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Contradicciones de la "iglesia católica" (segunda parte) (página 4)



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"El Señor me habló así:

-No te cases; no tengas hijos ni hijas en este lugar. Porque así dice el Señor de los hijos e hijas que nazcan en este lugar, de las madres que los den a luz y de los padres que los engendren: Morirán cruelmente; no serán llorados ni enterrados, sino que quedarán como estiércol sobre la tierra; perecerán a espada y de hambre, y sus cadáveres serán pas- to de las aves del cielo y de las bestias de la tierra"172.

Por su parte, Abías "tuvo catorce mujeres, veintidós hijos y dieciséis hijas"173.

¡Y fue el mismo sacerdote Yoyadá quien proporcionó dos esposas a Joás igual que si le hubiera regalado dos borregos!:

"Joás agradó con su conducta al Señor mientras vivió el sacerdote Yoyadá, quien le proporcionó dos esposas de las que Joás tuvo hijos e hijas"174.

Esta última referencia tiene el interés de poner nuevamente de manifiesto que la poligamia no fue vista de manera negativa por sí misma, ya que en este caso ¡fue un sacerdote quien pro- porcionó dos esposas a Joás! y, al parecer, lo hizo para premiarle por su conducta hacia Yahvé.

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172 Jeremías, 16:1-4.

173 2 Crónicas, 13:20-21.

174 2 Crónicas, 24:2.

El inconveniente surgía, como ya se ha dicho, cuando esas mujeres eran extranjeras, como en el caso de las mujeres de Salomón, porque podían introducir sus dioses y pervertir al isra- elita alejándolo de su dios, lo cual equivale a decir que a los sacerdotes lo que les preocupaba especialmente era la competen- cia que las otras religiones y los otros dioses podían suponer para su propio negocio.

En definitiva, a lo largo de sus diversos libros lo que predo- mina en la Biblia de forma clara y constante es esta valoración de la mujer como un simple objeto para comprar, vender, usar y tirar.

  • 7) La mujer y el noveno y último mandamiento.- De hecho y en relación con lo anterior tiene especial interés aclarar que, a pesar de que el clero católico siga hablando del "decálogo" o de los diez mandamientos de Moisés cualquiera que sepa leer pue- de comprobar que en la Biblia sólo aparecen ¡nueve manda- mientos!, siendo el noveno y último:

"No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su sier- vo, ni su buey, ni su asno, ni nada de lo que le pertenez- ca"175,

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175 Éxodo, 20:17. Reproduzco la lista de mandamientos, tal como aparece en Éxodo, 20:3-17, a fin de que quien quiera pueda comprobar cómo, en efecto, se trata de nueve mandamientos y no de diez. Son los siguientes:

[1º] "No tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás escultura, ni imagen alguna de nada de lo que hay arriba en el cielo, o aquí abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra […] [2º] No tomarás en vano el nombre del Señor […] [3º] Acuérdate del sábado para santificarlo […] [4º] Honra a tu padre y a tu madre para que vivas muchos años en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar.

[5º] No matarás.

[6º] No cometerás adulterio.

de manera que el mandamiento que actualmente se enumera como noveno y penúltimo, "no desearás la mujer de tu próji- mo", en la Biblia aparece sólo como una parte del noveno, que los dirigentes cristianos dividieron en dos a fin de enmascarar el hecho evidente de que a la mujer se la trata en la Biblia y en ese mismo pasaje relacionado con las tablas de Moisés como una pertenencia o cosa o como un animal –un buey, un asno-. Y precisamente por este mismo motivo el noveno y último manda- miento hace referencia a la mujer refiriéndose a ella como un objeto más –igual que la casa o el buey-, que ha sido comprado a su padre, sin contar con el consentimiento de ella, y que podría ser codiciada por otro hombre. Y, por el contrario, no se habla en ningún caso del hombre como de un objeto que pueda ser codiciado ni comprado por la mujer, pues el varón no es un objeto que pueda ser codiciado. Recordemos a este respecto que mientras los varones son hijos de Dios, las mujeres son hijas de los hombres y, al parecer, tal estatus confiere a los varones el derecho de ser dueños de mujeres, mientras que las mujeres deben someterse a los varones como esposas, como concubinas o como esclavas, al igual que pueden ser repudiadas por sus maridos por la simple razón de que hayan dejado de gustarles.

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[7º] No robarás.

[8º] No darás falso testimonio contra tu prójimo.

[9º] No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su buey, ni su asno, ni nada de lo que le pertenezca".

Ese mismo número de mandamientos es el que aparece en Deuteronomio, 5:7-21, donde la exposición literal del noveno y último dice: "No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, su campo, su escla- vo o su esclava, su buey o su asno, ni nada de lo que le pertenece".

  • 8) De acuerdo con esta cosificación de la mujer, ésta no es dueña de su propia vida sino que es objeto de compra y de ven- ta:

Jacob compró a Raquel a su tío Labán a cambio de trabajar siete años para él176, aunque éste le engañó y al cabo de esos siete años "por la noche […] tomó a su hija Lía y se la trajo a Jacob, y Jacob se unió a ella"177.

Pero, como a Jacob le gustaba Raquel, se la volvió a pedir a su tío y éste le dijo:

"-…Termina la semana de bodas con ésta, y te daré tam- bién a la otra a cambio de otros siete años de servicio.

Así lo hizo Jacob; terminó la semana con la primera, y después Labán le dio por mujer también a su hija Raquel […] Jacob "se unió también a Raquel y la amó más que a Lía; y estuvo al servicio de su tío otros siete años"178.

Tiene interés observar cómo en este pasaje se muestra:

  • a) la cosificación de la mujer, cuya voluntad no cuenta en absoluto a la hora de que su padre tome la decisión de venderla a Jacob, al margen de cuáles sean los sentimientos de ella;

  • b) la ausencia de contrato matrimonial, pues, como la mujer es una simple posesión de su padre, el contrato no se hace con ella sino entre su padre y su futuro propietario, que es quien la compra a cambio de dinero o de otro bien, como, en este caso, el tiempo de trabajo –siete años- que Jacob acuerda con su tío.

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176 Génesis, 29:18-19.

177 Génesis, 29:23.

178 Génesis, 29:27-30.

  • 9) Un complemento de esta infravaloración de la mujer fue el de la ley sobre el repudio por el que el marido podía rechazar a su mujer siempre que encontrase un defecto en ella o que sim- plemente dejase de agradarle, mientras que la mujer en ningún caso podía repudiar al marido. Se dice en este sentido en Deute- ronomio:

"Si un hombre se casa con una mujer, pero luego encuentra en ella algo indecente y deja de agradarle, le entregará por escrito un acta de divorcio y la echará de casa. Si después de salir de su casa ella se casa con otro, y también el segun- do marido deja de amarla, le entrega por escrito el acta de divorcio y la echa de casa…"179.

  • 10) La mujer puede ser tomada o raptada con absoluta normalidad sin que su voluntad cuente para nada.

En efecto, como ya se ha dicho, en muchas ocasiones ni si- quiera hay contrato matrimonial entre varón y mujer, sino sólo un contrato de compra o un simple rapto, como sucede cuando los ancianos de la comunidad propusieron que los benjaminitas raptasen mujeres, pues no tenían, y la tribu de Benjamín estaba a punto de desaparecer: En un primer momento la comunidad isra- elita envió tropas contra Yabés Galaad, cuyos habitantes tam- bién eran judíos, pero no habían subido a la asamblea del Señor. Y, como los israelitas habían "jurado solemnemente que quien no subiese a Mispá ante el Señor sería castigado con la muer- te"180, pasaron a cuchillo a todos sus habitantes menos a las muchachas vírgenes y se las dieron a los benjaminitas. A conti- nuación los mismos benjaminitas, aconsejados por el resto de

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179 Deuteronomio, 24:1-3.

180 Jueces, 21:5.

Israel, raptaron más mujeres en Silón para quienes no tenían todavía181.

  • 11) Es preferible la violación de las propias hijas antes que la ofensa a un invitado:

Otro ejemplo más de este menosprecio tan absoluto a la mujer en la Biblia es el hecho de que, ante la situación de tener que consentir o no la ofensa a un invitado, se opte por ofrecer a las propias hijas para ser violadas. Así sucede en Génesis, 19:6- 8, donde Lot, para proteger a unos extranjeros que tenía alojados en su casa, dice a quienes querían violarlos:

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181 "Entonces la asamblea [de Israel] envió doce mil hombres de los más valientes, con esta orden:

-Id y pasad a cuchillo a todos los habitantes de Yabés Galaad, incluidas mujeres y niños. Consagraréis al exterminio a todos los varones y a todas las mujeres casadas, pero dejaréis con vida a las vírgenes.

