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Un dedo de censura frente al sol de internet (del más exquisito ballet a la soez pornografía)



  1. Introducción
  2. Un consumo cultural de nuevo tipo
  3. En la telaraña de la TIC
  4. Contrapunteo universal entre censura y libertad de expresión
  5. Ver y no solo mirar
  6. Conclusiones

Introducción

En texto anterior sobre la subversión política en el discurso artístico literario, interrogábamos sobre el paradero de los críticos cubanos, que apenas si tomaban partido en las actuales guerras psicológica y mediática que se nos impone. Recordábamos también la acometida de los Marinello, el Grupo Minorista y las Mirta Aguirre en sus respectivos discursos y momentos históricos, cuando enfrentaban no solo el mal arte y la mala literatura, tenían también el valor de defender sus posiciones abiertamente ante cualquier reaccionario. Conocidas son aquellas críticas que se mantienen en tanto ejemplos de lucha ideológica. Proverbiales son las críticas de Martí antes las calumnias de ciertos periodistas contra el pueblo cubano. Ellos todos se introdujeron en los intersticios más delicados de sus épocas y esgrimieron un discurso claro, digno, sin concesiones de ninguna índole, ni a mercados ni a enemigos.

Hoy, sin embargo, nos sobran intelectuales pero nos faltan obras como aquellas, esclarecedoras, vencedoras.

Faltan obras de mármol, frías y firmes. Adolecemos del crítico que penetra la plástica reaccionaria y la desenmascara. Falta el crítico del discurso literario que visibiliza la intención perversa en el poema esbelto o desliga del tropo irónico, y hasta sarcástico, la noticia mefítica. Falta el bloguero avezado capaz de descubrir el tóxico en la información inmediata. Y sobre todo, como señalara un colega hace solo unos días, falta el letrado que desgarra la indumentaria del consumo subterráneo.

Y se sabe que no señalamos la ausencia total sino el raquitismo.
Ahí está La Jiribilla ostentando su necesaria presencia, y otros
sitios, y periodistas y blogueros. Pero no basta. Se trata de llegar a la mayor
cantidad de sitios y espacios posibles, de lograr una participación generalizada,
de todo el que posea la posibilidad desde todos los puntos de vista. Se sabe
también que este esfuerzo debe ser multilateral y multidisciplinario.
Pero mientras se logre ese proceso ideal, el crítico de arte y literatura,
que posee casi todas las herramientas, debe jugar más activamente.

Un consumo cultural de nuevo tipo

Las numerosas reflexiones e ideas sobre el consumo cultural, recientemente presentes en casi todos los espacios televisivos y de comunicación del país, demostraron, entre otros muchos aspecto, que existe un consumo cultural que supera las expectativas de la programación oficial; un consumo que incluso llega a planificarse de manera individual: el propio sujeto, el ciudadano común, escoge las ofertas a su libre arbitrio dada la posesión y dominio de las TIC y las disfruta sin mayores preocupaciones, a contrapelo a veces del deseo de las instituciones culturales estatales. Es decir, aquel posicionamiento social de las instituciones, que posibilitaba una mayor influencia en la educación del gusto de los ciudadanos, ha perdido espacios, se ha adelgazado y cada día se tornará menos influyente si no se adoptan nuevas estrategias. Existe, en fin (y contrario al todavía escaso acceso a Internet por la población), un consumo cultural subterráneo que se amplía y eclipsa a cada paso la programación cultural de las instituciones estatales.

También la censura ha perdido la posibilidad de callar a quienes no deseamos escuchar, pese a lo contraproducente que a veces se tornan dicha censura y demás prohibiciones.

Se sabe que la mayoría de los adolescentes y los más jóvenes no leen la prensa oficial (el Granma, el Juventud, Trabajadores, Bohemia o los periódicos territoriales), ni se enteran de cuanto ocurre en el mundo a través de esa prensa. Solo algunos visitan sus soportes digitales. Es en las escuelas y universidades donde adquieren la mayor información política, pero sobre todo a través de los Twitters, SMS, los medios telemáticos, precisamente donde la información no parece política. Si bien no se conoce con profundidad la personalidad de empresas de desarrollo de dispositivos de redes, como Cisco, Juniper o Enterasy y Siemen, ni redes de servidores o proveedores de contenidos, ni a quiénes pertenecen, no es menos cierto que se ha extendido con celeridad inaudita la interacción en Wi-fi, Google, Facebook, Yahoo y otros. Hasta los que nada saben de estas redes y empresas interactúan de una forma u otra a través de ellas; en su inmensa mayoría los adolescentes y más jóvenes, definitivamente los más vulnerables.

