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La verdadera entraña del monstruo. O el otro terrorismo




Enviado por Alfredo Macías Narro



    En los turbulentos días de psicosis bélica que corren, sería un craso y tendencioso error, falto de visión histórica, el pretender que la historia moderna del terrorismo comenzó el 11 de septiembre de 2001, con el ataque suicida contra las torres gemelas del Centro Mundial de Comercio (WTC, por sus siglas en inglés) de la ciudad de Nueva York y contra el Centro Estratégico del Comando Militar estadounidense, mejor conocido como "el Pentágono".

    Es menester detenerse a reflexionar profundamente en las causas, añejas y complicadas que han desembocado en esta situación.

    No, la historia moderna del terrorismo, en que se ha involucrado el gobierno norteamericano, comenzó la noche del 15 de febrero de 1898, en que el buque de guerra norteamericano "Maine" voló en pedazos en el puerto de La Habana y sirvió como pretexto para que los Estados Unidos declarase la guerra en contra de España, a quién le atribuyeron dicho acto de "sabotaje terrorista" y que tuvo como desenlace, que los norteamericanos se apoderaran de Cuba y de Filipinas.

    La verdad se supo no mucho después de eso. Fueron los propios norteamericanos quiénes realizaron el atentado, sin importar que asesinasen con ello a sus propios marinos.

    El objetivo era construir un "casus belli" contra España, que tuviese la legitimidad suficiente ante los ojos del pueblo de los E.U.A. y que enfocara hacia un enemigo visible y bien identificable, sus entendib1es sentimientos de revancha.

    La historia se vuelve a repetir la noche del 6 al 7 de diciembre de 1941, cuando, a pesar de que el código secreto japonés, el famoso "Código Púrpura" ya había sido descifrado por la inteligencia militar norteamericana y se sabía con suficiente anticipación del ataque nipón a las islas Hawái,

    Resulta curioso, por decir lo menos, que presentaran a su Flota del Pacífico inerme, como un apetitoso cebo, para la armada japonesa (trampa en la que ingenuamente cayeron éstos) y, sin embargo, la flotilla de sus valiosos portaaviones había salido, con sospechosa oportunidad, de maniobras en la víspera del ataque aéreo. El gobierno de los E.U.A. guardó silencio, a fin de que ocurriese el ataque y se pudiese empujar al pueblo norteamericano a una guerra que no quería.

    En este sentido, adquieren una gran relevancia las palabras de un militar norteamericano de alto rango:

    "Washington sabía que la aviación (japonesa) atacaría Pearl Harbor a las 8.00 a. m. (lo supo con suficiente certeza al menos cuatro horas antes) (…) fue una hora antes cuando se envió un mensaje de alarma a Hawái… pero por vía ordinaria de radiotelégrafo, teniendo a mano el teléfono transpacífico. Dicho mensaje llegó al general Short y al almirante Husband E. Kimmel, seis y ocho horas, respectivamente, después del ataque…" [1]

    Esto no es todo. En el teatro europeo, la conocida "Batalla de Inglaterra", librada entre los aviadores de la Real Fuerza Aérea británica y la Fuerza de Ataque alemana, aquella que originó el emotivo y famoso discurso de Sir Winston Churchill:

    "…nunca, en el campo de los conflictos humanos, tantos debieron tanto a tan pocos", tuvo un origen que, en general, los historiadores han pasado por alto, a excepción de unos pocos, como el Cap. Sir Basil Lidell Hart, quien señaló que, en la noche del 24 al 25 de agosto de 1940 "…ocurrió un error de proporciones históricas: Londres fue bombardeado, no porque Hitler hubiera ordenado realizar ataques de terror contra edificios históricos y contra la población civil no combatiente, sino por la simple razón de que algunas de las tripulaciones de bombarderos (alemanes), que habían recibido instrucciones de atacar los objetivos petrolíferos de Thameshaven, situados al Este de las estrechas callejas que forman el barrio comercial y bancario de Londres, habían perdido el rumbo."

    En efecto, de acuerdo con el propio Lidell Hart y Baldwin Hanson (New York Times) "…este error de navegación cometido por diez bombarderos de los ciento setenta enviados contra Inglaterra esa noche, inició una serie de acontecimientos que culminaron con la destrucción de gran parte de Dresden e Hiroshima…"

    Pero existe un importante y documentado antecedente histórico al respecto; el 11 de mayo del mismo año de 1940 (día siguiente al inicio de la ofensiva militar alemana sobre Bélgica. Holanda y Francia), la aviación británica recibió (por vez primera) la orden de volar a gran altitud a través del frente de combate y descargar sus bombas en contra de la ciudad alemana de Friburgo; al respecto, el ex secretario del Ministerio del Aire (Gran Bretaña) consigna: "Comenzamos a bombardear las ciudades alemanas antes que el enemigo procediera de igual forma contra las nuestras. Este es un hecho histórico que debe ser admitido públicamente. Pero como teníamos dudas respecto al efecto psicológico de la desviación propagandística de que habíamos sido nosotros quienes habíamos empezado lq ofensiva de bombardeos estratégicos, nos abstuvimos de dar publicidad que merecía nuestra gran decisión del 11 de mayo de 1940. Seguramente esto fue un error…" [2]

    No cabe duda que la venganza pedía venganza y muy pronto se produjo lo que, en términos actuales, se denominaría una "escalada de violencia".

