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Simbolos fundamentales de la ciencia sagrada, por René Guénon (página 6)



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En primer lugar, cabe señalar que, en un antiguo catecismo del grado de Compañero[249]a la pregunta: What does that G denote? se responde expresamente: Geometry or the Fifth Science (es decir, la ciencia que ocupa el quinto lugar en la enumeración tradicional de las "siete artes liberales", cuya transposición esotérica en las iniciaciones medievales hemos señalado en otras ocasiones); esta interpretación no contradice en modo alguno la .afirmación de que la misma letra stands for God, ya que Dios se designa especialmente en ese grado como "el Gran Geómetra del Universo"; y, por otra parte, lo que le da toda su importancia es que, en los más antiguos manuscritos conocidos de la masonería operativa, la "Geometría" se identifica constantemente con la masonería misma; hay pues en ello algo que no puede considerarse desdeñable. Resulta además, como lo veremos en seguida, que la letra G, en tanto que inicial de Geometry, ha tomado el lugar de su equivalente griego (, lo que está suficientemente justificado por el origen mismo de la palabra "geometría" (y, aquí por lo menos, ya no se trata de una lengua moderna); además, esa letra griega presenta en sí misma cierto interés, desde el punto de vista del simbolismo masónico, en razón de su forma misma, la de una escuadra[250]lo que evidentemente no es el caso de la letra latina G[251]Ahora, antes de ir más lejos, podría preguntarse si esto no se opone a la explicación por sustitución del yod hebreo, o, por lo menos, puesto que ésta ha existido también, si no cabría pensar, en tales condiciones, que se la haya introducido secundariamente y en época más o menos tardía; en efecto, como parece ciertamente haber pertenecido propiamente al grado de maestro, así debe ser para aquellos que siguen la opinión más corriente sobre el origen de este grado. En cambio, para quienes, como nosotros, se niegan por más de una razón a considerar dicho grado como producto de una elaboración "especulativa" del siglo XVIII, sino que ven en él una especie de "condensación" del contenido de ciertos grados superiores de la masonería operativa, destinada a llenar en la medida de lo posible una laguna debida a la ignorancia en que con respecto a aquéllos estaban los fundadores de la Gran Logia de Inglaterra, la cosa aparece en un aspecto muy distinto: se trata entonces de una superposición de dos sentidos diferentes pero que no se excluyen en modo alguno, lo que ciertamente nada tiene de excepcional en el simbolismo; además, cosa que nadie parece haber observado hasta ahora, ambas interpretaciones, por el griego y el hebreo respectivamente, concuerdan a la perfección con el carácter propio de los dos grados correspondientes, "pitagórico" el segundo y "salomónico" el tercero, y acaso sea esto sobre todo, en el fondo, lo que permita comprender de qué se trata en realidad.

Dicho esto, podemos volver a la interpretación "geométrica", del grado de Compañero, acerca del cual lo que hemos explicado no es aún la parte más interesante en lo que atañe al simbolismo de la masonería operativa. En el catecismo que citábamos poco ha, se encuentra también esta especie de enigma: By letters four and science five, this G aright doth stand in a due art and proportion[252]Aquí, evidentemente, science five designa la "quinta ciencia" o sea la geometría; en cuanto a la significación de letters four, se podría, a primera vista, y por simetría, incurrir en la tentación de suponer un error y que haya de leerse letter, en singular, de suerte que se trataría de la "cuarta letra", a saber, en el alfabeto griego, de la letra (, interesante simbólicamente, en efecto, por su forma triangular; pero, como esta explicación tendría el gran defecto de no presentar ninguna relación inteligible con la letra G, es mucho más verosímil que se trate realmente de "cuatro letras", y que la expresión, por lo demás anormal, de science five en lugar de fifth science haya sido puesta intencionalmente para hacer aún más enigmático el enunciado. Ahora, el punto que puede parecer más oscuro es éste: ¿por qué se habla de cuatro letras, o, si se trata siempre de la inicial de la palabra Geometry, por qué ha de ser cuadruplicada to stand aright in due art and proportion? La respuesta, que debe estar en relación con la posición "central" o "polar" de la letra G, no puede darse sino por medio del simbolismo operativo, y aquí, además, es donde aparece la necesidad de tomar dicha letra, según lo indicábamos poco antes, en su forma griega (. En efecto, el conjunto de cuatro gammas colocados en ángulos rectos los unos con respecto a los otros forma el svástika, "símbolo, como lo es también la letra G, de la Estrella polar, que es a su vez el símbolo y, para el masón operativo, la sede efectiva del Sol central oculto del Universo, Iah"[253], lo cual evidentemente está muy próximo al T"ai-yi de la tradición extremo-oriental[254]En el pasaje de La Grande Triade que recordábamos al comienzo, habíamos señalado la existencia, en el ritual operativo, de una muy estrecha relación entre la letra G y el svástika; empero por entonces no habíamos tenido conocimiento aún de las informaciones que, al hacer intervenir el gamma griego, tornan esa relación aún más directa y completan su explicación[255]Es bien señalar además que la parte quebrada de las ramas del svástika se considera aquí como representación de la Osa Mayor, vista en cuatro diferentes posiciones en el curso de su revolución en torno de la Estrella polar, a la que corresponde naturalmente el centro donde los gammas se reúnen, y que estas cuatro posiciones quedan relacionadas con los cuatro puntos cardinales y las cuatro estaciones; sabida es la importancia de la Osa Mayor en todas las tradiciones en que interviene el simbolismo polar[256]Si se piensa en que todo ello pertenece a un simbolismo que puede llamarse verdaderamente "ecuménico" y que por eso mismo indica un vínculo bastante directo con la tradición primordial, puede comprenderse sin esfuerzo por qué "la teoría polar ha sido siempre uno de los mayores secretos de los verdaderos maestros masones"[257].

SÍMBOLOS DE LA MANIFESTACIÓN CICLICA

XVIII

ALGUNOS ASPECTOS DEL SIMBOLISMO DE JANO[258]

Varias veces, en nuestras obras, hemos aludido al simbolismo de Jano; para desarrollar completamente este simbolismo, de múltiples y complejas significaciones, y para señalar todos sus vínculos con un gran número de figuraciones análogas que se encuentran en otras tradiciones, haría falta un volumen entero[259]Con todo, nos ha parecido interesante reunir algunos datos acerca de ciertos aspectos de ese simbolismo y en especial retomar, de modo más completo que como habíamos podido hacerlo hasta ahora, las consideraciones que explican la vinculación establecida a veces entre Jano y Cristo, de una manera que a primera vista puede parecer extraña pero que no por eso está menos perfectamente justificada.

En efecto, un curioso documento que representa expresamente a Cristo con los rasgos de. Jano ha sido publicado hace algunos años por L. Charbonneau-Lassay en Regnabit[260]y nosotros lo comentamos luego en la misma revista[261](fig. 11). Es una especie de doble medallón pintado en una página separada de un libro litúrgico manuscrito del siglo XV, encontrado en Luchon, y constituye el cierre de la hoja correspondiente al mes de enero del calendario liminar del libro. En la sumidad del medallón interior figura el monograma IHS, con un corazón sobrepuesto; el resto de él está ocupado por un busto de Jano Bifronte, con un rostro masculino y otro femenino, según suele verse bastante a menudo; lleva en la cabeza una corona y sostiene en una mano un cetro y en la otra una llave.

"En los monumentos romanos —escribía Charbonneau-Lassay al reproducir el documento— Jano se muestra, como en el medallón de Luchon, con la corona en la cabeza y el cetro en la diestra, porque es rey; tiene en la otra mano una llave que abre y cierra las épocas: por eso, por extensión de la idea, los romanos le consagraban las puertas de las casas y ciudades (…) Cristo también, como el antiguo Jano, porta el cetro real, al cual tiene derecho conferido por su Padre del Cielo y por sus antepasados terrenos; su otra mano tiene la llave de los secretos eternos, la llave teñida de su sangre, que ha abierto a la perdida humanidad la puerta de la vida. Por eso, en la cuarta de las grandes antífonas preparatorias de la Navidad, la liturgia sagrada lo aclama así: «O Clavis David, et Sceptrum domus Israel!… » Tú eres, ¡oh Cristo esperado!, la Llave de David y el Cetro de la casa de Israel. Tú abres, y nadie puede cerrar; y cuando tú cierras, nadie podría abrir ya…"[262].

