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Morin, pensador de la complejidad



  1. Un "omnívoro cultural"
  2. De la guerra a ?una temporada en el estalinismo?
  3. De la interdisciplinariedad a la transdisciplinariedad
  4. Bibliografía

Cultivarse es una aventura peligrosa

Edgar Morin

¿Quién es Édgar Morin (Édgar Nahum)? ¿Cuáles son sus ideas y propuestas? Nos encontramos de entrada frente al más prolijo y al más audaz de los pensadores contemporáneos, al más capaz de enfrentar sin complejos la complejidad del mundo. Este autor ha producido hasta hoy una obra enorme, que él mismo presenta en seis planos: La Méthode o la obra magna (5 volumenes), Complexus (7 volúmenes), Anthropologie fondamentale (4 volumenes), XXe siècle (17 volumenes), Vécu [Vivencia] (8 volumenes). De tal manera que hasta una presentación somera de Morin es de por sí un desafío. Por lo demás, como si su obra fuera poco, va entretejida con las vivencias del pensador y, como un bucle, revierte la una en la otra. «Mi vida intelectual es inseparable de mi vida", escribe Morin con acentos nietzscheanos, y precisa : "No escribo (no pienso) desde una torre que me sustrae a la vida, escribo (pienso) en la depresión de un remolino que implica mi vida en la vida»( Morin: 1994 p. 11). Igual sucede al leerlo: el pensamiento Moriniano es tan revolucionario que, al profundizarlo, se profundizan también los paradigmas que constituyen el pensamiento de uno mismo, las vivencias de uno mismo. Leerlo pone en juego muchas certezas.

Un "omnívoro cultural"

Édgar Nahum –quien se nombrará clandestinamente Morin en la resistencia francesa durante la segunda guerra mundial– nace en París, en la calle Mayran, el 8 de julio de 1921. Hijo de Vidal Nahum y Luna Beressi. Su padre, naturalizado francés, había nacido en 1894 en Salónica, tierra griega bajo dominación otomana, en el seno de una familia sefardita con "protección consular" italiana. Sus abuelas hablaban a la mesa el castellano sefardí del siglo XV. Su padre no le transmite una cultura definida ni una verdad revelada. De él aprenderá el gusto por las canciones populares y un vivo sentido de la solidaridad y de la familia. La ausencia de cultura ritualizada, o sea, el vacío de Cultura «ha sido la base para cultivarme», dice Morin, y precisa: «No he dejado de ser estudiante porque he sido investigador en el sentido pleno y existencial de la palabra. He sido y sigo siendo un estudiante que elige a sus educadores y liba su propia miel, utilizando tanto la cultura universitaria, como también los autores marginados o excluidos por la Cultura».(Ibid : p. 25).

Hijo único de una madre adorada, Morin vivió por los diez años la terrible experiencia de la orfandad. "Un Hiroschima interior me invadió", escribirá sesenta ,años más tarde, en Mis demonios. "Durante meses, durante años, esperé, a sabiendas de que el regreso de mi madre era imposible», anota con desgarramiento en Autocrítica. (Morin 1994 : 16). De la esperanza de lo imposible nacerán dos sentimientos, tanto más fuertes cuanto más contradictorios, "que han irrigado toda mi manera de pensar", nos dice Morin:1 el primero es una especie de escepticismo, no como postura intelectual de quien duda de que la razón sepa de veras algo y se mantiene airosamente irresoluto, sino como propensión psicológica contra dogmatismos doctrinales y hechizos raciocinadores. La insostenible ligereza de la incertidumbre se había convertido en una defensa natural contra cualquier determinación. Morin aprenderá luego, estudiando la física cuántica, que lo indeterminado emerge del seno mismo de la naturaleza y, por lo tanto, es uno de los datos que integran el pensamiento en su oficio cognitivo2.

