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Contradicciones de la "iglesia católica" (página 10)



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var en la Biblia que efectivamente los mandamientos de Moisés son sólo nueve y no diez. Además, como la mujer tenía un reco- nocimiento social tan secundario, los autores de los mandamien- tos ni siquiera se tomaron la molestia de establecer un manda- miento complementario prohibiendo a la mujer desear al marido de su "prójima", pues, aunque la posibilidad de que llegase a desearlo existiera, eso carecía de importancia, y, además, la posibilidad de materializar su deseo por propia iniciativa y sin el consentimiento del varón era bastante remota, en cuanto el varón no podía ser en ningún caso esclavo –cosa o propiedad– de la mujer, mientras que la mujer sí era cosa o propiedad del marido.

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324 Deuteronomio, 5:21.

323 Mateo, 12:46-50.

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Por otra parte, Pablo de Tarso, enlazando su pensamiento en una importante medida con el del Antiguo Testamento, escri- be:

– "el varón no debe cubrirse la cabeza, porque es imagen y reflejo de la gloria de Dios. Pero la mujer es gloria del varón, pues no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón, ni fue creado el varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por eso […] debe llevar la mujer sobre su cabeza una señal de sujeción"325.

-"toda mujer que ora o habla en nombre de Dios con la ca- beza descubierta, deshonra al marido, que es su cabeza"326.

Abundando en esta misma perspectiva, Pablo de Tarso de- fiende igualmente la sumisión de la mujer al marido, prohibién- dole incluso su intervención en las asambleas:

-"La mujer aprenda en silencio con plena sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino

que ha de estar en silencio. Pues primero fue formado Adán, y después Eva. Y no fue Adán el que se dejó enga- ñar, sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgre- sión"327.

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326 Pablo, I Corintios, 4:5.

325 Pablo, I Corintios, 4:7-10. La cursiva es mía.

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-"…que las mujeres guarden silencio en las reuniones; no les está, pues, permitido hablar, sino que deben mostrarse recatadas, como manda la ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues no es decoroso que la mujer hable en la asamblea"328.

Por cierto, la actitud de la jerarquía católica respecto a la mujer, aunque, forzada por los cambios socio-culturales, ha ido evolucionando hasta cierto punto a lo largo de los siglos, no ha estado a la vanguardia de estos cambios hacia la igualdad de derechos con el varón, sino que simplemente los ha ido aceptan- do, aunque sólo parcialmente y a regañadientes, hasta el punto de que en la actualidad sigue manteniendo planteamientos retró- grados como los que hacen referencia a la prohibición de que pueda ser ordenada sacerdotisa o de que pueda ocupar otros car- gos eclesiásticos de alguna relevancia, y manteniendo en general puntos de vista machistas, aunque actuando astutamente a fin de poder presentar sus doctrinas desde una perspectiva diferente, según la conveniencia del momento, recurriendo para ello a la exaltación de la figura de María, "la madre de Dios", de la que curiosa y sospechosamente apenas se habla en los evangelios –o se habla de modo algo despectivo por parte de Jesús o incluso se la ignora329-, y nada en absoluto en las epístolas de Pablo de Tarso ni en el resto de escritos del Nuevo Testamento.

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329 Mateo, 12:46-50.

328 Pablo, I Corintios, 14:34-35.

327 Pablo: Timoteo, 2:11-14.

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  • d) Por lo que se refiere a la esclavitud, aceptada de modo tradicional en el Antiguo Testamento, Jesús la rechaza de mane- ra implícita en la misma medida en que defiende la fraternidad entre los hombres. Sin embargo y en contra del punto de vista de Jesús, Pablo de Tarso adopta una escandalosa defensa de esa institución, actitud que la jerarquía católica procura silenciar ahora, pero que aparece de modo explícito en abundantes pasa- jes del "apóstol de los gentiles", supuestamente sagrados e inspi- rados por el propio Dios, tales como los siguientes:

"Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenos con profundo respeto y con sencillez de corazón, como si de Cristo se tra- tara. No con una sencillez aparente que busca sólo el agrado a los hombres, sino como siervos de Cristo que cumplen de corazón la voluntad de Dios"330.

En este pasaje Pablo exige de forma totalmente clara que los esclavos traten a los señores "como si de Cristo se tratara", y así, la esclavitud aparece ya como una institución sagrada, esta- blecida por "voluntad de Dios", institución a la que los cristia- nos deben someterse "con profundo respeto y con sencillez de corazón".

A pesar de que Jesús no apoyó esta institución opresora, resulta comprensible, por escandaloso que pueda parecer, que Pablo de Tarso, en línea con su defensa de los ricos, defendiera igualmente la esclavitud de un modo tan cínico, como una insti- tución derivada de la voluntad de Dios, tal como puede compro- barse leyendo sus cartas, en las que exhorta a los esclavos a que cumplan con devoción y humildad las órdenes de sus señores en cuanto representan al propio Dios, según indica cuando escribe:

"¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes. E incluso, aunque pudieras hacerte libre, harías bien en apro- vechar tu condición de esclavo […] Que cada cual, herma- nos, continúe ante Dios en el estado que tenía al ser lla- mado"331.

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330 Pablo: Efesios, 6:5-6. Pablo se expresa en términos muy parecidos en otros lugares como en I Corintios, 7:21-24, Colosenses, 3:22; y I Timoteo, 6:1-2.

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En este pasaje Pablo plantea la posibilidad de optar o no por la libertad al incorporarse a la organización cristiana, pero consi- dera mejor "que cada cual […] continúe ante Dios en el estado que tenía al ser llamado", lo cual no sólo representa una actitud de transigencia ante esta institución, tan contraria a los princi- pios de Jesús, sino un auténtico apoyo a dicha institución, lo cual equivalía a enviar un mensaje a las clases poderosas del imperio romano diciéndoles que podían estar tranquilas, que el cristianismo no iba a representar un movimiento revolucionario contra esa institución ni contra cualquier otra sino una fuerza mediante la cual se justificaría la propia esclavitud y así se podría controlar desde principios jurídicos de carácter sagrado a quienes se rebelasen contra ella, en cuanto su situación era consecuencia de la "voluntad de Dios", de manera que lo que los dirigentes cristianos iban a aconsejar a sus fieles seguidores era que cada cual continuase ante el dios cristiano en el estado que tenía al ser llamado al cristianismo y con tal argumento fre- narían cualquier intento de sublevación en el imperio, de manera que, lejos de representar un peligro para la estabilidad política y social del imperio, serían de una ayuda inestimable para dicha estabilidad.

En esta misma línea de aceptación y sometimiento se pro- nuncia Pablo de Tarso cuando escribe:

"Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos de la tierra; no con una sujeción aparente, que sólo busca agradar a los hombres, sino con sencillez de corazón, como quien honra al Señor"332.