Ese es el espacio que se debe colmar de verdades y argumentos, ese es el nuevo escenario, el nuevo teatro de operaciones: los espacios tradicionales cada día son más excluidos de las preferencias de estos actores sociales, aunque se siga afirmando que la aceptación de la radio por la población no sufrió ninguna disminución con la aparición de la televisión. (Ciertamente, Internet pertenece también a los conocidos mas media, pero es Internet.)

También se conoce del amplio consumo del llamado "paquete"
en todo el espectro social cubano, de las posibilidades de que el pueblo adquiera
y disfrute de productos culturales de todo tipo y de la más diversa procedencia.
Ya el estado —para anotarlo con mayor claridad— ha perdido el privilegio
que tenía hace uno o dos lustros atrás en Cuba. Hoy el cubano
lo mismo puede disfrutar de un ballet de altísima calidad, que consumir
un video pornográfico o un texto explícitamente subversivo, bien
censurados estos últimos por las autoridades. La contemporaneidad plantea
esos retos. Las actuales circunstancias, descarnadas, le piden cuenta a la incapacidad,
a la falta de iniciativa, a la inercia.

En la telaraña de la TIC

¿Qué esperan, pues, los críticos nuestros para, desde la altura de sus conocimientos y con el argumento de la objetividad, desenmascarar por ejemplo, el sentido contrarrevolucionario de las acciones plásticas de Tania Bruguera? Muy poca objetividad se ha publicado sobre el arte de esta creadora, ni sobre sus extravagancias internacionales. Y el pueblo o parte de él consume y disfruta hasta ingenuamente sus enunciados. Tampoco se lee una crítica desenmascarante de la intencionalidad de textos contra el proceso revolucionario cubano como La nada cotidiana, de Zoé Valdés, o Prostitutas en Cuba, de Amir Valle. Tampoco la música que se consume, de carácter reaccionario, cuya intencionalidad ha sido explícitamente aventurada, se ha criticado, ni las acciones negativas en espacios culturales, como el caso de algunos grupos de punk o punk-rock (más o menos en la línea del literario realismo sucio, escatológico, despreciable, escoria, vago, pero en la música) que propagan irreverencia a los símbolos patrios y pornografía entre los más jóvenes (Porno para Ricardo, dirigido por Gorki Águila, fue uno de ellos, que "Son porno, son populares", dice su discografía), u otros de hip-hop, quijotes del libertinaje como Los Aldeanos, o raperos y reggetoneros de similar proceder. Han tomado Internet como héroes desterrados de la sociedad cubana… ¿Y el cine y los audio-visuales?… Hay una mezcla inesperada de banalidades (con un fuerte mercado subterráneo) de audiovisuales (musicales también) y coproducciones de toda índole, donde no pesan tanto las concesiones de tipo económicas como las político-ideológicas. Aquí abundan con sentido comercial las vulgaridades, el "hiperrealismo" (entrecomillado porque no nos referimos a la corriente artística), la violencia, lo pornográfico por un lado y por otro, la nociva intencionalidad groseramente manifiesta. Se confabulan —en tanto cruel motivación— el mercado por una parte y la subversión política por otra. Todo ello en películas y videos que se están comercializando en nuestras propias narices. No hay nada oculto; lo único que no está aprobado por las autoridades. Como si se hubiera dado luz verde a ciertos productos, copiados, robados, manipulados en el actual escenario… Pero volvamos a Internet.

Allí está —solo se precisa pinchar en Google, en
Facebook, en Monografía.com, en la blogosfera o en otro sitio web cualquiera—,
la obra de Tania Bruguera. Casi toda, si no toda, posee un carácter contrarrevolucionario
y está encaminada a distorsionar la realidad de los hechos históricos,
a trastornar el conocimiento de los cubanos, a desvirtuar en el escenario internacional
el sistema que defendemos. Sus performances cuentan con numerosos consumidores
y una crítica positiva "despolitizada" que los menos avisados
siguen y apoyan. Sin embargo, adolecemos de una crítica honesta que descalifique
su mensaje sutil. Solo unas pocas reflexiones han desgajado el engranaje de
códigos, sarcasmos, paradojas, moralejas, caricaturas, extravagancias,
desnudos innecesarios (como ganchos), que articulan la intencionalidad de dicha
obra (toda una visualidad tropológica, a veces de mensajes grotescos,
bien conocidos por los especialistas), cuando debía visibilizarse una
avalancha de argumentados textos, dada la cantidad y preparación de nuestros
críticos y curadores. No se necesitan muchas herramientas para comprender
sus eslogan y pretensiones, pues los mensajes son bastante sencillos y directos,
casi explícitos; como debe ser la codificación para que llegue
a todos los estratos sociales.