Del terrible duelo materno surgió un segundo sentimiento: la absoluta necesidad de redención, o la esperanza pura. Si de veras ser niño es no conocer la muerte, poseyendo así por un momento efímero, gracias a tan dulce e ingenua negativa, una dicha beata, la conciencia de Thánatos arrancará a Morin su dicha tempranera, su matriz afectiva, volcándolo al universo infinito sin fundamento, poniéndolo en lo abierto y lo indefinido de la vida, como una explosión cósmica lanza al perenne azar una promesa de mundo. Aprende que hacer mundo es un quehacer de trabajos y días, un trabajo de duelo, de cavadura y alcorque, hasta que albore la vida; pues si supieramos cuántos albores por venir resguarda la desesperanza, no habría tiempo ni lugar para la desesperación y el desánimo. En Morin, esos dos sentimientos contrarios, esperanza y desesperanza, representan uno de los temas fundamentales que animan su dialógica existencial e intelectual3.

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1 En La pensée complexe : antidote contre les pensées uniques. Entrevista con N. Vallejo G., París, 1997, publicada en revistas de Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia, Mexico, Francia.

2 Morin. 1981. El capítulo sobre La articulación del segundo principio de termodinámica y la idea de entropía en el principio de complejidad de la física.

Desde los diez años, desde aquella irremediable perdición, la vida y el pensamiento de Morin han sido como un combate titanesco entre la desesperanza y la esperanza, entre lo que nos conmina a la dispersión espiritual o a la desidia mental, a la cosificación o a la indiferencia humana, y la esperanza creadora de mundos, de belleza, de fraternidad: entre un paradigma de disyunción y un pensamiento de religación. (Relación a estos conceptos en el final del ensayo).

Son sentimientos a la vez contrarios y complementarios que llevan a Morin a definirse como un «omnívoro cultural» que explora desde chico los territorios de la literatura, la música, el cine, hilando por doquier con qué comprender el mundo.

Mi espíritu –anota Morin– dio primacía a los libros que alimentaban el escepticismo y la esperanza, así como a los que anunciaban la redención después de tantos dolores. La contradicción entre fe y duda siempre fue vivida, violenta, inextinguible, inalterada, nunca superada, con accesos mesiánicos anunciándome redención y salvación, y accesos nadáticos que me confirman que todo está perdido para siempre. De ahí mi irresistible atracción por la duda fundamental (Montaigne), pero también por el impulso fundamental más allá de la duda y de la razón (Rousseau); por las verdades del corazón, que responden a todas mis insatisfacciones anunciándome amor, redención, salvación, y las verdades de la razón, que satisfacen mi escepticismo y mi sentido de la relatividad. De ahí mis impulsos, nunca agotados, hacia el escepticismo, el misticismo, la racionalidad, la poesía, el realismo, el utopismo. De ahí mi fascinación por los autores que más intensa e íntimamente vivieron esta contradicción (Pascal, Dostoievski), por los filósofos de la contradicción que, en profundidad, nunca la suprimen (Heráclito, Hegel). Paso de una a otra polaridad según la última influencia principal, pero, al hacerlo, no dejo de alimentar a la una y a la otra (Morin 1984: 153 y 1994).

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3 Morin. 1981, p. 59., 1983. pp. 392 – 393. La dialógica moriniana integra la dialéctica en una asociación de instancias complementarias y antagonistas a la vez. El mundo se concibe de tal manera como un tetagrama orden-desorden-interacciones-organización, términos a la vez complementarios, concurrentes y antagonistas. Avanzado en su obra, Morin integra en el concepto de organización, tratándose de los seres vivos, la idea de autonomía y de ecosistema. La reflexión sobre La recursión, complejifica el concepto de organización, dando al final un auto-(geno-feno-ego)-eco-re-organización. En toda la obra de Morin el bucle tetralógico es una idea clave para entender sus propuestas de pensamiento complejo.

Hay que anotar que por toda la obra de Morin cruza una reflexión recurrente sobre qué es cultura. Morin muestra que en realidad este concepto es polisémico, es un macroconcepto abierto, irreductible a su propio contenido. Pero, ante todo, la lección moriniana indica que la cultura requiere un sujeto que la conciba y observe, la reviva y revise. Es decir, el meollo de la cultura está en cultivarse –peligro y salvación en el juego intersubjetivo del reconocimiento–; pues no basta con acumular mil datos, ni con procesarlos, computarizarlos y archivarlos –así sea necesario–, sino que tenemos que experimentar la recursividad y la creatividad –la espiritualidad– en el surgimiento de lo que tiene sentido, siguiendo una religación intencional o azarosa, dentro de un contexto dado o una complejidad contextual. Así resulta que la experiencia cultural nunca es lógica ni científica. La experiencia cultural es vivencial, subjetiva e intersubjetiva, o no es. Cultivarse requiere, pues, reflexividad, pensar, en suma ; es decir, presupone también la paradoja propia de toda empresa reflexiva: el sujeto que se cultiva debe convertirse al mismo tiempo en objeto cultural (Morin 1984: 153).

