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Verdad y método. Fundamentos de una hermenèutica filosofica




    Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica – Monografias.com

    Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica

    • a) El modelo de la dialéctica platònica

    Con esto se nos ha perfilado el camino que debe seguir la investigación: deberemos preguntarnos por la estructura lógica de la apertura que caracteriza a la conciencia hermenéutica, recordando el significado que convenía al concepto de la pregunta en el análisis de la situación hermenéutica.

    Es claro que en toda experiencia está presupuesta la estructura de la pregunta. No se hacen experiencias sin la actividad del preguntar. El conocimiento de que algo es así y no como uno creía es o no es así. La apertura que caracteriza a la esencia de la experiencia es lógicamente hablando esta apertura del "así o de otro modo".

    Tiene la estructura de la pregunta. E igual que la negatividad dialéctica de la experiencia hallaba su perfección en una experiencia consumada en la que nos hacíamos enteramente conscientes de nuestra finitud y limitación, también la forma lógica de la pregunta y la negatividad que le es inherente encuentran su consumación en una negatividad radical: en el saber que no se sabe.

    Es la famosa docta ignorantia socrática que descubre la verdadera superioridad de la pregunta negativa extrema de la aporía. Tendremos, pues, que profundizar en la esencia de la pregunta si queremos aclarar en qué consiste la peculiaridad de la realización de la experiencia hermenéutica.

    Es esencial a toda pregunta el que tenga un cierto sentido. Sentido quiere decir, sin embargo, sentido de una orientación. El sentido de la pregunta es simultáneamente la única dirección que puede aportar la respuesta si quiere ser adecuada, con sentido.

    Con la pregunta lo preguntado es colocado bajo una determinada perspectiva. El que surja una pregunta supone siempre introducir una cierta ruptura en el ser de lo preguntado. El logos que desarrolla este ser quebrantado es en esta medida siempre ya respuesta, y sólo tiene sentido en el sentido de la pregunta.

    Uno de los más importantes descubrimientos que aporta la presentación e Sócrates por Platón es que, contrariamente a la opinión dominante, preguntar es más difícil que contestar. Cuando el compañero de dialogo socrático intenta dar la vuelta a la situación con el fin de desplazar las respuestas a las molestas preguntas de Sócrates, y lo hace adoptando a su vez la pregunta, es entonces cuando fracasa estrepitosamente. Por detrás de este motivo comediografico de los diálogos platónicos no es difícil descubrir la distinción crítica entre habla autentica y habla inauténtica.

    El que en el hablar solo busca tener razón, no darse cuenta de cómo son las cosas, considerará lógicamente que es más fácil preguntar que dar respuesta, entre otras cosas porque no se corre el peligro de dejar a deber una respuesta a alguna pregunta. Sin embargo, el fracaso del que se pone a preguntar con esta intención viene a demostrar que el que está seguro de saberlo todo no puede preguntar nada.

    Para poder preguntar hay que querer saber, esto es, saber que no se sabe. Y en el intercambio cuasi cómico de preguntas y respuestas, de saber y no saber que muestra Platón, se pueden reconocer que para todo conocimiento y discurso que quiera conocer el contenido de las cosas la pregunta va por delante. Una conversación que quiera llegar a explicar una cosa tiene que empezar por quebrar esta cosa a través de una pregunta.

    Esta es la razón por la que la dialéctica se realiza en preguntas y respuestas, y por la que todo saber pasa por la pregunta. Preguntar quiere decir abrir. La apertura de lo preguntado consiste en que no esta fijada la respuesta. Lo preguntado queda en el aire respecto a cualquier sentencia decisoria y confirmatoria.

    El sentido del preguntar consiste precisamente en dejar al descubierto la cuestionabilidad de lo que se pregunta. Se trata de ponerlo en suspenso de manera que se equilibren el pro y el contra. El sentido de cualquier pregunta solo se realiza en el paso por esta situación de suspensión, en la que se convierte en pregunta abierta.

    La verdadera pregunta requiere esta apertura, y cuando falta no es en el fondo más que una pregunta aparente que no tiene sentido real de la pregunta. Algo de esto es lo que ocurre, por ejemplo, en las preguntas pedagógicas, cuya especial dificultad y paradoja consiste en que en ellas no hay alguien que pregunte realmente. Lo mismo ocurre en la pregunta retórica, en la que no sólo no hay quien pregunte, sino que ni siquiera hay nada realmente preguntado.

