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“La república” de Platón, una obra política y pedagógica (página 3)




Enviado por Luis Ángel Rios



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La reconocida Alegoría de la caverna es una imagen de la paideia. Este mito representa la encarnación simbólica de la esencia de la paideia. "Los hombres son como unos prisioneros encadenados en el interior oscuro de una caverna (representa el mundo sensible), lo único que conocen del mundo son las sombras que se proyectan en la pared de la misma y piensan que estas sombras son realidades, cuando únicamente son "opiniones". Pero si se atreven a salir de la caverna, es decir, de la ignorancia o de la mera opinión, descubrirán que las sombras que se reflejaban en la pared no eran más que apariencias de la verdadera realidad, las Ideas, representada por el exterior de la caverna. Ahora bien, no todos los hombres se atreven a salir de la ignorancia del mundo sensible, sólo los filósofos lo hacen, y al conocer la verdadera realidad son los más capacitados para gobernar la polis, de acuerdo con las ideas de Justicia y Bien" (Ficus). Sus prisiones sólo contemplan las sombras, a las que toman por verdadera realidad. Quien logra liberarse de las cadenas y contemplar la luz se da cuenta que las sombras no constituyen la verdadera realidad. Las sombras corresponden al mundo sensible, aparente, material e ininteligible; la luz pertenece al mundo racional, real, ideal e inteligible. Esta alegoría representa la naturaleza humana y su actitud ante la cultura (paideia) y la incultura (apaideusia). Aquí se enfoca la paideia desde el punto de vista del hombre, es decir, como la trasformación y purificación del alma para poder contemplar el ser supremo. La alegoría simboliza el ascenso del alma al reino de la luz y de la verdadera realidad. El Estado ideal, el conocimiento de la causa última del universo (fundamento de todo lo bueno que hay en el mundo), se convierte en la base y la meta del Gobierno. En política, el conocimiento del bien (meta de todos los actos) posibilita el reinado de los filósofos. En el simbolismo de la caverna se evidencia la siguiente imagen: así como la luz del sol ilumina el universo físico, también la idea del bien ilumina el universo moral del hombre individual y colectivo. "Lo que esta alegoría refleja en la experiencia visual vivida por los cautivos es el camino del espíritu: su ojo intenta, después de volverse hacia la salida de la caverna y hacia el mundo real, mirar por vez primera los seres vivos, luego las estrellas y por último el mismo sol" (Jaeger). La caverna contiene la metafísica de la condición humana. En esta alegoría, la caverna física simboliza el mundo sensible o de los sentidos, mundo aparente en el que viven engañados los hombres; los prisioneros que moran atados en el interior de la caverna simbolizan los hombres ignorantes que se dejan llevar por las apariencias. La luz del sol simboliza la guía que permite conocer las cosas reales, y la idea del bien: causa de todo lo bueno, bello, recto, virtuoso, justo y verdadero. "De este modo ha de ser entendido el símil del sol: es éste el que permite que veamos los objetos sensibles y, al mismo tiempo, el que les da ser y medro conveniente; pues bien, la bondad es igualmente la que da madurez a las ideas, la que las hace «perfectas»" (Fernández-Galiano).

La alegoría de la Caverna, que simboliza el camino que va desde el conocimiento aparente hasta el conocimiento verdadero, presenta a la educación y a la filosofía como el medio para acceder al conocimiento o sabiduría. Simboliza los grados del conocimiento, los grados ontológicos de la realidad, y la cosmovisión política, ascética, mítica y teológica del autor. "Esta alegoría señala que elevarse a un nivel más alto requiere esfuerzo y disciplina, por eso le da tanta importancia a la educación, para conducir a los jóvenes al conocimiento de la verdad y los valores eternos y absolutos y para salvar a la humanidad de pasar la vida en un sombrío mundo de errores, mentiras, prejuicios, ciegos de los verdaderos valores" (La Guía Filosófica 2000).