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331 Pablo, I Corintios, 7:21-24.

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Pero, en cuanto las palabras de Pablo de Tarso se encuen- tran incluidas en el Nuevo Testamento, ¡inspirado por el "Espí- ritu Santo"! –o eso dicen-, nos encontramos con la sorprendente defensa contradictoria de dos doctrinas: Por una parte, la de la fraternidad entre los seres humanos y, por otra, la de que es voluntad de Dios que unos hombres estén esclavizados y some- tidos a la voluntad de otros como simples cosas de usar y tirar.

Escribe Pablo de Tarso en otro momento:

"Todos los que están bajo el yugo de la esclavitud, conside- ren que sus propios amos son dignos de todo respeto […] Los que tengan amos creyentes, no les falten la debida con- sideración con el pretexto de que son hermanos en la fe; al contrario, sírvanles mejor, puesto que son creyentes, ama- dos de Dios, los que reciben sus servicios"333.

En este último pasaje la novedad consiste en que ya no sólo se habla de cristianos esclavos de señores no cristianos, sino de cristianos esclavos de otros cristianos, de forma que no sólo se defiende la idea de que el esclavo debe conformarse con su esta- do y obedecer a su señor no cristiano sino también que el cris- tiano tiene derecho a ser señor y dueño de esclavos y puede tener la conciencia bien tranquila, a pesar de que se encuentre en posesión de seres humanos considerados como objetos de su propiedad, pues en eso consiste la esclavitud, en lugar de ver a los demás seres humanos como hermanos con su misma digni- dad, a quienes, como consideraba Kant, se les trate como fines

en sí mismos y no como simples cosas. El colmo del cinismo es que Pablo de Tarso añada ahora como refuerzo a sus "argumen- tos" [?] en favor de la esclavitud que los esclavos de cristianos deben servir a éstos incluso mejor, "puesto que son creyentes, amados de Dios, los que reciben sus servicios". ¡Qué lejos y olvidadas quedan aquellas palabras de Hechos de los apóstoles, según las cuales, "Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones y haciendas y las distri- buían entre todos, según las necesidades de cada uno"334! ¡¿Cómo se pueden compatibilizar tales palabras con la de- fensa incuestionable que hace Pablo de Tarso de la esclavitud?! ¡¿Pudo ser el mismo "Espíritu Santo" quien inspirase ambos pasajes tan contradictorios?! d5) Parece evidente que Pablo de Tarso se inspiró en el An- tiguo Testamento por lo que se refiere a su defensa de la escla- vitud desde una perspectiva racista y que, en este sentido, sus ideas no representaron una innovación en el pensamiento cris- tiano sino que se correspondían, si no con el mensaje de Jesús, sí con las prácticas comunes que se mencionan en dicho libro, en las que, de acuerdo con una larga tradición, se defiende la escla- vitud en innumerables pasajes, co-mo, por ejemplo, el reciente- mente citado relacionado con José, hijo de Jacob, que esclavizó a la práctica totalidad del pueblo egipcio. Igualmente, en Levíti- co, se dice:

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333 Pablo, I Timoteo, 6:1-2.

332 Pablo: Colosenses, 3:22. La cursiva es mía.

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"Los siervos y las siervas que tengas, serán de las naciones que os rodean; de ellos podréis adquirir siervos y siervas. También podréis comprarlos entre los hijos de los huéspe- des que residen en medio de vosotros, y de sus familias que

viven entre vosotros, es decir, de los nacidos en vuestra tie- rra. Esos pueden ser vuestra propiedad, y los dejaréis en herencia a vuestros hijos después de vosotros como propie- dad perpetua. A éstos los podréis tener como siervos; pero si se trata de vuestros hermanos, los israelitas, tú, como entre hermanos, no les mandarás con tiranía"335.

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334 Hechos, 2:44-45.

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Este pasaje, además de mostrar la defensa israelita de la es- clavitud, manifiesta igualmente una discriminación racista en favor de los esclavos israelitas que deberán ser tratados con mayor respeto que los esclavos pertenecientes a otros pueblos. En efecto, del mismo modo que Yahvé es el dios exclusivo de Israel, por lo mismo, "esclavos propiamente dichos" no deben ser los mismos israelitas, a quienes habrá que tratar con suavi- dad, sino la gente de otros pueblos, a quienes se les puede com- prar y utilizar como si fueran simples objetos.

En efecto, a pesar de que Jesús habría defendido la igualdad de los hombres, en el Antiguo Testamento y en Pablo de Tarso se considera la esclavitud como una institución natural, acorde con la voluntad del dios de Israel, hasta el punto de que el pro- pio Yahvé dice a su pueblo cómo deben ser sus relaciones con los esclavos. En muchos otros lugares del Antiguo Testamento se sigue hablando de la esclavitud como de una institución per- fectamente natural y regulada. Así por ejemplo, en Éxodo, don- de se ponen reparos a la esclavitud cuando ejerce sobre un isra- elita y se puntualiza lo siguiente:

– [El señor dijo a Moisés:] "Si compras un esclavo hebreo, te servirá durante seis años, pero el séptimo quedará libre sin pagar nada […] Pero si el esclavo declara formalmente que prefiere a su amo […] y que no quiere la manumisión,

entonces su amo […] le perforará la oreja con un punzón; y será esclavo suyo para siempre"336.

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335 Levítico, 25: 44-46. Evidentemente, los términos siervo y esclavo son sinónimos, aunque el término siervo pueda sonar más suave.

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-"El que mate a palos en el acto a su esclavo o a su esclava, será severamente castigado. Pero no será castigado si sobre- vive un día o dos, porque son propiedad suya"337.

Esta última ley es por sí misma suficientemente significativa del grado de "dignidad" que los israelitas reconocían a sus esclavos: No se les podía "matar a palos" de forma instantánea, pero sí, si al menos sobrevivían durante un día o dos, porque eran propie- dad suya, aunque, de acuerdo esta lógica, tampoco debería cas- tigarse al israelita que matase en el acto a su esclavo, pues tan propiedad suya era si moría inmediatamente como si moría una semana después.

– "Si uno se acuesta con una esclava que pertenece a otro […] será castigado, pero no con la muerte, pues la mujer no era libre"338.

En este caso se está defendiendo de manera implícita el derecho del varón, dueño de una esclava, a violarla cuando le venga en gana, pues la única restricción que se le impone es la prohibi- ción de tener relaciones sexuales con una mujer que sea esclava o propiedad de otro.

Igualmente significativo es el pasaje antes citado correspon- diente al noveno y último mandamiento de Moisés, en el que la mujer aparece como propiedad del marido y, por ello mismo, en una importante medida como su esclava, aunque no se le dé ese nombre339.

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339 Deuteronomio, 5:21.