    Sin embargo, la apertura de la pregunta también tiene sus límites. En ella está contenida una relimitación implicada por el horizonte de la pregunta. Una pregunta sin horizontes es una pregunta en vacío. Solo hay pregunta cuando la fluida indeterminación en un "así o así": dicho de otro modo, la pregunta tiene que ser planteada.

    El planteamiento de una pregunta implica la apertura pero también su limitación. Implica una fijación expresa de los presupuestos que están en pie y desde los cuales se muestra la cantidad de duda que queda abierta. Por eso el planteamiento de una pregunta puede ser a su vez correcto o falso, según que llegue o no al terreno de lo verdaderamente abierto. Decimos que una pregunta esta mal planteada cuando no alcanza lo abierto sino que lo desplaza teniendo falsos presupuestos.

    En su condición de pregunta muestra una aparente apertura y susceptibilidad de decisión; pero cuando lo que se pregunta no está destacado con claridad, o al menos no lo está suficientemente, frente a los presupuestos que se mantienen en pie, no se llega realmente a lo abierto y en consecuencia no hay nada que decidir.

    Esto se hace tanto más claro en aquellos casos en los que hablamos de preguntas sin sentido, tan frecuentes en la vida práctica. Una pregunta sin sentido no tiene posible respuesta porque sólo en apariencia conduce a esa situación abierta de suspensión en la que es posible tomar decisión.

    No decimos que la pregunta sea falsa, sino que no tiene sentido, porque es verdad que en ella hay pregunta, esto es, hay referencia a algo abierto, pero esto no se encuentra en la dirección iniciada por el planteamiento de la pregunta. "Sin Sentido" quiere decir pérdida de orientación. La falta de sentido de una pregunta consistente en que no contiene una verdadera orientación de sentido y en que por eso no hace posible una respuesta.

    De la misma manera decimos que no tiene sentido afirmaciones que no son completamente falsas pero tampoco complemente correctas. También esto se determina desde su sentido, esto es, desde su relación con la pregunta: no se las puede llamar falsas porque se percibe en ellas algo de verdad, pero tampoco completamente correctas.

    También esto se determina desde su sentido, esto es, desde su relación con la pregunta: no se las puede llamar falsas porque se percibe en ellas algo de verdad, pero tampoco se las puede llamar correctas porque no responden a ninguna pregunta con sentido y en consecuencia no vienen a tener verdadero sentido si no se las desplaza a su verdadero lugar. Sentido es siempre orientación del sentido de una posible pregunta. El sentido de lo que es correcto tiene que responder a la orientación iniciada por una pregunta.

    En la medida en que la pregunta se plantea como abierta comprende siempre lo juzgado tanto en el si como en el no. En esto estriba la relación esencial entre preguntar y saber. Pues la esencia del saber consiste sólo en juzgar correctamente sino en excluir lo incorrecto al mismo tiempo y por la misma razón. La decisión de una pregunta es el camino hacia el saber. Y esta decisión se toma porque predomina los argumentos a favor de una posibilidad y en contra de la otra; pero tampoco esto es el conocimiento completo.

    La cosa misma solo llega a saberse cuando se resuelve las instancias contrarias y se penetra de lleno en la falsedad de los contra argumentos.

    Esto nos es conocido sobre todo por la dialéctica medieval, que solo aducía el pro y el contra y a continuación la propia decisión, sino que al final colocaba en su sitio el conjunto de los argumentos. Esta forma de dialéctica medieval no es una simple secuela del sistema docente de la disputatio, sino que a la inversa, ésta reposa sobre la conexión interna de ciencia y dialéctica, de respuesta y pregunta.

    Hay un conocido pasaje de la Metafísica aristotélica que ha suscitado muchas discusiones y que se explica sin dificultad desde este nexo. Aristóteles dice en él que la dialéctica es la capacidad de investigar lo contrario, incluso con la independencia de que, y (de investigar) si para cosas contrarias puede existir una y la misma ciencia.

    En este punto aparece una característica general de la dialéctica (que se corresponde por entero con lo que encontramos en el Parmènides de Platón) unida a un problema "lógico" muy especial que conocemos por la Tópica. Pues parece en verdad una pregunta muy especial esta de si es posible una misma ciencia para cosas opuestas.

    Se ha intentado descartar esta cuestión como glosa. Pero en realidad la relación entre las dos preguntas se comprende muy bien si retenemos la primacía de la pregunta ante la respuesta, que sería lo que subyace el concepto del saber. Saber quiere decir siempre entrar al mismo tiempo en lo contrario. En esto consiste su superioridad frente al dejarse llevar por la opinión, en que sabe pensar las posibilidades como posibilidades.

