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La conveniencia de incorporar a Rusia y Turquía a la Unión Europea – Parte II (página 4)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Otro ejemplo es el caso de las extrañas muertes de cuatro científicos que trabajaban para el gigante de la industria militar de Turquía ASELSAN, en 2006 y 2007. Las cuatro fueron calificadas de suicidios o accidentes, a pesar de las dudas de algunos forenses. Pero cuando el padre de uno de los fallecidos apeló personalmente a Erdogan, asegurándole que estaba convencido de que su hijo no se había suicidado, el primer ministro puso a trabajar al Consejo de Investigación de su propia oficina. Las conclusiones fueron sorprendentes: los investigadores determinaron que los ingenieros "podrían haber sido inducidos a quitarse la vida tras sufrir continuados ataques telepáticos que les sumieron en una profunda depresión". El informe fue revisado y aprobado por el propio Erdogan y remitido a la Fiscalía General de Ankara para que iniciase una investigación judicial.

Existen más indicios del posible deterioro mental del primer ministro, como discursos en los que repite, palabra por palabra, lo mismo que acaba de decir apenas unos minutos antes. Y durante las protestas de Gezi, se hizo célebre un vídeo de una de sus encendidas apariciones públicas, en la que se ve cómo Erdogan se va exaltando a medida que habla, hasta casi ponerse rojo de ira. En ese momento, su esposa, Emine, le señala un punto en el cielo, como para concentrar su atención en otra cosa, e inmediatamente el primer ministro parece calmarse de forma automática.

Por todo ello, no es de extrañar que la credibilidad internacional de Erdogan pase por su peor momento, ya incluso desde antes de las operaciones anticorrupción del pasado diciembre y la filtración en internet de grabaciones comprometedoras, que implican a personas de su entorno cercano. Limitar la difusión de estas filtraciones parece ser el propósito del Gobierno turco al bloquear Twitter y YouTube, una restricción que podría ampliarse a otras redes sociales en las próximas semanas, según ha dejado entrever el primer ministro. Pero hay quien cree que estos movimientos desesperados podrían señalar el principio del fin de Erdogan, y que, como dice el proverbio griego: "Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco".

– La victoria pírrica de Erdogan (Project Syndicate – 3/4/14)

Estambul.- El atribulado primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por su sigla en turco) emergieron victoriosos de las elecciones locales esta semana. Sin embargo, no parece probable que el triunfo del AKP vaya a mejorar los conflictos internos del país ni, mucho menos, devolver brillo a su deslucida posición internacional.

Las elecciones locales fueron, en gran medida, consideradas un referéndum sobre Erdogan. El AKP recibió el 44 % de los votos nacionales y controla ahora a 49 de las 81 municipalidades metropolitanas de Turquía, incluidas Estambul y la capital, Ankara. La principal fuerza opositora, el Partido Republicano del Pueblo (CHP, por su sigla en turco), de centroizquierda, recibió el 26 % de los votos y solo ganó en 13 municipalidades.

El resultado puede entenderse como una reivindicación de la estrategia de polarización política usada por Erdogan para consolidar su apoyo y contrarrestar el desafío a su liderazgo por parte de los seguidores de su antiguo aliado, el imán residente en EEUU, Fethullah Gülen. Con el apoyo inicial del AKP, el movimiento de Gülen infiltró gradualmente las instituciones estatales, especialmente el poder judicial y las fuerzas del orden, hasta que la alianza terminó con una enconada escisión por la distribución del poder en Turquía.

El resultado final fue una guerra sucia de acusaciones de contubernios que se difundieron a través de los medios sociales, según parece, principalmente por los seguidores de Gülen. Como respuesta, el gobierno ha calificado a sus oponentes de enemigos e intentó promulgar nuevas leyes que socavan la independencia del poder judicial y restringen la libertad de expresión, incluidos los bloqueos de Twitter y YouTube.

La estrategia de Erdogan procuró complementar este ejercicio de contención de daños con una demostración de su legitimidad popular. Con el abrumador triunfo del AKP en las elecciones locales, Erdogan ahora puede afirmar justificadamente que el electorado turco respalda su enfoque, incluida la suspensión por parte de su gobierno del imperio de la ley, para obstruir investigaciones sobre corrupción que considera un golpe judicial promovido por los seguidores de Gülen.

Sin embargo, la victoria electoral del AKP presagia dos peligros específicos para el futuro de la democracia turca. El primero es la persistencia de una intensa polarización política durante el período previo a la elección presidencial en agosto y la elección parlamentaria durante la primera mitad de 2015.

En Turquía, la polarización no tiene los mismos costos políticos que en otras partes: debido al débil sistema de separación de poderes, el ejecutivo turco aún tiene un amplio margen de maniobra para ocuparse de los asuntos del estado y la reciente victoria de Erdogan lo envalentonará para continuar con su política de polarización como base de una campaña presidencial.

El otro peligro es el de una creciente alienación del Oeste. Con el renovado mandato popular, es probable que el gobierno comience a enjuiciar a los gülenistas por supuestos comportamientos criminales. Pero la creación de una mentalidad de sitio más amplia para impulsar el apoyo local también requiere la invención de coconspiradores externos: los mercados financieros mundiales, los medios internacionales, o incluso los aliados de Turquía en la OTAN. Esas acusaciones han sido parte de la retórica del gobierno sobre conspiraciones desde las protestas del verano pasado y las autoridades rechazaron las recientes acusaciones de corrupción contra Erdogan de esa misma manera.

La posición internacional turca ha sufrido enormemente por la estrategia de polarización interna de Erdogan. Quedaron ya muy atrás los días en que un posible ingreso a la Unión Europea sostuvo una poderosa dinámica de reforma democrática. Con el desvanecimiento de las esperanzas de ingresar a la UE se ha perdido el impulso reformista y se espera que la Comisión Europea emita un informe de avance extremadamente crítico en octubre.

Las relaciones bilaterales con Estados Unidos también son tensas. El presidente Barack Obama y Erdogan ya rara vez hablan entre sí, cuando en algún momento Obama consideró a Erdogan uno de sus líderes favoritos en el mundo.

Turquía también ha perdido varios aliados regionales, especialmente algunas de las monarquías del Golfo, irritadas por el apoyo incondicional del gobierno de Erdogan a los Hermanos Musulmanes en Egipto. El tan cacareado modelo de diplomacia por persuasión y la política de vecindad quedaron hechos trizas.

Sin embargo, Turquía continúa siendo una potencia regional grande e importante. Ahora que su popularidad ha sido reafirmada, Erdogan podría moverse en otra dirección. Consciente de los peligros de la polarización extrema y tranquilizado por el nivel de apoyo obtenido por el AKP en las elecciones locales, Erdogan podría optar por bajar la temperatura política interna en busca de reparar las desgastadas relaciones de Turquía con el extranjero.

Su comportamiento no solo determinará la intensidad del conflicto político interno, sino que afectará en gran medida las posibilidades de Turquía para recuperar la influencia regional de la que alguna vez disfrutó. Si Erdogan considera necesario un mayor nivel de antagonismo para mantener el poder, puede decidir ignorar al daño infligido a la posición internacional de su país.

(Sinan Ülgen is Chairman of the Istanbul-based Center for Economics and Foreign Policy Studies (EDAM) and a visiting scholar at Carnegie Europe in Brussels)

– El problema del dinero caliente de Turquía (Project Syndicate – 4/4/14)

Nueva York.- La volatilidad financiera actual en las economías emergentes está alimentado el debate sobre si los llamados "Cinco Frágiles" –Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía- deberían ser considerados víctimas de las políticas monetarias de los países avanzados o víctimas de su propia integración excesiva en los mercados financieros globales. Para responder a esa pregunta es preciso examinar las diferentes políticas que han aplicado en respuesta a la expansión monetaria -y los diferentes niveles de riesgo que esas respuestas han generado.

Si bien los Cinco Frágiles -identificados en base a sus déficits fiscales y de cuenta corriente idénticos, que los tornan particularmente vulnerables a la volatilidad de los flujos de capital- han adoptado algunas medidas macroprudenciales desde la crisis financiera global, la combinación de esas políticas y sus resultados han variado sustancialmente. Mientras que Brasil, India e Indonesia han respondido a los crecientes ingresos de capital con nuevas regulaciones de las cuentas de capital, Sudáfrica y Turquía han permitido que el capital circulara libremente a través de sus fronteras.

Consideremos la respuesta de Turquía, que se ha caracterizado por un firme compromiso con la apertura de las cuentas de capital. Aunque los acontecimientos políticos en Turquía recientemente han acaparado la atención, la crisis actual del país está arraigada en debilidades económicas, reflejadas en una pérdida de confianza de los inversores y en la marcada depreciación del tipo de cambio de la lira. Esta inestabilidad ha generado temores de un contagio de los mercados emergentes, siendo Sudáfrica especialmente susceptible, debido a su apertura de las cuentas de capital.

En lugar de restricciones a los flujos de capital, las autoridades monetarias de Turquía empezaron a recortar las tasas de préstamo overnight en noviembre de 2010, para reducir la rentabilidad del "carry trade" (compras de activos en moneda extranjera para sacar ventaja de una mayor tasa de interés). La expectativa era que los flujos de capital a más largo plazo financiarían el creciente déficit de cuenta corriente, que superaba en ese momento el 8% del PBI, mitigando el riesgo de una repentina interrupción del financiamiento externo.

