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Reseña del artículo “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad” de Gayle Rubin



    En esta oportunidad, introduciremos al lector al estudio de este texto, elaborado por la antropóloga norteamericana Gayle Rubin. La autora trata diversos temas relacionados con el sexo, el género y la situación de desventaja de los grupos que no cumplen con el estándar deseado por las mayorías (heterosexuales, de relaciones estables). A continuación abordaremos las cuestiones planteadas por la autora:

    Rubin comienza por presentarnos un panorama de la situación de represión sexual que se vivía en Estados Unidos, concretamente sobre las disposiciones legales, actuaciones policiales, actitudes de la prensa y comportamiento de los políticos y de gran parte de los ciudadanos. De la descripción hecha por la autora, se puede notar que un gran número de actores, desde los centros de poder hasta la sociedad civil, prestan una atención desmesurada al ejercicio de la sexualidad y a la represión y condena de todos aquellos individuos que no encajan dentro del patrón considerado correcto (heterosexualidad, parejas estables). Resulta por lo menos curioso que en un país donde se predica la libertad en sus diversas manifestaciones, se hayan admitido tantas medidas restrictivas frente al ejercicio de la sexualidad. A decir de Rubin, el deseo de reprimir las conductas sexuales consideradas inadecuadas genera una serie de mitos con los que se justifica la adopción de medidas restrictivas:

    Los llamados genéricamente "desviados" como corruptores de menores, como amenaza a la voluntad nacional, o como un peligro latente para la tranquilidad de los niños. Así, mientras más alejada del prototipo estándar se halla la c conducta, se hace más sencillo dejar de reconocerle libertad y, como consecuencia, se admite mayores restricciones a lo que pueden y no pueden hacer con su sexualidad. La protección de los niños se enarbola como motivo de primer orden para justificar medidas de represión, restricciones al ejercicio profesional, y en general de una serie de actuaciones destinadas a reprimir a distintas comunidades erótocas que, si se les deja hacer, se piensa que pueden pervertir a lso niños y jóvenes, atacarles sexualmente e incluso reclutarle en sus "redes de vicio". .

    Luego de presentarnos este panorama, Rubin nos brinda alcances interesantes acerca del pensamiento que, a partir de la adopción del cristianismo en occidente, se ha gestado respecto de la sexualidad y su ejercicio. Más aún, a partir del siglo XIX, la intervención de la ciencia y del psicoanálisis, ha afianzado y legitimado esta fijación, esta preocupación por el ejercicio de la sexualidad. El psicoanálisis, por ejemplo, la ha entendido como impulso individual que permite liberarnos de la vida y sus problemas; ante estos planteamientos, la autora rescatará la importancia de los parámetros y normas sociales en la construcción de la sexualidad y de nuestra concepción sobre la misma:

    Sexualidad es tan producto humano como lo son las dietas, los medios de transporte, los sistemas de etiqueta, las formas de trabajo, las diversiones, los procesos de producción y las formas de opresión. Una vez que se comprenda el sexo en términos de análisis social e histórico será posible una política sexual más realista. Podrá, entonces, pensarse sobre ella en términos de fenómenos, tales como las poblaciones, las barriadas, las pautas de asentamiento territorial, las migraciones, los conflictos urbanos, la epidemiología y la tecnología policial. Son estas categorías de pensamiento más fructíferas que las tradicionales de pecado, enfermedad, neurosis, patología, decadencia, polución o caída de los imperios. (Rubin 1989: 130

    La idea de la sexualidad como una cuestión biológica, implica históricamente que se considere una pequeña porción del universo sexual como bueno o aceptable, dejando en niveles de calificación inferiores todo lo que se considere perverso, antinatural inmaduro, etc. Dentro de la jerarquía sexual imperante, Rubin coloca en los estratos menos respetados a los homosexuales que mantienen relaciones ocasionales, los fetichistas y quienes se sienten atraídos por los jóvenes. Y es que, de acuerdo con la autora, estos grupos no sufren situaciones especiales de enfermedad o trastorno, sino que sus actos corresponden a la forma cómo ellos han decidido comportarse.