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La interpretación más habitual de las dos caras de Jano es la que las considera como representación, respectivamente, del pasado y el porvenir; esta interpretación, bien que incompleta, no deja de ser exacta desde cierto punto de vista. Por eso, en un número considerable de figuraciones, las dos caras son las de un hombre provecto y de un joven; pero no es éste el caso en el emblema de Luchon, donde un examen atento no permite dudar que se trate del Jano andrógino, Ianus-Iana[263]y apenas será necesario señalar la relación estrecha de esta forma de Jano con ciertos símbolos herméticos como el Rebis[264]

Desde el punto de vista según el cual el simbolismo de Jano se refiere al tiempo, cabe realizar una observación muy importante: entre el pasado que ya no es y el porvenir que no es aún, el verdadero rostro de Jano, el que mira al presente, no es, se dice, ninguno de los dos visibles. Ese tercer rostro, en efecto, es invisible, porque el presente, en la manifestación temporal, no es sino un instante inasequible[265]pero, cuando se alcanza la elevación por encima de las condiciones de esta manifestación transitoria y contingente, el presente, al contrario, contiene toda realidad. El tercer rostro de Jano corresponde, en otro simbolismo —el de la tradición hindú—, al ojo frontal de Çiva, invisible también, puesto que no representado por ningún órgano corporal, que figura el "sentido de la eternidad". Se dice que, una mirada de este tercer ojo reduce todo a cenizas, es decir que destruye toda manifestación; pero, cuando la sucesión se transmuta en simultaneidad, todas las cosas moran en el "eterno presente", de modo que la destrucción aparente no es en verdad sino una "transformación" en el sentido más rigurosamente etimológico de la palabra.

Según estas breves consideraciones, es fácil comprender ya que Jano representa verdaderamente a Aquel que es no solo el "Señor del triple tiempo" (designación que se aplica igualmente a Çíva en la doctrina hindú)[266], sino también y ante todo el "Señor de la Eternidad". "Cristo —escribía a este respecto L. Charbonneau-Lassay— domina el pasado y el porvenir; coeterno con su Padre, es, como él, el "Antiguo de los Días": «en el principio era el Verbo», dice San Juan. Es también el Padre y señor de los siglos futuros: Jesu pater futuri saeculi, repite cada día la Iglesia romana, y Él mismo se ha proclamado el comienzo y la culminación de todo: «Yo soy el alfa y el omega, el principio, y el fin». Es el "Señor de la Eternidad"".

Es bien evidente, en efecto, que el "Señor de los tiempos" no puede estar por su parte sometido al tiempo, el cual tiene en él su principio, así como, según la enseñanza de Aristóteles, el primer motor de todas las cosas, o principio del movimiento universal, es necesariamente inmóvil. Es ciertamente el Verbo eterno aquel a quien los textos bíblicos designan a menudo como el "Antiguo de los Días", el Padre de las edades o de los ciclos de existencia (éste es el sentido propio y primitivo de la palabra latina saeculum, así como del griego aiòn y del hebreo "olam, a los cuales traduce); e importa notar que la tradición hindú le da también el título de Purâna-Púrusha, cuyo significado es estrictamente equivalente.

Volvamos ahora a la figuración que hemos tomado como punto de partida de estas observaciones: se ven en ella, decíamos, el cetro y la llave en las manos de Jano: lo mismo que la corona (que empero puede considerarse también como símbolo de potencia y elevación en el sentido más amplio, tanto en el orden espiritual como en el temporal, y que en este caso nos parece tener más bien tal acepción), el cetro es el emblema del poder real, y la llave, por su parte, lo es entonces, más especialmente, del poder sacerdotal. Debe señalarse que el cetro está a la izquierda de la figura, del lado del rostro masculino, y la llave a la derecha, del lado del rostro femenino; ahora bien; según el simbolismo empleado por la Cábala hebrea, a la derecha y a la izquierda corresponden respectivamente dos atributos divinos: la Misericordia (Hésed) y la Justicia (Dîn)[267], las cuales convienen también, manifiestamente, a Cristo, y más especialmente cuando se considera su papel de Juez de los vivos y los muertos. Los árabes, realizando una distinción análoga en los atributos divinos y en los nombres que a ellos corresponden, dicen "Belleza" (Djemâl) y "Majestad" (Djelâl); y podría comprenderse así, con estas últimas designaciones, que los dos aspectos hayan sido representados por un rostro femenino y otro masculino, respectivamente[268]En suma, la llave y el cetro, reemplazando aquí al conjunto de dos llaves, emblema quizá más habitual de Jano, no hacen sino poner aún más en claro uno de los sentidos de este emblema, que es el del doble poder procedente de un principio único: poder sacerdotal y poder real, reunidos, según la tradición judeocristiana, en la persona de Melquisedec, el cual, como dice San Pablo, es "hecho semejante al Hijo de Dios"[269].

Acabamos de decir que Jano, con mayor frecuencia, porta dos llaves; son las de las dos puertas solsticiales, Ianua Caeli y Ianua Inferni, correspondientes respectivamente al solsticio de invierno y al de verano, es decir, a los dos puntos extremos del curso del sol en el ciclo anual; pues Jano, en cuanto "Señor de los tiempos" es el Iánitor [o "portero"] que abre y cierra ese ciclo. Por otra parte, era también el dios de la iniciación en los misterios: initiatio deriva de in-ire, "entrar" (lo que se vincula igualmente con el simbolismo de la "puerta"), y, según Cicerón, el nombre de Jano (Ianus) tiene la misma raíz que el verbo ire, "ir"; esta raíz i- se encuentra, por lo demás, en sánscrito con el mismo sentido que en latín, y en esa lengua tiene entre sus derivados la palabra yâna, "vía", cuya forma está singularmente próxima a la del nombre Ianus. "Yo soy la Vía", decía Cristo[270]¿cabe ver aquí la posibilidad de otra vinculación? Lo que acabamos de decir parece apto para justificarlo; y mucho se erraría, cuando de simbolismo se trata, si no se tomaran en consideración ciertas similitudes verbales, cuyas razones son a menudo muy profundas, aunque desgraciadamente escapan a los filólogos modernos, que ignoran todo cuanto puede legítimamente llevar el nombre de "ciencia sagrada".

Como quiera que fuere, en tanto que Jano era considerado dios de la iniciación, sus dos llaves, una de oro y otra de plata, eran las de los "grandes misterios" y los "pequeños misterios" respectivamente; para utilizar otro lenguaje, equivalente, la llave de plata es la del "Paraíso terrestre", y la de oro, la del "Paraíso celeste". Esas mismas llaves eran uno de los atributos del pontificado supremo, al cual estaba esencialmente vinculada la función de "hierofante"; como la barca, que era también un símbolo de Jano[271]han permanecido entre los principales emblemas del Papado; y las palabras evangélicas relativas al "poder de las llaves" están en perfecto acuerdo con las tradiciones antiguas, emanadas todas de la gran tradición primordial. Por otra parte, existe una relación bastante directa entre el sentido que acabamos de indicar y aquel según el cual la llave de oro representa el poder espiritual y la de plata el poder temporal (estando entonces esta última reemplazada a veces por el cetro, según habíamos visto)[272]: Dante, en efecto, asigna por funciones al Emperador y al Papa conducir la humanidad hacia el "Paraíso terrestre" y el "Paraíso celeste", respectivamente[273]