337 Éxodo, 21:20-21.

336 Éxodo, 21:2-6. Un pasaje similar a este se encuentra en Jeremías, 34:8-14.

338 Levítico, 19:20.

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A continuación puede verse otro ejemplo del "sublime amor fraternal" entre los hijos de Yahvé al indicarse cómo hay que tratar al esclavo:

-"Al asno forraje, carga y palo; al criado pan, corrección y trabajo. Haz trabajar a tu siervo y estarás tranquilo, déjalo desocupado, y buscará la libertad. Yugo y bridas doblegan el cuello, al mal criado mano dura y castigo. Hazlo trabajar, para que no esté ocioso, que la ociosidad es maestra de vicios"340.

En relación con el valor que la jerarquía católica concede a estos pasajes –y a muchos otros que se pronuncian en este mis- mo sentido- hay que señalar que, en cuanto considera que la Bi- blia en su conjunto está inspirada por Dios, lo mismo deberá afirmar de cualquiera de sus pasajes en particular. En este sen- tido, el Catecismo de la jerarquía católica afirma de modo explí- cito:

"La santa Madre Iglesia […] reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspi- ración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia"341.

Por otra parte, aunque a lo largo de los siglos la jerarquía católica ha evolucionado hacia una teórica condena de la escla- vitud, lo ha hecho siempre con posterioridad a que la propia so- ciedad civil lo hiciera, y siempre amoldándose a las circunstan- cias del momento, hasta el punto de que en la Alemania de Hit- ler tuvo alrededor de siete mil "trabajadores forzosos", es decir "esclavos", aunque nombrados con cierto eufemismo hipócrita. Algunos de ellos fueron indemnizados en el año 2.000 por el

Vaticano con poco más de 2.500 euros, es decir, una miseria, recibida después de más de cincuenta años de haber finalizado la segunda guerra mundial y sólo cuando la jerarquía católica no tuvo otro remedio que reconocer su actitud colaboracionista con el nazismo hitleriano, habiéndose aprovechado además de este régimen criminal.

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341 Catecismo de la Iglesia Católica, Prim. Parte, Cap. 3, 105.

340 Eclesiástico, 33:25-28.

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En cualquier caso, la jerarquía católica puede dormir tran- quila, pues lo único que ha hecho ha sido cumplir con las leyes de Yahvé y con las de Pablo de Tarso, siendo igualmente cohe- rente con las palabras de Groucho Marx: "Éstos son mis princi- pios. Si no le gustan, tengo otros".

d5.1) Los dirigentes católicos en su relación con las autori- dades políticas. La secta católica ha ido cumpliendo fiel y servilmente, con pocas excepciones, la astuta orden de Pablo de Tarso según la cual:

"Todos deben someterse a las autoridades constituidas. No hay autoridad que no venga de Dios, y las que hay, por él han sido establecidas. Por tanto, quien se opone a la auto- ridad, se opone al orden establecido por Dios, y los que se oponen recibirán su merecido"342.

Esta orden, junto con la renuncia a criticar y a condenar a los ricos, en oposición a la clara actitud condenatoria de Jesús, y junto con la defesa de la esclavitud, que era una institución per- fectamente aceptada tanto en el pueblo de Israel como en el imperio romano, aunque no encajaba con las doctrinas de Jesús, fue muy probablemente la mejor baza jugada por Pablo de Tarso para conseguir tanto el reconocimiento del cristianismo por el imperio romano como para conseguir el inmenso auge político,

económico y social de la organización cristiana a lo largo de los siglos, de manera que tuvo la enorme utilidad de conseguir que progresivamente el cristianismo fuera introduciéndose en el imperio hasta ser legalizado por el emperador Constantino como religión permitida a partir del año 313, de acuerdo con el Edicto de Milán, y hasta ser finalmente elevado a la categoría de reli- gión oficial del imperio por el emperador Teodosio en el Edicto de Tesalónica, en el año 380.

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342 Romanos, 13:1-2.

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A partir del año 315 en adelante, a lo largo de los siglos, la secta cristiana se dedicó a perseguir y a condenar a los "paga- nos" y a los "herejes", pero sobre todo a enriquecerse política y económicamente gracias a las donaciones de los diversos empe- radores, reyes y jefes de estado a cambio de sus bendiciones a dichos dirigentes, es decir, servicio de propaganda en favor de sus dirigentes para que el pueblo se sometiese a sus órdenes des- de la consideración de que tales dirigentes lo eran por una indis- cutible decisión divina, estableciéndose un apoyo simbiótico entre unos y otros. Como pago a esa constante labor de apoyo, los dirigentes políticos supieron agradecerla otorgando a los dirigentes del cristianismo una enorme serie de privilegios eco- nómicos y un estatus político-social especialmente importante. La finalidad que los dirigentes políticos y religiosos perseguían fue –y sigue siendo- la de mantener la total sumisión de sus súb- ditos a ambas autoridades, políticas y religiosas, en cuanto esta- blecidas y bendecidas por el dios cristiano. Las autoridades polí- ticas recompensaron a lo largo de los siglos las bendiciones y alabanzas recibidas de los dirigentes cristianos con escandalosos privilegios y donaciones, tal como sigue sucediendo en la actua- lidad; mientras tanto, el pueblo llano ha vivido y sigue viviendo una vida dura o incluso miserable, al no conseguir escapar de las penalidades que le han estado ahogando a lo largo de los siglos.

Para comprender hasta qué punto llegó la ambición de los dirigentes de la secta cristiana, conviene hacer referencia a algún ejemplo especialmente llamativo de los muchos que podrían mencionarse. En este sentido tiene interés recordar cómo a mediados del siglo VIII, los dirigentes de esta secta falsificaron un documento según el cual el emperador Constantino les habría donado como herencia el Imperio Romano de Occidente. Tal documento se conoce como "Donación de Constantino". Por suerte, en el siglo XV el humanista y filólogo Lorenzo Valla demostró con sus estudios histórico-filológicos que dicho docu- mento era un fraude de la curia romana de proporciones más que repugnantes. Conviene atender al hecho de que, si el fraude rela- cionado con la falsa "Donación de Constantino" era por sí mis- mo repugnante, igualmente lo fue la naturalidad con que los obispos de la época consideraron que la donación de un empera- dor podía ser una justificación suficiente para considerarse pro- pietarios de ese imperio, como si el emperador hubiera tenido el derecho de darles tal herencia en lugar de comprender que, aun- que se hubiera considerado propietario de todo lo que hubiera querido, desposeyendo de sus propiedades a sus legítimos due- ños, y aunque tal donación hubiera sido auténtica, eso no habría dado a los dirigentes cristianos ningún derecho sobre ella, piso- teando el derecho de sus legítimos propietarios.

