrutar lo que antes estaba reservado a la elite rica y poderosa (Lujo, Imagen, exclusividad, viajes, comidas y bebidas especiales en abundancia).

Es bueno evitar el cansancio, facilitando el trabajo mediante mecanización. Son buenas las distracciones variadas, acceso a la cultura y al conocimiento. Es buena la comodidad postural y ergonomía.

Podrían enumerarse algunos campos más. Decir que todos tienen en común la necesidad del dinero para conseguirlos, lo que nos ata al trabajo remunerado cuanto más mejor porque los campos son casi infinitos, y al hablar de trabajo, estamos hablando de falta de tiempo. Además en el simple ejercicio del consumo y toda la parafernalia que lo rodea, también se nos va algún tiempo.

Decir que cuando consumimos o compramos, no sólo adquirimos un bien o recurso, sino que además mejoramos siempre nuestra Imagen, ya que la sociedad distingue entre los que pueden (elite) y los que no pueden (marginales). Tan es así que el producto que nos venden puede ser sólo una excusa para aumentar nuestra Imagen, que es lo que verdaderamente nos importa.

Como la Marginalidad es muy dolorosa, nadie quiere ser el primero en apearse del tren, y es muy difícil que todos nos pongamos de acuerdo para hacerlo. Seguiremos bajo la esclavitud consumista.

Los tres pilares emocionales del consumismo son: Imagen, Gregarismo
y sensación de Progreso. Estas emociones son muy poderosas, y al trabajar
las tres en equipo, aumenta aún más su fuerza. Sólo la
educación y el crecimiento emocional desde la infancia, podría
obrar el milagro de contrarrestarlas, acentuando el convencimiento de los costos
emocionales del Consumismo. Si seguimos solapando estos costos, seguiremos en
el Consumismo a pesar de que la inteligencia de cada uno de nosotros continúe
calificando el Consumismo como irracional. No sirve para nada. La inteligencia
nada puede contra la soberanía de las emociones.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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