Además, en virtud de cierto simbolismo astronómico que parece haber sido común a todos los pueblos antiguos, hay también vínculos muy estrechos entre los dos sentidos según los cuales las llaves de Jano eran, sea las de las dos puertas solsticiales, sea las de los "grandes" y los "pequeños misterios"[274]. El simbolismo al cual aludimos es el del ciclo zodiacal, y no sin razón este ciclo, con sus dos mitades ascendente y descendente, que tienen sus respectivos puntos de partida en los solsticios de invierno y de verano, se encuentra figurado en el portal de tantas iglesias medievales[275]Se ve aparecer aquí otra significación de las caras de Jano: él es el "Señor de las dos vías" a las cuales dan acceso las dos puertas solsticiales; esas dos vías, la de izquierda y la de derecha (pues se encuentra aquí ese otro simbolismo que señalábamos antes), representadas por los pitagóricos con la letra Y[276]y figuradas también, en forma exotérica, por el mito de Hércules entre la virtud y el vicio. Son las dos mismas vías que la tradición hindú, por su parte, designa como la "vía de los dioses" (deva-yâna) y la "vía de los antepasados" (pitr-yâna); y Ganeça, cuyo simbolismo tiene numerosos puntos de contacto con el de Jano, es igualmente el "Señor de las dos vías", por consecuencia inmediata de su carácter de "Señor del Conocimiento", lo que nos remite de nuevo a la idea de la iniciación en los misterios. Por último, esas dos vías son también, en cierto sentido, al igual que las puertas por las cuales se llega a ellas, la de los cielos y la de los infiernos[277]y se notará que los dos lados a los cuales corresponden, la derecha y la izquierda, son igualmente aquellos en que se distribuyen respectivamente los elegidos y los condenados en las representaciones del Juicio final, lo cual también, por una coincidencia harto significativa, se encuentra con tanta frecuencia en el portal de las iglesias, y no en cualquier otra parte del edificio[278]Tales representaciones, así como las del Zodíaco, expresan, según creemos, algo de absolutamente fundamental en la concepción de los constructores de catedrales, que se proponían dar a sus obras un carácter "pantacular" en el verdadero sentido del término[279]es decir, hacer de ellas como una especie de compendio sintético del Universo[280]

EL JEROGLIFICO DE CÁNCER[281]

En el curso de nuestros diversos estudios, hemos tenido frecuente oportunidad de aludir al simbolismo del ciclo anual, con sus dos mitades ascendente y descendente, y en especial al de las dos puertas solsticiales, que abren y cierran respectivamente esas dos mitades del ciclo y están en relación con la figura de Jano entre los latinos como con la de Ganeça entre los hindúes[282]Para comprender bien toda la importancia de ese simbolismo, ha de recordarse que, en virtud de la analogía de cada una de las partes del Universo con el todo, hay correspondencia entre las leyes de todos los ciclos, de cualquier orden que fueren, de suerte que el ciclo anual, por ejemplo, podrá entenderse como una imagen reducida, y por consiguiente más accesible, de los grandes ciclos cósmicos (una expresión como la de "gran año" lo indica con bastante claridad), y como un compendio, si así puede decirse, del proceso mismo de la manifestación universal; es, por otra parte, lo que da a la astrología toda su significación en tanto que ciencia propiamente "cosmológica".

Siendo así, los dos "puntos de detención" del curso solar (es el sentido etimológico del vocablo "solsticio") deben corresponder a los dos términos extremos de la manifestación, sea en su conjunto, sea en cada uno de los ciclos que la constituyen, ciclos que están en multitud indefinida y que no son sino los diferentes estados o grados de la Existencia universal. Si se aplica esto más particularmente a un ciclo de manifestación individual, tal como el de la existencia en el estado humano, podrá comprenderse fácilmente por qué las dos puertas solsticiales se designan tradicionalmente como "la puerta de los hombres" y la "puerta de los dioses". La "puerta de los hombres", correspondiente al solsticio de verano y al signo zodiacal de Cáncer, es la entrada en la manifestación individual; la "puerta de los dioses", correspondiente al solsticio de invierno y al signo zodiacal de Capricornio, es la salida de esa misma manifestación y el paso a los estados superiores, ya que los "dioses" (los deva de la tradición hindú), al igual que los "ángeles", según otra terminología, representan propiamente, desde el punto de vista metafísico, los estados supraindividuales del ser[283]

Si se considera la repartición de los signos zodiacales según los cuatro trígonos elementales, se ve que el signo de Cáncer corresponde al "fondo de las Aguas" es decir, en sentido cosmológico, al medio embriogénico en que están depositados los gérmenes del mundo manifestado, gérmenes correspondientes, en el orden "macrocósmico", al Brahmânda o "Huevo del Mundo", y, en el orden "microcósmico", al pinda, prototipo formal de la individualidad, preexistente en modo sutil desde el origen de la manifestación cíclica, como una de las posibilidades que deberán desarrollarse en el curso de dicha manifestación[284]Esto puede igualmente ser referido al hecho de que el signo de Cáncer es el domicilio de la Luna, cuya relación con las Aguas es bien conocida, y que, como las Aguas mismas, representa el principio pasivo y plástico de la manifestación: la esfera lunar es propiamente el "mundo de la formación", o el dominio de la elaboración de las formas en el estado sutil, punto de partida de la existencia en modo individual[285]

En el símbolo astrológico de Cáncer, (, se ve el germen en estado de semidesarrollo, que es precisamente el estado sutil; se trata, pues, no del embrión corpóreo, sino del prototipo formal a que acabamos de referirnos, y cuya existencia se sitúa en el dominio psíquico o "mundo intermedio". Por otra parte, su figura es la de la u sánscrita, elemento de espiral que, en el ákshara o monosílabo sagrado Om, constituye el término intermedio entre el punto (m), que representa la no-manifestación principial, y la línea recta (a), que representa el desarrollo completo de la manifestación en el estado denso o burdo (corpóreo)[286].

Además, este germen es doble en el signo de Cáncer, y sus dos partes idénticas se sitúan en posiciones inversas, representando por eso mismo dos términos complementarios: es el yang y el yín de la tradición extremo-oriental, donde el símbolo yin-yang que los reúne tiene precisamente forma análoga. Este símbolo, en cuanto representativo de las revoluciones cíclicas, cuyas fases están vinculadas con el predominio alternativo del yang y del yin, se halla en relación con otras figuras de gran importancia desde el punto de vista tradicional, como la del svástika, y también la de la doble espiral, que se refiere al simbolismo de los dos hemisferios. Éstos, el uno luminoso y el otro oscuro (yang, en su sentido original, es el lado de la luz, y yin el de la sombra), son las dos mitades del "Huevo del Mundo", asimiladas respectivamente al Cielo y la Tierra[287]Son también, para cada ser, y siempre en virtud de la analogía entre "microcosmo" y "macrocosmo", las dos mitades del Andrógino primordial, que generalmente se describe, de modo simbólico, como de forma esférica[288]esta forma esférica es la del ser completo que está en virtualidad en el germen originario, y que debe ser reconstituido en su plenitud efectiva al término del desarrollo cíclico individual.

Es de advertir, por otra parte, que su forma es también el esquema de la concha (çankha), la cual está evidentemente en relación directa con las Aguas y se representa igualmente como receptáculo de los gérmenes del ciclo futuro durante los períodos de prálaya o "disolución exterior" del mundo. Esa concha encierra el sonido primordial e imperecedero (ákshara), el monosílabo Om, que es, por sus tres elementos sonoros (mâtrâ), la esencia del triple Veda; y es así cómo el Veda subsiste perpetuamente, siendo en sí mismo anterior a todos los mundos, pero en cierto modo oculto o envuelto durante los cataclismos cósmicos que separan los diferentes ciclos, para ser luego manifestado de nuevo al comienzo de cada uno de éstos[289]Por otra parte, el esquema puede completarse como representación del ákshara mismo: la línea recta (a) recubre y encierra la concha (u), que contiene en su interior el punto (m) o principio esencial de los seres[290]la línea recta representa entonces al mismo tiempo, por su sentido horizontal, la "superficie de las Aguas", es decir, el medio, sustancial en el que se producirá el desarrollo de los gérmenes (representado en el simbolismo oriental por el abrirse de la flor de loto) después de finalizado, el período de oscurecimiento intermedio (sandhyá) entre dos ciclos. Se tendrán entonces, prosiguiendo con la misma representación esquemática, una figura que podrá describirse como la concha dada vuelta y abriéndose para dejar salir los gérmenes, siguiendo la línea recta ahora orientada en el sentido vertical descendente, que es el del desarrollo de la manifestación a partir de su principio no-manifestado[291]