Y, ciertamente, esa misma actitud es la que han seguido manteniendo los dirigentes de la secta católica a lo largo de los siglos en su relación con los diversos gobiernos, legítimos o ile- gítimos, siendo cómplices de dictadores y de gobernantes tiráni- cos, quienes, a cambio de las bendiciones y alabanzas de los dirigentes religiosos para presentarlos ante el pueblo como ele- gidos por su dios, los dirigentes políticos les han compensado con nuevos privilegios y riquezas robadas a sus respectivos pue- blos como consecuencia de esta simbiosis entre el poder religio- so y el político, de manera que mientras el religioso sacraliza al político, éste paga los favores de aquel con toda clase de privi- legios.

Por ello, de acuerdo con esta actitud de los dirigentes de la secta católica y a pesar de aquella falsificación de la "Donación de Constantino", la secta católica siguió en posesión de los "Es- tados Pontificios" hasta que en el siglo XX B. Mussolini los incorporó a Italia y dejó para la secta católica el terreno del actual estado del Vaticano así como una incalculable cantidad de dinero.

Los dirigentes de la secta católica cuentan además con innumerables riquezas esparcidas por todo el mundo y, a pesar del tiempo transcurrido y a diferencia de lo que, según Hechos de los apóstoles, sucedía entre los primeros cristianos, nunca han encontrado el momento de distribuir esas riquezas entre los pobres de la tierra, entre los millones de personas que confor- man el llamado "tercer mundo", de los que muchos miles mue- ren de hambre cada día.

En esta misma línea de actuación de apoyo a las autorida- des, los dirigentes de la secta católica han mantenido una actitud opresora contra las libertades individuales a fin de incrementar sus beneficios económicos a la vez que su control político sobre los diversos gobiernos donde han podido ejercer alguna influen- cia. Tal actitud quedó especialmente reflejada en instituciones como su "Santa Inquisición" y en su alianza con las monarquías tiránicas de todos los tiempos, las cuales aceptaron la complici- dad de los dirigentes de la secta a cambio de una parte de la ri- queza robada al pueblo como pago a su constante confabulación sin escrúpulos, lo cual les permitió gozar del privilegio de "adoctrinar" a la infancia, aleccionándola de forma sectaria en todo lo que quisieron hacerle creer, aprovechando su inmadurez mental.

Como ya he indicado en otro lugar, este "adoctrinamiento" a los niños es un delito especialmente repugnante, pero los diri- gentes de la secta católica no tienen escrúpulo alguno en permi- tir que se cometa sino todo lo contrario, porque son conscientes de la enorme dificultad que éstos tendrán al ser adultos para eli- minar de su mente aquellas doctrinas en que hayan sido adoctri- nados durante su infancia, por muy absurdas que sean, y porque son conscientes igualmente de lo difícil que les resultaría reali- zar esa misma labor de lavado de cerebro si quisieran convencer de estas doctrinas a personas ya mayores, con su capacidad men- tal desarrollada y no contaminada por la serie de mentiras con que convencen a niños de sólo cuatro, cinco y seis años.

La institución de la "Santa Inquisición", tan cruelmente opresora y criminal, fue utilizada por la jerarquía católica para mantener su poder despótico sobre quienes podían disentir de sus doctrinas o defender sus propios puntos de vista mediante un pensamiento libre de prejuicios y ligado a la simple razón y que, por ello mismo, representaría un grave peligro para la secta cató- lica, que podría perder influencia y poder. Los tiempos en que la jerarquía católica ha tenido mayor poder político han sido a la vez los más escandalosos y sanguinarios en el funcionamiento de su "Santa Inquisición", que ha cometido innumerables asesi- natos para mantener e incrementar su fuerza y su riqueza a costa de la vida de incalculable número de personas, siendo en épocas pasadas el mayor y más cruel instrumento de control de la jerar- quía católica sobre muchos pueblos de Europa.

Complementariamente, en los últimos siglos, a fin de com- pensar su pérdida de poder político, la jerarquía católica ha sido la aliada constante de los poderes económicos y políticos del capitalismo y de la mayor parte de las dictaduras del planeta, sin otras excepciones que las de los países con dictaduras contrarias a la religión, como la de la URSS por su carácter oficialmente ateo. Frente a tales autoridades los dirigentes católicos olvidaron las palabras de Pablo de Tarso en defensa de la tesis según la cual "quien se opone a la autoridad, se opone al orden estableci- do por Dios", dejando de respetar así el carácter sagrado de los libros bíblicos supuestamente inspirados por el dios del cristia- nismo. De acuerdo con esta negación fáctica de la tesis paulina, en el año 1949 Pío XII, dirigente máximo de la secta católica, excomulgó a todos los católicos afiliados al Partido Comunista, pero de forma repugnante no realizó ninguna condena similar respecto a quienes se habían afiliado al Partido Nazi, sino que muchos obispos y cardenales confraternizaron con dicho par- tido, con el fascismo y con otros gobiernos golpistas, aliándose con las clases opresoras de todos los tiempos.

La actitud de la jerarquía católica es bastante consecuente con las consignas de Pablo de Tarso en favor de la obediencia a la autoridad, con algunas excepciones como la mencionada de la URSS o la del gobierno legal y republicano de España del año 1936, cuando el levantamieno militar del general Franco fue bendecido por el cardenal Gomá otorgando a la guerra civil española el título de "cruzada nacional", y con alguna histórica condena en forma de excomunión, como la promulgada contra Enrique VIII de Inglaterra, que excluía de la iglesia católica al rey inglés y que eximía a sus súbditos de la obligación de obe- diencia, a pesar de la doctrina de Pablo de Tarso según la cual toda autoridad venía de "Dios". Pero, sin duda ninguna, el punto de vista de Pablo de Tarso no se correspondía para nada con la de Jesús, quien, al parecer, defendió la separación de poderes entre la Religión y la Política diciendo: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"343. Pero era eviden- te que para conseguir los ambiciosos objetivos terrenales que Pablo de Tarso se propuso, identificados con los de la jerarquía posterior de la secta cristiana, era incomparablemente mejor seguir su astuta estrategia que la doctrina de Jesús, y, como era lógico, eso fue lo que hicieron los dirigentes cristianos casi des- de el principio de su historia.