    El saber es fundamentalmente dialéctico. Sólo puede poseer algún saber el que tiene preguntas, pero las preguntas comprenden siempre la oposición del si y el no, del así y de otro modo. Solo porque el saber es dialéctico en este sentido abarcante puede haber una "dialéctica" que tome explícitamente como objeto la oposición del si y el no.

    En consecuencias la pregunta aparentemente demasiado especial de si es posible una misma ciencia para los opuestos contiene objetivamente la base de la posibilidad de la dialéctica en general.

    La misma teoría aristotélica de la demostración y la conclusión, que por su tema es la degradación de la dialéctica a un momento subordinado del conocimiento, permite reconocer esta misma primacía de la pregunta, como han mostrado brillantemente las investigaciones de Ernst Kapp sobre la génesis de la silogística aristotélica.

    En la primacía de la pregunta para la esencia del saber es donde se muestra de la manera más originaria el limite que impone al saber la idea del método, y que ha sido el punto de partida de todas nuestras reflexiones. No hay método que enseñe a preguntar, a ver que es lo cuestionable.

    El ejemplo de Sócrates enseña que en esto todo depende de que se sepa que no se sabe. Por eso la dialéctica socrática, que conduce a este saber a través de su arte de desconcertar, crea los presupuestos que necesita el preguntar.

    Todo preguntar y todo querer saber presupone un saber que no se sabe, pero de manera tal que es un determinado no saber el que conduce a una determinada pregunta.

    En sus inolvidables exposiciones Platón muestra en que consiste la dificultad de saber que es lo que no se sabe. Es el poder de la opinión, contra el cual resulta tan difícil llegar al reconocimiento de que no se sabe.

    Opinión es lo reprime el preguntar. Le es inherente una particular tendencia expansionista; quisiera ser siempre opinión general, y la palabra que entre los griegos designaba a la opinión, doxa, significa al mismo tiempo la decisión alcanzada por la mayoría en la reunión del consejo. ¿Cómo es entonces posible llegar al no saber y al preguntar?

    Con esto se nos ha perfilado el camino que debe seguir la investigación: deberemos preguntarnos por la estructura lógica de la apertura que caracteriza a la conciencia hermenéutica, recordando el significado que convenía al concepto de la pregunta en el análisis de la situación hermenéutica.

    Es claro que en toda experiencia está presupuesta la estructura de la pregunta. No se hacen experiencias sin la actividad del preguntar. El conocimiento de que algo es así y no como uno creía es o no es así. La apertura que caracteriza a la esencia de la experiencia es lógicamente hablando esta apertura del "así o de otro modo".

    Tiene la estructura de la pregunta. E igual que la negatividad dialéctica de la experiencia hallaba su perfección en una experiencia consumada en la que nos hacíamos enteramente conscientes de nuestra finitud y limitación, también la forma lógica de la pregunta y la negatividad que le es inherente encuentran su consumación en una negatividad radical: en el saber que no se sabe.

    Es la famosa docta ignorantia socrática que descubre la verdadera superioridad de la pregunta negativa extrema de la aporía. Tendremos, pues, que profundizar en la esencia de la pregunta si queremos aclarar en qué consiste la peculiaridad de la realización de la experiencia hermenéutica.

    Es esencial a toda pregunta el que tenga un cierto sentido. Sentido quiere decir, sin embargo, sentido de una orientación. El sentido de la pregunta es simultáneamente la única dirección que puede aportar la respuesta si quiere ser adecuada, con sentido.

    Con la pregunta lo preguntado es colocado bajo una determinada perspectiva. El que surja una pregunta supone siempre introducir una cierta ruptura en el ser de lo preguntado. El logos que desarrolla este ser quebrantado es en esta medida siempre ya respuesta, y sólo tiene sentido en el sentido de la pregunta.

    Uno de los más importantes descubrimientos que aporta la presentación e Sócrates por Platón es que, contrariamente a la opinión dominante, preguntar es más difícil que contestar. Cuando el compañero de dialogo socrático intenta dar la vuelta a la situación con el fin de desplazar las respuestas a las molestas preguntas de Sócrates, y lo hace adoptando a su vez la pregunta, es entonces cuando fracasa estrepitosamente. Por detrás de este motivo comediografico de los diálogos platónicos no es difícil descubrir la distinción crítica entre habla autentica y habla inauténtica.

    El que en el hablar solo busca tener razón, no darse cuenta de cómo son las cosas, considerará lógicamente que es más fácil preguntar que dar respuesta, entre otras cosas porque no se corre el peligro de dejar a deber una respuesta a alguna pregunta. Sin embargo, el fracaso del que se pone a preguntar con esta intención viene a demostrar que el que está seguro de saberlo todo no puede preguntar nada.

