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Violencia a la mujer ayer y hoy (página 3)




Enviado por f Morales



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Pero la explicación de este fenómeno de la violencia no debe tener asidero simplemente en lo psicológico, sino que ésta debe vincularse con el fenómeno del patriarcado, entendida de manera general como una manifestación de relaciones sociales, culturales, políticas y económicas históricamente desiguales entre hombres y mujeres. Si no se aborda de esta manera se tiende a atribuir a la mujer la corresponsabilidad de los hechos violentos, es su culpa por no denunciar, seguramente se lo buscó, debió hacer algo para que su pareja reaccione así, es que no sabe comportarse como mujercita, es provocadora, no es recatada, etc. todo un sinfín de razones sociales que no sólo involucran también culpabilizan a las mujeres en las situaciones de violencia conyugal.

Es menester comprender también que la violencia que se ejerce cotidianamente en la sociedad abarca tanto el espacio público como el privado, y es en la familia que recaen las transformaciones que se dan en la sociedad, por lo tanto existe un vínculo indisoluble entre pareja y sociedad, por lo que es erróneo creer que para cambiar a la sociedad se debe transformar primero a la familia o que la primera es el reflejo de lo que pasa al interior de la última, por lo que una sociedad en decadencia es el reflejo de lo que sucede al interior de sus familias. Por supuesto que nada más falso, pero es así como se hacen muchos análisis para dar respuesta al fenómeno de la violencia de pareja.

Debemos ser enfáticos que la violencia en el vínculo conyugal se enmarca dentro el contexto sociocultural de características completamente patriarcales, cada integrante de la pareja reproduce su historia familiar transmitida como dice Jung, por arquetipos inconscientes generacionales, que constituyen un sistema de creencias y conductas, es así que la violencia en la pareja es un círculo repetitivo de violencias padecidas por sus antepasados, gracias a la re-significación e intercambio continuo que se da en el contexto social en el que se desenvuelve la pareja. Es por esta razón que muchos actos de violencia en el ámbito conyugal tienen su origen en el espacio público, en las relaciones sociales de producción, en el campo laboral, en la crisis económica, en el desempleo, en la explotación y también en lo simbólico entendida como los principios y valores que priman, rigen y ordenan una sociedad determinada.

Por tanto, la infravaloración que se tiene de la mujer al interior de la familia es preponderantemente por el papel económico que desempeña dentro de la sociedad, el desempeño de estas en el ámbito laboral público, se da en condiciones desiguales con salarios inferiores o vulnerabilidad e inestabilidad laboral, naturalizada como ser inferior desde la sociedad patriarcal que las ha mentalizado como sujetos sociales destinadas a la procreación y a la realización de las tareas domésticas, la mujer en muchas etapas de la historia, ha sido reducida a objeto de propiedad del varón, quien tenía la potestad de decidir sobre su vida misma. Hoy en día notamos que esa situación no ha cambiado mucho, de ahí que muchas mujeres mueren a manos de su pareja por diversas situaciones, pero sobre todo cuando ésta intenta llevar una vida más digna al interior de su familia, cuando intenta posesionarse como sujeto y no como mero objeto.

Por eso, pese a que en la actualidad pregona el derecho a la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, aun cuando la mujer se ha incorporado masivamente al espacio laboral público, sin embargo todavía persisten los roles tradicionales patriarcales y machistas que obstaculizan el pleno desarrollo de la mujer y por ende de la sociedad.

Pero para la mujer que no logra entrar a este espacio laboral público o para aquellas que se encuentran en una precariedad o inestabilidad laboral permanente la situación todavía es más complicada, es en esta situación que encontramos algunas explicaciones a la violencia de pareja y como, en el caso particular de la mujer, le cuesta mucho poner un fin a esta espiral violenta.

No sólo para la mujer si no para cualquier persona ¿Cuánto puede afectar la desocupación? O ¿Estar fuera de los espacios públicos de producción? O ¿Desempeñar labores no reconocidas? Responderíamos sin dudar que de gran manera, pues el trabajo no sólo es asimilado como un derecho, sino como una fuente de sobrevivencia e independencia, por lo tanto la pérdida del mismo tiene connotaciones psíquicas de desvalimiento y desamparo, que genera montos elevados de angustia, que terminan en stress, baja autoestima, depresión, dependencia, etc.

La falta de trabajo en cualquier persona irrumpe su proyecto de vida, difícilmente permite avizorar un futuro, por lo que la mujer desocupada tambalea en la inestabilidad lo que la empuja a aferrarse a su pareja aguantando todo para no caer en mayor desesperanza, pues fuera de la familia existe una sociedad que no le ofrece nada, más que opresión y explotación.

La desocupación al igual que la pobreza sobre todo tiene rostro de mujer, situación que le genera profundas crisis personales, lo que le imposibilita construir su propio yo, su autoimagen, autoestima y el no ser reconocida o desvalorizada es el principio del desmoronamiento como sujeto. De esta situación surge una explicación psicológica, pues la mujer al no ser reconocida se ve impelida no sólo a reconocer a su pareja sino a sobrevalorarlo, pues es el único en el ámbito del trabajo mercantilizado, el único generador de dinero, por lo tanto es el espejo en el cual la mujer se idealiza y sólo existe en función a él, de alguna manera el éxito de su pareja es el suyo, ya no se siente tan disminuida y en familias de clase media el varón llena ese vacío de su mujer con electrodomésticos e infinidad de enseres, para hacer de su vida menos opresiva y tediosa.

