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Ergonomía, antropometría e indeterminación (página 2)



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En febrero de 2000 fui encargado por la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, de la redacción de un trabajo sobre el mobiliario escolar de las clases lectivas de los institutos de enseñanza media de la Junta. El trabajo se realizó en el Instituto Vega del Prado de Valladolid, y consistió en comparar la salubridad de las posturas de los alumnos en el mobiliario existente, con la salubridad de los mismos alumnos en un mobiliario experimental que pretendía ser más conveniente. Para ello utilicé el método PIPA, que mide el "Porcentaje de Inducción de Postura del Astronauta" de una configuración de mobiliario determinada, sobre un usuario determinado, evaluando el porcentaje de tiempo que dicho usuario pasa en posturas sedentes tales que el ángulo tronco-fémur es inferior y superior a 90°. El PIPA de una configuración determinada para un usuario determinado será el porcentaje de tiempo pasado en postura sedente con ángulo tronco-fémur de más de 90°, durante la observación. Cuanto más larga sea y más circunstancias de la tarea recoja la observación, más fielmente reflejará lo que tratamos de medir: la salubridad de la postura.

Para realizar tal observación había que filmar a los alumnos
durante la clase oral y, dadas las condiciones del aula, lo único que
se podía hacer era enfocar a un alumno que sería el protagonista
de la cinta. Yo había realizado experiencias semejantes utilizando el
método que analiza la salubridad de la postura inducida por muebles de
asiento, basándose en la geometría de la estructura biomecánica
del cuerpo del usuario[7]Estas experiencias las realicé
entre población adulta, en oficinas y en clases de universidades, filmando
y analizando las imágenes para evaluar la conveniencia de las posturas
inducidas por la configuración de trabajo sobre los usuarios. Ya al plantear
la experiencia a Juan Canal, director del centro, me advirtió éste
de lo diferente que podía ser el personal de esa edad, al natural y ante
una cámara. Mi incompetencia pedagógica me impidió apreciar
en toda su profundidad la conjetura de Juan Canal, que para mi susto se me mostró
cierta cuando Sebastián Juárez -responsable del departamento de
Audiovisuales que se encargó de filmar a los seleccionados para la prueba-
me avisó de lo mucho que estaban interpretando su papel los jóvenes
a los que filmaba y me informó de que tomaban muy a pecho el protagonismo
ante la cámara. Yo seguí sin evaluar la importancia del fenómeno,
argumentando a Juan y a Sebastián con conceptos de poco peso intelectual,
como son los de "edad del pavo" y algún otro, también
de dudoso rigor. Cuando me puse a observar las imágenes filmadas y vi
que, efectivamente, los jóvenes que formaban el grupo observado ponían,
en la filmación, su cuerpo sentado, en posturas más sanas de lo
que era de esperar, pensé -con talante poco científico- que el
experimento no demostraba nada. En efecto, lo que se veía en la pantalla
era una o un joven, sentados mucho menos mal que los alumnos -compañeros
de éstos- que yo había visto en mis visitas al centro docente.
Pero lo que yo había visto estaba en mi memoria y no era científicamente
aceptable como prueba de que lo que se veía en la pantalla fuera falso.
¿O me habían tocado en la selección los alumnos mejor educados
en lo postural, no significativos y poco representativos de la totalidad? Cada
filmación enfocaba al alumno seleccionado para la observación,
cuya imagen se filmó en las mejores condiciones que ofrecía el
improvisado plató, pero en algunos casos aparecía también
en la pantalla algún otro asistente a la misma clase, que no había
sido seleccionado para el grupo de observación, pero cuya imagen permitía
un análisis por el mismo método PIPA[8]con que
se había analizado al sujeto seleccionado. Ante la desorientación
que me produjo la observación de los protagonistas, me fijé en
los alumnos del segundo plano, que no se sentían actores de la película,
y ahí vi que estos mozos daban unos resultados todavía más
bajos de lo que yo hubiera podido esperar. Las cintas grabadas decían
claramente que los "protagonistas" se ponían en posturas mucho
más sanas que los "no protagonistas". Pero, por haber observado
repetidas veces las filmaciones, tratando de entender las imágenes, se
me hizo claro el hecho de que los protagonistas, a ratos, lucían una
"cultura postural" que yo nunca les supuse, como si pusieran en acción
una teoría que desconocían: me dio la sensación de que
aquellos jóvenes hacían algo que nadie les había enseñado,
y que lo hacían por efecto del protagonismo que les inducía la
cámara, protagonismo que no se reducía a las horas en que "actuaban",
sino que se ampliaba al tiempo que duró la experiencia, pues la realización
de ésta supuso una reunión informativa previa, la petición
del permiso correspondiente a alumnos y padres, … toda esta preparación
de la experiencia creó un sentimiento de élite alrededor de los
sujetos que formaban el grupo de observación. El hecho de ser protagonistas
dos alumnos por clase, y no de cada clase, sino de las clases que se eligieron
atendiendo a las posibilidades de filmación y a la necesaria representatividad
de la muestra, "produjo" una minoría de "elegidos"
que participaban en algo diferente de la rutina escolar; el resultado fue que
los protagonistas adoptaron -ante la cámara- actitudes corporales que
me sorprendieron y me obligaron a buscar una explicación; el resultado
de esta búsqueda es el "efecto protagonista". Las posturas
pueden ser más o menos sanas y la importancia de lo biomecánico
en la salud postural resulta obvia; lo que no es tan obvio -a primera vista-
es la importancia del efecto protagonista que se revela en la experiencia del
instituto Vega de Prado, a causa del cual la observación perdió
validez, ya que lo que se estaba midiendo no era exactamente lo que se pretendía
medir. El efecto protagonista de los alumnos que formaban la muestra observada,
mostró que éstos ante la cámara hacían lo que parecían
no saber, adoptando posturas sanas durante periodos de tiempo prolongados; pero
si lo hacían era porque de alguna manera, sabían hacerlo. Podríamos
llamar "Efecto Vega de Prado" al efecto protagonista que produce en
el sujeto observado la aparición de habilidades que nunca había
demostrado con anterioridad. Si lo que produce el efecto protagonista es un
aumento de una habilidad o de cualquier otro factor que el sujeto observado
ya había demostrado anteriormente, el efecto de que se trata es el Hawthorne,
descubierto por Elton Mayo en 1932. El "Efecto Vega del Prado" tiene,
pues, algo de sorpresa, pero el sorprendido es el observador que advierte en
el sujeto de la experiencia alguna destreza inimaginable previamente. Como los
personajes de Las Meninas, que al sentirse observados por los soberanos adoptan
una actitud postural que deba agradar a estos, el efecto Vega del Prado provoca
en el protagonista la actitud corporal que este piensa ha de ser del agrado
del observador que, con su mirada, lo hace protagonista. Y el observador, en
vez de ver lo que había, ve lo que hace "lo que había"
para tratar de seducirlo a él. Todos queremos, inconscientemente, ser
fotogénicos.

 

Enviado por:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"®

www.monografias.com/usuario/perfiles/ing_lic_yunior_andra_s_castillo_s/monografias

Santiago de los Caballeros,

República Dominicana,

2015.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"®

BIBLIOGRAFÍAS

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