La relación de la jerarquía católica con las clases poderosas adquirió rápidamente una importancia extraordinaria. Esa rela- ción representa, desde luego, una clara muestra de cuáles han si- do los auténticos intereses de los dirigentes cristianos, que para nada se relacionan con la predicación de "la palabra de Cristo" o con la comunicación de la "salvación" (?) de nadie sino sólo con su propio enriquecimiento material, siendo cualquier otra activi- dad teatralmente altruista una simple excusa para ocultar sus auténticos objetivos. Su cínica actitud es todavía más sangrante cuando en los últimos tiempos observamos no sólo su incondi- cional alianza con los poderosos sino también su condena a quienes, como los Teólogos de la Liberación, han tratado de adoptar una postura más próxima a la de Jesús, en defensa de los pobres y de los oprimidos. Es también "comprensible" que, en cuanto la jerarquía católica busca compulsivamente acumular más poder y más riquezas, no le conviene tolerar las críticas de algunos de sus miembros contra aquellos de quienes obtiene sus riquezas, pues esto equivaldría a morder la mano de quien les da de comer y, por eso, los dirigentes de la secta procuran controlar a quienes ponen en peligro la consecución de sus objetivos al preocuparse por ayudar a quienes viven en la miseria y al criti- car a los gobiernos corruptos que no tienen escrúpulos en masa- crar al pueblo al que deberían defender. Por ese motivo los diri-

gentes católicos llaman al orden, como hace pocos años lo hizo su jefe "Juan Pablo II", a quienes, como los "Teólogos de la Liberación", pretendían defender al pobre frente al rico, como si no se hubiesen enterado de quién mandaba en la organización católica y de quién establecía los auténticos fines que debía per- seguir la secta a la que pertenecían.

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343 Lucas, 20:25.

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Al igual que en el resto de doctrinas analizadas, lo mismo sucede con respecto a la idea de que toda autoridad proviene de su dios y que por ello en todo caso hay que respetarla, pues des- de esta perspectiva Pablo de Tarso presentó el cristianismo como un entusiasta colaborador de los poderes políticos de su época, como una religión perfectamente compatible con las cos- tumbres, tradiciones y leyes del imperio y, en consecuencia, nada revolucionaria ni peligrosa para su estabilidad política en comparación con lo que lo habría sido si el cristianismo hubiera intentado abrirse camino siendo fiel a aquellas duras palabras de Jesús en favor de la igualdad, de la fraternidad, del amor a los enemigos, de un trato más respetuoso con la mujer y de una for- ma de vida independiente del poder político. Y ciertamente la actitud que los dirigentes de la secta en general han tenido a lo largo de los siglos ha sido todo lo contrario de lo que esencial- mente predicó Jesús. Tal actitud ha sido la que les ha permitido ganarse el favor de las clases poderosas de todos los tiempos, tanto del imperio romano como del feudalismo medieval o del capitalismo moderno, con quienes tanto poder, riquezas e influencia política ha adquirido a costa de defender de manera recíproca su sagrado derecho a esquilmar y matar de hambre al pueblo llano. En resumidas cuentas, el Cristianismo a lo largo de los siglos ha sabido guiarse fielmente por el principio maquiavé- lico según el cual "el fin justifica los medios", de manera que, como su fin era el de la satisfacción de su insaciable ambición, en estos momentos dispone de riquezas incalculables, producto del robo directo o indirecto realizado en connivencia con los poderes políticos de aquellos lugares donde ha establecido un pacto con ellos para esquilmar y repartir con ellos los bienes robados al pueblo.

Además de estas diferencias abismales entre la doctrina de Jesús y la de Pablo de Tarso y a pesar de que los dirigentes de la secta católica han tenido el cinismo de pretender que existe en ellas una línea de continuidad y de simple desarrollo de las doc- trinas del "Mesías", hay que llamar la atención sobre el hecho absurdo de que, si Jesús, como supuesto "Hijo de Dios", hubiera querido transmitir algún mensaje, lo habría hecho de forma completa para toda la humanidad en el tiempo en que vivió, en lugar de haber dispuesto que fueran los dirigentes de la secta quienes se encargasen de tal misión, oponiéndose a las enseñan- zas de Jesús y "descubriendo" (?) nuevos mensajes a lo largo de casi dos mil años, en los que han ido estableciendo su particular "buena nueva" mediante la proclamación de multitud de dog- mas, como el de la propia infalibilidad del "Papa", y todo lo que este dogma implica respecto a las declaraciones de los diversos papas "en materia de fe y costumbres", declaraciones con las que la jerarquía católica se otorga a sí misma el derecho de introducir o eliminar cualquier doctrina desde el supuesto de que el "Espíritu Santo" inspira tales dogmas al papa, por lo que éstas deben ser aceptadas como necesariamente verdaderas, en cuanto su rechazo equivaldría a rechazar al propio dios cristiano.

Es cierto, por otra parte, que en diversas ocasiones las afir- maciones dogmáticas de un papa han sido anuladas por las de otro para proclamar a continuación lo contrario, y, en principio, esto podría significar un grave problema para la coherencia interna de tales doctrinas. Sin embargo, la jerarquía católica no se ha preocupado por este problema porque sabe que su redil se amolda sin dificultad a las nuevas circunstancias hasta el punto de asumir como verdades las contradicciones y los absurdos más extraños. Además, los dirigentes de la secta fomentan esta acti- tud mediante su constante labor delictiva de "adoctrinamiento" no teniendo inconveniente alguno en contradecirse según cuáles sean sus intereses de cada momento, pues son conscientes de que su labor "pastoral" se producirá sin complicación alguna, ya que el "rebaño" deja en manos de sus "pastores" la complicada tarea de pensar, mientras que ellos cumplirán sobradamente aceptando lo que sus pastores les propongan, por absurdo que pueda ser344. Creerán cualquier barbaridad porque lo que les diga el cura "va a misa" y harán lo que se les mande como con- secuencia de haber perdido o casi la facultad de razonar acerca de cuestiones religiosas y la consiguiente capacidad de tomar decisiones propias como consecuencia de la atrofia mental pro- ducida a lo largo del constante y absurdo adoctrinamiento secta- rio sufrido a lo largo de su infancia.

La jerarquía católica, que a efectos económicos se identifi- ca casi por completo con la llamada "Iglesia Católica", tiene una organización interna de carácter feudal o piramidal, anterior en el tiempo a las multinacionales capitalistas mejor estructuradas que podamos imaginar, pues, al igual que éstas, tiene su presi-

dente, el "Papa"; su consejo de administración, formado por su conjunto de cardenales y asesores personales; sus directores generales regionales, formados por los presidentes de las "Con- ferencias episcopales" de cada país; el consejo de administra- ción de tales regiones, coincidentes en casi todos los casos con las autoridades religiosas regionales; sus sucursales, equivalen- tes a las diversas "diócesis"; sus directores de sucursal, equiva- lentes a los obispos, arzobispos y cardenales de las respectivas circunscripciones o "diócesis"; sus franquicias, equivalentes a las parroquias regidas por los curas párrocos, pero con mucha menor autonomía, en cuanto éstos pueden ser "trasladados" de manera forzosa o quedarse sin parroquia según lo considere oportuno su presidente de sucursal, y por las diversas empresas colaboradoras, equivalentes a las instituciones dependientes de la secta católica, como colegios, universidades, hospitales, periódicos, bancos, emisoras de radio y televisión, que comple- tan, grosso modo, la estructura social y económica de esta orga- nización que con toda seguridad hay que considerar como la multinacional más próspera y segura del mundo, a pesar de dedicarse exclusivamente a la apología –o a la crítica en ciertos momentos- de los gobiernos de los países en que el catolicismo está implantado o al lavado de cerebro de los niños y de sus adeptos en general, prometiéndoles la felicidad eterna o amena- zándoles con el castigo eterno del "Infierno".