De estas dos posiciones de la concha, que se encuentran en las dos mitades del símbolo de Cáncer, la primera corresponde a la figura del arca de Noé (o de Satyávrata en la tradición hindú), que puede representarse como la mitad inferior de una circunferencia, cerrada por su diámetro horizontal, en cuyo interior se contiene el punto en que se sintetizan todos los gérmenes en estado de completo repliegue[292]La segunda posición está simbolizada por el arco iris que aparece "en la nube", es decir, en la región de las Aguas superiores, en el momento que señala el restablecimiento del orden y la renovación de todas las cosas, mientras que el arca, durante el cataclismo, flotaba sobre el océano de las Aguas inferiores; es, pues, la mitad superior de la misma circunferencia; y la reunión de las dos figuras, mutuamente inversas y complementarias, forma una sola figura circular o cíclica completa, reconstitución de la forma esférica primordial: esta circunferencia es el corte vertical de la esfera, cuyo corte horizontal está representado por el recinto circular del Paraíso terrestre[293]En el yin-yang extremo-oriental, se encuentran en la parte interior las dos semicircunferencias, pero desplazadas por un desdoblamiento del centro, que representa una polarización, la cual para cada estado de manifestación, es análoga a la de Sat o el Ser puro en PúrushaPrákrti para la manifestación universal[294]

Estas consideraciones no tienen la pretensión de ser completas, y sin duda no corresponden sino a algunos de los aspectos del signo de Cáncer; pero podrán por lo menos servir de ejemplo para mostrar que hay en la astrología tradicional muy otra cosa que un "arte adivinatoria" o una "ciencia conjetural", como lo piensan los modernos. Hay en ella, en realidad, todo cuanto se encuentra también, bajo expresiones diversas, en otras ciencias del mismo orden, según lo hemos indicado ya en nuestro estudio sobre "la ciencia de las letras"[295], lo cual da a estas ciencias un valor propiamente iniciático, que permite considerarlas verdaderamente como parte integrante de la "Ciencia sagrada".

SHET[296]

Kâna el-insânu háyyatan fi-l-qídam

("Fue el hombre serpiente en lo antiguo")

En un curioso libro inglés sobre las "postrimerías", The Antichrist (Personal. Future), de E. H. Moggridge[297],hay un punto que ha atraído particularmente nuestra atención y sobre el cual quisiéramos aportar algunas luces: es la interpretación de los nombres de Nimrod y Shet. A decir verdad, la asimilación entre ambos por el autor impone muchas reservas, pero hay por lo menos cierta relación real, y las vinculaciones establecidas sobre la base del simbolismo animalístico nos parecen bien fundadas.

Dejemos establecido, ante todo, que namar en hebreo, como nimr en árabe, es propiamente el "animal moteado", nombre común al tigre, la pantera y el leopardo; y puede decirse, aun ateniéndose al sentido más exterior, que estos animales representan adecuadamente, en efecto, al "cazador" que fue Nimrod según la Biblia. Pero además el tigre, encarado en un sentido no forzosamente desfavorable, es, como el oso en la tradición nórdica, un símbolo del kshátriya; y la fundación de Nínive y del imperio asirio por Nimrod parece ser, efectivamente, producto de una rebelión de los kshátriya contra la autoridad de la casta sacerdotal caldea. De ahí la relación legendaria establecida entre Nimrod y los Nefilîm u otros "gigantes" antediluvianos, que figuran también a los kshátriya en períodos anteriores; y de ahí, igualmente, que Nimrod haya quedado proverbialmente como imagen del poder temporal que se afirma independiente de la autoridad. espiritual.

Ahora bien; ¿cuál es la relación de todo esto con Shet? El tigre y los demás animales similares son, en cuanto "destructores", emblemas del Set egipcio, hermano y matador de Osiris, al cual los griegos dieron el nombre de Tifón; y puede decirse que el espíritu "nemródico" procede del principio tenebroso designado con el nombre de Set, sin que se pretenda por eso que éste se identifique con el mismo Nimrod: hay aquí una distinción que es más que un simple matiz. Pero el punto que parece ofrecer la mayor dificultad es esa significación maléfica del nombre de Set o Shet, el cual, por otra parte, en cuanto designa al hijo de Adán, lejos de significar la destrucción evoca al contrario la idea de estabilidad y de restauración del orden. Por lo demás, si se quiere establecer vinculaciones bíblicas, el papel de Set con respecto a Osiris recordaría el de Caín con respecto a Abel; y a este propósito haremos notar que algunos hacen de Nimrod, uno de los "cainitas" a quienes se atribuye el haber escapado al cataclismo antediluviano. Pero el Shet del Génesis se opone a Caín, lejos de poder asimilársele: ¿cómo, pues, se encuentra su nombre aquí asociado?

De hecho, el vocablo Shet tiene en hebreo mismo los dos sentidos contrarios: el de "fundamento" y el de "tumulto" y "ruina"[298]; y la expresión benì Shet ("hijo de Shet") se encuentra también con esa doble significación. Verdad es que los lingüistas quieren ver en ese doble significado dos palabras distintas, provenientes de dos distintas raíces verbales: shyt para el primero y shat para el segundo; pero la distinción de las dos raíces aparece como enteramente secundaria, y en todo caso sus elementos constitutivos esenciales son ciertamente idénticos. En realidad, no ha de verse en ello sino una aplicación de ese doble sentido de los símbolos al cual hemos tenido frecuente ocasión de aludir; y tal aplicación tiene más particularmente lugar en el caso del simbolismo de la serpiente.

En efecto, si el tigre o el leopardo es un símbolo del Set egipcio, la serpiente es el otro[299]y ello se comprende sin dificultad, si se la encara según su aspecto maléfico, el que más comúnmente se le atribuye; pero se olvida casi siempre que la serpiente tiene además un aspecto benéfico, el cual se encuentra también en el simbolismo del antiguo Egipto, especialmente en la forma de la serpiente real, el uraeus o basilisco[300]Aun en la iconografía cristiana, la serpiente es a veces símbolo de Cristo[301]y el Shet bíblico, cuyo papel en la leyenda del Graal hemos señalado en otra ocasión[302]se considera a menudo como una "prefiguración" de Cristo[303]Puede decirse que los dos Shet no son en el fondo sino las dos serpientes del caduceo hermético[304]son, si se quiere, la vida y la muerte, producidas ambas por un poder único en su esencia pero doble en su manifestación[305]

Si nos detenemos en esta interpretación en términos de vida y muerte, aunque no sea en suma sino una aplicación particular de la consideración de dos términos contrarios o antagónicos, ello se debe a que el simbolismo de la serpiente está ligado ante todo a la idea misma de vida[306]en árabe, la serpiente se llama el-hayyah, y la vida el-hayàh (hebreo hayàh, a la vez "vida" y "animal", de la raíz hay, común a ambas lenguas)[307]. Esto, que se vincula con el simbolismo del "Árbol de Vida"[308], permite a la vez entrever una singular relación entre la serpiente y Eva (Hawà, la "viviente"); y pueden recordarse aquí las figuraciones medievales de la "tentación", donde el cuerpo de la serpiente, enroscado al árbol, tiene encima un busto de mujer[309]Cosa no menos extraña, en el simbolismo chino Fu-hsi y su hermana Nü-kua, que, se dice, reinaron juntos formando una pareja fraterna, como se la encuentra igualmente en el antiguo Egipto (inclusive hasta en la época de los Tolomeos), se representan a veces con cuerpo de serpiente y cabeza humana; y hasta ocurre que las dos serpientes se entrelacen como las del caduceo, por alusión sin duda al complementarismo del yang y el yin[310]Sin insistir más, lo cual arriesgaría llevarnos demasiado lejos, podemos ver en todo ello la indicación de que la serpiente, desde épocas sin duda muy remotas, ha tenido una importancia insospechada hoy; y, si se estudiaran detenidamente todos los aspectos de su simbolismo, especialmente en Egipto y en la India, podría llegarse sin duda a muy inesperadas comprobaciones.

Acerca del doble sentido de los símbolos, es de notar que el número 666 tampoco tiene significación exclusivamente maléfica; si bien es "el número de la Bestia", es ante todo un número solar, y, como en otro lugar hemos dicho[311]el de Hajatrî"el o "Ángel de la Corona". Por otra parte, el mismo número resulta del nombre Sôrat, que es, según los cabalistas, el demonio solar, opuesto como tal al arcángel Mîja"el, y esto se refiere a las dos caras de Metratón[312]Sôrat es, además, el anagrama de setûr, que significa "cosa escondida": ¿es éste el "nombre de misterio" de que habla el Apocalipsis? Pero, si satar significa "ocultar", significa también "proteger"; y en árabe la misma palabra sátar evoca casi únicamente la idea de "protección", e incluso a menudo la de una protección divina y providencial[313]también aquí las cosas son, pues, mucho menos simples de lo que las creen quienes no las ven sino de un lado.