La cultura dialéctica ocupa un lugar primordial en la paideia platónica. La filosofía dialéctica constituye la auténtica paideia. "La dialéctica lleva al conocimiento de las ideas o realidades primeras inteligibles, que existen antes de las cosas y separadamente de ellas y por las cuales las cosas son lo que son" (Fernández-Galiano). Según Platón, el dialéctico es el sinóptico que ve la concatenación y la afinidad de las materias y los campos del saber. La dialéctica, que es el verdadero camino hacia el conocimiento verdadero, permite penetrar mediante al pensamiento a la esencia de las cosas. "El carácter de la dialéctica sólo puede determinarse poniéndolo en relación con los demás tipos del saber humano" (Jaeger). El conocimiento que confiere la dialéctica es tan superior al conocimiento matemático (auxiliar de la dialéctica) en cuanto al contenido del ser como las cosas reales del mundo visible lo son respecto a sus sombras o imágenes reflejas. Platón plantea que el dialéctico es el hombre que comprende la esencia de cada cosa y sabe dar cuenta de ella. El dialéctico discierne la idea del bien de todas las demás, separando "lo bueno en sí" de las distintas cosas, personas, actos, etcétera, que solemos llamar "buenas". La verdadera fuerza de esta paideia, que enseña a preguntar y contestar científicamente, es el estado perfecto de vigilancia que infunde a la conciencia. La dialéctica es la cultura propia de los regentes y constituye la cumbre de todo conocimiento. "El conocimiento del sentido es la meta final del conocimiento del ser" (Jaeger). La preocupación por el problema de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, constituye la meta de la dialéctica. "Uno de los principales campos de investigación lo constituyó la dialéctica, concebida como el arte de pensar ligado al lenguaje, como una gramática de las ideas, elaboración técnica de los conceptos y de sus relaciones. La dialéctica es la forma suprema de la actividad pedagógica: discusión, discurso, argumentación […] Una educación estricta, dispensada por el Estado, está destinada a formar esta élite intelectual. Para conseguir la armonía y la justicia de esta ciudad platónica, es necesaria una educación gimnástica y musical para la formación del alma. La educación, especialmente los cinco años que recomienda Platón al estudio de la Dialéctica, para todos los jóvenes que muestren capacidad para ejercer las funciones de gobierno, reviste una importancia decisiva en su proyecto político. Platón piensa en un Estado gobernado por filósofos, es decir, por intelectuales maduros que posean la ciencia suprema de la dialéctica, la ciencia de las Ideas, cuyo punto culminante es el conocimiento de la Idea del Bien. La Dialéctica es, como la llamará en el Sofista, la ciencia de la totalidad que sólo poseen los verdaderos filósofos, que se convierten así en educadores y son la conciencia crítica de la polis, por su visión abarcante del mundo y de los hombres, orientada según la verdad, el bien y la justicia […] El pensamiento de Platón sobre educación y política tiene en su centro un acercamiento a lo educativo como un hecho humano fundamental, que se resume en el término paideia. La areté, objeto de toda paideia y de todo arte político, se resume en el conocimiento y práctica del bien y la justicia. Ni paideia ni política son actividades indiferentes en sí, sino que son formas de ser y de vivir un ideal virtuoso. Aparece siempre una constante en los diálogos platónico: no existe política sin paideia y toda paideia se orienta a la construcción de la sociedad y del estado" (Nardini).

Aportes para la posteridad

"La República" (considera por algunos críticos como la primera "utopía" de Occidente), que una es un tratado de una riqueza temática y enciclopédica formidable, se constituye en un patrimonio cultural que aborda diversos aspectos de interés para la humanidad, como política, estética, pedagogía, ética, epistemología, metafísica, sociología, medicina, derecho, antropología, economía, ontología, dialéctica, axiología, crítica literaria, teología y psicología, entre otros.

Si bien es cierto que esta obra responde a las problemáticas puntuales del tiempo, contexto y cultura de la Grecia antigua, el aporte a la posteridad es innegable: contribuye a sentar las bases del derecho internacional; propende por la igualdad de oportunidades entre ambos sexos; sienta las bases de la pedagogía; defiende la pedagogía lúdica; muestra que el arte de gobernar puede ser aprendido; determina por sí mismo la esencia y el valor de la justicia; enseña que la justicia es la verdadera y auténtica naturaleza del alma; descubre al hombre absolutamente justo y define la esencia del hombre absolutamente injusto; plantea que la vida feliz es la vida sabia y virtuosa (la vida justa); determina que la verdadera justicia sólo existe en la estructura interior del hombre y en la relación adecuada de las diversas partes de su alma entre sí; indica que el gobierno de la razón señala el límite a nuestros apetitos y ordena nuestras emociones en base al conocimiento de lo que realmente es bueno, debido a que nuestros deseos de honores y prestigio, de riqueza, poder y sexo son naturalmente insaciables y por eso mismo no pueden conducir a la realización plena de nuestro ser (la eudaimonía) sino que, antes bien, pueden tener como consecuencia la desintegración de la persona y su sometimiento a la búsqueda exclusiva e ilimitada de esos bienes como fines en sí mismos; establece que la verdadera característica esencial de la democracia es la igualdad de derechos y la provisión de cargos por sorteo; demuestra cómo el ideal filosófico de vida se convierte en el verdadero ideal de vida humano; persuade que el exceso de libertad es el camino más corto hacia la carencia absoluta de libertad, etc.