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344 Esto es así hasta el punto de que, cuando explicaba a mi alumnos de dieci- séis y diecisiete años alguna cuestión de la religión católica, desconocían en general hasta tal punto los dogmas de su religión que llegaban a preguntarme sobre ellos, no para analizarlos y dialogar, sino para saber qué doctrina de- bían creer, para lo cual simplemente debían creer que yo no les engañaba, y, en efecto también me creían a mí, aunque les hubiera dicho cualquier barba- ridad que se me hubiera ocurrido. Su actitud no me escandalizaba, pero me parecía surrealista, pues eso de que un ateo les explicase qué doctrinas defen- día la secta católica y que a continuación ellos tratasen de creerlas resultaba tristemente cómico.

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Tiene además la secta católica otros organismos más difícil- mente asimilables a los de una gran multinacional capitalista, como los conventos de las diversas órdenes religiosas, dirigidos por los abades y abadesas correspondientes, con mayor indepen- dencia que las parroquias, que viven de manera sencilla, pero acumulando más riquezas para la secta católica a cambio de una vida sin problemas económicos en un medio que les sirve tam- bién de terapia en bastantes casos para sus problemas psíquicos.

Ninguna de las empresas del capitalismo moderno parece haber inventado nada por lo que se refiere a su sistema organi- zativo, ya que la jerarquía católica es un modelo con una expe- riencia de casi dos milenios, que demuestra la solidez de su fun- cionamiento con los suculentos beneficios económicos que con- sigue sin apenas pegar ni golpe como no sea para conspirar y chantajear a los diversos gobiernos en que ha incrementado su influencia política con el apoyo de la presión añadida de sus fie- les seguidores. De manera consciente o inconsciente, la jerar- quía católica ha utilizado sus incoherentes doctrinas acerca de lo divino y de lo humano como simple coartada para aumentar su poder y sus incalculables riquezas, sirviéndose de la ingenuidad de sus fieles para sus fines terrenales y ofreciendo a cambio el opio de sus mentiras celestiales para satisfacer las ilusiones de sus dóciles seguidores.

Para ser exactos, conviene insistir en que sólo la jerarquía católica es relevante como organización económica, pues es ella la que maneja los hilos de su poderosa economía y la que disfru- ta de sus beneficios, por lo que es la auténtica dueña absoluta de la marca "Iglesia Católica", en la que los creyentes no pintan absolutamente nada como no sea para dar limosnas a su "indi- gente organización", para acatar sus consignas políticas disfra- zadas de principios religiosos o para donarle sus bienes como herencia a cambio de ilusorias promesas acerca del "más allá", o para no sufrir amenazas relacionadas con su eterna condenación en el caso de que no obedezcan las órdenes y consignas de sus "pastores" o no sean suficientemente generosos en sus donacio- nes a la organización.

El carácter feudal de la secta católica, formada, al igual que las del pasado, por señores y siervos, pastores y mansos corde- ros, es evidente, pues no existe en ella nada que se parezca a una estructura democrática mediante la cual funcione y mediante la cual se elijan sus cargos, pues el "Papa", como monarca absolu- to, nombra a sus cardenales y a sus obispos, mientras que los cardenales eligen al "Papa", formando así un hermético círculo que es el que mueve todos los hilos para su expansión política y económica a partir del mismo tipo de "servicios" a la sociedad que el que dan quienes se dedican a la quiromancia, a interpretar el horóscopo o a tantas otras formas de engañar a la gente crédu- la y sencilla, de forma que la gran masa de sus fieles no cuenta absolutamente para nada ni en los nombramientos de sus diri- gentes, ni en la fijación de las doctrinas religiosas, ni en el repar- to de los beneficios que dicha jerarquía ha ido acumulando a lo largo de los siglos. Los demás cargos eclesiásticos son elegidos a su vez por los obispos y eso determina que los simples curas o frailes de las distintas órdenes sólo jueguen un papel de servil obediencia con la esperanza de lograr de su "querido y venerado obispo" un ascenso, o por el temor a perder su actual destino y ser enviados a otro lejano y pobre, según que su grado de servi- lismo o de eficiencia económica para la secta sea mayor o menor. Los simples curas, ayudados por sumisos catequistas, consiguen normalmente un grado suficiente de autonomía eco- nómica que les permite vivir con desahogo, aunque se queden a enorme distancia de la inmensa tajada económica que se lleva la alta jerarquía que vive en lujosos palacios o en apartamentos de seiscientos metros cuadrados, alejada del mundanal ruido. Los miembros más bajos de la escala jerárquica de la secta son los encargados de adoctrinar, es decir, de castrar la incipiente capa- cidad de razonamiento de los niños de cuatro, cinco y seis años, ejerciendo contra ellos una labor de pederastia mental –además de la física en no pocas ocasiones-.

El carácter embaucador de esta organización puede com- prenderse fácilmente en cuanto se analizan sus doctrinas contra- dictorias, que elaboran a su antojo de manera que provoquen la esperanza o el temor de los creyentes, según lo que consideren más conveniente para sus intereses, mientras que la masa de cre- yentes tiene una misión de pasiva sumisión a esos personajes que, a fin de lograr mayor éxito para su supuesta misión "espi- ritual" –pero tan exclusivamente terrenal como la de todo el mundo-, se visten con atuendos lujosos y estrafalarios, mostrán- dose ante su público con semblante hipócritamente bondadoso, aunque en lo único en que piensen sea en cómo seguir amonto- nando riquezas sin que nunca llegue el día en que las repartan entre los pobres asumiendo las palabras de Jesús cuando, según el evangelio atribuido a Lucas, dijo:

"¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo"345, o cuando en este mismo evangelio, ante la pregunta de un hom- bre importante acerca de qué debía hacer para conseguir la vida eterna, Jesús le responde finalmente:

"…vende todo lo que tienes, repártelo entre los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme"346.

Como ya sabemos, Pablo de Tarso traicionó esas palabras de Jesús, y desde entonces la secta católica siguió indudable- mente a Pablo, pero no a Jesús.

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346 Lucas, 18:22.