Por Cubanet, un sitio de la Prensa Independiente, anda otro gran héroe de la ayuda internacionalista brindada por Cuba al pueblo angolano, publicando unas fotografías bien dudosas y unos libros atiborrados de mentiras y distorsiones. Se trata de Guillermo Fariñas Hernández. Sí, sí, Coco Fariñas, el mismo que se puso a hacer huelgas de hambre en Cuba para presionar al gobierno y por poco se lo traga su propia mentira. Posee varios panfletos escritos —entre ellos, Retazos de un ayuno (2006) y Radiografía de los miedos en Cuba (2009) — y ostenta varios premios otorgados por Reporteros sin Fronteras y organizaciones de derechos humanos. De su última novela (o panfleto) El abismo por dentro (2014) anota Rafael Vilches Proenza, poeta y egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, que radica también en EE.UU.: "La novela de Coco Fariñas sobre las guerras de África, va por caminos poco trillados en la narrativa cubana, una denuncia al infierno del ejército de los Castros. Un testimonio vivo por uno de sus contendientes"… Ellos se alaban unos a otros, por supuesto con mentiras. Por eso llamamos panfletos a sus libros, por el protagonismo de la mentira y la distorsión: el arte y la literatura auténticos son siempre honestos.

También operan en el ciberespacio los cibermercenarios con sus blog y sus distorsiones, tales como los famosos "Generación Y", de Yoani Sánchez, "Octavo Cero", de Claudia Cadelo y Sin "Evasión", de Miriam Celaya González; promoviendo el "cambio" por medio del oportunismo y la inmediatez: cada error, negligencia, falla del sistema socialista o imposibilidad de resolver algún problema, lo divulgan por el mundo de manera insultante, con el fin de demostrar la incapacidad de nuestra sociedad, del sistema y del gobierno revolucionario. Las fallas las transforman o intentan transformarlas en escándalos internacionales, las venden con una connotación irreal que, por supuesto, confunden a los menos avisados. La misma rancia intencionalidad de demonización del socialismo y el comunismo. Nada nuevo. Estos contagiados de yanquimanía, junto a las conocidas Damas de Blanco y algunos más, entre ellos los futuros "nuevos líderes sociales" preparados en el Norte, logran una clara presencia en las redes sociales. Acaso sean estos más dañinos que quienes interactúan con "grandes obras literarias o de arte" (panfletos colmados de ponzoña) en otros espacios de Internet, pues estos mercenarios de la blogosfera, montados en Twitter, SMS, Wi-fi, incluso en Facebook o Cubadebate (opinando sobre los textos que allí aparecen), andan peloteando mentiras y creando bolas por toda La Habana. Llegan hasta nuestras casas. Se los puede encontrar en un ómnibus, en la esquina de un parque, en la cama mientras descansamos, en las playas y centros de recreación, en una barra, en las oficinas de cualquier institución, en cualquier lugar de este país.

En esta línea, quiere la idea adulterada de mantener la unidad de los cubanos a toda costa obligar a asumir el papel de corderos. La unidad discrimina a reaccionarios y cibermercenarios cubanos: se exige de los revolucionarios, grupos y capas sociales honestos. ¿A qué se le teme, pues, si nos están haciendo una guerra abierta?

Obramos tan apegados a los espacios y discursos de la institucionalidad
—lo cual se torna también imprescindible en el nuevo contexto de
la lucha, que no significa docilidad ni genuflexión ante la voz oficial,
parafraseando al Che—, que apenas si asimilamos el apremio de enfrentar
la guerra en un nuevo cronotopo, como decía Bajtín.

De modo que ardua tarea deben enfrentar los críticos revolucionarios en los nuevos espacios que nos han reservado las circunstancias actuales, que desbordan la dominación y hegemonía del discurso oficial en el espacio de la sociedad cubana. Tales condiciones acentúan la globalización hegemónica de la cultura imperialista, del individualismo y el consumismo en tanto efecto de permeabilización de cualquier sociedad. Aunque el estado no tiene la posibilidad de garantizar determinados niveles de posesión en todo el pueblo de ciertas tecnologías ni dispositivos, no deja de entrar en el país, por otras vías no gubernamentales, una amplia diversidad de telefonía celular de conocidas empresas mundiales como Samsung (líder mundial de telefonía móvil), LG (ambas de Corea del Sur), de Microsoft Mobile o Apple, con aplicaciones que van desde el ya obsoleto Bluetooth, pasando por el Zapya hasta el sistema operativo Android, que domina en el mercado mundial con 63,3%.