De la guerra a «una temporada en el estalinismo»

Morin buscó en la literatura (Rolland, France, Du Gard, Malraux, Tolstoi, Dostoievski [éste ha sido el más revelador, el más presente, el más íntimo, según Morin]), en el cine, en la cultura popular de la calle Ménilmontant durante su adolescencia parisina, en los focos izquierdistas y anarquistas de los años treinta; buscó con qué organizar un mundo, una matriz afectiva e intelectual: en fin, algo con qué ir hilándole a su existencia en crisis de proyecto un mañana abierto y sin futuro definido. «Tenía veinte años, –dice Morin–, veinte años en 1941. Me encontraba en el corazón de la tragedia, ahí donde vacila el destino»(Morin 1995: 56). Fue aquél un tiempo, nos dice, en que la desesperanza tomó forma de necesidad interior por "dar su vida a la gran causa, creer en la trascendencia y entregar su vida a la lucha de toda la humanidad».

La segunda guerra mundial cambiará por completo la vida de Edgar Morin; en ella encontrará su destino de intelectual/actor enfrentado al drama antropológico de una racionalidad doctrinaria y de su corolario epistemológico, el cientismo alienador. De ella aprenderá la fuerza y la fragilidad del oficio intelectual: el deber de conciencia y de palabra. De la resistencia a la guerra nacerá otro nombre, una "identidad" inedita: Édgar Morin. "La resistencia es –escribe Heinz Weinmann–.(Morin 1994 : 46), la prueba de iniciación en donde el sujeto, puesto al lado de la vida ordinaria y enfrentado a la muerte, renace con otra identidad. Edgar Nahum (Nahum, profeta bíblico cuyo nombre significa «el compasivo») se convierte en Edgar Morin, nombre (clave secreta) de Resistencia. Bajo ésta nueva identidad, fruto de sus propios trabajos y que nada debe al «nombre del Padre", vivirá y escribirá».

En 1940, la desbandada del ejército francés es total, inesperada y asombrosa. El país es invadido por los nazis y los fascistas. La Constitución de la Tercera República francesa se derrumba. El gobierno dimite, se disuelve la Asamblea Nacional, desaparecen las instituciones republicanas y democráticas, se transfieren plenos poderes en las manos a un viejo de 84 años (héroe absoluto de la primera guerra), el mariscal Pétain, quien concluye un armisticio con Hitler. "Es con el corazón en la mano que os digo: ¡Cesad el combate!", ordenará Pétain por radio el 17 de junio. Charles de Gaulle se refugia en Inglaterra al día siguiente y lanza su famoso «Llamado del 18 de junio» a la resistencia y al combate por la liberación de Francia. El país se divide entre los que colaboran con los nazis y los que resisten a éstos.

Morin se refugia en Tolosa, ciudad del suroeste francés, en zona «libre». Entra en contacto con la Resistencia y con las corrientes comunistas clandestinas. Impulsado por su dialógica esperanza/desesperanza,4 Morin empieza a "cultivarse" –forma de resistencia intelectual a cualquier opresión–, en busca de criterios para comprender y, en seguida, neutralizar la desintegración antropo-socio-política que conlleva la guerra. Estudia historia y sociología bajo el marco teórico del marxismo. En el furor, la barbarie y el maniqueismo de entonces, y frente a la crisis de proyecto sociopolítico, el marxismo-comunismo aparece, por razones y azares de una extraordinaria complejidad, como "la salvación", y además aporta un modelo lógico-identitario de inteligibilidad de la condición humana y cierto proyecto de "comprensión global de su destino". Sin embargo, esta doctrina representaba, para el joven Morin, no el paradigma cerrado que reduce la Historia de la humanidad a un simple resultado de las funciones: «lucha de clases / fuerzas de producción", sino la utópica ciencia multidimensional del "saber total" capaz de articular cientismo y humanismo. Morin nos dice que, al terminarse la guerra, la idea de totalidad, de "saber total", que tanto lo hechizó, perdió su "carácter triunfal" : "comprendí, –escribe–, que nadie podía pretender detener la verdad del todo ("poseer la verdad en un alma y un cuerpo": ,Rimbaud), pero guardé la idea de que, en todo saber parcial, hay que conservar la conciencia de todo en tanto todo". (Morin 1994: 70). Cuarenta años después, en su obra mayor, El método, Morin verá, en esa conciencia de todo en tanto todo, uno de los principios fundamentales del pensamiento complejo: el llamado principio hologramático, que reza: no sólo la parte está en el todo, sino que también el todo en tanto todo está dentro de la parte (Morin 1981). Resuena aquí un fascinante pensamiento de Pascal, que es uno de los faros de Morin: "tengo por imposible conocer las partes sin conocer el todo, así como conocer el todo sin conocer particularmente las partes".