345 Lucas, 6:24.

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"El pecado original" y "la redención"

Según la doctrina del llamado "pecado original", todos na- cemos habiendo heredado el pecado supuestamente cometido por Adán y Eva, considerados como "nuestros primeros pa- dres". Esta doctrina es absurda en cuanto el concepto de peca- do hace referencia a una acción voluntaria contra la ley divina, mientras que en el momento de nacer nadie ha realizado acción alguna, ni buena ni mala. La secta cristiana construyó su doctrina fundamental de "la redención" proclamando que el "hijo de Dios" se había encarnado y se había sacrificado para conseguir el perdón de "Dios Padre". Esta doctrina deriva de la "ley del Talión" –ojo por ojo, diente por diente- por la que se considera que cualquier delito se repara con un castigo similar al delito cometido, de manera que los pecados del hombre requerían de una repara- ción para ser perdonados. Tal reparación es la que se habría logrado mediante el sacrificio de Jesús, hijo de Dios, en una cruz. Sin embargo, además de lo absurdo que resulta que la humanidad herede una falta cometida sólo por sus "primeros padres", esta ley, basada en la venganza, es incompatible ade- más con el dogma de la infinita misericordia divina, por la cual Dios perdonaría instantáneamente sin necesidad de sacrificio alguno.

  • El pecado original

Desde el Concilio de Cartago a finales del siglo IV, la je- rarquía cristiana afirmó como dogma de fe la existencia de un "pecado", cometido por Adán y Eva, que se transmitía al resto de la humanidad347.

Lo más probable es que la idea de un pecado como ése se debiese al hecho que el pensamiento de Israel y, como conse- cuencia, el cristiano se habían preguntado por la causa de sus continuos padecimientos en la vida (enfermedades, hambre, con- flictos bélicos, sufrimiento en general) y por la causa de la muerte. El pensamiento de entonces, ligado fuertemente a la fantasía, del mismo modo que había llevado a los hombres de otras culturas a una interpretación antropomórfica acerca de la causa de toda esa serie de fenómenos, condujo al pueblo de Israel a pensar que el daño que sufrían los seres humanos debía de ser un castigo derivado de alguna ofensa contra Yahvé, y consideraron que sólo mediante determinados sacrificios po- drían aplacar su ira y conseguir su perdón. Sin embargo, en rela- ción con este hecho es bastante significativo que mientras los israelitas no practicaban ningún tipo de bautismo o de ritual para quedar libres de aquel supuesto pecado, en el cristianismo se instituyó el sacramento del bautismo para lograr este objetivo, aunque posiblemente la finalidad más importante de dicho ritual fuera la de reclutar a nuevos miembros para la agrupación cris- tiana, ya que cuando los padres comunican a su hijo todavía pe- queño que está bautizado y que mediante su bautismo estará integrado en la misma agrupación religiosa a la que ellos perte- necen, el niño, en una edad esencialmente receptiva, se alegra de saber que ha quedado liberado de aquel pecado del que los ma- yores le hablan, y, aunque no entiende para nada lo que le dicen, en cualquier caso agradece aquel ritual que tanto le beneficia.

En resumen, la absurda doctrina de la jerarquía católica, que considera que el supuesto pecado original se trasmite de padres a hijos desde Adán y Eva, no fue defendida en el Antiguo Testamento –ni en la religión judía-, aunque en dicho libro apa- rece la fábula en que posteriormente los dirigentes cristianos pretendieron fundamentar la doctrina relacionada con ese supuesto pecado. En este sentido se dice en Génesis:

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347 Con la única excepción de María, la madre de Jesús, según el dogma proclamado por Pío IX en el año 1.854, después de mil quinientos años contradiciendo así el carácter universal del dogma establecido en el Concilio de Cartago.

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"A la mujer [Yahvé] le dijo:

Multiplicaré los dolores de tu preñez, parirás a tus hijos con dolor; desearás a tu marido, y él te dominará.

Al hombre le dijo:

Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol prohibido, maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga comerás sus frutos todos los días de tu vida […] Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado, porque eres polvo y al polvo volverás"348.

Es evidente que lo que pretendía el autor de este pasaje era encontrar una explicación para los diversos sufrimientos que los seres humanos padecen a lo largo de su vida, y para la misma muerte, y, por ello, ofreció una primera explicación, mítica sin duda, pero no porque la culpa de Adán y Eva se transmitiese al conjunto de su descendencia sino porque, como consecuencia de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, su descendencia ya no pudo gozar de los bienes que ellos habían disfrutado mientras vivieron en él. De hecho el sacramento del bautismo y su mági- co ritual, a pesar de borrar el supuesto pecado original, no anula el conjunto de males con los que Dios habría castigado a Eva y a Adán, a excepción de la muerte, de la que, como nadie ha regre- sado, la fantasía humana siempre puede imaginar que el dios de

Israel nos libró de ella, concediendo, por lo menos a algunos, la vida y la felicidad eternas, aunque a los demás los envíe al fuego eterno.

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348 Génesis, 3: 16-19.

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Además, habituados como estaban a las costumbres y leyes tiránicas de los dirigentes de su pueblo y al proceder de un dios que castigaba las ofensas no sólo en quien las cometía sino tam- bién en su descendencia "hasta la tercera y cuarta generación", no les resultó difícil aceptar el pasaje bíblico que consideraba que Adán y Eva eran la causa inicial de todos los males de la humanidad, aunque su descendencia no hubiese cometido delito alguno. No obstante, el hecho de que la humanidad en general pagase las consecuencias de la desobediencia de Adán y Eva no supuso que en el Antiguo Testamento se considerase que la humanidad naciera con ese mismo pecado, aunque en Eclesiásti- co se señala al culpable de todos nuestros males, considerando de modo machista –perspectiva habitual a lo largo de toda la Biblia- que la culpa no fue de Adán y de Eva sino sólo de Eva en cuanto "por ella comenzó el pecado", aunque no que por ella todos naciéramos en pecado, pues incluso llega a decirse que por culpa de ella morimos todos y no por una culpa que todos compartiéramos con ella. Así, se dice en dicha obra:

"Por la mujer comenzó el pecado, por culpa de ella morimos todos"349.

El mismo Pablo de Tarso siguió defendiendo esa idea, que expresó en frases como:

"por el delito de uno solo la condenación alcanzó a todos los hombres"350,

considerando que la humanidad heredaba "la condenación" a pesar de no tener culpa alguna, por lo que habló del delito de uno solo, al margen de que un dios justo y omnipotente hubiera evitado que la humanidad heredase la absurda condenación o las consecuencias de dicha culpa. En este sentido, expresándose en términos parecidos al del anterior pasaje "el apóstol de los gentiles" escribe:

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350 Romanos, 5:18. La cursiva es mía.

349 Eclesiástico, 25:24. La cursiva es mía.

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"Y si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reina- do universal, mucho más por obra de uno solo, Jesucristo, vivirán y reinarán los que acogen la sobreabundancia de la gracia y del don de la salvación"351.