Pero volvamos a los animales simbólicos del Set egipcio, entre los cuales está también el cocodrilo, lo que se explica de por sí, y el hipopótamo, en el cual algunos han querido ver el Behemôt del Libro de Job, y acaso no sin cierta razón, aunque esa palabra (plural de behemáh, en árabe bahîrnah) sea propiamente una designación colectiva de todos los grandes cuadrúpedos[314]Pero otro animal que, aunque pueda parecer muy extraño, tiene aquí por lo menos tanta importancia como el hipopótamo es el asno, y más en especial el asno de pelo rojo[315]que estaba representado como una de las entidades más temibles entre todas las que el difunto debía encontrar en el curso de su viaje de ultratumba, o, lo que esotéricamente es lo mismo, el iniciado en el curso de sus pruebas; ¿no sería ésa, más bien que el hipopótamo, la "bestia escarlata" del Apocalipsis?[316]. En todo caso, uno de los aspectos más tenebrosos de los misterios "tifónicos" era el culto del "dios de cabeza de asno", al cual, según es sabido, se acusó a los primeros cristianos de adherirse[317]tenemos ciertas razones para creer que, en una u otra forma, ese culto se ha continuado hasta nuestros días, y algunos afirman, inclusive, que ha de durar hasta el fin del ciclo actual.

De este último punto, queremos sacar por lo menos una conclusión: al declinar una civilización, lo que persiste más tiempo es el lado más inferior de su tradición propia, el lado "mágico" particularmente, lo que contribuye, por otra parte, debido a las desviaciones a que da origen, a completar su ruina; es lo que, se dice, habría ocurrido con la Atlántida[318]Eso es también lo único cuyos residuos han subsistido en el caso de civilizaciones que han desaparecido enteramente; la comprobación es fácil para Egipto, Caldea, e incluso para el druidismo; y sin duda el "fetichismo" de los pueblos negros tiene origen análogo. Podría decirse que la hechicería está formada por vestigios de las civilizaciones muertas; ¿será por eso que la serpiente, en las épocas más recientes, no ha conservado casi sino su significación maléfica, y que el dragón, antiguo símbolo oriental del Verbo, no suscita ya sino ideas "diabólicas" en el espíritu de los modernos occidentales?[319].

SOBRE LA SIGNIFICACION DE LAS FIESTAS "CARNAVALESCAS"[320]

Con motivo de cierta "teoría de la fiesta" formulada por un sociólogo, habíamos señalado[321]que esta teoría, entre otros defectos, tenía el de querer reducir todas las fiestas a un solo tipo, que constituye lo que podría llamarse las fiestas "carnavalescas" expresión que nos parece lo bastante clara para ser comprendida por todos, ya que el carnaval representa efectivamente lo que de ellas subsiste aún en Occidente; y decíamos entonces que con motivo de ese género de fiestas se plantean problemas dignos de más detenido examen. En efecto, la impresión que de ellas se desprende es siempre, y ante todo, la de "desorden" en el sentido más cabal del término; ¿cómo es, pues, que se comprueba la existencia de esas fiestas no solo en una época como la nuestra, donde en suma podría considerárselas, si le fuesen peculiares, como simplemente una de las numerosas manifestaciones del desequilibrio general sino también, e inclusive con desarrollo mucho más amplió, en las civilizaciones tradicionales, con las cuales parecerían a primera vista incompatibles?

No es inútil citar aquí algunos ejemplos precisos, y mencionaremos ante todo, a este respecto, ciertas fiestas de carácter realmente extraño que se celebraran en el Medioevo: la "fiesta del asno", en la cual este animal, cuyo simbolismo propiamente "satánico" es muy conocido en todas las tradiciones[322]era introducido hasta en el coro mismo de la iglesia, donde ocupaba el sitio de honor y recibía las señales de veneración más extraordinarias; y la "fiesta de los locos" donde el bajo clero se entregaba a las peores inconveniencias, parodiando a la vez la jerarquía eclesiástica y la liturgia misma[323]¿Cómo es posible explicar que semejantes cosas, cuyo carácter más evidente es incontestablemente el de parodia y aun de sacrilegio[324]hayan podido en una época como esa ser no solo toleradas, sino inclusive admitidas en cierto modo oficialmente?

Mencionaremos también las saturnales de la antigua Roma, de las cuales, por otra parte, parece derivar directamente el carnaval moderno, aunque a decir verdad ya solamente como un vestigio muy disminuido: durante esas fiestas, los esclavos mandaban a los amos y éstos les servían[325]se tenía entonces la imagen de un verdadero mundo invertido", donde todo, se hacía al revés del orden normal[326]Aunque se pretenda comúnmente que había en esas fiestas una evocación de la "edad de oro", esta interpretación es manifiestamente falsa, pues no se trata de una especie de "igualdad", que podría en rigor considerarse como representación, en la medida en que las condiciones presentes lo permiten[327]de la indiferenciación primera de las funciones sociales: se trata de una inversión de las relaciones jerárquicas, lo que es algo enteramente diverso, y tal inversión constituye, de modo general, uno de los caracteres más netos del, "satanismo". Hay que ver en ellas, pues, más bien algo que se refiere al. aspecto "siniestro" de Saturno, aspecto que ciertamente no le pertenece en cuanto dios de la "edad de oro", sino, al contrario, en tanto que no es ya actualmente sino el dios caído de un período concluso[328]

Se ve por estos ejemplos que en las fiestas de ese género hay invariablemente un elemento "siniestro" y aun "satánico", y es de notar, muy particularmente, que precisamente este elemento mismo es lo que place al vulgo y excita su alegría: se trata, en efecto, de algo muy propio, más que cualquier otra cosa, para dar satisfacción a las tendencias del "hombre caído", en cuanto estas tendencias lo llevan a desarrollar sobre todo las posibilidades más inferiores de su ser. Y precisamente en esto reside la verdadera razón de ser de tales fiestas: se trata, en suma, de "canalizar" en alguna forma esas tendencias y hacerlas lo más inofensivas posible dándoles ocasión de manifestarse, pero solo durante períodos muy breves y en circunstancias bien determinadas, y asignando además a esa manifestación límites estrictos que no se le permite sobrepasar[329]Si no fuera así, esas mismas tendencias, faltas del mínimo de satisfacción exigido por el estado actual de la humanidad, arriesgarían producir una explosión, si así puede decirse[330]y extender sus efectos a la existencia entera, tanto colectiva como individual, causando un desorden muchísimo más grave que el que se produce solo durante algunos días expresamente reservados a ese fin, y además tanto menos temible cuanto que se encuentra por eso mismo como "regularizado", pues, por una parte, esos días están como puestos fuera del curso normal de las cosas, de modo de no ejercer sobre éste ningún influjo apreciable, y empero, por otra parte, el hecho de que no haya nada de imprevisto "normaliza" en cierto modo el desorden mismo y lo integra en el orden total.