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4 Morin, 1994. p. 54. Así se inicia y prosigue mi dialógica interior entre esperanza/desesperanción, duda/fe y, desde otro ángulo, entre "verdades del corazón » y "verdades de la razón.

Durante la Guerra, la Resistencia francesa se organiza en diferentes corrientes clandestinas, federadas por dos fuerzas mayores: la del general Charles de Gaulle y la del Partido Comunista. En el furor de la guerra se desarrolla asombrosamente el maniqueísmo, se polarizan las posiciones y cualquier decisión implica la alternativa vital "amigo/enemigo". El comunismo soviético representaba en aquella época las ideas de "revolución", "liberación", y "justicia social". Los intelectuales comunistas franceses las integraban como una transferencia sublimada del ideal revolucionario de 1789. En el terreno concreto de la guerra, después de las gloriosas batallas de Moscú y de Estalingrado (Hitler ataca a la Unión Soviética violando el tratado de "no agresión" firmado con Estalin, que tenía por finalidad repartirse a Polonia entre los dos), el comunismo soviético logra la extraordinaria metamorfosis ideológica de presentarse como el estandarte moral de la resistencia, no sólo contra el nazismo, sino contra toda forma de opresión, de humillación y de explotación del hombre por el hombre.

De las diferentes corrientes clandestinas de la Resistencia, Morin integra la federada por el Partido Comunista. Hay, en este acto, razones y pasiones. Morin explicará años más tarde que esa adhesión "significaba más que una decisión política o ética, era una reconciliación consigo mismo y con el mundo"(Morin 1994b: 70). Pero, en términos concretos, dicha adhesión es el resultado de una reacción, de un combate contra la guerra. "Yo fui comunista de guerra; sin la guerra, nunca hubiese adherido al comunismo. Es esto lo que hay que saber y lo que hay que decir", nos afirma Morin (Vallejo 1997). «Fui comunista de guerra, y aquel comunismo no sobrevivió a la paz…» (Morin 1994a: 239).

Al terminar la guerra, el maniqueísmo vital "amigo/enemigo" se debilita en maniqueísmo político o "guerra fría". Morin constata que el comunismo, alienado por el aparato del Partido, y éste por el estalinismo, se mueve de "teoría abierta" sobre la justicia social hacia una ideología o "doctrina cerrada" en pos del poder, bajo el mito de "revolución universal". Morin no sólo desenmascara entonces la pretensión prometeica del comunismo, sino que también muestra cómo la facultad de fabulación o de mistificación es uno de los elementos fundamentales del entendimiento humano. El pensamiento es capaz de "echar mano –escribe Morin– de ardides mentales para neutralizar la desintegración en cadena que acecha naturalmente todo sistema doctrinario y racionalizador" (Morin 1994: 70). El desmantelamiento de dichos ardides es el oficio noble del intelectual. Su deber inalienable de toma de conciencia y de denuncia de los mismos llevará a Morin a convertirse, casi de entrada, en "persona no grata" para el Partido. Su expulsión se oficializa en 1951.