En esta ocasión el auténtico creador del cristianismo no sólo ha- bla de la salvación como una "gracia" o como un "don", sino también de la muerte como consecuencia universal "del delito de uno solo", castigo cuya universalidad acepta sin preguntarse por su justificación.

Dicho "pecado original" podía ser entendido en uno de los dos siguientes sentidos:

  • 1) que Eva cometió el primer pecado sin que esto tuviera ninguna trascendencia moral para el resto de la humanidad352, aunque sí punitiva –como lo sería la muerte-;

  • 2) que Eva cometió el primer pecado y que éste contaminó

–no se sabe cómo- la naturaleza espiritual de toda la huma-

nidad, de manera que por su causa toda la humanidad nacería en pecado, y sólo mediante la "redención" de Jesús y su acepta- ción de Jesús como "hijo de Dios" por un acto de fe el hombre quedaría liberado de dicho pecado353.

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352 En Eclesiástico, una obra de la Biblia perteneciente al siglo II a. C., se dice: "Por la mujer comenzó el pecado, por culpa de ella morimos todos" (Eclesiástico, 25:24). Este pasaje pudo ser un motivo para que posterior- mente surgiera la idea mucho más grave de que la mujer era la causa de que los seres humanos nacieran con el "pecado original". Pero evidentemente Eva no era culpable de la presencia de la muerte en el mundo y ni siquiera de la suya propia si se tiene en cuenta que todas las acciones humanas habrían estado predeterminadas por Dios.

351 Romanos, 5:17. La cursiva es mía.

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Sin embargo, parece que Pablo de Tarso no introdujo aquí la idea del "pecado original" en ese segundo sentido, pero sí defendió que la fidelidad de uno solo –Jesús- era la fuente de la salvación para todos los hombres354.

La doctrina del pecado original es absurda, aunque más absurdo es que los dirigentes de la secta católica hayan aceptado la existencia de tal pecado al haber generalizado no sólo el cas- tigo sino también la culpa por tal pecado con el que todos ha- bríamos nacido.

Los primeros cristianos y quienes inicialmente hablaron ya del pecado original entendieron que tal explicación de los diver- sos males humanos, a pesar de ser absurda porque el conjunto de la humanidad no había cometido delito, ofensa o daño alguno, era la única que podían dar para no tener que negar la existencia de un Dios omnipotente, justo y sumamente bueno, que hubiera podido impedir los males que padecemos si no hubiera sido por aquel pecado con el que Eva "contaminó" a su descendencia.

Un modo de pensar tan absurdo puede haber tenido también una base en la mentalidad de quienes escribieron el Antiguo Tes- tamento, en donde se cuenta que en la última de las famosas pla- gas de Egipto y a fin de lograr que el faraón permitiese la mar- cha del pueblo de Israel, Yahvé, de manera déspota y absurda,

¿Qué delito habían cometido tales primogénitos para merecer aquella absurda represalia? Simplemente se cumplía a nivel de fábula bíblica lo que parecía tan habitual en el contexto polí- ticosocial de aquella cultura, donde las culpas, aunque fueran individuales, iban seguidas de venganzas o de castigos que tenían en muchas ocasiones una proyección colectiva de carácter familiar o tribal, "hasta la tercera y cuarta generación"355, lo cual representa el mismo tipo de arbitrariedad que el condenar a todas las generaciones posteriores, como habría sucedido con el supuesto pecado, aunque elevando ahora la arbitrariedad divina al máximo extremo. Sin embargo, a pesar de que en general la conducta vengativa de Yahvé se extiende a la familia y a la des- cendencia de quien le haya ofendido, hay un texto en Ezequiel, antes citado, en el que se critica esta actitud y esta manera de aplicar castigos en cuanto no se imponen exclusivamente al cul- pable sino también a su descendencia356. El texto en cuestión dice así:

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354 En este mismo sentido escribe: "así como por el delito de uno solo la con- denación alcanzó a todos los hombres, así también la fidelidad de uno solo es para todos los hombres fuente de salvación y de vida" (Romanos, 5:18; la cursiva es mía) castigó a los egipcios con la muerte de todos sus primogénitos.

353 Para un análisis más detallado de esta cuestión puede verse en esta misma obra el capítulo que trata sobre "Veracidad y fe".

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-"Recibí esta palabra del Señor: […] Vosotros decís: "¿Por qué no carga el hijo con la culpa de su padre?" Pues porque el hijo recta y honradamente ha guardado todos mis mandamientos y los ha puesto en prác- tica: por eso vivirá. El que peca es el que morirá. El hijo no cargará con la culpa del padre, ni el padre con la del hijo"357.

La importancia de este texto es doble, pues, por una parte, defiende que, suponiendo que existiera la culpa y que ésta de-

biera ser compensada con un castigo, tendría que ser el culpable y no su descendencia quien debería ser castigado; pero, por otra, representa una nueva contradicción con respecto a la mayoría de textos bíblicos en los que Yahvé no tiene reparo alguno en casti- gar a culpables y a inocentes, a mujeres, ancianos y niños que nada tienen que ver con la teórica ofensa que alguien hubiera podido causarle. Precisamente por ser contrarios a esta idea del castigo colectivo como consecuencia de un delito individual, los musulmanes rechazan la existencia de tal pecado universal.

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356 Suponiendo que hablar de "culpable" o de "culpa" tuviera sentido, que no lo tiene si se acepta que todo está predeterminado por el dios de Israel o en cuanto se rechace la doctrina del "libre albedrío".

355 Por ejemplo, en Éxodo, 20:5 y 34:7.

357 Ezequiel, 18: 1-20. La cursiva es mía.

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Por otra parte, conviene tener en cuenta que en Génesis, donde aparece la fábula de aquella desobediencia, el dios judío castigó también a la pobrecita serpiente –que, por cierto, nada tiene que ver con el demonio- y a su descendencia, que nada sabía de esa fábula. Y así, dijo a la serpiente:

"Por haber hecho eso, serás maldita entre todos los anima- les y entre todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, pero tú sólo herirás su talón"358.

Ésta era otra forma, todavía más absurda y mítica, de apli- cación del castigo como consecuencia del supuesto pecado ori- ginal, pero en este caso contra la serpiente tentadora y contra su descendencia, como si se tratase de una fábula para niños. Puede parecer asombroso que Yahvé, el Dios de Israel y del cristianis- mo, tuviera una actitud tan absurda con la serpiente, como si ésta hubiera sido responsable y hubiera buscado la perdición para Adán y Eva. En aquellos tiempos el ser humano necesitaba disponer de alguna explicación, por mítica que fuera, que diese respuesta a sus inquietudes y a los misterios de que está rodeada

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