Así lo hicieron. Entre los habitantes de Galaad encontraron cuatrocientas vírgenes que no habían tenido relaciones con ningún hombre y las trajeron al campamento de Siló, en la tierra de Canaán. Luego, la asamblea envió men- sajeros a los benjaminitas […] para ofrecerles la paz. Los benjaminitas vol- vieron, y ellos les dieron las mujeres supervivientes de Yabés Galaad, pero no había bastantes para todos.

[…] Los ancianos de la comunidad se preguntaban:

-Las mujeres de la tribu de Benjamín han sido exterminadas. ¿Qué hare- mos para procurar mujeres a los que aún no las tienen? […] Entonces decidieron esto:

-Está cerca la fiesta del Señor que se celebra todos los años en Siló […]. Y dieron este recado a los de Benjamín:

-Id y escondeos entre las viñas. Os quedáis observando, y cuando veáis que las jóvenes de Siló salen a bailar, salís de las viñas, os lleváis cada uno una muchacha de Siló y os volvéis a vuestra tierra […].

Los de Benjamín lo hicieron así y tomaron de entre las que bailaban aque- llas que necesitaban; después volvieron cada uno a su heredad, reconstruye- ron las ciudades y se establecieron en ellas" (Jueces, 21:10-23).

"-Hermanos míos, os suplico que no cometáis tal maldad. Tengo dos hijas que no se han acostado con ningún hom- bre; os las voy a sacar fuera y haced con ellas lo que que- ráis, pero no hagáis nada a estos hombres que se han cobi- jado bajo mi techo"182.

Algo muy similar se narra en Jueces, donde, como en el caso anterior, la violación de mujeres no tiene la menor impor- tancia en relación con la gravedad de la ofensa a un invitado. En este sentido y de manera asombrosa se dice en defensa de tal invitado:

"-No, hermanos míos, no hagáis, semejante crimen, por favor. Es mi huésped y os pido que no hagáis tal infamia. Aquí está mi hija, que es virgen; os la sacaré para que abu- séis de ella y hagáis con ella lo que os plazca; pero no cometáis con este hombre semejante infamia"183.

  • 12) En las referencias genealógicas sólo cuenta la línea pa- terna y para nada la materna, hasta el punto de que, como ya se ha dicho en otro momento, para demostrar la filiación divina de Jesús el evangelio atribuido a Lucas se remonta por la línea ge- nealógica de José hasta llegar a Adán, incurriendo en la contra- dicción de afirmar la paternidad de José respecto a Jesús cuan- do se quiere demostrar que Jesús era Hijo de Dios, pero negando tal paternidad cuando interesa afirmar que María era "virgen" y que concibió por obra del "Espíritu Santo" y no por sus relacio- nes sexuales con José. Tal contradicción bíblica hubiera podido ser evitada si los evangelistas correspondientes hubiesen dicho que María quedó embarazada por obra del Espíritu Santo y por- que, además, María era hija de Dios, tomando como base para

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182 Génesis, 19:7-8.

183 Jueces, 19:23.

este último argumento la línea genealógica materna de Jesús, que se habría remontado hasta Adán igual que la de José, pero con la ventaja de que, si José era un padre dudoso para quienes escribieron estos pasajes, María sí era madre indudable de Jesús.

Esta baja consideración de la mujer, referida a María en este caso, se muestra además en cuanto se considera a Jesús como "hombre" por ser hijo de María y sólo como "Hijo de Dios", según el evangelio atribuido a Lucas, que afirma tal doc- trina, a partir de la enumeración de la genealogía paterna de Jesús, por ser hijo de José, cuya ascendencia se remontaría hasta Adán, el cual es considerado "hijo de Dios" por haber sido crea- do por él184 -a pesar de haber escrito antes que el auténtico padre de Jesús no fue José sino el "Espíritu Santo"185.

  • 13) El papel secundario de la mujer en el Antiguo Testa- mento se muestra igualmente desde la perspectiva de su tasación económica, tal como aparece en Levítico, donde en relación con los sacrificios religiosos se valora al hombre –entre veinte y sesenta años- en quinientos gramos de plata, mientras que a la mujer se la valora en trescientos:

"El Señor dijo a Moisés:

-Di a los israelitas: Cuando alguien haga al Señor una promesa ofreciendo una persona, la estimación de su valor será la siguiente: el hombre entre veinte y sesenta años, quinientos gramos de plata […]; la mujer, trescientos; el

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184 Lucas, 3:23-38. Aunque se trate de algo anecdótico, resulta difícil enten- der que la lista de ascendientes de José según Lucas no coincida en absoluto con la del evangelio de Mateo, pues en el caso de que una de ellas hubiera sido correcta la otra hubiera sido necesariamente incorrecta. De nuevo parece que el "Espíritu Santo" andaba algo despistado cuando, según los dirigentes de la secta, inspiró a los evangelistas.

185 Lucas, 1:35.

joven entre cinco y veinte años, si es muchacho, doscientos gramos, y si es muchacha, cien; entre un mes y cinco años, si es niño, cincuenta gramos, y treinta gramos de plata si es niña; de sesenta años para arriba, el hombre, ciento cin- cuenta gramos y la mujer cincuenta"186.

O sea, que eso de que ante el dios judeo-cristiano todos sea- mos iguales evidentemente sería una apreciación incorrecta, por lo menos por lo que se refiere a este dios, para quien, tratándose de hombre y mujer de edades similares, la mujer siempre vale menos que el varón, según estos escritos ¡inspirados por el "Es- píritu Santo"!, al margen de lo denigrante que resulte una tasa- ción económica de seres humanos.

  • 14) A pesar de la escasa relevancia que tiene la mujer en la Biblia, hay alguna ocasión en que aparecen en ella personajes femeninos destacados, como Raquel, Judith, Yael o Dalila. Las hazañas de estas heroínas se basaron en la astucia, pero también en la seducción o la traición, o en ambas formas de actuación, de manera que su conducta, aunque elogiable hasta cierto punto para los judíos –menos la de Dalila-, iba acompañada de méto- dos contrarios a los mandamientos de Moisés.

Así, sirviéndose de la mentira, Raquel robó a su padre los ídolos familiares:

"De la tienda de Lía, [Labán] pasó a la de Raquel. Pero ésta había tomado los ídolos, los había escondido en la montura del camello y estaba sentada encima de ellos. Rebuscó Labán por toda la tienda, pero no los encontró. Raquel le dijo:

-No se enfade mi señor si no puedo levantarme, es que tengo la menstruación.

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186 Levítico, 27:1-7.

Él buscó y rebuscó, pero no pudo encontrar sus ído- los"187.

Por su parte Judith se basó en su capacidad seductora, es decir, de engaño, para cortar la cabeza a Holofernes:

"[Judith] se calzó las sandalias, se puso collares, pulseras, anillos, pendientes y todas sus joyas; y se acicaló con esme- ro para ser capaz de seducir a los hombres que la viesen"188.

Y, así, una vez que sedujo a Holofernes, se acostó con él, y luego, aprovechando que éste yacía dormido a causa del vino, "avanzó hacia el poste que estaba a la cabecera de Holofer- nes, tomó su alfanje, se acercó a la cama, lo agarró por la cabellera y dijo:

-Fortaléceme en este momento, Señor, Dios de Israel.

Le dio dos golpes en el cuello con toda su fuerza y le cortó la cabeza"189.

Otra mujer, Yael, mató a Sísara a traición:

"Bendita entre las mujeres sea Yael […] Agua le pidió, y le dio leche; en copa preciosa le ofreció nata. Con su izquierda agarró un clavo, con su derecha un martillo de obrero y gol- peó a Sísara, le partió la cabeza, lo machacó, le atravesó la sien"190.

Igualmente, Dalila, a quien los filisteos habían ofrecido una considerable cantidad de dinero para que les entregase a Sansón, utilizó la seducción y la traición para conseguir que éste le rebe- lase el secreto donde radicaba su fuerza. A continuación,

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187 Génesis, 31:33-35.

188 Judith, 10:4.

189 Judith, 13:6-8

190 Jueces, 5:24-26.

"ella durmió a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hom- bre, que le cortó las siete trenzas de su cabeza"191

y mandó que avisaran a los filisteos para que vinieran a detener- le. Perdida su fuerza, los filisteos le detuvieron, lo dejaron ciego y lo encarcelaron.

  • 15) La continuación de este punto de vista tan degradante respecto a la mujer aparece nuevamente y de manera muy acu- sada en Pablo de Tarso, al afirmar:

"la cabeza de la mujer es el varón"192, lo cual implica evidentemente la doctrina de que, en sí misma considerada, la mujer es un cuerpo sin cabeza. Y, justificando el uso de una señal de sujeción en la cabeza de la mujer, afirma igualmente:

"toda mujer que ora o habla en nombre de Dios con la cabe- za descubierta, deshonra al marido, que es su cabeza"193.