Con todo, lo más importante, para la futura obra de Morin y para la ejemplificación del pensamiento complejo, es el descubrimiento antropológico y epistemológico que resulta de la toma de conciencia del hechizo ideológico vivido durante la "temporada en el estalinismo", segun el cual el enajenamiento ideológico y el hechizo mistificador hacen parte de organizaciones mentales de la inteligencia humana y no son producciones o resultados de instancias de poder territorializadas. Si bien Morin es consciente de la llamada "crisis de racionalidad" tan nombrada por la fenomenología y por el posmodernismo, no está de acuerdo en considerar que "el fracaso de una cultura racional no se halla en la esencia del mismo racionalismo, sino unicamente en su enajenamiento", como lo escribe Husserl (Morin 1969 :171). Para Morin, el enajenamiento hace parte del racionalismo como tal, bajo la forma lógica de paradigmas de simplificación. En efecto, los procedimientos de la simplificación forman parte del pensamiento complejo, tanto como éste segrega los antídotos contra la simplificación. Lo que importa, dice Morin, "es saber permanentemente acordarse de que simplificamos más por razones prácticas, heurísticas, que para extraer la quintaesencia de la realidad" (Morin 1992). En otras palabras : acordarsenos de por qué pensamos, tomar conciencia de cómo y para qué pensamos, es ser sujetos constituyentes y no sólo objetos constituidos del pensamiento.

Morin experimenta en carne propia dicho descubrimiento. Por consiguente, importa destacar, en la viviencia moriniana del comunismo y en su "temporada en el estalinismo", la individual y progresiva toma de conciencia de lo que supone el encierro espíritual-ideológico en cualquier sistema doctrinario. Esta toma de conciencia es, de por sí, un acto de rebeldía, una autocrítica, una autoética, una higiene mental. Morin nos dice que gracias a Autocritique pudo entender el fanatismo y la ideología, amén de tomar conciencia de que nunca jamás podría revivir un fanatismo y adherir a una ideología.

La lección moriniana de ética del pensamiento que deja "una temporada en el estalinismo" es nunca olvidar que en el conocimiento somos sujeto y objeto y que, por lo tanto, cuando una doctrina nos aliena y atonta por exceso de objetivización, también podemos reflexionar, retomar conciencia de que somos ante todo sujetos pensantes, es decir, seres capaces de caer por nosotros mismos en cuenta de los "amores engañosos" (Rimbaud, Una temporada en el infierno ), seres capaces de reírnos de nuestros propios hechizos ideológicos.

De la interdisciplinariedad a la transdisciplinariedad

Morin hará una "carrera oficial (1951-1989)" como sociólogo del Centro Nacional para la Investigación Cientifica (CNRS) de Francia. Pero los trabajos realizados bajo el manto de la institución crearán un horizonte inédito de reflexión, capaz de atravesar, como un arco iris, cualquier disciplina o espacio de "saber reservado". En su primer trabajo de antropología fundamental, El hombre y la muerte (Seuil, 1951), Morin analiza la idea de la muerte como objeto de estudio a través diferentes disciplinas que van de la biología a la mitología y, sobre todo, se enfrenta con el bloqueo institucional de la llamada "interdisciplinariedad"; es decir, Morin constata cómo cada disciplina busca erigirse en espacio territorializado de saber y de poder, queriendo hacer de su objeto de estudio una marca depositada. Por ejemplo, en una concepción interdisciplinaria sobre la cuestión de la muerte, la biología cree poseer "más verdad" que la mitología o la religión. La interdisciplinariedad pone de presente los conflictos de identidad, de interés y de poder institucional entre saberes. La interdisciplinariedad muestra cómo los campos del conocimiento están trazados con paradigmas de púas conceptuales.

Morin denuncia la interdisciplinariedad sin buscar por ello erigir una instancia de saber para destruirla; por el contrario, su obra se servirá de la lógica disyuntiva, reduccionista y simplificadora, que utiliza la concepción interdisciplinaria del conocimiento para ejemplificar la necesidad de otro tipo de concepción del saber, es decir, para defender una concepción transdisciplinaria del conocimiento. La idea central de una cultura transdisciplinaria está en introducir la reflexividad, la conciencia, en las ciencias; es constatar que, en el conocimiento de cada saber institucionalizado por una disciplina con sus conceptos propios, existe un paradigma de complejidad, cuya toma de conciencia pone de presente el caracter organizacional, interactivo, generativo y degenerativo de dicho saber. "Nuestro pensamiento no es abstracción –escribe Morin–: es ante todo vitalidad; siendo algo vivo, está sometido a degeneración y corrupción". (Morin 1994).