En algunas zonas de la capital, por ejemplo, en cada ómnibus de transporte público, se pueden enumerar de 5 a 10 celulares, que pueden ir desde los primeros y aún eficaces Motorola y Nokia (casi víctimas ya de la obsolescencia) hasta el moderno htc o Samsung. En determinadas capitales de provincias la visualidad es la misma. El grado generalizado de escolaridad y el nivel de preparación del cubano simple propician y exigen la tenencia y dominio de las nuevas tecnologías, a contrapelo del nivel económico o de las posibilidades económicas que muestra el país. Ni siquiera las marcas más viejas se utilizan solo para escuchar música por los jóvenes; se han convertido en su conexión con el medio que los rodea y con el mundo. (Hay una cultura de la longevidad, de lucha contra la obsolescencia planificada en Cuba, impuesta acaso por el bloqueo, entre otros, que se visibiliza desde los "almendrones" hasta los celulares.) Pero no solo jóvenes y adolescentes interactúan continuamente a través de estos medios. No. Cada día son más los menos jóvenes y las personas mayores que los utilizan. Al igual que en las provincias, cada día es mayor la afluencia de público a las zonas Wi-fi. Las NTIC, donde se articula Internet, se han convertido en el sol contemporáneo que no se puede tapar con un dedo.

Remarcamos entonces —en sincronía con el título del presente texto—, se trata de la magnífica circunstancia de un dedo de censura frente al sol de Internet, para lo cual se imponen el cambio de mentalidad, la adopción de nuevas estrategias discursivas y la abolición de la inercia (a pesar del pleonasmo).

Contrapunteo universal entre censura y libertad de expresión

Anotábamos más arriba que la censura ha perdido la posibilidad de callar a quienes no deseamos escuchar. Hoy es casi imposible. Luego no debemos temer al término censura ni a su implicación, pues aún en la antigüedad se engarzaban en leyes (decretos y doctrinas religiosas) la blasfemia o sacrilegio, la censura y la libertad de expresión. Todavía hoy se evita escribir o hablar de censura en Cuba. Y nosotros nos hemos preguntado siempre ¿hay algún país donde no exista la censura?

Aún en la antigua Roma la censura era un oficio; el oficio del censor; y según el diccionario, entre otras acepciones, censurar significa "reprobar o notar por mala una cosa". En el Diccionario de Sinónimos y Antónimos al término censura le aparecen varios sinónimos; entre otros, desautorización, tacha, reprobación. Luego existe en todos los países. Se censura lo que se tiene por malo y dañino para los intereses de cada sociedad.

Por supuesto, todo este asunto posee una historia más extensa, relacionada con la libertad de expresión y la blasfemia en aquella antigüedad y con los derechos humanos, más tarde reelaborados por la Organización de las Naciones Unidas. Si bien para el Cristianismo La Ley de la Blasfemia podía condenar a los blasfemos en arte o literatura, se consideraban sacrilegios numerosas obras de arte, después los salvaba la libertad de expresión de todo ser humano; un derecho también otorgado por las leyes y la tradición. Así, el Islamismo, el Hinduismo y el Cristianismo, junto a otras religiones, celebraron numerosos juicios y acomodaron múltiples condenas (cometiendo crímenes incluso) por las múltiples blasfemias del arte y la literatura en la antigüedad. Recuérdese a la Inquisición, que llevó a la guillotina a decenas de creadores no solo de arte y literatura sino también científicos y estudiosos. Películas, videojuegos, caricaturas, poemas, novelas, dibujos animados, exposiciones, obras pictóricas, videos, han sido soportes de blasfemias a lo largo de toda la historia de la humanidad. Si bien los blasfemos han sido condenados, reprimidos, perseguidos, amenazados y asesinados, muchos también se salvaron y fueron protegidos por el derecho a la libertad de expresión; derecho hoy contenido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Búsquese en las historias de las religiones y de la antigüedad
cómo han contrapunteado censura, blasfemia y derecho a la libre expresión.
De ahí el movedizo escenario en que nos toca defender nuestros intereses
revolucionarios. Ante el "derecho" a la proclamación del consumo
de droga, de la práctica de la pornografía y a la banalidad que
esgrimen estos enfermos espirituales, tenemos todo el derecho de la censura
en virtud de la salud y educación de nuestros hijos. Quien desee droga
que la vaya a consumir lejos del país. Por supuesto operan aquí
las relaciones de poder, a las cuales no aludimos en esta disquisición,
pues sería bien fácil discriminar lo necesario desde esa línea
de pensamiento.