Mientras que muchos observadores del mercado aplaudieron al banco central de Turquía por su combinación de políticas audaces y poco ortodoxas, el Fondo Monetario Internacional criticó a las autoridades turcas por aumentar las expectativas de inflación y alimentar un mayor crecimiento del crédito. Sin embargo, el FMI no recomendó explícitamente que Turquía aplicara regulaciones de las cuentas de capital, a pesar de la creciente evidencia ofrecida por sus propios funcionarios de que la introducción de esas reglamentaciones estaba dando buenos resultados en muchos mercados emergentes.

Sin una gestión de las cuentas de capital, el banco central de Turquía esperaba alcanzar una estabilidad financiera y de precios sumándole a la reducción de las tasas overnight herramientas macroprudenciales domésticas destinadas a reducir el crecimiento excesivo del crédito. Las principales medidas para controlar el aumento del crédito fueron un incremento gradual de los requerimientos de reservas, a partir de 2010; algunas restricciones a los préstamos de consumo, y la introducción de topes al crecimiento del crédito en el segundo semestre de 2011.

Las autoridades sostenían que estas herramientas son más efectivas que las medidas relativas al flujo de capitales, que "son, en general, difíciles de implementar y más bien fáciles de evadir". Pero las medidas prudenciales domésticas sólo pudieron tener un efecto limitado en la tasa de crecimiento del crédito, porque el crecimiento estaba principalmente impulsado por los crecientes ingresos de capital.

En consecuencia, el crecimiento del crédito doméstico recién comenzó a desacelerarse en agosto de 2011, cuando la escalada de la crisis de la eurozona hizo que los inversores globales se volvieran temerosos de los mercados emergentes riesgosos. Paradójicamente, mientras que las autoridades monetarias de Turquía reconocían esta relación, siguieron atribuyendo la caída del crecimiento del crédito al éxito de sus medidas prudenciales.

Luego, en mayo pasado, la Reserva Federal de Estados Unidos anunció su intención de empezar a reducir su programa de compra de activos de miles de billones de dólares -el llamado "alivio cuantitativo"-, lo que desató una fuga de capitales de gran escala de los mercados emergentes. No había manera de negarlo: la explosión de capital de los mercados emergentes se había terminado y las burbujas de crédito y de activos que había alimentado corrían el riesgo de implosionar.

Por el contrario, Brasil y la India no titubearon y volvieron a imponer restricciones a las cuentas de capital. Ambas economías hoy son mucho menos frágiles que Turquía y Sudáfrica.

En vista de esto, quizás el verdadero interrogante sea por qué Turquía se abstuvo de aplicar regulaciones de las cuentas de capital, cuando casi todos sus pares en los mercados emergentes las estaban utilizando de alguna u otra manera. ¿El sector financiero era demasiado poderoso para los responsables de las políticas? ¿Sus banqueros centrales estaban demasiado comprometidos con la visión previa del FMI de que las metas de inflación sólo funcionan en condiciones de convertibilidad de las cuentas de capital? ¿O fue porque los políticos se beneficiaron del auge económico que ofrecen los ingresos de "dinero caliente" a corto plazo y así decidieron ignorar las consecuencias?

Si hay que aprender una lección del experimento de políticas monetarias de Turquía, es que las regulaciones prudenciales domésticas y las herramientas de políticas monetarias deberían ser vistas como complementos, y no sustitutos, de la gestión de las cuentas de capital. En cuanto a Turquía, su única esperanza de evitar una crisis económica aún más profunda es emprender una acción decidida para mitigar los riesgos económicos que se permitió que crecieran en los últimos años. Sin embargo, dada la inestabilidad política que el país enfrenta actualmente, un desenlace de esas características es, en el mejor de los casos, incierto.

(Bilge Erten is a post-doctoral fellow at Columbia University. José Antonio Ocampo, former United Nations Under-Secretary-General for Economic and Social Affairs and former Finance Minister of Colombia, is Professor and Member of the Committee on Global Thought at Columbia University. He is the co-author (with Luis Bértola) of The Economic Development of…)

– Erdogan y la paradoja del populismo (Project Syndicate – 11/8/14)

Viena.- El triunfo de Recep Tayyip Erdogan en las primeras elecciones presidenciales directas celebradas en Turquía no es una sorpresa. Erdogan es popular y, como Primer Ministro desde 2003, ha ido montado en una ola de éxito económico, pero también es un populista, que ha intensificado constantemente su control del Estado y de los medios de comunicación, al tiempo que demonizaba a todos los críticos (incluidos antiguos aliados, como el clérigo expatriado Fethullah Gülen).

Como en el caso de otros dirigentes populistas -por ejemplo, el Primer Ministro de Hungría, Viktor Orbán, o el difunto Hugo Chávez en Venezuela-, la conciliación de las promesas electorales de Erdogan con el desempeño de su cargo resulta problemática. Esa clase de figuras comienzan atacando a sus oponentes por su corrupción y acusándolos de secuestrar el Estado en pro de una clase política celosa de su propio interés, que excluye el de los ciudadanos de a pie. Sin embargo, cuando ocupan el poder, acaban actuando exactamente igual, tratando el Estado como propiedad suya o de su partido y participando en la corrupción o al menos tolerándola.

Por lo general, esa aparente hipocresía no perjudica a las perspectivas electorales de los populistas, como ha demostrado espectacularmente el éxito de Erdogan. ¿Por qué?

Al contrario de lo que se suele creer, el populismo no se caracteriza por contar con unos electores particulares -como, por ejemplo, la clase media baja- o por unas políticas simplistas que halagan a las masas, como con frecuencia sostienen los observadores liberales, sino que es una concepción de la política totalmente moralizante, pues un populista es un político que afirma que él -y sólo él- representa de verdad al pueblo, por lo que relega a todos sus oponentes políticos al papel de pretendientes inicuos.

Tras esa afirmación hay otra suposición: la de que el pueblo tiene una voluntad común encaminada auténticamente a la consecución del bien común y de que el auténtico dirigente del pueblo -como, por ejemplo, Erdogan, que hizo campaña con el lema "la voluntad nacional, el poder nacional"- puede interpretarla correctamente y aplicarla. Así, pues, los populistas no son sólo enemigos de las minorías selectas, sino que son necesariamente antipluralistas y, por tanto, antiliberales. Su política siempre es polarizadora, al escindir a la ciudadanía real entre un pueblo moral y puro y los otros, inmorales, a los que Erdogan ha calificado con frecuencia de simples "traidores".

En opinión de un populista, no puede haber nada parecido a una oposición legítima. Quienquiera que esté contra el dirigente está automáticamente contra el pueblo y, conforme a esa lógica, quienquiera que esté contra el pueblo no puede pertenecer de verdad al pueblo.

Eso explica la acusación de Erdogan de que quienes se manifestaron en el Parque Gezi el verano pasado para protestar contra los planes de su gobierno de erigir un centro comercial en modo alguno eran turcos verdaderos y también explica su asombroso pronunciamiento, en fecha anterior de este año, cuando aceptó su nombramiento como candidato presidencial de su Partido Justicia y Desarrollo: "Nosotros somos el pueblo. ¿Quiénes soy vosotros?"

Con frecuencia se dice que los populistas no pueden gobernar o se demostrará su incompetencia, cuando resulten elegidos para sus cargos. Según esa opinión, los populistas son esencialmente partidos de protesta y quienes protestan no pueden gobernar, porque es imposible protestar contra uno mismo.

Pero las cosas no son tan simples. Los populistas suelen adoptar un estilo de gobierno que refleja las propias acusaciones que ellos lanzan contra la clase política anterior. Se aferran al poder que consigan, desactivan los frenos y contrapesos, llenan todas las oficinas estatales con compinches suyos y recompensan a sus partidarios (y sólo a ellos) con ventajas a cambio de su lealtad: lo que los politólogos llaman "clientelismo de masas". El archipopulista austríaco Jörg Haider, por ejemplo, entregaba, literalmente, billetes de cien euros (134 dólares) a "su gente" en la calle.

Naturalmente, todos los partidos procuran atender a sus votantes en primer lugar. Lo peculiar de los políticos populistas es que puedan hacerlo tan a las claras y con la conciencia tranquila. Al fin y al cabo, si sólo sus partidarios son "el pueblo", todos los demás son indignos.

En el mismo sentido, los partidos populistas suelen apresurarse a colonizar el Estado. Si sólo un partido representa de verdad al pueblo, ¿por qué no habría de pasar el Estado a ser el instrumento del pueblo? Y, cuando los populistas tienen una oportunidad de redactar una nueva Constitución, ¿por qué habrían de tener la menor consideración para con cualquier oposición, que, por definición, ha de estar constituida por los enemigos del pueblo (a los que con frecuencia se acusa de ser agentes extranjeros)?

Así se explica por qué el clientelismo y la corrupción de los gobiernos populistas no socavan el apoyo fundamental a sus dirigentes del electorado. Se considera que esos métodos están al servicio de un "nosotros" moral a expensas de los inmorales o extranjeros "ellos".