Además de esta explicación general, que es perfectamente evidente si se quiere reflexionar sobre ella, hay algunas observaciones útiles de realizar en lo que concierne más particularmente a las "mascaradas", que desempeñan un papel importante en el carnaval propiamente dicho y en otras fiestas más o menos similares; y tales observaciones confirmarán lo que acabamos de decir. En efecto, las máscaras de carnaval son generalmente feas y evocan lo más a menudo formas animales o demoníacas, de suerte que constituyen como una especie de "materialización" figurativa de esas tendencias inferiores, y hasta "infernales", a las cuales se permite entonces exteriorizarse. Por lo demás, cada uno elegirá naturalmente, entre esas máscaras, aquella que le convenga mejor, es decir aquella que represente lo que está más conforme con sus propias tendencias de ese orden, de modo que podría decirse que la máscara, a la cual se supone la función de ocultar el verdadero rostro del individuo, hace, al contrario, aparecer a los ojos de todos lo que él lleva realmente en sí, pero que debe habitualmente disimular. Es bien notar, pues ello muestra con más precisión aún el carácter de estos hechos, que hay así como una parodia de esa "reversión"( que, según lo hemos explicado en otro lugar[331]se produce en cierto grado del desarrollo iniciático; parodia, decimos, y contrahechura verdaderamente "satánica", pues allí esa "reversión" es una exteriorización, no ya de la espiritualidad, sino, muy al contrario, de las posibilidades inferiores del ser[332]

Para terminar con esta breve ojeada, agregaremos que, si las fiestas de este tipo van menguando de más en más y no parecen despertar ya sino apenas el interés de la multitud, ello se debe a que, en una época, como la nuestra, han perdido verdaderamente su razón de ser[333]¿cómo, en efecto, podría ser el caso de "circunscribir" el desorden y encerrarlo en límites rigurosamente definidos cuando está difundido por doquiera y se manifiesta de continuo en todos los dominios en que se ejerce la actividad humana? Así, la desaparición casi completa de esas fiestas, de la cual, si se atuviera uno a las apariencias externas y a un punto de vista simplemente "estético", podría caerse en tentación de felicitarse en razón del aspecto de "fealdad" que inevitablemente revisten, esa desaparición, decíamos, constituye al contrario, cuando se va al fondo de las cosas, un síntoma muy poco tranquilizador, pues atestigua que el desorden ha irrumpido en todo el curso de la existencia y se ha generalizado a tal punto que vivimos en realidad, podría decirse, un siniestro "carnaval perpetuo".

ALGUNOS ASPECTOS DEL SIMBOLISMO DEL PEZ[334]

El simbolismo del pez, que se encuentra en numerosas formas tradicionales, el cristianismo incluido, es muy complejo y presenta aspectos múltiples que requieren distinguirse con precisión. En cuanto a los orígenes primeros de este símbolo, parece que haya de reconocérsele proveniencia nórdica, y aun hiperbórea: en efecto, se ha señalado su presencia en Alemania del Norte y en Escandinavia[335]y en esas regiones está verosímilmente más cerca de su punto de partida que en el Asia central, a donde fue llevado sin duda por la gran corriente que, salida directamente de la Tradición primordial, debía en seguida dar nacimiento a las doctrinas de India y Persia. Es de notar, por otra parte, que de manera general ciertos animales acuáticos desempeñan un papel sobre todo en el simbolismo de los pueblos del Norte: citaremos solo como ejemplo el pulpo, particularmente difundido entre los escandinavos y los celtas, y presente también en Grecia arcaica como uno de los principales motivos de la ornamentación micénica[336]

Otro hecho que viene también en apoyo de estas consideraciones es que, en la India, la manifestación en forma de pez (Matsyaavatâra) se considera como la primera de todas las manifestaciones de Vishnu[337]la que se sitúa al comienzo mismo del ciclo actual, y por lo tanto en relación inmediata con el punto de partida de la Tradición primordial. No ha de olvidarse a este respecto que Vishnu representa el Principio divino considerado especialmente en su aspecto de conservador del mundo; este papel está muy próximo al del "Salvador", o, más bien, éste es como un caso particular de aquél; y verdaderamente como "Salvador" aparece Vishnu en algunas de sus manifestaciones, correspondientes a fases críticas de la historia del mundo[338]Ahora bien; la idea de "Salvador" está igualmente vinculada de modo explícito con el simbolismo cristiano del pez, pues la última letra del ikhthys griego se interpreta como la inicial de sôtèr[339]ello no tiene nada de sorprendente, sin duda, cuando se trata de Cristo, pero hay, con todo, emblemas que aluden más directamente a algunos otros de sus atributos y que no expresan formalmente ese papel de "Salvador".

En figura de pez, Vishnu, al final del Manvántara que precede al nuestro, se aparece a Satyávrata[340]que, con el nombre de Vaivásvata[341]será el Manu o Legislador del ciclo actual. El dios le anuncia que el mundo va a ser destruido por las aguas, y le ordena construir el arca en la cual deberán encerrarse los gérmenes del mundo futuro; luego, siempre en forma de pez, guía él mismo el arca sobre las aguas durante el cataclismo; y esta representación del arca conducida por el pez divino es tanto más notable cuanto que se encuentra su equivalente en el simbolismo cristiano[342]

Hay aún, en el Matsya-avatâra, otro aspecto que debe retener particularmente nuestra atención: después del cataclismo, o sea al comienzo mismo del presente Manvántara, él aporta a los hombres el Veda, que ha de entenderse, según la significación etimológica de la palabra (derivada de la raíz vid-, "saber"), como la Ciencia por excelencia o el Conocimiento sagrado en su integridad: es ésta una de las más netas alusiones a la Revelación primordial, o al origen "no humano" de la Tradición. Se dice que el Veda subsiste perpetuamente, siendo en sí mismo anterior a todos los mundos; pero está en cierto modo escondido o encerrado durante los cataclismos cósmicos que separan los diferentes ciclos, y debe luego ser manifestado nuevamente. La afirmación de la perpetuidad del Veda está, por otra parte, en relación directa con la teoría cosmológica de la primordialidad del sonido entre las cualidades sensibles (como cualidad propia del Éter, Ákâça, que es el primero de los elementos)[343]; y esta teoría no es en el fondo otra cosa sino la que otras tradiciones expresan al hablar de la creación por el Verbo: el sonido primordial es esa Palabra divina por la cual, según el primer capítulo del Génesis hebreo, han sido hechas todas las cosas[344]Por eso se dice que los Rshi o Sabios de las primeras edades han "oído" el Veda: la Revelación, siendo obra del Verbo, como la creación misma, es propiamente una "audición" para aquel que la recibe; y el término que la designa es Çruti, que significa literalmente "lo oído"[345].

Durante el cataclismo que separa este Manvántara del precedente, el Veda estaba encerrado, en estado de repliegue, en la concha (çankha), que es uno de los principales atributos de Vishnu. Pues la concha se considera como continente del son primordial e imperecedero (ákshara), es decir, del monosílabo Om, que es por excelencia el nombre del Verbo manifestado en los tres mundos, y a la vez, por otra correspondencia de sus tres elementos sonoros o mâtrâ, la esencia del triple Veda[346]Por otra parte, estos tres elementos, reducidos a sus formas geométricas esenciales[347]y dispuestos gráficamente de determinada manera, forman el esquema mismo de la concha; y, por una concordancia muy singular, ocurre que este esquema es también el de la oreja humana, órgano de la audición, la cual debe, en efecto, si ha de ser apta para la percepción del sonido, tener una disposición conforme a la naturaleza de éste[348]Todo esto toca visiblemente algunos de los más profundos misterios de la cosmología; pero, ¿quién, en el estado de espíritu que constituye la mentalidad moderna, puede aún comprender las verdades pertenecientes a esta ciencia tradicional?

Como Vishnu en la India, e igualmente en forma de pez, el Oannes caldeo, que algunos han considerado expresamente como una figura de Cristo[349]enseña también a los hombres la doctrina primordial: notable ejemplo de la unidad que existe entre las tradiciones en apariencia más diversas, y que permanecería inexplicable si no se admitiera su pertenencia a una fuente común. Parece, por lo demás, que el simbolismo de Oannes o de Dagon no es solo el del pez en general, sino que debe relacionarse más especialmente con el del delfín: éste, entre los griegos, estaba vinculado con el culto de Apolo[350]y había dado nombre a Delfos; y es muy significativo que se reconociera formalmente la proveniencia hiperbórea de ese culto. Lo que da a pensar que cabe establecer tal vinculación (la cual no se encuentra netamente indicada, en cambio, en el caso de la manifestación de Vishnu) es sobre todo la conexión estrecha que existe entre el símbolo del delfín y el de la "Mujer del mar" (la Afrodita Anadiomene de los griegos)[351]; precisamente, ésta se presenta, bajo nombres diversos (particularmente los de Ishtar, Atargatis y Derceto) como el páredro femenino de Oannes o de sus equivalentes, es decir, como figuración de un aspecto complementario del mismo principio (lo que la tradición hindú denominaría su çakti)[352]. Es la "Dama del Loto" (Ishtar, igual que Ester en hebreo, significa "loto" y también a veces "lirio", dos flores que, en el simbolismo, a menudo se reemplazan mutuamente)[353], como la Kwan-yin extremo-oriental, que es igualmente, en una de sus formas, la "Diosa del fondo de los mares".