A partir de entonces, toda la reflexión epistemológica de la obra moriniana tendrá por principal motivo la ejemplificación de un modo de pensar transdisciplinario. Los saberes pueden estar, pues, territorializados, estructurados y defendidos por disciplinas institucionalizadas; pueden existir entre ellos frías o cordiales relaciones de interdisciplinariedad; pero toda toma de conciencia de un saber definido, nos enseña Morin, pondrá de presente su condición de unicidad en un juego organizacional de multiplicidad, su inevitable relación con el sujeto que lo piensa y con formas culturales de comprensión, aplicación técnica o transmisión educativa. En fin, el saber solo de una disciplina definida (el saber médico, físico, matemático, filosófico, sociológico, biológico, sicológico, etc.) ¡no existe! Lo que existe en realidad es un pensamiento complejo de interacciones conceptuales y saberes en movimiento organizacional, dentro de algo que nombramos conocimiento, algo tan ligado a la conciencia humana como a la cosmogénesis del Universo.

Pero ¿cúal es, pues, la estructura del conocimiento? ¿Cómo actúa el pensamiento? Estas preguntas y sus respectivos corolarios animarán, a partir de los años sesenta, la obra Moriniana. Una estadía en el Instituto Salk de San Diego (USA), como profesor invitado en 1969, permitirá a Morin estudiar tres teorías fundamentales sobre los modos del conocimiento humano: la cibernética, la teoría de sistemas y la informática. En el Salk Institute for Biological Studies descubre la obra de Gregory Bateson. Un replanteo epistemológico radical se anuncia al tomar contacto con John Hunt, Jacques Monod, Henri Atlan; de la teoría de los autómatas de Janos von Neumann y con el principio de order from noise ("azar organizador") de Heinz von Foerster. De regreso a París, Morin funda el Centro Royaumont para el Estudio de una Ciencia del Hombre.

A partir de entonces, a los cincuenta años, Morin reforma todos sus paradigmas de conocimiento escribiendo en seguida una obra epistemológica y teórica enorme. Esta corre bajo el nombre de La Méthode y traza los modos en que emerge, se actualiza o ejemplifica el pensamiento complejo. Tal posición conlleva una redefinición del concepto de razón. Morin opone a la razón reduccionista/simplificante/cerrada, una racionalidad abierta, capaz de abordar la complejidad en la base misma de lo real. La méthode de Morin propone tres operadores lógicos para trazar el surgimiento de dicha complejidad. El operador dialógico: la interrelación simultáneamente complementaria, concurrente y antagonista de las instancias necesarias en la organización de un fenómeno. El operador recursivo: no sólo hay interacción sino también retroacción de los procesos en circuito solidario. El operador holográmico: cada punto del holograma contiene la presencia del objeto en su totalidad. Estos tres operadores del pensamiento complejo permiten una representación del proceso de auto-eco-organización, o de la existencia como tal de todo fenómeno. La idea de ser no se entiende aquí como noción sustancial sino como "idea organizacional" (Morin).

Se hizo evidente –escribe Morin– que la vida (el ser) no es una sustancia, sino un fenómeno de auto-eco-organización extraordinariamente complejo que produce la autonomía […] La dificultad del pensamiento complejo es que debe afrontar lo entramado (el juego infinito de interretroacciones), la solidaridad de los fenómenos entre sí, la bruma, la incertidumbre, la contradicción. Pero nosotros podemos elaborar algunos de los útiles conceptuales, algunos de los principios, para esa aventura, ya que podemos entrever el aspecto del nuevo paradigma de complejidad que debiera emerger (Morin 1990: 33).

Esta estrategia conceptual inédita conmina a la toma de conciencia que requiere la emergencia significativa del paradigma de complejidad, el cual gobierna hoy nuestro espacio mental. Se trata, en suma, de una propuesta estratégica, y no de otra opción programática, para comprender e integrar los nuevos modos de conocimiento que organiza nuestra era de mundialización y de conciencia planetaria.

Edgar Morin, Nació en Paris, en el 10 de la calle Mayran, el 8 de julio de 1921, hijo de Vidal Nahum y Luna Beressi

Durante la guerra

Combatiente voluntario de la Resistencia clandestina francesa en la segunda guerra mundial.