    El resultado final de todo esto, es harto conocido. Los norteamericanos (de día) y los ingleses (de noche), comenzaron los eufemísticamente llamados "ataques estratégicos", que no eran otra cosa que el bombardeo indiscriminado contra la población civil; ¿el saldo? Más de medio millón de civiles alemanes muertos y poco menos de setecientos mil gravemente heridos (tan sólo en la ciudad alemana de Dresden, hubo más de cien mil civiles muertos, en los bombardeos nocturnos de los días 13 y 14 de febrero de 1944).

    Al otro lado del mundo, las cosas fueron igualmente dramáticas. Antes del ataque nuclear contra las ciudades japonesas de Hiroshima (el 6 de agosto) y Nagasaki (el 9 de agosto) de 1945, los norteamericanos repitieron la trágicamente probada fórmula de bombardeos masivos de terror en contra de la población civil en varias ciudades japonesas, como Kobe, Kyoto, Nagoya, Osaka y, principalmente, contra Tokio, con bombas incendiarias y latas de fósforo líquido (para avivar los incendios en las construcciones civiles, mayoritariamente hechas de madera).

    Destaca el ataque contra la capital japonesa, efectuado la noche del 24 de noviembre de 1944, que causó un incendio de enormes proporciones y causó más de diez mil muertos.

    El resultado del empleo de bombas nucleares, causó en ambas ciudades japonesas, cerca de ciento treinta mil muertes (tan sólo en el primer contacto); las muertes posteriores por exposición a la radiación y por quemaduras, se estima en cerca de cien mil personas más.

    ¿Qué decir acerca de la guerra de Vietnam y los bombardeos con "Napalm" (compuesto incendiario también conocido como "Gasolina gelatinosa"), en contra de la población civil de ese país?, ¿Qué más añadir al uso de defoliadores para acabar con las cosechas de los campesinos vietnamitas y aniquilar aldeas enteras por hambre?,

    ¿Qué se puede añadir a las atrocidades cometidas por los soldados norteamericanos, en contra de hombres, mujeres y niños, civiles todos, como fue el triste e indignante caso de la masacre de la aldea de My Lay, en que más de doscientas personas fueron asesinadas a sangre fría por las tropas estadounidenses, en una orgía de sangre que duró varias horas y cuyos autores materiales, solamente fueron sancionados administrativamente por la "justicia" (militar y civil) norteamericana?

    Resulta altamente preocupante que en la llamada primera Guerra del Golfo Pérsico, a principios de la década de los noventas, militarmente denominada, "Operación Tormenta del Desierto", los ataques principales de los norteamericanos y sus aliados, hayan sido sobre blancos civiles, y que tales ataques indiscriminados, continúen hasta la fecha, diez años después de haber sido iniciada, (so pretexto de "defender" a Kuwait). La finalidad verdadera es más que obvia; es tomar posición "estratégica" para el control de los yacimientos petroleros más ricos del planeta.

    En fechas así mismo recientes, hay que recordar la impune y flagrante violación de la soberanía de la hermana república de Panamá que, con el manido argumento unilateral de ser un asunto de "seguridad nacional", las fuerzas armadas estadounidenses atacaron e invadieron este país, con la finalidad de perseguir y detener al presidente Noriega, por cargos de tener vínculos con el narcotráfico internacional. Esta acción terrorista, realizada contra un pacífico e indefenso Panamá, costó la vida a cerca de siete mil personas. Invasión que se pudo ver en los canales comerciales de televisión alrededor del mundo.

    Y, a propósito de México, casi nadie recuerda el controvertido motivo de la entrada de nuestro país en la segunda guerra mundial: El hundimiento de los buques mexicanos "Potrero del Llano" y "Faja de Oro", acaecido los días 13 y 20 de mayo de 1942 en aguas del Golfo de México, presuntamente a manos de submarinos alemanes.