    Más adelante, se explican los fenómenos de la transformación sexual y la estratificación sexual. El primero alude a la segmentación y apropiación de espacios que realizan los individuos de las distintas comunidades eróticas, favorecido por el desarrollo industrial y urbano. El segundo, tiene que ver con el recrudecimiento de medidas y controles sociales destinados, precisamente, a hacerles difícil la vida a las personas que pertenecen a dichas comunidades. Más importante aún que el control legal es el control social, las actitudes que toman las mayorías con el fin de obstaculizar el desarrollo de las actividades consideradas permisivas (negocios sobre sexo, tiendas donde se exhiben artículos para el sadomasoquismo). Es en este sentido que Rubin criticará la visión del feminismo radical sobre el papel de la pornografía, crítica con la que nos encontramos plenamente de acuerdo. Rubin hace notar dos cuestiones sobre el particular:

    I) La demanda por la prohibición de la pornografía coincide con los objetivos de la derecha norteamericana, incluso en muchas de las medidas propuesta por ambas vertientes; y

    II) La consideración que se hace desde el feminismo radical de la pornografía como causa de la propagación del sexismo en la sociedad, sin notar las causas que, a su vez, coadyuvan a la aceptación y consumo de la pornografía, o al menos de cierto tipo de pornografía a través de la que se reflejan dichos estereotipos.

    Y aquí, finalmente, encontramos la tesis central de este trabajo: La defensa de una teoría radical de la sexualidad. Esta teoría no pretende ser un término medio o solución de compromiso entre una visión supuestamente extremista de acogimiento de todas las formas de ejercer la sexualidad (sadomasoquismo, relaciones intergeneracionales, homosexualidad, fetichismo, etc.) y el punto de vista conservador. "En política siempre resulta muy fácil marginar a los radícales e intentar conseguir la aceptación de una posición moderada retratando a los otros como extremistas. Los liberales han estado haciendo esto durante años con los comunistas. Las militantes sexuales radicales son las que han abierto los debates sobre el sexo y es verdaderamente bochornoso negar su contribución, falsear sus posiciones y reforzar así su estigma". (Rubin 1989: 186).

    De la lectura del texto bajo comentario, considero que esta teoría radical de la sexualidad, tal como es formulada por la autora, puede ser objeto de algunos cuestionamientos puntuales que, de ser resueltos, contribuirán a afianzar sus postulados. Me refiero, específicamente, a la situación de las relaciones intergeneracionales, la situación de los fetichistas y personas con preferencias similares, y la cuestión del sadismo y el masoquismo sexuales. Respecto de las relaciones intergeneracionales, debería precisarse medidas concretas que permitan formar en los jóvenes una voluntad clara, que implica la capacidad de decidir sobre su sexualidad, de manera que la influencia del adulto no sea un factor de presión sobre él; asimismo reconocer que en el caso de los niños no debe mostrárseles contenidos sexuales ni hacerles partícipes de actos relacionados, por los riesgos que ello implica para su desarrollo.

    En cuanto a lso fetichistas, parcialistas y personas con preferencias similares, el reconocimiento de su libertad sexual podría estar pasando por alto la presencia de trastornos y adicciones por las que estas personas pueden estar atravesando, y que les lleva a adoptar esta clase de conductas; en este sentido tendría que considerarse, además, el impacto en la salud de estas personas que alguna de estas conductas puede generarles, como las adicciones o ciertas parafilias. Por último, en relación al sadismo y al masoquismo, consideramos que la autora parte de un supuesto de sociedad igualitaria, donde las relaciones de poder se hallan más o menos equilibradas, al menos entre los participantes de los actos de sadismo y masoquismo, por lo que, en principio, el real consentimiento estaría garantizado. Sin embargo, en sociedades con desigualdades estructurales y con relaciones de poder afianzadas, no podrían las prácticas sadomasoquistas una forma de explicitar esta desigualdad, esta diferencia de status dentro de una relación? De otro lado, se debe permitir al individuo un nivel de disposición absoluto sobre su cuerpo, incluso sobre la eventualidad de que se le cause dolor y daño físico?

    Bibliografía:

    Rubin, G (1989)… "Reflexionando sobre el Sexo: Notas para una Teoría Radical de la Sexualidad". En: Placer y Peligro: Explorando la Sexualidad Femenina. Madrid, Revolución. 113-190

     

     

     

    Autor:

    Diego Marioponte Triveño

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