Defiende a continuación las ideas de la subordinación de la mujer respecto al varón y del uso del velo –o de "una señal de sujeción"- como símbolo de tal sometimiento afirmando:

"el varón no debe cubrirse la cabeza, porque es imagen y reflejo de la gloria de Dios. Pero la mujer es gloria del varón, pues no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón, ni fue creado el varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por eso […] debe llevar la mujer sobre su cabeza una señal de sujeción"194.

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191 Jueces, 16:19.

192 Pablo, Corintios, 4:3.

193 Pablo, Corintios, 4:5.

194 Pablo, Corintios, 4:7-10. La cursiva es mía.

Esta misma idea, tan discriminatoria respecto a la mujer, vuelve a aparecer no sólo en relación con el uso del velo sino también con la norma por la cual la mujer debe someterse al marido, hasta el punto de que se le prohíbe incluso que hable en público, de manera que, si desea saber algo, debe preguntarlo al marido, pero no durante la asamblea:

  • "La mujer aprenda en silencio con plena sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que ha de estar en silencio. Pues primero fue formado Adán, y después Eva. Y no fue Adán el que se dejó enga- ñar, sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgre-

sión"195.

  • "…que las mujeres guarden silencio en las reuniones; no les está, pues, permitido hablar, sino que deben mostrarse recatadas, como manda la ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues no es decoroso que la mujer hable en la asamblea"196.

Pablo de Tarso, que era especialmente astuto, comprendió que para que el cristianismo pudiera salir adelante y triunfar como religión, tanto entre los israelitas como en el Imperio Ro- mano, debía procurar mantener una línea de pensamiento afín a la civilización en medio de la cual pretendía ocupar un espacio, y, dado que el machismo era dominante en la cultura romana, defendió esta subordinación absoluta de la mujer al varón con- graciándose así con el imperio – y sin tener que abandonar la misma tradición israelita-.

Ahora bien, en cuanto las cartas de Pablo de Tarso forman parte de la Biblia cristiana, quien crea que la Biblia representa

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195 Pablo: Timoteo, 2:11-14.

196 Pablo, I Corintios, 14:34-35.

la palabra del dios cristiano deberá considerar igualmente que la mujer debe estar sometida al marido, mientras que quien consi- dere que la mujer tiene iguales derechos que el marido, no podrá aceptar que la Biblia represente la palabra de dicho dios.

La jerarquía católica intentó posteriormente suavizar esta doctrina acerca de la mujer enalteciendo la figura de María, enseñanza que, desde luego, no deriva de los evangelios. Pero, a pesar de todo, la doctrina de los dirigentes de la secta católica continuó siendo machista y consistió siempre, de manera más o menos explícita, en considerar a la mujer inferior al varón y cre- ada para vivir sometida a él.

La norma del uso del velo ha llegado hasta la actualidad, a pesar de que no lo haya hecho hasta el extremo al que ha llegado en el mundo islámico el uso del "burka" –con poca diferencia respecto al uniforme de algunas comunidades de monjas cató- licas- que cubre la práctica totalidad del cuerpo y del rostro femenino. Pero lo esencial de este asunto es que su fundamento último es el mismo: la consideración de la mujer como una pro- piedad del marido.

  • 16) Otra forma de ignorar o postergar a la mujer puede ver- se en cierto modo en la actitud de Jesús al haber elegido a doce apóstoles, sin que ninguno de ellos fuera mujer, tanto por lo que tal decisión pudo representar por sí misma como por el hecho de que, aunque se trate de un argumento muy pobre, ha sido el más utilizado por los obispos de la secta católica para negar a la mujer su acceso al sacerdocio y a los demás cargos importantes del organigrama de su institución, diciendo que, si Jesús hubiera querido que las mujeres accedieran a tales cargos, habría elegido a alguna de ellas como apóstol. Se trata de un argumento absur- do, pero es el que utilizó, entre otros, el arzobispo de Málaga en

una entrevista en la CNN+ (27/03/02) para rechazar que la mujer pudiera acceder al sacerdocio. A la crítica de que aquellos tiempos no eran los más ade- cuados para la elección de una mujer como apóstol se podría replicar que, si Jesús era "Hijo de Dios", por lo mismo que defendió una nueva forma de moral, igualmente hubiera podido predicar –con el ejemplo- la igualdad entre los seres humanos. Además, siendo coherentes con un argumento tan contundente [?], resulta "escandaloso" que la jerarquía católica haya consen- tido que a lo largo de los tiempos quienes no eran judíos ni de raza blanca hayan podido ser ordenados sacerdotes, pues todos los apóstoles eran judíos y de raza blanca. Igualmente, con un argumento similar, se podría haber impugnado el nombramiento del actual jefe de la secta católica y de la mayoría de los anterio- res, argumentando que, si Jesús hubiese nombrado un jefe para su iglesia, nombró a un judío y no a un italiano, ni a un polaco, ni a un alemán, ni a un argentino, por lo que el actual papa, que no es judío, debería ser depuesto del cargo que ocupa en contra de la voluntad de Jesús, que, según dicen, eligió a un judío como jefe de su iglesia.

En definitiva, la pobreza de tal argumento resulta tan evi- dente que ni siquiera requiere una crítica. Es cierto que la socie- dad del pueblo judío era fuertemente machista, pero, como ya se ha explicado, es muy posible que Jesús no eligiese a ninguna mujer entre sus apóstoles por influjo del machismo de la socie- dad judía, y, por ello mismo, la actitud de Jesús sólo demostraría que él mismo no estaba concienciado para asumir que la mujer tenía las mismas capacidades que el varón para realizar las tare- as de que éste se ocupaba. No obstante, aunque en la práctica Jesús fue un mero seguidor inconsciente del machismo judío tra- dicional, nunca defendió explícitamente la existencia de alguna diferencia o de alguna superioridad del varón sobre la mujer, y el hecho de que no nombrase como apóstol a ninguna mujer no representa un argumento para concluir que la mujer debiera quedar relegada respecto a la posibilidad de acceder al sacerdo- cio o a cualquier otro cargo eclesiástico, y, en definitiva, para que apareciera siempre en un segundo plano respecto al varón como si fuera inferior a él.

Por otra parte, en cuanto tal argumentación, relacionada con el nombramiento de apóstoles varones, habría sido absurda, hay que volver a Pablo de Tarso para comprender que fueron espe- cialmente sus prejuicios acerca de la mujer, expresados en diver- sas epístolas, los que condujeron a dar a la mujer un papel total- mente secundario en la estructura organizativa de la secta católi- ca, que estuvo esencialmente condicionada por las ideas del lla- mado "apóstol de los gentiles".

Ese papel secundario de la mujer no sólo se ha dado en una gran parte de las religiones en el pasado sino que sigue dándose en la actualidad, y no sólo en cuestiones religiosas sino también políticas y sociales, aunque en los últimos años se han producido avances importantes en el reconocimiento básico de la igualdad entre varón y mujer. Sin embargo, la jerarquía católica todavía no ha sido capaz de asumir estos avances en su organización. No obstante, en cuanto la ausencia de la mujer en cargos importan- tes, accediendo al sacerdocio, al episcopado y al papado, pueda tener efectos negativos en los intereses económicos y políticos de la secta católica, es muy probable que en un plazo de tiempo no muy largo, en cuanto los dirigentes católicos comprendan esta situación y en cuanto las propias mujeres pertenecientes a esa organización presionen adecuadamente, se produzca el cam- bio consiguiente, tal como en estos últimos años se ha producido en la iglesia anglicana. Este cambio será más necesario a partir del momento en que las "vocaciones" sacerdotales flojeen hasta el punto de que la situación repercuta en los ingresos económi- cos de la multinacional "Vaticano, S.A.".

En este sentido conviene tener en cuenta además que la revolución política y social, por lo que se refiere a la lucha por la igualdad de derechos para la mujer, comenzó hace sólo poco más de cien años, así que, teniendo en cuenta que los dirigentes católicos llevan en este terreno un desfase de muchos siglos, es "lógico" [?] que les cueste aceptar la idea de la igualdad de la mujer respecto al varón –y mucho más si se tiene en cuenta que el Espíritu Santo les comunicó que la mujer era la maldad197-.

  • 17) En los últimos años, José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, defendió estúpidamente una perspectiva similar acerca de la mujer cuando, en su patético escrito Cami- no, dirigido casi en exclusiva a los varones y a lo "viril", lo con- trapuso a lo femenino, considerado como inferior en muy diver- sos aspectos.

En este sentido, por ejemplo, escribe:

"Si queréis entregaros a Dios en el mundo, antes que sabios -ellas no hace falta que sean sabias: basta que sean discre- tas- habéis de ser espirituales […]"198.