    El ataque al "Potrero del Llano"

    En torno a las causas propiciatorias de la entrada de México a la contienda, probablemente la más conocida (y tal vez insuficientemente discutida y estudiada) es el ataque al buque tanque "Potrero del Llano", ocurrido hacia la media noche del día  13 de mayo de 1942, a una corta distancia de la ciudad de Miami[1]No hay rastro del sumergible, solamente el guardacostas norteamericano "Némesis" aparece de la nada para rescatar a los sobrevivientes.

    El ataque al "Faja de Oro"

    El día 20 de mayo de 1942, un segundo buque tanque de Pemex es atacado y hundido, cerca de las costas de "Key West" ("Cayo Hueso"), Fla. USA, y al igual que en el caso del hundimiento del "Potrero del Llano", acaecido el día 13 de ese mismo mes y año, hay múltiples contradicciones e inconsistencias en las condiciones en que ocurrió.

    Las versiones de los sobrevivientes son, al igual que en el caso del hundimiento del "Potrero del llano", muy contradictorias; las versiones van desde la afirmación que el buque había embestido y echado a pique al submarino, hasta la discrepancia en el método de ataque sufrido pues, en tanto unos afirman que fue por fuego de cañón, otros afirman que fueron torpedeados.

    La discrepancia en la hora del ataque es notable; hay quien asegura que fue a las 20:15 hrs. del 20 de mayo, en tanto que otros consignan que acaeció a las 4:21 hrs. del día 21.

    Finalmente, los sobrevivientes fueron rescatados por el omnipresente guardacostas norteamericano "Némesis", mismo que participó en el rescate de los náufragos del "Potrero del Llano" apenas un par de semanas antes.[2] 

    Con base en estos hechos, el día 28 de mayo de 1942, México declara la guerra a los países del Eje.

    No obstante lo anterior, o más bien a raíz de lo anterior, en diversos círculos nacionales, incluyendo a militares de alto rango[3]se ha sospechado siempre que tales acciones corrieron a cargo de sumergibles norteamericanos.

    Al respecto, las fuentes consultadas coinciden en señalar que, sólo unos pocos submarinos alemanes de la época tenían la capacidad y el alcance para merodear por las costas americanas, amén de que las pocas naves sumergibles alemanas (alrededor de 75 en condiciones operativas ese año), estaban comprometidas en la llamada "Batalla del Atlántico", es decir, tratando de mantener el cerco al tráfico marítimo rumbo a Europa, particularmente hacia y desde Inglaterra.

    ¿Cuál sería la "justificación" norteamericana para tal acción?, Muy simple; México en esa época no sólo no estaba a favor de la guerra, sino que existía en el ánimo de la población un importante sentimiento antinorteamericano, producto de las condiciones en que se había producido, apenas cuatro años atrás, la expropiación de los recursos petroleros de México a las corporaciones petroleras norteamericanas e inglesas que lo detentaban, en obvio detrimento de sus intereses financieros.

    Además que, desde luego, estaba implicada la cuestión del abasto petrolero de los Estados Unidos, de suma importancia para ellos, se sumaba a esto la vital y estratégica custodia de la "retaguardia" norteamericana, (cabe recordar que Canadá ya estaba en guerra contra Alemania y aliado de la Gran Bretaña desde el inicio de la contienda). Aún más, el historiador Enrique Cárdenas de la Peña menciona[4]que el 26 de junio de aquél 1942, fue atacado y hundido el buque mexicano "Tuxpan" y, horas más tarde, el "Las Choapas" correría con la misma suerte, señalando asimismo, que a bordo de los botes salvavidas, los sobrevivientes fueron atacados en superficie por el submarino "Seawolf" ("León Marino" en inglés), nomenclatura correspondiente con la usualmente utilizada por los norteamericanos; Los lacónicos alemanes no usaban tales denominaciones para sus sumergibles, mismos que sólo se identificaban con la letra "U" (por "Unter See Boot", literalmente "barco submarino" en alemán) seguida de un numeral de dos o más dígitos.

    Esta hipótesis se refuerza, por un lado, por el hecho de que el único sumergible alemán dañado por fuerzas navales norteamericanas, el U-331, en aguas del Golfo de México durante el año de 1942, se encontraba en misión de observación cerca de la Base Naval de Pensacola, en La Florida, al tiempo que probaba equipo y sistemas de navegación de largo alcance[5]por el otro, aunado al hecho de que las rutas atlánticas de navegación hacia y desde América del Norte, Inglaterra y la entonces Unión Soviética, también conocidas en el argot militar como "las rutas de los convoyes", se concentraron muy al norte, desde Nueva York hasta Terranova, por dos razones logísticas básicas: la primera, porque era la ruta más corta entre las costas de ambos continentes y, la segunda, porque las condiciones atmosféricas en el Atlántico del Norte dificultaban enormemente la operación, tanto de los submarinos, como de las unidades de superficies alemanas.