Agregado al Estado Mayor del ejército francés en Alemania (1945).

Responsable de la oficina de "propaganda" en la Direccion de la Información del gobierno militar francés en Alemania (1946).

Integrante del Partido Comunista francés durante la guerra; excluido oficialmente por "disidencia cultural", en 1950.

Estudios y honores

• Licenciado en historia, geografía y derecho de la Universidad de Toulouse, Francia.

• Doctor honoris causa en ciencias políticas de la Universidad de Perugia, Italia.

• Doctor honoris causa en psicología de la Universidad de Palermo, Italia.

• Doctor honoris causa en sociología de la Universidad de Ginebra, Suiza.

• Doctor honoris causa de la Universidad de Bruselas, Bélgica.

• Doctor honoris causa de la Universidad de Natal, Brasil.

• Laus honoris causa del Instituto Piaget de Lisboa.

• Colegiado de honor del Consejo Superior de Educación (Andalucía, España).

• Medalla de la Cámara de Diputados (Comité Científico Internacional de la Fundación Piu Manzu) de la República Italiana.

• Officier de la Légion d"Honneur de la República Francesa.

• Ö Commandeur de l"Ordre des Arts et des Lettres de la República Francesa.

• Commandeur de l"Ordre d"Honneur du Roi d"Espagne

• Premio Europeo de Ensayo Charles Veillon en 1987.

• Premio Viareggio International en 1989.

• Premio Media de la Cultura de la Asociacion de Periodistas Europeos en 1992.

• Premio Internacional de Catalunya en 1994.

Cargos

• Director de Investigaciones en el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS), en París, entre 1950 y 1989.

• Director del Centro de Estudios Transdisciplinarios (Sociología, Antropología, Política) (CTSAP) en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en París, entre 1973 y 1989.

• Director de la revista Arguments y de la revista Communications, en París, entre 1956 y 1962.

• Presidente de la Consultación Nacional "Quels savoirs enseigner dans les lycées?", organizada por el Ministerio de Educacion francés, 1998.

• Presidente de la Association pour la pensée complexe (APC), en París.

Obras (traducidas a varios idiomas)

La méthode

Complexus

• Morin, Edgar. 1984a. Ciencia con consciencia, Fayard, Paris, 1982. Trad. Ana Sanchez, Anthropos, Barcelona.

Morin, Edgar. 1984b. Science et conscience de la complexité, Librairie de l"Université, Aix-en-Provence. Nouvelle édition à paraître chez L"Harmatann, Paris.

Morin, Edgar. 1988. El método III, El conocimiento del conocimiento, Seuil, Paris, 1986. Trad; Ana Sanchez, Catedra, Madrid.

Morin, Edgar. 1990. Arguments pour une Méthode, Colloque de Cérisy (autour d"Edgar Morin). Seuil, Paris.

Morin, Edgar. 1992. El método IV, Las Ideas, Seuil, Paris, 1991. Trad. Ana Sanchez, Catedra.

Morin, Edgar. 1994a. Introduccion al pensamiento complejo, ESF, Paris, 1990. Trad. Marcelo Pakman, Gedisa, Barcelona.

Morin, Edgar. 1994b. La Complexité humaine, Flammarion, Paris.

Morin, Edgar. 1995. Mis demonios, Stock, Paris, 1994. Trad. Editorial Kairos, Barcelona.

Morin, Edgar. 1995. Sociología, Fayard. Trad. Jaime Tortella Caseres, Tecnos, Madrid.

Morin, Edgar. 1998. Articular los saberes (textes choisis et présentés par Nelson Vallejo-Gomez), CNDP, Ministère de l"Education nationale, de la Recherche et de la Technologie, 1998, Paris. Trad. Geviève de Mahieu, Universidad del Salvador, Buenos Aires.

Morin, Edgar. 1999. La tête bien faîte (Repenser la réforme/réformer la pensée). Seuil, Paris.

Morin, Edgar. 1999. Les sept savoirs nécessaires à l"éducation du futur. UNESCO, Paris.

Morin, Edgar. 1999. Relier les connaissances (Journées Thématiques conçues et animées par Edgar Morin). Seuil, Paris.