Es decir, el varón puede aspirar a ser sabio, pero respecto a las mujeres "basta que sean discretas". Obsérvese incluso que esa referencia a las mujeres se hace entre paréntesis, como si el mismo hecho de referirse a la mujer fuera ya una concesión excesiva, y en tercera persona, sin tomarse el autor, el señor Escrivá, la delicadeza de dirigirse a la mujer de manera directa,

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197 Zacarías, 5:5-8.

198 J. M. Escrivá: Camino, aforismo 946.

mientras que la referencia a los varones es totalmente prioritaria y realizada en segunda persona del plural, como si estuviera hablando con ellos directa y exclusivamente, a pesar de que tales palabras se encuentran escritas en su obra Camino para quien desee leerlas, tanto varones como mujeres. ¿Qué motivos podría tener el señor Escrivá para tal discri- minación? Parece que los mismos que utilizó Pablo de Tarso: Ningún otro que el constituido por prejuicios irracionales y absurdos, heredados de una mentalidad arcaica, pero dominante en la Biblia, en la sociedad israelita y en la del imperio romano.

La importancia de esta doctrina, contraria a la igualdad entre mujer y varón, pone más en evidencia el carácter simple- mente humano –y no divino- del conjunto de doctrinas de la sec- ta católica, y sirve además como una muestra más de la cone- xión, por su carácter machista, entre el judaísmo, el cristianismo y el islam.

La gratuita declaración dogmática de "la infalibilidad del papa"

La jerarquía católica defiende como dogma de fe la infali- bilidad del Papa, pero esta defensa sólo hubiera tenido sentido a partir del conocimiento previo de la infalibilidad de quien declarase tal infalibilidad. Ahora bien, como no sabemos de nadie que posea conocimientos infalibles ni disponemos de nin- gún criterio para saber si alguien los tiene, no tenemos funda- mento alguno para aceptar la infalibilidad de nadie. La Jerarquía Católica afirma que su jefe supremo, el "pa- pa", es infalible cuando habla ex cathedra en materias de fe y costumbres. Esta doctrina fue declarada dogma de fe por el papa Pío IX en el concilio Vaticano I, en el año 1870, pero tal decla- ración implica un círculo vicioso, de manera que sólo tendría valor en el caso de que previamente se supiera que quien la hace es infalible.

Resulta realmente asombroso cómo los dirigentes católicos han podido tardar tantos siglos en descubrir un poder tan esen- cial y extraordinario como lo sería el de la infalibilidad de su jefe supremo. Nos encontramos aquí con la sorprendente afir- mación de un dogma de la secta católica ¡descubierto casi des- pués de diecinueve siglos de Cristianismo!, como si el propio dios de los cristianos se hubiera olvidado de comunicarlo al apóstol Pedro cuando comenzó la historia de tal organización199.

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199 En apoyo del papa, "sor Lucía", una de las "testigos" [¡?!] de las supuestas apariciones en Fátima en el año 1917, cuando sólo tenía diez años, dijo en el año 2.000 que María, la madre de Jesús, le había trasmitido el mensaje según el cual "quien no está con el Papa no está con Dios; y quien quiera estar con Como ya se ha dicho, resulta realmente asombroso –pero no menos sospechoso- que la jerarquía católica haya estado fun- cionando durante casi 2.000 años sin haber tenido conocimiento de la infalibilidad de su jefe supremo, a pesar de lo útil que le habría resultado conocer ese don tan especial a la hora de decla- rar qué era verdadero y qué era falso, evitando así las múltiples discusiones y herejías surgidas por el desconocimiento de la existencia de un líder tan clarividente, inspirado directamente por su propio "Dios".

Sin embargo el problema de carácter simplemente lógico que plantea la proclamación de un dogma como éste es que incurre en un "círculo vicioso" en cuanto su valor está supedita- do a la aceptación previa del supuesto de que las doctrinas con- ciliares o papales sean infalibles, lo cual equivale a decir que si las doctrinas conciliares son infalibles y si una de tales doctri- nas es la de que el Papa es infalible, entonces el Papa es infa- lible. Pero entonces el problema lógico se traslada al de demos- trar que las doctrinas conciliares o papales sean infalibles, afirmación que resulta ya indemostrable y que, por ello, sólo podría establecerse de manera dogmática, procedimiento que efectivamente es el más usual en las declaraciones de la jerar- quía católica, ya que, para proclamar la infalibilidad del "Papa", el concilio Vaticano I partía del desconocimiento milenario de esa supuesta cualidad de las reuniones conciliares o de las declaraciones papales, y, claro está, a partir de tal ignorancia ningún concilio hubiera podido proclamar con un mínimo de seriedad que los concilios cardenalicios o que el "Papa" fueran infalibles. Por ello, tal proclamación de infalibilidad fue algo así

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Dios tiene que estar con el Papa" (Revista "Christus" (Portugal), marzo de 1998).

como un "golpe de estado" doctrinal a partir del cual en lo suce- sivo el papa tendría autoridad para declarar de modo infalible la verdad o la falsedad de las diversas doctrinas relacionadas con la fe o con la moral.

Por otra parte, con la proclamación de este dogma mediante el que se quiere exaltar la idea de una milagrosa iluminación del "Espíritu Santo" al jefe de la organización católica, la jerarquía católica se tiende a sí misma una trampa de cierta importancia en cuanto las contradicciones en que los diversos papas han incurrido en el pasado –o aquéllas en que siguen incurriendo en el presente- tendrán un carácter especialmente grave por la teó- rica imposibilidad de cada nuevo papa para modificar los diver- sos dogmas proclamados por los anteriores, en cuanto ello im- plicaría negar la infalibilidad del papa anterior. En consecuen- cia, en la serie de ocasiones en que un papa contradiga las doc- trinas establecidas ex cathedra por otro papa, deja en evidencia la falta de valor del dogma de la infalibilidad papal. En este sen- tido el papa que condenó a Galileo basándose en la Biblia, esta- bleció como dogma, de forma implícita o explícita, que el Sol se movía alrededor de la Tierra. En consecuencia, una de dos: o el Sol se mueve alrededor de la Tierra o el papa no es infalible, pero, como el Sol no se mueve alrededor de la Tierra, esto demuestra que el papa no es infalible y que el dogma de la infa- libilidad de los papas es un puro camelo, como por otra parte se ha demostrado en muchas otras ocasiones a lo largo de la his- toria.

Es indiscutible que la supuesta infalibilidad del papa no funcionó adecuadamente en aquellos momentos del siglo XVII, y, sin embargo, la jerarquía católica ha tenido la osadía de pro- clamarla, pese a ése y a muchos otros errores en los que ha incu- rrido a lo largo de su historia porque sabe por experiencia de muchos siglos que a los católicos de base no les preocupan mucho las "complicadas" cuestiones teológicas de que se ocu- pan sus dirigentes. ¡Gracias tienen que dar los fieles porque sus dirigentes se ocupen de pensar por ellos! Así que, a pesar de estos inconvenientes, para la jerarquía católica el dogma de la infalibilidad de su jefe es una herra- mienta importante con miras a su funcionamiento económico y político, ya que de ese modo puede intentar recuperar la fuerza social que había ido perdiendo en los últimos siglos por el desa- rrollo de las democracias modernas respecto a su anterior depen- dencia ideológica y política de las órdenes, consignas y doctri- nas de "Roma", y dedicarse a amenazar y a excomulgar de nue- vo a todo aquél que no se atenga a las interpretaciones doctrina- les defendidas por el papa, quien de ese modo podrá ejercer mayor presión sobre cualquiera cuyas palabras o acciones pue- dan hacer peligrar la buena marcha de su negocio. En este senti- do, podrá seguir condenando la actitud de los "Teólogos de la Liberación", cuyo compromiso con los pobres ha sido constante- mente reprimido por los dirigentes católicos, a los cuales les interesa especialmente mantener buenas relaciones con los gran- des explotadores de la humanidad, de quienes reciben beneficios económicos muy considerables, pero inversamente proporciona- les a la mayor o menor complicidad de dicha jerarquía con los pobres, de quienes no obtiene precisamente beneficios, a pesar de representar su coartada esencial cuando se les plantea la pre- gunta acerca de qué papel cumple la secta católica en la socie- dad.

El absurdo de las "oraciones" y los "milagros"

Los dirigentes de la secta católica se contradicen cuando defienden que la oración o los supuestos milagros pueden modi- ficar los planes eternos de su dios, previamente establecidos de acuerdo con su supuesta sabiduría, inmutabilidad, providencia y perfección infinitas.

  • El absurdo de la oración.