Así, pues, la creencia de los liberales de que basta con que revelen la corrupción de los populistas para desacreditarlos es una esperanza vana. También deben mostrar que el clientelismo no rinde beneficios a la inmensa mayoría de los ciudadanos y que la falta de rendición democrática de cuentas, una burocracia disfuncional y el socavamiento del Estado de derecho a la larga perjudican al pueblo… a todo él.

(Jan-Werner Mueller is Professor of Politics at Princeton University and a visiting fellow at the Institute for Human Sciences, Vienna. He is also a member of the School of Historical Studies at the Institute for Advanced Studies. His most recent book is Contesting Democracy: Political…)

– Turquía, otro "milagro" con pies de barro (El Confidencial – 2/9/14)

(Por Andrés Mourenza)

La última polémica urbanística en Turquía ha sido la decisión del Consejo de Estado de ordenar demoler un conjunto de tres rascacielos de lujo en Estambul en los que, según la prensa, un ministro del Gobierno de Recep Tayyip Erdogan había comprado varios apartamentos. La sentencia del alto tribunal se basa en que la presencia de estas moles de cemento manda al traste el skyline de la llamada península histórica estambulí, en la que se hallan bellezas sin igual como la basílica de Santa Sofía, el Palacio de Topkapi o la Mezquita Azul.

Al margen de contadas decisiones conservacionistas como esta, lo cierto es que bajo el mandato del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), y pese a su origen en el movimiento islamista, las metrópolis turcas han cambiado sus siluetas. Se ha pasado de cielos dominados por los estilizados minaretes de los templos musulmanes a las grúas de construcción, los rascacielos y los inmensos centros comerciales.

Es el símbolo de la pujante Turquía, un país que, en los 12 años de Gobierno del AKP, ha pasado de ser una economía en quiebra y bajo los estrictos programas del Fondo Monetario Internacional a convertirse en un importante actor internacional. El PIB turco se ha multiplicado 3,5 veces, creciendo a un ritmo medio del 5% anual y sorteando la crisis económica global. La inflación ha sido domeñada –relativamente- y se ha reducido del 70% a cifras de un solo dígito; se ha incrementado la capacidad adquisitiva de sus ciudadanos; se ha mantenido la tasa de paro por debajo del 10% y la economía se ha estabilizado, una de las principales razones que dan los electores para haber votado una y otra vez al polémico Erdogan.

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Una visita a los países de los Balcanes, el Cáucaso u Oriente Medio ofrece una buena perspectiva de cómo los grandes grupos empresariales turcos han conquistado estos mercados. E incluso más allá. El 50% de los televisores que se adquieren en Europa son ya de empresas turcas después de que Beko -la marca que ahora adorna la camiseta del FC Barcelona- adquiriese el gigante alemán Grundig, tras su quiebra en 2003.

La flota de camiones turca es la más grande de Europa y cada vez es más habitual ver los largos trailers con nombres terminados en "oglu" surcar las carreteras del Viejo Continente. Otro ejemplo: la segunda mayor fábrica de Renault fuera de Francia está en Turquía, donde también existen factorías de Fiat, Ford, Hyundai, Toyota y Honda. El país euroasiático ofrece al mismo tiempo bajos costes laborales y cercanía a los mercados más maduros de la UE. Una tercera vía entre Europa y Asia. De hecho, un ejecutivo de una gran empresa turca de electrodomésticos explica a El Confidencial que las recientes subidas salariales en China "hacen que cada vez compense menos producir allí", lo que favorece la producción industrial en Turquía.

El lastre de importar ingentes cantidades de energía

Pero, pese a la importancia de la industria turca y a que Turquía ha multiplicado en 2,5 veces sus exportaciones desde 2004, su balanza comercial sigue siendo negativa debido a que el país euroasiático se ve obligado a importar ingentes cantidades de energía para un mercado interno en expansión -es cada vez más urbano y menos rural- y a que su industria, en el fondo, tiene muy poco valor añadido. "Muchas de las piezas y maquinaria que usamos tenemos que importarlas desde fuera", lamenta una fuente de la industria turca.

El balance negativo del comercio exterior es una de las razones -junto al reducido nivel de ahorros- del constante déficit por cuenta corriente que presenta Turquía y que en 2013 fue de 60.700 millones de dólares, equivalente al 7,1 % de su PIB. El propio Gobierno reconoce que, en números absolutos, el déficit por cuenta corriente continuará en aumento en los próximos años, aunque espera que la subida del PIB sirva de colchón relativo. Sin embargo, las instituciones internacionales creen que el crecimiento económico de Turquía está entrando en una etapa de ralentización.

La mayoría de analistas coincide en que este déficit por cuenta corriente es uno de los mayores lastres de la economía turca ya que la hace dependiente de la financiación externa. Desde que comenzase la crisis financiera global de 2007, esto no fue un problema demasiado grande, ya que, como ocurrió en otros mercados emergentes, los inversores buscaron refugio en Turquía, donde los intereses que se lograban -reflejo del riesgo país- eran muy suculentos en comparación con los ofrecidos por los países de la UE y Estados Unidos, más aún tras la espiral de bajadas de tipos en que se embarcaron los bancos centrales occidentales para tratar de reanimar sus economías.

Pero por algo a estos flujos financieros se les llama hot money: en cuanto la Reserva Federal de EEUU decidió el pasado febrero reducir su recompra de bonos, miles de millones de dólares escaparon de los llamados Fragile Five (Brasil, Indonesia, Sudáfrica, India y Turquía) provocando una verdadera crisis de sus divisas. En sólo dos años, la lira turca ha perdido el 30 % de su valor, algo que, según el analista Ege Cansen, puede ayudar a las exportaciones pero sólo a cambio de que su cotización se mantenga estable: "Si prosiguen las subidas y bajadas bruscas, ningún empresario invertirá en la industria".

Pero volvamos a la calle, fuera de los datos macroeconómicos. En abril, Ayse, una joven turca de profesión autónoma y familia de origen humilde, decidió invertir sus ahorros en la compra de un piso. No era la primera de su grupo de amigas, en el que varias habían decidido adquirir un inmueble como instrumento de inversión para evitar que sus ahorros se viesen afectados por el constante vaivén cambiario de la lira turca. Ya se sabe, el precio de la vivienda siempre sube. En el caso que nos ocupa, Ayse adquirió un pequeño apartamento en un tercer piso con un inquilino que un mes antes de la compraventa había firmado un contrato de alquiler a razón de 1.100 liras al mes (unos 385 euros). Cinco meses después, en la misma calle se pagan alquileres de hasta 1.800 liras.

En 2008, el vicegobernador del Banco Central de Turquía, Ibrahim Turhan, avisaba en una conferencia en EEUU de "la falta de viviendas, que requiere la construcción de más de 500.000 nuevas cada año", subrayando la tremenda oportunidad de negocio que ello representaba. En un país en el que el 40 % de la población tiene menos de 25 años, la demanda está asegurada. Además, a raíz del terremoto en la provincia oriental de Van en 2011, que provocó la muerte de 644 personas y fue el más letal desde el que en 1999 mató a unas 17.000 personas en la región del mar de Mármara y Estambul, el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan prometió la reconstrucción del parque inmobiliario del país para que todos los edificios incluyeran medidas antisísmicas.

Esto lo ha aprovechado el Ejecutivo para lanzarse a la recalificación de terrenos -no en vano, la revuelta de Gezi del pasado año se inició por una crítica a las políticas urbanistas del partido de Erdogan- y expandir el negocio constructor mientras en otros países del entorno este hacían agua. Por si fuera poco, en los últimos años han llegado a Turquía 1,5 millones de refugiados, fundamentalmente sirios, pero también libios y egipcios, lo que añade presión demográfica al mercado y en varias provincias ha provocado increíbles aumentos del precio de los alquileres.

Según datos del propio Banco Central, entre enero de 2011 y mayo de 2014, el precio medio por metro cuadrado de vivienda nueva ha pasado de 950 a 1.400 liras (333 a 491 euros), pero hay que tener en cuenta que Turquía es un país que presenta profundas desigualdades entre las regiones. En Estambul, por ejemplo, la evolución del precio de la vivienda nueva ha sido del 80 % en ese periodo.

Modelo turco: ladrillo y consumo interno

"El modelo de crecimiento del AKP se centra en la construcción y en el consumo interno", sostiene el economista Mustafa Sönmez, a la vez que advierte de que este modelo está incrementando la gran brecha existente no ya sólo entre el oeste y el este de Turquía, sino también entre Estambul y el resto del país. Según Sönmez, capitales financieros en forma de "inversiones que buscan un rápido beneficio" fluyen a Estambul, detrayendo así inversión extranjera directa que podría ir a centros de producción industrial como Esmirna (oeste), Kayseri (centro), Mersin o Adana (sur), lo que ha incrementado el desempleo en estas provincias por encima de la media del país. Pero además, el problema es que estos flujos se retroalimentan y, mientras el margen de beneficio de las inversiones en productos financieros e inmobiliarios en…

La inflación ha sido siempre un problema muy grave en Turquía (los precios se han triplicado en los 12 años de gobierno del AKP según los cálculos del Banco Central) pero lo del sector constructor turco adquiere cada vez más los tintes de una burbuja inmobiliaria en toda regla y publicaciones internacionales especializadas avisan ya del riesgo de "sobrecalentamiento".

