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ERKSperiencias en el Uritorco (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Pasadas las 22 horas subimos al auto de Allie y encaramos hacia el punto que, años antes, le había señalado Acoglanis. Era muy cerca de la zona llamada La Toma, en la base del Uritorco. Descendimos y nos paramos frente al gigantesco cerro, que apenas distinguíamos en la oscuridad. No veíamos casi nada. El motor y las luces del auto se apagaron. Nos sentimos como topos en sus madrigueras.

? Relájense. Respiren hondo y traten de ver y sentir con el corazón, que si Ellos quieren les mostraran ?dijo con voz tranquila y, acto seguido, pidió permiso a los Señores del Norte, Hermanos de Erks, iniciando una serie de frases en el idioma cósmico que ya conocíamos (el Irdín) al tiempo que movía en círculo su mano izquierda y mantenía extendida la derecha hacia el Uritorco.

Pregunté si había que tener los ojos abiertos y dijo que sí.

Entonces, al cabo de unos 10 minutos, tanto mi esposa como yo, empezamos a ser testigos de algo asombroso. Algo que jamás creímos poder ver esa noche. Algo que, por un rato, hizo que temblequearan todas nuestras creencias (o mejor dicho, no-creencias).[11]

Con la mirada fija en la oscuridad, y un telón de fondo negro, donde apenas podíamos distinguir en color más negro el contorno del cerro, empezamos a ver cómo una niebla blanca iba cubriendo, en lentos movimientos, la copa de los árboles que crecían en las laderas del Uritorco. Parecía arrastrarse suavemente, inundando lo que hasta hacía segundos era una boca de lobo.

Miré a Vero.

? ¿Vos ves lo que yo veo? ? pregunté.

? La niebla… Sí ? respondió tan sorprendida como yo.

Esa masa gaseosa tenía un tenue brillo. Muy apagado, pero perceptible perfectamente.

? Se están manifestando ? dijo Allie.

Para cuando terminó la frase, las laderas del cerro parecían nevadas.

? Pero… ¿qué es todo esto?

No procuré respuesta alguna. Era una pregunta retórica. Algo muy extraño estaba pasando y en ese momento no supe darle la explicación razonable que debía tener.

De pronto, Verónica señaló la cima del cerro (la que sobresalía en medio de dos lomadas –Ver fotos).

? Mirá… allá arriba. Al medio. En la cumbre.

Detuve mis ojos en el sitio indicado y, para mi sorpresa, observé cómo la parte más elevada del Uritorco se iluminaba desde abajo. Como si con reflectores estuvieran barriendo sus paredes de piedra. Era una luz de tinte amarillento. Suave en intensidad (como la niebla). La vimos por unos cinco minutos aproximadamente y, de golpe, se apagó.

Vero me tomó del brazo. Nos miramos sorprendidos. Allie guardó silencio. Pregunté si podía sacar fotos. Allie asintió. Y cuando creíamos que todo había pasado, que ya nada podía sorprender nuestros sentidos, ambos, mi mujer y yo, volvimos a ver en esa misma cima de 1979 metros de altura algo rarísimo: una especie de cascada de color rojo. Rojo rubí. Semejaba lava volcánica deslizándose por la ladera superior. De arriba hacia abajo.

? ¿Vos ves eso? ? volví a inquirirle, sin detallar qué veía.

? Sí… Una cascada de color rojo.

No había duda. Observábamos lo mismo. O al menos creíamos estar observando lo mismo.

Permanecimos unos minutos mirando ese fenómeno, en principio, extraño. Enfoqué a la "cascada" y disparé varias veces la cámara. Miré la pantalla. No había salido nada. Sólo orbs. Polvo suspendido. Entonces, "la visión" también desapareció, desvaneciéndose gradualmente del cerro.

Vero volvió a señalar la cumbre.

? Estoy viendo una luz roja. Redonda. Y late como lo haría un corazón. ¿La ves? Allá, a la derecha…

No vi nada.

Absolutamente nada.

Pensé que me estaba embromando. Pero insistió con seriedad. Seguí sin ver nada. Todo se había vuelto oscuro de nuevo y la extraña niebla volvió a tapizar el paisaje nocturno. Un tiempo después, también ella se desvaneció junto a la luz roja que mi esposa acababa de ver.

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Imágenes tomadas el 13 de diciembre 2016.

No se observa ni la niebla, ni los "reflectores" ni la cascada.

Sólo orbs (polvo en suspensión iluminado por el flash)

Nos quedamos unos minutos más parados en silencio. Mi cabeza hervía de preguntas. Claro que las respuestas que me daba nuestro anfitrión no me satisfacían.

Para él, los orbs también eran entidades energéticas.

Terminado el show subimos al auto y regresamos a Capilla del Monte.

Para entonces, ya empezaba a pergeñar una respuesta racional a lo que habíamos visto.

EPILOGO

Elemental, mi querido Watson

"Dos cosas no relacionadas entre sí, creer en las dos,

y con la idea de que, en algún lugar, hay una tercera,

oculta, que las vincula, esto es credulidad".

Umberto Eco

El Péndulo de Foucault, 1997, Pág. 74

Somos animales diurnos.

No estamos adaptados para ver bien en la oscuridad. Si así fuera nos brillarían los ojos al encerrarnos en un cuarto casi sin luz y menudo susto nos llevaríamos con sólo observarnos en el espejo.