Para completar estas observaciones, agregaremos aún que la figura del Ea babilonio, el "Señor del Abismo" representado como un ser mitad cabra y mitad pez[354]es idéntica a la del Capricornio zodiacal, de la cual quizá ha sido incluso el prototipo; y es importante recordar, a este respecto, que el signo de Capricornio corresponde en el ciclo anual al solsticio de invierno. El Mâkara, que en el zodíaco hindú tiene el lugar de Capricornio, no deja de presentar cierta similitud con el delfín; la oposición simbólica existente entre éste y el pulpo debe, pues, reducirse a la de los dos signos solsticiales de Capricornio y Cáncer (este último, en la India, está representado por el cangrejo), o a la de la Ianua Caeli y la Ianua Inferni[355]y esto explica también que los dos animales hayan sido asociados en ciertos casos, por ejemplo bajo el trípode de Delfos y bajo los pies de los corceles del carro solar, como indicando los dos puntos extremos tocados por el Sol en su curso anual. Importa no cometer aquí una confusión con otro signo zodiacal, el de los Peces, cuyo simbolismo es diferente y debe ser referido exclusivamente al del pez común, encarado en particular en su relación con la idea de "principio de vida" y de "fecundidad" (entendida sobre todo en el sentido espiritual, como la "posteridad" en el lenguaje tradicional de Extremo Oriente); son éstos otros aspectos, que pueden por lo demás ser igualmente referidos al Verbo, pero que no por eso deben ser menos netamente distinguidos de aquellos que lo hacen aparecer, según hemos visto, bajo sus dos atributos de "Revelador" y "Salvador".

LOS MISTERIOS DE LA LETRA NÛN[356]

La letra nûn, en el alfabeto árabe como en el hebreo, tiene por número de orden 14 y por valor numérico 50; pero además, en el árabe, ocupa un lugar más particularmente notable, el central del alfabeto, pues el número total de letras del alfabeto árabe es de 28, en lugar de 22 como en el hebreo. En cuanto a sus correspondencias simbólicas, esta letra es considerada sobre todo, en la tradición islámica, como representación de el-Hût, la ballena, lo que está además de acuerdo con el sentido original de la palabra nûn que la designa, y que significa también "pez"; y en razón de este significado, Seyyîdnâ Yûnus (el profeta Jonás) es denominado Dhû-n-Nûn ["Señor del Pez"]. Esto está, naturalmente, en relación con el simbolismo general del pez, y más en particular con ciertos aspectos que hemos considerado en el estudio precedente; especialmente, como veremos, con el del "pez-salvador", ya sea éste el Matsya-avatâra de la tradición hindú o el Ikhthys de los primeros cristianos. La ballena, a este respecto, desempeña también el mismo papel que en otras partes desempeña el delfín, y, como éste, corresponde al signo zodiacal de Capricornio en cuanto puerta solsticial que da acceso a la "vía ascendente"; pero quizá con el Matsya-avatâra es más notable la similitud, como lo muestran las consideraciones derivadas de la forma de la letra nûn, sobre todo si se las relaciona con la historia bíblica del profeta Jonás.

Para comprender bien de qué se trata, es menester ante todo recordar que Vishnu, manifestándose en la forma de pez (Matsya), ordena a Satyávrata, el futuro Manu Vaivásvata, construir el arca en la que deberán encerrarse los gérmenes del mundo futuro, y que, con esa misma forma, guía luego el arca sobre las aguas durante el cataclismo que marca la separación de los dos Manvántara sucesivos. El papel de Satyávrata es aquí semejante al de Seyyîdná Nû (Noé), cuya arca contiene igualmente todos los elementos que servirán para la restauración del mundo después del diluvio; poco importa, por lo demás, que la aplicación efectuada sea diferente, en el sentido de que el diluvio bíblico, en su significación más inmediata, parece señalar el comienzo de un ciclo más restringido que el Manvántara: si no es el mismo suceso, se trata al menos de dos sucesos análogos, en que el estado anterior del mundo se destruye para dejar lugar a un nuevo estado[357]Si ahora comparamos la historia de Jonás con lo que acabamos de recordar, vemos que la ballena, en vez de desempeñar únicamente el papel de pez conductor del arca, se identifica en realidad con el arca misma; en efecto, Jonás permanece encerrado en el cuerpo de la ballena, como Satyávrata y Noé en el arca, durante un período que es también para él, si no para el mundo exterior, un período de "oscurecimiento", correspondiente al intervalo entre dos estados o dos modalidades de existencia; también aquí, la diferencia es secundaria, pues las mismas figuras simbólicas son siempre de hecho susceptibles de una doble aplicación: "macrocósmica" y "microcósmica". Sabido es, además, que la salida de Jonás del seno de la ballena se ha considerado siempre como símbolo de resurrección, y por ende de paso a un estado nuevo; y esto debe ponerse en relación, por otra parte, con el sentido de "nacimiento" que, en la Cábala hebrea especialmente, se vincula con la letra nûn y debe entenderse en sentido espiritual, como un "nuevo nacimiento", es decir, como una regeneración del ser individual o cósmico.

Es lo que indica muy netamente la forma de la letra árabe nûn: esta letra está constituida por la mitad inferior de una circunferencia y por un punto que es el centro de ella. Ahora bien; la semicircunferencia inferior es también la figura del arca que flota sobre las aguas, y el punto que se encuentra en su interior representa el germen contenido o encerrado allí; la posición central del punto muestra, por lo demás, que se trata en realidad del "germen de inmortalidad" del "núcleo" indestructible que escapa a todas las disoluciones exteriores. Cabe notar también que la semicircunferencia, con su convexidad vuelta hacia abajo, es uno de los equivalentes esquemáticos de la copa; como ésta, tiene, pues, en cierto modo, el sentido de una "matriz" en la cual se encierra ese germen aún no desarrollado, y que, como veremos en seguida, se identifica con la mitad inferior o "terrestre" del "Huevo del Mundo"[358]. Según este aspecto de elemento "pasivo" de la transmutación espiritual, el-Hût es también, en cierta manera, la figura de toda individualidad, en tanto que ésta porta el "germen de inmortalidad" en su centro, representado simbólicamente como el corazón; y podemos recordar a este respecto las relaciones estrechas, que ya hemos expuesto en otras ocasiones, existentes entre el simbolismo del corazón, el de la copa y el del "Huevo del Mundo". El desarrollo del germen espiritual implica que el ser sale de su estado individual y del medio cósmico que es el dominio propio de ese estado, así como al salir del cuerpo de la ballena Jonás "resucita"; y, si se recuerda lo que hemos escrito antes, se comprenderá sin esfuerzo que esta salida es también la misma cosa que la salida de la caverna iniciática, cuya concavidad está igualmente representada por la de la semicircunferencia del nûn. El "nuevo nacimiento" supone necesariamente la muerte al estado anterior, ya se trate de un individuo o de un mundo; muerte y nacimiento o resurrección, son dos aspectos mutuamente inseparables, pues no constituyen en realidad sino las dos faces opuestas de un mismo cambio de estado. El nûn en el alfabeto árabe, sigue inmediatamente al mîm, que entre sus principales significaciones tiene la de muerte (elmawt), y cuya forma representa al ser completamente replegado sobre sí mismo, reducido en cierto modo a una pura virtualidad, a lo cual corresponde ritualmente la actitud de la prosternación; pero esta virtualidad, que puede parecer una aniquilación transitoria, se hace en seguida, por la concentración de todas las posibilidades esenciales del ser en un punto único e indestructible, el germen mismo de donde saldrán todos sus desarrollos en los estados superiores.