La jerarquía católica afirma que su dios es omnipotente, inmutable y omnisciente, y, en consecuencia, que desde la eter- nidad ha predeterminado todos los sucesos del Universo y, entre ellos, las decisiones y las acciones humanas. Por otra parte, afir- ma igualmente el valor de las oraciones imploradas a su dios, a María, la madre de Jesús, o a cualquiera de los llamados santos como medios para que el hombre consiga determinados favores que haya solicitado a cualquiera de ellos.

Esta doctrina es especialmente importante para el funciona- miento de la organización católica, pues todas las ceremonias, misas, comuniones, novenas, rosarios, viacrucis, procesiones, entierros, bautizos, rogativas, bodas y demás ceremonias van ligados a diversas oraciones por las que se ruega a su dios –o a María o a cualquier santo- que realice -o interceda a su dios para que realice- determinada acción en nuestro beneficio particular o en aquello que cada uno juzga como su beneficio, al margen de que encaje o no con los planes eternos de la supuesta providen- cia divina. El mismo jefe de la jerarquía católica se asoma todos los días a un balcón de la basílica de San Pedro en el Vaticano para rezar el "Angelus" y, en otras ocasiones, para rezar por los enfermos, por los difuntos, por los heridos, por la paz del mun- do, por la victoria en la guerra… Y, de ese modo, resulta evi- dente que las oraciones tienen una importancia esencial y defini- tiva como justificación de la existencia de la secta católica o la de cualquier otra religión en la que se pidan favores a sus dioses o a su dios.

Sin embargo y aunque a primera vista pueda parecer que las oraciones y ruegos al dios católico tienen sentido, conviene pre- guntarse si lo tienen en realidad, pues, si la doctrina de la prede- terminación divina, defendida ya en el Antiguo Testamento, fue- ra válida, entonces la oración no tendría sentido alguno en cuan- to ya todo estaría programado por el dios católico desde la eter- nidad, de manera que rezar implicaría pedir a ese dios que se olvidase sus planes eternos, perfectos por definición, para rea- lizar aquello que se le hubiese pedido mediante las oraciones.

Pero, si la oración tuviera sentido, entonces lo que sería evi- dente es que las acciones divinas no estarían necesariamente predeterminada por ese dios, el cual no sería inmutable en sus decisiones sino que estaría sometido a variaciones de criterio como consecuencia de la influencia que las oraciones humanas ejercieran sobre él.

Ahora bien, estas doctrinas son contradictorias entre sí, por lo que al menos una es necesariamente falsa. Pero, al margen de su carácter contradictorio, la doctrina que defiende el valor de las oraciones tiene una importancia primordial para el enriqueci- miento de la organización católica en cuanto de este modo y mediante las diversas ceremonias y rituales "mágicos" relacio- nados con dichas oraciones y mediante las correspondientes tari- fas económicas establecidas en relación con muchos de tales rituales, la jerarquía católica recauda una ingente cantidad de dinero. En definitiva, la oración se convierte de este modo en el núcleo fundamental de casi todas las ceremonias religiosas y en lo que da sentido a la asistencia de los fieles a los recintos reli- giosos en donde las oraciones parecen llegar mejor a su destino –como si las iglesias tuvieran línea directa de comunicación con el dios cristiano hasta el punto de que sin tal supuesto esos loca- les dejarían de tener sentido-.

La jerarquía católica, al fomentar esta doctrina tan impres- cindible para la prosperidad de su negocio, "parece" olvidar que Dios, siendo infinitamente bueno, omnipotente y omnisciente, no necesitaría que nadie, a través de sus oraciones, tratase de recordarle lo que tiene que hacer, ni tratase de influir en él pidiéndole que cambiase sus planes realizando acciones contra- rias a ellos. De hecho en el evangelio de Mateo hay una referen- cia explícita a este conocimiento divino, y, así, se dice en él:

"…pues ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis, antes que vosotros se lo pidáis"200.

Aunque puede parecer natural que uno recurra a su propio "dios" cuando se encuentra ante una dificultad, esa actitud es incongruente con las doctrinas acerca del dios cristiano, quien, en cuanto se le considera omnipotente, omnisciente y, en defini- tiva, perfecto, haría siempre lo mejor, por lo que no tendría sen- tido pedirle que lo hiciera. Es más, en el fondo de esta cuestión existe una especie de dilema que conduce a una contradicción, la cual sólo se resolvería con la desaparición de cualquier forma de oración en cuanto ésta implique una petición al dios cristiano: Tal dilema y tal contradicción consisten en que, cuando se reza, o bien se pide a dios que haga lo mejor, o bien se le pide algo que no es lo mejor. Pedirle algo que es lo mejor es innecesario

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200 Mateo, 6:8.

en cuanto, por definición, dios haría siempre lo mejor; mientras que pedirle algo que no fuera lo mejor equivaldía a la estupidez de tentar a dios para pedirle que dejase de actuar de acuerdo con el "principio de lo mejor", lo cual sería simplemente absurdo. Por ello, las consecuencias que derivan de las alternativas de ese dilema serían contradictorias con la supuesta perfección y prede- terminación divinas.

En relación con estas reflexiones y con la misma considera- ción de que Jesús se identificase con dios, resulta desconcertante en grado extremo que en diversos momentos de los evangelios se presente a Jesús orando. Así, se dice en Marcos:

"Muy de madrugada, antes del amanecer, se levantó, salió, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar"201.

¿A quién hubiera podido Jesús orar? En el caso de los seres humanos, que tienen conciencia de su propia debilidad, puede ser comprensible que ésta les conduzca a tratar de refugiarse en ese supuesto ser poderoso y paternal en quien confían para encontrar protección y ayuda, pero ¿qué sentido podría tener que Jesús, siendo Dios, se pusiera a orar? ¿A quién iba a orar, si nada podía alterarle ni representar peligro alguno para él, ya que él era el mismo Dios, cuyo poder le colocaba en una situación infinitamente superior a la de cualquier otra realidad? Así que, si queremos que una frase como ésa del evangelio de Marcos ten- ga algún sentido, eso sólo puede lograrse si se entiende que Jesús no se consideraba a sí mismo como Dios ni con el mismo poder de Dios. Pero, claro, la tendencia de quienes escriben acerca de los dioses o, más concretamente, acerca de Jesús, en cuanto le consideren "Dios" o "Hijo de Dios" con sus mismos

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201 Marcos, 1:35.

poderes, les ha llevado a plasmar una imagen suya que tendría caracteres antropomórficos, como en este caso el de la nece- sidad de buscar protección ante la visión anticipada de su posi- ble muerte, tan próxima en el momento a que se refiere el ante- rior pasaje.

Pero, volviendo al núcleo de la cuestión, podemos ver que ésta se enfrenta al dilema antes señalado:

-Cuando uno hace una petición al supuesto "Dios", o bien le pide que realice lo mejor, o bien le pide que realice algo que no es lo mejor. -La primera parte de la alternativa o bien implicaría una especie de desconfianza, consciente o inconsciente, hacia ese dios, por suponer que sólo hará lo mejor si uno se lo pide y no porque sea infinitamente bueno, sabio y poderoso, o bien impli- caría cierta ignorancia por desconocer que el dios cristiano –a diferencia de otros menos buenos- siempre hace lo mejor y, en consecuencia, no tiene sentido pedirle que lo realice, ya que sus decisiones no podrían estar subordinadas a las peticiones huma- nas sino que serían consecuencia de su absoluta perfección.

A lo largo de su historia más remota, la humanidad ha crea- do una imagen antropomórfica de los dioses o del dios de las religiones monoteístas, de manera que del mismo modo que ha considerado natural pedir favores a los hombres poderosos, con la confianza de que las súplicas y manifestaciones de respeto y sumisión podrán influir en una predisposición favorable respecto a tales peticiones, así también llega a creer que la mejor o peor predisposición de su dios dependerá igualmente de las súplicas y oraciones mediante las cuales le manifieste su amor, su adora- ción y su fidelidad, no siendo consecuencia exclusiva de su omnipotencia, sabiduría y bondad infinitas.

-Por otra parte, la segunda parte de la alternativa implicaría la absurda pretensión de tentar a Dios, al rogarle que dejase de hacer lo mejor en un sentido absoluto para hacer lo que uno valorase como lo mejor para él, al margen de que en verdad lo fuera o no. A la objeción según la cual, aunque un dios perfecto realice siempre lo mejor, desea que el hombre se lo pida, se responde indicando que es absurdo pedir lo que de antemano se sabe que necesariamente se ha de producir por ser lo mejor y por depen- der de ese dios, que siempre actúa de acuerdo con ese principio. Podría considerarse que, aunque el supuesto dios cristiano siem- pre hace lo mejor, desea que el hombre se lo pida mediante sus oraciones. Sin embargo, esta idea implica de nuevo una interpre- tación antropomórfica e imperfecta de la supuesta divinidad, pues suponer en "Dios", un "ser perfecto", la existencia de dese- os sería un error infantil, ya que sólo quien carece de algo puede desearlo, pero por definición un ser perfecto no carece de nada y, por ello, nada hay que pudiera desear. En este mismo sentido quizás alguien –por ejemplo, Descartes– pudiera objetar que la oración serviría "para que obtengamos lo que [Dios] ha querido desde toda la eternidad que obtuviéramos mediante nuestras plega- rias"202, pero en tal caso el dios cristiano dejaría de ser omnipotente en cuanto estas actuaciones suyas, programadas desde la eternidad, estarían subordinadas a que previamente el hombre le rogase que las realizase en lugar de depender de su libérrima voluntad, no sometida a nada.