Es cierto que, hasta 2008, en Turquía no existía un mercado hipotecario como tal y que las hipotecas que se conceden están normalmente limitadas al 70 % del precio de mercado de la propiedad (al contrario de lo que ocurría en España en el momento álgido de la burbuja inmobiliaria, en que los bancos ofrecían préstamos superiores al 100% de su valor), pero desde que aquel año se aprobase la nueva ley de hipotecas, que permite la titulización de este tipo de créditos y su comercialización en el mercado -una de las principales razones de la crisis financiera a nivel global- se ha producido una explosión de concesiones.

Aunque aún inferior al nivel de los países desarrollados, la deuda privada en Turquía ha ido en aumento. De acuerdo a Vefa Tarhan, la deuda de los hogares "se ha incrementado en torno a un 25% anual durante los últimos 7 años" y el porcentaje de deuda de las 500 mayores empresas turcas equivalía en 2011 al 140% del PIB. Algo más preocupante, según este economista, si se tiene en cuenta "que los países desarrollados tienen una cultura de gestión de la deuda, pero la sociedad turca no está todavía en esta etapa de desarrollo".

El bajo nivel de ingresos de la mayoría de la población turca y un escaso nivel de ahorro que, además, se ha reducido significativamente durante el gobierno de Erdogan -los ahorros privados pasaron del 25,5 % del PIB en 2001 al 12,3 % en 2010- ha elevado el riesgo de morosidad, que, si bien inferior todavía al de los países periféricos de la UE, presenta una tendencia al alza. Los últimos datos de la Agencia de Regulación y Supervisión Bancaria (BDDK) muestran que, en el primer semestre de este año, 811.283 personas no pagaron sus deudas de las tarjetas de crédito o préstamos a los bancos, un 22,7 % más que en el mismo periodo de 2013.

Durante meses, Erdogan ha presionado al Banco Central para que reduzca los intereses -ante la opinión contraria del gobernador de la institución monetaria- y, desde su nuevo cargo de jefe de Estado turco, una posición supuestamente independiente, probablemente continuará pidiendo la rebaja de tipos para así poder mantener el flujo de créditos a la economía en un momento en el que Turquía ha perdido su segundo mayor mercado de exportación (Irak). Si el Banco Central cede, supondrá echar más leña al fuego que está haciendo expandir la burbuja económica, algo que en Turquía -un país tremendamente vulnerable a las influencias externas- puede hacer que esta explote y degenere en una crisis en toda regla.

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– La exagerada muerte de la inflación (Project Syndicate – 2/9/14)

Cambridge.- ¿Hemos llegado al fin de la época de los altos índices inflacionarios? Hoy en día, cuando el mundo crece con lentitud, los niveles de deuda son elevados y existen tremendas presiones distributivas, es importante saber si la inflación se ha acabado o está meramente latente. Es cierto que las importantes mejoras institucionales a los bancos centrales han creado enormes barreras a que la inflación alcance niveles altos. Pero, en último término, parte importante de la credibilidad de un banco central deriva del contexto macroeconómico más amplio en el que se enmarca.

En la primera mitad de la década de los 90, el promedio de inflación anual era de un 40% en África, un 230% en América Latina y un 360% en las economías en transición de Europa del Este. Y, a principios de los 80, el promedio en las economías desarrolladas era de cerca de un 10%. Hoy la alta inflación parece tan remota que muchos analistas la ven poco más que como una curiosidad teórica.

Se equivocan. No importa de qué maneras los bancos centrales pueden querer presentar la tasa de inflación como una mera decisión tecnocrática: en última instancia, es una elección social. Y algunas de las presiones que ayudaron a contener la inflación durante las últimas dos décadas están desapareciendo.

En los años anteriores a la crisis financiera, el aumento de la globalización y los avances tecnológicos facilitaron mucho a los bancos centrales la tarea de generar un crecimiento sólido con baja inflación. No era ese el caso en los años 70, cuando el estancamiento de la productividad y el aumento de los precios de las materias primas convirtieron a los directivos de los bancos centrales en chivos expiatorios en lugar de héroes.

Es cierto que, en ese entonces, las autoridades monetarias se guiaban por antiguos modelos macroeconómicos keynesianos que alentaban la ilusión de que la política monetaria podía impulsar indefinidamente una economía con poca inflación y bajas tasas de interés. Los banqueros centrales de hoy en día ya no son tan ingenuos y el público está mejor informado, pero la tasa de inflación a largo plazo de un país sigue siendo el resultado de decisiones políticas, no tecnocráticas. A medida que se va haciendo más difícil optar, aumenta el riesgo para la estabilidad de los precios.

Si echamos un vistazo somero a los mercados emergentes, veremos que la inflación está lejos de ser un fenómeno acabado. Según el informe Perspectivas de la economía mundial de abril de 2014, publicado por el Fondo Monetario Internacional, en 2013 la inflación llegó al 6,2% en Brasil, 6,4% en Indonesia, 6,6% en Vietnam, 6,8% en Rusia, 7,5% en Turquía, 8,5% en Nigeria, 9,5% en la India, 10,6% en Argentina y la friolera de 40,7% en Venezuela. Puede que signifiquen una gran mejora si se comparan con los niveles de principios de los años 90, pero ciertamente no constituyen pruebas de la desaparición de la inflación.

Es verdad que las economías avanzadas se encuentran hoy en una posición muy diferente, pero no se puede decir que sean inmunes. Muchos de los mismos expertos que nunca imaginaron que estas pudieran acabar sufriendo grandes crisis financieras ahora se manifiestan seguros de que nunca van a padecer crisis inflacionarias.

Más importante es poder definir con precisión el punto donde trazar la línea entre las economías avanzadas y los mercados emergentes. Por ejemplo, la zona del euro es una mancha difusa. Imaginemos que no existe el euro y los países del sur han conservado sus propias monedas: la lira italiana, la peseta española, el dracma griego y así sucesivamente. ¿El perfil inflacionario de estos países se asemejaría más al de Estados Unidos y Alemania, o al de Brasil y Turquía?

Lo más probable es que sea un punto intermedio. La periferia europea se habría beneficiado de los mismos avances institucionales en la banca central que todos los demás, pero no hay ninguna razón en particular para suponer que sus estructuras políticas hubieran podido evolucionar de una manera radicalmente diferente. Los países del sur adoptaron el euro precisamente porque el compromiso de los países del norte con la estabilidad de los precios les dio una moneda con una enorme credibilidad antiinflacionaria.

Al final resultó que el euro no salió tan gratis como parecía. Lo que se ganó en credibilidad en cuanto a inflación tuvo como contrapeso una menor credibilidad en cuanto a su deuda. Si los países de la periferia de Europa tuvieran sus propias monedas, es probable que los problemas de deuda acabaran reflejándose en una elevada inflación.

No estoy diciendo que la inflación volverá pronto a economías seguras como EEUU o Japón. Aunque los mercados laborales de Estados Unidos se están reduciendo y el nuevo presidente de la Fed ha subrayado enfáticamente la importancia de lograr el máximo en los niveles de empleo, todavía hay pocos riesgos de que se produzca una alta inflación en el futuro cercano.

Aun así, en el largo plazo no hay garantía de que un banco central dado sea capaz de mantener su posición en caso de perturbaciones adversas, como el que persista la lentitud del crecimiento de la productividad, sigan los altos niveles de deuda y se mantenga la presión para reducir la desigualdad a través de las transferencias de fondos estatales. El riesgo sería especialmente alto en el caso de otros acontecimientos adversos de peso, como por ejemplo un aumento generalizado de las tasas de interés reales globales.

Reconocer que la inflación es un factor latente revela en toda su superficialidad la afirmación común de que cualquier país con un tipo de cambio flexible no tiene nada que temer de tener altos niveles de deuda, siempre y cuando esta se emita en su propia moneda. Imaginemos una vez más que Italia tiene su propia moneda en lugar del euro. Ciertamente, el país tendría mucho menos que temer de una abrupta estampida bancaria sobre su deuda. Sin embargo, dados los enormes problemas de gobernabilidad a los que todavía se enfrenta el país, hay muchas posibilidades de que su tasa de inflación acabaría pareciéndose más a la de Brasil o Turquía y que los problemas de deuda se reflejarían en una aceleración del aumento de los precios.

La banca central moderna ha hecho maravillas para reducir la inflación. Sin embargo, en última instancia las políticas antiinflacionarias sólo pueden funcionar en el contexto de un marco macroeconómico y político comprometido con la estabilidad de los precios. Puede que la inflación se encuentre en estado latente, pero ciertamente no ha muerto.

(Kenneth Rogoff, Professor of Economics and Public Policy at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief economist of the International Monetary Fund from 2001 to 2003. His most recent book, co-authored with Carmen M. Reinhart, is This Time…)

– Así gobiernan los ricos (Project Syndicate – 10/9/14)

Princeton.- Que los ricos tienen más poder político que los pobres, incluso en países democráticos en los que todo el mundo tiene derecho a emitir su voto en las elecciones, no es noticia precisamente, pero dos expertos en ciencias políticas, Martin Gilens, de la Universidad de Princeton, y Benjamin Page, de la Universidad NorthWestern, han presentado unas conclusiones desoladoras correspondientes a los Estados Unidos y que tienen consecuencias dramáticas para el funcionamiento de la democracia… en ese país y en otros.