En el caso de familias empobrecidas, donde muchos de los varones han perdido su trabajo, la mujer sale a trabajar, en la venta de comida, verduras, frutas, en el mejor de los casos y el grueso de ellas subsiste vendiendo diversidad de cachivaches sino mendigando. La mujer se convierte en la única fuente de ingreso, pero a un alto costo familiar, pues esta tiende a desintegrarse, ya que por razones culturales el varón es incapaz de sustituir a la mujer en las responsabilidades domésticas y de cuidado de los hijos. Situación que genera en ella sentimientos de culpa, alto monto de desesperanza y frustración que se transforma en violencia contra sí misma, o ejercido contra los hijos que llegan a ocupar el lugar de los más débiles.

Conclusiones

Es importante resaltar que la situación de la mujer se la debe comprender desde un plano histórico, en el cual se desglosa lo político, económico, cultural e ideológico. El lugar que ocupaba en los albores de la sociedad fue cambiando en la medida en que se transformaban las relaciones de producción, hubo un tiempo sobre todo en que la mujer trabajadora pasaba gran parte de su tiempo al interior de la familia, pero no de forma parasitaria sino de manera útil y necesaria tanto para la misma familia como para la economía del Estado puesto que la mujer no sólo hacía la limpieza de la casa, la comida y la crianza de los niños, sino también hilaba la lana y el lino, tejía las telas y los adornos, preparaba y conservaba los alimentos, destilaba las bebidas, reparaba y fabricaba muchos enseres que posteriormente se intercambiaban como mercancías. De esta manera la sociedad en su conjunto se beneficiaba pues el trabajo del hombre no hubiera bastado para mantener a la misma.

El trabajo casero actualmente ya no es una necesidad pues el capitalismo lo transformó radicalmente, todo lo que producía la mujer al interior de la familia el capitalismo lo fabrica en grandes cantidades en talleres por obreras y obreros asalariados apoyados por las máquinas. Es así que la labor productiva de la mujer útil a la sociedad desaparece, ya no contribuye a la economía del país y lo único que le queda es la limpieza de su casa y vestimentas de su familia, la preparación de alimentos más el cuidado y educación de sus hijos, labores que recaen particularmente en la mujer obrera que además desde la revolución industrial debe trabajar fuera de su hogar para llevar un salario que le permita mantener a su familia, pues el salario de su pareja es cada vez más insuficiente, además de que el capitalismo necesita abaratar sus costos al extremo y ve en las mujeres el ejército de asalariadas más barato.

Sólo el trabajo que realiza la mujer fuera de su casa es valorado socialmente y no así todas las labores que ejecuta al interior de su familia porque se considera improductivo.

Es también visible que la mujer ha ingresado al espacio laboral público remunerado, sobre todo en el siglo XX, pero el que haya entrado a ese espacio para obtener fuentes laborales, no ha cambiado significativamente su realidad, pues muchas de ellas son trabajadoras en situación de extrema precariedad, sin ningún tipo de seguro ni beneficio social, a esto se debe sumar que todavía existe una gran mayoría que permanece desocupada y por ende arrinconada al trabajo doméstico depreciado o en trabajos informales como el comercio minoritario, que al no tener un ingreso estable no es considerado como "un verdadero trabajo".

Vimos también que la división del espacio público y privado se ahonda aún más en el capitalismo, supra-valorando el primero en deprecio del segundo, espacio último en el que se encuentran las mujeres.

También observamos que la mujer ha desplegado a lo largo de la historia luchas importantísimas que no sólo iban a nivel teórico ideológico sino también en muchas ocasiones la confrontación corporal, lidias con las cuales se pretendía darle un carácter e identidad a la lucha feminista; por supuesto que esperar una homogeneidad en este sentido es utópico, por la diferente situación de clase que ocupan las mujeres en el ámbito de la producción, de ahí las diversas interpretaciones que condujeron la lucha feminista por caminos que en algunos casos fueron hasta contrarios y más bien sirvieron para debilitar verdaderos movimientos feministas. Este elemento nos permite aseverar que el camino de la emancipación de la mujer es la lucha por el socialismo, como sistema político, económico e ideológico capaz de abolir la opresión y explotación sostenidas y reforzadas por el capitalismo.

Queremos enfatizar también, que los altos índices de violencia a la mujer es una pandemia mundial, donde lamentablemente se han soslayado las causas estructurales como la económica, política y cultural y simplemente se le dio un enfoque jurídico y psicológico, éste último de enfoque reduccionista, que incluso culpabiliza a la mujer de la violencia conyugal.

El hecho de que la mujer sea desvalorizada y reducida a mero objeto de placer y/o servicio, hace que su vida se perciba como insignificante, percepción que esta tan enraizada en el inconsciente colectivo que ni las leyes con las penas más drásticas son capaces de frenar esta ola de violencia.

Por lo tanto, el feminicidio no debe ser comprendido y abordado simplemente como un tema conyugal, exclusivo de la vida privada de pareja. Sino como un fenómeno socio-histórico enraizado en lo económico y cultural, los cuales dan forma a las relaciones de género que determinan el lugar que ocupan en la sociedad tanto hombres como mujeres.

Mientras existan estos posicionamientos privilegiados, estas relaciones
desiguales que garantizan la preponderancia masculina, la posición de
las mujeres en el espacio social será siempre desvalorizada, situación
que hace que las mujeres apunten sus mayores esfuerzos a desmontar las estructuras
sociales patriarcales y capitalistas, esto es lo que diferencia a un movimiento
feminista socialista de aquellos movimientos que reducen su accionar a feminizar
el mundo masculino o a la búsqueda quimérica de la igualdad con
el varón en las relaciones sociales y en los espacios públicos
de producción de riqueza dentro un marco capitalista.

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DATOS DEL AUTOR

Franco Morales Lara, es titulado de la Carrera de Psicología
de la Universidad Mayor de San Simón (2004).

 

Autor

Franco Morales Lara

Cochabamba-Bolivia

2016

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