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202 R. Descartes: "Carta a Elisabeth de Bohemia, 6 de octubre de 1645" (AT, IV, 316).

En definitiva, toda la tradición relacionada con las distintas modalidades de oración tiene un componente esencialmente antropomórfico por el que el dios cristiano aparece como un ser cuya voluntad puede ser comprada o modificada mediante ora- ciones, súplicas, sacrificios, ayunos, gestos de sumisión y obe- diencia, etc.

Por ello, habría que considerar la oración, entendida como petición, o bien como una ofensa a ese dios, en cuanto supon- dría una desconfianza en que fuera a hacer lo mejor si no se le implorase que lo hiciera, o en cuanto supondría una pretensión de tentarle para que obrase de acuerdo con nuestros deseos dejando de lado sus planes eternos. Por otra parte, tal como escribió Epicuro hace ya más de dos milenios, "si dios prestara oídos a las súplicas de los hombres, pronto todos los hombres perecerían porque de continuo piden muchos males los unos contra los otros"203.

La oración implicaría en cualquier caso una simple muestra del carácter antropomórfico que se ha dado a ese y a todos los dioses creados por la fantasía humana a lo largo de su historia. Y, en cualquier caso, no tendría ningún sentido ver la oración como un acto coherente con las cualidades del dios cristiano al que se dirigiera.

En definitiva, en cuanto la mayor parte del ritual cristiano gira en torno a la oración y en cuanto la oración sería una ofen- sa al dios cristiano o en el mejor de los casos no tendría sentido alguno, en esa medida el conjunto de rituales y ceremonias fija- dos por la jerarquía católica en torno a la oración carece de sentido. Así sucede no sólo con las diversas ceremonias relacio-

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203 Epicuro: Fragmentos y testimonios escogidos, *14*. Publicado en Epicu- ro: Obras. Editorial Gredos, Madrid, 2007.

nadas con lo anteriormente señalado, como especialmente la misa, sino también con las distintas oraciones, como el Padre nuestro, el Ave María, la Salve, la Letanía, el Rosario, el Vía Crucis, el Requiem, y todas las ceremonias cuya esencia se rela- ciona con peticiones y ruegos al dios cristiano.

Eliminada la oración de los rituales religiosos, ¿qué sentido podría tener acudir a las iglesias? ¿qué se le podría decir a la divinidad que ésta no supiese? ¿habría que acercarse a una igle- sia para agradecer al dios cristiano sus favores, olvidando que, según la dogmática cristiana su dios se encuentra en todo lugar y actúa como lo hace porque su modo de actuar es la manifesta- ción de su modo de ser ("operari sequitur esse")? ¿Acaso a un dios perfecto le supondría algún esfuerzo dar al hombre los bie- nes que necesitase sin que éste los solicitase? Aceptando esta crítica, alguien podría argumentar que la oración podría ser un medio para sentir más intensamente la unión con su dios, superando así el sentimiento de soledad que en ocasiones acompaña al hombre y adquiriendo una conciencia renovada de la presencia de su dios y de su constante protección. Sin embargo, desde el momento en que uno tratase de ponerse "en contacto con la divinidad", sólo estaría demostrando su des- conocimiento o su desconfianza respecto a la omnipresencia de su dios y esa conducta sólo sería una muestra de ignorancia o de debilidad, por lo que no podría valorarse como meritoria en nin- gún sentido.

Por ello, si a la secta católica no la guiasen intereses econó- micos, como los que vemos en los grandes montajes del Vatica- no, de Lourdes, de Fátima, de Santiago de Compostela y de tan- tos otros lugares de peregrinación y de negocios montados en torno a la esperanza de los milagros del dios cristiano, de María o de cualquier santo, objeto de devoción, debería prohibir o eli- minar la oración como una forma inadecuada de intentar rela- cionarse con la divinidad. Pero, claro está, eso implicaría el sui- cidio de la religión católica como negocio puramente económi- co, que es lo que esencialmente es, pues la existencia de los ambiciosos intereses de la jerarquía católica, cuya economía se sustenta en la ingenua credulidad de los católicos de base, es el obstáculo principal para superar este antropomorfismo.

  • El absurdo de los supuestos milagros

Un aspecto complementario de la anterior contradicción es el que se relaciona con la supuesta existencia de milagros, entendidos como modificaciones excepcionales de los planes eternos divinos, considerando que se producirían al margen de las leyes naturales, supuestamente dispuestas por la divinidad, como si de pronto el dios cristiano decidiese modificar el fun- cionamiento de dichas leyes para favorecer de modo "sobrena- tural" a determinadas personas.

Pero, evidentemente, del mismo modo que las oraciones no tienen sentido alguno, tampoco lo tienen los supuestos milagros en cuanto estarían en contradicción con la supuesta sabiduría infinita y con la omnipotencia de un dios perfecto como se afir- ma que lo sería el dios cristiano, ya que desde el momento en que se considera que los planes divinos son inmutables, no podrían ser modificados como consecuencia de peticiones humanas que torcieran la voluntad divina.

Sin embargo, desde hace ya muchos siglos la jerarquía católica ha encontrado en esta creencia otra forma de diversi- ficar las fuentes de sus ingresos económicos, inculcando en los fieles la idea de que su dios realiza milagros, alterando el fun- cionamiento de las leyes naturales, supuestamente emanadas de su teórica sabiduría infinita y de la ley eterna emanada de aqué- lla y de su omnipotencia, gracias a las cuales todos los sucesos del Universo estarían absolutamente predeterminados. Quienes creen en los milagros no son conscientes de que esta creencia se encuentra en contradicción con aquella sabiduría y omnipotencia de ese "Dios" así como de su predeterminación de todas las acciones humanas, y, por ello, es evidente que esta creencia sólo se explica a partir del antropomorfismo de suponer que de pron- to y a última hora el dios cristiano cambia sus planes eternos [?] para resolver un asunto particular que, al parecer, no previó cuando "predeterminó" el desenvolvimiento de todos y cada uno de los sucesos que habían de producirse a lo largo del tiempo. Y así, esta doctrina supondría el absurdo de considerar que o bien el dios cristiano se equivocó al establecer sus designios eternos, o bien se equivoca ahora cuando los modifica, atendiendo a las súplicas de los hombres o dejándose llevar de la compasión, como si anteriormente no la hubiera tenido en cuenta. Pero ambas partes del dilema contradicen la idea de la absoluta perfección divina y, por ello, son evidentemente incompatibles con el concepto de un dios perfecto, tal como consideran los cristianos a su dios.

Por otra parte, resulta sarcástico y de un egoísmo ciego creer que el dios cristiano pudiera estar pendiente del reuma o de la parálisis de alguien con tal que tuviera suficiente dinero como para peregrinar a Lourdes entregando una sustanciosa limosna a la secta católica, y considerar al mismo tiempo perfectamente natural que "la virgen de Lourdes" se olvidase de los miles de niños que cada día mueren de hambre, niños que habrían sido olvidados por la divinidad y por "su madre" por no haber podi- do viajar a Lourdes o a cualquier otro santuario "taumatúrgico" para ser escuchados adecuadamente, como si estos lugares tuvieran la exclusiva de las telecomunicaciones con ese dios.

Un aspecto curioso y a la vez asombroso de esta cuestión es que ¡en la misma Biblia! se cuenten, como si se tratase de algo perfectamente asumible, no sólo los milagros o prodigios de Yahvé –como los de las famosas plagas de Egipto-, sino también los milagros o prodigios producidos por los magos egipcios con- temporáneos de Moisés y Aarón, que fueron capaces, al igual que éste, de lanzar sus bastones al suelo y hacer que se convir- tieran en serpientes, al margen de que la serpiente de Aarón fuera más fuerte y se comiera las de los magos egipcios, según se narra en Éxodo:

"los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encanta- mientos: tiró cada uno su bastón, y también se convirtieron en serpientes, pero el cayado de Aarón devoró los bastones de los magos"204.

Lo mismo sucedió con la primera plaga de Egipto, la de la conversión del agua en sangre, y con la segunda, la de la inva- sión de las ranas, que los magos egipcios lograron igualar con otras plagas similares205, al margen de que más adelante su magia no pudiera llegar más lejos, a diferencia de la de Moisés y Aarón, que se sostenía en el poder de Yahvé –al menos, según el escritor de Éxodo-, muy superior al de los dioses de Egipto.