La investigación de esos autores se basa en una labor anterior de Gilens, que recogió meticulosamente encuestas de opinión sobre casi 2.000 preguntas acerca de políticas de 1981 a 2002. Después los dos examinaron si el Gobierno Federal de los Estados Unidos adoptaba la política de que se tratara en el plazo de cuatro años después de la encuesta y rastrearon hasta qué punto se ajustaba el resultado a las preferencias de los votantes en diferentes puntos de la distribución de la renta.

Vistas aisladamente, las preferencias del votante "medio" -es decir, un votante del nivel medio de la distribución de renta- parecen tener una influencia muy positiva en la reacción del Gobierno en última instancia. Es mucho más probable que se promulgue una política que guste al votante medio.

Pero, como observan Gilens y Page, así se da una impresión engañosamente optimista de la representatividad de las decisiones de gobierno. Las preferencias del votante medio y de las minorías económicas selectas no son demasiado diferentes respecto de la mayoría de los asuntos normativos. Por ejemplo, a los dos grupos de votantes les gustaría que hubiera una fuerte defensa nacional y una economía sana. Un prueba mejor sería la de examinar lo que hace el Gobierno cuando los dos grupos tienen opiniones diferentes.

Para hacer esa prueba, Gilens y Page compararon las preferencias de los votantes medios con las de las minorías económicas selectas, definidas como las personas del décimo percentil del tramo superior de la distribución de la renta, para ver qué votantes ejercen una mayor influencia. Descubrieron que el efecto del votante medio baja hasta niveles insignificantes, mientras que el de las minorías económicas selectas sigue siendo importante.

La consecuencia es clara: cuando los intereses de las minorías selectas difieren de los del resto de la sociedad, son sus opiniones las que cuentan… casi exclusivamente. (Como explican Gilens y Page, debemos concebir las preferencias del 10 por ciento del tramo superior como representativas de las opiniones de los verdaderamente ricos, el uno por ciento, pongamos por caso, del tramo superior: la verdadera minoría selecta.)

Gilens y Page presentan resultados similares en el caso de los grupos de intereses organizados, que ejercen una poderosa influencia en la formulación de las políticas. Como señalan estos autores, una vez que se tienen en cuenta las orientaciones de los grupos de intereses y las preferencias de los americanos opulentos, "lo que piensa el publicó en general tiene muy poca importancia".

Esos resultados descorazonadores plantean una cuestión importante: ¿cómo es que resultan elegidos unos políticos que no atienden los intereses de la inmensa mayoría de sus votantes y -lo que es más importante- reelegidos, mientras que atienden más que nada a los deseos de los más ricos?

Una parte de la explicación puede ser la de que la mayoría de los votantes tienen una comprensión deficiente del funcionamiento del sistema político y de que está orientado a favor de la minoría económica selecta. Como subrayan Gilens y Page, sus resultados no significan que la política del Gobierno empeore la situación económica de los ciudadanos medios. Los ciudadanos de a pie con frecuencia consiguen lo que desean, en virtud de que sus preferencias son con frecuencia similares a las de la minoría selecta. Esa correlación de las preferencias de los dos grupos puede dificultar a los votantes la posibilidad de discernir la parcialidad de los políticos.

Pero otra –y más perniciosa– parte de la respuesta puede estribar en las estrategias a las que los dirigentes políticos recurren para obtener su elección. Un político que represente primordialmente los intereses de las minorías económicas selectas debe encontrar otros medios de atraerse a las masas. Esa otra opción está representada por la política de nacionalismo, sectarismo e identidad: una política basada en valores y símbolos culturales en lugar de intereses básicos. Cuando la política se basa en esos argumentos, ganan las elecciones quienes logran "estimular" mejor nuestros marcadores culturales y psicológicos latentes, no los que representan mejor nuestros intereses.

Una máxima célebre de Karl Marx fue la de que la religión es "el opio del pueblo". Lo que quería decir era que el sentimiento religioso podía ocultar las privaciones materiales que los trabajadores y otras personas explotadas experimentan en su vida diaria.

De forma muy semejante, el ascenso de la derecha religiosa y con ella las guerras culturales sobre los "valores de la familia" y otros asuntos muy polarizadores (por ejemplo, la inmigración) han servido para aislar la política americana del rápido aumento de la desigualdad económica desde finales del decenio de 1970. A consecuencia de ello, los conservadores han podido conservar el poder, pese a su aplicación de políticas económicas y sociales negativas para los intereses de las clases medias y bajas.

La política de la identidad es maligna, porque suele trazar límites en torno a un grupo privilegiado y requiere la exclusión de quienes no pertenecen a él: los de otros países, valores, religiones o etnias. Se ve con la mayor claridad en las democracias no liberales, como, por ejemplo, Rusia, Turquía y Hungría. Para solidificar su base electoral, los dirigentes de esos países apelan intensamente a los símbolos nacionales, culturales y religiosos.

Al hacerlo, suelen inflamar las pasiones contra las minorías religiosas y étnicas. Para regímenes que representan a minorías económicas selectas (y con frecuencia son profundamente corruptos), es una estratagema que da resultados estupendos en las urnas.

Así, pues, la desigualdad en aumento en los países avanzados y en desarrollo del mundo inflige dos golpes a la política democrática. No sólo contribuye a perjudicar más a las clases medias y bajas, sino que, además, fomenta entre la minoría selecta una dañina política de sectarismo.

(Dani Rodrik is Professor of Social Science at the Institute for Advanced Study, Princeton, New Jersey. He is the author of One Economics, Many Recipes: Globalization, Institutions, and Economic Growth and, most recently, The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy.…)

– ISIS, una crisis para Turquía (Project Syndicate – 2/10/14)

Estambul.- El reciente regreso sano y salvo de 46 rehenes turcos del Estado Islámico generó en Estados Unidos esperanzas de que finalmente Turquía se comprometa a unirse a la coalición internacional que ahora combate a la milicia islámica. Pero la voluntad turca de sumarse todavía debe superar dos escollos: la herencia de la desafortunada política de Ankara hacia Siria y una desconexión estratégica fundamental entre los gobiernos de Recep Tayyip Erdogan y Barack Obama.

Desde el comienzo de la guerra civil siria, hace tres años, Turquía proveyó apoyo logístico y financiero a casi todos los elementos de la oposición siria, y les permitió usar el territorio turco para reagruparse tras sus operaciones militares al otro lado de la frontera. Comprometida con un cambio de régimen en Siria, Turquía hizo la vista gorda ante las tácticas brutales, las ideologías radicales y las ambiciones desmedidas de algunos de estos grupos; ahora se teme que esta condescendencia haya permitido al Estado Islámico infiltrarse en Turquía y preparar los medios para ejecutar actos terroristas en suelo turco, con lo que podría tomar represalias contra la participación de Ankara en la coalición liderada por Estados Unidos.

Pero la reticencia de Turquía a integrarse a la coalición esconde algo más. Entre Turquía y Estados Unidos hay un desacuerdo básico respecto de cómo interpretar y enfrentar la amenaza del Estado Islámico. En pocas palabras, para Estados Unidos el Estado Islámico es el problema más apremiante de Medio Oriente, mientras que para Turquía es un síntoma de patologías más profundas.

Según la visión turca, una campaña cuyo solo objetivo sea destruir al Estado Islámico no impedirá que aparezcan amenazas similares en un futuro cercano. Y a diferencia de Estados Unidos, los países de Medio Oriente y sus vecinos no pueden ejecutar un "giro estratégico" hacia otra región si las consecuencias de intervenciones mal planificadas se les van de las manos.

En este contexto, los líderes turcos creen que la respuesta internacional al Estado Islámico debe ser mucho más ambiciosa: el objetivo debe ser reparar las causas subyacentes del actual desorden. Esto incluye convencer al nuevo gobierno iraquí de que abandone el sectarismo del ex primer ministro Nuri Al Maliki y ayudarlo a proveer servicios sanitarios, educativos y municipales básicos a todos los ciudadanos de Irak.

En cuanto a Siria, el único camino creíble hacia la normalidad pasa por obligar al presidente Bashar Al Assad a ceder poder. A tal fin, Estados Unidos y sus aliados deberían pensar en golpear los bastiones de Assad en Siria y crear áreas seguras para la oposición moderada bajo el manto protector de una zona de exclusión aérea.

En esto Turquía podría tener un papel central. La creación de áreas seguras para los sirios desplazados por el conflicto es vital para Turquía, que desde el comienzo de la crisis en 2011 recibió a más de un millón de refugiados sirios en su territorio.

En un solo fin de semana tras ataques del Estado Islámico sobre enclaves kurdos, cruzaron la frontera con Turquía más de 120.000 refugiados. Esta cifra es aproximadamente igual al número de sirios a los que se les permitió buscar refugio en toda la Unión Europea desde 2011.