Morin, Edgar.1981a. El método I. La naturaleza de la naturaleza. 1977. Seuil, Paris. Trad. Ana Sanchez, Catedra, Madrid.

Morin, Edgar.1983. El método II, La vida de la vida. 1980 Seuil, Paris. Trad. Ana Sanchez, Catedra, Madrid.

Morin, Edgar.La méthode V. L"Humanité de l"Humanité (La condition humaine suivi de L"Éthique complexe). Seuil, de aparicion próxima Antroposociologia / Antropologia fundamental

Morin, Edgar. 1994c. El Hombre y la muerte. Seuil, Paris, 1951. Trad. de Editorial Kairos, Barcelona.

Morin, Edgar. 1972. El cine o el hombre imaginario. Minuit, Paris, 1956. Trad. Ramon Gil Novales, Seix Barral, Barcelona.

• Morin, Edgar. 1974. El paradigma perdido: el paraíso olvidado (La nature humaine), Seuil, Paris, 1973. Trad. Domènec Bergadà. Kaíros, Barcelona.

• Morin, Edgar. 1974. L"Unité de l"Homme (en collaboration avec Massimo Piatelli-Palmarini), Seuil, Paris.

Siglo Veinte

• Morin, Edgar. 1946. L"An zéro de l"Allemagne. La Cité Universelle, Paris.

• Morin, Edgar. 1967. Commune en France: la métamorphose de Plozévet. Fayard, Paris.

• Morin, Edgar. 1972. Las Stars. Seuil, Paris, 1957. Trad. Ricardo Mazo, Dopesa, Barcelona.

• Morin, Edgar. 1975. El espiritu del tiempo. Tome I, Grasset, Paris, 1962. Trad. Rodrigo Uria y Carlos M. Bru, Taurus, Madrid, 1966. Tomo II, Grasset, Paris.

• Morin, Edgar. 1982. Para salir del Siglo Veinte. Nathan, Paris, 1981. Trad. Jordi Fibla, Kairos, Barcelona.

• Morin, Edgar. 1984. La Rose et le Noir. Galilée, Paris.

• Morin, Edgar. 1984. La rumeur d"Orléans.Seuil, Paris, 1969; edicion augmentada con La rumeur d"Amiens, 1973 en colleccion "Points-Essais".

• Morin, Edgar. 1985. ¿Qué es el totalitarismo? Naturaleza de la URSS. Fayard, Paris, 1983. Trad. Ana Sánchez, Ánthropos, Barcelona.

• Morin, Edgar. 1988. Mai 68: la brèche (en collaboration avec Claude Lefort et Cornelius Castoriadis). Fayard, Paris, 1968; nueva edicion augmentada de de veinte años después.Complexe.

• Morin, Edgar. 1988. Pensar Europa. Gallimard, Paris, 1987. Trad. Beatriz Anastasi de Lonné y Ana Sánchez, Gedisa, Barcelona.

• Morin, Edgar. 1991 .Un nouveau commencement (en collaboration avec Gianluca Bocchi et Mauro Ceruti). Seuil, Paris.

• Morin, Edgar. 1996. Les Fratricides (Yougoslavie-Bosnie, 1991-1995). Arléa, Paris.

• Morin, Edgar. 1997. Planète, l"aventure inconnu (en collaboration avec Christophe Wulf). Mille et Une Nuits, Paris.

• Morin, Edgar.1993a. Tierra-Patria (en colaboracion con Anne Brigitte Kern). Seuil, Paris, 1993b. Trad. Manuel Serrat, Kairós, Barcelona.

• Politica

• Morin, Edgar. 1971. Por una politica del hombre. Seuil, Paris, 1965. Trad. Carlos Gerhard, Extemporáneos, México.

• Morin, Edgar. 1996. Pour une utopie réaliste (autour d"Edgar Morin), Colloque de Châteauvallon (Toulon, 1995). Arléa, Paris.

• Morin, Edgar. 1996. Politique de civilisation (en collaboration avec Sami Naïm). Arléa, Paris.

• Morin, Edgar. 1998. L"Affaire Bellouinis ( préface du témoignage de Chems Ed Din ). Ed. de l"Aube, Paris.

• Vivencias

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Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

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República Dominicana,

2015.

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