    Así pues, resulta ser muy ilógico que los alemanes enviasen los escasos sumergibles de largo alcance que tenían en operación, a atacar blancos tan irrelevantes para la marcha bélica de su campaña submarina, como serían los pequeños barcos petroleros y mercantes mexicanos, es decir, de una nación neutral, en navegación de cabotaje (cerca de la costa) y algunos de ellos, como el ya mencionado "Tuxpan", que navegaban en lastre (vacíos de carga útil), y cuyo destino eran algunos puertos norteamericanos del Golfo de México.

    La condena que hacemos a los actos terroristas, tanto a los del 11 de septiembre, como a los aquí descritos, es total y enérgica.

    El riesgo interno para nuestro país es enorme si se dejan prosperar las posiciones reaccionarias y rayanas en el fascismo de la ultraderecha en el poder. Se corre el riesgo de reactivar la cacería de nuevos fantasmas, tal como lo fue en el pasado "el comunismo" y sus secuelas de persecución, cárcel y muerte para trabajadores ferrocarrileros, campesinos y estudiantes.

    La movilización de los indígenas y el E.Z.L.N. no es terrorismo; las manifestaciones en contra del neo liberalismo y la globalización no son terrorismo; las movilizaciones populares en contra del aumento a los impuestos no son terrorismo.

    Recapitulando sobre la enorme trascendencia que tiene el tema del terrorismo en los aciagos días que corren, no está por demás reflexionar acerca del papel que juegan los E.U.A y sus aliados de la OTAN.

    Los países occidentales en general y los norteamericanos en particular, se suelen presentar a sí mismos como una especie de paladines de la libertad y la democracia.

    En este capítulo, se advierte acerca de la mezcolanza de artimañas, engaños y cinismo con que aquéllos han sojuzgado por la fuerza a muchas naciones y sociedades enteras, aún a costa de sacrificar, en muchas ocasiones, a sus propios conciudadanos.

    En este sentido, es muy grave que en la mal llamada "Primera Guerra del Golfo", ni siquiera se advirtiese a sus propios soldados del riesgo de contaminación radiactiva, tanto a través de la inhalación, como por contacto por vía cutánea del uranio oxidado por la elevada temperatura, producto del estallido de los proyectiles con núcleo de este elemento radiactivo disparados desde sus aviones y helicópteros.

    Es aterrador y aberrante conocer como los gobiernos inescrupulosos y
    sanguinarios de los Estados Unidos de América, han empujado a la guerra
    a naciones enteras bajo el influjo de la propaganda tendenciosa y la mentira
    abierta, como es el caso de México; en efecto, ya casi nadie recuerda
    el controvertido motivo de la entrada de nuestro país en la segunda guerra
    mundial: El hundimiento de varios buques mexicanos, particularmente los tristemente
    famosos "Potrero del Llano" y "Faja de
    Oro",
    (acaecido los días 13 y 20 de mayo de 1942) en aguas
    del Golfo de México, presuntamente a manos de submarinos alemanes.[6]

     

     

    Autor:

    Alfredo Macías Narro

    Marzo 2011.

    [1] En “El último secreto de Pearl Harbor”, Almirante Robert. A. Theobald. Publicado por la United States News and
    World Report. Citado por Salvador Borrego en “Derrota Mundial”, Ed. Privada. Méx. 1990.

    [2] En “Reivindicación de los bombarderos”, J. M. Spaight. Citado por Salvador Borrego en “Derrota Mundial”, Ed. Privada. Méx. 1990.

    [1]

    [2] del A. Cabe hacer mención que en los pocos datos oficiales que encontramos del "Némesis", no se hace mención de ninguno de estos hechos.

    [3] Omito dar sus nombres, excepto el de mi propio padre; el Teniente Coronel Piloto Aviador, Alfredo Macías Jaime,
    veterano del Escuadrón Aéreo de Pelea 201, de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana, (unidad de caza-bombardeo,
    que entró en acción del lado de los aliados contra los japoneses en el teatro del pacífico) y con una distinguida carrera
    militar de treinta años en la Fuerza Aérea Mexicana. Estoy cierto de que esto no obra en contra de su honor y su
    memoria, sino por el contrario, lo enaltece y lo ennoblece aún más.

    [4] "Gesta en el Golfo. La Segunda Guerra Mundial y México", (1966) (citado en la Enciclopedia de México, Tomo VI,
    pp. 214 – 216)

    [5] Cap. de Fragata e historiador inglés Donald P. Macintyre en "La Guerra Antisubmarina". Ed. Javier Vergara. Méx.
    1980.

    [6] Las versiones de 4 testigos presenciales diferentes se contradicen en la hora, las circunstancias y en el importante hecho de que el faro de Fowey Rocks según unos estaba apagado, en tanto que otros afirman que estaba encendido).

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