Pero lo más curioso de estos casos es que los escritores bíblicos no sólo creyeran en los milagros o en la magia de Yah- vé sino también en la de los dioses de los otros pueblos, al mar- gen de que su magia fuera inferior a la de Yahvé. Quizá la inspi- ración del "Espíritu Santo" a los redactores bíblicos no fue aquí

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204 Éxodo, 7:11-12.

205 Éxodo, 7:22 y 8:3.

especialmente acertada. Sin embargo, el Catecismo Católico proclama lo contrario porque a los dirigentes católicos les intere- sa pasar por alto estas contradicciones de las que es más que probable que sean conscientes, tratando de fomentar la creencia en tales fenómenos por diversos motivos como, en primer lugar, los suculentos beneficios económicos que consiguen en diversos "santuarios milagreros", repartidos por diversos puntos del pla- neta, como los de Lourdes y Fátima, que se convierten en luga- res de "turismo religioso" en los que, aunque no se produzcan los milagros anhelados, sí se produce el milagro económico con- sistente en la creación y desarrollo de boyantes comercios, rela- cionados con la venta de recuerdos, medallas, rosarios, imágenes y estampas, y con la creación de restaurantes, hoteles, agencias de viajes y demás negocios ligados a las visitas a esos "santos lugares".

Y, en segundo lugar, porque la histeria colectiva que acom- paña a la aglomeración de fieles tiene un efecto multiplicador en el incremento de su fanatismo e histeria colectiva, y tal situación les lleva a creer más firmemente en la verdad de sus doctrinas, lo cual, aunque sea un error absurdo, contribuye al crecimiento del gran negocio de la secta, que es la que se enriquece y disfru- ta de los beneficios obtenidos en las ceremonias teatrales que organizan en tales lugares en espera de los correspondientes "milagros".

Como anécdota ilustrativa en relación con los supuestos mi- lagros y apariciones sobrenaturales, en la localidad valenciana de Alzira el "vidente" Ángel Muñoz consiguió convencer a un puñado de gente sencilla de que cada mes se le aparecía la Vir- gen del Rosario –justamente ésa y no la Virgen María sin más- en el Racó de les Vinyes para trasmitirle mensajes similares a los de los niños de Fátima. Las limosnas obtenidas le permitieron comprar una casa, que convirtió en "convento", y seis aparta- mentos en la playa de Gandía.

Engaños similares se han producido en diversos lugares de España, como en El Palmar de Troya (Sevilla) o como en el Escorial (Madrid), donde la Virgen "se aparecía" a una señora, Amparo Cuevas, y donde los captados por ella formaron una agrupación religiosa que obligaba a sus adeptos a donar su patri- monio a la organización y a vivir en sus residencias, alejados de sus familias. El resultado obtenido por estos "iluminados" fue similar al obtenido en Lourdes, con la diferencia de que el negó- cio de Lourdes tiene una historia más larga, cuenta con la apro- bación de las autoridades supremas de la secta y, por ello mis- mo, está mucho mejor organizado y mucho más desarrollado.

Si alguien dudase de la falsedad de los supuestos milagros, podría reflexionar en el hecho de que, aunque en ocasiones se ha hablado de un paralítico que en Lourdes ha recuperado la movi- lidad de sus piernas, o de ciegos con ojos que recuperan la visión o de enfermos que se curan, resulta llamativo que nunca se haya hecho referencia a a un cojo sin piernas al que le haya crecido un par de ellas; o a un un ciego sin ojos que haya conse- guido el milagro de obtenerlos junto con la visión correspon- diente, o que diversos difuntos, después de diez años de haber sido enterrados, hayan resucitado. Si hechos de este tipo se pro- dujeran, serían realmente dignos de ser estudiados para descifrar sus causas, y, al menos, mientras la ciencia no encontrase una explicación de tales sucesos, sería más disculpable que se los considerase como "milagros". Pero en cualquier caso y como indicaba Hume, sólo hay que creer en un milagro cuando el hecho que pretendemos explicar sea por sí mismo más milagro- so que el propio milagro.

Por otra parte, resulta curioso como simple anécdota rela- cionada con la auténtica finalidad de estos "lugares milagrosos" recordar que, al menos hasta hace pocos años, a la entrada al recinto del santuario de Lourdes había un letrero que decía en varios idiomas: "Prohibido mendigar". Resulta sarcástico, pero muy sintomático, que en el mismo lugar al que la gente acude para "mendigar" a María un milagro, los que dicen practicar la religión de los pobres hayan llegado a prohibir a esos mismos pobres mendigar una simple limosna.

La explicación de esta prohibición parece consistir, por una parte, en que el dinero que se dé a los pobres es dinero que deja de darse a la secta católica, que sí mendiga limosnas o incluso pagos estipulados por cualquier tipo de gracia que se pretenda conseguir de María mediante oraciones y ceremonias diversas. Y, por otra, un segundo motivo de tal prohibición, tan contra- dictoria con los teóricos fines de la secta católica, es que la pre- sencia incontrolada de gente que vive en medio del hambre y de la miseria crearía un ambiente "demasiado lastimoso", visual- mente nada agradable e incompatible con la adecuada parafer- nalia teatral de la que se espera el auténtico milagro de Lourdes, consistente en los suculentos beneficios económicos que obtie- nen de los cristianos pudientes, tanto los dirigentes de la secta católica como la ingente cantidad de comercios e industrias montados en torno a las visiones de unas niñas posiblemente mal alimentadas, pero, al parecer, suficientemente adoctrinadas.

Al margen de la contradicción señalada, no dejaría de ser asombroso y ciertamente paradójico que María, la que, según el evangelio atribuido a Lucas, tuvo a su primer hijo en un pesebre, se preocupase especialmente de los problemas de quienes al menos tienen dinero para viajar a su santuario, y se olvidase de la gente que malvive y muere de hambre, tanto si se trata de los pobres que no tienen dinero para acceder a ese lugar como si se trata de quienes ni siquiera lo tienen para alimentarse.

El absurdo según el cual "dios" rodea de enemigos nuestras "almas"

Según la doctrina de la secta católica el alma humana tiene tres enemigos, el demonio, el mundo y la carne, que le tientan para buscar su perdición en el fuego eterno.

Con "el demonio" se hace referencia al "tentador", el mis- mo personaje que habría tentado a Jesús en el desierto antes de comenzar su "vida pública", personaje que aparece igualmente en Job, dialogando con Yahvé acerca de la mayor o menor fide- lidad del propio Job. El demonio –o los demonios, pues hay muchos- serían ángeles que se habrían rebelado contra dios y habrían sido derrotados y expulsados del Cielo por el ángel Miguel y sus ejércitos, y expulsados a la tierra –o al Infierno-. No obstante y a pesar de su derrota, seguirían manteniendo determinados privilegios, como el de pasearse por la tierra, introducirse en el cuerpo de determinadas personas, causándoles diversos sufrimientos e incluso la misma muerte, y tentándoles para que desobedecieran las leyes divinas y de este modo fueran condenados a su misma suerte, a sufrir el castigo del fuego eter- no del Infierno.

Con la referencia al "mundo" como enemigo del alma los dirigentes católicos se refieren al disfrute de los bienes terre- nales como algo negativo en cuanto dicho disfrute implica bus– car el sentido de la vida en tales objetivos, olvidando que ésta es un valle de lágrimas, un tiempo de penitencia, un camino de sacrificios que el hombre debe asumir para colaborar con Cristo en la redención de sus pecados y en hacerse digno de la vida y felicidad eterna.

Con la referencia a "la carne", identificada con el placer sexual, los dirigentes católicos consideran éste como pecado siempre que no vaya encaminado a la procreación y de acuerdo con las normas establecidas por la secta católica. En cualquier caso, se debe renunciar a él en cuanto por su mediación sólo se pretenda la obtención de un placer fisiológico. Basándose en el Antiguo Testamento y también en el nuevo, los dirigentes cató- licos condenan además la homosexualidad, el placer sexual autoerótico y el extramatrimonial, a pesar de que en el Antiguo Testamento no se justifica la condena que se hace del primero y nada se dice respecto a los dos últimos .

  • El demonio.