De modo que no hay razón para temerle a un término de tan añeja semántica, de una historia y tradición tan antiguas, pero que además, el mundo entero practica y seguirá practicando por largos años.

Recientemente, Abel Prieto remarcaba que el procedimiento no debía ser "prohibir" y exponía las razones de su argumento: la curiosidad inherente del ser humano por lo prohibido, aunque ello fuera una banalidad. En arte y literatura las prohibiciones y la censura (que es también una prohibición más) son por lo general contraproducentes. Ciertamente, se conocen el referente y el límite de esta actitud y de esa recomendación de Abel Prieto: existen discursos y gestualidades (no toda práctica se ha de tomar como discurso) cuyo enfrentamiento no admite otra arma que no sea la censura y la prohibición primero y luego, la denuncia en todos los espacios posibles. Discursos y gestualidades que superan cierta banalidad y andan por otros caminos en una intencionalidad que involucran la soberanía e independencia de la nación. —El referente en nuestro caso es el arte más sutil, aquel que se equilibra sobre el delicado filo del arte virtuoso y la subversión política. Pero tampoco se puede perder de vista el discurso banal que vehicula toda una cosmovisión, toda una concepción del mundo e impone la hegemonía de la cultura capitalista en millones de mentes en el mundo. Este último constituye acaso la yerba mala del huerto de la identidad cultural, por lo que se impone también extirparla de raíz.

Ver y no solo mirar

¿Qué consumen los cubanos, cómo interactúan con estos medios y estas tecnologías? Todo lo que les es permitido por ellos mismos, los medios y las tecnologías. Si se pudiera evitar que entrara banalidad y pornografía, se evitaría, se aplicaría la censura. Pero no es posible. Los videos y las películas de ese tipo están al alcance de todos, por encima de los sitios prohibidos, que se señalizan con "ERROR" a los cuales no hay acceso, los videojuegos son diversos, las noticias, sensacionalismos, mentiras, verdades a media, chismes, el famoso paquete, literatura tan diversa que va desde la científica y especializada hasta la más simple. También hay mucho producto cultural importado de otras latitudes. —Todo a lo que se puede acceder no cabe en millones libros. De hecho, en sus inmensos espacios se conservan millones de libros, fotografías, películas, videos, cursos diversos, materiales de distintos tipos. Todo mezclado. El reto es inmenso; solo la cultura general integral, con énfasis en la política, puede asumirlo sin dificultades ni temores.

Quienes se consideran muy avisados señalan que Cuba está en pañales en este asunto. Nosotros aseguramos que no lo estamos más que muchos otros países en el mundo. Millones de personas del primer mundo desearían interactuar con la frecuencia de muchos cubanos en las redes. Por otro lado, existen tecnologías y dispositivos a los que no pueden acceder ni las clases medias de esos países desarrollados. De manera que nuestra posición no es de desamparo ni de indigencia. Nuestra divisa es que avanzamos todos y no una élite. Contamos con decenas de internautas y con decenas de especialistas en este asunto.

Luego se necesita el trabajo de los críticos, de los formadores del gusto de la población. Ahora, acaso más que en ningún otro momento histórico anterior, el papel del crítico se torna imperioso y ha de andar lo mismo en lo que llega por los canales oficiales que lo que ofrecen el "paquete" y las redes sociales. El papel del crítico, como el del periodista hoy, trasciende la noticia; al decir de un eslogan del periodismo, va más allá de la noticia. Son los críticos quienes deben abrirnos los ojos y obligarnos a ver y no solo a mirar. Más aún en este nuevo escenario de establecimiento de relaciones con nuestro mayor enemigo. Ello no se puede perder de vista: la contradicción fundamental de nuestra época sigue siendo el diferendo con Estados Unidos, incluso cuando supriman el bloqueo. Así lo dictan las hechuras de nuestros antagónicos sistemas políticos.

Conclusiones

1.- El escenario cultural que han impuesto las TIC (con su revolución tecnológica) y las actuales circunstancias de normalización de las relaciones entre Cuba y EE.UU. difiere en gran medida del escenario cultural de un lustro antes.

2.- Existe un consumo cultural en la sociedad cubana que desborda la programación cultural de las instituciones estatales y se visibiliza prensado por la subversión política que propician dichas TIC y por toda la banalidad que proviene de las sociedades capitalistas.

3.-El revolucionario y especialmente el crítico de arte y literatura
ha de realizar su trabajo en un nuevo escenario, que incluye el consumo cultural
subterráneo, o sea, incluye todas las obras posibles que no se visibilizan
ni se publican en espacios oficiales.

 

 

Autor:

Ing. y Lic. Enrique Martínez Hernández.

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