No hay duda de que una campaña militar conjunta contra el Estado Islámico creará más desplazados en Siria, pero para Turquía, eso no implica que deban cruzar la frontera para obtener seguridad. En cambio, Turquía propone crear infraestructuras para atender las necesidades de la población siria desplazada, dentro de las fronteras de su país. Pero estos proyectos sólo tendrán sentido en el contexto de áreas seguras garantizadas por la comunidad internacional y protegidas por una zona de exclusión aérea.

El Estado Islámico plantea una amenaza mayor para Turquía que para cualquier otro país occidental, de modo que Turquía está obligada a participar en la campaña en su contra. Esto implica, antes que nada, aplicar puertas adentro una política de tolerancia cero que impida al Estado Islámico recabar financiación y adeptos en suelo turco. También es esencial una mejora continua de la seguridad fronteriza y una mayor cooperación con los organismos de inteligencia occidentales en la cuestión de los combatientes extranjeros.

Pero la necesidad turca de combatir al Estado Islámico no anula ni invalida las inquietudes de los líderes turcos respecto de los objetivos de Obama a largo plazo. Para que Estados Unidos y Turquía puedan colaborar en la erradicación del Estado Islámico, primero deben acordar una estrategia duradera para restablecer cierta apariencia de orden en una región convulsionada.

(Sinan Ülgen is Chairman of the Istanbul-based Center for Economics and Foreign Policy Studies (EDAM) and a visiting scholar at Carnegie Europe in Brussels)

– El nuevo palacio del "sultán" Erdogan (El Confidencial – 11/11/14)

(Por Andrés Mourenza)

Piensen en el Palacio Real de Madrid, en el Palacio de Buckingham o en el de Versalles. Los tres fueron residencias reales y, construidas entre los siglos XVII y XVIII, reflejan la fastuosidad propia de la monarquía absoluta. A ellos sólo puede compararse en dimensiones el recién estrenado palacio del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, levantado en Ankara sobre un terreno de más de 20 hectáreas y cuyos edificios ocupan una superficie de unos 40.000 metros cuadrados. Las residencias de los jefes de Estado de las principales repúblicas del mundo -incluidos la Casa Blanca de Obama, el Palacio del Eliseo de Hollande o el Palacio del Senado del Kremlin, sede de la presidencia de Putin- se quedan pequeñas en comparación con la nueva morada de Erdogan.

Aunque el nombre oficial del complejo es simplemente Palacio Presidencial, la nueva residencia ha recibido el nombre oficioso de Palacio Blanco, en turco Ak Saray, un guiño a las siglas del partido islamista moderado que gobierna en Turquía (AK Parti) y a la forma en que los turcos llaman a la residencia del presidente de Estados Unidos: Palacio Blanco. Otros, en cambio, han preferido bautizarlo como Kaçak Saray, es decir, el Palacio Ilícito, porque su construcción está sembrada de polémica.

Rodeado de fuentes y jardines, los tres edificios principales del complejo levantan cinco plantas del suelo y su fachadas se han construido -bajo la atenta supervisión de Erdogan- en un estilo que mezcla la modernidad con la tradición de los turcos selyúcidas, que gobernaron en Anatolia entre los siglos XI y XIV. En su interior, brillan los suelos de mármol y granito gracias a los enormes ventanales y a los lujosos candelabros. Hay suntuosos atrios y largos pasillos, escaleras de influencia barroca e incluso árboles que crecen en el interior. En total, son 1.000 habitaciones, parte de ellas para el uso privado de la familia y otras utilizadas como salas de trabajo.

Pero, sobre todo, el Palacio Blanco incluye medidas punteras de seguridad, como no podía ser de otra forma para un presidente obsesionado por los complots: en los últimos dos años ha acusado a medios  de comunicación internacionales, círculos económicos y antiguos aliados de su Gobierno de querer apartarle del poder, e incluso un asesor suyo llegó a asegurar que lo querían matar por medio de la "telequinesis". Así, la residencia presidencial incorpora tecnología antiescuchas y sistemas para evitar ataques cibernéticos y, dos pisos bajo tierra, se halla un búnker, protegido frente a ataques terroristas, nucleares y químicos, que podría servir como base de operaciones militares en caso de amenaza a la seguridad nacional.

El coste total del Palacio Blanco, según reveló la pasada semana el ministro de Finanzas, Mehmet Simsek, asciende a 1.370 millones de liras turcas (487 millones de euros), algo que la oposición ha tachado de obsceno en un país en que siguen existiendo grandes bolsas de pobreza. Sin embargo, y dado que aún se están edificando partes del complejo, como una gran mezquita, otras estimaciones hablan de que el monto total podría ascender a los 2.000 millones de liras. "En todo el mundo, los edificios y palacios presidenciales son lugares de prestigio. En algunos lugares son palacios heredados de otros tiempos, también hay parlamentos que son así. A veces es necesario tener símbolos de grandeza y pompa. En la tradición otomana así ha sido", justificó el viceprimer ministro, Bülent Arinç.

El precio no es el único escándalo al que ha tenido que hacer frente el Palacio Blanco. La construcción se ha llevado a cabo en la Granja Forestal Atatürk, un espacio boscoso de la capital turca protegido por ley. Para hacer lugar al complejo presidencial se han talado unos 3.000 árboles y otros 10.000 se han cambiado de lugar y además se han tenido que recalificar numerosas hectáreas, algo que ha llevado a que urbanistas, arquitectos y organizaciones sociales interpusieran una treintena de pleitos, en la mayoría de los cuales la Justicia ha dado la razón a los demandantes y ha pedido que se parasen las obras. Pero esto son minucias para Erdogan, quien el pasado marzo, tras una decisión que ordenaba la detención cautelar de los trabajos, espetó a la prensa: "Que lo derriben si tienen suficiente poder para ello. No serán capaces de pararlo".

"Erdogan trata de establecer un sultanato y esto es una buena muestra de ello", critica el presidente de la Unión de Colegios de Arquitectos e Ingenieros de Turquía (TMMOB), Mehmet Soganci, en declaraciones a El Confidencial: "No sólo se ha construido el palacio sin los necesarios permisos arquitectónicos, sino que además se han ignorado las sentencias judiciales. Pero no es la primera vez que lo hace, en todas las ciudades su Gobierno se niega a acatar la ley. Es un grave problema para la democracia en Turquía".

El Air Force One turco y el palacete de Estambul

Pero esta no es la única adquisición de Erdogan en sus escasos tres meses al frente de la Presidencia de la República. En Estambul acaba de completarse la renovación de un conjunto de palacetes que ocupan una superficie de 50.000 metros cuadrados y que conformarán su nueva oficina de trabajo en la metrópolis del Bósforo. El principal de ellos es el Palacete de Vahdettin, con vistas al estrecho que separa Europa y Asia y que fue morada del último sultán otomano antes de ascender al trono con el nombre de Mehmet VI.

Y esta obra tampoco ha estado exenta de polémica ya que, pese a estar incluido el palacete en la lista de patrimonio cultural inmueble, ha sido sometido a numerosos cambios: por ejemplo, la madera que enlucía la fachada ha sido sustituida por cemento y la cúpula que culminaba una de las torres, destruida para luego ser rehecha de forma diferente a la original. Otras cuatro mansiones que formarán parte del complejo han sido derribadas y luego reconstruidas por los operarios. Incluso Ilber Ortayli, uno de los principales expertos en historia otomana y exdirector del Palacio de Topkapi, denunció que "la renovación no ha sido hecha de acuerdo a la estructura original" del palacete.

Por otra parte, en la misma comparecencia en que se anunció el coste del Palacio Blanco, el ministro Simsek también informó de que se han pagado unos 150 millones de euros por el nuevo avión presidencial, bautizado por los comentaristas como "el Air Force One turco", en referencia al que utiliza el jefe de Estado en EEUU. Este Airbus 330 Presidential está equipado con cocina, salas de reuniones y los más modernos sistemas de seguridad, y según el propio Erdogan era necesario para poder hacer "vuelos sin escalas".

Casualmente, el avión había sido encargado hace dos años y medio, pero no se estrenó hasta el día en que comenzó la presidencia de Erdogan, a finales del pasado agosto. La oficina de trabajo en Estambul también había sido planeada con antelación, lo que indica que el mandatario islamista ya había decidido hace tiempo que continuaría gobernando pesase a quien pesase, bien desde su puesto como primer ministro o desde la actual presidencia. Los estatutos del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP o AK Parti) prohíben que sus miembros pueda ejercer un cargo público durante más de tres legislaturas consecutivas y de ahí que Erdogan buscase su elección como presidente tras once años como primer ministro, pues esta regla le impedía presentarse a las elecciones generales de 2015. Otro dato indicativo de que el político turco pretendía mantener las riendas del poder es que el Palacio Blanco había sido encargado originalmente como residencia del primer ministro, una designación que no ha tenido empacho en modificar en cuanto ha ascendido a la Presidencia. 