La jerarquía católica considera que, además del mundo y la carne, el demonio es un enemigo del alma, sin preocuparle lo más mínimo la contradicción que supone que su dios, considera- do como infinitamente bueno, haya creado tales seres y les per- mita causar sufrimientos e incluso la misma muerte a los seres humanos en cuyos cuerpos consigan introducirse, al margen de la falta de sentido que hay en la doctrina según la cual una rea- lidad no material –que no ocupa lugar alguno- se introduzca en un cuerpo material, y al margen de lo incomprensible que resul- ta que un ser no material pueda dañar un cuerpo material hasta provocar la muerte de su dueño, pues ¿cómo podría tocarlo o presionarlo o cortarlo si lo material no puede tener ningún tipo de relación o contacto con lo que no lo es –suponiendo la exis- tencia de algo que no sea material-? Por lo que se refiere a la historia o a los orígenes del demo- nio en la tradición judeo-cristiana resulta bastante paradójico que, aunque se habla de él en diversos pasajes del Antiguo Tes- tamento, donde más se les nombra sea con muchísima dife- rencia en el nuevo, especialmente en los evangelios y en el Apocalipsis.

  • 1) En el Antiguo Testamento, concretamente en Tobías, escrito hacia el año 200 antes de nuestra era, aparece ya algún ejemplo de "posesión diabólica", como es el siguiente:

"Él le dijo:

-El corazón y el hígado del pez sirven para quemarlos ante un hombre o una mujer atormentados por el demonio o por un mal espíritu. Desaparecerá así de esa persona todo tormento y nunca volverá a él. La hiel se unta en los ojos de una persona que tenga manchas blancas en los ojos, luego se sopla sobre ellos y quedarán curados […] Cuando entres en la cámara nupcial, toma una parte del hígado del pez y su corazón y lo pones en las brasas del incienso. El olor se esparcirá, lo olerá el demonio y huirá para no volver ante ella nunca más"206.

En este pasaje el endemoniado aparece al mismo tiempo como un enfermo cuya curación, equivalente a la expulsión del demonio, se produce mediante remedios naturales y sin que sea necesaria la intervención del dios de Israel o de un enviado suyo, remedio que en este caso funciona provocando un olor que resulta repugnante para el demonio. Pero, en cuanto se considere que los demonios serían espíritus, resulta absolutamente ingenua y rdícula la idea de que tuvieran olfato, que es un sentido mate- rial relacionado con partículas igualmente materiales que lo esti- mulan, provocando la sensación olfativa correspondiente.

El autor de este libro, a pesar de estar supuestamente inspi- rado por el "Espíritu Santo" –según los dirigentes de la secta

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206 Tobías, 6:8-17.

católica-, habría sido más coherente si hubiese relacionado su "remedio natural" con una "enfermedad", conectada con la reali- dad material; pero la tendencia a la superstición y al mito le lle- vó a realizar esta extraña combinación por la que habla de un remedio natural pero relacionándolo con un efecto que nada tie- ne que ver con lo material y natural, como es la huida, que no la expulsión, del inmaterial demonio ¡a causa del mal olor!, en lugar de haber intentado relacionarlo con un fenómeno supuesta- mente espiritual. Pero, ¡¿desde cuándo el mal olor puede afectar a seres inmateriales, que no tienen sentidos, como el del olfato, de forma que un olor desagradable pudiera provocar su huida?! Igualmente, en ese mismo libro el poder del demonio alcan- za límites totalmente asombrosos, hasta el punto de que el dios judeo-cristiano permite a uno de ellos acabar con la vida de diversas personas, a pesar de lo absurda que resulte la idea de tal concesión por parte de Dios a quien había castigado y expulsado del "Cielo". Y es asombroso igualmente que la predetermina- ción divina incluyese la muerte de ésas y de otras personas, muertes provocadas en este caso por el demonio Asmodeo. En efecto, se dice en Tobías:

"…Sara se había casado con siete hombres, pero el malvado demonio Asmodeo había dado muerte a los siete antes de que tuvieran relaciones con ella cumpliendo sus deberes hacia la esposa"207.

  • 2) Esta barbaridad se encuentra en la misma línea de otras supuestas actuaciones de "el maligno", como puede comprobar- se en las diversas ocasiones en que éste se introduce en los cuer- pos de diversas personas causándoles terribles sufrimientos. Así

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207 Tobías, 3:8.

sucede especialmente en diversos pasajes de los evangelios de Marcos y de Mateo. En efecto, el Nuevo Testamento enriquece el carácter mito- lógico del antiguo y contiene numerosos pasajes en los que se habla de estas posesiones diabólicas, pero con la importante diferencia de que ahora ya no serán los remedios naturales los que curen o consigan espantar al demonio sino que será la acción de Jesús la que obligará al demonio –o a los demonios-, a abandonar el cuerpo de la persona que esté o estén ocupando. No obstante, hay momentos en los que se sigue hablando de curaciones, lo cual es un adelanto en cuanto el autor del escrito correspondiente comprende de algún modo que se está enfren- tando a una enfermedad. Sin embargo, hay otros momentos en que se habla sin más de una posesión diabólica y de una orden de Jesús obligando al demonio o a los demonios a abandonar el cuerpo de determinada persona. En este sentido pueden mencio- narse diversos ejemplos, como los siguientes:

  • a) "El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dan- do un fuerte alarido, salió de él"208.

  • b) "Mientras los ciegos se iban, le presentaron un hombre mudo poseído por un demonio. Jesús expulso al demonio y el mudo recobró el habla"209.

  • c) "Había precisamente en la sinagoga un hombre con espíritu inmundo, que se puso a gritar:

-¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Naza- ret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Sé quién eres: el Santo de Dios! Jesús lo increpó diciendo:

-¡Cállate y sal de ese hombre!

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208 Mateo, 1:23-27.

209 Mateo, 9:32.

El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un fuerte alarido, salió de él"210.

  • d) "Uno de entre la gente le contestó:

-Maestro, te he traído a mi hijo, pues tiene un espíritu que lo ha dejado mudo. Cada vez que se apodera de él, lo tira por tierra, y le hace echar espumarajos y rechinar los dien- tes hasta quedarse rígido.

[…] Jesús, viendo que se aglomeraba la gente, increpó al espí- ritu inmundo, diciéndole:

-Espíritu mudo y sordo, te ordeno que salgas y no vuel- vas a entrar en él.

Y el espíritu salió entre gritos y violentas convulsio- nes"211.

  • e) "Jesús resucitó […] y se apareció a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios"212.

Este último pasaje es realmente sorprendente, pues María Magdalena había estado con Jesús durante mucho tiempo y has- ta el mismo día de su muerte, y nunca había presentado ningún síntoma de estar endemoniada ni tampoco se menciona en nin- gún otro pasaje el momento en que Jesús la habría liberado de

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210 Marcos, 1:23-26. En Lucas aparece un ejemplo casi idéntico al anterior, de forma que parece evidente que uno de los evangelistas debió de copiar su texto del otro. Se dice, en efecto, en este evangelio:

"Había en la sinagoga un hombre poseído por un demonio inmundo, que se puso a gritar con voz potente:

-¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios.

Jesús le increpó, diciéndole:

-¡Cállate y sal de ese hombre! Y el demonio, después de tirarlo por tierra en medio de todos, salió de él sin hacerle daño".

211 Marcos, 9:17.

212 Marcos, 16:9.

tales intrusos. Sin embargo, esta misma anécdota aparece refle- jada también en Lucas213. En cualquier caso, parece que quien escribió el evangelio atribuido a Marcos se entusiasmó excesi- vamente con el tema de los demonios, pues este evangelio es el que contiene más referencias a endemoniados –a diferencia del de Juan, que no tiene ni una sola-, pues los menciona en muchí- simas más ocasiones que en todo el Antiguo Testamento, donde apenas en alguna ocasión –en Tobías- se menciona la existencia de endemoniados, aunque sí en diversas ocasiones la existencia del demonio.

  • f) "Entonces [Jesús] le preguntó:

-¿Cómo te llamas? Él le respondió:

-Legión es mi nombre, porque somos muchos.

Y le rogaba insistentemente que no lo echara fuera de la región.

Había allí cerca una gran piara de cerdos, que estaban hozando al pie del monte, y los demonios rogaron a Jesús:

-Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.

Jesús se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron, entraron en los cerdos, y la piara se lanzó al lago desde lo alto del precipicio, y los cerdos, que eran unos dos mil, se ahogaron en el lago. Los porquerizos huyeron y lo contaron por la ciudad y por los caseríos…"214.

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213 "María, llamada Magdalena, de la que había expulsado siete demonios" (Lucas, 8:2).

214 Marcos, 5:1-17. En Mateo, en 8:28-32, se narra esta misma anécdota, pero mientras en Marcos se hace referencia a un solo endemoniado, en Mateo se dice que se trataba de dos endemoniados y no se precisa el número de demo- nios ni de cerdos en los que se introdujeron. En Lucas, en 8:29-39, también se cuenta esta misma historia, y la narración está de acuerdo con la de Mar- cos en que se trataba de un único endemoniado, aunque no precisa el número de demonios ni de cerdos, como se hace en Marcos.

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