    Para poder preguntar hay que querer saber, esto es, saber que no se sabe. Y en el intercambio cuasi cómico de preguntas y respuestas, de saber y no saber que muestra Platón, se pueden reconocer que para todo conocimiento y discurso que quiera conocer el contenido de las cosas la pregunta va por delante. Una conversación que quiera llegar a explicar una cosa tiene que empezar por quebrar esta cosa a través de una pregunta.

    Esta es la razón por la que la dialéctica se realiza en preguntas y respuestas, y por la que todo saber pasa por la pregunta. Preguntar quiere decir abrir. La apertura de lo preguntado consiste en que no esta fijada la respuesta. Lo preguntado queda en el aire respecto a cualquier sentencia decisoria y confirmatoria.

    El sentido del preguntar consiste precisamente en dejar al descubierto la cuestionabilidad de lo que se pregunta. Se trata de ponerlo en suspenso de manera que se equilibren el pro y el contra. El sentido de cualquier pregunta solo se realiza en el paso por esta situación de suspensión, en la que se convierte en pregunta abierta.

    La verdadera pregunta requiere esta apertura, y cuando falta no es en el fondo más que una pregunta aparente que no tiene sentido real de la pregunta. Algo de esto es lo que ocurre, por ejemplo, en las preguntas pedagógicas, cuya especial dificultad y paradoja consiste en que en ellas no hay alguien que pregunte realmente. Lo mismo ocurre en la pregunta retórica, en la que no sólo no hay quien pregunte, sino que ni siquiera hay nada realmente preguntado.

    Sin embargo, la apertura de la pregunta también tiene sus límites. En ella está contenida una relimitación implicada por el horizonte de la pregunta. Una pregunta sin horizontes es una pregunta en vacío. Solo hay pregunta cuando la fluida indeterminación en un "así o así": dicho de otro modo, la pregunta tiene que ser planteada.

    El planteamiento de una pregunta implica la apertura pero también su limitación. Implica una fijación expresa de los presupuestos que están en pie y desde los cuales se muestra la cantidad de duda que queda abierta. Por eso el planteamiento de una pregunta puede ser a su vez correcto o falso, según que llegue o no al terreno de lo verdaderamente abierto. Decimos que una pregunta esta mal planteada cuando no alcanza lo abierto sino que lo desplaza teniendo falsos presupuestos.

    En su condición de pregunta muestra una aparente apertura y susceptibilidad de decisión; pero cuando lo que se pregunta no está destacado con claridad, o al menos no lo está suficientemente, frente a los presupuestos que se mantienen en pie, no se llega realmente a lo abierto y en consecuencia no hay nada que decidir.

    Esto se hace tanto más claro en aquellos casos en los que hablamos de preguntas sin sentido, tan frecuentes en la vida práctica. Una pregunta sin sentido no tiene posible respuesta porque sólo en apariencia conduce a esa situación abierta de suspensión en la que es posible tomar decisión.

    No decimos que la pregunta sea falsa, sino que no tiene sentido, porque es verdad que en ella hay pregunta, esto es, hay referencia a algo abierto, pero esto no se encuentra en la dirección iniciada por el planteamiento de la pregunta. "Sin Sentido" quiere decir pérdida de orientación. La falta de sentido de una pregunta consistente en que no contiene una verdadera orientación de sentido y en que por eso no hace posible una respuesta.

    De la misma manera decimos que no tiene sentido afirmaciones que no son completamente falsas pero tampoco complemente correctas. También esto se determina desde su sentido, esto es, desde su relación con la pregunta: no se las puede llamar falsas porque se percibe en ellas algo de verdad, pero tampoco completamente correctas.

    También esto se determina desde su sentido, esto es, desde su relación con la pregunta: no se las puede llamar falsas porque se percibe en ellas algo de verdad, pero tampoco se las puede llamar correctas porque no responden a ninguna pregunta con sentido y en consecuencia no vienen a tener verdadero sentido si no se las desplaza a su verdadero lugar. Sentido es siempre orientación del sentido de una posible pregunta. El sentido de lo que es correcto tiene que responder a la orientación iniciada por una pregunta.

    En la medida en que la pregunta se plantea como abierta comprende siempre lo juzgado tanto en el si como en el no. En esto estriba la relación esencial entre preguntar y saber. Pues la esencia del saber consiste sólo en juzgar correctamente sino en excluir lo incorrecto al mismo tiempo y por la misma razón. La decisión de una pregunta es el camino hacia el saber. Y esta decisión se toma porque predomina los argumentos a favor de una posibilidad y en contra de la otra; pero tampoco esto es el conocimiento completo.