La Nueva Turquía de Erdogan

Desde la fundación de la República sobre las cenizas del Imperio Otomano en 1923, los presidentes turcos se habían alojado en la Mansión Rosa de Çankaya, donde ejerció sus funciones el fundador de la moderna Turquía, Mustafa Kemal Atatürk. Ahora, este edificio alojará al primer ministro, el delfín de Erdogan, Ahmet Davutoglu, a quien la oposición tacha de mera "marioneta" del presidente. Mientras tanto, Erdogan se alojará en el mucho mayor Palacio Blanco, una nueva muestra de que pretende dar a la jefatura de Estado un papel más ejecutivo que el que tenía hasta ahora, prácticamente sólo ceremonial, y evolucionar así hacia un régimen presidencialista.

"Nos hemos trasladado al nuevo Palacio Presidencial porque la actual residencia no ofrecía los servicios adecuados para la presidencia. Ya saben ustedes que ahora estamos en la Nueva Turquía. Y el nuevo lugar, hecho a nuestro estilo, es la herencia de una civilización", explicó Erdogan tras la inauguración de su nuevo palacio, subrayando la influencia "selyúcida" y "otomana" del edificio.

Para Mehmet Soganci, el nuevo palacio tiene un importante componente "ideológico". "Erdogan quiere acabar con la herencia de Atatürk", añade el presidente de TMMOB, en referencia al considerado padre de la patria turca, quien modernizó el país y estableció un régimen laico y modelado a la francesa.

"Todo orden político nuevo establece también un nuevo orden espacial que represente su proyecto político", explica a El Confidencial Tarik Sengul, profesor de Teoría política, social y urbana en la Universidad Técnica de Oriente Medio (ODTÜ): "Y el Palacio representa una ruptura radical de Erdogan con el anterior orden vigente, el kemalista. Intenta así presentarse como el fundador de un nuevo orden". Para Sengul, lo más preocupante es el hecho de que Erdogan se muestre abiertamente contrario a acatar las decisiones judiciales sobre las obras del Palacio: "Cuando estableces un nuevo sistema político, siempre hay un cierto grado de violencia política. Y supongo que esto, pasar por encima de la ley, es la violencia política que necesita Erdogan para fundar el nuevo sistema, la Nueva Turquía".

En el Anexo II se presenta una amplia información estadística, para que ustedes mismos, puedan elaborar sus conclusiones particulares (dar o quitar razón).

Turkey Overview – World Bank Group (WBG)

Country and regional perspectives (WEO – FMI) – October 2014

Country Statistical Profiles: Key Tables from OECD – © OECD 2014

OECD Economic Surveys: Turkey 2014

Invest in Turkey (Investment Support and Promotion Agency – www.invest.gov.tr – 2014)

Est. del Com. Internac. www.wto.org/spanish/res_s/statis_s/its2014_s/its14_toc_s.htm

World Bank Group – Turkey Partnership: Country Program Snapshot – October 2014

World Bank – Trading up to high income – Turkey country Economic Memorandum – May 2014

Country partnership strategy for Republic of Turkey for the period 2012-2015 – The World Bank Group

Los espero en Estambul…

Anexo II – Turkey

Monografias.com

World Development Indicators

Monografias.com

Monografias.com

Global Economic Prospects – Forecasts

Monografias.com

Turkey Overview

Context

Turkey is one of the largest middle-income partners of the World Bank Group (WBG).  With a Gross Domestic Product (GDP) of $ 786 billion, Turkey is the 18th largest economy in the world. In less than a decade, per capita income in the country has nearly tripled and now exceeds $ 10,000. Although economic growth was slowed by the onset of the global economic crisis in 2008, it has nonetheless remained resilient -making Turkey an example from which other countries in the region can learn. Labor markets have recovered fast after the crisis and both the seasonally-adjusted unemployment and employment rates have also improved on their pre-crisis levels.

Turkey has made considerable advances in competitiveness over the past decade, moving ahead 16 spots to number 43 in the World Economic Forum"s Global Competitiveness Index, for example. During this time Foreign Direct Investment (FDI) has grown from just over $1 billion to an average of $ 13 billion in the past five years.

Furthermore, fundamental reforms carried out after 2001 have allowed Turkey"s financial sector to remain relatively strong in spite of the global economic crisis. Turkey was the only country in the Organization for Economic Cooperation and Development (OECD) which did not provide public sector support to the banking sector in the wake of the crisis.

While Turkey"s economic outlook remains favorable compared to the rest of Europe or indeed the MENA region, the country"s medium-term challenge is to increase productivity and competitiveness while simultaneously reducing its reliance on foreign savings to make growth less volatile and more sustainable throughout the country.

Turkey has a deep-rooted, albeit complex relationship with the European Union (EU). The EU remains Turkey"s largest economic partner, accounting for 46% of Turkish trade in 2011. Turkey became a candidate for full membership in the EU at the Helsinki summit in 1999. Accession negotiations began in October 2005 and continue to progress, despite a number of political obstacles (including relations with Cyprus). Following the June 2011 elections, the Government upgraded the institution that oversees EU accession into the new Ministry for EU Affairs. Negotiations on 13 chapters of the acquis communautaire, the legal order of the EU, are currently open.

Turkey is a member of the OECD and the G20, and an increasingly important donor to bilateral Official Development Assistance (ODA). 

The World Bank Group continues to support the government of Turkey in achieving its development goals through the implementation of a program that is highly focused on results, through lending and the provision of technical advisory services. Strategic areas of engagement include private sector development, public finances, energy, climate change, health, education, environmental management and municipal services.

Strategy

Turkey has been a member of the World Bank Group for more than 60 years, first joining in 1947. The most recent Country Partnership Strategy (CPS) for Turkey 2012-2015 envisages financing levels of up to $ 4.45 billion and the increased provision of analytical and advisory services, as well as new services and instruments, including fee-based services. This latest CPS has three main strategic objectives and pillars:

i) Enhanced Competiveness and Employment

ii) Improved Equity and Public Services

iii) Deepened Sustainable Development

This portfolio includes 10 lending projects focusing on financial and private sector development, urban development, energy, transport, and health. This work is supplemented by an additional $ 109 million from the Turkey Trust Fund Portfolio, most of which ($ 100 million) is from the Clean Technology Fund (CTF). The World Bank Group also carries out an Analytical and Advisory Program with the Government of Turkey and a broad range of stakeholders. These services focus on long term structural and institutional issues, including improvement in the investment climate, boosting domestic savings, promoting skills and job creation with a particular focus on female employment, and diversifying the country"s exports.

The International Finance Corporation maintains an active partnership with Turkey. Turkey has been a member of the IFC since 1956 and is now the second largest IFC client. From 2008-2011 the IFC invested $ 3.7 billion in Turkey through 47 projects, and in 2010, the IFC established the first IFC Operations Center in Istanbul. During FY2012-2015, IFC"s own account investment program in Turkey will be up to $ 2.0 billion.

The IFC aims its support toward under-served segments of the economy, including female entrepreneurs and micro, small, and medium enterprises (MSMEs). The IFC is also planning to invest in energy efficiency, renewable energy, municipalities, and poorer regions of Turkey and has a growing partnership with Turkish companies to implement investments in third markets.

Results

Turkey"s development achievements are impressive, and the country is on track to meet its Millennium Development Goals. The World Bank Group has supported these achievements in selected areas, such as competitiveness, employment, health, education, and the energy sector.

Enhancing Competitiveness and Employment: Turkey has advanced considerably in global competitiveness rankings during the past decade, and in 2012, Turkey advanced 16 ranks to 43rd place in the World Economic Forum"s Global Competitiveness Index.

Foreign Direct Investment rose from just over $ 1 billion in the early 2000s to an average of $ 13 billion in the past five years. A new incentive scheme launched in April 2012 and a series of legal initiatives, including the introduction of a new commercial code, contribute to making Turkey a globally competitive place to do business. Turkey"s efforts to promote investment and competitiveness also focused on deepening and broadening financial markets, and to expand medium and long-term access to finance for Small and Medium Enterprises (SMEs). World Bank support includes the ongoing $ 900 million Fourth Export Finance Intermediary Loan, which is the last in a series that provided financing to medium-sized exporters in Turkey amounting to $ 1.7 billion. The First and Second Access to Finance for SMEs credit lines provided financing to SMEs amounting to $ 1.2 billion. Advisory work and technical assistance focus on investment climate, including access to finance, financial market diversification and innovation, employment policies, and gender.

Key achievements supported by the World Bank include:

•SMEs and exporting firms had access to medium-term access to finance through SME credit lines, amounting to some $ 4 billion over the past 10 years.

•During 2011, nine IFC client companies issued more than 465,000 micro loans and almost 460,000 SME loans, and held outstanding MSME portfolio exceeding of $ 35.1 billion (end of 2011).

•More than 17,500 jobs were saved in SMEs which benefitted from medium-term financing under World Bank-financed credit lines.

•As of January 2012, IFC"s portfolio companies in Turkey provided more than 90,000 jobs (29 companies reported employment figures).

•A new commercial code was introduced in 2012.

•An Investment Advisory Council was established in 2004. On an annual basis, the Council brings together top private sector executives, Government policy makers and international financial institutions to discuss and agree on measures to improve Turkey"s investment climate.

•IFC invested over $ 500 million in 20 projects with Turkish companies investing outside Turkey.