Se aprecia que Platón (genial en la concepción de su obra, en cuanto a unidad de forma y contenido) no era partidario de la esclavitud, propendía por la igualdad de los sexos, además de mostrar que lo justo, que es lo sano, es a lo que debe aspirarse y debe hacerse, por lo único adecuado a la naturaleza del alma. Su obra, que describe las constituciones con maestría sicológica, es un paralelismo entre el Estado justo y el hombre justo. Nos sensibiliza que la causa del mal hay que buscarla en la educación y no en la naturaleza, que por sí misma es buena.

Es muy posible que el Estado platónico no se haya realizado ni pueda realizarse, pero sí podemos y debemos construir incesantemente el Estado en nosotros. Aunque su Estado sea una utopía, el valor de ésta es interesante por cuanto sienta las bases del Estado y del hombre justo. El hombre justo platónico solamente es ciudadano en el pleno sentido de la palabra dentro del Estado que alberga en su alma y cuya ley aspira a cumplir cuando realiza de ese modo su deber. Podemos observar cómo la discusión culmina en la fundación del "Estado en nosotros", de la personalidad humana, que es la meta de toda la obra. La finalidad principal (sólo secundaria) de Platón no es fundar un Estado real, sino enfocar su conocimiento hacia el logro de la educación del hombre. Según Platón, la educación por medio de la filosofía es la única verdadera. Uno de los aspectos de interés para la posteridad lo encontramos en la intención de fundar la política sobre bases éticas, debido a que la transformación política debe partir de la educación ética del hombre, por cuanto la ética es el principio de conducta de la comunidad y del Estado que rige el comportamiento humano.

Independiente de que algunos afirmen que "La República" es el origen del comunismo y de los totalitarismos, y haya en ella cierto determinismo al "condenar" a cada persona a realizar una sola actividad, debo rescatar su valor pedagógico y la forma argumentada de discutir, respetando los puntos contrarios a nuestra manera de pensar, convenciendo sólo con argumentos y razones, mas no con imposiciones.

Como el Estado ideal no se ha concretado en el mundo "real", no podemos saber si Platón estaba o no estaba en lo cierto. Al leer la obra, más de dos mil años después de haber sido escrita, nos parece un disparate en nuestro tiempo y contexto político, económico, social y cultural. Actualmente sería imposible implementarla. ¿Pero qué tal que ese Estado ideal hubiera prosperado? ¿Cómo estaríamos: mejor o peor? Eso no lo podremos saber nunca con la debida certeza. Lo cierto es que la obra sí es un referente en filosofía política, filosofía del derecho, ética y, sobre todo, en educación. Ningún estudioso de la política, del derecho, la ética y la educación puede ignorar el contenido y el sentido de esta magna obra filosófica.

Si los gobernantes tuvieran en cuenta sus enseñanzas, serían mejores dirigentes y, específicamente, mejores personas. Sin duda alguna, si los gobernantes fueran filósofos o los filósofos fueran gobernantes, su manera de gobernar sería más justa y sabia. No pretendo que los gobernantes actuales, para ser justos, conocer la verdad y la esencia del bien y de la belleza, deban someterse a esa educación tan extensa y rigurosa, no poseer riquezas ni tener familia (esposa e hijos). Sin necesidad de esta abrumadora carga académica y esas privaciones, algunos de los filósofos actuales podrían ser excelentes gobernantes y desempeñar convenientemente el rol de "rey filósofo" que les asignaba Platón. "Hasta que los filósofos sean reyes no habrá justicia ni bien en el Estado" (Stewart).

Estoy completamente de acuerdo con el aserto platónico de que los filósofos buscamos el conocimiento de la verdad y penetramos en la esencia de las cosas, somos justos y construimos el Estado ideal en nosotros. ¡Qué lástima que en nuestra sociedad actual, tan pragmática, utilitarista, consumista y competitiva, los filósofos no sean "útiles"! ¿Qué "útiles" pueden ser si en esta sociedad no impera la verdad, la justicia, la libertad, la belleza, el arte, la ética, la educación libertaria y la auténtica política? El filósofo busca que estos ideales "imperen" en la sociedad, para que sea una mejor sociedad. Como decía Platón, no es que el filósofo no sirva, sino que la sociedad no lo deja servir.

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Autor:

Luis Ángel Ríos Perea

Licenciado en filosofía y letras

 

Partes: 1, 2, 3
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