Esa noche, frente al Uritorco, desde el principio corríamos con desventajas.

La noche era oscura, pero no por completo. Una delgada medialuna en fase creciente colgaba del cielo, otorgando una claridad débil, mínima, lechosa, como la mismísima niebla que divisamos sobre los árboles de la ladera. Por otro lado, ese primer y "misterioso paisaje nevado" que captamos sólo fue apareciendo lentamente, cuando nuestro sentido de la vista se adaptó de manera gradual a la falta de luz (que insisto, no era absoluta). En esas circunstancias, el iris se abrió, las pupilas se dilataron, y la poca luz del ambiente nos permitió ver lo que creímos era una neblina blancuzca. Es decir, empezamos a distinguir cosas en un medio que los especialista denominan escotópico, al que no estamos habituados. Por otro lado, el zarandeo lógico de las copas de los árboles, producto de la brisa (no había viento), generó la ilusión de movimiento, de traslado, al que hice referencia.

No soy oftalmólogo, pero bastó indagar un poco por Internet para encontrar una respuesta racional a la supuesta cascada carmesí. Tataré de ser sintético y claro.

En nuestros ojos tenemos dos tipos de células encargadas de ver: conos y bastones. Los conos son los encargados de diferenciar los colores y son de tres tipos: los que detectan el color rojo, el azul y el verde. Pero para funcionar necesitan mucha luz. Los bastones, por el contrario, son los encargados de detectar la luminosidad y trabajan muy bien en la oscuridad. Por eso generalmente, a oscuras, vemos en blanco y negro. Pero hay casos en los que podemos detectar el color rojo. Justamente el mismo color de la supuesta cascada. ¿Cuándo es eso factible? Cuando sacamos fotos con un flash (tal y como lo hice esa noche). En esos casos, con las pupilas dilatadas, al recibir el fogonazo de luz, "iluminamos" el ojo por dentro, que al ser tan rápido no es capaz de cerrar la pupila a tiempo, y lo que vemos es la sangre del fondo del ojo.

Tal vez esa sea la causa. Pero puede haber otras complementarias.

Varios días después de la "erksperiencia" nocturna en la base del cerro, decidí escalarlo y llegar a la cumbre. Si el famoso periodista sensacionalista José De Zer había dicho la verdad en 1986 por Nuevediario, hasta podría tener la suerte de toparme con algún "marciano" vagando por la cima. Lamentablemente no llevé conmigo a ningún "Chango" que me siguiera con una filmadora. Tuve que contentarme con mi sencilla Canon PowerShot SX160 IS (que fue con las que capté todas las fotos que aparecen en esta crónica).

El ascenso fue agotador, aunque la bajada resultó mil veces peor; especialmente calzando zapatillas no adaptadas para esos menesteres y con suelas en extremo delgadas. Por años mantendré, en la planta de los pies, el recuerdo de cada maldita piedra del Uritorco. Pero el esfuerzo (más allá del logro personal, a mis 52 años y con dos décadas y media de cigarrillos encima) valió la pena.

Ver de más cerca las cosas suele ser revelador. Y fue lo que ocurrió.

En el quinto y último descanso antes de llegar a la cima, conocido turisticamente como El valle de los Espíritus (1570 msnm), observé con más detalle el punto exacto en donde, 13 noches antes, habíamos visto la "cascada roja"; y para mi sorpresa, el sector tenía justamente el aspecto de una cascada (lítica).

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Sector de la "cascada" lítica en el Cerro Uritorco

Que haya sido en ese sitio y no en otro, no era casualidad.

Por otra parte, algo que tampoco podíamos ver por la noche, pero que allí estaba, es el color rojo que tienen muchas de las formaciones rocosas que componen el cerro Uritorco y que, probablemente ayudó a crear la ilusión óptica de la cascada rubí.

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Rocas de color rojo que, posiblemente, ayudaron a conformar la ilusión óptica

En síntesis, creo que hay explicaciones racionales para explicar lo que vimos esa noche inolvidable.

En lo personal, considero que es siempre conveniente seguir el principio metodológico planteado por Guillermo de Occam: "en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable". Es decir, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.

En mi estado evolutivo de conciencia sigo creyendo difícil de creer que los orbs son entidades inteligentes que nos vigilan, o que las luces que vimos con mi esposa en el Uritorco eran la prueba inequívoca de la existencia de la ciudad de Erks. Estoy convencido de que todo aquello fue la sumatoria de una serie de fenómenos naturales y psicológicos concatenados: sugestión, reflejos lunares, un marco de observación poco propicio y un ojo humano no evolucionado para ver en la oscuridad.

Nada fue tan contundente. Nada resultó claro, inequívoco. Todo "parecía" ser tal o cual cosa. Los marcianos no hicieron acto de presencia. Tampoco sus naves. Menos que menos la mítica ciudad subterránea.

En el fondo todo es cuestión de interpretación. Y en eso, jamás podré ponerme de acuerdo con aquellos que interpretan el mundo con una mirada imbuida por el pensamiento mágico, la mística y el esoterismo.

Cuando oigo ruido de cascos en el piso pienso en caballos, no en unicornios.

FJSR

BUENOS AIRES

FEBRERO 2016.

Autor:

Fernando Jorge Soto Roland

Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP.

Partes: 1, 2, 3
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