Improved Equity and Public Services: Turkey"s rapid growth and development over the past decade is one of the success stories of the global economy. After a banking crisis in 2001, the country embarked on a concerted path of structural reform. Per-capita income almost tripled in less than a decade and Turkey, with a population of 75 million, is now an upper middle-income country and the world"s 18th largest economy. Social outcomes have also improved considerably as a result of economic growth and improved public service delivery, with increased access to education (and virtually universal enrollment at the primary level as well as rapidly increasing secondary enrolment) and health services (linked to the Health Transformation Program).

1. Supporting Turkey"s Health Transformation Program: Turkey"s Health Transformation Program is an inspiration and example to others of how health performance can be turned around quickly. Turkey introduced the Health Transformation Program in 2003 to reform the way health care was financed, delivered, organized, and managed. Turkey has since then considerably reduced maternal mortality, which fell from 28.5 deaths per 100,000 live births in 2005 to 15.5 deaths in 2011. It has therefore already met its Millennium Development Goal on this indicator. There has also been a sharp decline in infant mortality, from 20.3 deaths per 1,000 live births in 2005 to 12.2 in 2012. The World Bank supported Turkey"s Health Transformation Program in two phases. The first phase, through the Health Transition Project, supported the introduction of the family medicine model, and helped build the capacity of the Ministry of Health and the Social Security Institute to expand health insurance coverage and improve family medicine service delivery. The second phase, through the ongoing Project in Support of Restructuring of Health Sector, supports reforms aimed at increasing hospital autonomy, expanding family medicine services, and further strengthening performance management and pay-for-performance initiatives.

Key achievements supported by the World Bank include:

•An increase in coverage of health insurance, from 71% of the population in 2003, to 99% in 2011. Starting from 2012, the entire population is covered by the Universal Health Insurance by law.

•An increase in population enrolled with family medicine from zero in 15 pilot provinces in 2003, to the entire population by 2010.

•An increase in the utilization of primary care services to 3.3 outpatient visits per capita in 2011 compared with 2.1 in 2008.

•An increase in patient satisfaction with primary care services in provinces where family medicine was introduced, from 69% in 2004 to 89.8% in 2012.

•An increase in patient satisfaction with health services in public hospitals from 41% in 2003 to 76% in 2011.

•Unification of social security systems, and transfer of all hospitals to the Ministry of Health, giving people the possibility to choose where to be treated.

2. Better Quality and Equity of Education: Turkey has made remarkable progress in improving education in the last two decades. Turkey has achieved almost universal primary education (net enrollment rate of 98 percent) and has significantly increased net secondary school enrollment (70 percent). Results from the 2012 Program for International Student Assessment (PISA), which measures learning outcomes of 15 year olds, show remarkable progress since 2003. This progress represents more than a half year of schooling in each of the tested subjects. At the same time, inequalities in results have decreased substantially. The World Bank continues its engagement with the Ministry of National Education, through a series of analytical studies that draw from international best practices, in the areas of early childhood education and quality and efficiency of education. Proposed future work will assess issues around school autonomy and school financing.

Key achievements supported by the World Bank include:

•Revision of 66 secondary education curricula.

•Development of 1,151 modules for vocational education.

•Revision of 50 secondary education textbooks.

•Introduction of a web-based career guidance system in 2010.

•School grants made available to 3,671 schools in 60 sub-provinces with low enrollment rates to finance school-level needs.

Deepened Sustainable Development: Turkey"s comprehensive energy reforms over the past decade have transformed the sector, achieving more effective management and regulation, mobilizing substantial levels of private investment, increasing energy security and reliability of energy supply to households and firms, developing significant renewable energy capacity and investments, and beginning to increase energy efficiency and reducing greenhouse gas emissions to mitigate climate change. Sustainable management of natural resources are growing in importance, as Turkey"s natural resources face increasing pressures, and cities are at the forefront of Turkey"s sustainable development agenda. World Bank financing and technical assistance supports reforms in the energy sector, climate change, as well as measures to strengthen environmental management at the national and municipal level.

1. Increased Energy Efficiency and Reliability, Increased Use of Renewable Energy: Electricity demand has been growing between 7% and 8% annually on average, driven by Turkey"s rapid economic growth, industrialization and steady population growth. Energy efficiency has emerged as a policy priority due to the relative high energy intensity of the economy and its need to maintain its competitiveness. Although total primary energy supply per capita in Turkey is still low -1.44 tons of oil equivalent (toe)/capita in 2010, compared to the OECD average of 4.39 toe/capita- the Turkish economy is comparatively energy intensive. The energy sector represents one of the largest portions of the World Bank"s financing portfolio in Turkey, at about 35% of total net commitments. World Bank-financed projects range from electricity transmission to private sector financing for renewable energy and energy efficiency. During the last five years, IFC significantly increased its financing in the renewable energy projects and has invested $ 2.3 billion in 5 projects in the power generation sector. Also, IFC has invested about $ 700 million in 17 energy efficiency projects, of which more than half was channeled through commercial banks for on-lending to energy efficiency projects. Turkey was the first country to benefit from the Clean Technology Fund. The Environmental Sustainability and Energy Sector Development Policy Loan series focused on enhancing private sector clean technology investments and on integrating climate change considerations in key sector policies and programs. Through the World Bank, Turkey is participating in the Partnership for Market-Readiness to help it set-up a Green House Gas monitoring, reporting, and verification system in the power and industrial sectors and prepare for a possible use of a market-based instrument to mitigate the impact of climate change. Starting in 2013, World Bank technical assistance will be scaled up, utilizing the EU Instrument for Pre-Accession Assistance to support energy reforms in line with EU policies, and strengthen institutional capacity in the areas of power and gas market development, energy efficiency, and renewable energy integration.

Key achievements supported by the World Bank include:

•Greenhouse gas emission reduction estimated at 3.3 million ton per year through the financing of renewable energy and energy efficiency projects.

•Electricity produced from privately owned renewable generation facilities increased by more than seventeen times, from 1,490 GWh in 2002 to 26,234 GWh in 2012.

•Through its investments in the power sector IFC has reached 7.9 million customers.

•Expansion of electricity transmission lines of about 7,000 Km from 2002 to 2011. Transmission expansion and upgrades have strengthened the system's reliability by adding transfer capacity equivalent to supply power to an estimated additional 4.6 million households.

•Decrease in the number and duration of interruptions faced by consumers in eight regional companies between 39% and 37% and 78% and 82%, respectively.

•Improvement in collection efficiency of eight regional companies, between 96% and 103%.

2. Strengthened Disaster Prevention and Management. Turkey remains vulnerable to natural disasters, particularly earthquakes, and the city of Istanbul remains highly vulnerable due to its location on the North Anatolian Fault, high population, and commercial/industrial densities. The World Bank provides support through the Istanbul Seismic Mitigation and Emergency Preparedness (ISMEP) Project, which aims at improving the city"s preparedness for a potential earthquake through enhancing the institutional and technical capacity for disaster management and emergency response, strengthening critical public facilities for earthquake resistance, and supporting measures for better enforcement of building codes.

Key achievements supported by the World Bank include:

•702 public buildings were retrofitted or constructed in Istanbul, including schools that serve more than 750,000 students and teachers, and hospitals/clinics that serve about 1 million patients annually.

•The back-up Disaster Management Center is operational and the construction of the Istanbul Governorship"s main Disaster Management Center was completed.

•A first-in-Turkey digital inventory of cultural heritage buildings of Istanbul was developed under the authority of the Ministry of Culture and Tourism.

•450,000 people were trained in disaster preparedness and an estimated 5 million citizens reached via social and public media through the Public Awareness and Neighborhood Community Volunteers programs.

•3,630 engineers throughout the country were trained in the seismic retrofitting code, and two pilot municipalities of Pendik and Bagcilar became the first in Turkey to introduce e-services for building permits issuances to their citizens.

Improved Municipal Services and Urban Environmental Management. The demand for quality urban environmental management and municipal services -water, wastewater treatment, solid waste collection, and waste disposal services- is expected to continue rising in Turkey. Turkey is experiencing rapid urbanization, with about 65% of Turkey"s population living in urban areas, amid expectations that this will increase to more than 80% by 2030. In the urban sector, the Bank provides financial and technical support through the Municipal Services Project and Land Registration and Cadaster Modernization Project. IFC"s first engagement in the municipal sector in Turkey was with the Metropolitan Municipality of Istanbul, under the KK metro project in 2008. In December 2012, IFC closed a second transaction with the city of Izmir targeted at improving the sea transportation, the traffic management and the emergency response system.

Key achievements supported by the World Bank include:

•Percentages of non-revenue water were significantly reduced in targeted cities by the end of 2012, such as Asat (Antalya), where losses were reduced from 52% to 44%, Kutahya (from 69% to 35.5%), and Mersin (from 66% to 50%).

•More than 1.8 million people in eight cities around the country benefitted from new or rehabilitated municipal water supply systems.

•Sewerage services increased dramatically in some cities, such as Ilica, where the percentage of the city population connected to the sewer network increased from 40% in 2006 to 90% by the end of 2012, Antalya (from 43% to 69% percent).

•The number of cadaster disputes in courts decreased from 4% to about 2% of annual transactions (0.3% for renovated parcels) due to improved technology and the consultative nature of the survey methods introduced by TKGM.

•The time to respond to cadaster data requests was reduced from one week to two hours.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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