Conviene señalar que el simbolismo de la ballena no tiene solamente un aspecto "benéfico", sino uno "maléfico" también, lo cual, aparte de las consideraciones de orden general sobre el doble sentido de los símbolos, se justifica más particularmente por su conexión con las dos formas: muerte y resurrección, bajo las cuales aparece todo cambio de estado según que se lo encare de un lado o del otro, es decir, con relación al estado antecedente o al estado consecuente. La caverna es a la vez un lugar de sepultura y un lugar de "resurrección", y, en la historia de Jonás, la ballena desempeña precisamente este doble papel; por otra parte, ¿no podría decirse que el Matsya-avatâra mismo se presenta primero con la apariencia nefasta de anunciador de un cataclismo, antes de convertirse en el "salvador" de él? Por otra parte, el aspecto "maléfico" de la ballena se halla manifiestamente emparentado con el Leviatan hebreo[359]pero está representado sobre todo, en la tradición árabe, por los "hijos de la ballena" (benât el-Hût), que, desde el punto de vista astrológico, equivalen a Râhu y Ketu( en la tradición hindú, especialmente en lo referente a los eclipses, y de quienes se dice "que se beberán el mar" el último día del ciclo, ese día en que "los astros se levantarán por Occidente y se pondrán por Oriente". No podemos insistir más sobre este punto sin salirnos enteramente de nuestro tema; pero debemos al menos llamar la atención sobre el hecho de que aquí se encuentra otra relación inmediata más con el fin del ciclo y el cambio de estado consiguiente, pues ello es muy significativo y aporta una nueva confirmación de las precedentes consideraciones.

Volvamos ahora a la forma de la letra nûn, que da lugar a una observación importante desde el punto de vista de las relaciones existentes entre los alfabetos de las diversas lenguas tradicionales: en el alfabeto sánscrito, la letra correspondiente, na, reducida a sus elementos geométricos fundamentales, se compone igualmente de una semicircunferencia y de un punto; pero aquí, estando la convexidad vuelta hacia lo alto, es la mitad superior de la circunferencia, y no ya su mitad inferior, como en el nûn árabe. Es, pues, la misma figura colocada en sentido inverso, o, para hablar con más exactitud, son dos figuras rigurosamente complementarias entre sí; en efecto, si se las reúne, los dos puntos centrales se confunden, naturalmente, y se tiene el círculo con el punto en el centro, figura del ciclo completo, que es a la vez el símbolo del Sol en el orden astrológico y el del oro en el orden alquímico[360]Así como la semicircunferencia inferior es la figura del arca, la superior es la del arco iris, el cual es el análogo de aquélla en la acepción más estricta de la palabra, o sea con la aplicación del "sentido inverso"; son también las dos mitades del "Huevo del Mundo", una "terrestre", en las "aguas inferiores", y otra "celeste", en las "aguas superiores"; y la figura circular, que estaba completa al comienzo del ciclo, antes de la separación de esas dos mitades, debe reconstituirse al fin de él[361]Podría decirse, pues, que la reunión de las dos figuras de que se trata representa el cumplimiento del ciclo, por la unión de su comienzo y de su fin, tanto más cuanto que, si se las refiere más particularmente al simbolismo "solar", la figura del na sánscrito corresponde al sol levante y la del nûn árabe al sol poniente. Por otra parte, la figura circular completa es habitualmente el símbolo del número 10, siendo 1 el centro y 9 la circunferencia; pero aquí, al obtenérsela por la unión de dos nûn, vale 2 X 50=100=102, lo que indica que dicha unión debe operarse en el "mundo intermedio"; ella, en efecto, es imposible en el mundo inferior, que es el dominio de la división y la "separatividad", y, al contrario, es siempre existente en el mundo superior, donde está realizada de modo principial, permanente e inmutable, en el "eterno presente".

A estas ya largas observaciones, agregaremos solo unas palabras para señalar la relación con un asunto al cual hace poco se ha hecho alusión aquí mismo[362]lo que acabamos de decir en último lugar permite entrever que el cumplimiento del ciclo, tal como lo hemos encarado, debe guardar cierta correlación, en el orden histórico, con el encuentro de las dos formas tradicionales que corresponden a su comienzo y su fin, y que tienen respectivamente por lenguas sagradas el sánscrito y el árabe: la tradición hindú, en cuanto representa la herencia más directa de la Tradición primordial, y la tradición islámica, en cuanto "sello de la Profecía" y, por consiguiente, forma última de la ortodoxia tradicional en el actual ciclo.

EL JABALI Y LA OSA[363]

Entre los celtas, el jabalí y la osa simbolizaban respectivamente a los representantes de la autoridad espiritual y a los del poder temporal, es decir a las dos castas, los druidas y los caballeros, equivalentes, por lo menos originariamente y en sus atribuciones esenciales, a lo que son en la India las de los brahmanes y los kshátriya. Como lo hemos indicado en otro lugar[364]este simbolismo, de origen netamente hiperbóreo, es una de las señales de la directa vinculación de la tradición céltica con la Tradición primordial del presente Manvántara, cualesquiera fueren, por lo demás, los otros elementos, provenientes de tradiciones anteriores pero ya secundarias y derivadas, que hayan podido venir a agregarse a esa corriente principal para reabsorberse en cierto modo en ella. Lo que queremos decir aquí es que la tradición céltica podría considerarse verosímilmente como uno de los "puntos de unión" de la tradición atlante con la hiperbórea, después del final del período secundario en que la tradición atlante representó la forma predominante y como el "sustituto" del centro original ya inaccesible para la humanidad ordinaria[365]y, también sobre este punto, el simbolismo que acabamos de mencionar puede aportar algunas indicaciones no carentes de interés.

Notemos ante todo la importancia dada igualmente al símbolo del jabalí en la tradición hindú, que a su vez procede directamente de la Tradición primordial y en el Veda afirma expresamente su propio origen hiperbóreo. El jabalí (varâha) no solo figura en ella, como es sabido, el tercero de los diez avatâra de Vishnu en el Manvántara actual, sino que además nuestro kalpa íntegro, es decir, todo el ciclo de manifestación de nuestro mundo, se designa como, el Çveta-varâha-kalpa, o sea el "ciclo del jabalí blanco". Siendo así, y si se considera la analogía que existe necesariamente entre el ciclo mayor y los ciclos subordinados, es natural que la marca del kalpa, si es dado expresarse de este modo, se encuentre en el punto de partida del Manvântara; por eso la "tierra sagrada" polar, sede del centro espiritual primordial de este Manvántara, es denominada también Vârâhî o "tierra del jabalí"[366]Por otra parte, ya que allí residía la autoridad espiritual primera, de la cual toda otra autoridad legítima del mismo orden no es sino una emanación, no menos natural resulta que los representantes de tal autoridad hayan recibido también el símbolo del jabalí como su signo distintivo y lo hayan mantenido en la sucesión del tiempo; por eso los druidas se designaban a sí mismos como "jabalíes", aunque a la vez, ya que el simbolismo tiene siempre aspectos múltiples, pueda verse en ello, accesoriamente, una alusión al aislamiento en que los druidas se mantenían con respecto al mundo exterior, pues el jabalí se consideró siempre como el "solitario"; y ha de agregarse, por lo demás, que ese aislamiento mismo, realizado materialmente, entre los celtas como entre los hindúes, en forma de retiro en el bosque, no carece de relación con los caracteres de la "primordialidad", un reflejo por lo menos de la cual ha debido mantenerse siempre en toda autoridad espiritual digna de la función que cumple.

Pero volvamos al nombre de la Vârâhî, que da lugar a observaciones particularmente importantes: se la considera como un aspecto de la Çakti [energía, aspecto "femenino"] de Vishnu, y mas especialmente en relación con su tercer avatâra, lo cual, dado el carácter "solar" del dios, muestra inmediatamente que ella es idéntica a la "tierra solar" o "Siria" primitiva, de que hemos hablado en otras oportunidades[367]y que es además una de las designaciones de la Tula hiperbórea, es decir, del centro espiritual primordial. Por otra parte, la raíz var-, para el nombre del jabalí, se encuentra en las lenguas nórdicas con la forma bor-[368]; el exacto equivalente de Vârâhî es, pues, "Bórea"; y lo cierto es que el nombre habitual de "Hiperbórea" solo fue empleado por los griegos en una época en que habían perdido ya el sentido de esa antigua designación; valdría más, pues, pese al uso desde entonces prevaleciente, calificar a la tradición primordial, no de "hiperbórea", sino simplemente de "bórea", afirmando así sin equívoco su conexión con la "Bórea" o "tierra del jabalí".

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