    La cosa misma solo llega a saberse cuando se resuelve las instancias contrarias y se penetra de lleno en la falsedad de los contra argumentos.

    Esto nos es conocido sobre todo por la dialéctica medieval, que solo aducía el pro y el contra y a continuación la propia decisión, sino que al final colocaba en su sitio el conjunto de los argumentos. Esta forma de dialéctica medieval no es una simple secuela del sistema docente de la disputatio, sino que a la inversa, ésta reposa sobre la conexión interna de ciencia y dialéctica, de respuesta y pregunta.

    Hay un conocido pasaje de la Metafísica aristotélica que ha suscitado muchas discusiones y que se explica sin dificultad desde este nexo. Aristóteles dice en él que la dialéctica es la capacidad de investigar lo contrario, incluso con la independencia de que, y (de investigar) si para cosas contrarias puede existir una y la misma ciencia.

    En este punto aparece una característica general de la dialéctica (que se corresponde por entero con lo que encontramos en el Parmènides de Platón) unida a un problema "lógico" muy especial que conocemos por la Tópica. Pues parece en verdad una pregunta muy especial esta de si es posible una misma ciencia para cosas opuestas.

    Se ha intentado descartar esta cuestión como glosa. Pero en realidad la relación entre las dos preguntas se comprende muy bien si retenemos la primacía de la pregunta ante la respuesta, que sería lo que subyace el concepto del saber. Saber quiere decir siempre entrar al mismo tiempo en lo contrario. En esto consiste su superioridad frente al dejarse llevar por la opinión, en que sabe pensar las posibilidades como posibilidades.

    El saber es fundamentalmente dialéctico. Sólo puede poseer algún saber el que tiene preguntas, pero las preguntas comprenden siempre la oposición del si y el no, del así y de otro modo. Solo porque el saber es dialéctico en este sentido abarcante puede haber una "dialéctica" que tome explícitamente como objeto la oposición del si y el no.

    En consecuencias la pregunta aparentemente demasiado especial de si es posible una misma ciencia para los opuestos contiene objetivamente la base de la posibilidad de la dialéctica en general.

    La misma teoría aristotélica de la demostración y la conclusión, que por su tema es la degradación de la dialéctica a un momento subordinado del conocimiento, permite reconocer esta misma primacía de la pregunta, como han mostrado brillantemente las investigaciones de Ernst Kapp sobre la génesis de la silogística aristotélica.

    En la primacía de la pregunta para la esencia del saber es donde se muestra de la manera más originaria el limite que impone al saber la idea del método, y que ha sido el punto de partida de todas nuestras reflexiones. No hay método que enseñe a preguntar, a ver que es lo cuestionable.

    El ejemplo de Sócrates enseña que en esto todo depende de que se sepa que no se sabe. Por eso la dialéctica socrática, que conduce a este saber a través de su arte de desconcertar, crea los presupuestos que necesita el preguntar.

    Todo preguntar y todo querer saber presupone un saber que no se sabe, pero de manera tal que es un determinado no saber el que conduce a una determinada pregunta.

    En sus inolvidables exposiciones Platón muestra en que consiste la dificultad de saber que es lo que no se sabe. Es el poder de la opinión, contra el cual resulta tan difícil llegar al reconocimiento de que no se sabe.

    Opinión es lo reprime el preguntar. Le es inherente una particular tendencia expansionista; quisiera ser siempre opinión general, y la palabra que entre los griegos designaba a la opinión, doxa, significa al mismo tiempo la decisión alcanzada por la mayoría en la reunión del consejo.

    Para empezar importa tener en cuenta que a esto solo se llega de la manera como a uno le llega una concurrencia. Es verdad que de las ocurrencias se habla menos en relación con las preguntas que con las respuestas, por ejemplo, en la solución de acertijos, y con esto queremos destacar que no existe ningún camino metodológico que lleve a la idea de la solución. Sin embargo, sabemos también que las ocurrencias no se improvisan por entero. También ellas presuponen una cierta orientación hacia un ámbito de lo abierto desde el que puede venir la ocurrencia, lo que significa que presuponen preguntas.

     

     

    Autor:

    Hans-Georg Gadamer

    Enviado por:

    Ing. Lic. Yunior Andrés Castillo S.

    "NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"?

    Santiago de los Caballeros,

    República Dominicana,

    2015.

    "DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"?

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